Frases de fútbol, Miguel Gutiérrez

Page 1


Frases de fútbol Edición ampliada y actualizada

Miguel Gutiérrez


FRASES DE FÚTBOL

Miguel Gutiérrez @lalibreta REFLEXIONES FILOSÓFICAS, BRAVUCONADAS, CHISPAZOS DE GENIALIDAD O METEDURAS DE PATA QUE HICIERON HISTORIA. PRÓLOGO DE VICENTE DEL BOSQUE EDICIÓN AMPLIADA Y ACTUALIZADA

Todos sabemos que, según Bill Shankly, «el fútbol no es cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante». Sin embargo, ¿sabemos también por qué se puso tan trascendental el mítico entrenador del Liverpool? Y ¿en qué pensaba Valdano cuando habló por primera vez del «miedo escénico»? ¿De verdad creía Helenio Herrera que se juega mejor con diez que con once? ¿Qué quiso decir Maradona con eso de que «la pelota no mancha»? Este libro no es una mera recopilación de citas futbolísticas, sino un puñado de historias con la palabra como eje. De Javier Clemente a Johan Cruyff; de Brian Clough a José Mourinho, pasando por Jesús Gil o Juanma Lillo. Reflexiones filosóficas, exabruptos, bravuconadas, chispazos de genialidad o meteduras de pata. Las grandes frases con las que se ha escrito la historia del fútbol. ACERCA DEL AUTOR Miguel Gutiérrez (Madrid, 1977) es periodista, siempre con el «presunto» delante. Ha trabajado en prensa sectorial y económica —él tampoco se lo explica— antes de ocuparse del deporte en ADN y, sobre todo, Sportyou, diario del que fue redactor jefe. En 2004 creó La Libreta de Van Gaal (@lalibreta), marca personal con la que ha colaborado en Onda Cero, Yahoo Deportes, El Confidencial y Radio Marca. Tras Frases de fútbol (2011), que ahora se reedita en versión ampliada y actualizada, publicó Parecía un buen fichaje (2013) y Saber y empatar (2020), todos ellos en Córner. ACERCA DE LA OBRA Diez años después de la publicación de Frases de fútbol, Miguel Gutiérrez presenta esta edición actualizada y ampliada, con dos nuevos capítulos y el apéndice «Grandes barbaridades de la prensa deportiva».


Índice

Índice …………………………………………………………. 7 Prólogo de Vicente del Bosque ……………………………. 9 Nota del autor (2021) ……………………………………….. 11 Nota del autor (2011) ……………………………………… 19 jugadores Diego Armando Maradona: la pelota no se mancha .….……. 17 George Best: los excesos del futbolista pop ….….………….. 34 Johan Cruyff: salid y disfrutad .…….………………………. 39 Alfredo di Stéfano: el hombre que cambió la historia ..….…. 48 entrenadores Los entrenadores: el punto débil de la cuerda ……………… 67 Helenio Herrera: sin bajar del autobús ..…………………… 71 Bill Shankly: fútbol a vida o muerte .………………………. 75 Brian Clough: el gran dictador .………………………………. 81 John Benjamin Toshack: un cabrón muy simpático ….…….. 90 José Mourinho: más popular que Jesucristo ………………… 95 Luis Aragonés: España necesitaba un sabio ……………….. 108 inclasificables Vinnie Jones y el Wimbledon: el reformatorio del fútbol .... 119 Jesús Gil: el presidente ostentóreo ………………………… 128


f rases de f útbol

posturas irreconciliables Bilardo, Menotti y sus apóstoles: enemigos públicos ...…… 149 Javier Clemente: patapún p’arriba ………………………… 166 Jorge Valdano: el verbo escénico …………………………… 173 Juanma Lillo: entrenar por ósmosis ……………………… 179 la copa del mundo Pisar la luna. El gran campeonato …………………………. 187 antología de frases El fútbol y su filosofía .……………………………………. 211 Spain is different …………………………………………… 212 Sobre los veletas ……………………………………………. 214 Grandes machadas …………………………………………. 214 Rajadas célebres …………………………………………….. 216 Al dictado de la euforia …………………………………… 218 Intelectuales a favor y en contra …………………………… 219 El eterno debate …………………………………………….. 220 La figura del leñero ……………………………………….. 221 Gazapos históricos …………………………………………. 222 Por demarcaciones …………………………………………. 224 Metáforas del balón ……………………………………….. 225 Los árbitros ………………………………………………… 226 Los periodistas ……………………………………………. 227 apéndice Grandes barbaridades de la prensa deportiva ……………… 229 Agradecimientos …………………………………………… 255

8


Prólogo

Casi todas las grandes frases que recuerdo en la historia del

fútbol están vinculadas a la figura de algún entrenador. Así se puede comprobar en este libro, que no es solo una recopilación de sentencias trascendentes o divertidas, sino, por encima de todo, un repaso a algunas de las grandes figuras de este deporte, empezando por los banquillos. A partir de esas frases memorables, grabadas en la memoria, Miguel Gutiérrez teje un relato de la vida y personalidad de sus protagonistas, su historia, sus circunstancias, sus éxitos y sus fracasos. Por las siguientes páginas desfilarán algunos personajes complejos. Se suele decir que si un político se dedica solo a la política, mal asunto, pues debe estar formado también en otros ámbitos. Con los entrenadores sucede lo mismo. Tener un perfil humanista y cierta cultura, sin caer en la pedantería, ayuda lo suyo en la gestión del grupo porque atrae a los jugadores. Así, en el vestuario, el liderazgo debe proceder de otras costumbres más allá de lo estrictamente deportivo. No todo consiste en trabajar con laboriosidad y tener conocimientos futbolísticos (aunque, por supuesto, también sea necesario). En mi etapa de jugador en el Real Madrid tuve como entrenador durante tres temporadas a Vujadin Boskov, autor de algunas de las frases más recordadas de las últimas décadas. La famosa «Fútbol es fútbol» es invención suya. También se le ocurrió aquello de que prefería perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol.1 A mí me marcó otra frase que utili1. El origen de esta declaración se remonta a agosto de 1980, cuando el Madrid sufrió una de las mayores goleadas de su historia (9-1), en un partido de pretemporada frente al Bayern, en el Olímpico de Múnich. Vicente del Bosque no jugó aquel partido.

