Una Historia de Reinas.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ......................................................................................... 4 LA HISTORIA DE LAS MUJERES DE MI FAMILIA .......................................... 5 ¿CUÁL ES EL FUTURO DE LA HISTORIA DE LA MUJER? ............................ 17 ANÁLISIS DE LA HISTORIA ........................................................................ 19 DOSSIER FOTOGRÁFICO ........................................................................... 21 REFLEXIONES Y CONCLUSIÓN .................................................................. 32

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INTRODUCCIÓN La historia de la mujer es una disciplina muy notable actualmente, aunque es una disciplina relativamente reciente, pues hunde sus raíces en los años 70 del siglo XX. Una de sus características más importantes es su carácter interdisciplinar, que nos permite profundizar en ella desde distintos ámbitos, como el filosófico, el literario, el sociológico, etcétera. Como ya sabemos, la historia de la mujer nace de la incertidumbre acerca del papel de las mujeres en la historia, pues éstas han permanecido a la sombra de los hombres en la memoria de nuestro mundo. Y ha sido precisamente esa incertidumbre la que ha posibilitado el hecho de preguntarnos cuál ha sido y es el papel de las mujeres en toda su naturaleza. El objetivo de este trabajo es demostrar cómo la historia de las mujeres no es una materia que queda relegada a un campo general y lejano a todos nosotros, sino que es una disciplina cuyo estudio nos atañe a todos y a cada uno de nosotros, pues la historia de las mujeres ha estado y está presente en nuestras vidas y, además, sujeta al cambio del día a día. Para ello me basaré en los testimonios de las mujeres que forman parte de mi propia historia y, aplicando en la medida de lo posible los conocimientos adquiridos en clase, analizaré dichos testimonios desde distintas perspectivas.

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LA HISTORIA DE LAS MUJERES DE MI FAMILIA

Manuela Nieto López nació un 8 de diciembre de 1924 en Quintanar de la Orden. Su padre, Jesús, se dedicaba a la agricultura y su madre, Manuela, era ama de casa y, cuando se terciaba, tenía que ayudar a su marido en el campo. Tenía dos hermanas, Alfonsa y Ángela, de las cuales era la más mayor. Vivían en una casa bastante grande muy cerca del centro del pueblo. Esta casa fue heredada gracias a sus abuelos, que fueron agricultores pero de mayor poder adquisitivo. En su tiempo libre de la infancia jugaba al escondite, a la rula y al bote, que consistía en poner un bote en el suelo, tirarlo de una pedrada y correr para no ser pillado y no hincártela en la próxima ronda. Se juntaba sólo con niñas y con algún que otro vecino. Aunque, según ella, no tuvo mucho tiempo para jugar, ni tuvo infancia por los motivos que se contarán más adelante. Sus padres la educaron inculcándole el respeto hacia las personas mayores, una buena educación para ser, a su vez, respetada y que la miraran bien ‘el día de mañana’. 5


