Jardín Pétreo

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO ENRIQUE GRAUE WIECHERS Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México

LEONARDO LOMELÍ VANEGAS Secretario General

CARLOS ARÁMBURO DE LA HOZ Director General de Asuntos del Personal Académico

ANA LAURA PASOS HERNÁNDEZ Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejoramiento de la Enseñanza

Jardín Pétreo ROXANA CERVANTES

Proyecto PAPIME “Arte, Botánica y Evolución” Clave PE: 405718

AÍDA ATENEA BULLEN AGUIAR Responsable del Proyecto

JUAN MARTÍNEZ CRUZ Corresponsable del Proyecto

ROXANA CERVANTES NIDIA PÉREZ NASSER OMAR IVÁN MENDOZA AMARO Participantes del Proyecto


Jardín Pétreo ROXANA CERVANTES



Presentación En el año 2016 asistí a una exposición de escultura en el Centro Cultural Universitario de la UNAM en Morelia. La exposición llamada Colores de la Tierra Caliente constaba de diez piezas de cerámica, madera y metal, que conformaban un bosque saturado de recuerdos de la artista plástica Roxana Cervantes. Había troncos con flores, espinas, textos, cuerdas y otras formas y colores que contaban historias sobre el entorno natural y la cultura del Valle de Apatzingán. La tierra convertida en arcilla, con sus distintas tonalidades, daba vida a troncos, que con sus formas caprichosas sostenían la palabra, la música y la cultura de Tierra Caliente. A partir de allí, inició la colaboración entre la Maestra Roxana Cervantes de la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia y el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad. Nos planteamos la necesidad de dar continuidad a esta importante reflexión sobre el papel de la naturaleza en la cultura, particularmente el papel de la flora en la identidad cultural. Partimos del supuesto de que el arte es un vehículo que favorece el diálogo entre el saber científico y la experiencia personal. Es indispensable observar una flor, disfrutar su aroma y entrar en contacto directo con ella, pero también es necesario imaginar y explorar las posibilidades de las formas y los colores, es decir, ver las cosas de manera distinta. Porque el arte nos reta a pensar de forma diferente y hoy más que nunca necesitamos transformar positivamente nuestra relación con la naturaleza. El acelerado crecimiento económico atenta contra todas las formas de vida del planeta. Actualmente, se pierden numerosas especies vegetales por la destrucción de hábitats, solo en México desaparecen más de dos hectáreas de vegetación por minuto y con ellas, muchas otras especies animales. Es urgente proteger los ecosistemas y para ello es indispensable conocerlos. El Ecojardín del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad en el campus de la UNAM en Morelia, es un pequeño jardín botánico que cuenta con una colección de plantas representativas del desierto mexicano, el bosque templado y la selva seca. Así entre cactos, crasuláceas, agaves y encinos, el Ecojardín, es un excelente espacio para explorar y conocer la flora más característica de nuestro país. Además de ser el escenario perfecto para albergar el Jardín Pétreo de Roxana Cervantes, que incluye seis esculturas en cerámica. ¡Te invitamos a conocerlo! Como parte de este proyecto, también se comisionó la producción de un video corto, dirigido por Margarita Carrillo e inspirado en las mismas flores que avivaron la imaginación de Roxana Cervantes. El corto titulado “La belleza de las flores” apuntala el argumento de que el arte, -en este caso el cinematográfico-, y la ciencia también conviven y se fortalecen y se puede encontrar en el portal institucional del IIES www.iies.unam.mx.


El misterio de las flores Imaginemos un hermoso jardín victoriano en primavera, sus flores de mil colores alegrarían el espíritu de cualquiera que posara la vista sobre ellas, pero sí de la vista no surgiera el amor, el dulce aroma seguramente se encargaría de animar y embriagar al espectador. En un rincón de este bello jardín, se encuentra un hombre meditabundo que observa el espectáculo con desconcierto, se ve turbado, acaricia su barba, absorto en el enigma que intenta descifrar: el misterio de las flores. En 1879 Charles Darwin escribió sobre este fenómeno que le parecería perplejo y que calificó como un “misterio abominable”, Darwin no podía explicar cómo las plantas con flores, llamadas angiospermas, pudieran aparecer y convertirse en el organismos dominante del reino vegetal, de forma tan repentina. Los fósiles recuperados en aquel momento indicaban que las plantas terrestres con semillas expuestas, conocidas como gimnospermas, habían aparecido entre 310-350 millones de años, cícadas, pinos y helechos dominaban el paisaje (Walker, 2009). Todavía hasta hace 105 millones de años, el 80% de las plantas eran gimnospermas, pero hace solo 65 millones de años la estadística se invirtió y las plantas con flores se convirtieron en las plantas más comunes, llegando a representar el 90% de todas las plantas del planeta (Sauquet, 2017; Walker 2009). ¿Cómo aparecieron las angiospermas tan rápido y cómo se convirtieron en las plantas dominantes y tan variadas? La evidencia fósil parecía contradecir lo que el mismo Darwin había propuesto y plasmaba en su libro El origen de las especies publicado en 1859, en el cual explicaba que la descendencia con modificación ocurría de forma gradual, acumulando las variaciones heredadas en la población, generación tras generación. Darwin solo podía imaginar que en algún rincón del planeta, el proceso evolutivo había iniciado mucho antes de lo demostrado por el registro fósil y así las nuevas plantas con flores, simplemente colonizaron los demás territorios con rapidez (Barras 2014). Esta suposición de Charles Darwin parece ser correcta, pues hoy en día se han encontrado fósiles de angiospermas, -en China, América y en otras partes del mundo-, más antiguos de los que se creían (Barras, 2014). Estos hallazgos clarifican parte de la historia evolutiva de las flores, pero no explican el proceso mismo de transformación. Si bien los detalles de la evolución de las plantas con flores aún siguen siendo un misterio, la diversidad de sus formas y colores son constancia viva del éxito evolutivo de esta estructura reproductiva llamada flor. Pero, ¿Qué es exactamente una flor? Las flores son las estructuras reproductivas de las angiospermas que al ser fecundadas, se transforman en un fruto que encierra las semillas. Algunas flores se unen al tallo, por medio de otro más pequeño que se llama pedúnculo. Megías, Molist y Pombal (2018), explican que las flores típicas, constan de cuatro partes: 1) pétalos, 2) sépalos, 3) estambres y 4) carpelos. El conjunto de pétalos se conoce como corola y al conjunto de sépalos se le conoce como cáliz, y cuando encapsulan la flor le llamamos botón, yema o capullo. Los sépalos protegen la flor y los pétalos tienden a atraer a los polinizadores, y en conjunto, la corola y el cáliz se le conoce como perianto.