9


f rases de f útbol

zaba a menudo, y con la que coincido por completo: «Como juega un mediocampo, así juega un equipo». Boskov era un apasionado de su trabajo. En aquella época, para explicar la táctica se utilizaban pizarras de las de toda la vida y sobre las que había que escribir con tiza. Aquello nos recordaba a los maestros que habíamos tenido en la escuela. Jamás olvidaré la imagen de Vujadin con los bolsillos y el traje manchados de tiza al final de muchas de sus charlas. Tal era el entusiasmo que mostraba por transmitirnos sus ideas. Recuerdo sus instrucciones cuando ordenaba algún marcaje individual. A Pérez García, por ejemplo, le tocó tratar de secar a Kevin Keegan en la Copa de Europa. A José Antonio Camacho —que al cabo de los años se convirtió en un entrenador igual de vehemente— le encargaba marcar a la estrella del rival de turno. En ambos casos, Boskov siempre les dejaba muy claro lo que debían hacer: «Si tu hombre se va al váter, tú tiras de la cadena». Estos detalles pasan desapercibidos de puertas afuera, y aún más en el fútbol actual, en el que a los periodistas apenas se les permite presenciar los entrenamientos. Hoy casi ningún técnico es valorado por su trabajo en el día a día, por los métodos que aplica en el mismo, por la labor que desarrolla… Hoy mandan la inmediatez, los resultados… y las palabras ante los micrófonos. Solo ahí el entrenador puede justificarse, explicarse. Sé que a veces es difícil, que la tensión de una temporada en ocasiones es casi insoportable, pero creo que a la hora de hablar, de afrontar el micrófono, los entrenadores tenemos una pequeña obligación: defender la imagen del fútbol en lugar de dañarla. Comprendo que la exigencia es máxima, que no se trata de ser cursi y que esto consiste en ganar partidos, pero también que debemos ser generosos con un deporte que nos lo ha dado todo.

Vicente del Bosque

10


Nota del autor (2021)

A finales de 2020, ese año inolvidable para nuestra civiliza-

ción, un joven periodista me hizo llegar un cálido mensaje para interesarse por la publicación de mi nuevo libro, Saber y empatar. Me dijo que estaba deseando comprarlo —lo cual, desde mi punto de vista, es aún mejor que estar deseando leerlo— y, en el colmo de la amabilidad, añadió: «El primer libro de fútbol que recuerdo haber leído de pequeño fue Frases de fútbol y fue top. Abrazo». ¿Cómo unas palabras tan generosas pueden hacerle a uno tanto daño? Sí, han pasado ya diez años desde la publicación de aquel Frases de fútbol, que no es exactamente el mismo Frases de fútbol que están leyendo —y espero que hayan comprado— en este momento. Para celebrar esa fecha redonda, Editorial Córner me ha dado la oportunidad de ampliar —y espero que mejorar— esa edición original con varios capítulos inéditos. He aprovechado para sumar a la galería de personajes dos que nunca debieron quedarse fuera: Alfredo di Stéfano y Luis Aragonés. También he aprovechado para recopilar, a modo de apéndice, algunas de las mayores barbaridades con las que me he encontrado durante estos años en la prensa deportiva, que imagino que gustarán especialmente a los asiduos a La Libreta de Van Gaal. Y, por supuesto, lo primero que habrán notado, tenemos portada nueva, obra del gran Lawerta. Ya metido en faena, he aprovechado para hacer algunas correcciones. Cosas menores. Los holandeses, por ejemplo, ahora son neerlandeses. En estos diez años nos han dejado tres de los mejores futbolistas de todos los tiempos: el mencionado Di 11


f rases de f útbol

Stéfano, Johan Cruyff y Diego Armando Maradona, por lo que también he creído oportuno introducir algunas leves actualizaciones, sobre todo de tiempos verbales. Cuando comencé a escribir Frases de fútbol, a mediados de 2010, la España de nuestro prologuista de lujo, Vicente del Bosque, acababa de ganar el Mundial. El Real Madrid, el equipo de las nueve copas de Europa, había contratado a José Mourinho con la esperanza de que funcionara como antídoto del Barça de Pep Guardiola y Leo Messi. Muchos aseguraban que el fichaje de Cristiano Ronaldo había sido un despilfarro. El Deportivo de La Coruña ya no pisaba la zona europea, pero disfrutaba de una tranquila estancia en Primera División que duraba ya dos décadas. El entrenador del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, avisaba a la afición para que disfrutara de la Europa League ganada ante el Fulham, pues seguramente pasarían muchísimos años hasta volver a saborear algo parecido. Diez años dan para mucho, pero ninguna de estas cosas me hace sentir tan viejo como el mensaje de aquel joven periodista. Espero, al menos, que haya comprado también este libro.

