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LIBERTAD DE EXPRESIÓN Agenor González Valencia
DEGRADADA Y DERECHO A LA “DESINFORMACIÓN”
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RUMBONUEVO
L
Introducción
a libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Su primer antecedente se encuentra en la sección 12 del Bill of Rigths del Estado de Virginia de 1776. En 1791 la primera enmienda a la Constitución federal de los Estados Unidos de 1787 incluyó esta libertad al determinar que: “el Congreso no podrá… restringir la libertad de palabra y de prensa”. El concepto clásico de libertad de expresión es formulado en Europa, en 1789 y queda plasmado en la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Ello llegó a comprender que: “la libre comunicación de pensamiento y opiniones es uno de los derechos más apreciados del hombre, ya que todo ciudadano, por naturaleza, tiene el derecho de hablar, de expresar sus inquietudes, manifestar sus ideas y a comunicarse con los demás seres de su especie” La Constitución francesa de 1791 sostiene la garantía de “hablar, escribir, imprimir y publicar pensamientos, sin que los escritos puedan ser sometidos a censuras o inspección previa”. En España, el artículo 371 de la Constitución Política de la Monarquía Española de 1812, retomando el contenido del artículo 1º del decreto de libertad política de imprenta (que tuvo vigencia en México), estableció que “todos los cuerpos y personas particulares, de cualquier condición y Estado que sean, tienen la libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidades que establezcan las leyes. Una vez restablecida la Constitución de 1812, se expidieron diversos documentos en materia de libertad de expresión e imprenta. Particularmente importante para nosotros, es el Reglamento acerca de la Libertad de Imprenta del 22 de octubre de 1820, pues, además de ser muy completo en la materia, estuvo vigente en México y sirvió de referencia a la legislación mexicana, especialmente en la primera
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JORGE ALBERTO JAVIER QUERO DIRECTOR GENERAL
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mitad del siglo XIX. El tema de la Libertad de Expresión es sumamente importante y por ello atrajo nuestra atención para el desarrollo de este trabajo. En nuestra vida, desde el hermoso paso de la juventud, hemos incursionado en el periodismo y con desilusión, frustración y amarga reflexión, hemos sido testigos de cómo la Libertad de Expresión se ha degradado hasta convertirla quienes la emporcan con sus bajezas, sus ofensas, en mendicantes alabanzas al poder en turno; la han desprestigiado. Nuestra voz, a veces solitaria, ha señalado en ABIUD PÉREZ OLÁN DIRECTOR
muchas ocasiones la triste realidad de ese enturbiado derecho a la Libertad de Expresión. Por eso, cuando hablamos del derecho a la “desinformación” nos estamos refiriendo a esa cortina de humo tejida con banales palabras que se esparcen en letras de molde o a través de la radio o la televisión, para ocultar reiteradamente la verdad de los acontecimientos negativos, productos de la incompetencia, de la ineptitud y de la corrupción de funcionarios públicos que nominalmente manifiestan su gratitud a quienes dan pie con sus diarias columnas periodísticas a la
GLORIA KARINA LÓPEZ DE DIOS DIRECTORA EDITORIAL
desinformación, comprometidos con la calumnia y el soborno, para ocultar la verdad que debiera llegar al pueblo, honesto censor de la conducta de quienes mandan sin pudor y de quienes traicionando con sus actos a la libertad de expresión y al derecho ciudadano de estar informados con veracidad. El derecho a la información es un derecho natural y por lo mismo debemos desintoxicarnos barriendo con ese lastre que en vez de informar aprovecha espacios públicos para esparcir toxinas de mentiras, de calumnias y vituperios.
CÉSAR A. JAVIER PÉREZ COORD. GENERAL
MARGARITA MARTINEZ
COORDINADOR DE SUPLEMENTOS
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La opinión de los articulistas y columnistas no representa de manera alguna el criterio de la dirección general, toda la correspondencia y valores deben dirigirse a la Dirección General. Oficinas Noverola número 107, Colonia Reforma.. C.P. 86080.
