Los ricos de Franco

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Los ricos de Franco Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia

Mariano Sรกnchez Soler


LOS RICOS DE FRANCO. GRANDES MAGNATES DE LA DICTADURA, ALTOS FINANCIEROS DE LA DEMOCRACIA

Mariano Sánchez Soler

«Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos.» Francisco Franco, 21 de agosto de 1942 Las grandes fortunas amasadas durante el franquismo, en los círculos próximos a la familia directa del general, han mantenido su impronta durante la democracia. Hoy los March, los Fierro, Koplowitz, Coca, Banús, Aguirre, Carceller, etc., continúan entre las familias más ricas de España. En cuanto soplaron los vientos de la democracia, la mayoría no dudó en desmarcarse de la dictadura para proseguir sus negocios. Este libro habla de su auténtica historia, del modo en que amasaron sus fortunas, de la verdad que ocultan en sus biografías oficiales. Hoy, muchos de los descendientes de aquellos gerifaltes tienen un papel dirigente en nuestra sociedad. Desde banqueros y empresarios: Alberto Cortina, Juan Abelló, Alberto Alcocer, los Oriol… hasta llegar a políticos de la derecha española: Rodrigo Rato, José María Aznar, Martín Villa y muchos más. ACERCA DEL AUTOR Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954) ha ejercido el periodismo desde 1979 y ha desarrollado una intensa labor como novelista, poeta y ensayista. Experto en justicia e interior, durante una década dirigió el equipo de investigación del semanario Tiempo y colaboró con El Periódico de Catalunya, Interviú y El Temps. De sus novelas negras, Nuestra propia sangre obtuvo el Premio Francisco García Pavón 2009 y El asesinato de los marqueses de Urbina, el Premio L’H Confidencial 2013. Como estudioso del género, su ensayo Anatomía del crimen logró el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2012. Investigador de la Transición, ha publicado Ricos por la patria (2001), Premio de Literatura de No Ficción Rodolfo Walsh, Los Franco, S.A. (2003) y La transición sangrienta (2010). En 2019 publicó La familia Franco S.A., cosechando de nuevo grandes críticas de los medios nacionales. En la actualidad se dedica a la creación literaria y a la docencia e imparte cursos sobre novela negra en la Universidad de Alicante, donde organiza el encuentro literario Mayo Negro desde 2005. ACERCA DE SU OBRA ANTERIOR, LA FAMILIA FRANCO S.A. «Me ha gustado mucho […]. Gracias al autor por la actualización del historial económico de esta familia que, cuarenta años después, sigue campando a sus anchas con el beneplácito de la monarquía y los diferentes gobiernos democráticos de este país.»

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Índice

introducción La forja de una oligarquía .............................................................. 13

Una simulación para conservar el poder ................................ 15 I. El golpe del 18 de julio, la inversión más arriesgada ............. 23 El gran tiburón del Mediterráneo .......................................... 28 El asesinato de Rafael Garau .................................................. 30 La trama financiera del alzamiento militar ............................ 33 Kleintwort Bank paga el golpe ............................................... 39 Avalista y conseguidor ........................................................... 45 El financiero que mueve los hilos ........................................... 49 La guerra como fuente de beneficios ...................................... 52 El caso Barcelona Traction ..................................................... 56 Los March en la corte de El Pardo .......................................... 58 Desde la cima financiera ......................................................... 60 II. «Por la espada de un caudillo». Los banqueros con Franco ........................................................................ 62 Contra la República ................................................................ 64 Pablo de Garnica Echevarría, el banquero de Burgos ............ 71 La banca «nacional» de la Guerra Civil .................................. 73 La gran victoria de los banqueros ........................................... 76 Los Oriol y la oligarquía de las eléctricas ............................... 79 III. Los Martínez, la corte de El Pardo y el Banco de Madrid ......................................................... 84 El emprendedor Castell funda un banco ................................ 86 «Los Martínez lo invaden todo.» ........................................... 89 El «mago» Sanchiz y el Grupo Quintana .............................. 91 Sobresueldos en palacio .......................................................... 94 Felipe Polo y las cuentas del Generalísimo ............................ 96


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Detalle de los ingresos de Franco según el documento firmado por su secretario Felipe Polo ............................................... 98 La saga de los Martínez-Bordiú ............................................. 99 IV. La importancia del apellido Franco ................................. 100 Un aire de familia ................................................................. 101 Nicolás Franco, traficante de influencias .............................. 104 El caso Reace y el poder del Régimen ................................... 111 El sobrino del Caudillo ......................................................... 114 Pilar Franco y el honor del apellido ...................................... 118 V. Ramón Serrano Suñer y el primer franquismo ................... 122 Las compañías del Cuñadísimo ............................................ 127 El hombre del Eje .................................................................. 129 Fascismo católico contra el comunismo y la masonería ...... 131 La caída ................................................................................. 133 El Nuevo Orden: Autarquía, Escasez, Estraperlo ................ 135 Manuel Arburúa, paladín autárquico .................................. 139 VI. Al paso «lucrativo» de la paz ........................................... 143 Los zarpazos del León de Fuengirola .................................... 148 Aquellos jóvenes falangistas de clase media ........................ 153 En la primera línea del mundo empresarial ......................... 158 Pedro Gamero del Castillo, falangista banquero ................. 163 El hombre de las cooperativas .............................................. 165 El caso Uteco ......................................................................... 168 Primer enfrentamiento de falangistas contra tecnócratas ... 172 VII. «Carceller, hay que saber tocar a Wagner con un peine.» ... 175 El negociador implacable ...................................................... 178 El oro del ministro ................................................................ 179 Los Carceller evitan la cárcel ................................................ 182 VIII. Magnates ejemplares del capitalismo nacional ............ 184 José Banús, el Onassis hispánico .......................................... 187 José Meliá, emperador del «Sol y Playa» ............................. 194 Cómo construir un «edificio especial» sobre el mar ............ 196 El cómodo naufragio del naviero Aznar .............................. 203 Ernesto Koplowitz, en el origen de Construcciones y Contratas ...................................................................... 207 Sofico, Jesús Gil y otros delitos-masa .................................. 210 Eduardo Barreiros, el Henry Ford español .......................... 216 IX. Los Fierro y la ruleta de la fortuna ................................... 222 En tiempos de guerra .......................................................... 224


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La solidez de un imperio ..................................................... 226 La tercera generación hace su apuesta ............................... 229 X. El conde de Fenosa y otros nobles por la gracia de Franco ........ 231 De Meirás a Cornide, del pazo al palacio ...................................... 233 Astano, «el atraso de sus com­­pa­triotas» y la condesa ............... 236 Los aristócratas cinegéticos ....................................................... 242 Títulos nobi­liarios para los héroes de la cruzada y de la industria .................................................................... 248 Los Franco y otros «grandes de España» .................................. 253 XI. Resplandor y caída de Ignacio Coca ................................... 256 De prestamista en burro a «banquero azul» .......................... 258 «Sentados sobre un montón de mierda.» ............................... 261 Descenso final .......................................................................... 264 XII. La era de la tecnocracia: López de Letona y los ministros del Opus Dei ................................................................................ 267 La agenda Rivara: los clientes españoles de la Banca Suiza ..... 269 El Plan de Estabilización y los Polos de desarrollo ................... 271 «Entre los tuyos»: el equipo de López Rodó ............................. 274 El centro neurálgico del poder ................................................... 275 El caso Matesa ............................................................................ 279 Gris tecnocrático sobre azul falangista ..................................... 287 Preparado para el día después .................................................... 289 XIII. Aguirre Gonzalo, el banquero que no quiso ser ministro ... 293 El hombre de Agromán ........................................................... 294 «Con Franco, yo era la oposición de la derecha.» ................ 298 El retorno de Gómez Acebo .................................................... 302 El jefe del «Club de los Siete» ................................................. 305 XIV. La gran puerta giratoria de la dictadura ........................... 310 Los ministros banqueros ........................................................... 313 Un cómodo destino en la banca oficial ..................................... 316 Políticos franquistas en las 50 empresas más importantes de España el año que murió el dictador .............................. 317 XV. Los vencedores del 20 de noviembre .................................... 322 La Transición: borrón y cuenta nueva ...................................... 327 Las «familias» del régimen se reparten el poder ...................... 330 Ejecutivos de empresa en el primer gobierno democrático ..... 332 Sus señorías y las altas finanzas ................................................ 335


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a modo de conclusión El relevo de una estirpe ................................................................ 339

Los últimos descendientes ....................................................... 344 Galeria de personajes. Cien nombres propios de la oligarquía político-empresarial franquista .......................................... 351 Todos los procuradores en Cortes designados por Franco ... 359 Cronología básica 1931-2000 ................................................. 401 Fuentes y Bibliografía ............................................................. 409 Índice onomástico .................................................................. 415


Españoles, noble pueblo de esta Castilla corazón de España, tierra de hidalgos… Nuestro gobierno será un gobierno de autoridad, un gobierno para el pueblo. Se equivocan quienes creen que hemos venido a mantener los privilegios del capitalismo.

Francisco Franco, Burgos, 1 de octubre de 1936 Nuestra cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos.

Francisco Franco, Lugo, 21 de agosto de 1942


introducción La forja de una oligarquía

L a historia de España durante el siglo xx es también la historia

de un enriquecimiento perpetrado en condiciones excepcionales. Los grandes nombres, los poderosos personajes que unieron su fortuna y su destino a la suerte del franquismo, desde el entorno familiar del general Franco y en la cima política de su régimen, supieron adaptarse al sistema democrático, mientras una nueva generación se preparaba para el relevo. El tránsito de la dictadura 13 a la democracia consistió para ellos en que se cumpliera, con el menor desgaste posible, el axioma lampedusiano: «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie».1 Desde la Guerra Civil, acabaron conformando entre todos una clase social «franquista» que ha perdurado en el tiempo. Son las «familias» (conjunto de individuos que tiene una condición común) de un régimen político poblado por empresarios de fortuna, falangistas de clase media, funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, nobles industriosos, altos cargos a la búsqueda de multinacionales, ministros cinegéticos, procuradores en el sentido más literal de la palabra… Familias unidas a la llamada del «dinero», para enriquecerse a partir de 1959 con la llegada del Desarrollo. Capitalismo salvaje, bancos, altas finanzas… El régimen del general Franco estuvo al servicio de esta clase social; protegió la iniciativa privada en un momento de extraordinario crecimiento económico, mientras se desencadenaba el éxodo rural y, tras una larga posguerra autárquica, entraban en España las primeras divisas generadas por el turismo, por las remesas de 1. Giuseppe Tomasi de Lampedusa. El Gatopardo. Cátedra, Madrid, 1991. Pág. 66.


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los emigrantes y por el capital extranjero. El franquismo mantuvo un privilegiado sistema fiscal que cargaba todo el peso sobre los consumidores, aprovechó la docilidad obrera provocada por la despolitización y la carencia de sindicatos independientes con capacidad para la negociación colectiva (que no aparecieron hasta finales de los años sesenta), e impidió cualquier crítica pública de la corrupción. En tales condiciones, corrupción y desarrollo son, sin duda, rasgos de un mismo proceso en el que se forjaron las grandes fortunas y se consolidó el capitalismo español. Con su peculiar manera de entender la política, Franco siempre tuvo claro que el bolsillo y la patria iban indefectiblemente unidos; que mientras los asuntos de cartera marcharan bien, sus seguidores no conspirarían contra su poder personal, cuyo ejercicio vitalicio era, a fin de cuentas, su único objetivo. Como escribió Salvador de Madariaga: «La estrategia política de Franco es tan sencilla como una lanza. No hay acto suyo que se proponga otra cosa que durar. En lo único que piensa el general Franco es en el general Franco».2 Paul Preston, en su biografía sobre el per14 sonaje, concluye: «Los logros de Franco no eran los de un gran benefactor nacional, sino los de un hábil manipulador del poder que siempre atendió a sus propios intereses».3 También Miguel Cabanellas Ferrer, el único general golpista que ponía reparos al caudillaje de Franco, advirtió en 1936 a los otros generales del Alzamiento: «Ustedes no saben lo que han hecho [al elegirlo jefe supremo], porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el ejército de África como jefe de una de las unidades de la columna a mi mando; y si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte».4 Durar en el mando y no soltarlo en vida. Historiadores, testigos y colaboradores íntimos han constatado este apego personal al poder. «El Caudillo juega con unos y con otros —escribe su primo Francisco Franco Salgado-Araujo, en 1955—, nada pro2. Salvador de Madariaga. España. Ensayo de historia contemporánea. Sudamericana. Buenos Aires, 1964. Pág. 617. 3. Paul Preston. Franco, «Caudillo de España». Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1994. Pág. 970. 4. Guillermo Cabanellas. La guerra de los mil días. Vida y muerte de la Segunda República. Heliasta, Buenos Aires, 1973. Pág. 652.


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mete, y con su habilidad desconcierta a todos. Él no es más que franquista y será jefe de Estado hasta que muera.»5 También el general Kindelán lo dejó escrito en sus memorias: «Es un enfermo de poder, decidido a conservar este mientras pueda, sacrificando cuanto sea posible, ciñéndolo con garras y con pico».6 Franco solo era «franquista», incluso antes de que esa palabra fuera acuñada como término político. Admiraba tanto a la aristocracia, era tan dócil y monárquico, que las clases dirigentes españolas le eligieron creyendo que, en cuanto aplastara a las clases trabajadoras, devolvería el poder a la monarquía. No fue así. Durante casi cuarenta años se mantuvo en la jefatura del Estado, demostración incontestable de su más que notable habilidad política. Junto a la represión sistemática de la posguerra, dos factores internacionales perpetuaron el régimen de Franco. En primer lugar, la guerra fría desatada en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se dividió en dos bloques enfrentados y el anticomunismo del régimen franquista prevaleció sobre su carácter totalitario y generó los acuerdos 15 bilaterales firmados con los Estados Unidos en 1953. A continuación, el auge y desarrollo de las economías occidentales posibilitó el despegue de la economía española a partir del Plan de Estabilización de 1959, puesto en manos de tecnócratas del Opus Dei que lanzaron los polos de desarrollo siguiendo el modelo francés y las recomendaciones de organismos internacionales como el Banco Mundial. Una simulación para conservar el poder

Durante casi medio siglo, una clase social franquista logró beneficios portentosos al realizar sus negocios contando con la protección y la complicidad del poder. «Es imposible historiar por el momento la crónica de este enriquecimiento, al menos si el historiador desea seguir viviendo en España», escribió el sociólogo 5. Francisco Franco Salgado-Araujo. Mis conversaciones privadas con Franco. Planeta, Barcelona, 1976. Pág. 129. 6. Citado Enrique González Duro. Franco, una biografía psicológica. Temas de Hoy, Madrid, 1992. Pág. 301.


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Amando de Miguel en 1976.7 Aquí se aborda este enriquecimiento desde la historia, la economía y la política. Los ricos de Franco analiza y relata unos hechos que, desde las esferas del poder, trataron de enterrar en el olvido. Para ello, llegaron a un acuerdo no escrito. «El consenso fue una manera de imponer límites y silencios al debate nacional», explicó en diciembre de 1988 el exministro popular Rafael AriasSalgado, en la revista Cuenta y Razón. Desde las filas socialistas, Raúl Morodo teorizó en el mismo sentido: «Dentro de todo proceso de transición —si quiere ser pacífico—, la simulación forma parte del consenso».8 Culminada la simulación, resultaba sencillo reescribir los hechos y revisarlos a la carta. Uno de los más diestros revisionistas ha sido sin duda Rodolfo Martín Villa, ministro «azul» de UCD y alto cargo del régimen franquista desde sus tiempos del SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios) falangista. En vísperas de las elecciones generales de 1982 que darían la victoria absoluta al PSOE, Martín Villa declaró con desparpajo de prestidigitador: Franco deja al morirse un Estado bastante débil y, sin embargo, una sociedad bastante fortalecida. Cuestión en la que, quizá, teníamos más fe los que habíamos colaborado en el sistema político anterior. Porque tuvimos fe en esa sociedad española que ya era democrática, no nos asustó demasiado el proceso político. Todos los datos de la sociedad española de 1976, bajo la carcasa de un formalismo político autoritario, eran democráticos: el índice de estudiantes universitarios, el índice de natalidad, la gente que había salido fuera de España, cierta libertad de prensa… Todo eso nos conformaba como una sociedad democrática abierta al pluralismo, a la libertad política. Quizá nosotros sabíamos más que los que estaban por llegar a la vida política. Tuvimos fe porque habíamos colaborado bastante a que eso fuera posible.9

Y aquella no fue la única vez que el exministro del Interior se despachaba a gusto. «Con la muerte del Caudillo —explicó en 7. Amando de Miguel, «La herencia del franquismo. Un régimen familiar». Interviú, 11 de noviembre de 1976. 8. En La transición española. Cambio 16, Madrid, 1984. Pág. 29. 9. Declaraciones a Pilar Cernuda y Pedro Altares, en Interviú, 30 de junio de 1982.


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otra ocasión—, mi única preocupación era el tránsito de un sistema a otro, y lo importante era el punto de llegada, no el de partida. Mi única preocupación era la consolidación del Estado. El tránsito de un sistema a otro no ha supuesto para mí ningún trauma.»10 Solo superado por la soltura de algún que otro historiador mediático, Martín Villa es uno de los que habían logrado la cuadratura del círculo: ofrecer su experiencia de alto cargo franquista como mérito y garantía para la construcción del sistema democrático. Y no era el único. Su visión coincide, por ejemplo, con la aportación intelectual de Manuel Fraga, siempre más directo que el escurridizo jefe del SEU. Monumento en sí mismo, el catedrático Fraga, uno de los padres de la Constitución española, ha dado a la ciencia política joyas como esta: He de puntualizar algo importante: efectivamente, Franco sí fue un dictador. Lo fue durante unos años. No lo fue durante toda la etapa de su régimen. La dictadura fue necesaria y duró prácticamente hasta principios de los años sesenta. Desde el cincuenta y tres al sesenta y dos, el sistema fue descargándose de los aspectos de dictadura económica. Franco pasará a la historia por el conjunto de su obra, y al tiempo me remito para que su figura sea honrada en toda su grandeza.11

Las hemerotecas ofrecen decenas de interpretaciones similares y resulta fácil toparse con «aportaciones» como la de Leopoldo Calvo-Sotelo, lanzada en 1979, cuando el partido de Suárez comenzaba su ocaso: «Cuando a veces medimos la situación de la UCD —declaró a Julián Lago—, lo hacemos con las medidas antiguas, y eso es un error. Para el ritmo y el tiempo de la vieja política quizás esta sea una situación de crisis y muy movida. Para el ritmo y el tiempo de la nueva política, esta no tiene nada de situación anormal. Creo que todos hemos de acostumbrarnos al ruido de la democracia». «¿Al ruido de la democracia?», inquirió el sorprendido periodista, sin duda intrigado ante la profundidad de los términos empleados por el antiguo procurador en Cortes y futuro presidente del Gobierno. 10. Diario 16, 17 de enero de 1982. 11. Interviú, 16-22 de junio de 1977.

