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INTRODUCCIÓN Conceptos básicos brujiles
Convertirse en bruja es un despertar, un recordar, una iniciación. Es un cántico que entona un mantra —«Vuelve a casa, vuelve a casa, vuelve a casa»—, porque incluso cuando crees que estás perdida, no lo estás.
Además de estudiar los cristales, el tarot y la astrología y de conocer los solsticios y las lunas llenas, las brujas de hoy en día también integran hechizos modernos y magiak en sus vidas cotidianas. Y lo hacen porque en este momento navegamos por un océano cultural y político incierto y, por lo tanto, anhelamos establecer una conexión más profunda con algo mayor que nosotras. Y, para muchas mujeres en particular, el arte de la brujería es una forma de reclamar esa naturaleza divina y de explorar un camino que nos empuja a encontrar un vínculo con el mundo natural y a descubrir de qué forma nos afecta.
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Llevo practicando brujería desde hace más de una década, pero emprendí ese viaje mucho tiempo antes, cuando mi madre me regaló un cristal. Según ella, debía apretarlo bien fuerte cada vez que me enfadaba con mi hermana gemela. A partir de ese momento, mi interés por lo esotérico y lo oculto empezó a crecer. Cuando recibí mi primer oráculo, mi vida cambió para siempre. Lo recordaré siempre: El Oráculo de las Hadas, ilustrado por Brian Froud. El mundo de las hadas me tenía cautivada y recuerdo leer y releer un libro en particular, Guía de las hadas y otros seres fantásticos, de Edain McCoy. Tres años después, visité la ciudad de Salem y aprendí en qué consistía la brujería. Pese a mi temprana edad —acababa de cumplir los doce años—, sabía que iba a ser una bruja. Y, desde entonces, me he dedicado a comprender lo que significa ser una bruja moderna y he combinado mis dos pasiones, la ropa y la moda, con la magiak y los trabajos energéticos. Estoy convencida de que, si canalizas la sabiduría ancestral y la aplicas en la era moderna, serás capaz de acceder a esa parte intuitiva, omnisciente y poderosa de tu ser de una forma fácil y sencilla. Y si vives en armonía
con la naturaleza y sus ciclos, podrás ocuparte de tus ciclos y de tus necesidades de una forma mucho más eficaz. Ser una bruja significa vivir el mundo de una forma consciente, poderosa y sin complejos ni remordimientos.
Este libro es un regalo, una ofrenda a la mística moderna que quiere adentrarse en el mundo de la brujería pero no sabe por dónde empezar. Considéralo como una guía del mundo espiritual, como un manual que contiene los principios básicos que toda mujer debería aprender sobre el misterioso universo de la brujería. Además, te enseñará a incorporar la magiak en tu vida cotidiana sin tener que gastarte un millón de euros. Este libro define los conceptos fundamentales de la brujería e incluye un sinfín de hechizos y rituales que puedes llevar a cabo para despertar a la bruja que llevas dentro. Pero el principal objetivo de este libro es enriquecer tu vida y llenar lo mundano con un poquito de magiak.
Después de todo, las mujeres son las que lideran este mundo, y las únicas que pueden llegar a ser brujas. Este libro está dedicado a todas ellas.
Y bien, ¿qué es la brujería?
La brujería es un camino por la Naturaleza, una ciencia que venera la Tierra porque la considera madre, sanadora y diosa. También es una manera de honrar, aprender y explorar todos los seres vivos y energías que deambulan a nuestro alrededor, incluso aquellos que somos incapaces de ver con los ojos. La brujería es magiak y se sirve de intenciones, a través de hechizos y rituales, para conseguir sus objetivos. En este caso, nos referimos a magiak porque distinguimos nuestro arte y nuestra destreza como brujas de los juegos de manos y trucos de magia que suelen verse en los escenarios de algunos teatros. Es un camino que te enseña a percibir lo desconocido y lo invisible al ojo humano; es una nueva forma de ver la vida y, maldita sea, ¡es fabulosa!
Pero la magiak no es igual para todo el mundo. Hay varios factores que definirán tu práctica y destreza, como el lugar donde vives, tus creencias espirituales, tu intuición y tus intereses y pasiones. El camino que recorras no tendrá nada que ver con el de tu mejor amiga, por ejemplo, pero de eso se trata. Tu práctica es como un cóctel mágiko, como una receta secreta que solo tú conoces y que nadie puede arrebatarte. Da lo mismo el cóctel que se esté bebiendo el resto de la gente; lo importante es que el tuyo te resulte delicioso y refrescante. Tu magiak no debe parecerse a la de otra persona para ser válida, eso es algo en lo que siempre hago especial hincapié. Este libro no es como un prospecto que debes seguir
al pie de la letra, sino una invitación a explorar y a encontrar tu propio camino.
