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CURRfCULUM EN PSIQUIATRíA

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EyEvóµ11v oto~ yeyÉv11µaL 1927-28. Clínica de las enfermedades mentales y del encéfalo. (Profesor Henri Claude.)

A MI HERMANO,

EL R.P. MARC-FRANQOIS LACAN, I

BENEDICTINO DE LA CONGREGACION DE FRANCIA

1928-29. Enfermería especial adscrita a la prefectura de policía. (Georges de Clérambault.)

SIGUEN H OMENAJES A M I FAMILIA Y A M IS MAESTROS EN MEDICINA

1929-30. Hospital Henri Rousselle. Clínica del Burgholzli en agosto-septiembre.

SEGÚN LA COSTUMBRE DE LAS TESIS

19 30-31. Hospital H enri Rousselle. Diploma de médico legista. -

1931-32. Clínica de las enfermedades mentales y del encéfalo.

I

A LO CUAL SE ANADE 1\1ENCION DE COLEGAS MAYORES I

A QUIENES HONRO, UNO DE ELLOS EDOUARD PICHON, Y UN HOMENAJE A MIS CAMARADAS HENRI EY Y PIERRE MALE, ASI COMO A PIERRE MARESCHAL I

1


1NDICE

DE LA PSICOSIS PARANOICA EN SUS RELACIONES CON LA PERSONALIDAD

15

Introducción

I.

PosicIÓN TEÓRICA Y DOGMÁTICA DEL PROBLEMA

19

l. Forn1ación histórica del grupo de las psicosis paranoicas

21

2. Crítica de la personalidad psicológica

29

La personalidad seg(1n la experiencia común, 29; 11. Análisis introspectivo de la personalidad, 33; 111. Análisis objetivo de la personalidad, 34; 1v. Definición objetiva de los fenómenos de la personalidad, 39; v. Posición de nuestra definición con respecto a las escuelas d·e la psicología científica, 40; VI. Definición de la psicogenia en psicopatología, 41; VII. Fecundidad de ]as investigaciones psicógenas, 44; VIII. Valor problemático de los sistemas caracterológicos y de la doctrina constitucionalista, 4 5; IX. Personalidad y constitución, 48 1.

,

3. Concepciones de la psicosis paranoica como desarrollo 50

de la personalidad r. Las psicosis paranoicas afectan a toda la personalidad, 50; 11. Las psicosis no sólo heredan tendencias de la personalidad: son el desarrollo de la personalidad, y este desarrollo está ligado a su historia. De Krafft-Ebbing a Kraepelin, 51; 111. En la psicogenia de las psicosis paranoicas, la escuela francesa se ocupa de la determinación de los factores constitucionales. Sérieux y Capgras. Dificultades de una determinación unívoca. De Pierre Janet a G enil-Perrin, 58; 1v. En ]a psicogenia de las psicosis paranoicas, la escuela alemana se interesa por la determinación de los factores reaccionales. Bleuler. Progresos de esta determinación. D e Gaupp a Kretschmer y a Kel1rer, 69

4. Concepciones de la psicosis paranoica como deter1ninada por un proceso orgánico 1 1.

Relaciones clí11icas y patológicas de la psicosis paranoica co11

[ 7]

94


8

,

ÍNDICE

CASO ''AIMÉE''

o

LA PARANOIA DE AU'fOCASTIGO

1. Examen clínico del caso ''Ai111ée''

III. .

13 5

DEL METODO DE UNA CIENCIA DE LA PERSONALIDAD y SU ALCANCE EN EL ESTUDIO DE LAS PSICOSIS

' DE 277

313

Bibliografía

318

138 PRIMEROS ESCRITOS SOBRE LA PARANOIA

188

3. ¿Representa la psicosis de nuestro caso una reacción a un conflicto vital y a traumas afectivos determinados? 199 Complemento de la observación del caso Aimée: 11istoria del desarrollo de la personalidad del sujeto. Su carácter: los rasgos psicasténicos son en él primitivos y predominantes, los rasgos lla1nados paranoicos son en él secundarios y accesorios. El conflicto vital y las experiencias con él relacionadas.

4. La anomalía de estructura y la fijación de desarrollo de la personalidad de Ain1ée son las causas primeras de 224 la psicosis • Que la psicosis de nuestra paciente se realiza por los mecanismos de autocastigo que son prevalentcs en la estructura de su personalidad, 224; 11. Que al co11ocer estos 111ecanisn1os auto-

,

r. Conclusiones críticas, 313; 11. Conclusiones dogmáticas, 314; 111. Conclusiones 11ipotéticas, 316

Análisis de los síntomas elementales del delirio: i11terpretaciones, ilusiones de la memoria, trastornos de la percepción. Su valor igual de fenómenos representativos sin1ples. Sus dos tipos: síntomas oniroides y síntomas psicasténicos. Su relación con los trastornos orgánicos.

1.

PRESENTACIÓN CRÍTICA, REDUCIDA A MANERA DE APÉNDICE

Conclusiones

Historia y cuadro de la psicosis. Análisis de escritos literarios. Diagnóstico. Catamnesia.

2. ¿Representa la psicosis de nuestro caso un ''proceso" orgánico-psíquico?

9 ~unitivos, según la teoría freudiana, como cierta fijación evolut1v~ de la , e~ergía 1psíq~ica llamada libido, s~ explican las correlaciones cl1n1c~s m~.s ev1de~tes ~.e la personalid~d del sujeto, 231; 111. El prototipo ~aso. A~mé~ , o la paranoia de autocastigo. Frutos ~e su ~~tud10: indicaciones de práctica médica y métodos de indagac1on teórica, 241

los trastornos de humor de la psicosis maniaco-depresiva, 97; 11 . Relaciones clínicas y patogénicas de las psicosis paranoicas con la disociación mental de las psicosis paranoides y de la esquizofrenia, según los autores, 1O3; 111. Relación clínica y patogénica de la psicosis paranoica con las psicosis de intoxicació11 y de autointoxicación. Papel del onirismo y de los estados oniroides. R elación entre los estados pasionales y las embriagueces psíquicas. Papel de los trastornos fisiológicos de la emoción, 109; 1v. Análisis franceses del "'automatismo psicológico,, en la génesis de las psicosis paranoicas. La cenestesia, aducida por Hesnard y Guiraud. El automatismo mental, de Mignard y Petit. Significación de los "sentimientos intelectuales" de Janet. La noción de estructura en psicopatología, según Minkowski, 114; v. Análisis alemanes de la "vivencia" paranoica. La noción de proceso psíquico, de Jaspers. El delirio de persecución es engendrado siempre por un proceso, según W esterterp, 126

II. EL

INDICE

El problema del. estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia 333 Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin APÉNDICE:

Presentación general de nuestros trabajos científicos 347

Comunicaciones a las sociedades científicas, 351; B. Informes y resefias de congresos, 353; c. Traducción, 353; D. Trabajos originales, 353

A.

338


De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad

Esta obra, que constituía la tesis de doctorado en medicina de Jacques Lacan, apa.reció inicialn1ente en París (Le Fran~ois) en 19 32.


Quilibet ttniuscujusque individui affec~us a~ affectu alt~­ ríus tantum discrepat, quantum essentia untus ab essentia alterius differt. Spinoza, 'E;tica, 111, prop. LVII

INTRODUCCióN

Entre los estados mentales de la enajenación, la ciencia psiquiátrica ha distinguido desde hace mucl10 la oposición de dos grandes grupos mórbidos, a saber (y no importa con qué nombre se les haya designado, según las épocas, en la terminología) : el grupo de las demencias y el grupo de las psicosis. El método clínico que ha permitido oponerlos, ha dado con ello una prueba de su fecundidad. Al orientarlo con gran fuerza sobre criterios de evolución y de pronóstico, Kraepelin ha h ech o producir a este método sus frutos supremos y más jugosos. La historia de las doctrinas y las discusion~s más recientes muestran, sin embargo, que el valor de la clínica pura sólo es aquí aproximativo, y que si puede hacer sentir lo bien fundado de una oposición nosológica que es capital para nuestra ciencia, es en cambio incapaz de sustentarla. Es por eso por lo que, en la concepción de la demencia, se está abandonando cada vez más el criterio del pronóstico para buscar apoyo en la medida de un déficit capacitario. La correlación, grosera al menos, de este déficit con una lesión orgánica, probable al menos, es suficiente para fundar el paralelismo psico-orgánico de los trastornos demenciales. La psicosis, tomada en el sentido más general, adquiere por contraste todo su alcance, que consiste en escapar de este paralelismo y en revelar que, en ausencia de todo déficit detectable por las pruebas de capacidades (de memoria, de motricidad, de percepción, de orientación y de discurso), y en ausencia de toda lesión orgánica solamente probable, existen trastornos mentales que, relacionados, según las doctrinas, con la ''afectividad'', con el ''juicio'', con la ''conducta'', son todos ellos trastornos específicos de la síntesis psíquica. Por eso, sin una concepción suficiente del funcionamiento de esta síntesis, la psicosis seguirá siendo siempre un enigma : el enigma expresado sucesivamente por las palabras locura, vesania, paranoia,

delirio parcial, discordancia, esquizofrenia. A esa síntesis la llamamos personalidad, y tratamos de definir ob-

1

jetivamen_te los fenómenos que le son propios, fundándonos en su sentido humano (parte 1, cap. 2). Lo cual no quiere decir que desconozcamos ninguna legítima concepción de los factores orgánicos que aquí intervienen . En efec[ 15 ]


16

INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

to, así como no se están olvidando las determinaciones físic~quími­ cas de los fenómenos vitales cuando se subraya su carácter propiamente orgánico y cuando se las define de acuerdo con él, así tampoco se está descuidando la base biológica de los fenómenos llamados de la personalidad cuando se tiene en cuenta una coherencia que le es propia y que se define por esas relaciones de comprensión en las que se expresa la común medida de las conductas humanas. El determinismo de estos fenómenos, lejos de desvanecerse, aparece ahí reforzado. Lo que planteamos es, pues, el problema de las relaciones de la psicosis con la personalidad. Al hacer esto, no nos extraviamos en una de esas vanas investigaciones sobre las incógnitas de una cadena causal, que ha11 motivado en medicina la mala reputación del término ''patogenia''. Y tampoco nos entregamos a una de esas especulaciones que, por mucho que respondan a irreprimibles exigencias del espíritu, son relegadas siempre a la metafísica, y por algunos no sin desprecio. Nada más positivo que nuestro problema: es eminentemente un problema de hechos, puesto que es un problema de orden de hechos, o, por mejor decir, un problema de tópica causal. Para abordarlo, hemos escogido la psicosis paranoica. Históricamente, en efecto, los conflictos de las doctrinas, y cotidianamente las dificultades del peritaje médico-legal, nos demuestran en qué ambigüedades y en qué contradicciones desemboca toda concepción de esta psicosis que pretenda prescindir de una definición explícita de los fenómenos de la personalidad. En la primera parte de nuestro trabajo pretendemos dar ante todo una definición objetiva de estos fenómenos de la personalidad. Después recorremos la historia de las doctrinas, en especial de las más recientes, sobre la psicosis paranoica. ¿Representa esta psicosis el desarrollo de una personalidad, y entonces traduce una anomalía constitucional, o una deformación reaccional? ¿O es, en cambio, una enfermedad autónoma, que recompone la personalidad al quebrar el curso de su desarrollo? Tal es el problema que plantea la presentación misma de las doctrinas. Si hemos puesto algún cuidado en esa presentación, no es solamente por un interés de documentación (a pesar de que sabemos el precio que tiene para los investigadores), sino porque en ella se revelan unos progresos clínicos incontestables. Las antinomias en que desemboca cada una de esas doctrinas, y

17

que están contenidas en la incertidumbre de sus puntos de partida quedan puestas así más de manifiesto. ' En la segunda parte tratamos de mostrar que la aplicación de un método teórica.mente. más riguroso conduce a una descripción más concreta, al mismo tiempo que a una concepción más satisfactoria de los hechos de la psicosis. ~e1:11os creído. que la mejor manera de llevar a cabo esta demos-tració~ era elegir, de entre el gran número de hechos clínicos de que di~ponem?s, ?no de nuestros casos, explorándolo -historia de I~ vida e historia de la enfer111edad, estructura y significación de los sintomas- de manera exhaustiva. Pensamos que nuestro es~uerzo, 11:º habrá sido estéril. Nos da como resul~ad?, en efect~, un tipo clinico nosológicamente más preciso desc~1ptivamente mas concreto, pronósticamente más favorable qu~ los tipos hasta hoy reconocidos. ' . Ademá~, este tipo tiene por sí mismo un valor manifiesto de solución particular en nuestro problema. Est?, finalmente, es lo que le da a nuestro trabajo su valor metodol6grco. En un capítulo de conclusiones doctrinales indicamos qué alc~nce ~ene~al puede tener en el estudio de las psicosis el método de investigaciones cuyo fruto es ese tipo clínico. Es verdad que, ~~ el es~~io de las psicosis, cada día parece apor~ tar alguna correla~1on organica nueva; si se presta atención, se verá que estas c~rrelacion~s, que no pensamos discutir, tienen sólo un alcance par~1al, y el ~nterés que ofrecen les viene únicamente del punto de vista doctr1~al que pretenden reforzar. No bastan, sin. embargo, para con~tru1rlo. No se hagan ilusiones quienes acumulan. esa clase de materiales: los h~chos de nuestra ciencia no pe1111iten hacer a un lado la preocupación por el hombre. Dai:nos las gracias a~ profesor Claude por el padrinazgo que ha concedido .a. la elaboración de nuestra tesis. Nos atrevemos a decir que la~ posiciones gener~les que ésta defiende, así en doctrina como en cl1n1ca, estái_i en la linea recta de su pensamiento y de su escuela. Estamos igualmente muy agradecidos con el doctor Heuyer que accedió a prestar oídos benévolos a la presentación de nuestra'tesis Yque de esa ma~era nos co11firnlÓ en la manifestación de algunas d~ nuestras tendencias extremas. ~u~remos t~mbién dar aquí las gracias a algunos maestros de psiquiatr1a de quienes no hemos tenido el honor de ser discípulos pero due nos han hecho el favor de escuchamos acerca de algún punto e nuestro plan, y de poner a nuestra disposición su servicio para


18

INTRODUCCIÓN

la observación de casos que a ellos les parecía que respondían particularmente a ese plan. Estas observaciones no han podido tener entrada en nuestra tesis, pero no por ello dejan de farmar parte de las bases sólidas de nuestro trabajo. Damos las gracias muy especialmente al doctor Petit, médico de la casa de salud de Ville-Évrard, que nos trató con una generosidad de la cual nos sentimos profundamente honrados. Expresamos nuestra gratitud a los doctores Sérieux y Capgras por la acogida que dispensaron a nuestras ideas. Por lo demás, nadie puede tocar un asunto como el de nuestra tesis sin sentirse deudor de sus trabajos. Damos las gracias al doctor Truelle por las indicaciones que tuvo la bondad de darnos en diversas oportunidades, indicaciones cuya gran. seguridad no hay quien no conozca. Reconocemos nuestra deuda para con el doctor Guiraud, cuyo pensamiento, tan abierto, ha resultado ser varias veces para nosotros, en el curso de nuestro trabajo, el más valioso control posible para la expresión del nuestro. Rendimos homenaje a nuestros colegas del grupo Évolution Psychiatrique por la atmósfera de libre discusión que han logrado establecer en el seno de nuestra sociedad, y por habernos permitido de ese modo someter a una primera prueba las ideas que aquí encuen-. tran su forma ter111inada. Damos las gracias al doctor Baruk, que nos dejó estudiar en el asilo de Charenton dos casos de reacción paranoica. Damos las gracias, finalmente, a quienes nos han ayudado con meritoria abnegación en la parte material, tan ingrata, de nuestro trabajo: la señora O. S. y nuestro amigo Pierre Mareschal.

l. POSICióN TEóRICA Y DOGMATICA DEL PROBLEMA


l. FORMACION HISTORICA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

Tres escuelas, en primer plano, han trabajado, no sin influencias mutuas, en la delimitación clel grupo: la francesa, la alemana y la italiana. Nuestra intención no es exponer su labor en una relación histórica que, no pocas veces rehecha sobre prototipos notables,1 ha encontrado su sitio en otras partes y no interesa a nuestro estudio más que en sus puntos de llegada. Recordemos que la denominación del grupo se deriva del término paranoia, empleado primero en Alemania.2 A decir verdad, el término tenía entonces una extensión que hacía que su empleo estuviera singularmente alejado del moderno. Kraepelin en su tratado,ª Bouman (de Utrecht) también en un artículo reciente,4 y no sin cierta ironía, evocan los tiempos en que entre 70 y 80 % de los casos de asilo se ca talegahan como casos de paranoia. Esta extensión se debía a las influencias de Westphal y de Cramer. La paranoia era en ton ces, en psiquiatría, el término que tenía ''la significación más vasta y la peor definida''; 5 era también la noción más inadecuada desde el punto de vista de la clínica. Con Westphal, acaba por hacerse más o menos sinónimo, no solamente de delirio, sino de trastorno intelectual. Esto nos remonta a una época en que los investigadores se inclinaban a admitir ciertos delirios larvados o ''en disolución'' (zerfallen) como causas de toda índole de estados singularmente diferentes de un trastorno intelectual primitivo. Kraepelin se ríe 6 de la facilidad con que se solía Informe de Cramer sobre la delimitación de la paranoia, presentado a la Sociedad de Psiquiatría de Berlín el 16 de dic. de 1893, publicado con el título "Abgrenzung und Differentialdiagnose der Paranoia'' en Allg. Zschr. f. Psychiatr., LI, 2; Kraepelin, Lehrbuch der Psychiatrie, ed. de 1915, Bd. 1v, pp. 17071714; Sérieux y Capgras, Les folies raisonnantes, 1909, pp. 287-316, etc. 2 El término, manejado ya por los griegos, fue utilizado por Heinroth en 1818 en su Lehrbuch der Storungen des Seelenslebens, inspirado en doctrinas kantianas. 8 Kraepelin, Lehrbuch der Psychiatrie, 1915, p. 1709. 4 Bouman (de Utrecht), PS)ichiatrische en Neurologische Bladen, Jaargang 1931, n·úm. 3. 5 Séglas, "La paranoia, historique et critique'', Arch. Neurol., 1887. 6 Lehrbuch cit., p. 1710. [ 21 ] 1


22

HISTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS P ARANOICAS

aplicar el diagnóstico de ''viejos paranoicos'' a casos ~ue respondían a la dernencia precoz, a estado~ de . est~por confusional, etc. ~e hecl1o, además de la \ Terrücktheit P:imar.ia, Westpl1al (.1876) hacia entrar en la paranoia, bajo las designaciones de V erwirrung .Y d.e verrücktheít aguda, casos de confusión roen.tal a~uda, de psicosis tóxicas 0 de evoluciones demenciale?. Am~l1aba incl~so el marco para meter también una Verriicktheit abortiva cuyos s1nton1as eran 7 de naturaleza obsesional. • • Observemos, sin embargo, que entre los autores ai:ter1ores. la. ?1scusión había tenido ante todo por objeto el mecan~s~o pr~m~t1va­ mente afectivo o primitivamente i~telectual a.el delirio._ Gr1esinger (1867) hablaba de una Verrücktheit secund~na, prec~dida reg~lar­ mente por un periodo primario de perturbación afectiva con s1ntomas primero melancólicos y después maníacos. E ste punto d~ doctrina muestra de qué manera se presentaron los hec~os a los,,pr~­ meros observadores. A partir de Sander ( 1868) s~ ~~m1te una originare Verrücktheit'' de trastorno intelectual pr1m1t1vo. Sobre ·este trastorno intelectual era sobre lo que se apoyaba Cramer en su informe a la Sociedad de Berlín ~ para propo?er una concepción única, que abarcaba la Verr~ckth~it~ el Wahnsinn Y la Amentía. Se fundaba en las interferencias cl1nicas de estas ~ormas y en la ideogénesis viciosa que les es común. La falsedad radical. esta manera de ver h a quedado demostrada por toda la ~v?lucion de la psiquiatría, con sus conquistas definitivamente adquiridas.: el concepto de confusión mental, P.reparado. por la escuela de Viena y afirmado en Francia po~ C~aslin~9 continu~d.or a s.u vez de .Del~­ siauve· la noción de las psicosis tóxicas y organicas diversas, epilépticas, sifilíticas, involutivas; la creación del vasto marco de. la demencia precoz, la cual acarreó la renovación de las concepciones sobre la demencia. . La acmé del período de confusión correspon~e, prec1samen~e al inforine de Cramer y a las discusiones que suscito en las sesiones ulteriores de la Sociedad de Berlín,1 0 discusiones en que se enfrentan concepciones y nosologías en una diversidad digna de Babel.

?e

Véase Keraval, "Des délires plus ou moins col1érents désignés ~ous ~e nom de parano1a", Arch. Neurol., 1895, núm. 94, pp. 475-480. La cont1nuac16n del artículo (Arch. Neurol., 1895, núm. 95, pp. 25-33; núm. 96, PP:. 91-101. et passim; núm. 97, pp. 187-200; núm. 98, pp. 274-292) es una rev1s16n capital Q del problema. s Cramer, loe. cit.; analizado por Kerava1, Arch. Neurol., 1894, 2 sem., 1

PP· 9 14·0-141. H 1895 Chaslin, La confusión mentale primitive,. Par1s, A~sel1n et ouzeau, . · 10 Sesiones de la Sociedad de Berlín, 17 de marzo de 1894. Véanse las in· I

tervenciones de Jastrowitz, Jolly, Mendel, Moelli, etc.

23

HISTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

Finalmente vino Kraepelin, diremos, para la claridad de las concepciones alemanas. Él mismo no llegó a definir la paranoia sino en la edición de 1899 de su tratado; hasta entonces se había mantenido muy c_e~ca de las concepciones que corrían ( eds. de 87, 89 y 93). En la edición del 99 es donde aparece la definición (no modificada hasta 191 que limita la paranoia al ''desarrollo insidioso, bajo la depe~denc1a de causas internas y según una evolución continua, ?e un sistema delirante duradero e imposible de sacudir, y que se instaura con una conservación completa de la claridad y del orden en el pensamiento, el querer y la acción''. La índole de la enfermedad, según el método kraepeliniano, se desprende ante todo del estudio de su evolución. Nada, en ésta, debe revelar ulteriormente alguna causa orgánica subyacente, lo cual excluye la evolución demencial. Por otra parte, mediante la exclusión de las paranoias agudas, a las cuales niega Kraepelin toda existencia autónoma, quedan eliminadas del marco de la paranoia todas aquellas formas cuya evolución se demostraría como curable, abortiva o remitente. Sobre este último punto teórico, según veremos luego, Kraepelin hizo algunas precisiones posteriores. A la descripción kraepeliniana le dedicaremos cierto espacio. Representa, en efecto, la madurez del trabajo de delimitación operado sobre la noción de paranoia. Pero antes tenemos que hacer un resumen de la evolución de las demás escuelas.

?)

El término ''paranoia'' no fue adoptado sino tardíamente en Francia; la cosa, en cambio, fue conocida con cierta anticipación. Cramer lo reconoce así en su informe. Está ya visible, con toda nitidez, en el estudio de Lasegue sobre el ''delirio de las persecuciones'', aparecido en 1852.11 Tampoco podemos hacer aquí una historia completa de las sucesivas precisiones que se fueron aportando a la entidad. Indiquemos sólo un rasgo común que Kraepelin destaca como característico de los trabajos franceses sobre el tema. Su esfuerzo se ha orientado ante todo ''a pintar las particularidades clínicas mediante la descripción más viva posible''.1 2 El homenaje va dedicado a Lasegue (cuyos ''perseguidores-perseguidos'' corresponden muy de cerca a los ''reivind1cadores'' de la clasificación actual), a Falret, a Legrand du Saulle, y también a los autores contemporáneos. Estos últimos aislaron formas sintomáticas tan estrechas, que 11

Lasegue, "'Délire des persécutions", recogido en el tomo

médicales. 12 Lehrbuch, p. 1713.

1

de sus 'E;tudes


24

lilSTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

dan la ilusión de estar fundadas sobre mecanismos de ~3: psic~logía nor1nal: es lo que hicieron Sérieux y Capgras para el del1no de interpretación, y Dupré y Logre pa~a el delirio de irnagi~ación. Los reivindicadores, separados de los 1nterpretad~res . por Sén~ux Y Capgras, sin quedar por ello 7xcluid 0~ de las J?S1cosis .parano1c~s, acaba1 ron por constituir una entidad clinica especial. Se intentó finalmente relacionar ésta, después de haberla asociado basta11:te extrañ~rnen te al delirio de celos y a la erotomanía, con los rnecanisi:ios pasio?ales. Tales asimilaciones de patogenias sólo fueron posibles gracias al trabajo de disociaciÓfl: clínica. que los inves~i~ado!es pre~edentes habían aplicado a la entidad antigua de los delirios sistern~tizados. Esta reducción nosológica previa había sido efectuada mediante l~ exclusión de los delirios ''secundarios'',18 pero sobre. ~o?o med1ant: el aislamiento de las formas alucinatorias. Las e~pecificidades m?r~idas de las formas dejadas corno residuo por serne1ante progreso v~n1ero? a ser, a causa de ello, más difíciles de discernir para los investigadores. . . . Las únicas concepciones que hubieran podido op~nerse a su desconocimiento eran las de Magnan. Estas concepciones: C?~º se sabe, no separaban del problema de conjunto de los 'del1r1os de degenerados'' las cuestiones de patogenia pla~teadas p~r las actuales psicosis paranoicas. Por otra parte, las opon1an muy 1ustamente al cuadro del ''famoso delirio crónico'', el cual respondía a una v.e~da­ dera neofor1nación psíquica, que invadía, de acuerdo con un itinerario riguroso, una personalidad. previamente sana. C~ando la doctrina de Magnan cayó en olvido, ya nada se ?pon1a a que .los investigadores se refirieran a las psicosis paranoicas corno al .tipo mismo de los delirios de origen psicológico, para poner de reli~ve, por contraste, los rasgos de ''automatismo'' de las psicosis aluc1natorias.14 . A partir de entonces, las concepciones d~ patogenia sobre las ~si­ cosis paranoicas debían encontrar su expresión natu~al e~ .la noción de constituc-;)n psicopática, ~once~ida c?mo un~ dispos1c1Ófl: determinada de aquellos rasgos psicológicos que constituyen ~l ob1et? de estudio del ''carácter'' y se revelan a la vez como los mas accesibles a la observación y los más susceptibles de variaciones nor1nales. Dupré contribuyó a la empresa por la confianza que concedía a la explicación constitucionalista. La ú}tima. pala?ra sobre el. as~nto ha sido dada, con una claridad de afir1nación digna de elogio si no de Charpentier, ''Des idées morbides de persécution'', comunicación a la Société médico-psychologique, 31 de oct. de 1887. 14 Léanse desde ese ángulo los trabajos de Clérambault sobre el automatismo m ental. is

IDSTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

25 asentimiento, en la obra de Delmas y de Boll sobre la personalidad 15 1 huma.na. Montassut ~ c~nsagró en su tesis la existencia y los rasgos es~nc1ales de la const1tuc1ón paranoica. Ya discutiremos su valor. D1gai:ios que, en la concepción común, el orgullo y la agresividad constituyen su alma. Fácil es ver, por lo tanto, las dificultades que se presentan actualmente en la concepción de las psicosis paranoicas. Se observa claramen~e, en efec~o, un hiato entre la constitución, definida por tendencias y reacciones subnormales, y el delirio de interpretación que ~ su ~anifesta~ión . P ~icopatológica principal. Toda la obra d~ Ge11 nil-Perr1n es insuficiente para colmar este hiato.

~o podemos extendemos acerca de la escuela italiana, pero insistimos en . el contacto que ha sabido conservar con la concepción degener~t1va. A causa de. ello, ha logrado poner en el mejor relieve las relaciones del pensamiento paranoico con unos modos llamados prel?gicos de juicio? sobre 1.os. c~ales se puede discutir si son regresos a~áv1cos al pensamien~o primitivo, pero que con toda seguridad son diferentes del pensamiento normal en su estructura misma. Tales s~n, por lo me~os, los es~uerzos ~e Tan~i, de Riva y otros,18 favorec~dos en esta via por la influencia persistente de las ideas lornbrosianas y po~ el des.ar~o~lo actual de los estudios sociológicos relativos a la mentalidad primitiva, a las formas prelógicas del pensamiento, a los fundamentos del pensamiento religioso, etc. .Po~9 lo dem~s, . la deff!1ic.i6n q?e d~ ~s.tos estados .dan Tanzi y Ri~a es la. siguiente: Psicopa~ia pr1rnit1va, caracterizada por una lesión .exclusiva de. las faculta~es intelectuales superiores, crónica, sin evolución demencial, y dé origen degenerativo." Independientemente de lo que signifiquen estas diversidades de concepción, la delimitación del grupo de las psicosis paranoicas se Delmas y Boll, La personnalité humaine, París, Flammarion, 1922. ie Montassut, tesis, París, 1924. 17 Les .{Jarano'iaques, París Maloine 1926 18 TGenil-Perrin, ' ' . . anz1. y Lugaro, T rattato delle malattie mentali, t. 11, p. 740. "Los paranoicos son anacronismos vivientes ... ''; "El atavismo se revela más nítidamente a?n en la paranoia, que e!1 la inmor~li.dad constitucional, porque las ideas cambian ~e manera mas precisa y más v1s1ble que los sentimientos ... ''; Riva, "Nosograf1~ ~ella paranoia", ~el. XN Congresso della Soc. Fren . Ital., 1913; véase AIP.hert:1, .La paranoia su1vant les demiers travaux italiens", Note e Rivista di sychiatria, 1908. 19 Tanzi y Riva, Arch. Rivista Freniat., 1894, vols. L"<, x, x11. lG


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HISTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

nos muestra concordante en las tres escuelas; H. Claude ha destacado este 11ecl10 en un estudio publicado en L'E11céphale en 1925, al oponer, mediante características estructurales comunes, las psicosis paranoicas a las P.s}cosis paranoides. También nosotros.', en u? a.rtículo de divulgacion,20 hemos presentado una agrupac1on unitaria de las psicosis paranoicas repartida en tres rubros: la pretendida ''constitución paranoica'', el delirio de interpretación y los delirios pasionales. Claude y Montassut, en una recensión general publicada en L'Encéphale, insisten, con Peixoto y Moreira,21 en que se reserve el título de ''paranoia legítima'' a los casos que corresponden a la descripción de Kraepelin. Así, pues, ahora indicaremos los rasgos esenciales 22 de la descripción kraepeliniana. No se puede negar, en efecto, el extremado rigor nosológico de la obra de Kraepelin. En cierta forma, nosotros contamos con encontrar en ella el centro de gravedad de una noción que el análisis francés, a través de las ramificaciones mú1tiples que 11a elaborado, ha vuelto a veces bastante divergente. Kraepelin describe dos órdenes de fenómenos en la psicosis: los trastornos elementales y el delirio. Entre los primeros, está de acuerdo con Sérieux en señalar la ausencia o el carácter completamente episódico de las alucinaciones, pero insiste en la frect1encia de las ''experiencias visionarias'' 23 bajo forma onírica o durante la vigilia, y las describe en unos términos que las hacen responder a los sentimientos de influencia, a las ''autorrepresentaciones aperceptivas'', a las ''inspiraciones'', a las intui~ ciones delirantes que nos hemos enseñado a distinguir. Muy en el primer plano -y nuestro autor subraya el hecho de que así les devuelve aquello de que equivocadamente se les despoja- coloca las ilusiones de la memoria, a la vez que subraya el papel que éstas tienen en la construcción del delirio.24 Luego viene el delirio de relación, bajo el cual describe las subversiones múltiples a·portadas pór el paciente en la significación de los gestos, las palabras, los hechos menudos, así como de los espectáculos, formas y símbolos que aprehende en la vida cotidiana. En otras palabras, describe (con menos finura analítica que Sérieux y Capgras, pero con mayor objetividad) el síntoma interpretación. 20 Jacques Lacan, "Structure des psycl1oses paranoi'aques", Sem. Hop., París, jul. 1931. 21 Peixoto y Moreira, Congreso de Lisboa, 1906. 22 Lehrbuch, pp. 1707-1779. 2 3 Visionare Erlebnisse, literalmente ~'vivencias visionarias". 2 4 Erinnen.tngsfiilschungen, literalmente "falsificaciones de la memoria'' ( Lehrhuch, p. 1716).

HlSTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

27 . Da en 1se~uid~ con:io sínton1a común de la psicosis las ''imaginaciones morbzdas . Niega, en efecto, toda realidad clínica al ''delirio de imaginación''. Según él, la forma sintomática descrita bajo ese nombre por Dupré nunca es pura. En cuanto al delirio, se elabora de acuerdo con ''dos direcciones. opuestas que a menudo se con1binan la una con la otra''. 25 Son el ''deli,:io de. prejuici.o en su sentido más general y el delirio de gran~ deza . BaJ~ el primer .rubro s~ agru~an el delirio de persecución, el a.e celos y el de ~ipocondria. BaJO el segundo, los delirios de los inventores, de los interpretadores filiales, de los místicos de los erotómanos. La vinculación entre todas estas manifestaci~nes es estrecl1a; el poli111orfismo, frecuente; la asociación bipolar de un grupo con el otro, ordinaria. El delirio está, por regla, sistematizado. Es ''elaborado intelectualmente, coherente en una unidad, sin groseras contradicciones internas'~.21 ~~' dice Kraepelin, ''una verdadera caricatura egocéntrica de su s1tuac1on en los engranajes de la vida'' lo que el enfermo se construye para sí misn10 en una especie de ''visión del mundo''. Por último? el delirio es asimilado a la personalidad intelectual, y es tomado incluso como una de sus constantes. Se ·ponen de relieve otros dos caracteres de la evolución: la aparición progresiva del delirio durante un período de preparación en el cual su lenta invasión se traduce en manifestaciones de duda y en oscilaciones de la creencia, y s~ permanencia, al menos en lo que se refiere a cierto núcleo delirante. Aunque estos rasgos están incluidos en la definición Kraepelin no se olvida de mencionar los hechos que a ello opon~ la clínica. Queda el ''delirio de querulancia'' de los alemanes o sea nuestro d~lirio de reivindicación en la terminología de Sérieux' y Capgras. Sabido es que Kraepel~~' en su edición de 1915, lo pone aparte de la P.arano1a para clas1f1carlo entre las psicosis psicógenas.2ª Sin embargo, él mismo reconoce los caracteres que lo acercan a la para.noia: ''la sisten1atización del delirio, su uniformidad, su caráct~r inqu~brantable, más aún, la limitación del proceso mórbido a ciertos ciclos de representación, la conservación duradera de la per~onalidad psíquica, la ausencia de manifestación de debilitamiento intelectual''. 29 25

Lehrbuch, p. 1724. 26 Para .el .del'1r10 · paranoico · de los celos, Kraepelin se remite enteramente a 1ª descr1pc16n de Jaspers, Zschr. ges. Neurol. Psychiatr., r, 567, sobre la cual tendremos que volver. 21 Lehrbuch, p. 1722. 2 ~ Lehrbuch, pp. 153 3-1546 "Der Querulantenwal1n". 29 Lehrbuch, p. 171 2. '


HISTORIA DEL GRUPO DE LAS PSICOSIS PARANOICAS

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La vinculación prevalente de este delirio con una. ocasión exte;rioi: determinada con cierto prejuicio real o pretendido, es lo que lo hace entrar e~ el grupo de las psicosis psicógenas, d~nde lo vemos figurar al lado de la psicosis carceral y de la neurosis de renta, nuestra neurosis traumática. . . . ''La distinción -añade, sin embargo no tiene ni~guna importancia real, pues la paranoia también es ~e causa ps1cógena, P,ero la diferencia consiste en que, en la paranoia, las fue~za~ que a~tuan realmente en la elaboración mórbida de los acontecimientos vitales son puramente endógenas al enfermo, mientras q~~' en los diverso.s querulantes, la ocasió? e~ terior da el sustrato decisivo para la apari·ción del cuadro mórbido. so . Pero, añade, hay que indicar la importancia .esencial de la predisposición en la determinación de la querulanc1a, lo cual lo ll~va a concluir que ''toda la diferencia consiste en cierto desplazamiento <le las condiciones exteriores e interiores'' .81 Fácil es ver, pues, hasta qué punto la delimitación depende aquí de la concepción misma de la enfermedad. Nosotr?s. nos at~~dr~­ mos de manera provisional, a la unidad entre el delirio de re1vi!1d1caciÓn y las otras formas de delirio paranoi~o .qu~ reconoce~ Sér1eux y Ca pgras,s2 ellos mismos ~ pesar de las d1s~inciones esenciales que han aportado con sus traba1os entre los dos tipos de procesos. Nuestra posición definitiva acerca del asunto la reservamos para un apéndice de nuestro estudio.

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2. CR1TICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLóGICA

El dato clínico de la evolución sin demencia, el carácter contingente de los factores orgánicos (reducidos, por lo demás, a trastornos funcionales) que pueden acompañar a la psicosis, y, finalmente, la dificultad teórica de explicar sus particularidades (el delirio parcial) por la alteración de un mecanismo simple, intelectual o afectivo, todos estos elementos, y otros todavía más positivos, hacen que la opinión corriente de los psiquiatras, como se sabe, atribuya la génesis de la enfermedad a un trastorno evolutivo de la personalidad. La noción de personalidad es compleja. La psicología científica se ha esforzado por despegarla completamente de sus orígenes me~ tafísicos, pero, como suele suceder en casos análogos, ha llegado a definiciones bastante divergentes entre sí. Lo que la psiquiatría tiene. que tomar en cuenta son, en primerísimo lugar, certidumbres. clínicas globales, más seguras, pero también más confusas que las definiciones analíticas; la psiquiatría, además, pone de relieve ciertos vínculos de una importancia capital entre los diversos puntos de vista de la psicología. El uso que hace de la noción no es, sin embargo, unívoco entre los distintos autores, lo cual enturbia los datos ciertos y permite edificar sobre los dudosos. Por eso, antes. de pasar a la presentación y a la crítica de las teorías expresadas, quisiéramos precisar el valor psicológico, en el sentido más general, de un término que, demasiado cargado por las aportaciones así de la observación científica como de las creencias populares, y surgido a la vez de las especulaciones de la metafísica y de la experiencia acumulada en la sabiduría de los pueblos, es sumamente rico, pero se presta a toda clase de confusiones.

I. LA PERSONALIDAD SEGÚN LA EXPERIENCIA COMÚN

La personalidad es, en primer lugar, un 11echo de experiencia p. 1712. s1 Lehrbuch, p. 1713. s2 Sérieux y Capgras, Les folies raisonnantes, p. 339. so Lehrbuch,

psic~

lógica ingenua. A cada uno de nosotros se nos muestra como el elemento de síntesis de nuestra experiencia interior. La personali~ dad no solamente afirma nuestra unidad, sino que también la realiza; lo que hace, para ello; es ar1nonizar nuestras tendencias, es [ 29]


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CRITICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLOGICA

<lecir, las jerarquiza e imprime un ritmo propio a su acción; pero también escoge entre ellas, adoptando unas y rechazando otras. Su operación es, pues, compleja. Se presenta ante todo bajo un modo intelectual, el más elevado que existe, o sea el del juicio, el de la afirmación categórica. Pero este juicio no se refiere a una realiclad efectuada; se refiere a una realidad intencional. La personalidad no es solamente un hecho dado; orienta al ser hacia cierto acto futuro, compensación o sacrificio, renunciación o ejercicio de su potencia, mediante el cual se conformará a ese juicio que uno ejerce sobre sí mismo. En la medida misma en qt1e los dos elementos (el de síntesis y el de intencionalidad) divergen el uno del otro, la personalidad se resuelve en in1aginaciones sobre nosotros mismos, en ''ideales'' más o menos vanos: esa divergencia, que existe siempre en cierta medida, ha sido aisla~a como una función esencial al hombre, e incluso, para cierta filosofía, a toda vida.1 La manera como la personalidad se las arregla con esa divergencia engendra una serie de diversidades que, como tales, pueden ser la base de una clasificación natural (personalidades verdaderas o falsas, armónicas o románticas, 2 etc.). Pero, por otro lado, en la medida en que esa divergencia se reduce, constituye el fundamento de nuestra continuidad en el tiempo : la personalidad es entonces la garantía que, por encima de las variaciones afectivas, asegura las constancias sentimentales y, por encima de los cambios de situación, el cumplimiento de las promesas. Es el fundamento de nuestra responsabilidad. En la medida en que esta función de continuidad es suficiente -y la práctica demuestra que la admitimos como tal e11 una medida amplísimase nos confiere una responsabilidad personal y nosotros mismos les atribuimos una igual a los demás. La noción de res¡)onsabilidad desempeña probablemente un papel primordial en el hecho de que reconocemos la existencia de la personalidad en los otros.3 Aludimos a la función meta psicológica sumamente general que Jules de Gaultier aisló bajo el nombre de "bovarysmo" (véase Le bovarysme, París, Mercure de France, 1902; y La fiction universelle, 1903). 2 Véase bajo este ángulo, riquísin10 en i11formaciones psicológicas, el libro ele Ra1no11 Fernande:Z, De la personnalíté, París, Au sans pareil, 1928. s No podemos abordar aquí el papel que en la formaci611 de la noción de persona 11an tenido las concepciones del derecl10. Parece que uno de los primeros sentidos definidos del término fue el de persona jurídica. Observemos que una noción genética como ésta, u otras nociones vecinas, dejan sin resolver el problema fenomenológico inicial de la pluralidad de las personas, el cual parece necesario para la constitución misma de la noción de persona -como también el problema, tan importante para la comprensión de las pasiones, del lazo constante del amor y del odio con tin objetivo personal. Cf. Max Scl1eler, Nature et formes de la sympathie, trad. Lefebvre, París, Payot, donde se ve la 1

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LA PERSONALIDAD SEGUN LA EXPERIENCIA COMUN

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Síntesis, intencionalidad, responsabilidad: tales son los tres atributos que la creencia común reconoce en la personalidad.

a] La personalidad en la nietafísica tradicional De esa primera experiencia es de donde han brotado las concepciones de los metafísicos tradicionales y de los místicos. Como es sabido,. és~o~ dan ~ la personal~?ªª una existencia sustanci.al,4 y oponen al in.dividuo, simple colecc1on de las tendencias y de los caracteres propios de todo ser vivo dado, la persona, dignidad que sólo el hombre pose~, ~ cuyo triple carácter de unidad sustancial, de portador en el ps1q u1smo de una entidad universal (vov; aristotélico,6 razón ·O naturaleza para los estoicos, 6 alma sometida al orden divino, 7 im:Situación recíproca de las diferentes funciones de identificación afectiva y en resumidas cuentas de amor, de la persona. ' ~ Conocida es la definición que fue clásica durante toda la Edad Media: "'Persona proprie dicititr naturae rationalis individua substantia." Está tomada .de B0ecio, De duabus naturis et una persona Christi, cap. 111, "Differentia naturae et personae" (Migne, Patrología latina, t. LXIV). 6 Se sabe que un rasgo extraordinariamente 11otable de la psicología de Aristóteles es que, según él, el alma no está separada del cuerpo, sino que es su forma. Sin embargo, el i)apel primordial en el acto supremo, o sea el de la razón, es desempeñado por el volí~ activo, el cual es llamado XC.OQLO"t6~, es ·d ecir, separado o inseparable (según los comentadores: véase Ross, Aristote, París, Payot, p. 124). Es una entidad evidentemente supra-individual, propia de la esr,<;~ie, eterna m~nt;, pree~istente (De anima, 4 30, 23), y cuya acción sobre el intelecto pasivo es ciertamente el meollo de la realidad personal. Por lo demás, no le da a ésta, con un Dios (que en Aristóteles no tiene nada en común con una providencia ni con un creador) , 11inguna de esas relaciones "personales" que l1an venido a ser, desde el cristianisn10, el punto crítico de toda teodicea. Un punto notable de una teoría de la personalidad que podría extraerse de Aristóteles es el carácter relativo de su moral. 6 Indiquemos únicamente que el fondo de la doctrina estoica no es otra cosa que una moral de la personalidad: a eso es a lo que tienden toda su cosmología y su antropología. Sabido es el sitio que en ella ocupa la idea del papel representado por el l1ombre en este mundo, y la importancia del tér· mino pers.ona, ltQÓcrc.orrov (véase el Manual de Epicteto, 17, y los Pensamientos de Marco Aurelio) . En cuanto a la etin1ología clásica de persona, "másca· ra, instrumento en que suena la voz del actor", sabemos que es discutida por los lingüistas; lo importante para nosotros es la intención significativa de ta] etimología. 7 Así, para Santo T omás, la persona está ordenada directamente a Dios como a su fin último (Summa Theol., I, 1r, 2, 8, Summa contra Gentiles, III 48 in Polit. Arist. lib. 3, c. 9, lec. 7. Aun la ley de la ciudad debe respetar ~ta s~bordinación esencial (Summa theol.,. II , 1r, 83, 6; in Eth. Nicom., I, lec. 1). Sin embargo, la pena de muerte queda legitimada porque el reo, al decaer de la razón, decae de su dignidad de persona l1umana, ¡punto teórico significativo!


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CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

perativo categórico,8 etc.), y de á!b~tro moral, refleja. ex~ctamen,te las tres propiedades que el conoc1m1ento de la exper1enc1a comun nos da acerca de la autonomía personal. No podemos hablar detalladamente acerca de los desarrollos de la metafísica tradicional.9 Su presentación se sale de nuestro tema, y ni siquiera la h~bi~ramos abordado si no fuera porque el solo hecho de que haya ex1st1do ese desarrollo, y de que sus caracteres hayan estado de tal manera. calcados sobre los datos inmediatos de nuestra conciencia, constituye el origen de las dificultades que presenta la depuración científica de la noción. b] La personalidad en la psicología científica

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Las dificultades provienen de dos riesgos. El primero es el de una contaminación subrepticia por implicaciones metafísicas que se en· cuentran en la naturaleza misma del espíritu: quienes caen de lleno allí son, las más de las veces, aquellos mismos que, diciéndose fieles a los ''hechos'' y nada más que a los hechos, creen protegerse de la metafísica desconociendo los datos que ella aporta. 10 El segundo riesgo amenaza a aquellos que, persiguiendo con conocimiento de causa la eliminación de todo residuo metafísico,11 acaban por Et ideo quamvis hominem in sua dignitate. manentem occidere sit se:undum se malum, tamen hominem peccatorem occidere potest esse bo.'lum, sicut occidere bestiam: pe;or enim est malus horno, quam bestia, et plus nocet. Se apoya aquí en Aristóteles (ad 3, qu. 64, a . 2, IIa JJae) . s Kant, Grundlegung zur Met. der .Sitten~ 2~ sección, SS 8~ y 96-99. Ha-

gamos notar, de paso, el carácter in~1ferenciado d~ la ~ersonal1dad. par~ .Kant (cf. crítica de Simmel ) , lo cual explica que su psicolog1a sea tan 1nsuf1c1ente. 9 Creemos sin embargo, que con las alusiones que h emos h echo a este desarrollo he~os llevado a e.abo una tarea útil, y n o sólo para circunscribit la noción sino también para situarla de alguna manera en su verdadero ambien· te inteledtual. En efecto, no hay en tales especulaciones nada que esté desvinculado de lo real, y esto con tanto mayor razón cuanto que el desarrollo histórico que reflejan ha dejado necesariamente algunas huellas en ese plano, que es el más elevado de la naturaleza humana. lO Nos abstenemos de toda referencia: es el pan cotidiano de las teorías psiquiátricas. . . . . 11 Citemos a Ribot: ''En el lengua1e psicológico se entiende generalmente por persona el individuo que tiene una conci.en~i~ cla~a de sí mismo . y actúa en consecuencia: es la forma más alta de la individualidad. Para explicar este carácter reservado por ella únicamente al hombre, la psicología metafísica se content~ con suponer un yo perfectan1ente . uno, simpl~ e idéntico. E.sto, desgraciadamente, no es más que una falsa claridad y un simulacro ~e soluc~ón. A menos que se confiera a este yo un origen sobrenatural, es preciso explicar cómo nace y de qué forma inferior sale" (Th. Ribot, Les maladies de 14 personnalité, 1885, introducción, S 1) .

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ANALISIS INTROSPECTIVO DE LA PERSONALIDAD

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perder de '?sta la realidad experimental (la cual queda recubierta por las noc1?nes confusas de la experiencia común) y se ven lleva· dos a reducirla hasta el punto de hacerla irreconocible, o hasta el extremo de rechazarla totalmente;12 como tales se revelan esas teo· rías extremas de la psicología científica en las que el sujeto no es ya nada, excepto el lugar de una sucesión de sensaciones1 deseos e • I imagen es. Las creencias comunes sobre la personalidad, su sustancialización por la metafísica, la imposibilidad de fundar sobre ellas una definición científica rigurosa, he ahí el camino que nuestra presenta· ción acaba de recorrer. Estas .creencias comunes son el fruto de una experiencia ingenua que se formula en un pensamiento espontáneo. En ese terreno no s~ deja ver to~av.ía una diferenciación clara entre lo que es experimentado sub1et1vamente y lo que puede ser comprobado objetivamente. A estas dos fuentes de conocimiento vamos a recurrir ahora en busca de apoyos más firmes para la concepción de la personalidad.

, II. ANALISIS INTROSPECTIVO DE LA PERSONALIDAD

A decir verdad, la introspección disciplinada no nos da sino pers· pectivas muy decepcionantes. A la pretendida síntesis de la personalidad, responde con esas sorpresas y esas decepciones que nos aportan sin cesar nuestros pensamientos y nuestros actos por la intervención, imprevista o habitual, de fuerzas interiores que nos resul· tan unas veces completamente nuevas y otras, en cambio, demasiado conocidas. Las fuerzas son, las más de las veces, de naturaleza afee· tiva, y su conflicto con nuestra personalidad organizada nos lleva a desaprobarlas, cualquiera que sea, por lo demás, su valor real, perjudicial, para nosotros o para los demás, o sujeto a duda, o in· cluso benefico. La introspección no nos da tampoco nada seguro acerca de la funci6n intencional (reguladora o voluntaria) de la personalidad. Al contrario: las informaciones que nos brinda se refieren ante todo a su fracaso constan te. 12

~s, por l~ menos, la tendencia inaugurada por Hume, y que, a través

de Ribot, culmina en los nuevos realistas norteamericanos. Una expresión extrema de esta tendencia es ofrecida por B. Russell en un libro riquísimo en ensefianzas,. Sti Analyse de r esprit, trad. Lefebvre, París, Payot. Ciertamente, el pragmatismo sabe dar en psicología un lugar esencial a la personalidad ( cf. teoría de la creencia en James) .


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CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

¿No podríamos, por lo menos, colocar este fracaso ~entro de la divergencia constante que _existe entre el yo real y el ideal que .lo orienta? ¿Concederemos a este ide~l cierto margen .de degradac~o­ nes posibles? Pero entonces no sera mas que una simple cre~nc1a. Esta creencia misma, ¿será más o menos coherente con el con1unto de creencias del sujeto? Pero entonces este ideal va a desvanecerse en la simple imaginación de uno mismo, la más fugitiva, la más desprovista de adhesión interior. ¿O, por el contrario, este ideal es más sólido? ~ntonces es el choque con la realidad lo que va a romperlo. La realidad~ para com.. batirlo, podrá simplemente cubrirse con una máscara intelectual: será un nuevo ideal del yo, que sacara su fuerza de 1:1n nuevo humor o de una nueva motivación afectiva. Pero también estas contradÍcciones podrán ser de un valor ii:telectua.l ~uténtico, o sea que podrán expresar correctamente la realidad ob1~t1va: es lo. que se ve cuando la reflexión metódica sobre las revelaciones afectivas que el sujeto ha experimen.tado,. o c?ando una obse.rvación_científica de ~o real o incluso la dialéctica interna de las ideas vienen a sacudir, con _el conjunto de las creencias, la imagen que se hace de sí misma la personalidad~ ¿No se tiene, entonces, la impresión de que lo que se produce son más bien tentativas de síntesis, susceptibles de fracasos y de renovación, y que, más que de una personalidad, habría que hablar de una sucesión de personalidades? ¿No son esas trasformaciones mismas lo que, según los casos, llamamos enriquecimiento o abandono de nosotros mismos, progreso o conversión? ¿Qué subsiste aquí de nuestra continuidad? D~spués de algunas de esas crisis no nos sentimos responsables ya n1 de nuestros deseos antiguos, ni de nuestros proyectos pasados, ni de nuestros sueños, ni siquiera de nuestros actos. Basándose en estos nuevos datos de la introspección, a la crítica psicológica le resulta demasiado fácil concebir la pe~son~ como el lazo siempre pronto a romperse, y por lo <lemas arb1trano~ de ~na sucesión de estados de conciencia, y a·poyar en ello su cons1derac1ón teórica de 'Jn yo puramente convencional.