A los 8 años, sus padres la apuntaron en el colegio ‘Nuestra Señora de la Consolación’, un colegio religioso del pueblo. En él le enseñaban lo básico, cuentas y muestras para escribir. Al no existir los cuadernos de caligrafía, las monjas escribían en su cuaderno una frase del estilo ‘Quintanar de la Orden, a tal fecha’ o ‘Hoy nos vamos a jugar al campo’ y números. Por las tardes la enseñaban a coser y a bordar, lo que se le ha dado muy bien hasta la fecha, pues aún borda pañitos, cojines y mantelerías. Recuerda con mucho cariño a algunas de las monjas, en especial a la madre Josefa, porque siempre la trató muy bien. Hizo su Primera Comunión a los 9 años, prácticamente a escondidas, porque en aquellos tiempos no eran precisamente buenos tiempos para nadie. Unos años más adelante, en la antesala de lo que fue una guerra tonta, en la que hermanos luchaban contra hermanos, su padre fue detenido y encerrado en la Iglesia del pueblo. Se acuerda de ir todas las noches, junto con otras niñas, a llevar la cena a sus padres. Una noche su padre le dijo: ‘Manoli, esta noche se me ha caído una muela y la he clavado aquí en la pared. Acuérdate de esto que te digo’. A la noche siguiente, un señor con un fusil, fue hacia ella y le dijo: ‘Márchate, niña, con la cena porque a tu padre se lo han llevado para dar el paseíllo’. Éste es, sin duda, el recuerdo más triste que tiene de toda su vida. En ése momento, no entendió qué quiso decir ese señor con lo del ‘paseíllo’. Durante la guerra no sabían dónde estaba su padre aunque el que sería el marido de mi abuela más adelante, afirmaba haberlo visto en Aranjuez. Pero no se sabe a ciencia cierta lo que realmente pasó. Tras la desaparición de su padre, su madre habló con una familia bien acomodada del pueblo y la colocó de niñera. Ahí cuidó de los hijos de esta familia y uno de ellos ha sido un médico muy famoso, aunque ya jubilado, don Ignacio Sierra, Ignacito para ella. Cuando crecieron los hijos y se casaron, ella se quedó a servir en la casa, cuidando a las personas mayores de esa casa. Muchas veces volvía a casa con alimentos que sobraban en ésta casa y así podían comer en la suya. Reconoce que hambre no pasó, pero necesidades muchas, porque una guerra lo destruye todo y a todos.

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Así transcurrió su vida, hasta que a los 22 años conoció a Víctor, quien se casaría con ella un 2 de noviembre, a los 25 años. Víctor era un agricultor que, incluso después de casado, tuvo que seguir trabajando en casa de sus padres, ya que éstos eran adinerados y tenían muchas tierras. Por este hecho, el padre de Víctor no aceptaba del todo la relación de su hijo con una ‘chica pobre’. Ella trabajaba en casa y ayudaba a su marido en el campo (vendimiar, coger aceituna, segar…). Incluso cuando estaba embarazada tenía que ir a ayudar en el campo, de hecho, su hijo Manuel Ángel nació después de venir de regar patatas. Cuando nació su primer hijo, Isidoro, se alegraron mucho de que fuera un varón porque de esa manera podría ayudarles en el campo. Así, tenía que cuidar a su hijo, trabajar en su casa y en el campo. Su marido no participaba activamente en el cuidado de su primer hijo, y esto pasará también con su otra hija e hijo. Según ella, trabajando el hombre y la mujer las mismas horas, parecía que el hombre tenían más derecho a descansar que la mujer. Ésta tenía que lavar, planchar, cocinar, preparar todo lo de la casa, etcétera, mientras su marido dormía la siesta o simplemente se sentaba y descansaba o se relajaba haciendo tomiza. Una vez casada, las relaciones de amistad de mi abuela se centraron en las mujeres, mayoritariamente vecinas. Únicamente se relacionaba con los hombres de la familia porque juntarse con hombres ajenos a la familia estaba bastante mal visto. Estas relaciones se formalizaban al salir a tomar el fresco, en el mercado o en el médico, ya que antes siempre eran las mujeres quienes llevaban a los hijos al médico. La vida le cambió radicalmente con el matrimonio, ya que una mujer casada no tenía la libertad que se tenía antes de la unión. El hombre podía sacar dinero del banco siempre que quisiera mientras que la mujer, sin embargo, ni siquiera aparecía en las cartillas del banco. Así, el poder quedaba en manos del hombre, aunque Manuela reconoce que en su matrimonio ella a veces se ha impuesto a última hora por cabezonería a las decisiones de su marido. Un ejemplo de ello era a la hora de hacer obras en la casa que, mientras su marido no lo veía necesario, ella las realizaba en el horario de trabajo de su marido. O cuando compraron la casa en la que vive actualmente, que pese a la negativa de su marido de adquirir la nueva vivienda, ella lo 7


