Se llama cáncer
Gonzalo Boye
SE LLAMA CÁNCER. DATOS, VIVENCIAS, SENSACIONES, SENTIMIENTOS Y REFLEXIONES SOBRE EL ACTUAL SISTEMA JURÍDICO EN ESPAÑA Gonzalo Boye VUELVE GONZALO BOYE CON SU ENSAYO MÁS POLÉMICO Y PERSONAL.
Se llama cáncer, el nuevo libro de Gonzalo Boye, es un trabajo más profundo que se aparta del formato de dietario, más de análisis a partir de situaciones concretas, y mucho más íntimo, en el cual se entrelazan datos, vivencias, sensaciones, sentimien tos y reflexiones que permitirán ver cuán grave es el estado actual de un sistema que dista mucho de poder encajarse dentro del entorno europeo al que por natura leza debería pertenecer España. Cuatro son los grandes temas que analiza Gonzalo Boye a partir de las distintas vicisitudes surgidas en la defensa de los políticos catalanes en el exilio y de otros casos en los que ha participado y que van permitiendo ver diversos fallos sistémicos que las tran cualquier posibilidad de avanzar hacia una consolidación democrática que permi ta a España definirse como una democracia sin necesidad de adjetivos calificativos. En el libro se analizan problemas que, aisladamente vistos, no permiten obte ner un panorama que afecta a España y que consiste en problemas estructurales, culturales y políticos que terminarán por lastrar el desarrollo democrático de un país que se adentró en la década de los 80 en un proceso de transición que sigue sin concluirse ni, mucho menos, consolidarse. Son los hechos, las reacciones a los hechos y las soluciones que se aportan de una y otra parte los que permiten hacer un análisis que lleva al autor a la conclusión de que estamos ante una suerte de cáncer mal diagnosticado y peor tratado que ter mina por generar una metástasis que permite aberraciones tan evidentes como el reciente nombramiento de alguien como Enrique Arnaldo como magistrado del Tri bunal Constitucional. En el fondo, y tal cual ocurre con esa enfermedad, lo que más nos cuesta es asumir que, lo miremos por donde lo miremos y por muchos eufemis mos que utilicemos, la verdad es que se llama cáncer. ACERCA DEL AUTOR Gonzalo Boye nació en 1965 en Viña del Mar (Chile) y ha vivido en Alemania, In glaterra y España; está casado y es padre de tres hijas. Pasó 7 años 11 meses y 23 días en prisión, tiempo que aprovechó para realizar la carrera de Derecho y desde 2003 ejerce como abogado especializado en derecho penal y penal internacional. Ha sido miembro del Independent Fact Finding Committee de la Liga de Estados Árabes, del Comité de la FIFA para el conflicto entre Palestina e Israel; es director jurídico de la Federación Palestina de Fútbol y asesora, en materia de derecho internacional, a di versos gobiernos. Desde octubre de 2017 coordina la defensa internacional de los miembros del Gobierno del president Carles Puigdemont que se encuentran en el exilio. Este es el cuarto libro que publica en este sello editorial. BIBLIOTECA GONZALO BOYE EN ROCA EDITORIAL: … Y ahí lo dejo. Así están las cosas. ¿Cloacas? Sí, claro.
Un libro suele tener una dedicatoria. Este, por diversas
razones, tiene varias, todas necesarias y merecidas: A mis médicos Óscar, Bonaventura y Alexander, sin cu yos respectivos conocimientos, consejos, cuidados, compren sión y discreción seguramente este libro hoy no existiría, ni tampoco, probablemente, ningún tipo de futuro. A Isabel, por acompañarme en el viaje más complejo de mi vida. A mis hijas, por estar ahí cuando las hemos necesitado. A Carles, Jami, Josep Lluís y Sergi por haber hecho lo que había que hacer justamente cuando había que hacerlo. A Blanca Rosa, Fátima, José, Nacho y Jaume, que nos acompañaron en la distancia, con el cariño y la discreción que eran necesarios. A Mariu y Felipe, que, desde la distancia, pero con el ca riño de siempre, fueron dándome la segunda opinión que resultó tan útil frente al legado de Adán.
prólogo
Aunque ya me había comprometido a escribir este libro,
su verdadero origen tiene lugar la mañana del 29 de octu bre de 2021, mientras aún convaleciente de una compleja operación desayunaba contemplando las correrías de unas simpáticas ardillas entre las hojas de un hermoso otoño ale mán. En ese momento me di cuenta de que ya tenía las ideas claras, la serenidad interior para abordarlo y, sobre todo, el ánimo con el que hacerlo, así como la necesidad de escribirlo de la forma en que lo veréis. Fue aquí, en Eppendorf, donde comencé a redactar este libro, que seguramente me generará más problemas que ale grías. Pero en la vida siempre hay que hacer lo que dicta la conciencia y decir lo que se piensa; de los silencios cómplices estoy cansado y no quiero formar parte de ellos. No ha sido un año fácil —creo que ya ninguno lo es—, pero ha sido un año con muchas y muy intensas vivencias especialmente en lo personal habiéndome enfrentado a un cáncer, distinto a aquel del que voy a hablar en este libro, que me ha cambiado muchas cosas. Esto me ha llevado a reflexiones que tal vez me hubiera correspondido hacer mu chos años más tarde, pero la vida me ha puesto frente a ellas con algo de antelación y las oportunidades nunca hay que desperdiciarlas. Los días posteriores al 28 de octubre de 2021 estuvieron
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plagados de momentos duros y complejos, pero también fe lices, que me sirvieron para ordenar las ideas, tener claro lo que es y no es importante, y, sobre todo, para saber que los tiempos, sobre todo los vitales, son finitos y lo mejor es apro vecharlos sin dejarse cosas por hacer y decir para mañana. Antes de esa fecha hubo momentos muy complejos, tal vez demasiados, que afronté con el apoyo incondicional de Isabel y de algunos amigos, y otros que, por prudencia, deci dí asumir en solitario hasta que se superaron. Septiembre no fue fácil. Teniendo en cuenta lo dicho, así como otras vivencias de mi desempeño profesional diario, y dado que a lo largo de los últimos cuatro años he tenido la experiencia y el privi legio de ser parte de la defensa no solo del exilio catalán, sino también de un número relevante de independentistas catalanes, he confirmado algo que vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo: España está atrapada en su pasado, afec tada por un cáncer que la llevará, irremediablemente, a la descomposición de todo aquello que se espera de un Estado democrático y de derecho. Y este cáncer se encuentra ya en fase de metástasis o muy cerca de esta. No pretendo hacer un análisis general de la situación en España, no estoy cualificado para ello, pero sí voy a ir exponiendo casos, ejemplos, en los que se refleja, de una u otra forma, cómo se está extendiendo una enfermedad que, partiendo de un nódulo muy concreto, a estas alturas afecta al conjunto del Estado y ha comenzado a impregnar la tota lidad del sistema democrático, muy cerca ya del punto en el que seguramente será irreconducible. El exilio catalán ha servido, está sirviendo y servirá para poner frente al espejo de la realidad europea a un grupo de poder cada día más fuerte que está liderando el regreso al pasado e impidiendo avanzar hacia una sociedad democráti ca en la que realmente todos seamos iguales ante la ley; es