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1.1. CONCEPTOS GENERALES Para entrar al análisis crítico de lo que entendemos por: Libertad de expresión degradada y derecho a la “desinformación” es menester definir lo que entendemos por libertad, expresión e información. El concepto de libertad ha sido entendido desde los griegos hasta el presente, de maneras distintas, así, por ejemplo, se ha entendido como posibilidad de elección; acto voluntario; espontaneidad; margen de indeterminación; ausencia de interferencia; liberación frente a algo; realización de una necesidad. De igual manera se ha entendido de modos diversos acorde a la esfera de acción o alcance de la libertad, por ello se ha hablado de libertad pública; libertad política; libertad de acción; libertad moral; libertad de idea y libertad de expresión**1. Por lo que hace a la expresión, observamos respecto a ésta diversas formas de manifestarse: la hallamos en la declaración de una cosa para darla a entender; especificación; palabra o locución; propiedad con que se manifiestan los actores en la representación teatral; palabras o gestos que señalan o indican algo; manifestación de ternura; de odio; de rencor; de alabanza justa o encubierta demanda de favoritismo**2. Entendemos por informar, el dar a conocer, enterar o dar noticia. Igualmente el dictaminar un cuerpo consultivo, un funcionario o cualquier persona perita, en asunto de su respectiva competencia**3. Así, la información, viene a ser la acción y efecto de informar a alguien o de enterarse de algo.
1.2. LIBERTAD DE EXPRESIÓN El artículo 6º de la Constitución establece que: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que se ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado”. Este artículo garantiza a todo individuo en nuestro país, el derecho de expresar libremente su pensamiento. Y esta libertad es considerada por la doctrina jurídica como una de las libertades básicas de los seres humanos, que constituyó fundamento esencial en la ideología liberal del siglo XVIII, plasmada en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 26 de agosto de 1789 en Francia. El artículo 10 de dicha Declaración expresaba que nadie debía ser molestado por sus opiniones, aun las religiosas, mientras que la manifestación de ellas no perturbara el orden público establecido
por la ley**4. Los liberales defendieron apasionadamente este principio contra las prácticas del absolutismo que, sin sujeción a normas jurídicas reprimía intolerantemente, la manifestación pública de opiniones; aquí la iglesia jugó papel importante represor, contra aquellos que por su expresión de ideas fueron considerados sospechosos de atentar contra el dogma. Esto explica que en la Declaración de los Derechos del Hombre se asentara que, incluso, las opiniones religiosas debieran gozar de dicha garantía de libertad. Andrade Sánchez, en sus comentarios al artículo 6º constitucional señala que la referencia a este antecedente es indispensable porque con frecuencia se confunde la libertad esencial del ser humano en cuanto a su capacidad de manifestación de palabras y el
régimen jurídico que regula dicha capacidad. Para el liberalismo fue tema principal la normatividad del ejercicio de la libertad y el definir con claridad y precisión las consecuencias jurídicas del citado ejercicio. La diferencia, aunque parezca sutil, es trascendente. Si pensáramos solamente en la libertad de expresión, veríamos que ésta es inherente al ser humano y que desde el punto de vista filosófico no puede ser cuestionada; sin embargo, lo que al liberalismo preocupaba no era la existencia de esa libertad como tal, sino las consecuencias jurídicas que produce el hecho mismo de su ejercicio. Si bien es cierto que el hombre es libre de expresar sus ideas, también lo es que el ejercicio de esta libertad encuentra como respuestas a los regímenes absolutistas, despóticos, dictatoriales, tiránicos o autoritarios, la represión, la cár-
cel, la tortura o el silencio eterno. Por ejemplo, quien era juzgado por la “Santa” Inquisición acusado de herejía por haber hecho uso de su libertad de expresión, recibía como castigo la pérdida de la existencia. Por esto cabe afirmar que el liberalismo al preocuparse por la libertad, no se refería a ésta en abstracto, sino a las garantías jurídicas que permitiesen a los individuos el ejercicio real de la libertad de expresión, que sin dicho ejercicio le acarrease los perjuicios sufridos hasta entonces, por la inexistencia de protección normativa alguna. La asunción de las ideas liberales respecto a este punto, en nuestro país se inscriben en el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana de 22 de octubre de 1814 que garantizaba la libertad de hablar, de discurrir y de manifestar las opiniones por