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«Sí, sí —respondió—. La democracia hace ruido, y un régimen de autoridad no. En el régimen de autoridad, todo son silencios, amortiguadores, moquetas y poco barullo, mientras que en la democracia existe un ruido de fondo muy grande.» Tiempo de transición, de transacción. Tiempo de palabras tergiversadoras y biensonantes: «régimen de autoridad» para referirse a la dictadura; «ruido de la democracia», en vez de transparencia; «vieja política» para hablar de franquismo; «una sociedad democrática y pluralista» que era gobernada por un sistema antidemocrático… La cuadratura del círculo. El pasado franquista fue conscientemente silenciado, desdramatizado por sus protagonistas con la excusa de que así se superaría la Guerra Civil y se construiría un puente de convivencia elevado sobre el abismo social de las «dos Españas». Los perdedores, los opositores a la dictadura, debían aceptar esta condición de los vencedores si querían participar en el juego democrático. Y así lo hicieron, con la simulación a golpe de consenso, en el que las izquierdas jugaron en inferioridad de condiciones. Debieron 18 pasar veinte años y la ruptura de este consenso durante el último Gobierno de Felipe González para que el dirigente socialista José María Benegas recordara con irritación: «La única ley de punto final la hicimos en octubre de 1977 los demócratas para los franquistas; en ese año decidimos no pedir ninguna responsabilidad referida a los cuarenta años de la dictadura, para intentar de una vez por todas la reconciliación».12 Este ha sido, pues, uno de los precios reconocidos de la democracia española que nadie ha pretendido saldar. Porque, en cuanto soplaron los vientos de la democracia, los protagonistas de este libro no dudaron en desmarcarse de la familia Franco y del franquismo, para proseguir el negocio en otros salones. En estas páginas se habla de ellos, de su auténtica historia, del modo en que amasaron sus fortunas, de la verdad que ocultan en sus biografías oficiales reescritas a la carta. A través de sus actividades, se ofrece una visión de la historia de España durante el siglo xx desde una perspectiva que prácticamente nadie ha querido relatar hasta hoy. ¿Por qué?, se preguntará el lector. March, Koplowitz, Fierro, Meliá, Aguirre, Fenosa, Le12. El País, 6 de agosto de 1995.


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tona, Banús, Coca, Carceller… Las grandes fortunas amasadas durante el franquismo han mantenido su impronta durante la democracia y continúan, después de dos generaciones, entre las familias más ricas de España. El pasado es testarudo. Más de cuatro décadas después, las más rutilantes familias que frecuentaban el palacio de El Pardo siguen ocupando un lugar destacado en el mundo financiero español. ¿Y los antiguos dirigentes del aparato estatal franquista? El paso del tiempo no los ha maltratado. Hoy, muchos de los hijos, nietos y sobrinos de aquellos gerifaltes tienen un papel dirigente en nuestra sociedad. Desde banqueros y empresarios, como Alberto Cortina (hijo del ministro Cortina Mauri), su primo Alberto Alcocer (hijo del primer alcalde franquista de Madrid), Juan Abelló o José Meliá Goicoechea (diputado popular en 1986), hasta llegar a políticos de la derecha española, como Rodrigo Rato o José María Aznar, pertenecientes a familias instaladas en la élite del franquismo. Por no hablar de personajes como Adolfo Suárez, Martín Villa o Alfonso Osorio, altos cargos de Franco reciclados al parlamentarismo democrático y a la 19 gran empresa. El llamado «franquismo sociológico», esa supuesta base común que bascula entre el autoritarismo y la monarquía democrática, dio lugar a un cambio político totalmente respetuoso con el pasado. En vez de «ruptura democrática», se procedió a una «reforma pactada» que garantizó a los principales servidores de Franco un futuro lleno de parabienes. Esta bondad de la transición todavía perdura. Mientras vivieron o hasta que se jubilaron, el destino empresarial de los exministros de Franco ha sido brillante, y por sus manos en plena democracia han pasado miles de millones. Algunos ejemplos: León Herrera Esteban (Información y Turismo), en Eurobuilding; Enrique Fontana Codina (Comercio) en Nestlé; Vicente Mortes Alfonso (Vivienda) en Wagon Lits; Rafael Cabello de Alba (Hacienda) en Construcciones y Contratas; Alejandro Fernández Sordo (Relaciones Sindicales) en Huarte; Federico Silva Muñoz (Obras Públicas) en Auxiliar de la Construcción; Fernando Suárez González (Trabajo) en Constructora Urbis; José Luis Cerón Ayuso (Comercio) en Autopistas del Mare Nostrum; Cruz Martínez Esteruelas (Educación) en Fibrotubo; Nemesio Fernández Cuesta (subsecretario de Comercio) en Prensa Espa-


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ñola… Y la relación continúa con José Miguel Villar Mir, Licinio de la Fuente, Sánchez Ventura, Alfonso Álvarez Miranda, Sánchez Bella, Monreal Luque… Durante las últimas décadas, la presencia de exministros franquistas también ha sido importante en el sector bancario. Prácticamente, ningún banco se ha librado de sentar a uno de ellos en su consejo de administración. Ahí estaba el inspector fiscal Antonio Barrera de Irimo (Hacienda) en el Banco Hispano Americano, José María López de Letona (Industria) en la presidencia del Banesto y gobernador del Banco de España; Gonzalo Fernández de la Mora (Obras Públicas) en el Banco Popular, Fernando de Liñán y Zofío (Información y Turismo) en el Comercial Español… De todos ellos hablará este libro. Los personajes que desfilan por estas páginas son banqueros y financieros de alcurnia. Su intervención en nuestra historia fue decisiva. Comenzaron a conspirar contra la República desde el mismo momento de su proclamación, cubriendo los gastos del golpe militar del 18 de julio de 1936, la compra de armamento, 20 los barcos, las operaciones con Italia y Alemania; entregaron millones a Mola y pagaron «seguros de vida» para las familias de los militares rebeldes. Desde el Dragon Rapide hasta la financiación directa del bando franquista a través de entramados internacionales. A cambio, en plena Guerra Civil, desde el cuartel general de Burgos, obtuvieron el control del sector bancario, las claves de la economía y el monopolio del sector financiero. Era el precio por la compra de aviones, transportes y armas para el Ejército franquista a través de bancos en el extranjero y como propagandistas de la no-intervención. Tras la victoria, Franco les concedió honores, medallas, títulos de nobleza; les hizo ministros, procuradores en Cortes, caballeros de órdenes imperiales…, pero ellos siempre fueron banqueros por encima de todo y formaron parte del círculo de amistades íntimas de la familia de dictador. Allí estaban March, Barrié, Fierro, Castell, Coca… y los banqueros con la camisa azul del Movimiento Nacional y escaño en Cortes: Oriol, Gamero, Ridruejo Botija, Aguirre…, hasta configurar una oligarquía económica como jefes del statu quo bancario, junto con los banqueros Garnica, Deleitosa, Arteche, Cadagua… Todos conformaron, de hecho, una de las «familias políticas» del franquismo. Dentro del


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entorno del palacio de El Pardo y desde puestos clave del Movimiento Nacional, todos se mostraron dispuestos a llevar como consigna la famosa máxima de José María Aguirre Gonzalo, ferviente partidario de la democracia orgánica: «El Gobierno gobierna, la Banca administra y el español trabaja». Como describe el catedrático de teoría del Estado de la Universidad de Barcelona, José Antonio González Casanova: «¿Existía en España el férreo poder de un partido único como en la Alemania nazi o en la Rusia soviética? El Movimiento Nacional era, en la práctica, inexistente, y el poder intermedio entre Franco y España se lo repartían las familias de monárquicos, falangistas, democristianos, Opus Dei, tradicionalistas… y banqueros».13 Y este reparto del poder real —como añade González Casanova— se daba porque «Franco no tenía ideología alguna y no impuso nada. Se limitó tan solo a que nadie pudiera expresar en voz alta o pusiera en la práctica lo que pensaba, si eso podía perjudicarle a él en su única convicción: conservar el poder alcanzado tras una cruenta guerra civil de tres años. La apatía política de Franco resultó ser complementaria de la de los españoles frente a 21 él. Era una carencia de entusiasmo mutua que, sin embargo, aparentaba ser un pacto razonable. El apoliticismo de los españoles permitió que Franco fuera la Política». El lector tiene en sus manos un libro de historia escrito para explicar una realidad cuyo conocimiento nos ayuda a comprender, desde su raíz, los acontecimientos políticos que han sacudido al sistema democrático español: corrupciones administrativas, «pelotazos», tráficos de influencias, enriquecimientos ilícitos, abusos de poder… En este libro se relatan unos hechos documentados con rigor histórico y ofrecidos al lector con total independencia personal. El franquismo fue un periodo demasiado dilatado y diverso. Sin embargo, con el fin de ofrecer una visión global, una panorámica suficientemente ilustrativa, se ha optado por completar la investigación de este libro con una Galería de personajes, en la que se consignan los cargos oficiales más importantes desempeñados en el Régimen hasta el periodo preconstitucional, los 13. José Antonio González Casanova. «El Franquismo a diez años vista». Historia 16. Información y Revistas. Núm. 115. Madrid, noviembre de 1985. Pág. 36.


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puestos en consejos de administración de grandes empresas y bancos cuando son significativamente numerosos, así como los empleos directivos más sobresalientes en sociedades anónimas públicas y privadas incluidas en el ranking de las compañías más importantes de España. Esta obra nace, además, de la fusión actualizada, revisada y ampliada de dos investigaciones anteriores escritas por su autor: Ricos por la patria (2001) y Los banqueros de Franco (2007), dos aportaciones complementarias que se funden aquí con nuevos datos, para dar una visión definitiva de esa realidad política y empresarial del régimen de Franco. Los ricos de Franco explica la relación de la política del franquismo con el mundo de las finanzas como fenómeno sistémico, a partir de sus protagonistas más destacados. Sus vidas públicas componen un mosaico del Régimen que economistas, como Ramón Tamames, han explicado utilizando los términos de «oligarquía financiera» y «capitalismo monopolista de Estado». En 1977, el malogrado periodista Ricardo Cid Cañaveral escribió en la revista Interviú un antológico reportaje titulado «Cortes S. A.», del 22 que rescato la siguiente descripción: El franquismo hizo políticos a los ricos, y ricos a los políticos. Luego, unos se fueron casando con hijos de otros, asociándose en negocios, protegiéndose, representándose; es decir, logrando más poder político y más dinero. De vez en cuando, la casta admitía algunos advenedizos: chicos listos con ambición, becarios del SEU, opositores perseverantes de familia humilde, engreídos muchachos del Opus Dei en horas de cilicio y estudio. Una saga, una amalgama que hunde sus raíces en la vieja derecha española de tranca y rosario.

En suma, Los ricos de Franco es el relato de este inmenso poder y de su desconocida impunidad y enriquecimiento bajo la dictadura del general Franco. También es la crónica de la suerte que han corrido con la democracia: la triste caída de quienes no pudieron adaptarse a los nuevos tiempos y la gran habilidad de cuantos supieron convertirse, con el cambio de régimen, en «demócratas de toda la vida». Tras la lectura de este libro, que cada cual saque sus propias conclusiones.


I El golpe del 18 de julio, la inversión más arriesgada de Juan March En nuestras filas se combate por la verdadera y nueva España. Una España sin lucha de clases y sin privilegios de castas ni económicos. Los que han prestado su apoyo a nuestro movimiento, como Juan March, no lo han hecho por obtener ventajas, que en ningún caso se les han prometido; lo han hecho para que se llegue a una España mejor, y dan su óbolo por una España más justa. Francisco Franco, 4 de marzo de 1937

C on una vida en la frontera de la leyenda, el banquero y mul-

timillonario Juan March Ordinas ha pasado a la historia como el mito financiero más sorprendente del capitalismo español. «Mi abuelo era un político capitalista de principios de siglo —en palabras de Carlos March Delgado en 1979—. Los grandes capitalistas que han existido en el mundo eran señores de armas tomar». Así fue descrito por Manuel Azaña, en 1932: Ese hombre es de una intrepidez nada vulgar. Es inteligente. Perfil de grulla. Voz cascada. Habla solo, en el último banco…, en un momento le he visto de perfil, destacado sobre el muro de estuco, cuando se ha vuelto a discutir, a disputar, manoteando… March parecía un gallo viejo y desplumado, cohibido por sus enemigos, pero furioso. He tenido la impresión de ver a un hombre en el filo de recibir una muerte violenta. Azoramiento y rabia.14 14. Citado por Alfonso Piñeiro. Los March. El precio del honor. Temas de Hoy, Madrid, 1991.

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De él han cantado loas incluso intelectuales falangistas como Ernesto Giménez Caballero: «Me dirás que un falangista no debe defender o exaltar a un capitalista como March. Pero yo te digo que es un capitán más que un capitalista. Y que su acción ha preparado un terreno social y político fecundísimo». La admiración de Giménez Caballero por March se mantuvo durante toda su vida, hasta el punto de considerarlo un «modelo hispánico», tal como dice en su ensayo Genio de España: Toda una «época»: el cubismo de Picasso, la poesía de un Rubén, la histología de un Cajal o las finanzas de un March —por elegir modelos hispánicos— fueron, en su clase, movimientos tan totalitarios o integradores o unificantes como los regímenes de un Duce, un Salazar, un Hitler, un Franco, un Stalin, un Perón, un Nasser, un Stroessner, un De Gaulle. O un Mao, un Castro, un Reagan, todavía hoy.15 24

El hagiógrafo Joaquín Arrarás (el mismo que llamó a Franco «cruzado de Occidente» y «príncipe de los Ejércitos») relata este perfil biográfico: March, a quien el ministro de Hacienda, Prieto, llamó «aventurero de los negocios y de las compañías», hizo historia de su vida ante la Cámara para explicar el origen de su fortuna. Hijo de familia modestísima, desde muy joven se dedicó a la compraventa de terrenos y parcelación de estos, en Mallorca, en Levante y en La Mancha, para vender las parcelas a plazos. Llegó a firmar más de cuarenta mil escrituras. Hijo de un desahogado ganadero mallorquín natural de Santa Margalida, Juan March nació en 1880 y, a los doce años, fue introducido por su abuelo en el negocio del contrabando del tabaco. Cuando tenía veintidós años, llegó a Santanyí con cien pesetas en el bolsillo para comprar su primer alijo de tabaco. En 1905 emprendió el negocio de los tabacos, interesándose en una fábrica de Argel. En 1911 consiguió el monopolio del tabaco en la zona del protectorado de Marruecos, y entonces se hizo pública la 15. Ernesto Giménez Caballero. Genio de España. Exaltaciones a una resurrección de España y del Mundo. Planeta, Barcelona, 1983. Pág. 208.


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complacencia de los gobernantes porque fuese un español el monopolista y no una compañía extranjera. Se le concedió en época de la dictadura [de Primo de Rivera] el monopolio en las plazas de soberanía, pues la Compañía de Tabacos perdía dinero porque los precios se habían envilecido. Lejos de combatir a la República, aseguraba March que le había prestado su colaboración y en prueba de ello había retornado a España cinco millones de dólares, producto de la venta de unas sociedades eléctricas que poseía en Bélgica.16

A continuación, Arrarás escribe que «la animadversión» de la República hacia March se desencadenó porque el financiero había negado su ayuda económica a Alejandro Lerroux para la instauración de la República. Desde los tiempos de la Semana Trágica de Barcelona, March utilizaba para sus intereses particulares al Partido Radical de Lerroux, a través principalmente de Emiliano Iglesias, uno de sus dirigentes. Confiaba en él y no le hubiera importado poner dinero en favor de la causa republicana; pero se equivocó. El mallorquín creía que el movimiento republicano estaba condenado 25 al fracaso. Ese fue su único error. Cuando se instauró la Segunda República, «la animadversión» contra March se concretó en pedirle cuentas por sus actividades en favor de la dictadura de Primo de Rivera y en renovar con ahínco los intentos del Gobierno Maura para aplicar la ley a un financiero que monopolizaba el tráfico y contrabando de tabaco, anulando los ingresos del Estado por este comercio, y que «compraba» funcionarios a quienes prácticamente ponía en nómina. Como escribe el cronista conservador Ricardo de la Cierva: «Nadie le probó jamás ante los tribunales un solo delito, pero sobran indicios para concluir, con argumentos históricos que no tienen por qué identificarse con pruebas jurídicas, que don Juan manejó de forma descomunal y habilísima todos los resortes de la corrupción».17 El 15 de junio de 1932, por orden del Gobierno republicano 16. Joaquín Arrarás. Historia de la Segunda República Española. Editora Nacional, Madrid, 1956. Tomo I. Pág. 207. 17. Ricardo de la Cierva. Historias de la corrupción. Planeta, Barcelona, 1992. Pág. 230.


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presidido por Manuel Azaña, Juan March fue a dar por primera vez con sus huesos en la cárcel de Alcalá de Henares. De nada le había servido ser diputado en Cortes desde el 28 de junio del año anterior. Como uno de nuestros modernos tiburones de finales de siglo, trató de blindarse como diputado por la circunscripción de Mallorca mientras proseguía con sus negocios, pero la jugada no le salió bien. Además de sus perseguidores, el socialista Indalecio Prieto y el fiscal Ángel Galarza, también el ministro de Hacienda, Jaume Carner, había sido tajante:

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Quizá la República un día tendrá que llorar. March es un caso extraordinario. March no es enemigo ni amigo de la República; March no fue amigo ni enemigo de la dictadura. March no fue ni amigo ni enemigo de la monarquía. March no es ni amigo ni enemigo de nadie. March es March. March es un hombre excepcional, y para juzgar su inteligencia y su comprensión quizás es necesario que nos remontemos a ciertos espíritus y ciertas personalidades de la Edad Media; es un alma de la Edad Media con los medios e instrumentos modernos. March es uno de aquellos hombres que hace siglos cruzaban el Mediterráneo en busca de su destino, de la realización de su voluntad y que no consideraban como enemigo más que al que entorpecía o trataba de detener el curso de su voluntad. March siempre va por su camino a lograr lo suyo, su poderío, su voluntad. Este es el hombre.

Y concluyó: «La República deberá afrontar resueltamente el caso March… Y la República lo somete, o él someterá a la República».18 Una frase para la historia y la leyenda de un empresario que legó a sus descendientes un modo de entender los negocios: los hombres, o son amigos, o tienen un precio. Toda una filosofía financiera. El espectro mitológico de Juan March Ordinas estaba cimentado en su largo duelo con Gobiernos conservadores y progresistas, durante décadas, en las que utilizó los dos periódicos de su propiedad (el de derechas, Informaciones, y el de izquierdas, La Libertad) para defender su impronta político18. Arrarás. Ob. cit. Tomo I. Pág. Pág. 371.


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mercantil. Era capaz de colaborar con la dictadura de Primo de Rivera mientras regalaba a los socialistas de Mallorca la Casa del Pueblo; una forma de intervenir en política que muchos bautizaron irónicamente como verguista (por el apodo que ostentaba desde joven). Todo valía en los negocios. «Donde está tu tesoro, está tu corazón», dice la Biblia, y el mallorquín aplicaba esta máxima de manera implacable. A los veinticuatro años, cuando ya le apodaban «el Verga», dominaba gran parte del mercado norteafricano. Desde el principio supo unir política y negocios para pasar de traficante, de «pirata», a productor y exportador de tabaco, al tiempo que se dedicaba a la compraventa de terrenos. A los treinta y un años, el intrépido negociante se adelantó al Gobierno y obtuvo el monopolio del tabaco en el Marruecos de soberanía española. Colisión de intereses con beneficios millonarios. Durante la primera gran guerra, el contrabandista mallorquín amasó su mítica fortuna y dio el salto que le convertiría en el Rockefeller español. Tiempo aciago para los negocios oscuros. Durante la guerra europea, en España se utilizaron mé- 27 todos financieros inconfesables, se especuló con dinero negro, con divisas extranjeras, y se cobró en oro muchas actividades mercantiles. ¿A cuánto ascendía la fortuna de March al término de la Primera Guerra Mundial? El biógrafo Ramón Garriga no se atreve a dar cifras, pero ofrece el siguiente retrato: Además de reservado y misterioso, hay que tener en cuenta que el mallorquín era de aquellos hombres que, llevados por su desconfianza, no dejaba que su mano derecha viera lo que hacía la izquierda; todos los asuntos los llevaba personalmente, y su memoria prodigiosa, hecha para el manejo de las matemáticas, retenía cifras y datos que no confió jamás a un papel. La guerra para él constituyó un negocio inimaginable porque, entre otras cosas, le permitió dedicar a la actividad mercante legal algunas de las naves que ilegalmente intervenían en la distribución del tabaco que elaboraba en su fábrica de Argel. La gran fortuna de March seguramente arranca de las inversiones que hizo a partir de 1914. La compra y venta de terrenos adquirió un auge extraordinario, su actividad como naviero tomó cuerpo con la formación de la Transmediterránea, compró compañías de


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electricidad en Baleares y Canarias, y se convirtió en el primer accionista de la compañía de tranvías de Mallorca. Y a todo esto sumó una intervención en el comercio de petróleo, que posteriormente exigió una buena parte de su actividad. Tenía el don de hacer dinero con cualquier cosa que tocara.19

El pulso entre March y el Estado español, en torno a las actividades monopolistas y descontroladas del financiero, se sucedió durante años. En 1922, el ministro de Hacienda del Gobierno Maura, Francesc Cambó, había tratado de procesarle sin ningún éxito, hasta que el advenimiento de la República avivó el conflicto. Así lo relató Francesc Cambó en sus Memorias:

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Dimos la batalla contra el contrabando. No se trata del contrabando pintoresco, extendido como vieja enfermedad endémica a lo largo de las fronteras españolas, que encontró en la ópera Carmen la versión más popular. Era un contrabando técnico, a la moderna, hecho por un hombre de excepcionales condiciones que se proclamaba con orgullo último pirata del Mediterráneo, y que por su extensión afectaba seriamente a la renta de Aduanas. Juan March Ordinas, con fábrica de tabaco en Orán, concesionario de la regégie de tabacos de la zona del protectorado español de Marruecos y propietario de una flota de barquitos que especialmente construía para el contrabando, tenía muchos triunfos en sus manos. Los completó con una prodigiosa labor de corrupción que iba desde personalidades políticas de primera categoría hasta los modestos y mal pagados carabineros.20

El gran tiburón del Mediterráneo

A sus treinta y cuatro años, vencido por la calvicie, puro en los labios y mirada afilada, Juan March Ordinas había amasado ya su gran fortuna, entonces entró en el negocio del petróleo y se convirtió en el primer accionista de la Compañía de Tranvías de Barcelona. Su biógrafo Ramón Garriga relata esta anécdota: 19. Ramón Garriga. Juan March y su tiempo. Planeta. Barcelona, 1976. Pág. 114. 20. Francesc Cambó. Memorias. Alianza, Madrid, 1987. Pág. 328.