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pecialmente en la que todos nos sintamos cómodos y donde nuestros derechos estén debidamente garantizados. Pocos casos son tan efectivos para evidenciar cuán dife rentes son las formas de abordar los problemas a un lado y otro de los Pirineos; no se trata solo de mirar el «tema catalán», sino de hacerlo a través de él, e ir viendo, junto a otros casos, algo que más temprano que tarde se extenderá más allá de lo tolerable. Estoy sinceramente convencido de que estamos cada día más cerca de ese punto de no retorno. Los ejemplos son muchos, y por ello he tratado de sin tetizarlos en los más significativos, pero todos ellos presen tan síntomas comunes y una conclusión: termina por ser incomprensible la pasividad con la que se va asumiendo como normal aquello que no lo es. Un papel importante en el adormecimiento de la socie dad y en la infinita tolerancia hacia las injusticias, las res tricciones de derechos y a que el mal se vaya extendiendo lo desempeñan algunos medios de comunicación y ciertos periodistas. No son todos, pero sí muchos y muy signifi cativos, porque en lugar de informar se dedican a difundir aquellos dogmas o verdades oficiales que se les distribuyen desde los centros de poder. El deber del periodismo no es el de divulgar, sino el de informar, y por mandato constitucional, además, debe ha cerlo de forma veraz. Si se limita a distribuir las versiones oficiales y a tratar de no molestar a sus poderosas fuentes, no solo no se está ejerciendo el periodismo, sino atentando contra sus propias obligaciones constitucionales. Pero no todo es culpa de ese periodismo de Estado, par te esencial de la culpa de la situación actual la tienen los políticos y los ciudadanos, que nos dejamos arrastrar por una visión preconstitucional, por definición antidemocrá tica, de cómo han de resolverse las cosas. Cuando queramos darnos cuenta, será muy tarde.
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La cobardía y la falta de visión de futuro de los políticos, que enfrascados en lo inmediato y en la menudencia de lo efímero no son capaces de abordar los auténticos proble mas de la sociedad a la que dicen representar, también son parte del problema; unas veces no lo hacen por priorizar lo urgente por encima de lo importante, pero otras, simple mente, porque es más fácil gestionar lo existente en lugar de asumir, con valentía, la obligación de cambiar lo necesa rio para crear lo deseado. En cualquier caso, otra parte de la culpa la tienen, en tre otras cosas, el importante déficit cultural en materia de valores democráticos, la grave docilidad hacia el poder establecido y, sobre todo, el nacionalismo atávico, que per mite justificar lo injustificable y dejar en manos de otros la resolución de los problemas de todos. Muchas veces, no solo respecto a los problemas de una sociedad, la mejor de las respuestas es la radical, la que los aborda desde su raíz, la extirpa y, a partir de ahí, permite reconstruir lo que se haya podido salvar, tal cual ocurre en las cirugías radicales, como a la que yo mismo me vi some tido en octubre pasado, cuya finalidad es extirpar tumores cancerígenos, pues de no hacerse terminarían por exten derse al resto del organismo. Así puede disfrutarse de una sociedad mejor, democrática, que termina encajando en un entorno en el cual las reglas del juego están muy claras por mucho que se las quiera ignorar. Los grandes males, que en general tienden a expandirse, deberían ser abordados con una suerte de «cirugía radical» que permitiera limpiar el organismo de esos tumores y, en un entorno más sano, asegurarse una sobrevida mucho más larga. Existen otros métodos menos complejos o dolo rosos, pero nunca tan eficaces. Debo indicar que este libro no es un dietario, como otros que he escrito, sino más bien un ejercicio de reflexión
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abierto al lector sobre las cosas que voy viendo, cómo las percibo, qué problemas detecto y cómo creo que deberían solucionarse, pero siempre desde la perspectiva de mi tra bajo como abogado y centrado en el ámbito jurídico y judi cial. Si es que algunas tienen aún remedio. Básicamente abordaré una serie de temas y los iré ex plicando a través de las experiencias vividas y huyendo de grandes circunloquios y conceptos alambicados. Considero que es la mejor manera de que se entiendan unos proble mas que, aun siendo sencillos, generan grandes confusio nes; por ello, en algunos pasajes del libro, reproduzco en su literalidad aquellas resoluciones y/o escritos que he con siderado relevantes y que mejor permiten comprender de qué estoy hablando. Estas citas, por extensas, engorrosas o tediosas que pa rezcan son necesarias para que se comprenda, de la mejor forma posible, sobre qué estoy hablando en cada momento, cuáles son algunos de esos ejemplos y cómo se llega a las conclusiones a las que llego. Si he recurrido a ello es para que no exista la tentación de pensar que he dado mi personal interpretación sobre de terminados casos y situaciones; he tratado de poner de ma nifiesto que lo dicho, dicho está, y en los precisos términos en que se ha hecho. Puede resultar complejo o tedioso el lenguaje técnico que contienen esas citas, también su ubica ción dentro del propio texto, pero creo que solo así se com prenderá bien de qué estoy hablando y por qué, así como el porqué de las soluciones que propongo en algunos casos. Tengo muy presente que el privilegio de vivir en primera línea la lucha del actual exilio catalán, por su fuerte com ponente histórico, me obliga a dejar rastro de mucho de lo sucedido. Por ello iré intercalando los ejemplos de las cosas que me preocupan y mis reflexiones con las vivencias que la defensa del exilio catalán, y de otras, me han deparado.