Por lo general, en el centro de la flor se encuentran los estambres, llamados también androceo, que corresponden a la parte masculina. Los estambres están sostenidos por un filamento, y en su parte superior se observa la antera donde se produce el polen. El gineceo compuesto por el pistilo o carpelo, es la parte femenina y tiene la forma de una botella, su base se conoce como ovario porque contiene los óvulos; el cuello de la botella se conoce como estilo y la parte superior o lo que sería la boca de la botella, es el estigma. Esta estructura básica, se modificará en relación con el entorno y con los polinizadores. Así, sus hermosos colores y variables formas, contarán las historias de colaboración entre plantas y animales. Algunas flores como la magnolia atraerán escarabajos, otras como las inflorescencias del agave serán polinizadas por murciélagos, y otras más, como el ave del paraíso atraerán aves, demostrando que cada una tendrá una estructura distinta adaptada a sus polinizadores. Si bien el misterio del origen y evolución de las flores sigue sin resolverse, el éxito de su belleza para atraernos y admirarnos es indiscutible. Aves, insectos, murciélagos y seres humanos, somos seducidos por igual. En la pintura, la literatura y la escultura, las representaciones vegetales abundan. “Los girasoles” y el “Jarro con Lirios” de Vincent van Gogh, “Los nenúfares” de Claude Monet, “La vendedora de alcatraces” de Diego Rivera, son solo algunos ejemplos célebres de la presencia de las flores en la pintura. En la literatura y particularmente en la poesía, las rosas, los nardos, la flor de alhelí, el jazmín, la violeta y tantas otras flores son mencionadas con frecuencia. Entre las más famosas se encuentra la rosa blanca de José Martí y la rosa roja de “El principito” de Saint-Exupéry, pero las referencias en la literatura universal son realmente incontables. Menos frecuentes son las flores en la escultura, pero existe una obra famosa de Eduardo Catalano, llamada “Floralis Genérica”, que nos recuerda la flor de la magnolia. Esta escultura monumental, se encuentra en Buenos Aires, Argentina, mide 23 metros de alto y pesa 18 toneladas y está construida de acero inoxidable y aluminio, con un mecanismo que le permite abrir en la mañana y cerrarse al anochecer, o cuando hace mucho viento. Pero independientemente de su tamaño y su formato, todas las obras están inspiradas en un recuerdo, una emoción o un sentimiento que surgió del artista, tocó su alma y se manifestó tomando la forma de una flor. La flor es metáfora para decir aquello que no podemos decir con palabras. Para decir te quiero, para pedir perdón, para decir te extraño, para rendir homenaje, las flores materializan nuestros sentimientos. Este es otro de los misterios de las flores, quizá no de trascendencia para las cavilaciones de Charles Darwin, pero no por ello menos importante.


Jardín Pétreo | Magnolia


MAGNOLIA Elegante y simple, hipnotiza a quién, con actitud curiosa observa sus grandes hojas brillantes de color verde obscuro. Y en los extremos de sus ramas, sus hermosas flores blanquecinas, grandes y fuertes despiden un delicioso aroma dulzón, que atrae la vista y el olfato de quién camina o vuela cerca de ellas. Pequeños escarabajos, abejas y moscas visitan las flores fascinados por el perfume. Algunos polinizan las flores, otros hurtan el polen y el néctar sin contribuir a la polinización. La magnolia es un grupo de plantas que agrupa más de cien especies. Originarias del continente Americano se extienden desde Canadá hasta Brasil. En México existen por lo menos quince especies nativas, dos de ellas Magnolia dealbata y Magnolia shiedeana, se distribuyen en los bosques nublados del centro, sur y este del país (Vázquez-García, 1994). En un planeta siempre cambiante, las magnolias (Magnoliaceae) aparecieron en lo que hoy se conoce como Norteamérica a finales del Cretácico superior, aproximadamente hace 95 millones de años. Las magnolias se extendieron hacia Europa y Asia por las Islas Disko y el Istmo Thulean, entre el norte del Continente Americano y Europa, aprovechando un periodo de temperaturas tropicales que se experimentó justo antes del enfriamiento que ocurrió durante el Cenozoico. Este descenso en la temperatura planetaria llevó a la extinción a las especies de magnolias europeas y siberianas, mientras que en las latitudes menos frías y más cercanas al Ecuador, se diversificaron las especies de las magnolias americanas y asiáticas (Nootboom, 2011). De allí que el género Magnolia registre cerca de 245 especies distribuidas en Asia Meridional y oriental, México, Venezuela y el este de Estados Unidos (BGCI, 2008 en Jacobo-Pereria et al., 2016). En los bosques de la montaña de la Sierra Madre Oriental y en la Sierra de Oaxaca, las magnolias fueron reconocidas y utilizadas desde épocas precolombinas y sus usos fueron documentados por los españoles a su llegada. Por ejemplo, el primer registro que se ha publicado de una especie del género Magnolia L. en América durante la colonia, fue de Magnolia dealbata Zucc., la cual fue descrita por Francisco Hernández en 1651 en la zona de Huautla de Jiménez, Oaxaca, México, bajo el nombre náhuatl de “Eloxóchitl” que significa, -flor de elote-, también conocida en zapoteco como “Yajsaá” o flor sublime (Vázquez-García, Domínguez-Yescas, Pedraza-Ruiz, Sánchez-González & Muñiz-Castro, 2015; Gutiérrez, 1993). Los pueblos originarios también reconocían otras variedades de magnolia, como la Magnolia mexicana (Talauma macrocarpa) que aparece en el Códice Florentino como yoloxóchitl cuyos usos fueron documentados en el siglo XVI. Recientemente, algunos estudios han corroborado sus efectos vasoconstrictores en el tratamiento de enfermedades del corazón según la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana (2009). De forma similar, en la Sierra de Zongolica, Veracruz entre los cafetales de sombra, la magnolia yolochóxitl, es apreciada por ser comestible, medicinal y ritual, utilizando las semillas, la flor y los carpelos. Las semillas y los carpelos se consumen como té y de los pétalos se hace un atole (Sánchez, R., Jimeno, D. y Elizondo A., 2017). Pero mucho antes de que los seres humanos fuéramos seducidos por la belleza y la fragancia de las flores de la magnolia, los escarabajos fueron embelesados para cumplir con la importante tarea de polinizar. Un estudio sobre la polinización y termogénesis en


