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Patricia Murillo su obra plรกstica y su pensamiento. 2014.
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Murillo. El potencial narrativo. Presentación. Una imagen, reza el dicho popular, dice más que mil palabras. Si alguna vez hubiese llevado la cuenta de las veces que he escuchado a alguien decirlo, seguro ya la habría perdido. Y es que en una época en la que la supremacía de la imagen es indiscutible, se ha caído en el error de que la contundencia de la primera puede sustituir a la segunda. Se nos ha hecho creer que la imagen es invariablemente más efectiva que la palabra. No dudo del poder discursivo de la imagen, por supuesto. Mi formación profesional es, ante todo, visual y no puedo dejar de lado que incluso la palabra escrita, cada carácter que se imprime o se proyecta, es formalmente una imagen: una configuración de líneas curvas y rectas utilizadas para representar sonido. Patricia Murillo sabe esto y no duda en echar mano de la palabra para enriquecer su pintura. Esto, en el campo de las áreas visuales, representa un acto audaz. Otros artistas han sido objeto de crítica por subvertir la expresión visual con la palabra escrita: el fotógrafo norteamericano Duane Michals, quien con frecuencia incorpora textos a sus series fotográficas para explorar la emoción y la filosofía, confiesa haber sido criticado por ello, “porque el gran cliché en la fotografía es que una imagen vale más que mil palabras…”, menciona. Sin embargo, Michals escribe “para expresar lo que la fotografía por sí sola no puede decir. Una fotografía de mi padre no me dice lo que yo pienso de él, lo cual me resulta más importante que su apariencia.” Como Michals, Murillo desafía esta convención y la contradice abiertamente: una imagen no vale más que mil palabras, tal como una palabra no vale más que mil imágenes. La pintora sabe que la comparación no es válida porque no hay paridad entre ellas. La palabra, como la imagen, son medios distintos y cada uno ofrece posibilidades diferentes. Cada uno tiene sus bondades y, hay que aceptarlo, también sus limitantes. No hay razón para creer que uno descalifica al otro. La transgresión de Patricia Murillo no es gratuita: su afán es, en todo caso, la expresión, y para ello no se vale sólo de la pintura o la palabra que frecuentemente comienza a acompañar su obra, sino también de los objetos. Todo cuenta una historia en el arte de Murillo. Todo, desde la palabra o un trazo suave y delgado, hasta el objeto más pequeño, tiene potencial narrativo. Quizás sea tiempo de reformular el dicho y decir que una imagen, acompañada de la palabra, dice más que mil imágenes.
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Ángel Valenzuela Ciudad de México. Febrero, 2014.
Agradecimientos
No obstante que soy una persona individualista, he comprendido que el trabajo en equipo es la única salida hacia logros relevantes. Este libro ha sido posible gracias al apoyo en el diseño de mi amada Patricia Sandoval; del cuidado y oficio de Jorge Cárdenas, encargado de la impresión; de la lente de varios fotógrafos como Bob Myers, Christian Albrecht, Alejandra Novoa y mi querido Jack Seligson, y de Ángel Valenzuela, escritor joven y talentoso que ha corregido estilo y escrito la presentación de este libro. En esta retrospectiva resalto la importancia de los textos que sobre mi trabajo han escrito algunos críticos, curadores y poetas. De manera especial doy las gracias a Sylvia Navarrete, Carlos Villanueva, Yliana Godoy y a mi queridísima amiga y colega, María Angélica González Dávila. Mis obras no serían posibles sin el apoyo de mis enmarcadores de toda la vida: Marcos Almendra, mis carpinteros Jair y don Lauro, así como Helio Domínguez, mi ayudante en algunas tareas de imprimatura, embalaje y demás detalles. Merece una mención especial Martín Moreno, artista plástico tepozteco, quien me apoya ocasionalmente. Mis amores, mi familia, mis amigos, mi huerta y mi pasión por comprender distintos escenarios han sido una fuente de
inspiración permanente para que yo me dedique e insista en dar vida a los temas entrañables en los que requiero expresarme y trascender. Entre mis amigos, el Conde Alejandro Ortíz estuvo cerca en una coyuntura emocional de mi vida, en la que me ayudó a recordar que tenía una asignatura pendiente con la pintura. Él supo animarme, dar seguimiento al avance, diseñó los primeros marcos, me prestó su optimismo y me obligó a zarpar. Cómo no agradecer a la larga lista de personas que han mostrado un aprecio por mi trabajo adquiriendo una o varias obras. Mi convivencia y pertenencia al movimiento artístico de Tepoztlán, a través de las actividades de la Galería Turbina Olioluqui, han enriquecido mi visión y fortalecido mi vocación. Finalmente, agradezco a Rosy González, mi asistente. Sin ella podría haber pintura, pero indudablemente no existiría este libro. Ella recopila, ordena y descifra mis jeroglíficos, investiga, coordina y hace posible no sólo la edición de mi segundo libro de arte, sino que ella es la única persona que me asiste en los dos mundos en los que transcurre mi vida. En ambos, la pintura y la consultoría, su apoyo es invaluable. Gracias, Rosy.
