Heraldo de navidad

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El Navidad Heraldo

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El Navidad Heraldo

Autor del libro

Fotografias Paulina Rodriguez Vasconcelos Ilustraciones Rodrigo Soto Silva

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Índice Tradiciones y añoranas navideñas

Regalo Inesperado

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El canasto del pastorcito

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Aquel primer heraldo

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La primera vez

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Historiografía Insurgencia y recontrainsurgencia en Cadereyta Tiempos de Independencia y posteriores en Tequisquiapan

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Don Policarpio Olvera

Capítulo 4

Doscientos años de gritos de autonomía

Un noble Caballero Don José Ignacio de Villaseñor Cervantes y Aldama

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Autonomía e Independencia, Fiestas Patrias de 1867 en Querétaro

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Varias Familias Queretanas son descendientes del Cura Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga

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Tradiciones y a単oranzas navide単az


El Heraldo de Navidad

Regalo inesperado Cuento: José Lanverde Franco El día está muriendo. El cielo, manto escarlata, cubre montañas, valles, prados, la ciudad entera..

brilla resplandeciente la estrella que desde los países de Oriente guió a los Reyes hasta Belén.

Es tiempo de Navidad, la ciudad Santiago de Querétaro luce abundantes adornos luminosos.

La Navidad es tradición universal y aquí, en la ciudad Santiago de Querétaro, en casas y templos se reza el rosario en las Posadas, se cantan villancicos y los niños suenan panderetas, silban los pitos de carrizo y los de lámina. Son días en que se desborda la alegría y el entusiasmo de la gente. Se quiebran piñatas y abunda el intercambio de regalos entre familias y amigos.

Las calles, plazuelas y jardines son atractivo agradable para grandes y chicos, por el especial arreglo de escaparates de tiendas comerciales que expenden ropa de temporada, juguetes en profusión. Muchas han colocado en sus aparadores el nacimiento, con las imágenes del Niño Jesús, San José y la Virgen María, y, entre las múltiples figuras, se encuentran los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltazar a la entrada de la gruta donde se halla el pesebre cuna de Jesús; a su alrededor, entre las peñas que cubren su cercanía, las figuras de pastores, ovejas, bueyes, caballos, camellos, elefantes, mulas, aves del cielo y terrestres y otros animales, para adorar también al Niño Dios. Al frente en lo alto del portal o gruta,

Sin temor al frío la gente sale de sus casas para compartir esa alegría popular que se vive en las calles, en las tiendas y en lugares públicos. No soy ajeno al bullicio y caminando veo por una de esas calles del centro de la ciudad, delante de mí, un señor con una niña de la mano, de 5 o 6 años, que se distingue de los demás transeúntes por su indumentaria humilde; me propuse seguirlos, entre la multitud. Al pasar por el aparador de una super-tienda,

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Geraldine McCaughrean la niña se jala de la mano del señor, y le dice: papá, mira. El señor se detiene, la niña señala una hermosa muñeca. Él accede y entran a la tienda que es muy grande, tiene departamentos dedicados exclusivamente a la venta de juguetes. Padre e hija se detienen delante de un mostrador que en ese momento se encuentra sin clientes. Tras el mostrador cuatro empleadas charlan alegremente. Ven al señor y a la niña e ignoran su presencia, mostrando desprecio pues se trata de pobres en una tienda de postín. Pasó tiempo y la niña empezó a llorar. El papá, molesto por la falta de atención, hablaba a la niña con palabras de cariño. Iba a reclamar su conducta a las empleadas, quienes abiertamente se burlaban de ellos, cuando de pronto hizo su aparición una señora de imponente aspecto, llevando también una niña de la mano. Como vio que la niña lloraba preguntó al señor la causa de aquel llanto y sabiendo la señora se acercó a la niña, acarició su carita mojada por las lágrimas y le dijo: ...ya no llores hija mía, ya no, mira, la niña que está a mi lado quiere también esa muñeca, pero en la tienda hay muchas iguales. Las empleadas al ver a la señora con la niña, pronto acudieron para atenderla.

La señora con voz de autoridad, pero amable, pidió dos muñecas iguales a la que se exhibía en el aparador, señalada por las niñas. Las empleadas a pesar de sentirse burladas por la actitud de la señora, le entregaron las dos muñecas que pedía. La dama con palabras suaves, llenas de ternura y acariciando nuevamente la carita de la niña le entregó una de las muñecas y la otra, a la niña que la acompañaba. La niña pobre agradeció el regalo con una gran sonrisa, colmada de alegría; el señor, con lágrimas en los ojos agradeció a la señora su generosidad pero ella le dijo: a mí no me des las gracias y agregó: en esta misma calle, un poco adelante, se encuentra un templo, entra y hallarás un Cristo, con los brazos abiertos para estrechar a todo el que se acerque. A él dale las gracias. Por él he venido en auxilio de ustedes, porque, él y yo hemos sufrido el inmenso dolor que causa el sacrificio de una humillación. Vayan al templo, ahí los espera, salúdenlo y alégrense de mi presencia, aquí. Pídanle sus bendiciones, porque ha mostrado su bondad y misericordia con ustedes.

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El Heraldo de Navidad La señora se retiró perdiéndose entre los distraídos compradores. El hombre y su hija salieron de la tienda, animados por el grande afecto de aquella hermosa mujer. Llegaron al templo y, al entrar, vieron la imagen del Santo Cristo que los recibía con sus brazos abiertos y una mirada llena de ternura que bañó su corazón. El hombre se sintió conmovido por un extraño sentimiento de amor, y con palabras humildes pero llenas de gratitud dio infinitas gracias a Dios por medio de aquel Cristo que lo confortaba con su dulce mirar y la sonrisa que se dibujaba en sus labios. Como él y su hija tenían concentrada su atención en el Santo Cristo, no habían visto que cerca, a su lado, estaba la imagen de la misma señora que en la tienda de juguetes les había regalado la muñeca a las dos niñas. Una niña, con la muñeca en sus brazos estaba al lado de la Santísima Señora. En su coloquio de padre e hija pude escuchar que se hablaban por su nombre. El papá de Rocío, comprendió todo lo que había pasado. La señora era la Santísima Virgen María quien había acudido en su auxilio a petición del Cristo, su Divino Hijo, que también fue humillado sufriendo el sacrificio de la Pasión, que lo llevó a la infame muerte de cruz por los pecados del mundo. Él era el Mesías. Era el Primogénito de Dios hecho hombre. Era la Verdad y la Vida. Ungido por el Padre para la salvación del mundo. Jacinto y su hija Rocío cayeron de rodillas con los ojos llenos de lágrimas de gratitud y amor, ante las imágenes. Su Navidad fue colmada con las bendiciones del cielo. Mi corazón se alegró, cerca del presbiterio, con la mirada en alto, contemplé aquellas benditas imágenes que irradiaban bondad; yo también recibí mi regalo de íntima paz. Luego, quise abrazar a Jacinto y a su hija, pero ya no estaban. Me despedí de Jesús y María, salí del templo; afuera, soplaba un vientecillo fresco, con olor a musgo, a tenue perfume de incienso. Por las calles, gentes caminando de prisa, otras en sus vehículos, llevando cajas con regalos. No supe la hora cuando llegué a casa, abrí la puerta, mis hijos me abrazaron y el mayor dijo asombrado: ¡Papá!, ¿qué perfume compraste? Huele a no sé qué, exquisito… pero… pasa, llegas a tiempo para rezar el rosario, estamos en las posadas… hay ponche…piñata… yo pensaba: Jesús y María, Jacinto y Rocío… ah, bendita Navidad.

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Geraldine McCaughrean

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El Heraldo de Navidad

El Canasto del Pastorcito Cuento: karla Moreno Chacon

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erregoso, seco; diríase que totalmente infértil, era el camino que yo recorría, acalorado. El sol caía de plomada. Una que otra nube ligera surcaba el azul vivo del cielo. En ese tiempo era yo apenas un niño y ese día mi madre me envió al pueblo para vender el último borreguito que nos quedaba o intercambiarlo por alimento. Mi sombrero de paja se tornó punto menos que insuficiente para cubrir mi rostro de los rayos del sol. El animalito que traía en mi regazo contribuía a acalorarme aún más. Así que lo dejé caminar un poco siguiéndome el paso. Pareciera que no sabía a dónde le llevaba, ya que trotaba feliz. A ratos nos deteníamos para cubrirnos bajo la sombra de los arbustos. Después de unas tres horas

de camino llegamos al riachuelo, había que cruzarlo sumergiéndose en él, cosa que tanto a mí como al borreguito nos hizo mucho bien. Jugueteé en el agua, la tomaba con la mano y me lanzaba su frescura al rostro. Bebimos esa agua con verdadera fruición. Metros más allá, unas lavanderas me observaban y pude darme cuenta de lo cómica que les resultaba mi actitud. Ya un poco más fresco, me senté a la orilla, aún remojando mis terrosos pies en el agua mientras comía el pan que mi madre había puesto en mi morral. Mi borreguito tampoco perdió la oportunidad de pastar entre los yerbajos de la ribera. Continuamos el camino. Todavía nos faltaban unas dos horas de marcha. El sol no tardó nada en secar mis ropas y volverme a sofocar.

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Geraldine McCaughrean Otra vez, una vez más, sendero desértico y desolado. Una vez más, mis pies estaban llenos de tierra. De pronto, como si hubiese aparecido de la nada, vi, unos pasos delante, a otro niño. Él también portaba un báculo y sombrerito de paja y guiaba varias ovejas. Pero aparte de su morral cruzado al pecho, llevaba en la mano izquierda una canasta muy grande para su edad. Algo me movió. Apresuré mi paso para llegar hasta él. Sentí curiosidad por saber a dónde se dirigía ese niño tan pequeño de caminar mesurado; era como si el sol, la caminata no le hiciesen daño alguno. Finalmente le di alcance y caminé casi a su lado, y lo saludé para ver aquel rostro que cubría su sombrero. Él, se detuvo, me dirigió una mirada cálida. Definitivamente no era de por ahí. Su rostro, blanco como la nieve, los pies que asomaban dentro de sus huarachitos también eran impecablemente blancos. Su sonrisa, amistosa, pareciera que le dio gusto encontrarse con un acompañante. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus grandes ojos: luminosos, expresivos, llenos de candor.

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El Heraldo de Navidad No supe qué decirle, su presencia me imponía. El niño detuvo su paso por completo y sus animales hicieron lo mismo. En cambio mi borrego siguió su camino. ¡Eh, regresa aquí! – Le llamé, pero hizo oídos sordos. Y aquel niñito tan pequeño le dijo con dulzura y autoridad a la vez: Regresa con tu dueño. ¡Una maravilla! El borrego regresó de inmediato y se acercó a él, mimoso. El pequeño lo acarició. Lo llevo al pueblo para venderlo… - me atreví a decirle. El niño volvió a mirarlo y respondió: ¿Y por qué no criar a un animalito tan bello? Porque mi madre y yo necesitamos algún dinero para comer… no me desharía de él si no fuera así… - quise explicarme. El pequeño, impasible, lo miró de nuevo para luego decirme: Sentémonos a descansar un poco.

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Geraldine McCaughrean Lo hice de inmediato. Él se quitó los huaraches enlodados y comenzó a sacudir uno contra el otro. Mientras hacía esto me dijo: Abre mi canasta… Yo deslicé el paño blanco que la cubría y vi dentro peces, pan, frutas, queso… Toma lo que quieras - me dijo -, hay suficiente. Al punto tomé algunos alimentos, estaba contento de saciar el hambre que aún me atormentaba. Aquel enigmático niño, sólo me observaba. ¿Tú no comes? – pregunté. Claro, yo también – dijo, y comenzó a comer con mesura. ¿Desde dónde vienes? Vengo de un lugar más alejado que el tuyo. Pero es necesario que mis ovejas pasten-. Respondió para luego tomar agua. ¡Qué fresca y deliciosa es tu comida! – Comenté.

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El Heraldo de Navidad Quería que te agradara… Mi borreguito ya se había unido a los suyos y pastaban. Es extraño, pero según recuerdo, cuando nos detuvimos el camino era seco y ahora resplandecía de verde. Seguramente no me fijé bien. Al concluir nuestro banquete me levanté el primero y tendí la mano al pastorcito para ayudarlo a levantarse. En ese momento vi mis huaraches, uno de ellos ya estaba roto del cinto y no servía. El pequeño lo notó y me miró como cuestionándome. Yo me avergoncé un poco y expliqué: Es que son muy viejos y llevo caminando un largo trecho… tendré que seguir el camino descalzo… La tierra caliente te quemará los pies – dijo con aire de sapiencia -. Préstame tus sandalias, tal vez tengan arreglo. Pero, ¿qué arreglo? esto ya no sirve… - respondí mortificado. Dáme tu calzado - repitió con suavidad e imperio. Yo no tenía opción. De inmediato se lo di. Lo tomó con delicadeza, miró los cintos rotos, pasó sus deditos por ellos como acariciándolos ¡y me devolvió mis huaraches reparados!

¡asombrosamente reparados y como nuevos! Yo estaba azorado. Ya podemos seguir – me dijo guiñándome un ojo. ¡Sí, sí que podemos! Pero ¿cómo lo hiciste? No fue nada, sólo estaba mal atado… Yo no salía de mi asombro. Más cuando el par estaba totalmente limpio y cómodo. Él dijo entonces: ¿Por qué no regresas a tu casa? Te ves muy fatigado… No puedo hasta vender el animal en el pueblo y falta mucho para llegar… Ahí está el pueblo – dijo señalando con su índice hacia el frente. ¡Es verdad! – exclamé -, ¡es verdad! En seguida verás cómo lo vendo… No será necesario, te digo que regreses a tu casa con tu borreguito… Pero… si ya estamos en el pueblo… - Yo estaba totalmente desconcertado. Te lo digo yo; en tu casa no falta nada y tu madre te espera, mira allá – se volvió entonces para señalarme hacia atrás. Y a unos cuantos metros vislumbré mi casita. Ya no sabía qué creer ni qué pensar. Era absurdo, llevaba horas caminando… el sol de unas cuantas horas no es suficiente para tener alucinaciones así.

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El Heraldo de Navidad Regresa con el borrego – insistió, más adelante les servirá. En tu casa no falta nada. Sin cuestionarlo, tomé al animalito en mis brazos, le di las gracias al pequeño pastorcito y regresé. Al llegar quise explicar a mi madre cuanto había ocurrido. Pero apenas verme, ella comenzó a hablar con emoción. ¡Mira!, ¡qué bien que no vendiste al borreguito! Ven, entra… Dentro de mi casa había una canasta. ¿Podía ser la misma del pequeño pastorcito?, pensé. Entonces mi madre continuó: Pasa, que hace unas dos horas ha venido un pequeño pastorcito, hermoso como él solo, estuvo hablando de cosas tan bellas… luego dejó diez borregos en el corral y esta canasta. Lo más sorprendente es que cada vez que intento vaciarla, los alimentos no se acaban nunca… Además, el niño me ha dicho que Él siempre estará con nosotros… no le entendí… - ¡Madre! – dije cuando caí en la cuenta – Es el Niño Jesús. ¡Ha sido el Divino Pastorcito quien nos bendijo!

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El Heraldo de Navidad

Aquel primer heraldo Cuento: Roberto Servín Muñoz

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abía en la casa de los abuelos un cuarto de tiliches. Ahí se abandonaban los muebles desvencijados; mesas y sillas apolilladas; camas inservibles; zapatos agujerados; ollas despostilladas; ropa raída despintada; puertas y ventanas arrancadas de sus guarniciones; vigas, madera, lámina; baúles tan antiguos como la palabra, repletos de libros y cuadernos y un clavicordio vertical. Sabrá Dios cómo llegó al cuartucho. Sus cuerdas retorcidas y quebradas alardeaban antigüedad. Su arpa de madera servía de sostén a su alma carcomida por la polilla. Muchas teclas desaparecieron, a las octavas de Do les arrancaron sus camisas de marfil. El clavicordio era ruina. El desván, por darle algún nombre, solo atraía a la chiquillada. ¡Qué de cosas fantásticas encontrábamos! Cosas comunes que convertíamos, con la magia, en objetos fabulosos:

de mantel bordado a capa de rey; de tubo de bronce a espada de gladiador; de baúles, vigas, cartones y madera mordida, o desechos apilados, a castillo con fosa, puente colgante y cocodrilo. Ahí estaba sordo el viejo clavicordio. En él ejecutábamos conciertos mudos que aplaudíamos en silencio. Un día el espacio dejó de ser desván-sala-salón de clase y de conciertos. Mi padre encontró el instrumento, lo observó, lo midió y lo sacó del mundo del asombro. Temíamos que al ser tocado por el aire y la luz se desvaneciera, como todas las cosas encantadas. Nada pasó, nada. Lo llevó al taller de carpintería, vetado a la travesura. Algunos días oímos cortar al serrucho, clavetear al martillo y el susurro de la lija. Más tarde percibimos el olor de la cola, pegamento pestilente, y la laca con thinner y el taladreo del berbiquí, hasta que fue sacado.

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Geraldine McCaughrean No lo podíamos creer. Fue convertido en un elegante librero, con cuatro entrepaños, dos cajones y una credenza. Mi padre lo colocó en el estudio, llenó los entrepaños con sus libros favoritos y guardó cuidadosamente, tanto en las cajoneras como en la credenza, lejos y bajo llave, sus tesoros.