Magnolia tamaulipana, encontró que de los 366 insectos que polinizaron 213 flores de esta magnolia endémica, 364 fueron escarabajos que llegaron a las flores atraídos por el aroma que las flores desprenden en la noche y que es amplificado por un incremento en la temperatura de la flor durante las primeras 24 horas después de abrir (Dieringer, Cabrera, Lara, Loya, Reyes-Castillo, 1999). Así a mayor temperatura, mayor disipación de la fragancia y mayor número de escarabajos visitantes. Los escarabajos se alimentaron de los pétalos, ricos en carbohidratos y bajos en fibra, respetando las demás estructuras de la flor. La magnolia es conocida en el mundo entero por sus hermosas flores, sus impresionantes hojas y sus llamativos frutos. Su uso ornamental ha llevado a algunas especies como la Magnolia grandiflora a parques y jardines del mundo entero, pero este aprecio no ha impedido que 131 de las 245 especies, se reporten como amenazadas o en peligro de extinción (BBC, 2007). En México, cerca de 27 especies de magnolias que representan el 11 % de las especies a nivel mundial se encuentran en riesgo de desaparecer por la deforestación y cambio de uso de suelo que destruyen sus hábitats (Jacobo-Pereria, Romo-Campos, Flores, 2016). En el campus de la UNAM en Morelia, tenemos algunos individuos de Magnolia grandiflora.


El fruto de la magnolia Sostenido por un pedúnculo o tallo leñoso, este cilindro alargado y peludo de color castaño, pareciera estar compuesto de muchas cápsulas que asemejan bocas abiertas de las que brotan semillas rojas carmesí como lenguas extendidas, que atraen la atención de aves, ardillas y zarigüeyas. Este conjunto de carpelos o pequeñas cavidades en las que se forman las semillas, se abren para dejar al descubierto las semillas que son consumidas o dispersadas por animales, para finalmente quedar vacíos y olvidados. La escultura en cerámica de la Maestra Roxana Cervantes, representa la fuerza del plurifolículo pero también capta el espectro de las semillas que ya no están. Abiertos por la sutura dorsal, los carpelos alargados hacia arriba le otorgan una apariencia fantasmal. Belleza ancestral La belleza de la magnolia radica en que ha permanecido inmutable con el paso del tiempo, a pesar de ser una flor muy antigua y sencilla. Algunos científicos creen que la flor ancestral pudo parecerse a una magnolia justamente por su simplicidad. Curiosamente, la época de aparición de la magnolia coincide con la presencia de los grandes dinosaurios herbívoros que cohabitaban esas regiones. En el video “La belleza de las flores” se resalta que su hermosura se ha conservado a pesar del paso del tiempo.


Jardín Pétreo | Agave


AGAVE Los agaves, también conocidos como magueyes, son plantas muy curiosas porque crecen de forma circular, como rosetas al ras del suelo. Sus hojas son largas, gruesas y fuertes, ocultando el tallo de la planta. Muchas plantas tienen espinas en los bordes de las hojas como sierras o dientes, pero todas poseen una púa más larga y fuerte en la punta de la hoja. Existen agaves pequeños y agaves muy grandes, los más corpulentos pesan hasta treinta kilos y tienen hojas de varios metros de largo (García, 2007). Algunas hojas semejan los largos brazos de alguna creatura fantástica. Los agaves están adaptados para vivir, principalmente, en sitios con poca disponibilidad de agua y temperaturas extremas que fluctúan dramáticamente entre el día y la noche. Su crecimiento en forma de rosa, les permite dirigir el agua de lluvia hacia su centro y sus raíces superficiales absorben rápidamente el agua que escurre al suelo. Sus hojas equipadas con una gruesa cutícula cerosa, evita la pérdida de agua por transpiración. Pero quizá la característica más desconcertante de la mayoría de los agaves, es el hecho de que muchos mueren justo después de producir su primera y única floración. Es una historia trágica con un final feliz. Hoy en día existen alrededor de más de 280 especies, de las cuales 75% de ellas se encuentran en México, por lo que podríamos decir que es un planta muy mexicana aunque también se encuentran algunas especies distribuidas desde el sur de los Estados Unidos hasta Venezuela, incluyendo algunas islas del Caribe (García, 2007; Trejo-Salazar, Scheinvar, & Eguiarte, 2015). De las 159 especies que se encuentran en México, solo en Tabasco, Campeche y Quintana Roo no hay agaves, en el resto del país son abundantes, pero la mayor riqueza taxonómica se encuentra en el Valle de Tehuacán-Cuicatlán (García, 2007). Desde hace 10,000 u 11,000 años, los primeros pobladores mesoamericanos emplearon el agave como alimento, asando y horneando los tallos de las hojas y de las flores (Casas, 2017). En Coahuila se encontraron restos de fibras masticadas, cordeles de ixtle y sandalias elaboradas con fibras de maguey de por lo menos 7,000 años (García, 2007). Esta interacción entre el ser humano con las plantas de maguey permitió su domesticación y contribuyó a su diversificación, mediante la selección de características como la concentración de azúcar o la cantidad de fibra que se deseaba obtener (Casas, 2017). Sin embargo, el crédito no es todo del ser humano, también es importante reconocer que en el proceso de radiación adaptativa, es decir, en la diversificación que resultó de la selección natural, participaron los murciélagos. Sí murciélagos. Esta historia inicia aproximadamente unos 12 millones de años atrás, después de un periodo de actividad volcánica intensa, -entre 30 y 15 millones de años-, que resultó en la aparición de sierras, cuencas y desiertos. Por ese mismo tiempo, hace unos 12.3 millones de años también aparecieron los murciélagos nectarívoros y esta casualidad evolutiva solo tiene sentido si analizamos el comportamiento reproductivo de los agaves en relación con los murciélagos (Good-Ávila, Souza & Gaut, 2006). Un ejemplo que ilustra esta relación, es el caso del maguey pulquero (Agave salmiana) que vive alrededor de 20 años y durante este tiempo va almacenando en su tallo los nutrientes que necesitará para producir una


