Arquitectura y Paisaje. La arquitectura tradicional en el medio rural de Canarias. Tomo II

Page 1


1


El h谩bitat rural en Gran Canaria: una breve aproximaci贸n hist贸rica Pedro C. Quintana Andr茅s

2


L

a vivienda rural en Gran Canaria se ha convertido en una de las reseñas fundamentales en la ponderación del desarrollo social, económico e ideológico experimentado en la isla durante su etapa histórica. El hábitat y los núcleos de población rurales respondieron a las propias modificaciones operadas en el sistema productivo local, insular y regional, siendo estas transformaciones el motor del surgimiento o desaparición de pagos; las propulsoras de ciertas formas en la ocupación del espacio; causa del impulso o retraso de las redes de comunicación y servicio; las favorecedoras en la radicación de determinados tipos de edificaciones; etc. Los cambios generados en un tiempo histórico relativamente prolongado –cinco siglos comprendidos desde fines del Cuatrocientos hasta mediados del siglo XIX– no permiten distinguir en la actualidad con exactitud las formas de ocupación del terreno, las morfologías de los núcleos rurales o los modelos constructivos surgidos en cada período histórico. Incluso, la presente visión del pasado está tergiversada por los reducidos ejemplos de viviendas existentes –casi siempre integradas en los bienes de los sectores preponderantes–; la selección de edificios según los cánones impuestos

3

en cada momento; el notable peso de la visión burguesa y urbana de lo rural; la influencia de las ideologías emergentes, interesadas en eliminar las partes del pasado tildadas de retrógradas, antiestéticas o antisistema; la carencia en la población actual, en general, de una mínima visión sobre el proceso histórico regional; o la ausencia entre una alícuota parte de la población, hasta hace unas pocas décadas, de una inquietud por proteger el patrimonio histórico heredado. La destrucción de bienes inmuebles –en paralelo a la eliminación del patrimonio documental, paisajístico e inmaterial– supuso la desaparición de un amplio porcentaje de éstos, reduciéndose las viviendas rurales anteriores al siglo XX a un mero relicto en el paisaje de Gran Canaria. En la isla, desde fines del Cuatrocientos hasta los inicios del siglo XX, debieron de construirse, reconstruirse y habitarse unas 50.000 viviendas rurales –incluidas las cuevas y las reutilizaciones de viviendas aborígenes–, que han quedado reducidas a unos pocos centenares en los últimas décadas, ya sea por los procesos descritos con anterioridad, las graves alteraciones infligidas por sus moradores o a causa de la generalizada indolencia sobre la cuestión insuflada a las recientes


generaciones. Sobre este escaso volumen de inmuebles –muchas veces seleccionado según su pertenencia a sectores socioeconómicos preponderantes, alterados en sus esencias básicas– se basa el intento de sistematizar, reconstruir y acercarnos hacia un pasado que, perseverante y agónico, aún llega hasta el presente invadido por un conglomerado de construcciones que en los últimos cincuenta años han pretendido restablecer los conceptos de la canariedad y lo canario. Los

bienes inmuebles en el espacio rural de

Gran Canaria

La dicotomía entre espacio urbano y rural no tiene unos límites claros y absolutos durante buena parte del período estudiado. El ámbito urbano estaba singularizado por las funciones desarrolladas hacia el conjunto de sus vecinos y el resto de la isla. Sus características básicas eran: la prestación de servicios jurídicos –tribunales eclesiásticos, civiles y del Santo Oficio–; la concentración y jerarquización de las vías de comunicación; asentamiento en él de una parte del sector del poder socioeconómico; la presencia de

destacadas entidades locales, insulares o regionales –ayuntamiento, obispo, cabildo catedral, Real Audiencia–; el hecho de reunirse en la urbe un amplio sector de artesanos y mano de obra terciaria; la existencia de una estructuración, adecuación y acondicionamiento del hábitat; la divergencia de tipologías constructivas y áreas de asentamiento grupal según el perfil socioeconómico de cada sector de la población; una profunda urbanización y colmatación del espacio; o la constatación de una alta dependencia de su hinterland para lograr el abastecimiento del vecindario1. En Gran Canaria, el núcleo urbano más acorde con dicha descripción fue Las Palmas, siendo posible incluir dentro de este rango –aunque en un escalón inferior–, a Telde y Guía, aglomeraciones donde se asentaron miembros del grupo de poder local, se erigieron en cabezas de sus comarcas y se registraron funciones de cierto rango (escribanos, control de rentas, vértices de caminos o puertos de cierta relevancia para el funcionamiento de la economía insular). Si bien a fines del siglo XIX y los inicios de la siguiente centuria el número de núcleos con rango de ciudad creció –basado en el número de habitantes–, apenas si logró incorporarse alguno, más desde un punto de vista nominal que de verdadera asunción de

Doble página anterior: Panorámica de la Hoya de Tunte, San Bartolomé de Tirajana, a principios de los años 60 del siglo XX (foto: Francisco Rojas Fariña). Página izquierda: Barrio de Las Lagunetas, Vega de San Mateo, caserío conformado por varios núcleos de vivienda debido al tipo de distribución de la propiedad. Sobresalen las viviendas de dos alturas ubicadas alrededor de la iglesia del lugar (foto: Francisco Rojas Fariña). En esta página: Conjunto de cuevas habitación en Barranco Hondo, cerradas con muros de piedra y de mampostería enlucidos (foto: Archivo FEDAC).

