Miembro de OXFAM Internacional
Biocombustibles...
Cuando la soluci贸n es parte del problema
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Biocombustibles...
Cuando la soluci贸n es parte del problema Primera Edici贸n / 2009 Rostros y Voces FDS, A.C. Alabama 105 Colonia N谩poles M茅xico, D.F. 03810 (5255) 5687 3002 (5255) 5687 3203 www.rostrosyvoces.org campanias@rostrosyvoces.org
Biocombustibles... Cuando
la solución es parte del problema
Introducción
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a promoción del uso de biocombustibles como una “gasolina verde” aparenta ser una salida para nuestro país, en los esfuerzos para disminuir la dependencia del petróleo y dar un impulso a la producción agrícola. Recientes estudios de eficiencia energética muestran que, para el caso del etanol de maíz, por cada unidad de energía fósil gastada en su producción se recuperan 0.78 unidades, ¡tres cuartas partes de lo invertido! Y si se considera la deforestación y la pérdida de suelos, el costo ambiental total de los biocombustibles puede resultar mayor que el de usar combustibles fósiles. En este cuaderno se presentan otros factores que entran en juego al momento de evaluar esta medida, como son los económicos y los sociales. La crisis del maíz de 2007 y la de precios de alimentos de 2008, de la cual todavía vivimos consecuencias, nos mostraron el impacto que el aumento de la demanda de este grano para la producción de etanol puede tener en el precio de la tortilla y, en consecuencia, en los bolsillos de la gente. Si consideramos que nuestro país tiene a 20 millones de
personas viviendo con menos de un dólar al día, el impacto es demoledor. En febrero de 2008 se aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos, en ella queda restringido el uso de maíz para producción de etanol en tanto no existan excedentes para el consumo nacional, sin embargo, hasta hoy, no está publicado el reglamento respectivo, por lo que no está definido el procedimiento para establecer los excedentes, las autorizaciones, etcétera. Mientras no se publique el reglamento, la ley es prácticamente inoperante. Rostros y Voces pone a su disposición este cuaderno, con el fin de aportar elementos para la comprensión de nuestra realidad y enriquecer el análisis para la construcción de alternativas para el desarrollo de nuestro país. Lo hacemos convencidos de la importancia de la agricultura para nuestra economía y para garantizar nuestra seguridad alimentaria y lo hacemos también como parte del llamado que Oxfam está haciendo a nivel internacional para repensar la lógica con la que hasta ahora ha funcionado la economía mundial.
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Cuando la solución es parte del problema Hay tres razones que se dan para justificar el uso de biocombustibles: 1. Mitigan las emisiones de gases invernadero. 2. Reducen la dependencia de los hidrocarburos. 3. Fortalecen al sector agrícola.
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obre estos tres pilares se sostiene un argumento donde varios países coinciden en la idea de impulsar el uso de los biocombustibles; México es uno de ésos, y para que no se dude de su integración al concierto de las naciones, en el 2008 aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos. Esta nueva ley pretende fomentar el uso de los biocombustibles, centrando su atención en tres: etanol, biogas y biodiesel. La meta es sustituir en 2012 hasta un 5.4% del consumo de combustibles para el transporte. Es decir, dejar de usar gasolinas para que no se acabe el petróleo y emplear combustibles derivados de las plantas. Pero aún con leyes, coincidencias y tendencias, hay que considerar que la producción de biocombustibles requiere del uso de tierras de cultivo destinadas, hasta ahora, a la alimentación humana y animal. Así que las tres razones podrían descansar en el banco de las buenas intenciones porque su producción tiene límites que en un periodo no muy lejano derivarían en conflictos sociales y económicos. Hay soluciones que se convierten en el origen de otros problemas, o son en sí mismas parte del problema. El aumento del precio de los alimentos, los efectos sobre la base de recursos naturales y el
incremento en la desigualdad dentro del sector agrícola, son algunas de las consecuencias de la aplicación de una política energética limitada y de corto plazo. VAMOS POR PARTES En México, desde la época prehispánica, el maíz nos ha dado de comer, pero también ha alimentado una cultura. Por ahí dicen que somos “la cultura del maíz”. La relación del ser humano con la planta de maíz ha sido necesaria porque ésta no puede reproducirse sin la intervención de la mano del hombre. Así, al cultivar el maíz, los antiguos mexicanos también se cultivaron, se alimentaron y aprendieron. A partir del maíz conocieron el sentido del tiempo y de cómo estaban organizados los astros para saber cuándo se tenía que abrir el surco y echar los granos; supieron que la planta necesitaba dormir tantas lunas para despertar hecha mazorca. Los antiguos mexicanos dibujaron las edades del maíz y sus frutos, saciaron su hambre e inventaron ese amasijo especie de empanada que se llama tamal, y descubrieron que la tortilla lo mismo es alimento que plato y cuchara. El maíz es el principal alimento en millones de mesas mexicanas, por eso no está de más detenerse a pensar cuál es su relación con los famosos biocombustibles, también llamados agrocombustibles.