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Introducción La pintura llegó a mí para quedarse. Nunca ha sido un pasatiempo sino un multiplicador de mi vida. A lo largo de estos 24 años, lentamente ha ido ganando terreno. No podría decir que ha ganado en pasión porque esa siempre ha estado presente, sin embargo se ha ido colocando en el centro de mi atención, ha perdido prisa y ha ganado tiempo, concentración y oficio. Es amiga íntima y maestra generosa. Inicié mi camino pintando óleo sobre lienzo porque fue lo que tuve al alcance: mi amigo Polo me regaló un pequeño estuche y así, sin más dilación, comencé a pintar. Los primeros formatos, aunque con frecuencia eran pequeños, eran de diversos tamaños. Pronto fueron creciendo, si bien me siento muy cómoda en formato mediano. No recuerdo haber tenido miedo o dudas, sólo la imperante necesidad de pintar. Luego de la fatiga de la semana, producto de una exigente agenda ejecutiva y el trabajo de alta responsabilidad, me dediqué a pintar en pequeños espacios de mi casa de Tlalpan. Mi trabajo resultaba placentero y gustaba a los más cercanos; no obstante, luego de terminar un cuadro, me demoraba en iniciar el siguiente. Esto cambió cuando sobrevino una inesperada ruptura laboral que me hizo cambiar el rumbo. Entonces me prometí que a partir de entonces sería consultora independiente y me
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dedicaría a la pintura de manera profesional. Así lo he cumplido. La planeación y el orden siempre me han caracterizado. Desde joven me ha gustado vivir con intensidad y hacer que mi tiempo rinda. Al dejar la vida corporativa, elegí Tepoztlán como mi refugio, un centro de experimentación en el que busqué concentrar mi energía en tres caminos que coexistieran en armonía: el descanso y la contemplación, el cultivo de una huerta y la pintura. Los primeros quince años estos tres compañeros tuvieron que conformarse con los fines de semana y aunque hoy, a la distancia, lo veo un tanto desequilibrado, el tiempo rendía no sólo para estas tres actividades, sino para conocer aquel mágico lugar, explorar sus alrededores, cocinar y, de tanto en tanto, ver a los amigos. La pintura ha mostrado tener un poder de convocatoria sobre mí y mis circunstancias: he pintado triste, feliz, en paz así como en la guerra, cansada y relajada, en la abundancia y en la austeridad. Pinto siempre y cada vez más tiempo. Hacerme la promesa de dedicarme a la pintura en aquella encrucijada ha favorecido mi vida de la manera más profunda y darmática. A partir de mi segunda exposición, El Serengeti de Murillo, los temas relevantes se han ido alineando. Me describo como una pintora temática: cuando existe un tema que tiene una acumulación afectiva
de suficiente amplitud, la serie va saliendo de manera orgánica y las imágenes van fluyendo con gozo al ritmo que investigo el tema. Comencé el camino a través de la pintura figurativa y así transcurrieron varias series, hasta que decidí incursionar en el arte abstracto. Esto implicó un reto complejo, puesto que no podía transitar ni tramitar mis emociones sin forma que las guiara y contuviera. Toda vez superada la transición, descubrí con encanto la libertad que me suponía la expresión abstracta. Aprecié aún más el tiempo que tuve la guía de Edgardo Kerlegand en la experimentación plástica. Fue una época indeleble en la que conversamos de una infinidad de temas, había experimentación y, ocasionalmente, tenía la fortuna de mirarlo trabajar en sus pinturas gigantescas. Galo jamás tenía prisa: si el cuadro no quería salir, lo dejaba reposar el tiempo que fuera necesario. Esto era un ritmo que escapaba mi comprensión: generalmente trabajo en un cuadro hasta