inflorescencia de casi 6 metros de altura con miles de flores y muchos litros de néctar y polen (Eguiarte & Martínez, 1986). La inflorescencia consiste en un tallo muy largo que se conoce como escapo y en su punta encontramos pequeñas flores. Este enorme esfuerzo requiere de tanta energía que deja sin vida a la planta, pero antes de morir, logra atraer a los murciélagos que llevarán el polen de una flor a otra. Los murciélagos polinívoros y nectarívoros visitan flores de distintas localidades y son capaces de volar hasta 90 kilómetros transportando el polen de una región a otra. Este intercambio fortalece la diversidad genética y la salud de las plantas, por lo que bien vale el sacrificio (Trejo, Eguiarte y Medellín, 2017). Los requerimientos energéticos de los murciélagos son muy altos y por ello la planta de maguey concentra su energía en producir una inflorescencia capaz de atraer a los murciélagos con sus altos contenidos de néctar y polen (Eguiarte & Martínez 1986). Pero, ¿Son los murciélagos los únicos que polinizan las flores del maguey? Trejo y Eguiarte (2015) encontraron que a pesar de que las flores de los agaves son visitadas por mariposas, abejas, abejorros, avispas, colibrís y aves percheras, la producción de néctar es variable y por tanto también sus polinizadores. En ciertas especies de agave la producción de néctar y polen inicia a partir de las 18:00 horas y termina entre las 6:00 y las 8:00 de la mañana del día siguiente. Esto significa que la planta está produciendo néctar para un polinizador nocturno, como murciélagos o palomillas (esfíngidos). Al instalar cámaras para identificar a los visitantes, el equipo de investigadores encontró que los visitantes nocturnos más abundantes fueron murciélagos nectarívoros entre los que destacan Leptonycteris yerbabuenae, Choeronycteris mexicana y Glossophaga spp (Trejo-Salazar, Scheinvar y Eguiarte, 2015). Además, Trejo y su equipo encontró que la estructura de la flor exigía un tamaño específico y una forma de ingreso que garantizara el contacto con los estigmas y las anteras que producen polen. Lo que observaron es que la participación de los murciélagos nectarívoros es muy importante porque su actividad nocturna coincide con los momentos de mayor producción de néctar y polen. Además, en sus visitas sus cuerpos tocan tanto las anteras como el estigma de las flores, por lo que los murciélagos son los polinizadores más efectivos para las tres especies de agaves que se estudiaron (A. striata, A. difformis, A. garciae-mendozae) (Trejo-Salazar, Scheinvar y Eguiarte, 2015). Sin duda el maguey es una de esas plantas que ha dejado huella en la historia de la humanidad, pues no sólo contribuyó al desarrollo de las civilizaciones mesoamericanas, como fuente de alimento, bebida, medicina, combustible, ornato, fibras textiles, abono, material de construcción y otros tantos usos, sino que también ha tenido un gran impacto en la economía internacional, desde la producción del henequén a finales del siglo XIX y XX, hasta la actual industria millonaria de bebidas destiladas como el tequila, el mezcal y el sotol. Negocio que ahora atenta contra la diversidad genética como resultado de la sobreexplotación de ciertas especies, la proliferación los monocultivos y del empleo de plantas clonales o “hijuelos” que crecen en la base de las plantas adultas, sin permitir la variación genética que ocurre cuando la planta florece y produce semilla. Sin la polinización cruzada que realizan los murciélagos y otros polinizadores, los individuos de una plantación son susceptibles a enfermedades y plagas, por eso, hoy más que nunca debemos asumir nuestra responsabilidad conociendo, cuidando y protegiendo la diversidad biológica y cultural de nuestro país.


Flores minúsculas de grandes proporciones Las flores del agave o maguey son muy pequeñas y contrastan con la impresionante altura del quiote o tallo que se alza al cielo para atraer a sus polinizadores. La escultura de la Mtra. Roxana amplia estas diminutas flores y muestra su sencilla elegancia. Reminiscencia de una esponja marina por sus formas cilíndricas, los sépalos abiertos dejan al descubierto los pétalos y estambres al aire con sus largas anteras. Al embutir su torso entre las flores para extraer el néctar en la base de la flor, los murciélagos se cubren de polen y empolvados, vuelan hacia otra planta para continuar disfrutando del dulce manjar. Belleza nocturna Las pequeñas flores del agave producen néctar durante la noche para atraer al visitante nocturno que, embelesado por su aroma llega a la flor, se alimenta del néctar y la poliniza. En el video se resalta esta asociación de más de 12 millones de años entre el maguey y los murciélagos.