12


Nota del autor (2011)

El fútbol, como el cine, también tiene sus grandes frases, con

el mérito de que, tras ellas, no se esconde ningún guionista, sino un delantero eufórico, un entrenador indignado o un presidente furioso. En este libro nos hemos propuesto recuperar algunas de las citas más recordadas sin olvidar el origen: quién las pronunció, cuándo, dónde y por qué. Como sucede con la distribución mundial de la riqueza, muchas de las grandes frases de este deporte hay que buscarlas en un reducido abanico de hombres, desde los tiempos de Helenio Herrera a los de José Mourinho, pasando por Bill Shankly, Jorge Valdano o Javier Clemente. Varias decenas más han sido agrupadas en una antología final. Algunas son chispazos de genialidad, brillantes aforismos. Otras no dejan en muy buen lugar a su autor: son autorretratos involuntarios. Muchas fueron detonantes de disputas que dejaron huella. Como buen reflejo de cuanto nos rodea, las hay inteligentes, divertidas, ácidas, groseras o directamente impresentables. Todas, en definitiva, sirven para explicar o matizar algún capítulo, siquiera breve, de la historia de este deporte.

13


jugadores


Diego Armando Maradona

La pelota no se mancha «Aquellos que dicen que no merezco nada, que todo me vino fácil, pueden besarme el culo.»

Diego Armando Maradona fue posiblemente el ciudadano

más universal que parió Argentina. Más que Carlos Gardel, que vino al mundo en Francia, o que Jorge Luis Borges, al que dejaremos fuera de concurso por su declarada antipatía hacia el fútbol.1 El honor solo se lo puede discutir otro futbolista, Leo Messi, cuyos goles llegan en cuestión de segundos al último rincón del planeta gracias a una tecnología que, en tiempos de Maradona, era pura ciencia ficción. Sin embargo, si Messi puede hacerle sombra a escala mundial, a orillas del Río de la Plata las jerarquías permanecen intactas, aun tras la muerte del Diego. En Argentina, Maradona es un dios. O mejor dicho: Maradona es Dios. «Crecí en un barrio privado… privado de luz, de agua, de teléfono…», bromeaba el evocar su infancia. Ese barrio tan exclusivo se llama Villa Fiorito y pertenece a la provincia de Buenos Aires, muy cerca de la capital: «Si se podía comer, se comía y si no, no». Maradona fue un tobogán vital. Un niño pobre que se convirtió en millonario ídolo de masas a mayor velocidad de la que fue capaz de soportar. «De un golpe salí de Fiorito y fui a parar a la cima del universo. Allí me las tuve que arreglar yo solo.» Durante muchos años, armado con su pie izquierdo y la ca1. Borges escribió, entre otras cosas, que «el fútbol es popular porque la estupidez es popular».

17


f rases de f útbol

miseta albiceleste, Maradona se convirtió en depositario de los sueños, miedos y pasiones de millones de argentinos que aún hoy le idolatran, con el riesgo que conlleva. «La gente tiene que entender que Maradona no es una máquina de dar felicidad», avisó aún de joven, al recibir las primeras críticas. Pero en eso justamente lo iban a acabar convirtiendo. Maradona no fue una divinidad al uso. Al contrario, fue un dios fieramente humano. «Es un ángel y se le ven las alas heridas», le retrata Andrés Calamaro en la canción que le dedicó.2 Como casi todos los genios, Maradona aprendió a jugar en la calle, en el descampado, eso que los argentinos denominan «potrero». Su habilidad casi sobrehumana para domar la pelota era una mezcla de talento innato y esfuerzo. Maradona tenía un don, pero también encerraba una obsesión, la de ser el mejor, que acabó por elevarle aún más sobre el resto. Él, sin darse cuenta, lo resumió durante una conversación con César Luis Menotti, que entonces era su entrenador y el de Bernd Schuster en el FC Barcelona: «Sé que Bernd tiene cosas que yo no tengo, aunque yo las aprenderé; pero las que tengo yo, él no las va a poder aprender», le dijo al Flaco. De Los Cebollitas a la albiceleste

Maradona era feliz con el balón en el pie. «Jugar me da una paz única. A mí dame una pelota y me divierto y protesto. Eso hacíamos en Fiorito y eso mismo hice siempre, aunque estuviera jugando ante 100.000 personas en Wembley o Mara­caná.» De este amor por la pelota daba fe su descubridor, Francis Cornejo, que le dio la alternativa en Los Cebollitas, el equipo infantil de Argentinos Juniors: «Ya puede estar en una fiesta de gala con un traje blanco, que si ve venir una pelota embarrada, la para con el pecho». Cuando le vio jugar por primera vez, Cornejo exclamó: «Este es otro Pelé». En sus memorias,3 Maradona recordó con nitidez el mo­ 2. El tema Maradona es el corte número 10 —¿cuál si no?— del álbum Honestidad brutal (1999). 3. Yo soy el Diego, autobiografía que contiene algunas de las citas de este capítulo.

18


m i g u el g u ti ér r ez

mento en que recibió su primera pelota: «Fue el regalo más lindo que me hicieron en mi vida. Era una Número Uno4 de cuero. Yo tenía tres años y dormí abrazándola toda la noche». De aquella época procede también el apelativo de Pelusa: «Es el apodo que más va conmigo porque me devuelve a la infancia. Me acuerdo cuando jugábamos solamente por la Coca [Cola] y el sándwich. Eso era más puro». Unos años más tarde, un Maradona preadolescente, aún en blanco y negro, realiza sus primeras declaraciones a una televisión. El vídeo ha sido emitido miles de veces. En él, confiesa sus dos grandes metas, que en realidad es solo una: «Mi primer sueño es jugar el Mundial. Y el segundo, salir campeón en el Mundial». En apenas tres años, Maradona pasó de jugar con Los Cebollitas a debutar como profesional. «A la edad de los cuentos escucha ovaciones», tituló un diario argentino aquel día. Fue el 20 de octubre de 1976, en un Argentinos Ju­niors-Talleres. Su entrenador, Juan Carlos Montes, le ordenó antes de salir: «Vaya, Diego, juegue como usted sabe. Y, si puede, tire un caño». Y así lo hizo. Juan Domingo Patricio Cabrera se llamaba la primera víctima profesional. Al contrario que su fútbol imprevisible, la carrera de Maradona no conocía la pausa. Tras solo once partidos en Primera, el seleccionador, César Luis Menotti, le hizo debutar. Argentina iba a acoger el Mundial 78 solo unos meses más tarde, así que Maradona se hizo ilusiones. Cualquier jugador con una mínima ambición se las hubiera hecho. ¿Cómo no le iba a pasar lo mismo a él? Sin embargo, Menotti le dejó fuera: «Fue la desilusión más grande de mi vida, lo que me marcó para siempre, lo que me definió. […] Ahí empecé a darme cuenta de que la bronca era como un combustible para mí.» «Lloré mucho. Ni siquiera cuando pasó lo del doping en el 94 lloré tanto. Yo las siento hoy como dos injusticias. 4. Modelo de la pelota.

