Modernismo en torno a Barcelona. Arquitectura y paisaje, de Raquel Lacuesta i Xavier GonzĂĄlez Toran Fotografies de LluĂs Casals
Modernismo en torno a Barcelona. Arquitectura y paisaje
Raquel Lacuesta i Xavier GonzĂĄlez Toran Fotografies de LluĂs Casals
Índice
EL BERGUEDA
Castellar de n’Hug La Pobla de Lillet Cercs Berga Casserres Gironella Puig-Reig Viver i Serrateix
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EL BAGES
Cardona Avinyó Sallent Rajadell Navarcles Moià Manresa Castellbell i el Vilar Montserrat
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EL BAIX LLOBREGAT
Esparreguera Sant Esteve Sesrovires Martorell El Papiol Cervelló Sant Vicenç dels Horts Colònia Güell Molins de Rei Sant Feliu de Llobregat Sant Just Desvern Esplugues de Llobregat Sant Joan Despí Cornellà de Llobregat Sant Boi de Llobregat Viladecans Castelldefels El Prat del Llobregat
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INTRODUCCIÓN El arte modernista es, junto al románico y el gótico del esplendor medieval, una de las mejores tarjetas de presentación de la cultura catalana. Representa, también, un magnífico testimonio de una etapa crucial para Cataluña, en la que empieza a construirse, con gran empuje y vitalidad, una sociedad moderna y avanzada, que quiere sacudirse de encima los lastres y las rémoras de un régimen caduco y situarse –y, por extensión, situar a España– en las coordenadas del progreso y el desarrollo de nivel europeo. Tiene el modernismo catalán un valor a mi juicio destacado, y es su enraizamiento en la sociedad en la que surge. No es sólo, como otros estilos arquitectónicos, una creación de vocación suntuaria, vinculada a los poderes, sino que se realiza también, por ejemplo, en el ámbito de las edificaciones fabriles y agrícolas. Campo y ciudad constituyen, pues, dos contextos igualmente propicios para una manera de entender el arte que, pese a haber dejado un excelente patrimonio en nuestros pueblos y ciudades, no gozó durante mucho tiempo de la atención y el reconocimiento que merecía.
La Diputación de Barcelona, comprometida con el patrimonio de los 311 municipios a los que presta servicio, a la vez que con su proyección y desarrollo, presenta en este volumen una amplia muestra de las realizaciones del modernismo en la provincia de Barcelona. Una muestra que se quiere divulgativa y reivindicativa, no sólo de un arte brillante e imaginativo del que nuestros pueblos y ciudades pueden hacer bandera, sino también del diálogo que establece con su entorno, con el paisaje y con la sociedad.
En la cuenca del Llobregat Desde las laderas de los Pirineos hasta el mar, el Llobregat atraviesa la provincia de Barcelona a lo largo de tres comarcas de paisajes muy distintos pero con un espíritu ribereño común. En el curso de su historia, el Berguedà, el Bages y el Baix Llobregat han asentado la mayoría de sus poblaciones a orillas de un curso de agua que, a la vez que comunica y vertebra el país, establece una frontera mítica, ya desde la época en que el Llobregat definía el límite entre la Cataluña Vieja y la Nueva. Y, si en tiempo de la reconquista el río marcaba la primera línea del repoblación, muchos siglos después se convertiría en eje capital para definir la Cataluña industrial. A lo largo del XIX, de la mano principalmente de las colonias fabriles, las comarcas del Llobregat participarían de un desarrollo económico indisoluble del resurgimiento cultural. El modernismo, en su expresión arquitectónica, también es en parte un reflejo de esta industrialización, fuente del capital con el que la burguesía encargaría buena parte de las obras del nuevo estilo y origen de innovaciones tecnológicas incorporadas por los arquitectos más atrevidos. Paradójicamente, sin embargo, tendría una lenta y peculiar implantación en las regiones industriales del eje, donde las elites parecían más preocupadas por concentrar la mano de obra en el trabajo que en la exhibición de nuevas modas estéticas.
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La expresión más clara de esta versión del modernismo se halla en las colonias textiles, sólo repetida en los asentamientos del mismo tipo en la cuenca del Ter. Ante los problemas para conseguir carbón, muchos empresarios optaron por hacer mover los telares con la energía hidráulica del Llobregat. Junto al río y sus afluentes aparecieron hasta cerca de cuarenta colonias, la mayoría entre el Baix Llobregat y el Bages, en la depresión central, donde la amplitud de las orillas favorecía su implantación. Alrededor de las fábricas surgieron las viviendas obreras que, junto con los servicios esenciales, definían unos nuevos núcleos urbanos alejados de las poblaciones, en los que el industrial podía controlar la vida y la productividad de sus trabajadores. Funcionales y económicas, las construcciones fabriles y las casas eran construidas por maestros de obras locales que, en general, seguían las directrices de los ingenieros de las empresas, lo que explica el carácter austero de las edificaciones. Ahora bien, en medio de esta sobria arquitectura industrial, algunas edificaciones empezaron a marcar una jerarquía formal: las torres de los dueños y las iglesias de nueva planta, que connotaban su importancia dentro las colonias con la opulenta monumentalidad del nuevo estilo. Al ser gran parte de los propietarios de las colonias originarios del llano, no es de extrañar que encargaran estas obras a los arquitectos también oriundos de la región, como Alexandre Soler i March o Josep Torres Argullol.
A pesar de todo, la Colonia Güell, la muestra más espectacular de modernismo dentro de una colonia, no se encuentra en el llano. Impulsada por el mismo empresario pionero en la implantación de la industria del cemento en el Alt Berguedà y con importantes obras de Antoni Gaudí y sus discípulos Joan Rubió y Francesc Berenguer, el conjunto se levanta precisamente en el Baix Llobregat, la comarca donde menos colonias se establecieron. Aquí la residencia de los obreros, al margen de las contadas colonias, tendió a inscribirse dentro los núcleos ya existentes, lo que dio lugar al otro fenómeno de arquitectura modernista específico de las tierras del Llobregat: la modesta casa de cós suburbana para obreros y menestrales. A menudo eran edificadas por maestros de obras locales, imbuidos del modernismo que arquitectos como Josep Maria Jujol, Domènech i Mansana o Salvador Valeri desarrollaban por la comarca en otros tipos de construcciones asociadas al movimiento: las residencias señoriales, los equipamientos públicos o las casas de
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veraneo. La generalización de las tipologías habituales del modernismo también llegó a los valles medio y alto del río. De las construcciones nobles de las nuevas colonias, el modernismo pasó a los pueblos antiguos de la mano de maestros de obras y de los primeros arquitectos titulados de la comarca. Además, estos conjuntos urbanos también empezaban a recibir el impulso demográfico de una industrialización que iba más allá de las colonias. Al igual que en las poblaciones del tramo meridional del Llobregat, aquí también se abrían ensanches y el crecimiento urbanístico estaba controlado por los arquitectos municipales. Alexandre Soler y Emili Porta en Berga, Roc Cot en esa misma ciudad así como en Gironella y Puig-reig, Ignasi Oms en Manresa, Josep Ros en Martorell, Salvador Valeri en El Papiol y en Sant Vicenç dels Horts, Gabriel Borrell en Cardona y Sant Feliu, o Josep Maria Jujol en Sant Joan Despí, se convertirían, desde sus cargos, en los artífices de la implantación del modernismo en la cuenca del Llobregat.
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EL BERGUEDÀ
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Muy cerca de Francia, a más de dos mil metros de altura, desde el Pedraforca o la Tosa, desde las cumbres de las sierras pirenaicas de Cadí o del Moixeró que separan la comarca de la Cerdanya, el Berguedà se muestra como un laberinto de valles que sólo conocen una salida: el Llobregat. El río, que nace en la zona más alta de la comarca, va cobrando vida gracias a decenas de afluentes y rieras, y va avanzando entre unos Prepirineos que van perdiendo altura hasta abrirse como un abanico para dar paso a la depresión central. El contraste entre la llanura meridional del Baix Berguedà y la región montañosa del Alt Berguedà define una partición horizontal que se suma al eje perpendicular del Llobregat; divisiones internas más precisas que las difusas fronteras comarcales. Así, más que un territorio, el Berguedà parece una cruz, con la capital clavada en medio, como punto de encuentro de dos regiones tan diversas como complementarias. Por debajo de Berga, la llanura anuncia el Bages con espacios abiertos salpicados por bosques de encinas y plantas aromáticas, donde Llobregat ensancha sus orillas para acoger a la población y facilitarle su trabajo: antiguamente, el cultivo de cereales y la cría de ganado. Por encima de la capital, en cambio, el río ofrece un panorama tan bello como escarpado, lleno de desfiladeros que no invitan al asentamiento y que enviaba a sus escasos habitantes a las alturas, ya fuera para recoger leña de los pinos de la montaña o para apacentar en los prados a las ovejas criadas en el llano. A orillas del río, sólo algunos pequeños valles, en los que cultivar patatas o hilar la lana. La especialización equilibrada del Alt y el Baix Berguedà, notable en el pasado agrícola, alcanzó la perfección a raíz de la transformación industrial del siglo XIX. Superado el impacto de las guerras carlistas en la región, los empresarios de las ciudades catalanas descubrieron en ella una fuente inagotable de recursos naturales. En el llano, la fuerza motriz del Llobregat se aliaba con los amplios valles para favorecer la implantación de fábricas y colonias. Además, la tradición textil de la comarca, que en el siglo XVIII había cambiado la lana por el algodón, con Berga como segundo núcleo algodonero de Cataluña, garan-
tizaba la mano de obra especializada. De este modo, a lo largo de los veinte kilómetros de río en el Baix Berguedà se levantaron hasta una quincena de colonias. Como complemento perfecto, el Alt Berguedà se adentraba en las profundidades de su tesoro minero. De las entrañas de las montañas se extraía el carbón para hacer funcionar las máquinas de las fábricas cuando el agua del río no era suficiente, y los elementos necesarios para la elaboración de cemento, el nuevo material que revolucionaba la construcción. En el primer tramo del Llobregat proliferaban las explotaciones mineras y las fábricas de río, si bien la estrechez del territorio no permitió la implantación de colonias excepto en contadas excepciones. Por último, el ecosistema industrial se completó con el tren de vía estrecha conocido como «el ferrocarril económico». Inaugurado en 1885 y ampliado en 1924, permitía bajar las materias primas hasta el llano y, desde aquí, sacar de la comarca los productos manufacturados para distribuirlos por todo el país. Con la aparición de una área fabril en medio de los parajes prepirenaicos, las construcciones industriales pasaron a competir con el importante legado románico. La nueva arquitectura, sin embargo, no se permitía las alegrías estilísticas de las alejadas ciudades cosmopolitas. Las fábricas y las viviendas eran levantadas con espíritu funcional por los maestros de obras. Los arquitectos de renombre sólo eran llamados para hacer destacar dentro las colonias las casas de los amos, sus jardines o las nuevas iglesias. Fue en estos encargos por donde se infiltró el modernismo, un modernismo ecléctico, eso sí, que de rebote influyó en los constructores locales y, con estos, saldría de las colonias y se introduciría en las localidades más antiguas o en las masías, convertido ya en un modernismo autóctono, levantado con los ladrillos de los tejares que cocían las arcillas del Llobregat.
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CASTELLAR DE N’HUG Castellar de n’Hug es el municipio de la comarca del Berguedà que mejor conoce las entrañas del Llobregat. Allí nace y allí empieza el recorrido por la arquitectura de la época modernista, siguiendo el trazado zigzagueante del río. Debemos ir siguiendo el curso del río, por la carretera que atraviesa el valle de Lillet, hasta llegar al Clot del Moro, el paraje que el industrial Eusebi Güell i Bacigalupi y un grupo de personas relacionadas con el mundo empresarial eligieron para construir la fábrica Asland, la primera de cemento pórtland de Cataluña. Su volumen imponente se hace visible en el paisaje agreste de rocas que trepan montaña arriba desde el lecho del río. La sociedad se había constituido el 15 de julio de 1901 con el nombre de Compañía General de Asfaltos y Pórtland, S.A.; la fábrica se empezó a construir en 1902, y se inauguró en julio de 1904. La idea general del edificio de la fábrica era del maestro de obras valenciano Rafael Guastavino i Moreno, que residía en Nueva York, por cuyo motivo no pudo dirigir las obras, lo que hizo el ingeniero Isidoro Pedraza de la Pasqua. Guastavino había adquirido gran renombre gracias al perfeccionamiento que había conseguido en la construcción de bóvedas tabicadas. Son, precisamente, este tipo de bóvedas las que dan un carácter especial y dinámico a la fábrica Asland, formada por una serie de naves paralelas dispuestas escalonadamente en la pendiente de la montaña, de forma que la visión del conjunto en su magnitud es total.
La empresa constructora de la fábrica Asland fue Miró, Trepat y Cía, que en 1910 cambiaría su nombre por el de Construcciones y Pavimentos, SA. Los arquitectos Lluís Homs i Moncusí y Eduard Ferrés i Puig, con vínculos de parentesco entre ellos y con los Miró, trabajaban en su construcción desde 1902, como director técnico y como director artístico, respectivamente, lo que justifica su presencia en el valle de Lillet. Homs, en colaboración con Ferrés, parece ser el autor de la Casa del Director, que se levanta cerca de la fábrica y que se ha querido relacionar, también, con Antoni Gaudí, por la vinculación del arquitecto con el promotor Güell, a pesar de que no existan planos que corroboren su autoría. El edificio, en la actualidad medio en ruinas, estaba formado por un cuerpo central en forma de castillo, que emergía por encima de dos alas laterales y que por la fachada norte tomaba forma absidal. Tanto el cuerpo principal como la torre adosada a una de las alas estaban coronados con pináculos que arrancaban de los correspondientes contrafuertes, dándoles a la vez un aspecto de fortaleza y templo gótico. Los paramentos de piedra apenas desbastada, las mansardas de estructura de madera y piezas de fibrocemento romboidales que evocaban la pizarra, las lucernas abiertas en las aristas o la galería porticada de madera completaban el repertorio de aquella arquitectura de montaña afrancesada, a la que se añadieron unos balcones de barandilla abombada, como concesión al modernismo barcelonés.
Ecte conse mod tat. Duis et, vel ilis augait lum nos atuerit nos num in eui etum qui tionsectem voloboreet lortio odit, vel ip et doloreet vendrem zzrit, commy nulluptat praesequat nulla faciliquat. Sed magnibh et enibh eugue commy nonsequam, consequam incil Put velis nos autatet ueraestis augait, con henisit nulputpatie vulla feu feugue consequatie magnibh etuer iusto dolortin vulputem velit nulla feuisi et amet pratue modolob orperci liquat. Gait venisse te min eu feuis do duisl digna con er susto odio cortin essisl dip er iure con eugiat. Tue min venibh erilisim ing eugiat, vel ercing eum quatummy nulpute vulla
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LA POBLA DE LILLET La Pobla de Lillet ha quedado asociada a la figura de Antoni Gaudí por dos obras que se le han atribuido: los Jardines de Ca l’Artigas y el Chalet del Catllaràs.
