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Provincial letter

Dear friends and family of the Sacred Heart,

We, Religious of the Sacred Heart, are blessed by the generosity of you, our partners in mission. We appreciate you – your commitment to mission, your expressions of encouragement, your gracious support, your kindness. Our relationships with you are charged by mutual respect and spiritual kinship rooted in the shared conviction that God who loves us counts on our revealing love to others.

Adopting a loving awareness of one another and of God’s creation enables us to live the mission. Such attentiveness necessitates our pausing long enough to notice sparks of goodness around us.

When I was a child living in New York City, one of our Jewish neighbors told me a story about the beginning of time. The story speaks of the invitation to each human being to be a beacon of light. Later, I heard Rachel Naomi Remer tell the same story to Krista Tippett on the On Being radio program:

In the beginning there was only the holy darkness, the Ein Sof, the source of life. And then, in the course of history, at a moment in time, this world, the world of a thousand, thousand things, emerged from the heart of the holy darkness as a great ray of light. And then, perhaps because this is a Jewish story, there was an accident, and the vessels containing the light of the world, the wholeness of the world, broke. And the wholeness of the world, the light of the world was scattered into a thousand, thousand fragments of light, and they fell into all events and all people, where they remain deeply hidden until this very day. Now, according to my grandfather, the whole human race is a response to this accident. We are here because we are born with the capacity to find the hidden light in all events and in all people, to lift that light up and make it visible once again and thereby to restore the innate wholeness of the world. This task is called tikkun olam in Hebrew.

I love this image: thousands of fragments of light surrounding us in nature, in one another and in ourselves! Through acts of kindness, through declarations of gratitude and through our attentiveness to creation, we can repair our broken and blessed world. This is our call as human beings, as those who desire to discover and reveal God’s love. At the center of this mission is our fundamental call to be a light, a beacon of hope, simply by inviting those who cross our paths into relationships of respect, kindness, graciousness and thankfulness.

In this issue of Heart, we offer some stories of light and words of gratitude. You will also find our Mission Advancement Annual Report. To all who have supported us through sharing your talents, your time, and your treasure, we thank you. Let us continue to pray for one another and to encourage one another to practice tikkun olam.

With love and prayer,

Suzanne Cooke, RSCJ Provincial United States – Canada Province

Queridos amigos y familia del Sagrado Corazón,

Nosotras, las Religiosas del Sagrado Corazón,

nos sentimos bendecidas por la generosidad de ustedes, nuestros socios en la misión. Les apreciamos: su compromiso con la misión, sus expresiones de ánimo, su gentil apoyo, su amabilidad. Nuestras relaciones con ustedes están animadas por el respeto mutuo y de parentesco espiritual enraizado en la convicción compartida de que Dios, que nos ama, cuenta con que revelemos nuestro amor a los demás.

El asumir una conciencia amorosa de los demás y de la creación de Dios nos permite vivir la misión. Esta atención requiere que nos detengamos lo suficiente para percibir las chispas de bondad que nos rodean.

Cuando era niña y vivía en Nueva York, uno de nuestros vecinos judíos me había contado una historia sobre el inicio de los tiempos. La historia habla de la invitación a cada ser humano a ser un faro de luz. Más tarde, escuché a Rachel Naomi Remer contar la misma historia a Krista Tippett en el programa de radio On Being:

Al principio sólo existía la santa oscuridad, el Ein Sof, la fuente de la vida. Y luego, en el curso de la historia, en un momento dado, este mundo, el mundo de las mil y mil cosas, surgió del corazón de la santa oscuridad como un gran rayo de luz. Y entonces, tal vez porque esta es una historia judía, hubo un accidente, y los recipientes que contenían la luz del mundo, la totalidad del mundo, se rompieron. Y la totalidad del mundo, la luz del mundo se dispersó en mil y mil fragmentos de luz, y fueron a caer en todos los acontecimientos y en todas las personas, donde permanecen profundamente ocultos hasta el día de hoy. Ahora, según mi abuelo, toda la raza humana es una respuesta a este accidente. Estamos aquí porque nacemos con la capacidad de encontrar la luz oculta en todos los acontecimientos y en todas las personas, para alzar esa luz y hacerla visible de nuevo y restaurar así la integridad innata del mundo. Esta tarea se llama tikkun olam en hebreo.

Me encanta esta imagen: ¡miles de fragmentos de luz rodeándonos en la naturaleza, en los demás y en nosotros mismos! Por medio de gestos de bondad, de expresiones de agradecimiento y de nuestra atención a la creación, podemos restaurar nuestro mundo roto y bendecido. Esta es nuestra llamada en tanto que seres humanos, quienes desean descubrir y revelar el amor de Dios. En el centro de esta misión está nuestra llamada fundamental a ser una luz, un faro de esperanza, sencillamente invitando a quienes se cruzan en nuestro camino a entablar relaciones de respeto, amabilidad, gentileza y agradecimiento.

En este número de Heart, ofrecemos algunas historias de luz y palabras de agradecimiento. También encontrarán nuestro Informe Anual de Avance de la Misión. A todos los que nos han apoyado compartiendo sus talentos, su tiempo y su tesoro, les damos las gracias. Sigamos rezando unos por otros y animándonos a practicar tikkun olam.

Con amor y oración,

Suzanne Cooke, RSCJ Provincial Provincia de los Estados Unidos–Canadá

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