Jardín Pétreo | Echeveria


ECHEVERIA Entre las rocas de un peñasco o en los parajes secos de un claro del bosque mexicano, podrás encontrar unas pequeñas siemprevivas, algunas incluso pueden pasar desapercibidas a pesar de su hermosura. Si bien podemos encontrar crasuláceas en diferentes partes del mundo, México es el centro de mayor diversidad y endemismo del género Echeveria, que se caracteriza por ser suculentas, es decir sus hojas son gruesas y en ellas almacenan agua, -de allí que pertenezcan a la familia de las crasuláceas, que significa en lenguaje coloquial “gorda llena de agua”-. Estas plantas también se identifican por poseer un tallo muy cortito y crecer en forma de roseta. Algunas son pequeñas y miden unos cuantos centímetros de alto y otras son arbustos que pueden medir de uno a dos metros de alto. Además de ser lindas, las echeverias cumplen una importante función en los ecosistemas: la formación de suelo o pedogénesis. Se dice que al crecer entre las rocas y las fisuras de las piedras, sus raíces ejercen una acción mecánica y química sobre ellas, reteniendo la arena y la materia orgánica en las ranuras. También son muy importantes en la recuperación de áreas erosionadas por disturbios ambientales y antropogénicos. Como necesitan poca agua y pocos nutrientes, son de las primeras plantas en aparecer en estas zonas y poco a poco van modificando y abriendo espacios en las rocas, para permitir que otras plantas puedan crecer allí (Reyes, Islas, González, Carrillo, Vergara & Brachet, 2011). México ocupa el primer lugar mundial en diversidad de crasuláceas con 330 especies (Reyes, Islas, González, Carrillo, Vergara & Brachet, 2011). Del género Echeveria existen 140 especies en el continente americano y de ellas 110 se encuentran en México, de las cuales alrededor del 85% son endémicas y se distribuyen en Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí y la Sierra Madre Oriental principalmente (Jimeno, Hernández y Krömer, 2013). Tememétla en náhuatl, tikil en mixteco, lixmazketu´ni en chontal de Oaxaca y dobié en zapoteco, son algunos de los nombres empleados para nombrar este tipo de plantas que fueron apreciadas por su belleza y propiedades medicinales desde tiempos prehispánicos (Reyes, Islas, González, Carrillo, Vergara & Brachet, 2011). Ejemplo de ello fue la tememetla que significa “magueyitos de las piedras” y que en el Valle de México se usa para designar a Echeveria secunda variedad pumila, utilizada para tratar inflamaciones particularmente de la boca y como antiséptico (Reyes, Islas, González, Carrillo, Vergara & Brachet, 2011). Las echeverias consideradas como plantas de “calidad fría” también fueron empleadas para quitar el dolor de cabeza, bajar la temperatura, refrescar el cuerpo y aliviar quemaduras (Reyes, Islas, González, Carrillo, Vergara & Brachet, 2011). Las flores de las crasuláceas y en particular las echeverias son de diversas formas. Algunas de ellas son polinizadas por abejas (melitofilia), mariposas (psicofilia), palomillas (esfingofilia), aves (ornitofilia) y moscas (miofilia). Cada una posee una estructura distinta, adecuada a su polinizador predilecto. Por ejemplo, las flores que atraen abejas tienen corolas tubulares cortas; las que son polinizadas por mariposas tiene estructuras tubulares largas de colores intensos como rojos y amarillos y con perfumes diurnos; las palomillas son atraídas por


flores blancuzcas, tubulares y con fragancias nocturnas; para las aves las flores son rojas y produces néctar; y para las moscas las flores son más abiertas y los aromas que expiden son fétidos (Jimeno, Hernández y Krömer, 2013). Las echeverias producen un conjunto de flores que se agrupan en un mismo tallo y a ello se le llama inflorescencia. La disposición de las flores en el tallo puede ser como racimos, que se acomodan en de un lado y otro, como las uvas, o el cincino donde del tallo de una flor, sale otro tallo para otra flor y así se va organizando de forma escalonada. La corola es tubular y tiene la forma de un pentágono. Tienen 5 sépalos, 5 pétalos, 5 carpelos y 10 estambres. Sus colores varían desde los tonos claros blanquecinos, al naranja, rosa, salmón, amarillo, verde, rojo y combinaciones de rojo con amarillo. Su belleza ha cautivado la atención de horticultores, coleccionistas y el público, provocando su saqueo y ocasionando una disminución en sus poblaciones. Algunas de ellas están consideradas en peligro de extensión, junto con algunas palmas, cícadas, cactáceas y orquídeas. Por esta razón el gobierno mexicano las ha incluido en la Norma Oficial Mexicana 059 para su protección. Sin embargo, los esfuerzos institucionales no lograrán proteger la biodiversidad en el país, así como ciudadanos y consumidores no hacemos nuestra parte. Es importante evitar comprar plantas y animales. No alentemos el saqueo comprando especies vivas.


Elegancia geométrica Formas perfectas y líneas rectas caracterizan a las echeverias, que parecieran tener predilección por las formas geométricas. Previsoras de la sequía, guardan en sus hojas el agua que necesitan. Hasta sus sépalos abiertos, que sostienen la flor, almacenan el agua. Sus flores normalmente caen como campanitas, pero en la representación cerámica, se mantiene erguida, como una torre. Belleza rítmica Las flores también son rítmicas, se desenvuelven en patrones geométricos que embellecen la matemática de la vida. Las Echeverias no son la excepción, sus hojas carnosas se disponen en forma de espiral. Una vez que el cuerpo se ha formado, el tallo floral emerge del centro de la planta y es coronado con una flor pentámera de vivos colores, como se muestra en el video.