Adapta estas palabras, hechizos y rituales como tú creas conveniente, honrando siempre tu propio poder e intenciones; tu magiak es mucho más fuerte e intensa cuando sale del alma. La brujería evoluciona con la Tierra y las personas que habitan en ella, por lo que no es la misma que hace cincuenta años y tampoco lo será dentro de medio siglo. Las culturas, la ubicación geográfica y la composición energética de una zona influenciarán la forma de magiak que se practica.
A través de ese contacto directo con la Tierra, que despertará esa fuente inagotable de conocimiento necesario para alcanzar nuestros objetivos más íntimos, una bruja podrá moldear su destreza a su antojo. Lo mejor de todo es que ya eres una bruja. No tienes que convertirte en bruja porque ya lo eres; solo tienes que recordarlo. Todos los seres humanos podemos vivir en armonía con la Tierra y con sus energías, tal y como hacían las brujas de antaño. Por supuesto, se trata de un don que una debe ir trabajando y cultivando, pero las semillas ya están plantadas: necesitan que las riegues para empezar a brotar.
La bruja
Una bruja es muchas cosas: la curandera, la ramera, la soltera sin hijos, la activista, la paria; las brujas siempre han existido y siempre existirán. Una bruja es una sanadora, una mujer en armonía con su sexualidad, alguien que trabaja codo con codo con la Tierra, cualquier persona que se rige según sus propias normas. En muchos casos, las brujas fueron las manifestantes más aguerridas, las catalizadoras, aquellas que reivindicaban justicia y utilizaban todas sus armas, físicas y de cualquier otro tipo, para provocar un cambio. Una bruja siempre ha sido alguien que se niega a seguir las normas sociales de su época. Es como una forastera, arraigada a sus propias decisiones, a su firmeza; la bruja siempre ha sido, y siempre será, una amenaza.
Una historia muy breve
La historia de la brujería está plasmada en las paredes de varias cuevas, en lugares ancestrales y remotos. Todas esas imágenes se dibujaron hace mucho tiempo, en una época en la que la vida y la muerte estaban encerradas en un baile diario. Según La danza en espiral, el texto básico y transcendental de Starhawk, escritora y activista estadounidense, el arte de la brujería se remonta a hace más de 35.000 años, cuando los cazadores se conectaban con las manadas de renos o de bisontes a un nivel energético. En esa época, algunos animales se dejaban cazar para así poder ser ofrecidos como sacrificio. Esos cazadores fueron los primeros chamanes, pues eran conscientes de que todos los seres vivos de este reino estaban conectados entre sí, aunque fuese de forma sutil, y también fueron los primeros en reconocer la danza de la vida, de la muerte y de la reencarnación.
Las primeras brujas fueron aquellas que veneraron la Tierra y vivieron rigiéndose por los ciclos de la Luna. En Europa del Este, la Luna estaba tallada en piedra. En la parte occidental, en cambio, se honraba en las paredes de las cuevas, a través de pinturas de bisontes y caballos. Los registros de las fases lunares se esculpían en hueso, y la diosa se dibujaba sujetando el asta del bisonte, el símbolo de la luna creciente. La tribu africana yoruba veneraba a la diosa como Oshun y Yemoja, las diosas del amor y los misterios femeninos. En China, en cambio, era Kuan-Yin, la Diosa Madre de las oraciones. Estaba presente en todos los rincones del planeta, pero con distintos nombres. Era la personificación de la Madre Naturaleza.
Poco a poco, los asentamientos fueron convirtiéndose en comunidades y las civilizaciones empezaron a compartir sus conocimientos sobre lo natural y lo mágiko; al cabo de un tiempo, se formaron los primeros aquelarres o grupos de brujas. Las primeras brujas celebraban lo que denominaban «grandes festivales»: equinoccios y solsticios, además del primer día de cada cambio de estación. Las brujas de hoy en día también celebran estas fechas tan señaladas, y que comentaremos con más detalle en el capítulo 1.
Pero todo eso cambió en 1486, cuando se publicó el Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), escrito por los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Este libro era un manual para la caza de brujas y arrojó una sombra de terror por toda Europa que duró varios cientos de años. La brujería se convirtió en una ofensa que podía castigarse con la pena de muerte. Curanderas, médicos, mujeres sabias y formadas y muy especialmente comadronas se convirtieron en el objetivo más perseguido durante las cazas de brujas. La pena de muerte no se revocó hasta la Ley de Brujería de 1753, firmada en Gran Bretaña; a partir de ese momento, las brujas debían cumplir pena de cárcel o pagar multas desorbitadas por ser quienes eran. Esa ley, por cierto, no se abolió hasta 1951. Y, aun así, todavía se siguen realizando cazas de brujas en distintas partes del mundo, como en Tanzania.
Así pues, ser una bruja en estos días implica recordar a todas las que han existido antes para así saber dónde estás hoy. Es tu responsabilidad cambiar la historia de las brujas, redefinir quiénes son y revivir su antiguo poder; debes dar la bienvenida a quien se cruce en tu camino pero sin olvidar a aquellas que nos permitieron estar donde estamos ahora .