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La caja de pandora Malignant
from Super 8 No. 141
by super8
Por Azucena Mecalco
ma al enemigo de la nación, sea cual fuere que les conviniera en un momento específico. Con las crisis económicas desatadas por las guerras mundiales, la industria cinematográfica sufrió los estragos de la austeridad.
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Fue en ese momento que surgió un misterioso tipo de películas de escaso presupuesto que apostaron por temáticas poco
abordadas o desaprovechadas por las grandes producciones, en especial en cuanto a la temática del terror: el cine serie B.
Aunque en la actualidad algunas cintas producidas como parte de ese boom de cine relativamente barato se han transformado en clásicos cinematográficos, no dejan de contar con los errores y precaria calidad con la que fueron concebidos debido a los escasos recursos con los que contaba su producción.
Muchos años han pasado desde la época en que producciones como Night of the Living Dead (1968), de George A. Romero, demostraron que el argumento podía superar a la precariedad, y hoy en día vemos con horror cómo grandes producciones del cine de terror carecen de él.
Sin embargo, existen todavía directores cuyo compromiso con el cine de terror queda plasmado en la forma de construir sus narrativas audiovisuales, las cuales logran sorprender, entretener y, casi como premio extra, asustar. En-
contramos por ejemplo a Ari Aster con la fabulosa Hereditary (2018), a Robert Eggers con The Witch (2015) o a Jordan Peele y su Get out (2017). Pero todos ellos quedan nublados frente a un director que desde sus inicios se ha dedicado a innovar el género partiendo de los clichés más empleados por éste: James Wan, quien este año nos sorprendió y aterrorizó con Malignant (2021). Con todas las características y clichés del más puro cine serie B, pero con un presupuesto impresionante y arrasador, Wan presenta en Malignant el desborde de todas sus capacidades en el diseño de producción, dirección actoral; pero, sobre todo, en fotografía. Valiéndose de los encuadres impensables creados por Michael Burgess, cinefotógrafo acostumbrado a darle vida a los blockbusters, el director nos lleva a través de una trama que tiene de todo, desde el clásico romance hasta el fantasma acosador, sin dejar de lado temas vigentes como el abuso o los trastornos de personalidad.
Pero eso no es lo más importante, lo mejor es que está película lo muestra todo sin moralejas, sin pretensiones y casi sin intenciones. Existen tantos giros argumentales que logra desconcertar al espectador más avezado en las artes del cine de terror, hasta el punto de no saber si para el director el espectador es una broma o está invitando al público a ser parte de su juego.
Aunado a ello, la película no recurre al susto fácil de ruidos altos o figuras que aparecen repentinamente; por el contrario, toma todas esas imágenes a las que estamos acostumbrados los fanáticos del cine de terror para generar suspenso y expectativa por un evento que jamás llega.
Ahondar en la historia no tiene sentido. Lo más recomendable es darle una oportunidad sin pensar demasiado, sin esperar el argumento de El séptimo sello de Bergman, porque Wan no pretende llegar a ese punto; sino mostrar las posibilidades que se extienden para el género de terror cuando éste cuenta con un presupuesto basto y una mente creativa que sabe transmitir, por medio de la imagen y el sonido, una historia simple capaz de sorprender a la audiencia.