El chalet lo hizo construir Eusebi Güell, en el paraje llamado Els Prats, cerca del camino que pasa por el Santuario de Santa María de Falgars, como albergue para los técnicos de las minas de lignito que el industrial explotaba en la sierra del Catllaràs para aprovisionar a la fábrica Asland. Hasta ahora no se ha podido documentar la autoría del chalet, pero tradicionalmente ha sido atribuido a Gaudí, a quien Güell, cliente habitual del arquitecto y en representación de la empresa Asland, se lo debía encargar alrededor del año 1905. De hecho, fue en esta fecha cuando Eusebi Güell compró la mina llamada «Dolores» a Antoni Planes i Olivé, que la tenía registrada y en explotación desde el año 1900. La peculiar forma del edificio, concebido como una bóveda de cañón, parabólica en el interior y apuntada en el exterior, que arranca del suelo, tiene sus antecedentes en las Bodegas Güell, de Garraf. Por lo tanto, no es atrevido pensar que Gaudí fuera su autor, tal y como afirmó en una ocasión su ayudante, el arquitecto Domènec Sugrañes. El albergue, de planta rectangular y con tres pisos de altura, en origen tenía, en el centro de la fachada principal, una escalera curva de doble entramado y tres cuerpos cilíndricos de diámetro decreciente que le conferían un aspecto laberíntico. Las reformas que el chalet ha sufrido a lo largo de los años han hecho que perdiera algunos de
sus elementos, como por ejemplo la escalera, pero su silueta hace reconocible la impronta gaudiniana. Gracias a la Memoria de Asland de 1906, se ha podido saber que, cerca del chalet, la empresa construyó aquel mismo año otro albergue para los mineros, de mayor tamaño, del que no queda más que una foto de archivo. Los jardines de Ca l’Artigas los mandó construir el industrial textil Joan Artigas Alart en un terreno contiguo a su fábrica de las afueras de La Pobla de Lillet, al norte, cerca del Llobregat y con parada del «ferrocarril económico», reconvertido en la actualidad en tren turístico del Alt Berguedà. Según fuentes orales, aprovechando la presencia de Güell y Gaudí en el valle, Artigas pidió al arquitecto que le asesorara en la ordenación de los jardines y este le proporcionó un boceto. Las mismas fuentes indican que, hacia la primavera de 1903, unos albañiles que trabajaban en aquella época en la construcción del parque Güell de Barcelona fueron a La Pobla para mostrar a los trabajadores de Ca l’Artigas cómo debían seguir los criterios de Gaudí. Los jardines se extienden a ambos lados del río, y siguen un recorrido tortuoso a base de escaleras, caminos, puentes, muretes de piedra tosca y barandillas de cemento que se adaptan a la topografía del paraje, muy angosto en aquel lugar. Es esta adaptación, a la vez tan ingeniosa y tan respetuosa con la naturaleza, lo que hace pensar en una primera idea de Gaudí, mientras que en la ejecución final de los trabajos se echa de menos la dirección del arquitecto.
Put wisis ero od dolobor sequism odolobore erostrud dolutpa tuerate magnibh euis exer iriliquis num iustism odipis ea feu faccum nit praesto er senibh er am zzrilisi eugue consequat, veliquisl ipit nonsecte modip erostrud delisi. Xer sequam velis dunt la feui et
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CERCS
Al norte del municipio de Cercs, antes de llegar al pueblo de Sant Jordi, se halla la colonia minera la Consolació, también llamada Fígols de les Mines. Es un conjunto urbanístico proyectado y construido entre 1895 y 1911, junto con las colonias de Sant Corneli y Sant Josep, por el ingeniero vasco José Enrique de Olano y Loyzaga, propietario de las minas de los términos municipales de Cercs, Fígols y Vallcebre desde 1893. Este individuo emprendedor impulsó la construcción del ferrocarril, que llegó al barrio de la Consolació en el año 1904, y en 1911 fundó la empresa Carbones de Berga, SA. Con Olano colaboraron los ingenieros asturianos Suárez del Villar y Ramón de Urrutia y Llano, que proyectaron las viviendas de los mineros y otros edificios e instalaciones de aquellas colonias, como la casa convento de las monjas de Sant Corneli.
Cerca de las instalaciones mineras de la Consolació, llama la atención una casona enigmática, con aspecto de fortificación medieval, que se yergue en un acantilado por encima de la carretera que conduce a Berga. Es la Torre Olano, la antigua Casa del Director, que se construyó entre 1901 y 1904. Pese al deterioro, de su pasado esplendoroso nos hablan el jardín que la rodea, ahora desdibujado, las paredes de sillería de piedra, las barbacanas almenadas de ladrillo visto, las garitas y chimeneas de la azotea, los ornamentos de los guardapolvos de los vanos y la tribuna de doble orden de columnas salomónicas que se abre hacia el valle. En noviembre de 1908 Alfonso XIII pernoctó en ella, de camino hacia el Clot del Moro, invitado por Olano para visitar las minas. Fue entonces cuando el rey le concedió el título de conde de Fígols, distinción que por las mismas fechas recibió Eusebi Güell. Olano, que había intervenido en política por el partido conservador, sería presidente de la Diputación Provincial de Barcelona entre enero de 1924 y marzo de 1925.
Dunt eu feuis nonsed tin eriure volortisl iustin utat lortin henisismolut acil ing ea feu feu facil il ulputat, sim eugait nonsequis esto consendreet velesenis eros num dolorpe rillupt atummodit exercilit ad erating eumsand reetum augait lummy nim vele num dolorpe rillupt atummodit exercilit ad erating eumsand reetum augait lummy nim vele num dolorpe rillupt atummodit exercilit ad erating eumsand reetum augait lummy nim vele.
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BERGA Berga es al centro de la comarca y abre el camino hacia el Baix Berguedà. La arquitectura modernista que se conserva se encuentra principalmente en las calles del núcleo antiguo y en sus primeros ensanches, pero también existen algunas muestras en las afueras. Así, dentro el antiguo término de la Valldan, en el Santuario de Queralt, aparece adosado a la roca del mismo nombre el oratorio mariano de la Santa Cueva. Con cúpula cónica ornada con relieves naturalistas, fue proyectado y construido en 1916 por el arquitecto de Vic Josep Maria Forcada i Sors, misionero de la congregación del Corazón de María. Uno de los arquitectos que hizo posible la penetración del modernismo en Berga fue Roc Cot i Cot, que desempeñó el cargo de técnico municipal entre 1903 y 1908, año de su muerte. Algunos de los edificios que proyectó en la ciudad han desaparecido, como la iglesia del convento de las Hermanitas de los Desamparados, la capilla de La Salud o la fábrica Rodergas. En la calle de la Ciutat, eje que divide de norte a sur el antiguo recinto amurallado, construyó Cal Barons, también llamado Cal Solanes, un edificio entre medianeras de planta baja y tres pisos, con la fachada construida con obra vista y con dos grandes arcos carpaneles en los bajos. Los planos originales, de 1904, preveían una fachada estucada y algunas ventanas geminadas, y seguramente se cambió de planteamiento al empezar las obras, que se acabaron en 1905. El trabajo afiligranado del ladrillo en aristas, arcos, dinteles y cornisas, y la forma curvilínea del balcón del primer piso y de los balcones superiores, con barandillas de hierro abombadas, son detalles que asocian el edificio a la estética modernista. Justo enfrente, el arquitecto Emili Porta Galobart levantó la casa Tomàs Pujol en 1925, que hace juego con Cal Barons, con la fachada de ladrillo visto y un arco de medio punto con arquivoltas que ocupa la totalidad
de la planta baja. Destacan el balcón corrido del primer piso, con azulejo verde y blanco de La Bisbal dispuesto a cartabón bajo la losa, y la arquería de las buhardillas. Emili Porta fue arquitecto municipal de Berga desde 1924, y proyectó el Ayuntamiento, el ensanche del sector de Les Estaselles, el parque del Pla de l’Alemany y el paseo de la Pau como ciudad jardín. También es el autor del panteón que la familia Bassacs se hizo construir en 1925 en el Cementerio Municipal, un edificio de planta circular al estilo románico, con portal dovelado, arcuaciones de tipo lombardo y cúpula. En la ronda Queralt, en la confluencia con el paseo de Les Estaselles, se encuentran dos edificios colindantes. Cal de Martín, obra de 1913 del arquitecto Ignasi Maria Colomer i Oms, es posiblemente uno de los más interesantes que se conservan en la ciudad, con una secuencia de balcones y ventanas bien ritmados en cada planta y terminados en arco perfilado de ladrillo visto, y una torre en la esquina con almenas. La planta principal se hace evidente por la presencia de un balcón corrido y una tribuna poligonal, de hierro y cristal. El antiguo Casino Berguedà, muy transformado en la actualidad, todavía conserva sus rasgos modernistas originales, como por ejemplo los falsos arcos gotizantes de las ventanas, sencillas o geminadas, y el elemento que sobresale a modo de torre
entre los dos cuerpos laterales. Este edificio, proyectado por Roc Cot, se construyó entre 1908 y 1913, ya bajo la dirección de Colomer. La antigua casa Joan Ramon Selgas está ubicada en la calle del Roser, que se prolonga hacia al sudoeste por la carretera de Solsona. Esta casa albergó las dependencias postales, por cuyo motivo es conocida como la Casa de Correos. No se conoce el nombre de su autor ni la fecha en la que se construyó, pese a que a menudo se ha atribuido a Alexandre Soler i March, arquitecto municipal de Berga entre 1909 y 1924. La fachada es simétrica respecto al eje central, que en el primer piso presenta una ventana de ajimez en arco túmido dividido por columnillas. Este es su elemento más interesante, que la afilia con la arquitectura vienesa y la barcelonesa de la primera década del siglo XX. El edificio fue remontado con un piso en 1931, con una tribuna centrada en la fachada y un coronamiento ondulado, que muestran el interés de Josep Marfà, el arquitecto de la reforma, por mantener las líneas estilísticas generales de la composición original.
Aliquisi. Ulla coreetum el ese deliquis nim irilla faccummy nullam dio elit laore dolorer si. irilla faccummy nullam dio elit laores dol irilla faccummy nullam dio elit laore do obore ero odolent dolobor sit amconse feuguerosto do dolorpero consed et augue vent vel enim volesenit, velis alisit autem nummy nulp
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CASSERRES Dentro el municipio de Casserres existen dos antiguas colonias textiles importantes, el Guixaró, al sur del término, y la Ametlla de Casserres o Colonia Monegal, al norte.
Esta última colonia destaca en el paisaje fabril de la comarca por la esbelta silueta del campanario de su iglesia, que emerge de entre las edificaciones, más modestas, de la fábrica y las viviendas de los obreros, que se levantan en la orilla derecha del Llobregat formando un perfil horizontal. Sólo la chimenea octogonal de la fábrica compite tímidamente con el campanario, como una señal que identifica al conjunto urbano con su función industrial. En aquel lugar ya funcionaba un molino de harina y una fábrica aneja, con esclusa y canal, que en 1863 adquirió Esteve Monegal Soler, gerente de la Sociedad Monegal y Cía, dedicada al comercio de algodón. Diez años después, Monegal pediría permiso a la Diputación de Barcelona para construir una nueva esclusa que aumentara el caudal de agua. Su hijo, Josep Monegal Nogués, sería quien daría el impulso definitivo, a partir de 1893, para formar la colonia con todos los servicios necesarios para la buena marcha de la comunidad: viviendas, talleres, tienda de comestibles, iglesia y convento de monjas, además de la Torre del Dueño.
La iglesia, dedicada a la Virgen de la Merced, y la torre señorial son los dos edificios más emblemáticos y de mayor valor arquitectónico, proyectados probablemente por Alexandre Soler i March, autor de algunos edificios parecidos en otras colonias del Llobregat. Para los dos, el arquitecto importó unos estilos foráneos, el gótico nórdico para el templo y el renacimiento francés para la casa. Son sólidas construcciones con fachadas de sillería o de mampostería concertada, según los sitios, de textura rugosa. La iglesia tiene una nave con capillas laterales, contrafuertes con pináculos y cubierta a dos vertientes. El acceso se realiza por la torre campanario, que precede a la nave y que forma un porche en la planta baja, con tres arcos conopiales, uno por cara. Las ventanas, sencillas en el cuerpo central y en grupos de tres en el superior, se cierran en arco apuntado. El campanario acaba en agudas testeras y está coronado por una aguja piramidal y una veleta de hierro. La Casa del Dueño toma la apariencia de un castillo palacio de planta cuadrangular y cuatro plantas de altura, con cubierta de pendientes pronunciadas y perforadas por lucernas, una torre cilíndrica acabada en chapitel cónico y otro cuerpo, todavía más elevado, con dos testeros de perfil mixtilíneo. En el cuerpo superior de la torre redonda se puede leer, desde muy lejos, la fecha 1906.
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GIRONELLA En Gironella sobresale la iglesia nueva de Santa Eulàlia, levantada en lo alto del cerro, donde se despliega el núcleo antiguo.
Iniciada en 1903 según el proyecto de Alexandre Soler y terminada en 1958, está concebida de manera muy similar al templo de la Colonia Monegal, con un cuerpo de entrada en forma de torre y lenguaje neogótico. La iglesia destaca, además, por su voluminoso cimborrio de obra vista y de cuatro lados, con ventanales de medio punto y hastiales escalonados. La parte moderna de la población se extiende en la parte baja del cerro, a ambos lados del río. El eje principal y de mayor concentración de comercios es la avenida de Catalunya, en la que quedan testimonios de una arquitectura ecléctica con ciertos gestos modernistas, como el Hostal Albertí, una antigua fonda formada por dos cuerpos contiguos, uno de cuatro plantas en forma de torre, que contiene la escalera, y el otro con tres, ambos acabados con cornisa sinuosa. La planta baja del segundo cuerpo está porticada, con un gran arco sostenido por columnas de capitel floral. En la misma acera, en la esquina con la calle de Balmes, se halla una casa construida en 1908, de cuatro plantas, que destaca por sus fachadas estucadas imitando sillares, su puerta de madera tallada con dibujos geométricos y vegetales y sus balcones. El autor del proyecto podría haber sido Roc Cot i Cot, arquitecto municipal de Gironella, donde también se le conoce otro edificio en la misma avenida de Catalunya, Cal Valentí Torrentó. También conocido como Cal Rafael d’Olvan, tiene unas características muy singulares, con una fachada de obra vista que, en la planta baja, forma tres arcos escarzanos y, por encima, se despliega en un ritmo vertical de franjas estrechas de macizos y vacíos, separadas por delgadas pilastras de ladrillo que enlazan con la línea quebrada de la cornisa.
Los conjuntos arquitectónicos más espectaculares del término se encuentran, nuevamente, en las colonias textiles. La colonia Els Bassacs fue fundada en el año 1861 por Joan Teixidor y Raimunda Bassacs. La austeridad de sus naves fabriles y del resto de edificaciones contrasta con el esplendor de la Casa de los Dueños, un castillo palacio de cuatro plantas, con volúmenes adelantados y retranqueados de cubiertas independientes. Los tejados, de cerámica vidriada, alternan los colores rojo y verde y, junto con las chimeneas de geometrías y decoraciones variadas, revestidas de trencadís multicolor, dan una pincelada pintoresca, de raíz gaudiniana, al paisaje. Por otro lado, las fachadas de piedra, las arcuaciones ciegas de las cornisas, los trabajados guardapolvos conopiales o redondos de los vanos, las celosías caladas del balcón principal, las almenas y las torres, evocan los castillos renacentistas franceses. Una vez más, encontramos al arquitecto Alexandre Soler i March como autor del proyecto, que se debía ejecutar hacia el año 1900. La colonia de Viladomiu Vell se remonta a 1868, cuando Tomàs Viladomiu i Bertran compró una parcela en el llano de Sant Marc y construyó una esclusa y la fábrica de hilados y tejidos. En años sucesivos fue tomando forma la urbanización de la colonia, con sus calles y plazas, a medida que se edificaban los edificios. La iglesia, de un estilo neobarroco, se levantó entre 1883 y 1885, y a pocos metros, la Casa del Dueño se inauguró en 1910. Este es un edificio tipo chalet, de notables dimensiones, desarrollado en diferentes planos de fachada que generan una cubierta con varias vertientes. Una torre prismática en una de las esquinas, con cubierta de pabellón, parece dialogar armónicamente con el campanario de la iglesia, situado enfrente. Piedra labrada en los zócalos, paramentos estucados blancos, aristas de sillares, obra de cerámica roja en barandillas, ménsulas, vanos y tejados, y cornisas, caballetes y columnas de cerámica vidriada verde son los componentes que otorgan al edificio el carácter señorial y la calidad arquitectónica reconocibles de lejos.
Velit wis at nibh eugait nonsectet lutem volutem augait vel ute dolore facin enit irit, quam irit ametumm odigna aliquis sendiametue feu feum zzrit nostie magnibh eum volessi. Tat. Metue velent wis dolore eu faccummy nos digna consecte
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PUIG-REIG En el municipio de Puig-reig, cruzado por el Llobregat, existen varias colonias textiles. De entre todas ellas destaca Cal Pons, en la orilla izquierda del río, de la cual la historiadora Rosa Serra afirma que es una de las más interesantes de Cataluña, puesto que se trata de un conjunto urbanístico y arquitectónico que nace y se forma en un período de tiempo relativamente corto (1875-1910), por lo que presenta una gran unidad. La colonia contiene todos los edificios y servicios que configuraron estos pueblos de nueva planta, surgidos de la nada alrededor de una fábrica que les dio vida, y que en su día transformaron radicalmente el paisaje. Cal Pons se implanta en este paisaje de una manera especial, quizás por la disposición escalonada de los edificios, la inconfundible silueta de la iglesia, las casas de los dueños o del director y el bosque ajardinado que rodea el sector señorial.