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medio de la imprenta, fijando también los límites que en ese entonces no podrían ser rebasados como era el de atacar el dogma, la tranquilidad pública u ofender el honor de los ciudadanos. El tema de la libertad de expresión está contenido en diversos textos constitucionales en la historia del México Independiente, plasmándose por fin en el artículo 6º de la Constitución de 1857, el cual, en su parte relativa, como garantía de derechos individuales permanece inalterable hasta nuestros días, ya que la única modificación que se observa es la que aparece por decreto publicado en el Diario Oficial de 6 de diciembre de 1977. Dicha adición tuvo por finalidad asentar que: “el derecho a la información será garantizado por el Estado”. 1.3. ALABANZA Y CENSURA El poder es la cumbre. Desde la altura las cosas suelen minimizarse. Aires de triunfo. De soberbia. De envanecimiento. De grandeza. De omnipotencia. De mando. De distribuidor de cartas, preferencias, honores, dispensas, castigos, olvidos, recompensas. La vida en la política es espectáculo de drama, comedia y, a veces, de tragedia. Quien logra formar parte del elenco, nunca se resigna a la renuncia o retiro. Maquiavelo, fuera de escena, desea con ansias ocupar, aunque sea, un mínimo papel en las representaciones de la Corte. De la debilidad que trae oculto el poder, suelen aprovecharse los que viven de la adulación, alimentando con letras de molde la vanidad de quienes en el ejercicio del poder, la altura los adormece o les
nubla la mirada y entendimiento para discernir, entre el merecido reconocimiento y aquellas melosas palabras cuyo fin es obtener mendrugos en los banquetes oficiales. Friedrich Nietzsche, dice, con desnudas palabras y rebelde energía, al referirse a los aduladores a quienes compara con insatisfechas moscas y a quienes son víctimas de alabanzas, entre otras cosas lo siguiente:
***** Zumban en torno a ti hasta para alabarte, pero su alabanza es impertinente porque lo que buscan es estar cerca de tu piel y de tu sangre. Te adulan como si fueras un dios o un demonio; se postran ante ti como si fueras un dios o un demonio. ¡Qué más da! ¿No ves que no son más que aduladores y plañideros? Otras veces se ponen amables contigo, pero ésa y no otra ha sido siempre la astucia de los cobardes. Y es que los cobardes, ¡ay! son muy astutos. Sus almas estrechas piensan mucho en ti. Les preocupas, pues cuando se piensa mucho en algo, al final acaba preocupando. Te castigan por todas tus virtudes; realmente, lo único que te perdonan son tus fallos y tus errores. Y tú, que eres indulgente y ecuánime, dices: “!Es que ellos no tienen la culpa de ser mediocres! “Pero su alma estrecha considera que toda existencia grande es culpable. Hasta cuando eres indulgente con ellos creen que les estás despreciando y te pagan tu amabilidad haciéndote daño a escondidas. Les repugna tu orgullo silencioso. Y, ¡Qué contento se ponen cuando por una vez eres lo bastan-
te modesto para ser vanidoso!**5 *****
Más adelante, Nietzsche expresa que ha conocido muchos países y pueblos y que en ningún lugar de la tierra ha encontrado poder mayor que esas obras de los amantes que se llaman “buenos” y “malos”. Este poder de alabar y censurar –afirma- es un auténtico monstruo**6. En la antigua Roma el oficio de censor era de prestigio, de rango social; la función se le encargaba a un individuo de reconocida solvencia moral que censuraba los escritos y todas aquellas obras destinadas a la difusión. El término, hoy en día, se le aplica igualmente a los murmuradores y críticos de buena o mala fe cuyo tiempo lo ocupan en censurar la conducta pública o privada de funcionarios del gobierno y de particulares. La alabanza cuando es merecida trae como recompensa la aprobación social. Pero cuando con ella se trata de disipar errores o inmoralidades, recibe como reacción pública el desprecio aplicado al censor. La censura en los labios o en la pluma del censor legitimado en su crítica por el convencimiento popular, recibe como honrosa distinción el crédito de la ciudadanía que lo estima como confiable vocero del pueblo. Pero…