terminarlo. Dejar reposar la obra es algo que el tiempo me ha ido regalando, a pesar de mi temperamento activo y orientado a la acción. En el año 2000 me surgió la inquietud por experimentar con el arte objeto. Me encontré como pez en el agua: siempre he tenido una fascinación por los objetos. Desde muy joven visito esos abrevaderos donde encuentro chácharas y antigüedades. Cuando comencé a armar mis cajitas me sorprendía que los pequeños objetos habían esperado con paciencia durante años para encontrar su lugar en algún pequeño ensamblaje que yo diseñaba. El arte objeto requiere competencias distintas a las de la pintura, además de la paciencia, meticulosidad y un plan cuidadoso para ir fijando los objetos sin desafiar la ley de gravedad. Cuando decidí convertirme en pintora supe que habría de hacerlo de manera autodidacta: comencé tarde y no había tiempo para ejercicios académicos. Tenía alguna facilidad para dibujar, no tenía miedo al color y me sobraba la pasión y el discurso para iniciar la narrativa. En mi equipaje traía las invaluables lecciones de Sumí-e que recibí durante dos años del Maestro Toru Okamoto. Incontables horas de contemplar la pintura de otros y, sobre todo, el deseo que me consumía desde pequeña: pintar, y después pintar. Patricia Murillo Enero, 2014.
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El arranque 1990
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Tengo de ti, entretejidos en mis entraĂąas, los cuentos con los que me creciste, las flores que me sembraste y las consignas de ser fuerte, distinta y mejor. Las consignas han pesado, hubieran sido mejor otras, pero me diste lo que pudiste y estĂĄ bien, Catato mĂo. Gracias siempre por tu amor.
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Homenaje a Catato 1991. Óleo sobre tela. 35 x 45 cm. Colección particular de la autora.
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El vistoso gallo se convirtió en doméstico guajolote. Su mundo, estable y protegido, dio un giro completo: tocó fondo, sacó la casta y comenzó a caminar. Inició una nueva vida, no sin dificultad. De esa batalla le quedan tres o cuatro cicatrices, su familia, sus amigos —casi todos—, su huerto, su taller y su fe inquebrantable.
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Cambio de camino 1992. Óleo sobre tela. 30 x 25 cm. Colección particular.
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Aquí se reunieron unas espléndidas zanahorias que compré en un viajecito al Estado de México. Llevada por mi pasión por las antigüedades, las deposité en este radio que ahora habita la casa de Yaya. Se convirtió en el mejor contenedor para tan hermosos ejemplares.
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Radio Zanahoria 1992. Óleo sobre tela. 78 x 59 cm. Colección particular.
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Historias y Reflexiones Casa de la Cultura Reyes Heroles Exposici贸n individual de 20 obras. 1996.
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“Historias y Reflexiones, exposición compartida con el fotógrafo Bob Myers, la primera de Patricia Murillo, presentó 20 obras, todas en óleo. En suma, el suyo es un espacio “autoreferente y proyectivo”, como lo define ella, que se nutre de la mitología, del sueño y de la realidad cotidiana.” Sylvia Navarrete Octubre, 1996
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“El corazón es otra figura predilecta y, la poesía, un recurso adicional para subrayar los sentimientos y las emociones ligadas a la escena descrita.” Sylvia Navarrete Octubre, 1996
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El auténtico subsistema emocional del autor 1995. Técnica mixta. 70 x 60 cm. Colección particular.