' ANALISIS OBJETIVO DE LA PERSONALIDAD

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III. ANÁLISIS OBJETIVO DE LA PERSONALIDAD

de la persona. La personalidad, que se pierde misteriosa en la noche de la primera edad, se afirma en la inf~ncia de a~uerdo con un modo de deseos, ~e necesi~ades, de creencias que le es propio y que como tal ha sido estudiado. Se alborota en las ensoñaciones y las esperanzas desmesuradas de la adolescencia en su fermen13 tación intelectual, en su necesidad de absorción t~tal del mundo bajo los modos del gozar, del dominar y del comprender; se tensa en el hombre maduro en una aplicación de sus talentos a lo real en ?n ajuste impuesto a los esfuerzos, en una adaptación eficaz al' ob1eto, y puede llegar a su realización más alta en la creación del objeto y el don de sí mismo; en el viejo, finalmente, en la medida en que hasta ese momento ha sabido liberarse de las estructuras primitivas, se expresa en una seguridad serena que domina la involución afectiva. ' En este progreso tienen una influencia determinante los acontecímien.tos, que s.on los choques y las objeciones de la realidad. (de ~a realid~d afectiva y de la realidad objetiva). Pero se trata de una influencia ordenada: ese progreso es un desarrollo, es .decir que descansa sobre estructuras reaccionales típicas y que tienen una sucesión fija, c~mún a la normal de los seres humanos. Éstas engendran las actitudes,14 que modelan el sentido según el cual son vividos esos acontecimientos, al mismo tiempo que reciben de ellos determina~iones progresivas o regresivas. Estas estructuras y su sucesión c?nstituy~n. el fondo regular de las evoluciones atípicas y de las crisis anacron1cas. Así, pues, encontramos aquí una ley evolutiva en ·lugar de una síntesis psicológica. Pero in?l~so esta últirr1a se encuentra hasta cierto punto bajo una forma ob1et1va. En efecto, esos estados sucesivos de la personalidad no están. separados por rupturas puras y simples, sino que tanto su evolución como el paso de uno a otro son comprensibles p~ra nosotros, los observadores. Incluso si, tratándose de alguien ªJ~n~. a noso!ros, no llegamos a participar de ellos afectivamente (einfuhlen), .tienen para nosotros un sentido ( verstehen), sin que nos sea p~eciso descu~rir en ellos la ley de sucesión causal que nos e~ .necesaria para explicar ( erklaren) los fenómenos de la naturaleza f1sica. Este sentido se refiere, por ejemplo, a la concordancia de tal o cual matiz sentimental con tal o cual contenido representativo (de

Es aquí donde debe intervenir el punto de vista objetivo, devolvien· do su peso verdadero a la noción que parece evaporarse. El punto de vista objetivo verifica en primer lugar el desarrollo

La, ''e~cefalitis'' de los veinte años, según la expresión de Renan, hablandº de s1 mismo. 14 Sobre la noción de actitud mental cf. F. Paulhan, '''L 'attitude mentale'', J. de Psychol., 1923, pp. 826-868.

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, CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

la tristeza con la idea de la pérdida de un ser ama~o ), a la adaptación de una serie de acciones a una ~eta deter~1n~da, a la compensación ideo-afectiva acarreada por cierta constricción de las tent dencias. d 1 · t Este sentido está tal vez tan poco funda o c<?m?. a in erpr.e ación homogénea (participacionista) que da el primitivo al ~on1un­ to de los fenómenos naturales. Pero es, desde luego, la comun medida de los sentimientos y de los actos humanos. . . . Estas relaciones de comprensi6n15 tienen un valor ob1et~v? innegable: sin la nueva concepción del trasto;no m~n!al permitida por ellas, no hubiera podido aislarse esa realidad clinica q~e es 1~ esuizofrenia. Son esas relaciones, en efecto, las 9ue permiten senalar orden fragmentario en las . reacciones las representaciones, los actos y el simbolismo expresivo q.ue se encuentra.n en el curso de esa dolencia, así como poner de rel1.eve, por ello mismo, su característica principal, que es la discordancia. . Así, pues, los datos objetivos confieren a la. personalidad cierta unidad, la de un desarrollo regular y comprensible.

~n

~mocionales,

.

¿Dónde queda su intencionalidad? ~vide~tem~nt~, de ningún ''dato ·nmediato'' se puede deducir la ex1stenc1a ob1et1va del acto voluny del acto de libertad moral. Además, desde .momento en ue se trata de conocimiento cien.tífico, e! det:rminismo es .una a priori y hace que seme1ante .sea c?ntrad1ctoria con su estudio. Pero queda por explicar la existen.cia fenomenológica de esas funciones intencionales: a saber, por e1e~plo, que el sujeto diga ''yo'', que crea obrar, que prometa y q?e. afirme. El acto voluntario puede, evidentemente, ser definido po~ una ~a concatenación causal más compleja que. la. del a~to refle10. creencia puede ser descrita como un sentimiento VIn<:~lado con disposiciones emocionales y activas,11 de estructura adqu1r1da y el~vad~. La imagen ideal del yo que fo11na parte de nuestra experiencia interior es reducible a complejos afectivos que dependen de la on-

~ario ~ondición

~l

~x1stenc1a

Las ''relaciones de comprensión'' ·son, para Jaspers, un cri~erio esencial del análisis psicológico y psicopatológico. Véase su Psychopath?log~ ~énéraleÍ \r~f · Kastler y Mendousse, París, Alean, pp. 290-367 .(Y Berlin, .pringer, re~ Por lo demás según él la personalidad no se extiende al con1unto d~ Ia s ' · '· ' · t e a " aquello que hay .de ''particu ar )a1 sino unicamen ( 1476 laciones comprensivas, individuo en el conjunto de las relaciones genéticas comprensibles p. · 1e James, Psychology, 1, p. 12; 11, pp. 492-493. . 11 James Psychology, 11, p. 283. Recordemos la célebre fó~u1a de James. "Si pensa~os que Moisés escribió el Pentate,uco es porqu.e, si,, fuera de otra manera, todos nuestros hábitos religiosos tendrian que cambiarse. 11>

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ANALISIS OBJETIVO DE LA PERSONALIDAD 18

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togenia del psiquismo (si es que no de su filogenia). Esto explica que pueda ser uno de los polos de una tensión interior del yo,19 y esta tensión parece vinculada con ciertas determinaciones del fenómeno mismo de la consciencia. 20 Estos fenómenos intencionales se manifiestan, pues, ante todo como una organización de reacciones psico-vitales. Son el fruto de una educación en la cual se traduce todo el desarrollo personal. Por otra parte, estos fenómenos recaen bajo las relaciones de comprensión de manera mucho más inmediata que las reacciones elementales que nos es preciso desprender de ellos mediante el análisis. Se revelan, así, conformes a la primera definición que nos ha permitido nuestro ensayo de objetivación de la personalidad. Pero estas funciones intencionales afirman, por su naturaleza misma, sus contenidos como objetos: así es como lo expresaban espontáneamente aquellas creencias mismas sobre la personalidad de las cuales partió nuestro análisis. Hemos disuelto tales creencias para encontrarnos, a fin de cuentas, con que esas funciones tienen propiedades objetivas. Este progreso es de índole dialéctica, y por lo tanto tiene que ver con los problemas generales del conocimiento. Su base es la función identificadora del espíritu,21 y allí estamos ante un campo de estudio que se aparta de nuestro tema. 2 2 Queremos únicamente hacer notar que los progresos de la personalidad misma pueden estar condicionados por el progreso dialéctico del pensamiento, como vemos que ocurre, por ejemplo, por la vía de la reflexión, en el hombre adulto y que sabe meditar. Digamos, pues, que este carácter de progresividad dialéctica (virtual por lo menos) debe ser exigible de las formas acabadas de la personalidad.

Las teorías freudianas han arrojado una luz nueva sobre este particular, mostrando los mecanismos en parte inconscientes de los cuales depende la formación de esta imagen (censura) y sus vínculos con la identificación afectiva. Véase infra, parte 111 •. !1.9 Es el conflicto del Ich y del über-Ich, que en Freud es captado a partir de 2datos de experiencia concreta. Cf. Freud, Das Ich und das Es, I.P.V., 19.23. º Como se sabe, la consciencia no es en la psicología moderna más que una propiedad casi contingente del hecho psíquico. 21 Cf. las conclusiones, tan importantes para la psicología general, de la obra epistemológica de Meyerson, en su Qheminement de la pensée, París, Alean, 1931. 22 El estudio de las relaciones entre la personalidad y el conocimiento debería dar resultados muy fecundos para los dos problemas. Debería renovarse de acuerdo con los datos recientes de la psicología patológica y de la sociología, de la fenomenología y de la epistemología. Cf. todavía Brunschwig, Lis progres de la conscience dans la philosophie occidentale, París, Alean, 1930. 1s


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CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

En cuanto a la noción de responsabilidad perso?al, ¿no P.arece ~i­ solverse en este análisis? ¿O acaso conserva algun contenido .ob1etivo? Volvamos a la experiencia; busquémos~a en las acepc1o~es comunes del lenguaje. ¿Qué es lo que s~ entiende cuando se dice que deter111inado individuo ''tiene personalidad''? ¿Acaso esta fórmula no significa ante todo la autonomí~ de l~ conducta en cu~nto a las influencias accidentales, y al mismo tiempo su valor e1emplar, o sea moral? Esta indicación del lenguaje se funda en .lo r~al.2 ª La tarea de cada día, y la parte más precio~a ?e l~ exp~riencia de los seres humanos, consiste en enseñarse a distingui!, ba10 las promesas que for111ulan, las promesas que van a cu~plir. Éstas, totalmente distintas a menudo de aquéllas, son la realida? personal q~e un ojo avezado reconoce, y a la cual cada quien rinde homena1e al ufanarse de reconocerla. . Pero bajo ese crédito moral, bajo ese valor repres;ntativo qu~ concedemos al individuo, hay ciertamente una garantia y,. por asi decir un valor-oro. Este valor, más que percibirlo, lo sentimos en los demás, bajo la forma de ~sas res~tencias ''morales'' que, en nosotros, imponen límites a las 1nflu.encia~ de l~ real. Nosotros, p~r lo demás, experimentamos esas resistencias ~ªJº una forma ambivalente, sea que nos protejan contra la e~oción que se apodera de nosotros o contra la realidad que nos presiona, sea que se opongan a que nos conformemos a tal o ~ual idea, a q.ue nos some~a~o~ a tal o cual disciplina, por normativos que ese ideal o ~sa disciplina puedan parecernos. Pied~a.s de tropiezo ,de la personalidad, f?ent~s de conversiones y de crisis, son, ademas, la base de una sintesis más sólida. Es por eso por lo que nuestros actos nos pertenecen . ''. y nos ''siguen ,. Los demás nos tienen a nosotros por legitimamente responsables de esos actos, puesto que esta aparente autonomía del individuo es esencialmente relativa al grupo, sea que se apoye clar~mente sobre el juicio que tienen o tendrán ~e nosotro: ~os <lemas, sea. 9ue descanse sobre el modo de pensamiento prelogzco de la partzczpaci.6n,24 que ha amasado los orígenes de la raza humana y que, perHubiéramos podido hablar, en este punto de nuestra argument~ción, de estudios de psicología concreta, más apoyados en el valor represen~atzvo de la persona -de los estudios goetheanos, por ejemplo, sobre la personalz~ad problemática, 0 bien de los estudios schopenhauerianos. N?~ ha parecido que el crédito común concedido a este valor era una base suf1c1ente para nuestra de2a

mostración. l'd d · ·· Cf . 24 Cf. la obra sociológica de Lévy-Brühl sobre la menta 1 a pr1m1t1va. · también las investigaciones de psicología genética de P. Janet (Cours sur ~ personnalité, París, Maloine), donde se" demu~~tra el papel q~e, en . la ~énes1s de las conductas individuales llamadas dobles y del pensamiento interior en

, FENOMENOS DE LA PERSONALIDAD:. DEFINICIÓN OBJETIVA

39 maneciendo inscrito en los mecanismos afectivos de esas resistencias morales, conserva en ellos la huella de intereses ancestrales. E~~a génesis social de la personalidad explica el carácter de alta tens1on que en el desarrollo personal adquieren las relaciones humanas25 y las situaciones vitales que a ellas se refieren. Es ella, muy probablemente, la que da la clave de la verdadera naturaleza de las relaciones de comprensión. ~al nos pa:ece el orden en que se impone a todo estudio psico-. clínico. la realidad de la personalidad. Ninguna teoría que descuide o prefiera una de sus estructuras objetivas será suficiente.

IV. DEFINICIÓN OBJETIVA DE LOS FENÓMENOS DE LA PERSONALIDAD

Así, pues, toda manifestación humana, para que la conectemos con la personalidad, deberá implicar: 1J u!l des~r:ollo biográfico, que. definimos objetivamente por una evolución tip1ca y por las relaciones de comprensión que en él se leen: !='esde ~l punto de vista del sujeto, se traduce en los modos ob1etivos ba1~ los cuales vive su historia (Erlebnis); ~] una c?ncepcrón de sí. mismo, que definimos objetivamente por actitudes vitales y por el prog;eso dialé~o que en ellas se puede detectar. Desde el punto de vista del su1eto, se traduce en las imágenes. má~ o menos ''ideales '' de sí mismo que hace aflorar a la consciencia; . 3] una cierta tensión de relaciones socia.les, que definimos objetivamente por la autonomía pragmática de la conducta y los lazos d~ partici.pa~ión ética que en ella se reconocen. Desde el punto de ~1sta del su1eto, se traduce en el valor representativo de que él se siente afectado con respecto a los demás. 2a general, t.iene~ las neces~dades primitivas de la división del trabajo social: man· dato y ~Jecuc1ón, por ~Jemplo, etc. Por lo demás, nosotros no hemos tenido conoc1m1ento de esto sino después de elaborada nuestra exposición. 25 !Jemos señalado antes ( n. 3) la existencia de problemas fenomenológicos m~~ 1mpor~antes q~e unen la person~lidad al problema del amor. .Los tipos realizados de personalidad son sumamente diversos. Para poner un eJemplo . cuya construcción ideal, por cierto, no puede ser sino artificial: ~na. ~eal~_zac1ón personal ''afortunada" se caracterizaría por la regularidad y la sign1f1cac1ón humana del desarrollo personal, la coherencia de los ideales de los ~odos de comportamiento y de su progreso, la armonía y la lealtad d~ las reJa:1ones. sociale.s; una ''realización desafortunada", por las propiedades con· trar1as. S1 reflexionamos en la noción de valor que evocamos por esos térmi· nos -realización ''afortunada" o ''desafortunada"-, encontraremos. su· criterio


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CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

V. POSICIÓN DE NUESTRA DEFINICIÓN CON RESPECTO A LAS ESCUELAS I I DE LA PSICOLOGIA CIENTlFICA

Pongamos de relieve el hecho de que, en virtud de tal conjunto d~ funciones, nuestra definición no se confunde con las usadas en diversas escuelas de la psicología cien tífica. La nuestra no se funda, en efecto, * ni sobre el sentimiento de la síntesis personal, tal como se le ve perturbado en los trastornos subjetivos de despersonalización, sentimiento que depende de mecanismos psico-orgánicos más estrechos; 21 * ni sobre la unidad psicológica que da la consciencia individual, unidad que es desbordada, y en no pequeña medida, por los mecanismos de la personalidad; 2 ª * ni sobre la extensión de los fenómenos de la memoria, extenen un punto de vista económico, al cual aludiremos va~ias v~ces en lo .suc~­ sivo, y que no puede menos de desempeñar un papel pr1mord1al en la c1enc1a psicológica. 21 En este punto1 sería preferible sustituir por el término 'ttrastomos de la personalización'' el de "trastornos de la personalidad'' tal como es utiliza?~ por ejemplo en el notable trabajo de Hesnard, Les troubles de la personnalite dans les états d' asthénie psychique, París, Alean, 1909. :2s Durante el período de reacción científica con~ra la concepció~ metafísic~ de la personalidad, se empleó la palabra personalidad con el sen.tido ~e unidad psicológica individual o de unidad consciente, y esto con un fin d~liberado de "protesta contra la creencia en la realidad metañsica y en la unidad sustancial del alma'' (Lalande, Vocabulaire philosophique, artículo "Personnalitén) . Au11que este empleo sea abusivo, ha quedado inscrito en expresiones que han tenido fortuna como la de desdoblamiento de la personalidad. En realidad, ·en las ''escisio~es del yo", tales como nos las muestra la histeria, aparece u?a ·coherencia personal que no por inconsciente es menos cierta ( cf. los traba1os .de Binet, de Janet, de Freud ). Por lo demás la consciencia es actualmente el concepto menos seguro en p sicología. Se ~pone, en efecto, como tal, a realidades psíquicas tan diversas icomo éstas: * el inconsciente psico-fisiol6gico (efectos dinamógenos de la sensación ) , * el inconsciente automático (o subconsciente; automatismo de Janet ), * el coconsciente (Morton Prince) ( s~gunda personalidad) , . . * el inconsciente latente activo ( Patini) (que comprende lo repr1m1do de Freud), . • e1 inconsciente de memoria (que se confunde en parte con el preconsciente de Freud), * y por último el inconsciente en el acto del espíritu (tal como se .observa en toda investigación emparentada con la de Meyerson sobre el Cheminement de la pensée) . Sería completamente posible eliminar en ciertos casos ~sta con1plicación muy característica de los conceptos inadecuados. En particular, la oposició~ entre deseos cons~ientes y des~os inco? scientes, conservada por el psicoanálisis, desapa~ece, segun nosotro_s, s1 se defin~ el deseo de manera ob· jetiva como cierto ciclo de comportamiento. (Véase infra, parte 111. )

DEFINICION DE LA PSICOGENIA EN PSICOPATOLOGÍA

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sión dei_nasiado vasta o demasiado reducida, según que lo que se e~té designando con la palabra ''memoria'' sea una propiedad biológica sumamente general o los solos hechos de la rememoración.29

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VI. DEFINICION DE LA PSICOGENIA EN PSICOPATOLOGÍA

La personalidad así definida funciona sobre mecanismos de naturaleza orgánica (repitamos que distan mucho de ser todos ellos conscientes). No es otra cosa que una organización de esos mecanismos, de acuerdo con los diversos modos de coherencia que acabamos de definir. Esta organización da su sentido a aquello que se puede llamar la psicogenia30 de un síntoma. Es psicógenoª 1 un síntoma -físico o mental- cuyas causas se expresan e? fun~i?n de los m~canismos complejos de la personalidad, -cuya man1festac1on los refle1a y cuyo tratamiento puede depender de ellos.32 29

Es de señalar que la evolución de las teorías metafísicas había trasformado. poco a poco .l~ personalidad, de una entidad sustancial en una unidad mnés1ca: Per~ona dzcztur ens,. quod memoriam suí conservat, hoc est, meminít se ~sse zdem zllud quod an~e in hoc vel í~ isto statu fui~ (Chr. W olff, Psycho. ratzona~e, 741). Ah~ra bien, la memoria, en la medida en que preside la formación de los hábitos .º la evolución de los instintos, es una de las propiedades. elementales de la vida. S~ la puede definir como un tipo de causalidad e~~ec1al 9ue, a l~ ley d~ sucesión pura. y ~imple que regula los fenómenos f1S1cos, anade la 1n_ter:venc1ón de la expenencia que ha adquirido el ser viviente durant~ acontec1m1ent~s. del pa~ado (véas.e Se~on, Die Mneme). Este tipo de causalidad da su d~minio propio a la ps1cologia. La rememoración 0 el recuerdo.' por el contrario, .~s un fenómeno esenci<1l para el conocimiento y la cre~nc1a, ~ de una comple11dad muy rebelde al análisis (véase Klages, Caractérologze, Par1s, Alean, pp. 70-~6, y B. Russell, .Analyse de l' esprft, París, Payot, pp. 1.56-186) . Como tal, tiene un papel ca.pita} en los mecanismos de la personalidad, pero no puede servir para definirla. 30 Sin duda a ciertos defensores devotos de la ''doctrina orgánica" en psiquiatría les asustaría menos la noc!ón de psicogenia si la pasión argumentadora con que la desconocen no dependiera de mecanismos catatímicos ligados a un mom~nto ~superado desde hace mucho) de la filogenia de las doctri~as médicops1col.óg1cas,. E~ efecto, actualmente ya nadie duda de la organicidad de Jo psíqu1cQ, n1 sue11a en hacer del alma una causa eficaz. 31 .z;¡o creemos necesari.o señal~r por qu~ matiz del pensamiento y qué alig~ram1ento de_ la fo~a 1n~roduc1~os, segun una formación perfectamente líata, .los términos psicogenia y psic6geno al lado de ''psicogénesis" y "psicogenét1co". 32 N . ?S importa sub ~ayar expresamente, sobre este fondo doctrinal de las dos senes causales propias de los fenómenos psicógenos (por el cual nos oponemos al falso "paralelismo" al estilo de Taine), nuestro entero acuerdo con


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CRÍTICA DE LA P ERSONALIDAD PSICOLÓGICA

T al es el caso: * cuando el acontecimiento causal no es determinante sino en función de la historia vivida del sujeto, de su concepción de sí mismo y de su situación vital con respecto a la sociedad; * cuando el síntoma refleja en su forma un acontecimiento o un estado de la historia psíquica, cuando expresa los contenidos. posibles de la imaginación, del deseo o del querer del sujeto, cuan-· do tiene un valor demostrativo que apunta a otra persona; * cuando el tratamiento puede depender de una modificación de la situación vital correspondiente, sea que esta modificación se produzca en los hechos mismos, en la reacción afectiva del sujeto frente a ellos o en la representación objetiva que de ellos tiene. El síntoma de que se trata no deja por ello de descansar sobre bases orgánicas, fisiológicas siempre, patológicas las más de las veces, en algunas ocasiones sobre lesiones notables. Una cosa, sin embargo, es estudiar su causalidad orgánica, lesiona} o funcional, y otra cosa estudiar su causalidad psicógena.83 nuestro amigo el doctor IJ. Ey, que ha expresado los mismos puntos de vista en un artículo sobre "La notion d'automatisme en psychiatrie'', publicado en L'Évol. Psych., 2\l serie, núm. 3, 1932. Pero en nuestras conversaciones con él hemos encontrado desde hace tiempo el mejor apoyo y el mejor control de un pensamiento que se busca a sí mismo: alguien " con quien hablar". ss Nos parece que estas consideraciones tienen que aportar algún orden en los debates que parecen a menudo tan confusos acerca de la patogenia de la 11isteria. No es contradictorio, de ninguna manera, el que la histeria, por una parte, consista en disociaciones de fun ciones debidas a modificaciones fisiológicas o. lesionales de centros determinadosª y que, por otra parte, sus accidentes sean maniobrados y organizados por m otivaciones psicógenas,b o sea, en resumen, que pueda actuarse sobre el síntoma por una de esas cadenas causales o por la otra. La cuestión sería si uno de tales mecanismos debe ser excluido. Esto no ocurrirá mientras la profilaxia y el tratamiento tomen tan manifiestamente en cuenta los mecanismos personales,e y mientras el peritaje mismo, para dar una explicación del trastorno reflejo, del hábito histérico, de la objetivación histérica y de la simulación, tome en cuenta signos como la relación con la situación vital del sujeto, el carácter de reproducibilidad voluntaria del trastorno, su sistematización imaginativa, etc. (véase un caso de Trenel y Lacan, Sociedad de Neurología de París, 2 d'e febr. de 1928). En opinión nuestra, semejante punto de vista no puede sino aclarar nociones a veces difíciles de precisar, como la de sobresimulación y Ja de pitiatismo. a Véase Claude, ''Hystérie", Congreso de Ginebra, 1907; Sollier, L'hystérie et son traitement, París, Alean, 1901; H askorée, en L'Encéphale,. 1929; Marinesco, J. de Psychol., 1928; Claude, "Schizophrénie''; Con·g reso de Lausana; Claude y Baruk, "Catalepsieº, L'Encéphale, 1928; Von Monakow, Introduction biologique a la neurologie pathologique, París, Alean. b Véase Bernheim, Janet, L' automatísme psychologique-; Kretschmer, Ober die Hysterie, 2. Aufl., Thieme, Leipzig, 1927; Psychologi.e mé:dícale, París, Payot, pp. 338, 343, 378 y 404, y la obra de Freud. o A propósito del confinamiento en h ospital y de la negativai de indemniza-

DEFINICIÓN DE LA PSICOGENIA EN PSICOPATOLOGÍA

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Sobre. tales premisas es co~o habrá de juzgarse, por ejemplo, el valor ps1cógeno de una neurosis de renta o de una psicosis carceral y co~o habrá de determinarse la parte que corresponde al facto; orgánico. Por lo que se refiere al peritaje, que es el criterio práctico de la ci~ncia del psiquiat~a? es sobre esas bases sobre lo que se fundan, ma~ o menos i1:11pl1c1tamente, las evaluaciones de responsabilidad, s~gun nos las pide la ley. No podemos in.sistir acerca de este particular, y sólo lo. abordaremos en la medida en que se relacione con nuestro propio asunto. Pero basta algo de reflexión para convencerse de ello. Así, pues,. en cada ,e~tidad psicopatológica habrá que distinguir entre mecanismos organ1cos y mecanismos psicógenos. A menudo no podremos precisar igualmente los unos y los otros. Para fijar las ideas, comparemos los casos: 1] en que un trastorno orgánico evidente (lesión destructiva de la corteza cerebral) causa un trastorno psíquico grave sin alteración notab.le de la personalidad (amnesia afásica) o destruyéndola (demencia); 2] en que un trastorno orgánico no detectado causa un trastorno psíquico g~ave sin alteración notable de. la personalidad ( alucinosis) o perturbandola profundamente (esquizofrenia); ?J en ~ue u~ trastorno o:gá~ico a veces mínimo (¿emotividad? ¿hipoman!a?), SIQ aca~rear ni?gun trastorno psíquico grave (funcio~ nes afectiv~s, percel:>t!vas e intelectuales conservadas), altera toda la personalidad ( del1r10 de querulancia) .s4 ¿Qué parte atribuir, en los dos últimos casos a los mecanismos de la personalidad? He ahí una pregunta que da su sentido y su valor a las investigaciones psicógenas. No por ello es menos merecedora de estudio la estructura de los fenómenos originados por la espina orgánica. P?r lo demás, ape~as se~á necesario subrayar lo mucho que el c??JUnto est~s consideraciones se aleja del falso paralelismo psico.. fisico segun Ta1ne.

?e

~ón, véase lo q~e escribe Vincent (Neurologie, París, col. Sergent, p. 542) i Establecer seme1antes reglas ¿no es admitir implícitamente la acción de Ja vee Juntad sobre los fenómenos histéricos?» 84 Tal vez sea lícito relacionar este h echo con reacciones biológicas muy ~erales, como las que en neurología ha puesto notablemente en evidencia A ornas, Phénomenes de répercussivité, París, Masson, 1929. •


CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

44 'VII. FECUNDIDAD DE LAS

INVESTIGACIONES PSICÓGENAS

De hecho estas investigaciones han demostrado ser fecundas , e!1 psi1 ,a Han conducido al estudio de las formas ontogeneticas y .cfi·º1oºg~~éticas de los mecanismos que llamamos personales, s5 d~ las · de esos mecanis~ · os' 36 de las perversiones .diversas degradaciones . s1 instintivas de su significación y de su vinculo con las neuro~is. Han agra~dado considerablemente el alcance qu~, en el organismo individual y en el grupo social, tienen los mecanismos. de la perso1·d d La masa de hechos nuevos que en tal sentido aporta la ~Jc~i~a .psicoanalítica no pen~it~ s~?er h;i~ta ,~ónde llegará esta ex· ·tensión, la cual pide una delim1tacio~ c~1t1ca. . ·Puede fundarse sobre estas invest1gac1ones, ya ahorf'··~nd s~teTa .de¿ la personalidad que esté de ac~erdo c_on la comp ep a h eh os hechos? Hace falta ordenar un numero inmenso de ta1es ec os, sin descuidar ninguna de sus variadísima~ fuen.tes, desde 1~ patoloía hasta la sociología, desde las prod~cc1on~s in:el~ctuales 9 de to~as las épocas hasta los datos de la ps1colo~1a practicah l Ell No obstante, muchos autores se han arr1e.sga~o a acero. os . han esbozado las líneas generales de una c1en~1a nu~va ~ ~~ ·~ual se le plantea ante todo el problema d~ las d1ferenc1as in iv1 uales de la personalidad : es la caracterologia. . ,. d. Esta ciencia en su alcance general, tropieza con ~av~.1~as .1f ' lt des La' menor de ellas no es ciertamente la e ist1ngu.1r, e~~e ª1a . an riqueza de términos que ofrece el lenguaje p~ra des~g­ nar las p~ticularidades personales (4000 ~alabras. en aleman, s~gun Klages ), aquellos que la realidad ordenar1a elegir co~o carac eres esenciales, determinantes, de aquellos que no son mas que accesorios y dependientes. . Véase Claparede, Psychologie de l'eln_faéndt, yd¡~~bi:e~~l'~ra7a1~! i~~;¿· B ºº hl D Greef "Essai sur la personna it u ie , . . , ru . e d Í 927 Estudios de las diversas escuelas criminolog~st~s, etc. 1536deMecanismos mayo. e h'iponoicos . . e hipobúlicos de Kretschmer. Catatimia de H. M.aier. . , .. 1 1 85

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Véase in_fra, parte 11:. . tancia demostrativa de las biografías de hombres 39 Insistamos en a impor . .d d. t rticularidad no es, en 1 de valor superdior, , a. pesar tde dsu ~~~t1~aªy~r a abu~~!n~i~ de las fuentes, sino " · r onales" efecto resulta o unicamen e e

1

SISTEMAS CARACTEROLÓGICOS Y DOCTRINA CONSTITUCIONALISTA

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La multiplicidad de los sistemas caracterológicos es, por lo demás, significativa de su valor problemático. No obstante, algunos de ellos pueden considerarse como esquemas generales válidos para poner orden en las investigaciones, e interesantes para la práctica clínica y la psicoterapia.40

VIII. VALOR PROBLEMÁneo DE LOS SISTEMAS CARACTEROLÓGIOOS LA DOCTRINA CONSTITUCIONALISTA

y

DE

Se pueden proponer en primer lugar ciertas condiciones generalísimas con las cuales debe cumplir todo sistema de la personalidad para ser aceptable. Todo sistema de la personalidad tiene que ser estructural, con lo cual queremos decir que en él la personalidad debe estar compuesta a partir de elementos, que son primitivos con respecto a su desarrollo, o sea a partir de relaciones orgánicas relativamente sencillas, cuyo registro variará en calidad, en amplitud, etc., y su alcance. en dirección, en intensidad, etc., según los individuos. Aquí, en efecto, una experiencia psicológica somera y los estudios más profundos estarán de acuerdo en reconocer que los tipos diferenciables de personalidad están lejos de abarcar en los mismos individuos las diversidades comprobables de las dotes innatas, de los talentos, de los temperamentos, y distan mucho más aún de responder a las variaciones cuantificables de las propiedades orgánicas primarias, por ejemplo de la agudeza sensorial o de la reacción· 41 emotiva. 40

En Ja primera fila de esos sistemas citemos a Kretschmer, Korperbau und Char~kter, y a Kronfeld, Psychotherapie, Berlín, Springer, 192 5. Este último, por cierto, se apoya constantemente en Klages (véase infra, n. 42) . Cf. también Ja tentativa de Kraepelin, Psychologische Arbeiten, r. 41 El hecho a que nos referimos se ve confirmado por cada observación profunda que se hace, y no hay sistema caracterológico que no esté obligado a tomarlo en cuenta en mayor o menor medida. Véase, por ejemplo, Ja clasificación de las personalidades que hace Kretschmer. Entre los materiales de la síntesis personal enumera este autor las diferencias de. te!11peramento (escala psiquestésica, escala diatésic.a, iitmo psíquico), las vanaciones instintivas, la diversidad de las aptitudes intelectuales, por una parte, Y. también, por otra parte, el desarrollo histórico en que se inscriben las iélcc10.nes de tipo primitivo (reacciones explosivas, acción de circuito, mecanisblos hipob~licos e hiponoicos) y las experieqcias internas elaboradas (de acuer~,,¡,_con diversos tipos metabólicos: represión, retención, exageración afectiva, w1npensación, etc.). 'Pero cuando Kretschmer pasa a ordenar el cuadro de los diversos tipos de


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CRÍTICA DE LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA

Sin duda, la economía de la realización personal depende en último análisis de cierto equilibrio de esas dotes innatas, pero el valor constructivo del desarrollo, las necesidades bipolares de la acción y las condiciones formales de la expresión hacen que las variaciones de esa economía no sean ni correlativas a las variaciones de los el(} mentos, ni continuas como la mayor parte de estos últimos.42 Bajo reserva de la crítica experimental, podremos sacar de esas investigaciones algunos apoyos para nuestro problema particular, que no atañe a la personalidad sino desde un ángulo relativo, que es el de su papel propio en las psicosis paranoicas. Pero si es tentador buscar, como se ha hecho, alguna relación personalidad, encontramos que bajo el mismo modo de reacciones sintéticas coloca temperamentos de naturaleza muy distinta : así, subyacentes a la personalidad esténica, hay ten1peramentos ciclotimo-hipomaníacos por una parte, y esquizotimo-fanáticos por otra; para la personalidad asténica encontramos esqui· zoides finamente hiperestésicos, y también depresivos ciclotímicos. En otros tipos más complejos, como los de las personalidades expansivas y sensitivas (sobre los cuales habremos de volver ) , las disposiciones esténica y asténica se combinan a su vez para activarse la una a la otra, y la proporción <le su combinación produce dos resultados diametralmente opuestos. Para el uso de la clínica, remitimos al interesante modelo de psicograma que da Kretsch mer. 42 Ya h emos encontrado este carácter de d iscontinuidad con respecto a la base orgánica en la variación del síntoma mental (véase supra, p. 4 3). Entre todos los sistemas de caracterología a cuyo estudio hemos dedicado tiempo, confesamos nuestra preferencia por el de Klages, cuyos análisis, finísi· mos y extraordinariamente ricos en intuiciones humanas, son por desgracia de·masiado complejos para que puedan utilizarse en clínica corriente. Digamos rápidamente que Klages distingue la materia, la estructura y la naturaleza del carácter. La materia consiste en diferencias cuantificables de aptitudes prima. rías, del orden de la reactividad vital o de la agudeza sensorial, por ejemplo. La estructura corresponde a constantes que regulan el desarrollo personal. Es· tas constantes miden la excitabilidad personal en tres órdenes reaccionales: la excitabilidad del sentimiento, la impulsión voluntaria y una tercera función, la facultad personal de exteriorización, que es un concepto esencial de la cloc· trina de Klages. Estas medidas se expresan por relaciones proporcionales del ·tipo: impulsividad/resistencia. Finalmente, la naturaleza del carácter comprende el sistema de los móviles, sistema muy complejo, que se organiza por la oposición de los móviles vitales y de los móviles llamados egoístas, o móviles de la afirmación de sí mismo. Este sistema desemboca en cuadros detallados de todos los matices de manifes· taciones personales, que ofrecen el mayor interés para el psicólogo, pero de los cuales el psiquiatra no puede aprovechar más que las sugestiones generales. Quienes quieran tener una idea de los demás sistemas caracterológicos pu~· den acudir al artículo de Boven, "Aper~u sur l' état présent de la caractérolog1e générale", J. de Psychol., 1930, pp. 816-849. Este artículo ofrece una buena enumeración de los sistemas y una clasificación bastante racional de éstos, pero revela en su apreciación ciertos errores, que el tono del artículo no invita a excusar.

SISTEMAS CARACTEROLÓGICOS

47

y DOCTRINA CONSTITUCI·ONALISTA

.e ntre 1~ psicosis .Y un tipo de personalidad definida (la constituc1·6n paranoica por e1emplo) d b . problemático de esas d 'f.n?. e eremos olv1?ª! el valor sumamente e in1c1ones caracterolog1cas

qu~ se l~ sigue presentando a cada instante. Es el r:~~~s,d~

la 1erarqu1a de los caracteres a sabe d .d. /1 p t · t ' r: eci ir cua es el carácter de ermd1nan e/ para la estructura, distinguiéndolo de los que pon en mas que a · ./ . no corresto Pero m / / una ~ar1ac1on sin repercusiones sobre el conjunte;: en ;fect~s es e probl~m~ ~e la identificación del carácde carácter p~ede ~~e s:~ ~~s principio s~ toma /por una identidad pectos vecinos ue traduce que una omologia formal entre astales son, en bo~nica los ra~io~n~e ~str~ctura del todo diferente: / ' as ores compuestas que pue d e~ representar, segun los casos, los pétalos de l fI .' 1 ~01as ded envoltura.4ª Un mismo carácter estruct~ralorp~1rmfi ~o~tsruas no, pue e presentarse -y h / t / d ' dio de la morfolog/1 - b .ª I es a, para e~ostrarlo, todo el estu. ªJº aspectos muy diferentes l!:ste /es, en suma, el problema que pretende resoÍve . patolog1a 1~ doctrina de las constituciones. r en ps1coLa do~tr1na .constitucionalista se basa en el hecho . t t bl . t incon es a e de las d1ferenc1as innatas 44 e 1 gicas, entre los individuo; asín e~~~ ~na elª~ prhop1edades biops~colód t J d ·f · ' ec o, no menos cierto t <l ' e que a es I erenc1as son a veces hereditarias estos datos característicos tienen un valor 1 1'f·' ~ prJ en e <JUe

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Pr~s~ntemo.s. sim~lemente dos puntos de método N

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úl.timo análisis el carácter

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Ínnat~ ~=b~~~

ama a const1tuc1onal, cuando se trata de una f ./ cuyo desarrollo está ligado a la histor1·a del . d . .d 1 unc1on ri · in iv1 uo a as expe enc1as que en ella se inscriben, a la educación que h~ tenido.46 -

ger:ª 1~~8.Troll,

Organisation und Gestalt im Bereich der Blüte, Berlín, Sprin•• "l Q L · · ~ 109 Las conasst .t co!1stituciones p~icopáticas, hereditarias o no son innatas .

· i uciones no son sino variacio e ' · · ·, disposiciones normales" ( comunicac 'ó d ; Is, porCexceso o por .defecto, de las 45 "49 . Las constituciones re re~e~ta~ e ,mas, ongreso de .Limoges, 1932) . pennanente característico de Ja ppersonalida~~!, (~n l com)orta~ie)nto original y 46 Para la crítica de la d . ~ m~s, oc. czt. . tfculo de H Ey "L t' ocd tnna ~e I~s constituciones remitimos a un ar, a no ion e constitution, essai critique" en L'Évol psy h .

'

.

e .,


48

CRÍTICA DE LA PERSONAI.IDAD PSICOLÓGICA

Por esa razón nos parece eminentemente discutible que los factores de la personalidad innata 47 se expresen en funciones tan complejas como bondad, sociabilidad, avidez, actividad, etc. Con mucha mayor razón nos opondremos a la idea de fundar no ya una constitución, sino incluso (como intentan algunos) toda una patología, sobre una entidad tal como la ''pérdida de contacto vital con la realidad'', que tiene que ver con una noción metafísica muy elaborada, y que en el hecho clínico no puede relacionarse con nada preciso, a no ser con un progreso de la personalidad de orden igualmente complejo.48 Por otra parte, es bien conocido el carácter problemático de los hechos de herencia -psicológica. 49 Es en esta materia donde se muestra al máximo la dificultad de distinguir entre lo que es propiamente l1ereditario y lo que es influencia del medio, o, según los términos de Thomson,5 0 entre nature y nurture.

PERSONAI.IDAD y CONSTITUCIÓN

49

g_o predominen en su determinismo los mecanismos de la lzdad, a saber: desarrollo experiencias y tende . d d personaD . ' nc1as e or en personal . e manera ~nversa, la existencia de una correlación de la . . s1s con determinada predisposición consti't · 1 d psico, . d . uc1ona no emuestra por s1 misma una ~ter~1nación psic6gena. La constitución f ' en e ecto, puede no traducir sino una fragilidad or ánica con causa patógena exterior a la personalidaJ es d . respecto a una cierto proceso ' · ' ecir, con respecto a psbiquico, para emplear el concepto general elaborado por Jaspe~s, y so re el cual volveremos más tarde Dete11111nar, por una parte, en ué medid 1 · . . . en su evolución y su semiología ~nen e . ª as psicosis pa.rano1cas lacionar por otra parte 1 . P n. JUego la personalidad, re. '. ' a psicosis paranoica con una d. . 'ó constitucional caracterológicamente definibl d pre ispos1c1 ~ ferentes. e, son os problemas d1.. Los lproble~as ?e la relación de Ja psicosis con Ja .nersonalidad y con a constitución no se confunden. r Veamos qué posiciones han tomado en los diferentes autores. cuanto ª estos problemas

IX. PERSONALIDAD Y CONSTITUCIÓN

Hay, sin embargo, el hecho de ciertos complejos clínicos que se imponen a la atención, en el orden de las fijaciones instintivas, de los te1nperamentos y también de los caracteres. Tal es -para poner como ejemplo el tema mismo que nos interesa- la constitución paranoica, a saber, el complejo: orgullo, desconfianza, falsedad de juicio, inadaptabilidad social. Todos los esfuerzos, no estará de más observarlo, se han enderezado a deducir estas manifestaciones complejas de una propiedad psíquica simple, que tenga alguna verosimilitud de innatidad: la psicorrigidez, por ejemplo. Estudiaremos la relación de estas supuestas constantes caracterológicas con la génesis de las psicosis paranoicas. Pero debemos plantear sobre este punto las observaciones preliminares que se desprenden de la materia del presente capítulo. Es posible que no se le reconozca a la psicosis ningún lazo unívoco con una disposición caracterológica definible, y que sin embaroct. de 19 32. Es la presentación más coherente de las principales objeciones que pueden hacerse contra la doctrina. 41 Delmas, La personnalité humaine, 1922. Léanse particularmente los caps.. v a VIII (pp. 54-100), y la teoría de la personalidad innata. 4 ª Cf. Minkowski, La schizophrénie, París, Payot, pp. 77-104. 4 0 Cf. Ribot, L'hérédité psychologique, 1893. 5o J. Arthur Thomson, L'hérédité, trad. Henry de Varigny, París, Payot. Véanse especialmente las pp. 230-237.


PSICOSIS PARANOICAS Y PERSONALIDAD

3 CONCEPCIONES DE LA PSICOSIS PARANOICA COMO . DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

l. LAS PSICOSIS PARANOICAS AFECTAN A TODA LA PERSONALIDAD

.

d te drán haber parecido muy geneLas consideraci~ne~ preceblen s po n planteamiento justo del pro. rales pero son indispensa es. para u ble~a de las psicosis paranoicas. t . ' n fenómeno elemenEstas psicosis, en efecto, no p(rlesenl a~ nt?,gu por e1· emplo) cuyo 1' osera a a uc1nac1on, tal de una ano?1a ia grd .t . la construcción más o menos aislamiento te6nco pue a perm1 ir artificial del delirio. . ra ver en el delirio paranoico 6 No se ~6e, paue~~t~;~~~~orª[e~~:no llamado ''nuclear'' o ''bauna reacc1 n . ét vez es un mesal'·' ' y muc~o .menos para afirmar que s e, a su '

ca~~~e:!~~;:~es

sistemáticas de los recuerdos y las i~terptr~:. d difíciles de someter a seme1an e cion~s de la rea¡1da ~a~ecen atomo.fisiología cerebral nos ha ~umi­ tam1ento. En e ecto, s1 a .an uevas acerca de las localizaciones nistrado toda clase de noc1one\ n t. empos de las localizaciones mifun1ci?nales, no e~ta~os ya endeº~os1 conceptos;i y estos fenómenos tologicas .det las imaf;;~á; originales del dominio psicológico.

se ;:Pf::~~s~~7 es verdad que la ;ealida~u:~np~~~:d'~c~~s~:.

psicosis, tambié? esKverda~ ~e~u~f pae~~ar, el obrar y eÍ querer''. 1.d d t no es sevado como dice raepe in Así pues la trasfor1naci6n de la persona i a en era ' ' · ·ti o 2 si es que lo hay. parable del trastorno pnm1 v ' l 1 . , del delirio con la perCu~lquiera que sead, enteef~~!º~ó~~e fac1~~onomía general de ésta sonalidad, es sorpren en queda conservada. . b utores que fundan el delirio de que· 1 Se pueden encontrar, sin. emd arfo, a s de asociación en ciertos gro· rulancia sobr~ una "in!er!11p~6ter ~~s Q~:::tenwahn, Leipzig, 189?· Este pos celulares . Cf. Hi.tzig, · 0 resti io en campos vecinos. tipo de explicaciones sigue conservandot cit ~ta ag propósito de un caso clí· 2 H emos insistido ya sobre este oV ~ vi. y Migault Véase ''Ecrits ins· nico publi?3do en .c~laboracLéi 6n ~nl yr-M~g:~~~ y Lacan,. AM.P., dic. 1931, pirés: schizograph1e ' por vy a ensi, pp. 508-522. [ 50]

51

Nada más impresionante que comparar simplemente: * por una parte los tres rasgos esenciales de la descripción kraepeliniana de la psicosis: 1] evolución insidiosa ( schleichend) del delirio, que surge, sin hiato, de la personalidad anterior; 2] y 3] las dos for111as mayores, ''de dirección opuesta, pero de combinación frecuente'' (Kraepelin) del delirio: delirio de grandeza y delirio de persecución; * por otra parte, la triple función estructural que nuestro análisis de la personalidad ha destacado bajo las tres rúbricas: 1] de un desarrollo; 2] de una concepción de sí mismo; 3] de una cierta tensión de relaciones sociales.. La economía de lo patológico parece así calcada sobre la estructura de lo normal. Adquiere con ello una coherencia que le quita mucho de su paradoja a la antinomia subrayada por los antiguos autores que usaban el término delirio parcial. No hay entonces razón para sorprenderse de que el enfermo conserve todas sus capacidades de operación, y que por ejemplo funcione bien en una cuestión for111al de matemáticas, de derecho o de ética. Aquí los aparatos de percepción, en el sentido más general, no están sometidos a los estragos de una lesión orgánica. El trastorno es de otra naturaleza; lo que hay que discutir es su psi• cogen1a.

11. LAS PSIOOSIS NO SÓLO HEREDAN TENDENCIAS DE LA PERSONALIDAD: , SON EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD, Y ESTE DESARROLLO ESTA LIGAOO A SU IDSTORIA. DE KRAFFT-EBBING A KRAEPELIN

Esta homología del delirio y la personalidad no fue vista en un principio sino de manera incompleta e imprecisa. Lo que primero se observó fue la continuidad de los ideales y de las tendencias personales (para decirlo con precisión: de los fenómenos intencionales) antes y durante la psicosis. Este hecho, oscuramente percibido por el vulgo, que en él funda la génesis de la locura hablando de abusos pasionales, entrevisto más científicamente en las primeras investigaciones sobre la herencias y en fas teorías de la degenerescencia,4 se destaca muy clara-

ª Cf.

Féré, La famille névrop<tthique. ' Recordemos que en Magrian se encuentra el esbozo de la distinción entre la paranoia como desarrollo de una personalidad (delirio de los degenerados), Yla parafrenia como afección progresiva (delirio crónico) .


...............

~----------

52

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD .

PSICOSIS PARANOICAS Y PERSONALIDAD

51

. o la de Krafft-Ebbing, el cual escnbe: mente en una doctrina ;o~ la evolución toda del carácter de ''Desde siempre, el ser in~imo, h brán manifestado como anormaeste candidato a la parando1a se a ue con frecuencia, la anomalía . la , ' . no se pue e negar q , les; mas aun. . . d 1 carácter es determinante para específica de la onentac1ón ,e tarde la Vetrücktheít primaria, de forma especial que toma~á lmas na 'hipertrofia del carácter anortal manera que ésta e~u1val e au~ un individuo anteriormente desmal'. Así vemos por e1e~p ? q aficionado a la soledad, un buen confiado, encerrado en. s1 mismo, hombre brutal egoísta, lleno de · · seguido· que un ' . día se imagina per. de echos llega a convertirse en un falsos puntos de vista soé re .sus l~gioso, cae en la paranoia mísquerulante; qQe un exc ntnco re I

que el segundo problema está mucho menos avanzado que el pri· mero. Para la exégesis de la concepción kraepeliniana de la paranoia legítima y de sus relaciones con la personalidad, nos serviremos de la última edición de su libro, que es la de 1915. Hagamos notar que en esa fecha la concepción de Kraepelin se ha beneficiado, por una parte, con una elaboración que es obra de gran número de autores y, por otra parte, con una aportación muy considerable de investigaciones nuevas, orientadas por esas discusiones. Lo importante es que, desde los comienzos de su evolución, la concepción kraepeliniana no ha dejado de progresar en el sentido psicógeno.

b

tica." • . 1 inosa en un tiempo en que el con· Semejante obs.ervación, um ) t b lejos de su depuración accepto de paranoia (véase supra es a a 1 . d · d 0 oco a poco su va or. . . d tual, ha ido per 1eu dpl' . tiene su origen en la d1vers1da Una diversidad del e .ino que . to la encontramos también de las experiencias ant~n~res ~o s~epa~álisis general o la demenen el curso de enfer1r1e a es co , nico conocido o desconocia precoz en las cuales un pr~ceso or~da l~ evolución, que sería cido, gobierna de manera t.an rigur~~: causa. Por lo demás, difícilimposible traer a cuen¿z ~1n~~naa ºbuscar el nuevo psiquismo (sea mente se puede ver a n e ina . a) su material de imágenes y éste una .neof?rmación o ~na ri:~ia antigua del sujeto.• de creencias, s1 no eka la ~· pe 1 estudio de los delirios, enderezanPor eso trasfor1na raepe in e decesores a los contenidos o a do su atención, no ya, coI?~ sus. pre su evdlución. Toda la conlas estructuras de esos del1r1ods, sino.ª paranoicas y de las parafrecepción kraepeli~iana de las emencias .

. . , ó adoptada por Kraepel1n nías surge de alli. Tanto más notable es, .as1, 1a posic1 n · 1 'tima ' · respecto a la parai:i01a egid Ú esta posición, porque es un indice Vamos a estudiar con eta e . . . de este siglo la concep· de todo el rigor que adquiere, a pr1nc1pios l'd d ' . . ción de las relaciones entre e1 d el'in·0 y lat' persona de este1 aprogreso como , ' ·camente a par ir , Segun veremos, es .un1 1 1 '6 del delirio con el caracter puede ceñirse 1~ cuestión de a re aci n anterior del el su1eto.d. Mediante estu 10 d e 1as .teorías francesas y alemanas, veremos h' ríe 3. Aufl., 1888, p . 436. ~alr~t Krafft-Ebbing, Lehrbuch d~r PS>:c íat ~stado mental anterior del su1eto . 1758. Tanto más notable es escribe que ''el delirio es la .cont1nuac~óh ~el h 6 Observación de Kraep.el1n en ~u 1e r ~:~i¡·que sigue inmediatamente. por ello la concepción pszc6gena e a pa 6

La primera descripción clínica, como se sabe, estaba centrada en el delirio de querulancia. Si no se olvida que éste ha pasado al rango de afección puramente psicógena, y si tenemos presente la última definición de la paranoia legítima, tal como la hemos expuesto fielmente en el primer capítulo del presente libro, vamos ahora a ver cómo la psicogenia ha ganado terreno en la teoría kraepeliniana de la paranoia. Para mayor rigor, citaremos mucho. Kraepelin critica en primer lugar la teoría demasiado vaga de los "gérmenes mórbidos", de la cual se sirven Gaupp y también Mercklin para instituir los inicios del delirio en la personalidad, y que en resumidas cuentas se reduce a la teoría de Krafft-Ebbing. Y continúa: ''Sin embargo, se tiene evidentemente el derecho de defender el punto de vista de que la vinculación del delirio con la especificidad personal es mucho más esencial e íntima en la paranoia que en las for111as mórbidas que acabamos de mencionar." 1 Pone de relieve ''la tonalidad fuertemente afectiva'' de las experiencias vitales en el delirio, "la congruencia (antes del delirio y durante el delirio) del color personal de las reacciones hostiles o benévolas con respecto al mundo exterior, la concordancia de la desconfianza del sujeto con el sentimiento experimentado por él de su propia insuficiencia, y también la de su aspiración ambiciosa y apasionada hacia Ja fama, la riqueza y el poder, con Ja sobrestimación desmesurada que tiene de sí mismo''. Para Kraepelin, la fuente principal del delirio, más aún que en la discordancia duradera entre los deseos y la realidad, está en la repercusión que tales o cuales conflictos interiores tienen sobre Ja experiencia. Y recuerda el hecho (ya señalado por Specht) de su frecuencia en las situaciones sociales eminentemente favorables para esos conflictos, como por ejemplo la de profesor de primera ensefianza. 1

Kraepelin, Lehrbuch, p. 1758.


54

PSICOSIS PARANOICAS y PERSONALIDAD

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

He aqui una génesis que nos lleva al meollo de las funciones de la personalidad: conflictos vitales, elaboración intima de estos con· flictos, reacciones sociales. Avanzando en su análisis, Kraepelin examina la estructura de las diversas formas del delirio. El delirio de persecución descansa sobre "disposiciones deficien· tes, de las cuales resulta una insuficiencia en la lucha por la vida" .• Un testimonio clínico de esta insuficiencia lo encuentra el autor en la conducta del paranoico. "A menudo -dice Kraepelin- , cuando tiene medios para ello, el enfermo, consciente de su vulnerabilidad, no se ocupa más que en huir de los combates serios de la existen· cía, y en lugar de adoptar alguna posición firme se dedica_ más bien a vagar por ahi, no atendiendo sino a bagatelas, y evitando el con· 9

tacto con la vida." En semejante terreno, el delirio se desarrolla a partir de los fra· casos, los cuales no pueden menos de presentarse a resultas de "esas armas insuficientes para superar las dificultades de la vida'' y de ''la consiguiente oposición para con los demás''. En apoyo de esa concepción aduce Kraepelin el ejemplo de la "psicosis carceral", en la cual se desarrollan y desaparecen ideas de persecución bajo un determinismo de las circunstancias exteriores, ''cuyo valor -dice es el de una prueba experimental''. En la paranoia, lo que explica la cronicidad del delirio es 1la permanencia r~ las disposiciones deficientes para la lucha vital. º Por lo demás, lo que establece una distinción entre la reacción del paranoico y las de tantos otros psicópatas afectados por la mis· ma insuficiencia, es su ''resistencia'', es ''su combate apasionado contra los rigores de la vida, en los cuales él ve influencias hostiles" . En esta lucha es donde está el origen del reforzamiento del amor propio. Como puede verse, concluye Kraepelin, "el delirio viene a ser aqui una parte constitutiva de la personalidad" ( Bestandteil der

Personlichkeit). Para el delirio de grandeza, la explicación kraepeliniana es quizá todavía más significativa de la naturaleza del mecanismo psicógeno invocado. En la descripción clínica misma se encuentran líneas como las siguientes: "Sólo nos resta indicar en pocas palabras el hecho de que el desarrollo aqui trazado de la personalidad paranoica re· presenta simplemente la deformación patológica de episodios que son de lo más común en la vida de los hombres y que se marcan a la vez en su pensamiento y en sus tendencias. La exuberancia. de s Lelirbuch, p. 1760. 9 Lehrbuch, p. 1760. 10 Lelirbuch, p. 1760.

