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Por donde entra la luz, Sara Donati

La herida es el lugar por donde entra la luz. Cita atribuida al poeta persa Rumi

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parte iHierbajos y Rosas1 de enero-24 de marzo de 1884

A la señora Lily Quinlan y familia Waverly Place, 18 Nueva York (N. Y.) Estados Unidos

Q uerida tía, queridos todos:

En estas fechas, los suizos se felicitan diciendo: «Rutscht gut rein ins neue Jahr!», lo que, si no he entendido mal, significa: «Que te deslices con buen pie en el nuevo año». Supongo que tiene sentido, por la nieve, las montañas y las cantidades de schnapps que se consumen durante las celebraciones. Además, por algún motivo que nadie sabe explicar, se cree que los cerdos traen buena suerte para empezar el año. De ahí este pequeño obsequio en tinta china, a falta de mazapán rosado.

Confío en que la tía Quinlan no estará deslizándose por ningún lado, sino sentada en el salón, envuelta en el mantón azul que resalta el color de sus ojos, rodeada de todos vosotros. Cuánto me gustaría estar allí para desearos salud y felicidad en este nuevo año de 1884, pues es lo que anhelo de todo corazón.

Cap lamenta especialmente haberse perdido el tradicional pavo de Año Nuevo de la señora Lee. Al parecer, esa ave en particular no se conoce en los Alpes. Pero no temáis: nos sirven comida rica en abundancia. Aunque la señora Fink no tiene tanto talento como la señora Lee, comemos regularmente y muy bien.

Ahora está en calma, pues Cap duerme. Pip se acurruca contra su hombro, apoyando el morro sobre la arteria del cuello debajo

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de la oreja izquierda, un perrillo atento con instinto de enfermero. Así, tengo algo de tiempo para escribir sin detenerme para tomarle el pulso.

¿Recordáis que Cap dijo que no echaría de menos la abogacía? Resulta que hizo tal declaración a sabiendas de que aún podría ejercerla conmigo. Escriba lo que escriba, a una persona u otra, si no echo la carta al correo antes de que se dé cuenta, insiste en que le lea cada frase. Sus contribuciones consisten en reformulaciones estilísticas y, algunas veces, correcciones a mi razonamiento, memoria o gramática. En más de una ocasión me he sentido tentada de lanzarle el tintero a la cabeza (una tradición familiar, establecida, si la memoria no me falla, por la tía Quinlan poco antes de su primer matrimonio con el tío Ballentyne). Por suerte, Cap siempre se detiene antes de incitarme a la violencia. Y luego halla una manera de hacerme reír.

Debimos haber supuesto que la estancia en un sanatorio, aunque recóndito y enclavado entre glaciares alpinos, no lograría acabar con su curiosidad. Ni siquiera el bacilo Mycobacterium tuberculosis ha podido hacerle mella. Se dedica a estudiar los tomos de la biblioteca médica de la clínica y cada publicación que trate sobre las enfermedades del pulmón, aunque sea tangencialmente. Llegado este punto, creo que sabe tanto de la tuberculosis como yo. Por suerte, el doctor Zängerle está mejor informado que ambos.

Cuando Cap no tiene fuerzas para sostener un libro, me exige que se lo lea en voz alta. Incluso cuando puede leer y escribir por sí solo, me pide ayuda con la terminología médica (lo que ocurre con menos frecuencia a medida que progresa en sus estudios). Sus interrogatorios suelen devenir en investigaciones sobre etimología griega y latina, y la consulta de textos de anatomía y sus ilustraciones. Aunque le fallen los pulmones, su intelecto se mantiene tan vivo como siempre.

Vuestra carta del 9 de diciembre ha llegado esta mañana, escrita con tanta diligencia por la señora Lee, con su cuidada letra. También hemos recibido hoy una carta de Conrad sobre la vista por la custodia. Las noticias resultan cuando menos inquietantes. Ojalá pudiera contribuir con algo más útil que estas misivas. Hasta que el tribunal tome una decisión, confiaré en que todo siga un curso justo y razonable, y en que los niños puedan quedarse en Waverly Place con Anna y Jack, como debe ser.