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Algunas de mis experiencias vitales y de los casos que me ha tocado ocuparme se verán reflejados, desde distintas perspectivas, en las diferentes partes en que he dividido este libro. Unas veces utilizaré esas experiencias y casos para analizar aquello que denomino «el relato»; otras, con mayor profundidad técnica, volverán a aparecer desde otro ángulo, en lo que denomino la «interpretación de mocrática del derecho» y el «choque europeo». Finalmen te, mucho de lo expuesto será el fundamento de aquello en lo que profundizaré cuando me refiera a Pegasus, que es donde realmente se ha producido una brutal, criminal e ilegítima injerencia en nuestra intimidad personal y lo profesional, con lo que ello conlleva como ejemplo de decre pitud del sistema. Si alguien se pierde en la lectura, lo mejor es tener pre sente cuál es el hilo conductor del libro: no es otro que, según mi visión de las cosas, el contraste entre lo que es y lo que debería ser para que podamos sentirnos parte de un club de demócratas, un club en el cual, insisto, las reglas son claras y hace tiempo que España no las cumple y, peor aún, no parece que esté dispuesta a cumplirlas si eso no viene impuesto desde fuera. Las experiencias vitales y profesionales suelen marcar mucho nuestra manera de ver las cosas. Por ello pido que al leer este libro se tenga presente que ni me considero dueño de la verdad ni creo que mi forma de ver y aproxi marme a las diversas situaciones sean las únicas correc tas; simplemente es mi visión y mi forma de enfrentarlas desde una perspectiva que, por personal, sin duda resulta subjetiva. Lo que expongo no son más que síntomas que me llevan a un determinado diagnóstico que iré plasmando en estas páginas. Tal vez otros, ante los mismos síntomas —que sí son objetivos—, lleguen a otras conclusiones. No existe una
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visión o verdad absoluta, mucho menos sobre el cómo se percibe la realidad, ni pretendo que así sea, pues ello repre sentaría la antítesis de lo que defiendo. Desde mi personal visión de la realidad española tengo la clara sensación de que lo que en un principio pudieron ser concretos y encapsulados tumores dentro de un sis tema que se pretendía y presentaba como sanamente de mocrático fueron, al no ser debidamente tratados o extir pados, permeando sus paredes, traspasando compuertas y extendiéndose a más y más órganos, generando una suerte de metástasis que está comenzando a contaminar todo el sistema democrático con un riesgo mortal de necesidad. Lo que le pasa a España se llama cáncer. Este es el me jor de los símiles que en estos momentos puedo encontrar para describir todos los síntomas que voy viendo día a día. Como ocurre con muchos tipos de cáncer, si no se actúa con valentía y decisión y no se toman las decisiones correctas ni se acude a los tratamientos necesarios de la mano de los profesionales adecuados, este termina extendiéndose de forma tal que lo contamina todo, con el resultado que perfectamente podemos imaginar. Una democracia es como un cuerpo: si no se le cuida, se debilita y enferma. Si esto ocurre ha de tratársele, algunas veces con extrema radicalidad, para combatir el mal que le acecha y evitar la muerte. Una vez superada la enfermedad habrán de verse las causas que la generaron y, a partir de su determinación, combatirlas de manera constante. Una democracia tiene determinadas tendencias y la española ha demostrado, a lo largo de su historia, una persistente predis posición a lo antidemocrático y lo totalitario. Por lo tanto, habrá de tenerse especial y permanente cuidado ante cual quier signo de recidiva, muchas veces más agresiva y sinies tra que la inicial enfermedad, que es justamente lo que creo que estamos viviendo en la actualidad.