1 . 55 a JU~entud, tendida toda ella hacia 1 . expenencias intensas refluye as grandes acciones y hacia las de la vida, o bien ~s canaliJJco a poco frente a las resistencias su meta a lo largo de vías orden a por una v?lu~tad consciente de los llevan a la acritud a 1 1 hadas. La.s desilusiones y los obstácu' as uc as apasionada b' . · ciam1ento que encuentra s f . s, o ien a un renunci~?ado y en planes COnSora~~r~~IOa~n 7enudas .actividades de afi· Pero poco a poco decrece la f~er~ e porvei:i1r. Y. la voluntad se entumecen en 1 ' lde tensión; el pensamiento diana, y sólo de cuando en cua ~ erre~ o estrecho de la vida cotipera~zas y las derrotas del ~asa~o~' ;~viven, en el recuerdo, las es· As1, pues, el delirio de grandez . ''la trama, proseguida en la ed a es esencialmente para Kraepelin aliento del tiempo de la moceda~~' 1r;1ª(~ra, b ~ée los planes de alto r10 1uvenil de grandeza emb . d · am I n habla de ese ''deliza''.) Cuando se caree~ de lr1aga o con el sentimiento de su fuerobstáculos levantados por la ª~iJ:mas que pueden echar abajo Jos caminos para reprimir las e . ' ~e le ofrecen a la persona dos xper1enc1as que la contr , ,, . . . a aceptar el 1u1c10 de los de , . ar1an: negarse veni~ incapaces de disolversema¿r ~i:q~1vfrse en,, esperanzas de por· gu~ racaso.. Son ésos los dos caminos por los que avanza ~ Kraepelin -y lo , · pensamiento delirante. labras- llega inclus~n~oesS~~ estamos .h~ci~ndo es seguir sus panicas del delirio de grandeza ar ~na d1st1nc1ón de las formas clíaparecen. Esta ''ectopia'' d segun las etapas de la vida en que podría decir sin traicionar s: pue:s mo~e~to de la personalidad, se de acuerdo con el punto de 1 ªT1e~ o, toma una atipia especial ~n la juventud, la psicosis ~.:;~;c1on en ~ue .se produce. tes ' se distingue según Kra~pel. ,, a de ensonac1ones complaciend?minio d~ las iÍusiones de la :::;mp~r su color ~o.mánti~o, el preS1 se manifiesta en la edad madur or1a y ui:i del1no de inventor''. persecución el delirio , ª Y va vinculado con ideas de contra las 'influencias ~~:trcearrªi· ant te dtodol un~ medida de deferisa .1 . an es e a vida y d ' t. . , esencia mente por una sobrest· .ó . ? . se is 1ngu1ra ca·pacidades. y si sobreviene e;mac1 nt sin i,ned1da a.e las propias de persecución o sin ellas el d 11:1:ª e apa au~ posterior, con ideas ' e ino se aseme1a , 1 . ma por su aspecto de deliri·0 d . , ra a a primera forH · d e compensac1on acien o una asimilación análo · 1 blecido con las psicosis carcerales ga a ª. que él mismo ha estade gracia preseniles. ' Kraepelin aduce aquí los delirios Si insiste en las ''tensiones afectivas'' que se hallan en la base de ~~ Lehrbuch, p.

1755. Lehrbuch, PP· 1761, 1762 s.


,.,

CAS COMO

D~ARROLLO

'

DE LA PERSONALIDAD

PSICOSIS PARANOICAS Y PERSONALIDAD

56 PSICOSIS PARANOI • t ara subrayar su relación los trastornos del juicio, es igual~::sJtuyen la fuerza de_ ciertas con esos mecanismos nor~~les qsupolíticas y religiosas por e1emplo, . . de las conVIcc1one . . en a raz6n' obedecen a conv1cc1ones, . ' que consistir 1 ''en la medida en que, mas

57

.,

impulsos del corazón". nsiones afectivas, Kraepelin lla?1~ la En correlación ~on esta}st tde de las operaciones del. entenl?1mit~. sobrhe la incomp e u la resistencia . a 1a invda · s1ón de atenc1ón , s difícil 11 ''1ran lo eva· to ''lo cual ace ma . detenido en su esarro o El, modelo de este ''pensamiento, en el sueño de aventuras y del l . una vez mas, . · 1·izables de a encontrar ·Kraepe I?, d las construcciones irrea d la 1uventu , en . omnipotencia e ravillas de la técnica. . . lo· niño fascinado por las. ma 1· cita con aprobación la ps1co fl Al ·nal de su traba10 Kraepe in D d la cual expondremos . , dada por romar ' ía .de la in terpretac10n .

~osotros más adelante. res onsabilidad de unas concepc10Dejamos a su autor toda i~ ·ta~o a resumir literalmente. 1 es ue nosotros nos hemo~ im1 or la manera como reve an n E~as concepciones no\ int;~~:~epla psicogenia del deliriod ~~­ el progreso alcanzado en e ana' ión de los contenidos del , e ino cho más que sobre una .comparac ·eto el acento recae alli sobre con las tendencias antenores del .SUJ . s' en un momento dado de l~ la elaboración interna de las e(e~r~~~~~ desempeña aquí un Pª)e personalidad. Ciertamente,, e ~e los acontecimiento~ a los ~ua predisponente, pero no ~~s q ue esta reacción se inserta. es ~ se reacciona, o ~ue el n:e i.~. ea~i.Ja la referencia constante a la psieste punto de V!Sta es s1gn1 ic .

J8

cosis . bi üedad entre la noción de ~? P carceral." ·ste no obstante, cierta am g '6 a ''causas externas . ers1 ' " internas" y la de reacc1 n fuerza desarrollo por causas l'd d le quita mucho de su . Nuestra definición de la p~rson~ I ~mbar o en Kraepelin. Ya heAlgo de ambigüedad subsiste sin manifi~sta a propósito de las ~e­ mos visto (supra, p. 27) cómo se. con el delirio de querulanc1a, laciones nosológicas. de la paran~~~ª en nuestro autor una _tendenaunque al mismo tiempo se mue d ue ''toda la diferencia entre . muy clara a borrarla, concluye~d o q tas ''en cierto desplazac1a , .t resum1 as cuen , . , s) estos cons1s ~' enen tre 1as influencias externas (ps1cogena ·entodelirios' de la proporción milas causas internas · " .,. ' mas ' cuan· . e acentúa today¡a . J e una teoría de la paranoia y Esta tendencia puramente do Kraepelin emprende la re uiac~p7tulo siguiente -a saber, la teoque nosotros expondremos en e c

1s1cóf$~na

1s 1•

Lehrbuch, p. 1767. Lehrbuch, p. l 713.

I

r

ría que se funda en la brusquedad frecuentemente obseIVada del inicio de la afección, en la originalidad, impenetrable a la intuición común y corriente, de las experiencias iniciales, en la evolución por empujones, para dar a la afección en su conjunto el valor no ya de un desarrollo, sino de un proceso mórbido/' que, cualquiera que sea su naturaleza, introduce en la personalidad algo heterogéneo y enteramente nueyo'• y determina las etapas de la evolución. Semejante concepción es rechazada por Kraepelin. Para explicar las discontinuidades de evolución sobre las cuales se funda, él se refiere al desarrollo normalmente discontinuo de la experiencia interior. Ninguna ambigüedad subsiste aquí en cuanto al sentido decididamente psicógeno de su concepción.11 Para concluir, Kraepelin expone a su vez el dilema que se ofrece a la investigación, y lo expresa en la oposición de esos dos términos. "¿Se trata, en el delirio, del desarrollo de gérmenes mórbidos en procesos patológicos autónomos que hacen una irrupción destruc. tiva o perturbadora en Ja vida psíquica?'' ¿O bien el delirio representa "las trasformaciones naturales a través de las cuales una deficiente formación psíquica sucumbe bajo la influencia de los estímulos vitales"? Kraepelin opta por la segunda de estas patogenias. Al hacerlo, sin embargo, no deja de lamentar "que no exista hasta el presente sobre esta cuestión ninguna inves. tigación suficiente. Semejante investigación -añade- tendría que chocar con dificultades casi insuperables''.18 Esa investigación difícil ha sido intentada por varios autores desde el momento en que se escribieron las citadas líneas, y ojalá nuestra modesta contribución encuentre allí la excusa de su insuficiencia. Mencionemos, por último, que Kraepelin no reconoce ninguna unidad en los rasgos del carácter anterior al delirio. . Oposición, ésta, bien definida ya por Jaspers, como lo reconoce Kraepelin, p. "1757. 1

Observemos que esta concepción no es inconciliable con la noción de "ger. men mórbido", tal como se desprende de las teorías (sumamente vagas, según es fácil ver) de Krafft-Ebbing, de Gaupp y de Mercklin. En efecto, ese pro· ceso que hace irrupción en la personalidad, si ninguna otra causa le es asignable, puede depender de un factor congénito orgánico comparable con el que re manifiesta en ciertas enfennedades nerviosas familiares, en la corea de Hunt· ington por ejemplo (véase Kraepelin, p. 1766) . Pueden verse allí, dicho sea de11paso, las imprecisiones de Ja teoría constitucionaJista. La ambigüedad del ténnino "endógeno", aplicado a la psicosis (Kraepelin, hay que recordarlo, clasifica la demencia precoz y las parafrenias entre las endogene VerblOdungen), queda aquf disipada. Afiada mos que, entre el tér· mino "desarrollo autónomo" (Selbstentwkklung) y el ténnino "desarrollo reac. cional" ( Reaktiventwicklung), Kraepelin opta por el segundo en la paranoia. is Lehrbuch, p. 1767. •


58

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

PSICOGENIA DE LAS P SICOSIS PARANOICAS· LA

Vamos a estudiar ahora las diversas teorías emitidas por los auto· res que conciben las psicosis paranoicas unidas a la personalidad por relaciones de desarrollo comprensible. De entre los diversos autores sólo nos fijaremos en algunos, o sea los que en nuestra opinión marcan momentos típicos de la evolución de las teorías. Nos limitaremos, por necesidad, al estudio de esta evolución en las escuelas francesa y alemana. No pretendemos, desde luego, que estas distinciones nacionales sean científicamente válidas. Prueba suficiente de nuestra actitud es el lugar preponderante que nosotros, al igual que Claude, damos a la nosografía kraepeliniana. Sin embargo, en el tema de que nos estamos ocupando, la rareza relativa de los casos ( 1/ 100 de los casos de asilo según Kraepelin, 1/ 200 según M ercklin en Treptow), y la rareza aún mayor19 de los casos publicados, hacen concebir que los límites de expansión de la lengua en que son registradas las observaciones pueden desempeñar un papel no desdeñable en la evolución de las teorías. Así, pues, bajo el título de las escuelas francesa y alemana agruparemos las investigaciones sobre la psicogenia de las psicosis paranoicas publicadas desde el momento en que Kraepelin estableció su marco nosológico, o sea desde comienzos del siglo ( 1&99). .

ITI. EN LA PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS, LA ESCUELA FRAN· CESA SE OCUPA DE LA DETERMINACIÓN DE LOS FACTORES CONSTITU· , CIONALES. SERIEUX Y CAPGRAS. DIFICULTADES DE UNA DETERMINA· CIÓN UNÍVOCA. DE PIERRE JANET A GENIL·PERRIN.

Se h a visto en 11uestro primer capítulo cómo la escuela francesa des19 Pensamos, por ejemplo, en el papel primordial que en Alemania han desempeñado, en la discusión de las teorías, ciertos casos que han sido objeto de monografías importantes. Citemos como muestra 1a bibliografía del céle· bre caso del pastor asesino W agner, al cual nos referiremos brevemente en apéndice. La observación prínceps del caso constituye el · objeto de un folleto de Gaupp, Zur Psychologie des M assenm ords, .Berlín, Springer Verlag, 1914. Es analizada al mismo tiempo por Wollenberg, Hauptlehrer W agner von Deger· loch, Berlín, Springer, 1914. Kretschmer se sirve de ella en su monografía sobre el sensitive Beziehungswahn, cuya primera edición (Berlín, Springer Ver· lag) es de 1918. La interpretación kretschmeriana es discutida en 1924 por Lange en su artículo "über die Paranoia und die paranoische Veranlagung", Zschr. Ges. Neurol. Psychiatr., Bd. 94, pp. 12 3-125 (véase también p. 143 ), y por Bouman (de Utrecht) en su artículo ya citado. Entre tanto, la catamnesia del caso ha sido dada por Gaupp en la Z schr. Ges. N eurol. Psychiatr., Bd. 69, 1921, y después en varias otras revistas.

prendió el conjunto de la . . . ESCUELA FRANCESA 59 del n1arco anti uo d s p~1~os1s llamadas actualme . lirios crónicos ~e ev~l lo~ ,del1~1os sistematizados 20 o s~:e,,~ar~no1cas . . e os degenerados'' 21 p ucion sistemática y de 1 ' , · ensamos en lo b . as ps1cos1s de Jos d ·.~ s tra a1os sobre los del. . egran numero se pubJ . este terreno es a Micaron en la última década del . 11r1os que en n~c~ones sóJÍdas.22 Yaa~nan a 9uien se deben las p~%~apa~~º·. E~ disc1pulo p Sér'e 1 n esa epoca comienza a to f s iscr1m1. 1 'ó · ux a concep ·' d 1 mar orma en c1 ?· A p artir de 1902 23 Sé ~ion e delirio llamado de interp tsu revistas 1 ' rieux y Ca . re aE 19i6s grandes lineamientos de su dpg~a~ publican en diversas • n . aparece su libro n . oc rina. (Les folies raisonnantes) E 11ag1stral sobre las locuras razo t ~~en;~ r~cae nítidament~, d~d= !forí~ de la génesis del deli~~n ex:fnuc1onales determinados. En ~r1~er momento, sobre fact~res emos la doctrina de esos aut p yo de nuestra aseveración L a autonomía d . ores. , 1 dente e entidad mórbid d · bre: del evicerse de eJJo-24 . os o~ autores -basta 1 1 su nomd.e esa e11tidad m~~bi~:cen 1(11stinción. alguna e~~:e ose1p%~ co~ven­ c1a, 25 de la asociación y os mecanismos normales d can1smo c?nstelación afectiva, 21 ~~[~al, de 1~ cristalización pasio':zaJ;6 ~eef. 1 c1ones de la atención b . 1az~nam1ento erróneo 28 de 1 ' d'f~ a etcétera Aduc . ª1º a influencia de un ' as mo 1 1caentre elios la ~~~~;;~uencia favorecedora de es::~~~omemoc~onal,29 fuertes, desde la ansiedadyh to~a 1clase .~e estados afectivo~yd~~f rsos, as a a pas1on, sin omitir Ja t . , i es o ta del sordo. R h ens1on a tenec azan las ten ta tivas de autores como G · . 20 H . ries1nger, Dagonet emos citado ent '

:f

ª 1:~~i:;p~~a~~6~retomi~io

sín~o~~e d:is:~~nt~~;unda,

pentier, ''Des idée; re. otras, la clasificación ro Sociedad Médico Psic~zr~1des de persécution" c~mpu~sta .~n 1887 por Char, 21 Bajo la infl~enc~a ~ca el 31 de oct. de Í887. un1cac1 n presentada a la título una clasificació d e Magnan, ya en 1890 Pa l S . . de su delirio de . t n e es?s delirios, en la cual s u b ér1eux ofrece bajo este B~lgica, dic. 1 890~~ erpreta c16n. Véase Bull. de 1a e~ ozan los primeros rasgos num. 50. arzo 1891. Véase también Sé Ias º~· de Méd. Ment. de 22 Según Sé · g ' eln. M éd., dic. 1880 r1eux y Capgr L . , 23 Consúltese Sérieux ¿s, es folies raisonnantes p 296. 2-i Sérieux y Ca y apgras, o{>. cit. p 304 ' . 25 !bid., p. 22 1pgras, o{>. cit., pp. 220-23'0. . . 26 !bid 222. . 21 !bid.·: p. 224 ( c~tando a Stendhal). 28 !bid. p. (citando a James). 29 ,. p. 225. ªº z~dd., p. 227 (citando a Ribot) l ., p 223 (d d 1 . . on e os autores cit.an H a artenberg, a Tanzi y a Dugas).

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PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA FRANCESA

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ps1cos1s

LL0 DE LA pERSONAl·mAD CAS COMO DESARRO pARANOI . canismo la inter-

' echt Nackes1 para diferenci~r en r~~a:;n no es mórbida Fére, ~p ' ~·da de la normal. La int~rp 1 impone la ideolopr~tsaqci~;pi;:;;ai orientaci6~ y la fr;cmu:~: J~e d~lirio, sino también , propia no soia · ' 'deas de granma f · ' a de base a ectiya, .eto Ideas de persecucion~ I uce~el carácter ante~ior del Jul ~era diversa en intensidad y e~ s ''El dezaª2 son combinadas e ma orden fijo para cada enfer1r10. '' ss sión, pero de. ~cuerdo con. un ero sus proporciones. ª~]Dentan ' lan del edificio no ca~b~; :Cumulación, por irradiacion, Por ex bl ,, s4 . p es el delirio progresa P. pu '6 ,, y ''su riqueza es inagota ed. t ·or de la personalidad tensi n ' . 1 el esta o an eri h ue El delirio se v1ncu a c?n b ción meditativa, y, por mue o q6 d. te un período de incu a 1 una larga preparaci n me ian desencadenarse súbitament,e, revea parezca t' s del caracter. t 'ón la ''en el delirio de interpre ac1 en las tendencias an igua . Por eso dicen nuestros a_uto~es, aranoica es capital, puesto que, importan~ia de esta const1~c1ón las psicosis demenciales, no h~y' al contrario de lo q':1e su~~fi e ~~n radical, ni disoluci_6n del caJ e~ ún nos consta, ni mo i ca . nilateral de ciertas ten en seg . un desarrollo hipertrofiado y u1 entre la personalidad ter, sino N0 da ruptura a guna ~ t no es cías preexistentes. se l'd d del interpretador. s a anterior del sujeto y la person~ i a ue, ersistiendo con S';1S ten• más que la expansión de la prim3~ª~e~cció~ acostumbrad?s, influye dencias, su carácter y dsuls. ~odos la elección de las concepcione~ y e~ la elaboración del e .ino, en' lo que importa investigar en d d del su1eto Asi, pues, . .6 ,, ss la activida to a . . les de esa constituci n . l' cuáles son los. e1~i;ientos ese:ia''lagunas intelectuales y ~~oma i~! Esta const1tuc1on compo 1 d. . ución de la autocritica y . afectivas''. Las prin:eras son a d~!m~r carácter egocéntric? y la hiparalógica circunscnta; las, segu~ y;n nuestros autores, le1o~óde ser pertrofia del yo, q~e, s)e~~~c~~d~rios a las ideas de persecu,c:n:;o (como aigunos quieren . de la mentalidad de gran nu en realidad el fondo mismo '' 36 d interpreta ores · l l si6n · · De ahí se desprende a conc u . esumen una psicosis cons''El delirio de interpretación es, t en l~gar nu~stros autores)ª1 que titucional (funci?nal, añaden en 1? r~e la personalidad caracterizada se desarrolla gracias a una anoma ia

s:

Ibid., P· 226É. l t. ,, pp 130-152. s2 Ibid., cap. " vo u ion , . SS Ibid., p. 140. S4 Ibid., p. 140. 3 5 Jbid., p. 232. 36 Ibid., p. 2 36. 31 Ibid., p. 239 ·

31

61

por la hipertrofia o la hiperestesia del yo y por la falla circunscrita de la autocrítica. Bajo la influencia de conflictos sociales determinados por la inadaptabilida<l al medio, esta constitución psíquica anormal provoca el predominio de un complejo ideo-afectivo, así como su persistencia y su irradiación." 88 Si todavía quedara alguna duda en cuanto al mecanismo psicógeno que los autores asignan al delirio, nada p recisaría mejor su pensamiento que la diferenciación diagnóstica y nosológica que establecen entre el delirio de interpretación y el primer período, llamado de inquietud, de la psicosis alucinatoria que, a su vez, puede ser que no comporte otra cosa que interpretaciones. ''El delirante alucinado -dicen- experimenta un cambio que lo inquieta; en un principio rechaza los pensamientos que lo asaltan; tiene conciencia de su desarmonút con la mentalidad que hasta entonces ha sido la suya, y se muestra indeciso. Sólo llega a la certidumbre, a la sistematización, el día en que la idea delirante se ha convertido en sensación." 39 Tomando todavía como tipo de la psicosis alucinatoria la descripción del delirio crónico de Magnan, Sérieux y Ca·pgras se expresan así: ''El primer período del delirio crónicó, período interpretativo, se nos ha mostrado como una manifestación de la confusión mental provocada por una brusca ruptura entre el pasado y el presente, por las modificaciones de la actividad mental y los 'sentimientos de incompletud que de ello resultan' (Pierre Janet). El enfer1110 que se pone a buscar una explicación para ese estado de malestar forja interpretaciones que no le satisfacen, etc." 40 ''Nada parecido concluyen los autores- se ve en el delirio de interpretación, cuyo origen se pierde en la lejanía." 41 Por otra parte, sobre esta noción de un terreno constitucional común se fundan los autores para afir1nar la unidad nosológica del delirio de interpretación con el delirio de reivindicación, cuya oposición clínica son ellos, por cierto, los primeros en definir, y de manera magistral. Jbid., p. 240. 89 lbid., p. 281. (El subrayado es nuestro. ) lbid., p. 329. Tal es, en efecto, la verdadera significación del delirio de Magnan, que se presenta como un proceso que invade la personalidad y concuerda así, avant la lettre, con la concepción de la parafrenia de Kraepelin. Ya hemos insistido en este punto de vista en el momento de estudiar la · for· mación histórica del grupo. En el siguiente capítulo veremos cómo a las in· terpretaciones de ciertas psicosis propiamente paranoicas se les puede aplicar ese carácter de confusión mental irruptiva, esa base de malestar y de· sentimiento de incompletud. lbid., p. 281. 38

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PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS· LA ES

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PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

.~eli~ve,

reivindica~i~n,

Sérieux y Capgras ponen de en. el delirio. de entre otros mecanismos, el de la idea fi1a que se impone al esp1ntu de manera obsesiva, que orienta ella sola la actividad toda. . . y la exalta en razón de los obstáculos que encuentra"." Es el meca-

nismo mismo de la pasión. Distinguen aquí dos formas: l ) el delirio de reivindicación egocéntrica3 y 2) el delirio de reivindicación altruista.• Estos delirios descansan sobre la idea prevalente de un perjuicio real o aparente. El carácter obsesivo de esta idea prevalente es destacado por ellos, asi corno la exaltación maníaca caracteristica." Las interpretaciones erróneas quedan aqui mucho más circunscritas. A pesar de las diferencias de mecanismo, este delirio, al igual que el anterior, está esencialmente determinado por la constitución pa· ranoica, definida antes en términos unívocos. Con Sérieux y Capgras prevalece, en efecto, no sólo la patogenia constitucional del delirio paranoico, sino también la unicidad de esta Laconstitución. doctrina de nuestros dos autores iba a hacer olvidar en Francia ciertos hechos que se babian puesto sobre el tapete en el momento turbio de la formación del grupo nosológico. Estos hechos, 45 cuya fecundidad teórica seria mostrada únicamente por la escuela alemana, ya babian sido vistos por Pierre Janet; no son los únicos que, expuestos en sus trabajos tan sólidos, lo hacen aparecer como un pionero de la psicopatologia. En 1898 observa la aparición de unos delirios de persecución, que él llama paranoia rudimentaria, en los mismos sujetos que presentan el sindrorne al cual dio él el expresivo nombre de "obsesión de los escrupulosos". Los modos de invasión de este delirio, sus mecanismos psicológicos, el fondo mental sobre el cual se desarrolla, todo ello se muestra idéntico al .fondo mental y a los accidentes evolutivos de la psicastenia. Hagamos notar que, en sus observaciones/• Janet insiste en el hecho de que el delirio aparece corno una reacción a ciertos acontecimien· !bid., p. 24 7. • 3 Ibid., p. 247. •• 257. la interesantísima observación de un delirio sistema· " Ibid., Uase, pp. por253, ejemplo, titado por confusión entre los sueños y los recuerdos, delirio explicado por un mecanismo histórico, en Pierre Janet, Névroses et idées fixes, 1898, t. u, p. 167. •• Léanse esas observaciones en R aymond y J anet, Obsessions et psychasthénie, 42

190 2, t. u, pp. 506 y 527. (Hasta el momento de escribir, Janet ha estudiado a doce de esos psicasténicos que se han convertido en perseguidos.) Léanse igualmente las consideraciones teóricas del t. 1, pp. 659 y 676-679.

tos traumatizantes En . CUELA FRANCESA 63 les · delcuanto · · . ' S?n 1as mismas psic t'a las . .pred·ispos1c10nes constitucionac1encia .de la propia persona ~s en1co._ el sentimiento de la insufi~ ~ens1ón psicológica, rasgo; ~~sc~{fªd bde apoyo, el descenso de o~ astante diferentes de los e ~ constitución paranoica tal u tenormente. ' como esta había de quedar fijada l

Sin . embargo' 1os investigadores · . - subsiguientes estud1aron en Francia los fact q ue en los ~nos cionales del delirio, quedaronº;~Í 1:1º constitucionales, sino reac gras puesto de relieve e:nza os l.os que Sérieux y pr~ac1on y la reacción pasional su descnpc1ón, a saber: la ínter, . n cuanto a la interpretaci6 . . . log1ca perfectísima que de ella 10n~ l1m1taremos a la teoría psico-con g~n elogio. romaui/' Y que Kraepelin cita

h.~bían

p~r

Ca~

La interpretación delirante dice u?- percepto exacto a un co' Dromard, es "una inferencia de c1ación afectiva''. La afectiv?J:at~ erróneo, en virtud de una aso~e nuestras asociaciones p s normalmente dueña y señ bdo a la asociación de. d:;º¡J:;ra fundar el juicio que da su Dromar~ llama residuo empírico ge~es, tenemos dos bases: lo que 0 0 El residuo em"'Ínc· c . Y que llama valor -le-w.: .. , r ons1ste en '' , . ur "'""" . 0 a macenadas por el espíritu com esas s1ntes1s múltiples que son 1 nuestras conjeturas pasadas 1 o resultantes de las relaciones entre

s:i~

es, en suma, el recuerdo de ]~ as r~puestas del mundo exterior''. •s y las objeciones de lo real. que emos llamado antes los

choq~es

Por. valor afectivo entiende Dromard '' . un ~u1eto dado, posee el contenid d la impo~~ncia que, para sam1ento, en razón de 1 o. e una sensac1on o de un mientos actuales que tendencias permanentes o de los de manera mediata con ese con: impl1c1tamente''.•9 Esto re r nmed1ata,, es decir, por asociación o gran pai:te de las funcionespi:~=~~~' selgun nuestros términos, una personalidad. iona es Y de las resistencias de la

teni~o.

pu:~e

~ fncon~rarse comb~nados

s~=~-

Sea como fuere, en .Ja regulac. , d . . . la cree?cia esos dos elementos i~~ el 1i:1c10, de la convicción y de S?mers1ón completa de los resíduosempe~a.n un papel opuesto. La tivos es la base de la interpretaciJn e;fzrzcos por los :valores afeee irante. Se engendra de Droma d ''L'' ese "Le . d'interpréta r' interprétation délira •• déltre tion"• T. de p nt¡:" Í J. de Psychol., 191 O, PP. 2 33 266' 49 art. cit., 1910 p 342syc o., 1911, pp. 289-303, 406-416, ' i ., p. 34 3. ' . . . •1

IDb~odmard,


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PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

modo una forma de pensamiento que se asemeja más a una penetración intuitiva de los signos que a un verdadero razonamiento. Con esta forma de pensamiento, según nuestro autor, están emparentadas la del hombre primitivo y la del niño. De todo ello resulta una lógica especial que regula el acrecentamiento del delirio: 50 * por difusión, o sea que las interpretaciones se encadenan las unas a las otras, se llaman las unas a las otras para consolidarse; * por irradiación, pues no es raro ver cómo ciertos sistemas interpretativos aberrantes se forman a distancia del núcleo principal, para luego venir a acomodarse alrededor de éste, el cual representa su centro de gravitación. Ya veremos si esta concepción responde o no a los datos del análisis clínico. En su conclusión, Dromard destaca con toda claridad el sentido de la doctrina constitucionalista del delirio: ''La paranoia -dice-51 no es, a decir verdad, un episodio m6rbido: es la expansión natural y en cierto modo fatal de una constitución. Lo que con esto quiero

decir es que, siendo todas las otras cosas igual,es, los acontecimientos se llevan a cabo aquí de acuerdo con el orden que regularía su desarrollo en un cerebro normal. El terreno es primitiva y congénitamente defectuoso, y las reacciones que presenta al contacto del mundo exterior son, por consiguiente, lógica y racionalmente ckfectuosas. Así como un pie deforme crece armoniosamente con relación al germen en que ·prexista, así los errores del interpretante crecen tal como deben crecer en un cerebro que los implica a todos en potencia desde su origen. En verdad no existe aquí ni principio . fi ,, n1 n.

En· cuanto al otro mecanismo reacciona! de la paranoia, a saber la reacción pasional, Dide y su escuela destacan su importancia en excelentes estudios, nacidos en la pura fuente de la clínica, sobre el ''idealismo apasionado'' .52 Son estos autores los primeros que exponen de qué manera la interpretación ''apasionada'' y la interpretación ''delirante'' se oponen, tanto en sus bases afectivas como en su génesis intelectual. Véase Drom.ard, art. cit., 1911, p. 293. 51 Dromard, art cit., 1911, p. 301. (Los subrayados son nuestros.) 52 Véase Piquemal, "Les idéalistes passionnés", Caz. Méd. de Montpellier, febr. 1913; Dide, "Quelle est la place des idéalistes passionnés en nosologie?", f. de Psych. Norm. et Pathol., abril-jul. 1913; '"·Die Nosologie des passionnierten Idealismus'', 1913, núm. 11; Dide y J. Lév~que, "Psychose a base d'interprét.a· tions passionnées: un idéaliste passionné de la justice et de la bonté", Nouvelle Iconographie de la Salp~triere,. núm. 1, enero-febr. 1913. 5o

1

PSICOGENIA DE

G

LAS PSICOSIS PARANOICAS·

.

LA ESCUELA FRAN CESA

. G. de C1érambau1t . t 65 nom!a patógena de un r~n ~nta funda/r sobre estos datos la autoranoia: el grupo de los ~ 1P. que,. segun él, es distinto de 1 ~e d~:vin~ic:ición, la eroto::::~ ~ª:f~~~~: ~ él incluye el d:li~~ tipo derm~ni~mo psicológico 53 de. estos d if.º. e celos. Para analizar E lescriptivo la erotomanía. e inos, el autor toma como n ~ base de las ideaciones d ,\!;n diversos en apariencia) d; lis los c.om)ortamientos anormales t' ement? generador''.54 Este· el pasiona es, el autor pone un zvo, segun lo admiten todos l:mento es un complejo ideo-afecgeneralmente con el b s autores, los cuales lo d . n~estro autor le resu1t:~:a~?sfade i?ea prevalente, término es1~~a~ ~~a demasiado el elemento ide~:~~o, por se~tir que en él ~redoEÍ en razón del valor de ''embrión ·1:1. p~~!!ere el término postu. P?stulado, en la erotomanía 1 gico que le concede. sa y asimismo el sentimiento de :,ies e .orgullo, ''el orgullo sexual,'' s1 se~al d: una persona determinach:P,~~10 total sobre el psiquis~o partir de este postulad . las anomalías de ideas y d~ s~c~~n deduciendo rigurosamente todas ~es en el delirio. En otro lugar hemos expuesto nosotros el pl an e esta deducción, tal como fue presentado por su autor.59 53

Que el autor reconoce

expresamente. Véase Bull. S CM M . p. 201. 54, Véase en Bull. S.C.M M . . . . ., Jun. 1921, mania por C1érambault . ., dic. 1920, la exposición t ó . revendication, ja1ousie"' pp. 245-~50, y también "Dé1ires .e rica de Ja eroto55 Véase Bull s e Mpor el mismo autor II3ull s e Mp~s1onnels, érotomanie 56 Entre · · ·. :M.,. febr. 1921 p' 68 · · · · ., pp. 61-63. ' 1 A · as propos1c1ones ' · · r1stóteles distingue 1 que se toman como princi . . y del axioma (&;looµ:) ~~s~uladdo ( <XL"t?Jµa, petición) de 1!1~. s;,~ ~em(?stración, no está conf 1C1e~ o que el postulad d' i.p es1s V.7t66eai~) pugna acepta~{:;ey c~n d~~ op1~ión del discípulo, ºaeª m~~~enc1a de la hipótesis, post., I, l O 76' 2.3 24)1 erenc1a del axioma, no se im ra )ºe ~ste le re51 G. de' CJé' pone a esp1ntu (Anal. 58 Ci ram ault, art. czt. S.C.M.i;m?s a C1érambault, "Dépit éroto . . 159 Véa~~ JJUnL 1921, ,PP· 175-206 (véase p~~7a)que apres possession'', Bull. · · acan, Structure de h · ~a citado. Recordemos las tres f s psyc oses paranoi'aques", Sem Hd11 p . e acuerdo con Ja sucesió . . ases regularmente observada . , r· ans, cordemos también 1 n s1gu1ente: de orgullo de d h s, segun el autor, os post~lados secundarios qu~ deb espec o, de rencor. Re. interrogatorio en en estar presentes en un que se acczona al enfermo , Y que son: a] la ini?iativa viene del ob 'et . , b] el ob1eto no puede tene~ o, .. e] el objeto no puede te fel1c1dad sin el suspirante· d] el b · ner un valor co 1 t · ' Cié mp e o sin el suspirante· o 1eto es libre etc (Vé 62-63.) ' · ase rambault, Bull. S.CMM' . . ., 1921, pp.

b

.

.

ª,


PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

66

. e obli ado a reconocer que, en la Clérambault, sin embargo, .se v, !izado va asociado con o~r?s mayoría de los casos, el del1r10 as1 orga su terminología, un del1r10 sistemas delirantes, o sea que es, en 60

olimorfo. ue este polimorfismo de los la gran unidad constitup De ahí que Capgras haga notar q delirios obliga a acomodarlos lde nueovoaefocalizarla en esa clase escional de la parano1.a' s1..o' .a o. ,sumue' él mismo, junto con Sérieux ' pecial del delirio de re1v1nd1~ac1~~nq y la hiperestenia (véase supr~). ha individualizado por la o ses puros descritos por el propio Por lo demás, en los raros cas~~ ue l~ evolución del deliri_o es Clérambault, Capgras demuestra . q 'ables que el autor le asigna. invariuna exégesis para d emostrar muy diversa Y ~o si'gue las etapas · de toda El autor necesita echar ma~~ . ese orden en un caso dado. 1 . ecordaba que al hablar de del1Con razón Dupré, para. ,con~ u1~~~uici6n o de alucinación, de lo rio a base de interpretac1on,. e I de causas 64 Estas causas, seue se hablaba era de mecanismos,. no ición con.stitucional.65 iún él, debían buscarse en la francesas se han A partir de ese momento, a~ in. , n Se ún hemos visto ya, Séempeñado en precisar esta consti~utc1?6. pa~anoica por la autofilia, ·. d f · 'an la const1 uc1 n la aralógica afectiva. rieux y Capgras e ini , . el aprecio exagerado de s1 mismo .y e ~os muestra ya madura la M t t 66 en cuya tesis s . los si Para onlos assurasgos ' . 1es del carácter paranoico son concepción, esencia

)red~spv~stigaciones

guientes: . , . . * sobrestimac16n de s1 mismo, * desconfianza; * falsedad de juici?;

*

inadaptación social. . se agrupan algunos rasgos d t s rasgos esencia1es . . ·dea En torno e es o t'b'l'dad autod1dact1smo, i contingent~s: orgullo, va~~d~~' :;t~:!Je~a1, I etc.' lismo apas10nado, amor 60

. "Délire de persécution et érotomanie", Esto justamente en el caso pr1ncep~. dic. 1920, pp. 238-245.

Clérambault y Brousseau, Bull. S.C.~é d'érotomanie", Bull. S.C.~.M., 1923, 61 Véase Capgras, ''Quelques v~r1e s le cuesta ningún traba10 demostrar ~ Capgr~s, en part1~~::r,d~o polimorfismo del delirio, no puede pp. 148, 163;pnnceps citado, en ": el caso

:11~~ificarse Ibid.

más que en laf paranma. efecto se conduce en un principio como

Una de las en ermas, en tÍmista y beatífico. una perseguida, y acab~ en un ensue~~e~fon", 1921, ya citado, pp. 175-206. 6s "Dépit érotoman1aque apres po '6 de Dupré pp. 70-71. .A MM f b 1921 Intervenc1 n ! 11es" , Sem· Hup. 6~ Bull. S.C. · ., e r. ·H er "Psychoses pass1onne 65 Sobre este particular véase euy , 62

París, 15 mayo-l LajunC.ons 19~~tution t'.naranozaque, tesis, París, 1925. 66 M ontassut,

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA FRANCESA

67

El valor constitucional de estos rasgos no puede establecerse más que sobre la discutible regularidad clínica de su correlación, o sobre su relación constante con una propiedad psíquica más fundamental. Montassut cree reconocer esa propiedad en una actitud psíquica primaria, bastaute enigmática por cierto, y sobre cuya verdadera naturaleza, psicoemocional o psicomotr,Y:, el entendimiento se queda vacilan te: él la llama psicorrigidez. A pesar de su aparente rigor, esta concepción deja, clínicamente, mucho que desear. Basta evocar los casos que Montassut expone en su tesis como de pequeños paranoicos para sentir hasta qué punto su estado mental es distinto del que presentan los paranoicos delirantes, lo mismo antes del delirio que durante él. Por otra parte, estos rasgos de la constitución están a menudo disociados, y cada autor tiene su concepción de la tendencia paranoica: ¿es la psicorrigidez? ¿es la vanidad y el orgullo? ¿es la rebelión y la inintimidabilidad? ¿es la desconfianza celosa? ¿es la desconfianza ansiosa? ¿es el egoísmo y la falta de amor? ¿es el replegamiento sobre sí de una emotividad inhibida? ¿es un modo complejo del carácter o una perversión instintiva? ¿es la agresividad? ¿o simplemente la inadaptabilidad social? La sobrestimación de sí mismo ¿tiene acaso el mismo valor cuando descansa sobre una falta de autocrítica por hiperestenia fundamental que cuando compensa un sentimiento permanente de inseguridad y de insuficiencia? 61 Estas dificultades se perfilan con toda claridad cuando se trata por ejemplo de aplicar la noción al niño.•• Explican lo enonnemente difícil que es sacar conclusiones firmes de las estadísticas que ofrecen los diferentes autores sobre la existencia de la constitución paranoica en el niño. Pero, desde luego, estas dificultades mismas hacen más que dudoso el valor constitucional del carácter así definido. Más aún: cuando se trata de aplicar la noción al adulto, se encuentra uno con idénticas dificultades. El último trabajo que ha aparecido sobre el particular, debido a Genil-Perrin, es característico desde este punto de vista.•• La constittición paranoica comienza en el delirio, y adquiere una extensión que le hace englobar las manifestaciones psicológicas llamadas de bovarysmo. Esta entidad, como es sabido, se debe a un filósofo psicólogo: Jules de Gaultier. Por mucho que admitamos que se tome · una entidad metapsicológica 61 No podemos dar aquí referencias, porque serian demasiadas. Por lo de.

más, 68 estos conflictos de interpretación sa]tan a la vista de todos. Véase Heuyer y Gouriou, "Troubles du chez l'enfant", foumal 1929; Dublineau, "L'enfant paranoiaque", Sem. Hdp. París, ¡ul. 1932.

~idícal Fran~ais,

caract~re

69

Geni1-Perrin, Les parano'iaques, París, Doin, 1926.


'

68

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

universal como base de una unidad descriptiva, no podemos menos de maravillarnos (como se maravilla el autor mismo) 71 de ver reunidos en el mismo cuadro clínico a Madame Bovary y a Homais, a Don Quijote y al San Antonio de F1aubert, a nuestros delirantes y a Prometeo (!). Cenil-Perrin concluye, en efecto, su libro con una evocación de este último mito, pidiéndole al lector que reconozca en él el símbolo de la mentalidad paranoica en sus formas elevadas. ¿No es más bien el símbolo del drama mismo de la personalidad? En resumidas cuentas, el único punto que une a esos interpretadores, a esos hipocondríacos, a esos erotómanos, a esos rebeldes, es que sus errores de pensamiento y de conducta se insertan en el desarrollo de una personalidad atípica. ¿Qué tienen de común estas personalidades? El tono de zumba (poco simpático para el enfermo) que reina en el libro de Cenil-Perrin parecería indicar que no se trata de otra cosa que de una forma especial de debilidad mental. Esta debilidad, por supuesto, no podría identificarse con aquella que se mide con los métodos clínicos de test. Así, pues, si fuera preciso definirla, sin du<la no se hallaría otro criterio que esos juicios peyorativos, donde unas reacciones que son de origen esencialmente social, y sin duda significativas, se describen en términos de gran energía expresiva pero de un valor analítico más discutible. 72 Como se ve, se imponen ciertas reservas en cuanto al valor de la pretendida constitución paranoica.

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS · LA ESC

E

º

La noción del bovarysmo fue definida originalmente por Jules de Gaultier como ''el poder conferido al hombre de concebirse distinto de lo que es" (Le bovarysme, ya citado, p. 13 ) . Para convencerse de su verdadero valor, basta una ojeada al argumento de los capítulos siguientes: 1) El bovarysmo moral: ilusión del libre albedrío. Su consecuencia: la responsabilidad. Ilusión de la unidad de la persona. 11) El bovarysmo pasional o el genio de la especie: el hombre presa de la pasión del amor, etc.; 111] El bovarysmo científico o el genio del conocimiento, etc. En realidad, según hemos dejado indicado en nuestro cap. 2, se trata aquí de una de las funciones esenciales de la personalidad. Uvy-Valensi ha llevado a cabo un estudio clínico de sus perturbaciones en las diferentes afecciones mentales (véase J. de Psychol., 1930, pp. 189-299). 11 Genil-Perrin, op. cit., p. 260. 1 2 Nuestro autor escribe: "Ridículo, cómico. . . el paranoico cuya presunción va mucho más allá de los medios de que dispone, y a quien nos regocija ver como a un payaso tendido boca arriba en la arena de la pista ... " (p. 213). ''¡Dios mío! Nadie se burla de fcaro, cuyas concepciones ... [etc.], pero uno comienza a burlarse cuando ve como un pobre diablo autodidacto se enfrasca en determinado problema, mucho tiempo después de que éste ha sido tratado por técnicos competentes'' (p. 215). Páginas antes, el paranoico es compa· rado al mismo tiempo con Alceste y con Sganarelle. 7

.

UELA ALEMANA

69

sta ~orresponde, desde lue o . . observación nos hace ver d'g ,. ~ .cierta realidad c1ínica.1a Pero Ja distintas, a veces, en lofr:n~ic~~c1ones .de .carácte~ completamente autores han subrayado este hech entes de lo~ delirantes. Muchos la naturaleza del delirio paranoic~ para deducir ~e él, en cuanto a vamos ahora a estudiar. ' unas concepciones que nosotros

70

1

I f

I\!.. EN LA PSICOC'lnt.TT .c..L,.1A DE LAS PSICOSIS p MANA SE INTERESA POR LA D ÁRANOICAS, LA ESCUEI.A .A.LEREACCIONALES. BLEULER. PROG~T'ERMINACIÓN DE LOS FACTORES GAUPP A KRETSCHMER y A KEHRE~S DE ESTA DETERMINACIÓN. DE

~ ,Partir

de la retirada del marco de 1 . c1on kraepe1iniana de Ja de . a paranoia frente a la concep Alemania, uno de los mov?le!lcita precoz, se puede decir que end d imien os más . ' imp?rtantes se ha dedica o a ar una concepción . 6 segur~ al principio en sus t~~~i~~na de las psico~is paranoicas. Intraba1os ~e Bleuler, 74 es ho ace t:d es~a c~nce~ción, gracias a Jos mer? .de investigadores, y la p d a sin discusiones por gran núexp1icita de Kraepelin, cuyas id~ue ~do consagrada por Ja adhesión este capítulo. as emos expuesto al comienzo de C Al contrario de Sérieux delirio a las predisposicion~ e ªPf~as,. que remiten la génesis del ~ncuentra la explicación del d~1%o uc1on~les .del enfermo, Bleuler el) en las reacciones del su¡'et0 . ( e~plicac1ón exhaustiva, según B1eu1er pone de m 'f' ª situaciones vitales. d· ani iesto estos . iante el estudio minucioso de 1 'dmedcanismos reaccionales mef a vi a el enfermo 15 El • 1a A 1 en ermo,

d'

os muchos autores francese · ~mos que nos excusen; por e 'em los a quienes , ~o hemos podido citar les e 1 tesls, dedf?erséc:ition, délire 74 E BJ alpgras , po~ Binet, Année Psychol '1909ª iscuss1on de l'entité de . eu er, Affektzvítiit S 'b. . ., , etc. Halle a./S . ., 1906 · El h ech,o uggestz zlztat, Paranoia1 l • Aufl ., C ar1 Ma

$;fi~~xªe~~e cfin~~rprétati?n,

p~~!~o~,9~~Zz;,t

ch~o:

E '1. . amos a este término ( véa. n as observaciones ta d t Jl d libro (Halle, 1926) notem~s e a a as q.ue da Bleuler en la 2\1. edició conttradr la constitucÍón paranoi~ue,(;~lv? ~lguna excepción, no se pu~d~e e~~ an ece en tes de l . i siquiera en estado d b ~~t~zo ~ en los mantiene en virtu~s d~u¡~t~s. P~r. el contrario, el delirio Tal es el caso de la observ~ posición familiar o social fecunda enrmina .Y se 1 de pastelería propia de Zuric~~ny t~:::~~: Ja fabricante de Hüpen, es~~~~~~~~~ i n e1 caso de Ja observación IV, toma75

s:


70

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

en efecto, está implicado en una situación vital (sexual, profesional) que sobrepasa sus medios de hacerle frente y que influye sobre su afectividad de manera profunda, muy frecuentemente humillándolo en el plano ético. El enfermo reacciona como reaccionaría un sujeto normal, ya sea negándose a aceptar la realidad (delirio de grandeza), ya explicando su fracaso por una malevolencia del exterior (delirio de persecución). La diferencia entre el paranoico y el normal es que, al paso que el individuo sano corrige muy pronto sus ideas bajo la influencia de una mejora relativa de la situación o de una atenuación secundaria de la reacción afectiva, el paranoico perpetúa esta reacción mediante una estabilidad especial de su afectividad. 76 Esa es la razón por la cual el estudio de la paranoia se inserta en primer lugar en un estudio general de la afectividad normal y patológica. Y éste es, justamente, el fin que persigue el libro inaugural de Bleuler acerca de la cuestión. Bleuler dedica la primera parte a la presentación de una doctrina de la afectividad (pp. 10-74 de la 2é;l edición). Hace allí un análisis crítico rigurosísimo de los problemas planteados por la noción de afectividad, y este análisis, por muchos que sean los puntos que deja pendientes, es precioso. La noción de afectividad, que a veces parece ser ''el pastelillo de creman de la psiquiatría, no pierde nada de su prestigio con introducir en ella un poco de precisión. La afectividad, según Bleuler, se define por reacciones psíquicas dotadas de una tonalidad específica (alegría, pena), por síntesis de reacciones somáticas (secretoria, cardíaca, respiratoria), por su acción sobre los mecanismos de la asociación de las ideas ( inhibiciones, iniciativas). Influye, además, en las pulsiones activas (donde la acción puede presentarse como negativa bajo forma de perseverancia) : es lo que Bleuler llama la acción de circuito de la afectividad. No daremos razón aquí de los desarrollos que siguen, sobre la irradiación de la afectividad, sobre su durabilidad, sobre su interacción con los procesos intelectuales.77 Bleuler estudia las variaciones de todos estos mecanismos en el curso de las diversas afecciones mentales. En seguida intenta definir su fundamento biológico (pp. 64da de Ja investigación de JI. W . Maier (citada infra ) sobre Jos delirios cata· tímicos. En cuanto al carácter anterior, suele describirse como ansioso, escru· puloso, tímido, es decir, en la línea indicada por Janet. 1s Véase en la obra citada el comentario de la observación 1, pp. 112-116. En lo sucesivo remitimos a la 2\\ ed. del libro. 77 Llamemos la atención, sin en1bargo, sobre unas consideraciones interesan· tísimas acerca de la naturaleza de la atención, "que no es más que una cara particular de la afectividad, y que no es otra cosa sino lo que de ella cono· cernos en el momento en que deja paso libre a ciertas asociaciones e inhibe otras" ( Bleuler, op. cit., p. 49) .

PSICOGENIA DE LA S PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA ALE.MAN

70), y afirma que Ias definí .

, A 71 él da están de acuerdo concif~es asi psíquicas como biológicas que una ~xperienc~a ~iferente (pp. ~O~~~)ceptos deducidos por Freud de Insistamos unicamente en el h . afectividad queda desprendida de~cho ~e que! con este estudio, la 1eng~a agrupa bajo el nombre de s~~~Ju?to indeterminado que la asociados a las reacciones propias de 1 t rr¡zen.t~s. Estos pueden estar manera son proporcionales a la . ª.a ecti~idad, pero de ninguna de tales reacciones. Lo que se deii;itensidad biológicamente definida tos es, en efecto, signa con el nombre de sentímiena] una muchedumbre de roce , o perceptivo (sentimiento d~ e f sos centripetos del orden sensorial b] formas de conocimiento .s 3erzo, .etc.); de percepción interior ( sentimi~n t et~rminad? u oscuro (intuición) .e] procesos perceptivos intra-c~n~ra e se~uridad); , m1e;11tos exteriores (sentimiento d les.dl1gados a ciertos acontecíª. c~ertos acontecimientos interior~ ce(rti u!Il~re, de credibilidad) o timiento de ceguera) ( op cít s sentimiento de tristeza, sen. Bieuler sitúa en esta úitim; ~f· 10-20). . intelectuales, que tan finamente ase 1~nó PJarticular los sentimientos Bleuler mismo anali'z d ana iz anet. 1 d a e manera m · pea o por los psiquiatras el se t• . uy rigurosa un concepto emtra que, lejos de representar unn imiento de ~esconfíanza, y mues. estado perceptivo indeterminad proceso afectivo original, es cierto valores afectivos muy diversos Cpqu~7p) uede tomar, según los casos Liat?emos la atención sobre u~ . , ' meca;111smos verdaderos de la at .P?nto mas de esta teoría. Los reacción: la reacción holotímica ectividad ~omportan . d~s tipos de rales del humor (las que se ob;e que consis~e en variaciones geneen la melancolía), y la reacción ca7~~' por e¡~mplo, en la manía y nados acontecimientos de ale a .zm1zca, 78 vinculada con determi sentativos que se forman e a~ce vita y con los complejos repre~ vencías''. Estos dos ti dn orno. a esos acontecimientos o '' . h b pos e reacción in terf' 1 vio~ re sano que en el enferm ieren o mismo en el entidad mórbida puede caracteº~ en cada m?mento de la vida. Cada de esas reacciones sobre la trizarse por .cierto predominio de una En la segunda parte de su~·~· . considerándola como uno de 1i ro e.studia Bleuler Ia sugestibilidad nerales de la afectividad os varios rostros de las reacciones ge~ E 1 • , n a tercera parte ofrece s t , conclusiones: u eoria de la paranoia. Recojamos sus W78 L ª. noc1'6 n se debe a H. W M . ahnb1Idung, und Paranoia" Zs~h ~er. ~éase. su artículo ''über katathy , r. es. eurol. Psychiatr., ·Bd. 13, 1912.me


72

PSICOSIS PARANOICAS COMO D~ARROLLO DE LA PERSONAJ.IDAD

La tentativa --dice Bleuler- de hacer derivar el cuadro de la paranoia de un estado afectivo basal de índole patológica no ha tenido éxito hasta ahora. Concretamente, la desconfianza, en la cual suele verse el fundamento de la paranoia, no tiene nada de un estado afectivo vei:dadero. Y, en efecto, no en todas las formas de la paranoia se presenta la desconfianza. En resumidas cuentas, nunca se ha demostrado que en la paranoia exista una perturbación general y primaria del humor. Hay, sí, indicaciones pasajeras o duraderas de variaciones del humor, que sobrevienen de la misma ma.nera que en los individuos normales. Pero estas variaciones no son el fundamento de la enfermedad, sino únicamente momentos evolutivos ,que ponen en su cuadro tales o cuales matices; los estados afectivos que observamos con nitidez en la paranoia son efectos secundarios de las iidea.s delirantes. No hay tampoco ningún fundamento para afirmar que en la paranoia exista un trastorno general de la percepción o de la apercepción,80 como ta.mpoco una alteración general de las imágenes del recuerdo. Ni siquiera ·se ha demostrado, en modo alguno, que la hipertrofia del yo sea un síntoma de regla en la paranoia. Lo que suele señalarse como hipertrofia del yo, carácter egocéntrico, es en parte una consecuencia del hecho de que la paranoia comporta un complejo de representaciones cargado afectivamente que se mantiene en el primer plano de la psique. Este hecho se observa en sujetos normales que, por una razón afectiva cualquiera o bien a ca.usa de un complejo, se quedan agarrados a determinadas ideas. En la paranoia., es con este complejo con el que van a relacionarse de manera prevalente los acontecimientos de la vida, así los cotidianos como los menos habituales. En la medida en que, de esa manera, muchas cosas que no tienen relación alguna con el enfermo son puestas falazmente en relación con el complejo, aparece el delirio de relación. En Ja. medida en que es preciso que todos los complejos cargados afectivamente tengan una relación cercana con el yo, el yo es empujado al primer plano, hecho para el cual no es de ninguna manera adecuado el término de hipertrofia del yo. Además, todo paranoico tiene aspiraciones y deseos que se salen de los límites de sus fuerzas: tampoco esto puede considerarse como una hipertrofia del yo. El examen más riguroso del origen del delirio muestra que, bajo la influencia de un estado afectivo crónico (del estado afectívo que corresponde al complejo mencionado), toman nacimiento ci~os errores según un mecanismo muy semejante al que se observa en las personas

PSICOGENIA DE LA

79

Bleuler, op. cit., pp. 166-168. so Bleuler alude aquí a la teoría refutada de Berze (Vber das Primiirsymp· tom der Paranoia, 1893), según la cual los paranoicos presentan un trastorno de la apercepción, trastorno que les hace difícil la elevación a la conciencia de un contenido psíquico. De esta falla de la "apercepción activa", según Berze, resulta un estado de sufrimiento que abre el camino a la formación del deli· rio de persecución. Véase Kraepelin, Lehrbuch, p. 1765. 19

~

S PSICOSIS PARANOICAS: LA

ESCUELA ALEMANA

sanas cuando las exalta una asión El qu: estos errores quedan enp la i~ ·~~l·~e3to patológico consiste en extiend~n por propagación. posi i i a de ser corregidos, y se Seme¡ante comportamiento de circuito muy fuerte supone estados afectivos de una acción resistencia. de las funci~riesqM~i~~:~;~~na gran ~sta.bi1idad, burlando Ja al estado afectivo se benefician de . . ~ l~s asociaci?nes que responden y du~aderas, mientras que las asocia i~iciativas excesivamente poderosas margina.das; de ello resulta cierto de~.;?~es. que le s.on opuestas quedan resultan también relaciones i i am1e!1~º lógico, pero sobre todo memoria. El eufórico ve allí per~onales falsificadas e ilusiones de la d.eza; e1 sujeto de humor nor::::1 eseos co1m.ados en el delirio de granción de sentir su insuficiencia paia e~l depresivo, que se ha11an en situaun consuelo a través de un rod canzar sus I?etas, encuentran allí ~en de la conciencia la re rese~~~cf ues. los mecanismos afectivos exc1u1idad, y entonces ellos en ~1 d 1· . ó~ insoportable de la. propia debilas ~a usas de su fracas~ al munJ irio t ': persecución, consiguen trasferir t;a e.ste, el .enfermo no tiene ya on~~~~orá ~n la 1u~ha empr:ndida consi. mismo, sino que, por el contrario a e reba¡ar su estimación de ?irecta tomando posición de lucha ' puede exa.Jtarla de la manera más invas.or (comparable al del cáncer) dfr .en pro. ?el derecho. El carácter terminados por la persistencia del y af11.ncurab1lidad del delirio están decon icto entre el deseo y la realidad.