Los Pons, oriundos de Manresa, encargaron al arquitecto Josep Torres Argullol, hijo de la casa Torres Amat de Sallent, un templo que, por su tamaño y características, parecía querer competir con las catedrales «góticas» ochocentistas. Se construyó en casi un año y medio (de marzo de 1886 a agosto de 1887), con cimborrio ochavado y las correspondientes cristaleras policromas, contrafuertes, pináculos, varios altares, coro y baptisterio. El campanario y la cripta –el panteón familiar– se terminarían unos años después. Junto a la iglesia se construyeron las escuelas, de paredes de piedra y lenguaje neogótico, al igual que el templo, y, más allá, las dos casas de los dueños, conocidas popularmente por «Torre Vella» y «Torre Nova», debido a que una se construyó en 1885 y la otra en 1897. Ambos palacetes son una muestra de la arquitectura ecléctica de la época, en la que se aúnan los estilos gótico y neoclásico. El interior de la Torre Nova ofrece, además, pinturas neopompeyanas y orientalizantes, y pavimentos y zócalos modernistas.
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El Bages 0034
VIVER I SERRATEIX Antes de salir del Berguedà, es preciso pasar por Viver i Serrateix. Una sorpresa nos espera en el pueblo de Viver, enfrente de la iglesia parroquial de Sant Miquel: la masía Vilanova,
construida de nueva planta en 1917 a los pies de la loma donde siglos atrás se había levantado el castillo medieval que dio nombre al pueblo y que con el tiempo se había convertido en una casa de campo, la primera masía Vilanova. La nueva masía Vilanova es una casona casi cúbica, de tres plantas y muros de piedra medio oculta por el mortero de cal y arena, que toma la apariencia de masía cubierta a cuatro vertientes, con una torre con linterna centrada en el vértice de la pirámide que ilumina la escalera interior. En la fachada principal se concentran, dispuestos simétricamente, todos los elementos que permiten calificarla todavía como una obra del modernismo: los balcones de perfil cóncavo-convexo y de planta sinuosa; las voluminosas ménsulas curvilíneas que los soportan; el giro de los balcones corridos hacia las fachadas laterales o los vierteaguas de formas onduladas.
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Justo en el centro de Cataluña, el Bages es el corazón fluvial de Barcelona, un embudo que recoge aguas para convertir el Llobregat en un río que hace palpitar la comarca a lo largo de todo su curso. La compleja red hidrográfica de la región, dividida por el río y atravesada por una quincena de afluentes, da un carácter primordialmente ribereño a estas tierras llanas y arcillosas de la depresión central, antiguamente cubiertas de encinas, sustituidas después por prados de junquillo, difuminados aquí y allá por la niebla. La mayor parte de la comarca corresponde al llano de Bages, el triángulo invertido formado por la confluencia de los principales afluentes de la zona del Llobregat: la riera Gavarresa, que baja desde Osona para morir en el río en el centro de la comarca, poco antes de donde afluye la riera de Calders; y el río Cardener, que baja del Solsonès para juntar sus aguas con las del Llobregat al poco de salir de Manresa. Reunidas ya todas las corrientes, el río puede salir imponente del Bages por los estrechos desfiladeros a los pies de Montserrat, el insólito macizo elevado a símbolo nacional, que separa el Bages de Anoia y el Baix Llobregat. Otras elevaciones, repartidas irregularmente por la periferia de la comarca, establecen sus fronteras restantes. Conocido como el Alt Bages, este conjunto de atalayas naturales, desde donde fluyen una infinidad de rieras y riachuelos hacia la hondonada de la llanura, se conforma básicamente mediante sierras, como las de Les Garrigues, Castelltallat, Clariana o Sant Llorenç del Munt, en las que el encinar del llano deja paso al de montaña. A oriente, sin embargo, allí donde separa la cuenca del Llobregat de las del Congost y el Ter, el territorio toma la forma de dos mesetas inclinadas: el Lluçanès y el Moianès. Auténticas subcomarcas de personalidad propia, la última ocupa un buen pedazo del Bages, con bosques de robles pubescentes y pinos silvestres que definen su idiosincrasia natural.
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En el siglo IX, cuando Wifredo el Velloso inició la repoblación de la Cataluña central, los habitantes de la comarca tendieron a concentrarse en las orillas, en los valles de las rieras o en la llanura del río. Al pie de los castillos primigenios, aprovechaban los acuíferos para compensar las escasas lluvias y poder sacar adelante el cultivo de la viña, el olivo y el almendro. Sólo unos pocos se aventuraban a vivir en los bosques de las sierras infestadas de bandoleros, en masías cercanas a las parroquias y a los monasterios que proliferaban por el territorio. Otros se instalaban en la meseta, donde unas nubes más generosas permitían un cultivo de regadío inédito en el llano hasta el siglo XIV, cuando la construcción de la acequia de Manresa comportó la aparición de una huerta alrededor de la capital. La concentración cercana al agua se acentuó con la industrialización iniciada en el siglo XVIII. Se edificaron una veintena de colonias algodoneras, que absorbieron como mano de obra a los artesanos de la comarca, expertos en el trabajo de la lana o la madera, y a algunas chicas que venían de trabajar en el campo. A pesar de todo, el equilibrio entre la fábrica y el campo se mantuvo. A fines del siglo XIX, el Bages todavía era el principal productor vinícola de Cataluña y la hegemonía industrial no se consolidaría hasta la década de 1920, con la explotación masiva de las minas de potasa del Cardener. El comercio combinado de tejidos y vinos, favorecido por la línea de tren Barcelona-Lleida, con parada en ocho poblaciones del Bages, disparó su prosperidad económica, en buena parte porque, a diferencia de lo que sucedía en otras comarcas, la mayoría de los empresarios eran oriundos del Bages. Así, Manresa se convirtió en la quinta ciudad de Cataluña, con una clase dirigente que encargaba a los arquitectos locales la construcción de residencias o de las sedes de sus explotaciones para exhibir su propio protagonismo en el resurgimiento cultural. La centralidad comercial explica que la capital concentre la mayoría de la arquitectura modernista de la comarca. Fuera de Manresa, sólo dejó algunas muestras esporádicas en alguna edificación noble de las colonias, en la reforma de alguna masía o en contados equipamientos públicos de algún pueblecito al que llegó el atrevimiento del nuevo estilo de la capital.
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CARDONA Cardona es la primera población que, si se coge el atajo de Viver i Serrateix, encontramos en el Bages, alejada de la orilla del Llobregat y situada en el valle del Cardener. En el punto neurálgico del casco antiguo, al sur de la plaza de la Fira, justo enfrente de la muralla y muy cerca del Ayuntamiento, los habitantes de pro de Cardona construyeron en 1916 su casino, fundado con el nombre de Sociedad Casino Unión Cardonense, desde donde cada año, en la fiesta mayor, se podía oír el griterío del correbou (encierro), documentado ya desde época medieval. Del edificio original, que el arquitecto Domènec Sugrañes i Gras proyectó con sala de baile con palcos, escenario de teatro y biblioteca, sólo la fachada se ha mantenido sin cambios substanciales, puesto que el interior fue remodelado varias veces para acomodarlo a teatro y cine. El Casino es, probablemente, el mejor ejemplo modernista del área del Cardener. Es de una planta, con una secuencia de pilastras y arcos rebajados y escalonados desde los arranques que define un ritmo vertical de vanos. La cornisa del coronamiento repite el módulo, lo que da dinamismo al conjunto.
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AVINYÓ Avinyó, en la cuenca derecha del Llobregat y regado por la riera Gavarresa, cuenta con una muestra valiosa de la arquitectura modernista: la casa Abadal, que abre su puerta principal a la Plaça Major y por detrás se asoma sobre la carretera de Prats y la riera. Fue Antoni Abadal i Portella, abogado, hacendado rural y militante de la Lliga Regionalista, quien decidió derribar dos casas de la plaza, que había comprado su padre en 1850, para construir un edificio señorial y moderno, representativo de su estatus social. Alexandre Soler i March, arquitecto proveniente de una familia de hacendados de Manresa enriquecida con la industria de la seda, redactó el proyecto en 1909. La casa, aislada, se halla rodeada de jardín y cercada por una valla. La fachada que da a la plaza forma dos cuerpos diferenciados, uno en forma de torre con frontón de acabado recto, y otro retranqueado para dejar espacio a un pequeño jardín de entrada, al que da una tribuna poligonal a nivel de planta baja. Por la fachada posterior tenían acceso las caballerías. Sobre los muros blancos destaca la nota de color de la obra vista, que forma los pilares de la valla, los torrejones y las almenas, y sigue el contorno de los vanos y las cornisas.
El azulejo y el trencadís policromos aparecen en los tímpanos de las ventanas, en algunos frisos y en el coronamiento del mirador, una torre cilíndrica que se adosa a la fachada posterior de la casa. El interior de la vivienda fue cuidadosamente diseñado por Soler i March, con amplios espacios enlazados por arcadas sobre columnas, chimeneas y cristaleras de temas figurativos y paisajísticos, pavimentos, esgrafiados, techos de vigas pintadas y decoración musivaria, todo ello dentro de una estética que mezcla la tradición constructiva con un lenguaje importado del Secesionismo vienés.
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SALLENT Debemos regresar al Llobregat para visitar Sallent, municipio de larga tradición en la fabricación de paños de lana y algodón, y, modernamente, de explotación minera.
En la población se levantan algunos elementos construidos en la época modernista, con distintos grados de aceptación del estilo. El monumento al Padre Antoni Maria Claret, de 1906 y que se yergue en medio de la plaza dedicada a este santo de Sallent, fue proyectado por Alexandre Soler y esculpido por Eusebi Arnau. Reconstruido en 1951 y restaurado en 1996, ha perdido parte del perímetro, pero conserva su esplendor artístico y la verja de hierro forjado y fundido. De formas pétreas carnosas, propias del modernismo, el pedestal, que sustenta la escultura del religioso, sentado, está decorado con rostros humanos, figuras de animales y motivos vegetales. La antigua casa Arau (hoy Deseuras) ocupa una parcela de gran tamaño, con jardín, en la esquina de las calles de Sant Bernat y del Moll. Obra historicista tardía de Soler i March, de 1922, es un edificio de tres plantas, con vanos en arco de medio punto rebajado, balcón con celosías caladas en el primer piso, y arquerías apuntadas en las buhardillas. La esquina se resuelve con un torreón cilíndrico terminado en chapitel cónico. La fachada se protege con un arrimadero de cerámica verde con relieves florales. En su interior, la escalinata curva y el hall se iluminan cenitalmente mediante una magnífica claraboya elíptica de estructura de hierro y cristales de colores dispuestos
radialmente en forma concéntrica, en cuyo centro se halla el sol que lanza sus rayos hacia el cielo. Sallent tiene buenos ejemplos de construcción de obra vista, especialmente de arquitectura industrial. Hoy en día todavía se pueden contemplar la antigua fábrica Ribera, de 1919 y dedicada a la producción de objetos de metal y de plata, y las chimeneas de las fábricas Torres Amat y Cal Tino, proyectadas en la década de 1870 por Josep Torres i Argullol, hijo de Sallent que fue arquitecto municipal de la población. También es de obra vista la Torreta del pintor Tàpias, mirador que vuela sobre el margen izquierdo del río, construido por el propio Torres Argullol alrededor de los años 18821885, en la finca donde este pintor de Sallent tuvo su estudio. Popularmente, la torre es conocida como «La Pescadora».
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RAJADELL En el área de influencia del Eje Transversal que une el Bages con las comarcas limítrofes por oriente y occidente, vale la pena detenerse en tres poblaciones, especiales por la obra modernista que albergan: Monistrolet de Rajadell, Navarcles y Moià.
En Monistrolet, pueblo de casas diseminadas del municipio de Rajadell, situado a poniente de Manresa, se encuentra el antiguo Mas Noguera, extensa finca, que hoy en día acoge un negocio de hoteleria y en la que se levantan varias construcciones realizadas en el más puro estilo modernista. Esta masía sustituyó a otra del siglo XVI, que por deudas de la familia Noguera pasó a manos de la Catedral de Manresa. El capítulo de la Catedral la vendió en 1862 al industrial Francesc Gallifa Parera. La familia Gallifa, que continuó la explotación vitícola de la masía, encargó su reforma al arquitecto de Manresa Ignasi Oms i Ponsa. Las obras se llevaron a cabo fundamentalmente entre 1901 y 1909.
En la entrada del paseo arbolado que conduce hasta la casa señorial, la casa del guarda vigila la propiedad. Concebida como un chalet de veraneo de montaña, lo artístico de sus fachadas enlucidas y salpicadas de cerámica roja, verde y blanca anuncia la grandeza de la mansión de los dueños. La casa señorial, precedida de una trabajada reja de hierro y cercada por un muro en talud de piedra, conecta por detrás con una galería pasillo de tinas, levantada sobre triples columnas de ladrillo, y con la casa del masovero, situada encima la bodega. La vista desde la lejanía queda atrapada en las torres y torrejones en forma de castillo, en el ritmo secuencial de los ventanales túmidos y de las ventanas superiores, que se adaptan a la inclinación de los frontones, y en la riqueza cromática de la cerámica vidriada. En su interior, los aposentos se van sucediendo con la única interrupción de los arcos que en formas diversas se apoyan sobre columnas y capiteles; y por doquier aparecen motivos de cerámica, relieves de piedra, arrimaderos y esgrafiados florales, pavimentos que simulan alfombras y techos de bovedillas y vigas. A pocos metros de la mansión se encuentra la capilla de la Virgen de los Ángeles, que fue construida, ya en 1922, en un estilo barroco clasicista, con escalinata y peristilo exteriores.
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NAVARCLES Navarcles tiene como muestra modernista el edificio de arquitectura civil más representativo del pueblo: la Casa Consistorial.
Fue proyectado por Ignasi Oms en 1912, y lo más relevante del conjunto es la fachada, con unos elementos compositivos de marcada verticalidad y geometría simplificada, dispuestos simétricamente respecto a un eje central, que se enfatiza mediante un acroterio escalonado de perfil recto, decorado con molduras y frisos. A ambos lados, dos cuerpos laterales con dos entradas, enmarcados entre pilastras, acaban en un hastial ligeramente apuntado, con óculos circulares y cornisa en voladizo. Un balcón corrido recorre el piso superior de un extremo a otro de la fachada, apoyado sobre parejas de ménsulas y puentes de hierro forjado.
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MOIÀ Moià se aleja de la influencia del Bages para adentrarse, camino de la Plana de Vic, en la comarca a la que da nombre, el Moianès. Francesc Viñas Dordal se formó un grupo de veraneantes, atraídos por los aires puros de la comarca y por las actividades culturales y lúdicas que impulsó el cantante lírico. Su casa, una mansión ecléctica fruto de ampliaciones y reformas de una vieja casa del pueblo, se halla rodeada por un parque romántico que el propietario dotó de senderos, fuente con gruta, estanque y palomar, la pieza más modernista de todas, junto con el murete sinuoso que protege la propiedad del exterior. Se conoce a los artífices y artesanos de la casa Viñas, construida entre 1906 y 1908. A partir de la idea general de proyecto, que realizó el ingeniero Pere Viñas Dordal, hermano del tenor, la casa la construyó el maestro de obras de Moià Sebastià Orriols, mientras que de los trabajos de carpintería se encargó Ramon Vilarrubia; de los de herrería, Manuel Llenas y Agustí Grau; de las rejas y barandillas, Manuel Ballarín; del arrimadero de nogal del comedor, Josep
Ferriol Duran; y de los estucados, Pere Ávila Fibla y Sastre Canudas. La cerámica procedía de las casas Tarrés i Macià y Toda i Subiran; los pavimentos hidráulicos, de Mosaicos Escofet; los vitrales, de Buxeras i Codorniu; y, finalmente, la escalera de caracol metálica que sube al tejado, de Fills de Gaspar Quintan. Pese a que la mansión tiene un aire entre clásico y medievalista al mismo tiempo, algunos elementos decorativos del interior, especialmente los mosaicos de los pavimentos de la primera planta, son plenamente modernistas. Por su tamaño, el palomar, cuyo interior quedó inacabado, debía estar destinado en un principio a vivienda. Está formado por dos cuerpos de dos plantas, un cuerpo rectangular y una torre con cubierta de pabellón poligonal a él adosada, ambos con vanos de obra vista y tejados policromos.