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Lamento decir que mi informe semanal sobre el estado de Cap tampoco es el que me gustaría. Hace unos días sufrió una atelectasia pulmonar. En una persona sana, el proceso se habría revertido con el tiempo, acompañado de reposo y ejercicios respiratorios. En los casos de tuberculosis avanzada, se trata de una dolencia común, mucho más peligrosa y difícil de curar. De no ser por la rapidez del doctor Zängerle, la atelectasia de Cap habría sido mortal. Con la ayuda del doctor Messmer, insertó una cánula de drenaje entre sus costillas hasta la pleura, de tal modo que lograron descongestionar el pulmón. La cánula se ha dejado puesta a pesar de las complicaciones graves que podrían surgir a causa de la abertura artificial, pero, como ya sabéis, la ciencia médica es un ejercicio de malabarismo constante entre riesgos y beneficios.

Lo anterior significa, como supongo que imaginaréis, que no está mejorando. Reconozco que jamás creí que el aire alpino y la alimentación enriquecida fueran a reparar los daños de sus pulmones, pero sí esperaba que redujeran el avance de la enfermedad. Puede ser que lo hayan hecho. De cualquier manera, estoy donde debo estar, a su lado. Aunque vaya a dejarme demasiado pronto, aprovecharé cada momento con él hasta el último día.

Cap se está moviendo. Es un alivio que pueda disfrutar de un sueño profundo; durante esos breves instantes, se parece al muchacho que conocí cuando llegué a Waverly Place por primera vez hace casi veinte años. Estaba tan lleno de vida que nunca habría imaginado verlo así. Ahora debo terminar esta carta, antes de que me obligue a leérsela.

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Con todo mi cariño, vuestra afectuosa sobrina, prima, tía y amiga,

Sophie

Posdata: Hemos recibido varias cartas largas y animadas. Margaret nos escribió desde Grecia, donde sigue estando con sus hijos. Parece ser que viajar le sienta muy bien. Más sorprendente fue la carta de la prima Carrie, que nos habló de la nueva clínica que están construyendo en Santa Fe.

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Posdata para la señora Lee: Ver su caligrafía en un sobre nos llena de alegría a los dos. Disfrutamos especialmente de sus anotaciones y observaciones en los márgenes. Es casi como oír su voz, que es quizá lo que más echo de menos. Salude al señor Lee y a su familia de nuestra parte.

Y para Lia: En respuesta a la pregunta formulada al final de la última carta de la tía Q, sí, el ama de llaves de verdad se llama Hannelore Fink. En alemán, fink no significa chivato ni soplón, como en inglés.

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Waverly Place, 18 Nueva York / N. Y.

11 de enero de 1884

Q ueridos Sophie y Cap:

Hoy nos ha llegado vuestra carta expresa con fecha de primero de enero, la cual hemos disfrutado mucho todos.* Me disculpo por la brevedad de esta respuesta, pero escribo con premura para informar de una noticia infausta e inminente. El artículo adjunto de la edición de ayer del Herald explicará la situación. Esperamos recibir el veredicto del tribunal en cualquier momento, puede que este mismo día.

Después de haber hablado con Conrad, presiento que van a retirar la custodia de los niños de Anna y Jack para encomendarla a la Iglesia católica. Tal vez me equivoque,† y espero equivocarme, pero en caso de no ser así, sabréis de Anna y quizá de Rosa dentro de poco tiempo. Anna estará devastada, Rosa estará inconsolable, y las dos os abrirán su corazón. No hace falta que os aconseje cómo responderles, pero he creído que os sería útil contar con un día o dos para pensar y estar preparados.

Debéis saber que si el tribunal falla en favor de la Iglesia, Conrad presentará una apelación inmediata para impedir que los niños regresen al orfanato hasta que el asunto esté resuelto.‡ Él cree que le será concedida la petición.