4


15


Transformaciones urbanas experimentadas en el seno del pago troglodita de La Atalaya de Santa BrĂ­gida entre fines del siglo XIX y el presente. Una vez mĂĄs el presunto progreso ha demostrado su incapacidad para integrar los legados histĂłricos de una manera ordenada, funcional y respetuosa (fotos: Archivo FEDAC).

16


Las cuevas fueron la residencia de un importante porcentaje de población en Canarias. Núcleos como Artenara, La Atalaya, Barranco Hondo o Gáldar, entre otros, tenían un considerable número de vecinos viviendo en cuevas.

17


Los grupos sociales humildes –alfareras, aparceros, medianeros, jornaleros– eran sus principales moradores hasta fechas recientes (fotos: Centro de Fotografía Isla de Tenerife, TEA y Archivo El Museo Canario).

18


mismo y la cocina separada del resto. El rasgo común de los registros fue la existencia de un mobilia­r io reducido, no existiendo grandes diferen­cias entre los medianos y pequeños propieta­r ­ios en el ajuar de la vivienda. Desde el siglo XVI y hasta mediados del XIX, la casa terrera experimentó en Gran Canaria un crecimiento progresivo en su presencia a medida que aumentaban los grupos populares, siendo especialmente significativo su auge a partir del segundo tercio del Seiscientos con la puesta en explotación de las tierras de medianías, atractivas para un nutrido grupo de campesinos. La mayoría de las viviendas en el ámbito rural destacaron por sus escasas dimensiones –casi todas con espacios situados alrededor de los 50-80 metros cuadrados–, precariedad constructiva y falta de mantenimiento adecuado, además de su drástica practicidad interna. La escasa atención y dinero destinado al remozamiento de la vivienda era el resultado de la propia pobreza de muchos de sus dueños, sobre todo si pertenecían a los sectores populares, sobre los cuales se abatían cíclicamente las recesiones económicas que suponían disminución de ingresos y una crónica inestabilidad laboral agravada por una creciente inflación. El rápido deterioro de las viviendas también obedecía a la propia tipología constructiva y las peculiaridades de la climatología en cada lugar. La piedra, el barro y la cal eran la base de la mampostería de los elementos sustentantes, obligando a los propietarios a efectuar continuadas labores de mantenimiento, más si sólo se utilizaba la tapia –barro, paja, entramado de madera, cascotes– para su elaboración. La construcción de obras en piedra seca, es decir, sin argamasa, quedó reducida a una fracción de las casas rurales –comúnmente habitadas por jornaleros o grupos dedicados a la subsistencia–, a las cocinas –siempre situadas en los patios o fuera de la casa–, a los muros divisorios, o a viviendas de uso temporal en los campos de cultivo. Los datos recogidos de las diversas construcciones permiten hacer una aproximación a las formas y materiales empleados en su elaboración, siendo la base de las fábricas la mampostería tras la progresiva eliminación desde principios del Seiscientos de la construcción a base de tapias de barro, cascotes y cal, la cual se deterioraba con gran rapidez. La madera (viñátigo, palo blanco, tea), constituye, por su valor, otro de los aspectos de importancia a la hora de realizar las residencias. El alto valor de la madera, las dificultades para obtener permisos de extracción, el pago de aranceles para su corte o la cada vez mayor lejanía de los lugares de explotación no sólo supusieron un incremento lineal de su precio, sino también que las instituciones, especialmente las iglesias o los conventos, así como los más pudientes, debieran recurrir a la adquisición de partidas en otras islas como Tenerife o La Palma. Todo ello obligaba a En esta página: Tipologías de casas de una sola planta, tejados a dos aguas, azotea plana y elementos anexos. En la primera se observan diversas dependencias para guardar cereales y alpendres. En la segunda y la tercera podemos ver ejemplos de hornos adosados y exentos. Página derecha: Casas de una planta con tejados a dos aguas y vanos distribuidos de forma regular en la fachada. En la foto inferior se observan viviendas construidas de forma escalonada, adaptadas a la inclinación del terreno, y unidas por un camino empedrado (fotos: Francisco Rojas Fariña, excepto la primera de esta página).