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Un día, según han contado otros, conversaba con el médico y escritor Gregorio Marañón, amigo suyo, sobre el tema de cómo había hombres que se enriquecían fácilmente, mientras otros no logran reunir un puñado de monedas; la conversación tenía lugar en la biblioteca del médico, o sea, en presencia de millares de volúmenes. Dijo March: «Si usted esconde una moneda entre las páginas de cualquiera de esos libros, yo la encuentro al primer golpe, sin vacilación alguna». No se sabe si se hizo la prueba, pero la verdad es que tenía el don de conseguir aumentar el dinero. 21

Desde la Primera Guerra Mundial, March había alcanzado el nivel de élite de las finanzas españolas, y así se codeó con un capitalismo formado por grandes aristócratas que, además, eran latifundistas. Allí, entre los más ricos y poderosos, estaban: Jacobo Fitz-James Stuart Falcó, duque de Alba,22 consejero del Banco de España y de numerosas empresas, dueño de 34 445 hectáreas de tierra; Beltrán Osorio Díez de Rivera, duque de Alburquerque, presidente del Banco Central y con 9 077 hectáreas; Luis de Figueroa Alonso-Martínez, conde de Roma- 29 nones, gran accionista de Minas del Rif y de Peñarroya, con 15 132 hectáreas; Juan Antonio Güell, marqués de Comillas, presidente de la Trasatlántica y propietario de 23 720 hectáreas; Fernando Fabra y Puig, marqués de Aledo, presidente del Banco Herrero y propietario de minas de carbón de Asturias; Iñigo de Arteaga Falguera, duque del Infantado,23 presidente de Ferrocarriles Andaluces y consejero del Banco de España, con 17 171 hectáreas; Estanislao de Urquijo y Ussía, marqués de Urquijo, presidente del Banco que lleva su nombre y gran accionista de compañías mineras, navales y eléctricas. Pero March tenía un problema: se dedicaba al contrabando de tabaco y estaba perjudicando gravemente al monopolio estatal, la Compañía Arrendataria de Tabacos. Mermaba los ingresos del Estado hasta el punto de que en 1920 ese sector reportó a las arcas estatales unos ridículos beneficios de 165 000 pesetas. El contrabando «técnico y a la moderna» 21. Ibídem. Pág. 114. 22. Ver Fitz-James Stuart en Galería de personajes. Pág. 371 23. Ver Arteaga y Falguera en Galería de personajes. Pág. 355.


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ponía en peligro al propio Estado, era un pozo de corrupción y había que declararle la guerra. Mientras construía su imperio, Juan March fue objeto del primer gran best seller de la historia de España, cuyas dieciséis ediciones, una tras otra, compró él mismo casi a pie de imprenta para evitar su distribución. El libro El último pirata del Mediterráneo, escrito por Manuel D. Benavides,24 relata, a través de sus trescientas setenta y siete páginas, las andanzas del impetuoso empresario como si se tratara de un personaje novelesco. En este antecedente de las novelas de no ficción, la muerte violenta de Rafael Garau el 29 de septiembre de 1916, en la zona portuaria del Grao de Valencia, constituye el capítulo más oscuro de la irresistible ascensión de March al Olimpo financiero. El asesinato de Rafael Garau 30

Un periódico valenciano publicó así la noticia: «Anoche, a las puertas de nuestra ciudad, se cometió un crimen que aparece envuelto en el mayor misterio. Serían aproximadamente las nueve y media cuando una pareja de la Guardia Civil, que iba de patrulla por la vía de Barcelona, encontró cerca del camino del Grao, frente al huerto llamado de la Campaneta, el cadáver de un hombre elegantemente vestido. […] Por el reconocimiento del cadáver se vio que este era el de un hombre de treinta años. Estaba tendido boca abajo sobre la vía y presentaba dieciséis heridas de arma blanca en el pecho, la espalda y el cuello. Llevaba traje oscuro, botas de charol y sombrero de fieltro verde. Registradas las ropas se le encontraron 900 pesetas en billetes de banco, 25 en plata y 1,20 en calderilla, un reloj de oro y tres décimos de la lotería. Entre sus papeles no se halló documento alguno que sirviera para su identificación; solo un telegrama a nombre de Rafael Garau». Inmediatamente, la prensa relacionó aquel crimen con el contrabando de tabaco, la actividad conocida de Rafael Garau: «Lo cierto es que Garau estaba considerado como uno de los 24. Manuel D. Benavides. El último pirata del Mediterráneo. Cosmos, Barcelona, 1934.


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contrabandistas más importantes de esta región, y que tenía a sus órdenes servidores incondicionales. Conviene llamar la atención del lector sobre una noticia publicada hace días: la aprehensión realizada en Mallorca de una partida de contrabando compuesta de setenta bultos. ¿Estaban destinados a un alijo que debía realizarse en Valencia?». El guardabarreras que encontró a Garau moribundo declaró durante la instrucción del sumario: «Me acerqué al herido y le moví en la creencia de que se había caído. Le hablé y no me contestó. De pronto, noté que estaba ensangrentado y me alejé con miedo, pero no llevaría andados media docena de pasos cuando le oí lamentarse con voz apagada: “M’han mort! Mals amics!”». Era la clave del crimen. Dieciséis puñaladas, cinco de ellas mortales de necesidad, habían acabado con la vida del joven Garau. Algunas se infligieron con un estilete; otras, con navajas. Los asesinos fueron por lo menos dos. Tras la autopsia, el juez avisó a Juan March para que se hiciera cargo del cadáver y organizara el entierro. El financiero en persona dirigió el sepelio y, en ese preciso instante, se convirtió en el principal sospe- 31 choso. Su frialdad quedó patente en el escueto telegrama que envió a José Garau, su socio en Argel y padre de la víctima: «Garau, tu hijo asesinado, Juan». Como posibles autores materiales del asesinato fueron detenidos tres contrabandistas, pero al cabo de unos días se les puso en libertad. En la imaginación popular quedó claro que el delito quedaría impune. Nadie sabía nada. Los testigos guardaban silencio y las diligencias judiciales chocaban contra un muro. Solo Juan March, acompañado por su abogado y sin haber sido citado, prestó su colaboración y se presentó voluntariamente a declarar. Así lo explicaría el juez: Don Juan March se presentó en Valencia sin que se le hubiera llamado y me pidió una entrevista en la que me expuso su deseo de prestar declaración. Antes de hacerlo, justificó su conducta con este razonamiento: «He leído en los periódicos el relato del crimen del Grao, del que ha sido víctima el hijo de mi socio. Se habla de que en este suceso se hallan complicadas algunas personalidades. ¿Se refieren a mí las sospechas? Porque antes de que se me cite o señale como sospechoso, quiero decir lo que sé». Y añadió en tono de advertencia: «No me explico


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qué manejos son estos ni a qué pueden obedecer tales insinuaciones. Hará falta una prueba para el procesamiento, ¿verdad?». A lo que repliqué: «El juez siempre que procesa lo hace con pruebas». Y el señor March rápidamente: «Pues entonces va a ser muy difícil mi procesamiento». Observación un poco fuera de lugar y a la que repuse: «Si no hubiera pruebas, cierto que sí».

El magistrado encargado del caso acusó a la policía de negligencia en la investigación; fue relevado del caso, que también conoció la impronta de dos fiscales diferentes. Al final, el caso fue archivado. Manuel D. Benavides escribiría duras palabras sobre la relación de March con el asesinato de Rafael Garau:

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Los motivos del crimen no aparecen suficientemente claros. ¿Los celos? ¿La rivalidad comercial? Garau competía con March en la explotación del contrabando. Por su esplendidez, por las facilidades que daba para el pago y por su carácter, había conseguido quedarse con los antiguos clientes del último pirata; y en Alicante, Barcelona y otros puertos trabajaba con igual suerte. La duplicidad de March y su osadía supieron suscitar alrededor de la muerte del hijo de su socio, dudas y preocupaciones que acabaron por desorientar a los jueces. Su actitud sinuosa durante el proceso desvió las conjeturas en la dirección que a él le convenía. Solo así se explica que las investigaciones judiciales no salieran de la Península. Por otra parte, se hace difícil admitir que se hubiera sacrificado al joven mallorquín por razones sentimentales. Sabemos que March no obedece a otros estímulos que los de la codicia y que siempre ha procurado eliminar los obstáculos interpuestos por sus aventuras de negociante. 25

Como dijo Balzac: «Tras cada gran fortuna existe un crimen». Así debió creerlo José Garau, porque acusó públicamente a March de ser el responsable, como inductor de la muerte de su hijo. La sociedad mercantil Garau-March, de Argelia, se rompió definitivamente en 1917, tras no pocas aventuras siniestras entre las que destaca un montaje, urdido por el Verga, del que fueron víctimas los Garau, acusados mediante pruebas falsas de ser espías de los alemanes. Pero la Primera Guerra Mundial ha25. Ibídem. Pág. 95 y ss.


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bía forjado ya la gran fortuna del financiero al frente de la Compañía Transmediterránea. Desde entonces resultaría imparable. La trama financiera del alzamiento militar

El 8 junio de 1932 se abrió un proceso judicial contra March por sus actividades contrabandistas; una semana después, perdió su inmunidad parlamentaria. Inmediatamente, el exdiputado mallorquín fue detenido y encarcelado bajo la acusación de contrabando, concretada en los supuestos delitos de prevaricación, soborno y corrupción. El 4 de noviembre de 1933 se convirtió en el prófugo de lujo más famoso de España. Tras sobornar a Martín Arnaiz Moreno, jefe de servicios de la prisión de Alcalá de Henares, y a un guardia de esta cárcel llamado Eugenio Vargas, Juan March se fugó en su propio coche y atravesó la frontera por Gibraltar, donde fue acogido, como pago, supuestamente, de la deuda que el Gobierno británico tenía con él por su colaboración durante la guerra mundial. Desde entonces, como si se tratara de un duelo a la vieja usan- 33 za, su enfrentamiento con el Gobierno republicano español se planteó en toda su crudeza. En la carta de despedida que el propio March escribió a su abogado, José Antonio Canals, para que fuera publicada tras su fuga de la cárcel, el financiero anunciaba: Ustedes, que conocen mi amor a España, comprenderán cuán intensa es mi amargura al alejarme de ella y cuán poderosas las razones que me han movido a semejante determinación. Pero no puedo más, queridos amigos. He pasado año y medio en la cárcel, con sufrimientos espirituales que acongojan mi alma al saber que al otro lado de mi reja una horda salvaje, integrada por demagogos, sectarios, desalmados, venales y traidores a la patria iban haciendo con la pobre España lo mismo que se hacía conmigo […]. La Comisión de responsabilidades me encarceló contra toda razón y contra todo derecho, con la consigna de que en la cárcel perecería o me volvería loco. Semejante consigna se hubiera conseguido si yo no me hubiera decidido a tomármela por mi propia mano. Y cuando, tras las próximas elecciones, España sea el país habitable, en el que no constituyan un mito los derechos individuales


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de los ciudadanos, me faltará tiempo para correr a mi patria con los brazos abiertos en busca de ustedes.26

Las esperadas elecciones celebradas quince días más tarde dieron la victoria a la derecha. La izquierda, en el Gobierno desde la caída de la monarquía, fue barrida. José María GilRobles, de treinta y cuatro años, abogado de March y de José Calvo Sotelo, como máximo dirigente de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), formó gobierno con el Partido Radical de Lerroux, a quien cedió la presidencia. Juan March fue el diputado más votado de la circunscripción de Baleares y obtuvo de nuevo la inmunidad parlamentaria. Regresó a España en mayo de 1934 cuando se desencadenó el llamado «bienio negro», la represión, las huelgas y la revolución asturiana que se saldó con la lucha armada de setenta mil trabajadores contra el ejército, con tres mil muertos y el puño de hierro del general Francisco Franco enviado para sofocar la rebelión. 34 El 16 de febrero de 1936, en las siguientes elecciones, los partidos de izquierda unidos en el Frente Popular obtuvieron la mayoría absoluta con 263 escaños. La derecha, financiada generosamente con el dinero de March, solo consiguió 133 escaños, y aunque el financiero fue reelegido diputado por Mallorca, sabía que la llegada de la izquierda al Gobierno significaba el fin de su impunidad, y muy posiblemente su regreso a la cárcel. «Hubiera sido mucho mejor, y más barato —dijo con ironía—, comprar a los diputados después de salir elegidos que desperdiciar dinero y energías en candidatos que luego son derrotados».27 Alrededor de la medianoche de aquel 15 de febrero, en cuanto vislumbró la aplastante victoria frentepopulista, Juan March montó en su Rolls-Royce y se marchó a Francia. Tenía prevista esa eventualidad, porque en aquel momento ya había vendido gran parte de sus propiedades en España, que le posi26. Arturo Dixon. Señor Monopolio. La asombrosa vida de Juan March. Biblioteca Deusto de Empresas y Empresarios. Planeta De Agostini, Madrid, 1994. Págs. 127-128. 27. Ibídem. Pág. 131.


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bilitaron disponer de una gran liquidez en el extranjero. Se instaló en Biarritz, un centro de operaciones muy cercano a la frontera española, para convertirse en el financiero de la conspiración militar. Sin su dinero y sus contactos los preparativos del alzamiento militar no habrían sido posibles. March pensaba que los generales del Ejército español eran los únicos capaces de restablecer «el orden natural de las cosas» y acabar con la República. Sabía que un grupo de militares preparaba un golpe. Al frente estaba el general Emilio Mola, a quien todos llamaban «el Director». El financiero envió a un emisario que le hizo a Mola el siguiente ofrecimiento: «No debe preocuparse por su familia, mi general. Si algo le sucede a usted, Juan March se ocupará de ellos. Además, el señor March le garantiza a usted por adelantado la suma de un millón de pesetas». Mola aceptó y envió a su esposa e hijos a Biarritz a principios de julio. Los militares de la sublevación recibieron la misma oferta: Sanjurjo, Goded, Franco… Todos aceptaron. Es famosa la anécdota que Ramón Garriga pone en boca 35 de Félix Maíz, secretario del general Mola: «Poco después de estallar el conflicto armado, se presentó Juan March en el cuartel general de Mola… y le entregó un documento. Se trataba de una lista, escrita en papel de barba, de los valores que el financiero ponía a disposición del general para que dispusiera de ellos a fin de obtener dinero. La suma total de los valores ascendía a seiscientos millones de pesetas, cifra realmente extraordinaria para la época». Según militares disidentes citados por Payne,28 el entonces coronel Camilo Alonso Vega se trasladó a Pamplona con una carta personal de Franco en la que pedía que, para mantener a su familia, se depositaran en un banco extranjero fondos equivalentes a su sueldo de general por un año. Además, en Canarias, el diplomático José Antonio Sangróniz29 también actuó como mensajero del financiero mallorquín, y reiteró al gobernador militar Francisco Franco «la seguridad ya dada 28. Ver Stanley G. Payne. Los militares y la política en la España contemporánea. París. Ruedo Ibérico, 1958. 29. Ver Sangróniz y Castro en Galería de personajes. Pág. 386.


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quince días antes, por un emisario de Juan March, frente a cualquier adversidad que al general pudiera planteársele a consecuencia de su participación en la conjura subversiva, en el supuesto de que esta fracasara».30 Así lo recuerda en sus memorias, la hermana del general, Pilar Franco: [Franco] nunca ambicionó el dinero para él. Para los suyos sí porque podía representar su seguridad. Por eso cuando mandó a su esposa y a su hijita a Francia, en los primeros días del Alzamiento, como no sabían cómo iban a acabar, se preocupó de que estuviesen cubiertas económicamente. Sé que este asunto se tramitó a través de un señor, diplomático creo, que se llamaba Sangróniz y que don Juan March cubrió la operación. Este millonario ayudó mucho a la causa nacional.31

Historiadores y analistas cuestionan el ánimo de Franco para encabezar el Alzamiento. El general estaba indeciso in36 cluso cuando, a principios de julio de 1936, un enviado de March puso encima de la mesa cinco millones de libras esterlinas para financiar el levantamiento y garantizó el suministro de combustible para varias compañías petroleras. El 8 de julio de 1936, Franco le comunicó al general Alfredo Kindelán que no veía claras las circunstancias para el golpe de fuerza y volvió a repetirlo el 12 de julio, mientras el Dragon Rapide ya repostaba en Casablanca y el general viajaba camuflado con el pasaporte diplomático de José Antonio Sangróniz, al que había puesto su foto32. «El asesinato de Calvo-Sotelo lo había exasperado —declararía años más tarde Sangróniz—. Esta tragedia fue como la señal para el desencadenamiento de nuestra guerra, porque acabó con las últimas vacilaciones de Franco, si es que las tenía».33 El historiador Stanley G. Payne coincide en que Franco se mantuvo firme en su decisión de no comprometerse con la rebe30. Cabanellas. Ob. cit. Tomo I. Págs. 332-333. 31. Pilar Franco. Nosotros, los Franco. Planeta. Barcelona, 1980. Págs. 99-100. 32. Eduardo Chamorro. Francisco Franco. Anatomía de un mito. Plaza y Janés, Barcelona, 1998. Pág. 162. 33. Jean Descola. Oh, España. Euros, Barcelona, 1976. Pág. 180.


