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Petrella Guidi Aldea y ruinas del castillo
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San Leo Fortaleza
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Principales distancias kilométricas
Macerata Feltria Aldea
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Madrid, 1.856
Bolonia, 121 km
Pietrarubbia Castillo
Berlín, 1.535 km
Múnich, 680 km
Florencia, 165 km
Bruselas, 1.262 km
París, 1.226 km
Milán, 330 km
San Giovanni in Marignano Centro histórico
Carpegna Palacio de los principes Carpegna-Falconieri
Budapest, 1.065 km
Praga, 1.089 km
Nápoles, 586 km
Copenhague, 1.770 km
Estocolmo, 2.303
Roma, 325 km
Saludecio Aldea
San Clemente Granja fortificada de Castelleale Granja fortificada de Agello
Fráncfort, 1.043 km
Viena, 887 km
Turín, 447 km
Londres, 1.684 km
Zúrich, 645 km
Venecia, 270 km
Pennabilli Torre di Molino di Bascio Torre di Maciano Gradara Fortaleza Malatestiana
Riviera di Rimini Travel Notes
Provincia di Rimini Assessorato al Turismo
Fortalezas y castillos en el territorio riminĂŠs entre Medievo y Renacimiento
Riviera di Rimini Travel Notes Colección editorial turística realizada por la Provincia de Rímini Concejalía de Turismo Directivo Symon Buda
Textos Valerio Lessi La presente guía es el resultado de la reelaboración e integración de los textos escritos por Pier Giorgio Pasini para la Provincia de Rímini: “Itinerarios malatestianos” (2003) “Fortalezas y castillos malatestianos” (2003) Redacción Marino Campana Oficina de prensa y comunicación Cora Balestrieri Fotografías obtenidas del Archivo fotográfico de la Provincia de Rímini Se agradece a los fotógrafos L. Bottaro, P. Bove, S. Di Bartolo, L. Fabbrini, R. Gallini, D. Gasperoni, L. Liuzzi, M. Lorenzi, Martinini, R. Masi, G. Mazzanti, M. Migliorini, T. Mosconi, PH Paritani, D. Piras, V. Raggi, E. Salvatori, R. Urbinati, Urbino Multimedia Empaginación Litoincisa87, Rímini (Licia Romani)
All rights reserved Province of Rimini
Proyecto gráfico Relè - Tassinari/Vetta (Leonardo Sonnoli, Igor Bevilacqua) coordinado por Michela Fabbri Foto de portada Detalle de la Fortaleza de San Leo fotografía de Paritani Agradecimientos Ministerio de Bienes y Actividades Culturales Superintendencia de Bienes Arqueológicos de Emilia Romaña Traducción Professional Language Services, Rímini Estampación Pazzini Stampatore Editore, Villa Verucchio RN Primera edición 2011 Fortalezas y Castillos es una publicación turístico-cultural de difusión gratuita Con la colaboración de
4
Introducción Doce preguntas para conocer el territorio de la provincia de Rímini y su historia
16
Capítulo I Rímini, el esplendor de una capital Castel Sismondo, una ciudad para la corte El Templo Malatestiano: sueño inacabado de Sigismondo Arte en la decadencia de una gran Señoría
34
Capítulo II El Valle del Marecchia: desde Santarcangelo a San Leo Santarcangelo y su Fortaleza Torriana y Montebello entre paisajes y fortificaciones Verucchio, una de las “cunas” de los Malatesta La inasible Fortaleza de San Leo
44
Capítulo III El Valle del Marecchia: desde Talamello a Pennabilli Talamello: tesoros artísticos y del paladar Maiolo y Maioletto, ruinas y leyendas El encanto de Petrella Guidi Sant’Agata dominada por la Fortaleza En la Pennabilli de los dos castillos
52
Capítulo IV El Valle del Conca: desde Gradara a Montegridolfo Gradara, un palacio para las vacaciones San Giovanni in Marignano, el granero de los Malatesta Saludecio y sus palacios Los “secretos” de la fortaleza de Mondaino Disputas de familia en Montegridolfo
62
Capítulo V El Valle del Conca: desde Montefiore a Carpegna El palacio de Montefiore El “tesoro” de Sigismondo en Montescudo La aldea de Montecolombo Monte Cerignone, una fortaleza del Cuatrocientos Sassocorvaro, una fortaleza amiga del arte Macerata Feltria, la aldea disputada La intransitable Pietrarubbia Carpegna, tierra de antigua nobleza De regreso hacia Rímini: Coriano y Castelleale
INTRODUCCIÓN DOCE PREGUNTAS PARA CONOCER EL TERRITORIO DE LA PROVINCIA DE RÍMINI Y SU HISTORIA
1. ¿Cuáles son las características del territorio de la provincia de Rímini? El actual territorio de la provincia de Rímini comprende localidades que históricamente pertenecieron a la Señoría de los Malatestas (o Malatesta) y otras en cambio que fueron disputadas u ocupadas por los Montefeltro, quienes guiaban el ducado de Urbino. Numerosos cursos de agua de carácter torrentoso, con sus anchos y guijosos lechos, contribuyen a trazar un territorio variado y rico de relieves a espaldas de la Riviera de Rímini. Dos de éstos son importantes: el Marecchia, que tiene sus fuentes en la Toscana, en el Alpe de la Luna, cerca de las del Tíber; y el Conca, que nace en el Montefeltro, en las laderas del monte Carpegna. Los valles y los conoides fluviales de estos dos rios, separados y abiertos por el Monte Titano (San Marino), forman el territorio riminés, que por una parte se funde lentamente en el Val Padana y por otra penetra entre el Adriático y el Apenino, entrando en contacto con Las Marcas y la Toscana, ocupando también una parte del Montefeltro. Es un territorio de límites inciertos, a veces indefinibles; nos referimos a aquellos que hablan de historia, de cultura y mentalidad, no a aquellos administrativos, que en el 2009 fueron modificados con la anexión de los ayuntamientos del Alto Valmarecchia: Casteldelci, Maiolo, Novafeltria, Pennabilli, San Leo, Sant’Agata Feltria, Talamello. Aquel que se interne en la llanura a lo largo de la via Emilia o de la via Romea, no encontrará seguramente huellas de confines naturales; y aquel que se interne en el dulce valle del Conca le costará notar el pasaje al Montefeltro, en Las Marcas. 2. ¿Por qué tantas torres, fortalezas y castillos? La riqueza de torres, fortalezas y castillos que todavía hoy caracteriza los valles del Marecchia y del Conca, se debe a las disputas en el alto y bajo Medievo entre las familias cercanas y rivales de los Malatesta y de los Montefeltro, que obligaron a fortificar todas las aldeas y los puntos estratégicos, así como los de las hondanadas (molinos, vados, puentes) y los de los puntos altos. Ya en el siglo VIII la zona se definió como “región o provincia de los castillos”. Construidas con piedra local, las fortificaciones se asientan sobre un terreno escarpado, como gemaciones espontáneas, pero sin mimetismo ninguno, si no más bien presumiendo de su carácter de artificio amenazante y de una fuerza que no poseen. Animan un paisaje muy variado y a veces extremamente pintoresco por su aspecto salvaje gracias a la alternancia de las cimas -que hacen de 5
La Fortaleza de Maioletto vista desde el lecho del rio Marecchia.
bastidor a ásperas zonas de tierras baldías (ricas de arcillas ampliamente erosionadas) y a suaves laderas ricas de vegetación y de bosques - y sobre todo por la presencia de aislados macizos calcáreos, a menudo de grandísimas dimensiones, nacidos de arcillas esquirlosas: es el caso del Monte Titano, pero también del Sasso Simone y del Simoncello o, más cerca, de la bellísima peña de San Leo. 3. ¿Quiénes era los Malatesta (o Malatestas)? Hacia finales del Medievo la señoría malatestiana fue, junto a aquella vizcondada y veronesa, una de las mayores de la península, con apoyos y parentelas en las principales cortes italianas y extranjeras, y con ambiciones de mecenazgo que la hicieron competir con la de los Este, los Gonzaga, los Medici y los Montefeltro. 4. ¿Dónde ejercieron su señoría? Sus dominios, alrededor de tres siglos, estuvieron principalmente en Romaña, aunque no es difícil encontrar testimonios malatestianos en Lombardía y en Véneto, en Emilia y en Las Marcas. La señoría de los Malatesta, surgida al interno de los dominios pontificios, estuvo en contraste con los intereses políticos y económicos del papado. 5. ¿Cuál es el origen de su nombre? Es probable que Malatesta fuera en origen un simple “apodo” que calificaba -seguramente no de manera benévola- algún personaje particularmente obstinado o malvado. Posteriormente se convirtió en un nombre propio tan recurrente que se atribuyó a toda la familia (en singular o plural, “los Malatestas”): seguramente de manera bastante apropiada ya que en los acontecimientos malatestianos, los episodios de crueldad (a menudo feroces y fríamente calculados) eran frecuentes y se dirigían a todos aquellos -incluidos parientes cercanos y ramas secundarias- que podían insidiar (o que realmente insidiaban) el poder del grupo hegemónico. 7
Árbol genealógico de los Malatesta, según L. Nissim Rossi (1933).
6. ¿Cuándo y dónde tuvo orígen la familia? Los primeros documentos que citan a los Malatesta no son anteriores al siglo XII y hablan de posesiones de tierras en la Romaña meridional, además de documentar una conflictividad abierta con el municipio de Rímini. La familia malatestiana era en orígen una familia de grandes propietarios latifundistas y de saqueadores que dominaba el valle medio del rio Marecchia y controlaba las vías que desde Rímini conducían hacia el interior, siendo el eje de sus posesiones dos localidades bien abastecidas: Pennabilli y Verucchio, que todavía hoy se disputan el mérito de haber dado orígen a la familia. Pero quizás al inicio fue determinante la antigua parentela con la familia feudal más ilustre y poderosa de la zona, la de los Carpegna, de los cuales parecen descender casi todas las familias importantes de las montañas feretranas (de San Leo) y romañolas. 7. ¿Cuándo y cómo se convirtieron en los señores de Rímini? Desde el segundo decenio del Doscientos, los Malatesta aparecen como personajes eminentes de la ciudad, representándola en actos oficiales y garantizándose por ella, secundando la política “gibellina”, es decir, filo imperial. Desde 1239 al 1247 Malatesta dalla Penna, que en 1228 había sido alcalde de Pistoia, lo fue también de Rímini. La vía al ejercicio del poder absoluto sobre la ciudad estaba abierta: en pocos decenios, los Malatesta se apoderan de todos los cargos civiles y religiosos y desautorizan poco a poco los órganos ciudadanos sin abolirlos, combatiendo, echando y asesinando a cualquiera que amenzara su supremacía. Desde 1355 hasta finales del Cuatrocientos, los Malatesta dirigieron la Señoría de Rímini con el cargo de vicarios de la Santa Sede. 8. ¿Cuáles fueron las relaciones con los Montefeltro? Los Malatesta consiguieron aumentar sus dominios en Las Marcas hasta la ciudad de Ascoli Piceno, en la Toscana hasta Borgo San Sepolcro y en Romaña hasta Cesena, pero no lograron nunca deshacerse de sus más potentes y astutos vecinos: los Montefeltro, que probablemente como 9
En alto Retrato de Sigismondo Pandolfo Malatesta, obra de Piero della
Francesca (alrededor de 1451) conservado en el Museo Louvre de París.
