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prólogo
La edad del esplendor en la hierba por Jorge Bustos
Conforme pasan los años me gusta menos el fútbol y más el Real Madrid. Nuestro tiempo en esta vida es limitado, el negocio futbolístico ofrece cada vez más partidos absurdos, y la eternidad solo está garantizada en las inmediaciones del Bernabéu. De modo que el aficionado madridista, acostumbrado a tratar directamente con la historia, hace sus cálculos y decide que le compensa ser cada vez más madridista y cada vez menos aficionado.
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Cuando empecé a escribir sobre fútbol siempre partí de una cláusula de honestidad con el lector: ni podía ni quería aspirar a la imparcialidad. Nunca he hecho periodismo deportivo, sino más bien madridismo narrativo. Escribo desde el corazón del todo blanco, y a partir de ahí trato de ser justo con mis propias sensaciones en la esperanza de que sean compartidas por otros madridistas. Eso es todo.
Ramón Álvarez de Mon no es periodista, y mucho menos periodista deportivo. Eso que lleva ganado. Él tampoco aspira a que ningún sanedrín corporativo le compulse una credencial para ejercer el oficio de contar su madridismo en redes, televisiones, radios o ahora a través del libro que usted tiene entre las manos. Ramón, como otros en el país por donde cruza errante la sombra de Caín, ha pagado con creces el éxito cosechado por las informaciones y juicios que ha ofrecido a sus numerosos seguidores. Es el peaje que suelen cobrar los mediocres cuando se les aparece el fantasma del temido intrusismo, que no es más que la libre competencia entre aptitudes comunicativas con el público como único juez. Pero, como además de un comunicador ecuánime es también un hombre de extraordinaria calidad moral —cosa que no abunda en el gremio mediático—, Ramón sigue a lo suyo educadamente, sin responder a provocaciones ni sucumbir a campañas de odio.
Ahora entrega a sus seguidores y a todo el madridismo una crónica muy personal de las dos décadas que Florentino Pérez lleva al frente del club. Como la abrumadora mayoría de los aficionados de este y de cualquier otro equipo del planeta, Ramón piensa que Florentino pasará a la historia como el mejor presidente que ha tenido el Madrid junto con Santiago Bernabéu. No es una opinión demasiado original: basta contar los títulos, analizar las cuentas, echar un vistazo a las instalaciones de Valdebebas, admirar la obra colosal del nuevo estadio o medir globalmente el impacto actual de la marca: la institución deportiva más valiosa del mundo. Dice Raúl del Pozo que el Real Madrid es el último mito español. Florentino no puso sus cimientos, pero añadió varios pisos, amplió las salas, erigió las almenas, alzó las torres, ajardinó el valle, extendió sus dominios más allá del océano y ahora medita cómo quedarse a jugar en el espacio, rodeado de estrellas. El proyecto se llama Superliga. Pasar los ojos por las páginas de este libro es rememorar las emociones felices y darse un festín de recuerdos victoriosos. Son muchos rivales vencidos, muchas remontadas aulladas, muchas Orejonas bebidas. Ramón nos lleva de
Mourinho a Ancelotti, de Zidane a Cristiano, de Lisboa a París —donde me lo encontré la mañana de la Decimocuarta, en un Sacré-Coeur tomado por hinchas del Liverpool—, y se va parando a señalar los jalones sentimentales alrededor de los cuales se congregan varias generaciones de madridistas. El autor sabe, sin embargo, que veinte años son menos que nada cuando hablamos del Madrid. Porque la gratitud ya es eterna, pero la leyenda continúa.
En El hombre tranquilo, John Wayne le aclara a Maureen O’Hara: «Entre nosotros no habrá puertas ni cerrojos, Mary Kate, excepto los que tú pongas en tu mezquino corazón». La afición del Madrid puede ser tan caprichosa como una pelirroja irlandesa, cuestionar tal o cual fichaje y criticar una decisión por apresurada o tardía, pero tiene abierto el corazón al presidente que la devolvió a la edad del esplendor en la hierba.