Por otro lado, Anna y Jack han estado rodeados de personas bondadosas, amigos y familiares. Os echan de menos, como no podía ser de otra manera, igual que os echamos de menos los demás, pero no ha habido falta de apoyo. Los padres de Jack y todos los Mezzanotte han asistido a las vistas con diligencia. De hecho, fueron entrevistados en privado por el juez Sutherland, lo que sin duda será de gran ayuda, ya que son gente responsable, atenta y afectuosa, algo que el

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juez podrá entender y valorar a pesar de que carezcan de afiliaciones religiosas tradicionales. Espero que así sea. Además, han llegado cartas de apoyo de muchos colegas, como los doctores Jacobi, directores de hospitales y capitanes del Departamento de Policía.

Es posible que los días venideros sean agitados, pero os escribiré lo antes posible.

Pienso en vosotros cada hora del día, y a menudo habitáis mis sueños, en vuestro acogedor nidito en lo alto de las montañas. Os ruego que nos escribáis pronto para contarnos cómo os encontráis, tanto en cuerpo* como en espíritu.

Con todo el amor de vuestra tía, que os quiere bien,

Lily

*Espero que recordéis los líos en los que se metieron los chicos de Margaret cuando encontraron esa botella de schnapps. Mi consejo es que os abstengáis.

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†Todo el mundo ha llegado a la conclusión de que el juez les va a quitar a los niños. De nada sirve andarse con paños calientes. Y Anna lo que estará es furiosa.

‡Ni os preocupéis por los tribunales. De un modo u otro, Oscar se encargará de que no suceda nada parecido.

*Hablando de cuerpos, a mí me gustaría saber qué os está dando de comer esa tal señora Fink, y si es suficiente. Os mandamos a Cap y a ti nuestros mejores deseos y oraciones. Vuestros amigos del alma, Jane y Henry Lee

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LUNES, 7 DE ENERO DE 1884

UN TRIBUNAL DECIDIRÁEL DESTINO DE TRESHUÉRFANOS ITALIANOS

El 27 de diciembre, tres niños (Rosa, de nueve años, Antonio, de ocho años, y Lia Russo, de seis años) comparecieron ante el juez Sutherland en la Sala Especial del Tribunal Supremo para ser sometidos a un procedimiento de habeas corpus.

El procedimiento fue solicitado por la Iglesia católica romana a fin de retirar la custodia de los tutores actuales, el inspector Gian carlo Mezzanotte, del Departamento de Policía de Nueva York, y su esposa, la médica Anna Savard. Los abogados de la Iglesia alegan que fue un error confiar a los menores a una familia

no católica, «un error que debe ser subsanado», por lo que exigen que los hermanos Russo sean devueltos al cuidado de las Hermanas de la Caridad.

Largas horas se invirtieron en el testimonio de los niños, en reconstruir su historia, cómo perdieron a sus padres, el misterioso destino de un cuarto hermano (un crío llamado Vittorio) y las inusuales circunstancias que los llevaron al seno de la familia Mezzanotte-Savard.

Es de esperar que el juez Sutherland, católico devoto, respete los deseos de la Iglesia, tal como lo ha hecho en el pasado.

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mezzanotte | savard

Waverly Place, 22 nueva york (N. Y.)

Q ueridísimos Sophie y Cap:

13 de enero de 1884

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Van a quitarnos a los niños.

Únicamente contengo mi furia porque no tendrán que regresar al orfanato. En su lugar, el juez Sutherland ha ordenado que sean entregados a la tutela de Leo, uno de los hermanos de Jack, en Green wood.

Sé que Leo y Carmela tratarán a nuestros tres ahijados como si fueran sus propios hijos, y que los padres de Jack y el resto de los Mezzanotte harán lo imposible por facilitar la transición. Y, sin embargo, estoy llena de preocupación. Mi único consuelo fue ver el rostro del padre McKinnawae al percatarse de que había sido vencido.

La tía Quinlan me recuerda que los niños han sobrevivido a cosas peores, y dice que también sobrevivirán a esto.