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Una sociedad es democráticamente sana en la medida en que todas sus partes lo son; si alguna no lo es, más tem prano que tarde terminará contaminando al resto, generali zando, de esa forma, la enfermedad que aqueja al concreto órgano inicialmente afectado. Si no somos capaces de extir par o curar las zonas afectadas, el mal, que estaba primera mente focalizado, terminará por contaminar al conjunto. Sostener que se puede tener una sociedad democráti camente sana cuando la forma en que se asume, entiende, interpreta y aplica el derecho es profundamente antidemo crática es no entender cómo funciona la sociedad ni el de recho que la regula. Como ocurre con cualquier enfermedad, lo importante no solo es el diagnóstico, sino compartirlo con el paciente y hacerlo de forma clara, directa y sin medias tintas, para que, confrontado con el mismo, sea capaz bien de luchar contra dicho mal o asumir las consecuencias de este. Justamente por ello, y por otras razones, creo que es im portante decirle a este paciente, España, que sí, es cáncer lo que padece, un cáncer antidemocrático que con valentía y radicalidad tiene cura. Eppendorf, Alemania, a 5 de noviembre de 2021
La lucha por el relato
En mis anteriores libros he hablado del «relato», una ex
plicación de la realidad que la mayoría percibe como cierta, cuando no es más que una apariencia establecida a costa de repeticiones y reiteraciones diseminadas y difundidas por los medios de comunicación. En comunicación política los relatos (storytelling) tienen una estructura de principio, desarrollo y fin; además sue len ser concretos y estar pensados para activar emociones y orientadas a actuar, a provocar la motivación para actuar en sus destinatarios. En los cuatro años que llevo defendiendo a los exilia dos he visto claros ejemplos de ello, y en muchas ocasio nes los he sufrido en carne propia, con las consecuencias que hemos sufrido mi familia, mis colaboradores, mi entorno so cial y yo mismo. La perversidad de este tipo de dinámicas es tanta que en muchas ocasiones termina creando una reali dad paralela que cuesta mucho desmontar, si es que se logra del todo. El mecanismo según el cual surgen los «relatos» es de sobra conocido pero no por eso menos dañino, y en lo que respecta a la defensa de los exiliados y del resto de los repre saliados catalanes, siempre sigue los mismos parámetros o sistema de divulgación. Alguna «fuente» oficial explica un «hecho» —en algu
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nos casos hasta se lo «documenta»— a algún periodista de confianza, quien, días más tarde, lo publica. A partir de di cha publicación la «noticia» comienza a tener vida propia a través de otros medios, y lo que no es sino un bulo ma lintencionado termina convirtiéndose en noticia que una gran mayoría de la ciudadanía termina por creerse. De ese modo se genera una apariencia de realidad muy peligrosa para cualquier sociedad democrática que tiene derecho a una información veraz. Cuando se han dado estos procesos, y no han sido po cos los casos, hemos contactado con los divulgadores, que no quiero llamar periodistas, y lo primero que nos dicen es: «Bueno, esto me lo ha dicho una fuente de toda solvencia», «esto no lo hemos contrastado porque la fuente nos lo ha asegurado», o «¿cómo voy a dudar si quien me lo está di ciendo es de toda solvencia?», y otras respuestas por el estilo. En realidad, siempre se trata de filtraciones interesadas, que en algunas ocasiones provienen de las más altas instan cias jurisdiccionales y en otras de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; es decir, siempre de una parte intere sada en instalar un relato. Pero no todo surge de ese tipo de fuentes; durante la tra mitación del suplicatorio en contra de los eurodiputados ca talanes1 vimos cómo la fuente de la que bebían ese tipo de divulgadores trataba de sembrar el camino de relatos que, transcurrido un año, seguimos sin poder desmontar aunque son absolutamente falsos. El 13 de enero de 2021 se celebró la audiencia de los eu rodiputados Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Pon satí ante la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamen to Europeo (JURI), una audiencia o fase preceptiva en todo 1. Cuando hablo de los eurodiputados me refiero al president Carles Puigde mont, a Toni Comín y a Clara Ponsatí.
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proceso de levantamiento de la inmunidad —también lla mado suplicatorio en términos castizos— que había sido so licitada a principio de 2020 por el juez Pablo Llarena para, de esa forma, poder continuar con la ejecución de unas órdenes europeas de detención y entrega que el propio juez Llarena cursó en 2019 sin haber solicitado, previamente, ese levan tamiento de la inmunidad. Dicha audiencia se caracteriza por ser a puerta cerrada y de carácter secreto; sin embargo, nada más salir de ella vimos que diversos medios estaban difundiendo supuestas afirmaciones vertidas en esta que, puedo asegurar sin entrar a revelar datos del desarrollo de la vista, ni tan siquiera se nos habrían ocurrido. Otro tanto ha sucedido con los cientos de documentos de varios miles de páginas que presentamos y con las múltiples alegaciones que remitimos a dicha comisión, cuyo presiden te o bien no se las leyó o fue incapaz de comprenderlas; ter minó cometiendo exactamente todos los errores que había mos previsto y que trasladamos a la demanda de anulación que meses después interpusimos ante el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE). La mayor parte de los argumentos para demandar la anulación del acuerdo de conceder el suplicatorio nos los sirvieron en bandeja el presidente de la JURI y los nacio nalistas españoles, que desde dentro de la comisión fueron amparándole en todo lo que hacía sin recordar el viejo dicho «pan para hoy y hambre para mañana». Pero el problema de los relatos es la larga vida de la que gozan algunos, pues esta vista se produjo, como he dicho, el 13 de enero de 2021, y diez meses después algunos periodis tas insistían no solo en sostener esos bulos, sino, además, en plantear que habíamos arrastrado esos temas a nuestra de manda de anulación, presentada ante el TGUE en contra de la decisión del Parlamento Europeo de 9 de marzo de 2021
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por la cual se acordó levantar la inmunidad a los tres euro diputados catalanes. Seguramente, cuando se puedan hacer públicos todos los escritos y documentos que hemos presentado ante el TGUE, que más temprano que tarde se harán públicos, esos mismos divulgadores harán como si jamás hubiesen escrito al respec to ni titulado, a grandes rasgos, con el clásico «Puigdemont esto» o «Puigdemont lo otro» que tantos réditos les genera. Uno de los relatos surgidos a raíz del procedimiento del suplicatorio para el levantamiento de la inmunidad de los eurodiputados catalanes y divulgados a partir de «una fuen te de toda solvencia» consistía en que nosotros habríamos alegado que dicho suplicatorio «no se llevó de forma válida por hacerse por vía telemática», vinculando tal falacia con una reciente decisión del TGUE. El titular, diez meses después de la vista, era: «La justicia europea echa por tierra parte del argumentario jurídico de Puigdemont», y en la noticia se enlazaba un tuit del presi dente de la JURI, cuya preparación jurídica es similar a la que yo tengo en danza japonesa. La verdad, muy por el contrario, es que nosotros jamás trasladamos tal planteamiento a la demanda de anulación interpuesta en contra de la concesión del suplicatorio; sim plemente, mientras este la tramitaba en el comité JURI, hi cimos ver a su presidente que no nos parecía que fuese la mejor de las soluciones por diversas razones, pero de ahí a gastar media línea en nuestra demanda hay un trecho muy largo. Una demanda de anulación tiene un espacio tasado: 25 páginas en Times New Roman de 12 y con interlineado de 1,5, y notas a pie de página en igual tipografía pero de 10, lo que no permite incluir menudencias y obliga a centrar muy bien el objeto del litigio y los argumentos de defensa que se van a usar.