25


26


Arriba: Viviendas de una sola planta formadas por varias dependencias unidas entre sí. El uso de materiales cercanos –cantos regularizados en jambas y esquinas– puede observarse en la construcción de esta vivienda. En la casa de residencia las paredes han sido albeadas mientras en las secundarias se ha dejado la piedra vista. Abajo: Cocina con horno y letrina. Página derecha: Diversas tipologías de interiores de cubiertas con techos a dos/cuatro aguas o planos donde se aprecia el uso de: la madera en forma de tablas, palos y astillas; y el cañizo. En las fotos se puede ver desde las habituales armaduras de flechal e hileras, forradas o no, con o sin tirante central; las de par y nudillos; o las ochavadas, presentes en las casas de los grupos más pudientes.

reducir su uso a los elementos necesarios para la edificación, aunque, pese a ello, seguía suponiendo un importante desembolso para los propietarios, salvo si lograban tomar los sobrantes de madera de un inmueble derruido. La madera sólo se utilizaría en las partes imprescindibles de la vivienda, caso del levantamiento de la estructura, los sollados, techos, escaleras, puertas, ventanas y, excepcio­nalmente, para balcones y corre­do­res. Un ejemplo del trabajo de enmaderamiento de este tipo de viviendas se registra a mediados del Seiscientos en Agüimes, cuando Juan Gutiérrez de Ávila, cura de la villa, 27

contrataba a Gregorio López, oficial de carpinte­ro, para enmaderarle su casa disponiendo que los techos fueran de dos aguas, elaborados de par e hilera, labrados al cuarto. El techo se conformaría mediante tijeras –del grueso que hubiere en ese momento–, tabicones y solera, dejando por su parte inferior un chaflán. La labor final sería unir los tirantes por encima de los tabicones y fabricar las hileras en todos los tirantes y su lima bordón bien ajuntada. El conjunto de la obra tenía un total de 35 pies de largo por 16 de de ancho –50 metros cuadrados–, siendo el suelo llano, sin cepillado y montado en machihembrado. El corredor


28


En esta página: Puerto de Las Nieves, Agaete, donde se observan varias viviendas de forma cúbica con techo plano, tal como corresponde a un lugar donde las precipitaciones medias anuales son escasas (foto: F. Rojas Fariña). Página derecha: Barrio de Tufia, Telde, donde siguen habitadas algunas viviendas trogloditas (foto: Archivo FEDAC). Abajo: Vista de la playa y el puerto de Mogán a principio de los años 60 del siglo pasado. Sobresalen las viviendas de una sola planta, forma rectangular y techos planos propiedad de los pescadores del lugar. A ella se suman almacenes destinados a guardar las barcas, redes, nasas, salazones, más los construidos para el almacenamiento de la fruta destinada a la exportación (foto: Francisco Rojas Fariña).

debía ir labrado en sus carre­ras, al igual que sus tirantes cortados al cuarto. El techo llevaría la solera en su base y un chaflán con nudillos. La solera se tabicaría por la parte de arriba, uniéndose a ella los husillos, todos ellos llanos. El techo del corredor por dentro y fuera iría cepillado y machihembrado, con los antepechos labrados, las zapatas llanas y los pilares sin adorno. En el corredor el carpintero debía realizar dos pares de puertas con pernios y cinco cruceros, todas ellas conformadas por tabecos, cojinetes y un bocelado, sin postigo alguno5. Los cimientos de las viviendas eran de escasa profundidad, entre 15 y 25 centímetros, con paredes anchas donde los tablones de madera jugaban un papel fundamental para la construcción de huecos como ventanas y puertas, sirviendo de dinteles formeros, pilares embutidos en paredes o como soportales de los corredores de los patios. La cantería se destinaba, según las posibilidades de los dueños, a las esquinas del inmueble, embelleciendo y sosteniendo 29

las presiones de la estructura; las escaleras en las viviendas de mayor rango; y resalte de los huecos, tal como sucedía con las portadas. Las edificaciones comunes tenían paredes de 10 palmos de alto –un palmo equivale a 21 centímetros–, aproximadamente 2’10 metros, y, en el caso de que se construyera una habitación sobradada, ésta contaría con un total de 9 palmos, con diversidad de huecos para ventanas y puertas, aunque lo corriente era que las ventanas fueran dos o cuatro y las portadas una o dos. Los marcos de las puertas y ventanas tendían a ser adintelados, con algunos resaltes en sus partes superiores, en el caso de las puertas, o dinteles decorados con motivos geométricos en las ventanas. En la vivienda terrera rural el arco tiene menor representación. En Gran Canaria todavía no existe una clasificación pormenorizada de las tipologías de las casas terreras según su localización y uso, aunque ejemplos constructivos registrados a lo largo de la Edad Moderna permiten comprobar variadas matizaciones en


30


31


32


47


48


57


58



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.