Estas conclusiones se com leme ª. Ja~ teorías opuestas de lasp e 1nta~ con la respuesta de Bleuler siguiente, y también, según ver~~~: aremos razó~ en el capítulo eventual a los mecanismos e . c?n Ja concesión de un papel El fondo de Ja .doctrina d:q~¡:o en1cos en ciertos delirios. ~e la . psicogenia de la paranoia ~:: e~ una demostración rigurosa s1~ac1ón a Ja cual reacciona 1 . a epende ante todo de una ~1cto interior entre una infer~ri~~~nno ~on su psicosis, y del conc1onal del sentimiento de sí mism s~ntida_ y una exaltación reaceste conflicto está exacerbado ºj sin. olvidar, naturalmente, que N~ .obstante, Bleuler se ve ~~~i =~ c1rcunst~~cias externas. cond1c1ones eventuales ciertas o .ª. adm1t1r, al lado de esas una afectividad de fu;rte acci6 pr~ isp.os1c!ones, como por ejemplo: reacciones afectivas· y una 1: t e 9zrcuzto; una estabilidad de las nes lógicas. ' reszs encza proporcional de las funcioLa doctrina conserva ues 1 ~oncepciones de la con~ti'fuciÓ a ~unosd dat0s emparentados con las 11dos cuanto que son los resid n. ~os atos s?T?- aquí tanto más sóuos e un anál1s1s psicológico que se 81

fr'

J

1

73

Esta resistencia de las f . se · d unciones lógica d· h co~~~ió~ trastorn?s disociativos (véase infra,s,p~' ib~ ~O~)e otro. modo, esta auA . . necesaria para Ja formación d 1 d 1:. . ' es sin embargo una d ssoziat1onspannung usw ,, All z h e e ino. Cf. Bleuler ''Sto . ' , g. se r. f. Psychiatr., 74, 1918: rung er


CAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

74

los acontecimientos ·bl Por lo que <lemas, ha llevado lo más. lejos pos1·e=~n nada ver con esas f orm aciod el Y las situaciones vitales no ti PSICOSIS PARANOI

'

n~f:o;s~o~er có~o los trabajos al;m;l~~~e~~ Observemos sin ~i;n· d·

entes

han adentra o en

o~~dame~!eésl~ bargo, antes de desledeir~os kraepeliniana centra a paranoi; camino abierto tan

De Bleuler a nues_tros Alemania a la

su acuerdo con

)~ ~on~;pc10n

como afección cr nica.

. se han ldedicado muchísimos trab ªJOS os en la

~as,de

d'

las psicosis paranoicas. L amemlema· ue desde el origen, los

ps,co1~m~e atención sobre ·el.dhoecsi~mpreq e; los han reconoc1 . . d

auto~~ e~idad delirantesZ.uhna ghraa~ía !descrito ácter. 1c en .

~~s cuanto a las dispos1c1o~e~ e T~~~g " clasifica seg~D: tres tipos 1

~~:r~:::~~~~ ~~s~~si~f~::t~~ic~:;á~~:t;~~~~f:i~~~!el~~º;elie".e l~ E

ntre ellos, ciertos autores hJan tphabía descubierto en losdpsl~c~s . · 1' ·o que ane predisposición a1 de)1n Además esos autores les dan a es tosblese 1nos

supr~

ténicos (véase . mente buena y los conside_ran cur: una evolución relatt_va. bre los casos así descntos, qu 1

nlt~rior­

línica

Tenemos que·d insistir so 1 primerísimo plano de a c colocarse en e 0

mente h an vem

de la doctrina

y Tenemos que

~

.,

·

¡ . el problema nosológico p an

Alemania.

psiq~iatr1ca ~n , considerar, a emas,

·

'

d la evolución curable. ''n sobre cierto numero tea o po; 905 Friedmann 84 llama la atenbcio o de la paranoia de Ya en ' él constituye un su grup 1 ente como el rela.tiva. una vivencia determina ' b de paranoia benigna,

~~a~ªp~~~n~º;nl~st¿~~as.os, deli~iO d~paryecl~ ~~~uccfÓ~m~s re:~~~~av~rable. f:l Jos de~igna con :!sn~: t:~es sujetos : son "sensi· m . as os de caracter propi e indica tres r g

d "

. ""

tivos, tenaces, exalta os . b de ''paranoia abortiva En 1909, Gaupp da el nom re " Cf. Ble?ler, ,?P· " Cf. Tilmg, Zur

cr~;ranoiafrage", ·

a

ciertos

~bserva

. begri'ff" , pp · 154-163. "Der Paranoia l 902 núms. 43-44 ·

Psychiatr. Wsctr.,ue se orgullo, resentados por un grupo en e q ro io valor, humo1 Estos tres tipos están rep'ón sentimiento acentuado del p ofro grupo en que empecinamiento, presunc1á t'er vengativo y rencoroso; por n grupo más en . elto car c , · d • y por u combativo y ' llo confianza en SI mism0 '. usilánime y cobar e. se observa amb1cd1?n, ;lectiva ansiosa, 1kschr. f. Psychíatr., ue domina una ispo~1c.~ Lehre von der Paranoia ,

re~u.

~r~Ón

Fnedman~, Bd. 17, malyo-1un;eso d~ En e cong q

.

••

hipocondn~<;!·

"Beitrage zur 1905 n6ms. 5-6, p. 467.

1 te de Alemania, ce e· de 1909.

ud~e~ov.

S d médicos alienist;is 6del 7 85 brado en Heilbronn y en Weinberg los d1as Y

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA ALEMANA

75

delirios de p ersecución que, en los mejores casos, pueden sanar; y la descripción magistral•• que de ellos da nos muestra la evolución de un delirio paranoico sobre un terreno típicamente psicasténico. 87

Se tra ta ---escribe-. de hombres instruidos, cuya edad está entre los 25 y los 45 años, que se han mostrado durante toda la vida de humor benévolo, modestos, poco seguros de sí mismos, un tanto ansiosos, muy concienzudos, escrupulosos incluso, hombres, en una palabra, que por toda su manera de ser se nos muestran emparentados con los enfermos que sufren de obsesiones. Naturalezas reflexivas, inclinadas a la auto. crítica, seres sin ninguna sobrestimación de sí mismos, sin humor com. bativo. En ellos se instala de una man era completamente insidiosa, sobre la base de una asociación específica mórbida, y, por lo que toca a la mayoría de los casos, en un vínculo temporal más o menos estrecho con una vivencia de fu erte carga afectiva, un sentimiento de inquietud ansiosa con ideas de persecución; junto con esto se da en ellos cierta conciencia de la enfermedad psíquica; se quejan de síntomas psicasténicos. Estos seres, cuya naturaleza es moralmente delicada, se ponen a pensar, por principio de cuentas, si sus enemigos no tendrán efectivamente razón al pensar mal de ellos, si incluso ellos mismos, por su conducta, no habrán dado ocasión para una crítica maligna o para una intervención de la policía, o hasta para un juicio en los tribunales. Pero no se manifiesta ningún estado melancólico, ningún delirio de autoacusación; aparecen, por el contrario, ideas de persecución de un significado cada vez más y más preciso, coherentes, bien fundadas lógicamente, y que van orientadas contra personas o contra determinados organismos profesionales (la policía, etc.). El delirio de relación no se extiende a todo el círculo que rodea al. enfermo; así, por ejemplo, el médico mismo nunca será incluido en la formación delirante durante una permanencia de varios meses en la clínica; el enfermo, por el contrario, experimenta cierta necesidad del médico, porque la seguridad de que ningún peligro lo amenaza y de que en la clínica le están garantizadas fa. ayuda y la protección actúa algunas veces sobre él de manera apaciguadora. Una cl1arla seria con el médico puede aliviarlo duran te cierto. tiempo, pero seguramente no en forma duradera. Hacen a veces algunas concesiones, y admiten que se trata de una desconfianza patológica, de una asociación particular mórbida; pero nuevas percepciones en el sentido del delirio de interpretación aportan entonces precisamente un nuevo material al sistema de persecución. Con el progreso de la afección ansiosa, teñida de desconfianza, que evoluciona a lo lar. go de grandes oscilaciones, las ideas de persecución se van l1aciendo más precisas, y ocasionales ilusiones sensoriales refuerzan el sentimiento de •• Gaupp, "Ober 1910, paranoische Zschr. f. Psychiatr., p. 317. Veranlagung und abortive Paranoia", Allg, el pp. resumen analítico publicado en Neuro/. Zhl., nóm. 24, 16 srdeTraducimos dic. de 1909, 131 0-131 2.


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PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

su realidad. En momentos más tranquilos se muestra cierta lucidez sobre las ideas de persecución anteriores: ''Evidentemente, eso es entonces algo que he imaginado''; así prosigue la enfermedad durante años, ce· diendo unas veces, exacerbándose otras; subsiste siempre el fondo de humor de pusilanimidad ansiosa, y el enfermo está dominado por esta reflexión: ''¿Qué he hecho pa.ra merecer esas señales de hostilidad?'' Si alguna vez llega a :rebelarse contra esa tortura perdurable, o incluso a defenderse contra la agresión delirante, es sólo de manera pasajera. Nunca hay en estos enfermos actitudes altivas ni orgullo, nunca hay ideas de grandeza, elaboración enteramente lógica de las ideas mórbidas de relación, ninguna huella de debilidad mental, sino, al contrario, una conducta del todo natural. Los enfermos que vienen libremente a la. clínica y que salen de ella cuando bien les parece tienen hasta el fin toda su confianza en el médico, y se complacen en regresar para con· sultarlo cuando, en la práctica de su ·p rofesión, se sienten de .nuevo más perseguidos e importunados. Vienen entonces con esta pregunta: ''¿Es posible que esto no sea realmente más que cosa de la imaginación?'' Lo más frecuente es que no se observe ninguna progresión clara de la enfermedad, aunque esto no siempre sea así. En uno de los casos observados, las asociaciones mórbidas típicas existen desde hace doce años, y sin embargo no ha llegado a constituirse ningún sistema delirante rígido; se trata más bien de ideas de persecución que varían en su fuerza; con todo eso, el enfermo es ca.p az de desempeñar la profesión en que está ocupado. En períodos relativamente buenos no deja de hacerse sentir una semiconciencia de la enfermedad; la idea prevalente no domina al sujeto en su totalidad, o sea en la medida en que lo hace en el delirio de reivindicación. E·n todos los casos, la disposición depresiva escrupulosa existía. desde siempre. Así, pues, se trata de un cuadro delirante caracterógeno, que en cierta forma viene a ser el paralelo del cuadro delirante caracterógeno,88 coloreado de manía, de buen número de querulantes.

Gracias a la introducción de esos casos se amplía el marco de la paranoia, como se ensancha también el campo que se ofrece al estudio de sus mecanismos. Muchos de esos casos de evolución be. nigna, remitente o incluso curable, ni siquiera son tratados en un asilo, sino que son bien conocidos en los consultorios particulares. Pero la cuestión que se plantea es la de si esos casos se deben o no admitir en el marco kraepeliniano.89 Observemos que, si bien Gaupp habla de delirio caracter6geno, no toma partido en el problema de la psicogenia del delirio. Esto, sin embargo, no nos parece razón suficiente para aceptar lo que dice Souman, a saber: que la des· cripción de Gaupp se aplica a procesos, y que los rasgos del carácter anterior no hacen más que colorear esos procesos. Véase Bouman, Psychjatrische en Neurologische Bladen, Jaargang 1931, núm. 3, p. 55. Véase también Kret· schmer, obra citada infra. 89 Para resolver esta cuestión, Bleuler ha dado el siguiente criterio: '·1a pa· 88

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS; LA ESCU E . ELA ALEMANA s preciso 0 bseivar en .

77 edición de 1915, adU:ite cfs~mer l~ar, que Kraepe1in mismo, en su . . . s cura es en el cuadro por él descrito. ,

En pr1nc1p10 -escribe-00 tá ~a l evol~ción de esta enferm~~adfu:~a de discusión la posibilidad de que o:c'lpe~1odo premonitorio, en el' cualu~l caso ddado, ~o prosiga más allá i an o. cua ro delirante todavía está

Y más adelante: N o se puede oponer ninguna ob . . , fna ,P~ranoia benigna, psicógena J~~on fu~dame~ta1 a Ja. producción de .o un~co que decimos es que ~n ~ camino abierto hacia la curación s1stenc1a de una paranoia latente es os casos debería admitirse la. er~ todas las coyunturas sino , . ' la cual no conduce al delirio bp . se co d , ' unicamente en c'e t . ªJº 1 m.p,ren e asi que el delirio regr I r as ocasiones particulares· a ocas1on 11a quedado liquidad ese a un estado de serenidad cuand; compensados. Cual ui a o . c~ando sus efectos se h . teriormente, desenc~e~~rº1~ºen~~~~=~1~1~nto vital podría ento~~s~1~ti se nos ofrece es más bien a . e manera. análoga Así lo pas delirantes. aisladas, y no us~ª t::~denc1a duradera del ? eli;io, ~on ~t~~ ui traf torno, inexorable en su progr~s~º~~ en 1~ pa.rano1a expresada, de so re as cosas según una orientación' d con1unto de puntos de vista e iran te determinada..01

r.

Por. Jo demás, estos casos beni . festac1ones duraderas, y por otra ~~f: tienen, po~, una parte, manipura de todo elemento conf . p una ev0Juc1on suficientemente ~na etiología suficientementeu~onald de toda variación ciclotímica infecciosa,. de toda determinació~snud ~ ~e tod~ aportación tóxica ~ que su existencia no im ide en ocr1na o involutiva, de manera la paranoia aguda Es ~ab'dque se plantee de nuevo la cuestión de toda autonomía a ~sta enti~ad en efecto, que Kraepelin le niega . c?mo tales los tiene él como y qued lf~ casos que otros clasifican t1cas.02 ormas e irantes puramente sintomá-

¡

ranoia es un concepto de entidad

.

~~t~~nst~n a~~~~ntes sinto1máticamen~,ór~~d~u:~nel t~~~~idlo

de que tod?s los prácticamen 1 n.ace a o largo de 1as mismas í os casos un sistema debe cond ~e a misma significación" (B1eu1er op v a~t y de que todos tienen la , uc1mos a una conclusión conform 1 ' . ci ., p. 163 ) . Este criterio 0~f;h1~ deh los psiquiatras alemanes ( cf e acuer~of actualmente adquirido de r uc, p. 172 3. · nge, in ra) . 91 Lehrbuch p 1769 o2 Vé ' . . ti ase e~ su Lehrbuch, p. 1778 1 . . . tóP?s de manifestaciones clínicas No, ad d1st1nc16n que hace entre estos dos re:~~~tacomp1eto d~ 1a cuestión d~ Ja Jr~n~~o~ ofrecer aquí un panorama his· por 1a diferenciación etio16fíca d Kguda.1· Puede, en efecto, parecer e raepe in. Recordemos que Jos

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78

PSICOGENIA DE LA

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Independientemente de las opiniones kraepelinianas, conocemos ahora las particularidades de la evolución de la paranoia crónica, de sus oscilaciones sintomáticas iniciales, de los empujones sucesivos que se producen todavía en su período de estado, de su normal culminación en una forma residual,93 y finalmente, y sobre todo, de sus posibilidades de atenuaciói:i, 94 de adaptación 95 y de desarme; 96 y todos estos hechos nos quitan por completo la repugnancia a asimilarles los casos llamados abortivos o curables, puesto que en éstos observamos la misma etiología, los mismos modos de aparición, los mismos síntomas y la 1nisma estructura. En un estudio notable publicado en 1924, Lange hace una especie de repaso general de los casos clínicos presentados después de Kraepelin bajo el encabezado de ¡)aranoia. Él mismo aporta el formidable material clínico del asilo de Munich-Schwabing. Este material comprende nada menos que noventa y un casos. En su conclusión sostiene que la ¡)aranoia crónica tipo Kraepelin es sumamente rara,97 y que es legítimo asimilar al grupo kraepeliniano los casos llamados curables. Admite, en otras palabras, la unidad nosológica del conjunto así constituido. Y esto no solamente por el examen de puntos de vista fundam entales sobre la cuestión fu eron dados por la célebre lección xv1 de Seglas ( Le~ons cliniques, P arís, 189 3) , y en Alemania por el debate entre Thomsen, partidario de la paranoia aguda (Thomsen, "Die akute Paranoia", Areh. f . Psychiatr., vol. 4 5, núm . 3) y Kleist, que la rechaza ("Die Streitfrage der akuten Paranoia", Z schr. Ges. N eurol. Psychiatr., 1911, vol. 5, p. 366). Léase asimismo el interesantísimo artículo de Trénel, "Note sur la paranoia aigue", A.M .P., 19 l O, x11, p. 446, en el cual se ve muy bien cómo, pese a la crítica kraepeliniana, la cuestión sigue pendiente. Actualmente va ligada a la concepción (muy discutida ) de las rachas delirantes llamadas de los degenerados. Observemos que, para ciertas psicosis de episodios más o menos agudos y polimorfos, la concepción de una base degenerativa no ha dejado nunca de tener sus secuaces, incluso en Alemania. Cf. Bonhoffer, Klinische Beitrage zur Lehre der Degenerationspsychosen, Halle, 1907, y los traba jos de Birnbaum (véase infra, nota 131), de Bomstein, Luther y Kutner. 93 Cf. la descripción que hace Kraepelin ( Lehrbuch, p . 17 54 ) de esa etapa terminal de la enfermedad en que la convicción parece apagarse hasta el punto de quedar sin ninguna virtualidad activa y de parecer completamente verbal; la convicción se traspone entonces a un plano de resignación superior. 94 Véanse en Sérieux y C apgras, op. cit., pp. 168-206, las formas "burdas": delirio de suposición (ya descrito por Tanzi), delirio de interpretación atenuado que se aproxima a los casos de Friedmann, y fin almente variedad resignada, compatible con una vida completa (Rousseau). 95 Léase el artículo de A. M arie y Vigouroux, "Quels malades faut-il placer dans les familles?", en Rev. Psychiatr., 1900, pp. 14-50. 9 6 Recuérdese la frase de Tanzi: "El paranoico no se cura, sólo se desarma." 97 Véase Lange, '·'Ober die Paranoia und die paranoische Veranlagung", Zschr. Ges. Neurol. Psychiatr., 14 de ago. de 1924, núm. 94, pp. 85-1 52. Sobre este problema en particular, véanse las pp. 98-116.

S PSICOSIS PARANOICAS· LA ESCU

' ET.A ALEMANA 79 . 1as obse · · · , . rvac1ones mismas, sino t b 'é , d1st1co de las correlaciones en tr:~ I n dfsp~es de un estudio es taparte, ">: por otra parte los con teni as ev? uc1ones diversas por una d~term1nantes, las diferencias cara~~! ~~1~antes, los acontecimientos n1cos y las concomitancias psicopat 1~º . gicas, los coeficientes orgáo gicas. Y concluye: Una mirada de con ·u t con u ' 1· · l n ª estas correlacione . s ~os permite responder . n sz imp10 de reservas a la pa~1cul~res, pueden ser consideradafr~g~nta d~ s1 las forma.s evolutivas ªJº un angulo común . . . n ningun lugar, en efecto entre estas formas, ni desde eÍ podemos tr~zar una delimitación clara t~atando de distinguir formas punt? de v1s~a clínico y descriptivo ni nido delirante, ni a partir de 1a~v~lut1v~s ~articulares a base del co~te­ co?1o tampoco de acuerdo con 1 x~er1enc1as determinantes (Erlebnis) quier otro dato más contingente~9;s ructura. de] carácter . .. o por cual:

°

Una vez precisados Jos anteriore mos nuestro estudio de Ja evo1u ·~ puntos de nosografía, prosigaestas ·psicosis en Ja escuela 1 c1 n de las teorías psic6genas de Hem . a emana. os VIsto ya el valor caracteró e d h g no e Ja concepci6n de Gaupp Independientemente de Jo van1os a ver cómo .Ja concep~~ 1q~e pensar de ese término 9; na1. de Ja psicosis prevalece en ~rete~ er1ana del mecanismo reaccÍocos1s de los psicasténicos y e, sel mer en el estudio de esas psifactores d · ' orno re ega a segu d 1 e predisposici6n caractero1ógica. n o p ano todos los

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Lange, art. cit p 116 '1 • • v , ase supra, nota 88 A . geno, nada más · decir verdad, Gau . . (Véase fJ que Jo que hacía Krafft Ebb. p no indica, con caracter6 98 99

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~eilbron~~rr~m~f~ai:a ·::~b~u;s~ras consI?era~7;n:s e~~;;:r d~ ~~~7F~-J~~~ino~

c1s~t~ JH mWis~Io que Friedmann s;~ J:r~~~~Óg:n ~n sentido también E . I mans (de H eidelb ) no . S~~~e~~:ºJe en efect~, presentó ener~ ¿~~ ~!~~n~i~nes se hacen más

mal i~j.

precisas. de 1909 Aleman~, c~lebrado en Baden~Bade 1neud~ólogos y alienistas del d 1 n os ias 22 y 2 3 d , una comunicación ace 1 en a cual concluye que "el del ' r~a d e a "Situación clínica de la p e m~~? verdadera de Kra l ' ino e queruiancia y un aranoia , llan desde causas e.pet in. no son trastornos mentales endó~eparte de la paranoia Ja misma manera in ~nores, a partir de un carácter ue n~s, que se desarropropiamente dichasba10 todas las circu.nstapcias; no s~n t~~biera progresado de cerebral que hubie;a o sea qude no existen manifestaciones dpoco enfermedades cias· y tam progresa o de la misma ma . e una enfermeda<l pue;tos en p~~o .so~ enfermedades orgánicas sino ~á~ ~~JO ~odas las circunstanque actúa vim!ento por una vivencia diás ien esarrollos mórbidos núm. 12 p so6b6rel )cierta predisposición depresiva'::> (~nos lcazrgada de afectividad • · • euro· bl., 19091 16 }Un., ·


80

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Entre los delirios paranoicos, Kretschmer 100 se propone aislar ''un grupo absolutamente caracterizado por sus causas, su forma y su evolución''. A este grupo le da el nombre de sensitive Bezi-ehungswahn, término que podría traducirse como ''delirio de relación de

los sensitivos''. Su análisis no se refiere más que a una variedad clínica de la paranoia, pero él lo considera como un modelo válido para otras formas, cuyos marcos indica. Estudiemos, pues, con Kretschmer, el delirio de relación de los •

sensitivos. Nuestro autor no .deja de admitir una base biológica para esa psicosis. Por ejemplo, llama la atención sobre la herencia psicopática de los sujetos observados, una herencia siempre cargada, y la disposición congénita a presentar síntomas de agotamiento nervioso,1º1 debidos ya sea al trabajo, ya a estados afectivos. Pero toda la manifestación clínica del delirio, así como sus causas, sus síntomas y su evolución, quedan suspendidos de determinaciones puramente psicógenas. Es eso lo que demuestra Kretschmer. En las causas determinantes del delirio, Kretschmer .distingue tres elementos: el carácter, la vivencia y el medio (social). El carácter responde al tipo designado por Kretschmer con el término sensitivo; de él toma su nombre el delirio descrito. El carácter sensitivo, nos dice Kretschmer, no tiene nada de un estado innato y fijo, de un estado constitucional: es una disposición adquirida a lo largo de la evolución, y en la que tienen el papel principal ciertos traumas afectivos .d eterminantes.102 100 Kretschmer, Der sensitive Beziehungswahn, 1~ ed., J3erlín, Springer, 1918. Citaremos por la 2~ edición, mejorada y aumentada, de 1927. 101 Kretschmer, op. cit., p. 148. E ste síntoma de agotamiento nervioso (Er· schopfung) no se confunde con el síndrome neurológico de la neurastenia. Designa particularmente las fallas en la energía que hay que desplegar en las conductas complejas y en los acontecimientos de alta carga afectiva. Es fácil ver hasta qué punto se aproxima esta concepción a la de Janet (véase el cap. siguiente). (Kretschmer, op. cit., pp. 22-2 3.) 102 Acerca del carácter sensitivo y de su disposición a las representacionesobsesivas escribe Kretschmer ( op. cit., p . 3 3) : "Esta tendencia no es un me· canismo psíquico innato, autónomo, que tenga ya una significación fisiológica y se presente más o menos exagerado al pasar al plano m órbido; desde este punto de vista, debería clasificarse entre las malformaciones psíquicas. Nosotros no la consideramos como algo que está constituido, sino como algo que se desarrolla y, para ser más precisos, que se desarrolla según un modo psicopático reactivo a partir del carácter y de los acontecimientos de la vida." Nada armo· niza mejor con nuestras observaciones (supra, cap. 2, p. 4 5) acerca de las ne· cesidades estructurales de toda teoría de la personalidad. (Cf. también lo que decimos sobre Kretschmer en la p. 45, nota 41.) Véase también en Ewald,

, PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS· LA

S

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ESCUEI.A ALEMANA

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,ºn los datos psiquiátricos los ue h .. carac~er entre cuatro tipos ca t q 16 .an perm1t1do definir este tres tipos son: rae ero g1cos homólogos. Los otros lJ. El carácter primitivo ue . ~o c~rcuit?, y en el cual l~ ~fec8~~~:~ta r~~~c1ones primarias, de corn el se incluyen gran número de ''d se I era en actos impulsivos. 2] El carácter expansivo egenerados perversos''. su r~acción explosiva a cier~uic entrf ~~ros rasgos, se distingue por en cierta forma Ja image . um~ ac1 n de la carga afectiva Es 3] El carácte; asténico n inversa e! sensitivo. · ' que ~1 primitivo es al ex t:~oque, si se q~i~re, es al sensitivo lo reacciona1 completa. p ' y que se distingue por una atonía . Observemos que estos ti os so d . . cion~s elementales a estimufac· n efin~dos, no a partir de reacreacciones · ' · · a partir de ps1quicas totales l iones. experimental . es, sino t?s yividos ( Erlebnis) en to~ as v1vfncias, º. sea a los acontecimiens1gn1ficativo.1oa o su a canee vital y en todo su valor De la misma ma l · · nera, e tipo sensitivo · partir de reacciones pro i f que nos ocupa es definido c~rga afectiva: esta reacció! efe~~ a acontecimientos de fuerte tin~e por una falta de conducci6o en del ~omportamiento se disacc1ón; .ª esta detención correspo dn (ue detien.~ la descarga por la I~ conciencia de ias represen tac. n e a contencz?n (Verhaltung) en cz6n.104 no es sino una exa erac:~~es correspo1?-d1entes. Esta contententzon) de los complejos ~ f ~e la función de retención (Resentación del acontecimien~oeo-a ect1vos en Ja conciencia. La reprecon ella va ligado tiende y el estad~ afectivo desagradable que concie~cia. Este nlodo rea~i~n:;PJº~uc1rse ind~!inidamente en la c?ntrario de la ''represión'' ( refoi;I:m:n~ontenczon es, así, todo lo e1emplo, relega al inconsciente el ,, d) ,~ue en la histeria, por recuer o penoso.105

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Temperament und Charakter B , y carácter. ' erlin, 1924, la distinción entre tempe

1oa L

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ramen o

. os conceptos funcionales que h JI menana. del carácter, a saber Ja ca se. a an· e~ la b~se de Ja teoría kretschJa capacidad de retención (Rete . '/J~c~dad. de impresión (Eindrucks{-ahi . psychische Aktivitat) y la capac'ld;~n1ahzgkezt), .Ia activfdad intrapsíquica ri:e::~~ nen nada que ver --escrihe Kretschm: r co~duc~z6n (Leztungs{-ahigkeit), ''no tie~ artificial1nente ,): . -1 los elementos real qdue .se relacionan es con las unid d na is1sl . e a psicología teórica· ' es ec1r con la . a es comp e1as de la 'd , . , con la refJ .', s percepciones unidas a emoc. v1 a ps1qu1ca d d ex1on y la dirección vol t . . iones, con los recuerdos eio4escarga voluntaria y afectiva". un aria, incluyendo los síntomas corporale; Kretschmer, ru, cit p 105 !bid ~r· ., . 33 . ., pp. 37. 38. Kretschmer 1 ' reconocer en el estudio de los obsesos ~a r~fs~~~~~nª dFreud el no habe: sabido e estos dos m ecanismos.

~~d~;entales obten~dos

p~r/Jio:Z~·'

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ARROLLO DE LA PERSONAI.JDAD PSICOSIS PARANOICAS COMO DES

bsesional Janet ve ante todo mecaMientras que en la ne~r~sis ? fisiológicas Kretschmer reconoce nismos fundados en insu d cienci~s d por los' acontecimientos de la en ella 106 un desarrollo, etermina o t·enen un alcance ético, aconvída, principalment~ por aq~e~o~eq~: v~da profesional. Su influencia tecimientos de la vida sexua f tipo de reacción personal; que, es la que hace que el suj.~to ~r1?~ ~u 1 ansiedad 107 pase a la re~re­ por ejemplo, de la rea~cion triv1a e ~na especie de sensibilización sentación obsesiv~,. y f1nalmen~~~fo~fs obsesional. La representación trasforma ei1 representaciones paraa los choques tnv1ales,. ~ consciente del tr~uma ~nicia se e le han estado asociadas, pero que sitarias ( Fremdkorperbildung) ~u 'f' t' con ella Es ése el meca· ' n vínculo signi ica ivo · , 1 . no tienen Yª. ningi:/ K h duce en apoyo de su teoria a gunismo de la inversi?n. r~tsc m~ .ª los cualas legitiman su connos casos de obsesionesdhipocon ria~~s,distancia entre obsesión y de. , de que a menu o es mei1or c1usion .. t lirio que entre un delirio y o ro.. los que don1inan en los Estos mecanismos representativos ~~nos prevalecerán por el contipos obsesivos .. ~n l~s de~ra~tes syen!~:~as no present~das por los trario, las insuficiencias a ec ivas ' primeros sino ~n esbozod. f ti os se clasifican en esténicos y asEn efecto, si los esta os a ec vd .' su capacidad de exte/ . · tensidad su uracion Y . ténicos segun su in . . ' ede comprobar una cunosa m~zriorización, en ~os se~si~ivos (s.e tpu 'dad de los sentimientos intenocla de tendencias esten~c.as 1 ind edns1ten·orización falta de conduc. d ) té icas ( dif1cu ta e ex ' d · riza os y ~s, n . , ). E tas últimas son las que ?min~?' ción, retenc1on y conte~cion . .ós roducida por la sobrest1macion pero al precio de una viva tensi n Esta tensión 108 es la que esténica de los fracaso~, d; ?rde~et~r~~~ante en los delirantes senconstituye el factor psicologico t' ompletamente subyugados por sitivos, los cuale~, en sué~a, es an l~s que h en1os visto t1n compolas tensiones sociales y t1ca~, en nente esencial de la personalidad .. t está formado en efecto por El conflicto central, e~ estos sde os, . ferioridad en el orden étiel sentimiento que ex~erimentan e ~ua~o por cada fracaso vital Y . · t que viene a ser reaviv .6 co, sen tim1e~ o . la conciencia por la contenci n. que es reanimado sin ces~: en mente reaccional del amor proDe ello resulta un~ e~a~taciodn )ura ltación primaria del amor prodistinta e a exa . p io' completamente . . 109 pío en el su1eto es ténico. .

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Ibid., pp. ·33-40. análisis del comportamiento 1el escrupu· .d 33' el finísimo 101 Léase i bi ., P· 109 Ibid., p. 24. loso ansioso simple. 108 Ibid., p. 148. 1 06

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA ALEMANA

83

Así, pues, el sensitivo se distingue del expansivo por la inferioridad considerable de su fuerza psíquica y por el conflicto interno que de ahí resulta a causa de sus predilecciones éticas; esta estructura ''se comprende por sí sola'', dice Kretschmer,110 que recurre así directamente a las relaciones de comprensión. En la pintura que Kretscl1mer hace de estos sujetos de tipo sensitivo vemos que les da, por una parte, ''una extraordinaria impresionabilidad, una sensibilidad sumamente accesible y vulnerable, pero también, por otra parte, cierta dosis consciente de ambición y de tenacidad. Los representantes acabados de este tipo son personalidades complicadas, muy inteligentes, de valor muy alto, hombres de sensibilidad fina y profunda, de una ética escrupulosa, y que en las cosas del corazón son de una delicadeza excesiva y de un ardor completamente interiorizado; son víctimas predestinadas de todas las durezas de la vida. Mantienen en sí mismos profundamente encerradas la constancia y la tensión de sus sentimientos. Poseen capacidades refinadas de introspección y de autocrítica. Son muy susceptibles y tercos, pero, al mismo tiempo, particularmente capaces también de amor y de confianza. Se tienen a sí mismos en un justo aprecio, y sin embargo son tímidos y están llenos de inseguridad cuando se trata de producir algo suyo; vueltos hacia sí mismos y sin embargo abiertos y filántropos, modestos pero de una voluntad ambiciosa, poseen, por lo demás, altas virtudes sociales''.111 Lo que se desprende muy claramente de esta descripción es que el carácter sensitivo no puede considerarse como una disposición constitucional o afectiva simple, sino que representa una personalidad en toda su complejidad. Si nos hemos detenido algún tanto en este punto, es porque queríamos llamar la atención sobre él. El s~gundo elemento descrito por Kretschmer en la etiología de la psicosis es un determinado acontecimiento: un acontecimiento esencialmente caracterizado por el modo como es vivido, porque es eso lo que expresa directamente el término alemán Erlebnis (''vivencia''), que se opone a Geschehnis. La vivencia, la experiencia original que determina la psicosis, es aquella que le revela al sujeto ''su propia insuficiencia'', aquella que ''lo humilla en el plano ético''. El sentimiento del fracaso moral conduce al sensitivo, con su falta absoluta de egoísmo robusto, con su Ibid., p. 39. 11 1 Ibid., p. 148. Todas las traducciones que damos del alemán son personales. Pretenden ante todo ser exactas. 110


PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA ALEMANA DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD PSICOSIS PARANOICAS COMO .

84

. vida interior concienzuda, ~ un profundidad Y. su d.el1cadeza, c~~a~~ra inexorablemente a luch~s ' i~te­ conflicto consigo mismo, Y lo. ue son tan secretas como inut1les. riores que van cada vez mas le1os,.; ~ de la serie de representaciones Bajo la influencia del reg~~so ~e~~:~ntal que llega hasta. la desespereprimidas, se crea una t~ns1 n una reacción crítica, en la cual la exración· este estado cu11?in~ en d l'rio de relación que -representa perien~ia primaria se lcr1stal~za: ~d~f de~~recio interior de sí mis~~· Lad manifie~tamente el caco, ex erio la vivencia representa en el del1r10 e interacción entre el caracter y . l de la enfermedad.112 relación sensitivo la causa esencia

d

ocar una experiencia como la desEn tre los hechos. c~paces ri~~;º~ano los conflictos éticos de ord~n crita Kretschrner situa en ~ . pd 1 masturbadores· :amor tardio ' fl' t de conciencia e os ' b t ) sexual (con ic os ' erversi6n contra la cual s~ coro a e . de las solteronas~ caida e~ .una pun apel exclusivo: en ciertos casos, Pero estos conflictos no tienen f p. ales los que desempeñan el . lo son los fracasos pro es1on por e1emp , . , papel determinante. . , . edio social El medio actua soEl tercer factor. etiolog1co esf el md d ''segú~ una fórmula única: bre ·1a manifestación de la en en_nte ª.6 opri'mente'' 11s Tal es, por ., io en una si uaci n · tension del amor prop .t 'ó de ''las 1·óvenes solteras ' K tschmer 1a s1 uaci n . . ejemplo, segun r~ . ' f . 1'' de ''las solteronas provinciaque tienen una ac~ivid,~d dpr~'lesio;:todidactos ambiciosos de ex~rac­ nas a la moda antigua '. e .óos ' típica es ''la situación social y ción proletaria'' .114 • La situ:ci n :as de escuela fértil en pretensioespiritual, t~n ambigua, de mJ~~ ~inguna con~agración, situada en nes y que sin ~robar&º nobre bien asegurada, a causa de una un plano superior y ~in ero arg?, no formación espiritua~ incompleta . de la etiología de la psicosis c~nKretschmer termina este examen . ''la acción acumulativa d 1· · t · e su ongen en · cluyendo que ' e~ e ir~ ien d'sposici6n de carácter típico, con la de vivencias tipicas so re una ~stelación social típica''. y agrega: añadidura frecuente de una c? 1' . s han acarreado una conten''Cuando estos tres factores ps1co ~i~~ . o del agotamiento (véase ción mórbida, entonces e: factor i~i~lg;ara 1a manifestación de la supra) ofrece un concomita~te esen la inversa el estado de fatiga enfermed~d, del dmisfm~l.mto o qp~~~~r lugar la ~parición de contenneurasténico pue e aci i ~r. en '' 115 ción en los caracteres sensitivos. 112 Ibid., p. 149. I bid., p. 150. 114 Ibid., p. 150. 115 Ibid., p. 150.

11s

85

Acabamos de ver los tres fac~ores psicológicos que dominan la etiología. Pasemos al estudio de los síntovias. Sobre la semiología, Kretschmer escribe: El núcleo del cuadro mórbido es un .delirio de relación concéntrico, fundado sobre una base afectiva que presenta todos los grados, de la inseguridad humillante a la. autoacusaci6n, experimentada hasta la desesperación. Toda la semiología se concentra en tres motivos: 1] El contenido representativo y el estado afectivo están absolutamente centrados, dura.n te el período de estado de la enfermedad, en torno a la experiencia patógena; 2) Los síntomas de la psicosis sensitiva representan el efecto exaltado de las propiedades del carácter sensitivo; 3] El cuadro mórbido suele estar coloreado de síntomas de a.gotamiento.116

Veamos cómo desarrolla Kretschmer esos tres puntos: 1] ''La experiencia decisiva, con la situación vital que subyace a ella, lo es simplemente todo. Si la quitamos, la enfermedad quedará reducida a nada. Con su repetición en la obsesión, la vivencia constituye el objeto siempre nuevo de los remordimientos represivos, de los miedos hipocondriacos ... , de los accesos de ansiedad y de desesperación, de los vanos esfuerzos de la voluntad; es ella la fuente del humor y la meta de los pensamientos; todas las ideas de perjuicio y de inquisición por parte de la familia y de los camaradas, del público y de los periódicos, todas las angustias de persecución provocadas por la policía y la justicia, proceden de ese acontecimiento inicial y a él vuelven." 117 2] Todos los rasgos de la personalidad sensitiva reaparecen, exagera.dos, en el delirio, y explican los contenidos mismos del delirio, las oscilaciones de la convicción (vaivenes entre la representación obsesiva y la convicción delirante), la intensidad afectiva de los p~roxismos, la ausencia ordinaria de reacciones agresivas, su carácter únicamente defensivo en ]os casos puros, el acento hipocondriaco del cuadro, la amargura que se experimenta a causa de la propia inutilidad, el esfuerzo hacia el restablecimiento y la confianza con que se acude al médico. En el desarrollo de estos síntomas entran en juego los mismos mecanismos de contención y de inversión que Kretschmer describe como propios del neurótico, pero, al paso que en el neurótico el proceso de la inversión hace que se forme en la consciencia un complejo representativo que no está sino asociado con el complejo 116 Ibid., p. 151. 117

Ibid., p. 151.


86

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARR·O LLO DE LA PERSONALIDAD

del trauma inicial y que es sentido como algo ·parasitario, en el caso del psicótico ese mismo mecanismo, al proyectar sobre el mundo exterior un complejo de formación análoga, lleva a cabo contra 1 el sentimiento de insuficiencia étic·a una defensa " superior, con mucho, a la primera''. 118 3] El estado nervioso de agotamiento psíquico, finalmente, da al cuadro, siempre según nuestro autor, ''un giro completamente distinto de la instalación pura y simple en la enfermedad, que es lo que se observa en el parafrénico ... , y distinta, sobre todo, de esa derrota representada al cabo de una semi-luch a, que luce irónicamente a través de las psicosis más complicadas de los histéricos. Refleja el estado de seres humanos que, a menudo durante años, han man tenido en el extremo de la tensión sus débiles fuerzas para atormentarse a sí mismos con sus conflictos. Lo que de allí resulta no es solamente la acentuación dominante de los síntomas corporales neurasténicos que introducen la psicosis y la acompañan, ni la fatiga del cuerpo y las resistencias que manifiestan con una rapidez cada vez mayor en la ejecución de los trabajos profesionales, ni el profundo sentimiento de insuficiencia, sino, además, esos estados intermitentes de inquietud y de incapacidad para concentr.a rse, el aire de sufrimiento traicionado por la IJ1Ímica, la labilidad lacrimosa de los sentimientos y las alternan~ias características entre la hiperexcitabilidad y el relajamiento profundo y apático". 119 El delirio de relación sistemático, con conservación de la lógica y de la reflexión, no es descrito por Kretschmer más que como la forma sintomática más frecuente, si no la más típica, de la relación delirante del sensitivo. El autor llama la atención ''sobre la masa enorme de las ideas de relación, que son de una abundancia sin otro ejemplo, y sobre la delicadeza de sus ramificaciones, sobre el espíritu de combinación que nunca se harta de construir las correspondencias más ingeniosas a propósito de conversaciones de la más cotidiana trivialidad, de artíct1los de periódico, de la profesión y de 118 Cf. Kretschmer, op. cit., p. 57. Compái;ando los casos de dos enfermas, el de "la h ija del guarda forestal G ." ( ibid., p. 3 5) y su célebre caso de la delirante erotómana Renner, muestra cómo, a partir de una misma representación traumática inicial, ' 'una de ellas deriva la idea obsesiva de que no le es lícito causarles a sus contemporáneos la ofensa de una sola de sus miradas, mientras que la otra tiene el sentimiento inverso, o sea ~1 de que sus contem· poráneos, con el solo hecho de dirigirle a ella Ja mirada, se ponen a ofender· la". '"Este rasgo -añade Kretschmer- es característico para hacer la <listín· ción esencial entre las personalidades que tienen neurosis de obsesión y las que tienen neurosis de relación, aunque por lo demás las dos neurosis estén estrechamente emparentadas." 119 Kretschmer, op. cit.~ p. 152.

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS· . . LA ESCUELA ALEMANA

87

los ires y venires de los vecinos de un que se abre, de un ruido de la c'a1 f 'óroce de ropa, de una puerta p e acc1 n etc '' 120 ero, al lado de esta forma tí . l ' . . . formas de psicosis sensitivas L pica! e a~tor distingue otras tres aguda sensitiva (akuter disso~iati~e;r.;,e~a . e ellas es la confusión una etapa crítica de corta du . , . a nsznn), que aparece como ves de la psicosis sensitiva r~c~on ~r~p~nde a los casos más grapor esbozos de disociación· s' s ~ ~ nsinn. agudo se manifiesta lectuales emparentados con 1 p iqtuitca,. es decir, por síntomas inte. a ca a onia y con la · fr . por e1emplo sentimientos de . fl . 7~qu1zo en1a, como trasmisión del pensamiento ind uenc1a, - de acc1on a distancia, de .o y e . extraneza, por un relajamiento de las asociaciones za'' 121 El d' , '. y p r tendencias a pasar al delirio de UT d · 1agnost1co puede d 1'f' .1 . 1 ~-an e. esquizofrénico verdadero. ser ici si 1ay un acceso evolutivo Las otras dos formas son la rach d z·

tipo neurótico obsesiona[ (sprunghaf:e ;¡;~n~~l;mparentada co1! el Zwangsneurose), que se caracteriza . n z. ung nach Art ezner cias, y por último la neurosis d 't po~ ,,su fugacidad y sus reinciden. estados ''en que el valor de el~~ ~aczon, q~e abarca todos aquellos ción permanece más acá de ~ea I ,ª . conce.d1do a las ideas de rela·

Estos estados son e los ~m1tes asignados a la psicosis'' .122 cuentes en las tC:rm~s s~7ª' . as ormas at~nuadas del delirio, frellamado delirio de los mas:ur~g~ras (por e1emplo en el grupo del secundarias que suele de1·ar el ~ º1~~s)' y sobre todo en las secuelas . e 1r10. E st os mismos tres factores d t . d los síntomas, son los tres con' u~ erm1na os por la etiología y por en el estudio de la evolución . q nos vamos a encontrar de nuevo

La evolución, dice Kretschme

f' 1 . medad. ''Esta evolución es ~l ct~n irma a ps1cogenia de la enferligeras no suelen caer en las ~a~~;a~~nt~ d~avo~able.:' L~s psicosis t. me ico e asilo, sino en -las del médico de consultorio oportuno 123 tienen d par icular. Tratadas por él en . tiempo . ' que esaparecer complet t d · rrecció~ completa del delirio. amen e, e1ando una coD e ciertas formas com 1 d 1· · d después de manifest;c· o e e ir10 e los masturbadores,124 incluso completamente curabl~~~es graves, parece que puec1e decirse que son 120 ! bid., p. 152. 121 !bid., p. 153. 122 ] bid., p. 154. 123 Kretschmer señala ( op. cit . ) 10 la frecuencia de Ja " bl' . ., P: . , en correlación con estas curaciones, 124 Vé 'b .d su zmacz6n relzgzosa". ase z z ., PP· 9 3-96, el caso Pernsperger.


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88

ARROLLO DE LA PERSONALIDAD P SICOSIS PARANOICAS COMO DES

. mino ''la concepción delirante En los casos que está!1 a medio ca n~ obstante, la consciencia asa al segundo plano sin que aparezca, P ,, 125 . d d d de la en f erMt; a · . . ensitivas que han mostra o Por último, incluso en las psi~?sis s da no hay que desesperar, manifestaciones grav~s de confus1ond~fu o; Kretschmer,126 han cu~oblser:':a pe ha durado de tres a seis y tres casos de' esad indole, a evo uc1on qu minado, despues e un osis de situación resultado que se años más o menos, en una neur . e com ara Ía gravedad de los puede considerar como favor~ble, s1; perm1tido la reanudación de síntomas con el estado actua ' qu: a bargo que el delirio puede la actividad pro~esio~al. Parece, sin la n~urosis. tener una reinc1denc1a en el ~;rreno h 0 más nítido de lo que · d la evoluc1on es mue . . · d 1 El comienzo e . d . .d. .dad en la que insisten as esda a entender la noción e i!1s1 iosi G , · d Kraepel1n y de aupp. · 1 cripciones c as1cas e ' t. t .d por la viva react'ividad ps1coU n punto notable esta c~ns i u1 o dos afectivos normales en sí lógica de la enfermedad; c~ertos e~tala sicosis a la influencia de nlismos están menos s?met1dos de pdomicilio cambio del lulas constelaciones exteriores: cam. iotos medios sociales críticos. En a . ·a regreso a c1er b t 1 gar en que se ra b e' todo se man1.f.iest an oscilaciones de 1a cur-. los casos graves so r l·g os se distingue mejor una dom1va semiológica. En los casos 1 er nante depresiva. tiene nada de esquemat1co: .6 0 1 Como pued~ verse, l~ evo uc1 ; ~21 evolución prolongada durancuraciones rápidas, reacc1on~J agu 1 evolución con reincidencias te muchos años co~ curac1 n re a ~v:te determinadas, o bien oscimotivadas por ocas~ondes ahs~lutf1:1go de años en la frontera entre laciones que se ext1en en a o ~ . . te y su base neurot1ca. ., . l d el brote e iran . a· el delirio de relac1on sens1Es posible, sin embarg?, .1n ,1,car para tivo ''tres rasgos caracter1st1c?s 'd: d .cológica en todos los estadios 1] la vivacid7d de su react1,,1 a psi de la enfermeaa?; .6 los casos puros y ligeros; 2) su tendencia a la cur~c61 ~d e~a personalidad incluso en los ca3] la completa conservaci n e ' sos graves. ' 11 d l tención sobre estos casos. 125 Friedmann babia ama o a a d delirio erotóm.ano en solteronas, tan 126 Son ante todo los dos casos e casos iniciales -el caso R enner, bien estudiados por .Kre.ts~hmer Y que(~~~n:;s en la obra citada, PP· 42-65, la

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con sus síntomas disociat1v?s grav~~ caso Feldweg (pp. 65-76)-, y ese ca~o observación y su comentario ) , y bl todos sus puntos con una paranoia de delirio de masturbador, compara crónica, que ~s el caso, ~renner (Pfiuge (Jretschiner, op. cit.~ PP· 116-130). 127 Cf. el i11teresant1s1mo caso

es;.9o .