hizo prácticamente en secreto y con la ayuda de su cuñado, el marido de Alfonsa, quien le prestó algo más de 500 pesetas para poder pagar lo que debía. Por otra parte, las responsabilidades de los problemas se las tenía que tragar la mujer, pero si las cosas salían bien, el triunfo era del marido. La mujer dependía totalmente del hombre ya que era él quien traía el dinero a casa, aunque la administración del dinero recaía en ella, porque era más espabilada. Tras sesenta y tres años de matrimonio con su marido la muerte le sorprendió a éste mientras dormía. A día de hoy, son tres meses sin su marido y echa de menos su presencia. Pero no se siente sola por que tiene a sus hijos, está en su casa, no depende de nadie porque tiene buena salud y tiene su pensión. Por lo tanto, los cuatro u ocho días que le queden de vida pretende pasarlos tranquila hasta que le llegue su hora. El balance de su vida es positivo: ha tenido tres hijos buenos, ha compartido 63 años con su marido, con el que ha tenido mucha suerte, pues en su época había maridos que pegaban a sus mujeres y les faltaba el respeto, cosa que a ella nunca le ha pasado, no ha tenido enfermedades ni sufrido grandes desgracias, ha visto crecer a sus hijos, a sus nietos e incluso a una bisnieta, por lo que su vida no ha sido para nada mala.

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Juana Barrajón Nieto, Juani, nació en Quintanar de la Orden, el 17 de febrero de 1951. Su padre, Víctor Manuel, era agricultor y su madre, Manuela, era ama de casa, aunque a veces ayudaba a su marido en el campo. Tenía un hermano mayor, Isidoro, y otro más pequeño, Manuel Ángel, aunque con el que mejor se ha llevado desde pequeña ha sido con el pequeño porque, según ella, lo dominaba mejor. Todos ellos vivían juntos en una casa no muy grande un poco retirada del centro, pero dentro de los límites de la población. Siempre dormía con su abuela, Manuela. Sus primeros recuerdos de la infancia era que antes de dormir su abuela le contaba muchas historias de cuando era joven, de cómo conoció a su marido Jesús, de las dos guerras que vivió, de las costumbres que se tenían antiguamente, etcétera. También recuerda que su abuela se levantaba muy temprano para barrer la calle y de paso recoger unas moras de unos árboles de morera que había en la calle, posteriormente las lavaba y se las preparaba como desayuno. No era precisamente una familia con dinero, pero tenían gallinas, cerdos, pollos, conejos y tierras, lo que se utilizaba para comer día tras día. Se acuerda de jugar con una muñeca de cartón y un cochecito de mimbre y se hacía sus propias muñecas de trapo y los trajes de éstas, mientras que sus hermanos jugaban con una tartana y un caballito de plástico (una especie de carreta) y con indios y motos de hojalata. Ella jugaba sola con sus juguetes, sin sus hermanos, aunque 9


disfrutaba de la compañía de su prima, Pilar, quien no sabía coser, por lo que le enseñaba a coser trajes para sus muñecas a cambio de dejar montar su bicicleta. Por otra parte, sus hermanos jugaban juntos y con otro primo, Manolito. Mientras ella cosía e iba a las mercerías buscando cajas de cartón, trozos de tela para fabricarse sus propios juguetes, sus hermanos jugaban en la calle, mataban pájaros y, a veces, los traían a casa para comérselos. La educación que recibió se basaba en el respeto y en la obediencia. Existía una distinción a la hora de recibir la educación, por ejemplo, a la hora de pasarse de jugar de la calle siempre era ella la que entraba antes que sus hermanos y, además, le estaba ‘prohibido’ jugar a ciertos juegos, como a la péndola (saltar) porque había que abrirse de piernas y ‘no era postura para una señorita’. Tampoco podía jugar a ‘el borriquito va y viene’ porque se tenían que subir a la espalda de los chicos y ‘una señorita hecha y derecha no se comporta así’. Normalmente,

sus

padres les decían a ella y a sus hermanos, cómo debían ser, cómo debían portarse, que nunca