1.4. DISCURSO ORIGINAL DE BELISARIO DOMÍNGUEZ CONTRA VICTORIANO HUERTA.
Señor presidente del Senado: Por tratarse de un asunto
urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.
Señores senadores: Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses. ¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional? Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies. La verdad es ésta: durante el
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gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la Revolución se ha extendido en casi todos los estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República, amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria. ¿A qué se debe tan triste situación? Primero, y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular; habiendo sido el primero de éstos, quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables. Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear, para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuáles han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.
"La paz se hará cueste lo que cueste", ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta? Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria, con tal de que él no abandone la presidencia, ni derrame una sola gota de su propia sangre. En su loco afán de conservar la presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia; está provocando con el pueblo de Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano
Huerta, todos, menos don Victoriano Huerta, ni don Aureliano Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarían, llegado el caso.
Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no han vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales. Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo
todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la patria estará salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca. La representación nacional debe deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos. Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de obstáculo. ¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la nación en dos meses y le habéis nombrado presidente de la República, hoy que veis claramente que este hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la patria con toda velocidad hacia la ruina, ¿dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder? Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría a la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco? Vuestro deber es imprescindible, señores, y la patria espera de
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vosotros que sabréis cumplirlo. Cumpliendo ese primer deber, será fácil a la representación nacional cumplir con los otros que de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo, elijan al presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad. El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera que la honréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino**7.
1.5. EL PERIODISMO, COMO LETRINA**8. Defender la honra de la profesión que se ejerce, es defender parte muy importante de la honra personal. Pues no cabe poner en duda que el desprestigio de la profesión periodística atañe a todos aquellos que, en sus múltiples aspectos, la practican, tanto por vocación como por encontrar en ella los ingresos indispensables para satisfacer sus necesidades. Desde hace algún tiempo ha venido manifestándose y creciendo una tendencia injustificable a enlodar al periodismo nacional. Decimos “el periodismo”, porque, aunque se manifieste la tal tendencia en ataques a personas determinadas, alcanza, por lo dicho en las primeras líneas, a todos, entendiendo por todos y todas, a las personas y a las instituciones periodísticas. Una orgía desenfrenada de acusaciones, injurias y chismes que suelen encontrar respuesta en idéntico tono, está creando la impresión al público de que el periodismo mexicano es una cloaca, y de que