PSICOGENIA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: LA ESCUELA ALEMANA

8<j

Si hemos dedicado un espacio tan amplio a esta descripción, es porque nos parece una de las expresiones más elaboradas del punto de vista que exponemos en el presente capítulo, a saber: la paranoia considerada como reacción de una personalidad y como momento de su desarrollo. Estos tres factores, carácter, vivencia y medio, que determinan la etiología, los síntomas y la evolución, deberán ahora relacionarse con los tres términos de la definición que hemos dado de los fenómenos de la personalidad (véase supra, p. 39) . Encontramos: 1] En la determinación de la enfermedad, un carácter que es concebido esencialn1ente como un momento del desarrollo típico y comprensible de una personalidad (supra, pp. 80-83 ); la evolución del delirio no aporta al cuadro ninguna discontinuidad psicológica fundamental (véase p. 85). 2] En la determinación de la enfermedad encontramos una experiencia vivida (''vivencia'') constituida por actitudes vitales asténicas (supra, pp. 82-83) y por la proyección sobre el plano de los valores éticos (progreso dialéctico) del sentimiento de insuficiencia concomitante. Este proceso ideo-afectivo se manifiesta en los fenómenos de represiói1 y de inversión que constituyen el cuerpo de los síntomas (supra, p. 86); estos fenó1nenos son, esencialmente, una hipertrofia y una atipia de las imágenes ideales del yo en la consciencia; la evolución típica no muestra fenómenos de despersonalización. 3] En las causas determinantes, encontramos finalmente la influencia del medio, traducida por esa tensión de las relaciones sociales que es característica de los fenómenos de la personalidad; la apreciación ética de la lucha por la vida (autonomía de la conducta) y los instintos éticos primarios nlanifestados en la afectividad128 (hechos de participación) desempeñan un papel decisivo en la formación del carácter, en la manifestación de los síntomas y en su organización. El mecanismo de la inversión entra en juego en el registro de esta tensión social (véase p. 86 y la nota 118). Por último, la evolución reacciona en el más alto grado a las modificaciones de esa tensión (véase pp. 87-88). La concepción kretschmeriana de la psicosis es, pues, enteramente psicógena. Vemos, es verdad, que en ella intervienen ciertos factores puramente .biológicos, pero esto sólo a causa de su influenA1udin1os a los instintos éticos primarios de que habla Bleuler ( op. cit., p. 37 ) y que se traducen, incluso en sujetos muy inferiorizados ( in1béciles), en manifestaciones de amor o en posibilidades de abnegación. Esta ética primaria, que constituye el valor afectivo de los conceptos morales, es muy diferente, según observa el propio Bleuler, del desarrollo cultural de esos conceptos. 1 2s


90

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD 1

cía sobre el carácter, que Jo es todo en Ja reacción delirante. " En esta concepción, manifestación del mal, slntomas y evolución están esencialmente determinados por el conjunto de Jos factores (historia, medio) que han concurrido a Ja formación de Ja personalidad, y también por Ja estructura misma de esta personalidad en un mo· mento dado.razón, Kretschmer no se muestra de ninguna manera Por esa preocupado, en sus consideraciones doctrinales, por no haber des· crit<> más que un tipo particular de psicosis paranoica. No ha que· rido, en efecto, como él mismo nos lo dice, demostrar otra cosa sino que "cuanto más sensitivo es un carácter, tanto más espedfi· camente reaccionará, en dado caso, a un complejo de culpabilidad 130 por un delirio de relación de estructura fina" . Es eso mismo Jo que Lange expresa al decir que, en los meca· nismos sensitivos, se trata de leyes psicológicas comunes que "en los caracteres sensitivos operan con mayor frecuencia que en los demás" . otros tipos de reacciones paranoicas, Kretschmer esboza En Jos Ja demostración de que todas sus particularidades se explican de manera análoga, a partir de una evolución caracterológica diferente. Entre ellos está el delirio de combate (identificable en parte con el delirio de reivindicación), que se desarrolla sobre el fundamento de Ja personalidad expansiva. En forma parecida, Jos OO!irios ima· ginativos llamados de los degenerados,"' para cuya nosologla se re· mite Kretschmer a la doctrina de Bimbaum, se manifiestan sobre el fondo de las personalidades llamadas primitivas (entre las cuales se cuen tan Jos impulsivos, 1os amorales, etc.: véase supra, p. 81) . En efecto, al contrario de lo que es Ja estructura ética del delirio de relación sensitivo, estos delirios imaginativos fugaces, que Kret· schmer compara pintorescamente con "las hojas que se desprenden en remolinos de un árbol mal enraizado",'" parecen ser ciertamente "los productos lábiles fantásticos, semi-lúcidos, de Jos deseos y de Jos miedos superficiales", en Jos cuales se manifiesta el carácter sin pro· fundidad y sin coherencia que se ha desarrollado en Jos degenera· "' Esto aparece, con algún exceso incluso, en los trabajos de Kretschmer sobre los delirios por debilitamiento cerebral traumático. Los efectos del dafiO cerebral son estudiados por él no tanto en su acción biológica directa cuanto

en las reacciones que determinan en el carácter. 1 3 0 Kretschmer, op. cit., p. 12. '" Para su definición nosológica, Kretschmer remite a Jos trabajos de Bim· baum, Psychosen mit Wahnbildung und wahnhafte Einbildungen beí Degenerierten, Halle, 19 O8, y "l)ber vorübergehende W ahnbiJdung a uf degenerativer Basis", Zbl. Nervenh. u. Psychiatr., 1908. i32 Kretschmer, op. cit., p. 161.


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'

PSICOSIS PARANOICAS COMO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Por diferente que sea de la doctrina constitucionalista, la concepción kretschmeriana de la predisposición del carácter deja, sin embargo, una acción determinante (que puede parecer ambigua) al carácter anterior a la psicosis. Este paso mismo ha quedado franqueado en las investigaciones de Kehrer, que se orientan más francamente aún en el sentido indicado por Bleuler. Kehrer avanza en el camino preparado por la luminosa demostración kretschmeriana de la relatividad entre el carácter y las vivencias. Deja atrás muy claramente la concepción del sensitiver Beziehungswahn demostrando que, para la comprensión de la génesis de la paranoia, la diferenciación típica del carácter no importa tanto como la reacción de comportamiento específica de los conflictos vitales típicos. ... Los mencionados trabajos de Kehrer 139 contienen observaciones que se distinguen, como dice Lange, ''por la minucia inigualable de la investigación en tomo a la historia del enfermo, y' por el rigor con que, en el curso de esta historia, sabe el autor poner de relieve los puntos pato trópicos''. . He aquí cómo concluye la última observación publicada por él a este respecto (caso Else Boss) : Gracias a la observación de t odo el conjunto de la ·personalidad, observación realizada con el máximo de uniformidad que n os ha sido dado alcanzar, h emos llegado en nuestro caso a una plena comprensión del nacimiento, de la estructura y del cuadro mórbido, [lo cual quiere decir] que, gracias a ese conocimiento de la estructura psíquica de la personalidad de que se trata, tal como se expresa en el psicograma. completo, h emos podido imprimir las marcas de la mayor verosimilitud a la siguiente conclusión: que, de todas las reacciones psíquicas que ofrece a nuestro conocimiento la vida de las personas sanas y de las enfermas, las reacciones que h an aparecido son exactamente las que se hubieran previsto.1 4º

La con·clusión de esta serie de trabajos se expresa en una fórmula debida a Bleuler, 141 suscrita por Kretschmer,142 y que Kehrer lleva a su máximo de eficiencia: ''No hay paranoia, sólo hay paranoicos." A veces, en efecto, se manifiesta un parentesco mucho más granVéase Kehrer, "Der Fall Amold: Studie zur neueren Paranoialehre", Zschr. Ges. N eurol. Psychiatr., Bd. 74, 1922; "Erotische Wahnbildungen sexuellunbefriedigter weiblicher W esen", Arch. f. Psychiatr., Bd. 65, 1922. 140 La última palabra de esta concepción doctrinal se da en la obra de Kehrer y Kretschmer, Ober die V eranlagung zur seelischen Storungen,. Berlín, Springer, 1924. 141 Véase el capítulo ya descrito, "Der Paranoiabegriff". 142 Kretschmer, op. cit., p. 183. 1 39

P SICOCENrA

DE LAS PSICOSIS PARANOICAS· · • LA ESCUEI A AL d 1' · · EMANA

de entre el e ir10 y una reac '6 93 . ' a!ejada de él en la nosograff; n ps1~opati~a. que figura como muy c16n, p~r ejemplo) que entre actu~ ( del1?0 y neurosis de relade relación y delirio de reivind. dos.'tipos ve~1nos de delirio (delirio Tal es la conclusión mu d ~c:c1on, por e1emplo). a Ja que ahora nos e; re~s is inta de las tesis constitucionalistas s~rvadores, antes de apoftar p~r o~~?er las objeciones de otros oh~ s10Se~ de nuestra propia observació~mo a este problema las conclu. enalamos, para terminar el h s1do posibles en Alemania ' raciaseca o de q~e esos progresos han d.~ u~ Bleuler, pero tambié~ gracias 1~ geln1al penetración clínica c1on e. trabajadores que se ha em -a ce o de toda una generaobservac1ones precisas y com 1 penado en dar de estas psicosis s~~tomas del delirio en ~s~~asdeen 1a~~ua1es ~e registran no sólo icac1 n cuyo valor queda su 'eto un iagnó.st1co y de una clasienfermo. Por nuestra parte t:at a reservas, s1no la vida toda del no sea indigna de esos trabajos. aremos de que nuestra contribución

h

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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

PSICOSIS PARANOICA COMO 4. DETERMINADA CONCEPCIONES POR DE 1tN PROCESO ORGÁNICO

h t dónde han avanzado la.s En el capítulo ant~rior mostramos n :~ ~sfuerzo por reducir las ps1cl.011es de eminentes autores e concep . d la personal" 1dad · Estas reacciones . cosis paranoicas a reac~1ones "6 e en un desarrollo psicológico com. . de s1' m1·smo1 que se caractenzan por su 1nserc1 d . nde la concepción prensible, por su <lepen. en~1a o ia de )US relaciones con e metiene el sujeto y d~ la Itens¡?':nfuof' de tal. definición, Jo único .:¡u~ dio social. Al precisar os er untos en que hay unan1m1 a hemos pretendido es destacar los los rasgos propios de Jos feentre los distintos autores acerca .

!:e

. , . acerca de las psicosis p~rano1cas, nómenos psicógenos. Estas investigaciones ps1cog,e~¡cas son fecundas desde mas de un "ndependientemente de sus exi os, 1punto de vista. . · de . d ce a no olvidar el valor prol:'10 d los la En primer luga~ no.s in u un delirio no es un ob1eto e , tomas de la psicosis. Porq~<; f' . que un punto doloroso o sin is1ca, . de 1os commisma naturaleza que un~ les1on d ce un trastorno electivo 1 ue un trastorno motor. ra u fermo: de sus actitudes men_ta es, q t mientos más elevados del en . d d Más aún: el dehno .no por a . . . d conducta en soc1e a . . é de un simde sus 1u1c10s, e su d' t ente· lo significa a trav s . expresa este trastorno . ir~c1::0 n~ es unívoco, y tiene que ser inb lismo social. Este s1m o i 0

terpreta · ue estemos en cuan to a los, erro· do. En efecto, por muy sobre .avis~ q re nos toparemos en el con ro ios del interrogatorio, s1~mp ue para expresar la conno pu,et vicción delirante, sin toma . ' y corriente, que no esta ecd ue del lengua1e comun . · sólo para el uso e . ' v1rse mas 9. . d 1 matices mórbidos, sino . "ón exprepara el anal1s1s e os 1 O sea que la conv1cc1 las relaciones humanas no;~a es. .

~~st~cufos intrlnse~os. P.st~~ ~~n:~~~~~r:~, ~¡ ~nfermo

s~~

sada sigue siendo problemabca. os informemos sobre el coniun~~ Por eso no es superfluo que n La concepción subyacente que., de la personalidad del enfermo. valor del síntoma: una . co_n,v1cc10~ tiene de sí mismo trasfo~ma e~ hiperestenia afectiva pnm1t~a, ·Ón orgullosa, si se funda so r~ ~:aduce una defensa contra la o ses1 tiene el mismo valor que si [ 94 ]

95

de un fracaso o de una culpa; controlaremos asimismo los datos del lenguaje mediante el simbolismo más grosero, pero quizá más seguro, de los actos del enfermo, de sus reacciones sociales, donde aparecerán nuevas diferenciaciones capitales. Así nos enseñaremos a juzgar la evolución de la psicosis, no a base de la mera persistencia de afinnaciones delirantes, más o menos solicitadas por el interrogatorio, sino a base de hechos de actitud práctica del enfermo, de adaptación de su conducta social y profesional. De ese modo la evolución hacia la atenuación, la adaptación e incluso la curación de la psicosis - hechos, en suma, reconocidos por todos los autores- vendrán a corregir la primera noción de la irreductibilidad del delirio. Esta irreductibilidad, más o menos duradera, más o menos profunda, se manifiesta sin embargo. No por ser relativa deja de ser menos cierta. La acción perturbadora que normalmente ejerce la afectividad sobre la aprehensión normal de lo real explica en parte la irreductibilidad del error. Aquí radica lo esencial de la psicogenia reacciona] del delirio, tal como el análisis de casos concretos se lo ha revelado a observadores minuciosos. No obstante, vemos que en sujetos normales estas rea~ciones de la afectividad van seguidas de variaciones contrarias, las cuales atenúan y permiten corregir las ilusiones nacidas de las primeras. Si, en cambio, se admite (con Bleuler) la permanencia del conflicto generador, la clínica nos hace saber que este conflicto está condicionado, las más de las veces, por las disposiciones íntimas del enfermo. En tal caso hay que recurrir (con ese autor) a una estabilidad particular de la afectividad. Quienes adopten cualquiera de estas dos explicaciones deberán sostener el reproche de elevar a la categoría de causa la simple trasposición verbal de los hechos. No creemos, sin embargo, que sea una ganancia desdeñable el ha-1 ber hecho retroceder lo más posible el ultimum movens mórbido, y demostrado sobre qué elemento conocido del funcionamiento psíquico es preciso situarlo. Existen, ciertamente, factores orgánicos de la psicosis. Pero entonces nuestra obligación es precisarlos en toda la medida de nuestras fuerzas. Y si se nos dice que ésos Son factores constitucionales, lo admitiremos de buena gana, con tal que . no sea eso el pretexto para una satisfacción meramente verbal, y con tal que a la existencia de tales factores respondan, si no certidumbres biológicas actualmente difíciles de conseguir, por lo menos verosimilitudes clínicas. 1

Esta critica le fue hecha a .Bleuler por Westerteip (véase el artículo cinota l. ra, p. 133, nota 1O5) . Bleuler le con testa en su obra citada, p. 140, tado inf


96

I

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGANICA PSICOSIS PARANOICA y PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA

. .6 de las teorías que acabamos de Ahora bien: la sola exposici n t •t '6n esta' le1·os de imponerse cons i uci . a11'i resumir revela que seme'ante J - l ' ocas Por el contrario: a todos los clínicos con se~a %n1vpare~e haber acarreado una donde esadeconcepción ,tri~~iena ºq'ue un descubrimiento de hedistorsión los hechoshamas

97 * trastornos del humor, más o menos larvados, de la psicosis maniaco-depresiva;

e:

2

I

* disocíaci6n mental, más noides y de la esquizofrenia;

* determinismo, más o menos estados tóxicos o infecciosos.

chas nuevos. . canee ción de una genes1s comEs aquí donde se introdu.ce ~a ~ Le1·os de ser una reac. . d 1 ps1cos1s paranoica. . pletamente distinta . e a ible psicógenamente, la par~n.01a ción de la personal~d~d comprensn proceso de naturaleza organica. vendría a estar condicionada por u os aparente que los que se Este proceso es menos gra.ve .º men. co depresiva en la esquizo1 psicosis man1a ' · impone reconocer en a . t ' ·co Pero es de la misma · · de origen · frenia o en las psicosis . . oxi 1 laboratorio ha revela do alnaturaleza. En todas estas ps;;o~1s e funcionales si no lesionales, teraciones humorales . o ~~~ro t~~~~te aseguradas dejan de hacer que no por quedar ms? ic1en determinismo orgánico del trastorlícito afirmar el predominio d~l d tos en las psicosis paranoicas, no mental. A~n9ue falten h~c::na: admitir su identidad 'de natusu andadura cl1nica puede . T 1 la tesis de gran numero de 1 · sis orgánicas. a es . raleza con as psico tidarios de la psicogenia. autores que se oponen a los par el examen atento de la evoEsa tesis pretende e~tar _funta?a ~: mostrarles a sus autores un lución clínica de ~a psicosis. e1os e este examen les revela es que desarrollo psicológico regul~~' lo qu e se crea el delirio, los puntos los momentos de la evolucio~ edn qu e manifiestan con trastornos 1 · · cabria ecir s . · b' fecundos de ~ ,ps1~os1s, 1 de las' psicosis orgánicas, s1 ien es clínicamente identié'us os más pasajeros. 1 verdad que son más delezn_ab es ~l son esos trastornos caracterísCuando se trata de. ~rec1sar cu~~: autores. No obstante, el esticos, las respuestas ~1f1e_ren, co:ede ex licar la incertidumbre ,de tado actual de la ps1qu1a.tnadfscartar laphipótesis que les es comun, estas respuestas, y no p:r~ite psicógeno. Como, por otra parte, o sea la de un deter1111n1smo no . . . s heurísticos bien probados esta hipótesis. p~ed~ basarse! en p~~c~~~ que aceptarla como ley. parece que al ps1qu1atra .no. ': q~e cuentas las ideas de los auto~es Expondremos, por pnnc¡;10 ~erido reducir la psico~is l?aran~1c~ y alemanes q gra ndes grupos de psicosis organ1afranceses los mecanismos de que uno danl e os cas a saber: '

habla~

ortando liechos que 2 La verdad es que constantement~ s~ó~~ta~éa~~ Clerc y Picard, "~~r t,ro1s en contra de la doctri~a ~et la c~t~~~ft~ans .prédisposition paranolaque , Len· cas de guérison de dél1re in ~-:/5r 356 céphale, 1927, ¡ er sem., PP· - ·

detectable, del delirio debido a

Después veremos cómo otros autores, ante la imposibilidad de reconocerle un valor constante a ninguno de estos mecanismos, se han contentado con poner de relieve aquello que en el análisis sistemático resiste a toda comprensi6n psicógena. Estas investigaciones han gravitado en Francia en tomo a la concepción del automatismo psicol6gico, mientras que en Alemania han culminado en la formación de un concepto analítico: el de proceso, que ha sido creado muy especialmente para las investigaciones sobre las psicosis paranoicas. Estos dos conceptos, el de automatismo y el de proceso, se definen por su oposición a las reacciones de la personalidad. Nosotros creemos, en resumidas cuentas, que las investigaciones psicógenas siguen conservando todo su valor. Si deben de hecho, como es probable, renunciar a penetrar un elemento orgánico irreductible, en todo caso habrán servido para determinar el punto de aparición de ese elemento, así como su papel y tal vez su naturaleza, por el único camino que actualmente nos está permitido en esta clase de estudios: la observación clínica.

ª

,

o menos borrosa, de los estados para-

I

1

I. RELACIONES CLINICAS Y PATOLOGICAS DE LA PSICOSIS PARANOICA CON LOS TRASTORNOS DE HUMOR DE LA PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA

La relación de las variaciones del humor (maniaco y melancólico) con las ideas delirantes es una cuestión que no ha dejado nunca de estar en el orden del día de las discusiones psiquiátricas. El día en que Lasegue trazó una raya divisoria entre su delirio de las persecuciones y las lipemanías, con las cuales lo confundía Esquirol, se obtuvo ciertamente un progreso capital de la nosografía. Basta, sin embargo, evocar el esfuerzo de análisis ' que tuvo que emplearse posteriormente en la tarea de discriminar a los perseguidos melancólicos de los perseguidos verdaderos, para ver hasta 8

Cotard, Arch. Neurol. Psychiatr., núms. 10 y 12, 1882; Régis, Cazette médica/e de París, 1882; Séglas, "Diagnostic des délires de persécution syste. matisés", Sem. Méd., 1890, pp. 419-420. No olvidemos que, para Criesinger, la V errücktheit era siempre secundaria a un acceso melancólico (Arch, f. Psychiatr., Bd. 148).


/

I

PSICOSIS p ARANOICA y PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACION ORGANICA

98 qué punto las variaciones depresivas del humor aparecen trabadas con las ideas delirantes, y viceversa. Señalemos (independientemente de lo que en nuestros días podamos pensar al respecto) la importancia que los autores antiguos daban a un período hipocondriaco en 4

los delirios de persecución. Por otra parte, la exaltación maniaca forma parte del cuadro clásico 5 de los perseguidos perseguidores. Los autores modernos -Koppen, Sérieux y Capgras-,6 fundados en una nosografía precisa del delirio de reivindicación, reconocen en ella uno de los rasgos esenciales del síndrome. Importa distinguir dos órdenes de concepciones. Las primeras sacan partido de aquellos hechos clínicos incontestables en que las señales diagnósticas entre la psicosis maniaco-depresiva y la psicosis paranoica se revelan insuficientes, es decir, aquellos hechos clínicos en que incontestablemente hay combinación de los dos síndromes. Las segundas, inspiradas en esos hechos, tratan de encontrar los rasgos de la psicosis maniaco-depresiva bajo las apariencias clínicas de la paranoia típica, y de dar a esos rasgos un valor patogénico. Exponga1nos en primer lugar las concepciones sobre los h echos de asociación o de combinación de las dos psicosis. Estos hechos son reconocidos desde hace mucho por los investigadores.7 En 1888, Séglas expone un caso en que el delirio de perse8 cución se combina con la melancolía ansiosa, de tal manera que se hacen imposibles las discriminaciones que él mismo ha fijado. En el congreso de Blois, de 1892, Gilbert Ballet llama la atención sobre ciertas formas que él considera como transiciones entre la melancolía y el delirio de persecución, e insiste sobre los9 contenidos de ideas hipocondriacas que están presentes en ellas. Taguet se fija en ciertas formas intermitentes del delirio, que aparecen sobre estados de sobreexcitación periódica de la inteligencia, de la sensi1

bilidad y de la voluntad. º 4

Véase en particular Legrand du Saulle, Délíre des persécutíons, París, Plon,

171, pp. 63·102.

s Cf. Lasegue, Leg,rand du Saulle, Falret. s Koppen, "Sur la paranoia périodique",

4 34; Sérieux y Capgras, op. cit., p. 2 55. 1

estos hecho ' sob re el tap_ete y son objeto de unHacia debate1900 apasionado L~ es t an fianza demasiado absoiuta que . provoca las discusiones es la congreso clínico representado pci:e ~1e~tfs ª.utores han concedido al prosistematizado en Francia d: ~ a1~. am1e~to de la noción de delirio Alemania. Se multi lica~ sobreerruckthezt ~ paranoia primaria en torno al término d! deli . . t tod? las disputas de palabras en no sis ematizado secunda ~ F . Y en torno al de paranoia periód' 12 ~o en rancia,11 término, "paranoia periód"c " tea en Alemania. Este último Kraepelin, el cual no vacI1: ~ era u~a contradictio in ad¡ecto para e!'1plean pecan de "candidez" n ::i~~l ep~a en deci_r que quienes lo simos casos de delirio periód : e f~' que. publica once hermosíW ahnsinn te' . ico, pre iere calificarlo de periodischer ' yrmino ' dene t' Verwi:rrtheit de la que Ameenti aleman un valor vecino de la Kraepelin mismo en sus ~c~' .º s_ea e nuestra confusión mental. caso magnífico ~n el que pilac1,ones de casos clínicos,14 cita un en su forma ~ás típica alste ve como el d~lirio de interpretación d · . ' erna con un delirio ' f ' e sentimiento de influenc· t d . .mis ico mezclado ciones de humor depresiva;ªYYe ~~ .enciads expansivas, según oscilaclotímico. u oricas e aspecto típicamente ciha, sid . La escuela de hechos Burdeos R acerca de estos . o part1c~larmente pródiga en trabajos de las determinaciones .or ;~:s, muy ori~~ta~o hacia la investigación ne acerca de los perseguYdoscas dlel d;ll.1r10, inspira la tesis de Lalan'd d me aneo icos ls Anglade b I eas ten remos que volver in . 1 : ' so re cuyas Soum 11 sobre las relacione; d sfira .as ~es1s ~~ ~ubourdieu 1s y de Todos los autores anteriorme a p~1cosis period1ca con la paranoia. de y sus discípulos tienden ente citados, desde Séglas hasta Angla' a ver en estos 11echos una determina11 Anglade, ' 'Des délires systematisé

greso de !"1arsella, 1899; Séglas en suss ~con air~s., comunicación al Conla ..paran?ia primitiva a la par;noia s d~o?s cliniques, contrapone sin cesar no1a pénodique" · presentado alecun I ' traba¡o XIIIaria. . e Cf. Meschede ¡ , "De la para. cin~ ce ebrado en París en 1900 (S º6 on~res? ,nternacional de Medí· defiende la validez del término '"na ecc1 . n de. ,P~iquiatr1a, p. 140 )' donde se 12 Monkenmoller "S 1 .t' .:ano1a. periodica". 1906, p. 538. ' ur a paranoia pénodique", Allg. Zschr. f. Psychiatr.

Mendel, "S.ur une forme de folie périodique", Allg. Zschr.

f. Psychiatr:,

Bd. 44, 1888, p. 660. s Séglas, A.M.P., enero 1888. 9 G . Ballet, "ldées de persécution observées cl1ez les dégénérés a préoccupa· tions hypocondriaques ou mélancoliques", Congreso de Blois, 1892. lO Taguet, "Du délire intermittent", A.M.P., 1882, p . 209.

d .

,,

Bleuler, "Ober periodische W h . " ' 1902-1903, p. 121. n nsinn ' Psych. N eurol. Wschr. Bd 4 13

N eurol. Zbl., Bd. 18, 1899, p.

99

14 K

. ' . ' raepe in, Eznführung in die p h. . is Lalanne, Les persécutés méla sy~· zatrzsche Klinik, 1907, pp. 96 s . '• Dubourdieu, Contribution il. ( , Burdeos, Durand: 1897.

tiq~,es

ª

r;:iudqu~ t~~\~)

de psychose périodique (tesis) -B:rd:s erres. de persécution symptom•· . Soum, Sur une association de l~ f z· ~s, Im.pr1merie Commerciale, 1909 sis)' .Burdeos, 1912. o ze intermzttente et de la parano'ia (te:


1 I

RMINACIÓN ORGANICA PSICOSIS PARANOICA: DETE

100 ó . . . niaco-depresivas. El pron stico ción del delirio por las var1dac{?ne~e~~n dichas formas da una gran . favorable de los acces~s e iran · ue odríamos llamar unifuerza a su punto de vist~. Sea lo que fuere, ,esta int~fre~~1~~' !ncfpción de una simple taria, nos parece n:ªs. fecun qdos sicosis, tal como se muestra coexistencia o asoc1ac1ón de lasl .p . asociadas 18 y en las con, d M l sobre as ps1cos1s en la teoria e asse on . , e esos mismos hechos.19 clusiones de la tesis de Be~si.ere sobr t casos en que determinados Es un hecho que la .cli~ica m~e~o~~e resiva se combinan con el accesos típicos de la ~sicosis m~n ~ me~os organizados, particularbrote de sistemas deliran~e~. ~asd persecución. Este brote se promente bajo la forma de e i~1os. e de los accesos ,.,ó én los momen' dos premonitorios / . , me1 duce en os perio . n El d~io -se extiende mas. o , ' dos y ofrece remitencias mas tos en que los accesos dec1inf . nos sobre los intervalos de o~ ~~;~~io se presenta como un verdao menos completas. A v<:_c~s :niaco o depresivo. dero equivalente del. ~cceso m 1 ue ermiten introducir el segunEstos hechos man1f1estos son hos q ops corresponde exponer, o sea · esencia · 1 de 1a do orden de concepc1·ones que a ora n 1 patogenia el de aquellas que tratan de enlcon~~rlacfones ciclotímicas, o, dicho paranoia legítima en tales o c~: ~~ten tan hacer de la. paranoia una . ·s maniaco-depresiva. La tentaen otras palabras, aquellas q manifestación particular de la p~icos1 ha producido en Alemania, t'va más caracterizada de este g nero se P. t' ue no cabe hacer distinY es la de Specht. , . b · 20 Specht sos iene q En su primer tra a10, 1 i'a crónica tal como esta se ·ca y a parano ' 1 ' ó ción entre la man1a cr ni 1· . os políticos o filosóficos, en os resenta en los reformadores re ig1os ' . . mo en los querulantes P te Encuentra as1m1s d 1h . t l la alteración maniaca ~ . uinventores de iran es, e ·d K.. no solamente, a la zaga e º)pen, fomanía la inquietud, la immor, sino también. la logor~eªá· ~ ~~ón cara~terísticas de la man~a. pulsión a obrar, la ideorr~a, a is ~ tos 'accesos de manía, evolucioEn otro trabajo 21 s,os.t1ene qu~. c1er en casos fávorables a la instanando por períodos t1p1cos,dcl~~ uce~anoico sobre el fondo de subpa 1ac1'6n permanente de un1 e ·irio t los excitación persistente ~':1 os in erva :ó considerados por los autoEn cuanto a los del1nos de persecuc1 n, h maniaque dépressive P "Les psychoses associées. syc ose l M 18 René asse on, · 1912 p 641 et délire d'interprétation''.• A.Mp.P., 1.?n. t fol~ p~riodique, París, 1913. 19 Au .-Ch. R ené Bess1ere, aranoz~ e r Sd 16, . 595. 20 sp!cht, der P.aranofu", Zbl. Nervenh. u. 21 Specht, Ober ie in1sc Psychiatr., 1908.

~bl. Nde~eknl~· .u.h~k~dfn~lf~;:x

PSICOSIS PARANOICA Y PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA 1

101

res antiguos 22 como secundarios a estados melancólicos, Specht los relaciona con los estados mixtos de la concepción kraepeliniana. En esos .delirios predomina, según él, la tonalidad depresiva, y el factor maniaco eleva el sentimiento del yo y da impulso a las ideas delirantes. Esta concepción, que sólo hemos indicado en sus rasgos más generales, fue rechazada por Kraepelin y criticada severamente por sus discípulos en Alemania y por Exposito en Italia.28 Es preciso observar que, sin que se exprese de manera tan dogmática, esta concepción no 11a dejado nunca de tentar a ciertos investigadores. En particular nos parece encontrarla, ciertamente no en forma de afirmación, pero de todos modos muy activa, en las orientaciones teóricas de Anglade. Es posible reconocerla en algunos de sus escritos,24 así como en las conclusiones de las tesis que él ha inspirado; 25 pero sobre todo hay que buscar esta orientación patógena en los auténticos tesoros de hechos y de datos estadísticos que este autor dejó confinados en unos informes administrativos verdaderamente notables. 26 Véase Griesinger, loe. cit. Véase Bumke, " Ober die Umgrenzung der manisch-depressiven Irreseins", Zbl. Nervenh. u. Psychiatr., jun. 1909; Lowy, '"Beitrag zur Lehre von Querulan· tenwahn", Zbl. Nervenh. u Psychiatr., 1910; Wilmans, "Zur klinisch en Stellung der Paranoia", Zbl. Nervenh. u. Psychiatr., 1910; Exposito, "Sulla natura e sull'unita delle cosidette psicosi affettive", Il manicomio, 1907, núm. 2, y "Paranoia e psicosi-maniaco-depressiva", Rivista Italiana di Neuropatologia, Psychiatria e Elettroterapia, vol. 1v, t . 9, pp. 400-415, sept. 1911. 24 "Algunos se asombran a priori --escribe Anglade- de que la manía, esen· cialmente caracterizada p or la incoherencia de las ideas y el desorden de los actos, pueda ser el punto de partida de un delirio sistematizado secundario. Se trata, sin embargo, de un hecho incontestable. Una idea delirante puede or· ganizarse incluso en el curso de un acceso de manía. Los hechos clínicos bien observados demuestran que una fase maniaca de locura circular puede estar exclusivamente representada por ideas delirantes sistematizadas de persecución" (comunicación presentada al Congreso de Marsella, 1899, p. 57). Véase también el artículo de Anglade, "Le syn<lrome jargonophasie logorrhéique en psy· chologie", Société de Médecine de Bordeaux, 1911. 25 Citemos en parte las de la tesis de Dubourdieu (el subrayado es nuestro ) : 1] Al lado de la forma crónica y progresiva del delirio de persecución tal con10 Ja describen los autores, y que no es la más común, se encuentran mul· titud de variedades del delirio de persecución que no presentan ni el aspecto, ni Ja evolución, ni las reacciones de la psicosis sistematizada progresiva. 11] Las ideas delirantes de persecución están a veces apenas esbozadas en los accesos maniacos o melancólicos; pero a veces sucede que se presentan con una importancia y un grado de sistematización tales, que se hace posible la con· fusión con las principales formas del delirio crónico. 26 Consúltese Anglade, Asile d' aliénées de Bordeaux, Rapport médica! pour l'année 1911, Burdeos, Imp. M oderne, 1912. 22 28


102

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

Nosotros, desde luego, creemos que hay que cuidarse mucho de confundir la variación ciclotímica con los estados afectivos que son secundarios a ·1as ideas delirantes. O, por mejor decir, creemos que es preciso distinguir, con Bleuler, entre la variación afectiva holotímica y la variación afectiva catatímica, o sea entre el trastorno global del humor (depresivo o hiperesténico) y los estados afectivos ligados a ciertos comple¡os representativos, que representan una situación vital determinada. 27 Un autor como Ewald 28 afirma que determinadas variaciones holotímicas -''oscilaciones del biotonus''- desempeñan un papel esencial en el determinismo de los delirios paranoicos, al mismo tiempo que, por otra parte, reserva el papel de los factores caracterológicos y reactivos. Esas oscilaciones forman, según él, la base de la constitución ''hipoparanoica'', que representa una tentativa de precisar, de manera distinta que a base de rasgos caracterológicos tan contradichos a menudo por la clínica, el factor biológico constitucional. Lange 29 subraya las dificultades de semejante tentativa. No obstante, él mismo aporta unos casos en que el factor hipomaniaco es manifiesto, y otros en que la diversidad de los diagnósticos formulados sobre el mismo sujeto muestra bien el parentesco de los dos tipos de trastornos. Salta a la vista la complejidad de los factores que aquí entran en juego; sin embargo, no creemos que sea estéril volver a emprender el estudio de los trastornos de humor de tipo maniaco-depresivo en la paranoia, teniendo en cuenta esas precisiones nuevas. Con el doctor Petit, que nos ha hecho el honor de asociarnos a él para exponer la abundante colección de hechos que él ha precisado en este camino, vamos a emprender luego el estudio comparado de los mecanismos ideativos en la manía ªº y en la paranoia. Por otro lado, nos proponemos demostrar que, incluso en ciertos casos de paranoia querulante, que a primera vista parecen representar un tipo mismo de la psicorrigidez hiperesténica, se descubren períodos de atenuación en. los sentimientos agresivos y en la convicción deEl problema no ha perdido nada de su actualidad, como lo demuestran los bellísimos casos publicados por Dupré y P . Kahn, "Manie intermittente et paranoia quérulante", Société de Psychiatrie, sesión del 17 de marzo de 1910; P . Kahn, "Un cas de délire de persécution chez un excité maniaque", L'encéphale, nov. 1912, pp. 476-483. 28 Ewald, '"Paranoia und manisch-depressives Irresein''", Zschr. ges. Neurol. Psychiatr., Bd. 49; id., "Charakter, Konstitution und Aufbau des manisch-depressiven Irreseins" , Zschr. ges. Neurol. Psychiatr., Bd. 71. 29 Lange, art. cit., p. 140. 30 Los autores antiguos ( Campagne) habían estudiado los casos de manía 21

razonante.

PSICOSIS PARANOICAS y DISOCIACIÓN MENTAL

lir:inte, que responden a estad . . 103 asi, observado durante varios periódicos d~ depresión. Un caso le~ ho1otímica de esos estado:.nos, nos permite afirmar la natura.,. o nos extenderemos sobre tale h h . cion,. que están destinados a arr . s 1 ec os ni sobre su interpretacológico de la manía y de 1 o1ar ~ces nuevas sobre el valor psiª paranoia.

o:

n.

RELACIONES CLÍNICAS y PATOGÉNI CON LA DISOCIACIÓN MENTAL DECAS DE LAS PSICOSIS PARANOICAS LA ESQUIZOFRENIA SEGU,.N LO LAS PSICOSIS PARANOIDES y DE ' S AUTORES

Sabido es que d . . 1 1· · . ' en a escr1pc1ón kr renc1a de las parafrenias y de lo ae~e in1ana, la paranoia se difeque en ella queda mantenid s ~sta os paranoides por ''el orden .~l querer'', por su invasión s~ en e pensami~n:to, en los actos y en Jida~ anterior, por su duraciónruP_tura (sch~~ichend) con Ja personacepc1on de Sérieux y Capgras reflsi? e~oluc1on demencial. La conZ?nante, la misma idea o sea 1 e1~, asta en el término locura rar10 consigo mismo y co' 1 a e. la coherencia lógica del del ·/ e 1 · n a personalidad t · i vo ucion Ja ausencia de debilit . an e~or, y subraya en Ja Los casos que se han de 'tamzento demencial. t · scr1 o como t" · d erenc1a1es no se han mostrado ba. 1 ipi?os ~ esos caracteres diautores, y no l1an faltado los q JO e mismo a11gulo a todos los mas, un parentesco de naturalez ue reclonocen, a través de sus síntotal mucho más manifiesta qu a con os estados de disociación menparanoides. e presentan los casos de demencias · D esd e 1 t• . os iempos en que se estab d t· . gico hubo autores que soste ,. a e 1n1endo el grupo nosolóSchneider, 81 para quien la ar~~~· ese. punto de vista. Citemos a Ia, 1e1os de ser una especie clínica no es más que un síndrorrfe enfermedades y que e que aparece sobre el terreno de ot ' ' tipo ' n K - 1ado como consecuenc · d escri'b e uno de esos c ras (sena . ia, un déficit del juicio, deº~narªJ~~l~~). como el resid~o, en formaªsJ: D e manera análoga He 'lb c1a precoz abortiva. 1 ronner 32 1 't· 'd ' noi e los casos llamados de par . 1e ?~1 ica en la demencia paraanoia egit1ma de Kraepelin. . I

Schneider, "Ein Beitra zur L u. gsych: gericht. Med., Bd~ 60. ehre von der Paranoia", Allg. Zschr. Psychiatr H e1lbronner, por lo demás ( "H . · venh. u. Psychiatr., 15 de oct de 1~~tene ?n? Querulantenwahn" Zbl N (uerulancia. de la paranoia legítima 7), d1st1ngue ~adicalmente eÍ deJi;io ~­ a constancta del sistema del. t por el valor organizador de la ide f " e iran e y por su curabilidad. a IJa, por 81


104

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

Lévy-Bianchini 83 reduce la paranoia exclusivamente al marco de los enfermos a quienes él llama mattol.des, o sea los reformadores, los inventores, etc. Según él, todos los delirios de filiación, de imaginación, de persecución, no son más que demencias paranoides. MacDonald 34 destaca los siguientes rasgos: el delirio más o menos agudo, los períodos de confusión íntiman1ente vinculados con la enfermedad, las alucinaciones episódicas, la sistematización in1precisa e incompleta del delirio, cuya fijeza no es más que aparente, la incoherencia que algunas veces se descubre en el lenguaje y en los escritos, y el auténtico debilitamiento de que dan muestras el raciocinio y la conducta. Según Dercum,35 no existen más que grados, sin diferencia radical de naturaleza, en la gama de trastornos que va de la hebefrenia a la paranoia simple. Tal como hicimos en la parte precedente de nuestra exposición, nos atendren1os a la nosografía adquirida, y trataremos de reconocer aquello que en las teorías puede ponerse en relación con los hechos. También aquí es preciso distinguir dos órdenes de concepciones. Las unas se fundan sobre ciertos casos en los cuales son detectables en el enfermo algunas manifestaciones esquizofrénicas pasajeras o duraderas, ya sea antes, ya después del momento en que un examen ha permitido plantear el diagnóstico de psicosis paranoica. Estos casos, al igual que aquellos en que aparece la combinación con la psicosis maniaco-depresiva, plantean un problenia patogénico general, que los autores resuelven de maneras distintas. De modo inverso, el estudio comparativo de ciertos síntomas típicos de la paranoia empuja a ciertos autores a disociar de la entidad clínica algunas de sus formas, para relacionarlas con los delirios parafrénicos y paranoides. Está fuera de duda la existencia bastante frecuente de hechos en que un brote fugaz de síntomas esquizofrénicos ha precedido algunos años a la aparición de una psicosis paranoica que se establece y que se hace duradera. Por otra parte, ciertos brotes alucinatorios, admitidos como episodios evolutivos por todos los autores (sin excluir a Sérieux y Capgras), 36 así como algunos otros síntomas sobre los cuales tendremos Lévy.J3ianchini, "Observations sur les tableaux cliniques de la démence paranoi'de", Rev. Neur., 30 jul. 1906. 34 W. MacDonald, "L'état actuel de la paranoia", Amer. Journal of Insanity, enero 1904. 35 Dercum, "The Heboid-Paranoid Group", Amer. J. of Insanity, abr. 1906. 36 Cf. Sérieux y Capgras, op. cit., pp. 59-62, y la notable "Observation V", pp. 63-80. 33

''

PSICOSIS PARANOICAS y DISOCIACIÓN MENTAL

105 que vo1ver, pueden en ciertos parafrenia o de un estado moi:zidendtos plantear Ja cuestión de una paranoi e e evol · , , . d F va a. ina-Jmente no es raro l ucion mas o menos lar. , . ' que e resultado d · · ~01ca t1pica sea una evolución haci . .e ~na psicosis paraf1esta, de tipo paranoide. a una dzsoczaczon mental maniKahn, a1 en Alemania aporta hech cos paranoicos 1egítim~s at . os que den1uestran ''que no pora v1esan en un , d . proceso esquizofrénico, y que de ell 1 per10 o .precoz por un bre el cual se instala Ja paranoia''. ºK:~ queda un ligero déficit sopara oponerse a las teorías ps. , n se apoya en esos hechos un déficit ligero debido a icogenas y l?ara sugerir que tal vez P.redisponente p~ra la psico~i~ proces~ esquizofrénico, es un terreno c16n necesaria.ªª paranoica, y probablemente su condiClaude en 1925 30 bl · · ' ' pu ica un caso 'f ' s1.s paranoica comprobada com t"b] dmagn1 ico, en que una psicov~da profesional eficaz a~n ue ~a I ~ urante 1a~go tiempo con una c1a una psicosis paran~ide. q ecun a en conflictos, ~voluciona haLang~, en el artículo que ya hemos . . de Ja n11sma naturaleza 40 Ob citado, evoca diversos casos , 1, . · servemos que L d fº n~m1a c in1ca ~e Ja paranoia. No ob an~e e iende la autocr1tos como delirios de interpretaci, stante, ~arios de los casos despare.ce que deben diagnosticarse co on por Sér1eux Y. Capgras a él Je particular el de Strindberg).42 mo procesos esquizofrénicos 41 (en B~eu]er, en la última edición de su b 48 partido en cuanto a esos casos Ad .º ra, se ve obligado a tomar verdadera, determinada por me. . m1te que al lado de la paranoia ten en efecto casos clínicos dec:~is~~; pura~ente psicógenos, exispender de un proceso es uizof , .P . seme1ante, que pueden de presenta todavía ninguno ~e 1 re~1co ligero, pero dice que éste ''n~ la esquizofrenia''. os sintomas permanentes específicos de 'No se trata, entonces, más ue d . .. v~nculos asociativos sin n. q d e cierto debilitamiento de Jos v1nculos lógicos qu~ puedeingunta e las graves alteraciones de los / rar un proc Recordemos que los factomos e . , eso mas avanzado. Ja paranoia son, además del r s PJ1.coge~os 9ue Bleuler distingue en con icto interior del sentimiento ét' 37 K h ico a n, zbl. Neurol p h · as Véase Kahn, Zschr~ g:~c J,.¡~~., 36,.1924, p. 264. :: LCiaude, "Les psychoses. para:~.des'~c2!atc.,, Rhef. 29 und Ref. 3.

zBt

ange, art. cit.,]>. 142. ' encep ale, marzo 1925. Lange, art. cit. p g9 42 L • · · .. ange, art. cit., p. 142 La sim 1 hr10 de Strindberg (véase Les. foz· .P e lectura de la autodescripción del d da~;e la razón a Lange. zes razson11antes, pp. 352-366) parece, en efect~: Cf. Bieuier, op. cit., p . 153 . 41


l06

I

PSICOSIS P ARANOICA: DETERMINACIÓN ORGANICA PSICOSIS PARANOICAS Y DISOCIACIÓN MEN'rAL

. . . d l entimiento reactiva . do de1 yo, y además del de insuficiencia Y e. s. a udizan este conflicto, juego de los acontecimientos que . ? de circuito que se distingue l] una afectividad de fuerte accion. . ' b ·z·d d de sus reacciones; Y . ademá~ por la esta t 1 • ~ 1 afectividad y el en tendim1ent<_>;" 2] cierta desprop~rcx?n entre ~te ue esta misma desproporc1on Bleuler, por cons1gui~nte,. adm ~<liante un proceso esquizofrép uede realizarse en sentido 11nvers.ot m . de los vínculos asociativos . . d · · uye a resis enc1a nico ligero, que ism1n b. ue el cuadro de la paranom pueintelectuales, lo cual hace conce ir q . f én1'co . a· t un proceso esqu1zo r · d de realizarse me ian e " . or regla general no se pue e Así, pues, ~leul~r r~co~oced \~~ita%i~nto de la coherencia de !os poner en ev.1denc1~ n1ngun e . existir en todo paranoico vínculos lógico~, c1erta~ent.e t~eneo q~:cia una coordinación men<_>s alguna tendencia a la d1soc1acionÍ . , no fuera no reaccionana fuerte que en el 11o~~re nor~~Ílas;e:a~1 y t~jante':. De esa manera con una marca catat1m1ca tan d l . oide sin querer con ello le atribuye al paranoico rasgos}, ~ esq~i~amp~co nada esquizofré''designar nada real.me~~e pato og1co, n1 nico propiamente dicho . . , . esta dis osición esquizoide ''Para engendrar la afecc1on p:ra~o~~ª'a de tipi estable y de fuer- . tiene que combinarse con una a ec ivi a • 1 t b ·os de Hoffmann y de te acción de circuito." 45 1 d ' menciona os ra ªJ . . · Bleuler, por o emas, d d ostrar correlaciones hereditarias Von Economo, que preten ~n . ~m

válidas entre paranoia yl esq~1zo~dia~stas consideraciones, Bleuler se Cualquiera que sea. e va or reeno de los hechos. Ningun~ ~en· atiene en sus conclusiones al te r . ecanismos esquizofrenicos . . d '6 de la paranoia a m tativa de re ucc1 n' demostrativos, casos e sob re casos cl'ni'cos 1 puede fundarse mas qu 1 de la afección se haya revelado con en que la verda~era natur~ ez~mar un diagnóstico propuesto. Ahora de diagnóstico no son lo basla suficiente clarida~, para ~ efo . bien, dice Bleuler, tales inve;s1one~l derecho de hacer entrar gran ta nte frecuentes para que se enga . f ' ·co'' 46 . 1 ceso esqu1zo ren1 . parte de las paranoias ~n ~ ~ro términos las conclusiones cuya parte y completa en los s1gu1en es 70 74) . . 1 ya hemos expuesto antes (supra, pp. - . sus t ancia pp. 70-74, J:,h~~~:~ d":, ~sychiatrie, p. 406 . .se podría ~u~ yuntambién. Bleuler, t'zmz·co larvado (véase Bleuler, op. cit., p. 63) im n1ecan1 smo para . ue dparanoia, ec1r q , . ta el mecanismo catat1m1co. 45 Bleuler op. cit., P· 142. 46 Bleuler: op. cit., P· 155.

.. Véase

supra~

1

'ó

de las teorías de Bleuler sobre la

107 La disposición al delirio paranoico no carece de correlación con la es·

quizoidia y la esquizofrenia.

Ciertas formas poco frecuentes de delirio en esquizofrenias ligeras y estabilizadas no pueden, actualmente, diferenciarse de las paranoias. Tenemos, por otra parte, razones para admitir que en la esquizofrenia existe siempre un proceso anatómico, pero no en las paranoias. 47

••

Ciertos autore.!, como Hoffmann, llevando al extremo las inducciones clínicas que se pueden obtener de esos casos complejos, no vacilan en colocar las psicosis paranoicas en el marco de las afecciones esquizofrénicas. Nosotros pensamos, con Lange, que no es nada lo que se gana con extender tan indefinidamente un marco clínico al cual se le puede ya reprochar legítimamente su demasiada amplitud. Hay ciertas asimilaciones que no tienen interés sino a condición de que nos conduzcan, por el contrario, a establecer discriminaciones clínicas más rigurosas. Cuando en un mecanismo aparentemente subnormal descubrimos una forma degradada de un mecanismo de naturaleza mórbida bien reco11ocida, tenemos materia para un análisis semio16gico más fino, única manera de hacer que la observación vaya de acuerdo con los mecanismos reales. Es ésta la ruta que, a partir de 1921, decidió emprender Guirau·d. 48 Guiraud se opone a los autores que en el síntoma interpretación, propio del delirante paranoico, no quieren ver otra cosa más que los mecanismos mismos del error normal de base afectiva. Para demostrarlo, hace recaer su estudio sobre una de las formas que los clásicos ponen entre las más frecuentes de la interpretación típica 41

Bleuler añade finalmente: ''Las fonnas que no corresponden al concepto kraepeliniano de la paranoia (en el cual se incluye la paranoia querulante), por ejemplo las parafrenias, o bien pertenecen seguramente al campo de la esquizofrenia, bien, en caso contrario, no pueden actualmente distinguirse de ellas e11 modo oalguno." Bleuler, en efecto, se niega a reconocer toda autonomía a ese grupo de las parafrenias kraepelinianas, cuya definición es tan discutida. Fundándose en el análisis clínico y en la catamnesia de la mayoría de los casos de Kraepelin, interpreta estos casos como formas de esquizofrenia. Dos terceras partes de los casos parecen en efecto haberse desarrollado ulterionnente en cuadros esquizo. frénicos bien comprobados, es decir que han llegado por lo menos hasta estadoscit.,catatónicos op. p. 157) . agudos u otros estados igualmente incontestables (Bleuler, Claude ("Les psychoses paranoi'des", L'encéphale, art. cit.) critica también enérgicamente la concepción de las parafrenias, y adopta el mismo punto de vista. Guiraud, "Les formes verbaies de l'interprétation délirante", A.M.P., 1921, Jcr48sem., pp. 395-412.


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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACION ORGANICA

del delirante: la interpretación sobre las formas verbales.49 Elabora por principio de cuentas un catálogo de orden formal de esos hechos: alusiones verbales, relaciones cabalísticas, homonimias, razonamientos por juegos de palabras. Pero, en el momento de situar tales hechos en relación con la personalidad del enfermo, se le impone por sí mismo un contraste clínico entre las interpretaciones que hallan una justificación en la lógica pasional, y las interpretaciones que no se fundan en ninguna justificación de ese orden. La clínica demuestra que el primer orden de hechos depende de ''la intensidad de un estado afectivo prevalen te'', que polariza la asociación de los contenidos verbales en un sentido determinado y acarrea una pérdida localizada del sentido crítico. En los otros hechos, por el contrario, no se manifiesta ''ningún intento de verificación, ninguna explicación general, ningún sistema. De la consonancia de las palabras o de sus fragmentos brota una certidumbre indiscutida, que el enfermo no trata de coordinar lógicamente con procesos intelectuales." Tales ejemplos, dice el autor, ''merecen el nombre de interpretaciones sólo a causa de los así pues, los por consiguiente y otros giros de relación lógica que se conservan, lo cual da al lenguaje una marca silogística. Pero detrás de esta máscara no hay ni duda, ni crítica, ni intento de agrupaciones sistemáticas; la asociación de dos ideas distintas se hace de un golpe, y con la certidumbre de la evidencia. Esta certidumbre ha sido elaborada en las profundidades del inconsciente afectivo, de donde sale como un absoluto. La función lógica no queda aquí más que como un residuo: el hábito de expresar nuestro pensamiento en forma de razonamiento." El autor no puede menos de evocar, a propósito de estos casos, la subversión de las leyes citológicas a la cual se debe la proliferación de un neoplasma, y habla, metafóricamente, de ''neoplasma psicológico''. Mecanismos pasionales por una parte, y, por otra, subversión de la estructura mental, demasiado profunda para que no se imponga la idea de su estructura orgánica: tales son los dos órdenes de hechos que el análisis de Guiraud permite distinguir en las interpretaciones de los paranoicos. En todo caso, nada más alejado de los hechos, en opinión suya, que la explicación según la cual ''el espíritu falso del interpretador tiene, independientemente de todo factor emocional, una tenden- . cia espontánea a andar buscando sentido en las coincidencias fortuiSérieux y Capgras llaman la atención sobre este particular ya en las pri· meras páginas de su libro ( op. cit., pp. 32-37) . "No existe para estos sujetos -escrib en- ningún signo simbólico más importante que la palabra." 49

RELACIONES DE LA PSICOSIS PARANOICA

tas'' l l' . 109 ' a exp icac1ón que sostiene ue d . provocadoras del delirio ''e 1 q ' ~J,an~o a un lado las causas forma el juicio pasional 'en ~d a pdelr~ers1on intelectual Ja que trasble t '' I ea e1rante y lo de' f"1 d . n:ie~ .e · Nuestro autor dista tanto d 1 . 1ª 1ª o irrevocadel 1u1c10 como de la idea .d ''I e a noción de una falsedad e ocura razonante''. El análisis de los s' t in ornas que hace G · d , . · . dist1nc1ones clínicas sino que t l u1rau no solo precisa las ' oca e terreno de las distinciones patogénicas. Con razón concluye nuestro autor '' los pensamientos los actos y el ~ue el orden conservado en · l' · ' querer no e ' mio ogico global, con sólo un valor d s ~as .~ue un rasgo seEn un artículo que ya hemos citade aprox1mac10? gro.sera. lu~go de mantener la autonomía d o, Bon.man, sin de¡ar desde no1cos cierta falta de sentido d le la )arano1a, señala en los paradesigna aquello que es , t' e o rea (donde el término ''real'' enfermos, en efecto co~r:~z1camente accesible a la ~cción). Estos dad de alcanzar las' metas an por negarse a admitir la imposibiliocupan (la situación socialq~e ~e ptrodo)nen, dada Ja situación que hecho con ''Ja pérdida de su aºt re 't? o . El autor relaciona este · de su propio sis· t ema,,. Y, refiriéndose a 1 tu ocr1 . 1ca, y de 1a cr1'tica servan Ja lógica de su siste~a ~1s Jef1n la c~al los paranoicos concerca, se encontrará ue 1 ~ e ensa, dice que, si se mira de pretendida lógica, so~ ''m~s hrelac1ones en~re los contenidos, en esa que ''hacen pensar a menu~oº e~elnos 16g1l~das de lo que se dice'', y a causa I ad aglutinante de Monakow''.so . Al ~inal del presente capítulo en 1 investigaciones de análisis sem . '1 ' . e resumen que haremos de las de Bouman W esterte io og1co, veremos cómo un discípulo paranoicos ~1 delirio di' e~;~~uP?der separar .d~ los demás delirios dos esquizofrénicos. p c16n, para clas1f1carlo entre los esta-

IlI. REI.ACIÓN CLÍNICA y

, PATOGENICA DE LA LAS PSICOSIS DE INTOXICACIÓ PSICOSIS p ARANOICA CON N y DE AUTOINTOVT 6 ONIRISM·O y DE LOS ESTADO .n...1.CACI N. PAPEL DEL

E~B~=~:ES. ~~T.ACIÓN

TADOS PASIONALES y LAS TRASTORNOS FISIOLÓGICOS DEL '

ENTRE LOS ES• ESÓ PSIQUICAS. PAPEL DE LOS A EMOCI N

Si hemos introducido este a art d sólo para dejar una especie d~ a o ~n dnuestra exposición ha sido que los problemas que aquí se ::oran um. No parece, en efecto, lío .Bouman, art. cit., p. 35. a evocar puedan resolverse sino


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1

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACI6N ORGANICA

RELACIONES DE LA PSICOSIS PARANOICA

111

una vez q u e se hayan. , conseguido t muchísimos progresos en el camo de cuya explorac1on se tra a. ' . de no pocos autores, el p Sin cesar encontram.os, delirantes que pers.isdeseo de que un estud~o me¡o des ués de los estados conf~s10ten después de los delirios agudos,delir~ntes y de los diversos tipos nales, después de las borrach eras uevas clarificaciones acerca del . . o, venga a. .aportamos n de on1r1sm

oníroi<ks, se ofrece al análisis toda una gama de formas fenomeno-

e~ ;a~e ):~1~=~nelas

lógicas de la vida mental cuyo estudio parece indispensable para la comprensión de los trastornos psicopatológicos.5 ª Pero el hecho de que tanto la intoxicación exógena como la endógena provoquen la aparición de esos estados no es todo. Hay que tener en cuenta las disposiciones anteriores del sujeto.54 En primer lugar, hay ciertas disposiciones fisiológicas, tales como el equilibrio neurovegetativo anterior del sujeto, que desempeñan aquí un papel comprobado. El desequilibrio para.simpático, particularmente, parece tener un papel determinante en la aparición de las borracheras atípicas y de los estados subagudos alcohólicos.•• Con nuestro maestro el doctor Heuyer, nosotros tenemos que aportar hechos nuevos en torno a este particular. Por otra parte, las disposiciones psicológicas parecen ser no menos importantes, y muchísimos autores, particularmente alemanes, reconocen que los trastornos mentales del alcoholismo dependen, mucho más que de la intoxicación, de las disposiciones psicopáticas 56 anteriores del sujeto.

mecanismo de los dehn~s. h hecho descubrir hechos ~umaE I estudio .del alcoholismo nos a ' . de delirios sistematizados . d 'd f i 'as post-oniricas, d l' . mente sugestivos e ~ .eas . l izados de sueño a sueño, de e inos post-oníricos, de de~irios sistemat la existencia de verdaderos escon elipses ~ Legra1n). ~e con~ce holismo. y sabida es la frecuentados paranoicos secundarios, a~ a co . cia de delirios de celos alco?ohcosi marco de nuestras psicosis, ~el Estos hecl1os parecen a1edno;. ~ . ' los casos de etiología tóxica cual están eliminados, por e in1c1on,

manifiesta. . mu de cerca. Se sabe, en efecto, que Lo tocan, sm embargo, y . y suba dos y crónicos del alcohoen el determinis~o d~ los accidentes zone~ortísimas, un mecan1s~o lismo se ha pod1d~ , 1nvJ.cartac~~l r:óxico: por ejemplo, el de la indiferente de la accion irec · ¡ · toxicación." . suficiencia hepática sec~??tar1apl:n:e;; la cuestión de si determ1naEn vista de eso, es ic1 o . , o or e'emplo los que puedos estados de autointoxicac1on, J~:tiv~s al )exceso de fatiga (surden deberse a diferentes t~astornos g_ ~ papel esencial en las menage)' etc., no podran desempenar u . . . psicosis. las sicosis unos estados iniciales Esto equivale a postular para t d p de consciencia aparentemencompletamente distintos de lo~:s º~omento en que las secuelas te normales que observamos Adelante veremos que la oh· delirantes vienen a nuestro examt en.estados iniciales de esa índole, ., en efecto mos rar . 'd servacion parece ' 11 mar estados hipnoi es. que, con Kretschmer, podriamos s: han dedicado a definir los estaLos alemanes, por o~ad )artecÍe los estados confusionales, co~ los dos de onirismo, separ~n o os itualmente a confundirlos, seg~n. se cuales se tiende d~mas1ado dhat lmas sobre las psicosis poston1r~cas vio en 1920 en el informe 'l e. ~, 52 Entre estos estados llamados y en la discusión que a e s1gu10.