Debajo Bajorrelieve con las iniciales de Sigismondo (SI), Templo Malatestiano.
ellos, tienen sus orígenes en las posesiones territoriales en los dominios de los Carpegna. La disputa entre los Malatesta y los Montefeltro llegó a su punto máximo en los decenios centrales del Cuatrocientos, cuando a la cabeza de las dos familias rivales se encontraron Sigismondo y Federico, y sobre todo cuando éste último consiguió que su yerno, Alessandro Sforza, comprara la ciudad de Pesaro con su territorio incluido (1455), hasta entonces perteneciente a los Malatesta (a un primo de Sigismondo, el incompetente Galeazzo Malatesta). Esta compra, que permitía una salida libre al mar del territorio de Urbino, dividía en dos troncos el dominio de Sigismondo, que entonces se extendía en Las Marcas hasta Fano, Senigallia y Fossombrone. 9. ¿Quién era Sigismondo Pandolfo Malatesta? Sigismondo Pandolfo Malatesta (1417-1468), hijo de Pandolfo III Malatesta y de su amante, Antonia da Barignano, fue señor de Rímini y de Fano desde 1432, mientras que su hermano, Domenico Malatesta lo fue de Cesena. Para la Señoría de los Malatesta, fue el momento de máximo esplendor. Sigismondo se casó tres veces: la primera mujer fue Ginebra d’Este, la segunda Polissena Sforza y por último consiguió casarse en 1456 con su amante Isotta degli Atti, animadora de una refinada corte. Sigismondo se ganó pronto la fama de ábil y audaz caballero militar (condottiero). Más de una vez fue contratado por los Papas, de los cuales era vicario; dirigió las tropas venecianas en la campaña contra la República Ambrosiana y contra Francesco Sforza, además de aquella contra el Imperio Otomano en 1465. Ayudó también a los florentinos en la resistencia a la invasión de Alfonso V de Aragón. Tuvo pésimas relaciones con su vecino Federico de Montefeltro, duque de Urbino: entre ellos, se imponía el lenguaje de las armas, seguido por insultos recíprocos. También fue un mecenas generoso; a él se debe la creación de uno de los monumentos símbolo de la ciudad de Rímini y del Renacimiento: el Templo Malatestiano de León Baptista Alberti. Tuvo enfrentamientos con Papa Pío II, más conocido como Enea Silvio Piccolomini. La ruptura definitiva se debe a la toma de algunos castillos que el Papa quiso que fueran cedidos a su eterno rival, Federico de Montefeltro. Las diferencias llevaron a Sigismondo a afrontar al ejército papal, guiado por Federico de Montefeltro y a sucumbir. Desde 11
En alto Panorámica de Urbino. Debajo Castillo de Gradara construido entre los siglos XI y XV.
aquel momento tuvo que asistir al desmembramiento de sus territorios, que caían bajo los golpes del ejército de la Iglesia, guiado por su enemigo. Murió a la edad de 51 años. Su cuerpo fue enterrado en la tumba del Templo Malatestiano, inacabado, al igual que su proyecto de ampliación del Estado. 10. ¿Quién era Federico de Montefeltro? Federico de Montefeltro, nacido en Gubbio en el 1422, fue probablemente hijo de Guidantonio, señor de Urbino y de una dama de compañía. Según algunos estudiosos, podría ser hijo de Bernardino degli Ubaldini. Aún así, fue legitimado por Guidantonio como su hijo y, a la muerte del hermanastro Oddantonio, en 1444 se convirtió en heredero del ducado. Educado en la corte de Mantua por Vittorio da Feltre, Federico se convirtió en el más hábil y valiente hombre de armas de la península. Es el exponente de la familia Montefeltro más conocido y recordado por sus dotes políticas y artísticas. Literato y generoso mecenas, bajo su guía Urbino se convirtió en un centro para las artes de fama internacional. Para consolidar la influencia política de su ducado, estrechó lazos de alianza con la familia Sforza de Milán. Para conseguir este objetivo, contrajo matrimonio de interés con la joven Battista Sforza, sobrina del Duque de Milán, Francesco Sforza. Esta política falta de prejuicios le costó la excomunión por parte de Niccolò V (anulada posteriormente en 1450) y la enemistad con Sigismondo Pandolfo Malatesta. Federico de Montefeltro tuvo la inteligencia y la astucia de aliarse con los aragoneses y de apoyar la política del Estado Pontificio, decisión que le procuró evidentes ventajas económicas y políticas. Combatió por Pío II Piccolomini, entrando en conflicto directo con los Malatesta, a fin de conquistar los territorios de Las Marcas (un sangriento asedio tuvo lugar en el Castillo de Gradara en 1463). 11. El desafío entre el Águila y el Elefante Durante más de veinte años Federico de Montefeltro (con un águila en su escudo) y Sigismondo Malatesta (con un elefante) fue12
En alto Panorama con la fortaleza de San Leo al fondo.
Debajo Vista de San Leo y Maioletto desde Talamello.
ron acérrimos enemigos. Los cronistas y los documentos de la época no solo narran las gestas militares: los dos caballeros se insultaban, se desafiaban, tramaban engaños uno contra el otro, hacían de todo para desacreditar al adversario. Podemos afirmar justamente que uno debe al otro la propia grandeza. Representan las dos caras del mismo clima político y militar de la época. Sigismondo es más impulsivo, impetuoso, menos diplomático, abilísmo con las armas pero menos capaz de estrechar lazos útiles para mantener el poder. Supo ganarse enormes enemistades: basta pensar al proceso promovido por Pío II que concluyó con la quema de varias efigies en dos plazas romanas. Federico, que no fue menos cruel (parece incluso que firmó el asesinato de su hermanastro), mostró en cambio una gran habilidad diplomática que le protegió de situaciones ambiguas y peligrosas. Prudencia y equilibrio fueron dotes que le permitieron mantener y consolidar el poder, facilitado también por los errores de Sigismondo: rompiendo los pactos establecidos con el papa e invadiendo los territorios devueltos a los Montefeltro, el señor de Rímini firmó la propia condena de la derrota. 12. ¿Cómo terminó la Señoría de los Malatesta? Después de la muerte de Sigismondo, su hijo Roberto, llamado el Magnífico, hombre prepotente y cruel, logró en breve tiempo deshacerse de sus hermanos y de Isotta (la mujer de Sigismondo), y a gobernar él solo la ciudad de Rímini, de la cual había recuperado una parte de territorio gracias a su matrimonio con Elisabetta, hija de Federico de Montefeltro (1475). Fue un gran general y murió prematuramente en 1482, mientras combatía al servicio del Papa, que ordenó levantar un gran monumento en su honor en San Pedro, Roma. En el 1498 los notables rimineses tramaron una conjura contra Pandolfo IV, hijo de Roberto. La conjura fracasó y posteriormente siguieron una serie de venganzas feroces por parte del joven y odiado señor, que poco después se vió obligado a abandonar la ciudad bajo el acoso de César Borgia, llamado el Valentino. Volvió en 1503 pero sólo para vender la señoría a los Venecianos, que en 1509 la tuvieron que devolver a la Iglesia. Pandolfo intentó de nuevo inútilmente, hasta el 1528, convertirse en señor de Rímini a pesar de la hostilidad de los rimineses. 15
CAPÍTULO I RÍMINI, EL ESPLENDOR DE UNA CAPITAL
La más esplendente de las capitales malatestianas, y la que como tal tuvo una vida más larga, fue Rímini: la andadura malatestiana, en la mayor y mejor parte, inició y terminó en esta ciudad. Pero en Rímini las señales del dominio malatestiano hoy no son muy evidentes. Podemos buscarlas en las murallas medievales de la ciudad, construidas, reconstruidas y restauradas, rebajadas y finalmente privadas de los fosos y parcialmente destruidas. Las partes mejor conservadas de las murallas medievales se encuentran hacia el sur y hacia el este del centro histórico. Se pueden ver desde la via Circonvallazione y desde el parque Cervi. Se interrumpen a la altura del Arco de Augusto, antigua puerta oriental de la ciudad, transformada y embellecida en el 27 a.C para honrar al emperador Augusto. La via Flaminia, procedente de Roma, concluye aquí. Más allá del puerto y por lo tanto del rio, el cual se atraviesa por el puente de Tiberio (uno de los puentes más grandiosos y mejor conservados de la antigua Roma y que data del 14-21 d.C), se encuentra el burgo San Giuliano, cuya conformación urbanística mantiene el carácter medieval. El burgo es dominado por la importante iglesia de San Giuliano, ya abadía benedictina dedicada a San Pietro, reconstruida en el siglo XVI (en el altar mayor se encuentra una de las últimas obras maestras de Pablo Veronés, que representa El martirio de San Giuliano, del 1587). Un indicio indirecto pero consistente de la presencia y actividad de los Malatesta, lo constituyen los numerosos conventos e iglesias de diversas órdenes religiosas: los Eremitas, los Franciscanos, los Dominicos, los Humillados y los Siervos de María, que se introdujeron en la ciudad durante el Doscientos y el Trescientos con la ayuda de los Malatesta, bajo su protección, y conservaron algunas huellas de su munificencia. La única iglesia riminesa superviviente, con consistentes estructuras medievales, es la de San Giovanni Evangelista, ya de los Eremitas de Sant’Agostino (y por eso comunmente llamada Sant’Agostino), caracterizada por un alto campanario gótico. En el ábside y en la capilla del campanario se pueden admirar frescos del primer Trescientos realizados por desconocidos pintores rimineses (probablemente por los hermanos Zangolo, Giovanni y Giuliano da Rímini): representan a Cristo y a la Virgen en Maestá, además de las historias de San Juan Evangelista y de la Virgen. Aquí también se conserva un espléndido Crucifijo pintado sobre tabla, mientras que un gran Juicio Universal, en origen pintado a fresco sobre el arco triunfal, hoy se conserva en el Museo della Città, junto a otras obras del mismo período. En la primera mitad del Trescientos en Rímini se desarrolló una “escuela” pictórica caracterizada por una precoz apreciación hacia el arte 17
En alto Templo Malatestiano, gran Crucifijo pintado por Giotto para la Iglesia de los Franciscanos.
Debajo Detalle de un fresco del Trecientos en el ábside de la iglesia de Sant’Agostino, en Rímini.
de Giotto. Su originalidad consiste en el uso de un color suave, dulce, de tradición bizantina, que se combina con el gusto por una narración propensa al lirismo: aún así su producción no está privada de agudas observaciones naturalísticas y no es ajena a extravagancias iconográficas que demuestran la desenvoltura con la cual estos artistas afrontaban los sujetos de la tradición y la libertad mental con la cual aceptaban las innovaciones de Giotto. La “escuela riminesa” tuvo plena actividad en la primera mitad del Trescientos en toda Romaña, en Las Marcas, en Emilia y en Véneto, y en general en los territorios en lo cuales estaban presentes los Malatesta. Se ha intentado atribuir a esta familia la comisión a Giotto, a finales del Doscientos o inicios del Trescientos, de la decoración pictórica de la iglesia de los Franciscanos rimineses (dedicada naturalmente a San Francisco, viene llamada Templo Malatestiano y desde inicios del siglo XIX es la catedral de la ciudad), de la cual se conserva sólo un grande, humanísimo Crucifijo. Atribuir la actividad riminesa de Giotto al directo encargo de los Malatesta puede parecer arriesgado, pero quizás no lo sea tanto si pensamos que el ámbito en el cual se movía el pintor toscano era justamente el de las grandes cortes y grandes familias güelfas, unidas a la curia romana, a los Angevinos (n.t: pertenecientes a la Casa de Anjou) y a los Franciscanos, como los Malatesta. En Rímini, los Malatesta adquirieron numerosos inmuebles y, entre el Doscientos y el Trescientos, ampliaron las casas que el municipio les había ofrecido, situadas en una posición estratégica, cerca de la catedral y de la puerta “del gattolo”, que daba hacia el interior y hacia sus posesiones históricas en el valle del rio Marecchia. Casi todas las grandes arquitecturas que se remontaban a los primeros años de la presencia y dominación malatestiana en Rímini, han desaparecido o han sido radicalmente transformadas. También la antigua catedral, Santa Colomba, fue destruida (sobrevive apenas una parte de la enorme sacristía-campanario del Trescientos, en Piazza Malatesta). Además de la ya recordada iglesia de los Agustinos, muy cambiada, tenemos que recordar de este mismo período el complejo de los Palazzi Comunali: el del Arengo, de grandes ventanas políforas y con bonitos arcos precozmente góticos, pertenece al 1204. El Palacio del Podestà es del Trescientos pero fue sustancialmente restau19
En alto Rímini, vista de Piazza Cavour con el Teatro Amintore Galli al fondo, Palazzo
del Podestà y Palazzo dell’Arengo a la derecha. Al centro, estatua del Papa Paolo V.