nadie

tuviera

que

llamarles la atención ni decir nada de ellos, que fueran trabajadores y que respetaran sobre todo a las personas mayores. A los 8 o 9 años comenzó a ir a un colegio religioso, llamado ‘Ntra. Sra. De la Consolación’, el mismo al que atendió su madre. Este colegio era sólo para chicas y 10


eran educadas por monjas. Por la mañana estudiaban Geografía, Aritmética, Historia de España, Religión… y por la tarde le enseñaban labores, como coser, bordar, manualidades… Sus hermanos, por otro lado, desde los 7 u 8 años estudiaban en casas particulares de señores o maestros que les enseñaban basándose en ‘la Enciclopedia de Álvarez’, un manual en el que venía un poco de todo, Geografía, Aritmética, Religión. Isidoro, desde los 10 años trabajó en el campo y por las tardes o por las noches iba a la escuela. Sin embargo, a Juani nunca la han llevado al campo, no por ser más querida que los otros dos hijos, sino porque al ser chica le quedaba el campo demasiado grande. Tenía muchas amigas, pero eran pocos los amigos y éstos eran vecinos. No se juntaba mucho con los chicos porque tenían distintas formas de jugar, aunque dice que no estaba mal visto, pues eran niños y no había maldad. Jugaban en la calle, en el parque o en algún patio de alguna casa. También iban al cine los domingos, a ver películas del oeste, aunque reconoce que se asustaba con los tiros y pensaba que los caballos saldrían de la pantalla. Con respecto a su vida religiosa hay que decir que está bautizada. La comunión no la hizo porque meses antes fue a la Iglesia y como la gente se acercaba a tomar la Comunión, ella también fue, por curiosidad, y ya que la tomó su madre le dijo que no haría la Comunión, pues ya la había hecho, y se quedó sin regalos, sin convite, sin estampas y sin fotografías. Sin embargo, sus hermanos pudieron hacerla y tuvieron todo eso que ella no tuvo. Se confirmó, cosa que ni le gustaba ni le disgustaba, era algo que simplemente tuvo que hacer porque su madre se lo dijo y después de ir a un colegio de monjas era lo más normal. A los 12 años su madre la llevó a un colegio de Valencia que era tipo seminario para chicos y tipo convento para chicas. En este colegio permaneció casi cuatro años, donde recibió una educación más amplia y general. Algunas de estas niñas acabaron siendo monjas, aunque mi madre se ‘enamoró’ de un monaguillo y se dio cuenta de que el monacato no era lo suyo. Así pasó su infancia, una infancia feliz como la de cualquier niño o niña de aquella época, porque dentro de todo, había gente de su edad que ya tenía que 11


trabajar y ella tuvo más suerte, tenían para comer y para calentarse y mientras se cubrieran las necesidades primarias, lo demás no era del todo importante. De vuelta al pueblo, en su adolescencia, empezaron a cambiar sus obligaciones en casa, tenía que fregar y ayudar a su madre con las tareas del hogar, tenía que hacer recados, mientras que el mayor de sus hermanos se iba con su padre al campo y el pequeño empezó a trabajar como mecánico. El profesor del hermano mayor de mi madre pidió a su madre que siguiera con los estudios, pero la situación económica no se lo permitía. Ella dejó el colegio y se colocó en una tienda de vestidos y telas de dependienta y, aunque no ganaba mucho, cualquier cosa que se aportara a la familia era bien recibido. A los 17 años, gracias al nivel de estudios que adquirió en Valencia, pudo entrar a trabajar en el locutorio de Telefónica del pueblo y empezó a ganar más, tenía una nómina fija y se encargaba de atender las llamadas del pueblo y establecer conferencias. También iba a vendimiar para ayudar a su familia cuando llegaba la época de la recogida de la uva. A esa edad se juntaba tanto con chicas como con chicos, todos de la misma pandilla. A veces iban a merendar al campo, al río, de excursión, a tomar algo a bares. Conoció a su primer novio en una discoteca que había en el pueblo, con el que estuvo dos años. Incluso sus padres llegaron a conocer al novio y no se opusieron a la relación. Aunque salía de fiesta con su grupo, siempre tenía que volver antes de las 12.00, mientras que sus hermanos no tenían hora para volver a casa. Cuando contaba con 20 años conoció a Manuel en su lugar de trabajo, Teléfonos. Tras un noviazgo de cinco años se casó con él el 12 de junio de 1976. Al casarse tuvo que dejar de trabajar para dedicarse a las labores del hogar, cosa de lo que se arrepiente. A los dos años de casada nació Ana Raquel, la primera hija del 12