:1

. ,,1'. Mercredi oct. 1893; Vé Kl ·ppel "Du délire des alcool1ques ,, A MMpédical, sept-oct. 1894. s1 ase 1 ' . dél'res alcoo 1ques , · · ., ¡ Con· "De !'origine hépatique de certams t' . iques'" informe presentado a fe1 52 Cf. Delmas, "Les psychoses 1PºJi;~:;rón, las' interve11ciones de Charpen i greso de Estrasburgo, 1920; y, en a y de Hesnard.

Es preciso, en efecto, ver en la intoxicación misma no una causa primera, sino a menudo un síntoma de trastornos psíquicos, ya sea por representar una tentativa del sujeto para compensar un desequilibrio psíquico,5' ya por ser el estigma mismo de una deficiencia moral. En ambos casos, las fallas psíquicas del terreno se manifiestan en las consecuencias de Ja intoxicación. Señalemos, por otra parte, el interés teórico de las comparaciones que la observación impone entre las borrachera.s Psíquica.s y los estados pasionales, particularmente en lo que atañe a la exaltación Véase, por ejemplo, Mayer-Gross, Selbstschilderungen der Verwirrtheit. Die oneiroide Erlebnisform (estados oniroides), Berlín, Springer, 1924. 64 "Algunos . escribe Anglade- se han apresurado demasiado a relegar a segundo plano la predisposición en la etiología de Ja confusión mental." Sobre Ja influencia de la predisposición en la producción de los síntomas de intoxi. cación, véase Lewin, Die Nebenwirkungen der Arzneimittel. 5 5 Cf. Santenoise y Vidacovitch, "Contribution physiologique a l'étude des psychoses jul. 1925, d'intoxication. pp. 133-180. Róle étiologique du déséquilibre neuro-végétatif", A.M .P., 53

56

Véanse los estudios estadísticos de Drenkhahn, Deutsche militiiriirztliche Zeitschrift, 20 mayo 1909, en los cuales se ve cómo, a raíz de unas medidas proI1ibitivas contra el alcoholismo en el ejército alemán, la proporción de los trastornos catalogados como neuróticos y psicóticos se elevó en una proporción estrictan1ente compensatoria de la disminución de los trastornos llamados alcohólicos. Léase asimismo Ferenczi, ''AlkohoI und Neurosen", Jahrbuch Psychoanal. u. Psychop., 1911, artículo recogido en su libro Bausteine zur Psychoanalyse, t. 1, pp. 145-151. 5 1

Véanse los estudios de Janet sobre los asteno-alcoh6licos.


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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

patológica del sentimiento de la creencia.58 James, para quien la creencia comporta un elemento afectivo esencial, subrayó ya el hecho de que ciertas borracheras parecen determinar experimentalmente el sentimiento de la creencia. Por lo demás, la creencia delirante en las borracheras psíquicas parece ser tanto más duradera cuanto más elaborada ha sido en el sentido perceptivo.59 Se ha querido atribuir en nuestras psicosis un papel muy particular a la intoxicación por el café, tan frecuentemente observada en efecto en ciertos sujetos, por ejemplo mujeres menopáusicas en las cuales estalla de pronto un delirio paranoico. Tampoco aquí es posible hablar de una determinación exclusiva por el tóxico.60 Debemos conceder un lugar importante al papel patógeno atribuido a la emoción. Los trastornos orgánicos concomitantes de la emoción han sido objeto de gran número de investigaciones. Al lado de los trastornos vasculares, el laboratorio ha revelado la existencia de los trastornos humorales: shock hemoclásico, variaciones del quimismo sanguíneo. La clínica aporta hechos bien averiguados 61 .de psicosis que estallan bajo la acción de la emoción. Son conocidos, por otra parte, los trabajos teóricos de la señorita Pascal y de sus discípulos sobre las psicocoloidoclasias 62 y sobre las psicosis de sensibilización.63 Según esta investigadora, donde hay que buscar la génesis de la psicosis es en una ''reacción de alergia mental''. En este sentido es como interpreta ella toda la descripción de Kretschmer. Llamemos la atención, finalmente, sobre los lazos de la psicosis con los trastornos endócrinos. Las observaciones. ponen de relieve el hecho de que muy a menudo la psicosis se declara en el momento en que se vive un período crítico de la evolución genital. Hay aquí un vínculo causal que no es, desde luego, puramente psicológico. El papel de la menopausia ha sido puesto en evidencia por ss Estas comparaciones permiten, sobre todo, que nos representemos las par· ticularidades del shock emotivo cuando viene a incidir sobre un estado preliminar de emotividad difusa, y las fijaciones emocionales ulteriores. 59 Es, por lo menos, lo que parece mostrarse en las observaciones emitidas a propósito de una presentación de enfermo por G. de Clérambault (Bull. S.C.M.M ., 192 3, p. 274). 60 Heuyer y Borel, "Accidents subaigus du caféisme", Bull. S.C.M.M., 1922. 61 Cf. Tinel, Rob in y Cénac, "Psychose interprétative d' origine émotive. Du pronostic de ces états interprétatifs", Soc. de Psych., 18 febr. 1926. s2 Pascal y Davesne, "Psychocolloldoclasies. Anaphylaxie mentale et spon· . tanée", La Presse Médicale, 24 nov. 1925. sa C. Pascal y Andrée Descl1amps, "·Psychoses de sensibilisation. Allergie mentale", A.M.P., mayo-jun. 1931, pp. 449-460 y 820.

RELACIONES DE LA PSICOSIS PARANOICA

113

autores como Kant 64 y Kleist ss el determinismo de la parandia. que le otorgan un papel esencial en Estos determinismos no ueden . s:r a1enos a los delirios que estamos estudiando No 1 Pd . o v1 emos sin emb d marco nosológico que habitualme~te 1 arg?, que esbordan el aunque estos determinismos hu se es ?signa. Por lo demás, hechos con toda la claridad d~~ar~les es~u';eran. afirmados en los problema de la estructura . 1' . le, de1arian siempre intacto el noicos, que es el problem psico ogica compleja de los delirios paraque ª nosotros nos atrae.

ª

. El conjunto de los trabajos ue hem va del presente capítulo tie os pasado en reVIsta en lo que de la paranoia a factores on ~' .en su~a, a someter el determinismo tr~bajos hacen es mostrar ~fªn:~~~t n otras palabras~ lo que esos minadas psicosis en las cuales p 1e~co de la paranoia con deterdir o a veces ni precisar si u !e por eJOS que estemos de poder meblemente predomi9antes. q I ra tales factores, parecen incontesta-

J

. . Pero ~l problema no puede ser resuelt un camino como ése. De he h . o en su fondo si se sigue 1~ , objeción de que se trata d~ ~e!h de dderech~ s~, opon,dr~ siempre cion tanto más vá]ida cuanto ue ~s e aso~za_ci?n morbtda, objeque presentan esos hechos son ~. ~s. combinaciones ~emiológicas tulación de una ato en. , i.vers1sii;nas, y no permiten la pospues, se podrá si~mpfe ~~c~;g~~i~~s~nivo~a de ·la paranoia. Así, evolució·n riura En éstos 1 .rdva . e 1os casos clásicos de ,., · a reconoci a ·b ·1 ·d una alteración orgánica 0 ' un d'f ..t b. i~posi i i ad de detectar psíquica elemental la evolu . , e ici ien e aro de alguna función ra conceptua] Y s~ significa~iii~ co~efente del deli~io, su estructuvalor y pondrán sobre el ta ete socia s:' presentaran con todo su psicosis y personalidad. p la cuestion de las relaciones entre E . . . n vista de ello, ciertos autores han decidido mino y han buscado, en el análisis . l ' . e~prender otro camas ·y de la evolución .de la . ~szco ogICo mis~~ de los síntoque ésta depende de . psicosis_, la demostracion negativa de de la personalidad. mecanismos d.iferentes de los del desarrollo Vamos a estudiar ahora esas investigaciones cesa y alemana. en las escuelas franK an t ' ~'zur Strukturanal d kl · k . Neurol. Psychiatr.,. 1926. yse er ima ter1schen Psychosen", Z sclir. ges. 65 Kl . t "D. I eis ' ie nvolutionsp · ,, Al Med., Bd. 70. arano1a , lg. Zschr. Psychiatr. u. f>sych. gericht. 64


I

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

114

1

N LA GE IV. ANÁLISIS FRANCESES DEL AUTOMATISMO PSICOLOGIOO E NESIS DE LAS PSIOOSIS PARANOICAS. LA CENESTESIA, ADUCIDA POR HESNARD y GUIRAUD. EL AUTOMATISMO MENTAL, DE MIGNARD Y ,,

I

"

PETIT. SIGNIFICACIÓN DE LOS ''SENTIMIEN1'0S INTELEC~ALES" ~E JANET. LA NOCIÓN DE ESTRUCTURA EN PSICOPATOLOGIA, SEGUN MINKOWSKI

El .tema de la génesis orgánica de :os d~liri?s crónicos ha es~ado siempre en el orden del día de las 1nvest1gac1ones francesas. ~~tas comenzaron por estudiar el conjunto ~nt~ro del. cuad~o nosograf~co, sin ocuparse de distinguir entre las ps1c?si~ , alu~1natori~s y las psicosis interpretativas. La falta de diferenciac1on sigue d~1ando en, ellas una huella visible, como es fácil de comprobar en ciertos articulos recientes de autores muy entendidos, en los cuales no se ve que haya . t 66 quedado especialmente demarcado. el grup~ qu~ n,os in er~sa . e explica, pues, que no haya aparecido todavia ningun estudio plenamente satisfactorio del síntoma que, por lo que 11ace a nuestro te1na, plantea el problema ·psicológico de mayor importancia, a saber: el síntoma de la interpretación. ' Los titubeos que aparecen en dichos est~di~s e~. cuanto a las demarcaciones nosológicas están, por lo den~as, .Justifi~ados .. En ,ef~c­ to las doctrinas recientes acerca de la psicosis alucinatoria cronica h;n ensanchado desmesuradamente el dominio de la alucinación, y han tendido a hacer entrar en él todos los fenómenos que la consciencia percibe co·m o xenopáticos. Hay en est~ una v~r?ader~ regresión respecto de análisis anteriores, de una calidad .cl1n1ca e. intelectual superior;67 de ello resulta, naturalmente, una discordan,cia entre las teorías y los hechos clínicos. Los alemanes, en gran numero de trabajos, han insistido en la críti.~a sev~ra a qu~ ?ay que s~meter el diagnóstico del fenómeno alucinatorio. Los ult1mos . traba1o_s . de Claude y de sus discípulos 68 señala~ u~a nueva .Y me1or ~larif1ca­ ción de esos hechos, y nuestro trabaJO tiene el mismo sentido. Sea como fuere, las investigaciones acerca de las cuales ~amos a hablar ahora tienen este rasgo en común: el haberse ded1ca~o a estudiar el período primitivo 69 de la psicosis, a señalar en el el

s

Cf. los artículos recientes de Janet, y el trabajo de Guiraud sobre los delirios crónicos (citado infra, nota 77) . . 67 Cf. en particular la tesis de Petit sobre las autorrepresentaciones a per66

ceptivas. . . ,, L' 'ph z ss Cf. Claude y Ey, "~volution des idées sur l'l1allt1c1nati~n , ence a e, mayo 19 3-2, y los trabajos paralelos de Schroder en Alemania ( Fremddenken

und Fremdhandeln) .

E s el período llamado de inquietud, que los autores antiguos destacaban en los pródromos de los delirios. 69

GENESIS DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: ANÁLISIS FRANCESES

115

ca~ác~e~ irruptivo de los trastornos en relación con la personalidad,

a in~istir en que esos trastornos no son resultado de las tendencias prexistentes ~e la perso11alidad, sino que provocan en ella reacciones secundarias,/ las cuales constituyen el delirio, y, finalmente, a subrayar ese car~ct~r. secundario del delirio aduciendo la perplejidad provocada al principio por los trastornos primitivos y las oscilaciones de la elaboración .delirante. ' El único la.zo· teórico entre estas investigaciones es la noción suman:ente f)ex1ble de au_to~atismo psicológico, que no tiene na.da en co~u.n, salvo l~ homonimia, con los fenómenos de automatismo neurologi~o. J?,e~ido a la coml?lejidad de los sentidos del término ''auton:atismo , e~te p~ede ap]icarse perfectamente a toda una serie de fen?menos p·sicologicos que, como bien lo ha demostrado nuestro amigo H . Ey, son de muy diverso orden. 7 º Al1ora bien: si de lo que se trata es de encontrar una definición que sea l? su?cient~~ente amplia para comprender las acepciones ~e . una diversidad s·ubita que comporta el mencionado término, lo uni~~ que cabe hacer es establecerla en relación con la definición positiva que hemos dado de los fenómenos de la personalidad. Cuando el orden d~ .la causalidad psicógena, tal como lo hemos definido ant;s,. se mod~f1ca con la intrusión de un fenómeno de causalidad org~n!ca, se dice q~e hay un .fenómeno de automatismo. :E:ste es el un1co pun~o de vista capaz de resolver la ambigüedad fundamental ?el término .automático, permitiendo comprender a la vez su sentido ~e fortu~t~ y de neutro, que se entiende en relación con l~ causalidad J?Sicogena, y su sentido de determinado, que se entiende e? :elación con la causalidad orgánica. . La opinión de los autores se ha mostrado, por el contrario, muy divergen~e en cuanto a la naturaleza precisa de los fenómenos de automatismo por los cuales están condicionados los delirios crónicos. Por lo d~más, no to~ar~mos de ~stas investigaciones sino aquello que se aplica a las psicosis paranoicas. Fuerza nos es señalar en pri1ner lugar el papel concedido por los ª.utores a lo~ trastornos de la cenestesia. Con este té1111ino se designa. el con Junto de l~s sens~ciones proprioceptivas e interoceptivas, po~ ejemplo las sensaciones VIscerales .y las sensaci.ones musculares y ar~1cu_la~es, p~ro solam~?te en la~ medida en que siguen siendo vagas e indistintas 1 y tamb1en, propiamente hablando, en la medida en 70

H, · E y, "La no t'ion d'automat1sme · . en psychiatrie", L'Évol. Psych., 2tl serie, num. 3, 1932. 71 "E . des~n marañar de las sensaciones que de todos los puntos s e1 caos s1~ del cu.erpo se trasn1iten incesantemente al sensorio" ( Henle apud Ribot Les maladzes de la personrutl.ité, p. 23). ' '


116

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA GÉNESIS DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: ANÁLISIS FRANCESES

117

d d 1 d permanecen en el esque, tal como ocurre en el. esta o e 1!ª ~r~e ción consciente.12 tado de sensaciones puras, sin llegar a . p diftsas son la base del · que estas sensaciones , Se sostiene, pues,. . d. .d 1 Tal es al menos, la teoria sentimiento psicológi~~ del yo in iv1 ua . '

trastornos cenestopáticos. Las ideas hipocondriacas, en efecto, pue. den depender de un mecanismo mucho n1ás complejo, del orden por

que Ribot hizo admitir.

ejemplo de Ia ideogénesis de las formaciones delirantes que se refieren al mundo exterior. 75

r en una alteración más o Era tentador en consecuencia, buscf origen de los sentimientos menos controlada de esa cenestels~a ~, y a extender en seguida , ·d 11 d s de despersona. zzaczon, ., morb1 os ama o . . de inhibición y de depr~on, a 1os sen· sus efectos a l?s senti1?1zent~s mo a los sentimientos de extrañeza y timientos de influencza, asi co . O sea qt1e en la base de · sf ·, del mundo exterior. de tra ormacio? 1 había eran determinados trasto~nos

.

? q~e d or c~rª divers1~: ~~da

todos estos fe':'omenos

cierto, quedaba sin explicar.

hacia 1900,73 conserva todaSemejante concepc10n, _muy . 1 el punto de apoyo central vía su prestigio. Constituye,lpor, e1ei:i1pdoe, los trastornos mentales inal de a genesis · . de una doctrina gene: H d 74 En efecto lo que sostiene g ' · t da por esnar . rui . d d odificación de la cenestesia, eniosamente cons d t . e en v1rtu e una m esta octnna es qu ' . t , .co o infeccioso subvierte o rasun trastorno humoral de or1~en ox1 chas veces dice Hesnard, destorna la afectividad subconsciente. M~ oral es' cuando la trasforde la cenestesia,

pués de la cura<;ión del trastorno n

l~~onsciencia,

y esto bajo una

mación afectiva viene a expre~r;~, ~ bolisn10 natural a todo estado for111a intelectual, por la ley . e sim . ·ones delirantes primitivas, · ,, D manera nacen conv1cc1 , . . ción del enfermo vendran a e~a. agreafectivo . e a las cuales la log1ca y 1a i~ag~na · ·' plicativa 1

gar una sistemahzac10n ex "ó .be el carácter oscuro del pape Es inútil llamar la ate;ici n ~o r t dida "ley del simbolismo", desempeñado en esta teona por ªt pre ::iógica sobre la experiencia fundada de manera co?1pletam~':' e a ué algunos de los trastor· psicoanal~tica. Se tratana de ex~;~~\~~r e~perimentados unas veces

nos afectivos que se ~ra~n ª cu como impuestos desde fueramente sub1etivos, otras veces . . d stán enteramente ob1et1va os. como pu ' lt ' ra, y otras veces, por ,u. im~, e . eductora debido a que muLa teoría cenestopat1ca s1g~e s1endot s ·peri'odo de ideas bid 1. · oico mues ran un

chos cas_os de

e ino pa;an

permite afirmar que en la base de tales ideas existan realmente

teoría parece resultar particularmente

pocondr1acas, para el cua ~sa cede a un examen atento, nada , . ,, adecuada. Sin embargo, s1 se pro . h ·z phique artículo "Ccenestl1es1e .

Cf. Lalande, Vo~abulaire ~,bos~élire s' stématisé" , Rev. Psychiatr., 1900, . 73 Cf. Ducasse y V1gouroux, 1 ~'D 1 ~nese des conc.eptíons délirantes et pp. 50 ss.; Marandon de Mo?~ye' ,e ~· ~,, Caz. Hop., núm. 64, p. 644, des hallucinations dans le delire systema is ' 12

5 jun. 1900. "La folie . pensée organ1qu . e" ' T. Psychol. Norm. ei Pathol., 1921, 74 Hesnard, pp. 229-241.

Falta, en verdad, todo vínculo seguro entre las ·cenestopatías comprobadas y las diversas psicosis. Se explica, así, que Janet haya criticado vigorosamente esta explicación, y que no vacilara en hablar de su carácter puramente verbal. 76 La 11teoría ha sufrido buen número de retoques en manos de Guiraud, el cual modifica el sentido del término ''cenestesia'' sirviéndose de él para designar una hipótesis: la sensación del ''tonus'' nervioso intra.central. A partir de esta hipótesis, Guiraud explica las ideas hipocondriacas como ce11estopatías originadas en los centros nerviosos, superiores a los centros 111esocefálicos y tuberianos, de ·Jos cuales dependen las regulaciones neurovegetativas y humorales de la afectividad. La situación de estos centros explica, según él, la imposibilidad de toda objetivación somática de ]as cenestopatías hipocondriacas. Para explicar, por otra parte, las anomalías de la percepción objetiva, el sentin1iento de extrañeza, los fenómenos seudoalucinatorios, etc., Guiraud hace intervenir unos trastornos de la cronaxia que afectan e1ectiva1nente, según él, ciertos sistemas neuronales de dichos centros superiores: así, lo que habría en la base del delirio serían unas cenestopatías dist6nicas. La explicación, ingeniosa sin duda, sigue siendo insuficiente para explicar fenómenos como la interpretación o la ilusión de la memoria . Por elemental que

se suponga ser el trastorno prin1ario que sirve de núcleo a esos fenómenos en nuestras psicosis, su carácter objetivado y sobre todo su relación electiva con los factores sociales de la personalidad no puede, en efecto, explicarse con ninguna teoría neuronal. En cuanto a las teorías supuestamente neurológicas que se declaran adeptas del automatismo mental, son a fortiori ajenas a nues18 tro tema. Véase sobre este particular Ja lección XX. de Séglas, en sus Ler;ons cliniques. 1a Véase Raym<>nd y Janet, art. cit., p. 522, y el último artículo de Janet, infra~ nota 87. citado 15

Guira ud, '"Les délires chroniq ues (hypotl1eses patl1ogéniques contemporaines) ", L'encéphale, 1925, núm. 9, pp. 665-673. 78 Por lo demás, según Clérambault, las psicosis paranoicas tienen un mecanismo psicógcno; y es que él las hace provenir de un sentimiento de desean· fianza antiguo: "El sentimiento de desconfianza es antiguo en ellas, el comienzo del delirio no puede estar marcado en el pasado." En quienes las sufren, ~'la desconfianza regula por otra parte las relaciones del yo total con la tota]i. dad del ambiente y cambia la concepción de su yo" (G. de Clérambault, Bull. 11


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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACION ORGANICA

Con todo, este término, automatismo mental, les sirvió a Mignard y a Petit 79 desde 1912 como título d e una doctrina que se atenía a los hech os clínicos. Utilizando esa d esignación, Mignard y Petit ponen de relieve la autonomía relativa del sistema delirante con respecto a la personalidad. Los hecl1os por ellos estudiados se relacionan directamente con el marco de nuestro trabajo. La discontinuidad del delirio con la personalidad anterior del sujeto n o es, dicen nuestros autores, patrimonio exclusivo de las psicosis alucinatorias crónicas. Se la puede observar asimismo en los delirios interpretativos, en los cuales la constitución paranoica dista mucho de ser la regla. Pero, sobre todo, ''es en el curso de la fase delirante propiamente dicha cuando cabe observar, al lado de la antigua personalidad variable pero continua en su pasado y su presente, la coexistencia de un segundo sistema más o menos coordinado de sentimientos y de tendencias que sirven de sostén a las concepciones mórbidas, especie de nueva personalidad delirante en oposición más o menos marcada con la pri1nera'' .80 La génesis de este sistema tiene que ser buscada en las tendencias afectivas reprimidas, principalmente a causa de las compulsiones sociales. ''Favorecida por un estado de confusión, de excitación o de depresión, .o sim·p lemente por un estado afectivo un poco intenso o prolongado, tina corriente ¡Jsíquica que se ha ido formando de manera más o menos subconsciente aparece a la luz de la consciencia, y, repentina o lentamente, pero siempre de manera imperiosa, con sus tendencias, sus sentimientos y sus creencias propias, viene a oponérsele o a imponérsele al sujeto." 81 Estos autores hablan del auténtico ''neoplasma mental'' que la personalidad del sujeto tiene que tomar en cuenta. E n la medida en que sólo se trata de la revelación de una parte de dicha personalidad, ésta puede, al parecer, adl1erirse completamente al ''neoplasma'', pero semejante evolución, por clásica que sea, dista de ser la regla. Lo que hay, las más de las veces, es un combate entre la personalidad y el sistema que nuestros autores lla1nan parásito. Este combate puede pern1anecer indeciso durante largo tiempo. Puede S.C.M.M., febr. 1921, art. cit., pp. 66-67) . La crítica bleuleriana contestó por anticipado (véase supra, p. 71) a tales afi rn1aciones. 79 Mignard y Petit, "Délire et personnalité", comunicación presentada en el V II Co11greso de Net1rología y Psiquiatría, Ypres-T'ournai, 1912 ( 14 pp.). Los autores emplean el término automati.smo mentál para designar su concep· ción del delirio, distinguiéndolo mediante un riguroso análisis clínico de las diferentes manifestaciones de automatismo en el confuso, el maniaco, el psi· casténico, el 11istérico y el hebefreno-catatónico. 80 Mignard y Petit, separata del Bulletin de la Société de Médecine Mentale de B elgique, núm. 165, dic. 1912, p. 5. 81 Mignard y Petit, ibid., p. 6.

GENESIS DE LAS PSICOSIS PARANOICAS· ANÁLISIS FRANGES . ES ·

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terminar con una esp ecie de in ·1· . , lirio, el cual pasa a segundo l mov1 izac1on y neutralización del deapariencia de convicción y dp ano y~ au!1que quizá conserve alguna e organización es t. d 1 a go puramente retrospectivo 0 e t d ' ~ par ir e entonces. E n estados de este tipo los 't n o o caso, sin alcance eficienter a u ores ven formas de ., d . . . , t ras t orno inicial que hubie d .d curac1on e un y en apoyo de su conce c.~ª po I o tener un desenlace más grave lirio de interpretación. p ion ofrecen algunas observaciones del de~

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Gracias a estas precisiones hechas M' . tuye su valor típico, su alcance si itor . ignard y Pet1t, ~e restíf?rmas llamadas atenuadas o resi ~ ~ativo y ~~ frecuencia a las cierto, había de dar, años más ~~a as e los del~r1os. Mignard, por tema clínico s2 No d rde, una doctrina acerca de este · nos po emos dete 11 en la teoría de la polifrenia de Revault ~~~l~n e a~3 como tampoco Desde hace ya bastan te tiem onnes, etc. ción de los delirios que no h dP.odJanet había .lanzado una concepLa idea se la debe a la obseª e1~, o dde perfeccionar posteriormente · . · rvac1on e uno · · . s pacientes cuyas disposiciones delirantes fue e'l . quien tuvo el mé 't d primera, según vimos antes N f . ri o e mostrar por vez . Son estos enfermos, en. efe~~~e f~1mos a los obsesos psicasténicos. importancia semiológica de algo ' ue s ,(yle le, revel~r~n a Janet Ja tuales. En una de sus . qb e amo sentzmzentos intelec. primeras o ras los a . v~;1edades del sentimiento de incom.n[ t d· 84~upa en 1as diferentes c1on, que compre d JJ. e. u · in completud en la aclidad de la acció~ ye fuseugovedzelos tsent1n;i1entos de dificultad, de inuti· · d . . . ' au omat1smo de d ~ento, de intimidación, de rebelión · i ' omin10, e descon1n telectua1es, donde hallan su 1 '1 ncomJ?le~ud en las operaciones ''nunca visto'' de falso reco ~g~r os sent1m1entos de extra11eza de ' noc1miento d d d · ' en1ociones; y finalmente incom J1etud ~n ~ u a; inc.~mpletud en las: persona, o sea extra11eza del yol desd bl ª. percepcion de la propia 0 Este catálogo, que ha sido 'com amiento,. despersonalización. alto valor sugestivo por el he h dp1etado ulteriormente, tiene un del desarrollo psíquico Nio t e do' e .agrupar accidentes homólogos · en r1a s1n embarg , m eramente semiográfico si Janet 'h b . o, mas que un valor no u iera mostrado la correlación 82

Migna rd ' "L'empr1se · organo-psych · ,, L' , m~~ta1e morbid~", A.M .P., mayo · l 92~~ue ' encephale, 1922; "La subduction Revau1t d Allonnes ''La ol h é . ,, 229-243. El autor def1'ne' Ja poll?f ~ r n1e , A.M .P ., oct. 192 31 t. Ir pp 'd 1 ren1a como " , f • r1 a a . ,veces curable, a veces crónica ca t . en ermedad psíquica adquiev~lu.c10~ de dislocación psí t1ica con , er r_ac en~a a por unos síntomas y una ob¡et1va?1ones y seudo-perso~ficaciones p a:1~;~nc1a de un~ P.ersonalidad residual, e~1 part1cu.l~r de producciones ''erbales" C~ent?s ps1qu1cos e1;1ancipados, y ciertos del1r1os puran1ente interpretat' . cepc16n que podr1a aplicarse a 84 R d IVOS. aymon Y Janet, op. cit., t. r, pp. 264. 319 .

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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

de los síntomas con toda una serie de ins~fic~encias psicológicas, que se manifiestan en las operaciones volunt~rias inte~ect~ale~ Y emocionales de orden elevado y complejo: por e1emplo, 1nef1cac1a de los actos sociales, abulia, especial~ente profe~iona.1~ etc., trastorno~ de la atención, amnesia, etc., necesidades de d1recc1on moral, de est.1mulos necesidad de ser amados, etc. El conjunto del cuadro constituye 55 algo que recibe el nombre de estig~ psicasténic~s. A las teorías que explican los sintomas mencionados a base de trastornos intelectuales o emocionales, Janet opone otra que .l e es propia: la teoría psicasténica. Esta t~oría se funda en un co~J6Unto de investigaciones que Janet no ha de1ado nunca, de acrece1?tar. . Sus .observaciones establecen la jerarquía de los fenomenos ps1col6g1c?s, -no sobre una distinción escolástica de facultades llamada~ emoc10-nales, intelectuales, voluntarias, etc., sino sobre el estudi? de los actos concretos y sobre el desarrollo que se puede colegir de su complejidad progresiva. Se da uno cuenta entonc~s de qu~ los actos concretos conservan la huella de las colaboraciones sociales que '.han permitido adaptarlos. . . ., Esta colaboración es primitiva en rel~c1ón ~º? la apar1c1on de los fenómenos mentales complejos. Permite cl.arif1.car a1gunos d~ los enigmas que presentan los fenómenos de conscienc~a, como por e1emplo juicios de valor, volición, sentimientos depres1~os o ~r1unf~ntes, y en particular su carácter notabl~, de desdoblamiento intenc:ional. Para ello es preciso poner en relac1on esos fenómeno~ con los actos precedidos o acompañados normalmente por ellos, as1 como con las correlaciones sociales de esos actos. Se. ve ent~nce,s ~1 papel formador qQe en la elaboración del pensamiento ps1co~ogic?, han d~sen;: peñado los hechos primitivos del nlando y de la e1ecuc1on, del dar y del ''tomar'', del ''mostrar'' y del ''ocultar". . . Se concibe, de ese modo, que l~s actividades ~om1)le1as y sociales, las adquiridas en época más tard1a, sean la.s pri111eras afe.ctad~s. ei1 toda insuficiencia del psiqt1ismo, y se concibe que es~as insuf1~1en­ cias se revelen electivan1ente con oc~sión de las rel~c1one~ sociales. Por otra parte, se comprende. no .solo qt1e los ~sta os as1 provocados sean percibidos en. la consc1.~nc1a como in~l integrados, a. la personalidad del sujeto, sino tamb1ei:i, que se atr1b.uyan tan fac1lmente a una acción exterior, y a una acc1on hun1ana a1ena . , . . . En un artículo reciente,87 notable por su atenc1on m1nuc1osa a Véase Janet op. cit., pp. 261-442. e súltense' las obras más tardías de Janet, y particularmente st1 curso ·del cofi~ge de France, en 1929, sobre ~ª. personalida?. . ,, et "Les sentirnents dans le delire des persecut1ons , J. de Psychol., 81 J ·15 ma~~o-Í5 abril 1932, pp. 161 -241, 15 rnayo-15 jun: 19 32, pp. 401-461. 85 86

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GENESIS DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: ANALISIS FRANCESES

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los hechos clínicos, Janet aplica ese método de análisis al estudio ·de l?s s~,ntimientos de impo~i~ión,. de inflt1enci.a, de penetración, de .sust1t~c1on; de vuelo, de ~d1v1nac1on y de eco del pensaminto, de extra11eza del nlundo exterior. No se pueden negar las claridades que .su, método .proyecta sobre ]a significación de esos fenómenos. Aún mas: es ev~dente que este método permite rectificar la descripción .a menudo inexacta que de tales fenómenos suele hacerse a base de las expresiones forzosamente sumarias del enfermo. No es ,na~a. raro º?~ervar esos sentimientos en nuestros interpret~n~es mas t1p1cos'. Ser1eux y Capg~~s destacan ciertos sínton1as episod1cos de esta serie en su descr1pc1on, pero esos síntomas aparecen .sobre todo en gran número de sus observaciones. Los síntomas de que. se tr~ta s?n? sin embargo, más típicos de la psicosis llan1ada alucinato;1a cron1ca~ Al. ~c?parse del delirio de persecución, Janet se concentro en lo mas d1f1c1l, o sea en todos esos fenóme11os seudoalucinatorios que otros investigadores se sienten inclinados a repre~e~tar~; groseran1ente como los productos de una lesión o de una irr1tac1on cerebral. . El autor proyecta vivas claridades sobre el mecanismo de la ilu.szón de la ~em?~ia, ~enómeno qt1e depende, y en el más alto punto, d; la~ 1nsuf1c1en~1as de la adaJ?tación a lo. real; pero no ataca por s1 mismo el fenoi;i~~o tan ~el1ca·do de la interpretación. Así y todo, b~otan de su anal1sis sugestiones muy valiosas acerca del tema . ~' gracias a ~l, es más fácil de concebir cómo la interpretación mórbida, muy diferente del mecanismo normal de la inducción errónea ~ de la lógica p~sional, puede depender de una perturbación primi~1va de las act1v1dades complejas, perturbación que la personalidad i1nputa naturalmente a una acción de índole social. Las necesidades del lenguaje no dejan de imponer, tanto para el enfermo como para el observador, algunas expresiones intelectuales. \er<;> esto ?º debe hacer olvidar la verdadera naturaleza de los sentzm_z~ntos intelectuales: hay que concebirlos como estados afectivos ca~1 II? ~fables, para. los cuales el delirio no representa más que la exp11cac1on secundaria, a menudo forjada por el enfermo después de una perplejidad prolongada. Un ,P?nto teórico .importa~t.e. está. constituido por la concepción patogen1ca que seme1ante anal1s1s ]e impone a su autor. Contrariamente a lo que a veces se cree, esta concepción es fisiológica, lo c?al nos hac,e comprobar que un análisis psicológico n1inucioso no t~ene por q~1e ~tentar contra los derechos de una concepción organic1s~a. del }JS1qt11smo. Es verdad, en efecto, que el autor se niega :em1t1r ~na coi:iclusión prei:i1a.tura hablando ele alguna alteración de determinado sistema especializado de neuronas -cuya existencia si1


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G~NESIS

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACION ORGANICA

gue siendo científicamente mítica-, y sin embargo él se adhiere a una concepción biológica de esos trastornos. Concepció·n energética ante todo, se expresa mediante metáforas con10 pérdida de la furición de lo real, baja de la tensión psicológica, descenso del nive[ mental o crisis de psicolepsia, que corresponden a hechos clínicamente observables. Los actos complejos son los primeros en quedar afectados por esos fenómenos ·patológicos, y los sentimientos mórbidos,. arriba descritos, marcan el trastorno con su regulación. La causalidad biológica de estos hechos está bien subrayada por la influencia de determinadas condiciones, como las enfermedades, la fatiga, las emociones, las sustancias excitantes, los cambios de am-· biente, el movimiento, el esfuerzo, la atención, que actúan no comofactores ·psicógenos, sino co1110 factores orgánicos. Estos sentimientos intelectuales, normalmente encargados de la regulación de las acciones (sentimiento de esfuerzo, de fatiga, de fracaso o de triunfo), parecen asimismo traducir a menudo de manera directa una modificación orgánica. En uno y otro caso, sin embargo, tenderán a nlostrársele al sujeto como condicionados por los valores socialmente vinculados con el buen éxito de los actos. personales (estima propia, autoacusación ), y entonces aparecerá una conclusión delirante, correspondiente a esas ilusiones. Observemos, para volver sobre un punto ya abordado antes, que un control preciso de estos datos podría ser aportado por el estudio psicológico· atento de los fenómenos subjetivos de la psicosis: maniaco~depresiva.

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Pongamos de relieve, antes de despedirnos de Janet, el hecho de que los psicólogos 1nodernos 1nás economizadores de hipótesis se ven forzados a hacer i11tervenir, en varios puntos de la teoría de las funciones ¡)sicológicas, esos inis111os sentimientos regt1ladores. Parece como si, co11trarian1ente a las doctrinas intelectualistas de S1)inoza y de Hume, la teoría de la creencia no pudiera prescindir de una intervención específica de tales sentimientos (James). Los hechos clínicos de t1na detern1inación psicopatológica de la creencia por ciertas borracheras, co1no ejen1plo, vie11en a apoyar esa teoría. Estos sentin1ientos, por otra parte, parecen indispensables no solamente para la teoría del recuerdo y de la identificación del pasado, sino incluso para la teoría mis1na de la ·percepción (véase el Análisis de la mente de Bertrand Russell). Pero no podemos dedicar mucho espacio a teorías de pura i)sicología. Señale1nos sólo que pueden aclarar el verdadero valor de trastornos como la ilusión de la memoria y la interpretación en nuestras psicosis. En Francia, según lo he1nos dicho, son pocos los estudios que se han opuesto a la concepción reinante de una ''interpretación'' mór-

DE LAS PSICOSIS PARANOICAS: ANÁLISIS FRANCESES

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b1da, cuyo. mecanismo no sería diferente del d l ,,. . . ' ,, normal. Sin embargo en este t'd e a 1nterpretac1on ción s~bre un notabilísimo art;;~~ ~e t~emos que llamar la atende las interpretaciones mancas 88 eyerson Y Quercy acerca Según la concepción clásica. di 1 . impresiona ''por su carácter d' ~~n o_s autores, la interpretación cológica''. En ella distinguen :e re 1nam1ento y de complejidad psi-

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Un trastorno de la afectividad· * Un trabajo de reconstrucción ' d d ' ·' que, cuando llega hasta el fin produc: coor.Jnac1on. y de explicación, do se queda en estado de esb~zo const 1't una Il ea d~l1:ante, y que cuan~ Y de automatismo· uye e sentimiento de extrañeza * una materia 'de 11echos. percepc. d r~cuerdos afectivos que servi¡án de io~esd rec~er os. de perc~p~iones o 11rante se enganchará en eso h h pun o e re erenc1a : la actividad des ec os y se detend-rá en ellos un instante para poder rebota.r· * Y finalmente' una e 'ó b 1 fórmula. xpres1 n ver a : un esquema, un símbolo o una Un trastorno de l f t ' ·d fermo y le ha dado ~1ª s:~:~1 .ad t had re~olucio1_1ado el equilibrio del en~ familiar demanda una labo:~en e. ~nse~,uridad. La necesidad de lo reorganización se hace en to e ~ecla~if1cac1on, de reorganización. Esta al azar, y que desempeñará;n~ ~ ~lgunos hech.os, to1nados a me11udo en una mezcla en sobrefusión Lpac p . dt e]. los. ,cristales o de los polvos · cr1s a izacion por c1'erto ' . es t a bl ~ al comienzo; sólo más tarde 11 , ' . ' sera poco egara a un sistema coherente, a expresiones verbales fijas.

°

Facil es ver lo mucho que este ' l' . , · t l' · ana iszs esta en o·posición con el P unto de vzs a c as1co sobre la interpret ·' 'd ac1on cons1 erada como ''la inferencia de un percepto exact supra p 63) A , o a ?n concepto erróneo'' (Dromard ració~ d.e u~ e;~~' por el contr~no, nos ~ncontran1os con la alte~ recicla bajo lap for!:º Jeºr una int.ter.ferenc~a afectiva fortuita, apa· d , un sen zmzento intelectual t l' · esp?es, de manera secundaria, la tentativa (lo d pa o og1co, y ducc1ón del trastorno mediante 1 f . gra a o no) de re. menos organizadas, de la personali~ad~nczones conceptuales, más o . Los autores se ven inducido chos que ellos mismos a ortan s ha .seme1ante concepció·n por los he. mancas'' (.f..... t ) p . ªJ 0 el nombre de ''interpretaciones ' ' tLS es ' que son interpretaciones e 1 f tos elementos de la interpretació n as que altan cier. Tal es el caso de ese e f n colmp1etamente desarrollada. n ern10 en e cual, después de un período 88

Meyerson y Quercy, ~'Des interprétations frustes" f d p h l pp. 811-822. ' · e syco., 1920,


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PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

alucinatorio, el delirio de persecución se ha ido reduciendo poco a poco a puras interpretaciones. Sucede que un día, una vecina, al mismo tiempo que se ocupa en limpiar y recortar un emparrado, emite a su oído estas palabras: ''Todo esto está salvaje." El enfermo queda muy turbado al oírlas. Sin embargo, no puede afirmar que esas palabras se hayan dicho por él. "La cosa le ha parecido cl1istosa." La cosa le sigue pareciendo chistosa. Está seguro de que la vecina no tiene nada en contra de él. El interrogatorio del enfermo, que vale la pena de ser leído en todo su detalle, traduce a la vez su buena voluntad (la evidente falta de reticencia) y su impotencia para explicar lo que le ha sucedido. El enfermo se halla en ese momento perfectamente orientado, y conserva reacciones intelectuales y mnésicas que están en la media normal. Nos encontramos aquí en presencia de una actitud mental que se caracteriza por un estado afectivo casi puro, y en el cual la elaboración intelectual se reduce a la percepción de un significado personal in1posible de precisar. Sen1ejante reducción del síntoma se presenta como un h echo qe demostración notable, pero, para que toda elaboración conceptual esté at1sente, parece que tenemos que habérnosla con un caso en que la reacción de defensa psicológica · es mala, y la observación nos indica en efecto que el caso se agrava ulteriormente y presenta un cuadro con visos de esquizofrénico. En otro de los casos que nos citan los autores vemos una interpretación n1anca de mecanisn10 diferente, que ·p one en n1ejor relieve los alcai1ces del prin1er caso: en efecto, al paso que en éste se trataba de un sentii11iento vivido casi inefable, pero que el estado intelectual del enferino permitía evocar y discutir con precisión, en el segundo caso, que es un caso de debilidad mental senil, la interpretación es n1anca a causa de una presei1tación estereotipada, unida a un debilitamiento intelectual y también a la evanescencia del fenómeno. De i11uy buena gana concedemos que los casos presentados por estos autores no entran en el marco nosológico de los delirios que nos ocu¡)an. Plantean, sin embargo, el problema de la génesis exacta de las ii1ter¡)retaciones en éstos. Toda asin1ilación de un fenómeno inórbido a la experiencia introspectiva de un sujeto normal tiene, en efecto, que sufrir una crítica severa. Blondel, que en su libro sobre la consciencia mórbida nos ha n1ostrado el método para ello, concluye diciendo que la mayor parte de las experiencias vividas por los enfermos mentales, inclusive algunas que nos resultan muy parecidas a las reacciones

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GENESIS DE LAS PSICOSIS PAR , ANOI CAS : ANALISIS FRANCESES . .

125

psicológicas del individuo sano co . a la intuición que guía la 1·ntr'o m~~rtan una parte impenetrable speccion normal s9 L as conclusiones de ese estudio h . · . chos investigadores y al u d an guiado posteriormente a muestructura de las pr~pieda~e~ºJe lae cellos. hai;i tra!ªd? de definir la ~jen~p~o, el sentido de las investigacfo~:~;e~~1~~1o{b1dt Tal es, por intu1c1ones temporales y es aciale . in ows 9o sobre las dades n1entales. p s en diversas formas de enfermeAsí, para Minkowski los sentimie t d . fl . del mundo exterior y de tra s.t. . n os e in u~nc1a, de extrañeza: lo único que hacen es ex ~s~~v;smo que. ~xp~nmenta el enfermo, sus intuiciones del espacio pdel tie~s m~d1f1cac1one~ patológicas de po, e la causalidad, de su contacto con el n1undo y co' l .. n os seres. d El del1r10 de relación vendría de al , ralmente en estas formas p gun mo o a .moldearse naturio· de celos, es preciso ~uid~~e c~;~render, por e1emplo, un delide otra mujer, una construcción ded It~putar .ª la ~nferma, celosa nos racional . lo que ha h uc iva o inductiva más o memental la f~erza a ide~ti~;ars~cer es co~prender que su estructura sentir que ésta se está sustitu e c~n su rival cuando la evoca, y a e~tereotip·ias mentales son con~d~r~d a ella. En otr~s palabras, las· n1smos de con1pensación no de . as en e~ta te?r1a como mecanomenológico Gran , d o1den afectivo, sino de orden fe. numero e hechos cl'n · h ·d · 1 tados por Minkowski eil esa f d icos ~n si o 1nterpre91 orma, Y e manera br1llante. Nosotros creemos que tod d . t ' ·, formas de la vida mental a is inc1on. entre unas estructuras º' cansa sobre hipótesis metar ~nos. co.nten1dos que las llenarían, destinción, en opinión de alg:s1cas ifc1er.tas y frágiles. Semejante dis1nos, ue impuesta por las psicosis or-

t~ndel,

La co.nscience morbide, París, Alean 1920 ase en particular Minkowski "D Ó • Schweiz. Arch. Neurol. Psychiat Í 22 ufsympt me au trouble générateur'', , ase. 1, 1928. . . Investigaciones análogas sobr:·'1avo. muy cultivadas en Alemania se f e~tructura de la consc1enc1a delirante son Estos trabajos, distintos po~ comu~ :n J~ 1osd trabajos de los fenomenólogos.· su nombre designa de ordinario p e ~ ~ ?r en puramente descriptivo que rosísimo, elaborado por un . e? ptsiqu1atna, obedecen a un método riguN · mov1mien o de investigac·ó · . o tienen por objeto los fenómenos sico a 1, . ~ n puramente filosófica. sional. De acuerdo con Ja def· . 'ó pd p to ogicos sino de manera muy oca, "l in1c1 n e Husserl s · · · d 1 t g1a es a descripción del terreno neutro d 1 .' 'd u inicia or, a enomeno]o. . . e .• 0 vivi o Y de las esencias que allí se presentan". Aquí no podemos d trata. Digamos sólo que Mi' k k~r ni siquiera una idea del inétodo de que se · . t rasforma profundamente c n ·ows ·1' que parece no igno,rar esas investigaciones, ellas tienen. ' orno es su costumbre, el metodo y el espíritu que ::

s1 Mi~kowski, "Jalousie pathologique f d A.M .P., ¡un. 1929, pp. 24-48. sur un on d'automatisme mental",


,

126

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

gánicas y las demencias, pero éstas presentan una desorganización psíquica profunda, en la cual no subsiste ya ningún vínculo psicogénico, y a decir verdad, como muy bien lo observa Jaspers, no se trata entonces de auténticas psicosis.92 En las psicosis que nosotros estudian1os, por el contrario, es imposible decidir si la estructura del sínton1a está o no determinada por la experiencia vital cuya huella parece ser; dicho en otras palabras, contenido y forma no podrán disociarse sino de manera arbitraria n1ientras no se haya despejado el papel que el trauma vital tiene en las psicosis.

V. ANÁLISIS ALEMANES DE LA ' 'VIVENCIA'' :PARANOICA. LA NOCIÓN DE PROCESO PSÍQUICO, DE JASPERS. EL DELIRIO DE PERSECUCIÓN ES ENGENDRADO SIEMPRE POR UN PROCESO, SEGÚN W ESTERTERP

Desde hace mucl10 los autores alemanes han reservado la originalidad de la vivencia ( Erlebnis) paranoica. N eisser encuentra el síntoma primitivo de la paranoia en experiencias de ''significación personal''.93 Así también Cramer ve en ellas la característica del delirio; de manera análoga, Tiling 94 encuentra en un sentimiento basal de malestar el origen de la modificación que sufre la personalidad entera. Margulies 95 ofrece como carácter común a los síntomas centrales de la paranoia no la desconfianza, sino una inquietud imprecisa. H eilbronner 96 atribuye igualmente al paranoico verdadero, por oposición al reivindicador, un delirio muy difuso de ''s·ignificación personal'' de los hechos exteriores. Además de esto, los alemanes han demostrado siempre el mayor interés por los documentos autobiográficos que permiten penetrar las experiencias mórbidas. Jaspers ha concedido una atención particular a las vivencias paranoicas. En su Psicopatología general se expresa así :97 92

De ahí la inanidad de las objeciones que se suelen lanzar contra las in· vestigaciones psicógenas, inanidad que podría quedar demostrada mediante el aislamiento de una entidad como la parálisis general por ejemplo. Son verdaderas obj.eciones de pereza. 93 Neisser, "Erorterungen über die Paranoia", Zbl. N ervenh. u. Psychiatr., 1892. 94 T iling, "Zur Paranoiafrage", Psychiatr. Wschr., 1902, núms. 43-44. 95 Margulies, Die primare Bedeutung der Affekte im ersten Stadium der PaTanoia, 1901 . V éase tambié11 Msclir. Psychiatr. Neitrol., Bd. 10. 96 H eilbronner, "Hysterie und Querulantenwahn", Zbl. Nervenh. u. Psychiatr.,

15 oct. 1907. 97

Véase K. Jaspers, Psychopathologie générale, trad. francesa de Kastler y

ANALISIS ALEMAN·ES DE

,, LA VIVENCIA" PARANOICA

127 La vie1·a d f' · '6 . . . f . . e 1n1c1 11 de la paranoia. gzr, h ~ dejado de ser válida desde. ernrr!uzczo also imposible de corred e relieve determinadas vivencias sub 'et .omento en que se han puesto que son la fuente del delirio ( 'd d '1. zvas de los enfermos, vivencias en otros casos los esta.d os de I leas ira11tes auténticas)' mientras que que hacen nacer las ideas erró~ema, ( .~s desdeos y los instintos son Jos una manera más o m enos co as .b1l eas e sobrestimación, etc ) de mprens1 e. ·

f

Estas vivencias se presentan poi ejen1plo así:

M uchos acontecimientos que sobr . ev1ven al _al~ance de los enfern1os y a traen su atención, despiertan nas comprensibles. Este hecl1 ~n ellos sentzmzentos desagradables ape-

veces en que todo. les parece ~anos !:,~~ct1pa mucho y los fasti?ia. Hay .f ' en , que las conversaciones resuenan . con demaszada vehem que cualq.uier ruido, cualquier e;~~:s en sus, /ozdos; h.ar veces incluso en tarlos. Tienen siempre la . . , o dcomun y corriente basta para irri.. impres1on e que son ll l bl d se ir1gen esas cosas. Acaban or e os e aneo al que Observan que la gente mur p d queda.r completamente convencidos. a quienes se echa la culpa dm e urla e pellos, que. a ellos precisamente es · · a go. uestas ba10 for· d · · · exper1enc1 as engendra.n el delirio de relación. ma e 1u1c10, estas

' 'Los enfern1os -continúa Jaspers- t . , , de sentimientos que uno trata de ienen, ade~as,. gran numero per~ indefinida, inquietud, desconfi;~presar ~~n term.1n?s como espe11gro ainei1azante estado t za, tens1on, sentimiento de un . ' ei11eroso presentimie t t '' S ]a 1a aparición episódica de f ó ' ~ os, ~ c. eñasar de todos estos trastornos ~: :e~fs seu~oa1uc1nator1os. ''A pedadero estado de sicosis a ud ega, sin embargo, a un vervos, accesibles, a rf:ent1do in~lu:~ L~s enfermols, orie.ntad.os, reflexi. ap os para e traba10, tienen todo el ocio y todo el celo ne de sus experiencias, un sist~~~ri~fe%ara el~b~ar, ~orno explicación se de ideas delirantes explicativas a frganiz: o, asi coi:no toda clareconocen a menudo sino un ca ', t as ~ua ~s ellos mismos no les que tales vivencias se han desva~~c .~r ~pote~ico. En lo.s casos en ~1 o espues de u~ tiempo bastante largo, lo único que se e de juicios petrificados· la vive nc~en ra so? los contenidos delirantes ciclo." Jaspers no de1~ a de bncia paralno~ca particular ha desapare/ · o servar e tinte psic t d , f enomenos iniciales. Presenta e . as eni.co e estos de esas vivencias o experiencias ~u~~g~ida d~s observaciones típicas un reivindicante de tinte depresivo. J~ivasj n ~n caso se trata de rro11o extensivo, primitivan1ente . h n e otdro se ~uestra el desa1nco erente, e las interpretaciones M endousse, París, Alean p 533 (L 1913.) ' · ·

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1 emana original es de Heidelberg,


128

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

delirantes en un sujeto cuya pers?nali~ad e.s trasforID:ada Pº:ar~~~ delirio. Jaspers opone estas auténticas ~ivencuzs parano.icas .~l de ter sistematizado y concéntrico de las ideas de sobrestimacion y las ideas erróneas. V lk b 98 para Sobre hech os como los descritos se funda Van a en urg sostener que la psicosis no está determinada nunca por ~na reacción afectiva. . · t ·mienVa n Valkenburg aprecia al comienzo de la psicosis_ un se!1 i · ·' t d erie de pequenas sena1es soto· de despersonalizacion Y o a una s . . b 1 no máticas en las cuales se basa para adn1it~~ un . proceso cere ra~ los / por ci·erto a la observacion directa. Con tod , . ·bl t d accesi e o av1a, ' ·d s1 casos que él aduce no parece que se puedan co·n si erar como p cosis paranoicas verdaderas. . . . l'ti 1 Para el análisis de éstas contamos con unos principios ana coi~ de gran prudencia que han sido dados por Jaspers. En nudestra ºP. . . d . d étodo sano y pue en servir nión, estos principios erivan e un m para aclarar los hechos. / . El concepto central es el de proceso psiq~ico. d El concepto de proceso psíquico se opone directan1e~te al de esarrollo de la ersonalidad, que puede ser expresad.o siempre en relaciones de c~mprensión. Introduce en. la perso~~lidad un ele;nent~ nuevo heterogéneo. A ·partir de la introduccion de ~ste e emen to se forma una síntesis mental nueva, upa pers~nal1dad nueva, sometida de nuevo a las relaciones de comprension. El proceso sí uico se opone as,Í, por otra parte, al, curso de los procesos or~á!cos cuya base es un~ lesión .~erebral : estos, en efecto, van acompañados siempre de desintegracion mental. ., Jas ers describe de ese modo varios tipos formales de evo1ucion ue puizá como él lo confiesa, no tengan más que u~. valor pur~­ ~en~ de;criptivo, pero que poseen el interés de permitir una clasificación de los hechos. . Para que un fenómeno psicopático sea considerado como una re.acle. d . d ostrar que ''su conten1 o ción 99 de la personalida , es preciso em . . . . tiene una relación comprensible con el acontecimiento or~91n~, que no habría nacido sin ese acontecimiento, y que su evolucion epen-· Van , Valkenburg, "Over waanwonning", Nede~l. Tschr. Genee~~~tat. ~¿ 1917. Nuestras investigaciones en la literatu~a extran1erad demuestra; o enq la punto está ex.ten~ida la doctrina que admite h ech os e automa ism 98

base de las psicosis: . éa S h 'der "Der Begriff der Reaktion 6 99 Sobre la noción de reacci n v se e ne1. , 95 1925· Redalié, . d p ch'atrie'' Zschr. Ges. Neurol. Psychiatr., Bd. , , y h' t in er sy i , . . ,, S h · Arch Neurol Psyc uz r-> "La notion de réaction en psychiatrie , e weiz. · · 1929, vol. 24, fase. 2.