Jardín Pétreo | Opuntia


OPUNTIA Desde la bandera hasta nuestra mesa, los nopales están presentes como símbolos de identidad nacional y étnica. Vivimos con el nopal en el corazón, resistente, noble, generoso, pero espinoso. Reconocidos en el mundo entero, el género Opuntia de la familia Cactaceae está compuesto por más de 200 especies nativas de América, -según la autoridad taxonómica que se consulte-, (Scheinvar et al., 2011). Se pueden encontrar desde Canadá hasta Argentina, pero lo que las hace muy mexicanas, es que en nuestro país existen 93 especies, que representa casi el 50% del total y de las cuales 62, es decir 66.7% son endémicas de México (Scheinvar et al., 2011). Pero las cosas no siempre fueron así, se cree que el origen de la familia Cactaceae se encuentra en América del Sur entre Perú, Chile y Argentina. Fue a raíz de los diversos cambios geológicos ocurridos en el planeta, que la familia experimentó una radiación hacia el norte del continente, llegando a México y convirtiéndose en el centro de diversificación de cactos (Scheinvar et al., 2011). Se calcula que esta migración ocurrió a finales del periodo Terciario o Cuaternario después de la separación de los Continentes Americano y Africano, y anterior a la formación de los desiertos en el Norte de América, entre 7 y 5 millones de años. Los cactos, se adaptaron a los climas cálidos en los que la temperatura oscila entre los 16 y 22 grados centígrados, con baja precipitación anual de entre 300-600 mm (Fuentes, Terrazas y Arias, 2009). En 1986 un autor de apellido Janzen propuso que la diversificación de los nopales se debió a la megafauna herbívora que se alimentaban de frutos grandes entre 3 millones de año y unos 11, 000 años (Scheinvar et al., 2011). Así los nopales cambiaron sus hojas por espinas para protegerse de los herbívoros y sus tallos se engrosaron para almacenar el agua, sus flores atrajeron polinizadores y sus frutos, conocidos como tunas y xoconostles, fueron del gusto de la megafauna y luego de los seres humanos que los empleamos como alimento (del náhuatl xoco-ácida y nochtli-tuna).


Cuando los nopales crecen junto con otras especies de cactáceas, se les llama “nopalera” o matorral crasicaule (de tallos carnosos), y en México podemos encontrarlos en el Desierto de Chihuahua y el Cuenca del Río Balsas (Scheinvar et al., 2011). En nuestro país existe una región llamada el Gran Tunal y se ubica en San Luis Potosí, allí se ha encontrado que la zona fue habitada por nómadas que recolectaban y consumían el nopal desde hace 14, 000 a 9,600 años (Scheinvar et al., 2011). Se cree que los primeros cultivos domesticados en el Valle de Tehuacán fueron magueyes y nopales (Casas, Caballero, Mapes y Zárate, 1997). El nopal fue un recurso alimenticio importante para los grupos nómadas que eventualmente se establecieron en el Valle de México, donde la leyenda cuenta que observaron un águila pasada sobre un nopal, devorando una serpiente. Hoy en día, las imágenes visuales del México rural, nos permiten advertir las nopaleras como cercas vivas y centinelas de los huertos familiares. Y aún cuando vivamos en ciudades, seguimos consumiendo sus pencas o tallos, -llamados cladodios-, sus flores y sus frutos como alimento y medicinas. ¿Qué tal unos nopalitos con huevo? o ¿Unas tunas frescas? La riqueza culinaria es tan vasta como la riqueza cultural y el pueblo Ñañu es portador y guardián del conocimiento culinario y medicinal de los frutos de nopal (México campo Adentro, s.f.). Sus flores de colores, rojos, naranjas y amarillos, brotan de la parte superior de cada penca. Tienen sépalos, pétalos y estambres que atraen a una variedad de insectos como, hormigas, avispas, escarabajos o incluso aves, pero se ha encontrado que en áreas dónde existe una alta diversidad de nopales, también hallaremos una alta diversidad de especies


de abejas (Sánchez-Echeverría, Castellanos, & Mendoza-Cuenca, 2016). Concretamente se ha sugerido que dos géneros de abejas, Lithurge y Diadasia co- evolucionaron con los nopales (Conabio, 2010). Un fenómeno que apuntala esta hipótesis, aunque no es exclusivo de los nopales, es el movimiento de los estambres cuando son estimulados mecánicamente, es decir cuando entran en contacto con algo. A esta respuesta se le llama movimientos tigmonásticos, que consisten en batirse hacia el centro de la flor. Se cree que esta acción puede tener varias intensiones, por un lado incrementa el contacto de la abeja que se insertó en la flor y de ésta forma, al salir, el insecto se cubrirá de polen. La otra razón, puede ser para proteger el polen de las anteras de insectos ladrones de polen y néctar (Schlindwein, C & Wittman, D., 1997). Curiosamente no todos los insectos detonan el movimiento tigmonástico, solo abejas de determinado tamaño lo hacen, por lo que se concluye que existe una íntima relación evolutiva entre estos organismos (SánchezEcheverría, Castellanos, & Mendoza-Cuenca, 2016).

Un tallo inconfundible Su tallo aplanado, ovalado, verde y con espinas, la hace una planta muy original. Pero cuidado con tocarla, porque la escultura en cerámica también incluye púas que le exigen al espectador guardar distancia. En contraste con su rudeza y animosidad punzante, sus delicadas flores asentadas sobre su borde superior, forman una corona de pétalos. Belleza que deslumbra En el árido paisaje desértico las Opuntias florecen atrayendo con su brillantez a los visitantes diurnos. Su belleza deslumbra a sociables abejitas que gustosas de acercan a polinizar a esas grandes flores. De esa relación nacen deliciosos y frescos frutos: las tunas, como se aprecia en el video.