19


f rases de f útbol

Son distintas, pero injusticias las dos. A Menotti no le perdoné ni le voy a perdonar nunca. Sigo sintiendo que se le escapó la tortuga, pero nunca le odié.» En aquel Mundial 78, Argentina se proclamó por primera vez campeona del Mundo. Maradona tuvo que conformarse con ganar el Mundial juvenil, disputado en Japón un año más tarde. Después regresó a la absoluta y marcó su primer gol. Fue en el mítico Hampden Park de Glasgow, donde Argentina se impuso 1-3 a Escocia. Allí, según él, se siguió convenciendo de quién podía llegar a ser: «Yo sentía que podía ganarle al mundo». En 1981 pasó de Argentinos a Boca Juniors, pero su futuro inmediato estaba en España. Primero en el Mundial 82. Y luego, en el FC Barcelona. España 82 y el Barça

El Mundial de España 82, su primer asalto a la Copa del Mundo, acabó en fiasco. «Llegamos a España con la idea de que ya habíamos ganado la Copa. Solo que nos olvidamos de un detalle: para ganar, primero hay que jugar.» Argentina aterrizó en España como campeona del mundo, pero se marchó con más pena que gloria. A su paso por el Mundial de Naranjito, Maradona dejó, muy a su pesar, una imagen por encima del resto: el implacable marcaje al que le sometió Claudio Gentile, un durísimo central de la Juventus: «En Italia, muchos años después, Gentile me reconoció que jugó a no dejarme jugar: cada vez que intentaba recibir la pelota, me daba, tac, en los gemelos. Y yo ya no me podía dar vuelta. ¡Y no lo echaron! No fue culpa de Gentile, sino de los árbitros». Aún así, Maradona ya empezaba a hacerse un nombre lejos de Argentina. En pleno Mundial 82, Mario Vargas Llosa escribió en un artículo: «Ya nadie lo pone en duda: Maradona es el Pelé de los años ochenta. ¿Un gran jugador? Más que eso: una de esas deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas». Diego Armando Maradona se quedó en España tras ese Mundial. El FC Barcelona pagó por él algo más de 1.200 mi20


m i g u el g u ti ér r ez

llones de pesetas (unos siete millones y medio de euros), una auténtica locura en aquella época. «Barcelona es el mejor club del mundo pero un lugar horroroso. Nunca dejan que te olvides de que eres un sudamericano.» «Yo no conocía la idiosincrasia de los catalanes ni me imaginaba que me iba a encontrar con un tarado como el presidente José Luis Núñez. Se tiraba de cabeza para aparecer en las fotos. Cuando perdíamos, entraba llorando al vestuario para ofrecernos más plata, me hacía campañas de prensa en contra…» «Mi paso por Barcelona terminó siendo nefasto. Por la hepatitis, por la fractura, por la ciudad también, porque yo soy más… más Madrid, por la mala relación con Núñez y porque allí arranca mi relación con la droga.» Ni siquiera la llegada de Menotti al banquillo del Camp Nou en sustitución del alemán Udo Lattek reconfortó a Maradona, que en sus memorias culpa a los defensas españoles de su decepcionante paso por la Liga. Según Maradona, que además de padecer la guadaña de Gentile jugó siete años en Italia, los defensas españoles rozaban la delincuencia: «Los italianos sabían marcar, pero los defensas españoles te asesinaban». Y completaba la sentencia: «Los defensas italianos no eran como los españoles. En España te mataban a codazos y a patadas. A mí me pegaron hasta en la lengua, pero en Italia no, porque la televisión los mandaba en cana a todos y porque se entrenaban para marcar». Maradona no se refería solo a los defensas rivales, como Andoni Goikoetxea,5 sino incluso a sus propios compañeros: «En los entrenamientos te pegaban patadas en la boca. Ellos corrían y yo tocaba». 5. El incidente entre Goikoetxea y Maradona se narrará más adelante, en el capítulo dedicado a Javier Clemente.