MANRESA Manresa, capital del Bages, fue el motor que posibilitó la expansión industrial de la comarca, gracias en buena parte a la inquietud y el empuje de su burguesía, que supo aprovechar los momentos de crecimiento económico y las nuevas infraestructuras.
Raesse te min ex elesent alit nummy num dolobortio dolobore doloreet wismodolore tinit adigna at wisl dio et velis nullutet, veleniat. Duis nosto consectet, commolor se volenim quisl dolorper atem vulputat la facidui blandiam,
Determinantes en la renovación urbanística de la ciudad y, por lo tanto, de la arquitectura, que se materializó, fundamentalmente, a caballo de los siglos XIX y XX. Los primeros establecimientos industriales dan una nueva fisonomía al espacio urbano: ocupan extensos solares tanto en el interior como en los límites de la ciudad, dentro y fuera de las murallas. Por otro lado, al sector eclesiástico le correspondía todavía la parte más representativa en la configuración física de Manresa, y se continuaban construyendo iglesias y conventos y ampliando otros. La ciudad fue creciendo siguiendo los ejes de comunicaciones, como por ejemplo la carretera de Vic y la de Cardona, pero no en la zona afectada por el ferrocarril, que llegó en 1859 y que constituyó un obstáculo a la expansión urbana. De las calles de nuevo trazado, es indudable que el paseo de Pere III, abierto en 1891, significó un cambio profundo en las costumbres, puesto que se constituyó en el eje socialmente representativo de residencia de la burguesía, con la construcción del Casino, casas unifamiliares de carácter señorial y casas de pisos, no solo en el mismo paseo sino también en las calles adyacentes. También fue determinante el derribo de las murallas, a partir de 1877, lo que implicó la urbanización de su círculo perimétrico y la construcción de nuevos edificios. La Administración pública se nutrió también de servicios municipales cuyas edificaciones, en algunos casos, tomaban un carácter monumental.
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No es extraño, pues, que en la época modernista surgieran un buen número de edificios y que estuvieran representados todos los tipos funcionales: fábricas y fábricas de harina, iglesias o conventos, equipamientos públicos, viviendas, comercios e, incluso, mobiliario urbano, todo ello de una calidad arquitectónica que nada tenía que envidiar a la ciudad condal. Un arquitecto municipal, Ignasi Oms i Ponsa, fue el principal y más prolífico artífice de la renovación de la arquitectura. Alexandre Soler i March le sigue en número de obras, y, con menor presencia, Josep Firmat i Serramalera y Bernat Pejoan i Sanmartí. En el primero y más concurrido tramo del paseo de Pere III, se inició en 1906 la construcción del Casino, popularmente llamado «de los señores», un espléndido y ambicioso edificio que Ignasi Oms ideó como una construcción sencilla, de concepción clásica, pero con una riqueza espacial y ornamental inasequible para sus propietarios, que no pudieron terminarlo. Ocupa un extenso solar, con un jardín que lo rodea por tres lados y con la fachada principal abierta al paseo y precedida de una reja y unas escalinatas. En 1910 se pararon las obras y el edificio permaneció inacabado por siempre más. En la fachada se aprecia la influencia de Domènech i Montaner, con quien Oms trabajó en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Algunos elementos, como las columnas, las ventanas semicirculares, las barandillas caladas de los balcones, las guirnaldas o las cúpulas sobre pilarines, que no se llegaron a realizar pero que formaban parte del proyecto, revelan la inspiración directa en la casa Lleó Morera de Barcelona. El edificio está enriquecido con otros elementos modernistas, como por ejemplo las cornisas, los motivos escultóricos, los vitrales, la forja o la cerámica. Actualmente acoge la Biblioteca Pública Municipal. En la calle Arquitecte Oms encontramos la casa Davant, de pisos, y dos torres unifamiliares aisladas, la antigua casa Lluvià y la casa Torra, las tres del arquitecto que da nombre a la calle. La casa Davant, de 1907 y parcialmente reformada en 1936 por Josep Firmat, soluciona las dos esquinas del paseo Pere III, por donde tiene la entrada principal, con dos cuerpos de
tribunas en semicírculo que quedan enlazados en el primer piso por un balcón. La casa Lluvià, actual sede de la Demarcación de Manresa del Colegio de Arquitectos de Cataluña, fue construida entre 1908 y 1910, y la escalera exterior fue reformada en 1935, también por Firmat. Está formada por cuerpos de distintas alturas, con una torre mirador octogonal en uno de los ángulos. La casa Torra, con entrada por la plaza de la Independència, fue proyectada en 1910 con una original resolución de la planta, que cierra un patio a la vez exterior e interior. Las fachadas muestran tribunas en voladizo, balcones y galerías de ventanales separados por maineles de ladrillo.
La casa Padró Riera (1914-1918) se halla en el chaflán de la confluencia del paseo y la calle Àngel Guimerà. Este edificio, proyectado por Bernat Pejoan, toma como referencia la solución dada por Oms a la casa Davant, con los dos cuerpos de tribunas a dos alturas que articulan las tres fachadas del edificio. En la misma calle Àngel Guimerà, Oms proyectó la casa Padró Domènech, en 1903, inspirándose en la arquitectura doméstica flamenca, con un hastial escalonado decorado con pilastras y pináculos. El arquitecto Enric Sagnier dejó una muestra de su especial arquitectura en el edificio de la Casa de Cultura, encargado por la Caixa de Pensions y levantado entre 1920 y 1924 en la esquina de la calle Àngel Guimerà con la de la Muralla de Sant Domènec. Con un lenguaje historicista ecléctico, situó un cuerpo a modo de torre cupulada en el chaflán, que hace de eje de simetría de las dos alas que se adosan a cada lado del edificio. El Instituto Lluís de Peguera es una pieza monumental en el segundo tramo del paseo de Pere III y conforma la fachada principal de la plaza de Espanya. Proyectado por Alexandre Soler, en un principio estaba destinado a grupo escolar y su construcción se alargó mucho, de 1908 a 1927. Tiene una planta simétrica, con un cuerpo central ovalado y con pórtico, del que parten dos alas laterales de las mismas características compositivas. Aunque el edificio fue objeto de ampliación de un piso en 1967, que mutiló su cubierta,
Rat veniatuerat ad te mod min er senis ea ad tat. Isl exer amet eniam, quat illamconulla consed tis nonsed eugue Del eugait lore del et praesto od modolut praese magna con ullut at. Ut dit, volorem zzrillan ut utem alit lamcon ver Del eugait lore del et praesto od modolut praese magna con ullut at. Ut dit, volorem zzrillan ut utem alit lamcon ver inci tie
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conserva buena parte de su fisonomía original. En el núcleo antiguo, dentro de lo que fue recinto amurallado, la plaza Fius i Palà configura una de sus fachadas con la casa Torrents, «La Buresa», edificio de viviendas proyectado entre 1906 y 1908 por Ignasi Oms, con tres fachadas y una medianera. Tiene el aspecto de un palacete de líneas historicistas, con cuatro plantas y torres cilíndricas en los ángulos, y tribuna y testera con torrejones en el centro de la fachada principal. Enfrente de la casa se halla el Quiosco del Arpa (diseñado por Josep Firmat en 1917), con un basamento de piedra con relieves esculpidos, una estructura de madera y cristal y dos cubiertas de bóveda de cañón entrecruzadas en el centro. En sus orígenes, el quiosco era de venta de prensa, y actualmente es un punto de información turística. Siguiendo el eje comercial de la calle del Born en dirección a la Plaça Major, todavía se pueden encontrar algunas tiendas ornamentadas a la moda modernista. El comerciante Josep M. Ribas estableció su negocio en la Sastreria Tuneu, en la misma calle del Born, y encargó su reforma al pintor Francesc Cuixart i Barjau en 1906. Destaca especialmente por los carteles artísticos del primer piso que anuncian la tienda. La Farmacia Esteve, en la Plana de l’Om, abrió sus puertas en el siglo XVIII y, en 1926, los farmacéuticos Josep Esteve y su hijo, Antoni, decidieron modernizar la tienda, en un estilo entre modernista y Art Déco, con un diseño del arquitecto Firmat. Algo más arriba, la Farmacia Sala, en la calle de Sant Miquel, un establecimiento reformado por Alexandre Soler en 1901 por encargo de los farmacéuticos Francesc Cirera y Baldomer Riu, ofrece una entrada y un interior con un esmerado trabajo ornamental.
Entre los elementos modernistas de carácter religioso destaca la Cueva de San Ignacio, en el Camino de la Cueva, precedida por la antecueva o galería, que hace de corredor de unión entre la iglesia jesuítica, bendecida en 1844, y la pequeña cueva propiamente dicha. La fastuosa ornamentación de la galería, que es una alegoría de la docencia de sant Ignasi a través de sus ejercicios espirituales, se llevó a cabo entre 1915 y 1918, siguiendo el diseño general del padre Martí Coronas, con esculturas y bronces de Josep Llimona y de los hermanos Joan y Carles Flotats, vitrales y mosaicos realizados en el taller Mauméjean, y mármoles y estucos de gran calidad artística, próxima al rococó francés. El convento de Santa Clara, en el Carrer Nou de Santa Clara, tuvo que ampliarse y fue el arquitecto Soler i March quien se hizo cargo de ello, a partir de 1904. Respetuoso con el conjunto gótico, proyectó un edificio de nueva planta, separado del antiguo por un patio interior. La nueva edificación conventual es de carácter monumental, construida en obra vista y mampostería común, con tres cuerpos diferenciados y acabados en hastiales escalonados, unidos por otros dos cuerpos más bajos.
escalonados, las cornisas quebradas por los pináculos y las líneas de imposta, subrayadas por el grafismo del ladrillo y la cerámica bicolor, rompen la posible sensación de pesadez que podía generar un volumen compacto de gran tamaño como es la fábrica de harina. En este edificio urbano, de tipología singular dentro del conjunto de las construcciones industriales, Ignasi Oms supo aunar la racionalidad constructiva y la poética libre, esteticista y sugerente del modernismo. En la actualidad, el complejo acoge a la Policía Local.
Fuera del centro urbano, las fábricas y algunos equipamientos encontraron el sitio idóneo para asentarse. La Fábrica de Harinas Albareda, en el paseo del Riu, se refleja en el Cardener. Es una obra de Soler i March de 1909, de contenida decoración, manifiesta en los contornos de ladrillo visto de los vanos, que destacan sobre los paramentos enlucidos. Muy cerca, detrás suyo, la Fábrica de Harinas La Florinda, construida entre 1911 y 1913, eleva los muros de los diferentes edificios que integran el recinto cerrado, siguiendo una composición vertical en la que se alternan los vacíos y los macizos, enmarcados por pilastras que se cierran en arco redondo. Los materiales elegidos para las fachadas –caligrafía de ladrillo y aplicaciones cerámicas sobre los paramentos de estuco blanco–, la delicada ornamentación de los volúmenes de los silos agrupados, el juego de los hastiales
El antiguo Matadero Municipal, que hoy en día forma parte del campus universitario de Manresa, es una magna obra pública de Ignasi Oms, proyectada y construida entre 1904 y 1908, formada por un conjunto de pabellones dispuestos ordenadamente en torno a un patio respecto a un eje de simetría marcado por la portada monumental, el pabellón central y el depósito del agua. Es una construcción austera, de muros de piedra, pilares redondos de ladrillo visto y armaduras de madera. En el interior de los pabellones existen arrimaderos de cerámica vidriada y en el central, columnas de estilo neoegipcio.
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CASTELLBELL I EL VILAR Castellbell i el Vilar fue objeto de una transformación radical con la llegada del ferrocarril y la instalación de un buen número de industrias textiles en el municipio, con sus correspondientes colonias: Can Serra, Cal Burés, la Bauma y el Borràs. De entre todas, destaca especialmente la Bauma, con el pueblo que se fue formando junto a la iglesia, en el margen izquierdo del Llobregat, mientras que en el derecho se levantan las dos fábricas con los pisos de los trabajadores y la Casa del Dueño; ambos ámbitos se comunican por un puente que cruza el río. El origen de la instalación de estas fábricas se remonta a los años 18581859, cuando los industriales Narcis Roca y Francesc Llubià adquirieron los terrenos de unas casas de labor situados en este sector. Sucesivamente, fueron cambiando de propietarios, e incluso el propio Eusebi Güell compró en subasta pública la fábrica de Llubià en 1871. Finalmente, en 1896 pasaron a manos de Joan Vial i Solsona, que dio un nuevo empuje a la fabricación de los productos textiles y construyó los edificios más emblemáticos desde el punto de vista arquitectónico, la iglesia y la Torre del Dueño, ambos proyectados por Soler i March y construidos entre 1905 y 1908. La iglesia de la Sagrada Familia de la Bauma está concebida como un edificio medieval de tres naves separadas por columnas, en se combinan elementos del románico y elementos del gótico, con fórmulas reinterpretadas por el autor que le confieren el
carácter modernista. La iglesia, además, tiene la apariencia de templo fortificado, gracias sobre todo al campanario cilíndrico adosado a la testera de poniente, con barbacana sobre ménsulas y chapitel cónico. Los contrafuertes de las naves y los piñones de los entrepaños que conforman las fachadas acaban en pináculos de formas redondeadas, todo realizado en piedra tratada con varias texturas. La Torre del Dueño, de 1908, se adosó a los muros de la fábrica por la esquina de poniente, lo que obligó a reformar la fachada de mediodía para dar un carácter unitario al conjunto. El elemento que unifica ambos cuerpos es el tejado de dos vertientes, de tejas verdes y rojizas. Los paramentos son de obra vista, y los macizos y los vanos forman franjas verticales que se corresponden perfectamente con la composición general de los edificios fabriles. Destaca también el cuerpo de acceso a la casa, de dos plantas, con un porche de tres arcos ovoidales y una torre de planta cuadrada con un mirador coronado con almenas. Los zócalos, impostas, arcos y tímpanos están revestidos de azulejo y trencadís cerámico que forman composiciones vegetales y geométricas multicolores.
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MONTSERRAT Montserrat, la montaña por excelencia de Cataluña, es un enclave de elementos modernistas, si no de gran envergadura, sí de calidad artística reconocida, en el que trabajaron los arquitectos y escultores más prestigiosos de la época.