matrimonio. Ésta fue muy bien recibida porque fue la primera hija, sobrina y nieta. El cuidado de esta primera hija le tocó a ella como sucederá con sus otros dos hijos, mientras el marido trabajaba en su empresa. Aunque Manuel también colaboró, con menor influencia, en la educación de los hijos. Esta educación consistía en el respeto, en inculcar unos valores que nos sirviera de la mejor forma en nuestras vidas. Se percata de que su hija ha sido más ‘protegida’ por el hecho de ser mujer. Por ejemplo, Ana Raquel tenía que volver antes a casa, pese a ser más mayor que sus otros hermanos. También reconoce que estando casada tenía más libertad que cuando estaba en casa de sus padres, aunque aún así estaba ‘por debajo’ de el marido. Estando casada se relacionaba tanto con hombres y mujeres, pero eran amigos en común con su marido. Salían de paseo con los hijos, se reunían en las casas para tomar algo, iban al campo a comer, etcétera. El poder en casa residía en su marido y la administración del dinero también. Aunque las responsabilidades recaían en los dos. Por lo tanto, Juani dependía de su marido durante todo su matrimonio. Tras un largo camino recorrido juntos, el 1 de mayo de 2009, su marido Manuel fallece repentinamente, por lo que es ella quien tiene que salir adelante sola. Ahora es ella quien tiene el poder y quien administra el dinero. Este hecho le ha cambiado la vida, ya que actualmente, dentro de que es un poco más autosuficiente, también tiene que apoyarse en sus hijos para realizar según qué cosas. Con respecto al luto, no lo concibe como algo que sea lo correcto, ni ahora ni nunca, pues cree que el luto se lleva por dentro y que la vida sigue para los que se quedan. No le importa para nada que la gente pueda pensar que al no llevar luto no sienta la pérdida de su marido. El balance de su vida es positivo, aunque cambiaría algunas cosas si volviera a nacer. Pero se conforma con lo que ha tenido: ‘Lo pasado, pasado está y lo que venga, si puede ser, que venga mejor’.

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Ana Raquel Mota Barrajón nació en Toledo el 6 de enero de 1978. Su padre, Manuel, era empresario y su madre, Juana, ama de casa. Tiene dos hermanos más pequeños, Víctor Manuel, de dos años menos que ella y Roberto, diez años más joven. Afirma que siempre se ha llevado mejor con Roberto, pues ha sido ella quien lo ha criado. Vivía con sus padres y sus hermanos en una casa prácticamente en las afueras de Quintanar, donde se encontraba la empresa familiar. De siempre ha sido consciente de que, al ser la primera niña de la familia, ha sido muy querida por todos, ha tenido muchísimos regalos, muchas fiestas por cumpleaños, que coincide con el día de Reyes y, prácticamente, se considera la más apreciada en la familia. A los tres años empezó a ir al colegio ‘Nuestra Señora de la Consolación’, al que atendió su abuela y su madre y al que también atenderán sus hermanos Víctor Manuel y Roberto. En este colegio estudió hasta el octavo curso. En el colegio estudiaba Matemáticas, Geografía, Religión, Historia, etcétera, aunque sus asignaturas favoritas eran Conocimiento del Medio y Religión.