Jardín Pétreo | Strelitzia


STRELITzIA Desde las lejanas tierras de Sudáfrica llegó al Jardín Botánico Real de Kew en Inglaterra una planta de singular belleza que fue llamada Strelitziareginae y que comúnmente se le conoce como ave de paraíso. No tiene tallos leñosos por lo que se le considera una planta herbácea, cuyas grandes hojas se unen a un peciolo de 1.5 a 1.8 metros de largo. Pero lo más llamativo de esta planta es su inflorescencia. Sus flores son hermafroditas y se organizan en cincinos, es decir en conjuntos en forma de escalera como las echeverias. Los pétalos están protegidos por una estructura larga y resistente que se conoce como bráctea o espata y de allí van surgiendo gradualmente las flores. Primero surgen tres sépalos de color naranja y tres pétalos de color azul. Los de color azul están unidos en forma de vaina para guardar el néctar y el polen. Cuando un ave se posa sobre ellos, se abren y el polen se adhiere a los pies del ave que se inclina para beber el néctar en la base de los pétalos. En su nativa Sudáfrica, esta planta es polinizada por el tejedor del cabo (Ploceus capensis), que es una especie endémica de esa región. La relación entre este pájaro y la planta es mutualista, es decir que beneficia a ambos organismos, porque cuando el tejedor se sienta sobre los pétalos azules para alcanzar el néctar, no mueve sus patitas y de esa forma reduce la autopolinización y en contraste, contribuye a la polinización cruzada, es decir garantiza que el polen llegue a las flores de otra planta (Hoffmann, Fortier & Hoffmann-Tsay, 2011). Otras especies de insectos y aves son ladrones de néctar, como los colibríes que no se posan sobre la planta y no entran en contacto con el polen, o las suimangas y arañeros que se posan sobre la espata para beber el néctar (Coombs y Peter, 2009). También las aves frugívoras pueden jugar un importante papel en la dispersión de semillas, pues llevan las semillas de un lugar a otro. Ejemplos de estos pájaros frugívoros son los barbudos y bulbules de África que son atraídos por las semillas por su alto contenido energético (Cron et al., 2012). Fuera de su hábitat, las plantas de ave de paraíso no son polinizadas por aves y la mayoría de ellas provienen de hijuelos o clones que produce la planta madre. Por tanto, la diversidad genética se limita a Sudáfrica, pues solo puede ocurrir en su hábitat natural. Tristemente, las poblaciones de estas plantas han disminuido en los últimos años, particularmente la de S. alba, cuyas plántulas y semillas son extraídas de forma ilegal para su venta. Al sacarlas de su hogar, las plantas no pueden ser polinizadas por el tejedor del cabo, y no se producen semillas y por lo tanto no nacen nuevas plantas. Otra amenaza a los ecosistemas en los que vive el ave de paraíso, son las especies invasivas que también han tenido un impacto negativo en las poblaciones nativas de Strelitzia. Como en todos los casos anteriores, la gran especialización de estas plantas se debe a su historia evolutiva. En el Eoceno entre 58 y 40 millones de años, el clima en la región de Sudáfrica fue haciéndose más fresco y seco, dando pie a un mosaico compuesto por zonas de bosque de araucarias y fynbos, que es el ecosistema más extendido en Sudáfrica y está compuesto por arbustos y matorral costero (Cron et al., 2012). Estos cambios climáticos


fueron restringiendo la distribución de Strelitzia a las zonas costeras orientales del Sur de África. El enfriamiento durante el Plioceno resultó en un incremento en las zonas áridas y por tanto los bosques secos, en consecuencia los matorrales retrocedieron hacia las costas del este del subcontinente, donde hoy en día se encuentran las cinco especies de Strelitzia (S. alba, S. caudata, S. nicolia, S. juncea, S. regiane) (Cron et al., 2012). Una flor para la reina Erguida sobre su base, los pétalos que emergen de su espata la coronan con elegancia. Su base metálica contrasta con la textura y porosidad de la cerámica delicadamente moldeada. El suelo y la arcilla que fue la base de su crecimiento, ahora imita la exquisita forma de los pétalos y hojas. Belleza exótica El ave de paraíso es una flor muy peculiar. Además de sus colores brillantes, llaman la atención sus tres pétalos azules los cuales se fusionan y forman un nectario. Esta estructura que guarda el néctar es aprovechada por pícaros colibríes, como se aprecia en el video.



Jardín Pétreo | Taraxacum Officinale


TARAxACUM OffICINALE Probablemente originaria de Euroasia, pero extendida ya por todo el mundo, Taraxacum officinale, es mejor conocida como “diente de león” y es una hierba pequeña de no más de 50 cm de alto, cuyas semillas ofrecen una gran diversión para las niñas y niños que disfrutan soplar sobre ellas haciéndolas volar. Sobre unos tallos herbáceos y carnosos llamados escapos se organizan sus lindas y llamativas flores amarillas. En promedio estas miden de 2 a 5 cm de diámetro. Cada flor que vemos es en realidad un grupo de flores que agrupa de 80 a 250 de ellas. Por la forma que tienen estas agrupaciones, se les llaman cabezuelas. Todas las flores son hermafroditas, es decir encontramos la parte masculina (estambres y anteras) rodeando a la parte femenina (estilo). Cuando es polinizada, -principalmente por abejas-, produce un fruto con pelos plumosos llamado vilano. Este fruto se le conoce como aquenio y está integrado por unas delicadas estructuras en forma de parasoles conocidas como cipsela. En su base se encuentra la semilla y en la parte superior las “plumas” que le permiten volar por los aires. Sus hojas son grandes y surgen de la base de la planta y tienden a mantenerse al ras del suelo o ligeramente levantadas, son lanceoladas aunque también tienen márgenes dentados. Pueden llegar a medir hasta 40 cm de largo y cuando están tiernas se pueden preparar en una rica ensalada. Su raíz que es pivotante (como si fuera una zanahoria) se ha utilizado como substituto del café y para la producción de látex. Sus cualidades medicinales han sido ampliamente estudiadas e incluyen el tratamiento de afecciones gastrointestinales, del hígado, vesícula biliar, afecciones dermatológicas, afecciones pulmonares y muchas más (Jimeno, 2000).


Un pétalo, un diente Sus pétalos son largos, delgados y dentados con una textura lineal, fueron la razón por la que se le nombró diente de león. En la pieza de cerámica resaltan las hojas en forma de flecha con márgenes de forma dentada que se van haciendo más estrechos conforme se acercan al tallo. Sus grandes hojas poseen separaciones en forma de flecha que tienen los márgenes de forma irregular y dentada y contrastan en su tamaño con la pequeña flor. Belleza colectiva Su belleza se encuentra en que lo que conocemos como flor en realidad es una agrupación de florecitas habitando una misma corola, llamada inflorescencia. A pesar de que el diente de león puede ser polinizado por abejas, también tiene la capacidad de autopolinizase. Al formarse las semillas estas pueden volar y colonizar otros espacios.