El Rosario Monumental del monasterio de Montserrat es una buena muestra de ello. Este rosario fue ideado por el canónigo de Vic Jaume Collell e impulsado por el abad del monasterio, Josep Deàs, en 1896, y debía constar de quince monumentos erigidos a lo largo del camino de la Santa Cueva, sufragados por distintas entidades y patronos. Si bien no todos los monumentos se incluyen dentro los cánones de la estética modernista, no podemos dejar de recordar cuáles fueron sus patrocinadores y ejecutores. Los misterios de gozo comprenden la Anunciación de la Virgen María, sufragado por Mercè Llopart de Sivatte y esculpido por Francesc Pagès Serratosa (1896); la Visitación, sufragado por un grupo de chicas llamadas Montserrat, con Enric Sagnier como arquitecto y Agapit Vallmitjana Abarca como escultor (1902); la Natividad de Jesús, pagado por varias familias, con Josep Puig i Cadafalch y Joan Llimona (1901); la Presentación de Jesús en el Templo, pagado por el Gremio de Maestros Carpinteros (1904), y Jesús entre los doctores de la ley, financiado por el banquero de Manresa Joan Marcet (1905), ambos del arquitecto Joan Martorell i Montells. Los misterios de dolor están representados por la Oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, sufragado por la Archicofradía Teresiana, obra del escultor Josep Campeny Santamaria (1897); la Flagelación de Jesús, sufragado por las hermanas Elvira y Emília Llagostera, obra del arquitecto Francesc de Paula Villar Carmona (1898); Jesús coronado de espinas, sufragado por los capuchinos de Barcelona, del escultor Anselm Nogués Garcia (1901);
Jesús con la cruz a cuestas, costeado por las Asociaciones Católicas del Obispado de Barcelona, de Joan Martorell Montells y el escultor Venanci Vallmitjana Barbany (1899), y la Crucifixión de Jesús, costeado por el Apostolado de la Oración de Cataluña, obra de Josep Puig i Cadafalch (1896). Los misterios de gloria compuestos por la Resurrección de Jesucristo, sufragado por la Liga Espiritual de Nuestra Señora de Montserrat, obra proyectada por Antoni Gaudí (1903-1907), en la que intervinieron, sucesivamente, Josep Llimona (1911-1912) y el arquitecto Jeroni Martorell Terrats y el escultor Dionís Renart (1913-1916); la Ascensión del Señor, financiado por Pere-Grau Maristany i Oliver, obra de Bonaventura Bassegoda Amigó y del escultor Josep Reynés Gurguí (1907); la Venida del Espíritu Santo, patrocinado por la clerecía catalana, de Joan Martorell i Montells (1904); la Asunción de la Virgen María, costeado por la Asociación de las Hijas de María de Cataluña (1900), y la Coronación de la Virgen María, sufragado por los frailes terciarios carmelitas (1906), ambos del maestro de obras Josep Codina i Matalí.
Además de estas obras de arte, es preciso mencionar dos capillas de la basílica: la de Sant Josep de Calassanç, que contiene un retablo proyectado por Francesc Berenguer i Mestres en 1891 (con soluciones ornamentales inspiradas en el trabajo de madera que Antoni Gaudí y Camil Oliveras habían aplicado al comedor del Palacio Güell), y la capilla de la Inmaculada, proyectada por Josep Maria Pericas i Morros en 1910, una de las pequeñas obras del modernismo más logradas, tanto respecto a la talla del mármol y los esgrafiados y mosaicos de las paredes, como al trabajo de la forja y el escultórico.
EL BAIX LLOBREGAT
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En su valle alto, entre Collbató y Martorell, las estribaciones meridionales de Montserrat, último reducto del encinar, dan paso a la Depresión Prelitoral, donde la riera de Magarola y el torrente de Gaià definen los límites de la comarca de Anoia y el Vallès. Desde estos afluentes hasta el río se dibuja una gradería de tierras arcillosas que, a principios del siglo XX, todavía acogía la trilogía mediterránea de olivos, cereales y viña. Pasado Martorell, donde el Llobregat recibe el Anoia, su último gran afluente, el valle bajo conforma dos regiones bien diferenciadas. A un lado, la presencia de las sierras de Ordal y el macizo de Garraf comprime la orilla del río y sólo deja espacio para un par de asentamientos. El resto se encarama a la cordillera, donde busca agua en las rieras que, como las de Corbera o Torrelles, bajan del Alt Penedès y el Garraf para dar nombre a estos pequeños pueblos. En la otra orilla, el declive suave de la sierra de Collserola y sus estribaciones por el Vallès ofrecen un ancho margen para el crecimiento de las ciudades, que fue importante sobre todo a raíz de la construcción en 1819 del canal de la Infanta y la implantación del cultivo de patatas y frutales. Finalmente, Sant Boi y Cornellà marcan, a ambos lados del río, el inicio de la Marina, el delta del Llobregat donde, en medio de cañaverales y marismas, crecían los arrozales y las huertas que alimentaban a Barcelona, regados por el canal de la Dreta abierto entre 1855 y 1885.
La esencia agrícola del Baix Llobregat empezó a verse alterada en el siglo XIX. Los burgueses barceloneses compraban fincas, que en buena parte reconvertían en suelo industrial, espoleados por la proximidad de Barcelona, llena a rebosar de mano de obra y tecnología, y por la importancia del río como fuente de energía, pero sobre todo como eje vertebreador de las comunicaciones. Si el curso del Llobregat fomentaba el comercio con la Cataluña central, no menos importantes eran las vías que atravesaban el río. A fines del siglo XIX, media docena de líneas de tren pasaban por la comarca y comunicaban la capital del país con el interior o las comarcas meridionales. La implantación industrial, en coexistencia con la agricultura hasta el último tercio del siglo XX, derivó en un modelo diferenciado del de las otras comarcas de la cuenca del Llobregat. Con el río perdiendo fuerza, las colonias textiles tenían menos razón de ser y sólo surgieron cuatro, dos en el valle alto, donde las aguas reciben el último empujón. En cambio, por el terreno llano de la Marina y la orilla oriental del valle bajo proliferaban las fábricas aisladas, que introducían nuevas actividades papeleras, químicas o siderúrgicas y que, para obtener energía, además del río y sus canales, podían utilizar las líneas de alta tensión que bajaban de los Pirineos. Sin una capital clara, la comarca todavía era una suma de pequeñas y medianas poblaciones, en las que el empresario dejaba vivir a los obreros, sin aislarlos en colonias para evitar conatos revolucionarios. Incluso, a menudo, les construía modestas viviendas, encargadas a constructores locales, que dejaban entrever la arquitectura de moda. Entre medianeras y adornadas con las vistosas cerámicas de la comarca, las casas conformaron un modernismo popular y suburbano, contrapunto a las creaciones de grandes arquitectos para grandes clientes, también presentes en las habituales torres de veraneo, las residencias señoriales o en la espectacular Colonia Güell, promovida por un industrial que no acababa de creerse que la conflictividad de Barcelona acabaría llegando a la comarca.
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ESPARRAGUERA Esparreguera, población de tradición agrícola y alfarera, apostó por la fabricación de tejidos con la llegada de la industrialización. El pueblo se ha ido formando sucesivamente cerca de las vías que lo han conectado con Barcelona, por levante, y con Lleida, por poniente. Por esto tiene una estructura urbana de ejes longitudinales, casi paralelos, cruzados por cortas calles secundarias. El más antiguo de aquellos, el camino real, recibe consecutivamente los nombres de Cavallers, Gran, Montserrat y, por último, hacia el noroeste, Bruc. Excepto algunas casonas de los siglos XVI al XIX, fruto de la suma de dos parcelas góticas o más, lo común de las casas de esta larga calle es el tipo de cós o casal, con dos aberturas por planta y un patio huerto al que se accede por la fachada posterior. En el tramo de la calle de Montserrat existen una serie de casas que, ya bien adelantado el siglo XX, en la segunda y tercera décadas, fueron modificadas en su aspecto exterior aceptando una moda que hacía tiempo que había entrado en decadencia. Es posible que el arquitecto municipal Josep Domènech i Mansana, formado en la época modernista y que en aquella época trabajaba en Esparreguera, tuviera algo que ver con esta modernización del pueblo e influyera en los maestros de obras locales para cambiar la imagen de las viejas edificaciones. Bajo su dirección, el Ayuntamiento de Esparreguera construyó las Escuelas Públicas, el Mercado Municipal y el Matadero (1916), un edificio de esquema basilical y grandes vanos en arco apuntado o redondo, que actualmente alberga varias actividades culturales. De entre las casas modernistas de la calle de Montserrat destacan las números 10-12, la 18 (1922), la 39, la 58 A (1916), la 60 y la 74. Todas ellas exhiben algún detalle decorativo, en líneas de imposta o frisos cerámicos o estucados con motivos vegetales en relieve, coronamientos mixtilíneos, azulejos de colores en botones
solitarios o composiciones geométricas, balcones con losas también cerámicas, pilastras, acroterios o arquerías de obra vista. La calle de Els Arbres, lugar elegido por la burguesía acomodada para edificar sus residencias señoriales, de aspecto clásico, y algunas sociedades recreativas, debe su atractivo al carácter de «salón» o paseo que todavía conserva. El antiguo edificio de «la Caixa» es el que más se ajusta al espíritu modernista; a pesar de que la planta baja ha sido modificada para albergar una sala de exposiciones, las superiores presentan algunos elementos relevantes, como la tribuna pentagonal y el balcón de encima delimitado por una barandilla de pilastras y hierro, y los vanos y el frontón de líneas curvas y ornamentación floral. En las afueras, la arquitectura colonial posee un bello ejemplo en Can Comelles, actual residencia de la tercera edad, con un magnífico jardín y huertos enfrente de su fachada principal, y unos cuidados interiores con carpinterías, arrimaderos de cerámica premodernista y vitrales emplomados. Se trata de una antigua masía, documentada ya en 1361 como Mas del Pi, que pasó a manos de la familia Comelles en el siglo XV. Por lo que parece, las reformas para convertir la casa de campo en una casa colonial fueron promovidas en la década de 1850 por Agustí Pagès, el propietario del conjunto en aquella época.
Bajando hasta el río se llega a la Colonia Sedó, fundada en 1846 por Miquel Puig en el mismo sitio que antiguamente había ocupado el molino de Can Broquetes y dedicada durante casi un siglo y medio a la industria del algodón. Hoy se halla en proceso de recuperación y una parte ha sido convertida en museo. Cerrada en un recinto amurallado pero abierta al río, asomándose a un sorprendente paraje de arbolado y vegetación de ribera, presume de un urbanismo perfectamente diseñado, impulsado en el tercer tercio del siglo XIX por Josep Puig, hijo del fundador, y Antoni Sedó, administrador y sustituto del anterior al morir prematuramente. Junto con las edificaciones industriales y residenciales, el conjunto, ordenado en torno a un paseo principal al que dan sombra unos plátanos centenarios, incluye un teatro, la fonda La Flora, de 1885, y la iglesia, obra de 1890 de Claudi Duran i Ventosa. Llaman también la atención, por su impacto en el paisaje, las chimeneas de obra vista y forma cilíndrica, helicoidal o prismática, y el acueducto sobre arcos de medio punto que llevaba agua a la colonia desde la presa del Cairat.
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MARTORELL Martorell es cruce de comunicaciones y de territorios. El Llobregat, tras un largo y accidentado trayecto, atraviesa, finalmente, el desfiladero de Martorell y se abre libre y plácidamente hacia el sur, bañando una multitud de pueblos, cada vez más próximos entre ellos y más efervescentes, que anuncian la proximidad de la gran metrópoli.
Respecto a la arquitectura, las manifestaciones modernistas de la población son tardías y bien podrían ser catalogadas como novecentistas. Estas escasas manifestaciones se encuentran, en general, en viviendas unifamiliares alineadas o aisladas, que siguen las características constructivas, tipológicas y compositivas de la arquitectura tradicional. La pincelada modernista, epidérmica y colorista, demuestra el arraigo popular del movimiento, que llegó a los pequeños núcleos más adentrados en el territorio catalán, a pesar de no haberse convertido en lugares de atracción veraniega.
Un maestro de obras, Pere Ros i Tort, y un hijo suyo, el arquitecto municipal Josep Ros i Ros, serían los introductores del estilo que salpicó las fachadas de aplacados de mayólica y trencadís procedentes de la fábrica Pujol i Baucis, y de encintados de estuco, en juegos de cenefas curvadas o rectilíneas o decorando dinteles y cornisas. En el barrio de la Vila y en el ensanche de la orilla izquierda del Anoia, Pere Ros dejó algunos ejemplos, como la casa de la calle Anselm Clavé, número 33, de 1910, en la que muestra su habilidad en la utilización de los morteros y los estucos, estos en forma del coup de fuet abarrocado con que perfila los acroterios. Probablemente también son suyas la casa Serra, de 1918, y la casa Montal, de 1916, ambas en la calle Pedró. Por su parte, Josep Ros proyectaría la Torre Ros, con vistosas cubiertas realizadas con tejas árabes naturales y esmaltadas de distintos colores,
y el conjunto de las casas de En Parellada, edificadas entre 1920 y 1929 en la calle de Montserrat. También le han sido atribuidas las casas de una y dos plantas situadas a ambos lados del tramo inicial de la carretera de Piera, y edificadas alrededor de 1925.
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EL PAPIOL El Papiol atrajo a una colonia veraniega, gracias a la proximidad de Barcelona y por su situación, encaramada sobre un cerro que domina el valle del Llobregat.
Un arquitecto de la segunda generación modernista, Salvador Valeri i Pupurull, hijo del maestro de obras de Vic Joan Valeri i Anglà, desempañó el cargo de técnico municipal de El Papiol, donde dejó algunas casas de veraneo, con el sello tan particular que caracterizó su obra y que en ciertas soluciones denota la influencia de Gaudí. Una de sus obras más logradas es la casa Comalat, de Barcelona, de 1909, en la que utiliza el repertorio de formas sinuosas, balcones circulares y exuberancia ornamental que después interpretaría de varios modos en edificios de menor envergadura. En El Papiol, Can Bou, de 1914 y situada en la calle del Abat Estapé, manifiesta aquella tendencia a modelar los volúmenes con un material único de revestimiento, la piedra, que Valeri dispone en mampostería ordinaria para las
superficies continuas o a sardinel en los contornos redondeados de vanos y frontones, o en celosías caladas de barandillas. También proyectó Cal Blanc, en la avenida de la Generalitat; la torre Fitó, en la calle de Barcelona, y la desaparecida Ca l’Olivé, de 1905
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CERVELLÓ Cervelló se extiende a lo largo de la carretera de Barcelona a Tarragona, que se adentra en las sierras de Ordal. Esta vía dio origen a su núcleo urbano en los siglos XVIII y XIX.
El municipio cuenta con un buen número de urbanizaciones, surgidas con la parcelación de las tierras de cultivo de las masías que constituían la antigua parroquia del término. El auge demográfico y económico que experimentó a partir de mediados del siglo XIX fue debido, sobre todo, a la industria papelera, del vidrio y de hilados de algodón, y más adelante, a la fama que logró como lugar de veraneo por el atractivo paisajístico y los aires puros. El Carrer Major, eje principal del pueblo, reúne algunas casas de cós con fachadas modernistas, como Can Pitxot o la casa natal de Josep Tarradellas i Joan, presidente de la Generalitat de Cataluña en el exilio y en los años de la transición democrática. El conjunto más emblemático de la calle lo constituyen la iglesia de Sant Esteve y la vicaría anexa, proyectadas e iniciadas por el arquitecto Antoni Maria Gallissà i Soqué en 1896, pero terminadas por Josep Font i Gumà como consecuencia de la prematura muerte del primero, acontecida en 1904. Las obras de la iglesia se terminaron en 1908, y las de la vicaría, en 1912. La fábrica de ambos edificios es de mampostería ordinaria sin enlucir, y el ladrillo visto se reserva para el cuerpo central del templo, el friso del campanario y las galerías superiores de la casa rectoral, que dan forma a las arquerías ciegas o vacías de uno u otro edificio, y perfila las ventanas. El escultor Eusebi Arnau participó con la realización de las dos ménsulas que sirven de apoyo a las pilastras de la testera de la iglesia y que representan los oficios de vidriero y de cantero.
Otro edificio emblemático, situado en una loma de la urbanización a la que da nombre, la Granja Garcia o Can Garcia, fue también proyectado y construido por Gallissà entre 1899 y 1900 por encargo de Frederic Garcia o Illa. Según el propietario actual, parece que en esta obra también intervino Font i Gumà, gran amigo de Gallissà. Es una gran casa de planta cuadrada y torre en uno de sus ángulos, de paramentos pétreos combinados con obra vista de color natural, que recoge elementos de la tradición constructiva rural sabiamente armonizados con el lenguaje historicista de la época. El resultado es un revival que toma el aspecto al mismo tiempo de masía y castillo palacio. No hay duda de que la torre, un prisma de planta cuadrada con parejas de ventanas en arco apuntado y terminada en un chapitel cónico, inspiró al arquitecto Puig i Cadafalch en la realización de la fábrica Casarramona, de Barcelona, especialmente el rótulo de grafismo azul y blanco que rodea la torre y que lleva la leyenda «Granja Garcia» en caracteres gotizantes.