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De pequeña jugaba con muñecas y a la pelota con sus hermanos. Como vivían en frente del cuartel de la Guardia Civil, solía pasarse al patio del cuartel para jugar con los niños y niñas que allí vivían. Según ella ha tenido una infancia muy feliz, no le ha faltado nada de nada y, lo que es más, le gustaría que otros niños pudieran tener la infancia que ella tuvo. Con más edad, el trato entre los niños de la casa y ella se hizo un poco distinto. Tenía que ayudar a su madre de vez en cuando a realizar tareas del hogar mientras que sus hermanos no ayudaban de la misma manera. Incluso, más de una vez tuvo que ayudar a descargar las furgonetas con material de trabajo de la empresa de su padre, junto a su hermano Víctor y su madre. Más tarde fue al IES Infante don Fadrique para realizar sus estudios de Formación Profesional. En esa época conoció a una persona que, desgraciadamente, ‘le amargó la vida’ y la anuló totalmente. Se vio obligada a dejar los estudios y dar de lado a sus amigos de toda la vida. Fue, según ella, el peor error que ha podido cometer en su vida, algo de lo que se arrepiente muchísimo. A los 21 años se quedó embarazada de éste chico. Sus padres, Manuel y Juani, la apoyaron y le dejaron total libertad para hacer lo que ella decidiera oportuno pues, al fin y al cabo, era su vida y aunque se le pusieron todas las opciones posibles en su situación, ella decidió seguir adelante con su embarazo y casarse con el padre de su hija. Afirma que pasó de estar como una reina en su casa de sus padres y sus hermanos a vivir un infierno tras el matrimonio con éste. Tras el nacimiento de su hija Marta Raquel, aguantó el maltrato de su marido unos meses pero decidió denunciar a su esposo y volver al domicilio de sus padres, con su hija. Poco después entró a trabajar en una fábrica de costura, donde permaneció seis o siete años mientras su hija permanecía bajo el cuidado de su abuela Juani. Tras tres años sin salir, volvió a rehacer su vida, encontró nuevas amigas y amigos con los que salía de fiesta como cualquier otra chica joven. Su hija, cuando contaba con tres años, le decía: ‘Mamá, tienes que salir, irte a la discoteca a bailar, a que te salga un novio bueno, guapo y rico.’

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A los 27 años conoció a otro hombre, que será su actual marido, un granadino llamado Paco. A éste lo conoció estando en las mesas electorales. Con él contrajo matrimonio el 11 de julio de 2009. Paco es un profesor de secundaria y contable, a quien Ana Raquel trabaja ayudándole con la contabilidad de las empresas con las que actualmente trabaja. Hoy en día vive con su marido en Miguel Esteban, un pueblo vecino de Quintanar de la Orden. El balance de su vida es positivo, pues aunque haya sufrido bastante, no sólo ella, sino todos los de su alrededor, con su primer ‘matrimonio’, hoy por hoy está muy feliz porque ella es una mujer joven, con toda la vida por delante, tiene a su hija, la mayor alegría que puede tener una madre, un marido bueno y una familia que le quiere y a la que quiere.

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¿CUÁL ES EL FUTURO DE LA HISTORIA DE LA MUJER? Hemos visto la historia pasada de las mujeres de la familia pero, ¿cuál es la historia que queda por escribir? ¿Cuál podría ser el futuro de la historia de la mujer?

Marta Moreno Mota es la cuarta generación de mujeres de la familia. Personalmente, me parecía indispensable para hacer el trabajo tener el punto de vista de una generación más, una generación que está formándose, una generación que está adquiriendo poco a poco, pero continuamente, sus roles y su propia identidad dentro de la sociedad. Marta tiene once años, nació el 27 de enero de 1999. Pero a pesar de su corta edad, Marta es una niña muy espabilada y muy consciente del mundo en el que vivimos. Por ello, me pareció interesante proponerle una serie de preguntas y que ella las contestara desde su punto de vista. Así, piensa que todos, tanto hombres como mujeres, tenemos los mismos derechos y obligaciones. Ella se ve igual a los hombres y conoce que la mujer siempre ha estado relegada al ámbito doméstico, mientras que los hombres trabajaban. También es consciente de que ‘en estos últimos años ha 17