Debajo Rímini, Castel Sismondo, antiguo palacio fortaleza mandado construir
en Rímini por Sigismondo (1437 - 1446).
rado y reajustado a inicios del siglo XX. Entre el palacio malatestiano, la catedral y los palacios comunales se desarrollaba gran parte de la vida pública, civil y religiosa de la ciudad. Esta zona, auténtico centro direccional ciudadano, era la sede de las actividades económicas: aquí estaban los bancos notariales y hebreos, junto al mercado, que se extendía alrededor de una única fuente, situada enfrente del Arengo. Un “itinerario malatestiano” en Rímini podría iniciar en esta antigua plaza del Municipio o en la fuente (hoy Piazza Cavour), cerca tanto de los restos de la primitiva Catedral que de la residencia principal de los Malatesta (Castel Sismondo), como de la iglesia de Sant’Agostino. Atraverso el Corso d’Augusto se llega fácilmente a Piazza Tre Martiri, antiguo foro de la Rímini romana y, girando hacia el mar, encontramos el Templo Malatestiano. De la Rímini malatestiana poseemos un extraordinario “retrato” de mitad del Cuatrocientos: se trata de un bajorrelieve esculpido con la distinción conocida de Agostino di Duccio, en una pequeña forma del Templo Malatestiano: representa Cáncer, el signo zodiacal de la ciudad y de su señor, Sigismondo Pandolfo Malatesta. Castel Sismondo, una ciudad para la corte De la gran casa malatestiana construida en el Doscientos cerca de la puerta “del gattolo”, no quedan más que pocos e inciertos restos englobados en el castillo, mandado construir en el Cuatrocientos por Sigismondo Pandolfo Malatesta, del cual sobrevive sólo el núcleo central. Sus actuales condiciones se deben más que a las modificaciones sufridas en el siglo XVII (cuando se intentó adaptarlo como moderna fortaleza) y a los bombardeos de la última gran guerra, a las desastrosas demoliciones del siglo XIX, que eliminaron algunas partes, sobre todo del cinturón mural y de los baluartes exteriores, y cerraron los fosos. En los últimos años del Novecientos, el castillo sufrió una importante restauración. Actualmente acoge exposiciones artísticas de notable valor y eventos culturales. Sigismondo inició su construcción el 20 de marzo de 1437, penúltimo miércoles de Cuaresma, a las 18.48: el dia, la hora y los minu21
En alto Rímini, Castel Sismondo, escudo malatestiano con cabeza de elefante y emblema de los
Malatesta, situado encima de la puerta principal. Debajo Patio interior del castillo.
tos fueron establecidos con atención por los astrólogos de la corte. Se proclamó oficialmente la conclusión en el 1446, un año particularmente afortunado para Sigismondo: en realidad todavía se trabajaba en 1454, y seguramente no fue nunca terminado siguiendo el proyecto original, que preveía un edificio dominado por un gran torre maestra. La señoría malatestiana gozaba de una notable prosperidad económica hacia 1437 y Sigismondo, con apenas veinte años pero ya desde hacía tres Confaloniero de la Iglesia, gozaba de una gran celebridad personal como caballero o condottiero (hecho que comportaba opulentas pagas). El castillo fue concebido como palacio y fortaleza, como digna sede para la corte y para la guarnición, además de signo de poder y supremacía sobre la ciudad. Para construirlo y crearle alrededor el halo de respeto necesario para su funcionalidad, fue abatido un barrio entero densamente construido y que comprendía palacios y casas pero también el Obispado, un convento de monjas y el baptisterio de la cercana Catedral. En los escritos de corte se elogia como arquitecto de la obra al mismo Sigismondo, que de hecho se atribuye la paternidad en los grandes epitafios marmóreos murales del edificio. Si por arquitecto entendemos el inspirador, el inventor, el coordinador, es decir, el mandante con exigencias e ideas bien claras, entonces podemos aceptar esta “atribución”: de hecho son conocidas las notables capacidades de Sigismondo por las artes bélicas y su experiencia de caballero. Aún así, se sirvió del trabajo de diversos profesionales y especialistas; sabemos de un importante asesoramiento, que tuvo lugar al inicio de los trabajos, de Filippo Brunelleschi, que en 1438 estuvo en Rímini durante un par de meses y realizó una serie de inspecciones en las principales fortalezas malatestianas de Romaña y Las Marcas. Todavía hoy, aunque reducida, la construcción conserva un notable atractivo con sus grandes torres cuadradas y sus poderosas murallas a escarpa, cuyo efecto original cuando aparecían desde el fondo del foso, tenía que ser formidable. Roberto Valturio no se equivoca cuando las comparaba por su inclinación y grandiosidad a las pirámides. La entrada hacia la ciudad, que estaba precedida por un terraplén y por un doble rivellín con puentes levadizos sobre el foso, todavía hoy está decorada por un escudo formado por el clásico escudo a bandas 23
Rímini, Templo Malatestiano de León Baptista Alberti.
y cuadros, coronado por una quimera o casco con cabeza de elefante con cresta junto a una rosa de cuatro pétalos: se trata de un relieve que se inspira al Pisanello, de buena calidad, esculpido por un artista probablemente véneto, como demuestran las cadencias de tipo gótico de las figuras. A la izquierda y a la derecha del escudo está escrito “Sigismondo Pandolfo”, en carácteres góticos minúsculos, altos y pintorescos. Entre el escudo y el portal marmóreo se sitúa uno de los epígrafes con dedicatoria del castillo, con un solemne texto latino esculpido en carácteres lapidarios (uno de los primeros ejemplos de renacimiento de los carácteres clásicos): el mismo dice que en 1446 Sigismondo levantó el edificio desde los cimientos a decoro de los Rimineses, y estableció que se llamara con su mismo nombre, Castel Sismondo. Sorprende la desfachatez de Sigismondo en el definir ariminensium decus (n.t: “la gloria de Rímini”) el edificio, cuando basta observar el desplazamiento de sus torres, todas dirigidas hacia la ciudad, lo que demuestra que fueron concebidas para defender al señor de eventuales revueltas de los rimineses más que para defender la ciudad de peligros externos, como si el recuerdo de pasados alzamientos pesara en la valoración del señor más que los peligros inminentes por parte de enemigos de fuera. Teniendo también presente el concepto corriente en aquellos tiempos de la identificación de la ciudad y del estado con la señoría, Castel Sismondo debe admirarse como símbolo y defensa del poder personal del señor, no como símbolo y defensa de la ciudad y del estado. En este amado castillo, Sigismondo murió el 9 de octubre de 1468. No sabemos desde cuando residía aquí de manera estable, quizás desde 1446. Sabemos que la cancillería y su guardia se establecieron aquí, y pronto se convirtió en lugar de ceremonias y recepciones oficiales: más bien se transformó en una exclusiva ciudad de la corte, rica de poetas y músicos, literatos, eruditos, pintores y medallistas, escultores y arquitectos, procedentes de toda Italia. El Templo Malatestiano: sueño inacabado de Sigismondo Diez años después de haber iniciado la construcción del castillo que quiso bautizar con su mismo nombre, Sigismondo comenzó a construirse una capilla gentilicia en la iglesia junto a la cual todos sus 25
En alto Rímini, interno del Templo Malatestiano. Debajo, a la izquierda Serie de ángeles del escultor florentino
Agostino di Duccio, que mantienen placas con escudos y símbolos heráldicos malatestianos.
Debajo, a la derecha Bajorrelieve de Agostino di Duccio que representa ángeles llevando el símbolo de los Malatesta.
predecesores habían levantado sus sepulturas: San Francisco. Aunque decorada por Giotto a inicios del Trescientos, la iglesia era de una arquitectura modesta (un único vano con cubierta de campana con tres capillas absidiales) y se encontraba en una zona periférica pero cercana a la antigua plaza del foro, el centro romano de la ciudad (la actual Piazza Tre Martiri). La nueva capilla tuvo una estructura simple y absolutamente tradicional, con un gran arco gótico abierto en el lado derecho de la iglesia, un tiempo con bóveda de crucería con ventanas altas y estrechas. Bien pronto se añadió otra capilla, igual de sencilla y tradicional, por voluntad de la joven amante de Sigismondo, Isotta degli Atti. Quizás el modelo de ambas se basaba en una capilla gentilicia malatestiana construida en el siglo precedente sobre el mismo lado de la iglesia, cerca del ábside. Los trabajos murarios para estas obras, que duraron más de tres años, provocaron un grave desequilibrio estático en el viejo edificio, que hacia 1450 Sigismondo decidió de transformar completamente, corriendo con todos los gastos, para cumplir una promesa hecha durante su victoriosa campaña en Toscana contra Alfonso de Aragón, como afirman los epígrafes de los lados y la inscripción con dedicatoria de la fachada. Para la parte arquitectónica, la obra fue confiada a Matteo de’ Pasti y la parte escultórica a Agostino di Duccio. El primero trabajó en la corte de los Estense, en Ferrara; se trataba de un miniaturista y medallista veronés crecido en la escuela del Pisanello y por lo tanto de formación tardo gótica. También Agostino di Duccio, a pesar de haber sido discípulo de Donatello, conservaba refinadas cadencias góticas, perfeccionadas en Venecia. A la colaboración de ambos artistas y a las sugerencias de los humanistas de la corte, se debe el interior del edificio, pintoresco y suntuoso, sustancialmente inherente al gusto gótico de la corte por la exhibición del fasto, de la riqueza y de una cultura refinada y elitista, en la cual tiene gran parte la adulación a Sigismondo como señor, condottiero y mecenas. La arquitectura del exterior se debe a León Baptista Alberti, que ideó hacia 1450 un revestimiento marmóreo de nueva concepción, absolutamente independiente de la configuración interna del edificio. Eliminada toda traza gótica y cualquier cadencia decorativa, Alberti se basó en la antigua arquitectura romana, de la que seleccionó algunos elementos, 27
En alto Medalla malatestiana, obra de Matteo de’ Pasti, que refleja el proyecto original de
León Baptista Alberti para el Templo. Debajo Templo Malatestiano, San Sigismondo
venerado por Sigismondo Pandolfo Malatesta, obra de Piero della Francesca (1451).
además de recuperar la concepción misma de la arquitectura como aúrea celebración del hombre y como exaltación de su nobleza intelectual. Desafortunadamente el edificio quedó incompleto justo en la que tenía que ser la parte más original y significativa, es decir, el ábside, ideado como una rotonda con cúpula, que habría resuelto la evidente disonancia entre la parte externa y la parte interna. Para tener una idea del proyecto de Alberti, tenemos que admirar una medalla fundida por Matteo de’ Pasti que representa el alzado a dos órdenes del edificio y la grande cúpula que tenía que levantarse al final de la nave principal. La intervención de Alberti, con su propuesta de formas antiguas, ya sean reinventadas y adaptadas a significados modernos, justifica completamente el término Templo con el cual esta iglesia cristiana (y franciscana) ha sido denominada desde finales del Cuatrocientos. La decoración interior del Templo excluyó los tradicionales ciclos de frescos y fue realizada con elegantes esculturas de Agostino di Duccio, con revestimientos marmóreos enriquecidos con policromías y dorados. El único fresco con figuras se encontraba casi escondido en la pequeña sacristía, entre las dos primeras capillas malatestianas. Representa a Sigismondo Pandolfo Malatesta arrodillado ante San Sigismondo, rey de Borgoña, obra de Piero della Francesca, firmada y fechada en 1451. A simple vista puede parecer una escena devocional absolutamente tradicional como sujeto, con el señor delante de su santo protector. En realidad la interpretación que dió Piero della Francesca es totalmente nueva: en los contenidos, por la relación absolutamente libre, natural, “laica” que une las figuras, immersas en una luz calma y en un espacio de racional construcción; en las formas, simples, regulares y armónicas, capaces como nunca antes habían sido, de exaltar la humanidad y la dignidad de los personajes, su nobleza intelectual, su belleza física, además de homologar el poder divino y el poder terrenal en virtud de una concepción de la dignidad y de la racionalidad comunes al santo rey y al devoto mandante. El cálido revestimiento albertiano del Templo no había sido empezado cuando Piero della Francesca firmó su fresco, lo que suponía para Rímini y Romaña el primer manifiesto del “verdadero” Renacimiento. Un manifiesto que, mientras halagaba al principe, confundía a los artistas interesados sólo al fasto exterior, invitaba a los eruditos a abrir un 28
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Rímini, Templo Malatestiano, detalle de la capilla de los Planetas o del Zodíaco,
con el monumento al obispo Sebastiano Vanzi (1556).