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SANT VICENTS DELS HORTS Sant Vicenç dels Horts, situado entre el Llobregat y los picos orientales de los macizos de Garraf y de Ordal, había tenido algunas construcciones modernistas, que hoy han desaparecido casi por completo. En 1913, el arquitecto municipal Melcior Viñals i Muñoz proyectó, al sur del pueblo y cerca de la estación del ferrocarril, el barrio del Poble Nou, un ensanche ortogonal concebido como ciudad jardín, que se edificó con chalets y casas unifamiliares ya dentro el estilo novecentista. El mismo Viñals realizó, entre 1923 y 1927, la Casa del Común, en un lenguaje ecléctico que se inspira, todavía, en los medievalismos ochocentistas, con entrada porticada de tres arcos apuntados y torre angular cubierta con aguja piramidal. El modernismo más puro entró en la población a través de algunos maestros de obras y, fundamentalmente, del arquitecto Salvador Valeri i Pupurull, que a partir de 1905 y hasta bien entrada la década de 1920 realizaron algunas casas alineadas, de líneas muy sencillas, y torres de veraneo en los primeros ensanches del núcleo antiguo. Son dignos de mención los tres conjuntos de viviendas conocidas como las Casas Comamala: una en la calle Indústria, de 1923, y dos situadas a ambos lados de la calle Mossèn Jacint Verdaguer, de 1924-1925. Todas estas casas son del maestro de obras Josep Masdeu i Puigdemasa, excepto las de los números 100 y 102 de la calle Verdaguer, que son del también maestro de obras Josep Graner i Prat. El tramo más moderno de la calle de Barcelona, eje principal de Sant Vicenç, se fue edificando a principios del siglo XX hacia el noreste. Encontramos algunas casas
de cós entre medianeras y de dos o tres plantas, cuyas fachadas fueron tratadas con ornamentación modernista. Es el caso de la casa Trabal, de 1911 (conocida como «Can Valeri» por su atribución, sin fundamento, a Salvador Valeri), y de la casa Anna Valls, llamada también Can París y Can Carol, construida en 1905. En la misma calle se levanta Can Domingo Dalmau, que es el resultado de la unión de dos parcelas de cós. De planta baja, piso y azotea de barandilla calada, tiene tres vanos por planta, simétricamente dispuestos respeto al eje central, que está coronado con un acroterio con la fecha de 1905 y una antefija en lo alto. La fachada presenta dos estucos diferenciados: la planta baja simula sillares abujardados y la superior, en la que se encuentra balcón de perfil abombado, está decorada con esgrafiados de motivos vegetales, que recuerdan el tipo a candelieri. Los contornos serpenteantes de los vanos, así como las pilastras, presentan también una ornamentación floral en relieve. Desgraciadamente, las obras documentadas de Salvador Valeri en Sant Vicenç dels Horts han desaparecido: la casa Trian, de 19101911, muy famosa en su época, que ocupaba una manzana entre la calle de Barcelona y la de Mossèn Jacint Verdaguer, y la fábrica de tejidos Prats, de 1915, que estaba situada en la calle Balmes, colindante con la plaza Narcís Lunes. Como ejemplo de casa señorial debe mencionarse Can Reverter Nou, una mansión rodeada de jardín y construida en 1912 en las afueras del núcleo antiguo, en la calle Torras i Bages. Se sabe que su promotor fue Miquel Reverter, uno de los propietarios más importantes del pueblo, y su constructor, Joan Mata Mitjans; sin embargo, en el expediente del archivo municipal no consta el autor del proyecto.
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COLONIA GÜELL Dentro el municipio de Santa Coloma de Cervelló se encuentra la Colonia Güell, un recinto originariamente cerrado en su totalidad que tiene el acceso principal por la carretera que une Sant Boi de Llobregat a Sant Vicenç dels Horts, siguiendo el margen derecho del Llobregat. Eusebi Güell i Bacigalupi fue su fundador, al verse obligado a trasladar la industria de hilados El Vapor Vell, levantada en Sants en 1840 por su padre, Joan Güell i Ferrer, y perturbada continuamente por las huelgas de sus obreros. El nuevo emplazamiento de la fábrica fue la finca agrícola de Can Soler de la Torre, en Santa Coloma, que Joan Güell había adquirido en 1860. En el mes de marzo de 1890 pusieron los cimientos Eusebi Güell y Ferran Alsina Parellada, ingeniero que marcó las directrices generales del conjunto y que ya había introducido en Sants el sistema de trabajo inglés en el textil. Un año después empezaron a funcionar la nueva máquina de vapor, construida por la Maquinista Terrestre y Marítima, y la maquinaria textil. Con estas instalaciones, la producción de panas y terciopelos logró un impulso vertiginoso. Detrás la fábrica y muy cerca de la masía de Can Soler se construyó, en 1895, el depósito de agua de la colonia, una torre de piedra y obra vista terminada en cúpula peraltada. Eusebi Güell organizó la finca de Can Soler como colonia, separando el núcleo residencial del lugar de producción y dotándola con todos los edificios y servicios necesarios para hacer confortable la vida de los trabajadores de la empresa. Su calidad urbanística y arquitectónica se fundamenta en dos conceptos básicos: la regularidad de su trazado, que perpetúa los modelos clásicos, configurado en dos ejes principales
en forma de L y otros secundarios que dibujan una retícula, y la austeridad y corrección constructivas. Del conjunto de la urbanización, tan sólo tres edificios adquieren cierta monumentalidad, al romper los esquemas compositivos seriados de las viviendas de los obreros, de planta baja y piso, a veces precedidos de un pequeño jardín y con patio detrás. Se trata de la Escuela con la Casa del Maestro, la antigua casa del encargado de la administración –Ca l’Espinal o Can Mercader– y el edificio de viviendas de Ca l’Ordal o Can Gaudó, que tiene aspecto de masía. Pero el elemento que actúa como contrapunto y «distorsiona» aquella regularidad, tanto desde el punto de vista urbanístico como arquitectónico, es la iglesia del Sagrat Cor, popularmente conocida como la «cripta», la única parte construida de lo que tenía que ser un templo de un tamaño que, de haberse llegado a construir completamente, habría sobrepasado con creces, en altura, volumen y excelencia, cualquier otra construcción de la colonia. Hacia 1898, Güell encargó el proyecto del templo a Antoni Gaudí, que eligió como emplazamiento una pequeña loma poblada de árboles, al nordeste de la Colonia. La primera piedra se colocaría el 4 de octubre de 1908, tras diez años de estudio y de experimentar las posibles soluciones del edificio mediante una maqueta funicular y fotografías. Sus colaboradores más próximos fueron Francesc Berenguer Mestres, el ingeniero Eduardo Goetz, de la estación de bombeo de la Sociedad General de Aguas de Barcelona en Cornellà, el maestro de obras Agustí Masip, el maestro carpintero Joan Munné y el modelista Joan Bertran. Gaudí dirigió las obras hasta el 3 de octubre de 1914, y el templo, inacabado, sería bendecido e inaugurado el 3 de noviembre de 1915. La «cripta» o nave inferior tiene la planta en forma aproximadamente oval, con un contorno estrellado que es el resultado de la combinación de planos verticales e inclinados que en su intersección dan forma a los muros dispuestos a modo de cortina. El portal principal está precedido por un pórtico de columnas alabeadas, de donde arrancan y se ramifican los arcos que soportan las bóvedas tabicadas, de directriz parabólicohiperbólica, sobre las cuales a su vez se apoya la rampa que en origen debía convertirse en
la escalinata principal de acceso a la nave superior. Una vez en el interior, se desarrollan una serie de espacios a distintos niveles: la zona de los fieles y el presbiterio y, detrás, el coro y dos dependencias más, paralelas y separadas entre sí por columnas, que tienen entrada independiente y que a lo largo del tiempo han sido utilizadas de varias maneras. Los materiales de construcción de la cripta son la piedra de Garraf y de basalto, apenas desbastada, el ladrillo recocho, la rasilla, el ladrillo rectangular y la escoria siderúrgica. Como revestimiento de determinados pilares, arcos y paramentos, y para los pavimentos, Gaudí utilizó el cemento Pórtland. En el exterior, el contorno de las ventanas y las composiciones ornamentales de temática diversa, como por ejemplo símbolos religiosos y civiles, y motivos naturalistas o geométricos, se revistieron de fragmentos de cerámica vidriada o esmaltada y de trencadís de cristales de colores, todo material de deshecho, reaprovechado en la cripta con unos resultados plásticos y una combinación de texturas de extraordinaria belleza. En cuanto a los edificios singulares de la zona residencial de la Colonia, el más antiguo es Ca l’Ordal, de 1894, obra de Francesc Berenguer con la participación de Joan Rubió i Bellver. Le siguen la Cooperativa de Consumo, obra conjunta de los mismos arquitectos, fundada en 1895 e inaugurada en 1900, y Ca l’Espinal, de Joan Rubió, de 1900. La Casa del Maestro y la Escuela, unidas por un pasillo en forma de puente, fueron proyectadas por Berenguer; la primera se terminó en 1911 y la segunda en 1914, cuando él ya había muerto, lo que hace suponer que intervino su hijo, Francesc Berenguer i Bellvehí, arquitecto titulado en 1916. La Casa Parroquial, que se levanta detrás la iglesia, parece que siguió un proceso parecido, con la intervención de padre e hijo, y que se terminó en 1914. Por último, el Centro Parroquial de Sant Lluís, obra de Berenguer i Bellvehí, de 1918.
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El Bages 88
MOLINS DE REI El municipio de Molins de Rei se extiende por la orilla izquierda del Llobregat, ocupando una zona llana, primero, e iniciando el ascenso hacia la sierra de Collserola, después. El casco antiguo de la población se sitúa, precisamente, entre el llano y la montaña, y queda dividido en dos sectores, norte y sur, por la línea del ferrocarril, que llegó en 1855. Sin embargo, a partir del siglo XVIII, pero sobre todo a lo largo del XIX y principios del XX, la población se fue expandiendo en las cuatro direcciones, asentándose en los primeros ensanches y en las carreteras que en ellos confluyen. En Molins perduran bastantes elementos de la arquitectura modernista, que tuvo una buena acogida durante el primero cuarto del siglo XX. No podemos hablar de la presencia de grandes maestros, exceptuando algún caso aislado, pero sí de un grupo de maestros de obras o de constructores locales que salpicaron la población de sencillas casitas seriadas entre medianeras, otras aisladas con rasgos monumentales, o bien casas de pisos. La historiadora Montserrat Duran menciona Josep Graner Prat, R. Ros Mas, Pere Ros Tort, Josep Janés, Josep Badia Rubí y Cecili Martí, entre otros, que supieron dejar numerosas muestras y huellas de una arquitectura arraigada en la tradición catalana con un uso destacable del ladrillo y de la cerámica, bien sea en formato de azulejo, de trencadís, de florones.... Son muestra de este modernismo local el conjunto de las casas Miquel Roca, de la calle del Carril, de dos plantas y tratamientos de fachada iguales o parecidos, realizadas por Badia Rubí entre 1912 y 1918; y algunas casas del Carrer Major, como la de Josep Bofill, hoy convertida en Escuela Municipal de Música, de 1905 y obra de Pere Ros, la casa Joaquim Ballvé, de 1911, y la casa Sebastià Julià, de 1918, ambas obra de Graner. En torno a las calles Jacint Verdaguer, Catalunya, Balmes,
Pintor Carbonell y paseo de la Pau, también existen un buen número de casas, cada una con alguna singularidad. Especialmente vistosa es la casa Tarragó, de los años 19151920 y atribuida a Josep Badia. Situada en la esquina de las calles Verdaguer y Pintor Carbonell, tiene la apariencia de chalet de montaña, con cubiertas de pizarra de doble pendiente y lucerna en una de las fachadas, ventanas de falso arco escalonado geminadas y tripartidas, y una pequeña torre cónica que cubre una abertura esquinada, todo ello embellecido con revestimientos de azulejo y trencadís policromados. El arquitecto Cèsar Martinell i Brunet dejó en Molins una obra que remite inequívocamente a su producción constructiva de carácter agrícola: las bodegas cooperativas del Camp de Tarragona. Se trata de la reforma de la sede de la Federación Obrera, constituida en 1918 como Sociedad Federativa de Trabajadores de Molins de Rei, en la que sus asociados desarrollaron una actividad, no sólo sindicalista, sino también relacionada con las artes, los oficios y las industrias. Por esto, el edificio, ubicado en la calle Jacint Verdaguer, contiene amplias salas, como por ejemplo el bar, el foyer que le precede y un teatro con escenario, platea, palcos y anfiteatro. El proyecto, del año 1922, plantea un lenguaje ecléctico en el que, por un lado, perduran las formas historicistas en la fachada principal y, por el otro, soluciona el espacio interior con la incorporación de una escalera imperial y unas columnas clásicas. La fachada está construida con ladrillo visto, excepto las columnas emparejadas de la puerta central y las balaustradas de los balcones. El elemento más destacado es la tribuna situada en el eje central de simetría, sobre el portal, cuya forma –un medio hexágono con tres aberturas conopiales y cúpula gallonada sobre arcos parabólicos– recuerda algunos depósitos de agua de las bodegas, como el de Gandesa, y también otras tribunas de arquitectura doméstica, que Martinell proyectó en Sarral y en Ulldecona por esas mismas fechas. El cuerpo central de la Federación Obrera todavía se enfatiza más con el hastial escalonado, de cornisa moldurada y arcuaciones ciegas, que enlazan formalmente con las cornisas que lo flanquean.
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El Bages 90
SANT FELIU DEL LLOBREGAT Sant Feliu de Llobregat se extiende, como Molins de Rei, entre el Llobregat y la sierra de Collserola, en un desnivel gradual surcado de rieras y torrentes. El trazado irregular y tortuoso de algunas de sus calles nos recuerda que, antes de ser vía pública, eran cursos de agua temporales. Y también como Molins experimentó un auge económico con la construcción del canal de la Infanta en 1819 y la llegada del tren en 1854, motores del desarrollo de su actividad básica, la agrícola, y del proceso de industrialización de ambos municipios, encabezado por el textil, y también dos motivos poderosos por los que la burguesía de la ciudad condal, enriquecida con el comercio, hiciera sus inversiones en tierras de regadío. Estos nuevos inversores venían a sumarse a los pioneros, como la familia del comerciante barcelonés Jaume Falguera, establecida en Sant Feliu en el siglo XVII. Los descendientes de esta familia transformaron, a mediados del XIX, su vivienda del camino real en un gran palacio representativo del neoclasicismo romántico, con unos extensos jardines que, según dicen, llegaban hasta el Llobregat. Alrededor del núcleo antiguo se abrieron nuevas calles y nacieron los primeros ensanches. Las casas viejas se remodelaban o se construían algunas nuevas, y otras se transformaban en grandes mansiones de primera residencia o de veraneo. El espíritu modernista empezó a rezumar por doquier, ya iniciado el siglo XX. Todo el mundo evoca todavía con añoranza los jardines
de la «Torre dels Dimonis» (descritos con precisión por la historiadora Mercè Vidal), una casa de veraneo de líneas clásicas emplazada en una extensísima finca en el lado de levante del ferrocarril y construida por el maestro de obras Dimas Vallcorba para la familia Sayrach en 1893. El hijo de esta familia, Manuel Sayrach i Carreras, el arquitecto poeta, dramaturgo y viajero del Mediterráneo, proyectó, a partir de 1911, sus jardines, con su famoso «Muro de la Creación», inspirándose en el parque Güell de Barcelona, en el que Gaudí continuaba trabajando. Otro ejemplo de casa señorial es Can Monmany, levantada en la calle de Les Creus en la primera mitad del siglo XIX y reformada en 1907 por el maestro de obras Antoni Coll i Fort en un estilo ecléctico, historicista y modernista. Pero no todo eran mansiones y jardines de lujo. Sant Feliu cuenta también con una serie de casas sencillas, unifamiliares o de vecinos, que conforman manzanas o tramos de calles, que los arquitectos, ayudados por la pericia de los constructores para hacer rentable unos presupuestos la mayoría de las veces muy ajustados, supieron dotarles de
cierta artisticidad, con el uso del trencadís cerámico, los cantos rodados y la escoria de hierro como material decorativo. Una muestra de ello son los conjuntos de las casas de En Molins, llamadas así porque sus promotores y contratistas fueron Josep Molins Cañameras y su hijo, Llorenç Molins Serra, y que fueron proyectadas por el arquitecto municipal Gabriel Borrell i Cardona entre 1907 y 1920. De entre todas ellas destacan las casas de Josefa Serra Castells, esposa de Josep Molins, en el paseo Bertrand, de 1907-1912, y que forman unidades residenciales pero que están unidas formalmente como un todo homogéneo mediante los guardapolvos de los arcos del primer piso y las cornisas onduladas; las casas de la calle Jacint Verdaguer; las casas de la calle Vidal Ribas, de 1918; las casas de la calle Torras i Bages, de 1920, y, finalmente, la casa Bonaventura Respall –también conocida como casa Cahué Respall– de 1915-1916, en la esquina del paseo Nadal con la calle Vidal Ribas. Esta última, con los paramentos estucados y ornados con frisos de cerámica diseñada por Antoni M. Gallissà y fabricada en la empresa Pujol i Baucis de Esplugues, exhibe en sus fachadas unos medallones neoclásicos esgrafiados, alusivos a los premios obtenidos por la tienda de los propietarios en certámenes de alimentación celebrados en París, en 1907, y en Barcelona, en 1912.