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... PERO ANTES, PONGAMOS EN CLARO: ¿qué es un biocombustible? El término biocombustible es una palabra compuesta por: Bio.- Viene del griego que significa vida. Combustible.- Se define como el material que se emplea para producir energía. Biocombustible es un término utilizado para denominar a los combustibles que se obtienen de la “biomasa” de organismos recientemente vivos como las plantas. Los biocombustibles también se conocen con el nombre de agrocombustibles.
¿para qué sirve un biocombustible? Un biocombustible sirve para producir la energía que hace funcionar un motor. Desde hace algunos años, los biocombustibles se están proponiendo para sustituir a los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural.
La producción y uso de los biocombustibles abre un panorama donde, por extraño que parezca, la cosecha de maíz lo mismo puede parar en la tortillería que en la gasolinería. ESTO PORQUE... – A través de un proceso de fermentación de cultivos como el maíz, se obtiene un alcohol que se llama bioetanol o etanol, a secas. El etanol tiene la propiedad de ser refractario al fuego, o sea que no provoca llama, por lo mismo se promueve como el sustituto ideal de la gasolina que usan los coches.
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ADEMÁS... – Una persona en México encuentra en el maíz a su principal fuente de calcio. Este mineral es útil en la formación y cuidado de los huesos y dientes, e indispensable para las funciones
¿de dónde sale un biocombustible? - maíz - caña de azúcar - sorgo - palma - jatropa (piñón) - yuca - remolacha - pasto de Taiwán
¿cuáles son los biocombustibles? Bioetanol o etanol se obtiene del maíz, caña de azúcar, remolacha y sorgo. Biodisel se obtiene de aceites o grasas de cultivos como jatropa y palma.
musculares. Cuando a una persona le falta calcio sus huesos se reblandecen, sus músculos se debilitan y llega a perder piezas dentales. ¡Vaya coincidencia! El maíz que sirve para que una persona se mueva, también puede transformarse en combustible para mover un automóvil. En las grandes ciudades cada día hay más coches, por lo tanto se necesitarán miles y miles de toneladas de maíz para abastecer los depósitos de combustible o gasolinerías, y habrá que destinar las tierras para sembrar maíz y más maíz. La producción de biocombustibles propone el uso de otras plantas como el sorgo, caña de azúcar, palma, pasto de Taiwán y jatropa, cuyo destino hasta ahora es:
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Producto Maíz
Destino Es para el consumo humano, en diversidad de alimentos.
Caña de azúcar Se utiliza en la industria framacéutica y para producir de bebidas alcohólicas. Sorgo
Es alimento para el ganado.
Palma
Sirve para el consumo humano en productos como aceite de mesa y margarina, también se utliza en la fabricación de jabones, fármacos y cosméticos.
Pasto Taiwán
Es alimento para el ganado.
Yuca
Se cultiva para el consumo humano.