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“La mirada, por cierto, es el elemento coyuntural en las imágenes elaboradas por Patricia. Allí, en ese espacio donde va a dirigirse lógicamente nuestra propia mirada, está el vínculo del estado emocional que la autora desea expresar. Lo que su pintura aspira a hacer es develar esos lazos afectivos, esos estados de conciencia que son momentos puntuales de nuestra existencia y de las relaciones humanas.” Sylvia Navarrete 1996
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Esa mirada 1995. T茅cnica mixta. 80 x 60 cm. Colecci贸n particular.
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Parecía que, a pesar de todo, había encontrado la fuerza para remar contra corriente y defender su pequeño corazón. Parecía… parecía.
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Promesa 1995. T茅cnica mixta. 80 x 70 cm. Colecci贸n particular.
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El Serengeti de Murillo
Centro Cultural Veracruzano. 1999. Ex-convento de Tepoztl谩n. 2000. Exposici贸n individual de 15 obras.
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Serengeti es una palabra de origen masai que significa “llanura sin límite”. Los eternos ciclos vitales, el instinto y la libertad como estilo de vida amenazados por las penalidades de la supervivencia, son el meollo del Serengeti. La negligencia, la falta de alerta y la imprecisión se pagan caro. El precio de ser parte de la llanura sin límite es el precio de convertirse en experto, en el conocedor del terreno, del clima y de los otros habitantes, sus hábitos y costumbres. Para sobrevivir hay que amar la aventura, disfrutar del encuentro, enfrentar el reto y no desdeñar la huida como posibilidad digna. El Serengeti es, para mí, el gran crisol donde se forja el ánima.
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“Patricia Murillo pinta sensibilidades y destinos. En su pensamiento, en su corazón, un conjunto de cebras encarna a las compañeras con las que estudió la carrera, treinta y cinco años atrás, y que siguen siendo sus amigas íntimas.” Sylvia Navarrete Noviembre, 1999
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Ocho cebras y un camino 1999. Tríptico. Óleo sobre amate. 80 x 240 cm. Colección particular.
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En ese entonces estaba segura de que mi verde mirada era un ámbito rico y seguro para tu crecimiento y maduración. No fue así, qué se le va a hacer.
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I’ll be watching you 1999. Óleo sobre amate. 59 x 92 cm. Colección particular.
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Para mí todo era perfecto: el sol, la brisa, los bichos y el verdor que avanzaba cada primavera. No percibí peligro ni fractura y ya ves, de esa enorme cercanía no quedó nada.
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Retrato de familia 1999. Óleo sobre amate. 92 x 29 cm. Colección particular.
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Hay un sitio que visito con tanta frecuencia como me es posible. Me baĂąo en su silencio y en su luz, me deja un gusto a nĂŠctar apenas perceptible que me anima a continuar.
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The golden tree of introspection 1999. Óleo sobre amate. 77 x 112 cm. Colección particular de la autora.
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De รกngeles, arcรกngeles, sirenas y quimeras Ex-convento de Tepoztlรกn. 2001 Exposiciรณn individual de 16 obras.
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De ángeles, arcángeles, sirenas y quimeras “El pincel de la Murillo, en un devenir navegante de las pinturas de sumi-e, a las texturas visuales, genera monstruos frágiles que representan maldades ficticias, fondos de terciopelo y ante logrados con obsesión. Paty Murillo es una buscadora de realidades fantásticas y personales, de férrea disciplina que no abandona la intuición. Con trazo firme y mano suave, la pintora se atiene a las cartas del tarot que se hacen aire y se vuelven color. Cuando nos acercamos a su obra nos inyecta sed de seguir conociendo para viajar a mundos fantásticos a través de sus lienzos y sus fantasías.” Edgardo Kerlegand Marzo, 2001
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Perdonar no quiere decir olvidar ni justificar. Tampoco significa volver a confiar. Perdonar es un acto de amor, de entendimiento y sanidad. Perdonar es, tambiĂŠn, recuperar libertad.
