ESA VEZ DEL HUAICO1 1953 ELEODORO VARGAS VICUÑA (peruano)
I Alrededor de don Teófilo Navarro no queda sino contagiador aire entristecido. Su casa, pura pampa quedó después del huaico —agua de mala entraña— que lo tumbó todo. Los vecinos están medio que están nomás. La mitad se les fue tratando de levantar pared con la mirada y la otra mitad para consolarlo: —Con un poco de voluntad, podrá usted levantarse de nuevo. El caso fue así: Todas las veces de susto le decían: —Don Tofe, haga usted construir muro de piedra a su casa, no sea que el huaico… Pero él se reía con suficiencia, y para decir algo por contestar, repetía: —Que venga el huaico. Que me lleve. De resbaladera acabará la pena. Lo decía por decir porque en el pueblo, con penas y todo, siempre somos felices. Después que levantó su casa, en que hubo apurado trajín para terminar, luego de la techa, en que hubo demorado canto de no acabar con música y zapateo para afirmar el suelo, se hizo tranquilidad. Y como él lo dijo desafiador: —Hasta que otro guapo se atreva, pared y techo contra viento y noche que revienten de impotencia. Fabricaba y componía sombreros. A la puerta de su casa, aguja en mano, sombrero en horma, silbido y canto para rellenar hueco de tarde nostalgiosa, lo veíamos cumplir. En el invierno paz, no en el verano. Medio que se quisquillaba don Tofe mirando temeroso el agua que crecía hasta engrosar el río. Decía: —¡Eso es costumbre! ¿Habrá por qué temer? Muchas veces la campana madrina de la iglesia, en talantalanes de peligro, anunciaba desbordera, y don Tofe, creído, corría que corría para ver. Allí estaba intactita la casa a la orilla del cauce. La noche en que sucedió no podía ser, aunque se hubiese roto el brazo el sacristán o hubiera podido más y rompiera las campanas avisando. Era 1
Tomado de Vargas Vicuña (1975).
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