Redacción, con domicilio en Calle de las Ratas Núm. 18. Era un Semanario Literario y de Variedades. La suscripción por 9 números costaba solo un peso; número suelto 12 ¢ y un número atrasado 25 ¢. Fecha: Querétaro, noviembre 25 de 1900.

Un día, antes del aguacero, falleció mi padre. Días después, días húmedos de lluvia y sollozos, mi madre seleccionó el tesoro de mi padre. Las cartas amistosas, las familiares, las amorosas; sus primeros escritos publicados en la revista: El Amigo; las medallas y bandas de honor ganadas por sus hijos; los documentos familiares y ¡oh, sorpresa!: una colección, casi completa, de El Heraldo de Navidad. ¡Qué sensación inquietante al verla y admirarla! ¡Qué momento aquel en que tuve en mis manos el primer número de El Heraldo de Navidad! Habían pasado 75 años de su nacimiento y aún se percibía la vibra que le imprimieron sus autores: Lic. Benito Reynoso, su Director, con domicilio en Capuchinas Núm. 7; Rosendo Rivera, su Administrador, con domicilio en Calle Cinco Señores Núm. 2, y el farmacéutico Luis A. Olvera, Secretario de

Su portada: un joven heraldo en movimiento, tocando una fanfarria, vestido de jubón, calzón bombacho, capa, medias y sombrero corto con plumas de avestruz. Dos letreros: uno mal dibujado goteando tinta: EL HERALDO DE NAVIDAD; el otro muy discreto: 12 centavos. En su primera plana se imprimió una alegoría dedicada a las fiestas decembrinas, dibujado a la tinta. Tenía como tema el paisaje del valle de Carretas, su monumental acueducto y asomándose en lontananza, tímidamente, las torres de La Cruz y San Francisco. No faltaban los farolillos venecianos, el heno colgante y el estandarte con una sola palabra: NAVIDAD. En 1900 nuestra ciudad gozaba por fin de tranquilidad y cierta confianza económica. La seguridad en los caminos, la naciente industria,

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El Heraldo de Navidad la producción agropecuaria y ganadera que había despuntado desde el año 1882, cuando se realizó la primer gran exposición queretana y el primer arribo del ferrocarril, hizo exclamar al editorialista lo siguiente: “Impresionados por nobles ideas de progreso y patriotismo, emprendemos esta publicación que tiene múltiples objetos, excluyendo el árido y enojoso de la política”. Nació auspiciado por una organización ya desaparecida: la Junta de Navidad. Ella convocó a varios escritores de esta capital no solamente con capacidad literaria, sino también competentes en la investigación y en la ciencia. La redacción en su primer artículo aclaró: “Hemos querido que nazca nuestro periódico en una de las más hermosas temporadas de Querétaro, la de Navidad; época tradicional en las costumbres y que marca también en la cronología del mundo el nacimiento de una civilización fecunda, el punto de partida de una evolución moral que ha regenerado a los pueblos, conduciéndolos hacia la conquista de sus derechos y de sus intereses materiales”.

Hoy, precisamente hoy, 25 de noviembre de 2010, cumple 110 años de haber salido a la luz, aun cuando el grupo que redactó el primer número, no en formato de revista sino de periódico, declaró que no tenían la pretensión de ocupar un lugar prominente en la prensa del país, pero sí tenían la esperanza de abrir con él un cauce por donde pueda deslizarse el talento científico y literario de los que con buena voluntad y patriotismo quieren cooperar al progreso general en que felizmente evoluciona hoy nuestra querida patria. Y pues como no queriendo, en estas fechas, El Heraldo de Navidad ocupa un primerísimo lugar en la tradición editorial de México. Es la revista más antigua de nuestro país. El contenido del primer Heraldo está integrado por dos historietas: “El Primer Amor” y “Albores Negros”. Un cuento: “El Abuelito”. Cinco sonetos con un sabor totalmente de la época romántica. Sus temas: amor, muerte, naturaleza, nostalgia del pasado, dolor, desengaño, etc. Para muestra bastan dos botones: uno sobre la naturaleza y otro sobre el amor:

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Geraldine McCaughrean Y dos artículos muy ingeniosos: “Palique Hebdomadario”, que fue una de las columnas permanentes y un artículo titulado “Viva el Decadentismo”, que tiene por subtítulo entre paréntesis y en letra pequeña lo siguiente: (Artículo Escrito con los Pies). Su autor se firma como José Miguel de Riana. No puedo dejar de transcribir algunos de sus párrafos. Espero no se moleste don Miguel y tampoco el lector, pero sería injusto no citarlo: “Con los preparativos para las Fiestas de Navidad y el CONCURSISMO FIN DE SIGLO, que a guisa de contagiosísima epidemia pesa sobre la PENSANTE (derivado de pensamiento) humanidad queretana, ya no sabemos ni donde tenemos la cabeza. “Prueba de ello es que nos hayamos metido a publicar este periódico, que, si se cumplen las halagüeñas promesas del impresor, será el pasmo de las generaciones presentes y venideras, y lo sería de las pasadas, si verlo pudieran, por sus excepcionales condiciones tipográficas. “Y digo que esto demuestra que nuestra cholla no está muy en su lugar, porque, si apurar el ingenio y

el bolsillo para que “EL HERALDO DE NAVIDAD” sea justo título de orgullo para los alumnos de Gütenberg y Senefalder y no desdiga de la presunta cultura de personas que escriben en las postrimerías del SIGLO DE LAS LUCES, cuando sabemos que nuestros lectores han de ser relativamente pocos, y que la mayor parte de los ejemplares servirán para envolver arroz, cuando bien vaya, no es prueba de haber perdido la chaveta; venga Dios y véalo. “Lo único que me parece cuerdo, es emplear papel de buena calidad, pues así se logra evitar siquiera que nuestros artículos traben íntimo conocimiento con algunos individuos que, si el papel lo permitiera, no tendrían el menor empacho en dedicarlos a usos que, no por ser reservados, son menos indecorosos para nuestro renombre literario. “Además… Pero ¿a qué continuar? Ya que nos hemos metido en camisa de once varas, no hay más que pecho al agua y a trabajar en cumplimiento con nuestro deber de redactores….”

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El Heraldo de Navidad Podría transcribir totalmente ese artículo. Sólo agregaré que el autor decidió ser DECADENTE, porque para eso no se necesita cabeza y agrega: “…como lo demuestran elocuentemente la turbamulta de los PROSISTAS y VERSISTAS que pululan por esos mundos de Dios, y escriben, o parece que escriben con los pies”. Muchas cosas se pueden comentar del Palique Hebdomadario, firmado por Carlos Lijero, a cuyo cargo quedó la crónica. Esta columna, además de la gracia de su redacción, es una fuente primaria para la historia. Por ejemplo: señala que el día primero se puso en definitiva al servicio público el brillante alumbrado, e inauguró el acto solemne el Sr. Gobernador interino, Lic. Vázquez Marroquín. La soberbia instalación de luz eléctrica de Antonio M. Loyola está ya inundando de claridad los almacenes, tiendas, mercados, hoteles, peluquerías y hogares, y creemos que pronto se difundirá por esas calles de Dios y pronunciar el Vade Retro entre las lámparas de petróleo que hoy luchan fatigosamente contra las sombras en las vías urbanas del resto de la población. También habló del tiempo, y dice: “…estamos

disfrutando un cielo tenazmente azul y hermoso, cruzado a veces por blanquísimos copos de nubes arrastradas por el viento otoñal y embellecido por crepúsculos incomparables. Todas las tardes se despide el sol hundiéndose en un soberbio horizonte de fuego que se va esfumando en todos los tonos de colorido, hasta quedar en un fondo violáceo, sobre el cual se estratifican las figuras de gigantes y grises cortinajes que se desgarran al sentar su dominio las sombras y bordarse de estrellas la bóveda celeste…”. Ya desde entonces los atardeceres queretanos tenían un notable atractivo.º Cerraré el comentario sobre el Palique agregando una graciosa crónica taurina, no le falta ni le sobre la elegancia de nuestro querido Tío Carlos, pero le sobra ingenio. Así está escrito: “Magnífico fue el ganado y bastante buena la cuadrilla, menos un MATADOR, nuevo para el público. Marcelino Carrillo (Carrillito); porque ¡qué matador! Ni de borregos. Salió forrado en miedo y engalanado de torpeza para matar al público. Cada vez que el bicho hacía por él, el eximio varón volvía la proa al olivo para librarse de los rigores

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Geraldine McCaughrean de su corpulento y bien armado enemigo. Humildemente cedió lo trastos al banderillero Cadena, quien heroicamente despachó las fieras como pudo”.

Aquel primer ejemplar, que tuve una vez en mis manos, sigue guardado en el viejo clavicordio, guardado en la vieja casa de mis padres, guardado en la nostalgia, convertido en un elegante librero.

Me faltaba decir que esta revista ha sido el órgano informativo de la Junta de Navidad, ahora Patronato de las Fiestas de Querétaro. El costo de este primer número fue cubierto por los anuncios ahí publicados. Los primeros patrocinadores fueron: Rosendo Rivera; la Agencia de la North British & Mercantile y Aachen y Munich de Seguros contra incendios; la Cervecería Cuauhtémoc de Monterrey y de la California Wine Association, de San Francisco California; La Jalisciense; La Concepción; Don Desiderio Reséndiz; Don Carlos M. Loyola y la botica de F. Marroquín Sucr. Por otra parte, gracias a la calidad literaria el pueblo agotó la primera edición y las subsecuentes, por ello muchos compraron la suscripciones de nueve números, de manera de que si era una publicación semanaria cubría apenas tres meses. Con ello aseguraban su adquisición por solo un peso.

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El Heraldo de Navidad

La primera vez Cuento: Realidad navideña / Eduardo Rabell Urbiola

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onocí a mi compañero de pinta, cuando yo estaba en tercero de primaria, él en segundo; paseamos por Acapulquito -ubicado en la margen que bañaba lo que fue el Instituto Queretano- caminamos por la rivera del río hasta llegar a su casa. Su madre no dijo nada. Después, la llamada por teléfono a la mía, para decirle dónde estaba. No sé qué pasaría con el compañero de mi primera aventura extraescolar. Tal vez mi tocayo siguió andando a la vera del río, escuchando la cajita de música que le extrajimos a la muñeca de su hermana. ¡Claro! Para irme de pinta hube de llegar antes a la escuela; mi primer día de clases. Como provenía de una escuela modesta, más pequeña, me sentía raro llegar a una escuelota y además a las orillas de la ciudad. Aún conservo uno de los tres ‘veintes’ que me dio mi madre y recuerdo vívido de haber abierto la puerta del auto antes de

frenar y quedar colgado de ella, en los momentos en que sonaba el timbre para formarnos y dirigirnos a nuestro salón a clases. Las lecciones, los salones, el profesor con su barba de chivo poniéndome cinco en conducta por no comportarme como él dijo. Crecer y al paso del tiempo, ‘despertar’ a la vida, sintiendo ese cosquilleo tan ‘varonil’ al mirar un rostro femenino con ojos de ensoñación, silueta etérea desplazándose grácil frente a mi corazón acelerado, e insistir con ella hasta el momento feliz de la primera cita, meses después el sabrosísimo primer beso que recordé al irme por primera vez de vacaciones y tener allá otra ensoñación. Esas ‘primera vez’, se traslucen cuando caminamos de frente hasta el pasado y lo revivimos. Estas son las mías, las que me pertenecen, pero he escuchado

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Geraldine McCaughrean ajenas de gente que me convidó de su memoria, maravillas, como la que escuché hace unos días. Sumándolas, forman el imaginario colectivo y hacen historia. Ahí les va. Así me lo contaron.

Aún no resentía mayor cambio, solamente la prolongación de la Av. 16 de Septiembre, con la que perdimos los vestigios iniciales de nuestra lucha por la independencia, previos al barrunto abortivo.

Esto no sucedió ayer, ni antier, ni la semana pasada. Ocurrió hace muchos años, en los días en que, Querétaro, era casi joven y bello, no porque ahora no lo sea, sino que la remembranza de los años 50’s del siglo-milenio pasados reviste, para mí, cierto encanto, que me hace sentir un no sé qué, que qué sé yo, que para qué les cuento.

Ciudad pequeña formada por barrios: La Cruz, San Francisquito, Santa Rosa, Santa Ana y por supuesto, La Otra Banda.

Corría la primera mitad de los años ya dichos, y si me apuran tantito, debió ocurrir hacia la navidad de 1952. Nuestra ciudad era un remanso de paz, casi, casi de esos que hoy día, desafortunadamente, sólo vemos en cuentos o en películas rosas, salvo contadas excepciones, antecedentes de una película de terror. Era una ciudad bella, bella, como blanca estrella, que cual cometa arrastraba su cauda, simbolizada por el acueducto.

Pequeña urbe pintoresca de la que todavía recuerdo el clap-clap de las coces de los percherones de ‘Carretas’ sobre el empedrado de nuestras calles antiguas, a las siete de la mañana. Días en que luego de barrer la calle se regaba. Por aquel entonces, dentro de su tranquilidad, la ciudad había mostrado la necesidad de contar con cuerpos de salvamento en condiciones de emergencia, por lo que apenas unos años antes había nacido el Cuerpo de Bomberos. Uno de los bomberos fundadores fue el Sr. Antonio Paredes Ugalde, hombre de respetable y tierna edad, que aún se encuentra entre nosotros, vivito y disfrutando su presente y recuerdos.

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Dentro de aquella tranquilidad estaba el transporte público. Había un camión, que por su recorrido, se le denominaba ‘circuito’, pues iba siempre por las mismas calles iniciando su rodante peregrinar en el mismo sitio en el que terminaba. Fue tan utilizado y duró tanto tiempo que lo llegué a abordar. A mi memoria acuden las palabras de mi abuela Trinidad: “Toma. Súbete al circuito y vete a dar una vuelta, pero por favor, no te quedes aquí encerrado”. Recuerdo cuando subí a él, pagué mi pasaje y paseé por la ciudad, entonces muy segura. Una tarde fría de aquel año, a mediados de diciembre, cuando el sol declinaba dando paso a las sombras posteriores a la luz del día… de esas tardes en que las salas ya huelen a pino crucita, el ambiente se embalsama con aromas de guayaba fresca y se miran doquier apetitosas naranjas mandarinas y el calor de la navidad inminente se percibe en la gente, nuestro personaje iba en ese ‘circuito’ a encontrarse con su novia. El día de la cita, en que subía lentamente el camión por la Av. Independencia, al cruzar el callejón Altamirano, antes nombrado de


Rojas, entre Independencia y Venustiano Carranza, donde las viviendas ahí se caracterizaban por su sencillez y humildad, desde la ventanilla del trasporte miró gente que se arremolinaba: unos más corrían hacia allá, otros no, huían en sentido contrario; había bastante humo. No llegó a su encuentro. El olor característico de un incendio y el gentío le motivaron a bajar. En medio del clamor general cruzó la muchedumbre que se arremolinaba frente a la puerta por la que salían fumaradas; señoras que lloraban nada más por mirar tal espectáculo; hombres que no atinaban qué hacer; niños que parecían solazarse ante el dolor ajeno. Nada de eso le importó. Algo oyó que lo indujo a entrar arrostrando el peligro. En medio del humo denso alcanzó a mirar la representación bíblica envuelta en llamas. A pesar del crepitar del fuego del nacimiento escuchó una tos y débil llanto de una criatura que apenas podía respirar entre hollín y cobijas. Determinó arrancarlo de lo que podía ser muerte cruel con el rabiar del fuego, de modo que cruzó el dintel.


El Heraldo de Navidad Iba saliendo con su preciosa carga en brazos cuando llegaron sus compañeros de emergencia a bordo del Jeep y la ‘Chevroletita’ -pipa de agua-, los que se hicieron cargo de la situación, en tanto que él devolvía el pequeño a la angustiada madre. Permaneció ahí hasta que salieron sus colegas, quienes le confirmaron lo que había visto: los foquitos del ‘nacimiento’ habían provocado un incendio. No habían pasado dos días cuando se dio otra ‘primera vez’: los bomberos fueron acusados de ladrones.

pues nadie lo tocó, sino que entre las labores de sofocamiento y remoción de escombros para enfriar los rescoldos del nacimiento, accidentalmente se desplazó y quedó cubierto por el lodo hecho con la mezcla de cenizas y agua. Después de esta primera acusación arrojada contra los integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos de Querétaro hubo otras y en todas ha salido indemne dada la probidad de sus elementos. Tantas primeras veces: tuyas, mías y de nosotros, donde el principal actor, es el tiempo.