rayo de humanidad en sus áridas búsquedas, anunciaba un utópico futuro determinado por la razón y confortado por la poesía. Probablemente los silencios encantados y las pausas meditadas del estilo de Piero della Francesca en la corte riminesa, y quizás también el presentimiento de tiempos nuevos aún por llegar, no interesaban mucho. Probablemente se prefería la fantasía gótica y la suntuosidad tradicionales, las que triunfaban en la decoración escultórica de las capillas del Templo, con escudos de desfiles y guirlandas colgadas, festones colgantes de los arquitrabes junto a telas y grandes paños pintados sobre los sepulcros. En este ambiente, los bajorrelieves delicados de Agostino di Duccio asumen un valor y una elegancia extremas. Simpáticos amorcillos juegan; niños ángeles que cantan y tocan melodiosas canciones; Virtudes y Sibilas que muestran sus símbolos y sus elegantes drapeados; Apolo y las Musas, los Planetas y las Constelaciones forman una compañía pintoresca, con increíbles trajes exóticos (salvo Venus, que está desnuda y triunfa sobre el mar entre el vuelo de las palomas). Todo se puede explicar en términos de religión tradicional, incluso los extraños signos de los planetas y del zodíaco, que no conforman horóscopos estrafalarios sino simplemente exaltan la perfección del firmamento creado por Dios. Basta apenas un poco de maldad y de hostilidad para ver por todos lados paganismo e irreligiosidad. Así papa Pío II, enemigo acérrimo de Sigismondo, afirmó que la iglesia estaba llena de dioses paganos y elementos profanos, y la imputó a descrédito del señor riminés, el cual, en los epígrafes griegos de los laterales externos, explicó con claridad que la iglesia estaba dedicada a “un Dios inmortal y a la ciudad” para evitar peligros y por las victorias obtenidas en la “guerra itálica”; en la bella inscripción clásica de la fachada remarcó haberla construido “por voto”. En el Templo Malatestiano se trabajó vivamente hasta finales del 1460, cuando creció la hostilidad de Pío II hacia Sigismondo, valiente caballero cuanto pésimo político. En 1461 llegaron las dificultades económicas y la excomunión papal, seguidas de la derrota y reducción del estado (1463). Así, el gran edificio quedó interrumpido para siempre. Todavía hoy, la parte inacabada es bien evidente, sea al externo que al interno, lo que demuestra al mundo la mala suerte de Sigismondo y declara 31
la sustancial fragilidad de su poder y la inconsistencia de sus ambiciosos sueños de gloria. El Templo puede considerarse un sueño, un sueño interrumpido: para Sigismondo, que quería realizar un templo maravilloso para la gloria de Dios y de la ciudad, pero sobre todo para hacer inmortal el propio nombre y la propia dinastía; para León Baptista Alberti, que quería realizar un monumento que exaltara la nobleza intelectual del hombre; para el Humanismo, que pretendía esconder las dramáticas contradicciones del tiempo detrás de una cortina de inteligentes recuperaciones culturales y de refinadas obras de arte. Arte en la decadencia de una gran Señoría Los Malatesta fueron grandes mecenas. Probablemente la última obra comisionada por Sigismondo Pandolfo, al retorno de la expedición de Morea (en la península griega), fue una Piedad realizada por Giovanni Bellini: actualmente se conserva en el Museo della Città, siendo la obra más preciada del mismo. Se trata de un fragmento de gran pintura y de altísima poesía por el refinamiento con el cual las figuras se disponen sobre el negro del fondo, descritas por una línea dulce y cortante, moldeadas por una luz fija y suave, inmersas en un color cálido y tierno. Sobre el cuerpo abandonado de Cristo parece esconderse el misterio de la muerte; en los ángeles niños que lo mantienen, el misterio de la vida. Un sentido de alta y profunda conmoción rodea la escena, exaltando la dignidad y la belleza humana que ni siquiera el dolor y la muerte pueden eliminar. En el Museo della Città se exponen otros testimonios de época malatestiana, como cerámicas del Trescientos y Cuatrocientos, frescos, escudos, fragmentos lapidarios, esculturas y una serie de bellísimas medallas fundidas por Matteo de’ Pasti hacia la mitad del Cuatrocientos para Sigismondo e Isotta. Se expone también un notable retablo de altar procedente de la desaparecida iglesia de San Domenico, comisionado a Domenico Ghirlandaio por el nieto de Sigismondo, Pandolfo IV Malatesta, llamado “el Pandolfaccio”, último señor de Rímini. Representa a los santos Vincenzo Ferreri, Sebastiano y Rocco con toda la familia malatestiana arrodillada ante ellos (es decir, Pandolfo IV con la mujer Violante Bentivoglio, su madre Elisabetta Aldobrandini y el hermano Carlo). Parece se tratase de una especie de grande ex voto por haber escapado al peligro de la peste. Este retablo fue el último acto de mecenazgo de la señoría malatestiana, llegada ya a su fin. Del hijo de Sigismondo, Roberto el Magnifico, se conserva en el Museo della Città una serie de tablas para 32
recubrir el techo decoradas con escudos y siglas, procedentes de uno de sus palacios rimineses. Con la visita a los testimonios malatestianos que se exponen y conservan en el Museo, podemos concluir este breve itinerario malatestiano que ha recorrido las murallas, el centro medieval con los Palazzi Comunali, Castel Sismondo y el Templo Malatestiano. Quien desee realizar un agradable paseo por las colinas de Covignano, a espaldas de Rímini, podrá admirar una bella iglesia malatestiana. Se trata de la iglesia parroquial de San Fortunato, decorada con escudos de piedra de Roberto Malatesta. De hecho a él se debe la reconstrucción con formas renacentistas de la fachada del edificio, que pertenecía a la abadía de Santa María di Scolca, mandada construir a inicios de siglo por Carlo Malatesta y destruída después de las sopresiones napoleónicas, vendiéndose las piezas como material de construcción. De Carlo Malatesta existe todavía el escudo al centro de la cubierta de cajones en la sencilla y luminosa nave principal decorada con estucos del Setecientos. En esta iglesia se pueden admirar así mismo obras no relacionadas con los Malatesta pero igualmente interesantes, como un retablo de Giorgio Vasari que representa la Adoración de los Reyes Magos (en el ábside), realizado en 1547; y un interesante ciclo de frescos de Girolamo Marchesi da Cotignola y de Bartolomeo Coda, del 1512 (en la capilla de la sacristía). Delante de la iglesia hay una bonita plaza de proporciones renacentistas, desde la cual se ven el mar y parte del territorio malatestiano hacia la región de Las Marcas, desde el promontorio de Gabicce a los primeros castillos que coronan las colinas del Valle del Conca.
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CAPÍTULO II EL VALLE DEL MARECCHIA: DESDE SANTARCANGELO A SAN LEO
Santarcangelo y su Fortaleza Para este itinerario a lo largo del Valmarecchia hasta San Leo, partimos desde Rímini, tomando la via Emilia, y después de pocos kilómetros llegaremos a Santarcangelo di Romagna, construida sobre una colina entre los rios Marecchia y Uso. Por su sobria construcción y sus pintorescas calles que se encaraman sobre la colina abriéndose en silenciosas plazas, es una de las aldeas mejor conservadas y agradables de la zona. El núcleo antiguo está todavía hoy en gran parte encerrado dentro de las murallas del Cuatrocientos, restauradas y reconstruidas en parte en 1447 por Sigismondo Malatesta, que hizo colocar un epígrafe marmóreo. A él se debe también la construcción de la fortaleza, levantada sobre una extremidad de la colina junto a una gran torre, construida por Carlo Malatesta en el 1386. Esta torre era altísima, una de las maravillas de Italia por su altura, según los escritores de la época. Sigue sorprendiendo por su majestuosidad y belleza todavía medio siglo después, pero los asedios aumentaban, más con las bombas de bronce que con las catapultas de madera, y Sigismondo no dudó en reducirla. Utilizó la parte inferior como torre del homenaje angular para una nueva fortaleza (en parte construida con material obtenido de la demolición) de forma cuadrangular con torreones poligonales en grado de alojar una buena guarnición, como sugería la inquietud y la intolerancia de los santarcangioleses respecto a la señoría malatestiana, y la necesidad de vigilar continuamente el curso inferior del rio Marecchia, del Uso y de la via Emilia en proximidad de Rímini. También esta fortaleza, que desafortunadamente ha perdido por completo su coronamiento de ménsulas de sostén y de almenas, está decorada con inscripciones de carácteres epigráficos antiguos y en latín, según una moda humanística que empezaba a consolidarse en esta época. Desde el patio un pintoresco adoquinado, bajo el cual existe una cisterna medieval todavía funcionante, se puede acceder a la torre del homenaje, que es la base de la gran torre del Trescientos de Carlo Malatesta, con una parte de sus antiguas escaleras de caracol escondidas en los enormes muros: éstas permitían comunicaciones indipendientes a varios pisos (han sobrevivido cuatro). En una sala de esta torre, al alba del 10 de octubre de 1432, falleció con apenas veintiún años Galeotto Roberto Malatesta, llamado “el Beato”, nieto y sucesor de Carlo y hermano de Sigismondo y Malatesta Novello. Algunos fantasiosos escritores del Ochocientos han ambientado aquí los acontecimientos que llevaron al “delito de honor” de Gianciotto, es decir, al asesinato de Paolo el bello y de Francesca de Rímini. 35
En alto Santarcangelo, fortaleza malatestiana.
Debajo Camino de ronda del castillo de Montebello.
El paisaje que se admira desde la terraza del mastio es realmente sugestivo: el valle del Marecchia se abre ampliamente hasta las colinas y San Marino por un lado, hasta Cesena y el mar por el otro. Cerca del río se puede descubrir una Parroquia, una basílica bizantina de una sola nave construida en el siglo VI junto al asentamiento romano. Es la parroquia más antigua y mejor conservada de toda Romaña. Torriana y Montebello, entre paisajes y fortificaciones Siguiendo la via Santarcangiolese, el itinerario encuentra primero Poggio Berni, donde el Palazzo Marcosanti constituye un preciado testimonio del período malatestiano y un raro ejemplo de residencia fortificada. Dejando Poggio Berni, antes de Ponte Verucchio, a la derecha encontramos la escarpada via que lleva a Torriana (un tiempo llamada Scorticata) donde se recortan las ruinas de una fortaleza que tenía una posición verdaderamente estratégica para el control del territorio. Esto explica el cuidado con el que Sigismondo reformó y potenció las defensas, que hoy constituyen pacíficos y extraordinarios balcones que se asoman a un paisaje realmente pintoresco y encantador, “mezcla de valles, montes, tierras, villas y mar”, como en 1705 escribió el arquiatra (n.t: médico personal del Papa) Clemente XI, monseñor Gian Maria Lancisi. Si hoy apreciamos los valores paisajísticos de la posición, en tiempos de los Malatesta la colina de Torriana, junto a la de Verucchio en la orilla opuesta del rio Marecchia, constituía un importante bloqueo fortificado: estaba preparada para hacer insuperable el paso y para enviar a Rímini informaciones (con fuegos y humos) sobre el vasto territorio que conseguía controlar, tanto hacia el mar como hacia las colinas romañolas, de Las Marcas y de San Marino. Desde Torriana merece la pena llegar a Montebello, atractiva aldea fortificada con una interesante fortaleza (de los marqueses de Bagno), más de una vez modificada. Desde las gradas se admiran magnificos paisajes sobre el valle del Marecchia y sobre el valle del Uso. Los visitantes amantes de las leyendas pueden escuchar aquí la de Azzurrina, la joven muerta en la fortaleza en circunstancias trágicas.