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Los formatos de demanda europeos son un auténtico problema para los juristas de raíz latina, tan dados somos a escribir y escribir sin centrarnos en la esencia de los temas y de sus soluciones; no somos capaces de sintetizar, de apuntar a lo sustantivo sin perdernos en recovecos lingüísticos que nada aportan a la defensa de los intereses encomendados. Tengo la sensación de que en muchas ocasiones alegamos «al peso» y no nos centramos en lo fundamental: definir el problema, acotarlo, ver el marco regulatorio, citar la doctri na que más convenga a las pretensiones, la jurisprudencia y apuntar a la solución que buscamos. La fuente del divulgador no podía ser peor: una persona tremendamente ideologizada, con escasos conocimientos técnicos, nula estrategia y capacidad de análisis que duran te toda la tramitación del procedimiento, cual toro de lidia, entró a todos los trapos que le pusimos, hizo justamente todo aquello que esperábamos y nos dio una y otra vez más y más bazas de defensa para algo que era inevitable desde un comienzo: la interposición de una demanda de anulación. En marzo de 2021 se procedió a la votación del suplica torio por parte del Pleno del Parlamento Europeo. El relato previo fabricado por ciertos medios de comunicación espa ñoles indicaba que se aprobaría sin problemas porque nadie compraba el discurso de Puigdemont y estaban cansados de él en Europa. Pero la votación fue, para quienes gestaron ese relato, una nueva bofetada, pues el trabajo desplegado por los tres eurodiputados y sus equipos había sido muy concienzudo, muy profesional, muy didáctico, europeísta y muy bien fundamentado. El nacionalismo español solo consiguió un 58 por ciento de los votos, lo que, visto desde nuestra pers pectiva, fue un auténtico éxito, teniendo en cuenta que los cuatro partidos nacionales (PSOE, PP, Cs y VOX) hicieron
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todo lo que estuvo en sus manos, incluso más, y solo lo graron convencer a 6 de cada 10 miembros del Parlamento Europeo. Toni Comín y Aleix Sarri diseñaron una estrategia de comunicación política que dio un gran resultado, si bien yo al principio, y casi hasta el final, era muy escéptico al res pecto. Pero como muchas veces ocurre en la vida uno no es dueño de la verdad, y la estrategia generada por Toni y Aleix terminó siendo la correcta y demostrando que yo me equi vocaba y que ellos tenían toda la razón. En cualquier caso, y volviendo a lo que aquí interesa, esos días los relatos eran de lo más variopintos, pero todos se centraban en establecer la inminencia de la entrega de los tres eurodiputados no solo para ser juzgados, sino conde nados; todo ello a pesar del claro precedente logrado meses antes en el caso de Lluís Puig. Una vez más, el o los relatos tuvieron una corta vida. Casi en paralelo a la votación del suplicatorio, el juez Lla rena, del Tribunal Supremo español, cursó una cuestión pre judicial al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para plantearle siete preguntas con la intención, supuesta mente, de ver si tenía margen para emitir una cuarta orden europea de detención y entrega (OEDE) en contra de Lluís Puig después de su estrepitoso fracaso en enero de 2021 y de las anteriores retiradas de otras dos euroórdenes en contra de los exiliados catalanes. El relato, siempre el relato, consistió en hacer creer que Bélgica había incumplido las normas reguladoras de las OEDE y que, por tanto, tendría que ser el TJUE el que re condujese a dicho país; la realidad, una vez más, era muy distinta. Llarena estaba planteando preguntas cuyas respuestas ya están incluidas en una consolidada jurisprudencia del propio TJUE, porque sus planteamientos carecían de sentido
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—aunque eso, a efectos del relato, no era lo relevante por que «la fuente era muy buena»—; de pasada incluyó otras dos preguntas más que afectaban directamente a los eurodi putados. La realidad siempre supera la ficción y muchas veces pone los relatos en su sitio, pero hasta ahora no he visto que lo haga con quienes describían a Llarena, allá por 2018, como «un gran estratega», al que, de pasada y con ánimo de amedrentarnos, le definían como un «gran jurista». En esto de las prejudiciales, su primer traspié consistió en perderse en la traducción, hecho por el que le llamó la atención el propio TJUE. La situación sería un tanto cómica si no fuese por lo que refleja y porque afecta a la libertad de las personas. Llarena, perdido en la traducción, entendió que las auto ridades belgas, al denegar la OEDE de Lluís Puig, lo hacían porque, entre otras cosas, entendían que el Tribunal Supre mo no es el competente para investigar y enjuiciar estos he chos, siempre según Llarena sobre la base del artículo 18 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal belga. A partir de ahí surge la idea de sus prejudiciales, que, como veremos, muchos meses después serán su auténtico Waterloo. A los pocos días de remitir dicha comunicación al TJUE este tribunal remitió un oficio al juez Llarena indicándole que tenía que existir un error porque las autoridades belgas se basaban en el artículo 18 de la Ley de Enjuiciamiento Cri minal española, y le preguntaban si, a la vista de esa confu sión suya, quería continuar con la cuestión prejudicial. La respuesta no se hizo esperar: claro que continuaría con su remisión prejudicial… Lo de Llarena no era más que un error de comprensión, porque la traducción era correcta y era evidente que los belgas no se referían a una norma de ellos sino a una española, que tal solicitud de aclaración no
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le apartaría de su ruta y mucho menos iba a reconocer que se trató de eso, un error de comprensión. Esto que acabo de contar sí que era una noticia, sin em bargo, en el mundo del periodismo de Estado y de la ge neración permanente de relatos el tema pasó desapercibido en los mismos medios que días atrás jaleaban su estratégica decisión de hacer un planteamiento prejudicial. Por nuestra parte, y desde que fuimos informados, pri mero por la prensa y luego por la correspondiente y oficial notificación de la remisión de las prejudiciales, no lográba mos salir de nuestro asombro; llevábamos casi tres años pi diéndole al Supremo que plantease diversas cuestiones pre judiciales —52 en total, si no me equivoco— y siempre nos fueron denegadas por el Tribunal Supremo, que, parece ser, no tiene ninguna duda sobre cómo ha de interpretarse el derecho de la Unión. Es más, nuestro documento de estrategia jurídica elabo rado el 29 de octubre de 2017 —Domino 1— establecía cla ramente que el cierre del círculo de dicha estrategia pasaba por una remisión prejudicial al TJUE; ahora, sin esperarlo, era justamente Llarena quien nos daba ese regalo. Sabíamos que esas cuestiones prejudiciales no solo nos beneficiaban, sino que serían un terreno fértil en el que plantear una serie de temas de los que tanto el Supremo como el Constitucional españoles venían huyendo. Además éramos muy conscientes de algo que, meses después, le ex plotó en la cara al propio Llarena: la suspensión —que con lleva la paralización— imperativa de los procedimientos en que se cursan las cuestiones prejudiciales como establece el artículo 23 del Estatuto del TJUE. Pero, en todo caso, nada de lo que nosotros decíamos o hacíamos tenía mucha relevancia mediática, porque, de una parte, el periodismo de Estado todo lo impregna; de otra, la gran diferencia entre nosotros y el Supremo es que no nos