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lión hasta el asesinato de José Calvo-Sotelo, el 13 de julio de 1936, el suceso que convirtió en prácticamente inevitable la inminente Guerra Civil. «En otras palabras —escribe Payne—, Franco se decidió a participar en la revuelta cuando llegó a la conclusión de que era más peligroso no hacerlo.»34 El catedrático y politólogo Alberto Reig Tapia también afirma que Franco se sublevó porque «ya no había disyuntiva».35 Tal como recoge Juan Antonio Ansaldo en sus memorias, el propio Sanjurjo llegó a decir: «Con Franquito o sin Franquito salvaremos a España».36 El secretario particular del general Mola, José María Iribarren, relató: «La imprecisión, las vacilaciones y los coqueteos políticos de Franco llegaron a enfurecer de tal manera a Mola y al grupo de conspiradores de Pamplona que estos acabaron llamándole en privado con el mote de Miss Islas Canarias 1936».37 Además de afeitarse el bigote y falsificar el pasaporte, Franco también tomó otras precauciones: mientras volaba sobre el Atlántico, se quitó el uniforme, encerró sus efectos en una maleta, metió en ella los documentos que llevaba y la arrojó al mar, según relató el capitán Cecil H. W. Bebb al 37 diario canario La Tarde: «Inmediatamente —añade el aviador británico— le vi ponerse un jaique y un albornoz y arrollarse a la cabeza un turbante. Se le hubiera creído un verdadero árabe salido de los zocos de Marrakech». Cuando Franco fue elegido, el general Gonzalo Queipo de Llano dijo con mordacidad: «El único sacrificio que él ha hecho por la causa nacional es afeitarse el bigote, y eso le ha valido el nombramiento de Generalísimo y de jefe supremo del país».38 En su puja por conseguir las máximas garantías, «a Franco le costó muchísimo unirse al alzamiento del 18 de julio», escri34. Stanley G. Payne. El primer franquismo 1936-1959. Los años de la autarquía. Temas de Hoy / Historia 16, Madrid, 1997. Pág. 6. 35. Alberto Reig Tapia. Franco, «Caudillo», mito y realidad. Tecnos, Madrid, 1995. Pág. 69. 36. Ver Juan Antonio Ansaldo. ¿Para qué? De Alfonso XIII a Juan III. Vasca Ekin, Buenos Aires, 1951. 37. Stanley G. Payne. Los militares y la política en la España contemporánea. Ruedo Ibérico, París, 1968. Pág. 291. 38. Citado por Felipe Bertrán Güell en su libro Momentos interesantes de la Historia de España en este siglo. La España de 1936. Preparación y desarrollo del alzamiento nacional. Librería Santarén, Valladolid, 1939. Pág. 153.


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be el monárquico Pedro Sainz Rodríguez. «Franco exigió que le pusieran cuarenta mil duros en Italia y, aun así, la contraseña para sumarse a Mola fue un telegrama en el que se declaraba fiel a la República, por si las moscas», añade Sainz Rodrí­guez,39 quien, a propuesta de Ramón Serrano Suñer, fue ministro de Educación en 1938, a pesar de que el dictador, en principio, cuestionó su nombramiento al considerar que Sainz, en connivencia con March, había hecho desaparecer el oro de Baleares en los primeros momentos de la guerra. Así lo explica Dixon en Señor Monopolio:

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Nadie ha sabido nunca la parte de fortuna personal que March invirtió en esta arriesgada empresa. Pero existen muchos indicios y algunos informes de confianza. Sabemos que entregó a cada uno de los generales insurgentes un millón de pesetas como incentivo. Eso pudo costarle hasta doce millones. Hay un millón de libras (treinta y ocho millones de pesetas) que pagó por los doce aviones Savoia, y un número desconocido de millones empleados en comprar la fábrica —de ser verdad el rumor que corrió en este sentido— y en la defensa de Mallorca. También está el alquiler del Dragon Rapide y la compra de Airspeed Envoy y los demás aviones de la fábrica de Nevil Shute y otras; y el coste de, por lo menos, parte del armamento procedente de Alemania. También debe de haber incontables gastos correspondientes a los cinco meses anteriores al 18 de julio de 1936 y de algunos más después de ella.40

Mientras algunos empleados de la Banca March aseguraban a la prensa anarquista que Juan March estaba gastando toda su inmensa fortuna en el golpe, historiadores tan serios como Guillermo Cabanellas, en La guerra de los mil días, calculan que ayudó a los militares golpistas con mil millones de pesetas. Sus bancos estuvieron al servicio del alzamiento: la Banca March en España, la Kleinwort en Londres, la Swiss Bank Corporation, de la que poseía el 25 % de las acciones… Tenía cuentas bancarias en Nueva York, a través de las cuales en los primeros días puso a disposición de Franco cinco millo39. Ver Pedro Sainz Rodríguez. Testimonio y recuerdos. Planeta. Barcelona, 1978. 40. Dixon. Ob. cit. Págs. 143-144.


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nes de dólares en París, Roma y Lisboa. Sus aportaciones a la «causa nacional» llegaron cuando eran más necesarias para el triunfo del golpe, entre junio y diciembre de 1936. El doctor Gregorio Marañón declaraba con sorna en 1937: «Don Juan March es un hombre admirable. Me ha dicho: “Por las circunstancias de la guerra, todos hemos tenido que tomar decisiones rápidas. Yo he puesto un banquito en Londres y voy viviendo”». Burlas aparte, la inversión más arriesgada de Juan March dio, sin embargo, sus buenos dividendos. En 1936, la fortuna del financiero mallorquín estaba estimada en unos cuatro mil millones de pesetas. De ella, aproximadamente la tercera parte había sido invertida en la causa de Franco. Pero ¿cuál era la recompensa que esperaba por su financiación del golpe? ¿Cuánto dinero ganó realmente con la guerra? En 1949, Juan March Ordinas cuantificaba su fortuna personal en diez mil millones de pesetas. Toda una respuesta para este interrogante.41 Kleinwort Bank paga el golpe

Caía la tarde del domingo 5 de julio de 1936 cuando, desde Biarritz, Juan Ignacio Luca de Tena, de cuarenta años, director y propietario del diario monárquico Abc, telefoneó por segunda vez a su corresponsal en Londres, Luis Bolín. Dos horas antes, había tratado de contactar con él, pero el periodista estaba en Kensington reunido con dos españoles recién llegados a Inglaterra, quienes, según recordaría posteriormente, le relataron «el caos» en que estaba sumida su patria. Que Luca de Tena llamara sigilosamente desde Biarritz, y no desde su residencia veraniega de San Sebastián, era un indicio más de lo que se estaba preparando. Las órdenes de Juan Ignacio fueron precisas: —Necesito que contrates en Inglaterra un hidroavión capaz de volar directamente desde Canarias a Marruecos, si es posible a Ceuta. Si no consigues un hidro, alquila un avión corriente que ofrezca seguridad absoluta. 41. Jorge Ramírez. Las familias más poderosas de España. Bruguera, Madrid, 1978. Pág. 33.

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Bolín escuchaba las instrucciones en silencio, mientras anotaba los nombres y datos aportados por su jefe. —Un español llamado Mayorga te facilitará el dinero preciso —advirtió Luca de Tena—. Trabaja en la City, en la Banca Kleinwort. El aparato tiene que estar en Casablanca el sábado próximo, 11 de julio. Dile al piloto que se hospede en el hotel Carlton y que espere allí la llegada de un emisario, que se dará a conocer pronunciando la contraseña «Galicia saluda a Francia», y le comunicará instrucciones complementarias. Es posible que el avión tenga que proseguir hasta las Canarias para coger a un pasajero y llevarle a Ceuta. Para identificar al pasajero, el piloto establecerá contacto en Tenerife con un médico llamado Gabarda, que vive en Viera y Clavijo, 52. Te dará la contraseña, diciendo: «El avión ha llegado». Si el emisario aludido en primer término no apareciera en Casablanca antes del 31 de julio, el piloto regresaría a Londres con su avión, sin volar a las Canarias. Date prisa. ¡Mucha suerte!42 Al colgar el auricular, Bolín relató a su mujer sus temores 40 y esperanzas: el Alzamiento era inminente. Y aunque Luca de Tena no había dado su nombre, ambos sabían que el misterioso pasajero iba a ser el general Franco, capitán general de Canarias, el hombre llamado a dirigir el Alzamiento Nacional, después de que Sanjurjo y Mola murieran en accidentes de aviación. El director de Abc no hacía más que seguir instrucciones de otro personaje que se movía, como siempre, entre bambalinas. Así lo escribe Luca de Tena: Poco antes de empezar la guerra, que en perspectiva imaginábamos entonces como un simple golpe de Estado que podía triunfar o fracasar, tuvo ocasión de interesarle [a Juan de la Cierva] en un servicio trascendental por su importancia: durante el mes de junio de 1936, don Juan March fue a visitarme un día en mi casa de Biarritz para pedirme que fuera a París y a Londres con objeto de alquilar o comprar un avión —un hidro, a ser posible— capaz de trasladar el 18 de julio al general Franco, desde Canarias a Marruecos. 42. Luis Bolín. España, los años vitales. Espasa Calpe. Madrid, 1967. Pág. 28.


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El periodista Bolín necesitaba ayuda, pensaba prudentemente que la misión era superior a sus posibilidades. Contaba con Juan de la Cierva,43 dueño de Cierva Autogiro Company radicada en Londres, sin saber que Luca de Tena ya había implicado a De la Cierva en la operación ideada por March. Don Juan [March] me dio un cheque en blanco y con el preciado papelito en la cartera emprendí el viaje a la capital de Francia, donde me convencí de que en París no había nada que hacer. Entonces, se me ocurrió llamar por teléfono a Londres a Juanito de la Cierva, tan relacionado allí en los medios aeronáuticos, y sin concretarle, como es lógico, el objeto de mi llamada, le notifiqué que necesitaba hablar con él para un asunto grave y urgente, y que al día siguiente saldría para Londres. —No vengas —me dijo—. Prefiero ir yo a París para hablar contigo. Mañana me tendrás allí.44

Aquella misma noche del domingo 5 de julio, Bolín y De 41 la Cierva decidieron recurrir a un comandante, director de una empresa de seguros aéreos, que conocía como nadie las características de los aviones, la calidad de los pilotos… Era el medio de traslado más seguro. Si Franco hubiera utilizado la vía marítima, la República española podría haberle interceptado antes de llegar al norte de África. Un avión se movería libremente. Bolín apenas pudo conciliar el sueño. «Estábamos en vísperas de una revolución tremenda que el general Franco acaudillaría si yo lograba cumplir mi cometido —confesó en sus memorias escritas tres décadas después—. El menor fallo por mi parte podría ser fatal; el éxito del vuelo avivaría la conflagración latente en España. Mi ánimo estaba moralmente preparado para afrontar la perspectiva de una guerra civil; solo la fuerza podía salvar ya a España; sin 43. Juan de la Cierva y Codorniu falleció en el aeródromo de Croydon, cerca de Londres, el 9 de diciembre de 1936, cuando viajaba en un avión de línea con destino a España, para cumplir, según Bolín, «una misión vital que le había sido encomendada en España». 44. Juan Ignacio Luca de Tena. Mis amigos muertos. Planeta, Barcelona, 1971. Págs. 162-164.


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ella, el comunismo y el caos sobrevendrían fatalmente. Llevábamos esperando esa hora y deseándola».45 Al día siguiente, lunes 6 de julio, Juan de la Cierva comprobó que en toda Europa no había un hidroavión de las características pedidas por Luca de Tena que pudiera ser alquilado, y que tampoco era posible encontrar un avión capaz de volar sin escalas desde Canarias a Marruecos. Todo eran contratiempos: con Franco a bordo, era preciso suprimir las escalas, y Ceuta, además, carecía de pista de aterrizaje. En una empresa aérea llamada Olley Air Service, con base en Croydon, Juan de la Cierva encontró al fin el avión que se adaptaba a sus necesidades. Un De Havilland, el Dragon Rapide, matrícula G-ACYR, con dos motores Gipsy Wright completamente nuevos y siete plazas, similar al que utilizaba entonces el príncipe de Gales. Mientras De la Cierva se reunía en París con Juan Ignacio Luca de Tena, Luis Bolín contrataba al capitán Olley y su Dragon Rapide para un viaje urgente de tres semanas que pasaría 42 por Lisboa sin hacer escalas en España, llegaría al Marruecos francés y, «posiblemente», hasta Canarias y Dakar. El periodista pensaba que, si todo salía bien, cinco días después él mismo estaría en Casablanca esperando a su enlace con la contraseña. El precio del alquiler ascendía a 1010,4 libras esterlinas. Aunque a Bolín le pareció una suma razonable, esperó a que su amigo regresara desde París. —El Alzamiento tiene un sólido apoyo en España —le relató De la Cierva—, pero sus probabilidades de triunfar son escasas. La actitud del Ejército en las principales ciudades es muy dudosa, pero podemos contar con las fuerzas militares destacadas en Marruecos. Para disfrazar el viaje, Bolín consiguió que le acompañara un comandante retirado llamado Hugh Pollard y dos británicas atractivas, que sirvieron como cobertura, para simular que se trataba de un viaje de placer al norte de África. Aunque Pollard no indagó sobre el motivo de tan «misterioso» ofrecimiento, sí preguntó con visible interés: «¿Viajaremos asegurados a todo riesgo? Tengo mujer y dos hijas. Hay que 45. Bolín. Ob. cit. Págs. 30-31.


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pensar en estas cosas». Bolín le respondió que se habían dispuesto sendas pólizas de seguros para los participantes como «parte principalísima» de la invitación. La maquinaria estaba en marcha, y el dinero a su disposición. En la mañana del jueves, 9 de julio, Luis Bolín fue a Kleinwort para recoger las dos mil libras esterlinas que el banquero March había puesto a su disposición. Todo quedaba en casa, porque José Mayorga, viejo conocido del periodista, le entregó un fajo de billetes blancos, nítidos e impecables, sin hacerle ni una sola pregunta. Mayorga era el hombre de March en Londres, un español de su máxima confianza que dirigía el Kleinwort Bank, a través del cual pasaba la mayor parte de los fondos destinados al levantamiento militar.46 En los inicios de la Guerra Civil, desde el Kleinwort Bank y por mediación de Mayorga, también fueron comprados numerosos aviones en los hangares de Croydon, hasta terminar con las existencias. Siempre se abonaron en libras esterlinas contantes y sonantes, sin cheques que dejaran rastro. En algunos 43 casos, los precios fueron desorbitados. Así ocurrió con el avión Airspeed Envoy, a bordo del que, meses después, se estrellaría el general Mola. Esta nave se compró a la compañía de Nevil Shute por seis mil libras esterlinas (228 000 pesetas de la época). «Nosotros no habíamos visto antes una cosa parecida», declararía Shute, con sorpresa. Pero aquel 9 de julio de 1936, al salir del Kleinwort Bank con el fajo de billetes en el bolsillo, a Luis Bolín le asaltó una sensación de pánico al temer que alguien, algún agente secreto de la República, pudiera robarle el dinero en plena calle y acabar con sus planes. Regresó en taxi a su casa de Hornton Street y escondió el dinero. El propietario del Dragon Rapide también puso sus condiciones: —Me doy perfecta cuenta de que este no es un viaje corriente —le dijo Olley a Bolín—. Mi impresión personal es que posiblemente envuelva riesgos no cubiertos por las pólizas 46. Ver Bernardo Díaz Nosty. La irresistible ascensión de Juan March. Sedmay, Madrid, 1977.


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que normalmente utiliza esta compañía. Le pido que me dé su palabra de que el Dragon Rapide servirá solamente para trasladarle a usted o a sus invitados a los lugares que figuran en nuestro contrato. Si el aparato fuese destruido o averiado como resultado de actos no previstos en la póliza de seguros, usted cubriría el valor de los daños sufridos hasta una cantidad en torno a las diez mil libras esterlinas. Aunque el periodista no disponía de ese dinero, firmó el contrato y al día siguiente pidió ayuda a Juan de la Cierva. —Bastante haces ya —le respondió su amigo—. Deja que se lo cuente al duque de Alba. Tras Luca de Tena y la sombra de March aparecía así, en los preámbulos del golpe militar, el tercer personaje de alcurnia: Jacobo Fitz-James Stuart Falcó, decimoséptimo duque de Alba, a quien Franco premiaría nombrándole embajador de España en Londres durante los años de la Segunda Guerra Mundial, cargo en el que supo sacar partido a su parentesco con el primer ministro británico Winston Churchill. Eran primos. 44 En el hotel Claridge, el duque de Alba recordó la fracasada intentona golpista del general Sanjurjo, del 10 de agosto de 1932, «la sanjurjada», y dijo: —Esta vez no podemos fallar. Ya no caben equivocaciones. E inmediatamente se comprometió a cubrir, junto con De la Cierva, la mitad del dinero que Bolín había garantizado a Olley para que el avión de Franco levantara el vuelo. El conspirador Luca de Tena describió aquellas jornadas con estas palabras: En febrero de 1936 se convocaron elecciones que dieron el triunfo, más o menos legítimo pero efectivo, al Frente Popular, y España se sumió en el caos. Había llegado el momento de preparar lo que a mí me pareció prematuro cuando el general Sanjurjo me visitó en mi casa de San Sebastián a finales de julio de 1932. Sanjurjo, como es sabido, era el jefe de la sublevación, y de no haber sobrevenido su trágica muerte el día de su comienzo, hubiera sido el Generalísimo de la guerra y el jefe del Estado. […] El 18 de julio de 1936 se sublevó el Ejército de África y el 19, a media mañana, me telefoneó Bolín a mi casa de Biarritz desde el aeropuerto de Parma, donde acababa de aterrizar cumplida su mi-


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sión. Inmediatamente vino a mi casa y almorzamos juntos en la Villa Mohernando, propiedad del conde de los Andes, invitados por este y en compañía de otros amigos y conspiradores, entre ellos, Fernando Fernández de Córdoba, marqués de Mendigorría; don José María Gil Robles y don Juan March. Bolín nos relató minuciosamente su llegada con Franco al aeropuerto de Tetuán, el entusiasmo con que fue recibido por el Ejército de África y las primeras incidencias de la sublevación en el protectorado. Nos informó después de que, no teniendo su avión capacidad suficiente para hacer el viaje directamente desde Tetuán al aeropuerto de Parma en Bayona, había hecho una escala en Lisboa, y pasado la noche última en Estoril, donde había cenado en casa de la marquesa de Argüelles con el general Sanjurjo. Nos relató cómo había presenciado la llegada del comandante Juan Antonio Ansaldo, quien, cuadrándose ante Sanjurjo, le saludó con las siguientes palabras: «Aquí estoy yo para ponerme a las órdenes de su excelencia el jefe del estado español». Hacía tiempo que Sanjurjo estaba comprometido con Ansaldo para que, cuando llegase aquel momento, Juan Antonio lo llevara en su avioneta desde Lisboa a Burgos. Bolín nos dijo: «Yo insistí mucho con el general para que viajara en nuestro avión —el que había traído a Franco— por ser un aparato mucho más seguro, pero él me recordó su antiguo compromiso con Ansaldo. Deben de haber salido de Lisboa al mismo tiempo que yo, pero desde distinto campo, y a estas horas ya estará en Burgos». ¡Fatalidades del destino! Poquísimos minutos después, oímos por la radio la noticia de la trágica muerte de Sanjurjo, que cambió de momento la historia de España.47

Avalista y conseguidor

En los primeros momentos del golpe, los conspiradores pusieron al servicio de Franco toda su capacidad financiera y su prestigio comercial. De todos ellos, Juan March era el banquero capaz de financiar los gastos de la Guerra Civil y enviar a sus amigos de la conspiración en importantes misiones comerciales. Mola y Franco le pedían aviones. El futuro Caudillo fue más preciso cuando le envió este mensaje: «Consígame doce 47. Luca de Tena. Ob. cit. Págs. 82-83.

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bombarderos y acabaré con la guerra en una semana». Luis A. Bolín había sido autorizado por Franco para negociar «urgentemente con Inglaterra, Alemania o Italia la compra de aviones y municiones para el ejército no marxista español». En este documento, Franco añadió a lápiz: «Doce bombarderos, tres cazas con bombas (y equipamiento) para bombardear de entre cincuenta y cien kilos. Mil bombas de cincuenta kilos y cien más de quinientos kilos de peso».48 Con la solvencia de March y sus avales, se enviaron compradores a Berlín y a Roma. Desde Biarritz, el capitán C. W. H. Bebb, piloto del Dragon Rapide que desde aquel primer viaje trabajaría para March, trasladó a varios emisarios —acompañados por empresarios alemanes— hasta Marsella, vía Berlín, donde se entrevistaron con Hitler, Goering y Canaris, quienes estuvieron de acuerdo en ayudar a Franco. Ya se habían mostrado favorables meses atrás cuando, en febrero de 1936, el general Sanjurjo, respaldado por Gil Robles y con la garantía financiera de March, visitó varias fábricas de armamento y se 46 interesó por el suministro de aeroplanos en previsión de que el futuro alzamiento no triunfara inmediatamente. Franco dispuso de veinte Junkers-52 y media docena de cazas Heinkel con tripulación alemana, que llegaron a Marruecos el 31 de julio. Casi coincidiendo con los bombarderos italianos comprados directamente por Luca de Tena. En los primeros días de agosto de 1936, el general Mola envió a Luca de Tena en misión a varios países de Europa con cartas de su puño y letra dirigidas a diversas personalidades españolas y extranjeras, en las que pedía «angustiosamente» aviones de bombardeo y de caza. Al despedirse, Mola confesó al director de Abc: «Si no tengo más aviones antes de ocho días, estamos perdidos». El levantamiento militar no había tenido el éxito esperado. El estrecho de Gibraltar estaba patrullado por barcos de la Armada fieles a la República que impedían el traslado de las tropas insurgentes a la península. Se adivinaba un largo conflicto bélico en el que los aviones resultaban vitales. 48. Paul Preston. «La aventura española de Mussolini: del riesgo limitado a la guerra abierta». En La república asediada. Barcelona. Península, 1999. Pág. 45.