Nada más saberlo el Cdte. César Miravé, enfureció y exigió investigar a fondo no solamente la actuación de ‘sus muchachos’, sino registrar minuciosamente el lugar del siniestro, además de preguntar a todos los que pudiesen aportar datos para saber quién más había entrado y salido luego que los bomberos abandonaron ese sitio. Tanto las autoridades como el Sr. Miravé efectuaron sus indagatorias, las que en conclusión arrojaron el resultado esperado: aquello que indicaban haber sido sustraído subrepticiamente apareció justamente donde se esperaba,

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Historiografia

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Insurgencia y recontrainsurgencia en Cadereyta Cuento: Ma. Buenaventura Olvera Muñoz Cronista Municipal de Cadereyta

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l límite de la resistencia humana al dolor, generado por la opresión de quienes detentan el poder de cualquiera índole, pretextando liderazgos inexistentes por naturaleza y que degenera en abuso e injusticia, desborda las pasiones de quienes por una parte, ansían la libertad, y aquellos que se obstinan en conservar su voracidad de dominio del pueblo a costa de lo que sea. Ese límite se hizo presente en la gestación de la Independencia Nacional. Por ello la sociedad civil, principalmente españoles y criollos, y los indígenas, éstos, gran mayoría del pueblo cadereytense, vivieron una lamentable división al igual que en el resto de la Nueva España, ya que mientras unos acataban consejos de los franciscanos en el templo de la Santa Cruz en

Querétaro, quienes predicaban obediencia al Rey, al mismo tiempo, otros seguían el liderazgo de frailes descalzos, franciscanos también, que conspiraban a favor de la independencia como Felipe Luna o Cristóbal Suárez. En Cadereyta pueblo y su territorio, en su momento, permearon las causas y consecuencias al ser epicentro de violentos y prolongados sacudimientos sociopolíticos provocados por golpes y contragolpes propios de la lucha de guerrillas que se dieron a partir el repique libertario de Dolores, prolongándose once años. Por otro lado, es innegable que la falta de coordinación entre los insurgentes del partido de Cadereyta, tanto en la Sierra Gorda como en el semidesierto, restó eficiencia en esa lucha carente de mandos jerarquizados y de un plan de estrategias, quizá justificado esto

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El Heraldo de Navidad por el ansia libertaria, las distancias y otros factores de orden logístico sin descartar que no hubiera pertrechos suficientes, solamente la voluntad, el ingenio y la urgencia de ser libres, unos, y los otros, por la pertinaz idea de no perder el poder. Es el caso del párroco de Santa Rosa de Viterbo, en la ciudad de Querétaro, don Pedro Osorio Sotomayor, se dice que influenciado seguramente por la cercanía con su comadre doña Josefa Ortiz de Domínguez, y que siendo aquél, diputado electo a las Cortes de Cádiz, abandonó su ministerio y se convirtió en un ferviente patriota. 1 Adentrémonos ahora en territorio del semidesierto y veamos que la demarcación del mando militar de la Villa de Cadereyta, en aquellos tiempos, contaba con 15 pueblos, 9 reales de minas, 9 misiones y 6 presidios militares dos de los cuales quedaban en la banda oriental de la Sierra Gorda. Estos puestos de control eran Vizarrón, Peñamiller, Pacula, Sacala, Saucillo y Arroyo Seco. Los pueblos, reales de minas y misiones, situados dentro del territorio de la comandancia militar que nos dan una idea de su extensión,

eran los seguimientos: San Luis de la Paz y Xichú por el noreste; Tancoyol y Jacala por el noroeste. San Antonio El Doctor y Cadereyta por el sureste y Tolimanejo -actual Colón- por el sureste. En este extenso y accidentado territorio operaba un cuerpo del ejército virreinal llamado de la Sierra Gorda. La Villa de Cadereyta fue el centro de los primeros movimientos militares. Su destacamento tuvo que acudir en auxilio del Real del Doctor que, a fines de septiembre del 1810, había sido ocupado y saqueado por los hermanos Juan y Felipe Verde, los pioneros queretanos de la lucha armada, hasta hacerlos remontarse a la región de Jalpan dentro del mismo partido de Cadereyta. El 5 de diciembre de 1810, el Comandante en Jefe del presidio de Pacula, Manuel de Salas, informaba sobre los movimientos insurgentes en la Sierra Gorda,2 diciendo que un grupo había atacado el Real de Pinal (de Amoles) la mañana del 26 de noviembre, saqueando el curato y llevándose al señor cura, asimismo, que se ahuyentó al juez a las poblaciones cercanas; otro grupo ocupó la Villa de Río Verde para acantonarse en el paraje La Tinaja en camino al presidio de

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Geraldine McCaughrean Arroyo Seco, comandados por un tal Guillén y don Pedro Marín. La primavera de 1811 fue excepcionalmente agitada en la Villa de Cadereyta. Los insurgentes se apoderaron por algún tiempo de esa plaza y la utilizaron como apoyo para atacar en repetidas ocasiones la población de Tequisquiapan, donde existía importante concentración de recursos humanos y materiales al servicio de los realistas. En menos de un mes, se registraron cuatro asaltos a esa población pues acabar con los gachupines fue el mensaje del grito de Dolores; y es que además, en Tequisquiapan, tenían su residencia de verano-otoño donde iniciaron los españoles las misiones ricas de la Sierra. A mediados de abril, un lugarteniente de los temidos Villagrán, de nombre José María Quintanar, tomó por asalto Tequisquiapan, la saqueó y se llevó preso al español Lizundia a Huichapan, donde pronto murió de pulmonía. Poco después, Vicente Terán, procedente de Cadereyta, repitió el asalto con más de medio millar de hombres armados y si eso fuera poco, por tercera ocasión el 24 de abril, José Ma. “Chito” Villagrán con sólo 14 hombres se

apoderó nuevamente de la flagelada Tequisquiapan y de lo poco que quedaba e hizo prisionero al jefe de la resistencia realista don Vicente Elizondo, soldado del cuerpo de ejército de la Sierra Gorda para después fusilarlo en la Villa de Cadereyta. Todavía el 3 de mayo siguiente de 1811, más de 200 hombres bajo las órdenes de “El Ratón” y de “Barrabás”, entraron a Tequisquiapan y volvieron a saquearla y entre otras cosas se apoderaron de los bienes de la parroquia. La reacción de la contra insurgencia no se hizo esperar porque dos días más tarde los realistas desde Querétaro y San Juan del Río, atacaron Cadereyta; fue tal la ferocidad de ese ataque que huyeron los insurgentes bastaste diezmados. Por su parte, Villagrán mandó degollar cruelmente a los españoles presos y a los que no quisieran seguirlo. 3 Las fuerzas realistas concentradas en la Villa de Cadereyta, mantuvieron cierta tranquilidad social en la zona mientras que las acciones se recrudecían al norte de este partido en el corazón de la Sierra Gorda. Sin

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El Heraldo de Navidad embargo, año y medio después en el otoño de 1812, volvería el aguerrido Vicente Terán apoyado por un coronel insurgente a derrotar en las orillas de la Villa de Cadereyta, al capitán realista Pedro de la Sierra. Hubo dos sacerdotes de los cuales no se recuerdan sus nombres, pero sí sus acciones, quienes fueros seguidores de las ideas del Padre Miguel Hidalgo y lucharon por la libertad del partido de Cadereyta. En septiembre de 1811, otro sacerdote de apellido Franco, recorría las regiones de Tancoyol, Jalpan, Atarjea y Xilitla, estos dos últimos lugares en las intendencias de Guanajuato y San Luis Potosí. El Padre Franco era apoyado por un brigadier de apellido Landaverde y por los coroneles Rojas y Anaya. No cabe duda que la respuesta a la convocatoria de la Independencia tuvo eco en lugares tan alejados y contó con el liderazgo de los señores sacerdotes que entendieron y asumieron la importancia del movimiento. En marzo del mismo año una partida de insurgentes había ejecutado al teniente del subdelegado de Mazacintla, razón por la cual en septiembre de l811, el capitán realista Alejandro Álvarez de Guitán, desde Valles con un centenar de hombres de Huehuitlán, los persiguió sin poder alcanzarlos. De finales de 1812 y durante 1813 el presbítero Dr. José María Magos, convirtió a Jalpan en su centro de operaciones en apoyo a los insurgentes de los Villagrán que extendieron sus ataques hasta Valles, SLP y Zimapán, Hgo. Luis Herrera y otros insurgentes de apellido Blancas, combatieron también en la Sierra Gorda. Por su parte y a mediados de 1813 y con diferencia de poco más de un mes, los hermanos Julián y José María Villagrán, fieros insurgentes, fueron fusilados en Huichapan tierra de su nacimiento. La lucha continuó con uno de los caudillos más populares de la época conocido como Juan el Valiente, su verdadero nombre era Juan Olvera originario de Cadereyta. Él, evadía con inteligencia a las fuerzas realistas dándoles a su vez severos golpes con ataques puesto que conocía la zona como la palma de su mano. Su acción se desarrolló principalmente en los años 1813 y 1814 y fue truncada por su muerte en la batalla de Bondotá, el 23 de diciembre de 1814 a manos de Tadeo Ledesma, comandante del presidio de Vizarrón. La muerte acabó con el popular héroe insurgente,

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Geraldine McCaughrean hecho narrado por José María Vergara comandante en el Real de El Doctor, en dos partes de guerra fechados los días 25 y 27 de ese mismo mes y año.4 A la muerte de este auténtico héroe popular de la Villa de Cadereyta y su extensa región, la causa insurgente fue retomada por dos cabos de la milicia de Sierra Gorda destacados en el mismo Real de El Doctor; ellos fueron Sebastián García y Dionisio Ramírez, quienes desertaron del ejército realista convencidos del movimiento insurgente, y así, asaltaron la casa de su propio comandante para apoderarse de las armas y sedujeron a una importante porción de indios usando el artificio de fingirse correos de la comandancia de Zimapán. La persecución de Sebastián y Dionisio tuvo efectos inmediatos y el 19 de enero de 1815, el primero fue pasado por las armas, habiendo informado de tal hecho el comandante Vergara a través de un parte dirigido al brigadier García Rebollo de Querétaro.

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El Heraldo de Navidad Sin embargo, el otro ex militar realista, Sebastián García, ahora insurgente, pudo eludir la persecución y reunió a un considerable grupo de adictos a la independencia para continuar la lucha. En el mes de junio de ese año, la esposa, los padres e hijos de Sebastián García fueron hechos prisioneros y trasladados a El Doctor, “para ver si por este medio se reconciliaba y arrepentía de sus crímenes y dejaba de aterrorizar a los habitantes”; pero la noche del 17 de agosto, dos meses después, esa familia logró fugarse al poblado de Vizarrón probablemente con el apoyo del mismo guerrillero. De esta suerte Sebastián García continuó sus acciones y correrías por diversos rumbos del partido de Cadereyta. Por otra parte varios patriotas prestaron sus servicios en regiones distantes y regaron con su sangre otros suelos de la Nueva España. En una lista de fusilados por los realistas en Tenango del Valle, al sureste del actual estado de México, elaborada el 9 de junio de 1812, aparecen dos mártires de Cadereyta los artilleros Felipe Santiago y José Nicolás Mejía.5

Los insurgentes Dionisio Ramírez y Sebastián García, no fueron los únicos desertores del regimiento realista de Sierra Gorda que abrazaron la causa insurgente; los casos se dieron con frecuencia y aun cuando quedan muchas acciones de guerra por investigar, lo expuesto nos da una idea clara de los alcances e intensidad de la lucha por la Independencia Nacional, desarrollada en el accidentado terreno del partido de Cadereyta. El historiador Gabriel Rincón Frías, nos dice rindiendo homenaje a aquellos descendientes de los jonaces: el territorio del corregimiento de Querétaro, fue todo un hervidero de insurgentes; si actuaron como bandidos, todos sus ideales fueron los de la independencia y la libertad, características heredadas sin lugar a dudas de los broncos jonaces ancestrales.6 El pueblo, mayoritariamente rural e indígena, se comprometió ampliamente en ambos bandos de la lucha con sus lealtades de conciencia, pero desde luego con mayor peso en el lado de los

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Geraldine McCaughrean insurgentes seducidos por los caudillos cuyas huestes fueron llamadas “chusma” en el discurso de los realistas. La otra parte del pueblo se enroló o fue enrolada en las unidades del ejército realista de Sierra Gorda, acantonadas en los presidios y en las principales cabeceras, a través de una práctica conocida como “cumplir con la fatiga” en el lenguaje de la época. De esta manera, por exigencias militares de ambos bandos, la vida familiar y comunitaria se vio alterada presentándose otros efectos en la economía regional y en la administración pública repercutiendo en las labores agrícolas, ganaderas y mineras porque la escasa producción abatió

el comercio, acrecentó el hambre y grandes núcleos de población tuvieron motivos poderosos para emigrar. Los ingresos para la Real Hacienda por concepto de alcabalas se desplomaron tras varios siglos de accidentado caminar. En síntesis, el pueblo de Cadereyta, superadas las vicisitudes de la guerra de independencia y otros movimientos posteriores, hoy, en el marco de su historia, de sus logros y de las conmemoraciones patrias de inicios del Bicentenario de la lucha libertaria y Centenario de la Revolución Mexicana, con renovado brío continúa su marcha hacia el futuro.

1. Rincón Frías, Gabriel en Breve Historia de Querétaro. INEA. UAQ, 1986.2. AGNR. Historia, vol.106 exp. 12 2. AGNR. Historia, vol.106 exp. 12. 3. Septién y Septién Manuel, en Villagrán, Historia de Querétaro 1911. 4. Septién y Septién Manuel, en Revolución de Independencia, 1971, pp. 1 y 2 5. García Genaro, en Documentos históricos mexicanos, 7 vols. SEP, México 1985. 6. Rincón Frías, Gabriel. Ibidem.

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Tiempos de independencia y posteriores en Tequisquiapan Cuento: Jesús Landaverde Chávez Cronista Municipal de Cadereyta

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l poder político, por desviación humana en cuanto a sus objetivos naturales, cuya justificación debe ser el servicio público, se ha convertido en aliado del poder económico por esa tergiversación. Consecuentemente, trastocan la natural vocación de las sociedades para vivir precisamente unidas, con sus valores trascendentes que enaltecen y no degradan como aquellos. Nuestra historia refiere en diversas épocas tales conductas de dominio, de vejación, de ultraje, de abuso y más, gestadas en el nido de la riqueza material que se destina a la prevalencia de la parte negativa de muchos seres humanos, cegados por su ambición, que a la postre, satisfacen su prurito egoísta para creyéndose dueños de vidas, de haciendas y conciencias ajenas, en provecho de esos poderes amañados.

Con esta reflexión y otras sobre el tema, necesariamente debemos abrir nuestra conciencia colectiva para que entendamos por qué afloran los movimientos insurgentes, en el caso mexicano, romper con el dominio español. No es una repetición esta sobria referencia; pretende acercarnos a las causas que involucraron, a sabiendas, a ese grupo dominante en su actitud para desbordarse de soberbia asumiendo su pretendido alto destino que sólo cabía en sus mentes enfermas de hipocresía con el falso aval de una religión, la católica, mal llevada, pésimamente entendida y lo que es peor, utilizada como escudo y justificación de acciones lesivas en perjuicio de sufridas mayorías. De esta suerte, el poder real, constituido por la élite del rey español que se creía bendecido por Dios, campeó en las tierras conquistadas de la Nueva España a

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El Heraldo de Navidad través del virreinato cuyos servidores en la corte, en las clases adineradas proclives al reino, en el clero, en los tribunales como el Santo Oficio, en la milicia, el comercio y otras esferas afines, se posicionaron en esa realidad y así actuaron inmersos en la prepotencia, depredación e impunidad, frutos perversos que esclavizaron la vida de tantas personas en aquellos tiempos. Es el caso de Tequisquiapan ciudad, y lo que es hoy el municipio, que fueron asiento de ricos hacendados, comerciantes y familias pudientes, quienes considerando la importancia del espacio, privilegiado en cuanto a tierras para cultivo y ganadería, minas, y con el aliciente natural de las aguas termales abundantes, de lugares de recreo y la proverbial tranquilidad de sus bucólicos parajes, crearon un emporio de bonanza donde los realistas se sentían en otro mundo, seguros y ajenos a las penurias de las clases bajas, de hombres y mujeres que con sus familias padecieron ese yugo de ignominia, de humillación, y obvio, respaldados esos ricos y poderosos en su veneración hacia el reino y protegidos por el ejército realista.