Sin embargo, estos cultivos tienen un futuro de marras: formar parte de la cadena “producción-procesamiento-distribución”, destinada a satisfacer la demanda creciente de combustible en el sector transporte, lo que avisora efectos sobre la base productiva, la dinámica económica y el consecuente impacto en el medio ambiente. MÁS CARO EL CALDO. Producir, procesar, almacenar y transportar los biocombustibles supone el empleo de tierras, mano de obra, agua y desde luego energía. En México, la principal fuente de energía son los hidrocarburos (petróleo, gas natural), los cuales concentran el 90% de la oferta de energía primaria. Afortunadamente, México es autosuficiente en la producción de energía primaria, es decir, aquella que se obtiene de los recursos natruales, como por ejemplo el petróleo. Sin embargo, es importador neto de energía secundaria, aquella que resulta de
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la transformación de los recursos energéticos, como la gasolina. Esto es, México tiene capacidad para producir petróleo pero no para transformalo en gasolina, por eso la trae de otro país, para responder al sector transporte que ocupa el segundo lugar en demanda de energía. Actualmente el consumo de energía del sector transporte representa el 32% del consumo nacional, pero en 10 años subirá a 35%, de ahí que se esté mirando hacia el campo para sacar el combustible. Debido a que cada día en la zonas urbanas habrá más transportes y se necesitará más combustible, el gobierno mexicano proyecta concluir, hacia el año 2012, la construcción de 22 plantas a lo largo de todo el país, de las que espera obtener 3 millones de litros anuales de etanol. Para las instancias oficiales, los biocombustibles son una alternativa viable y eficaz, no obstante que la principal fuente para abastecer las plantas procesadoras de etanol, serán la caña de azúcar y el maíz, además del sorgo, yuca, remolacha y jatropa. Impulsar la solución a la demanda de combustible para el sector transporte, teniendo como base el sector agrícola, obliga sumar algunos factores, aunque más parecen restas: – PRIMERO. El campo está en crisis desde hace más de una década. Con la puesta en marcha del NAFTA (North American Free Trade Agreement o Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que entró en vigor en 1994, se pronunciaron las diferencias entre un número creciente de campesinos marginados, frente a pequeños grupos de agroempresarios que han concentrado el poder y los recursos. La apertura económica trajo consigo una concentración de la agricultura en unos pocos cultivos centrales en
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los cuales la gran mayoría de los productores encontraron el sustento de sus familias. – SEGUNDO. La firma del NAFTA ha dejado una huella profunda en la agricultura mexicana: el campo perdió apoyos, creció el consumo de agroalimentos provenientes de Estados Unidos y se perdió terreno en el mercado de las exportaciones. En 1980 las exportaciones representaban el 12%, para 1987 alcanzaron un 20%, pero en el 2007 apenas llegaron al 3.4%. Del lado de las importaciones, la dependencia de productos externos se incrementó: en 1980 el consumo de bienes primarios (principalmente alimentos) representaba el 5% de las importaciones totales, en 2007 este consumo representó el 15% del gasto en bienes externos. El saldo en el sector agroalimentario pasó de -$896 millones de dólares en 1980 a -$2,390.6 en 2006. – TERCERO. El sector vive un rezago derivado de un proceso de descapitalización y transferencia de capital. Quiere decir que los recursos de la agricultura han ido a parar a otros sectores productivos, como el comercializador y el industrializador. El viaje de los recursos de un sector a otro, se explica porque los precios de los productos agrícolas no avanzan igual que los precios de los bienes de consumo, como la comida. Otros que marchan disparejos y frenan la capitalización del campo, son los precios al productor del sector agropecuario y los precios de los productos agropecuarios comercializados, carrera que repercute negativamente en el ingreso de los productores.