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Fui primero a París —escribe Luca de Tena en el libro citado— donde entregué las cartas allí destinadas. Después, a Roma. Pedro Sainz Rodríguez, que se encontraba en la capital de Italia, me puso en contacto con el conde Ciano, ministro de Relaciones Exteriores, a quien hice entrega de una carta de Mola para Mussolini. Al día siguiente, me dijo el ministro que Mussolini accedía a enviar los aviones que se le pedían y que, en el curso de la siguiente semana, saldrían los aparatos, por barco, para dejarlos en un puerto nacional de España. Sainz Rodríguez y yo casi nos echamos a llorar.

La mediación de Alfonso XIII consiguió que se acelerara el envío y los aviones llegaran volando a Burgos. Esta remesa de once bombarderos Savoia 81 le costó a March un millón de libras esterlinas (38 millones de pesetas), que pagó por adelantado. El financiero poseía, en el Banco de Italia, una fortuna en lingotes de oro que ascendía a treinta millones de libras esterlinas (o su equivalente: 149 millones de dólares), ingresadas desde el 3 de septiembre de 1936. Ese dispendio podía permitírselo. Además, había decidido vivir con su familia en Ita- 47 lia hasta que acabara la guerra, después de que los comunistas franceses pidieran su detención y le acusaran de estar dirigiendo la revuelta española desde suelo francés. El Gobierno del Frente Popular francés prefirió expulsarle de su territorio. Los nueve Savoia que consiguieron llegar hasta Franco cambiaron sin duda el curso de la guerra. Gracias a la protección desde el aire, se evitó que Mallorca estuviera en manos republicanas. Los bombarderos italianos con base en la isla permitieron a Franco establecer un puente aéreo que, hasta noviembre de 1936, transportó a España las fuerzas de choque marroquíes: 23 393 hombres (dos tercios del ejército de África) que atravesaron el estrecho de Gibraltar montados en pequeñas embarcaciones facilitadas por March y que usaba, supuestamente, para el contrabando. Desde Roma, el financiero mallorquín se dedicó a los negocios privados, organizó con el Gobierno de Mussolini todo el comercio entre Italia y la España nacional, y compró acciones de la fábrica aeronáutica Savoia hasta controlarla. Como explica Arturo Dixon, «esta historia encaja con la leyenda de March y contribuye a ella. Pero, como otras muchas cosas


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de su enigmática vida, jamás se pudo probar, como tampoco negar». Y el biógrafo añade: «¿Tuvieron las 121 toneladas de oro que March depositó en el Banco de Italia alguna relación con la posible compra? Una cosa es cierta: en dos meses y medio que siguieron a la llegada de March, 125 aviones italianos fueron entregados a las fuerzas nacionales y la mayoría de ellos eran Savoia».49 El abastecimiento de combustible era el elemento clave para mover aviones, tropas y armamentos. Al estallar la guerra, la compañía norteamericana Texaco, a pesar de tener el contrato de suministro con el monopolio estatal de petróleos Campsa bajo control gubernamental, decidió cambiar de cliente después de que el presidente de esta compañía, Torkild Riebel, coincidiera en el Gran Hotel de Roma con Juan March. Los cinco petroleros que entonces se dirigían para abastecer a las refinerías españolas se desviaron a puertos controlados por los militares rebeldes. Desde su hotel en Roma, Riebel, amigo de Goebbels y declarado pro nazi, envió 48 a los capitanes de sus barcos un telegrama en el que les decía: «No se preocupen por la cuestión del cobro». Juan March tuvo el papel de estrella invitada en el movimiento militar del 18 de julio de 1936. Fue como esos productores cinematográficos que ponen su talento y su dinero al servicio de una película y acaban siendo tan famosos como los actores o el director. Eso le ocurrió durante los primeros meses de la Guerra Civil. Su nombre en la prensa, en los noticiarios, en los artículos saltó incluso por encima del mismísimo Franco. Según el diario británico The Sunday Express: «Franco se mantiene en la lucha, pero ¿cuál es el poder que lo dirige en la sombra? Cuando un hombre levanta la mano, Franco obedece. Este hombre es Juan March». Parece exagerado, pero la edición republicana de Abc, incautado a los Luca de Tena, publicó el 31 de agosto de 1936: «Para honra de España, los vendidos a March, los que contratan con él —¡oh, caballeros previsores!— que les paguen sus pensiones de retiro, no tienen a su lado más que señoritos jalaneros y orondos frailes». 49. Dixon. Ob. cit. Pág. 138.


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El financiero que mueve los hilos

Cuando el levantamiento militar del 36 daba signos de que iba a convertirse en una larga y convencional guerra civil, desde Burgos, el Generalísimo Franco lanzó llamamientos al «capitalista anónimo», exigiendo su contribución indispensable para el éxito final de su cruzada.50 La personalización en March, como el principal financiero de los «facciosos», era un clamor tal que el general se vio obligado a justificar «el óbolo por una España más justa» de Juan March Ordinas, haciendo mención de su nombre y apellidos, mientras los periódicos republicanos, con sorna, calificaban como «hordas marchistas» a los militares sublevados contra el orden constitucional. La participación de March como financiador del golpe militar durante julio, agosto y septiembre de 1936 fue determinante. Ya lo hemos relatado. La unanimidad al respecto es total entre historiadores como Manuel Tuñón de Lara, Hugh Thomas, Gabriel Jackson o Guillermo Cabanellas. Según R. DíazAlejo, «el financiero de la Guerra Civil, Juan March, dio para 49 la compra de armas fratricidas mil millones de pesetas, unida su fortuna personal a su crédito».51 Y Guillermo Cabanellas escribe: Mueve los hilos Juan March. Es su dinero el que permitió fletar el Dragon Rapide. Fue también su dinero el que permitió que los primeros aviones italianos llegaran a Marruecos para transportar a la legión y los regulares; él mismo avaló el millón de libras esterlinas a que ascendía el precio de doce aviones Saboya que Italia entregaba a Franco y que fueron los primeros que llegaron a Marruecos, tras las arduas gestiones de Luis Bolín. El mismo Juan March, por medio de las sociedades a las que se encuentra vinculado, no tarda en otorgar a los generales Franco y Mola un crédito que supera los mil millones de pesetas y que se utiliza para adquirir armas en el extranjero.52

50. María Ángeles Jiménez. Juan March. Movimiento Cultural Cristiano, Madrid, 1991. Pág. 50. 51. El Pueblo. Valencia, 28 de febrero de 1937. 52. Cabanellas. Ob. cit. Pág. 573.


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El 15 de octubre de 1936, el periódico francés L’Humanité, de orientación comunista, publicó un artículo titulado El último pirata del Mediterráneo, que muestra la dimensión del personaje en aquel momento crucial:

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Todos sabíamos que la sombra siniestra del gran ladrón se proyectaba sobre el levantamiento fascista como uno de los que más directamente habían colaborado. Juan March había comprado, además, cañones y municiones en abundancia. Lo que se ignoraba, sin embargo, era que Juan March había dirigido personalmente el traslado de hombres y armas a los rebeldes. […] Franco y Mola sabrán dirigir batallas y preparar ataques. Pero tanto el uno como el otro lo que no sabrán nunca es transportar moros de contrabando a la Península. […] Pocos días después del movimiento militar, March llegaba a Palma de Mallorca en avión, desde Italia. Juan March quería organizar personalmente el contrabando de armas y hombres. Movilizó toda su antigua flota de contrabandistas y se transformó en un verdadero capitán de piratas. Todo esto suena a leyenda, pero la vida de Juan March, por su dinamismo y por todo lo que suena a fantasía en su historia, parece más un cuento que una existencia real. A primeros de agosto se tuvo conocimiento de la gran cantidad de armas que los rebeldes recibían de los países extranjeros. En aquellos días, los embajadores de Franco en Marruecos se dedicaban a la activa busca de moros, que se encuadraban en el ejército mercenario de los sublevados por tres pesetas cincuenta céntimos diarios. Estos moros, según los rebeldes, fueron trasladados en grandes trimotores, que hacían viajes continuamente entre la Península y la zona española de África. Pero los rebeldes dicen, en cuanto a secretos de guerra, solamente lo que les interesa, que, naturalmente, no es la verdad. La mayoría de los moros que llegaron a la Península fueron transportados por la banda pirata de Juan March en barcos de pequeño tonelaje, los mismos que Juan March empleaba para el contrabando de tabaco en las costas de Marruecos. La flota pirata de Juan March, con su experiencia de más de treinta años de contrabando, trasladaba diariamente moros y armas a los rebeldes de la Península. Su actividad aumentaba constantemente, hasta que llenó de armas y moros la zona rebelde del sur. Entonces, Juan March —un hombre ultradinámico— se lanzó a conquistar nue-


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vos horizontes y, por medio de barcos extranjeros, se dedicó a transportar material de guerra desde las potencias fascistas. Aviones, cañones, municiones y toda clase de material extranjero llegado a manos de los rebeldes, había sido transportado por Juan March. El pirata no descansaba. Trabajaba con una fe extraordinaria, como si empezara a ganar su primer dinero, cuando de muchacho robaba trigo o vendía tabaco de contrabando. March controlaba el empleo del capital movilizado por los rebeldes, lo transformaba en aparatos de destrucción y, finalmente, lo trasladaba a la Península. ¿Hay alguien en todo el campo rebelde que haya trabajado más para el fascismo que el pirata Juan March?

Y el articulista de L’Humanité concluía con una sentencia: «Cuando la República acabe con Juan March, entonces la República habrá triunfado plenamente». Aunque jamás se cumplió pronóstico tan optimista, a finales de 1936, la figura de March comenzó a perder brillo cuando, según algunas informaciones, el hombre de negocios puso algunos reparos financieros y exigió el pago de ciertas 51 deudas. De este modo, «dadas las apremiantes exigencias del traidor y aprovechado mallorquín, Franco no tuvo más remedio que echar mano del tesoro del Pilar, que desde el 19 de julio formaba parte del botín Cabanellas».53 Según la denuncia de un joyero holandés, en Londres y Ámsterdam los nacionales estaban malvendiendo joyas procedentes de El Pilar por un valor de cuatrocientos millones de pesetas. Así lo cantaba una jota aragonesa del momento: La Virgen del Pilar dice que se enfría en la capilla, pues March, Franco y Cabanellas la han dejado sin camisa. La Virgen del Pilar dice que está en justicia indignada con quienes Salves le rezan y la esquilman a mansalva. 53. El Diluvio, periódico republicano, 14 de febrero de 1937.


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Al acabar la guerra, el periodista Manuel Aznar Zubigaray, sin duda el más astuto publicista de Franco, escribía este balance de la contienda: Franco no tenía ejército y creó uno magnífico; carecía de flota, y la hizo nacer del fondo de nuestros arsenales; no disponía de industrias de guerra, y las organizó; faltaban cuadros de oficiales y al final de la guerra tenía España cincuenta mil tenientes y alféreces procedentes de las academias, salió a campaña con una estremecedora escasez de fusiles, de cartuchería y de vestuario, y cuando hubo pasado el tiempo indispensable, los soldados de Franco tenían fusiles sobrantes, cartuchos en superávit enorme, iban equipados como un gran ejército europeo; se encontró sin marina mercante, y a poco halló medios de pasear la bandera de España por las rutas comerciales del mar. El Ejército de Franco fue de la nada a su magnífica realidad final. El rojo pasó de una gran fuerza en potencial al aniquilamiento de todas sus energías. 54 52

Y este «milagro militar», esta multiplicación de fusiles y arsenales, tuvo su primer hacedor en las artes y los cheques en blanco de Juan March. Sin su aportación en aquel primer momento, la guerra posiblemente habría quedado en una intentona militar y Franco no habría sido más que el protagonista de una nueva «sanjurjada». La guerra como fuente de beneficios

La victoria franquista propició el nacimiento de unas castas con las raíces en el pasado, que concentraron el poder económico, usufructuaron el político y se repartieron el patrimonio del patriotismo. En este contexto, March quiso convertirse en el gran financiero del país y llevarse, desde el punto de vista empresarial, una de las mejores partes del botín. Pero el asunto no iba a resultarle fácil. El régimen de Franco estaba dispuesto a saldarle la deuda y permitirle la expansión de sus negocios, 54. Manuel Aznar. Historia militar de la guerra de España, citado por José María García Escudero en su artículo «Se acabó la guerra», publicado por Abc, en 1978, en el monográfico Hace medio siglo: la postguerra.


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pero no consentiría que su capacidad especulativa alcanzase niveles potencialmente perjudiciales. Ya sabían cómo había actuado durante la República. Se calcula que la fortuna de Juan March oscilaba entre novecientos y mil doscientos millones de pesetas en 1936.55 Esta cifra equivale a una sexta parte de los depósitos bancarios del periodo republicano. También se estimó que había cargado con una décima parte de los gastos de la guerra.56 El historiador Hugh Thomas valoró la fortuna en veinte millones de libras esterlinas, o mil cien millones de pesetas. Y otros historiadores, en cuatro mil millones al empezar la guerra y diez mil al terminar. En resumen, Juan March financió al bando franquista, pero no lo subvencionó. El estallido de la Segunda Guerra Mundial cambió el panorama exterior, mientras que en la España de posguerra convivían la miseria de amplias capas de la población con la especulación de los mejor situados. Era una coyuntura propicia para sus perspectivas mercantiles. El 17 de marzo de 1939, cuando la Guerra Civil daba sus 53 últimos suspiros, Juan March creó en Burgos la Compañía Auxiliar de Navegación (Aucona), consignataria de Transmediterránea y Transatlántica, dedicada a fletamento de buques, minerales, seguros, importación y exportación… Allí se concentraba el estado mayor de su imperio. Complementariamente, fundó en Londres la Juan March & Co. Ltd. Se proponía controlar todo el mercado de divisas y el comercio exterior español, excepto con Italia y Alemania. A través de Aucona, March actuaba como un gran agente de exportación e importación, para lo que contaba con los transportes marítimos precisos, al tiempo que canalizaba las divisas obtenidas de ese comercio, que siempre dejaba fuera de España, depositadas en los bancos suizos y británicos de su 55. Piñeiro. Ob. cit. Pág. 340. 56. Según el historiador Ángel Viñas, los préstamos y ayudas al bando rebelde por las potencias fascistas de Italia y Alemania oscilaron entre 660 y 680 millones de dólares, a los que hay que añadir otros 35 millones conseguidos por otros procedimientos. En total, una deuda de setecientos millones de dólares. Ver Josep Maria Bricall, «La economía española (1936-1939)», dentro de la obra La guerra civil, vol. 16. Historia 16, Madrid, 1986.


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propiedad o bajo su control. Con estas divisas extranjeras, pagaría a los importadores y exportadores españoles en pesetas. Negocio redondo. Se trataba, en definitiva —explica María Ángeles Jiménez—, de institucionalizar empresarialmente lo que March había venido haciendo a lo largo de la guerra de una forma menos racionalizada. Durante el conflicto civil, las divisas quedaban fuera de España por regla general. No parece que este sistema agradara demasiado a los ojos de ciertos ministros de Franco, especialmente los titulares de Comercio, quienes por estos y otros motivos debieron de tener algunos roces con el mallorquín, superados, desde luego, con la llegada al ministerio de Suanzes, buen amigo de March.57

Entre 1940 y 1941, odiado por falangistas y por amplios sectores del Régimen, cayó en desgracia. Acusado de masón y de capitalista insaciable, su pretensión de monopolizar el comercio exterior español irritó al ministro de Industria y Co54 mercio, Luis Alarcón de la Lastra58, y desencadenó posteriormente un durísimo enfrentamiento con su sucesor en el ministerio, Demetrio Carceller Segura.59 Como consecuencia, March fijó su residencia en Lisboa, frecuentó los círculos monárquicos y desarrolló sus negocios de divisas con total libertad de movimientos. Sin embargo, un incidente internacional estuvo a punto de acabar con «la neutralidad» española. El 15 de diciembre de 1941, el FBI irrumpió en el buque Isla de Tenerife, propiedad de March, que se encontraba en el puerto de Nueva York cargando mercancías. Días atrás, Estados Unidos había entrado en la guerra mundial. A bordo hallaron productos valorados en unos treinta mil dólares, cuya exportación estaba prohibida: piezas de radio con las que construir cincuenta transmisores, seda para fabricar paracaídas y cien barriles de cincuenta galones cada uno llenos de aceite. El capitán del barco fue detenido, y junto con él los representantes de Transmediterránea, uno de 57. Jiménez. Ob. cit. Pág. 58. 58. Ver Alarcón de la Lastra en Galería de personajes. Pág. 352. 59. Ver capítulo VII y Carceller Segura en Galería de personajes. Pág. 361.


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los cuales había sido el presidente de la Cámara de Comercio española en Nueva York, denunciado anteriormente en el Senado norteamericano como informante a los franquistas sobre los movimientos de buques republicanos, para su interceptación cuando llegaran a aguas españolas. También arrestaron al consignatario de buques José María Mayorga,60 con domicilio en el número uno de Wall Street, hijo del hombre de confianza de March en Londres, el mismo que había entregado el dinero para la compra del Dragon Rapide. El incidente acabó en multa, pero el FBI creyó —según revelaciones periodísticas— haber descubierto el modo en que suministros por un valor de cincuenta millones de dólares habían pasado a manos del Eje desde 1939. Como en la primera contienda mundial, Juan March sabía desenvolverse como pez en el agua. Arturo Dixon, relata la siguiente anécdota, verdaderamente ilustrativa de aquel modus operandi: Desde Checoslovaquia llegó a un puerto español un barco con un cargamento de zapatos. Cuando se examinó la carga, se vio que todos eran del pie izquierdo y que, por lo tanto, no servían. La única persona que pujó para quedárselos —naturalmente a un precio enormemente bajo— fue Juan March. Poco después llegó otro barco con un cargamento de zapatos. Esta vez todos eran del pie derecho. Y de nuevo March los compró a un precio verdaderamente irrisorio. Solo él sabía que los zapatos del segundo envío hacían juego con los del primero. Además, ambas entregas fueron declaradas por la aduana como «mercancías inacabadas», y por lo tanto, libres de impuestos.61

Ese era Juan March. Documentos de los servicios secretos británicos desclasificados en 2002 señalan al financiero como «el intermediario» que, entre 1940 y 1943, entregó a los gene60. José María Mayorga estudió en las universidades de Cambridge y Harvard Business School. Fue representante en España de Kleinwort, Benson Ltd., de Londres; consejero y miembro del comité ejecutivo de Word Wildlife Fundation; consejero de Aiglon College Villars de Suiza; miembro de la Junta Rectora de Adena y socio de R. C. P. H, y G. P. Casado con Enriqueta de Mayorga. Su hija, María Eugenia, está casada con Richard K. Moore. 61. Dixon. Ob. cit. Pág. 166.