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Verucchio, fortaleza malatestiana del Sasso.
Verucchio, una de las “cunas” de los Malatesta Bajando de nuevo al valle, se continúa por Ponte Verucchio y se atraviesa el rio Marecchia. Llegados a la otra orilla, la meta es Verucchio, que junto a Pennabilli contende el honor de haber sido la cuna de los Malatesta. En Rímini, ya hacia el 1220, fue Malatesta dalla Penna a destacar como cabeza de familia y a su muerte, hacia 1247, lo fue su hijo Malatesta da Verucchio. Probablemente Verucchio representa solo una etapa de acercamiento a la ciudad de la cada vez más potente y rica familia. Sea como sea, es en el medio valle del Marecchia donde se localiza su “cuna”. Verucchio y Pennabilli tienen además una conformación parecida: se extienden sobre pasos atravesados por vias y dominaban el Marecchia con dos fortalezas cada una. En Verucchio, en una de las dos fortalezas (llamada “del Passerello”) casi destruida, hoy se encuentra un convento de monjas. La otra fortaleza, “del Sasso”, todavía domina, bien asentada y visible, la aldea y el territorio. Aunque modificada para eventuales adaptaciones y restauraciones, es junto a la de Montebello, San Leo y Santarcangelo una de las más interesantes de todo el valle. Sigismondo la fortificó en 1449, como indican dos inscripciones, añadiéndole una gran escarpa y reorganizando las construcciones alrededor de la torre maestra central. Algunas excavaciones han revelado amplios subterráneos e imponentes estructuras, quizás del siglo XII, muy anteriores a los trabajos de Sigismondo. Todavía más antigua es la torre cuadrada en piedra, del paramento extraordinariamente conservado, en gran parte entera. En 1975 se reconstruyó un antiguo sendero que, protegido por la torre del homenaje, bajaba escarpado por el lateral de la peña: constituía una vía de enlace de emergencia con el territorio. Las salas de esta fortaleza han sufrido muchos cambios y transformaciones según las exigencias de la pequeña corte de Zenobio de’ Medici, de Ippolita Comnena, de Leonello y de Alberto Pio da Carpi, que tuvieron en feudo Verucchio desde 1518 a 1580, y según las exigencias de un pequeño teatro construido en su interior en el siglo XVIII. Verucchio fue perdida por Sigismondo en 1462, después de un extenuante asedio. La “fortaleza del Sasso”, bien preparada y defendida por tropas fieles y leales a su señor, no quería rendirse a Federico de 39
La fortaleza de San Leo se levanta sobre el punto más alto del peñón que domina el Valle del Marecchia.
Montefeltro, que se vió obligado a recurrir a una estratagema en la cual era un maestro: una carta con la firma falsa de Malatesta Novello que preanunciaba la llegada de refuerzos. Éstos de hecho llegaron pero Sigismondo se dió cuenta demasiado tarde de que realmente eran soldados de Federico oportunamente camuflados. La inasible Fortaleza de San Leo Dejada Verucchio, desde la via Marecchiese, a la izquierda, se toma el camino hacia San Leo. El antiguo Mons Feretri es en cierto sentido la capital “histórica” del Montefeltro, al cual ha dado nombre y quizás lugar de origen del linaje de los Montefeltro, que durante todo el Trescientos y el Cuatrocientos la disputaron a los Malatesta. Se trata de un lugar de gran importancia estratégica por el dominio del interior y por ello fue escenario de largas luchas entre Longobardos y Bizantinos. Recordemos que en San Leo se llevó a cabo el enfrentamiento de Berengario II contra el emperador Otón I, que el 26 de diciembre del 963, después de un largo asedio, logró conquistar la ciudad y capturarlo. La visión del paisaje es justamente famosa: San Leo, construida sobre una peña calcárea de laterales escarpados, es dominada por una fortaleza casi inasible, modificada por Francesco di Giorgio Martini para Federico de Montefeltro. Nos encontramos delante de uno de los más completos y mejor conservados edificios militares del Renacimiento. Se remonta a Desiderio, rey de los Longobardos (siglo VIII) la primera contrucción de la original fortificación mural, después de que durante algunos siglos, debido a la invasión ostrogoda, el macizo de San Leo fuera en sí una fortaleza natural. El Fuerte consta de dos partes bien diferenciadas, a pesar de la homogeneidad que Francesco di Giorgio quiso conferir al conjunto de edificios de épocas diversas. El arquitecto renacentista añadió ex-novo un ala residencial y torreones redondos unidos por un enorme murallón a carena con ménsulas de sostén. Los visitantes pueden vivir la experiencia de un viaje en el tiempo. Además de en la fortaleza, las señales del más genuino Medievo de San Leo se encuentran en la Parroquia y en la Catedral, espléndidos 40
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En alto San Leo, interno de la Catedral de San Leone (Duomo).
Debajo San Leo, Convento e Iglesia de Sant’Igne, cuya fundación se atribuye a San Francisco de Asís.
ejemplos de arquitectura románica. En la “Piazza d’armi”, delimitada por dos torreones, por el cinturón mural y por la torre del homenaje, el panorama es grandioso. Asomándonos se contempla el centro habitado con su retícula de calles convergentes en la plaza del centro. Estamos sólo a 650 metros sobre el nivel del mar y, aún así, tan aislada y distinta de las alturas dispuestas alrededor a forma de corona, la Fortaleza parece estar suspendida entre el cielo y la tierra. Durante la visita, despierta curiosidad el “pozzetto”, una estrecha celda donde desde el 1791 al 1795, año de su muerte, estuvo prisionero Giuseppe Balsamo, mejor conocido como Cagliostro, legendario ocultista y aventurero famoso en toda Europa. San Leo conserva también un importante testimonio del paso de San Francisco, que aquí recibió como dono del Conte Orlando de’ Cattani, señor de Rocca di Chiusi, el monte de La Verna. Al santo también se remonta la fundación del convento de Sant’Igne, en una selva a los pies de la peña. El convento, con un bonito claustro y una iglesia dedicada a la Virgen, merece una visita.
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CAPÍTULO III EL VALLE DEL MARECCHIA: DESDE TALAMELLO A PENNABILLI
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Talamello, tesoros artísticos y del paladar Dejada San Leo, retomamos la vía Marecchiese con dirección a Pennabilli. Antes de llegar a Novafeltria, se aconseja tomar el desvío a la derecha para llegar a la característica aldea de Talamello, escriño de preciadas obras de arte y del Ámbar, además del queso de fossa, amado por los entendidos (n.t: típico queso de oveja madurado durante tres meses en fosas ovales excavadas en la roca). El castillo estuvo durante algunos años bajo dominio primero de Galeotto y posteriormente de Carlo Malatesta, pero Pío II Piccolomini lo convirtió en el feudo de los Guidi di Bagno y de los Malatesta di Sogliano. En el santuario de San Lorenzo se puede admirar un crucifijo del Trescientos atribuido a Giovanni da Rímini, mientras que en la celda del cementerio se conservan los frescos del 1437 de Antonio Alberti da Ferrara. Dejamos Talamello para atravesar Novafeltria que, aunque moderna, conserva también preciados testimonios del pasado. Uno de ellos es la Capilla de Santa Marina, románica, que data del siglo XII. Admirar así mismo el campanario a vela añadido al edificio en el siglo XVI. Maiolo y Maioletto, ruinas y leyendas Superada Novafeltria, a la izquierda se ve el monte de Maioletto, coronado por los restos de una fortaleza malatestiana de la cual quedan sólo una cortina mural y dos bastiones poligonales a escarpa. La fortaleza fue destruida en 1639 por un rayo que cayó sobre el almacén de pólvora. Las pocas ruinas restauradas son restos de una de las fortalezas más difíciles de expugnar del entero Valmarecchia y del Montefeltro. Maiolo, aldea fortificada que se levantaba bajo la protección de la ladera del monte y muy codiciada por los Faggiolani del Obispo del Montefeltro, por la Iglesia, por los Malatesta y por los Montefeltro, fue completamente destruida por un derrumbe el 29 de mayo de 1700: la herida provocada por el desprendimiento de tierra es todavía visible sobre la ladera del monte. La leyenda habla de un castigo divino por un pecaminoso “baile angélico” que se llevó a cabo al interno de las murallas del castillo. Para disfrutar del paisaje de esta zona, uno de los más sugestivos del Montefeltro, se aconseja recorrer los senderos que desde la hondonada y la aldea conducen a la fortaleza. Bien merece una parada el burgo de Antico, con la iglesia románica de Santa María. Su portal es 45
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En alto Maioletto, restos de la fortaleza malatestiana.
Debajo Sant’Agata Feltria, Fortaleza Fregoso que se levanta sobre un enorme bloque de piedra arenisca.
uno de los más bellos del Montefeltro y presenta un luneto esculpido con la Virgen protectora. Al interno se encuentra una escultura de la Madonna delle Grazie, en terracota vidriada, atribuida a Luca della Robbia. El encanto de Petrella Guidi En la orilla derecha del rio Marecchia se levanta la fascinante aldea de Petrella Guidi, hoy prácticamente deshabitada pero casi intacta en su estructura medieval, dominada por una fortaleza en ruinas con una gran torre construida por los Tiberti, familia de nobles romanos, entre los siglos XII y XIII. Sobre los muros de esta torre persiste todavía hoy en muchos puntos el cálido enlucido original, testimoniando así que las antiguas fortificaciones eran enlucidas y pintadas, mostrándose bien visibles sobre el paisaje, incluso por sus colores, que en general reflejaban los colores heráldicos de la familia que las poseían. Sobre la puerta de la muralla se conserva un escudo malatestiano (de Galeotto) junto a un escudo de los Oliva, que habitaron la fortaleza bajo la protección de los Malatesta hasta inicios del Cuatrocientos, además de un escudo de la Iglesia (las llaves cruzadas). Sant’Agata dominada por la Fortaleza Continuando después de Petrella por la pequeña vía, se llega al otro lado de la cima a Sant’Agata Feltria, en el valle del Savio, dominada por una bella fortaleza malatestiana construida sobre un peñón llamado “Sasso del Lupo”. La fortaleza fue modificada por Federico de Montefeltro, al cual se debe el añadido de un bastión proyectado por Francesco di Giorgio Martini y alzado por los Fregoso, que fueron los últimos feudatarios. La fortaleza se construyó originariamente alrededor del año 1000 por el conde Raniero Cavalca di Bertinoro y por su posición al confín adquirió importancia estratégica, convirtiéndose, junto a las fortalezas del San Leo y Maiolo, en la punta más avanzada del sistema defensivo septentrional del futuro Ducado de Urbino. En 1430 Sant’Agata Feltria (hoy conocida por la feria de la trufa blanca que tiene lugar en octubre) fue concedida como Vicariado a los Malatesta, que la 47
En alto Pennabilli, valle alto del rio Marecchia.