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Ángel del perdón 2001. Óleo sobre tela. 75 x 50 cm. Colección particular.
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Es mejor viajar acompañado y confiar en este lento y seguro transporte al lugar del reencuentro, el azul verde mar que soñé desde el desierto me aguarda sereno y tibio. Yo no acelero el paso. Disfruto este camino. Cuando lleguemos a casa compensaré a Dorotea, mi amoroso corcel, y lustraré su concha y refrescaré su sed.
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Caravana 1 2000. Óleo sobre tela. 90 x 60 cm. Colección particular.
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“Reconocemos ciertos temas recurrentes en sus óleos. La figura que se repite con mayor frecuencia es la mujer, a la vez musa, hermana, amante, hechicera. El dibujo no permite su identificación inmediata: puede ser Patricia misma, cualquier amiga suya o una silueta imaginada, ideal, como la sirena. La mujer aquí es un personaje arquetípico, al igual que la mayoría de los que convoca en sus cuadros.” Sylvia Navarrete Noviembre, 1999
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Caravana 2 2000. Óleo sobre tela. 120 x 80 cm. Colección particular.
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Esta condición extraña, fusión de gallo vistoso y de la dulce sirena, que lo colocan allí, en la nostalgia de siempre, por su mar y por su arena. ¡Gallirena, gallirena! Tan cercana, tan ajena.
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Gallirena 2001. Óleo sobre tela. 120 x 80 cm. Colección particular.
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El Circo de los milagros Centro Cultural Hel茅nico. 2005 Exposici贸n individual de 20 obras.
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El circo de los milagros El circo nos cautiva. Invade nuestros sentidos, nos hace producir endorfinas y nos permite sacar a nuestro niĂąo interno, quien se baĂąa en su mĂşsica, en sus colores y su magia.
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El circo me conmueve por muchas razones. Una de ellas es la maestría de sus participantes; maestría que implica disciplina, dominio de sí mismo, vocación y amor por lo que se hace.
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Astro malabaristas con jirafa 2003. T茅cnica mixta sobre masonite. 62.5 x 62.5 cm. Colecci贸n particular de la autora.
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Alerta y concentrado, el excéntrico Atila se toma el tiempo para convertir su aliento en música. Su música, vibraciones dulces y nostálgicas, lo reconforta en el breve descanso que se da entre batallas. Su búho guardián escucha atento y complacido. En su corazón abriga la esperanza de que Atila no regrese al combate.
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Músico de aliento 2004. Técnica mixta sobre tela. 121 x 81 cm. Colección particular de la autora.
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Amo el circo, aunque Elena —como muchos— diga que es deprimente. Yo amo el circo porque es lúdico, colorido y esporádico. No es parte de lo establecido o lo garantizado. Viene y va, y cada vez que regresa me da un vuelco el corazón.
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Danza con cebras 2004. TĂŠcnica mixta sobre madera. 18 x 38 cm.
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El circo evoca arquetipos colectivos que nos refrescan y estimulan. Durante la funci贸n somos superh茅roes capaces de volar, de cargar un le贸n y hacer danzar a las serpientes. Somos capaces de doblar una lanza de duro metal.
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Encantador de serpientes 2003. TĂŠcnica mixta sobre madera. 42 x 62 cm.
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Exposiciones colectivas
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Amo de ti tu constancia y tu incondicionalidad; tu certidumbre y paciencia. Representas, sin duda, la mayor evidencia de mi fortuna. Ciertamente, la mayor.
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My master 1997. Óleo sobre tela. 90 x 60 cm. Colección particular de la autora. Exposición colectiva “Tibet” Club de periodistas, 1997.
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“La obra de Patricia Murillo retoma la iconografía tradicional de la pintura mexicana con un marcado acento de ironía.” Rafael Arvea Septiembre, 1997
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Ay, Chihuahua, cuánto apache 1997. Óleo sobre tela. 60 x 90 cm. Colección particular de la autora. Exposición colectiva “Homenaje a Siqueiros” Poliforum Cultural Siqueiros, 1997.