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– CUARTO. La capitalización del campo vía transferencias del sector público se ha reducido. En 1990 la Secretaría de Agricultura contaba con 3.8 mil millones de pesos. En 2008, el gasto de la dependencia fue de 54 mil millones de pesos. Parece más pero es menos, porque hubo necesidad de aumentar la planta administrativa para manejar estos recursos,
reduciendo el presupuesto efectivo destinado al desarrollo del sector. Aunado a ello, desaparecieron del mapa los fondos de fomento al desarrollo y se redujeron los créditos públicos y privados a la producción del sector. – QUINTO. A pesar de la pérdida de competitividad del sector agrícola, la demanda de empleo se incrementó un 44% entre 1993 y 2007, contrariamente a lo esperado durante la firma del NAFTA. Hoy día, el sector absorbe el 28% de la población económicamente activa. – SEXTO. Cuando más, significa menos. En 1994 hubo un incremento de la superficie agrícola y en la producción de granos básicos; en ese año del total de productores ejidales, cerca de la mitad mantenían una actividad agrícola de autoconsumo. Hoy día, existe una concentración de la superficie agrícola en productores de autoconsumo y semicomerciales quienes poseen el 75% de la superficie agrícola, con un promedio de propiedad de cinco hectáreas. Es decir, que la mayoría de los productores del campo sólo producen lo que comen sus familias. – SÉPTIMO. La participación del sector agrícola en el Producto Interno Bruto (PIB), aquel que contabiliza la contribución de un sector a la riqueza nacional, ha decrecido desde finales de la década de 1980. Es decir, la producción agrícola está dejando de tener valor para las cuentas nacionales. En la década de los 80 el sector participaba con el 7% del PIB, mientras que a finales de los años 1990 su contribución se redujo a 5%, nivel que mantiene en la actualidad. PEDIR PERAS AL OLMO. La agricultura mexicana se caracteriza, en términos de espacio, por las limitantes geográficas, que tiene extensiones accidentadas y fragmentadas; en función del contenido de nutrientes, la característica es la pobreza del suelo de buena parte del territorio nacional.
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En México, de la superficie sembrada, se obtienen 166 millones de toneladas de productos agrícolas. La producción de granos y caña de azúcar, representa 78 millones de toneladas, es decir, casi la mitad de la producción total. La superficie sembrada en México es de 21 millones de hectáreas, aproximadamente; extensión que en un 42% la ocupa el maíz. Maíz, superficie sembrada = 8.8 millones de héctáreas Frijol, superficie sembrada = 1.6 millones de hectáreas 10.4 millones de hectáreas
Entre el maíz y el frijol, que es el segundo cultivo más importante, se ocupa la mitad de la tierra de cultivo en el país. LA CAÑA DE AZÚCAR OCUPA UNA SUPERFICIE DE 700 MIL HECTÁREAS, LO QUE REPRESENTA EL 4% DEL TOTAL DE LA SUPERFICIE SEMBRADA.
Entre 1990 y 2007 la superficie sembrada se incrementó en 23%, y el cultivo de hortalizas y frutas ocupó, en conjunto, el 10% de la superficie total. No obstante, el crecimiento del sector agrícola ha sido insuficiente para cubrir las necesidades de la población. Tan sólo en el 2007 faltaron en México alrededor de 18.5 millones de toneladas de los principales granos y oelaginosas, y para superar dicha escasez se recurrió a las importaciones. Aún con los faltantes, las condiciones del suelo y la distribución de los cultivos, los planes gubernamentales están orientados a producir biocombustibles empleando etanol como principal oxigenante, para lo cual será necesario destinar una superficie de 700 mil hectáreas. En efecto, el mismo número de héctareas cultivadas principalmente con caña de azúcar. CONSUMIDORES SOBRE RUEDAS. Reducir la dependencia de los hidrocarburos es central para el cumplimiento de las metas de crecimiento y desarrollo planteadas en el