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rales de Franco un soborno para garantizar la neutralidad de España en la Segunda Guerra Mundial. Este dinero, según el MI 5, lo desembolsó el Gobierno británico de Winston Churchill con la connivencia de los Estados Unidos, y fue canalizado a través del banco Swiss Banking Corporation de Nueva York, entidad controlada por March. Además de las grandes ganancias obtenidas con su apoyo a Franco durante la guerra, se dispuso a cobrar los beneficios por su inversión bélica. Reclamó la devolución de la refinería Petróleos Porto Pi, incorporada a Campsa por la República. La dictadura de Franco consideró zanjada la cuestión y March respondió reteniendo los buques petroleros de su propiedad. El caso Barcelona Traction

El escándalo de Barcelona Traction se ha considerado «el negocio ejemplar» de Juan March. En 1948, compró esta empresa a un precio irrisorio y en oscura subasta. Se trataba de una 56 sociedad anónima con unos recursos propios valorados en treinta mil millones de pesetas de la época y que había sido objeto de una falsa quiebra. El magnate judío norteamericano, Dannie Nusbam Heineman, de origen alemán, era el director general de la multinacional Sofina, con sede en Bruselas, una de cuyas filiales, Sidro, controlaba en 1927 la compañía Barcelona Traction Light and Power Co. Ltd., productora de luz eléctrica en Cataluña, y conocida como La Canadiense. La Guerra Civil y la contienda mundial crearon una situación irregular. Durante los años de la contienda española, la multinacional no pudo abonar los intereses vencidos de las obligaciones, dado que los gobiernos republicano y franquista no facilitaron las divisas para que Sofina realizara tales abonos, ya que no disponían de ellas. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, los intereses siguieron sin poder pagarse. El valor nominal de las obligaciones descendió un 15%. Los alemanes invadieron Bélgica y la sede de la empresa tuvo que trasladarse a Estados Unidos. Y March lanzó uno de sus golpes más audaces. El 12 de febrero de 1948, un juzgado de Reus declaró en


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quiebra Barcelona Traction. Dos días más tarde, la decisión judicial se publicó en los boletines oficiales de las provincias de Barcelona y de Tarragona. La noticia corrió por todo el mundo, donde los grandes financieros se preguntaban: ¿acaso un juzgado provinciano puede declarar en quiebra una empresa de la magnitud de La Canadiense? Los responsables de la compañía multinacional declararon desde Toronto que no estaban en quiebra; simplemente, no podían pagar las obligaciones porque el Gobierno no les permitía sacar las divisas de España. Además, no consideraban competente al juzgado de Reus. Sin embargo, en la práctica se realizó la ocupación de los bienes de la empresa y se procedió a su enajenación y subasta. Lo tenía calculado al milímetro. El 22 de noviembre de 1951, el juez especial del caso procedió a la venta en pública subasta, y cuando esta se realizó el 4 de enero de 1952, solo compareció un único postor: Fuerzas Eléctricas de Cataluña, S. A. (FECSA), creada a la sazón por Juan March, aportó la fianza de un millón de pesetas y una garantía suplementaria de otro millón de dólares. En treinta 57 días, Heineman tenía la opción de hacerse con todo en las mismas condiciones que FECSA, pero no aceptó la propuesta. En cambio, se desarrolló un despliegue de presiones a escala internacional, con idas y venidas de emisarios y cambalaches en el contexto difícil de las negociaciones políticas hispano-norteamericanas que se estaban realizando, y que culminarían con los acuerdos bilaterales de 1953 y con la ubicación de bases estadounidenses en territorio español. El intento más sonado lo protagonizó el abogado Arthur H. Dean, que se entrevistó con el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo,62 para que «el Gobierno español interviniera cerca del señor March para llegar a conversaciones y a una solución satisfactoria en el pleito que la Barcelona Traction Co. tiene con Fuerzas Eléctricas de Cataluña S. A.». En sus argumentaciones, Dean (vinculado al hermano del secretario de Estado John Foster Dulles) destacó el interés que el Gobierno norteamericano tenía en la cuestión. Martín-Artajo contestó que el caso era «un asunto meramente privado y que el Go62. Ver Martín-Artajo en Galería de personajes. Pág. 379.


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bierno español, siempre respetuoso con las decisiones de la autoridad judicial, no podía entrar a discutirlos». March ganó su batalla más decisiva. El litigio continuó en el Tribunal Internacional de La Haya hasta 1970, cuando Heineman y March ya habían muerto. En palabras del estudioso Jesús Ynfante, «la magna estafa se realizó con la cobertura política y el agradecimiento del régimen de Franco por la ayuda prestada por March para la sublevación fascista de 1936».63 Los March en la corte de El Pardo

A pesar del supuesto distanciamiento, los March eran habituales del palacio de El Pardo. Así describe el economista Ramón Tamames la impronta seguida por los hijos del financiero:

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Con su hermano Juan, Bartolomé preside el Grupo March de empresas, que abarca compañías inmobiliarias y de construcción, pinturas, fibrocemento, etc. La consolidación y posterior expansión de la fortuna de los March está indisolublemente ligada a la figura de Franco, a quien Juan March facilitó medios financieros para pagar los primeros suministros de gasolina a los insurrectos contra la República. Franco no fue cicatero después con Juan March, que tuvo su mayor éxito con el asunto de la Barcelona Traction (origen de las Fuerzas Eléctricas de Cataluña, FECSA) y durante mucho tiempo recibió también importantes subsidios públicos a través de la Compañía Transmediterránea, que desempeñó en régimen de monopolio las llamadas líneas de soberanía a Baleares, Canarias y plazas y «provincias africanas».64

Cuando comprendió que el régimen de Franco se perpetuaría en el tiempo, Juan March Ordinas supo estar presente en el palacio de El Pardo sin necesidad de pisarlo. Su hijo Bartolomé March Servera, acompañado por su esposa, Maritín Cencillo, se encargaría de convertir la corte de El Pardo en parte de sus negocios y de su vida. «Bartolo» March implicó en sus negocios 63. Jesús Ynfante. Los muy ricos. Grijalbo, Barcelona, 1998. Pág. 122. 64. Ramón Tamames. La oligarquía financiera en España. Planeta, Barcelona, 1977. Pág. 125.


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(eléctricas, navieras, banca, consignatarias de buques, inmobiliarias, fibrocemento, etc.) al entorno de la familia Franco. Maritín Cencillo de March y sus hijas, muy especialmente Marita, casada con el banquero Alfonso Fierro Jiménez-Lopera (tercera generación de la dinastía Fierro), formaban parte del círculo de amistades íntimas de Carmen Franco, a la que acompañaban en cuantos eventos sociales fuera preciso, y de Cristóbal MartínezBordiú, quien en 1970 fue testigo de la boda entre Marita March y Alfonso Fierro en la catedral de Palma de Mallorca. Como muestra de tal familiaridad, Jimmy Giménez-Arnau, hijo de un destacado diplomático franquista, relata un episodio de su enlace con la nieta de Franco, Merry Martínez-Bordiú, que revela la estrecha relación que persistía entre los March y los Franco durante los años setenta. Como regalo de bodas, Leonor March Cencillo y su marido, Javier Chico de Guzmán, marqués de las Amarillas, entregaron a los novios doce prácticos lavafrutas. Al ver el regalo, Francis Franco exclamó: «¿Cómo os pueden mandar esta mierda?». Descolgó el teléfono, llamó al marqués de las Amarillas y le espetó: «¡Vaya mierda que le has 59 mandado a Merry! ¡Envía algo mejor!». Como consecuencia, tal como escribe Giménez-Arnau, «la madre de Leonor, Maritín Cencillo de March, buena amiga de la duquesa de Franco, aunque cada vez se ven menos, se acercó en persona a Artimetal y le regaló a Merry lo más caro que había allí y que ni siquiera habíamos elegido: una mesa de comedor estupenda».65 Siguiendo la política de su difunto padre, los hermanos Bartolomé y Juan March Servera mantuvieron en los consejos de administración de sus principales empresas a miembros del entorno familiar del dictador, como Nicolás Franco Bahamonde, el secretario José María Sanchiz Sancho o el yerno Cristóbal Martínez-Bordiú, con quienes compartieron ocio y negocio. En el buque insignia del grupo March durante décadas, Transmediterránea, fueron consejeros importantes «cortesanos» de El Pardo, como el exministro de Marina Pedro Nieto Antúnez,66 también presidente de Cementos Alba (de los 65. Joaquín Giménez-Arnau. Yo, Jimmy. Mi vida entre los Franco. Planeta. Barcelona, 1979. Pág. 98. 66. Ver Nieto Antúnez en Galería de personajes. Pág. 383.


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March) y miembro del círculo íntimo del Caudillo. Más significativa incluso es la presencia en el mismo consejo de Nicolás Franco, quien antes de la Guerra Civil había sido vocal para Juan March en Unión Naval de Levante y que, junto con el financiero, había desempeñado en Portugal un papel de primer orden en la apertura de una legación financiera y diplomática del Movimiento en tiempo de guerra. También tuvo cabida como consejero Blas Pérez González,67 fiscal del Tribunal Supremo franquista en 1938 y ministro de Gobernación y Orden Público entre 1942 y 1957. La vida de los hijos varones de Juan March se desarrolló entre la discreción y el coleccionismo. De ellos, el menor, Bartolomé, nacido en 1917, fue un incansable coleccionista de arte y un bibliófilo insaciable hasta su fallecimiento en París, el 10 de junio de 1999. «En la vida hay cosas más importantes que amasar una fortuna», había sentenciado tras la muerte de su padre. 60

Desde la cima financiera

Antes de morir en 1962 víctima de un accidente de tráfico, el patriarca lo había dejado muy claro en su testamento: «La permanencia de nuestra casa, a través de las dificultades cada vez mayores que plantean los tiempos, depende, estamos seguros, de que mis hijos tengan siempre a su lado, como yo lo tuve, un equipo de hombres buenos, leales y eficaces, que hagan por mis hijos lo que por mí hicieron». Sus nietos, Carlos y Juan March Delgado (nacidos en Mallorca en 1940 y 1944, respectivamente), han sabido mantener «la casa» en lo más alto del mundo financiero. En 1999, los March estaban considerados como una de las mayores fortunas de España, con un patrimonio estimado en 250 000 millones de pesetas. Ocupaban el cuarto puesto en el ranking de los máximos inversores bursátiles de España, con 225 331 millones de pesetas invertidas a través de la corporación financiera Alba. Ya una década antes, en 1988, la revista Forbes los había situado entre las tres fortunas más importantes de España, junto con Ramón Areces, creador de El Corte Inglés, y los Botín. 67. Ver Pérez González en Galería de personajes. Pág. 384.


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La notoriedad adquirida por la Casa March en la democracia española y en las finanzas internacionales es, sin duda, uno de los signos de la posmodernidad. La Fundación Juan March, creada en 1955, cuenta con un patrimonio superior a los cien millones de euros. En la actualidad, la fortuna de los March se sitúa en cinco mil millones de euros,68 participan en el accionariado de ciento cincuenta empresas y comandan un grupo empresarial que ha sido vanguardia en España en cuanto a bancos de negocios y que goza de una gran liquidez. Los nietos del hombre más rico de España supieron navegar por el proceloso mar del cambio político y salieron fortalecidos, como si el pasado no tuviera nada que ver con ellos.69

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68. Monográfico «Los doscientos más ricos de España. La edad dorada de las sagas». El Mundo, 30 de enero de 2019. 69. Ver March Ordinas en Galería de personajes. Pág. 379.


Índice onomástico

Abarzuza y Oliva, Felipe José 390 Abella García de Eulate, Alfonso 285 n351 Abelló Gallo, Juan 19, 291, 305, 309, 344 Abelló Pascual, Fernando 277 Abelló Pascual, Juan 291, 315 Abollado Aribau, Carlos 390 Abril Martorell, Fernando 263, 264, 328, 334 Acebes, Ángel 343 n410 Acevedo Bishop, Manuel 337 Aguilar y Gómez-Acebo, Alberto 305 Aguirre Bellver, Joaquín 152 Aguirre González, José María 296, 296n363, 298, 298 n366, 301, 301 n371, 302, 302 n373, 308 n381, 343, 351, 352 Aguirre Gonzalo, José María 21, 81, 89, 91, 99, 228, 231, 262, 264, 265, 291, 293-309, 310, 312, 314, 316, 320, 333, 351-2, 363, 365, 374, 382, 390, 402, 404, 405 Alameda, Sol 294, 300 n369 Alarcón de la Lastra, Luis 54, 178, 315, 352, 390 Alba Delibes, Jaime 390 Alba, duque de (ver Fitz James-Stuart Falcó, Jacobo) Alburquerque, duque de 29 Alcalá Zamora, Niceto 71, 123 Alcocer Torra, Alberto 19, 210, 344, 367 Alcubilla Pérez, Antonio 391 Aldama, marqués de (ver Ussía Cubas, Francisco)

Alfaro Fournier, Félix 314 Alfaro, Pedro 74 Alhucemas, marqués de (ver García Prieto, Manuel) Allende y García-Baxter, Tomás 278, 287, 318, 332, 391, 405 Almarcha Hernández, Luis 391 Alonso Fariña, Rodrigo 112-3 Alonso Urdiales, Rodolfo 186 Alonso Vega, Camilo 35, 120, 186, 315, 352-3 Álvarez Álvarez, José Luis 331 Álvarez Arenas, Félix 328 Álvarez de Estrada Luque, Luis 304 Álvarez de Miranda, Fernando 331 Álvarez de Sotomayor, Fernando 234 Álvarez Miranda, Alfonso 20, 154, 318, 353 Álvarez Molina, Luis 285 n351 Álvarez Rendueles, José Ramón 263, 276, 318, 321, 329, 342, 343, 353 Alzaga, Óscar 331 Ameijide Aguiar, Luis 346 Ameijide Montenegro, Eduardo 346 Amigo, Manuel 343 n410 Amor Fernández, José Luis 236 Ampuero y Gandarias, Pedro 270 Anguera Sansó, Victoriano 314 Ansaldo, Juan Antonio 37, 37 n36, 45, 409 Antón Rozas, Santiago 391 Aparicio López, Juan 391 Aranegui y Coll, Manuel de 314 Arburúa Aspiunza, José Manuel 354 Arburúa de la Miyar, Manuel 139-42, 315, 318, 320, 354, 391

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Arco, Manuel del 140, 141 n181, 182 n244 Ardid Gimeno, Rafael 209 Areces Rodríguez, Ramón 60, 209-10, 277, 318 Areilza, José María de 155-6, 156 n209/210, 328, 331, 332, 354, 363 Arellano Dihix, Luis 391 Arespacochaga, Juan de 318, 354-5 Argillo, conde de (ver Martínez Ortega, José María) Argüelles Armada, Jaime 304 Argüelles, Manuel 304 Arias Mosquera, José María 242, 243 Arias Mosquera, Vicente 242 Arias Navarro, Carlos 167, 174, 254, 255, 276, 280, 328, 329, 331, 332, 356, 362, 364, 367, 368, 373, 380, 389, 405, 406 Arias y Díaz de Rábago, Carmela 236, 242 Arias-Salgado y de Cubas, Gabriel 345, 391 Arias-Salgado y Montalvo, Fernando 276 Arias-Salgado y Montalvo, Rafael 16, 334, 342, 345 Arnáiz Moreno, Martín 33 Arrarás, Joaquín 24-5, 25 n16, 26 n18, 249 n314, 410 Arrese, José Luis de 142 n182, 144-5, 144 n185, 154, 156-7, 159, 159 n211, 160, 165, 166 n225, 191, 300, 317, 410 Arriaga Adam, Alfonso 391 Arriluce, marqués de (ver Ybarra de la Revilla, Fernando María) Arroyo Quiñones, Manuel 315 Arruga Liro, Hermenegildo 251 Arteaga y Falguera, Iñigo de (duque del Infantado) 29, 29 n23, 355 Arteaga y Echagüe, Joaquín de 391 Arteaga y Falguera, Jaime 69 Arteche y Villabaso, Julio de 20, 62, 67, 68 n78, 80, 231, 251, 355, 402, 403, 404 Asauz de Robles, José María 154 Asensio Cabanillas, Carlos 391 Asín Palacios, Miguel 391

Atienza García, Manuel 285 n351 Attard Alonso, Emilio 336, 337 Atutxa, Juan María 343 n410 Aunós Pérez, Eduardo 391 Aurreko, Joseba Andoni 343 n410 Azaña, Manuel 23, 26, 71, 72, 394, 401 Aznar Acedo, Manuel 277, 345 Aznar Gener, Agustín 315 Aznar López, José María 19, 277, 342, 343 n410, 345, 346, 347 Aznar y Coste, Eduardo 204, 205, 2067, 277, 314, 316, 339 Aznar y Zabala, José Luis 204-5 Aznar Zubigaray, Manuel 52, 52 n54, 68 n78, 110, 345 Ballarín Marcial, Alberto 336 Ballester Nieto, Carmelo 391 Balzac, Honoré de 32 Banús Masdéu, José 93, 187-94, 215, 356 Banús Puig, Isidro 193 Bañales Novella, José 285 n351 Barcia Goyanes, Joaquín 234 Barciela, Carlos 136 n174, 137, 137 n176, 214, 214 n276, 411 Bardolet, Marcial 233 Barreiros Rodríguez, Celso 220 Barreiros Rodríguez, Eduardo 91, 21621, 247, 260, 356 Barrera de Irimo, Antonio 20, 314, 318, 332, 354, 356-7 Barrero, Juan Ignacio 342 Barrié de la Maza, Pedro 80, 123, 23143, 252, 315, 357, 359, 391, 402, 404, 405 Barrié Pastor, Pedro 235 Barrón Ortiz, Fernando 391 Barroso Sánchez-Guerra, Antonio 269, 313, 316, 319, 357-8, 391 Basabé y Manso de Zúñiga, José Raimundo (marqués de Miralrío) 315, 391 Basanta Silva, Santiago 391 Basterreche y Díaz de Bulnes, Francisco 391 Bastos Ansart, José 233, 314, 391 Batlle Vázquez, Manuel 285 n351 Bau Carpi, Fernando 285 n351, 316


los ricos de franco Bau Nolla, Joaquín 177, 253, 391 Bebb, Cecil H. W. 37, 46 Becerril, Soledad 331 Becker, Fernando 343 n410 Beltrán Vivar, Rufino 391 Benavides, Manuel D. 30, 30 n24, 32, 410 Benjumea Burín, Joaquín 251, 316, 354, 358, 391 Benzo Mestre, Fernando 334, 337 Bermúdez González, Alejandro 209 Bernis, F. 63 n72 Bertrán Güell, Felipe 37 n38, 391, 410 Bilbao Eguía, Esteban 252, 390 Blanco Gejo, Antonio 315 Blesa, Miguel 342 Boada Villalonga, Claudio 87, 88, 221, 290, 291, 319, 320, 327, 358-9, 363 Bofill de Quadras, Pablo 110 Bohórquez Mora-Figueroa, José 315 Bolín, Luis A. 39-45, 46, 49, 410 Borbón Bernaldo de Quirós, Manfredo 391 Borbón Dampierre, Alfonso de 248, 253, 317, 405 Borbón Martínez-Bordiú, Fran de 184 Borbón y de la Torre, Francisco de 392 Borbón, Juan Carlos de 116, 248, 249, 286, 287, 323, 325, 405, 406 Borbón, Juan de 82, 104, 164, 305, 371, 372, 397, 300, 402, 403 Borbón, Pilar de 305 Bordegaray Arroyo, Tomás 218, 233 Bordiú y Bascarán, Enriqueta 91, 92, 99 Bordiú y Bascarán, María de la O 85, 99 Borrell, Josep 343 n410 Borrell, Max 245 Bosch i Aymerich, Josep Maria 87 Botella Llusià, José 346 Botín Sanz de Sautuola López, Emilio 64 Botín Sanz de Sautuola Ríos, Emilio 233, 306, 309 Broseta, Manuel 331 Bruguera Muñoz, Manuel 120 Bueno Henche, Guillermo 270, 270 n328