cambiado la vida’ y que ahora las mujeres han accedido a trabajos que antes eran exclusivamente para hombres y que éstas han abandonado el ámbito del hogar. Incluso, se atreve a adelantarse al futuro y predecir que ‘dentro de 20 o 30 años cambiarán las cosas’. Por otra parte, al preguntarle quién creía ella que tenía la culpa de que las mujeres hayan sido marginadas a lo largo de la historia, curiosamente culpa a las mujeres de este hecho pues ‘cuando una cosa no la quieres hacer, no la haces, por mucho que te la diga tu novio, tu marido o cualquier hombre. Si tú le haces caso a ellos, tú tienes la culpa’. En general y por lo que he podido observar en sus respuestas, Marta conoce cuál es la situación de la mujer en el mundo y cuál ha sido su pasado, de una forma vaga, pero de alguna forma, que es lo que cuenta.

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ANÁLISIS DE LA HISTORIA En los testimonios de la historia de las mujeres de mi familia podemos observar cómo el paso del tiempo introduce nuevas formas de ver el mundo, nuevos roles en el género femenino. Estos cambios en el tiempo conllevan a unos cambios en la conciencia de la sociedad, unos cambios que podrían ser analizados conforme a la temática de la asignatura. Así, podremos tratar la historia de las mujeres de mi familia desde los bloques de la religión, el trabajo, la educación… Para comenzar, podemos afirmar que la religión marca un papel importante en la historia de estas mujeres. Todas ellas se han formado en el mismo colegio religioso y todas creen en que la religión es un pilar importante en sus vidas. Pero la religión no ha marcado profundamente el comportamiento de estas mujeres, es decir, ninguna se ha sentido cohibida o coaccionada por la religión como tal para hacer o dejar de hacer algo. Han sido siempre sus principios los que las han movido a la hora de actuar consecuentemente en todos sus actos. La opinión social ha influido en estas mujeres de alguna u otra forma pero la mayoría de las veces, esta voz del pueblo se callaba ante los principios morales de dichas mujeres, pues no importaba lo que se dijera de ellas, sino que ellas estuvieran contentas y conformes con lo que les dictaba su instinto que, al fin y al cabo, es lo esencial. En la educación que han recibido estas mujeres se han notado diversos cambios, tanto en la escuela como en el hogar. Por ejemplo, en los programas de la escuela antiguamente se enseñaba a coser y a bordar, labores del hogar, mientras más adelante, la educación para las niñas se convierte en algo más elaborado, más completo, una educación igualitaria entre niñas y niños. Por otra parte, la educación que recibían en casa ha cambiado de una manera distinta, pues aunque no siempre se conseguía la igualdad entre hombres y mujeres en la casa, al menos se tenía en cuenta que era algo que había que buscar porque era algo importante y lo sigue siendo.

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Con respecto al trabajo y al mundo laboral, observamos un gran cambio, probablemente, uno de los más grandes. Muestra de ello es el trabajo que desarrolla mi abuela, en casa y en el campo, junto a su marido y, en contraposición, el trabajo de mi hermana, ya una vez separada, siendo así una mujer totalmente autosuficiente. Justo en el medio de estos dos extremos, encontramos los trabajos que llevó a cabo mi madre, que duraron hasta el matrimonio. Notamos cómo el mundo laboral se ha ido abriendo progresivamente a las mujeres y cómo éstas han llegado a ocupar puestos de trabajos más especializados o ‘sólo para hombres’. Parece ser, pues, que el techo de cristal que siempre ha estado ahí, empieza a resquebrajarse poco a poco, permitiendo el ascenso de las mujeres al ámbito profesional y laboral. Por último, hemos visto como el ciclo se renueva con el testimonio de Marta, la cuarta generación y, para ser sincero, noto cierto positivismo en sus argumentos, lo que es verdaderamente importante, ya que es ahí donde observamos más claramente como la conciencia femenina ha ido evolucionando y se ha dado cuenta de que en realidad la mujer siempre ha tenido un papel importante en la sociedad y en la historia.

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