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Plan Nacional de Desarrollo. El objetivo del gobierno federal, para el año 2012, es lograr la sustitución de 10% de la energía proveniente de los hidorcarburos por energías renovables. El destino es el sector transporte, el cual se configura como el principal sector consumidor de energía en México, y se caracteriza por su constante expansión. Los principales productos consumidos por el sector transporte son gasolinas y diesel. En conjunto estos dos productos representan el 61% del consumo de petrolíferos (derivados de petróleo para su uso como combustibles). En 2007, en México se consumieron: Gasolina: 42 mil millones de litros Diesel: 21 mil millones de litros En el 2014, en México se consumirán: Gasolina: 50 mil millones de litros Diesel: 24 mil millones de litros Pero, la creciente demanda de gasolina y diesel ha estado acompañada también de un aumento en las importaciones de estos dos productos. Entre 2000 y 2006 el consumo de gasolina importada se incrementó en 125% a lo largo de todo el periodo, mientras que el diesel lo hizo en 95%. En la actualidad se importa: Gasolina: 12 mil millones de litros Diesel: 2.3 mil millones de litros En el 2012, la demanda de combustible importado podría incrementar a: Gasolina: 22 mil millones de litros Diesel: 3.5 mil millones de litros El incremento de las importaciones no sólo se asocia a un aumento de la demanda, sino también al estancamiento en la capacidad de refinación de PEMEX para generar gasolina, y la caída en la extracción de petróleo crudo. Los centros de mayor consumo de gasolina son las principales áreas metropolitanas del
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Valle de México, Guadalajara y Monterrey, donde los tipos de gasolina que se consumen son principalmente la gasolina regular (MAGNA) y la gasolina de alto rendimiento (PREMIUM). A pesar de que el precio de las gasolinas no depende directamente de las fluctuaciones del mercado internacional sino de la política económica nacional, durante los últimos años ha tenido un incremento promedio de 5.1%. Los incrementos en el precio de la gasolina paulatinamente permitirán que se abran espacios para nuevos combustibles, entre los que se está considerando al etanol, principalmente, y el biodiesel. ETANOL ES LO DE HOY. Para que la nueva Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos alcance las metas de sustituir el consumo de combustibles para el transporte, en México será necesario producir alrededor de 2.6 mil millones de litros anuales de etanol, derivado del procesamiento de caña de azúcar, cuyo destino tradicional es el sector de bebidas alcohólicas y la elaboración de algunos medicamentos. La caña es considerada como el principal insumo con el que se piensa incursionar en la producción de etanol, aunque existen proyectos que consideran al sorgo, el maíz y la yuca como posibles fuentes. Actualmente México cuenta con una capacidad para procesar 126 millones de litros anuales de alcohol, derivados de la caña de azúcar. – 700 mil hectáreas producen, cada año, 51 millones de toneladas de caña, capaces de producir 4.2 mil millones de litros de etanol.
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– Si en el corto plazo, la superficie cultivada de caña pasa de 700 mil hectáreas a 1.5 millones de hectáreas, se generarían 115 millones de toneladas de caña y se alcanzaría una
producción de 9.2 mil millones de litros anuales de etanol. – Si se añaden 3 millones de toneladas de maíz sembrado en 380 mil hectáreas en Sinaloa, esto generaría 1.25 mil millones de litros anuales de etanol. En conjunto sería: 9.2 + 1.25 = 10.5 mil millones de litros anuales de etanol Cantidad suficiente para cubrir la demanda de etanol hasta 2050, pensando en una mezcla de 5.4%, lo que significa mezclar a la gasolina ese porcentaje del biocombustible o sea etanol, como oxigenante. Esta mezcla se conoce como E-5, es decir, etanol al cinco por ciento. Pero, como en las próximas décadas se espera un aumento en el consumo de gasolinas se generaría un déficit nuevamente al alcanzar la primera mitad del siglo. Además, de acuerdo con el Plan de Desarrollo Sectorial de Medio Ambiente y de Cambio Climático (CICC 2007), la mezcla tendría que ser al 10%, (E-10) lo cual significa que el déficit comenzaría a partir de 2025 y se tendría que echar mano de la importación. Debido a que el etanol es el principal biocombustible producido en el mundo, actualmente existe una lista de empresas que pretenden incursionar en la industria, además de un conjunto de ingenios azucareros. Pero incorporarse en la industria de los biocombustibles, implica revisar el comportamiento de los precios de los productos finales de alimentos y combustibles, cuyas expectativas son a la alza en los siguientes años. Esta tendencia es una limitante para la naciente industria, ya que los costos de producción deben mantener cierto margen de ganancia para la industria y, al mismo, tiempo conservar su competitividad frente a otras fuentes de energía con las que puedan competir.