1

ANÁLISIS ALEMANES DE LA ''VIVENCIA'' PARANOICA

129

de del acontecimiento, de su relación con él''. 100 Reacción inmediata o descarga en que culmina una larga maduración, la psicosis reactiva depende del destino del sujeto, está ligada a un acontecimiento que tiene un valor vivido (Erlebniswert). Semejante reacción-sostiene Jaspers-, a pesar de las huellas que deja en la vida sentimental y afectiva, es, en principio, reductible~ El carácter del proceso psíquico es completamente diferente: es, en esencia, un cambio de la vida psíqt1ica, pero un cambio que no va acompañado de ninguna desintegración de la vida mental. Determina una vida psíquica nueva, que se mantiene parcialmente accesible a la comprensión normal y que parcialmente le sigue siendo impenetrable. ''Hay en el enfermo -dice Jaspers- ilusiones que él no somete a ninguna crítica. ;Estas ilusiones desempeñan un papel, y el enfermo asimismo tiene una manera propia de tomar posición con respecto a las fases agudas anteriores. Todo esto hace que se imponga nuestra conclusión: se trata de una alteración general de la personalidad y de la consciencia." Sin embargo, este desarrollo nuevo conserva caracteres típicos que es preciso distinguir en cada caso. Bleuler ha descrito algunos de esos tipos en sus estudios sobre la vida esquizofrénica. Mayer-Gross ha descrito otros y ha aportado algunas diferenciaciones: hay, dice, casos de dominio taimado y apenas perceptible de la enfermedad, casos en que la personalidad primitiva lucha por su continuidad, casos en que los estados nuevos son acogidos con un átono encogimiento de hombros, y casos en que, a la inversa, provocan un entusiasmo extraordinario.101 Estas modificaciones psíquicas, causadas por procesos, son en principio definitivas. Jaspers distingue, asimismo, unas modificaciones que están a medio camino entre la reacción y el proceso. Son aquellas que, a pesar de estar determinadas de manera puramente biológica y a pesar de no tener relación con las vivencias del enfermo, son sin embargo restaurables y dejan intacta la personalidad: tales son los accesos, _las fases y los períodos, de los cuales encontramos ejemplos en tantas enfermedades mentales. Reiss ha estudiado la evolución de la personalidad en el curso de las fases maniacas. En todos estos casos persiste una organización de la vida psíquica. Esta organización queda totalmente destruida en los procesos orgánicos groseros: las lesiones evolutivas del cerebro, a decir verdad, provocan trastornos mentales que de una auténtica psicosis ioo Jaspers,

Psychopathologie générale, p. 314.

Mayer-Gross, ''über das Problem der typischen Verla ufe", Zschr. Ges. Neurol. Psychiatr., Bd. 78, 1912, p. 429. 101


130

1

I

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACION ORGANICA

I ANÁLISIS ALEMANES DE LA ''VIVENCIA'' PARANOICA

no tienen más que el nombre. La observación nos muestr~, en efecto, que a cada instante de su evolución int~rvi~nen alteraciones psíquicas siempre nuevas, heterogéneas entre s1, sin lazo estructural común. En su primer trabajo,102 que es donde presentó estos concepto~, fundándolos en la observación comparada de .cu~tro casos de delirio de celos, Jaspers concluía con el cuadro s1gu1ente:

Desarrollo de una personalidad

Desarrollo lento de los A partir de un momento determinado, se inausíntomas, según un mo- gura un nuevo desarrollo. do análogo al progreso . normal de la vida, tal Injerto parasitario úni- Irrupci6n s~empr~ n~eva como se ha manifesta- co, comparable al pro- de instancias ps1qu1cas do desde la infancia. greso de un tumor. heterogéneas. Los episodios agudos no acarrea.n ninguna perturbación duradera. Se t bl el statu quo ·· res a ece

Los episodios agudos tienen como consecuencia una. perturbación no restaurable.

ante.

El que ~a pert~rba~ón sea pasa1era o ura er~ ~epende del proceso ~~ s1co subyacente, no las propiedades del proceso psíquico paralelo directo.

Cuando un episodio agudo culmina e?. la c~­ ración y no depende de un proceso f1si~o-ps1cótico nos encontramos ante una reacción o un epÍsodio periódico. Los sujetos que presentan estos episodios agudos pertenecen, por lo demás, al primer grupo. A partir de una predisposición personal u~ívoca es posible deducir la vida entera.

Esta deducción tropieza con límites cuando se llega al momento preciso en que sobreviene el elemento nuevo, la perturbación heterogénea.

Proceso psíquico

Proceso físico-psicótico

Cierta determinación re- Ausencia anárquica de guiar, concebible en tér- regularidad en el decurminos psicológicos y so de los síntomas mencomparable al progreso tales. Todas las manide la vida psíquica nor- festaciones se continúan mal, se muestra en la en tra.nsiciones en las evolución y el decurso cuales no aparece rundel proceso, en el cual guna derivación psicolóexiste una nueva unidad gica, puesto que depencoherente y un encade- den secundariamente no namiento muy .racional sólo del proceso psicoy penetrable intuitiva- lógico paralelo directo, mente. sino también, y en medida mucho ma.yor, del proceso físico de la lesión cerebral.

Proceso físico-psicótico

Proceso psiquico I

Desarrollo de una personalidad

131

Cuatro casos de delirio de celos, agrupados de dos en dos, ilustran de manera notable esta concepción de la psicosis como un proceso, en oposición a las que la presentan como un desarrollo. En los dos primeros casos aducidos, se pueden observar, según Jaspers, los rasgos clínicos siguientes:1°s l] Se trata ciertamente de personas un poco particulares, que dan muestras de terquedad y son bastante excitables, sin que, no obstante, se las pueda distinguir de los miles y miles de personas que presentan los mismos rasgos.

Esta deli!11i.tación se. ~i­ gue, en ult1i;no ª1?ál1s1s, de las part1culan~a.des dadas del proceso f1s1co.

;rag~~ Ent~~klu ng l~~~r Personlichkeit oder Prozess?", Zschr. ges. N eurol. syc iatr .,. · ' 1

102 K. Jaspers, "Eifersuchtswahn. Ein Beitrag zur

"Originalien,,, pp. 567-637. (El cuadro está en la p. 612.)

1

2] El delirio de celos (seguido muy pronto de ideas de persecución) se declara en un lapso relativamente corto, sin límites claros, pero que no va más allá de un a.ño o algo así. 3] Esta formación delirante va acompañada de síntomas diversos: inquietud (''¿no has oído nada?''); idea delirante de ser observado por los demás (''están hablando en voz baja y se están burlando del asunto'' ); ilusiones de la memoria (''las escamas se le están cayendo de los ojos'' ); síntomas somáticos interpret§!dos (''¿vértigo? ¿cefalea? ¿trastornos intestinales?'') . 4] Estos enfermos saben relatar de manera muy expresiva las circunstancias de su envenenamiento y los estados aterradores que a él han seguido. No se tiene ningún punto de apoyo para a.firmar la existen1 3

º Véase Jaspers, "Eifersuchtswahn ... ",

art. cit., p. 600.


/

132

ANALISIS ALEMANES DE LA ''VIVENCIA'' PARANOICA

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

cia de alucinaciones, si se somete este diagnóstico a la crítica conveniente, que lo hace tan raro [sic] . 5] No se encuentra ninguna causa exterior para el estallido de t odo el proceso (o sea., ni modificación alguna de las circunstancias de la vida, ni el más trivial accidente) . 6] En el curso ulterior de la vida (observado siete años y ocho años en estos dos casos) no se encuentra ninguna adición de nuevas ideas delirantes, pero el sujeto conserva su delirio antiguo, no lo olvida; considera el contenido de ese delirio como la cla.ve de su destino, y traduce su conviccióñ mediante sus actos. Es posible y verosímil que se completen las ideas delirantes, pero esto se limita a antedatar ciertos sucesos en la época fatal relativamente corta y en los tiempos que la precedieron; y, si bien estos sucesos llegan a añadir a.Jgunos conte11idos nuevos al delirio, nada nuevo aparece en su modo. El sujeto no es reticente. . 7] La p ersonalidad, en la medida. en que se pueda juzgar del asunto, permanece sin alteraciones, y n o se encuentra la menor traza de debilitamiento demencial (Verblodung). H ay un desajuste delirante que se puede concebir como localizado en un punto, y la personalidad antigua lo elabora racionalmente con sus sentin1ientos y sus instintos antiguos. 8] Estas personalidades presentan un con1plejo de síntomas que es posible asimilar a la hipomanía.: consciencia de sí mismo que nunca falla, irritabilidad, tendencia a la . cólera y al optimismo, disposiciones que a la menor oportunidad se invierten en su contrario: actividad incesante, alegría de emprender cosas.

Tal se presenta el delirio de celos que es condicionado por un proceso. Este delirio está esencialmente caracterizado por la ruptt1ra que representa en el desarrollo de la personalidad. La ruptura, a su vez, está. constituida por la aportación de esa experiencia nueva, bastante corta por lo demás, a partir de la cual el desarrollo de la personalidad se prosigue de acuerdo con relaciones que vuelven a 11acerse ·comprensibles. Este proceso se opone radicalmente a los casos cuyos tipos son los otros d0s ejemplos de Jaspers: Aquí se trata de individuos cuyas tendencias celosas se remontan a la juventud. Jaspers señala la frecuencia de anomalías instintivas, particularmente ·sexuales. El cuadro delirante aparece de manera comprensible con ocasión de acontecimientos susceptibles, en efecto, de irritar la pasión del sujeto. Las ideas delirantes así aparecidas son reanimadas cada vez que se presentan nuevas ocasiones y, con el tiempo, se olvidan en parte y en parte se trasforman; lo único que persiste es la tendencia a explosiones nuevas cuando hay ocasiones apropiadas. Aquí no hay nada de ideas de persecución

1

.. 133

n~ .de envenenamiento; lo que sí hay es una fuerte tendencia al d1s1mulo. 104 ~nálisis com?/ esto; .de Jaspers están marcados con el cuño de la ine1or observ~c1on cl1n1ca, y nosotros mismos podríamos comunicar una obs~rvac16n notablemente conforme con el primer tipo descrito por el. El interés teórico. del concepto de proceso no es menor. Parece en efe~to que permite establecer una oposición entre las formas de ¡)a:anoia determinadas psicógenamente y un grupo de afecciones i1:1?s emparentadas con las parafrenias. Y parece que una clasificacion como ésa resulta en efecto más cónforme a la naturaleza real ele lo~ mecanismos en juego, por poco precisa que se nos muestre todav1a. . Westerterp, discípulo de Bouman, en un trabajo reciente,1os ha intenta~o sumar a ese. ~rupo de paranoias no psicógenas todas las pa~anoias que se man;fiestan en forma de delirio de persecución. ~ientras que las <lemas formas del grupo kraepeliniano tienen segt1n !\!esterterp, una evolución en la que no se rompen nunc; las rclacion~s de comprensión, y representan el desarrollo normal de una pers~n~lidad, el delirio de persecución se presenta siempre de maner,1 distinta. En apoyo de sus palabras aporta el autor observacio11es detalladas. Westerter~ insiste en la necesi?ad de. un interrogatorio riguroso y cletallado. Dice, en efect.o, que s1 se d~Jª que sea el enfermo quien exp?nga a su. gusto ~l s~stema del delirio, o, peor todavía, si se le s~g1~re est~ s1stemat1zac1ón, se deja escapar la verdadera evolución cl1n1ca: ~l interroga.tori~ de?~r~ consagrarse de manera especialísima a precisar las ~xper1enc1as iniciales que determinaron el delirio. El obser~a~o: vera ent~nces qu.e es/a~ experiencias .presentaron siempre, al pr1nc1p10, u~ c~racter en1gma!1co. El enfermo percibe ''que algo en los acontec1m1entos le concierne a él, pero no entiende qué cosa es" .106 E~ preciso no tomar por pri!11iti.va la explicación secundaria y t~~d1a que enfermo se da a s1 mismo de su persecución, explicac1on que, sin embargo, es tentador aceptar por su valor afectivo cuando el en~ermo atribuye el o: igen de su persecución a una falta por él cometida. Westerterp pone aquí en evidencia, de manera minuciosa, las trampas que le pone al observador la tendencia a querer compren-

:1

Jaspers, ibid., p. 624. W esterterp, ''Prozess und Entwicklung bei verschiedenen Paranoiatypen'' Z schr. ges. N eurol. Psychiatr., Bd. 91, pp. 259-379. ' 106 Westerterp, art. cit., p. 319. 104 105


134

PSICOSIS PARANOICA: DETERMINACIÓN ORGÁNICA

derlo todo; en algunos casos en que se ejerció la penetración psicológica demasiado hábil de investigadores que lo precedieron, detecta él con gran finura las fallas de armadura de esas explicaciones psicogénicas demasiado satisfactorias. Las encuestas sobre el carácter anterior del sujeto tienen que someterse igualm·ente a una crítica mi• nuc1osa. Westerterp resume así sus observaciones :1 01

II. EL CASO ''AIMEE'' O LA PARANOIA DE AUTOCASTIGO

1] En un período circunscrito que los enfermos pueden delimitar bien, comienzan a aparecer los fenómenos patológicos en sujetos que en todo lo demás no presentaban nada de particular; 2] los enfermos creen notar una actitud hostil y un interés particular de parte de quienes los rodean, cosas que ellos sienten al principio como hechos extraños; 3] esta trasformación no está ligada ni indirectamente ni de manera comprensible a una experiencia para ellos significativa; 4] después de un breve lapso los enfermos encuentran una explicación, que los deja más o menos satisfechos, para. los fenómenos que describimos en el párrafo 2, en la idea delirante de estar siendo perseguidos por cierta categoría de seres hur11anos a causa de una acción • precisa; 5] entonces, una fuerte desconfia.nza se hace cada vez más visible en el primer plano; 6] el delirio, nacido así secundariamente, permanece alimentado por la continuación de las manifestaciones del proceso, pero saca también de sí mismo interpretaciones comprensibles, como toda idea. prevalente; 7] no existe ninguna alucinación. 1

Después de haber expuesto así, en 1a primera parte de nuestro trabajo, las diversas concepciones de los autores sobre las relaciones de la psicosis paranoica con el desarrollo de la personalidad, vamos ahora a presentar la nuestra, sobre la base de nuestras observaciones clínicas.

101

Westerterp, ibid., p. 303.

\


1

Acabamos de exponer los fundamentos teóricos y las soluciones históricas del problema que constituye nuestro objeto de estudio, a saber, las relaciones de la psicosis paranoica con la personalidad. La contribución que a ese tema vamos a aportar está fundada en el estudio personal de unos cuarenta casos, veinte de los cuales pertenecen al cuadro de las psicosis paranoicas. Lejos de creer que estemos obligados a publicar (de manera forzosamente compendiada) el conjunto de nuestros materiales, pensamos, por el contrario, que mediante el estudio (lo más integral posible) del caso que nos ha parecido el más significativo es como podremos dar a nuestros puntos de vista su máximo de alcance in, . tr1nseco y persuasivo. Así, pues, escogemos el caso que ahora vamos a estudiar por dos razones. En primer lugar, por razón de nuestra información: hemos observado a esta enferma casi día a día a lo largo de cerca de un año y medio, y hemos completado este examen con todos los medios que nos ofrecían el laboratorio y la indagación social. El segundo motivo de nuestra elección es el carácter particularmente demostrativo del caso: se trata, en efecto, de una psicosis paranoica cuyo tipo clínico y cuyo mecanismo merecen, en nuestra opinión, ser individualizados, pues nos parece que tanto el uno como el otro ofrecen la clave de algunos de los problemas nosológicos y patogénicos de la paranoia, y particularmente de sus relaciones con la personalidad.

[ 137 ]


,

EXPEDIENTE MEDICO Y POLICIAL

l. EXAMEN CLfNICO DEL CASO ''AIMÉE'' Historia y cuadro de la psicosis. Análisis de escritos literarios. Diagnóstico. Catamnesia.

'

EL ATENTADO

El 10 de abril de 193 ... , a las ocho de la noche, la señora Z., una de las actrices más apreciadas del público parisiense, llegaba al teatro en que esa noche iba a actuar. En el ~mbral de l~ entrada de los artistas fue abordada por una desconocida que le hizo esta pregunta: ''¿Es usted la señora Z.?'' La mujer que hacía la pregunta iba vestida correctamente; llevaba un abrigo con bordes de piel en el cuello y en los puños, y guantes y bolso. En el tono de su pregunta no había nada que despertara la desconfianza de la actriz. Habituada a los homenajes de un público ávido de acercarse a sus .ídolo:, respondió afirmativamente y, deseosa de acabar p~onto, se dispo?ia a pasar adelante. Entonces, según declaró la actriz, la desconoc~da cambió de rostro, sacó rápidamente de su bolso una navaja ya abierta, y, mientras la miraba con unos ojos en que ardían las llamas del odio, levantó su brazo contra ella. Para detener el golpe, la señora z. cogió la hoja con toda la mano y se cortó dos tendones flexores de los dedos. Ya los asistentes habían dominado a la autora de la agresión. La mujer se negó a dar explicaciones de lo que ha.bía hecho, excepto ante el comisario. En presencia de ést~, respondió normali:ne~­ te a las preguntas de identidad (en lo sll:ces1vo. la llamaremos Aimee A.), pero dijo algunas cosas que parecieron incoherentes. Declaró que desde hacía muchos años la actriz venía haciendo ''escándalo'' contra ella; que la provocaba y la amenazaba; que en estas persect1ciones estaba asociada con un académico, P. B., famoso hombre de letras, el cual, ''en muchos pasajes de sus libros'', revelaba cosas de la vida privada de ella, Aimée A.; desde hacía algún tiempo, ésta había tenido intenciones de habérselas cara a cara con la actriz; la atacó porque vio que huía; si no la hubieran detenido, le habría asestado otro navajazo. La actriz no presentó demanda. Conducida a la comisaría, y luego a la cárcel de Saint-Lazare, la [ 138]

139

señora A. estuvo presa dos meses. El ... de junio de 193 ... era int~rnada en la clínica del Asilo Sainte-Anne en vista del peritaje médico-legal del doctor Truelle, en el cual se llegaba a la conclusión de que ''la señora A. sufre de delirio sistemático de persecución a base de interpretaciones, con tendencias megalomaniacas y sustrato erotomaniaco''. En esa clínica de Sainte-Anne la hemos observado durante un año y medio aproximadamente.

ES'IADO CIVIL

L-a señora A. tiene treinta y ocho años en el momento de su ingreso. Nació en R. (Dordogne) > en 189 ... , de padres campesinos. Tiene dos hermanas y tres hermanos, uno de los ~uales ha llegado a la situación de maestro de escuela primaria. Trabajaba como empleada en la administración de una compañía ferroviaria, en la cual entró a la edad de dieciocho años, y, hasta la víspera del atentado, ha desempeñado bien su empleo, excepto una licencia de diez meses que se vio obligada a pedir por razón de trastornos mentales. . Está casada con un empleado de la misma compañía, el cual tiene un puesto en P., en la región parisiense. Pero la enferma, desde hace casi seis meses, tiene su puesto en París, en donde, por lo tanto, vive sola. Tiene un hijo, que se ha quedado a vivir con el padre. Ella les hace visitas más o menos periódicas. Esta situación se ha establecido por la voluntad de la enferma, la cual trabajaba primitivamente en la misma oficina que su marido y, al reintegrarse a su empleo después del período de licencia que acabamos de mencionar, pidió su traslado. Citemos a continuación los testimonios oficiales sobre los trastornos mentales que ha mostrado.

EL EXPEDIENTE MÉDICO Y POLICIAL DE LOS TRASTORNOS MENTALES ANTERIORES

Seis años y medio antes de su ingreso en la clínica, la enferma había estado ya internada, por solicitud de sus familiares, en la casa de salud de E., donde permaneció seis meses. Más adelante referiremos a consecuencia de qué hechos tomaron los familiares esa decisión. Los certificados nos ofrecen algunas informaciones. El certificado


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EX.AMEN CLINIOO DEL CASO AIMEE 140 de internamiento, firmado por el doctor Chatelin, dice: ''Trastornos mentales cuya evolución data de má~ ?e ui:i ~ñ?; las personas con quienes ella se cruza en la calle· le dirigen in1urias groseras, la acusan de vicios extraordinarios, incluso personas que no la con~­ cen· quienes la tratan de cerca dicen de ella las peores cosas posible;· toda la ciudad de Melun está enterada de su conducta, la cual, en ¿pinión de todos, es depravada; en vista de. ~so ha tenid? ganas de irse de la ciudad, ii1cluso sin dinero, para vivir en cualquier otro etc. lugar. En estas condiciones, el estado de la seño~a El certificado inmediato de la casa de salud dice asi: Fondo de debilidad mental, ideas delirantes de persecución y. de .celos, ilusi~­ nes, interpretaciones, declaraciones ambiciosas, alucinaciones mórbidas exaltación, incoherencia por intervalos. Creía que todo el mundo 'se burlaba de ella, que se le lanzaban injurias, que le r~procha­ ban su conducta; tenía intenciones de irse a los Estados Unidos." Se registraron por escrito algunas de las cosas que la enferma , decía. Por ejemplo: ''No vayan a creer que envidio a las mujeres que no dan, que hablar a las princesas que no se han encontrado con la cobardia en ' y que no saben lo que es la af renta.'' calzones . ''Hay quienes construyen establos para poder tomarme me1or como una vaca lechera." ''Muchas veces me juzgan por otra de la que soy." ''Hay también unas espantosísimas lejanas cosas acere~ de ~í qu~ son verdaderas, verdaderas, verdaderas, pero el llano esta al viento (sic, en el informe). . ''Hay también chismes de comadres de prostíbulos y cierto establecimiento público'' (sic, ibid.). · ''Por esa razón no le respondo al señor X., el caballero de la Naturaleza y también por otra." ''En primer lugar, ¿qué quieren ustedes de mí? ¿Que les , su~lte frases grandiosas? ¿Que me permita leer con ustedes. ese ~a?tico: Escucha desde lo alto del cielo, el clamor de la Patria, catol1cos y . franceses siempre?'' Algunas de estas frases permiten reconocer con bastante claridad ciertos temas delirantes permanentes que volveremos a encontrar ~n fecha más reciente. Otras, en cambio, presentan un aspe.cto de i~­ coherencia cuyo carácter, a lo que alcanzamos a presumir, es mas ,, ,, . ./ bien discordante que confusional. Aimée salió de la casa de salud de E., no curada , a peticion de sus familiares. Posteriormente, en dos ocasiones al menos, tuvo que ver con la policía.

ACTITUD MENTAL DE LA ENFERMA

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En su expediente encontramos, en efecto,. la copia de los informes dados ''en blanco'' por los servicios de la policía judicial, en una fecl1a situada cinco años después del primer internamiento de Aimée (un año y medio antes del atentado), a un periodista comunista que había tenido varias veces que quitársela de encima. Aimée, en efecto, asediaba su oficina para obtener de él la publicación de algunos artículos en los cuales exponía sus agravios, completamente personales y delirantes, contra la señora C., la célebre escritora. Poco más de un año después (cinco meses antes del atentado), encontramos huellas de un hecho mucho más grave. Después de varios meses de espera, Aimée se presenta en las oficinas de la casa editorial G., a la cual le ha ofrecido un manuscrito, y una de las empleadas le notifica que éste no ha sido aceptado. Aimée le salta al cuello a la empleada y le causa lastimaduras de tal gravedad, q·ue posteriormente le será reclamada una indemnización ele 375 francos, a causa de la incapacidad temporal de trabajo que ha sufrido la víctima. El comisario que la interroga después de este gesto se muestra indulgente con la emoción de la vanidad literaria herida; 11ay que creer, por lo menos, que no distingue en su estado nada más, pues la deja en libertad después de una severa reprimenda. Por otro lado tenemos los borradoress de unas cartas, enviadas poco antes al .comisario ·de su barrio, para presentar demanda contra P. B. y contra la casa editorial que iba a ser el teatro de su 11azaña.

ACTITUD MENTAL ACTUAL DE LA ENFERMA EN CUANTO A LA HISTORIA DE SU DELIRIO Y EN CUANTO A SUS TEMAS

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Apresurémonos a decir que los temas del delirio en su conjunto, y no únicamente los agravios de la enferma contra su víctima, quedan completamente reducidos en el momento del internamiento (''¿Cómo he podido creer eso?''). Más exactamente: hay una reducción completa de las convicciones formuladas en otro tiempo acerca de esos temas. Aimée expresa esta reconsideración mediante palabras nada ambiguas, al mismo tiempo que refiere con precisión no sólo los episoclios principales de su vida, con su fecha, sino también sus trastornos mentales, e incluso se muestra capaz de analizar estos trastornos con bastante penetración introspectiva. En cuanto a todos estos puntos, su buena voluntad es evidente. Se puede decir que Aimée está plenamente orientada, que da muestras de una in-


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tegridad intelectual completa en las pruebas d~ capacidad. ~unca aparecen en el interrogat~~io tra st~mos del. ~UJO del pensamiento; 1 111uy· al contrario, la atenc1on esta siempre vigilante. El tener que recordar los temas delirantes provoca en ella c~erta vergüenza (a propósito de ciertos escritos,. groseros en su~ t.érminos, o a propósito de ciertas acciones reprensibles), ':1n sent1m1ento de ridículo (a propósito de sus empresas erotoman1ac~s y megalomaniacas), y también sentimientos de pena ... Éstos, sin embargo,. resultan tal vez desiguales en su expresión (así, por lo que se refiere particularmente a su víctima, el tono de los términos que emplea resulta más frío que su sentido). Hay aquí una serie de reacciones afectivas qu~ plantean, a justo título la cuestión de su influencia sobre la sincendad de la enferma. Cuando está exponiendo ciertos contenidos, su reticencia e incluso su disimulo son bien evidentes. En los comienzos de su permanencia en la clínica, preocupada por su suerte futura,. Aimé~ mos~raba alguna desconfianza, y se esforzaba por descubrir las intenciones que llevaba el interrogatorio. Pero, por lo demás, ella sabe cuáles son nuestras informaciones y cuáles nuestros medios de control, Y ve lúcidamente el interés que para ella representa la franqueza. De hecho adelante veremos cómo Aimée nos dijo muchas cosas acerca de las'tendencias profundas de su naturaleza y acerca de ciertos .puntos ocultos de su vida, confidencias inapreciables, que de ninguna manera estaba obligada a hacer, y cuya sinceridad está fuera de duda. Pero hay un tercer plano, que no podemos pasar por alto si queremos juzgar bien el estado actual d~ la enferma._ Au?-que los temas de su delirio ya no arrastren ahora ninguna adhesión intelec~ual, hay algunos que no h~n perdido del to.do un .valor ~e .evocación emocional en el sentido de las creencias antiguas. Hice eso, porque querían matar a mi hijo'', dirá todavía en el momento actual. Empleará una forma gramatical .de ese tipo~ directa,. y conforme a la creencia antigua, durante un interrogatorio excepcional a que la ~o­ mete una autoridad médica superior, o en presencia de un público numeroso. En el primero de estos casos, su emoción se traduce en una palidez visible y un es~uerzo percepti~le por cont~nerse. En presencia del público, su actitud corporal, siempre sobria y reservad~, será de una plasticidad altamente expresiva y de un valor extraordinariamente patético en el mejor sentido del término. Con la cabeza levantada los brazos cruzados tras la espalda, habla en voz baja, pero vibr~nte; ciertamente se rebaja al excusarse, pero invoca la simpatía que se debe a una madre que defiende al hijo. Aunque nos sea imposible presumir nada en cuanto al grado de

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consciencia de las imágenes interiores así reveladas, sentimos que éstas conservan toda su potencia sobre la enferma. Hay, por otra parte, ciertos fenómenos que no habría que confundir con la reticencia: ciertas amnesias y ciertas fallas de reconocimiento que, según veremos, se refieren de manera absolutainente sistemática a sus relaciones con ciertos actores del drama delirante. Durante los primeros interrogatorios, la voz de Aimée era plana, sin tonalidad; la modestia de su actitud ocultaba mal la desconfianza. No obstante, se traslucían fácilmente los impulsos de esperanza para el porvenir. Es verdad que tales impulsos los apoyaba ella en razonamientos justificativos dudosos (''Una persona en el asilo es una carga para la sociedad. No puedo quedarme aquí toda la vida''); sin embargo, una consciencia justa de la situación estaba lejos de poder quitarles todo carácter plausible. De la misma manera dejaba ver impetuosamente su angustia más grave, la de un divorcio posible. Este divorcio, deseado en otro tiempo por ella, según veremos, es ahora lo que teme más que nada; en efecto, si se dicta sentencia de divorcio contra ella, esto significará que deberá separarse de su hijo. El hijo parece ser el objeto único de sus preocupaciones. En los interrogatorios ulteriores la enferma da muestras de mayor confianza, y a veces hasta de jovialidad, con alternancias de desaliento algunos días. El humor, sin embargo, se mantiene siempre en una tonalidad media, sin la menor apariencia ciclotímica. Por lo demás, sus relacio11es con el médico no están exentas de un eretismo imaginativo vagamente erotomaniaco.

IDSTORIA Y TEMAS DEL DELIRIO

El delirio que ha presentado la enferma Aimée A. ofrece la gama casi completa de los temas paranoicos. En él se combinan estrechamente los temas de persecución y los temas de grandeza. Los primeros se expresan en ideas de celos, de prejuicios, en interpretaciones delirantes típicas. No hay, en cambio, ideas hipocondriacas, ni tampoco ideas de envenenamiento. En cuanto a los temas de grandeza, se traducen en sueños de evasión hacia una vida mejor, en intuiciones vagas de tener que llevar a cabo una excelsa misión social, en idealismo reformador, y finalmente en una erotomanía sistematizada sobre un personaje de sangre real. Tracemos brevemente los rasgos más prominentes de estos temas y la historia de su aparición.


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La historia clínica permite situar a la edad de veintiocho años, o sea diez años antes de su último internamiento, el comienzo de los trastornos psicopáticos de Aimée. Lleva a la sazón cuatro años de casada, tiene un trabajo en la misma oficina de su marido, y está embarazada. Aimée tiene, por esos días, la impresión de que cuando charlan entre sí sus compañeros de trabajo, es para hablar mal de ella: critican sus acciones de manera insolente, calumnian su conducta y le anuncian desgracias. En la calle, los transeúntes cuchichean cosas contra ella y le demuestran su desprecio. En los periódicos reconoce alusiones dirigidas asimismo contra ella. Según parece, ya anteriormente le 11abía hecho a su marido una escena de celos muy desprovista de base. Las acusaciones se vuelven precisas y netamente delirantes: ''¿Por qué me hacen todo eso? Quieren la muerte de mi hijo. Si esta criatura no vive, ellos serán los responsables." La nota depresiva es bien clara. En el momento de su ingreso en la clínica, en una carta dirigida a nosotros (junio de 193 ... ) , la enferma escribe: ''Durante mis embarazos yo estaba triste, mi marido me tomaba a mal m"is melancolías, los pleitos vinieron, y me decía que estaba enojado conmigo porque yo había andado con otro antes de conocerlo. Esto me hizo sufrir mucho." Su sueño está atormentado por pesadillas. Sueña con ataúdes, y los estados afectivos del sueño se mezclan con las persecuciones diurnas. Presenta toda clase de reacciones, las cuales son observadas con creciente alarma .por las personas con quienes vive. Un día, revienta a navajazos los dos neumáticos de la bicicleta de un compañero de oficina. Una noche se levanta, coge una jarra de agua y se la echa a su marido en la cabeza; en otra ocasión, lo que sirve de proyectil es una plancha doméstica. A todo esto, Aimée colabora ardientemente en la confección de la canastilla del bebé esperado de todos. En marzo de 192 . . . da a luz una niña que nace muerta. El diagnóstico habla de asfixia a causa de haberse enredado el cordón umbilical. Este episodio produce una enorme conmoción en la enferma. Aimée imputa la desgracia a sus enemigos; bruscamente, parece concentrar toda la responsabilidad de esta desgracia en una mujer que durante tres años ha sido su mejor amiga. Esta mujer, que trabajaba a la sazón en una ciudad muy lejana, telefoneó poco después del parto para saber noticias, y Aimée encontró muy extraña la cosa. La cristalización hostil parece haberse iniciado allí Por esos mismos días Aimée interrumpe bruscamente las prácticas religiosas que hasta entonces conservaba. Por otra parte, hace ya

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mucho tiempo que quienes están en relación con ella la rechazan en sus tentativas de expansión delirante. Así, pues, permanece hostil, muda, encerrada en sí misma durante días enteros. El segundo embarazo la pone en un estado depresivo análogo al anterior, con la misma ansiedad, con el mismo delirio de interpretación. Finalmente nace un niño, en julio del año siguiente. La enferma (que tiene ahora treinta años) se entrega a él con un ardor apasionado; nadie más que ella se ocupa del bebé hasta que éste cumple cinco meses. Le da el pecho hasta la edad de catorce meses. Durante el amamantamiento, Aimée se va haciendo cada vez más interpretante, hostil para con todo el mundo, peleonera. Todos amenazan a su hijito. Provoca todo un incidente con unos automovilistas a quienes acusa de haber pasado demasiado cerca del cochecito del bebé. Estallan escándalos de toda índole con los vecinos. Ella habla de llevar el ast1nto a los tribunales. Así las cosas, le llegan un día al marido, una detrás de la otra, estas dos noticias: a espaldas suyas, Aimée 11a presentado una carta de renuncia a la compañía que les da trabajo a los dos, y ha pedido pasaporte para los Estados Unidos, utilizando un documento falsificado para presentar la autorización marital que pide la ley. Lo que ella contesta es que tiene deseos de ir a buscar fortuna en los Estados Unidos: va a ser novelista. En cuanto al niño, confiesa que hubiera tenido que abandonarlo. En la época actual, esta confesión no provoca en ella una excesiva reacción de vergüenza: si se hubiera lanzado a esa empresa, habría sido por el bien de su hijo. Sus familiares le suplican que renuncie a sus locas imaginaciones. De estas escenas, la enferma conserva un recuerdo penoso. ''Mi hermana -11os cuenta- cayó de rodillas y me dijo: Ya verás lo que te sucederá si no renuncias a esa idea." ''Entonces -añade- tramaron un complot para arrancarme a mi hijo, niño de pecho, e hicieron que me encerraran en una casa de salud." Conocemos ya su internamiento en el asilo privado de E ., su permanencia de seis meses en ese lugar, y el diagnóstico que se pronunció: delirio de interpretación. Es difícil precisar actualmente los rasgos de discordancia que parecen colorear entonces el cuadro clínico. Tenemos una carta escrita por ella desde la casa de salud a un escritor (diferente de su futuro perseguidor) muchas veces mencionado por ella, como atestiguan sus familiares: Domingo por la mañana, E . . . . , Seine. Señor: Aunque yo no lo conozca a usted, le dirijo una ferviente súplica para


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pedirle que emplee la potenci2 de su nombre en ayudarme a protestar contra mi internamiento en la casa de salud de E ... Mi familia. no podía entender que yo pudiera salir de M ... y abandonar mi hogar, de ahí un complot, un verdadero complot y heme aquí en una casa- de vigila-ncia, el personal es encantador, el doctor D. también, mi médico, le ruego que examine mi expediente con él y haga cesar una permanencia que no puede ser más que dañosa para mi salud. Señor novelista, usted se sentiría ta.J vez muy contento de estar en mi lugar, para estudiar las miserias humanas, interrogo a mis vecinas algunas de las cuales están locas, y otras tan lúcidas como yo, y cua-ndo hubiera (sic) salido de aquí, ¡me propongo reventar verdaderamente de risa a causa de lo que me sucede! pues termino por divertirme realmente de ser siempre una eterna víctima, una eterna desconocida, Virgen santa-, ¡qué historia la mía! usted la conoce, todo el mundo la conoce más o menos, se cuentan de mí tantos chismes, y como sé por sus libros que usted no es amigo de la injusticia, le pido que haga algo por mí. Señora A... , casa de salud, avenida de ... , E ... , Seine.

Llama la atención en esta carta una jovialidad bastante discordante con el conjunto de lo que se dice, y la frase ''Todo el mundo conoce más o menos mi historia'' deja planteada la cuestión de si no se expresarán en ella ciertos sentimientos de penetración o de adivinación del pensamiento. En todo caso, después de salir de la clínica ''no curada'', sino sólo mejorada, descansa durante algunos meses en el seno de la familia y vuelve a hacerse cargo del niño. Según parece, se ocupa de él en forma satisfactoria. Se niega, sin embargo, a reasumir su trabajo en la oficina de la ciudad de E... Más tarde le contará al médico experto que sus perseguidores la forzaron a salir de esa ciudad. En sus conversaciones con nosotros, lo que dice es que no tenía ánimo de reaparecer ante sus compañeros de trabajo con la vergüenza de un internamiento. Sometida a un interrogatorio más apretado, nos confía que en realidad seguía conservando una inquietud profunda. ''¿Quiénes eran los enemigos misteriosos que parecían estar persiguiéndola? ¿No tenía ella un alto destino que llevar a cabo?'' Si quiso salir de su casa y trasladarse a la gran ciudad fue para buscar la respuesta de esas preguntas. Así, pues, se dirige a la administración de la compañía y pide ser trasladada a París. Obtiene una respuesta afirmativa, y en agosto de 192 ... (cerca de seis años antes de su atentado) se viene a vivir en París. Es aquí donde construye progresivamente la organización delirante que precedió al acto fatal.

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Según ella, la señora Z., su víctima, amenazó la vida de su hijo. Cien veces se le hizo la pregunta de cón10 había llegado a abrigar semejante creencia. . Un hecho es patente: antes del atentado, la enferma no tuvo ninguna relación directa o indirecta con la actriz. ''Un día -dice Aimée- estaba yo trabajando en la oficina, al mismo tiempo que buscaba dentro de mí, como siempre, de dónde podían provenir esas amenazas contra mi hijo, cuando de pronto oí que mis colegas hablaban de la señora Z. Entonces comprendí que era ella la que estaba en contra de nosotros. "Algún tien1po antes de esto, en la oficina de E .. . , yo había hablado mal de ella. Todos estaban de acuerdo en declararla de fina raza, distinguida. . . Yo protesté, diciendo que era una puta. Segu, t , ,, ramente por eso 1a t ra1a con ra m1. Uno no puede menos de sentirse impresionado por el carácter incierto de semejante génesis. Una encuesta social muy cuidadosa que hici1nos no pudo revelamos que Aimée le hubiera hablado a nadie de la señora Z. Una sola de sus compañeras de trabajo nos refiere algunas vagas invectivas suyas contra ''la gente de teatro''. La enferma nos hace notar, con exactitud, que poco después de su llegada a París los periódicos estaban llenos de los ecos de un proceso muy sonado, que ponía bajo los reflectores a su futura víctima. Y seguramente, al lado de las intuiciones delirantes, hay que dejarle un lugar al sistema moral de Aimée (cuya exposición coherente habremos de encontrar en sus escritos), o sea, en concreto, a la indignación que siente al ver la desmedida importancia que en la vida pública se da a ''los artistas''. Por otra parte, Aimée reconoce que, a raíz de su llegada a ~arís, vio por lo menos en dos ocasiones a la señora Z. en sus funciones de actriz, una vez en el teatro y la otra vez en la pantalla. Pero es incapaz de recordar qué obra se representaba en el teatro, a pesar de que sabe que pertenecía al repertorio clásico y de que, dada la amplitud de sus lecturas, debe resultarle bastante fácil dar con el título. El argumento de la película se le escapa igualmente, si bien tene1nos razones para pensar que no puede tratarse más que de una novela cuyo autor es precisamente P. B., su principal perseguidor. ¿Habrá aquí un disimulo destinado a ocultarnos un acoso pasional asiduo? Creemos más bien que se trata de una especie de amnesia electiva, cuyo alcance trataremos de ~demostrar más tarde. Sea como fu_ere, el delirio interpretativo prosigue su marcha. No todas las interpretaciones giran ·en torno a la actriz, pero sí un gran número de ellas. Estas interpretaciones surgen de la lectura de los periódicos y de los carteles, así como de la vista de las fotografías


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publicitarias. ''Ci~rtas .ª~usi~nes, ~iertos equívocos en el 1 peri~di~o me fortificaron en m1 op1n16n , escribe la enferma. Un dia, A1mee lee en el periódico Le Journal (y la enferma precisa el año y el ~.es) que su hijo va a ser asesina;Io ''p~rque s~ I?adre ,~ra una mald1cie~­ te" y una ·''inmoral'' y babia alguien decidido a vengarse de ella . Así estaba escrito, con todas sus letras. Había, además, una fotografía que mostraba el frontón de su c~sa natal en la J?ordogne, donde su hijo pasaba entonces sus vac~ciones, y se le ve1a apar~cer, en efecto, en una esquina de la fotografia. Otra vez, la enferma t1e~e noticia de que la actriz viene a actuar en un teatro que esta muy cerca de donde ella vive, y la noticia la agita mucl1ísimo. ''Es para provocarme.'' . .. Todos los elementos turbios de la actualidad son ut1l1zados por el delirio. El asesinato de Philippe Daudet es evocado con frecuencia por la enferma. Alude a él en sus escritos. . Los estados de ansiedad onírica desempeñan un papel importante. La enferma ve en sueños a su hijo ''ahogado, asesinado, raptad? por la G. P. U." Cuando despierta, se halla en un estado de ansiedad extrema. Está en verdad esperando de un momento a otro el telegrama en que se le va a decir que la desgracia ya ha ocurrido. Más o menos un año antes del atentado, según nos cuenta una de sus compañeras de trabajo, Aimée está obses~onada por la amenaza que la guerra significa para su hijo. Este miedo se ~~.presa con tal inminencia que, considerando la corta edad de su hi1ito, todos se burlan de ella, y esta conversación llega a ser una de sus raras • expansiones. . . .. . . ''Temía mucho por la vida de m1 h110 -escribe la enferma-, s1 no le sucedía una desgracia ahora, le sucedería más tarde, a causa de mí y yo sería una madre criminal." Est~s temores, en efecto, presentan en ~l espíritu de .i;'-i_mée un grado variable de inminencia.. En l~s ansiedades post-on1r1cas son amenazadores de una manera inmediata; otras veces, por el contrario se refiertn a un futuro indeterminado. ''Harán morir a mi hijo en' la guerra, lo harán batirse en duelo." En ciertos períodos, la. enferma parece haberse tranquiliza~o. Pe~sist~, sin embargo, /la ide~ obsesiva. ''Nada es urgente -se dice a s1 misma- , pero alla se esta

amasando la tormenta." La futura víctima no es la única perseguidora. Así corno ciertos personajes de los mitos primitivos se revelan como ''dobl~tes'' de un tipo heroico, así detrás de la actriz aparecen otras persegui~oras, cuyo prototipo último, según habremos de ver, 1?'º es. ella misma. Esa.s otras perseguidoras son Sarah Bernhardt, ~st1grnatizada en los esc~1tos de Aimée, y la señora C., esa novelista contra la cual quer1a

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publicar artículos en un periódico comunista. Así, pues, es fácil ver cómo la perseguidora ''seleccion~da" por Ai1née, o sea la señora Z., tiene un valor más representativo que personal. La señora Z. es el tipo de la mujer célebre, adulada por el público, la mujer que ~'ha llegado" y vive en el lujo. Y si la enferma emprende en sus escritos una invectiva vigorosa contra tales vidas, hay que su~rayar la. ~m­ bivalencia de su actitud, pues, como veremos, ella misma qu1s1era ser una novelista, vivir la vida en grande, tener influencia sobre el mundo. Parecido a ese enigma es un segundo enigma, ?.sea el ~la~teado por la irn¡)licación del novelista P. B. en el .del1r10 de A1me~. Ya 11ernos visto cómo, en sus primeras declaraciones, hecha~ ba10. el impulso de la convicción todavía persistente, este perseguidor figuraba en el primer plano de su delirio. . . Se podría pensar, de acuerdo con ciertas expres.io~e~ empleada~ por la enferma, que la relación delirante, en un pr1nc1pio, fue aqu1 de naturaleza erotomaniaca, y que posteriormente pasó a la etapa de despecho. En el informe del doctor Truelle se puede leer, en efecto, que según ella fue P. B. quien ''la obligó a abandonar ~ su marido"; ''se daba a entender que ella estaba enamorada de el, s~ ?~­ cía que eran tres''. Si vemos las cosas más de cerca, no nos es <l1f1cil descubrir que desde un principio se trató de una r~lación a1~1biva­ lente, no distinta, salvo en algún matiz, de la relación que v~ncula a Airnée con su principal perseguidora. ''Yo creía -nos escr1.b~ la enferma- que me iban a obligar a tomarlo como por una liaz~on espiritual: encontraba eso odioso, y si. hubiera po~ido, ;ne ~ub1era ido de Francia." En cuanto a las relaciones que A1mée imagina entre esos dos perseguidores principales, no nos dan I?ayores luces. Ella i1o creía que fuesen amantes, "pero hacen como s1 fuera eso ... ; pensaba que allí había intrigas, como en la corte de Luis ~IV''. También la fecha de aparición del perseguidor masculino en el clelirio sigue siendo un problema. Contrariamente a~ contenido del infor111e 1r1édico-legal, la enferma siempre ha sostenido en sus conversaciones con nosotros que no fue sino después de su llegada a París cuando él ocupó un lugar en su delirio. Nos encontramos aquí frente a la misma imprecisión en las conjeturas iniciales, la misma amnesia ~en la. e~o~ación de sus circunstancias, aspecto sobre el cual ya hemos ~ns1stido. ~ pesa~ de estas particularidades la revelación del perseguidor 11a de1ado bien grabado en la enfer~a el recuerdo de su carácter iluminativo. ''Aquello dio una especie de rebote en mi imaginación'', nos ha decla~ado. en varias ocasiones al evocar ese instante. Y añade esta expl1cac1ón, probablemente secundaria : ''Pensé que la señora Z. no podía ser la


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única en estarme perjudicando tanto y tan impunemente, sino que de seguro estaba sostenida por alguien importante." Lectora asidua de novelas recién aparecidas, y ávidamente al corriente de los éxitos de los autores, Aimée veía, en efecto, como algo inmenso el poder de la celebridad literaria. ' Aimée creyó reconocerse en varias de las :µo velas de P. B. Veía en ellas alusiones incesantes a su vida privada. Se cree aludida por la palabra choléra [''el cólera"], que aparece a la vuelta de un renglón, y se cree escarnecida por la ironía del escritor cuando en alguno de sus párrafos aparecen estas exclamaciones: ''¡Qué porte, qué gracia, qué piernas!'' Estas interpretaciones parecen tan fragmentarias como inmediatas e intuitivas. No es menos deleznable la argumentación que emplea Aimée en otra ocasión. Le ha pedido con insistencia a una amiga que lea cierta novela de P. B.; "Es exactamente mi historia'', le ha dicho. Pero la amiga se ha quedado sorprendida por no hallar ningún parecido, y ella le contesta: ''¿No le roban unas cartas a la h eroína? Pues a mí también me las han robado'', etcétera. Se puede descubrir, por lo demás, que el perseguidor tiene los mismos ''dobletes'' que la perseguidora. Son R. D. y M. de W., redactores en Le Journal. En artículos de ellos, Aimée ha reconocido alusiones y amenazas. En algunos borradores de escritos que hemos podido estudiar, e11contramos sus nombres cubiertos de invectivas. A veces, un sobrenombre de intención estigmatizante enmascara a la persona a quien quiere designar: así, ''Robespierre", personaje aborrecido por ella, designa a veces a P. B., ''que dirige contra ella escándalos, mancomunado con las actrices''. Estos personajes la han plagiado, han copiado sus novelas inéditas y su diario íntimo. ''Hay que ver -escribe- las copias que han hecho a mis espaldas.." "El periódico L'Oeuvre escribe asimisn10- ha sido lanzado contra mis espaldas." Piensa, en efecto, que ·este periódico ha sido subvencionado para oponerse a su misión benéfica. Sobre los temas delirantes llamados de grandeza, se hace más difícil recabar informaciones mediante el interrogatorio. Pero sabemos que, en la época en que su delirio estaba floreciente, Aimée sostenía categóricamente, frente al encogimiento de hombros de sus familiares, sus acusaciones megalomaniacas contra el periódico L'Oeuvre. Por otra parte, han llegado a nuestras manos algunos borradores de panfletos calenturientos en los cuales se lanzaba contra aquellos que (''ella lo comprendía'') estaban envidiosos de ''su cetro''. Actualmente, cada vez que mencionamos esas o parecidas palabras, ella nos suplica que no sigamos: las encuentra inmensamente ridículas.