21


f rases de f útbol Rey de Nápoles

Así, Maradona abandonó Barcelona y recaló en el Nápoles, un club del que no sabía nada. «Para mí Nápoles era algo italiano como la pizza y nada más», recuerda. «Me dieron el historial del club cuando ya había firmado contrato. Ahí me enteré de que en las últimas tres campañas había estado pe­lean­do el descenso.» El 5 de junio de 1984, 80.000 napolitanos acudieron al estadio de San Paolo para darle la bienvenida: «Les dije lo que me habían enseñado: Buona sera, napolitani. Sono molto felice di essere con voi. Y revoleé la pelota a la tribuna». Maradona dio al presidente, Corrado Ferlaino, la receta para armar un buen equipo: «Compre a tres o cuatro jugadores y venda a los que la gente silba. Cuando yo le doy la pelota a uno y lo silban… chau. Y si no, piense en venderme a mí, porque yo así no me quedo». De este modo, al Nápoles fueron llegando jugadores como Giordano, Careca, Alemão, Carne­vale… Este último recuerda: «Las pocas veces que Diego venía a entrenar era muy divertido». En la era maradoniana, el Nápoles conquistó dos scudettos (1987 y 1990) y una Copa de la UEFA (1989). Tras una larga noche de celebración por la conquista de la Liga, el cementerio amaneció con una gloriosa pintada: «No sabéis lo que os habéis perdido». Con casi un millón de habitantes, Nápoles era y es la ciudad más poblada del sur de Italia, en permanente desequilibrio con el próspero norte. Para aquel Nápoles, que antes del advenimiento maradoniano solo había conquistado dos Copas de Italia en sesenta años de historia, mirar cara a cara a Inter, Milan, Juve o Verona6 tenía un significado especial. Maradona no pudo olvidar su primer partido en la Serie A: «Debutamos de visitantes contra el Verona y nos recibieron con una pancarta que me hizo entender de golpe que nuestra batalla no era solo futbolística: Bienvenidos a Italia». 6. Desaparecido de la escena en las últimas décadas, el Verona se proclamó campeón del scudetto en la temporada 1984/85, precisamente la primera de Maradona en Italia.

22


m i g u el g u ti ér r ez

«Di a Nápoles cosas que ellos no tenían; cosas futbolísticas como tacos, gambetas y títulos, pero también, y más que nada, orgullo», recordaba Maradona. Algo muy similar a lo que hizo para millones de argentinos en aquel verano inolvidable de 1986 en México. La mano de Dios

«Muchachos: lleven un traje y una sábana blanca. Si ganamos volvemos de traje, si perdemos nos vamos a Arabia», anunció Carlos Bilardo antes de hacer las maletas rumbo al Mundial de México 86. La sábana no hizo falta. Maradona se convirtió en leyenda y condujo a Argentina a su segundo título al derrotar en la final a Alemania por 3-2. Sin embargo, el partido que iba a pasar a la historia no fue la final, ni la semifinal contra Bélgica, sino el cruce de cuartos contra Inglaterra. Solo habían transcurrido cuatro años desde la guerra de las Malvinas,7 y para los jugadores argentinos, como para los terroni napolitanos que aguantaban insultos y humillaciones en los campos del norte, ganar a Inglaterra representaba mu­cho más que meter la cabeza en semifinales. «Antes del partido decíamos que el fútbol no tenía nada que ver con la guerra de las Malvinas. Sabíamos que habían muerto muchos pibes argentinos allá, que nos habían matado como pajaritos y esto era una revancha, era recuperar algo de las Malvinas. No ha­cía­ mos otra cosa que pensar en eso. ¡Un carajo que iba a ser un partido más!» Argentina venció por 2-1, con dos goles de Maradona, cada cual más legendario. El diario Crónica, de Buenos Aires, tituló: «Malvinas 2-Inglaterra 1. Derrotamos a los piratas ingleses con Maradona y una manita. Quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón». El primero de esos goles es la trampa más célebre de la historia. Cuando los periodistas se acercaron a preguntarle cómo 7. Conflicto armado librado en 1982 entre Argentina y el Reino Unido por la soberanía de un archipiélago del Atlántico Sur. Al cabo de dos meses y medio de lucha, y tras cientos de bajas, Argentina presentó su rendición.

23


f rases de f útbol

lo había marcado, si con la mano o con la cabeza, Maradona respondió: «Yo no la toqué, fue la mano de Dios». A los seis minutos del segundo tiempo, con empate a cero, Maradona combina con Valdano y avanza hacia el área esperando que este le devuelva la pared. Valdano controla mal, pero tiene suerte porque Hodge despeja hacia su propia área. Allí está el portero Peter Shilton… y también Maradona. Ambos saltan a por la pelota y, para sorpresa de todos, acaba rematando Maradona, que mide veinte centímetros menos y, a diferencia de Shilton, no puede usar los brazos. O eso se suponía. «Nadie se dio cuenta en el momento. Me tiré con todo, ni yo sé cómo hice para saltar tanto. Metí el puño izquierdo y la cabeza detrás del arquero Shilton, que ni se enteró. El defensa Fenwick, que venía detrás, empezó a pedir mano, no porque la hubiera visto, sino porque no entendía cómo podía haberle ganado el salto al arquero.» Quien sí lo vio, a juzgar por su reacción, fue Jorge Valdano: «Valdano me hacía así: schhh…, con el dedo en la boca, como si fuera una foto de una enfermera en un hospital». Maradona no ha vivido atormentado, precisamente, por la mano de Dios. «Fue un gol totalmente legítimo. El árbitro lo convalidó y yo no soy quién para dudar de la honestidad del árbitro», respondió con sorna a un periodista de la BBC. Otro reportero le preguntó si no hubiera sido más honesto reconocer la mano. «Dentro de poco dirán que tengo que pedir permiso para regatear a un defensa», replicó el 10. Cuando le recordaban la mano de Dios, a Maradona le venía siempre a la cabeza que, muchos años antes de aquello, le habían anulado un gol similar en un partido contra Vélez Sarsfield: «Aquel árbitro me aconsejó que no lo hiciera más; yo le agradecí, pero también le dije que no le podía prometer nada. No sé si él festejó el triunfo contra Inglaterra». La jugada de todos los tiempos

Nada más convertirse en «el balonmanista mejor pagado de la his­toria»,8 Maradona iba a redimir su pecado a los ojos del mun8. Expresión de Con Houlihan, columnista irlandés.