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La revisión apunta también hacia el crecimiento del precio de la materia prima, generado por las presiones en la demanda de alimentos, la caída en la reserva mundial de cereales y las fluctuaciones en la productividad a consecuencia del cambio climático, lo que forzaría necesariamente un aumento en los costos de producción de etanol y una reducción de los márgenes de ganancia. A nivel mundial la oferta de etanol como combustible es de 52 mil millones de litros anuales. La producción mundial entre 2000 y 2006 pasó de 29.5 mil millones de litros anuales a 51.5 mil millones de litros anuales, consumo concentrado mayormente en América, donde los principales productores y consumidores son Estados Unidos y Brasil. Producir biocombustibles es el tema que ha ocupado la agenda de los gobiernos en los últimos años. Empero, el diseño de las políticas para fomentar el consumo del etanol es resultado principalmente de presiones económicas, más que de criterios de eficiencia energética o metas vinculadas con la reducción de emisiones de gases invernadero. Esta tendencia ha dejado de lado la discusión sobre las repercusiones de la producción de etanol en el medio ambiente, la estabilidad social y la seguridad mundial alimentaria. LA QUEMA DE RECURSOS. La producción de biocombustibles requiere de una gran cantidad de recursos, como suelo, agua e insumos que permitan incrementar su productividad. Por esta razón, la introducción de los biocombustibles representa una fuerte presión sobre la base de recursos naturales, principalmente sobre agua y suelos, además de los efectos ocasionados por el uso de agroquímicos sobre la composición de los suelos y los mantos acuíferos. El constante aumento en la demanda de etanol presionará para que se amplíe la superficie agrícola de bioenergéticos, y en 10 años
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la superficie destinada al cultivo de bioenergéticos alcanzaría el millón de hectáreas si la política fuera el uso del E-5, bioetanol al 5%; pero si México impulsara una política de uso de bioetanol E-10 los requerimientos de suelo aumentarían en 1.7 millones de hectáreas. En las proyecciones realizadas por el Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), de la UNAM, existe una pérdida potencial de superficie cultivable debido a un incremento de la temperatura promedio en los próximos 50 años. En condiciones controladas una hectárea puede perder hasta 250 toneladas de suelo por los efectos de la lluvia y el viento. La expansión de la superficie agrícola con prácticas intensivas puede apresurar el deterioro de suelos. Aunado a ello, se debe considerar el uso de agroquímicos como fertilizantes, que pueden provocar la pérdida de suelos debido a la exposición prolongada del nitrógeno. Acompañando el aumento en la superficie cultivada se añade la demanda de agua para mantener el alto rendimiento de estos cultivos. HASTA HOY... Una hectárea para la agricultura necesita 9 millones de litros de agua pero cultivos como la caña de azúcar así como los granos de alto rendimiento generan una mayor demanda de agua por hectárea: – Una hectárea de caña de azúcar necesita 20 millones de litros de agua. – 700 mil hectáreas demandarían 6.7 mil millones de litros de agua. En 10 años, la demanda de agua puede incrementarse a 10.5 mil millones de litros. De tal suerte que el incremento en la superficie destinada a este tipo de cultivos desviará una importante cantidad de agua hacia este propósito, debido a la necesidad de garantizar los rendimientos.
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Entre las razones expuestas en la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos se destacan tres líneas. 1. Mitigar de las emisiones de gases invernadero, como parte de los compromisos de México, país adherente al Protocolo de Kioto, acuerdo internacional que entre sus objetivos está contener las emisiones de los gases que aceleran el calentamiento global. Los compromisos que establece el Protocolo, fueron aceptados voluntariamente por el gobierno mexicano al ser miembro de la OCDE, tras una serie de presiones de organismos internacionales que buscaban evitar dar el trato a México de país en Desarrollo. Con estos acuerdos y el compromiso oficial de llevar a cabo acciones encaminadas a reducir la emisión de los GEI, en México se comenzó a discutir la posibilidad de emplear a los biocombustibles, en particular el etanol, como un mecanismo para reducir las emisiones del sector transporte equivalentes al 38% de las emisiones sectoriales.