Esa fue la isla en que vivieron los tequisquiapenses, y aun cuando había trabajo de campo en las haciendas, el comercio o la arriería y las minas, no se percibía al menos en rumores, algún brote de insurgencia tanto en los años cercanos al estallido de la guerra de Independencia como en el mismo 1810, a pesar de que en Cadereyta y parte de la Sierra Gorda, la acción libertaria iba creciendo con la convocatoria de gente decidida a terminar con el régimen virreinal, y por ende real, dejando atrás la esclavitud con la idea de sepultar para siempre el dominio de los peninsulares y sus corifeos. Recordemos a Julián y José María Villagrán, huichapenses aguerridos, temibles, que soliviantaron a muchos y tuvieron importante participación en el movimiento insurgente. En Tequisquiapan seguramente los realistas, sobre todo el ejército y los mandos políticos, era sabedores de la insurgencia porque lógicamente, no podían ser ayunos en información y cierta precaución, pero sí confiados en su poderío, en la protección de su capelo de poder y las bendiciones del clero proclive al virreinato y a sus prebendas. Tequisquiapan fue por

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Geraldine McCaughrean ello significado bastión realista. Esa confianza inducida no les permitió visualizar la cercanía de la guerra ni los ideales de los caudillos insurgentes que habían permeado en el oprimido pueblo y no sólo, sino en los profesionistas, en muchos sacerdotes católicos del clero regular y secular, en criollos adinerados, en fin, que la conciencia libertaria se extendía masivamente. Así la situación, finalmente, cual tormenta de fuego, las acciones bélicas llegaron a Tequisquiapan y sacudieron profundamente la región, porque los hechos fueron determinantes. La guerra de Independencia representó la ruptura justa del vínculo impuesto por el rey sobre el pueblo de Nueva España; además se desconoció por espuria la supuesta legitimidad histórica que la figura real significó durante muchos años. De ahí que el punto de inflexión, significado por los procesos independentistas, produjo las dos grandes corrientes que imperaron: la liberal y la conservadora. No fue gratuito que llegaran a tierras del virreinato las corrientes filosóficas de Hobbes, Helvecio, Voltaire, Russeau y otros pensadores que incluso fueron calificados de

heréticos por la iglesia católica. Aquí se presentó la disyuntiva de qué actitud tomar o asumir ante el mundo moderno y qué tipo de país se habría de construir; resultado la justicia decidió la liberación, y los caudillos insurgentes y el pueblo subyugado asumieron el riesgo y se lanzaron a la guerra. Acontecimientos sobresalientes durante la guerra de independencia. Por efectos de este contexto nacional, Querétaro vivió su circunstancia en cada región, en las ciudades, y en el caso a que me refiero, en Tequisquiapan que experimentó lo propio. Veamos: Inmersa esta población en el mar embravecido de la lucha por la Independencia, tuvo personajes notables que participaron en el movimiento como partidarios de la idea republicana. Lo fueron el señor Coronel don Valente Vega y después don Francisco Méndez, vecinos y originarios de Tequisquiapan; el primero, militar distinguido por sus méritos logrados en la lucha libertaria y que enarbolando la bandera insurgente murió en combate; el segundo, hombre significado que apoyó la idea emancipadora y luchó por ella. Ambos murieron defendiendo con

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El Heraldo de Navidad patriotismo sus ideales manteniendo su convicción.1 A poco tiempo de iniciado el movimiento surgieron en el estado grupos que enarbolaron la bandera insurgente. El señor Lic. Gabriel Rincón Frías, reconocido historiador, dice que fue un hervidero los [movimientos] que surgieron en las regiones del territorio queretano; muchos [de sus beligerantes] actuando como bandidos con el pretexto de luchar por la causa de la independencia y la libertad, cometiendo excesos con las personas principalmente de origen español con buena posición económica, que no apoyaban a los grupos insurrectos. Así, en los primeros meses de 1811, Cadereyta fue reducto de la insurgencia; de ahí provinieron varios ataques a Tequisquiapan, importante bastión realista, proveedor de apoyos materiales y humanos en poder de propietarios de haciendas en la comarca, de comerciantes prósperos y mineros acaudalados que vivían en el lugar. Otros Personajes. De singular renombre y siendo realistas que participaron en la guerra de 18101821, fueron don Pedro Cierra, así

lo cita muchos años después en un informe, el señor Joaquín R. Olloqui, sub-prefecto de Tequisquiapan, al igual que connotados dueños de haciendas de la época: don Felipe Antonio Teruel, don Ignacio Teruel Gómez de Cervantes, el marqués de la Villa del Villar del Águila, dueño de la hacienda La Laja y otras en el estado; Antonio Luzundia, español dedicado al trabajo de la minería y a la industrialización de productos agrícolas y ganaderos. En abril de 1811,2 José María Quintanar, lugarteniente de los llamados insurgentes de Huichapan, Hgo., tomó por asalto Tequisquiapan, la saqueó y se llevó preso al español Antonio de Luzundia que fue el constructor de la alberca La Pila, uno de los más ricos manantiales de aguas termales del lugar destinado para el uso y disfrute de la gente del pueblo. Luzundia días después murió a causa de pulmonía, en la fría cárcel de Huichapan donde lo tenían en condiciones denigrantes sus captores. Vicente Terán repitió el asalto con más de 500 hombres armados causando bajas al cuerpo de resistencia de don Vicente Elizondo. Por tercera ocasión, en el mismo mes, 24 de abril, José María Chito Villagrán, con sólo 14 hombres, se apoderó de lo poco

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Geraldine McCaughrean que quedaba [de Tequisquiapan] y se llevó al jefe de la resistencia para fusilarlo en la Villa de Cadereyta. Todavía el 3 de mayo, más de 200 hombres comandados por el Ratón y Barrabás entraron a Tequisquiapan para saquear los bienes de la parroquia. La reacción de las fuerzas realistas no se hizo esperar, dos días después, atacaron San Juan del Río y Querétaro, tomando el control de dichas plazas y se fueron sobre Cadereyta, expulsando de la plaza al reducto insurgente sumamente diezmado. A mediados de 1813 fueron capturados y fusilados los hermanos José María y Julián Villagrán en Huichapan, Hgo., tierra que los vio nacer. Estos personajes destacaron por ser protagonistas en un espacio cronológico de la microhistoria de la región, en los cruentos tiempos de la lucha por la independencia. Pasado el tiempo y posterior a 1821, Tequisquiapan encausó su vida comunitaria por la vía de la reconciliación, el trabajo y la visión, la convicción de asimilar el beneficio que trajo la Independencia Nacional. No fue una mera inercia, sino un movimiento de mayor conciencia popular, ciudadana y familiar que permitió se incursionara en los espacios del progreso pero con mayores alcances para la gente de todos los estratos sociales.

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El Heraldo de Navidad Paulatinamente se lograron avances a favor traducidos en una realidad diferente a la que se tuvo antes de 1810 y en los años de la guerra. Ya no existía esa amenaza de violencia, de inseguridad; los hechos que se dieron para lograr la emancipación calaron hondo en los tequisquiapenses, en sus estructuras sociales, en el campo, en otras áreas de la economía y en la educación. Desde luego no se vislumbraba lo que pasaría años después con laInvasión Francesa, con la Reforma y seguidamente el advenimiento del imperio de Maximiliano con sus trágicas consecuencias. Fueron años de reacomodo social, de nuevas convulsiones que inquietaron al país; se dice por eso que luego del triunfo de la república, México renació a la libertad, a una segunda independencia. Considero que estas efusiones de sangre y reencuentro con el ser libre del mexicano templó mayormente a la patria y a los nacionales en su gran mayoría, cuyas nuevas generaciones aprendieron las enseñanzas de la historia y continuaron en la fragua de mejores condiciones de vida. Así fue en Tequisquiapan, porque precisamente por el empuje y trabajo

de su gente, de sus autoridades, resurgió con mayor potencial el progreso. Ejemplo, la enorme oportunidad de mostrar ese auge en la exposición de París, Francia. En consecuencia y por las condiciones económicas, políticas, sociales e información histórica de Tequisquiapan, a escasos dos años de finalizar el siglo XIX, el 25 de septiembre de 1898, se elaboró un documento descriptivo por la autoridad del pueblo,3 el sub-prefecto señor Joaquín R. Olloqui, a solicitud del Gobierno del Estado para justificar la presencia de Tequisquiapan en la exposición. Y dice dicho informe: Tengo el honor de contestar las preguntas que esa docta Junta Directiva hace a esta oficina de mi cargo para la obra titulada Querétaro que se presentará en la exposición de París. 1ª Las razas primitivas según constancias que existen en este archivo, fueron la Chichimeca y Otomí pero a consecuencia de la fundación del pueblo que hasta hoy existe, desapareció la chichimeca que siempre fue más indomable prevaleciendo la otomí que aún existe en los barrios de La Magdalena

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Geraldine McCaughrean y San Juan que formaron el pueblo viejo como se llamó anteriormente, según los títulos. 2ª Las costumbres de la raza otomí con algunas modificaciones, son las primitivas que prefieren un tanto el aislamiento, la falta de comunicación y aunque son sociables entre los de su misma raza evitan siempre la reunión con los de la raza blanca; son valientes formando una masa común, son patriotas, y como soldados son muy fieles a su causa, muy amantes de sus creencias y afectos a que se les trate bien, advirtiendo que los que hay entre ellos, medianamente instruidos son atentos y entusiastas, amantes del progreso, pues entre la mencionada raza hay muy notables talentos haciendo notar muy particularmente entre estos el cariño sin límites que consagran a sus hogares y terrenos cuyos derechos los consideran como sagrados; son de buenos sentimientos en lo general, pues lo demuestran porque son muy afectos a corresponder de algún modo el bien recibido con presentes que aunque humildes, dan a entender su buena voluntad. Su principal y general industria es la cestería, trabajo que ejecutan con mucha perfección relativamente

tomando como material de construcción el retoño del sauz, esta industria realizada entre ellos origina su comercio, producen los objetos a vender a distintos y lejanos lados, los pocos que no se dedican a este trabajo son agricultores, no existiendo entre ellos ninguna otra arte. 3ª Esta comprensión municipal en la época colonial perteneció en el principio al presidio de Jilotepec [de] cuyo lugar según documentos salieron los fundadores y congregadores de la ciudad de Huichapan y de este último lugar vinieron aquí probando esto, que este pueblo dependió de Jilotepec respecto de misiones en la época a que me refiero; vinieron unos pocos años antes del fin del periodo colonial y las componían los padres Fray Ángel de la Divina Intantita y Fray Manuel y Fray Buena Ventura. 4ª Las razas que actualmente existen es la indígena en mayor número, algunos mulatos y mestizos y gente de la raza blanca descendiente de españoles; de nacionalidad española solo existen dos o tres habitantes, profesan todos la religión católica; en cuanto a idiomas los indios aunque algo hablan el castellano es más usual en ellos el otomí, todos

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El Heraldo de Navidad los demás hablan castellano. 5ª Entre las personas que tomaron parte en la guerra 1810 a 1821 fue de gran nombradía Don Pedro Cierra, por estas comarcas, según noticias tradicionales; y en la revolución posterior a la de independencia tres notables como partidarios de la idea republicana el señor coronel don Valente Vega y después don Francisco Méndez, vecinos y originarios de este y quienes murieron en defensa de su causa sin haber cambiado nunca en lo más mínimo. º 6ª No existen fincas, edificios ni lugares históricos, hay dos puentes rústicos, provisionales, de madera: El de San Nicolás y el que une los barrios de la Magdalena y San Juan con los de San Pedro y San Nicolás en el centro de esta población y que están a distancia de dos leguas uno del otro sobre el mismo río que antes se llamó Huatsidejen y que nace de la presa de Ayapango en Arroyo Sarco y que pasa por San Juan del Río; hay un acueducto de propiedad particular que conduce el agua de regadío y que pasa subterráneamente por debajo del albeo del río y una calzada que conduce de la población al barrio de la Magdalena.

7ª El templo de este lugar fue edificado por Don Nicolás Cerrano, en 20 de mayo de 1738 fue puesta la clave del arco frontal y se cree que fue terminado en 1785 según una antigua inscripción refiriéndose al antiguo templo de la Magdalena, solo se pudo decir que su edificación fue muy anterior, pues aunque tiene su inscripción, el tiempo y la intemperie la han carcomido y está ilegible, el puente que une los cuatro barrios era un simple paso de gualdras, pero el año de 1868 fue construido de madera por el señor Don José Paulín, mediante la cooperación de la Hacienda de Tequisquiapan y los vecinos, el puente de San Nicolás es muy antiguo y no se sabe la época fija de su edificación; la calzada es una obra municipal llevada a cabo por don Jesús R. Ugalde con fondos del municipio en 1878 y los magníficos edificios destinados a la instrucción fueron edificados en tiempo del señor sub-prefecto Joaquín R. Olloqui por cuenta del estado, en 1888 fue terminado el salón de la escuela de niños número uno, en 12 de octubre de 1892 se inauguró el salón de la escuela de niñas, en 16 de septiembre de 1894 se terminó el salón de estudio de la mencionada escuela número uno y en 1895

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Geraldine McCaughrean en 16 de septiembre se inauguró el salón de costura de la escuela de niñas, el cual se construyó con fondos del municipio; el acueducto de agua de regadío que existe fue construido por el Señor Don Rafael Gómez, en el año de 1868. Me es honroso dejar obsequiados los deseos de esa ilustrísima junta directiva, contribuyendo así para llevar a cabo una obra que además de ser útil honrará en alto grado al estado. Libertad en la Constitución Tequisquiapan septiembre 25 de 1898. Joaquín R. Olloqui. La referencia de Tequisquiapan que hace el señor Olloqui es notable. Describe en ese tiempo la esencia de esta población en aras no sólo de participar en la exposición de París, sino puntualizando los hechos progresistas de Tequisquiapan, su aportación para mejorar la vida de los pobladores, cuyo sustento fue y es todavía superar escollos, vicisitudes, retos que impulsaron la voluntad de los tequisquiapenses para acceder al fin mencionado. Ciertamente, Tequisquiapan vivió momentos muy difíciles con motivo

de la guerra de Independencia, más, por haber sido asiento realista. Su gente padeció las acciones de un bando y otro pero comprendió y aceptó que era necesaria la lucha porque el país así lo reclamaba. Desde luego los pobladores se vieron afectados en la vida cotidiana que perjudicó a las familias por la inseguridad, por las altas y bajas de la economía y del aparato productivo en todas las ramas donde se desarrollaba la población tequisquiapense. Sin embargo, en el corazón de las familias y del pueblo en general se percibía viva desde tiempos de la insurrección, la ansiada libertad porque además de la conciencia ciudadana, se tenía la información de los acontecimientos no solamente realizados en el territorio queretano, sino en el resto de la Nueva España. Seguramente las fuentes de información fueron los propios combatientes, sus movimientos bélicos y las pláticas de la gente del campo que conocedoras de veredas y atajos en los amplios territorios agrestes por efectos de la arriería, tuvieron la oportunidad de informarse de cuantos acontecimientos se

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Geraldine McCaughrean daban en territorio queretano. Tal percepción libertaria perduró a través de los años. En ese orden de ideas y consumada la Independencia, el trabajo en las haciendas continuó siendo la fuente primordial de empleo y del sustento familiar, así como la principal generadora de la economía del municipio varias décadas después, aun cuando las condiciones de vida de la gente fueron precarias y miserables por depender mayoritariamente de los trabajos del campo. Estas condiciones provocarían en todo el país la Revolución Mexicana que puede considerarse una tercera manifestación libertaria, porque no era posible que después de la Guerra de Independencia, de la Intervención Francesa, del sedicente imperio de Maximiliano y del sojuzgante porfiriato, el pueblo mexicano tolerara una opresión más.

Posterior a la Revolución y hasta la segunda mitad del siglo XX empezó a cambiar el perfil económico de Tequisquiapan con el surgimiento de posadas, hoteles, balnearios, fraccionamientos residenciales y artesanías; con ello, los tequisquiapenses lograron realidades de mayores perspectivas en relación al grandioso recurso natural de los manantiales de agua termal que proyectaron a Tequisquiapan como el segundo municipio de importancia turística del Estado de Querétaro, dentro del marco espléndido de la libertad que tanta sangre costó en aquellos aciagos años de luchas fratricidas en el territorio nacional.

1. Texto del documento A. G. Qro. Secc. 4ª, Fomento 24, Exp. Nº 4.2. A.G.N ramo historia vol. 106, Exp. 12 3. A.H.Q., Secc. 4ª, Fomento 24 de septiembre de 1899

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Don Policarpio Olvera Cuento: José Luis Rubén Páramo Quero Cronista e investigador de Pinal de Amoles

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n viejo amigo me contó hace tiempo la vida de su abuelo. Conforme brotaban de sus labios las descripciones solariegas, las relaciones amorosas y las pláticas familiares de su antepasado, los usos y costumbres de principios del siglo XX en su pueblo, iba creando y recreando en mi imaginación la villa de Jalpán, con casas de adobe, de un solo piso y techos a dos aguas de tableta y tejamanil, bien alineadas en calles empedradas algunas y de tierra muchas. Calles que suben y bajan hacia y desde de la plaza principal formando manzanas apretujadas que buscan cobijarse o ampararse en la Casa de Dios, la que rodean por todos sus flancos, como protegiéndose del enemigo o protegiendo de la más mínima agresión su templo barroco.

Frente al sagrado recinto se levanta el amplio atrio presidido por una agradable plaza, testigo de los pequeños y grandes sucesos del lugar, sombreada por árboles frondosos, maderos verdes que le dan frescura al lugar, en cuyas ramas revolotean aves en algarabía y una que otra canora. Jalpán [sic] fue un pueblo olvidado por las autoridades centrales. No obstante, a principios del siglo XX ya contaba con 10,500 habitantes y cosa extraña: tenía un banco rural, alumbrado público de carburo y teléfono de baterías, y por sobre todo, el empuje de esforzados lugareños que poco a poco engrandecían su terruño. Ese fue el motivo por el cual el 17 de octubre de 1904 fue premiado por iniciativa de Ley del Gobernador Francisco González de Cosío, otorgándole al hermoso lugar la categoría de Ciudad. Inolvidables fueron los festejos celebrados por tal honor. Gran

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Geraldine McCaughrean fiesta cívica en la plaza principal bajo la sombra de la fronda, sin faltar los discursos, el desfile de los escolapios y los cantos heroicos. Hubo alguien que lo celebró con mayor entusiasmo: Policarpo Olvera Rodríguez. Don Policarpo era oriundo de un pueblecito cuya riqueza nació de los nogales que se multiplicaron a lo largo de las vegas del río Extoraz. Árboles que pintaban de verde sus riveras dándole, según la estación, diferentes tonalidades. El presidio llamado Santa María Peñamillera, hoy Peñamiller, creció en terrenos desolados, a espaldas de los huertos. Frente al río se muestra la vegetación del semidesierto que para unos es hermosa y para otros peligrosa; igual reta al hombre a la sobrevivencia. Don Policarpo Olvera Rodríguez nació en 1863, en esa población. Sus padres fueron los señores Quirino Olvera y Felipa Rodríguez. Por supuesto que este pañamillerense obtuvo en su terruño la capacidad de sobrevivir, por eso aceptó el reto del destino. Era joven cuando se trasladó a la villa de Jalpán. Se inició en el comercio

como dependiente en la tienda La Palma, propiedad de su tío don Antonio Olvera. Luego, aprendido el oficio, se independizó. Con el tiempo alcanzó prestigio como comerciante. Se involucró en las actividades cívicas del lugar y por su honradez y esfuerzo logró ser aceptado por la cerrada sociedad jalpense y considerado como parte de ella, aunque posteriormente con algunos resquemores y sentimientos encontrados con algunos jalpenses, por su actividad en apoyo del movimiento maderista.