quienes lo practican carecen en absoluto de autoridad moral. Lo más lamentable es que quienes realizan esa campaña falaz e irresponsable son los propios periodistas, algunos de los cuales parecen poseídos de un furor agresivo y violento que les hace olvidar la grave responsabilidad pública que su profesión entraña. Y no menos triste es que sean los periódicos y revistas, cuya verdadera e inalienable función consiste en informar y orientar a la opinión pública acerca de los grandes problemas nacionales y extranjeros, los que den cabida en sus columnas a todo ese material de letrina, a ese comadreo incalificable que sólo conduce al desprestigio. No pretendemos negar que existan en la profesión periodística conductas censurables. Las hay, es cierto. Pero no más que cualquier otra actividad humana. Todos sabemos que hay médicos irresponsables o deshonestos; que existen contadores dedicados a defraudar al fisco; que no faltan abogados atentos sólo a enriquecerse sin reparar en medios. Pero, ¿dónde se ha visto el espectáculo de que los médicos, los contadores o los abogados se dediquen a injuriarse mutuamente, y a cambiar imputaciones entre sí? La razón de que no se den tales acusaciones públicas en los diversos gremios, es muy clara y grave. Si tal cosa sucediera, el público perdería toda confianza en médicos, abogados, contadores, ingenieros… el problema social que sobrevendría tendría proporciones de catástrofe, puesto que desaparecería la buena fe como substrato de las relaciones humanas, que es la que garantiza el buen funcionamiento de toda sociedad. Algunos periodistas, en cambio –pues afortunadamente no son
todos, ni la mayoría-, parecen sentirse obligados a denunciar faltas reales o imaginarias de sus compañeros. La irresponsabilidad de tal actitud sólo puede atribuirse a desconocimiento de la magnitud del daño que causan. Hemos hablado, en efecto, de la responsabilidad pública de periodistas y periódicos. Esta responsabilidad tiene su fundamento en el hecho de que realizan una función de primerísimo rango social, que ha hecho que se califique a la prensa de “cuarto poder”. Todo lo que tienda a minar la confianza del público en la honestidad y capacidad de quienes cumplen esa tarea, no sólo los desprestigia a ellos, sino que tiene efectos demoledores sobre los cimientos mismos de la convivencia humana. Perdida la fe en la idoneidad de los periodistas para informar y orientar, ¿a dónde volverá los ojos el ciudadano? ¿Dónde encontrará los elementos de juicio para normar su conducta? ¿Cuál, sino la abulia desconfiada, puede ser la actitud del hombre ante los problemas de todo orden que reclama su concurso? Podría pensarse que estamos pidiendo la impunidad para aquellos cuya conducta deja mucho que desear. Nada, sin embargo, más lejos de nuestro propósito. Lo que ocurre es que, de periodistas, tenemos respeto y confianza en el público al que servimos. Sabemos que nuestros lectores, como los de cualquier periódico, tienen un sentido infalible para distinguir quién los engaña o quién le habla de buena fe. Nada es más difícil, contra lo que suele pensarse, que tener autoridad moral ante esos lectores. No basta escribir bien; no basta hacerlo en una tribuna respetable; no basta tampoco ejercer cotidianamente el oficio. A la
larga, sólo quienes han demostrado, no una vez, sino muchas y a lo largo de años, su honestidad, su generosidad, su amplitud de criterio, su limpieza, en suma, poseen esa confianza. Y porque sabemos eso, porque no creemos escribir para tontos ni para tarados, es por lo que dejamos al juicio público el premio o el castigo para quienes ejercen el periodismo. Está demostrado hasta la saciedad que quienes no actúan con limpieza reciben la repulsa y el desprecio del más implacable de los jueces: el lector. A él debemos remitir nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, en la seguridad de que no será injusto. Por eso la actitud de los acarreadores de basura es inútil, además de perjudicial. Ha llegado a un punto de tal gravedad, que ya periódicos extranjeros de circulación internacional, como el New York Time, se ocupan de ello, con demérito para todo el país, cuyo decoro debemos cuidar por encima de todo. Es preciso, sí, que la prensa limpie su propia casa de escorias, pero hay que evitar, por propia dignidad, venderle al público el olor de esa letrina.
1.6. EL DERECHO A LA “DESINFORMACIÓN”. Los medios de comunicación masiva: prensa, radio y televisión, ejercen penetrante influencia en los esquemas mentales de los individuos y de la familia y, sobre todo, en sus sentimientos, ideología, posición política y condición de clase. Todo miembro de una sociedad, todo hombre, todo ser pensante, tiene derecho a estar informado de lo que acontece en su entorno social y, más allá de su aldea, ribera, ranchería, municipio, estado o nación.