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2. Reducir la dependencia de los hidrocarburos. Al iniciar el siglo XXI la discusión sobre la introducción de los biocombustibles en México, en particular el etanol y biodiesel, aún no tenía claro cuál era el potencial uso que tendría como parte de una estrategia de seguridad energética. Sin embargo, para años más adelante se perfilaría la vinculación entre biocombustibles y sector transporte, principalmente como resultado de las experiencias en Estados Unidos y Brasil. Actualmente, el Programa Sectorial de Energía 2007-2012 contempla el fomento y desarrollo de productores y empresas dedicadas a la elaboración de biocombustibles como objetivo fundamental para el apoyo al sector transporte. La meta de mediano plazo será lograr sustituir en un 5.7% del consumo de gasolina de las zonas metropolitanas para 2012, empleando el etanol como principal sustituto de los éteres (MTBE y TAME), principales oxigenantes
de la gasolina, fabricados en México. Por su parte, la producción de biodiesel tendrá la meta de sustituir el 5% del consumo de diesel hacia 2012 y continuar con este rango en años posteriores. 3. Impulsar el sector agrícola a partir del fomento de la producción y comercialización de biocombustible. Esta relación entre sector rural y desarrollo a través de los biocombustibles, parte de la premisa de que el impulso de un mercado cuyo producto primario será de un mayor contenido de valor agregado generará mejores ingresos para los productores del campo. Además, permitirá formar organizaciones empresariales de pequeños productores que les dará la posibilidad de aprovechar el financiamiento y los apoyos al campo, logrando así mejorar la competitividad del sector. Empero, las implicaciones de la producción de etanol en México trascienden la esfera del mercado de energía e impacta al sector alimentario, el social y ambiental. El proyecto de transición hacia el uso de etanol debe considerar las contradicciones en la formación de precios del biocombustibles y los alimentos, los efectos sobre la canasta básica y por consiguiente sobre el ingreso efectivo de las familias menos favorecidas, y los efectos sobre la base de recursos naturales. La dinámica de precios de los alimentos ha mostrado una tendencia alcista en los últimos años en el mercado mundial. En México esta tendencia se manifestó claramente en el caso del maíz, cuando un incremento en el precio del etanol en Estados Unidos impactó el precio interno del grano. Los precios de los biocombustibles dependen de insumos con precios estables y relativamente bajos, para mantener el margen de operación. Sin embargo, las presiones sobre la demanda de alimentos, principalmente por
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la industria de la carne, elevan los precios de los granos (maíz, trigo, sorgo, soya y cebada). Esta tendencia se contrapone con el comportamiento del precio del etanol como combustible, cuya tendencia es a la baja. Existe un punto en el que los empresarios tendrán que optar por incrementar la escala de producción o por incrementar los precios, lo que representa un mayor impulso al precio de los alimentos. La dinámica de precios de los alimentos impacta directamente sobre el índice general de precios, aunque sus efectos se resienten con mayor fuerza en la canasta básica. La experiencia de la crisis del maíz, nos enseña la forma en la que una corrida alcista de precios por especulación puede generar presiones inflacionarias sobre el sistema de precios en general, y sobre el sistema de precios básicos en particular. Este último con efectos regresivos sobre el ingreso efectivo de las familias más pobres.
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Por último, a pesar de que la nueva ley de bioenergéticos contempla restricciones a la transición de suelo forestal a agrícola con fines de producir insumos para biocombustibles, no cuenta con los elementos para frenar la transición de cultivos para alimentos hacia cultivos para biocombustibles. Por el contrario, generará una expansión del uso agrícola rentista, concentrando el ingreso en los agroempresarios y generando tres efectos centrales: reducción acelerada de la agrobiodiversidad a favor de una agricultura intensiva de monocultivo, un mayor uso de recursos agrícolas, como agua, fertilizantes y agroquímicos, para sostener la producción, y la degradación de suelos como resultado del uso intensivo de pastos como fuente energética. La suerte está echada.
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¿Qué es Vamos al Grano? Una campaña para promover la inversión sustentable en el campo, como una opción de desarrollo para el país y para contribuir a la seguridad y soberanía alimentarias de México. Vamos al Grano es una campaña de Oxfam Internacional que se realiza también en Guatemala y Honduras con el objetivo de fortalecer la pequeña agricultura.
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DG. Luis Enrique Argüelles Abarca / 2009.
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