El Heraldo de Navidad Alcanzó tal prestigio que para el 10 de noviembre de 1909 fue electo como Regidor Tercero en el H. Ayuntamiento, que funcionaría de acuerdo al acta de elecciones de esa cabecera distrital, publicada en el periódico Oficial La Sombra de Arteaga de fecha 31 de diciembre de 1909, a partir del año siguiente. En 1911, en la lista de ciudadanos electos como regidores y síndicos del ayuntamiento, aparece como Regidor 2°. El movimiento de la Revolución Mexicana, iniciado el 20 de noviembre de 1910 por Francisco I. Madero en contra del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, sacudió a Jalpán. Varios de sus pobladores se manifestaron en contra del sistema político imperante, principalmente por las grandes desigualdades e injusticias sociales que vivían la mayor parte de los serranos, pero también por reelegirse don Porfirio Díaz, como Presidente de México por sexta vez consecutiva, según decreto del Congreso, el 4 de octubre de 1910. Los postulados de Madero, bajo el lema de “Sufragio efectivo. No reelección”, motivó a un grupo de

jalpenses a sumarse al movimiento revolucionario liderados por don Policarpo Olvera Rodríguez. La rebelión en esta región se inició por la influencia geográfica que tuvo la Sierra Gorda con los estados de Hidalgo y San Luis Potosí. El 22 de mayo de 1911, los rebeldes al mando del hidalguense Nicolás Flores y con el apoyo de un centenar de vecinos, tomaron la primera plaza queretana, la prefectura de Jalpán, iniciando así la incursión revolucionaria por el norte del Estado. Por este acontecimiento don Policarpo Olvera fundó el Club Maderista ‘Aquiles Serdán’ postulando a Madero como Presidente de la República para el siguiente periodo constitucional. En su calidad de presidente del Club Maderista de Jalpán, don Policarpo Olvera acudió el 22 de agosto de 1911 al Teatro Hidalgo de la Ciudad de México. Ahí se celebró la Convención del Partido Constitucional Progresista. Por su puesto que don Policarpo otorgó su voto a favor de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez para postularlos como candidatos para la presidencia y vicepresidencia de la

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Geraldine McCaughrean República, respectivamente. Como es sabido esta formula resultó triunfante y el 1° de noviembre de ese año tomaron posesión de sus cargos por un período que debería terminar el 30 de octubre de 1915. El 11 de agosto de 1914, don Policarpo, ya como Presidente Municipal de Jalpán, firmó un telegrama enviado al Secretario de Gobierno de Querétaro en el que informa que su distrito está en orden y tranquilidad pública a solo dos días del nombramiento del Coronel Federico Montes como Gobernador Constitucional y Comandante Militar del Estado de Querétaro. Días después el 30 del mismo mes, lanzó una proclama al pueblo de Jalpán, documento interesantísimo pues revela a un hombre equilibrado y culto. Habla cual hombre conocedor de la justicia, de la democracia, del derecho, cita con gran tino a los clásicos y aún a los revolucionarios franceses. Por ser excepcional la exhibo con este escrito.

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El Heraldo de Navidad El 6 de noviembre de 1914 en el cabildo de Jalpan, don Policarpo, en compañía del General Conrado Hernández Medina, Teniente Coronel Teódulo Montemayor, Mayor G. Herrera, Basilio Chávez, Mayor Luis de la Torre, J. F. Pedraza, Manuel Pedraza, Trinidad Rivera, G. Montoya, Lauro del Agua, Z. Carrillo, Mauro Reséndiz, F. Alvarado y C. Reséndiz firmaron una acta en apoyo a todo lo emanado de la Soberana Convención de Aguascalientes y al C. General Eulalio Gutiérrez, nombrado recientemente, Presidente Provisional de la República Mexicana. El impacto de la Revolución en Querétaro, en el período de 1914 a 1917, produjo inestabilidad política debido a las luchas entre facciones y caudillismos, provocando la angustia y desesperanza de los sectores sociales de Querétaro. Me cuenta el referido nieto que en la región de Jalpan, el descontento social se dio dolorosamente con la muerte de Madero en 1913. Por esta causa hubo muchos levantamientos y enfrentamientos regionales en el período de Victoriano Huerta, usurpador y tirano. Algunos lugareños se sumaron a la lucha agrarista iniciada en 1911, exigiendo

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Geraldine McCaughrean la devolución de las tierras quitadas a campesinos e indígenas y terminar con ello el abuso perpetuado por el porfiriato. En 1913, don Policarpo, asqueado de la actitud del usurpador Huerta, se expresó en pleno jardín con frases cargadas de ira señalando que el gobierno del General Huerta era un atajo de bandidos y que el propio Primer Magistrado “era un hijo de la chingada”, asesino de Madero y Pino Suárez; que él era partidario de la Revolución y que estaba en correspondencia con el Diputado Rendón y con varios más para vengar la muerte de Madero. Como lo gritó muchas veces, sin cesar en su acusación, molestó al capitán de la guardia federal acuartelada en la cabecera del distrito. Éste retó a duelo a don Policarpo que aceptó de inmediato, señalando como lugar el propio centro de Jalpán; solamente la intervención de D. Federico Fernández, prefecto político en ese entonces, evitó tal desaguisado. No obstante fue detenido y acusado del delito de rebelión. En el Archivo del Estado está el proceso seguido en su contra; de él solo exhibo algunas hojas.

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El Heraldo de Navidad Por tal atrevimiento fue aprehendido por el Capitán Alfonso Salgado y llevado preso de Jalpan a la ciudad de Silao, Gto., en donde gracias a la valiosa intervención de su primo don Gregorio Olvera, se salvó de ser fusilado a cambio del pago de un rescate de $5,000 mil pesos en oro. Agrego que nuestro personaje se casó en 1900 con la señora María del Carmen Montes. Quedó viudo a los 45 años. Contrajo nuevas nupcias con la señora Ma. Concepción Trejo, con quien procreó su único hijo de nombre José Trejo Olvera, que nació el 23 de febrero de 1914 y falleció el 17 de marzo de 2002. Por razones personales optó por llevar primero el apellido de su madre y después el de su padre. Don José Trejo fue un hombre muy conocido y apreciado por los abogados litigantes, pues durante muchos años fue el secretario del Juzgado Segundo de lo Civil de esta ciudad. El 16 de octubre de 1922, don Policarpo Olvera fue electo Diputado Federal Suplente del Doctor José Siurob, quienes contendieron por el 4° Distrito Electoral del Estado de Querétaro en la XXX Legislatura, obteniendo en las urnas una votación 2,517 votos. En ese año un incendio terminó con gran parte del caserío de la parte oriente de la parroquia. Asimismo la guerra, la sequía, la peste y la epidemia de gripe, el asalto perpetrado por numerosas gavillas de maleantes, la migración, la tan difícil comunicación con las autoridades de la capital, dañaron severamente a Jalpan. De sus 10,500 habitantes quedaron apenas unos 600; su jardín tan bien cuidado y su caserío original quedó hecho ruina; desaparecieron la iluminación, el

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Geraldine McCaughrean teléfono y el telégrafo; llegaron la decadencia y la miseria al lugar. Dicen los viejos que las avispas, zorras y coyotes eran los amos y señores del pueblo. Los pocos pobladores que permanecieron reiniciaron la sanación de las heridas y la reconstrucción del lugar. El 10 de mayo de 1923, los vecinos de Jalpán y de San Pedro Escanela del partido Liberal Único de Jalpan y Club Libres de San Pedro se quejaron ante el Sr. Gobernador José María Truchuelo: “…de las violaciones que ha llevado a cabo el C. Presidente Municipal de Jalpan C. Pedro Rivera y el C. Lic. Luis E. Maldonado Montero, quienes abiertamente obstruyeron nuestra labor para promover a nuestro candidato a la gubernatura el C. Dr. Diputado José Siurob y sí apoyan al candidato oficialista Francisco Ramírez… Rubrican: Policarpo y Silvestre Olvera, Víctor Pedraza y los otros firmantes.” (Fondo Poder Ejecutivo Sección 1ª Serie Gobernación Expediente 040 Oficios 3960 y 3997 A. H. de Qro). El 8 de mayo de 1926 el C. Presidente del Consejo de Administración del municipio de Jalpán comunicó al C. Gobernador del Estado: …que tomaron posesión al haber

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El Heraldo de Navidad sido designados por el General Porfirio Rubio en representación del supremo gobierno del Estado, cumpliendo con su autorización contenida en oficio numero 50 de fecha 1º de marzo anterior y de acuerdo con el decreto 4 de fecha 19 de octubre de 1925. Rubrican este documento: El Presidente del Consejo de Administración Civil Rosendo Montes, Vocal Policarpo Olvera, Vocal Filomeno Medina. (Fondo Poder Ejecutivo Sección 1ª Serie Gobernación Expediente 2042 A. H. de Qro.) Sus últimos años de vida los dedicó de lleno a sus giros comerciales: “La Palma”, “La Lonja” y “La Favorita”, así como a la agricultura y la ganadería. El 30 de diciembre de 1940, don Policarpo Olvera falleció en el Hospital Civil de la Ciudad de Querétaro, Qro., ubicado en el

claustro del exconvento de Santa Rosa de Viterbo. Solo agregaré que durante la Administración del C.P. Víctor. Manuel Pedraza Rodríguez, en Sesión de Cabildo celebrada en 1992, se acordó imponer su nombre a una de las calles de Jalpan. Fue escogido el boulevard que desde esa fecha lleva el nombre: “BOULEVARD POLlCARPO OLVERA”. El día 30 de septiembre de 2004, se solicitó del H. Ayuntamiento de Jalpan, se creara la presea o medalla al Mérito Ciudadano, destinada a alguno de sus hijos destacados, con motivo del primer centenario de la Villa de Jalpan y ser declarada Ciudad en 1904, declarando el cabildo que dicha medalla llevaría el nombre de “Policarpo Olvera”, fundador del Club Maderista “Aquiles Serdán”.

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Bibliografía y archivos consultados. Fondo. Poder Ejecutivo. Sección Guerra: 1908-1930.- A. H. de Querétaro

Berrones Montes, Roberto. Ensayo: Revolución Mexicana en la Sierra Gorda. Revista Ya’Yofo.

Folder 00632. Exp. 58. Fojas 4 y 5 F y V. A. P. J. Casa de la Cultura Jurídica, Querétaro.

Berrones Montes, Roberto. Artículo: “Jalpan”. Revista Ya’Yofo.

Jalpan de Serra en la Revolución Mexicana.

Flores González, Antonio y Salinas de la Vega, Santiago. Rebeldes de la Sierra de Querétaro en la Revolución, pp. 43 y 44.

Trejo de la Vega, Homero. Don Policarpo Olvera, un revolucionario serrano.

Periódico La Sombra de Arteaga 1908-1930.

Documentos y archivo fotográfico. Propiedad de la familia Trejo de la Vega.

Nota Bene: En aquellos tiempos se usaba el nombre como Jalpa o Jalpán indistintamente.

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Capitulo 4

Cuento: Alfonso Camacho González Cronista Honorario de CROMEQ, A.C.

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o veíamos pensativo, sentado sobre su silla de madera y bejuco, cubierta su espalda con aquella rala pero inseparable cobija, tal vez, recordando su origen indígena, las manos de sus hijos, los brazos de doña Juliana Montoya, fallecida por el año 1946, esposa del viejo ex obrero de la fábrica de textiles El Hércules. Sus ojos, llenos de nostalgia, seguramente buscaban en el azul cielo respuestas por lo vivido durante tantos años al amparo de su trabajo humilde, de sus dudas,

de la preocupación por el destino del país, de su Querétaro. A veces hablaba para él, eran soliloquios en cuyas palabras aparecían pasajes descriptivos de infancia con su natural encanto. Decía que nació en Bucareli, allá por Pinal de Amoles, hermoso paraje de la Sierra Gorda en medio de montañas, barrancas, aire fresco perfumado por los oyameles, los pinos y las florecillas silvestres que al arrullo de arroyuelos o la lluvia, compartían el canto de coloridas aves, el vuelo majestuoso de las aguilillas y más arriba de las cumbres, el cielo inmenso, profundo, iluminado por el radiante sol.


Geraldine McCaughrean Estas bellezas acompañaban la vida y el trabajo familiar, el cotidiano acontecer comunitario con sus tradiciones, sus fiestas patronales, juegos infantiles, relaciones familiares y el sin fin de pequeñas cosas, detalles que conformaban el universo bucólico de la serranía queretana. Pero las circunstancias cambiantes propiciaron la búsqueda de otros espacios y algunos de aquellos serranos reubicaron su estancia por diversas causas y rumbos distintos; así, este hombre se trasladó a la Villa Cayetano Rubio, a poca distancia de la ciudad capital Santiago de Querétaro. En Villa Cayetano Rubio se había establecido a mediados del siglo XIX, la fábrica de textiles El Hércules, cuya actividad central eran los hilados y tejidos, traducidos en paños finos; fue la primera industria de ese tipo en Querétaro y segunda en la República Mexicana. A su alrededor nació y creció un asentamiento humano que en un principio fue identificado con el nombre de “Hércules” derivado del de la fábrica, cuyos habitantes eran obreros. Posteriormente se le dio el nombre oficial de Villa Cayetano Rubio en recordación del fundador de la factoría, rico industrial que

propició “auge” con el proceso industrializador de entonces, con sus máquinas y el trabajo de los obreros destacándose esta pequeña comarca queretana muy a pesar de las precarias e inhumanas condiciones en que laboraban los trabajadores. En esos centros laborales se empleaban los más necesitados, desde luego, en un ambiente de pésimo trato al grado de prisión a causa de las deudas inducidas por los patrones. Tal situación permeó en el tiempo y la fábrica El Hércules no fue la excepción. Hay un libro titulado “Hércules, Industrialización y Clase Obrera en Querétaro, 18381877” escrito por el señor Fidel Soto González, obra de donde he tomado información para apoyo del presente texto. Pues bien, a pesar de la triste realidad y acuciado por la necesidad, el hombre de esta historia no reparó en mientes y consiguió empleo en dicha fábrica; seguramente llevaba en su entendimiento no sólo el apuro de conseguir el diario sustento sino la intención de luchar por mejores condiciones de vida de sus compañeros trabajadores, y se convirtió en agudo sindicalista, líder con su ideas y actitudes que a la larga le acarrearon en la época, inquina de

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El Heraldo de Navidad los incondicionales de los patrones, y de éstos, la desconfianza y temor porque vieron en Luis Camacho Velázquez un real peligro para los intereses explotadores de los amos. Pasó el tiempo y llegó la Revolución Mexicana con toda su fuerza y consecuencias desastrosas; muertos don Francisco Ygnacio Madero y el señor don José María Pino Suárez, creció el mar embravecido de la lucha armada; ahora, ya no era don Porfirio Díaz y su régimen el objetivo revolucionario, sino Victoriano Huerta, el chacal, y demás gente nefasta que usurpó el poder desatando nuevamente la furia popular. Fueron más años de sangre derramada entre compatriotas, la razón de la sin razón proyectó catapultada la negrura de la incertidumbre, de las traiciones, de la rivalidad entre los oprimidos por el poder y la pobreza, y los detentadores de ese poder político, militar y económico. Ya no era posible soportar más tanta vejación y los obreros de Hércules, lo sabían también los patrones. Pero… cómo quitarse éstos, los patrones, la sombra de aquel idealista que Dios sabe los caminos por los cuales tuvo conocimiento de los móviles de la Revolución Francesa y de sus ideólogos, de sus libertadores, de los cuales tomó

ejemplo Luis Camacho Velázquez, convirtiéndolo en apasionado de la libertad que ansiaba justicia para los obreros; los amos se encontraban furiosos porque con esas ideas soliviantaba el ánimo de sus compañeros trabajadores; era un estorbo en todos sentidos para la empresa, un hombre nada conveniente. Entonces, los poderosos planearon deshacerse de Luis Camacho Velázquez y urdiendo feroz estrategia, lo entregaron a la malagueña, a la leva, poniéndolo en manos del ejército federal, el ejército del gobierno, enemigo natural de los revolucionarios y quedó bajo el dominio de los pelones para que, en cualquier acción de guerra, muriera el líder. Escapó del ejército federal y libre de la leva, se enroló en las fuerzas de la revolución y asimiló aún más los ideales de Madero, a pesar que éste había muerto. En sus pláticas con la familia, los nietos tiempo después y a tanto rogarle, escuchamos con esa curiosidad y atención propias de la infancia y adolescencia, pinceladas de sus correrías pues se reservaba detalles y circunstancias; asimismo daba a entender que conoció a la División del Norte, al Centauro Pancho Villa y a tanta gente de por   allá.