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Villahermosa, Tabasco, Lunes 13 de junio de 2011 Hoy en día en el mundo existen aproximadamente 600 millones de televisores, 35 mil emisoras de radio, y dos mil millones de receptores de radio; laboran más de 200 agencias internacionales de noticias, decenas de, periódicos y revistas cuyos tirajes influyen en millones de lectores. La propaganda comercial y política, penetran con desenfado, hábilmente, en nuestros hogares. La propaganda tiene objetivos bien definidos y todos sabemos el impacto que produce en la gran masa de ciudadanos. Es por ello que merece atención especial de los gobiernos la reglamentación de los usos de los medios de comunicación y su sometimiento al orden jurídico. La actividad informativa a nivel internacional en los sistemas capitalistas se ha convertido en un verdadero imperio que tiende a la desinformación a través del maquillaje de los hechos tendenciosamente alterados por las grandes agencias noticiosas que faltando a la veracidad ocultan realidades que nunca llegan a conocer los pueblos. En los momentos actuales la mayoría de los países se han manifestado contra la práctica nociva de realizar “penetración” informativa incontrolada y unilateral de parte de quienes son adictos a manipular a la opinión pública. La UNESCO, en atención a la demanda de información veraz expresada por los pueblos, señala como uno de sus objetivos esencia-
les, la libre búsqueda de la verdad objetiva y el libre intercambio de ideas y de conocimientos contribuyendo con la ONU al desarrollo de la comunicación, consciente de la importancia de ésta en la comprensión mutua internacional. En nuestro país, los intentos para crear la infraestructura informativa tropieza con dos escollos: 1) los pulpos empresariales de la radio, la televisión y la prensa; y 2) la casi nula formación profesional de los comunicadores. Los pulpos empresariales obedecen a factores de intereses privilegiados y de allí su tendencia a maquillar la noticia, faltando así la veracidad de los hechos, desvirtuando la realidad y provocando en el público incertidumbre y falta de credibilidad en lo que se dice o transmite. Ello trae como consecuencia, el anhelo de la gran masa de buscar los medios para “desinformase” de esa “información " tendenciosa y fraudulenta. Hoy los satélites y los cables internacionales son factores que influyen en la “desinformación” del público que busca la verdad objetiva y no la maquillada. La deformación profesional constituye parte esencial en el desarrollo de los medios de comunicación, toda vez que un comunicador con vocación, técnica y conocimiento del oficio, podrá elevar a rango de superior libertad, el apasionante reportaje, la directa entrevista, la veraz noticia o el acucioso artículo de fondo. El concepto de “derecho a la información” surge en el primer
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periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, celebrado en 1946. Allí se declaró que la libertad de información es “un derecho humano fundamental y piedra de toque de todas las libertades a las cuales están consagradas las Naciones Unidas”. Se agregó además que “la libertad de información requiere como elemento indispensable la voluntad y la capacidad de usar y no abusar de sus privilegios (y) requiere igualmente, como disciplina básica, la obligación de investigar los hechos sin prejuicio y difundir las informaciones sin intención maliciosa”. En marzo de 1947 la UNESCO realizó una encuesta en la que respecto al temario que sería contenido del proyecto de Declaración Universal de Derechos del Hombre y del Ciudadano, sobresalió el de la “libertad de comunicación y derecho a la información exacta”. Como resultado de esa encuesta la UNESCO reconoció el carácter relevante de la comunicación como factor de enlace y convivencia de la sociedad y de los pueblos, expresando que “durante el siglo XIX la discusión en torno al derecho a la actuación política hizo que se viera cada vez con mayor claridad que es un derecho que sólo puede ejercerse prudentemente en relación con el derecho de información, por medio del cual puede el ciudadano informarse para el ejercicio correcto de sus funciones políticas ”.