Debajo Pennabilli, el Huerto de los frutos olvidados, del poeta y escenógrafo Tonino Guerra.
tuvieron hasta 1463, cuando Federico de Montefeltro reconquistó para la Santa Sede la fortaleza de Sant’Agata Feltria y los Castillos del Alto Montefeltro. En la Pennabilli de los dos castillos Desde Sant’Agata Feltria tomamos la vía que nos lleva a Pennabilli, aldea que nació en el siglo XIV de la fusión de dos castillos, el de Penna y el de Billi, situados respectivamente sobre los peñones salientes llamados Roccione y Rupe. Las dos fortalezas, de evidente importancia estratégica, estuvieron siempre en el centro de disputas y luchas por la supremacía del territorio, en particular entre los Malatesta y los Montefeltro. De aquellos castillos hoy quedan ruinas sin forma, con restos de las cisternas. Sobre el Roccione, los restos de un bastión poligonal hacen pensar a una construcción malatestiana del Cuatrocientos; sobre las ruinas de la fortificación de la Rupe se apoya una parte del monasterio de las monjas Agustinas, construido a inicios del siglo XVI con las piedras de la fortaleza destruida. En la aldea existen todavía restos del cinturón de las murallas y dos puertas modificadas, con escudos malatestianos y de San Leo: son testimonios del traspaso del lugar de los Malatesta a los Montefeltro, ocurrido definitivamente en 1462, año anterior a la derrota de Sigismondo Malatesta por obra de las milicias papales dirigidas por Federico de Montefeltro. En Pennabilli, Tonino Guerra, escritor, poeta y escenógrafo, ha ideado los llamados “lugares del alma”, museos al abierto y no, con el objetivo de reclamar el alma y la fantasía del visitante. En el centro del pueblo, encontramos el Huerto de los frutos olvidados, el Santuario de los pensamientos, la Vía de las Meridianas, el Ángel con bigote, el Refugio de las Vírgenes abandonadas... En los alrededores de Pennabilli son numerosas las localidades que conservan monumentos de un cierto interés. En Molino di Bascio la torre es lo único que queda del antiguo y majestuoso castillo que dominaba el Valle del Marecchia. A los pies de la torre se encuentra “El Jardín petrificado”, otro ”lugar del alma” compuesto por las “Alfombras de cerámica” dedicadas a otros personajes históricos de San Leo o que han conocido las tierras de Montefeltro. 49
En alto Panorma de las colinas de Casteldelci. Debajo, a la izquierda Casteldelci, torre del campanario.
Debajo, a la derecha Molino di Bascio, torre de base cuadrada del siglo XIII (torre del homenaje de un castillo hoy desaparecido) a
los pies de la cual en 1992 surgió el Jardín petrificado de Tonino Guerra.
Otra torre sobrevive en Maciano: el castillo del cual formaba parte fue abatido en 1458 por Federico de Montefeltro, durante la eterna lucha con Sigismondo. Siempre en Maciano, se levanta la iglesia dedicada a Santa María della Palma y del Olivo, cuya puerta data del 1529. En Ponte Messa merece una visita la Parroquia románica levantada a finales del siglo XII por obra de maestros lombardos bajo comisión de la nobleza local. Desde Pennabilli podemos seguir hasta Casteldelci, última localidad de la provincia de Rímini, a confín con la Toscana. Es una aldea de origen medieval que vió nacer a Uguccione della Faggiola, célebre caballero que hospedó a Dante Alighieri. De sus numerosas fortificaciones, erigidas gracias a su posición estratégica, quedan en pie la Torre Campanaria (elevada en el Setecientos sobre los restos de una fortaleza), la Torre de Gattara y la Torre del Monte.
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CAPÍTULO IV EL VALLE DEL CONCA: DESDE GRADARA A MONTEGRIDOLFO
En la segunda mitad del Trecientos, consolidada la señoría y obtenido el cargo oficial de “vicarios” del Papa, los Malatesta modificaron algunas fortalezas haciéndolas adecuadas para alojar a la corte que, por riqueza y refinamiento, competía con las grandes cortes de la Italia central. Gradara sobre todo y Montefiore fueron además de fortalezas inexpugnables, suntuosas residencias provisionales, durante breves períodos, especialmente en época de caza. Gradara, un palacio para las vacaciones Gradara es un gran castillo que unía a la función defensiva la de suntuosa residencia. Se trataba, como Montefiore, de un bien alodial de los Malatesta, es decir, una auténtica propiedad derivada de una compra, no de una concesión pontificia. Por su estructura defensiva, tiene relación directa con Rímini y con todo el sistema de fortalezas, además de las de Gabicce, Casteldimezzo y Fiorenzuola, sobre las colinas del litoral, y la de Tavullia en el interior. Malatesta Guastafamiglia en 1364 asignó por testamento Montefiore y Gradara respectivamente a Malatesta Ungaro y a Pandolfo, sus hijos. Pandolfo fue amigo del poeta Petrarca y padre del Malatesta de los sonetos que en 1429 murió justo en la fortaleza de Gradara. De él se conoce su interés por la pintura, además de por la poesía (mandó un pintor a Petrarca para que le hiciera secretamente un retrato). De Malatesta Ungaro se sabe que reclutó artistas en Florencia (entre ellos, el joven Lorenzo Ghiberti) para decorar su residencia de Pesaro. Probablemente las decoraciones de frescos con héroes de la antigüedad y batallas antiguas, documentadas tanto en el castillo de Gradara como en el palacio de Pesaro, se debían en gran parte a Pandolfo y quizás no eran diferentes a aquellas mandadas realizar en Montefiore por Ungaro. En la fortaleza de Gradara existen todavía frescos del Cuatrocientos con héroes y batallas, pero éstos fueron realizados bajo comisión de los Sforza, que poseyeron el castillo desde 1463. Ya a la entrada de la aldea se ven sobre la antigua puerta los escudos de Alessandro Sforza (junto al de Guidobaldo II della Rovere y el de Vittoria Farnese) mientras que sobre la puerta de la fortaleza en sí, triunfa una bella inscripción de Giovanni Sforza que conmemora una importante restauración del 1494. Seguramente ésta fue innecesaria: Sigismondo Malatesta había ya reparado los daños provocados por el duro asedio de Francesco Sforza, que en 1446 había probado inútilmente a arrebatárle el castillo para concedérselo a su hermano Alessandro, recién con53
En alto Colinas del litoral de Gabicce. Debajo Rímini, Museo della Città, Paolo
y Francesca sorprendidos por Gianciotto, obra de Clemente Alberi (1828).
vertido en señor de Pesaro (1445) con la complicidad de Federico de Montefeltro. El conjunto, tanto la aldea totalmente rodeada de murallas almenadas como la fortaleza, presenta un buen estado de conservación y numerosas partes genuinas, a pesar de las numerosas restauraciones sufridas (importantes aunque necesarias las realizadas en los años veinte del siglo pasado). A la fortaleza se accede por un puente levadizo después de haber pasado por una serie de protecciones sucesivas. El patio interno, cuadrangular, está decorado en tres lados por pórticos y galerías (del primer Trescientos y tardo Cuatrocientos), con escudos de Pandolfo Malatesta y Giovanni Sforza. En una esquina, la torre del homenaje, un tiempo aislada, resalta desnuda y poderosa, demostrando ser la parte más antigua de todo el complejo. Hacia la mitad del Setecientos, bajo el pavimento, donde hoy está abierta una pintoresca sala de torturas, se encontró el cuerpo de un guerrero completamente armado: quizás fue condenado, trescientos años antes, a morir sofocado bajo un cúmulo de tierra. La torre del homenaje se usó seguramente como prisión y como tribunal: una inscripción al exterior de una pequeña ventana de la sala inferior la describe como “antídoto de la deshonestidad”. Desde el patio se accede directamente a la capilla, que acoge un bonito retablo de cerámica blanca y azul de Andrea della Robbia que representa una Virgen con el Niño y cuatro Santos (en la grada, La Anunciación entre San Francisco que recibe los estigmas y Santa María de Egipto que recibe la comunión de un Ángel). A través de una escalera del Quinientos, en el piso superior, se pueden visitar salas con un ecléctico mobiliario de anticuario con decoraciones de apariencia medieval completamente falso, fechable en los inicios del Novecientos. Es también falsa la llamada “habitación de Francesca”, que en los años veinte se compuso con todos los ingredientes necesarios (cama y atril, cortinas y trampilla, pasadizo secreto, balcón...) para ambientar y hacer verosímil la tragedia de los dos cuñados que, si realmente ocurrió, fue en otra parte. Fue Dante Alighieri, en el canto V° del Infierno, quien nos habló del amor entre los dos cuñados, Paolo el bello y Francesca da Polenta, y del trágico epílogo llevado a cabo por el marido traicionado, Gianciotto (Giovanni “ciotto”, es decir, tullido). Gianciotto y Paolo 54
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San Giovanni in Marignano.
eran hermanos e hijos de aquel Malatesta que Dante había llamado “Viejo Mastín”. El matrimonio entre Gianciotto y Francesca formaba parte de un plan bien organizado de parentelas entre los Polentani y los Malatesta, con el objetivo de reforzar el dominio malatestiano en Romaña. La tragedia, si ocurrió verdaderamente, se situaría entre el 1283 y el 1284 en Rímini, en las casas malatestianas (el lugar de la traición y del delito también es reclamado, además de por Gradara, por Pesaro y Santarcangelo). A parte de la intervención en la habitación de Francesca, expresión de un gusto tardo romántico decadente, más incline al folletín que al respeto por los testimonios históricos, la estructura de la fortaleza es, sustancialmente, auténtica, como auténticas y fascinantes lo son algunas de las decoraciones renacentistas de sus frescos: las del camarín de Lucrecia Borgia (que durante algunos años fue esposa de Giovanni Sforza), las de la sala de los amorcillos y la galería, en la que se conserva también alguna pieza escultórea. El encanto de la construcción está en su complejidad, en la estratificación de sus partes, en la grandiosidad de su estructura, en la relación con la aldea fortificada y con el paisaje circunstante. San Giovanni in Marignano, el granero de los Malatesta Desde Gradara tomamos el camino que nos llevará a Cattolica, y desde aqui nos adentraremos hacia San Giovanni in Marignano, de fundación benedictina, con murallas y torres de acceso del Trescientos y Cuatrocientos. El centro histórico, objeto de un plan de recuperación, muestra una estructura urbana medieval. El territorio fue saneado en el siglo XII y se convirtió en el “granero de los Malatesta”. Esta característica se atestigua por la presencia de más de 300 fosas hipogeas para el grano presentes en el centro histórico. Dejando San Giovanni cogemos la vía hacia Morciano di Romagna y desde aqui podemos elegir entre dos itinerarios: uno breve y otro más largo que lleva más allá de los confines de Romaña. Para el itinerario más breve tomamos la via que nos permite llegar a Saludecio, Mondaino y Montegridolfo. Nos encontramos en localidades limítrofes de gran valor estratégico y atentamente fortificadas. 57
En alto Saludecio, fortaleza malatestiana.
Debajo Mondaino, portales semicirculares de la Piazza Maggiore.