Os ruego que me perdonéis, pero soy incapaz de relatar los detalles de la vista y de su resolución, que encontrarás en los recortes de periódico adjuntos. He escogido los menos sensacionalistas entre muchos, e incluyo una reproducción del testimonio de Rosa que deja claro que se mantiene tan firme como siempre. Volveré a escribir cuando logre ordenar mis pensamientos, y te mandaré una copia del fallo del juez Sutherland cuando esté disponible.

Preferiría que no le contaras nada a Cap, si fuera posible. Estoy segura de que se obsesionaría, lo que no os haría ningún bien a ninguno de los dos. Así pues, añado una carta de Jack junto con el informe de los crímenes de las multíparas para distraerlo.

Pensaba que no podía extrañaros más, pero veo que he vuelto a equivocarme.

Vuestra Anna

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SÁBADO, 12 DE ENERO DE 1884

EL TRIBUNAL DECIDE EL DESTINODE TRES HUÉRFANOS ITALIANOS.DESCONTENTO EN TODAS LAS PARTES

Ayer, el juez Sutherland emitió veredicto sobre la tutela de los hermanos Russo, quienes comparecieron ante la corte el pasado 27 de diciembre.

Para sorpresa de muchos, no se concedió la petición de la Iglesia católica romana, pero los niños tampoco permanecerán bajo la custodia de sus tutores actuales. Por el contrario, esta será transferida a uno de los hermanos del inspector Mezzanotte, cuya esposa se educó en Italia y es católica practicante. Leonardo Mezzanotte es uno de los propietarios de la granja de la familia en Nueva Jersey, donde se dedica a la crianza de ovejas y de perros guardianes.

Al emitir su veredicto, el juez se dirigió a las partes reunidas en términos muy claros: «Hay más de una manera de resolver este conflicto, y devolver a tres niños a la dura realidad de un orfanato debería ser el último recurso, a pesar de las buenas intenciones que haya detrás. Habiendo parientes a los que conocen los pequeños, en quienes confían y que pueden educarlos en el catolicismo, no considero necesario buscar más. Animo a los nuevos tutores a que soliciten la adopción lo antes posible, para proporcionar a estos chicos un hogar permanente».

«Estamos muy decepcionados —declaró el inspector Mezzanotte a los re­

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porteros—. Pero si los niños no pueden quedarse con nosotros, agradecemos que lo hagan con mi hermano y su familia. Han sufrido demasiados abandonos en su corta vida y no deberían volver a pasar por la misma experiencia.»

Andrew Falcone, abogado de la archidiócesis, hizo una declaración a la prensa: «Los niños católicos deben estar en familias católicas. Carmela Mezzanotte afirma ser católica practicante, pero su historia desmiente tal afirmación. No

solo se ha casado con una persona de otra fe, sino que esta pertenece a una familia de judíos y ateos. El juez Sutherland parece no entender este hecho, o simplemente ha decidido pasarlo por alto».

Los hermanos Russo no estaban en la sala para escuchar el fallo. «Por lo que estamos agradecidos —comentó la doctora Anna Savard—. Una noticia tan devastadora es mejor darla en la intimidad y la seguridad del único hogar que conocen.»

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SÁBADO, 12 DE ENERO DE 1884

UN

SACERDOTE HABLA SOBRELA CUSTODIA DE LOS RUSSO

El caso de la custodia de los hermanos Russo, en el que dos partes reclaman el derecho a cuidar de tres huérfanos italianos tras un brote de viruela en Paterson (Nueva Jersey), continúa siendo un tema de discusión e interés.

El inspector Giancarlo Mezzanotte, del Departamento de Policía de Nueva York, y su esposa han estado cuidando de los huérfanos desde que llegaron a la ciudad, circunstancia que la Iglesia católica romana ha cuestionado por motivos religiosos. Como se estableció durante la audiencia, el inspector Mezzanotte, cuya madre es judía, no alega ninguna filiación religiosa ni filosófica. La señora Mezzanotte es una de las llamadas librepensadoras

y, por tanto, niega la existencia de Dios.

Al final, el juez no otorgó la custodia de los tres niños a ninguna de las partes. En su lugar, serán retirados del domicilio de los Mezzanotte en Waverly Place y puestos al cuidado de otros miembros de la familia Mezzanotte, católicos practicantes, que viven en una granja de Nueva Jersey.