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Geraldine McCaughrean Fue tal su arrojo, espíritu aventurero y conquistador por ser de buena estampa, que cuando regresó a Hércules, años más tarde vino una partida de indígenas Yaquis en su busca, probablemente en represalia por alguna acción no tanto bélica, sino porque según nos platicaron los mayores, y que a ellos también alguien les dijo, se debió a que en sus correrías por Sonora se había robado a una joven yaqui de cierta alcurnia; contaban los antepasados que escucharon tremendas voces de esos hombres a caballo que, echando bala, gritaban: ¡Dónde estás Luis Camacho! Jijo de tal por cual… Pero nunca dieron con él y se regresaron. Más detalles no supimos. A veces se tejen leyendas sobre algunos personajes y no es difícil pensar que por la galanura y valentía del revolucionario de esta historia, más de alguna dama se prendó creando cierta confusión. La imagen de este guerrero revolucionario quedó en la memoria de los pueblos del norte aunque ignorado, pero él, en su conciencia, traía muy guardada la entrega que de corazón brindó a la Revolución Mexicana jugándose la vida por la causa de los oprimidos trabajadores, de los obreros y también por los campesinos explotados, aun cuando no estuviera cerca de los

revolucionarios del sur, en suma, por las clases vilipendiadas y empobrecidas. Viudo, vivió años al amparo de sus hijos Vicente y Jesús Camacho Montoya en aquella entrañable casa de Reforma 138, en el Barrio de La Cruz; ellos siguieron sus pasos trabajando en la misma fábrica incluido Teófilo quien se domicilió en otro espacio, pero los tres obreros al pendiente de su papá al igual que sus dos hijas María y Pilar. En sus soliloquios hablaba del cuarto poder que debía estar con las causas populares publicando la verdad y no alabanzas a los poderosos. Por su parte no deseaba ser un desocupado inútil y se empleó en un taller que producía cambaya, por el rumbo de Santa Ana o San Sebastián; sabía manejar muy bien los telares y así se ganó la vida. No quería dar molestias. Sus consejos fluían de su corazón como el agua de un río y con suave voz decía entre otros: “no sean díscolos, la discolería es mala; mejor compartan entre ustedes lo poquito o mucho que Dios los socorra, así, pueden ser caritativos entre hermanos y socorrer hasta donde puedan a los pobres. No se olviden de ser trabajadores para que coman y vistan a gusto; ayuden a los que no saben las letras, a los

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El Heraldo de Navidad padrecitos que de verdad lo necesiten, den buen ejemplo a los demás, respétense entre ustedes y respeten al prójimo; duerman a sus horas y si se ofenden, perdónense, no es bueno guardar corajes porque no sabemos si vamos a amanecer o anochecer, la muerte no avisa; estudien con ganas para que sean mejores gentes; pídanle a Dios que los proteja y dénle las muchas gracias que merece porque pronto nos vamos de este mundo”. Aquellos consejos, aquellas palabras y su mirada, nos envolvieron para siempre; su sabor perdura y con aquella confianza y creciente anhelo de saber sus pensamientos, sentimientos y vivencias que experimentó en la revolución, logramos tal vez por insistentes, tal vez porque don Luis Camacho Velázquez quiso desahogarse y dejarnos una lección más, nos mostró las cicatrices de los balazos que recibió en su cuerpo cuando participó en aquella guerra fratricida de la Revolución Mexicana.

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Geraldine McCaughrean Con cuánta admiración, con cuánto respeto, con cuánta emoción reverente, sus nietos vimos las huellas de aquellas heridas por donde se derramó su sangre clamando justicia. Nuestras lágrimas de adolescentes fueron bálsamo y caricia para el viejo luchador, para el viejo revolucionario, porque él, sí expuso el pecho, su rostro, su alma indígena, su corazón queretano frente a las balas y la intolerancia del régimen del chacal y otros, y aún así, el abuelo, nuestro amado tito Luis, lloraba lágrimas de hombre y nos decía que le dolió matar cristianos, los llamados pelones, los soldados y sus seguidores porque también eran mexicanos, y a él no le habían hecho nada, y de pilón, ni los conocía. Pero iba en juego la nación, su vida de obrero y la de muchos pobres.

aquel indígena nacido en territorio de jonaces aunque su sangre era otomí chichimeca. Se fue con vuelo de halcón, con majestad de águila, con la grandeza de su vida sencilla, de su amor por Querétaro, por su familia, por la Sierra Gorda que lo vio nacer. Se fue con la grandeza de su sangre derramada en la Revolución Mexicana por la causa de los trabajadores. Deseo de todo corazón que siga en la casa de la luz nuestro abuelito Luis.

Fueron años muy duros, hijos, decía; pero ya pasaron. Ojalá y Dios no permita que tenga México esas matanzas porque miren, matar hermanos a nada bueno conduce. Es mejor la cordialidad, siempre la cordialidad, así puede uno salir tranquilo a la calle, a trabajar, a la iglesia, a donde uno quiera en la confianza de la cordialidad. Pasaron los años y un día se fue don Luis Camacho Velázquez, más allá del sol; remontó las alturas

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Doscientos Años de Gritos de Autonomía Cuento: Luis Ugalde Monrroy

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a Navidad es la mejor época del año para recordar los fastos de la Independencia y Revolución porque ambos hechos que abren sendos procesos en busca de autonomía, encarnan el ideal sembrado por el Redentor del mundo. El análisis de los hilos que forman la trama de la historia de Querétaro de los siglos XIX y XX, llamados de “México independiente” de las Españas, muestra el anhelo permanente de autonomía, sea respondiendo a problemas particulares o haciendo eco a gritos en respuesta a problemas sociales. Al efecto recordemos que de nada te sirve que te suelten la rienda si tu sólo buscas quien te ponga el bozal y te monte, porque la libertad es una conquista que empieza por hacerte responsable de una misión y no seguir la corriente fácil de pensar con cerebro ajeno y echarle a otros la culpa de tus actos.

Preludio La segunda mitad del siglo XVIII pergeña el proceso libertario desde las aulas de Filosofía de los jesuitas y de los padres del Oratorio de San Felipe Neri con la idea radical de que la libertad empieza en la mente que profundiza en la verdad científica. Si tal idea se hacía popular haría añicos el absolutismo regio que dejó aquella frase modelo de omnipotencia herida:”Sepan cuantos son súbditos del gran monarca que ocupa el trono de las Españas que nacieron para callar y obedecer y no inmiscuirse en los altos asuntos del gobierno” traducidas en la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles, pero prevalecieron los métodos de educación, continuados por los padres del Oratorio de San Felipe Neri amigos de Don Miguel

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Geraldine McCaughrean Hidalgo quien bendijo en 1905 el templo, hoy Catedral de Querétaro, cuyo anexo fue escenario en el siglo XIX del mantenimiento del ideal libertario y en el que hace un siglo (1910) funcionó el Instituto Científico.

y Director del Colegio Civil del Estado en 1861, castigado con el retiro de sus licencias ministeriales por negarse, el único, a dar su firma para la venida del Archiduque Maximiliano como Emperador de México.

El representante eximio de la corriente educadora de los oratorianos y que personifica el grito del derecho natural de autonomía es el Dr. Juan Benito Díaz de Gamarra, originario de Zamora, Mich., educado en la Universidad de San Nicolás, Morelia, Mich., Rector del Colegio de San Francisco de Sales en San Miguel el Grande, Gto., donde sus vigorosos libros de Filosofía Moderna levantaron movimientos libertarios en las ahora 20 Repúblicas Latinoamericanas.

Educación para todos gritan los hechos de don Florencio Rosas que promovió escuelas específicas para las diversas clases sociales y edades, como el Colegio de la madre Salvadora para niños y niñas, el Liceo Católico para profesionistas, la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela para campesinos en San Juanico.

Siglo XIX De la corriente de Filosofía Moderna nace el grito de 1810 “Muera el mal gobierno” que desata una serie de doscientos años de gritos de hechos que, en Querétaro, se traducen en anhelos de educación que parten de tres gargantas de educadores representantes de una pléyade de maestros que parecen hacer eco y proyección a los tres perfiles de la educación, la justicia y la política Viva la República, gritó Don Nicolás Campa, miembro del Oratorio

Los maestros deben capacitarse profesionalmente, fue el ideal vivo del maestro Andrés Balvanera hasta que logró el reconocimiento oficial de la Escuela Normal del Estado. Estos tres personajes son símbolo de una sociedad guiada por las convicciones que pasaban de la violencia destructiva de las armas a la construcción de la sociedad por la educación mostrando el camino de la paz. La carencia de educación social provoca la injusta distribución de la riqueza, que caracterizó y propició el levantamiento armado de la Revolución, que repite el escenario de un siglo antes con diferentes personajes.

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El Heraldo de Navidad Siglo XX A diferencia del siglo anterior, el XX es pródigo en gritos cada vez más populares representativos de diversas categorías sociales que luchan por la defensa de sus derechos y que perfilan cada vez mejor un proyecto de nación. Se pueden descubrir gritos que en cierta forma repiten el ideal de administrarse por sí mismos matizando los campos de trabajo, justicia y administración. Sin pretender enumerarlos todos, apunto los siguientes: La Revolución se origina en el agro, “La Tierra de quien la trabaje”, sediento como hoy, cien años después, de precios justos, peso exacto y calidad efectiva, haciendo eco al grito político “Sufragio efectivo. No reelección”. En 1911 la ciudad de Querétaro ya se distinguía por el desarrollo de la industria textil pero al mismo tiempo, la poca participación de sus obreros, por lo cual brota en el Círculo Católico y Patriótico de Obreros Queretanos el primer ahorro obrero en Querétaro, proclamando el derecho obrero a administrar sus recursos, movimiento propiciado por el padre Ignacio Ma. Loyola, Prepósito de los Padres del Oratorio, heredero de las ideas de Gamarra y Campa, y fundador del Instituto Científico.

La defensa del trabajo se concretizó en el derecho a la sindicalización obrera que garantiza la Constitución de la República de 1917 y sin embargo, la política rechaza la sindicalización campesina. Por eso se levanta el grito del sindicato El Surco desde Jurica, alrededores de Querétaro, Escobedo, San Juan del Río, Amealco y Huimilpan, cuyos líderes fueron masacrados por el ejército. Uno de los gritos más dolorosos, discutibles y enigmáticos fue el de ¡Viva Cristo Rey! que en Querétaro logra espacios en el municipio de Colón. Criterios religiosos contradictorios con la encíclica Rerum Novarum o De las Cosas Nuevas del Papa León XIII, enseñaron que era pecado aceptar los ejidos pero en 1936 el padre Cirilo Servín Lozada gritó: “¿Pecado? ¡Es que no trabajen la tierra!”, que motivó a los campesinos de Amealco a obtener las mejores cosechas de trigo y la recuperación de la economía de la región. En 1929, en el campo político de partidos, se levanta el gran ideal de Democracia y Justicia Social, del actual PRI y en 1939, con otras palabras, entraña el mismo ideal el Bien Común proclamado por

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Geraldine McCaughrean el PAN y paralelo a ellos nacen los ideales de “izquierda” que a su momento proclamarán como grito de partido político el Desarrollo Social. De manera semejante, el Sinarquismo proclama ¡Orden!, de ahí su nombre. En 1943 el Sindicato Nacional de maestros proclamó el lema de su escudo: “Por la Educación al servicio del pueblo”, sentando las bases indispensables de solidaridad con el grito que proclama el derecho de los ciudadanos a administrar el dinero de sus bolsillos y de sus propias empresas. En 1951 la Sierra Gorda de Querétaro escuchó el grito ¡No se dejen! con que el Padre Ángel de la Vega despertó a los campesinos pasivos ante la explotación por su ignorancia, abusos en los cambios, precios bajos para sus productos y altos para comprar en las tiendas del pueblo, para lo cual abrió escuelas para campesinos donde aprendieron, además, Aritmética, Filosofía de la Historia y Oratoria y les mostró el camino de hacer efectivo su cristianismo proclamando la justicia social. Entre 1945 a 1970 el padre Felipe Lavigne mantuvo diversas iniciativas en sus diferentes parroquias para

apoyar a los campesinos hasta lograr en 1968 el ideal de su vida, la Escuela de Agronomía en Los Cues, con el ideal europeo de que cada agricultor sea un ingeniero agrónomo. Inaudito fue en 1951 el grito de maduración laica del líder obrero Lucio Valdez que decidió participar en la Junta de Conciliación y Arbitraje contra la opinión de su compadre y asesor obrero, padre Gonzalo Vega. Haciendo eco al Movimiento Nacional de Cajas Populares, con el conocido lema Por un Capital en Manos del Pueblo nació en 1956 en Tequisquiapan la primera Caja Popular en el Estado, la cual sembró la idea de que el pueblo tiene derecho a crear y administrar el autoservicio de Ahorro y Crédito. En 1958 la Universidad de Querétaro se proclama autónoma y años más tarde el SUPAUAQ toma el lema: “Por una auténtica comunidad universitaria”. No debemos omitir el movimiento indígena que cada día proclama con mayor vigor sus derechos de acuerdo a la Constitución de la República.

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El Heraldo de Navidad La celebración de los 500 años de encuentro entre Europa y América (1992) motivó el estudio de la cultura indígena que descubre el maravilloso paralelismo de las leyes naturales de la Ecología con la concepción política de una Economía Solidaria. En los últimos años han proliferado diversos gritos legítimos de diversas minorías feministas, o de jóvenes, o también a favor de la salud y alimentación. Otros polémicos que parecen lesionar nuestra cultura tradicional. En resumen, doscientos años de historia mexicana muestran que la esclavitud no quita la libertad de pensamiento porque la carencia de leyes positivas justas no apaga la conciencia del Derecho natural.

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Un noble caballero Don José Ignacio de Villaseñor Cervantes y Aldama Cuento:Roberto Servín Muñoz, Cronista Municipal de Querétaro En Querétaro cuatro calles tienen un atractivo especial, el antiguo Camino Real, hoy Cinco de Mayo con su inigualable calle del Biombo que entronca con la Plaza de San Francisco, ahora Jardín Zenea; la calle de Juárez desde la llamada Miraflores y la del Puente que linda con Av. Universidad hasta la de la Academia; la de Madero que originalmente también fue Camino Real y después del Hospital seguida de la primera y segunda de Santa Clara; la cuarta calle es la de Hidalgo, que empezaba con la primera y segunda de San Antonio, la del Marqués y la del Placer. La última tiene un atractivo más especial, pues estando alejada del bullicio del comercio que invadía las otras calles, era un remanso de silencio y quietud, ninguna otra ostenta tal riqueza histórica y arquitectónica. Al caminar por ella podemos admirar las señoriales casas que la formaban, sin imaginar que en uno de sus palacetes, habitaron entre otros personajes don José de Escandón, Conde de Sierra Gorda, y don Juan Antonio Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila. En el siglo pasado habitaron, en dicha calle, en lujosas residencias, tres jefes del ejecutivo estatal: los generales José Ramón Rodríguez Familiar y Octavio Silverio Mondragón, el Ing. Manuel González de Cosío y el Lic. Ignacio Herrera Tejeida, queretano que fue gobernador de Veracruz. Por lo cual bautizó el pueblo, a esta, con el nombre de: Calle de los Gobernadores. En ella hay una casona notablemente histórica, la marcada actualmente con el número 29, ahí, el 30 de mayo de 1848 se firmó la paz con Los Estados Unidos, y los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, por los cuales, desgraciadamente, perdimos más de la mitad de nuestro territorio. También está ubicado El Teatro de la República, cuyo nombre original era de Iturbide, lugar donde fueron juzgados Maximiliano, Miramón y Mejía, y condenados

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El Heraldo de Navidad a morir fusilados. Además, se cantó por primera vez, en público, nuestro Himno Nacional y se discutió y aprobó la constitución que nos rige. Esa calle colinda con el Convento de Capuchinas que fue la última prisión de los tres imperialistas antes nombrados. Ahora sé que en 1810, la casa número 11 de Hidalgo que fue propiedad del Gral. Rodríguez Familiar en el siglo pasado, marcada antiguamente con los números 4 y 5 de la segunda calle de San Antonio, pertenecía a uno de los conspiradores de Querétaro: don José Ignacio de Villaseñor Cervantes y Aldama, Alférez Real honorario de esta ciudad, regidor y alcalde provincial, por renuncia que hizo su padre del mismo empleo. Opulento propietario y descendiente de Juan de Villaseñor Orozco, uno de los cuatro caballeros fundadores de la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, capital del estado de Michoacán. º Su padre, José Ignacio de Villaseñor y Cervantes, regidor y Alguacil Mayor de la ciudad de Celaya, contrajo matrimonio con la señorita María Justa Aldama Patiño (originaria de esta ciudad) el 31 de julio de 1782. Fungieron como padrinos de velación el señor Marqués de La Villa del Villar del Águila (heredero

del título de quien construyó el acueducto de esta ciudad) y doña Zeferina Aldama. Dos años después nació en Querétaro, un niño, quien fue bautizado con el nombre de José Ignacio de Villaseñor y Aldama. Tiempo después, el 31 de agosto de 1807, contrajo nupcias con Felipa Centeno, hija que fue del regidor de esta ciudad, don José Centeno casado con doña Josefa de las Casas. Don Ignacio por parentesco, tenía relación estrecha con el capitán Juan Aldama, quien le presentó al capitán Ignacio Allende con quién cultivo una estrecha amistad. Su don de gentes le abrió las puertas de su casa a los queretanos, ganándose el aprecio de los personajes sobresalientes en esta ciudad capital. A la llegada del corregidor Lic. Miguel Domínguez, emprendió una estrecha amistad con él y con su esposa doña Josefa Ortiz. Poseía valiosas haciendas, disfrutaba en esa región de gran influencia y estimación. Por ser criollo, bullía en él un anhelo de libertad intenso; por ello fue uno de los cómplices del Virrey Iturigaray en el primer gran intento de emancipación de La Nueva España. El fracaso de esta empresa lo llevó a la depresión. Con todo y ello fue uno