24


m i g u el g u ti ér r ez

do. Entre una jugada y otra solo pasaron tres minutos. Maradona recibe en su propio campo, mirando hacia su portería. Pisa la pelota y se gira. Cruza la divisoria, echa a correr con el balón pegado al pie, dribla a cuantos rivales le salen a su paso en cincuenta metros, incluido el portero Shilton, y acaba marcando a puerta vacía. Si su primer gol dividió a quienes veían en él a un pícaro simpático o a un tramposo despreciable, el segundo puso a todos de acuerdo: fue la obra de un genio del fútbol. No había otra interpretación posible. En todo caso, alguna exageración: «Si lo cuenta algún pariente mío, siempre aparece un inglés más». El seleccionador rival, sir Bobby Robson, se rindió al genio: «Está bien, el primero lo marcó con la mano, pero el segundo valió por dos». «Si no hubiera sido un partido importante para mí, habría aplaudido», admitió Gary Lineker. «El gol del siglo», como lo llamaron algunos, ha pasado a la historia en la voz de Víctor Hugo Morales.9 Dejamos constancia aquí de su relato emocionado, pero advertimos: este texto, negro sobre blanco en una fría hoja de papel y no en la garganta y en el corazón de su narrador original, no vale tanto: «Ahí la tiene Maradona; lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga. ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta… Goool. Goool. ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Mara­dona, en corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste? Para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina. Argentina, 2-Inglaterra, 0. Diegol. Diegol. Diego Armando Maradona. Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina, 2-In­gla­terra, 0.»

Cualquier argentino habría abrazado a Maradona en ese momento. Jorge Valdano, a solo unos metros, prefirió no hacerlo: «Era una obra demasiado personal», se excusó. El que sí corrió a abrazarle, pero no a felicitarle, fue Sergio Daniel Ba9. Periodista uruguayo que a los 20 años se trasladó a Argentina.

25


f rases de f útbol

tista: «Le dije: Sos un hijo de puta, porque me pareció que felicitarlo era demasiado poco para una obra de arte como esa». Héctor Negro Enrique, que había tenido el honor de hacer llegar la pelota a Maradona en la jugada del gol (recordemos: a sesenta metros de la meta rival y de espaldas), reclamó con ironía su cuota de protagonismo: «Mucho elogio para Ma­ra­dona pero, con el pase que le di, si no hacía gol era para matarlo». «Cuando vuelvo a ver el gol, me parece mentira haberlo lo­ grado», suspiraba Maradona. «Es el gol soñado. Yo en Fiorito soñaba con algún día hacer un gol así en la canchita con el Es­ tre­lla Roja10 y lo hice en un Mundial, para mi país y en una fi­ nal. Sí, una final, por todo lo que representaba para nosotros.» Y pese a todo, reconocía: «A veces siento que me gustó más el de la mano». Italia 90 y los italianos

Italia 90 fue el tercer Mundial de Maradona. Argentina, como vigente campeona, disputó el partido inaugural,11 un duelo aparentemente desnivelado contra Camerún. Contra todo pronóstico, Argentina perdió (1-0) aquel partido para alegría de los miles de italianos que poblaban las gradas del viejo estadio de San Siro. «El único placer de esta tarde fue descubrir que, gracias a mí, los italianos de Milán dejaron de ser racistas: hoy, por primera vez, apoyaron a los africanos.» Maradona tenía claro el problema de su selección: «Teníamos menos definición que los televisores de Villa Fio­rito». Tras la derrota, se dirigió al grupo: «Muchachos, hay dos soluciones: una, llegar a la final; dos, que se caiga el avión cuando volvamos para Argentina». No hubo que recurrir a la segunda opción, porque Argen­ tina volvió a llegar a la final. Pese a la derrota inicial, superó la fase de grupos. En el camino dejó a Brasil en octavos; a Yugos­ 10. Equipo infantil de Villa Fiorito. 11. Hasta el Mundial de 2002, correspondía al campeón vigente disputar el partido inaugural. Desde Alemania, en 2006, este honor recae siempre en el país anfitrión.

26


m i g u el g u ti ér r ez

lavia en cuartos y a Italia, la anfitriona, en semifinales. Este último duelo dio mucho que hablar: Italia y Argentina se vieron las caras en Nápoles, donde Maradona era Dios. «Me dis­gusta que ahora todos pidan a los napolitanos que sean italianos y que alienten a la selección», se lamentaba antes de la se­mifinal, recordando sin duda aquella pancarta de Bien­venidos a Italia. En las gradas de San Paolo, aquella noche, miles de napolitanos se volcaron con su ídolo y no con la Nazionale. La Gazzetta dello Sport tituló «Maradona es el diablo». En la final, Alemania Federal se tomó la revancha de la final de Mé­xico 86 y se impuso por 1-0 con un gol de penalti obra de Andreas Brehme; toda una metáfora de un torneo gris, aburrido y profundamente decepcionante. En los prolegómenos del partido, mientras se interpretaban los himnos nacionales y el argentino recibía una sonora pitada, una cámara se detuvo en Maradona, en cuyos labios se podía leer con absoluta nitidez su respuesta a todos aquellos que abucheaban los acordes ar­ gen­tinos: «Les dije bien clarito, para que me entendieran en cualquier idioma: Hi-jos-de-pu-ta, hi-jos-de-pu-ta… No lo grité. Se lo dije despacito, como si se lo estuviera diciendo a cada uno al oído». Maradona, que en cada adversidad creía adivinar un complot contra su persona, asegura en sus memorias que la victoria alemana estaba adjudicada de antemano por la FIFA: «Éramos carne de cañón. El partido fue una farsa. Habíamos eliminado a Italia, les habíamos arruinado el negocio de la final contra Ale­­ ma­nia y, para colmo, antes habíamos volteado a Brasil». La caída del ídolo