Bugallal, José Luis 234 Bultó, José María 181, 320 Bustamante de la Rocha, Jerónimo 392 Caballero Arzuaga, José María 314, 315 Cabana, Francesc 88, 88 n108, 177, 177 n236 Cabanellas, Guillermo 34 n4, 36 n30, 38, 49, 49 n52, 410 Cabanillas Alonso, Pío 343, 346 Cabanillas Gallas, Pío 113, 206, 219, 316, 319, 331, 333, 337, 346, 356, 359, 392 Cabello de Alba, Rafael 19, 317, 318, 359, 382 Cadagua, conde de (ver Careaga y Basabé, Pedro de) Cagigal Macho, Mariano 64 Calderón, Julio 298 Callejo de la Cuesta, Eduardo 392 Calviño de Sabucedo, Mariano 162, 285 n351, 314, 321, 360 Calvo Sotelo, José 36, 37, 71, 175, 250, 317, 361, 401 Calvo-Sotelo Bustelo, Leopoldo 17, 118, 276, 314, 318, 328, 330, 331, 336, 360, 380, 406 Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, Leopoldo 346 Camacho Baños, Fernando 360, 392 Cambó, Francesc 28, 28 n20, 64, 296, 410 Campmany, Jaime 154 Camuñas Solís, Ignacio 105, 333, 336 Canales, Marta 235 Canals, José Antonio 33 Cánovas García, Cirilo 316, 360-1, 392 Cantarero del Castillo, Manuel 154 Cantero Cuadrado, Pedro 392 Carceller Arce, Demetrio 182, 183, 362 Carceller Coll, Demetrio 182, 361 Carceller Segura, Demetrio 54, 164, 175-83, 270, 307 n378, 315, 352, 361-2, 392, 401, 402 Careaga y Basabé, Pedro de (conde de Cadagua) 81, 306 Carner, Jaume 26 Carrasco Verde, Manuel 392

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Carrero Blanco, Luis 102, 102 n126, 121, 135, 173, 219, 249, 253, 275, 278 n344, 280, 283, 287, 324, 326, 356, 362, 377, 379, 388, 405 Carriles Galárraga, Eduardo 321, 328, 333, 362 Carrillo, Santiago 116, 406 Carro Martínez, Antonio 316, 318, 335, 337, 362 Carvajal y Urquijo, Jaime 105, 318, 336 Casas Carnicero, Ángel 315 Castaño Hernando, Pedro 94 Castañón de Mena, Juan 102, 240, 287 Casteleiro Varela, José 234 Castell Lastortras, Jaime 86-89, 95, 211, 362-3, 404 Castell Mercader, Jaume 87 Castiella Maíz, Fernando María 155, 314, 363-4, 367, 383 Castillo y Campos, Cristóbal del 392 Castro y Alonso, Manuel de 392 Cavanillas Prosper, Rafael 213 Cavero Lataillade, Iñigo 319, 331, 333, 337 Cavestany de Anduaga, Rafael 361, 392 Cayetana de Alba 371 Cejudo Lletget, Alfredo 392 Cencillo de March, Maritín 58-9 Cerón Ayuso, José Luis 19, 314, 317, 332, 364 Cervera Valderrama, Juan 252 Cerviá Cabrera, Manuel Baldomero 285 n351, 392 Chez, Heinz 324 Chico de Guzmán, Javier, marqués de Amarillas 59 Churchill, Winston 44, 56 Churruca Calbetón, Alfonso 253 Churruca, José María 298 Ciano, conde Galeazzo 47, 122 Cid Cañaveral, Ricardo 22 Cierva Malo de Molina, Julio de la 108 Cierva y Codorniu, Juan de la 40-42, 41 n43, 44 Cierva, Ricardo de la 25, 25 n17, 69, 109, 109 n136, 124 n158, 158, 252, 377, 410, 414

Cisneros, Gabriel 334 Clavero Arévalo, Manuel 334 Coca García Gascón, Ignacio 256, 260, 266, 364-5 Coca García-Gascón, Regino 261 Coca Gascón, Julián 258-60, 261, 401 Collar Luis, Gervasio 306 Colomer Marqués, Claudio 392 Comas Pérez-Caballero, Eduardo 233 Comillas, marqués de 29, 246 Conde Bandrés, Manuel 315 Conde, Mario 291-2, 305, 309, 374, 407 Córdova, Rafael 112 Coronel de Palma, Luis 316, 320, 329, 365-6 Corral, Federico 179 Cortina Alcocer, Alberto 19, 210, 344, 367 Cortina Alcocer, Alfonso 342, 343 Cortina Mauri, Pedro 19, 315, 366-7, 392 Cotorruelo Sendagorta, Agustín 392 Cruylles de Peratallada, Santiago 315 Cruz Tuñón, Ricardo 168, 170, 388 Cuevas González, Ángel de las 392 Dancausa de Miguel, Fernando 315 Dávila Arrondo, Fidel 251, 392 Dean, Arthur H. 57 Deleitosa, marqués de la (ver GómezAcebo, Jaime) Descola, Jean 36 n33, 126, 126 n161 Díaz de Rábago, Carmela 236, 242, 357 Díaz Hochleitner, Ricardo 276 Díaz Morlán, Pablo 69-70, 69 n82 Díaz Nosty, Bernardo 43 n46, 412 Díaz-Ambrona y Moreno, Adolfo 319, 392 Díaz-Llanos Lecuona, Rafael 392 Díez-Alegría Gutiérrez, Manuel 393 Díez Benjumea, Julio Salvador 285 n351 Díez de Rivera y Casares, Ramón (marqués de Huétor de Santillán) 95, 393 Dixon, Arturo 34 n26, 38 n40, 47, 48 n49, 55, 55 n61, 410 Domínguez Olano, Antonio 152


los ricos de franco Domínguez Urquijo, Ignacio 354 Domínguez, José 343 n410 Domínguez, Juan 135 Dulles, John Foster 57, 244 Dyer, Nina 103 Echevarría Irarolagoitia, José María 285 n351 Echeverría Elorza, Patricio 231-2, 252 Echeverría, Venancio 64 Elordi, Carlos 205 n269, 246, 246 n310, 410 Elósegui Larrañaga, Antonio 69, 295 Entrecanales, José María de 320 Escalas Chamení, Félix 64 Escámez López, Alfonso 120, 165, 228, 233, 255, 262, 270, 306, 307 n378, 335, 336, 366 Escobar Kirkpatrick, José Ignacio 393 Escobar, Alfonso; marqués de Valdeiglesias 304 Escoriaza y Fabro, José Nicolás de 69 Escrivá de Balaguer, José María 268 Escudero, Rafael 343 n410 Esperabé de Arteaga González, Jesús 331, 336 Espinosa de los Monteros, Carlos 343, 343 n410 Espinosa San Martín, Juan José 161, 162 n216, 275, 281, 282, 285, 299, 311, 316, 319 Estapé, Fabián 276 Esteban-Infantes y Martín, Emilio 393 Estrada Arnaiz, Rafael 393 Fabra y Puig, Fernando, marqués de Aledo 29 Fábregas, Antonio 263 Fanjul Sedeño, Juan Manuel 154, 2845, 314, 315, 334, 336, 367 Fenosa, condesa de (ver Arias y Díaz de Rábago, Carmela) Fernández Cuesta Illana, Nemesio 19, 318, 369 Fernández-Cuesta y Merelo, Raimundo 130, 151, 154, 285, 369, 393 Fernández de Córdoba y Osuna, Joaquín 393 Fernández de Córdoba, Fernando 45

Fernández de Córdoba, Francisco 295 Fernández de la Mora, Gonzalo 20, 121, 334, 367-8 Fernández-Ladreda y MenéndezValdés, José Marí 393 Fernández Longoria, Francisco 393 Fernández Marugán, Francisco 339-41, 343 Fernández Miranda y Hevia, Torcuato 162, 163, 255, 287, 331, 334, 337, 368, 390 Fernández Miranda y Lozana, Enrique 255 Fernández Norniella, José Manuel 341 Fernández Olano, José 341 Fernández Ordóñez, Miguel Ángel 276 Fernández Sordo, Alejandro 19, 316, 368-9 Fernández Valladares, Pedro 393 Fernández Villaverde, Raimundo 303 Fernández-Villaverde y Roca de Togores, José 393 Ferrer Gómez, Diego 263 Fierro Jiménez-Lopera, Arturo 226 Fierro Jiménez-Lopera, Alfonso 59, 229 Fierro Ordóñez, Ildefonso 222-6, 369, 370 Fierro Viña, Alfonso 226, 227, 228, 230, 320, 321, 369 Fierro Viña, Arturo 226, 319, 369, 370 Fierro Viña, Ignacio 226, 369, 370 Figaredo, los 96, 109 Figueras y Arizcun, José Manuel 64 Figueroa Alonso-Martínez, Luis de (conde de Romanones) 29 Finat y Escrivá de Romaní, José 246-7, 393 Fitz-James Stuart Falcó, Jacobo (duque de Alba) 29, 44, 371, 393 Fontán Lobe, Juan 393 Fontana Codina, Enrique 19, 112, 287, 289, 316, 371-2, 405 Fraga Iribarne, Manuel 17, 105, 147, 154, 160-1, 161 n215, 173, 207, 283, 286, 328, 330, 331, 334, 348, 349, 359, 386, 388 Franco Bahamonde, Francisco 14-7, 20, 21, 35-8, 40, 46, 49-52, 62, 69,

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76, 82, 92-3, 94, 97-8, 101, 109, 121, 123, 130, 133-5, 141-2, 144, 145, 146, 153, 180-1, 184, 186, 191, 205, 216, 218, 230, 231, 233, 235, 237, 243, 244-7, 283, 289, 292, 299-300, 311, 312, 322, 324, 371, 373, 376, 378-9, 387, 389, 401-6, 411 Franco Bahamonde, Nicolás 59, 60, 90, 100-1, 103, 104-11, 112-4, 116, 123, 227, 259, 319, 357, 365, 379, 393, 402, 403, 404, 405, 406 Franco Bahamonde, Pilar 36, 36 n31, 90, 90 n114, 92, 93, 93 n119, 114, 114 n145, 118-21, 405, 411 Franco Iribarnegaray, Carlos 328 Franco Martínez-Bordiú, Francis 59, 89, 234, 253, 404 Franco Pascual de Pobil, Nicolás 114-8, 115 n146, 315 Franco Polo, Carmen 85, 99, 253, 376, 403 Franco Salgado-Araujo, Francisco 14, 15 n5, 82, 82 n98, 83 n99, 89, 89 n110, 90 n113, 92, 92 n117, 93, 93 n120, 95-6, 96 n123, 102, 105, 106 n132, 107 n134, 109 n137, 144 n184, 181, 181 n241, 187 n253, 189 n257, 218, 218 n277, 232 n292, 244 n305, 245, 245 n307, 311, 311 n384, 411 Fuente, Licinio de la 20, 154, 162, 287, 315, 318, 319, 334, 337, 372 Fuentes Irurozqui, Manuel 285 n351 Fuentes Quintana, Enrique 276, 329, 333, 337 Fuertes de Villavicencio, Fernando 95, 185 Fueyo Álvarez, Jesús 154, 289, 301, 315, 317 Fusi, Juan Pablo 273 n334, 288, 288 n357 Gadafi, Muamar el 228 Gaitanes, conde de los (ver Ussía y Cubas, José Luis) Galarza Morante, Valentín 393 Galarza, Ángel 26 Galdós García, Luis 285 n351 Galera Paniagua, Alfredo 285 n351, 393

Gallego-Díaz, Soledad 260 n319, 262, 263 n321 Gambara de Allaipi, Gastone 95-6 Gamero del Castillo, Pedro 154, 163-5, 291, 314, 317, 321, 354, 372-3, 402 Garau, Rafael 30-2, 336 García Abadillo, Casimiro 208, 208 n272, 411 García Añoveros, Jaime 276, 331 García Canals, Ángel 113 García Escámez, Joaquín 251 García García, Antonio 393 García Hernández, José 285, 315, 318, 332, 373 García López, Ignacio 328 García Morato, Joaquín 251 García Prieto, Manuel 385-6 García Ramal, Enrique 162, 164, 319, 374 García Ruiz, José Luis 62, 63 n71, 221 n282 García Siñeriz, José 393 García Valdecasas, Alfonso 176 García-Escudero Fernández-Urrutia, Pío 345 García-Escudero Márquez, Pío 345 García-Lomas y Mata, José Ignacio 315, 317, 317 n389, 318 García-Moncó, Faustino 275, 281, 282, 314, 318, 319, 372, 373-4, 383, 393 García-Valiño y Marcén, Rafael 393 Garicaño Goñi, Tomás 287 Garmendia, Cristina 343, n410 Garnica Echevarría, Pablo de 64-5, 70, 71-3, 74, 78, 258, 296, 302, 303, 305, 314, 374, 375, 393, 401, 402 Garnica Mansi, Pablo de 81, 233, 265, 266, 268, 291, 374-5, 378 Garnica Pombo, Ana María de 70 Garriga Nogués, José 64, 270 Garriga, Joaquim 181 Garriga, Ramón 27, 28, 28 n19, 35, 140 n180, 410 Garrigues Díaz-Cañabate, Antonio 319, 321, 328, 332, 375 Garrigues Walker, Joaquín 321, 328, 333, 338 Gich Bech de Careda, Juan 315, 334, 336


los ricos de franco Gil Robles y Quiñones, José María 34, 45, 46, 100, 113, 177, 284 n349, 401 Gil y Gil, Jesús 215, 216 Gil, Vicente 94, 94 n122, 184, 247, 248 n311, Giménez Caballero, Ernesto 24, 24 n15, 214, 394, 411 Giménez-Arnau, Jimmy 59, 59 n65, 77 n91, 127, 411 Girón de Velasco, José Antonio 143-53, 154, 158, 160, 165, 192, 259, 281, 326, 365, 381, 387, 389 Goded, Federico 35 Godó y Valls, Carlos de 277, 394 Gómez García, José Luis 64 Gómez Picazo, Antonio 285 n351 Gómez Sanz, Luis 92, 204, 210 Gómez Urbaneja, Emilio 233 Gómez-Acebo, Luis 305 Gómez-Acebo, María Isabel 354 Gómez-Acebo Modet, Jaime (marqués de Deleitosa) 96, 302-3, 319, 375 Gómez-Acebo Modet, Miguel 69 Gómez-Acebo Pombo, Lorenzo 69 Gómez-Acebo Santos, Ricardo 394 Gómez-Acebo y Cortina, José 69, 303, 304 Gómez-Acebo y Duque de Estrada, Ricardo 305 Gómez-Angulo Giner, José Manuel 337 González Casanova, José Antonio 21, 21 n13 González del Valle, Martín 394 González Duro, Enrique 15 n6, 103, 107 n135, 135 n171, 411 González Longoria, Manuel 303 González Oliveros, Wenceslao 394 González Ruano, César 139 González Seara, Luis 331 González Urbaneja, Fernando 298, 298 n365 González y Martínez de Olaguíbel, Antonio 394 González, Felipe 18, 116, 118, 342, 343 n410, 379, 405, 406, 407, 408 González, Francisco 342 González-Bueno y Bocos, Pedro 158, 321, 394

González-Fierro Ordóñez, Ildefonso (ver Fierro, Ildefonso) González-Gallarza Iragorri, Eduardo 394 Gortázar y Landecho, Manuel de (conde de Superunda) 81 Gotor, barón de (ver Martínez-Bordiú, José María) Granell Pascual, Juan 394 Güell Churruca, Juan Claudio 68, 68 n80, 177 Güell López, Juan Antonio (marqués de Comillas) 29 Güell, Alejandro 246 Guerra Campos, José 394 Guerra Zunzunegui, Juan Carlos 337 Guijarro, Esteban 295 Guindos, Luis de 343 n410 Guinea y Gauna, Francisco de 151 Gutiérrez Cano, Joaquín 316, 376 Gutiérrez Fierro, Jesús 226 Gutiérrez Pombo, Pilar 374 Hassan II 227 Hedilla, Manuel 143, 160 Heidenheimer, Arnold J. 111 Heineman, Dannie Nusbam 56, 57, 58 Heredia Spínola, conde de 67 Hernández Gil, Antonio 336 Hernández Gil, Fernando 394 Hernández Moltó, Juan Pedro 343 n410 Hernández Sánchez, Manuel 315 Herrera Esteban, León 19, 206, 318, 376 Herrera Oria, cardenal Ángel 179, 372, 379 Herrero Tejedor, Fernando 328 Hidalgo, Enrique 233 Hidalgo, Luis F. 411 Hitler, Adolf 46, 104, 122, 125, 127, 133, 146, 155, 176, 401, 402 Hoare, Samuel 178 Hoffmann Heinkeder, Hans o Juan 147-9 Huétor de Santillán, marqués de (ver Díez de Rivera y Casares, Ramón) Hurtado de Saracho y Arregui, Lorenzo 314

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mariano sánchez soler Ibáñez Freire, Antonio 315, 329, 334 Iglesias, Emiliano 25 Infantado, duque del 29, 69, 355 Iniesta Cano, José 152 Irala Estévez, Xavier de 341 Iribarren, José María 37 Isla, Pablo 341 Iturmendi Barrales, Antonio 255, 390 Jackson, Gabriel 49 Jaraíz Franco, Pilar 89, 89 n111, 411 Jerez Mir, Miguel 137, 138 n178, 411 Jiménez Arenas, Carlos 225 Jiménez Millas, Alfredo 167 Jiménez Torres, Francisco 167 Jiménez, María Ángeles 49 n50, 54, 411 Johnston, Michael 111, 111 n141 Juan Carlos I (ver Borbón, Juan Carlos de) Juan de Borbón (ver Borbón, Juan de)

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Kindelán Duany, Alfredo 15, 36, 101, 252, 412 Koplowitz Sternberg, Ernesto 89, 91, 207-10 Koplowitz, Alicia 209, 210, 327 Koplowitz, Esther 209, 210, 327 Lacalle Larraga, José 394 Lacalle Leloup, Gonzalo 277, 317, 319, 376 Lage Arenas, José María 233 Lago, Julián 17, 89, 89 n112, 118, 412 Laiglesia, Francisco 304 Lamo de Espinosa, Emilio 316, 376-7 Landáburu González, Belén 285 n351 Landaluce Salazar, Juan Manuel de 225 Lapuerta y de las Pozas, José María de 394 Larraz López, José 68 n78, 394 Larrucea Samaniego, María Josefa 149 Lasuén, José Ramón 276 Lavilla Alsina, Landelino 276, 276 n338, 317, 328, 331, 333, 336, 337 Ledesma Ramos, Ramiro 143 Legaz Lacambra, Luis 394 Lequerica y Erquiza, José Félix de 68 n78, 394

Lerroux, Alejandro 25, 34, 136, 401 Lillo Ozáez, Juan 208 Liñán y Zofío, Fernando 20, 206, 278, 279, 315, 318, 377 Lipperheide, Federico 270 Lladó Fernández-Urrutia, José 207, 276, 315, 328, 333, 343, 354, 377 López-Bravo, Gregorio 173, 218, 267, 218, 275, 277, 278, 281, 287, 291, 301, 314, 320, 334, 336, 359, 378, 404, 407 López Castillo, Santiago 299 López de Letona y Núñez del Pino, José María 20, 256, 266, 267-9, 274, 275, 277, 278, 287, 288-9, 290, 291, 292, 309, 314, 316, 317, 318, 329, 368, 378, 395, 405, 406 López Jiménez, Ambrosio 395 López Jiménez, Isidro 225 López Martínez, Alfredo 395 López Otero, Modesto 296 López Rodó, Laureano 115, 135 n171, 146, 268, 272, 274-6, 277, 278 n344, 287, 334, 336, 366, 375, 404, 405, 412 López Rúa, Jacobo 234 López Valencia, José María 395 Lora Tamayo, Manuel 279, 317 Lorente Sanz, José 395 Losada Álvarez, Abel Fermín 240, 240 n299, 241, 242 n302 Lozano Bergua, Francisco Javier 315 Luca de Tena e Ita, Fernando 395 Luca de Tena y Brunet, Torcuato 369, 395 Luca de Tena, Juan Ignacio 39-41, 41 n44, 44, 45 n47, 46, 47, 395, 412 Lumbreras, Matías 70 Madariaga, Salvador de 14, 14 n2, 412 Maíz, Félix 35 Maldonado y Fernández del Torco, José 395 Marañón Moya, Gregorio 204, 255, 378-9, 395 Marañón y Beltrán de Lis, Gregorio 379 March Cencillo, Leonor 59 March Delgado, José Carlos 23, 60, 375


los ricos de franco March Delgado, Juan 60, 320 March Ordinas, Juan 23-39, 40-61, 62, 80, 91, 100, 126, 229, 259, 353, 361, 379, 401, 402, 403, 404 March Servera, Bartolomé 58 March Servera, Juan 59 March, Marita 59 Marchesi, José María 234 Marimon, Frederic 181 Marín, Manuel 343 n410 Mariscal de Gante y Moreno, Jaime 345 Mariscal de Gante, Margarita 345 Márquez Patiño, Alfonso (marqués de Castro) 260, 261 Martín Alonso, Pablo 395 Martín Artajo, Alberto 57, 315, 316, 363, 379-80, 395 Martín Artajo, Javier 395 Martín Marín, Pedro Antonio 341 Martín Moreno, Francisco 252 Martín Sánchez-Juliá, Fernando 395 Martín Sanz, Dionisio 167, 380 Martín Villa, Rodolfo 16-7, 19, 158, 186, 276, 328, 329, 330, 331, 337, 340, 341, 343 n410, 380-1 Martínez Berasain, José 395 Martínez de Galinsoga y de la Serna, Luis 395 Martínez de Irujo y Artacoz, Luis 371 Martínez de Irujo y Artacoz, Pedro 69 Martínez Esteruelas, Cruz 19, 154, 285 n351, 316, 381 Martínez Garrido, Santiago 343 n410 Martínez López, Francisco 103 Martínez Merino, Manuel 395 Martínez Ortega, José María (conde de Argillo) 85, 86, 99, 209, 404 Martínez Rico, Ricardo 343 n410 Martínez Sabater, Eduardo 395 Martínez Sánchez-Arjona, José María 160, 316, 318, 381 Martínez-Bordiú Franco, Arancha 99 Martínez-Bordiú Franco, Carmen 405 Martínez-Bordiú Franco, Jaime 99 Martínez-Bordiú Franco, José Cristóbal 99 Martínez-Bordiú Franco, María del Carmen 248