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Geraldine McCaughrean de los propagadores de las ideas independentistas concebidas en esta ciudad. Atrajo hacia la causa importantísimos personajes de la capital de la Nueva España, gracias al extenso círculo de relaciones que tenía, como lo fue el Marqués de Rayas y el caballero Fagoaga, y no solo eso, sino que contribuyó con Domínguez, Allende y Aldama a formar el plan libertario que algún tiempo después abortaría en Querétaro. El 24 de junio de 1810, a iniciativa y patrocinio de este caballero, se instauró el primer centro de conspiración en Querétaro, la Academia Literaria llamada Apatista, (apático) con domicilio en la Calle del Descanso N° 14 (hoy, Pasteur 40 norte), cuyo propietario era el poeta y licenciado José María Mier y Altamirano. Su tío, el presbítero don José María Sánchez, excelente orador, que cohabitaba dicha casa, fungió como presidente de la misma y aceptó el nombramiento de secretario don Antonio Téllez a quién según Septién y Villaseñor se le atribuye un cuarteto que se aprendió de memoria I. Allende y que acostumbraba a repetir: Los hechos dificultosos, tales como los presentes, los emprenden los valientes,

los concluyen los dichosos. Esta academia tenía dos propósitos: el fomento de los estudios literarios y, discretamente, la insurrección. Relata don Gabriel Agraz García de Alba en su obra Los Corregidores de Querétaro, edición del autor, que: “En la inauguración pronunció un discurso el presbítero Sánchez, en el que resaltó la importancia de la fundación de dicha academia. El poeta Mariano Acosta declamó de su propia inspiración el siguiente:

Soneto Raya el día el Crepúsculo primero y el parabién le da el reino de flora porque la alegre risa de la aurora sucede al resplandor de su lucero. De luces, luego bañándose el sendero y salta el Sol hermoso sin demora viéndose el hemisferio desde esta hora claro, alegre, jocundo y placentero. Así de este congreso, en lo privado si brillaron las luces sin excesos ya aspiran a ser alba y luz de día. Las flores el destello han observado ¿Qué pueden esperar de sus progresos?

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El Heraldo de Navidad Mucho honor, mucha luz, sabiduría. Revistió relevancia la sesión de la Academia de Literatura del 30 de julio de 1810, en la que uno de sus miembros, el Lic. Manuel María Ramírez de Arellano, dio lectura a su discurso Jurídico e Histórico que dedicó al Regidor don José Ignacio Villaseñor Cervantes y Aldama”. Igualmente comenta don Gabriel Agraz que quizá ésta sea la única constancia que queda de los trabajos de la Academia. Cuando fue descubierta la conspiración de Querétaro, entre los acusados estaba este señor pero, por encontrarse gravemente enfermo, no fue detenido. Un año después, el 19 de junio de 1811, se promovió su destitución como regidor por considerarlo miembro de la sublevación. Sobre el juicio en su contra, el maestro Gabriel Agraz García de Alba, en la obra ya citada, exhibió facsímile del procedimiento seguido en su contra agregando: “El 3 de enero de 1811, el capitán Antonio de la Carcoba, Regidor del Ayuntamiento de Querétaro, solicitó del cabildo se hiciera una averiguación contra su Regidor Alcalde don Ignacio Villaseñor y Aldama, a quién se creía en

complicidad con Allende. Se pidió que se le privase do voz y voto como Regidor. Varios regidores expusieron su opinión al respeto y la mayoría trató de vindicarlo. Las actas de sus declaraciones fueron enviadas a la Junta de Seguridad, la que lo absolvió, porque tomaron en cuenta los argumentos que expusieron sus defensores. Entre otros conceptos dijeron: “Se ha portado en las actuales circunstancias con honradez y patriotismo, expidiendo mil pesos para el Batallón Urbano de esta ciudad en el que es capitán; ha conducido maíz y trigo y harina de sus haciendas para evitar escasez, vendiéndolo todo a precios equitativos en perjuicio de muchos codiciosos que se hubieran aprovechado de la ocasión si este joven no los hubiera contenido… actualmente enfermo de hidropesía, con síntomas de fuerte ahoguito y debilidad de piernas que le imposibilita andar…. Se ha portado en las actuales circunstancias con honradez y patriotismo.” Fue quizás el personaje que contribuyó con más dinero para llevar a buen fin la causa libertaria, pero a pesar de su entusiasmo por la emancipación de México, su depresión se fue agravando. Para ocultar su pena hacia frecuentes viajes al pueblo de La Cañada,

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Geraldine McCaughrean hospedándose en una finca de su propiedad, convertida en un remanso de tranquilidad y paz, plantada de frutales y regada con las aguas que brotaban de El Pinito. A ese lugar iba solamente acompañado de sus dos hijas, a quienes pronosticaba su ya próximo fallecimiento. Permanecía algunos días disfrutando el sosiego de su finca campestre, sin comunicarse con nadie, ni siquiera con sus hijas, mucho menos con sus criados de mayor confianza. Años después de descubierta la insurrección expiró en La Cañada, en los brazos de sus hijas. Su cadáver fue sepultado en la bóveda familiar en el templo de Santo Domingo, con gran pompa, después de haberse celebrado sus exequias en el templo de San Francisco por pertenecer a la Tercera Orden.

la estrangulación. Otros afirmaron que murió a causa de un tósigo que bebió. El pueblo creyó lo afirmado por la primera versión y conservó dolorosamente como propia y por muchos años esa versión, hasta que salió a la luz la Memoria Estadística del Estado de Querétaro, obra póstuma del Sr. José Antonio Septién y Villaseñor, socio corresponsal de Geografía y Estadística y Jefe de la oficina del mismo ramo establecida en la ciudad de Querétaro, dada a luz dicha obra, por sus hijos, en 1875. Una de las hijas de este caballero fue madre de don José Antonio Septién y Villaseñor, y tanto su madre como su tía le refirieron varias veces los pormenores de la junta revolucionaria, pero sobre todo de la muerte de su abuelo, por enfermedad.

Corrió la versión de que el tribunal de la inquisición envió al pueblo de La Cañada una comisión acompañada de un verdugo para darle muerte. Esa versión la propaló una persona que, movida por la curiosidad, se acercó al lecho donde reposaba el cadáver y escudriñando en el cuello del difunto, haciendo a un lado el alzacuello, afirmaba que había visto en el pescuezo las señales de

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Autonomía e Independencia Fiestas Patrias de 1867en Querétaro Cuento: Edgardo Moreno Pérez […] “cada época construye mentalmente su imagen del pasado histórico…” Lucien Febvre

Resignificaciones Específicamente para el presente escrito sólo me referiré a la celebración de las fiestas patrias del año 1867. Veremos cómo los queretanos de ayer fueron convocados a celebrar “la verdadera independencia de la Nación”, a propósito de la conmemoración del inicio del movimiento insurgente. Nos acercaremos a través de la crónica a percibir sus actitudes y motivaciones. Origen del ritual patrio Existen diversas versiones de la arenga o grito que el párroco del pueblo de Dolores expresó en el

amanecer del 16 de septiembre de 1810.1 Al paso del tiempo el episodio se convirtió en efeméride, trasladándose a los mitos y parafernalia de la ocasión. Una de las primeras conmemoraciones de “el Grito” registradas es la de Huichapan en 1812, por iniciativa de Ignacio López Rayón.2 José María Morelos y Pavón, en el Congreso de Chilpancingo, 14 de septiembre de 1813, presentó Los Sentimientos de la Nación. Entre otras cosas se determinaba en el artículo 23: “Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día

1. Herrerón Peredo, Carlos. Propone dos hipótesis: “[…] la primera, que la mayoría de las versiones de esa arenga, conocida luego como Grito de Hidalgo, fueron posteriores tanto a la primeras proclamas insurgentes anónimas que circularon manuscritas como las aclamaciones y frases que repetían los primeros insurrectos; la segunda, que la mayoría de esas versiones asumieron elementos de tales proclamas, aclamaciones y frases”. Cfr. “Versiones del grito de Dolores y algo más”. En: 20/10 Memoria de las Revoluciones en México. No. 5. Otoño de 2009. RGM. Medios. México, pp. 39.

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Geraldine McCaughrean Aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída”.3 El Congreso Constituyente por el decreto del 1º de marzo de 1822, instituyó la conmemoración del inicio de la guerra de independencia y la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la capital mexicana. En nuestra ciudad, la primera vez que hubo una celebración del “Grito de la Libertad”, fue en septiembre del año 1822, por un cronista anónimo tenemos la información: [...] “Se fijó una proclama del Señor jefe político sobre haber venido de oficio la resolución del Congreso sobre nuestra diputación provincial citando su elección para el día 15 del presente y mandado adornen e iluminen tres días las calles en celebridad de este día 16 de septiembre del Grito de la Libertad…”4

1867-Autonomía de la Nación Tal fue el sentir de muchos liberales cuando fueron convocados para formar la Junta Libertaria, que entre otras cosas se encargaría de la organización de las fiestas patrias, recién había concluido un episodio intervencionista en nuestro país y del cual nuestra ciudad había sido protagonista de su epílogo, muy acorde a la época romántica. La Junta Patriótica quedó conformada a finales del mes de julio y a través de una Hoja Volante5 incitaba a los queretanos a las celebraciones de las Fiestas Nacionales. Los vecinos de la ciudad de Querétaro que no salía de la hambruna y las enfermedades, que habían padecido durante los meses de marzo a mayo, en medio de una devastación realizada por casi catorce semanas de sitio fueron convocados a las festividades, entre ensordecedoras salvas de artillería y campanadas tocadas a rebato. En la exposición de motivos del programa Para las festividades

2. Diario de Gobierno y Operaciones Militares de la Secretaria y Ejército al Mando del Exmo. Sr. Presidente de la Suprema Junta y Ministro Universal de la Nación “que fue escrito por diversos secretarios de Rayón, y abarca del 1º. de agosto de 1812 hasta el 6 de septiembre de 1814”. 3. Sentimientos de la Nación. Copia México 31 de octubre de 1814. Secretaría de Gobernación. México. 4. Acuerdos Curiosos. Tomo IV (IV tomos) Trascripción de Meade de Ángulo M.,

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El Heraldo de Navidad cívicas en los aniversarios de los días 15 y 16 de setiembre.6, significaban la importancia histórica de haber conseguido “la autonomía de la Nación”. Diecisiete artículos resumían las actividades.

Espejos, flores y laureles El día 15 el Teatro de Iturbide se adornó con flores, espejos, coronas de laurel, luces y en el foro se instaló un trofeo donde se rendía homenajes a los héroes. Previamente una comisión había escoltado al gobernador desde el Palacio de Gobierno hasta el teatro. A las ocho de la noche con la lectura del Acta de Independencia se dio inicio al ritual patrio. Varios oradores tomaron la palabra, incluso los ciudadanos que se hubiesen anotado previamente. Finalizado que fue, se hicieron salvas de artillería, dianas y repiques a vuelo. A las once de la noche un coro infantil entonó el Himno Nacional; llama la atención que se incluyeron otras estrofas. La bandera

que presidía los honores era el lábaro del Primer Batallón Móvil de Querétaro. En esta ocasión fueron invitados los veteranos de la Guerra de Independencia y familiares.7

Bandas, gallos y fuegos de artificio El 16, a las cinco de la mañana las músicas y las bandas recorrieron las calles, acompañadas de los “gallos”. Desde las ocho de la mañana se formaron las comisiones de escolares, juntas patrióticas, empleados y funcionarios frente al Ayuntamiento [Actual Palacio de Gobierno], y se dirigieron a la sede del gobierno estatal, entonces el edificio que hoy ocupa el Archivo Histórico y otras entidades del gobierno. Las piezas oratorias fuero la parte sustancial del evento y la libertad que se daba a los presos, como una atribución del gobernador. Desde las cuatro de la tarde, en la Alameda, desforestada y ruinosa se recitaron poemas y “piezas literarias”. En la noche en la Plaza 15 de Mayo, [actual Jardín

paleografía del 2º y 3º Tomos. Edición facsimilar. GEQ.- Rosette y Asociados. Querétaro 1989. p. 482. 5. Hoja volante: Las Fiestas de la Independencia- fechada en la ciudad de Querétaro, Querétaro. julio 24 de 1867. Imprenta de Luciano Frías y Soto; Calle de las Malfajadas No. 9. Colección Particular de Edgardo Moreno P. 6. AHMQ- CAJA 1, 674. Bandos históricos-1858-1870. “Programa para las festividades en los aniversario de los días 15 y 16 de setiembre de 1867”. [Querétaro] septiembre 10 de 1867; Julio M. Cervantes / Alberto Vieytez- Secretario.

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Geraldine McCaughrean Zenea] se organizó una fiesta popular, cuyo punto culminante fueron los juegos de artificio a las once de la noche.8

Reflexiones Finalmente los queretanos, con esos elementos y otros, construyeron un nuevo imaginario, una nueva visión de Patria, de identidades, de nacionalismo, es decir, otra mitografía del Panteón Nacional. Al reflexionar sobre el Catecismo Cívico, en el cual hemos sido inducidos desde el nivel básico escolar, Crespo dice: “La historia oficial también llamada ‘historia de bronce’, busca por un lado crear imágenes ejemplares de los héroes nacionales, que emulen la devoción de la patria hasta el sacrificio personal, y desarrolle virtudes cívicas de elevada inspiración” […]9 sin embargo como sostiene Crespo, el precio es la “mutilación deliberada de la verdad”.10 La historia la construimos selectivamente, entre olvidos y omisiones, nos toca en ocasiones

ser cómplices silenciosos. Sin embargo, por otra parte, es una buena oportunidad para hacer una reflexión, no sólo para readaptar el heroísmo, la villanía de unos cuantos,11 sino para insertar en el imaginario los errores y los diversos mecanismos que nos tienen en el vilo de reseñar y orientar nuestro proyecto de Nación en el presente. Otra vuelta de tuerca para proponer e impulsar la conciencia histórica, más que una nostalgia por lo pasado. Ir más allá del artificio de Nación; es una última llamada para reinventar la Patria…cuestionarla, redefinirla.12

7. Ibid. 8. Ídem. 9. Crespo, José Antonio. Contra la historia oficial. Primera edición en Debolsillo. México. 2010, pp. 11, 12. 10. Loc. cit. 11. Cfr. Tenorio Trillo, Mauricio. Historia y Celebración Col. Centenarios TUSQUETSEditores. México. 2009. 12. Circa.

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El Heraldo de Navidad

Varias familias queretanas son descendientes del cura Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga Cuento: Lauro Jiménez Jiménez Introducción Durante siglo y medio, cronistas, historiadores, investigadores y académicos han estudiado ampliamente la figura de Miguel Hidalgo y Costilla, plasmada en decenas de textos que reseñan la epopeya de quien ha pasado a la posteridad como el principal caudillo y el personaje más relevante del movimiento de Independencia, al pronunciar la madrugada del 16 de septiembre de 1810, el histórico “Grito de Dolores”, hecho que lo llevó a ser llamado “Padre de la Patria”. Sin embargo, al releer muchas de las publicaciones de autores decimonónicos, y las que se multiplicaron durante el siglo XIX, pero, sobre todo, las declaraciones que rindió el propio Hidalgo en mayo de 1811 en la ciudad de Chihuahua luego que fueron detenidos los caudillos insurgentes en Acatita de

Baján -y que integran el proceso militar que le siguió el Santo Oficio de la Inquisición-, resalta cada vez más la personalidad del capitán Ignacio de Allende y Unzaga, como el principal promotor de la causa independentista. Pero también autores prestigiados como Lucas Alamán, ya no digamos reconocidos historiadores queretanos de la época posterior a la consumación de la Independencia, me refiero a José Antonio Septién y Villaseñor, y no queretanos como el jalisciense Gabriel Agraz García de Alba, destacan el trascendental papel que varios años antes del estallido de la guerra en Dolores, jugaron los conspiradores de Querétaro, grupo de queretanos ilustrados, militares, eclesiásticos, profesionistas y comerciantes, del que sobresale la figura de doña Josefa Ortiz Téllez Girón, esposa del Corregidor de Querétaro, Lic. Miguel Domínguez Trujillo.