La UNESCO redactó “una lista de aquellos derechos fundamentales que, en opinión de la Comisión sobre principios filosóficos de los derechos del hombre, estimó que todos están de acuerdo en reconocer como tales”. El derecho a la información ocupó el lugar número 7 en dicha lista, antecediendo al de libertad de pensamiento y al derecho a la libre investigación, al derecho a expresarse y las libertades de palabras, de reunión, de asociación, de culto y de prensa que ocuparon los números 8, 9 y 12. En el referido documento el derecho a la información se describe diciendo que “todos los hombres tienen derecho a la información más completa y más exacta procedente de todas las fuentes importantes con el fin de que puedan desempeñar el papel que les corresponde en la sociedad humana”.**9 En 1976 la décimonovena conferencia de la UNESCO acordó en Nairobi emitir una “declaración sobre medios de comunicación” que se llevó a discusión en la vigésima conferencia general celebrada en octubre y noviembre de 1978 en París. El proyecto de redacción fue objetado por los Estado Unidos y otras naciones capitalistas desarrolladas que lo estimaron contrario a la libertad de información. Sin embargo, al cabo de dos semanas de debate el texto fue aprobado, estableciéndose en su artículo 2º. Lo siguiente:Artículo 2º. -1.- El ejercicio de la libertad de opinión, de la libertad de expresión y de la informa-
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3.2. El periódico o medio de comunicación debe servir a la sociedad más no servirse de ella. 3.3 El periódico se escribe con tinta, y muchas veces con sangre.
4.1 Ejercer el periodismo con honestidad. 4.2. Ejercer el periodismo con imparcialidad. 4.3 Ejercer el periodismo con dignidad.
ción reconocidos como parte integrante de los derechos humanos y de la libertades fundamentales, constituye un factor esencial del fortalecimiento de la paz y de la comprensión internacional. 2.- El acceso a la información debe garantizarse mediante la diversidad de las fuentes y de los medios de información que disponga, permitiendo así a cada persona verificar la exactitud de los hechos y fundar objetivamente su opinión sobre los acontecimientos. Para ese fin los periodistas deben tener la libertad de información. Igualmente los medios de comunicación deben responder a las preocupaciones de los pueblos y de los individuos, favoreciendo así la participación del público en la elaboración de la información. 3.- Con miras al fortalecimiento de la paz y de la comprensión internacionales, de la promoción de los derechos humanos y de la lucha contra el racismo, del apartheid y de la incitación a la guerra, los órganos de información, en todo el mundo, dada la función que les corresponde, contribuyen a promover los derechos humanos, en particular haciendo oír la voz de los pueblos oprimidos que luchan contra el colonialismo, el neocolonialismo, la ocupación extranjera, todas las formas de discriminación racial y de opresión y que no pueden expresarse en su propio territorio. 4.-para que los medios de comunicación puedan fomentar en sus actividades los principios de la presente declaración, es indispensable que los periodistas y otros agentes de los órganos de comunicación, en su propio país o en el extranjero, disfruten de un estatuto que garantice las mejores condiciones para ejercer su profesión. Respecto al marco jurídico de
la información en muestro país, la Constitución General de la República consagra en su capítulo de garantías individuales en el articulo 6º. La libertad de expresión y sostiene como obligación del Estado el garantizar el derecho a la información. Y el artículo 7º que consagra la libertad de prensa o imprenta que obliga al Estado a abstenerse de coartar el ejercicio de esas libertades con las excepciones constitucionales relativas al respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública, obligándolo además a no establecer censura previa a impreso alguno, ni a exigir garantías a los autores o impresores de cualquier publicación. Igualmente encomienda al legislador ordinario que evite, en casos de presuntos delitos de prensa, el encarcelamiento de expendedores, “papeleros” y demás empleados del establecimiento impresor, salvo que se acredite previamente su responsabilidad. La Ley Federal de Radio y Televisión de 19 de enero de 1960 señala en su artículo 58 los derechos de información, de expresión y recepción, como figuras jurídicas distintas. Esto es lo que nosotros llamamos crudamente “el derecho a la desinformación”. O sea, el derecho que tenemos como receptores de, informaciones tendenciosas, a que los informadores nos hablen, nos comuniquen la realidad de los hechos, sin mentira, sin engaño y sin manipulación de la noticia. Hoy más que nunca, dado los acontecimientos actuales, es necesario que el Estado cumpla su compromiso de respetar no sólo el derecho a informar que tienen los comunicadores en su calidad de emisores, sino también el derecho a estar realmente informados
que tienen los ciudadanos, sin distinción de clases, de etnias o regiones geográficas, en su calidad de receptores. Al pueblo, en caso de informaciones adulteradas, le asiste el “derecho a la desinformación”. Esto es, el derecho a exigir saber la verdad.