El Bages 92
SANT JUST DESERN Sant Just Desvern desciende desde la sierra de Vallvidrera hacia el llano del Llobregat, ocupando unas tierras cultivadas en tiempos medievales con cereales y, ya en época moderna, con viñas y algarrobos. El pueblo mantiene todavía unos sectores poco densos en las calles más antiguas y en sus prolongaciones, bordeados de casas unifamiliares entre medianeras. Al sur, en la zona comprendida entre este núcleo antiguo y la carretera real, se fue configurando a principios del siglo XX un ensanche de trama reticulada, urbanizada con torres de primera o segunda residencia, con características de ciudad jardín. En lo alto de una colina, detrás del núcleo original de la población presidido por la Casa del Común y la iglesia parroquial de los Sants Just i Pastor, se halla la antigua masía de Can Ginestar, dentro de un pequeño parque limitado por un muro sinuoso. Un paseo de árboles que arranca de la calle Carles Mercader lleva a la explanada donde se levanta majestuoso el edificio, que en 1978 fue adquirido por el Ayuntamiento para albergar varios servicios municipales, entre ellos el archivo histórico. Can Ginestar fue reformada entre 1904 y 1905 por Joan Baptista Modolell, que encargó su proyecto a Marcel·lià Coquillat i Llofriu, nacido en Elche y en aquella época arquitecto municipal e introductor de la estética modernista en Sant Just. En este estilo proyectó también, entre otros, Can Cuscó, de 1902-1903 y situada en el camino real; la casa Pere Pruna, de 1909-1911, en la calle de Monistrol; y las casas de Joaquim Petit Canals, de 1907, con fachadas a las calles Anselm Clavé y Miquel Reverter, que fueron modificadas y ampliadas sucesivamente por el mismo Coquillat, en 1916, y por los arquitectos
Josep A. Capdevila Prats, en 1923, y Josep Alemany Juvé, en 1928. En Can Ginestar, Coquillat mantendría las características constructivas y prácticamente la distribución funcional de la masía, que era de planta y sección basilical, con un cuerpo de galería a poniente, añadido en el siglo XVIII. Pero el aspecto final que le dio fue el de una mansión señorial, más apropiada para el recreo de sus propietarios que para el uso agrícola que se le había dado durante siglos. Para compensar la simetría y el equilibrio perdidos en la fachada principal al construirse el cuerpo de galerías, adosó a levante una capilla de proporciones similares. Las fachadas se trataron de manera unitaria en un estilo neogótico, con pináculos, hastiales escalonados y una torrecilla poligonal en uno de los ángulos con barbacana y almenas, pero separando cada cuerpo con sendas pilastras y diferenciándolos mediante los perfiles de los coronamientos, las cubiertas individualizadas y el formato de los vanos: ajimez en arco trebolado y balcones en el cuerpo central, balcón en el cuerpo de galerías y puerta en arco lobulado y rosetón en la capilla. El interior presenta pavimentos hidráulicos, en alfombra y en imitación de punto de cruz; arrimaderos cerámicos, hidráulicos y estucados con esgrafiados; vitrales emplomados de colores; además del magnífico techo en la sala principal del primer piso, decorado con una tela que dibuja unas franjas marrones en diagonal y, a la vez, pintada con motivos florales. El arrimadero del aposento de poniente de la planta baja es un diseño de Lluís Brú, realizado por encargo de Domènech i Montaner a la fábrica Pujol i Baucis, que también encontramos en el vestíbulo de la torre Domingo Pujadas, de La Garriga. La capilla, de nave única con presbiterio, es una pequeña joya enriquecida con una cuidada ornamentación y elementos de forja.
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El Bages 94
ESPLUGUES DE LLOBREGAT Esplugues de Llobregat, que se extiende al pie de la montaña de Sant Pere Màrtir hasta encontrar el término de L’Hospitalet por el sur, supo aprovechar desde el inicio de la industrialización las arcillas y margas de aluvión de excelente calidad que se encuentran en abundancia por todo el municipio, y así estableció una serie de tejares y hornos de obra, que proveyeron buena parte de la construcción barcelonesa y de otras muchas localidades catalanas.
De estas fábricas, la que ha hecho que el pueblo de Esplugues quede unido al movimiento modernista fue Pujol i Baucis, que desarrolló su producción de material cerámico durante más de un siglo. La génesis de esta empresa se remonta al 1858, al asociarse Joan Terrada y Màrius Gourde para edificar una fábrica de ladrillos, que se instaló muy cerca del núcleo antiguo, en unos terrenos del Mas Colomer, propiedad de Pau Pujol Franquesa, panadero de Barcelona que había invertido en Esplugues con la compra de varias fincas. Después de ciertas vicisitudes y de tener que cerrar varias veces, en 1874, Jaume Pujol i Baucis, hijo de Pau Pujol, empezó a gestionar la empresa y, dos años más tarde, se convertía en su propietario absoluto. A su muerte, en 1892, su hijo, Pau Pujol i Vilà, tomó las riendas del negocio, llamado desde entonces Hijo de Jaime Pujol y Bausis [sic], popularmente conocido como «La Rajoleta». La gestión de Jaume Pujol, ayudado por su hijo Pau, coincidió con una época en la que la cerámica decorativa empezaba a tener un papel destacado en las fachadas y los interiores de los edificios. Los modelos que produjeron eran diseños tradicionales o neoclásicos, neomudéjares o neoegipcios, que poco a poco iban anunciando su
brillante y creativa producción modernista. Con aquellos modelos, Eusebi Güell e Isabel López decoraron el palacio de Fonollar de Barcelona, primera residencia del matrimonio, que reformó el arquitecto Camil Oliveras, y después el Palacio Güell, en el que Gaudí usaría la técnica del trencadís con material cerámico de deshecho. Fueron muchos los arquitectos y artistas del último cuarto del siglo XIX y principios del XX que realizaron diseños para baldosas y azulejos producidos en la fábrica Pujol i Baucis, o que le encargaron piezas con alguna singularidad específica, que se debían dibujar y producir expresamente. Además de Gaudí, los arquitectos Lluís Domènech i Montaner, Antoni Maria Gallissà, Josep Font i Gumà, Enric Sagnier i Villavecchia, Josep Puig i Cadafalch o Lluís Planas i Calvet; entre los artistas figuraban Alexandre de Riquer, Joan Baptista Alós, que fue director artístico de la empresa, y el mosaicista Lluís Brú. Hay pocos arquitectos de la época que no utilizaran la cerámica servida por la fábrica Pujol i Baucis, que tenía un almacén de distribución en la calle Tallers de Barcelona. Josep Vilaseca i Casanovas, Lluís Muncunill i Parellada, Manuel Joaquim Raspall i Mayol, Salvador Valeri, Josep Azemar i Pont, Enric Fatjó i Torras y tantos otros arquitectos, maestros de obras y decoradores de interiores llenaron los edificios de productos cerámicos, con azulejos enteros o rotos, tejas o escamas, formando zócalos, arrimaderos, frisos, medallones, tejados o pavimentos. Las construcciones que quedan de pie de la antigua fábrica Pujol i Baucis, con los restos
de alicatados, son hoy en día un museo municipal de primera categoría. La masía Colomer o Mas Casanovas, que encontramos en la calle de la Església, la heredó Josep Pujol i Colom, conocido como «el señor Pepito», sobrino del fabricante. Fue él quien encargó la reforma de la masía a Antoni M. Gallissà, que se llevó a cabo entre 1902 y 1903 y que tuvo que terminar Josep Font i Gumà. Con la reforma, el edificio neoclásico se convirtió en un castillo palacio, con una fachada a la calle bastante compacta, y otra abierta al jardín, igualmente importante; torres de «defensa» con cubiertas de cuatro vertientes y con barbacanas o almenas; vanos neogóticos de varios formatos y enmarcados en ladrillo visto; arquerías en las buhardillas; tribuna con vitrales emplomados en la sala principal del primer piso y, como era de esperar, por todas partes, en el interior y en el exterior, en las zonas nobles y en las de servicio, una gran variedad de modelos de cerámica vidriada decorativa de la fábrica familiar. En 1947 se instalaron en el edificio las monjas dominicas de Montsió, y con ellas el claustro gótico de aquel monasterio, trasladado desde Barcelona, que quedó englobado dentro la nueva residencia de la orden, adosada a Can Casanovas.
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El Bages 96
SANT JOAN DESPÍ Sant Joan Despí nació al resguardo de la iglesia parroquial, formando un pequeño núcleo urbano habitado por labradores, y no fue hasta la segunda mitad del siglo XIX en que empezó su expansión, llegando por el noreste hasta la línea del ferrocarril. En este sector se configuró, a partir de 1897, el primer ensanche, que se convirtió en un lugar de veraneo donde algunos barceloneses establecieran sus residencias temporales. Alrededor de las calles de Les Torres y Francesc Macià, ejes principales del ensanche, se edificaron chalets aislados y rodeados de amplios jardines. El pequeño pueblo saltó a la fama internacional gracias a la obra que allí dejó Josep Maria Jujol i Gibert, que formó parte de la segunda generación de arquitectos que integraron el círculo de Gaudí y, quizás, el que más dependencia tuvo, desde el punto de vista artístico, de la estética gaudiniana. Nacido en Tarragona, se incorporó al despacho de Gaudí poco tiempo antes de obtener el título de arquitecto, en 1906. Su intervención incidió, fundamentalmente, en los aspectos compositivos, plásticos y pictóricos de obras de Gaudí, como el Parque Güell, la casa Milà o la cripta de la Colonia Güell. Jujol añade a la plástica gaudiniana un sello de modernidad, adelantándose en unos casos a ciertos movimientos artísticos de vanguardia. La base para desarrollar sus fantasías en hierro y cerámica, así como la predisposición por elevar a la categoría artística materiales obsoletos y de deshecho –restos de vajilla de loza, fragmentos de piedra arenisca vitrificada procedente del interior de los hornos de cal, trencadís de azulejo–, le habían venido brindadas por Gaudí desde su experiencia en el Palacio Güell, terminado en 1888: pensemos, por ejemplo, en los revestimientos de las
chimeneas de la azotea, pero también en las grandes cristaleras de las buhardillas y en el singular despiece de sus cristales emplomados, de colores lisos, que suponen, sin duda, un precedente del arte abstracto. Jujol, como arquitecto independiente, concibió una serie de edificios o bien reformó otros –casas unifamiliares, capillas y alguna casa de pisos– en los que se manifiesta la ascendencia gaudiniana de su trayectoria. De las numerosas obras que proyectó en Sant Joan Despí, donde desempeñó el cargo de arquitecto municipal a partir de 1926, hay tres especialmente interesantes: la Torre de la Creu, de 1913-1916; la reforma de Can Negre, de 1915-1930, y la casa Serra-Xaus, de 1921-1927. En las tres, la creatividad de Jujol adquiere una expresividad propia con una mezcla de componentes surrealistas, barrocos y populares, estructurales y cubistas, que hacen de la realidad preexistente un collage plástico de indudable atractivo. La Torre de la Creu, construida por encargo de su tía política, Josefa Romeu, debía contener dos viviendas independientes y Jujol hizo un planteamiento decididamente original, a base de cinco cilindros imbricados, de distinto diámetro y altura, divididos por un muro recto en dos partes simétricas. Otros cilindros menores, adosados a la planta baja o superpuestos a las cubiertas, completan la volumetría, en la que destaca una torre mirador. El edificio es conocido como «la Torre dels Ous» por la forma ovoide de las cúpulas y sombreretes que coronan cada cuerpo, recubiertos inicialmente con cristales rotos, como los que utilizó Gaudí en los sombreros de algunas chimeneas del Palacio Güell, o los colocados por Lluís Muncunill en las cubiertas onduladas de la masía Freixa de Terrassa. La fragilidad de este material hizo que la hija del arquitecto, Tecla Jujol, lo sustituyera por mosaicos policromos. La reforma de Can Negre, una masía del siglo XVII heredada por el abogado Pere Negre i Jové, es, quizás, una de las obras más espectaculares y fantásticas de Jujol. El arquitecto añadió unas buhardillas y transformó totalmente el inmueble y el jardín, dotándolos de un efecto escenográfico y de una carga simbólica, en parte inspirada en la mística mariana, en el perdido paraíso de Adán o en los cuentos populares. Son especialmente interesantes la escalera
de las buhardillas, un espacio pintado en un azul intenso salpicado de rocallas blancas y cubierto con bóveda octogonal, descompuesta en triángulos para acentuar su dinamismo; la carroza que preside la fachada principal y que se apoya sobre dos pértigas abombadas; los perfiles curvilíneos de las cornisas y aleros, y las pérgolas óseas, el banco y el muro del jardín. El edificio es de propiedad municipal desde 1965. La casa Serra-Xaus, en la calle Jacint Verdaguer, tiene un planteamiento totalmente distinto, que se aleja del modelo modernista. También está formada por volúmenes que se descomponen en distintos planos, creando un juego de claroscuros en los que la línea recta y la geometría cúbica son protagonistas. La única decoración de los paramentos blancos son las cenefas y guirnaldas pintadas de azul y rojo que decoran dinteles, impostas y cornisas. Además de Jujol, en Sant Joan Despí trabajaron otros arquitectos que también dejaron su impronta modernista, como Gabriel Borrell, Juli M. Fossas, Marcel·lià Coquillat, Domènech Mansana o Ignasi Mas i Morell. De este último es el conjunto de las casas Anzizu, edificadas entre 1909 y 1911 en el paseo de Canalies. Se trata de dos viviendas unidas, la Villa José y la Villa Elena, que comparten jardín y en las que Mas recurrió a soluciones plásticas desarrolladas en Sant Pol de Mar, como por ejemplo el acastillamiento de una de las esquinas a base de recortar el coronamiento del muro con almenas de distintas alturas. También obra de Mas i Morell es la casa Viñas, de 1911, en la calle Jacint Verdaguer, que presenta igualmente los típicos escalonamientos de cornisa y aplicaciones de cantos rodados y cerámica vidriada en zócalos y pilastras.