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Umbral
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Desde hace muchos a単os disfruto de la llave para atravesar umbrales de mundos interesantes y distintos. Mi Tepoz tiene la magia de hacerme entrar en un mundo en el que mi tiempo se multiplica y mi mirada se agudiza.
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Umbral 2012. Técnica mixta sobre madera. 100 x 80 cm. Colección particular. Exposición colectiva “(Falta este dato)”
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Arte Objeto
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El primer arte objeto que hice, lo fui resolviendo paso a paso, como siguiendo un mapa previamente trazado. Me gustó mucho. Mi amigo Julio Casillas dijo que el espíritu freudiano se paseaba entre sus compartimientos. Yo no sé mucho de Freud; sé un poco de pócimas y matraces.
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Gabinete adivinatorio 2001. Arte objeto. Colecci贸n particular de la autora.
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Escojo cada objeto: muchos de ellos los he tenido desde tiempo atrรกs; otros los busco deliberadamente. Disfruto cada paso, ejerzo mi paciencia y amor por el detalle, me divierto y gozo. Elijo el nombre de Dios escrito en sรกnscrito y en hebreo como principio y fin de esta cajita.
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Aleph 2002. Arte objeto. 28 x 49 cm. Montado sobre la caja de la recepci贸n de un hotel de pueblo. Colecci贸n particular de la autora.
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Convoco a la abundancia cada dĂa y la abundancia llega sin prisa y sin retraso. Camina por mis venas, se mete en mis horas, multiplica mis minutos. El tiempo alcanza para todo. El amor me visita, la alegrĂa me asiste. Le gusto a las flores y me reclama el sol.
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La suerte est谩 echada 2001. Arte objeto. Colecci贸n particular.
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Ese día fui a Kamakura. Había salido a buscar el buda más grande del mundo. Antes de encontrarlo, otras maravillas, otros templos me detuvieron. Cuando al fin llegué a sus pies, mi aliento se detuvo. No podía creer la dimensión, el trabajo, el amor depositado allí desde hace siglos en ese colosal buda.
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Impacto Kamakura (altar) 2008. Arte objeto. 102 x 117 cm. Realizado en cuatro cajas de vino.
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Lo milagroso estรก presente cotidianamente. Es, sin embargo, tan sutil que lo damos por hecho.
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Kigen 2008. Arte objeto. 32.5 x 54 cm. Realizado en caja de vino Larcis Ducasse.
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La conocí apenas. Me invitó a comer comida japonesa en casa y al final sacó unas botellas de sake vacías que había guardado por su belleza, con la esperanza de que alguien les encontrara utilidad. Entonces me las regaló y yo, en agradecimiento, hice este pequeño monumento para guardar allí por siempre su generosidad.
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Visita a Katsuko 2008. Arte objeto. 94 x 100 x 40 cm. Mueble hecho a partir de cajas de vino.
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No fui a Hiroshima pero estuvo siempre en mi mente durante ese viaje. La memoria consciente, que no el rencor, nos salva de reincidir en lo indeseable.
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Elegimos recordar 2008. Arte objeto. 32 x 27.5 cm. Realizado en caja de vino Blecua.
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Me decían Paty Picot: me aprendía los cancioneros de principio a fin y aún hoy me acuerdo de cientos de boleros. Han sido parte de la mala educación emocional, del deleite y de la memoria colectiva que nos hace iguales.
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IAmamos los boleros. Instalaci贸n. 2010. Arte objeto. T茅cnica mixta sobre madera. 160 x 170 cm. Biombo y caj贸n para bolear.
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Me pregunto sobre mi pasi贸n por la boleada. Me encanta que mis zapatos brillen, la conversaci贸n con el bolero, el olor a la tinta y las grasas. Los cajones para bolear son, en muchos casos, joyas. Son la caja de trucos, el laboratorio de alquimia del bolero.
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Modus Vivendi I 2008. Arte objeto. 60 x 45 x 20 cm. Colecci贸n particular de la autora.