Saludecio y sus palacios En Saludecio, que siempre ha girado en la órbita riminesa y malatestiana pero que tuvo sus propios domicelli, es decir, señores (los Ondidei, asesinados por una familia rival en 1344, quizás por instigación de los Malatesta), quedan pocos restos de la antigua fortaleza, incorporados al Palazzo Comunale del Ochocientos, cuya ala externa está decorada por un escudo malatestiano del Trescientos. La aldea, que creció entre Porta Montanara y Porta Marina (que datan de la época de Sigismondo), está encerrada dentro de las murallas renacentistas y alberga preciados palacios. No tiene relación con la época malatestiana pero merece una visita la iglesia neoclásica de San Biagio que también es el santuario del Beato Amato Ronconi, con el museo adyacente. Los “secretos” de la fortaleza de Mondaino A finales del siglo XIII Mondaino cayó bajo dominio de los Malatesta, mientras que en 1462 fue conquistada por Federico de Montefeltro bajo orden de la Iglesia. Tanto las murallas como la puerta septentrional y la fortaleza (hoy Palazzo Comunale) sobre un zócalo a escarpa, forman un núcleo muy pintoresco, también por la inserción entre las mismas de una escenográfica plaza del Ochocientos, semicircular y porticada. Recientemente ha sido localizada y en parte excavada una larga y escarpada galería subterránea que desde la fortaleza llevaba al rio: constituía quizás una via de fuga o un pasadizo secreto para enviar mensajeros. En la literatura pertinente a las fortificaciones se habla a menudo de pasadizos secretos pero éste es, por ahora, el único documentado. El primer piso del castillo alberga un Museo Paleontológico con restos de la zona. En la segunda mitad de agosto, la época medieval y renacentista reviven con el Palio del Daino. Disputas de familia en Montegridolfo Saludecio y Mondaino, como otras aldeas de la zona, en la primera mitad del Trescientos fueron escenario de luchas internas de la 58
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Puerta de acceso fortificada a la aldea medieval de Montegridolfo.
familia malatestiana, entre los primos Ferrantino Novello, Galeotto y Malatesta Guastafamiglia; el primero era hijo de Ferrantino y sobrino de Malatestino dall’occhio, los segundos eran hijos de Pandolfo I (que de Malatestino era hermano). Tales disputas se resolvieron con la derrota de Ferrantino, que se había aliado con los Montefeltro y que había constituido una especie de señoría personal sobre las colinas romañolas hacia Urbino. Una aldea entera fue víctima de estas luchas: Montegridolfo, que constituye un punto de llegada de este itinerario. Fue completamente destruida en 1337 por Ferrantino y reconstruida cinco años después por Galeotto y Malatesta según un plano urbanístico bien preciso y todavía hoy sustancialmente intacto: sobre el relieve aplanado y regulado por altos muros a escarpa, las modestas construcciones se levantan alineadas con atención entre las vias paralelas. El acceso a la aldea se realiza a través de una única puerta-torre con puente levadizo, hoy modificada. En la parte opuesta del asentamiento se levantaba una pequeña fortaleza de la cual quedan restos, parcialmente integrados a un palacio (hoy transformado en hotel): quizás se trataba de aquella que había sido generosamente donada en 1503 por César Borgia, llamado “el Valentino”, a su queridísimo “verdugo”, don Micheletto. En el último decenio del siglo pasado, toda la aldea se restauró atentamente para valorizar sus características turísticas. Apenas fuera de la antigua zona habitada, se levanta la iglesa de San Rocco, con frescos de los siglos XV y XVI, que representan a la Virgen con el Niño y los santos Sebastiano y Rocco, junto a un retablo del Seiscientos que repite el sujeto (de Guido Cagnacci). En el Valle del Conca se encuentran otros frescos del último cuarto del Cuatrocientos de notable valor: en Mondaino, una Virgen con el Niño en el trono entre ángeles músicos (actualmente en el Ayuntamiento, procedente del Convento de las Clarisas); y una fragmentaria decoración con la representación del Juicio Universal y del Paraíso en la iglesia del Ospedale de Santa Maria della Misericordia en Montefiore.
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CAPÍTULO V EL VALLE DEL CONCA: DESDE MONTEFIORE A CARPEGNA
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Para el itinerario más largo en el Valle del rio Conca, se siguen desde Morciano las indicaciones hacia Montescudo y Montecolombo. Sin embargo, llegados al cruce de Osteria Nuova, se aconseja tomar el desvío hacia Montefiore Conca. El palacio de Montefiore Montefiore Conca es bien visible ya sea desde Rímini que desde toda la llanura riminesa. Domina el valle medio del Conca y del Ventena y forma parte de la cadena más sólida y coherente de todo el sistema defensivo malatestiano. Para comprender la importancia estratégica basta comparar su fortaleza con las localizadas en el territorio de San Leo, Tavoleto y Sassofeltrio. Quizás sea el más característico de los castillos malatestianos por la forma prismática de la fortaleza, de aspecto anómalo, casi surreal, liso y tallado, compacto y cristalino. No nos sorprendamos de que haya quedado impreso en la mente y quizás en los cuadernos de viaje de Giovanni Bellini, que lo representó en el fondo de al menos dos de sus cuadros. En los años recientes, la fortaleza ha sido objeto de complejas obras de consolidación, mejoras sísmicas y restauración, que la han acondicionado para los visitantes: ahora se pueden visitar los ambientes más antiguos, antes cerrados. Ya en el Doscientos, el edificio era una notable mole y poseía una buena organización funcional, con una torre y un palacio residencial adyacente, apenas separado. Ambos estaban protegidos por un recinto mural que encerraba al centro un patio con cisterna, moldeado sobre la cima de la colina. Al siglo sucesivo se remontan importantes ampliaciones junto a la muralla que rodea toda la aldea, formando un gran recinto defensivo dentro del cual se incluye la fortaleza. Sabemos de varias restauraciones y modificaciones debidas a Sigismondo pero mucho antes Malatesta Ungaro, que tenía predilección por este edificio, lo mandó decorar con un bellísimo escudo lapidario con “casco” todavía existente y con pinturas en parte milagrosamente conservadas. En la gran “habitación del Emperador” (contigua a una “sala del trono” y a una “sala del Papa”) existen algunos “retratos” de antiguos héroes y dos escenas fragmentarias de batalla, frescos de Jacopo Avanzi de alrededor del 1370. Se trata de los únicos restos de decoraciones pictóricas pertenecientes a edificios privados malatestianos. Frescos y pinturas están documentados en muchas otras residencias y castillos malatestianos: en Pesaro, en Montelevecchie, en San Costanzo di Fano, en Brescia, en Rímini, en Gradara... pero no quedan rastros. El visitante no puede evitar subir a la terraza más alta desde la 63
Montefiore Conca, con su imponente castillo, se levanta sobre una de las más altas colinas del Valconca.
cual se goza de un panorama estupendo, que fluye desde el mar hasta Montefeltro. Los estudios arqueológicos de los últimos años han traído a la luz una notable cantidad de restos, a menudo muy bien conservados: algunas jarras esmaltadas entre las más antiguas de la Italia centro-septentrional, cerámicas del Cuatrocientos y otras del Quinientos de producción de Pesaro y Faenza. Durante los años de máximo poder de los Malatesta, la fortaleza acogió numerosos huéspedes de importancia: Luis el Grande rey de Hungría, Sigismondo rey de Bohemia, Papa Gregorio XII, Papa Julio II, etc. Antes de salir del centro histórico de Montefiore, merece la pena admirar las construcciones que forman un semicírculo a los pies de la fortaleza, la iglesia parroquial con un bonito portal gótico y un Crucifijo riminés del Trescientos. Encima de la puerta principal de la aldea, en el Medievo dotada de puente levadizo, hay una placa lapidaria con los escudos del pontífice Pío II Piccolomini y del cardenal representante Niccolò Forteguerri: en el 1464 (después de la derrota de Sigismondo Malatesta) sustituyó un escudo malatestiano. De vuelta en Osteria Nuova, seguimos hasta llegar a Montecolombo y posteriormente a Montescudo, dos aldeas bien provistas a la izquierda del rio, que (junto con Gemmano) fueron semidestruidas durante la última gran guerra. El “tesoro” de Sigismondo en Montescudo En Montescudo son dignas de admirar las grandes murallas de la fortaleza, con escarpas muy grandes e inclinadas, lo que hacía prácticamente imposible cualquier asalto. Sobre el bastión meridional se ve todavía una placa marmórea con una inscripción latina de frase solemne, esculpida con el habitual cuidado formal por la disposición y el carácter de las letras. En ella Sigismondo afirma haber construido desde los cimientos la gran fortaleza como “escudo” para la ciudad de Rímini en 1460. Montescudo, dominando todo el valle medio del Conca y del torrente Marano, y afrontando directamente las fortificaciones enemigas de San Marino, constituía verdaderamente el elemento clave de todo el sistema defensivo malatestiano y un auténtico escudo defensivo de la misma ciudad de Rímini, a la que estaba unida por una vía divisoria de unos veinte kilómetros de longitud. 64
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En alto Montescudo, castillo de Albereto.
Debajo Montecolombo, puerta de acceso a la antigua aldea.
El 31 de marzo de 1954, durante la restauración de las murallas orientales de Montescudo, se encontraron veintidós medallas con la efigie de Sigismondo. Se trata de algunas de aquellas, famosas y estupendas, fundidas en bronce por Matteo de’ Pasti en los años centrales del Cuatrocientos. Se encontraron diversos ejemplares también en otros lugares, siempre entre los muros de construcción malatestiana. Sabemos que el señor de Rímini las hacía esconder en los muros para que el recuerdo de su nombre y su rostro pervivieran hasta la destrucción de sus arquitecturas. Ciertamente tal “preocupación” no era comprendida por la gente común, que fantaseó sobre tales depósitos y los interpretó como tesoros: varias leyendas de tesoros escondidos en los muros de las fortalezas malatestianas florecieron todavía viviente Sigismondo. A algunos kilómetros de distancia de Montescudo surge el castillo de Albereto, de antiguo orígen y reforzado por Sigismondo Malatesta. Recientes y cuidadosas restauraciones le han devuelto la categoría de una de las perlas arquitéctonicas del período malatestiano. Del complejo destacan la típica “escarpa malatestiana”, las tres torres circulares y la torre del campanario. Desde la terraza se goza de un panorama envidiable hasta la costa. La aldea de Montecolombo A recibirnos en la aldea de Montecolombo, que ha mantenido en el tiempo la estructura medieval, es la puerta de arco apuntado sobre la cual sobresale un almenaje. La aldea entró a formar parte de los dominios de los Malatesta en 1271. El asentamiento está rodeado de murallas y bastiones. En el cercano barrio de San Savino se pueden ver las murallas restauradas de un pequeño castillo perteneciente a la época de Sigismondo Malatesta. Desde Montecolombo, siguiendo las indicaciones hacia Taverna y Santa Maria del Piano, se recorre la via que lleva al alto Valle del Conca hasta llegar a Carpegna. La primera aldea que encontramos es Mercatino Conca: en el barrio de Piandicastello se levantaba una fortaleza malatestiana destruida en 1462 por Federico de Montefeltro.
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En alto Monte Cerignone, vista de la aldea.
Debajo Fortaleza de Sassocorvaro construida por Federico de Montefeltro.
Monte Cerignone, una fortaleza del Cuatrocientos Dejando Mercatino Conca, encontramos Monte Cerignone, donde, en la cima de un sólido costón de toba, despunta una fortaleza que obviamente los Malatesta y los Montefeltro se disputaron. Monte Cerignone fue un importante centro desde tiempos del dominio malatestiano, cuando además de consolidar la Fortaleza, se ampliaron las murallas. Con el pasaje a los Montefeltro después de la derrota de los Malatesta (1464), la Fortaleza fue sometida a los “cuidados” de Francesco di Giorgio Martini. El edificio se presenta hoy como un cuerpo compacto, por encima del antiguo castillo, recintado en todo el borde de las murallas por dos rampas de acceso. A pesar de las transformaciones efectuadas en los siglos XVII y XIX, la imagen del Cuatrocientos de la construcción permanece inalterada. Sassocorvaro, una fortaleza amiga del arte Antes de llegar a Carpegna, es obligatorio visitar Sassocorvaro, donde merece una visita la célebre Fortaleza ubaldinesca, una de las fortalezas más originales de Italia, que sobrevivió incluso a la intervención de Francesco di Giorgio Martini. La fortaleza tiene una planta con forma de tortuga (animal de coraza impenetrable) y se estudia en todos los libros de historia de la arquitectura por sus numerosas innovaciones, que la hacen única. Entre sus murallas se salvaron más de 10.000 obras de arte (entre ellas, La tempestad de Giorgione, la Ciudad ideal y muchas otras de famosos artistas, como Rafael Sanzio, Piero della Francesca o Carlo Crivelli), escondidas durante los años 1943-1944 por el superintendente de Bellas Artes de Pesaro y Urbino, Pasquale Rotondi, evitando así que fueran robadas por los nazis y llevadas a Alemania. Macerata Feltria, la aldea disputada Desde Sassocorvaro, queriendo llegar a Carpegna, meta final del itinerario, se va hacia Macerata Feltria para llegar posterior68
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En alto Macerata Feltria, pequeña aldea a confín entre las tierras de los Malatesta y los Montefeltro.