Pese a la derrota en la final, Italia 90 fue el último gran pico en la carrera de Maradona. Unos meses más tarde, en un discreto partido de liga contra el Bari, dio positivo por cocaína y fue sancionado durante quince meses. Regresó a Buenos Aires, donde el escándalo fue en aumento tras ser detenido en posesión de narcóticos. Las imágenes del ídolo mareado, entrando en el asiento trasero de un coche bajo los efectos de la droga, dieron la vuelta al mundo. 27


f rases de f útbol

Cuando fue puesto en libertad bajo fianza, la jueza le ordenó someterse a un tratamiento de rehabilitación. «He sido, soy y seré adicto a las drogas. Una persona que cae en las drogas tiene que luchar con eso todos los días.» «No soy el mejor ejemplo, pero tampoco tan malo como me pintan; lo que pasa es que tengo los huevos suficientes para contarle mi enfermedad a la gente.» «Al principio la droga te pone eufórico. Es como ganar un campeonato. Y pensás: mañana qué importa, si hoy gané el campeonato.» «Los gobiernos no hacen nada contra la droga porque les conviene tener adictos.» «Solo pido que me dejen vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser un ejemplo.» «Si Jesucristo se equivocó, ¿por qué no puedo equivocarme yo también?» Pese a tener contrato en vigor con el Nápoles, Maradona no regresó a Italia. Durante unos meses buscó acomodo en el Sevilla, entrenado por Bilardo. «Hoy por hoy no soy el número uno, sino el número 10.000», reconoció a su llegada. Disputó veintiséis partidos de la Liga 92/93. Marcó cuatro goles y el equipo obtuvo una discreta séptima plaza. En septiembre de 1993 regresó a Argentina y fichó por Newell’s Old Boys, con el que solo jugó cinco encuentros. Se acercaba el Mundial de Estados Unidos 94, el cuarto de su carrera futbolística… y también el último. El seleccionador, Alfio Coco Basile, le pidió que volviera a jugar con la albiceleste. Argentina estaba sufriendo horrores para meterse en el Mundial, incluida una humillante derrota 0-5 frente a Colombia en Buenos Aires. Maradona regresó en 28


m i g u el g u ti ér r ez

una eliminatoria de repesca contra Australia y se preparó a conciencia para la gran cita, como él mismo recordaba: «Jugaba por la mañana y por la tarde. Incluso cuando me iba a la cama con mi mujer entrenaba». Maradona disputó dos partidos del Mundial 94, con victorias ante Grecia y Nigeria. En este último le tocó pasar el control antidopaje, en el que se le detectaron cinco sustancias prohibidas. «Jugó, venció, meó, perdió», resumió el escritor Eduardo Galeano.12 Allí se acabó el Mundial para él y para Argentina, que cayó derrotada en el último partido de la fase de grupos, ante Bulgaria, y en octavos de final, ante Rumanía. Maradona, que fue suspendido por otros quince meses, nunca lo aceptó: «La FIFA me cortó las piernas justo cuando tuve la oportunidad de demostrar a mis hijas que podría jugar con chicos de veinte años». Según ha denunciado repetidamente, su positivo fue poco menos que una conspiración en la que todo el mundo se alineó frente a él: «En Estados Unidos tenía en contra hasta a O.J. Simpson».13 La rivalidad con Pelé

Maradona regresó a Boca Juniors, donde jugó entre 1995 y 1997. Allí cerró una carrera que, según muchos, le convirtió en el mejor futbolista de la historia. En 2002, la FIFA organizó una votación popular para designar al mejor jugador del si­glo xx. Los aficionados, a través de Internet, eligieron a Maradona con una amplia diferencia sobre el segundo, Pelé (53% frente a 18%). Sin embargo, la FIFA organizó una segunda votación, esta vez de forma interna entre sus miembros. Y ganó Pelé (72%), por delante de Di Stéfano (9%) y Maradona (6%). Fi­nal­ mente, la FIFA decidió que Maradona y Pelé compartieran el 12. En su aclamado libro El fútbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores (1995). 13. Exjugador de fútbol americano y actor estadounidense que adquirió fama mundial al ser juzgado por el asesinato de su exmujer y un amigo de esta, también exjugador. Fue absuelto en el juicio penal y condenado por lo civil.

29


f rases de f útbol

premio, algo que Maradona tampoco llegó a aceptar y que acentuó su rivalidad con Pelé, con el que mantuvo fuertes guerras dialécticas que llegaron incluso al terreno personal: «Pelé debutó con un pibe»,14 declaró una vez Mara­dona. «Pelé a veces quiere cagar más alto que el culo», dijo en otra ocasión. Maradona, para empezar, ponía en entredicho los famosos registros goleadores de Pelé —«Si me contaran los goles que hice con los Cebollitas, tengo más que él»— y recordaba que el llamado O Rei nunca quiso probar suerte al otro lado del Atlántico: «A mí se me juzga por los doce años que jugué en Europa, algo que Pelé no hizo. Seamos serios, no me comparéis más con él». Pelé no se limitó a encajar los palos. Al contrario, juzgó en numerosas ocasiones a Maradona por su estilo de vida y su afición por las drogas: «Maradona es un ejemplo negativo. Fue un excelente jugador, pero por desgracia, todo el mundo puede ver lo que hizo con su vida». «A Pelé ya le gané. Ahora, que vuelva al museo», se defendió Maradona de las críticas del brasileño en pleno Mundial de Sudáfrica 2010.15 «Maradona era un gran jugador», dijo Pelé en otra ocasión, «pero no pateaba bien con la derecha y no hacía gol de cabeza. El único gol de cabeza importante que marcó fue con la mano». Otra gran leyenda del fútbol, sir Stanley Matthews, se mostró de acuerdo: «Maradona es el mejor jugador de un solo pie desde Puskas». Otro sir, Alf Ramsey, coincidía con Pelé en reprobar la picaresca maradoniana, pero no tenía más remedio que rendirse a su talento puro: «Pelé lo tenía casi todo. Maradona lo tiene todo: trabaja más duro, hace más y tiene más talento. El problema es que será recordado por otra razón: que se salta las normas». 14. En este contexto, «debutar» significa perder la virginidad. A Maradona se le reprochaba una conducta homófoba, algo que él negaba de forma peculiar: «¿Yo en contra de los homosexuales? Para nada. Es mejor que existan porque así dejan más mujeres libres para los que somos de verdad machos». 15. Maradona, ya como seleccionador argentino, había criticado la capacidad de Sudáfrica para organizar un Mundial, opinión que Pelé rebatió públicamente.

