La influencia de las emociones en la lectura

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La influencia de las emociones en la lectura. La lectura es un proceso cognitivo que ha recibido mucha atención por parte de psicólogos y educadores. Los estudios sobre lectura han seguido el punto de vista dominante en la ciencia cognitiva, esto es, considerar al cerebro como un procesador de información, y al hacerlo nos han dicho mucho sobre la manera de funcionar de nuestra mente. Es cierto, se ha tendido a dejar de lado otra dimensión relacionada con la lectura de igual importancia: las emociones. La pregunta es, entonces: ¿qué papel tienen las emociones en el proceso de la lectura de textos? Nos vamos a basar en el libro de José A. Téllez La comprensión de textos escritos y la ciencia cognitiva más allá del procesamiento de la información (Dykinson, 2005). La obra no sólo es interesante por la panorámica que nos muestra sobre la mente y sobre los principales enfoques del estudio de la lectura, sino también porque el autor defiende una mayor atención de cómo las emociones intervienen en la lectura y comprensión de textos. Téllez nos habla de dos dimensiones a tener en cuenta en el estudio de la lectura: la autoeficacia y la motivación. Veámoslas por separado: 1. Autoeficacia. La autoeficacia se refiere a las creencias que una persona tiene sobre su capacidad para aprender, por lo que está relacionada con las expectativas individuales sobre la posibilidad de realizar diferentes tareas. La creencia en nuestra autoeficacia puede determinar la elección de una tarea, así como el compromiso, el esfuerzo y la persistencia ante ella. Dicho de otra manera, cuando pensamos que podemos realizar una tarea, nos implicamos en ella y continuamos hasta finalizarla, a pesar de las dificultades que podamos encontrar. Nos dice Téllez: En este sentido, aquellos niños que creen que pueden leer bien, se esfuerzan para concluir la lectura. Los buenos lectores, y los que se sienten autoeficaces ante la lectura se caracterizan por ser lectores estratégicos que hacen un uso correcto de los diferentes procedimientos, manejan el tiempo adecuadamente, buscan ayuda cuando lo necesitan y ajustan las estrategias a las distintas necesidades (p. 287).


Cuando nuestra autoeficacia percibida con respecto a la tarea (la lectura en este caso) es positiva, la autoevaluación puede ser un importante refuerzo, entendiendo por “autoevaluación” la medición de los progresos que se realizan en comparación a los objetivos propuestos y al esfuerzo dedicado para terminar la tarea (p. 288). Y es que, como nos recuerda la terapia cognitiva, la autoeficacia no es una percepción estática, sino que se puede redefinir, siempre en función del individuo, en función de la práctica y los logros progresivos que se puedan asociar a ella. Estrechamente relacionadas con la autoevaluación se encuentran las expectativas que los demás tienen hacia uno: si el feedback que la persona recibe de los demás es positivo, la percepción de la autoeficacia puede aumentar, aunque de manera temporal si en la actividad se obtienen pobres resultados de una manera continuada (p. 288).

2. Motivación La lectura implica una importante actividad cognitiva, y una fuerte constancia, especialmente en las primeras fases de aprendizaje. Al estar la motivación relacionada con las causas y los motivos de nuestra conducta, sería natural preguntarnos por el papel de la motivación en la lectura. Téllez nos habla de tres tipos de motivación:

2.1. Motivación de competencia. Es aquella cuyo objetivo es mejorar nuestra lectura; que caracteriza principalmente a los lectores noveles, quienes pueden ser conscientes de que su lectura no es lo suficientemente fluida, y a la vez tienen un deseo y un interés especial por mejorarla (p. 290). Este tipo de motivación está muy relacionada con el concepto de autoeficacia, ya que, aquel lector que considere que la lectura mejorará gracias al esfuerzo y al tiempo que le dedique la concebirá como algo cambiable, modificable, y por supuesto controlable, siendo responsabilidad suya (p. 290). Al estar relacionada con la autoeficacia, las expectativas de los demás y la autoevaluación equilibrada son muy importantes para mejorar la motivación de competencia. En cuanto a la lectura; los mensajes de los adultos que están alrededor del niño no deben centrarse en las limitaciones y errores que éste comete, sino en todo lo contrario, evitando a la vez presiones innecesarias. En estas primeras fases de aprendizaje la motivación puede estar mediada claramente por las valoraciones de los demás, por los mensajes positivos que los adultos o profesores dan. El objetivo más adecuado no sería buscar la aprobación de los adultos, vivida como algo externo, como una consecuencia de nuestra tarea. Esta aprobación debe darse de manera previa y continua a la realización de la actividad y del propio aprendizaje (p. 291). 2.2. Motivación de control Este tipo de motivación tiene que ver con la posibilidad de elegir la tarea, en lugar de realizarla por imposición. Cuando leemos un texto de un tema sobre el que tenemos un especial interés es mucho más difícil que perdamos la concentración y cometamos errores de lectura. (p. 291). Como en el caso de la autoeficacia, la motivación de control tiene influencia sobre la capacidad de regular nuestro proceso de aprendizaje, y con él mantener la constancia y el esfuerzo en el tiempo (p. 292).


2.3. Motivación intrínseca En palabras de Téllez: Cuando hablamos de motivación intrínseca es la propia actividad la que centra el motivo, es el simple placer que sentimos al realizarla la que nos hace volver a repetirla. De este modo, la motivación intrínseca estaría relacionada con el compromiso del lector. Existe un interés íntimo que hace que el lector se comprometa con la tarea, que se sienta absorto con la lectura de un libro, que le encante y atrape, es como si viviera una realidad diferente. […] Esta motivación tendría mucho que ver con el placer y el disfrute de la lectura. Lo que se pretende en este sentido, cuando se habla de animar a la lectura o de desarrollar el hábito lector, es de favorecer una motivación intrínseca hacia la lectura (p. 293).

desmotivar); por el otro, la autoevaluación, especialmente aquella relacionada con las experiencias de fracaso. Aunque las consideraciones de Téllez tratan principalmente del efecto de las emociones sobre el proceso de lectura en los nuevos lectores, creo que determinados puntos también son aplicables a los lectores experimentados, debido a la muy citada necesidad de “aprendizaje continuo”; pienso especialmente en los conceptos de autoeficacia, autoevaluación y motivación de control e intrínseca.

Aunque la psicología cognitiva nos ha venido a mostrar que es muy difícil conseguir que alguien se motive de manera personal para realizar una tarea (si es que es posible en absoluto), es cierto que los factores externos pueden ayudar a conseguir este objetivo. En cuanto a la lectura, Téllez menciona dos factores: por un lado, la dificultad de los textos (ni demasiado fáciles ni demasiado difíciles: en ambos casos pueden

Bibliografía: Téllez, José A. La comprensión de textos escritos y la ciencia cognitiva: más allá del procesamiento de la información. Madrid: Dykinson, 2005. Fuente: https://eveliomartinez.wordpress.com/2011/08/24/lainfluencia-de-las-emociones-en-la-lectura/


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