5 TEMAS PROBLEMÁTICOS 1.Ética en el derecho a la libertad de expresión 2.Ética en el compromiso moral de quien ejerce la libertad de expresión 3.Ética del director o propietario del medio de comunicación para dar publicidad a los escritos de sus colaboradores. 4.Ética en el ejercicio honesto de la comunicación pública a través de los medios de difusión. 5.Ética para juzgar imparcialmente las opiniones de quienes ejercen la profesión de comunicadores. Causas que se relacionan con estas problemáticas
1.1. Si se hace deshonesto uso de la libertad de expresión, se daña a la sociedad. 1.2. Afirmar algo sin pruebas, provoca rumor. 1.3. Falsear la verdad es hacer uso indebido de la libertad de expresión. 2.1. Quien ejerce la libertad de expresión debe responder en todo momento de lo que dice o afirma. 2.2. La conducta del comunicador debe ser honesta. 2.3Quien se convierte en sensor debe tener calidad moral. 3.1. Un periódico es una empresa que debe ofrecer productos de veracidad. Si el periódico o medio de comunicación es independiente, debe demostrarlo.
5.1 Quien recibe la información debe reflexionar sobre el contenido de la misma. 5.2. El receptor debe razonar desapasionadamente la comunicación recibida. 5.3 El receptor debe convertirse en crítico permanente de quien ejerce la profesión de comunicador, decidiendo conformidad o inconformidad respecto a la opinión de éste. Efectos de las causas 1.1. Pérdida de credibilidad 1.2. El rumor percude la verdad. 1.3. El falsario recibe como alimento el desprecio.
2.1. Si se dice o afirma se deben tener pruebas. 2.2. La honestidad merece la confianza pública. 2.3. La calidad moral se manifiesta en lo que se escribe. Quien vive de la dádiva no debe ser comunicador. 3.1 La independencia de un periódico la juzga el público. Un periódico subsidiado es letra muerta. 3.2. Quien se sirve de la sociedad pretendiendo engañar o justificar la conducta, ineptitud o corrupción, tiene como premio el desprecio social. 3.3. Hacer apología del crimen, es criminal. La nota roja debe ser informativa no deformativa. El escándalo de sangre, provoca sangre de escándalo. 4.1 Valentía. El periodista honesto debe ser valiente. 4.2. La imparcialidad es manifiesto de honestidad 4.3. La dignidad no tiene precio.
5.1 Con la honra no se juega. 5.2. La verdad ayuda. No perjudica 5.3 El emisor de prestigio social esclarece las dudas del receptor.
Ferrater Mora, Libertad, Diccionario de filosofía, Tomo II, L-Z, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 5ta edición, 1965, p. 49 2 Vid, p. Expresión, Diccionario Enciclopédico Abreviado, Tomo III, séptima edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1957, p. 1187. 3 Vid, Diccionario Enciclopédico Abreviado, Tomo IV, O.C, Espasa-Calpe, p. 1025. 4 Eduardo Sánchez Andrade. Comentarios al artículo 6º constitucional, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (comentada), UNAM, México, 1985, p.p. 17-21. 5 Vid. Así habló zaratustra, grupo editorial Tomo, S.A de C.V. México 2009, P.46 6 O.C.C. P:- 49. 7 Dr. Belisario Domínguez Senador por el Estado de Chiapas 17 de septiembre de 1913. 8 Editorial de la Revista Siempre! 1958, México. 9 Granados, Chapa, Miguel Ángel, Examen de la Comunicación en México, ediciones El Caballito, p. 121, México, D.F., 1981.