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El Bages 98
CORNELLÀ DEL LLOBREGAT Cornellà de Llobregat no mantuvo en el periodo modernista el carácter de centro de veraneo de que había disfrutado en décadas anteriores gracias a la presencia de la familia Mercader, hacendados de la ciudad, más tarde ennoblecidos como condes de Bell-lloc, que convirtieron Mas Oriol o Martí en un verdadero palacio alrededor de 1864. El modernismo doméstico que encontramos en el núcleo antiguo y en los primeros ensanches de la ciudad es bastante tardío y se manifiesta sobre todo en sencillos trabajos compositivos y ornamentales de las fachadas de las casas de cós y en unas pocas de mayor tamaño. En cambio, el municipio sí fue elegido para instalar fábricas de distintos tipos, ya desde inicios del siglo XIX. De estas industrias han sobrevivido magníficas y austeras construcciones de obra vista, en las que toda la ornamentación está reservada a la plasticidad del ladrillo. En el año 1871 se estableció en Cornellà la Empresa Concesionaria de Aguas Subterráneas del Río Llobregat, dedicada a la captación de aguas para el abastecimiento de Barcelona. El historiador Santos Mateos explica la historia de este conjunto y remarca que la Central de Bombeo es uno de los espacios más impresionantes del patrimonio industrial del país. Según Mateos, en 1905 la Sociedad General de Aguas de Barcelona obtuvo el control absoluto de la concesión, y a partir de esa fecha se empezaría a levantar el conjunto del parque de extracción que vemos hoy, en la carretera de Sant Joan, compuesto por tres naves construidas entre 1905 y 1909, la chimenea y un conjunto de pozos de extracción diseminados por el jardín. Las tres naves, dos paralelas que albergan la sala de máquinas y la de calderas, y una perpendicular a la sala de electricidad, fueron proyectadas por Josep Amargós i Samaranch. Se conserva maquinaria
originaria de la instalación hidráulica de vapor. La sala de máquinas es la de mayor tamaño, con grandes ventanales que facilitan la entrada de luz natural. El pozo número 1, también llamado Fives-Lille, de 1905, es una bella obra de ingeniería y arquitectura. En la actualidad, una parte del conjunto se ha destinado a museo de las aguas. Entre 1920 y 1925, Buenaventura Bagaria Vidal instaló en la carretera de Esplugues su fábrica de tejidos de lana y algodón, proyectada por el arquitecto Modest Feu i Estrada. Junto con la Central de Bombeo y la fábrica de hilados Fontanals i Suris, de 1913, constituye una muestra de la mejor arquitectura industrial modernista de Cornellà, en la cual los materiales de construcción se limitan al hierro, el cristal y el ladrillo, con unos resultados extraordinarios. La fábrica de Can Bagaria está constituida por varias naves organizadas alrededor de un recinto cerrado y la Casa del Director, situada en un extremo en una zona más elevada. La nave alineada con la carretera posee la entrada principal, monumentalizada mediante un cuerpo central cubierto con cúpula y dos cuerpos que, a manera de torres de defensa y con troneras en arco de herradura, flanquean la puerta. Sin embargo, la nave más interesante es la lateral de la esquina de mediodía, cubierta con un juego decreciente de bóvedas tabicadas e iluminadas con lucernas cenitales.
Además de estos grandes complejos industriales, es preciso destacar la casa Rovira (o casa Mulà), en la calle Rubió i Ors, de la que se conoce el nombre del albañil que la construyó, Bartomeu Ribas, y la fecha, 1912. Además de vivienda, la casa sirvió para desarrollar una modesta actividad industrial. Así lo recuerda una inscripción esgrafiada en el hastial ondulado de la fachada lateral, donde se puede leer todavía «Fábrica de Gaseosas y Sifones de Ramón Mulá». La fachada principal del edificio muestra ornamentos a base de relieves florales esculpidos en ventanas, cornisa y acroterio, y en el interior, pavimentos hidráulicos en los aposentos, de variados dibujos geométricos y vegetales. No podemos pasar por el parque del palacio museo de Can Mercader sin mencionar la torre de la Miranda, con entrada por la avenida Salvador Allende, levantada hacia 1920 por el conde de Bell-lloc, Arnau de Mercader i Zufia, como observatorio astronómico y como atalaya para estudiar las aves migratorias que iban camino del delta del Llobregat. La torre, de planta hexagonal, tiene 27 m de alto y sigue el estilo historicista del palacio, en una mezcla de arquitectura medieval y mudéjar. Todo el conjunto del palacio, el parque y la torre fue adquirido por el Ayuntamiento en 1974. Tampoco nos podemos olvidar de la casa que entre 1927 y 1928 realizó Josep M. Jujol i Gibert para Cebrià Camprubí Nadal, situada a las afueras de Cornellà, sobre la carretera de Sant Joan Despí y rodeada por un gran parque. Aun cuando en ella se respira más la estética novecentista, especialmente por el tratamiento de las fachadas con esgrafiados de motivos florales y campesinos sobre fondo rosa, el planteamiento en tres cuerpos maclados de distintos tamaño y alturas, la torre cilíndrica que aloja una escalera o las pequeñas tribunas triangulares del primer piso de uno de los cuerpos son todavía expresiones de la etapa modernista de Jujol.
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SANT BOI DEL LLOBREGAT La localidad de Sant Boi de Llobregat conserva todavía el sello de la actividad económica que le ha dado vida durante siglos, la agricultura. La industrialización llegó allí considerablemente tarde, a partir de 1918, y esta es quizás una de las razones por la que las viviendas continuaron ateniéndose a la tradición constructiva y las tímidas muestras modernistas que se encuentran en los primeros ensanches son, en general, tardías y epidérmicas. El primero de estos ensanches, iniciado en 1875, se desarrolló hacia el antiguo camino de Barcelona, a la derecha del Llobregat, donde se construyó, en la década de 1880, el edificio neoclásico del Ayuntamiento. El segundo ensanche fue proyectado por el arquitecto municipal Antoni Pascual Carretero y comportó la apertura de la calle Francesc Pi i Margall y de la calle Raurich. Es aquí donde encontramos alguna casa modernista, como Can Aleu, una casa de cós entre medianeras de 1909, con dos vanos por planta de perfil redondeado y fachada estucada, coronada por un antepecho sinuoso con guirnaldas. En las calles Raurich, Sant Miquel, Montmany y Major, también se encuentran una serie de casas de características similares, que parecen haber salido de la mano de un hábil albañil local aconsejado por Antoni Pascual. En todas esas casas se manifiesta la voluntad de mantener el tipo residencial tradicional campesino y, a la vez, dotarlo de cierta artisticidad, ejemplificada en los guardapolvos de los vanos, los antepechos de las azoteas y las aplicaciones de cerámica natural o vidriada.
Existe también alguna construcción de carácter señorial, que la burguesía de Sant Boi se construyó a principios del siglo XX. Es el caso de Can Garrofa, una torre aislada con jardín y verja delantera, construida en 1900 por el maestro de obras Joaquim Brou, en la calle Pi i Margall. Es un edificio de composición clásica, de tres plantas, con un pórtico sobre columnas y arco conopial en la entrada, sobre el que se apoya una tribuna paralelepipédica cerrada con vitrales emplomados. Los vanos son los elementos más decorados de la fachada, con resaltes, molduras y guirnaldas florales. Sin embargo, el edificio más emblemático de la población, construido probablemente al fines del siglo XIX, es, sin duda, la Torre del Marqués de Marianao, que a pesar de no presentar ningún elemento que la pueda relacionar con el más puro estilo modernista, sí que se incluye en aquel espíritu ecléctico que se desarrolló paralelamente y que bebe en las fuentes del gótico y del renacimiento. Es una gran mansión de tres plantas, que se levanta en medio de un parque diseñado por Josep Fontseré i Mestre hacia 1880. Lo más destacado es la maciza torre de planta cuadrada y ventanales de tracería gótica, y el imponente balcón que recorre las fachadas apoyado sobre ménsulas corpóreas.
El Bages 102
VILADECANS En Viladecans, el edificio más representativo de la época modernista es la antigua Torre Modolell, sede actual del Ayuntamiento, edificada en 1892 y ampliada en 1899 en la calle Jaume Abril por el arquitecto Josep Azemar i Pont.
Su concepción como castillo medieval es, con toda probabilidad, consecuencia de la vecindad con la Torre del Baró, como también los materiales que se usaron en la obra, de un rojo subido, el tono de la piedra arenosa de Cal Baró y de otros antiguos edificios de Viladecans. Magdalena Modolell Freixas, su promotora, aprovechó una antigua torre de defensa y una casa medievales para construir su vivienda, que terminó siendo una fortificación con barbacanas almenadas y potentes aleros, ventanas geminadas y ajimeces en arco trebolado, sillería en las aristas y paramentos estucados a imitación de los sillares. Es interesante la solución de la esquina, mediante un balcón en el chaflán con barandilla calada y doselete, sostenido por una columna y terminado en una torre hexagonal que rompe el alero y se cubre con cubierta de pabellón revestida con cerámica vidriada. Por la fachada posterior el edificio da a un gran jardín que, en la época de la reforma de Azemar, tenía un aire romántico, con dos lagos con barquichuelas, atravesados por una pasarela, y con una serie de grutas por las que pasear. Como la mayoría de las mansiones ochocentistas, contaba con jaulas especiales para aves y otros animales exóticos, traídos de lejos para provocar la admiración de los invitados.
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El Bages 104
CASTELLDEFELS Castelldefels es un municipio que hasta bien entrado el siglo XX mantuvo, como principal actividad económica, la agricultura. Su fisonomía era la de un pequeño núcleo de población con una serie de casas fortificadas y dispersas, situado cerca del antiguo camino real de Barcelona a Valencia. La industrialización llegó allí considerablemente tarde, a partir de 1918, y esta es quizás una de las razones por la que las viviendas continuaron ateniéndose a la tradición constructiva y las tímidas muestras modernistas que se encuentran en los primeros ensanches son, en general, tardías y epidérmicas. El primero de estos ensanches, iniciado en 1875, se desarrolló hacia el antiguo camino de Barcelona, a la derecha del Llobregat, donde se construyó, en la década de 1880, el edificio neoclásico del Ayuntamiento. El segundo ensanche fue proyectado por el arquitecto municipal Antoni Pascual Carretero y comportó la apertura de la calle Francesc Pi i Margall y de la calle Raurich. Es aquí donde encontramos alguna casa modernista, como Can Aleu, una casa de cós entre medianeras de 1909, con dos vanos por planta de perfil redondeado y fachada estucada, coronada por un antepecho sinuoso con guirnaldas. En
las calles Raurich, Sant Miquel, Montmany y Major, también se encuentran una serie de casas de características similares, que parecen haber salido de la mano de un hábil albañil local aconsejado por Antoni Pascual. En todas esas casas se manifiesta la voluntad de mantener el tipo residencial tradicional campesino y, a la vez, dotarlo de cierta artisticidad, ejemplificada en los guardapolvos de los vanos, los antepechos de las azoteas y las aplicaciones de cerámica natural o vidriada. Existe también alguna construcción de carácter señorial, que la burguesía de Sant Boi se construyó a principios del siglo XX. Es el caso de Can Garrofa, una torre aislada con jardín y verja delantera, construida en 1900 por el maestro de obras Joaquim Brou, en la calle Pi i Margall. Es un edificio de composición clásica, de tres plantas, con un pórtico sobre columnas y arco conopial en la entrada, sobre el que se apoya una tribuna paralelepipédica cerrada con vitrales emplomados. Los vanos son los elementos más decorados de la fachada, con resaltes, molduras y guirnaldas florales. Sin embargo, el edificio más emblemático de la población, construido probablemente al fines del siglo XIX, es, sin duda, la Torre del Marqués de Marianao, que a pesar de no presentar ningún elemento que la pueda relacionar con el más puro estilo modernista, sí que se incluye en aquel espíritu ecléctico que se desarrolló paralelamente y que bebe en las fuentes del gótico y del renacimiento. Es una gran mansión de tres plantas, que se levanta en medio de un parque diseñado por Josep Fontseré i Mestre hacia 1880. Lo más destacado es la maciza torre de planta cuadrada y ventanales de tracería gótica, y el imponente balcón que recorre las fachadas apoyado sobre ménsulas corpóreas.
El Bages 106
EL PRAT DEL LLOBREGAT El Prat de Llobregat es el municipio por excelencia del Delta, extendido como una manta de colores, los colores de los campos de cultivo y de los pinos, de las pistas de tierra y de las asfaltadas, de las aves y los aviones, de las masías dispersas y las casas alineadas del primer núcleo de población y de los bloques modernos. El Prat empezó a experimentar un auge económico a mediados del siglo XIX, cuando la agricultura de secano se convirtió en agricultura de regadío gracias a la construcción del canal de la Dreta en 1855, que descendía desde Sant Vicenç dels Horts, y la explotación del agua artesiana a partir de 1893. Otro hecho importante que propició el desarrollo del pueblo fue el cambio de la propiedad de la tierra, gracias al proceso de desamortización, que pasó de los tradicionales propietarios del Antiguo Régimen, mayoritariamente las instituciones religiosas y la nobleza, a una burguesía de base industrial. Estos factores, unidos a la mejora de las comunicaciones, influirían en el establecimiento de nuevas familias y en la inversión por parte de la clase burguesa en tierras de cultivo. El modernismo, como hecho arquitectónico, tiene sus manifestaciones más relevantes en la segunda década del siglo XX. Dejando de lado unas pocas muestras de arquitectura doméstica, debe mencionarse el antiguo Centro Artesano, el local recreativo del sector más conservador de la población, construido en 1919 por el arquitecto Antoni Pascual Carretero. Ahora bien, la pieza que constituye una pequeña joya, no solo arquitectónica sino en su tiempo como símbolo de progreso y modernidad, es el antiguo edificio de la
Central Telegráfica Marconi, denominada así por la patente de las centrales que poseía Guglielmo Marconi, el inventor del telégrafo. Instalada inicialmente en la finca La Ricarda y hoy integrada dentro del territorio ocupado por el aeropuerto de Barcelona-El Prat, se accedía a ella por el camino de la Volateria. El proyecto fue encargado a Josep Puig i Cadafalch en 1911 por la compañía inglesa Marconi Wireless Telegraph, que contrató a un constructor local, Josep Monés i Jané, para que llevara a cabo la obra. El aspecto exterior de la Telegrafia de El Prat es el de una nave de paramentos blancos y cubierta de tejas rojas a dos vertientes que guarece la planta baja con sus aleros de bovedillas y modillones escalonados de ladrillo encalado. La nave se eleva sobre una especie de zócalo que, en realidad, corresponde a un cuarto de aislamiento y ventilación realizado con una estructura de pilares de hormigón y bóvedas tabicadas. Las testeras, el hastial central y las lucernas permiten adivinar la existencia de un piso encima. De hecho, la planta baja albergaba la sala de telegrafía y una zona de atención al público. El piso superior debía ser la vivienda del telegrafista, pero según testigos orales fue un espacio de trabajo administrativo. El acceso se realizaba por una escalera exterior adosada a una de las testeras, que además se señalizaba con un frontón recto elevado sobre el caballete de la cubierta, como si se tratara de una espadaña, y flanqueado por dos conductos de humo acabados en pirámide. El hastial central, al romper la cubierta y escalonarse al estilo flamenco, indicaba la entrada a la Telegrafia por el propio gesto arquitectónico. Manuel Bertrand i Salsas había adquirido, en 1908, la finca situada alrededor del estanque de La Ricarda para instalar una explotación agrícola. Esta finca había pertenecido a la Casa de Maternidad de Barcelona hasta 1865, en que fue subastada y comprada por Pere Arús y Tomàs Auferils. A partir de su adquisición por parte de la familia Bertrand,
se fueron construyendo nuevas edificaciones o reformando las viejas. En 1910, bajo el control de Eusebi Bertrand i Serra –que en 1935 sería considerado el primer industrial algodonero del mundo por la Asociación Algodonera de Manchester– se llevó a cabo la instalación lechera más importante y de fama reconocida no solo en el país sino también en el extranjero, la Granja La Ricarda, que comportó la construcción de un complejo conjunto industrial, dotado de los mayores adelantos higiénicos y sanitarios. Algún autor ha atribuido esta obra a los ingenieros Francisco Bastos y Jaume Mestres. Documentalmente se sabe que el arquitecto Joan Torras Guardiola diseñó la estructura metálica de las cubiertas, y que el constructor de la obra fue Josep Monés i Jané. Símbolos de poderío económico, en estos edificios de La Granja, hoy ya desmontados, palpitaba el espíritu modernista. La Torre de La Ricarda, también llamada Masoveria La Ricarda y Cal Vallejo, es la única construcción de la finca que se puede ver hoy en día, cerca del camino de la Volateria. Tiene un aire de chalet de veraneo, de blancas paredes ornadas tan solo por cenefas vegetales. Quizás sea esta la casa a la que hacía referencia José Zulueta, en 1912, cuando mencionaba que el señor Bertrand estaba operando la transformación de la vieja casa de labor, habilitada como apeadero de caza, en verdadera residencia de campo, con un gusto verdaderamente exquisito.