Carta a uno mismo Eras un chico con confianza en ti mismo, que se te daban bien las chicas (no demasiado pero sí lo suficiente), incluso te lo creías y conseguías muchos de tus propósitos. Tenías mucha labia y eras capaz de convencer a todo el mundo de lo que quisieras. Cada mañana te mirabas al espejo y sabías que iba a ser tu día. Hasta que un día llega ELLA a tu vida y ¡Pum! de golpe y porrazo es como si no existiese nadie más. Solo ella. Intentabas hablarle lo justo para no parecer pesado o idiota y, cuando lo hacías, no te salían las palabras como con las demás, porque ella no era una más. Empezaste a pensar cada vez más en ella y se convirtió en una obsesión. De repente te diste cuenta de que te gustaba. Mucho. Hace meses pensabas que lo de las mariposas en el estómago eran absurdeces que se decían para embellecer el tema del amor, hasta que un día comienzas a sentir algo en el estómago, algo real, algo físico, cuando recuerdas su figura o su forma de ser, o cuando lees su nombre en un libro o un artículo, o incluso cuando su canción favorita suena en tu reproductor. Ni siquiera crees que es especial porque sabes que lo vuestro no va a ser posible. Y eso te molesta, lo sabes. También sabes que no estás enamorado. O quizá sí. Quizá prefieres pensar que no para no frustrarte tanto. No lo sabes. Con suerte la ves 5 minutos al día y de lejos. La miras. Te mira. Ambos sonreís mientras tú piensas que es lo mejor que te va a pasar hoy, y que es lo más cerca que vas a estar de algún gesto bonito por su parte. Cuando ves una foto suya sonríes sabiendo que cualquiera que te vea pensará que eres idiota, y realmente puede que lo seas. Siempre has andado de chica en chica sin nada estable, pero tras unos meses pasando del tema del ligoteo e intentando centrarte en el deporte y los estudios, comienzas a pensar que ella puede ser la primera novia formal que tengas porque realmente ves un futuro al asunto, aunque solo sea una utopía tuya. ¿En qué te has convertido? O mejor dicho: ¿En qué te HA convertido? No eres capaz de imaginar lo que está por llegar, pero sabes lo que quieres: a ella. Quizá esta sea otra historia sin final porque, aunque en el fondo sabes que hay un prólogo increíble, piensas que no habrá un comienzo.
Mr. Goodman