El padre John McKinnawae, fundador de la Misión de la Inmaculada Concepción en Lafayette Place y un hombre que ha dedicado su vida al cuidado de los huérfanos sin hogar, no quedó nada satisfecho con la sentencia: «Los niños que han sufrido la pérdida de ambos padres deben tener el consuelo de la fe en la que nacieron y fueron bau­

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tizados. Los Mezzanotte no están en condiciones de proporcionar ni siquiera eso. A esta lamentable situación se suma el hecho de que la señora Mezzanotte está empleada como médica y trabaja muchas horas. Una mujer que antepone su profesión a la crianza de los niños que le han sido confiados no tiene motivos para quejarse cuando se los quitan».

Anthony Comstock, de la Asociación de Jóvenes Cristianos, hizo un comentario similar en una declaración pública emitida tras la sentencia: «Los inocentes no deben ser dejados a las maquinaciones de los impíos, que pueden exponer a los más vulnerables al peligro. En esto, al menos, el tribunal dictaminó adecuadamente».

Los representantes de la

Iglesia también están descontentos con la colocación de los hermanos Russo con familiares de los Mezzanotte. «La extensa familia Mezzanotte en Nueva Jersey también está lejos de ser ideal —dijo el padre McKinnawae—. Estos tres niños estarían mucho mejor con las Hermanas de la Caridad.»

Conrad Belmont, abogado de los Mezzanotte, rechazó las acusaciones del padre Mc­ Kinnawae: «El tribunal no tuvo más que elogios para el inspector Mezzanotte y la doctora Savard, que han sido tutores dedicados y cariñosos para con los huérfanos Russo. Diríase que los agravios y animosidades personales del padre McKinnawae han desplazado la caridad y la compasión que tan fundamentales son para el cristianismo».

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DOMINGO 13 DE ENERO DE 1884

LA VERDAD DE UNA NIÑA

Fuentes cercanas a la investigación y a la vista sobre la custodia de los huérfanos Russo nos han proporcionado la transcripción de algunos de los testimonios tomados en el despacho del juez. En particular, la entrevista con Rosa, la hija mayor de los Russo, nos permite conocer los antecedentes de la historia y un contexto que nunca se había revelado en las discusiones públicas. A continuación, ofre cemos un extracto literal del interrogatorio del señor Falcone a la joven Rosa Russo.

Señor Falcone: Señorita Russo, por favor, háblele al juez Sutherland sobre su viaje a Staten Island con sus tutores actuales.

Rosa Russo: Fuimos a buscar a Vittorio, mi hermano pequeño. El señor Lee nos llevó al transbordador,

luego tomamos un tren y luego un coche de caballos. Pero Vittorio ya se había ido cuando llegamos.

Señor Falcone: Hacía muy mal tiempo, ¿no? Y usted y su hermana pequeña estaban empapadas y se resfriaron.

Rosa Russo: ¿Y eso qué tiene que ver? Fuimos a buscar a Vittorio, porque el cura malo se lo llevó y no quiso devolverlo.

Señor Falcone: Señorita Russo, el padre McKinnawae dedica su vida al cuidado de los niños huérfanos en peligro. Es una falta de respeto referirse a él de otro modo que no sea padre McKinnawae. ¿Lo entiende? Rosa Russo: Entiendo que se llevó a nuestro hermano y no quiere devolverlo. Señor Falcone: ¿El padre McKinnawae le dijo que

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tenía a su hermano bajo su cuidado, que había preparado una adopción?

Rosa Russo: A la gente que hace cosas malas no le gusta reconocer que las hace. Señor Falcone: Entiendo que el padre McKinnawae nunca le dijo que había entregado a su hermano con una familia adoptiva.

Rosa Russo: ¿Sabe lo que habría que hacer? Obligarle a jurar sobre la Biblia. Juez Sutherland, ¿puede hacer que el sacerdote jure sobre la Biblia y responda a una pregunta? Porque su abogado me está preguntando algo que solo puede responder el cura malo.