30


m i g u el g u ti ér r ez

«Para mí, Maradona era el futbolista perfecto», dijo en 1998 Glenn Hoddle, entonces seleccionador de Inglaterra, que doce años antes se había enfrentado a él en el histórico partido de cuartos de final del Mundial de México: «Pelé fue un mejor jugador del equipo, pero creo que Maradona fue mejor que cualquiera que haya jugado al fútbol en este planeta». Algo similar piensa Gianfranco Zola, el hombre que cargó —y de maravilla— con la losa de heredar el 10 de Maradona en el Nápoles: «En partidos y entrenamientos le vi hacer cosas que nunca hubiera soñado. Hay muchos que pueden marcar, pasar, dar asistencias… pero la forma en que hacía las tres cosas era única. La gente habla sobre Pelé, pero a Pelé nunca le he visto hacer las cosas que hacía Maradona». «Maradona es el mejor jugador al que me he enfrentado. El balón le pertenecía. Siempre luchaba también por su equipo, dentro y fuera del campo», opinaba Lotthar Matthäus, quien no jugó contra Pelé pero se enfrentó a Maradona en dos finales de la Copa del Mundo y le sufrió como rival en el calcio. Rebelde sin causa

Maradona no rehuía la confrontación. Ninguna. «Si tuviera que hablar de todos los personajes con los que me he peleado, necesitaría una enciclopedia de esas que venden por fascículos.» Como buen rebelde, tuvo a gala haber mantenido mil y un pulsos con el poder. «Yo no me callaba nada. Si estaba seguro de lo que sentía, lo decía. ¿Y qué? ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Porque había salido de Fiorito? ¡Las pelotas!» No hay dirigente deportivo que se haya cruzado en su camino y no saliera salpicado: «El fútbol debería ser gestionado por los futbolistas; los dirigentes solo desean robar el dinero de los clubes y salir en la foto». «Joao Havelange16 jugó al waterpolo; así que no puede hablar de fútbol.»

16. Presidente de la FIFA entre 1974 y 1998.

31


f rases de f útbol

«Joseph Blatter17 me quiere como un hijo. Sí…, como un hijo de puta.» «Todos sabemos cómo son los franceses y Platini,18 como fran­cés, cree que lo sabe todo.» «Los dirigentes de Boca son más falsos que un dólar celeste.» «Los directores de River son como sus jugadores, lo único que saben hacer es rasguñar.» «Bilardo es poco hombre.» Sus dardos trascendían la esfera futbolística y podían al­can­ zar al presidente de Argentina, al de Estados Unidos o al mismísimo Papa: «Si veo a Duhalde19 en el desierto, le tiro una an­choa.» «Bush es un asesino; prefiero a Fidel Castro. No se asombren de Bin Laden. A ese lo inventaron los yanquis para combatir a los rusos.» «Creo en Hugo Chávez, soy chavista. Todo lo que hagan él y Fidel para mí es lo mejor.» «Por esta cosa de seguir vivo solo puedo dar las gracias a dos barbas: Dios y Fidel.» «Me peleé con el Papa20 porque fui al Vaticano y vi los techos de oro. Y después escuché al Papa decir que la Iglesia se preocupaba por los chicos pobres. Pero ¡vendé el techo, fiera, hacé algo!» 17. Presidente de la FIFA desde 1998. 18. Presidente de la UEFA desde 2007. 19. Presidente de Argentina entre 2002 y 2003. 20. Se refiere a Juan Pablo II, cuyo pontificado se extendió entre 1978 y 2005.

32


m i g u el g u ti ér r ez Lágrimas en La Bombonera

En su homenaje, celebrado a finales de 2001 en La Bombonera, Maradona dejó una de sus citas más célebres. Habían pasado cuatro años desde su último partido oficial y fue despedido a lo grande en la mítica cancha de Boca ante una constelación de estrellas mundiales. Desde el centro del campo, se dirigió a los miles de devotos que abarrotaban las coquetas gradas del mítico estadio de Boca: «El fútbol es el deporte más sano y más lindo del mundo, que nadie tenga la menor duda. Porque se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha». Tras su muerte, el 25 de noviembre de 2020, con sesenta años recién cumplidos, muchos aficionados recuperaron una frase escrita en una pancarta,21 precisamente en La Bombonera, que se fue abriendo paso en las redes sociales como despedida al ídolo desligado de la persona: «No me importa lo que hiciste con tu vida; me importa lo que hiciste con la nuestra».22

21. Algunas personas atribuyen erróneamente la frase a Gabriel Humberto Calderón, que también la usó tras morir su compañero. 22. La frase recuerda a la célebre respuesta que dio Julio Cortázar cuando le preguntaron por otro de los grandes iconos argentinos: «No tiene importancia lo que yo piense de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí».

33


© 2011, 2021, Miguel Gutiérrez Primera edición en este formato: octubre de 2021 Primera edición: © 2011, Roca Editorial de Libros S.L. © de esta edición: 2021, Roca Editorial de Libros, S.L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com ISBN: 978-84-122885-2-0

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.