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interesaba entrar en la dinámica de la generación de rela tos… Vivimos más tranquilos con las noticias y los hechos reales y acreditados que con los relatos. Otro de los relatos surgidos a partir del suplicatorio es que desde el mismo momento de su concesión ya se podía entregar a los exiliados y juzgárseles sin más. Esto surge de otro error de Llarena y del espíritu nacional que impregnó la actuación del presidente del JURI, que nunca se leyó nada de lo que le presentamos o, peor aún, si se lo leyó, no lo en tendió. Me explicaré. El juez Llarena pidió el suplicatorio a los solos efectos de continuar la tramitación de los procedimientos de OEDE entonces paralizados en Bélgica, es decir, solicitó un levan tamiento parcial de la inmunidad a unos efectos muy con cretos. A lo largo de meses de trámites y escritos informamos en reiteradas ocasiones al JURI de que debía de tratarse de un error que habrían de aclarar con la autoridad reclamante, Llarena. No nos contestaron a nada y, finalmente, la pro puesta aprobada y votada hizo expresa mención, en su pun to p), de que dicho acuerdo era «a fin de que pueda continuar la ejecución de las órdenes europeas de detención y entrega que han sido dictadas, e informar de ello a la autoridad de ejecución en Bélgica». Es decir, que aunque nadie quería aceptarlo ni informar al respecto, el suplicatorio se pidió y concedió para algo muy concreto y limitado; no fue hasta Italia cuando esos mismos medios, sin reconocerlo públicamente, se dieron cuenta de que el relato, una vez más, se les había caído. El problema del relato, que se va entrecruzando con nuestro trabajo jurídico, es que muchas veces condiciona no solo a la opinión pública, sino también a quienes tienen que tomar decisiones judiciales o políticas y terminan por creer se cosas tan absurdas como las que estoy contando.
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Incluso a los efectos de prevenir muchos relatos, y de evitar el daño que podrían generar a nuestros defendidos, este año mi esposa Isabel y yo hemos tenido que tomar de cisiones muy muy personales que no han sido fáciles ni in doloras, pero que, desde esta perspectiva y cuando más ade lante las expliquemos, se entenderán perfectamente. Como en este apartado la cosa va sobre los relatos, debo destacar que los anteriores no han sido los únicos episo dios que a este respecto hemos vivido, nos pasó algo similar cuando el president Puigdemont fue detenido en Italia. Una vez más la maquinaria generadora de bulos se puso en marcha casi en el momento en que su avión aterrizó en Alguer la noche del 23 de septiembre de 2021. Ese día me había tocado viajar muy temprano a París para una serie de reuniones. Después de una intensa jorna da que había comenzado a las cuatro y media de la mañana tomé un tren a Bruselas, donde pasaría la noche ya que el viernes 24 íbamos a tener una reunión de coordinación de los abogados a la que también asistiría Isabel, cuya llegada estaba prevista ese mismo 24 a primera hora. Nada más bajarme del tren en Bruselas recibí una lla mada de Josep Lluís Alay que me informaba de que en el aeropuerto de Alguer había mucha policía y estaba pasando algo extraño; quise restarle importancia diciéndole que en la estación central de Bruselas también había mucha poli cía, pero él me insistió en que no era normal. Sabiendo que el president estaba todavía en vuelo le envié un mensaje a la persona que le acompañaba en este desplazamiento para avisarles de la situación. Era poco lo que podía hacer en esos momentos, así que tomé un taxi a mi hotel, donde había quedado para cenar con Gorka Knörr. Este ya me estaba esperando en el vestíbulo, pues su sentido de la puntualidad es muy parecido al mío, cosa que siempre agradezco, pero en esta ocasión aún más.
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No quise alterarle, de modo que nada más hacer el re gistro salimos juntos en busca de un sitio para cenar, pero los mensajes de Alay eran incesantes y la cosa no pintaba bien; como de costumbre en estas situaciones iba con poca batería en mi móvil. Mientras estábamos esperando a que nos atendiesen me llamó el president para informarme de que habían ate rrizado y estaba retenido, en esos momentos aún no de tenido, pero era evidente que ese sería el siguiente paso. Ambos éramos conscientes de que ese tipo de situaciones se podían dar y él, que siempre conserva la calma, también lo hizo en esta ocasión. Semanas antes de su detención, el TGUE nos había de negado las medidas cautelares que habíamos solicitado en función de un hecho que, al menos desde la perspectiva europea, estaba claro: existiendo un planteamiento de una cuestión prejudicial el procedimiento de origen y sus de rivados estaban, por imperativo legal, suspendidos. Así lo informó España, por escrito al TGUE, y así lo entendíamos nosotros también. Desde la perspectiva del relato, que siempre surge del mismo sitio y los divulgan los de siempre, se presentó esa resolución como una derrota nuestra, cuando, como la rea lidad terminaría demostrando una vez más, era la constata ción de lo que nosotros ya sabíamos: en términos de derecho europeo, las OEDE estaban suspendidas porque el procedi miento ante el Supremo también lo estaba. La única persona que era más lista que todos los demás y que había visto una ventana de oportunidad había sido el juez Llarena, que, saltándose la ley —en este caso concre to las normas de la Unión Europea—, había mantenido en vigor tanto las órdenes nacionales como europeas de deten ción, porque en su fuero interno él no iba a aceptar que sus propios actos pudiesen paralizar «su procedimiento».