Martínez-Bordiú Franco, Mariola Martínez-Bordiú Franco, Merry 59, 99 Martínez-Bordiú Ortega, Andrés (conde de Morata de Jalón) 88, 99, 219, 277 Martínez-Bordiú Ortega, Cristóbal (marqués de Villaverde) 59, 84, 85, 91, 99, 209, 247, 248, 322, 365, 403 Martínez-Bordiú Ortega, José María (barón de Gotor) 86, 88, 99 Martínez-Bordiú Ortega, Tomás (barón de Illueca) 99 Martínez-Cañavate, Enrique 285 n351 Más Sardá, José María 233 Masó Vázquez, Enrique 181, 181 n242, 315, 320 Mata Gorostizaga, Enrique de la 276, 328, Mayorga, José 40, 43 Mayorga, José María 55 Medel, Braulio 343 n410 Medina Villalonga, Rafael 395 Medrano Ezquerra, Carmelo 395 Meléndez Bojart, Fernando 116 Meliá Goicoechea, José 19, 195 Meliá Sinisterra, José 194, 203, 277, 381 Mendizábal y Allende, Rafael 117 Mendoza Gimeno, Carlos 80, 314, 315 Mendoza y Sáez de Argandoña, Carlos 396 Merello Llasera, Eduardo 396 Miguel, Adolfo de 152 Miguel, Amando de 16, 16 n7, 102, 155, 155 n208, 274 n335, 279 n346, 301 n372 Miguel, Ramón de 343 n410 Millán Astray, José 101, 120 Miñarro Montoya, Enrique 263, 265, 406 Miranda Quartín, Carlos 396 Mitjans Fitz-James Stuart, Carlos 247 Modrego Casaus, Gregorio 396 Mola Vidal, Emilio 250 Molina Brandao, Alfonso 234 Mombiedro de la Torre, Rafael 335, 337 Monasterio Ituarte, José 396

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Monreal Luque, Alberto 20, 261, 287, 289, 315, 319, 381-2, 396, 405 Montero García de Valdivia, Fernando 396 Mora-Figueroa, José Ramón 247 Morán, Fernando 327 Morán, Gregorio 116, 116 n147, 412 Morcillo González, Casimiro 396 Moreno Fernández, Francisco 251 Moreno Fernández, Salvador 396 Moreno Martín, José Anastasio 117 Moreu Figueroa, Manuel 396 Moroder, Silvia 257, 261, 266, 365 Mortes Alfonso, Vicente 19, 275, 278, 287, 316, 320, 382, 396, 405 Moscardó Ytuarte, José 250 Muguruza Otaño, Pedro 396 Muñiz Pablos, Tomás 396 Muñoz Aguilar, Julio 234 Muñoz Grandes, Agustín 90, 145, 164, 167, 173, 244, 275, 326, 402 Muñoz Rojas, Ignacio 315, 396 Muñoz, Juan 63 n73, 78, 79 n94, 233 n294, 307 n378, Muñoz, Julio 213-4 Mussolini, Benito 47, 95, 122, 125, 146, 155, 176, 259, 402 Navarro Rubio, Mariano 87, 146, 162, 173, 185, 268, 274, 275, 276, 281, 311, 312, 316, 382-3, 396, 404 Navarro y Alonso de Celada, Gustavo 396 Navasqüés y Ruiz de Velasco, Emilio 396 Nicolás García, Mariano 201 Nieto Antúnez, Luis 213 Nieto Antúnez, Pedro 59, 102, 173, 185, 206, 207, 320, 379, 383, 396 Olaichea de Loizaga, Marcelino 397 Oliart Saussol, Alberto 314, 315, 318, 319, 321, 333 Olivas Martín, José Luis 343 n410 Olivencia, Manuel 331 Ollero de la Rosa, Juan Antonio 317, 383 Oreja Aguirre, Marcelino 295, 295 n361, 318, 320, 328, 331, 333, 336, 341, 346, 354, 383

Oreja Elósegui, Benigno 295, 397 Oreja Elósegui, Marcelino 295 Oreja Elósegui, Ricardo 295, 397 Orgaz Yoldi, Luis 397 Oriol y Urquijo, Antonio María de 81, 109, 287, 319, 384 Oriol y Urquijo, José María de 80, 81, 81 n97, 277, 285 n351, 314, 319, 384, 397 Ortí Bordás, José Miguel 154, 285 n351, 334, 337 Ortínez Murt, Manuel 219 Ortiz Muñoz, Luis 397 Ortiz, Luis 298, 317, 331, 334 Osorio Díez de Rivera, Beltrán (duque de Alburquerque) 29 Osorio García, Alfonso 276 n339, 315, 318, 328, 397 Otamendi, Julián 295 Otero Novas, José Manuel 331, 334 Paguaga Paguaga, Antonio 397 Palacio y Maroto, Ignacio de 69 Palacio, Ana de 343 n410 Palomino, Ángel 152 Parrado García, Agustín 397 Pascual de Pobil, Isabel 116 Pascual de Pobil, José 105 Pastor Tomasety, Juan 397 Pastor y Horta, José 235 Payne, Stanley G. 35, 35 n28, 36-7, 37 n34/37, 132, 132 n67, 136 n173, 164 n223, 176 n233, 412 Peña Boeuf, Alfonso de la 397 Peñafiel, Jaime 243, 244 n304, 248 n313, 412 Peñarroya Esbrí, Antoni 87 Peralta España, Luis 152, 319 Pérez de Bricio, Carlos 277, 319, 328, 343, 384 Pérez Embid, Florentino 397 Pérez González, Blas 60, 158, 379, 384, 397 Pérez González, Esteban 397 Pérez-Maura Herrera, Ramiro 336 Pérez Platero, Luciano 397 Pérez Puga, David 337 Pérez Simarro, Ramón 343 n410 Pérez-Soba y García, Antonio 397


los ricos de franco Pinilla Turiño, Carlos 397 Pino Moreno, Rafael del 290 Piñar López, Blas 315, 326, 151, 151 n195, 219 Pita da Veiga, Gabriel 328 Pizarro, Manuel 342, 343 n410 Pla y Deniel, Enrique 84, 397 Planas de Tovar, Francisco Javier 397 Planell Riera, Joaquín 397 Pollard, Hugh 42 Polo Martínez Valdés, Carmen 253 Polo Martínez Valdés, Felipe 92, 96, 318 Polo Martínez Valdés, Ramona, «Zita» 127 Ponte y Manso de Zúñiga, Miguel 397 Porcioles, José María de 86, 87, 181 n242, 270 n328 Posada Cacho, Jesús 345 Posada Moreno, Jesús 345 Pozuelo Utanda, José 256-7, 266 Pradera Larrumbe, Víctor 250 Prados Suárez, Alfredo 397 Prado y Colón de Carvajal, Manuel 336, 338 Prieto, Indalecio 24, 26, 66, 67, 73, 401 Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, Pilar 151, 252 Primo de Rivera, Fernando Primo de Rivera, José Antonio 130, 157, 159, 176, 186, 249, 250, 362, 401 Primo de Rivera, Miguel 71, 159, 269, 355, 365, 361, 384 Puente Bahamonde, Enrique de la 102, 318 Puig Antich, Salvador 324, 406 Puig Maestro-Amado, Ezequiel 284 Puigdollers Oliver, Mariano 398 Pujol Soley, Jordi 181, 336 Quadra-Salcedo, Fernando de la 70 Queipo de Llano y Sierra, Gonzalo 37, 127, 250, 373 Queipo de Llano, María 120 Ramírez, Jorge 39 n41 Ramón y Cajal, Santiago 251 Ramos Fernández, Enrique 315

Rato Figaredo, Rodrigo 19, 339-40, 347 Rato Rodríguez-San Pedro, Ramón de 109-10, 405 Raventós, Jesús 181 Recasens, Francesc 181 Redondo Ortega, Onésimo 143, 250, 401 Regalado Rodríguez, Francisco 398 Reguera Guajardo, Andrés 315, 317, 318, 319, 328, 384-5 Reig Tapia, Alberto 37, 37 n35, 249 n314, 412 Rein Segura, Carlos 159, 315, 319, 385, 398 Reyzábal, Julián 298 Ribera Rovira, Andrés 315, 336, 385 Ridruejo Botija, Epifanio 73, 91, 256, 307 n378, 313, 314, 317 Ridruejo, Dionisio 126, 128, 130, 138, 138 n179, 153, 153 n200, 412 Ridruejo, Jesús 298 Riebel, Torkild 48 Rivara, Georges Laurent 270 Rivas Santiago, Natalio 398 Rivero de Aguilar, José María 209, 234, 398 Robles Piquer, Carlos 328, 346 Rodríguez Casado, Vicente 398 Rodríguez de San Pedro, Faustino 109 Rodríguez de Valcárcel, Antonio 120 Rodríguez Jurado, Adolfo 398 Rodríguez Pastor, Ricardo 235, 236 Rodríguez Salmones, Jesús 233 Rodríguez Viña, Carlos 226 Rodríguez Viña, Luis 226 Rodríguez-Acosta, José María 225 Rodríguez-Acosta, Manuel 225 Rodríguez-Acosta, Miguel 224-5 Roger Amat, José María 315 Rojo Curto, Domingo 285 n351 Rojo, Luis Ángel 276, 329 Romanones, conde de 29 Romay Beccaria, José Manuel 318 Romeo Gorría, Jesús 154, 173, 318, 385 Romera, Felipe 343 n410 Romero de Joseu, Esther 208, 209, 210 Romero González, José María 112 Romero, Emilio 140, 151, 152, 154, 285 Rosón Pérez, Antonio 337

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mariano sánchez soler Rosón, Juan José 117 Rossell Codinachs, Joan 87 Rotaeche, Félix de 204, 205 Rovira Tarazona, Juan 276, 315, 336 Royo-Villanova y Fernández-Cavada, Segismundo 398 Rubio y García-Mina, Jesús 154, 398 Rubio Gil, Ángeles 71, 71 n85, 72, 73, 305 n376 Rubio, Mariano 290, 327, 329, 382-3, 396 Rubio, Nicolás 233 Ruiz Albéniz, José María 127 Ruiz de Alda, Julio 176 Ruiz de Velasco, Felipe 204, 219 Ruiz Gallardón, José María 126, 347 Ruiz-Giménez y Cortés, Joaquín 398 Ruiz-Jarabo y Baquero, Francisco 398 Ruiz Mateos, José María 110, 116, 202, 406

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Sabadell, Claudio 175 Sáenz de Buruaga, Eduardo 398 Sáenz de Tejada Moreno, Salvador 148 Sáenz-Díaz, Juan 233 Sáez Alba, Alfonso 125, 125 n159, 413 Sáez de Ibarra y Sáez de Urabain, Luis 315, 398 Said Uld Yumani, Jatri uld 398 Sainz de Vicuña y García-Prieto, José María 314, 385-6 Sainz Hernando, José 64 Sainz Rodríguez, Pedro 38, 38 n39, 47, 413 Sala Amat, Antonio 398 Sala Argemí, Alfonso (conde de Egara) 361 Salgado, Elena 343 n410 Saliquet Zumeta, Andrés 250, 398 Salvador Merino, Gerardo 141 Samaranch Torelló, Juan Antonio 87, 88, 162, 255, 315, 316, 334, 386 San Alberto, vizconde de 67 San Román, Alejandro 295 Sánchez Agesta, Luis 398 Sánchez Asiaín, José Ángel 68 n78, 277 Sánchez Bella, Alfredo 20, 195, 206, 289, 316, 386 Sánchez Bustillo, Cayetano 303

Sánchez-Cortés y Dávila, Juan 318, 398 Sánchez de León, Enrique 276, 329 Sánchez González, Juan Bautista 398 Sánchez Torres, Joaquín 233 Sánchez Ventura, José María 20 Sanchiz Sancho, José María 59, 91-4, 99, 191, 195, 259, 365 Sancho Rof, Jesús 276, 318 Sangróniz y Castro, José Antonio 36, 108, 109, 318, 320, 386-7 Sanjurjo Sacanell, José 35, 37, 40, 44-5, 46, 401 Santiago, Fernando de 325, 328 Santos Olivera, Balbino 398 Sanz-Orrio y Sanz, Fermín 387, 398 Segovia, Francisco 295, 296 Segura Sáenz, Pedro 399 Selgas, Juan 298 Seligrat Delgado, Arturo 315 Sentís Anfruns, Carlos 336, 363 Serra, Narcís 343 n410 Serrano Suñer, Ramón 38, 101, 110, 122-7, 128, 129, 130, 131, 131 n165, 133, 135, 154, 163-4, 204, 291, 321, 361, 402, 408, 413 Serrano-Suñer Polo, Fernando 125 Serrats Urquiza, José María 285 n351 Servini, María 381 Shute, Nevil 38, 43 Silva Muñoz, Federico 19, 151, 301, 314, 317, 331, 334, 336, 366, 367, 387-8, 399 Sinués Urbiola, José 399 Sirvent Dargent, José 399 Solana, Javier 343 n410, 407 Solbes, Pedro 343 n410 Solchaga Zala, José 399 Soldevila, Oleguer 181 Soler Damians, Ignacio 64 Solís Ruiz, Domingo 165, 168, 316, 388 Solís Ruiz, José 145, 164, 165 Sota y Aburto, Ramón de la 204-5 Stroessner, Alfredo 24 Stuart Falcó Portocarrero y Ossorio, Jacobo 293 Suanzes Fernández, Juan Antonio 54, 181, 181 n240, 247, 252, 359, 399


los ricos de franco Suárez de Tangil y Angulo, José Fernando (conde de Vallellano) 253, 399 Suárez Diez-Moris, Isidro 112 Suárez Fernández-Pello, Alejandro 399 Suárez González, Adolfo 319, 327-8 Suárez González, Fernando 19, 285 n351, 335, 344-5, 399 Súñer Ferrer, Tomás 399 Suqué Puig, Arturo 277 Taberna Latasa, Vicente 399 Tamames, Ramón 22, 58, 58 n64, 218 n278, 232, 233 n293, 239, 239 n298, 300, 301 n370, 413 Tedeschini y Daniele, Juan Bautista 251-2 Tena Artigas, Antonio 399 Termes Carreró, Rafael 240-1, 241 n301, 306 Thomas, Hugh 49, 53 Torrente Fortuño, José Antonio 175, 175 n232, 177 n235, 178, 178 n237, 179, 222 n283 Torres Espinosa, Antonio de 399 Torres Villanueva, Eugenio 238, 238 n295 Torroja Miret, Eduardo 252, 296 Tortella, Gabriel 62, 63 n71 Tovar, Antonio 130, 154 Tremoulet Morunas, Jaime 128 Trías Fargas, Ramón 336 Trillo y López-Mancisidor, Juan Ignacio 282 Trillo-Figueroa Vázquez, Federico 345 Tuñón de Lara, Manuel 49, 411 Tusquets, Juan 132, 413 Udina Martorell, Santiago 399 Ullastres Calvo, Alberto 142, 146, 173, 268, 274, 275, 373, 378, 383, 399, 404 Urquidi, Antón 297 Urquijo y Losada, Juan Manuel de 69 Urquijo y Ussía, Estanislao de (marqués de Urquijo) 29 Usera, Luis de 306 Ussía y Cubas, Francisco de 225 Ussía y Cubas, José Luis de 64, 225, 388

Ussia y Gavaldá, Luis de (conde de los Gaitanes) 68, 81, 388-9 Utrera Molina, José 151-2, 153, 162, 315, 389 Valencia Remón, Manuel 399 Valero Bermejo, Luis 152, 315, 319, 389 Valiente Soriano, José María 399 Valle Menéndez, Antonio del 315, 336 Valls Taberner, Domingo 181 Valls Taberner, Luis 306 Varela Iglesias, José Enrique 134-5, 251 Vargas, Eugenio 33 Velarde, Juan 154, 277 Ventosa Clavell, Juan 399 Vereterra Polo, Claudio 145 Vereterra Polo, Luis 96 Verstrynge, Jorge 147, 147 n191 Vicente Gella, Agustín 315 Vicente Tutor, Manuel de 343 n410 Vigón Suerodíaz, Juan 252, 399 Vilá Reyes, Juan 215, 280, 281, 282, 283-4, 284 n349 Villalonga Navarro, Juan 342, 343 Villalonga Villalba, Ignacio 77, 78 n92, 213, 224, 225, 233, 270, 307 Villar Arregui, Manuel 338 Villar Mir, Juan Miguel 20, 276, 328, 343, 389 Villar Palasí, José Luis 287, 318, 399 Villaverde, marqués de (ver MartínezBordiú, Cristóbal) Villegas Girón, Eduardo 285 n351 Viñas, Ángel 53 n56, 413 Viola Sauret, Joaquín 87, 88, 285 n351, 363 Vitórica y Casuso, Juan 69 Vivar Téllez, Rodrigo 400 Vizcaíno Casas, Fernando 152 Von Ribentrop 178 Woehler Linguist, Eva 148 Yagüe Blanco, Juan 101, 251, 352, 400 Yagüe, Sabas 295 Yarza, Felipa 294 Ybarra de la Revilla, Fernando María 69, 70, 401

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mariano sánchez soler Ybarra Gorbeña, Alfonso 70 Ybarra Oriol, Fernando Luis 69, 70 Ybarra Villabaso, Juan Antonio 70 Ybarra Villabaso, Ramón 70 Ybarra y Bergé, Javier de 314 Ybarra Zapata de Calatayud, Emilio 70 Ynfante, Jesús 58, 58 n63, 104 n 129, 110 n 138, 212 n275, 239, 239 n297, 268 n325, 271 n329, 279 n347, 413 Ysasi-Ysasmendi Adaro, José Joaquín 321, 389 Zabala Richi, Lorenzo 282

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Zaragoza Orts, Pedro 152, 285 n351, 298 Zaragoza Rodríguez, Antonio 285 n351 Zelada de Andrés Moreno, Fermín 306, 336 Zorrilla Dorronsoro, Ángel 400 Zubiría Somonte, Gabriel 70 Zubiría Somonte, Pedro 70 Zubiría Somonte, Rafael 70 Zubiría Somonte, Tomás 70 Zumalacárregui Prat, José María 400 Zurita, Julián 298


© 2020, Mariano Sánchez Soler Primera edición en este formato: noviembre de 2020 © de esta edición: 2020, Roca Editorial de Libros, S. L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com ISBN: 9788418249518 Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.


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