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Alejandra, corre y baila por tu casa Alejandra

La mujer que escribe La mujer que sueña,

La que se harta La que se encierra Esa mujer es esta, la que se delata entre palabras

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MUJER PÁJARO

En medio del silencio. Yendo de la cama al baño (lo siento Charly, aquí en Colombia no tenemos living), pienso, maquino, reanudo, invento, cuestiono, me frustro, sonrío, viajo, imagino, tejo, lucho, me acurruco en el alma llena de letargo.

Estar confinada (así en femenino porque estoy harta de no sentirme identificada con las palabras), ha significado pararme frente a mi cuerpo con mi cuerpo mismo y asumir cada torrente de ideas,

borbotones de preguntas y oleadas de soluciones que arremeten en contra de mi tranquilidad mental a las dos de la mañana. ¿Qué tipo de mundo habitas? ¿Qué haces por el mundo? ¿Cómo te movilizas con tus emociones ahora que debes escucharlas? A veces quisiera ponerle pausa a mi cerebro.

Me levanto, pongo un pie fuera de mi cama, siento la baldosa fría y contemplo a través de mi pie lo que significa poner en marcha el cuerpo. Miro la ventana, veo el sol, las plantas, percibo el aire por el movimiento de los cables de la luz, agudizo el oído para entender las voces que se posan bajo mi ventana fuera de la casa. No entiendo lo que discuten, pero pienso en que deberían hablar de aborto legal, de dejar el consumo de carne o cuestionar el comportamiento de las iglesias en tiempos tan inhóspitos.

“Me engaño a mí misma, creo tener conversaciones sobre cómo mejorar el mundo cuando en realidad no puedo impactar mucho. Sin embargo, lo discuto y lo intento, cambiar algo de mí para que tenga eco al otro lado del planeta.”

Mi nariz se llena de oxígeno para llevarlo a los pulmones, reconozco que estoy viva y mi cuerpo anda con su motor incansable. Me pongo de pie y comienzo una danza hacia el lavabo donde cepillo mis dientes mascullando ideas del día, las acciones, las horas. Me dirijo como una salvaje hambrienta a la cocina porque mi panza me empuja hacia el café, la gasolina de una lesbiana solitaria con gatas. Subo y bajo las escaleras como mínimo unas cincuenta veces al día, alimento a las fieras, riego las plantas, enciendo la computadora, hago y deshago, miro hacia la calle, enciendo la cámara, tomo fotografías a través de la ventana, veo las nubes correr.

Yo estoy hibernando.

Quisiera decir que este encierro me harta, pero en realidad mis ideas de creación, de revolución, de lucha se gestan en esta cama, toman forma mientras observo mi ventana, se pulen durante el café de la mañana, crean imágenes que se posan en mi habitación a través de la ubicación de los objetos que me observan.

Quisiera decir que estoy harta del encierro, pero esta separación del contacto humano me ha hecho entender en lo separades que estamos de eso que llamamos “humano” con tantísima propiedad. Me ha permitido ver en detalle, ir al punto, sentir dónde duele cuando hablamos del alma, evaluar cómo soy y que tanto de lo que hay es lo que realmente deseo, permite deconstruir todo lo que ya no hace falta.

Ahora en medio del silencio, he entendido que lo amado no se encentra fuera de mi cuerpo si no crece un jardín dentro de mí. Me he dado un respiro de tanta saturación.

Me levanto, pongo un pie fuera de la cama, siento la baldosa fría y comienzo a danzar porque hay un espacio en mi cuerpo donde antes existía ansiedad que ahora se desliza, se traslada por el espacio y me permite bailar.

Mujer Pájaro: Artista escénica lesbiana, egresada de la Universidad Pedagógica Nacional, interesada por los estudios de género y su dialogo con el arte para sanar, educar y potenciar las luchas feministas en los territorios en los cuales se interviene día a día. Cuenta con experiencia en docencia, trabajo comunitario y defensa de los derechos de la población LGBT.

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