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Gorka, amablemente, me cedió su teléfono para poder seguir haciendo llamadas con Alay, con el equipo del pre sident y con este mismo y la policía del aeropuerto, que, finalmente, una vez que les hube enviado una serie de do cumentos, me dijeron: «Creo que usted tiene razón, pero esta situación supera mi capacidad de decisión, así que va mos a dejarlo detenido para ponerlo mañana a disposición judicial y que esto lo resuelva un juez. No se preocupe, que no le pasará nada, tomaremos todas las medidas oportunas, y siento esta situación». Le creí porque esa siempre ha sido la actitud de todas las policías con las que hemos tenido que trabajar en el caso de los exiliados. Ocurrió lo mismo en Bélgica, en Alemania, en Escocia y en Francia, y no fue distinto en esta ocasión. A partir de ese momento era evidente que la cena se ha bía chafado y que me tocaría volver al hotel y ponerme a trabajar hasta a saber qué hora. Le expliqué todo a Gorka, quien sin abandonar su preo cupación y poniéndose a disposición para lo que se necesi tase, me acompañó hasta el hotel. Una vez en mi habitación procedí a contactar con todos aquellos que algo tenían que hacer y decir ante esta situación. Lo primero que hicimos fue abrir una videoconferencia permanente para estar todos en línea mientras cada cual iba haciendo su parcela de trabajo… Allí estaba todo el entor no político del president y una parte importante del equipo jurídico. Pero antes de meterme a trabajar tenía que hacer tres llamadas entre complicadas y relevantes: a Marcela Topor, la esposa del president, a Toni Comín y a Clara Ponsatí, que en esos momentos se encontraba en Grecia. Marcela (Mars) era quien más me preocupaba, porque en estas situaciones muchos tienden a olvidar que el president, aparte de ser el máximo líder del independentismo catalán,
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también es esposo y padre. Yo estaba seguro de que ella ne cesitaría claridad respecto a lo que estaba pasando y lo que podía llegar a suceder. Cuando se sueltan bulos y se trata de deshumanizar a los personajes, o no se piensa en sus familias o, peor aún, les importan muy poco. Esta ha sido la constante en estos ya cuatro años y eso ha afectado tanto a los exiliados como a muchos de los represaliados catalanes y a mí mismo. Toni y yo teníamos que organizarnos para la mañana siguiente, que sería frenética. Con Clara había que dilu cidar la mejor forma de que regresase a Bélgica, pues en esos momentos desconocíamos si aquella era una situación puntual que solo afectaba al president o una operación de mayor calado. Sin cerrar la videoconferencia, pero sí silenciándola, ha blé con Isabel para explicarle la situación y coordinar su lle gada a Bruselas a la mañana siguiente; en esos momentos más que nunca necesitaba que ella viniese a Bruselas, pues yo no podía quedarme a una reunión de abogados que tenía mos programada, y en cuanto llegasen debería encontrarme con Mars y Toni. En paralelo a todo esto, Josep Costa, Cekpet2 y yo esta blecimos nuestra propia dinámica de trabajo para preparar una nueva solicitud de medidas cautelares, más bien caute larísimas, ante el TGUE, así como ir viendo qué documen tación sería bueno presentar ante las autoridades italianas. Teníamos claro que Italia no se sumaría a la aventura de Llarena, pero no era malo tener preparadas unas medi das cautelarísimas por lo que pudiese suceder, y, sobre todo, para dejar constancia en el TGUE de que España tenía «dos voces»: la de su agente (que es el término que se usa para 2. Cekpet es parte esencial de nuestro equipo jurídico. A petición propia, mantendremos su identidad en el anonimato por todo el tiempo que él lo conside re necesario.
