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Editorial

Sin duda alguna que la actitud que adoptamos frente a la vida puede servirnos o entorpecer nuestro andar dependiendo si ésta es positiva o negativa, y dado que la actitud depende de nosotros, ¿qué más que optar por una actitud triunfadora? Si bien me gusta mucho el tema no por eso dejo de ser práctico por lo que cuando se da la oportunidad me gusta aclarar que una cosa es nuestra actitud y otra muy distinta el resultado de lo que emprendamos.

En el caso de nuestra actitud ésta depende de nosotros, en el caso del resultado de todo lo que emprendamos esto depende no solo de nosotros sino de muchos otro factores, luego entonces si bien lo uno está relacionado con lo otro la actitud no define el resultado.

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Entonces, si no define el resultado la actitud que tengamos, ¿para qué una actitud positiva, de triunfo? La respuesta es sencilla: si bien una actitud positiva, de triunfo no define el resultado sí define el proceso que emprendemos y que experimentamos y ese proceso influye (ojo con la palabra: influye, no define) sobre lo que podamos lograr.

Pero independientemente del grado de influencia que nuestra actitud pueda tener en lo que buscamos lograr lo más importante es lo que experimentamos y en el caso de una actitud positiva, de triunfo, el proceso se vuelve en una experiencia mucho muy superior en lo personal que un proceso guiado por una actitud negativa o de fracaso.

Nuestro andar por la vida nos irá enfrentando con retos y obstáculos que nos permitirán crecer como persona, independientemente el resultado final de ello, después de todo uno no puede ganar siempre, pero lo que sí puede hacer siempre es salir a luchar con actitud triunfadora.

¡Éxito!

Roberto Celaya Figueroa, Sc. D. Fundador y Editor en Jefe

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