Narración de la animación: La belleza de las flores Por: Silvia Margarita Carrillo Saucedo

Hace doscientos millones de años la belleza tomó la forma de una flor. Esculturales florecen en todo su esplendor e iluminan el horizonte desde tiempos ancestrales. Pero la flor no permanece estática, se transforma en una danza evolutiva de millones de años. Algunas toman la forma de un ave, que fusiona sus pétalos y los convierte en nectarios. Un pícaro colibrí, se posa en el nectario para saciar su glotonería. Otras flores son nocturnas, en el cálido desierto se abren y perfuman el ambiente. Tímidamente esperan la visita del amante nocturno. Han esperado tanto tiempo para este encuentro que una vez que ocurre la planta puede morir en paz. También algunas flores son diurnas y en una cálida mañana desértica florecen. Abren sus pétalos brillantes cómo un acto de insinuación, que al ser consumado produce deliciosos frutos. Pero en su belleza hay también matemática, simetría, ritmo como en Echeveria, cuyas hojas crecen en forma de espiral y su delicado tallo surge del centro. El tallo es coronado con un simétrico pentágono que florece con hermosos colores. Pero la flor también busca protegerse, vivir en comunidad, para lo cual forma flores complejas que forman la unidad. Estos brotes viviendo en una misma casa se autopolinizan como estrategia de protección. Y delicadamente son lanzados al viento para colonizar otros espacios. Las pautas de su belleza se repiten una y otra vez, en un ciclo sin fin de simetría, complejidad, función y ritmo que seguirán iluminando nuestro horizonte.

https://youtu.be/5HHeK5fOhuM


Creando lazos. El cuento de las crasuláceas Por: Alicia Espinoza González, Regina Ortega González y Josefina Patricio González. Había una vez una planta diferente a las demás, contaba con hojas regordetas, las cuales le funcionaban para almacenar toda el agua que caía sobre ella, ya que en el lugar donde habitaba muchas veces dejaba de llover por largos períodos de tiempo. Esta planta tenía tonalidades rosas, azules y verdes, sus flores tenían una forma peculiar, como si de una pequeña canastita se tratara. Llamaban mucho la atención debido a sus colores tan vivos, especialmente el amarillo. Esta planta tenía muchos amigos y amigas que la visitaban durante todo el día, algunos eran pequeñitos y veloces, tenían la capacidad de volar en todas direcciones, incluso hacer pequeños círculos y mantenerse estáticos, pero entre ellos había un grupo de colibríes que la molestaban y la llamaban orejas de burro debido a la forma que tenían sus hojas. La acosaban tanto que la hacían sentirse muy mal y ella deseaba ser diferente. Las burlas y las bromas no cesaban y ella no sabía qué hacer. Ocurrió que el tiempo empezó a cambiar y dejó de llover. Primero fue por un día, luego dos, hasta que transcurrió una semana, luego otra y otra. En la comunidad se empezó a notar la preocupación y sus amigas y amigos no sabían qué hacer, pues sin agua era prácticamente imposible sobrevivir. Todos y todas estaban angustiados, desde sus amigas plantas, los insectos que vivían ahí, sus amigas y amigos colibríes y hasta el grupo de colibríes que solían molestarla; todos menos ella, ya que en sus hojas almacenaba agua, y por lo tanto sentía sed. Los días siguieron pasando y sus amigas plantas empezaron a secarse, los insectos a buscar otra fuente de agua y algunos colibríes se fueron también. Otros no sabían qué hacer, ya que ese era el único lugar que conocían, era su hogar y no querían irse, por lo que “orejas de burro” les propuso a sus amigas y amigos que tomaran el agua que en sus hojas se encontraba almacenada, mientras regresaba la lluvia, pero al tejido carnoso y húmedo solo le pudieron dar un par de lengüetadas. Solo l suficiente para no desfallecer. Al ver esta acción de generosidad, los colibríes que solían molestarla, se sintieron muy apenados y se acercaron muy arrepentidos por todo lo que le habían dicho. Ella aceptó sus disculpas porque sabía que eran sinceros y ella tampoco era orgullosa. También a ellos les ofreció sus hojas y su néctar, porque ayudar a los demás la hacía sentir muy feliz. Ellos tomaron su néctar y trataron de probar sus hojas, y tanto ellos como ella se sintieron regocijados. Por fortuna al día siguiente cayó una tormenta, empapándolo todo. El ambiente parecía mucho más alegre, todos se sentían contentos y no era para menos ya que el agua limpia es vital para la vida de todo ser vivo. Nadie volvió a molestar a la plantita de las hojas gordas, porque todos se dieron cuenta de lo magnífica que era y que a pesar de ser diferente, no era menos importante, ni menos amigable. La aceptaron tal como era, sin importar su apariencia, pero tomando en cuenta su forma de ser. También ella aprendió a aceptarse como era y a valorarse por quien era, dejando de lado ese pensamiento de querer ser alguien más.


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Textos y actividades: Aída Atenea Bullen Aguiar Silvia Margarita Carillo Saucedo Fotografías: Rodolfo Isac García Resendiz Diseño gráfico y editorial: Omar Iván Mendoza Amaro Guión y producción de video: Sarahi Alfaro Guzmán José Fernando Franco Soto Eduardo Avilés López Silvia Margarita Carrillo Saucedo Agradecimiento a Fernando García del Laboratorio de la Imagen (ENES-Morelia).

En el curso de Ética Ambiental de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia se había dejado de lado la discusión estética y se había enfatizado la revisión histórica de de los principales autores. Se percibía una aridez teórica que mermaba las discusiones y los análisis en el aula, aún cuando se habían diseñado una serie de materiales didácticos y dinámicas para estimular el diálogo y la reflexión. En un intento por desafiar dicha aspereza, se optó por incorporar la experiencia estética en el aula pues consideramos el arte como una expresión de representación del mundo que invita a la reflexión y al dialogo y en consecuencia al descubrimiento personal y social. De allí su ineludible conexión con la ética. En este proyecto experimental, las y los estudiantes del curso fueron testigos del proceso creador de la Maestra Escultora Roxana Cervantes y colaboraron en el diseño de actividades lúdicas para niños, cuentos, poemas, ilustraciones y juegos -algunas de ellas-, seleccionadas e integradas en la versión electrónica de este catálogo. Esperamos que este esfuerzo colectivo sea de su agrado.


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