I Concurso de Cartas de amor Querido rey de mi continente: Te escribo con motivo de recordarte esa cuestión que debes tener siempre presente, pues quiero que no olvides que aunque no encuentres motivos para ilusionarte por la vida, siempre te quedará el amor, concretamente nuestro amor. ¿Por qué suicidarte si puedes enamorarte? Ten tan en cuenta esta pregunta como una madre a su recién nacido, como un drogadicto a su adicción, como Machado a su cuaderno, como un juez tiene las leyes en un juicio. Estate vinculado a ella como lo está la vejez al tiempo, un embrión a la matriz maternal, como lo están las olas al mar, los planetas al universo. Y recuerda mis principios cuando dudes del amor, recuerda que prefiero estar en un pequeño pueblo de una ciudad pequeña a tres grados bajo cero abrazándote, que en playas del Caribe con un sol radiante, por mucho que seamos perro y gato, norte y sur, blanco y negro, noche y día, Góngora y Quevedo. Recuerda que me son indiferentes nuestras contradicciones cuando acompañas a los abrazos de besos en el pelo.
I Concurso de cartas de amor Y recuerda que me es indiferente lo que puedan pensar cuando intento convertirme en tu octava maravilla, en tu octavo pecado capital, en el autógrafo de tu ídolo, en la llave de tu felicidad. Y recuerda que me es indiferente lo débil que pueda parecer al aceptar tus abrazos sin motivo, pues aunque lo posea todo, siempre tendré ganas de estar entre tus brazos. Y recuerda que me es indiferente el adjetivo con el que puedan calificarme cuando me pongo en el lugar de tus dientes al morderte el labio inferior. Y recuerda que me es indiferente quien pueda oír mi grito al acercarme tanto a ti y no sea para abrazarte. Y recuerda que me es indiferente que se desplacen brusca e involuntariamente mis labios cuando me miras con esa sonrisa pícara que me acerca al límite de la locura. Y recuerda que me es indiferente lo que puedas llegar a pensar cuando digo que quiero provocar en ti más efecto que la droga más potente del mundo. Y todo esto me es indiferente por una sencilla razón; porque no lo intento evitar, pues si hay algo curioso en cuanto a los sentimientos es que aunque los intentes poner riendas, bridas e incluso bocado, seguirán siendo incontrolables.
Y recuerda que me es indiferente que choquemos más fuerte que cualquier medio de transporte cuando confiesas que te importo. Y recuerda que me es indiferente el orgullo o la dignidad que pierda por imaginar un futuro contigo.
Siempre tuyo, aunque nunca llegues a leerlo, la reina de nuestro continente.
P.D: Yo nunca quise ni suicidarme ni enamorarme, pero esto último llega sin buscarlo.