Juez Sutherland: Rosa, su sugerencia tiene lógica, pero por ahora le ruego que responda a las preguntas del señor Falcone lo mejor que pueda.

Rosa Russo: Sí, señor. Lo intentaré.

Señor Falcone: Ahora, una vez más: ¿le dijo el padre Mc­ Kinnawae que hizo entrega de su hermano a una familia nueva?

Rosa Russo: El cura malo nunca responde a las preguntas. Solo las hace.

Señor Falcone: Señorita Russo, comprendo que esté angustiada,

pero debo pedirle que recuerde las buenas maneras. Vamos a intentarlo desde otro ángulo. ¿Por qué está tan segura de que el padre McKinnawae entregó a su hermano a una familia adoptiva? ¿Quién se lo dijo?

Rosa Russo: Nadie. Señor Falcone: Pero debe de haber sacado la idea de algún lugar, de alguna persona. ¿Fue la doctora Savard quien se lo dijo?

Rosa Russo: Se pueden aprender cosas sin que nadie te las diga. Se aprende mirando y escuchando. Y leyendo.

Señor Falcone: ¿Es posible que haya oído algo sobre su hermano Vittorio que haya malinterpretado, o que simplemente sea incorrecto?

Rosa Russo: No. No es posible. Señor Falcone: ¿Está usted familiarizada con la noción de las falsas esperanzas, cuando se desea tanto algo que se imagina que es verdad?

Rosa Russo: Se supone que debo ser educada y respetarle, pero usted quiere engañarme. No es justo que intente hacerme decir algo que haga quedar mal a la tía Anna, que no ha hecho más que cosas buenas. No nos

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echó cuando fuimos a buscarla a Rosas. Nos dio una cama grande para dormir, con mantas calientes, y buena ropa, y mucha comida, y agua caliente y jabón para los baños, y la tía Quinlan, que habla italiano, y la tía Sophie, que conoce muchas historias, y la tía Margaret, que sabe de corsés y de modales y que me enseñó a leer. Y los señores Lee, que nos alimentan y nos enseñan sobre jardines, y que nos llevaban a la iglesia incluso cuando yo no quería ir. Lo único que hizo el cura malo fue llevarse a mi hermano, dárselo a una familia y negarse a devolvérnoslo. Haga que el cura malo jure sobre la Biblia y pregúntele dónde está Vittorio, y entonces verá quién es bueno y quién es malo. Y, además, a ese cura no le gusta el tío Jack porque la nonna es judía, aunque es la mejor persona del mundo…

Señor Falcone: Juez Sutherland…

Juez Sutherland: Déjela terminar.

Rosa Russo: Gracias. Y no le gusta la tía Anna porque librepiensa,* pero sobre todo porque no le obedece. No le gusta nadie que no sea exactamente

como él y que no obedezca sus reglas. Pero yo no soy como él y no quiero serlo. Solo deseo recuperar a mi hermano, mi hermanito; yo estaba allí cuando nació, y le di sorbos de agua a mamá e hice lo que dijo la levatrice [la comadrona]. Cuando mi mamá se estaba muriendo, le prometí que cuidaría de mis hermanos y de mi hermana, pero las monjas perdieron a mis hermanos, y lo único que quería era volver a encontrarlos. Y ahora no quiero responder a más preguntas. No hasta que el cura malo me responda a mí primero.

Juez Sutherland: Creo que vamos a dar la sesión por terminada.

En el New York Times leímos esta transcripción con gran interés y cierta curiosidad. La joven señorita Russo plantea una cuestión pertinente, y, de hecho, los registros indican que el padre McKinnawae fue interrogado sobre el paradero del niño Vittorio Russo. Cuando el señor Belmont, abogado de la familia Mezzanotte-Savard, preguntó si el sacerdote tenía conocimiento del destino del niño, este se negó a contestar.

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* Nota del editor: Creemos que la señorita Russo se refería al hecho de que la doctora Savard es una defensora

del librepensamiento, la filosofía propugnada por Robert G. Ingersoll, el Gran Agnóstico.

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