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los representantes de los Estados) y la del Supremo, que iba fuera de todo marco legal. En esos momentos tenía frente a mí una videoconferen cia, un documento de Word compartido en el que estábamos trabajando los tres y un teléfono que no paraba de sonar y que, por sorprendente que parezca, sonó por primera vez an tes siquiera de que le hubiesen leído los derechos como dete nido al president… Era una periodista de Madrid con exce lentes fuentes en el Supremo que me preguntaba, con mucho retintín, por la situación de Puigdemont en un momento en el que nadie sabía lo sucedido. No creo en las casualidades y ese no era momento de comenzar a creer en ellas. Sobre las once de la noche el teléfono echaba humo y no paraban de llamar periodistas. En la videoconferencia acordamos que yo haría un hilo de Twitter para aclarar la situación, dar nuestra versión de lo que estaba sucediendo y evitar tener que estar contestando a tantas llamadas, que más o menos eran para lo mismo. En cualquier caso, atendí algunas llamadas de periodis tas que conozco que sé que son profesionales y no saldrían a vender e intentar instalar relatos, sino a dar las distintas versiones o ángulos de la noticia. Este tipo de buenos pe riodistas los hay en muchos, si no en casi todos los medios, el problema es que en muchas ocasiones ese buen trabajo queda empañado por el de otros que siendo periodistas no actúan como tales. Fue una noche en la que no me separé del escritorio de mi habitación del hotel de Bruselas; la tensión era máxima, como en tantas otras ocasiones, pero tanto Pep Costa como Cekpet y yo teníamos la tranquilidad de los que saben que el trabajo está hecho y hay una red sobre la que saltar. En lo personal eran momentos muy complejos, pero la intensidad del trabajo, la relevancia de lo que estaba pasando
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y de lo que teníamos que hacer me ayudó mucho a distan ciarme de mis propios problemas, temores y angustias. Sobre la medianoche logré hablar con el abogado italiano, Agustinangelo Marras, y una vez que me explicó su visión de cómo se desarrollarían las cosas en las siguientes 24/48 horas le conté toda la documentación que pondríamos a su disposición y el método que usaríamos para que la tuviese disponible rápidamente. Además le ratifiqué que me tras ladaría a Alguer tan rápido como fuese posible. La primera impresión, corroborada luego, fue muy buena. A diferencia de lo que sucedió en Alemania y en octu bre de 2019 en Bélgica, esta vez muchos de los periodistas que me contactaban eran escépticos respecto de lo que les estaban vendiendo desde las supremas fuentes; sabían que nosotros no entrábamos a los relatos y que siempre que de cíamos algo se terminaba cumpliendo… Este y no otro es el patrimonio generado en estos años de defensa del exilio. Siempre hemos apostado por contar la verdad, no deco rarla ni taparla con relatos, porque estando en el lado co rrecto de la historia eso ni es necesario ni es conveniente, y, además, si lo hiciésemos perderíamos toda la credibilidad que tanto nos ha costado ganar. Contar relatos es algo que no nos podemos permitir. No me di cuenta de cómo fueron sucediendo las cosas, pero, de pronto, ya eran las seis de la mañana y aún no me había acostado; decidí que, como había muchas cosas por ha cer, lo mejor era darme una vuelta para despejarme, duchar me, desayunar y luego salir hacia la sede del Consell per la República, que era donde habíamos quedado con Toni y Mars y a donde llegaría Isabel. Al final, una noche de hotel para ni tan siquiera usar la cama. Sobre las siete de la mañana comenzó el mismo trasiego de llamadas de periodistas, pero en esta ocasión detecté que, seguramente como respuesta a la contundencia con la que
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habíamos reaccionado la noche anterior, estaba comenzando a circular, siempre interesadamente, un mismo relato en tres concretos medios: que el president Puigdemont habría pro vocado su propia detención en Italia. Se trataba de una construcción tan alambicada, tan ab surda y sobre todo tan miserable que merecía una rápida respuesta. Esta, además, tenía que ser con datos concretos para que a ninguno de esos divulgadores les cupiese duda alguna sobre cuál sería nuestra reacción si publicaban tan grosera invención. Lo primero que expliqué fue que el viaje estaba previsto desde hacía tiempo, que nosotros teníamos plena confianza en que España no había engañado al TGUE y que de ser cierto algo así, ¿por qué sus abogados, en lugar de en Italia, estábamos todos en o camino de Bélgica? Aparte de eso indicamos que para nosotros era imposible saber cuáles eran o habían sido los movimientos de Llare na, pero insistimos en vincular la detención en Italia con un engaño al TGUE que, por creer que estaban suspendidos el procedimiento en España y las OEDE, nos había denegado recientemente las cautelares. A una de las divulgadoras que me llamó le expliqué que esto, además, era miserable y representaba la máxima ex presión de la deshumanización del personaje que llevaban años haciendo, como si el president no tuviese esposa, hi jas o familia. En cualquier caso, como el daño reputacional se causaba, en primer lugar, en Bélgica la demanda sería en dicha jurisdicción. Si bien en España el honor, mucho más cuando se trata del de los políticos catalanes o de sus aboga dos, tiene un valor escaso, en Europa sí que es protegido y preciado, por lo que hace ya tiempo que hemos decidido que este tipo de ataques los sustanciaremos ante las jurisdiccio nes europeas donde se produzca el daño. Al final este relato duró poco y casi sin reflejo de for
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ma clara en ningún medio, pero era un claro indicador de cómo vendrían las cosas en los días venideros, a medida que se fuesen dando cuenta de que una vez más se habían equivocado y embarcado en otra fracasada aventura judi cial en Europa. El dislate de ese nuevo relato era tal como que no encon traba forma de llegar a Alguer ese día porque, terminada la temporada de verano, no es un destino sencillo. Finalmen te logré encontrar una combinación entre tren (de Bruselas a París), taxi desde la Gare du Nord a Orly —una buena amiga, que siempre está cuándo y dónde se la necesita, se encargó de gestionarme dicho taxi, que en esos días no era sencillo, y que me esperase a la bajada del tren y me llevase directamente al aeropuerto—, avión de París a Milán, noche allí y vuelo el sábado 25 a primera hora hasta Alguer… No había otra forma que viajar casi veinte horas para hacer un trayecto así de corto. Lo sucedido en Italia dio para muchos más relatos, que se fueron sucediendo a la misma velocidad con la que la reali dad los fue desmontando. Uno que no quiero dejar pasar, que no nos afectaba a no sotros pero demuestra hasta qué nivel se puede llegar en esta perniciosa dinámica, es el creado a los efectos de salvar la imagen de Llarena y, sobre todo, que no pareciera el au téntico responsable de lo sucedido, cuando sí que lo era. Como he explicado, todos, TGUE incluido, entendíamos que las OEDE estaban suspendidas por la remisión de la cuestión prejudicial al TJUE por parte de Llarena; esa y no otra fue la causa por la que el vicepresidente del TGUE nos denegó las cautelares, específicamente sobre la base del escrito de la Abogacía del Estado, en representación del Reino de España, indicando que no era necesaria la medi da porque el procedimiento principal y las OEDE estaban suspendidas.
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© 2022, Gonzalo Boye Primera edición en este formato: abril de 2022 © de esta edición: 2022, Roca Editorial de Libros, S. L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com ISBN: 9788418870583 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.