En el siglo XIX, se descubre que prácticamente todos los patrones se originan a partir de tres formas básicas: elementos aislados, elementos lineales y la interacción cruzada de ambos.
De hecho, cualquier forma aislada puede considerarse como “punto”, desde un pequeño círculo hasta el dibujo de una hoja, por ejemplo. Una línea, en cambio, se trata de una serie de puntos que se unen visualmente creando un recorrido.
Teniendo en cuenta esta premisa, se han creado una serie de retículas mediante la interacción de ambas estructuras para insertar formas simples derivadas a partir de círculos y triángulos, creando así una serie de motivos de repetición que relajan, agradan o sorprenden. Esto permite así estudiar la complejidad variable de la construcción de distintos diseños procurando reproducir distintas proximidades, escalas y colores agrupándolos en hileras que se superponen formando cuadrículas incipientes.