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Es que en la figura del bolero, en el acto de la boleada, tus zapatos sucios o viejos recobran dignidad y limpieza. El bolero hace de esta transformaci贸n una peque帽a exhibici贸n de destreza y conocimiento.
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Suave Patria 2009. Arte objeto. 55 x 28 x 20 cm. Realizado sobre caj贸n para bolear.
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Ex-votos Murillo
Museo de Arte de Ciudad Ju谩rez. INBA. 2007. Exposici贸n retrospectiva de 45 obras.
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Estoico, protector incansable, me miro en ese espejo y me reconozco. Hay algo de mĂ en esa esencia, algo que me conmueve y duele; algo que me complace y da esperanza. ÂżEs quizĂĄs ese aroma de sus flores, de sus tres diminutas estrellas?
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Paternidad 2005. TĂŠcnica mixta sobre madera. 85 x 68 cm.
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Hacía más de un año que sabía que quería pintar caballos. Lo que no sabía era cómo había de llegar a ellos. Esa es otra historia. Tuve muy cerca aquel magnífico ejemplar, así que un buen día mis pinceles danzaron con certidumbre hasta tocar esa esencia equina, conocida y cercana, anhelada y temida.
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Aparici贸n equina 2005. T茅cnica mixta. 68 x 87 cm.
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Se llamaba Vértigo. Desde que lo vi me robó el aliento y le aposté sin conocerlo. Intuía su fuerza, podía sentir su magia. Sabía que podía ganar la carrera y la ganó. Entonces fui a buscarlo para premiarlo. Quise darle un terrón de azúcar pero cuando me acerqué le salieron alas y se fue. Quedé mirando su agitado vuelo con incredulidad y desconcierto.
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Apostando 2005. Collage. 35 x 30 cm. Colecci贸n particular.
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Japón de mi corazón Centro Cultural e Informativo de la Embajada de Japón en México. 2008. Exposición individual de 24 obras.
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La maestra Murillo rinde homenaje a la cultura nipona, de la cual ha sido seguidora y admiradora por tres décadas. En palabras de la propia maestra Murillo, “Japón en mi corazón nace como un agradecimiento a la experiencia de conocer un país que conserva sus tradiciones con dificultad, que da cátedra de orden y que por sus venas camina, colectiva y ancestralmente, el gen de la amabilidad.” “Japón por su coloratura, por su universo animista, por sus budas y sus geishas, por sus templos y sus samuráis, por su comida y por sus trenes, por su dignidad y por su fuerza, se ha hecho dueño de mi amor y espero que esto se deje ver en esta muestra.”
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Tokyo, ese h铆brido de origen y tradici贸n con la aspiraci贸n imitadora de otro imperio. Esa coexistencia de lo ancestral y lo moderno. Ese movimiento incesante, esa laboriosidad infatigable.
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Tokyota feeling 2008. D铆ptico. Collage sobre madera. 60 x 150 cm. Colecci贸n particular de la autora.
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En Kyoto, una tarde de aquel octubre, mientras vagaba por el vecindario cercano al teatro al que asistiríamos para presenciar una muestra de la cultura japonesa, el espíritu samurai se manifestó con tal fuerza que poco tiempo después cobró vida en esta obra.
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Samurai 2008. TĂŠcnica mixta sobre madera. 60 x 75 cm.
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Sí, amé Kyoto por encima de muchas otras ciudades. Sus techos de madera, centenarios, con olor a eternidad y sabor épico. Mi corazón reconoció en Kyoto un lugar entrañable ¿o conocido?
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Siempre Kyoto 2008. T茅nica mixta sobre madera. 60 x 75 cm. Colecci贸n particular.
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Yo querĂa ver geishas. No fue posible pero en sus calles coloridas, en sus callejoncitos ancestrales, sentĂ la magia de una ciudad cuyo amor por el detalle es tan grande que supera toda expectativa.
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Kyoto de mis amores 2008. D铆ptico. Collage sobre madera. 60 x 150 cm. Colecci贸n particular.
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