1. Oviedo Medina, Joaquín, 1531-1981. Reminiscencia, Querétaro, 1981, p.

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Geraldine McCaughrean A mayor abundamiento, estudiosos como Modesto Cervantes Sistos, se han dado a la tarea en los últimos años de recuperar valiosos documentos que demuestran la valía de un hombre a quien la historia nacional le ha negado el reconocimiento cual tenaz e incansable promotor y precursor de la Independencia de México: el Corregidor Miguel Domínguez. El catedrático universitario emprendió una acuciosa investigación que lo llevará a publicar en 2010, año del Bicentenario de inicio de la Independencia, una obra que dará una visión más amplia sobre cómo desde Querétaro se fraguó la gesta libertaria. De tal manera que, con base en lo antes expuesto de forma sucinta y después de dos siglos del inicio de la revolución que concluyó en 1821 con la emancipación de la Nueva España y se dio paso al surgimiento de la Nación Mexicana, las ciudades de Querétaro, San Miguel de Allende (entonces villa de San Miguel el Grande) y Dolores Hidalgo (entonces congregación de Nuestra Señora de los Dolores) se

siguen disputando el honor de ser reconocidas como la “Cuna de la Independencia”. Sirva este breve apunte para introducir al lector en el tema del presente artículo, el cual se derivó del hallazgo de un documento mecanografiado que se encuentra en la Biblioteca “Roberto Ruiz Obregón” de la Universidad Autónoma de Querétaro, titulado “Reminiscencia. 1531-1981”. Su autor es Joaquín Oviedo Medina, quien lo elaboró en 1981 con el propósito de contribuir a la conmemoración del 450 Aniversario de la Fundación de la Muy Noble y Leal Ciudad de Querétaro.1 Con ese motivo lo presentó al entonces gobernador Rafael Camacho Guzmán, para su publicación. En la primera parte, Oviedo Medina hace una breve reseña de los principales acontecimientos históricos que vivió la ciudad en los primeros cuatro siglos de su existencia. Después presenta una relación de personajes ilustres y benefactores queretanos habidos desde la primera década del siglo

2. Reminiscencia, p. 38. 3. Guzmán Peredo, Miguel, Miguel Hidalgo y la ruta de la Independencia, Bertelsmann de México, S. A., División Círculo de Lectores, México, 1985, s/p. 4. Carrillo Díaz B., Roberto, Presencia del padre Hidalgo, Colección Metropolitana, México, D. F., 1973, p. 52.

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El Heraldo de Navidad XX. En ella incluye a las “personas con asentamientos humanos en esta ciudad y que en mayor o menor grado descienden del Árbol Genealógico del Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla”.2 Pero antes expongamos algunos rasgos biográficos del cura de Dolores, en cuanto a su faceta de hombre y las relaciones amorosas que sostuvo con varias mujeres en los diversos pueblos, sobre todo del estado de Guanajuato, donde ejerció su ministerio.

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Geraldine McCaughrean Hidalgo, el hombre El padre de Miguel Hidalgo y Costilla fue Cristóbal Costilla Espinoza. El apellido Hidalgo, que el abuelo de aquél no llevaba, le dio por usarlo Cristóbal en virtud de que su propio abuelo, de nombre Juan López, había sido procreado por Francisco Hidalgo y Jerónima Costilla. Su madre fue Ana María Gallaga. Miguel nació en la hacienda de San Diego de Corralejo el 8 de mayo de 1753 y fue bautizado en la parroquia de Cuitzeo de los Naranjos -hoy Cuitzeo de Abasolo- el día 16 del mismo mes y año, con los nombres de Miguel Gregorio Antonio Ignacio.

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El Heraldo de Navidad Al poco tiempo de enviudar Cristóbal Hidalgo y Costilla, se casó en 1753 -cuando tenía 50 añoscon Rita Peredo y Ramírez; de este matrimonio hubo un hijo, de nombre José Félix. Al enviudar por segunda ocasión el padre de Miguel Hidalgo, se casó nuevamente cuando contaba 60 años; su tercera esposa fue Gerónima Ramos, quien le dio cinco hijos más: Vicente, Guadalupe, Juan, Josefa y Lucía.3

sometido convencionalmente para poder ejercer una carrera que sería su modo de vivir. A los 30 años procrea dos hijos con Manuela Ramos Pichardo, a quienes bautizó con los nombres de Agustina y Mariano Lino, y cuya paternidad nunca negó ni ocultó. Además, en sus viajes a Guanajuato, Bibiana Lucero tuvo otro hijo, a quien le dio sus apellidos con el nombre de Joaquín Hidalgo y Costilla.

Roberto Carrillo Díaz B., autor del libro Presencia del Padre Hidalgo, se refiere a éste como el “mexicano criollo de espíritu renacentista que, liberado del dogmatismo consagrado, pretendía la justicia social, independientemente de la Iglesia, y por el medio más efectivo: la revolución (…) Inmerso en los acontecimientos políticos, el futuro héroe se dejaba arrastrar por sus tendencias subjetivas y sus inclinaciones naturales que lo llevaban a integrar su personalidad, rebasando el estrecho marco social de su tiempo”.4

Y arguye el autor: Ni las mujeres ni los hijos constituyeron un objetivo en su vida, sino un resultado de su comportamiento de hombre libre en el camino que recorría hacia metas superiores (punto éste, por lo demás, de coincidencia de los grandes hombres de la historia). Por lo mismo, ni lo ligaron a una conducta obligada por la tradición ni fueron obstáculos para llegar a su meta, sin menoscabo, ciertamente, de su responsabilidad de progenitor. La verdad es que Hidalgo siempre se condujo como hombre liberado. Toda su vida actuó barriendo hábitos, quebrantando rígidas normas sociales y combatiendo caducos mitos religiosos. Ejerció el libre pensamiento, la libre expresión

En el capítulo titulado “Ante todo, un hombre y su sino”, explica que así fue como Hidalgo rebasó los votos sacerdotales a los que se había 5. Presencia, p. 54. 6. Presencia, p. 59. 7. Miguel, s/p).

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Geraldine McCaughrean con la misma pasión con que luchó hasta la muerte por la justa libertad.5 Cuando estaba a unos meses de cumplir 40 años -prosigue Carrillo Díaz-, en enero de 1793 llega el cura Hidalgo a San Felipe, donde se entregó a “la tarea de procurar un renacimiento cultural en la población”. Su casa se convirtió en un centro literario, musical y social. Su casa llegó a ser conocida como la “Francia Chiquita”, porque todo el mundo recibía un trato igual. En ese tiempo, Hidalgo procreó con la bella Josefa Quintana, la que desempeñaba los principales papeles femeninos del teatro improvisado, dos hijas que llevaron los nombres de Micaela y María Josefa. Nuestro héroe vivía su cuarentenio con el vigor de su madura juventud. Cuando años después la Inquisición abrió proceso para investigar la vida privada del padre Hidalgo, aquella etapa plena de alegría del vivir de San Felipe fue deformada intencionalmente por testigos de escasa calidad.6 La visita “oficial” de Hidalgo a Querétaro El 3 de octubre de 1803 toma

posesión del curato de la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores, por fallecimiento de su hermano mayor José Joaquín, quien estuvo a cargo del mismo.7 Al poco tiempo recibe una invitación de los padres filipenses de Querétaro para que vaya a bendecir su oratorio recién construido.8 Numerosos historiadores consignan que durante su estancia en varios curatos eran frecuentes sus viajes a las ciudades de Guanajuato, Valladolid, Querétaro, y a la villa de San Miguel el Grande. En algunas tomaba parte en las reuniones secretas que llevaban a cabo los vecinos partidarios de la Independencia. Con este fin, su presencia en Querétaro era disimulada. De tal modo que la única visita oficial, por así decirlo, fue la que hizo en septiembre de 1805, como veremos enseguida. En mayo de 1760 el Papa Clemente XIII autorizó la fundación de la Congregación de San Felipe Neri y enseguida el padre Marcos Ortega edificó una pequeña capilla en la calle Real -hoy avenida Madero poniente, entre Ezequiel Montes y Nicolás Campa-, inaugurada el 21

8. Presencia, p. 72. 9. De la Llata, Manuel M., ¡Querétaro!,... Templos, Conventos, Edificios y Plazas de la Ciudad, Editorial Nevado, Querétaro, 1986, p. 65.

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El Heraldo de Navidad de noviembre de 1763. En diciembre de 1786, contando con el patrocinio de don Melchor Noriega, el padre Dimas Diez de Lara puso la primera piedra del templo y convento de dos plantas, también en la calle Real, pero más cerca del centro de la ciudad, en la actual esquina de Madero y Ocampo. Por fallecimiento del patrocinador don Melchor Noriega, las obras destinadas para la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri quedaron suspendidas por varios años y más tarde fueron reanudadas por el mismo sacerdote don Dimas Diez de Lara, con fondos testamentarios de doña María Cornelia Codallos quien los había destinado para la Congregación del Oratorio. Las obras quedaron terminadas en el año de 1805 y el día 19 de septiembre de ese año de 1805 se verificó la solemne Bendición y Dedicación del Templo de San Felipe Neri, oficiando la Misa el Señor Cura de Dolores don Miguel Hidalgo y Costilla.9 Aquí la cuestión es saber por qué el

padre Dimas Diez de Lara invitó al cura Miguel Hidalgo y Costilla a la bendición y dedicación del templo de San Felipe Neri. Qué relación había entre ellos. ¿Ambos simpatizaban con la causa insurgente? Es muy probable. Porque tras la aprehensión de los primeros caudillos de la guerra de Independencia, Hidalgo encomendó a Ignacio López Rayón continuar la lucha. Éste tomó el mando insurgente, salvando lo que quedaba del ejército y dirigiéndose a Zitácuaro, donde estableció la Suprema Junta Gubernativa, con la finalidad de reorganizar el movimiento, mientras el General José María Morelos y Pavón se apoderaba de los territorios del sur. Ante las nuevas circunstancias, Rayón instituyó una organización bien estructurada, activa y secreta que sirviera para unir a los jefes e insurgentes adictos a la Independencia que se encontraban dispersos. Los informes que transmitían eran bajo seudónimo o en claves, para no ser reconocidos y castigados; generalmente usaban en sus escritos la designación de “Los Guadalupes”, de ahí el nombre que se dio a la sociedad.

10. Agraz García de Alba, Gabriel, Los Corregidores Don Miguel Domínguez -Doña María Josefa Ortiz y el inicio de la Independencia, Tomo I, Edición del Autor, México, 1992, p. 119. 11. Reminiscencia, p. 38.

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Geraldine McCaughrean Según el Lic. Ernesto de la Torre Villar, además de la Corregidora, pertenecieron a la Asociación de los Guadalupes en Querétaro: el Padre Filipense don Dimas Diez de Lara, el P. don Pedro Primo, el P. Cabeza de Vaca, el Prior del Hospital de dicha ciudad, el Señor Cura de la Parroquia de Santiago D. José Rafael Gil, don Juan Jáuregui, los frailes Felipe de Jesús Luna y José Lozano, mercedario; el Dr. José Ma. Gastañeta, Vicario General del Ejército Insurgente, hecho prisionero después de la batalla de Aculco y enviado a Querétaro; el hijo del Comandante de la 8ª. Brigada, Capitán Juan García Rebollo; doña Ignacia Iturriaga, quien también sostenía correspondencia con Rayón, por lo que fue delatada; el Lic. Manuel María Ramírez de Arellano; doña Dolores Morales y sus hijos; el Br. José Mariano Abad y Cuadra.10

Árbol genealógico de Don Miguel Hidalgo y Costilla En Guanajuato, los descendientes del cura de Dolores permanecieron en el anonimato durante dos siglos.

Fue hasta hace apenas tres años que algunos de ellos decidieron hacer una aparición pública cuando en los festejos conmemorativos del inicio del movimiento de Independencia que realizó el Ayuntamiento de Dolores Hidalgo, se rindió un homenaje a Mercedes, María Esther y Esperanza Vázquez Mendoza, tres de los nueve hijos del matrimonio de Víctor Vázquez Aguilar y María Juliana Balbina Mendoza Zamora. Sus abuelos fueron Vicente Mendoza y María del Refugio Zamora Palacios. Vicente Mendoza fue hijo de Ignacia, uno de los ocho hijos del matrimonio de María Micaela Mateana Dolores (Hidalgo) Quintana y José Julián Mendoza Sánchez. María Micaela fue una de las dos hijas –la otra fue María Vicenta Marcelina- que don Miguel Hidalgo y Costilla procreó con doña Josefa Quintana Díaz Castañón. Esta información nos fue proporcionada por el cronista de Dolores Hidalgo, el C. P. José García Juárez, en una reciente visita a aquella ciudad. El cargo apenas lo recibió en enero del 2010, pero

12. Obregón Álvarez, Alejandro E., revista Querétaro. Historia y Cultura, Secretaría de Educación, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes del Gobierno del Estado, agosto del 2005, pp. 22-28.

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El Heraldo de Navidad desde hace varios años cuando residió en la ciudad de México se dedicó a investigar la historia de su tierra natal y, en particular, la vida de Miguel Hidalgo. Al regresar a Dolores Hidalgo, se dedicó a consultar los archivos parroquiales de esa ciudad y de San Felipe, lo que le permitió elaborar el árbol genealógico de una de las familias de Miguel Hidalgo, el cual incluirá en obra que publicará el Gobierno del Estado de Guanajuato con motivo del Bicentenario de inicio de la Independencia. García Juárez tuvo acceso a las fuentes primarias de información, por lo que cuenta con copias de los documentos originales. Ello le permite asegurar que María Micaela Mateana sí fue hija del cura Hidalgo, producto de su relación con Josefa Quintana Díaz Castañón. Pero la segunda no se llamó Micaela, sino María Vicenta Marcelina. Los queretanos que descienden del cura Miguel Hidalgo De acuerdo con Joaquín Oviedo, los descendientes del “Padre de la Patria” son:

El Lic. Fernando Díaz Ramírez, por el ángulo familiar de su señora madre, Doña Elodia Ramírez; Ingeniero Benito Lozada Hidalgo, su hermano, el Licenciado Pablo de los mismos apellidos; los señores Francisco Dávalos Lozada y el Dr. Francisco Lozada Montes, así como su hermana Margarita. El señor José María Sánchez Lozada, Dr. Pedro Maciel Landaverde, sus hermanos, Tomás, Dionicio y el Ingeniero Antonio; señores Rafael y Ambrosio Álvarez Landaverde, y también el que esto narra por línea de su bisabuelo don Rafael Maldonado Lozada, guanajuatense emparentado con la familia Hidalgo. Hay otras personas que de momento no recuerdo pues muchas se cambiaron sus apellidos por temor a represalias.11 O bien, por cuestiones de moral, agregaríamos nosotros. Pues así ocurrió con algunos de los familiares del estado de Guanajuato, según le confiaron al cronista de Dolores Hidalgo, al grado de que poseían documentos originales con

13. Rincón Frías, Gabriel, “Universidad Autónoma de Querétaro: 1951-1957”, en Historia de la Universidad Autónoma de Querétaro, Tomo I, Universidad Autónoma de Querétaro, México, 1987, pp. 266-268. 14. Díaz Ramírez, María Eugenia, Recuerdos de una niña queretana, Ediciones EUVIR, México, 1982, p. 12.

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Geraldine McCaughrean la firma del cura Miguel Hidalgo, pero se deshicieron de ellos. Ignora si los quemaron o se los regalaron a alguna persona. La información que ofrece Oviedo Medina sobre los familiares de Hidalgo en Querétaro se reduce a los anteriores dos párrafos. Entre ellos destaca, por supuesto, el Lic. Fernando Díaz Ramírez, historiador, abogado, maestro del Colegio Civil y fundador de la Universidad de Querétaro, a quien refiere también como un queretano distinguido.

Al revisar la biografía que Alejandro E. Obregón Álvarez12 elaboró sobre Díaz Ramírez para la revista Querétaro. Historia y Cultura, no se menciona ningún dato al respecto. Así como tampoco en los que consigna Gabriel Rincón Frías13 en la Historia de la Universidad Autónoma de Querétaro, los cuales fueron tomados a su vez del propio Fernando Díaz, quien los publicó como “Autobiografía” en la revista El Estudiante, o como comentarios sueltos en su obra clásica Historia del Estado de Querétaro.

queretana, a manera de testimonio sobre la primera etapa de su vida. Al hablar sobre la familia, se refiere de esta manera a su abuelo materno: Don Trinidad Ramírez, como él se firmaba, era nada menos que sobrino-nieto del señor Cura Hidalgo, y mi madre Elodia fue su primogénita (…)14 El domingo 25 de julio del presente año, durante la Sesión Solemne de Cabildo del Ayuntamiento de Querétaro, en la cual se entregaron preseas y se rindieron homenajes póstumos a ciudadanos e instituciones que han destacado por sus obras y labor en beneficio de la sociedad queretana, tuvimos oportunidad de conversar brevemente con el Ing. Tomás Maciel Landaverde sobre el tema y nos confirmó que, efectivamente, su familia también desciende de Miguel Hidalgo. Por lo que dejamos aquí este trabajo inconcluso, a la espera de mayores datos que nos permitan ampliar la información sobre el tema y poder ofrecerla en una próxima entrega a los lectores de nuestra centenaria revista El Heraldo de Navidad.

Quien sí proporciona un dato al respecto es la hermana del propio Díaz Ramírez, María Eugenia, quien escribió un pequeño libro con el título Recuerdos de una niña

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