Debajo Castillo de Pietrarubbia, que data del año 1000.
mente a Pietrarubbia. También Macerata Feltria fue una de las aldeas disputadas en la extenuante lucha entre Sigismondo Malatesta y Federico III de Montefeltro. Originariamente la aldea era fiel a los Malatesta pero en 1463 pasó definitivamente a ser dominio de los Montefeltro. De su pasado quedan el Palazzo del Podestà (siglo XII), la Torre Cívica, las puertas y las murallas del centro histórico (Castello) del mismo siglo, la Iglesia de San Francisco y la Iglesia de San Giuseppe del siglo XIV junto al Palazzo Evangelisti, actualmente llamado Mazzoli, del siglo XVI. La intransitable Pietrarubbia No podemos dejar la zona sin subir hasta el inasible nido de águila que responde al nombre de Pietrarubbia. El primer señor de esta peña, de piedra color rojizo y desde la cual se contempla un paisaje impresionante, fue un exponente güelfo de los condes de Montecopiolo, de los cuales se dice descienden los Montefeltro. También este castillo, de evidente posición estratégica, se encontraba entre aquellos perennemente disputados entre las dos vecinas familias rivales. Si hacia finales del siglo XIV Pietrarubbia era todavía una avanzada malatestiana, bajo la señoría de Federico pasó definitivamente a los Montefeltro, que la incluyeron en su sistema defensivo. De preciado interés artístico son la Iglesia de San Silvestro (1000) con un altar marmóreo y un rosetón del escultor Arnaldo Pomodoro (nativo de Morciano di Romagna pero ciudadano de honor de Pietrarubbia) y el restaurado Palacio del Obispado del Quinientos, hoy transformado en una estructura hotelera. Carpegna, tierra de antigua nobleza Dejada Pietrarubbia, sólo nos queda dirigirnos hacia Carpegna. La aldea se extiende a los pies del homónimo Monte Carpegna (1415 m.) y de los peñones del Sasso Simone y Simoncello (1204 y 1221 m.). Tierra fronteriza entre la Toscana y el Montefeltro, sobre la amplia explanada del Sasso Simone se levantaban, desde el alto medievo, 71
En alto Coriano, castillo malatestiano.
Debajo Coriano, escudo de los Sassatelli todavía visible sobre el arco de ingreso del castillo.
una abadía benedictina y, desde 1566, una poderosa fortaleza mandada construir por Cosimo I de’ Medici. En la aldea, nuestra atención se dirige al imponente palacio de los principes Carpegna-Falconieri (una de las más antiguas familias nobles italianas a cuyas raíces se remontan tanto los Malatesta como los Montefeltro), y que todavía hoy abitan. Se edificó en 1675 por deseo del Cardenal Gaspare Carpegna bajo proyecto del arquitecto Giovanni Antonio de’ Rossi. Durante la segunda guerra mundial fue utilizado (como la Fortaleza de Sassocorvaro) para la salvaguardia de obras de arte procedentes de las principales ciudades italianas. Es curioso saber que el Condado de Carpegna, feudo de concesión imperial, fue independiente hasta 1819, cuando fue incautado por el Estado Pontificio. En la iglesia dedicada a San Leo, construida en 1203, se puede admirar la Virgen de la leche, una obra atribuida por Pasquale Rotondi a Evangelista da Piandimeleto, primer maestro de Rafael. De regreso hacia Rímini: Coriano y Castelleale A lo largo de la carretera de regreso hacia Rímini, a pocos kilómetros de la Riviera, nos sumergimos en las dulces colinas de Coriano: campos, viñedos y olivos se alternan en los suaves declives, animados por diseminadas casas coloniales, pequeñas iglesias, sauces y álamos plantados en las orillas de torrentes que inciden profundamente en el terreno. Antes de llegar al pueblo, procedentes de Croce di Montecolombo, una carretera secundaria entra por la derecha en el valle del río di Mordano, hasta el puente Scaricalasino, y vuelve a surgir empinada hasta Castelleale, aldea perteneciente a San Clemente: ésta era la granja fortificada del obispo Leale Malatesta, donde murió en 1400. Si se observa bien el exterior del pequeño aglomerado, se pueden contemplar murallas y arcos del siglo XIV, antiguas ventanas con bordes de piedra, restos de una muralla y de una torre con una puerta a sexto agudo; en el lado superior existen todavía consistentes restos de la puerta transitable y de otra más pequeña, peatonal, ambas con elegantes formas ojivales. En la colina opuesta, pero siempre en el territorio de San Clemente, existe un asentamiento análogo al de Castelleale, y quizás más 72
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Panorama del Alto Valconca.
antiguo, Agello, pequeño pueblo malatestiano con murallas, una única entrada dominada por una alta torre y un pequeño edificio sagrado denominado Oratorio. En Coriano encontramos restos de un castillo con murallas a escarpa y cortinas con ménsulas de sostén, junto a una puerta con huellas bien visibles de un antiguo puente levadizo, coronada por un escudo en piedra de los Sassatelli de Imola (que tuvieron en feudo Coriano desde 1528 hasta 1580). El acceso interno al recinto fortificado, de forma poligonal, es más antiguo y está constituido por una arcaica torre de puerta alta y recta, que conserva todavía hoy alguna almena. El castillo ha sido en gran parte recientemente restaurado. En su interior se ha realizado un Antiquarium que expone restos, objetos y fragmentos de cerámica, encontrados durante la restauración. No lejos de aqui tenemos la posibilidad de visitar San Clemente, donde durante estos años se han llevado a cabo interesantes trabajos de restauración y valorización del circuito del castillo y de su foso. El cinturón mural de la aldea se conserva todavía en largas partes así como dos torreones pentagonales. La torre de puerta conserva bien visibles los desfondamientos de las vigas del puente levadizo y sobre las cortinas murales limítrofes se entreven los almenajes de estilo gibelino (n.t: almenas terminadas en cola de golondrina) que coronaban las murallas, hoy incorporadas a una elevación. La pequeña aldea marca su tiempo en dos cuadrantes, uno antiguo de piedra (siglo XVIII) y otro reciente de cerámica, obra del artista riminés Giò Urbinati, ambos situados en la cima de la torre cívica.
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INFORMACIÓN
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R�MINI Castel Sismondo piazza Malatesta tel. 0541 351611 (Fondazione Carim) segreteria@fondcarim.it www.fondcarim.it Sede de exposiciones y manifestaciones culturales VALLE DEL MARECCHIA San Leo Fortaleza via Battaglione Cacciatori tel. 0541 916306 - 800 553800 www.san-leo.it info@sanleo2000.it Sant’Agata Feltria Aldea y ruinas del castillo de Petrella Guidi info@petrellaguidi.it www.petrellaguidi.it Santarcangelo di Romagna Fortaleza Malatestiana via Rocca Malatestiana, 4 tel. 081 5751828 associazione@sigismondomalatesta.it www.sigismondomalatesta.it Torriana/Montebello Fortaleza de los Guidi di Bagno via Casale di Montebello tel. 0541 675180 - 338 4893342 info@castellodimontebello.com www.castellodimontebello.com Verucchio Fortaleza Malatestiana via Rocca, 42 tel. 0541 670222 - 0541 670552 iat.verucchio@iper.net www.comunediverucchio.it
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VALLE DEL CONCA Coriano Antiquarium del Castillo via Malatesta tel. 0541 656255 info@prolococoriano.it www.prolococoriano.it Mondaino Castillo piazza Maggiore, 1 tel. 0541 981674 www.mondaino.com Sede de las oficinas del ayuntamiento Montefiore Conca Fortaleza Malatestiana via Roma, 2 tel. 0541 980179 - 0541 980035 www.comune.montefiore-conca.rn.it montefioreconca@sistemamuseo.it Gradara Fortaleza Malatestiana piazza Alberta Porta Natale, 1 tel. 0541 964115 www.gradara.org info@gradara.org Monte Cerignone Fortaleza “Feltresca” tel. 0722 75350 (Musei Montefeltro) info@museimontefeltro.it www.museimontefeltro.it Sassocorvaro Fortaleza “Ubaldinesca” tel. 0722 75350 (Musei Montefeltro) www.museimontefeltro.it info@museimontefeltro.it Carpegna Palacio de los principes piazza Conti tel. 0722 77326 www.carpegna.it
N.B.: antes de dirigirse a los lugares indicados, se aconseja llamar para asegurarse de los períodos de apertura, horarios y precios
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Lugares visitables e itinerarios
Dónde estamos
Trento
Bellaria Igea Marina
Torino
Helsinki
Oslo
Santarcangelo di Romagna
Verucchio Riccione
Sant’Agata Feltria
Talamello Novafeltria Maioletto
San Leo Maiolo
Petrella Guidi
Casteldelci
Maciano
Ponte Messa
Pennabilli
AR
Molino di Bascio
Pietrarubbia Carpegna
fiume Marecchia
Repubblica di San Marino Montescudo
Coriano Misano Adriatico Castelleale Agello Cattolica Montecolombo San Clemente San Giovanni Gradara Morciano in Marignano di Romagna
Sassofeltrio Gemmano fiume Conca Monte Cerignone Montefiore Conca Tavoleto Macerata Feltria
Varsavia Amsterdam Bruxelles Berlino Praga Vienna Parigi Monaco Budapest Milano Bucarest Rimini Madrid Roma Londra
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Dublino
Poggio Berni
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Saludecio
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Mosca
Firenze Perugia
Kijev
Rimini Ancona
Roma Bari
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Catanzaro
Ankara Palermo
Atene
Ferrara
Parma Reggio Emilia
Santarcangelo di Romagna Fortaleza Malatestiana
Montegridolfo Aldea
Torriana/Montebello Fortaleza de los Guidi di Bagno
Montefiore Conca Fortaleza Malatestiana
Verucchio Fortaleza Malatestiana
Montescudo Aldea Castillo di Albereto
Sant’Agata Feltria Fortaleza Fregoso - Museo
Ravenna
Piacenza
Sassocorvaro
Mondaino Castillo con Museo Paleontológico
Petrella Guidi Aldea y ruinas del castillo
Venezia
Bologna
Montegridolfo
Rímini Castel Sismondo
San Leo Fortaleza
Milano
Modena Bologna Ravenna
Forlì Cesena Rimini San Marino
Montecolombo Aldea Monte Cerignone Fortaleza Sassocorvaro Fortaleza Ubaldinesca
Principales distancias kilométricas
Macerata Feltria Aldea
Ámsterdam, 1.405 km
Madrid, 1.856
Bolonia, 121 km
Pietrarubbia Castillo
Berlín, 1.535 km
Múnich, 680 km
Florencia, 165 km
Bruselas, 1.262 km
París, 1.226 km
Milán, 330 km
San Giovanni in Marignano Centro histórico
Carpegna Palacio de los principes Carpegna-Falconieri
Budapest, 1.065 km
Praga, 1.089 km
Nápoles, 586 km
Copenhague, 1.770 km
Estocolmo, 2.303
Roma, 325 km
Saludecio Aldea
Coriano Granja fortificada de Castelleale Granja fortificada de Agello
Fráncfort, 1.043 km
Viena, 887 km
Turín, 447 km
Londres, 1.684 km
Zúrich, 645 km
Venecia, 270 km
Pennabilli Torre di Molino di Bascio Torre di Maciano Gradara Fortaleza Malatestiana