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La ideología irr1plicada con esa actitud podrá parecemos muy pobre e inconsistente; sin emba~go, es importante que nos esforcer:ios por penetrar en ella, po.rque es una manera de hacer comprensibles, en parte, las persecuciones que aquejan a la enferma. En efecto, todos estos personajes, artistas, poetas, periodistas, son odiados colectivamente co1no fautores prominentes de las desgracias de la sociedad. "Es una mala raza, una ralea''; esos seres ''no vacilan en provocar con sus fanfarronadas el asesinato, la guerra, la corrupción de las costumbres, con tal de conseguir un poco de gloria y de placer". "Viven -escribe nuestra enferma- de la explotación de la miseria que ellos mismos desencadenan." Ella, Aimée, se sabía llamada para reprimir semejante estado de cosas. Esta convicción estaba fundada en las aspiraciones vagas y difusas de un idealismo altruista. Quería realizar el reinado del bien, "la fraternidad entre los pueblos y las razas''. Acerca de estos temas, Aimée se expresa con suma repugnancia, y fue apenas pasado casi un año de su entrada en la clínica cuando un día se confesó a nosotros, a condición de que no pusiéramos en ella nuestra mirada durante la confesión. Nos reveló entonces sus ensoñaciones, verdaderamente conmovedoras, a causa no sólo de su puerilidad, sino también de un como candor entusiasta que sería difícil describir. "Debía ser el reinado de los niños y de las mujeres. Todos debían andar vestidos de blanco. Era la desaparición del reinado de la maldad sobre la tierra. No debía ya haber guerra. Todos los pueblos debían estar unidos. Debía ser h ermoso'', etc. En gran número de escritos íntimos manifiesta Aimée los sentimientos de amor y de angustia que le inspiran los niños, sentimientos que se hallan en una relación evidente con sus preocupaciones y sus temores en: cuanto a su propio hijo. Se siente en ella una participación muy emotiva en los sentimientos de la infancia, en sus tormentos, en sus penalidades físicas. Lanza entonces invectivas contra los adultos, contra el descuido de las madres frívolas. Ya hemos visto que Aimée se siente alarmada por la suerte futura de los pueblos. La persiguen obsesivamente las ideas de la guerra y del bolchevismo, que se mezclan con sus responsabilidades para con su hijo. Los gobernantes olvidan el peligro de la guerra; sin duda bastará con recordárselo: para ese papel se cree destinada ella. Pero los pueblos han caído en manos de malos pastores. Ella recurrirá entonces a autoridades benéficas, al pretendiente de Francia, al príncipe de Gales. A este último le suplica que haga un viaje a Ginebra para pronunciar un gran discurso. La importancia de su papel en todo esto es inmensa, de una inmensidad proporcionada a su imprecisión misma. Sus ensueños,


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por lo demás, no son puramente altruistas. Le está reservada una carrera de ''mujer de letras y de ciencias''. Los caminos más diversos están abiertos para ella: novelista ya, cuenta también con ''especializarse i;;n química''. Más adelante llamaremos la atención sobre el esfuerzo, desordenado pero real, que hizo entonces para adquirir los conocimientos que le faltan. Al mis1no tiempo sabe ''que debe ser algo en el Gobierno", ejercer una influencia, ser una guía para determinadas reformas. E sto es independiente de sus otras esperanzas de gloria: la cosa tendrá que producirse por la virtud de su influencia, o de alguna predicación. "Debía ser algo así como Krishnamurti'', nos dice, ruborizándose. Mientras tanto, la idea de este apostolado la arrastra a empresas bastante extrañas. Durante un período (breve, por cierto), esta mujer, de costumbres muy regulares, según lo ha comprobado la encuesta que hicimos, se cree en la obligación de ''ir a los hombres'', lo cual quiere decir que detiene al azar a los transeúntes y les dice cosas brotadas de su vago entt1siasmo. Aimée nos confiesa que de esa manera trataba también de satisfacer la ''gran curiosidad" que tenía de ''los pensamientos de los hombres". Pero los pensamientos de los hombres no le permiten detenerse a medio camino: más. de una vez se ve arrastrada por ellos a hoteles en los cuales, quiéralo o no, le es preciso desempeñar su parte. Este período, que ella llama ''de disipación", es corto. Aimée lo sitúa en 192 . . . (tres años antes de su internamiento) . Por lo demás, su alcance psicológico exacto es algo complejo; en una carta dice que de ese modo trataba de olvidar a P. B.(?). A medida que nos acercamos al término fatal, se va precisando un tema: el de una erotomanía que tiene por objeto al príncipe de Gales. ¿Qué papel desempeñó, en la instalación de ese tema, la necesidad de recurrir a una personalidad b enévola? Es difícil decirlo. Lo que es seguro es que una parte del delirio (una parte difícil de elucidar) llev~ esa nota de necesidad de benevolencia. Aimée le dijo al ~:~~~v .ieg1sta que, poco antes del atentado, había en París unos ca1teles de gran tamaño en los cuales se le hacía saber a P. B. que, si continuaba, sería castigado. Así, pues, la enferma cuenta con protectores poderosos, pero por lo visto no los conoce bien. Con respecto al príncipe de Gales, la relación delirante es mucho más precisa. 'Tenemos un cuaderno en el que Aimée escribe cada día, con la fecha y la hora, una pequeña efusión poética y amorosa que le dirige.

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HISTORIA Y TEMAS DEL DELIRIO

28 de enero de 193 . .. Voy corriendo al Quai d'Orsa.y Para mirar a mi dueño Mi dueño, mi bien amado Por la ventana he saltado Pelo rubio como el sol El infinito en sus ojos Una silueta alta y fina ¡Ay! yo deseo seguirla Yo quedo toda turbada, Día y noche se trastornan El río helado no puede Anegar todo mi anhelo Con su Alteza la distancia Es inmensa, y nadie puede V encerla de un aletazo. El corazón no es rebelde. Abro, tranquila, mi puerta D esfila toda mi escolta Están allí mis asiduos La tristeza, el desaliento

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Pero ese día se sienta Muy cerca de mi ventana En persona de mi dueño El valor sin abandono. Los viajes, qué azoramiento Atentados, accidentes ¡Cómo todo se acumula y las salidas de mulas! ·Q ue su Alteza me permita Decirle cuanto .le digo Me preocupa lo indecible .Ja perfidia de esas bestias Cuando las águilas vuelen Por sobre la Cordillera Los \Vindsor se medirán Con los Grandes de la Tierra.


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO ''AIMÉE''

Aimée mezcla a la Alteza augusta con sus preocupaciones sociales y políticas; a ella se dirigirá al final, intentando un último recurso. El éuarto del hotel en que vivía estaba tapizado de retratos del príncipe; coleccionaba igualmente recortes de periódico en los cuales se hablaba de su vida y de sus andanzas. No parece haber tenido la tentación de acercarse a él durante unos días que pasó en París, a no ser mediante un vuelo metafórico (poema citado). En cambio, parece haberle mandado por correo, y no pocas veces, sus poemas (un soneto cada semana), así como peticiones y cartas, una de ellas con ocasión de un viaje del príncipe a América del Sur, instándolo a cuidarse de las trampas de M. de W. (ya mencionado antes), director de la agencia Presse Latine, que ''da la consigna a los revolucionarios en los periódicos con palabras en cursiva''. Pero, detalle significativo, excepto ya casi al final, Aimée no firma sus cartas. Nos encontramos -y vale la pena hacerlo notar- en presencia del tipo mismo de la erotomanía, según la descripción de los clásicos, suscrita por Dide. La característica mayor del platonismo se muestra aquí con toda la nitidez deseable. Así constituido, y a pesar de los brotes de ansiedad aguda, el delirio -hecho digno de consideración- no se tradujo en ninguna reacción delictuosa durante más de cinco años. Es verdad que en los últimos años se producen ciertas situaciones alarmantes. La enferma experimenta la necesidad de ''hacer algo'', pero, cosa notable, esta necesidad se traduce primeramente en un sentimiento de estar faltando a deberes desconocidos, que ella relaciona con los imperativos de su misión delirante. Sin duda, si consigue publicar sus novelas, sus enemigos retrocederán espantados. Ya hemos mencionado sus quejas a las autoridades, sus esfuerzos por lograr que un periódico comunista acepte sus ataques contra una de sus enemigas y su importuna insistencia ante el director de este periódico, conducta que le vale incluso la visita de un inspector de policía, el cual procede a una intimidación bastan te ruda. Por lo menos, Aimée quiere tener una explicación con sus enemigos. Encontramos, anotadas en hojas sueltas, las direcciones de sus principales perseguidores. Un episodio bastante pintoresco fue la entrevista que obtuvo, durante el primer año de su permanencia en París, del novelista P. B., a quien ella quería ''pedirle explicaciones''. Por esa época la enferma está todavía lejos de la etapa de las violencias; pero es muy fácil imaginar la sorpresa y el malestar del escritor a través del breve relato que ella nos hizo de esa entrevista : ''Fui a la librería a preguntar si lo podía ver, el librero me dijo que cada mañana pasaba por allí para recoger su correspondencia y lo

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HISTORIA Y TEMAS DEL DELIRIO

esperé delante de la puerta, me presenté a él y él me propuso dar una vuelta por el bosque [el Bois de Boulogne] en coche, cosa que acepté; durante este paseo lo acusé de andar diciendo cosas malas de mí, él no me respondió, al final me trató de mujer misteriosa, y luego de impertinente, y nunca más volví a verlo." En los ocho últimos meses antes del atentado, la ansiedad va creciendo más y más. Aimée siente entonces cada vez más la necesidad de una acción directa. Le pide al gerente de su hotel que le preste un revólver, o, ya que él se lo niega, cuando menos un bastón ''para espantar a esas gentes'', o sea los editores que se han burlado de ella. Aimée ponía sus últimas esperanzas en las novelas que había ofrecido a la editorial G. De ahí su inmensa decepción, su reacción violenta, en el momento en que se las devuelvan con una negativa. Es deplorable que no se la haya internado entonces. Se vuelve entonces a quien es su último recurso, o sea el príncipe de Gales. En estos últimos meses comienza ya a mandarle cartas firmadas. Al mismo tiempo le envía sus dos novelas, mecanografiadas, encuadernadas con una pasta de cuero de un lujo conmovedor. Estas piezas le fueron devueltas, acompañadas de la fórmula protocolar siguiente:

Buckingham Palace. The Prívate Secretary is returning the typed manuscripts which Madame A. has been good enough to send, as it is contrary to Their Majesties' rule to accept presents from those with whom they are not personally acquainted. April, 193 . .. Este documento está fechado la víspera del atentado. La enferma estaba en la cárcel cuando le llegó. En los últimos meses, por otra parte, los conflictos con sus familiares se estaban haciendo verdaderamente alarmantes. Las cosas que hacía o decía no podían ser acogidas con el discernimiento que hubiera sido menester. Algunas tentativas de explicación de sus tormentos son rechazadas brutalmente. Entonces toma la resolución de divorciarse y de salir de Francia con el niño. En el mes de enero que precede al atentado, manifiesta• sus intenciones a su hermana, en una escena en que muestra una agitación interior y una violencia de expresión tales, que la hermana las recuerda todavía con espanto. ''Es preciso - le dijo Aimée que estés dispuesta a atestiguar que André [su marido] me golpea y golpea al niño. Quiero divorciarme y que-


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EXAMEN Y ANTECEDENTES FÍSICOS 1 EXAMEN CLINICO DEL CASO

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I '' AIMEE

darme con el niño. Estoy dispuesta a todo. Si no, lo mataré." Una cosa digna de notarse es que los familiares de la enferma no temen menos sus amenazas para el niño que para el marido. . A partir de entonces hay escenas continuas, en las cuales ella insiste en el divorcio. Además, sus visitas a la casa conyugal en la ciudad de E ... , que se habían ido espaciando, se hacen de una frecuencia casi cotidiana. No se despega ya de su hijo, lo acompaña 11asta la escuela y viene a recogerlo a la salida, cosa que, evidentemente, el niño no encuentra muy de su gusto. Aimée nos dice que en esos meses vivía en el temor perpetuo e inminente del atentado que se estaba tramando contra su hijo. Su familia, claro, no ve en su nueva actitud más que un celo intempestivo, y le ruega, sin miramientos, que se deje de unas importunidades que perjudican al niño. La enferma está cada vez más trastornada. Un mes antes del atentado, va ''a la manufactura de armas de Saint-Étienne, en la plaza Coquillere'', y escoge una ''navaja grande de caza que había visto en el escaparate, con una vaina''. Mientras tanto, en su estado de emoción extrema, Aimée se forja verdaderos razonamientos pasionales. Le es preciso ver a su enemiga cara a cara. ''¿Qué pensará de mí -se dice, en efecto- si no me 11ago presente para defender a mi hijo? Que soy una madre cobarde." No encontró la dirección de la señora Z. en la guía telefónica, pero averiguó en qué teatro estaba actuando cada noche. Un sábado de abril, a las siete de la tarde, se disponía a salir, como venía haciendo cada semana, a casa de su marido. ''Todavía una hora antes de ese desdichado acontecimiento, no sabía todavía adónde iría, y si no tomaría el camino de costumbre para estar cerca de mi rnuchachito." Una 11ora después, empujada por su obsesión delirante, Aimée se encuentra en la puerta del teatro y hiere a su víctima. ''En el estado en que me hallaba yo entonces - i:ios ha dic~o más d~ una ve~ la enferma- habría atacado a cualquiera de mis perseguidores, s1 hubiera podido dar con alguno de ellos o si me lo hubiera encontrado de casualidad." Más de una vez, hablando con nosotros, Aimée 11ará aquí una pausa y, no sin un gesto de ~scalofrío, rec~nocerá que hubiera sido capaz de atentar contra la vida de cualquiera de esos inocentes. Ninguna sensación de alivio sigue al acto. Aimée se muestra agresiva, esténica, y sigue expresando su odio contra su víctima. Sostiene sus afirmaciones delirantes con todo lujo de detalles ante el comisario, ante el director de la cárcel y ante el médico legista. ''El director de la cárcel y su mujer vinieron a preguntarme por qué

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había hecho eso, a mí me sorprendía ver que nadie reconocía el mal proceder de mi enemiga." ''Señor Doctor -escribe asimismo en un recado de un tono sumamente correcto, fechado quince días después de su encarcelamiento-, yo quisiera pedirle que haga rectificar el juicio que los periodistas han echado sobre mí, me han llamado neurasténica, eso puede perjudicarme para mi futura carrera de mujer de letras y de ciencias." . ''Ocho días después de mi entrada - nos refiere posteriormente-, en la prisión de Saint-Lazare, le esc;ribía al gerente de mi hotel, para decirle que me sentía muy desgraciada porque nadie quería oírme, ni creer lo que decía, le escribía también al príncipe de Gales. para decirle que las actrices y las gentes de letras me estaban haciendo cosas graves." , . Hemos examinado el borrador de esa carta al principe; se destaca entre las demás por la incoherencia de su estilo. En largas conversaciones con sus compañeras d~ c~rcel -"~~a bailarina rusa que había disparado contra el comisario de polic1a porque era una bolchevique, una ladrona de tiendas y una danesa acusada de estafa" (según precisa ella )-, les habla de las p~rs~cu­ ciones que ha sufrido. Las tres mujeres h acen señales de asentimiento la alientan la aprueban. ''Veinte días después - nos escribe la edferma-, a l~ hora en que todo el mundo est~ba acostado, ?acia las siete de la tarde, me pt1se a sollozar y a decir que esa actriz no tenía nada contra mí, que yo no hubiera debido asustarla, mis vecinas quedaron tan sorprendidas que no querían creerlo y me 11icieron repetir: ¡pero ayer todavía usted estab~ diciendo horr~res de ella! y se quedaron aturdidas. Fueron a decirselo a la Superiora de las religiosas que quería a toda costa mandarme a la enfermería." Todo el delirio se derrumbó al mismo tiempo, ''el bueno como el malo", nos dice ella. Se le muestra toda la vanidad de sus ilusiones megalomaniacas al mismo tiempo que la inanidad de sus miedos. Aimée ingresa en el asilo veinticinco días después.

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EXAMEN Y ANTECEDENTES FISICOS

La enferma es de una estatura superior a la media. La constitución del esqueleto es amplia. Osamenta torácica bien .desarrollada, por encima del término medio observado entre las mu1eres de su clase. Ni adiposidad ni flacura. Cráneo regula·r. Las proporciones cranec: faciales son armoniosas y puras. Tipo étnico bastante hermoso. Ligera disimetría facial, que queda dentro de los límites en que se


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO ''AIMÉE"

la observa constantemente. Ninguna señal de degenerescencia. No hay señales somáticas de insuficiencia endócrina. Ligera taquicardia ( n: == 100), en los primeros días de su internamiento. La palpación revela la existencia de un ligero bocio, de índole endémica, que afecta asimismo a la madre y a la hermana mayor. En el período que precedió al primer internamiento, ese bocio estaba bajo tratamiento médico (¿extracto tiroideo?). Aimée solía tomar la medicina "sin seguir las recetas y por cantidades masivas". Un mes después de st1 ingreso, el pulso ha vuelto a 80. La presión en los globos oculares, ejercida durante un minuto, da en el segundo cuarto de minuto una caída de la frecuencia a 64. Durante varios meses conserva un estado subfebril ligero, criptogenético, de tres o cuatro décimas por encima de la media matinal y vesperal. Poco antes de su matrimonio contrajo una congestión pulmonar -de origen gripal ( 1917)-, y hubo sospecha de bacilosis. Exámenes radioscópicos y bacteriológicos repetidos han arrojado un resultado negativo. La radiografía nos muestra una opacidad biliar a la izquierda. Los demás exámenes, negativos. Pérdida de cuatro kilos de peso durante los primeros meses de su permanencia; peso recuperado más tarde, y luego "'1elto a perder; estabilizado en los últimos meses en 61 kilos. Examen neurológico negativo B. W. y otras reacciones serológicas negativas en la sangre y el líquido cefalorraquídeo. B. W . del marido, negativo también. Durante los seis primeros meses de su internamiento, interrupción de las reglas, por lo general normales. Metabolismo basal medido en varias ocasiones: normal. Dos partos, cuyas fechas ya hemos registrado. Una criatura nacida muerta por asfixia debida a estrangulamiento con el cordón umbilical. No se encontró ninguna anomalía fetal ni placentaria. Caries dentales en gran número durante los dos embarazos. La enferma lleva dentadura postiza en la mandíbula superior. Segundo hijo, varón bien desarrollado, de buena salud. Tiene actualmente ocho años. Normal en la escuela. A propósito de los antecedentes somáticos, vale la pena señalar este hecho: la vida que llevaba la enferma desde que se instaló en París, trabajando en su oficina de las siete de la mañana a la una de la tarde, y luego preparando su bachillerato, corriendo a alguna biblioteca y leyendo desaforadamente, está marcada por un evidente surmenage intelectual y físico. Aimée se alimentaba de manera muy defectuosa, sucinta e insuficiente por la prisa, y a horas irregulares. Durante años, aunque solamente desde que se trasladó a París, estuvo tomando cada día cinco o seis tazas de café, preparado por ella misma y muy fuerte .

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ANTECEDENTES DE CAPACIDAD Y FONDO MENTAL

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El padre y la madre, campesinos, viven todavía. Dentro de la familia, la madre tiene fama de estar afectada de "locura de persecución". Hay una tía que ha roto con todos y ha dejado fama de revoltosa y de desordenada en su conducta. La madre tuvo ocho embarazos: tres hijas antes de nuestra enferma, un aborto después de ella, y por último tres varones. Sólo viven seis de los hijos. La familia insiste mucho en la importancia que debe haber tenido una emoción violenta sufrida por la madre durante la gestación de nuestra enfer1na, un accidente trágico que le costó la vida a la mayor de las hijas, la cual, a la vista de su madre, se cayó en la boca abierta de un horno ardiendo y murió muy rápidamente de quemaduras graves.

ANTECEDENTES DE CAPACIDAD Y FONDO MENTAL

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Inteligencia normal, por encima de las pruebas de test empleadas en el servicio. Estudios primarios buenos. Obtiene su certificado simple. Es reprobada en un examen destinado a dirigirla hacia la enseñanza primaria. No persevera. A los dieciocho años, después de un examen de admisión, es aceptada en la compatíía en que ha seguido trabajando, y a los veintiún años obtiene un lugar excelente en el examen público que asegura su opción a un título y sus derechos. Durante su permanencia en París es reprobada en un examen más elevado; al mismo tiempo preparaba (a la edad de treinta y cinco años) sus exámenes de bachillerato. En éstos es reprobada tres veces. Es considerada por sus jefes y sus compañeros como muy cumplidora, un verdadero ''caballo de labor'', y a causa de ello es tratada con consideraciones en sus trastornos de humor y de carácter. Se le da una ocupación que le permite trabajar aislada en parte de los demás. La encuesta que se hizo entre sus jefes no revela ninguna falla profesional hasta los últimos días de su libertad. Todo lo contrario: el día que siguió al atentado llegaba a su oficina una carta en la cual se le notificaba que había sido ascendida. Hemos descrito en páginas anteriores la reducción actual de su delirio. En sus respuestas a los interrogatorios se expresa con oportunidad y con precisión. Las vaguedades y los amaneramientos no se introducen en su lenguaje sino en los momentos en que se le hace evocar ciertas experiencias delirantes, hechas a su vez de intuiciones imprecisas e indecibles por las vías de la lógica. Lo mismo cabe decir de las cartas que nos dirige. En cierto momento le pe-


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO ' 'AIMÉE''

dimos que nos contara su historia por escrito. El título que dio a esta autobiografía es ''Las confesiones de Bécassine'' [''Agachadiza'' : pájaro]. Pero en el relato mismo, la frase es breve y bien redondeada; no hay ningún rebuscamiento; el ritmo del relato, hecho notable tratándose de una enferma como ella, no está retardado por ningún circunloquio, ningún paréntesis, ninguna repetición, ningún racioci· nio formal. M ás adelante reproducitemos largos pasajes de sus es~ critos del período delirante.

COMPORTAMIENTO EN EL ASILO.

TRABAJO Y ACTITUD MENTAL

Aimée nunca ha dado motivo para ningún trastorno en el buen orden del servicio. Reduce el tiempo que podría consagrar a sus trabajos literarios para dedicarse a hacer gran número de labores de aguja que luego reparte entre el personal de servicio. Estas labores son de hechura delicada, de ejecución cuidadosa, pero de un gusto poco educado. Recientemente la he1nos adscrito al servicio de la biblioteca, con resultados satisfactorios. En sus relaciones con las demás enfermas muestra tacto y discernimiento. Nada más gracioso que las satisfacciones diplomáticas que ha sabido dar a una delirante paranoica grave, erotómana, como ella, del príncipe de Gales, pero que, a diferencia de ella, se ha quedado firme en sus convicciones delirantes. Por supuesto que nuestra enferma tiene la su·perioridad, si no de la actitud, por lo menos de la indulgencia y de la ironía. Sin embargo, la otra enferma se ha negado a todo diálogo a raíz de unas discusiones muy agitadas sobre el reciente proceso del asesino del presidente Doumer. · Las anomalías de comportamiento son raras; son sobre todo risas solitarias que parecen inmotivadas, y bruscas caminatas por los corredores: son fenómenos poco frecuentes, que no han sido observados más que por las enfermeras. Ninguna variación ciclotímica apreciable. La enferma mantiene de manera habitual una gran reserva en su actitud. Detrás de ésta, da la impresión de que sus incertidumbres interiores distan mucho de haberse apaciguado. Vagas reapariciones de la erotomanía pueden adivinarse bajo sus efusiones literarias, pero allí se quedan. No se puede hablar de reincidencia en el delirio. ''Regresar a la oficina, trabajar, volver a ver a mi hijo suele decirnos-: ésa es toda mi ambición." No obstante, los proyectos literarios pululan dentro de su cabeza:

COMPORTAMIENTO EN EL ASILO

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quiere escribir ''una vida de Juana de Arco, unas cartas de Ofelia a Ham~et'' . ."¡Cuántas cosas no escribiría yo en estos momentos si estuviera libre y tuviera libros!'' Citemos . una carta ,~e nos mandó. durante el segundo mes de su permane?c1a en la clin1ca. El tono es curioso y, por debajo de las retractac1?nes que expresa, la autenticidad del renunciamiento parece ambigua. Después de hablar de su hermana en términos muy curiosos (sobre l?s cuales. tendremos que volver), añade: ''Ella sabe que soy muy 1ndepend1ente, yo me había consagrado a un ideal una especie de apostolado, el amor del. género humano al cual y~ lo subordinaba ~odo. Lo he perseguido con una perseverancia renovada día tras d1a, llegaba hasta el extremo de desprenderme de todos los lazos .te~restres o de despreciarlos y dedicaba toda la agudeza de mi sufrim1~nt? a las fechorías .que azotan a la tierra. . . Ahora que los acont~cimientos me han reintegrado a mi modestia, mis planes han cambiado y no pueden ya trastornar en nada la seguridad pública. No me voy a atormentar ya por causas ficticias y cultivaré la calma y la expansión del espíritu. Haré de maner~ que mi hijo y mi 11er~ana no tengan ya motivos de queja contra mí a causa de mi desinterés, que ha sido excesivo." · Actualme~te, Aimée, P.arece ~ncontrar su satisfacción en la esperanz~ de salir ~e la clinica, salida que ella no concibe como muy próxima, pero s1 como segura.

PRODUCCIONES Ll1ERARIAS

Ya liemos mencionado e incluso citado ciertos escritos de la enferma. ':'amos a detene~nos ahora en las producciones propiamente literarias que ella destinaba a la publicación.. El interés de su singularidad justificaría ya por sí solo el lugarq?e les concedemos; pero es que, además, tienen un alto valor clf. nico desde un doble punto de vista. Estos escritos nos informan a~;rca del estado mental de ~a enferma en la época de su composic1on; y, ~obre todo, nos, permiten captar en vivo ciertos rasgos de su personalidad, de su caracte.r, de !os complejos afectivos y de las imágenes ment~les que 1~ habitan, y estos puntos de vista suministrarán t1n~s. materiales preciosos para nuestro estudio de las relaciones del clelirio de la enferma con su personalidad. . Tenemos, en efecto, la fortuna de poder publicar, siquiera sea par· cialmente, esas dos novelas que la enfer111a, después de recibir Ja


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO

,, AIMEE

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negativa de varias editoriales, envió como último recurso a la corte real de Inglaterra (supra, p. 15 5) · h Las dos novelas fueron escritas por la enfer~a en los ~ ;eses ue recedieron al atentado, y ya hemos dicho en qu~ re. aci n con qel s~ntimiento de su misión y con el de la amenaza inminente

PRODUCCIONES LITERARIAS

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contra su hijo. . d 193 e ún La primera está fechada en agosto-septiembre ~ · · · y, s ~ . la enfern1a fue escrita de un solo tirón. El con1unto del tra ~JO hubiera podido llevarse a cabo en un lapso no mayor de ocho dias, pero hubo una interrupción de tres semanas, de cuya c~~~a n~s o~uÍ paremos más adelante; la segunda fue compuesta eónf ic1~m f.ri e~ n1ismo año en un mes más o menos, y ''en una atm s era e ie r · · Di amos' ante todo que las dos novelas han llegado a nuestras man;s en forma de ;jemplares mecanografiados, en los cuales ~o ·aparece ninguna particularidad tipográfica. Este rasgdo q~fªª conf;r-0 mado or los borradores y manuscritos que ten~mos e. e as, Y es opuest~ de la presentación habit ual d~ los es~r1~0~ debidos a la :pluma de paranoicos interpretantes: mayusculas in1c1ales e~ su/sta~~1~os .comunes, subrayados, palabras que se destacan de la~ . emas, in a~ , diversas, rasgos simbólicos, todos ellos, de las estereotipias mentales. El rafismo mismo impresiona ante todo por su rapidez, su altura oscil,an,g d' t' a la falta de puntuación. T odos estos rasgos se acentuan te, su 1ine~ iscon inu , d' t na exaltación delirante. en los periodos corresron ienr:!e:tr~s de ese grafismo a la atención de nuestro Hemos ~repuesto a g~naJ ue iniciado desde hace mucho por su padre an1igo .Gu1llaum~ ' lde o) ª~ne,elq análisis grafológico, suele practicarlo para diver(~l em1ne~~e sHoec1oaqoug1' anotados al correr de la palabra, los rasgos por él obt1r SUS OCIOS. 1 servadols: p . l'dad Sent1'do artístico instintivo. Generosidad. Desdén por "Cu tura · ersona 1 or · las intrigas menudas. Nada de vulgar1·dad · ~ las cosas pequenasdy Pd . . 'dad de alma con rasgos de infantilismo. Reac" Fondo de can or, e v1rg1n1 ' cienes, sue~os, .miedos ~e niño. 'd d de irradiación. Agitación, no sin lado sim".Vuelo interior, lno st1n casl?:c~~bargo de una calidad más intelectual que pát1co. El uno Y a o ra, 1 ' 'd d para consigo misma. Indecisión . Voluntariosa a pesar de 'afectiva. . "Gran s1nceri a todo. l'd d Accesos de angustia que des:irrollan en "T ra Muy poca sensua 1 a . · ' ernu · , . ·d · '6 posibilidades de maldad. ella un cierto espir1tu e m~qtue1neanc1 l~, enferma no una l1ostilidad, ni una des"F era de los accesos pers1s , . f da t l s·1no más bien una inquietud continua, un n1en a , so.u d d confianza ver a era, . . ,, . bre sí n1isma y sobr:n:~ ~~~~~;~n.amigo por trascribir, sin habe~la,s sometid? re 'ones com letamente verbales, que qu1za no suscr1.Nos e_x~usamos a. -~u _rev1s16n, dest~s o~xp L!~ hemos e~contrado demasiado notables para ~o reb1r1a el. len to ~ g q. ue sea ba1'0 una forma imperfecta que no debe impuproducrr as aqu1, at1n . tarse :más que a nosotros mismos. 1

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El valor de estas obras es desigual; no cabe duda de que la segunda traduce un descenso de nivel, tanto en el encadenamiento de las imágenes como en la calidad del pensamiento. Hay, sin embargo, un rasgo que tienen en común ambas novelas, y es que las dos presen.t an una notable unidad de tono y en las d·os hay un ritmo interior sostenido, que garantiza su unidad de estructura. En cuanto al plan, por el contrario, no hay nada prestablecido: en el momentb de comenzar a escribir, la enferma ignora adónde va a ser llevada. En esto sigue, sin saberlo, el consejo de los maestros (''Plan, nunca. Escribir antes de desnudar al modelo ... La página en blanco debe ser siempre misteriosa'': Pierre Louys) . La primera novela podría muy bien intitularse ''Idilio''. No está, ni mucho menos, desprovista de valor intrínseco. Más de una vez el lector encontrará en ella imágenes de verdadero valor poético, en las que una visión justa encuentra su expresión en un afortunado equilibrio de precisión y de sugestión. Y, más de una vez, en el pasaje siguiente se observará la irrupción desmañada de un movimiento impulsivo de su sensibilidad. Casi nada es desdeñable entre pasaje y pasaje. La expresión incompleta, mal precisada, es resultado de falta de habilidad, rara vez parece encubrir un déficit del pensamiento. Sin que se trate aquí siquiera de expresiones de origen automático impuesto, el lector no experimenta en ningún pasaje esa impresión de estereotipia del pensamiento sobre la cual hemos llamado la atención al analizar, en otro lugar, ciertos escritos mórbidos. 2 En cuanto a los circunloquios de la frase - paréntesis, oraciones incidentales, subordinaciones intrincadas- y a esos latiguillos, machaconerías y repeticiones de la forma sintáctica que en la mayor parte de los escritos de paranoicos expresan estereotipias mentales de orden más elevado, es muy notable comprobar su ausencia total no sólo en el primero de los escritos, sino también en el segundo. Las dos novelas están hechas, por el contrario, de una sucesión de frases breves, que se encadenan con un ritmo que impresiona desde ' el principio por su naturalidad y su tono elocuente. Señalemos, para comenzar, algunas de las tendencias afectivas que se revelan en estos escritos. En el primer plano aparece un sentimiento de la naturaleza que tiene que ver con las raíces profundas de la personalidad, con experiencias infantiles muy plenas y que no han sido olvidadas. ·· Al lado de él se expresa una aspiración amorosa cuya manifesNos remitimos a nuestro artículo, escrito en colaboración con Lévy-Valensi y Migault, "f:crits 'inspirés'. Schizographie", A. M. P., núm. 5, 1931. 2


EXAMEN CLÍNICO DEL CASO

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,,AIMEE , '' /

. , verbal es tanto más tensa cuanto más discordante ~ta en ac1?n 1 'd cuanto más condenada al fracaso. n esa real.ida~ con a ~~a ª~Ja sensibilidad que podemos calificar de esena~plirac1~~ ~~~~~rista" refiriéndonos directamente co~ esta P.alabra c1a ~en d 1 h , ; de Flaubert. Esta discordancia afectiva se al. tipo e ~· eroin la aparición incesante de movimientos que se aviene muly ien 'bc?l~dad infantil . revelaciones repentinas de un penacercan a a sensi i i · t · amen samiento fraternal, salidas en busca de una aventura, pac os, 1ur

CAPÍTULO PRIMERO

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t n a menudo no tos, vínculos eternos. , · Pero estos extravíos del alma romantica, que a . d 1 ·vel verbal no son estériles en nuestra enferma, sino que pasan e ni ' .d 1 h h de que ella ha conservado una tienen co~óo contr~~:~di~t~ y ~u~ fresca del alma de la infancia, comprensi n muy i · b de sus secred s emociones de sus placeres, de SllS s111sa ores y t~s.su La expresió~ de estas vivencias ~nfantiles se nos da a cada nudo en forma muy bien lograda. . t'n i·ndicando ba1·0 maneras diferentes, instante, y a me bl A· é Todos estos rasgos nos es alguna fijación infantil de la sensibilida~. s>tro h echo nota e~ tm e no ha conservado {1nicamente el senti1n1en.to de lal naiura eza ~ cuyo seno se desarrolló su infancia -las riberas Y. os osques t la D ordogne-, sino también el de la vida camp~sina, lcontJ:i;~~ ba. os y sus días. Ya veremos cómo acuden a su p urna os d J ·cultura de caza y de cuidado de los bosques. e ~ft~s toqu~s de ''regionalismo"' por otra parte, ado:ecen ~J J astante tor eza ero eso no es más que prueba de su ingenui a ' Y es un raf o 'Je puede ser atractivo incluso pa;a los ?º muy aficionados ~ l~ artificios de tal literatura. Ademas, se sien¡e en ella la resencia de una auténtica cultura del terruño. ~a en erma cop el habla dialectal de su región lo bastante bien p~ra leer la noce d M. t 1 Si Aimée hubiera sido menos autodidacta, 11alengua e is ra . bría podido sacar mejor partido de todo eso. l . d l s me Citemos ahora algunos pasajes. No hemos se ecciona o o . jores sino los más significativos. Las pala?ra.s y frases s~brayad~~ lo l1~n sido por nosotros. D eformamos asi l~geramente u~ e~sfe~~or del texto ero, si por una parte tenemos confianza. en. q . sabrá cli;ti~guir el alcance de cacla una de esas t~d1c~cio~es, .~or t arte creemos que él nos agradecerá esos llama os e a enc1?n. ~lr~ífulo de la novela es El detractor; está dedicada a Su Alteza im-perial y r~al el Pr~ncipe de Gales. H e aqui el comienzo:

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PRODUCCIONES LITERARIAS

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La Primavera, En los límites nordeste de Aquitania err primavera, las cimas están grises de cierzo, pero los vallecitos son tibios, pálidos, encajonados : conservan el sol. Las desposadas toman belleza para sus hij os entre los colores del valle pardo. Allí los tulipanes no se hielan en invierno, en marzo son largos, delicados, y coloreados por completo de sol y de luna. Los tulipanes toman sus colores en el suelo pingüe, ¡las futuras madres los toman en los tulipanes! . . . En este vallecito los niños guardan las vacas al son de los cencerros. Los niños juegan, se extravían, el son de los cencerros los llama. de nuevo a su guardia. Es más fácil de guardar que durante el otoño cuando los encinares engolosinan a las bestias, entonces hay que correr, seguir los rastros de la lana corderil enganchada en los zarzales, los deslizamientos en la tierra que se hunde bajo los pies córneos, los niños buscan, se emocionan, lloran, no escuchan ya el son de los cencerros. En abril, las bestias tienen sus secretos, entre los arbustos la hierba juega en el viento, es fina, hocicos lechosos la descubre11. ¡Qué suerte feliz! La leche será buena esta noche, yo me beberé un trago, dice el perro, la lengua colgante. Todo el día, los niños 11an jugado entre sí y con las bestias jóvenes, se acariciai:i, se aman. ¿Qué hay, el rebaño se despide de ellos? Los niños miran el cielo, ¡una estrella! V olvamos a casa, h asta mañana tulipanes, arroyo, fuentes, volvamos a casa, sigamos el son de los cencerros. ¿Cuántas fuentes conoces tú, cuántas fuentes para vaciar de una aguada, a ver, tú, le dice el pequeño al mayor de los hermanos que es profeta? ¡Yo! ¡Todas las que tú quieras! pero no te las diré, te descalzarías para bañarte. ¡Ah! no profanar mis fuentes. Yo puedo llevarte a la orilla. del arroyo si me prometes responder siempre cuando te llame. Siempre te responderé, dice el más pequeño, y no nomás una vez, siempre. Los ojos de los niños son fuentes vivas; so11 más grandes que los tulipan es. Ruido en la casa, a la hora de la cena, las h ermanas mayores están vigilantes; el padre dice: "David 11a regresado del regimiento esta misma tarde." La mayor ha dejado de comer, a hurtadillas está escuchando; Acuesta a los niños, los más pequeños se quedan dormidos en cuanto ella los coloca sobre Ja almohada. ¿Es eso lo que la hace sonreír? Ella sonríe. E lla se sienta en recogimiento a la ventana sin lámpara. Ella piensa en el novio desconocido. ¡Ah! ¡si hubiera uno que la ame, que la espere, que diera sus ojos y sus pasos por ella! Ella lo pide en voz al ta, ella piensa ·en él, ¡ella. lo quisiera l J;:I no me hará preguntas sino cuando conoce )'ª las respuestas, él no tendrá nunca una mirada de ira, yo me reconoceré en su rostro, ¡quienes se aman se parecen el uno al otro! Pensamientos osados, pensan1ientos fuertes, pensamientos celosos, pensamientos tiernos, p ensamientos alegres, todos van a él o vienen de él.


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EXAMEN CLfNIOO DEL CASO

''AIMEE , ,,

No hay nadie más que ellos dos en el claro oscuro, su corazón quema como tila, los planetas envueltos en llamas baten alas, la luna envía. flores purpurinas a la habitación. . Ella piensa en todo cuanto la deslumbra, en el peñasco adamantino de la cueva, en la corona inmarcesible del abeto, ella escucha su mur· mullo, es el preludio. . . En los manzanos un fauno hace muecas sosteniendo un carc~J· ''El amor es como el torrente, no trates de detenerlo en mitad de su carrera, de aniquilarlo, de ponerle diques, lo vas a creer s.ubyugado y él te anegará. ¡Las fuentes son ta.n inmutables cuando vie~~n del corazón de la tierra que cuando vienen del corazón del hombrel [ · · ·]

traíllas· finas, designa el sesteadero de la liebre hembra los rastros del ja~alí, levanta las talegadas de grano, co·noce la edad de las praderas, evita los abrojos, el precipicio, las rebabas, y protege siempre las safenas de sus piernas desnudas. ' Sabe también sostener su pluma, evitar las heridas gramaticales, envía sus pensamientos a Aimée. La P_~mav,e~a, se ha_ puesto sus envolturas,. envoltmas granza, envolturas. an1],. pal1das o vivas:, cltapas,. odF.es,. za1crl~os,. vas·os:_,. campanas,. cop~s del tamaño de alas de mari:quífas, los insectos va1n a. beber en Ios 01os de las flores·.. En el seto,, eF ci ru·elo fl'orece y eJ ceiez~) balancea sus coronas blancas. Las· ianas. que lo :reeubren están calada.s por orugas colocadas en bucles: o a.preta:das· p0F grapos, baldosas de mosaico . Bajo este. enm~1í~ñ:cmzienf!6 hay la nDff6· TJfvaJ. del' coral de las limazas' y de los sombre~ztos de. musgo' pegaáos· ali matonaF,, los, jaFamagos; f:ropie~~Ill ero. las; ho1as C©lill peEJ!l!leiíos; choq1!Ies. de sa1fam©Jlll\ties: ©i caie1111 sobre la n11erb~ seca que chfilTa· c©rno' un gpzne., [ ~ ~ . T 1

Aimée trabaja como una ver~adera campesi~a. Sabe des~ilachar los vestidos viejos, parear los calcetines, despercudir una montana de ropa después de la cosecha, conoce el mejor ques? de la encella, no toma una gallina demasiado huevada para matar, mi.de las .almorzada~ d7 grano hace camatones de ramillas para las bestias delicadas en invierno, tri~cha en pedGtcitos· el pollo para los niños?. confecciona . para e~los . . personajes en perlas, en cartón, en pastas, cru1ientes o de viento, sirve una comida fina en las ocasiones solemnes, las truchas de torrente a la crema las castañas en la gallina gorda y el guiso de pescado. Con ~lla los peligros de la vida campestre están .evitados: no anochecerse contando con la luciérnaga, encontrar refugios durante la tormenta para no verse inmovilizada por la falda hecha estorbo, o arrastrada por las quebradas. [ ... ]

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PRODUCCIONES LITERARIAS

. A la. S©ímb,:ra de t1isi pesfañas como a Iat Sl!JliJJl'IDta de los vallados, se s1ei1i;te la frescura de la senda ignoradai,, el! l'co·d1Cill dell €.a:flilino se borra Ct!lam.d@ tú apareces, hasta el c0lar del tiemp l©) ca1 mbirs- tú ~ Ya he confiado mi secne.t©1a Jru llllNJlb:e q~e' nwecñm elll\ eil vfcl!lil1ecit©~ alifent? del arroyo refrescado por fai noche, nivela' las coTirras) y galopa al viento. Al ver las; C©'IOIIa:& en d €:€1!€Z<lr)J ne: en'€olfild!Ira:cl~J ~lre lil'©} tie' amabai lo ba.s.tan,fe,. sus florecill'aSi eran bl~n€as7> Jil1U1N€at I1as· 11e visto· tan blancas, rev©.I©te·a n a1l:reded'©JJ de' m i CCillllW nev.0lo.tiea1m1 mfs. pensa.mientos ¡yo· les he dichCill mi .&ecreto, así com® at las; esfi;€'ll1aNi q;u€; lo han espar~ido por el mu.nd© olvidaido.f· De Iilll'a!H{:ljfilal aill aJ1b<lllleaiir aell©) Iil!IÍS' p0S:figoS';; los) ánl!>@l~$ qlu<t dist!ingo están, aune0lados d'e aJailba:stJ.To, Iai. ¡¡teJi1t.1.nl!>ra. l'0s. ellh~1ir€llv.€',, es.fiti>y. emocionarla_,. esta aurora es d,tif1l€e c©mo un amor~ 1

Al llegar a Les Ronciers [''los Zarzales''] se domina una quebra<la boscosa. De todas partes los árboles suben. ¿Van a moverse, van a a~las­ tar el encaje de los helechos, la alta lana de los mus~os? ¿Van a ir a colocarse a. la hora del crepúsculo en la línea de horizonte donde los árboles son gigantes? ¡Conqttistar, qué justa se sie?te esta palabra hasta en las plantas, vivir cerca del cielo! ~ las c~linas no le ceden en nada, las colinas se a.linean para la ofensiva, ebrias por los aromas de la maleza malva. David descubre su camino. Lleva firme su traje de soldado. Este huérfano que vive con h ombres ha conservado toda la rudeza de ellos. Después de haberse saciado de agua turbia, la madre se derrumbó en el campo, en un verano caluroso en que los peces mueren en el lecho encogido del torrente. . · Su pelo está echado hacia atrás como la cabellera de una ,espiga de

centeno es tal un magnífico abejorro color de alba y de crepusculo. Este ~ampesino es muy a~añado. ~o tien~ igual para dejar, en un abrir y cerrar de ojos, removido de arriba aba10 un prado; reconoce al segador por el guadañazo, desmocha los bosques, doma los toros, hace

T om a mi m-ano;: te la d©y Pues, desde el· d'ía. en qu·e· te vi' Na amo a Dios. como solía Le:> a·m©, más, lo a,mo men0s, ¿·Es éll ® enes ttá1 a• qliient a·mo? ¡TÚ' eres;. sin· dudar, el, mismo!

..

[ .... J Ella S·ueña•: ¡.Un maridol ~l un Fobl'e y y0i u,n sauce cambiante, a quienes el entusiasmo del vient0 une y hace murmurar. En· la selva, sus ramas se cruzan,. se em·fremez€lani, SJi!· persigNern elil! los días die wiemt©i,,, 1-as, hoj,as, amaru y vibran,. la llu:vfui 1€s envía los mismos besos.


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EXAMEN

, CLINICO

DEL CASO

,,AIMEE , ''

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E~toy celosísima si él es un roble y yo un sauce cambiante! En la sel.

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Me envvTVO para tomar una espada, he encontrado una en mi camino; 1hay que conquistar el derecho de amar 1 .

Mientras tanto la alegría está en la casa, el padre~ la ma~re son dichosos. Estos dos adultos ágiles, cuyo cuerpo ha sido curtido por la tierra terca con Y en las mejillas y con ar~ugas en la frent~,. aman a . sus hijos igual que a la tierra y a la tierra igu~l que a sus hiJOS. Se recibe a unas visitas, se les muestran vestidos, una~ pobres alha1.as mal hechas, y en seguida los gallos de raza fina, los ha~it.antes de! te)adillo, el secadero de frutas perfumadas, las plantas aromaticas del 1ardin. Se calcula que habrá que perder cuatro días para casarse, ¡es mucho en plena temporada!, un día para comprar las telas, el otro Pª!ª comprar el oro, el otro en casa de la costurera y el cuarto pa.ra firmar el contrato. Es mucho cuando el heno urge y cuando todos, chicos y grandes, se arrancan las uñas en el trabajo. Aimée observa a los niños y escucha su canción divina.

Citemos ahora una fantasía cuyo alcance quisiéramos apreciar bien. El término ''sentimiento panteísta'', que tal vez se les ha ocurrido ya a algunos al leer ciertos pasajes, nos parece a nosotros que debe reservarse para in tuiciones más intelectuales. Digamos que lo que a nosotros nos parece es que aquí se encuentra un sentimiento d~ la naturaleza de una calidad más profunda que el que se despierta en el corazón de todas las modistillas en los domingos de primavera. En el caso de Aimée, por otra parte, esa efusión afectiva no sig· nifica la pérdida del yo, sino, por el contrario, su expansión ilimitada. En este registro se expresaba curiosamente, en uno de los pasajes citados, incluso el tema de los celos.

¡Escucha lo que dice el h ermanito! ¡Escucha lo que dice el niño! En la orilla del torrente pongo a flote la leña muerta y estoy lleno de risas cuando resbalan mis esquifes en los cuales se ha posado toda una hornada de abejorros o de escarabajos que van tontamente a la muerte. Esparzo brazadas de estelares, de ojos, de juncos sobre ~l, agua, al punto mis flores tienen piernas, sus colores se mezclan, se diria la cola de una falda descendida del cielo. En los huecos, durante el invierno escarchado, las escolares tiem~lan con todas sus boquitas haciendo un ruido soberbio, dulce, yo las extiendo sobre diez centímetros de nieve florida, sus cuerpos, s?s brazos d~­ jan un vaciado en cruz, dedos. redondos, Y. sus cabellos line~s arm~ni­ cas en todos sentidos; ellas se incorporan sin s~s codos P.oniendo tze~a lq rótula, después de recobrar así el calor, fel~ce~, no tienen ya frio durante el día. ¡Ahl no hay cosa mejor que violinear en la nieve en • • invierno. A las muchachas golosas siempre en fraude de gate:ías, les ~nseño a guardar en la boca una manzana roja o una nuez, inclus~ si la glotis se les levanta, en seguida les pelo un musl.o de. nuez bien blanca, ellas se lo comen sin pensar nunca en mis ardides inocentes. [ ... ]

_pre hundida en pensamientos, ella tendra h11os en los OJOS, yo me ca-

Tengo un sueño: las bestias de los bosques dimiten de sus fuerzas, de sus alas, de su veneno, yo las congrego, las empujo por la larga carretera; las primeras de todas, las gruesas, están h echas expresamente para colarse por debajo de los árboles, las pequeñas siguen, ¡cuidado con las perezosas! Yo las apachurro con mis zapatos nuevos, el rebaño avanza., ¡hopl todos en vagones y la luna también está contentísima de viajar, yo acompaño como dueño y señor a mis extraños amigos: en mis comidas como carne de león, bebo savia en la corteza de un roble joven, aspir0 el cucurucho de la madreselva., desescamo el rizoma del helecho y desdoblo las hojas del álamo temblón para tocar aires de . victoria. Cuando la tempestad sopla y abate los n idos encumbrados demasiado arriba yo me .arremolino como ella. Vestido para vencer al cielo, vuelvo a dar calor a. esos náufragos, ellos viven, yo los salvo porque :amo el huracán con su venida perturbadora, sus secretos, sus temblores, su espanto, y, tras de su partida, sus efluvios de polen derramado. Yo les he avisado cuando el incendio ha estallado en el bosque. ¡Había que escuchar la pedorrera! Las bayas de enebro daban un chasquido 1

Irrumpe una curiosa fantasía de metamorfosis de su sexo: Me voy a recibir de muchacho, iré a v~r ~.mi novia, el.la estará siem-

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saré con ella, ella se pondría demasiado triste, nadie escucharía sus • canciones. Si ella se lamenta, yo la insultaré en el umbral de la puerta, le diré que hago un viaje por agua, ella dejará caer su dedal, ¡ ohé! al regresar le contaré historias épicas. Yo conozco todas las piedras de mi terruño, las azules, las blancas, las pardas: son mis amigas, yo les hablo. ¿Qué haces tú ahí? Yo sirvo de escalera para frecuentar el bosque, si te estorbo, arróllame, dame impulso, de salto en salto, lo hollaré todo, el torrente me recibirá. Yo te guardo, tú me sirves de asiento cuando estoy cansado, tú pones cuñas a mi pie cuando subo, tú eres hermosa y yo te amo, a ti que has quebrado a menudo mis zuecos y has ensangrentado mis tobillos desnudos! Yo quisiera que se diga que soy lindo como una piedra en el agua, jOh mis amigas las piedras, no olvidéis mis oraciones! [ ... ]

Oh! ¡estoy celosa si mi marido es un roble y yo u1! cerezo blanco/

ta movediza, la lluvia les manda los mismos besos.

PRODUCCIONES. LITERARIAS

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'' , ,, EXAMEN CLINICO DEL CASO AIMEE

,

PRODUCCIONES LITERARIAS

-seco y las pavesas me seguí~n, el ~~rror ~e ha-b ía dado alas . y el . espino blanco espuelas, yo l1acia el pa1aro aviador, en torno a mis hélices el aire roncaba, más rápido que las nubes llegaba hasta el viento. [ . .. ]

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A partir de ese momento hay ''cuchicheos, cloquees, apartes, complotes'' que constituyen la pintura expresiva del ambiente del delirio de interpretación. Fijémonos ahora en esta expresión tan directa del sentimiento de los celos:

De pasada se deja leer claramente una alusión al príncipe de Gales, identificado con el ruiseñor (nightingale). Después de eso regresamos a las imaginaciones de la infancia, que ofrecen una nota tan de acuerdo con el delirio de la enfe11na. (Véanse supra, p. 55, las reflexiones de Kraepelin sobre este particular.)

Cuando te he perdido aunque sólo sea en imaginación, mi respiración se acelera, mi cara se contrae, mi frente se arruga. Pánico en el corazón,. pánico de las multitudes, es siempre espantoso, es el pisoteo y la muerte .. En la cita los dos novios están perturba.dos, su corazón palpita. con tal fuerza que no oyen el r~ido de la cascada que cae a sus pies. David raspa su pértiga o explora los zarzales: ¿la. confianza? ¿Existe? El trabajo de enfriamiento continúa y cada uno 11acia el final toma parte en él. Aimée se ve reducida a escuchar las confidencias impúdicas y ligeras de la criada Orancia. Verdaderamente el mal está alrededor de ella, pero no en ella.

Otras veces el nifio quiebra pértigas con la rodilla y las alisa, construye granjas, con todos esos cilindros s.e acrecentaría.n to~as las: madréporas muricinas del mar para tener árboles· interplanetarios,. p·uentes intercontinentales. Su espíritu viaja por encima del océano, sobre la cresta del zumo y conecta el universo. Sus largas pestañas palE:!.!an de felicidad. [ ~ .. ]

[ ... ]

En seguida, a manera de un motivo musical, una prosopopeya .anuncia la llegada de los representantes del mal.

Llamemos la atención sobre esa participación universal, y también sobre la última frase, que reproduce una de las dichas por la enferma y registradas por escrito durante su primer internamiento. Ahora, una pintura de la angustia:

¿Queréis dia.m antes para vuestras coronas? Están en lo alto de las r~­ mas, a vuestro alcance, bajo vuestras pisadas. rTened cuidado al caminar! Si encontráis alguno, no lo digáis. Las beatas los querrían para sus rosarios, la cortesana en su recámara llena de espejos. hasta el cielo raso se cubriría de ellos, la multimilTonaria en su palco en el espectáculo los convertiría en su única gala, pues no' está vestida, su funda es del color de su carne, no se ve dónde com:ienza. [ ... ]

· El arroyo corre, se enfría sobre el pómulo, va a refrescar el lóbulo de la oreja, moja el cuello, en seguida es una cascada, oigo su caída sobre el paño, el ruido llena la habitación. El silencio es horrible, muerde, es un perro rabioso, no se le oye venir, pero su paso es maldito, el recuerdo de un silencio se queda en el alma para perturbarla, ¡adiós los espejismos, las esperanzas! [ ... ]

En el capítulo siguiente, ''"l~I verano'', aparecen en efecto los; seres extraños. cuya influencia seductora va a perturbar ]a aFJJli10a&ai . . ''un desconoc1'd o'' y ''una cort esana''. de esa 1nocenc1a,

En el capítulo tercero, ''El otoño'', la desgracia se extiende alre"' dedor de la heroína. ''La coalición ha deshecho lo que los dos prometidos hicieron." ''La madre está enferma, los niños nerviosos 1 fuera de la casa los sarcasmos llueven'', ''la multitud adora el mal, lo aclama, se queda maravillada''. Una vez más, la heroína se refugia en una elevación del alma: hacia las grandezas de la naturaleza.

Ella acicalada como un rosal de otofio con rosas demasiado vivas ' ramas negras y deshojadas. El colirio de piel de serpiente tiñe para sus sus ojos viciosos. Tiene zapatos para no caminar, sombreros de cañas, de crin, de seda. bordada, de tul, ella se los pone de una manera alborotadora. Sus faldas están bordadas de cañutillos: es todo un museo, una colección de modelos inéditos o excéntricos, donde domina lo grotesco, pero en fin, hay qt1e cubrir ese cuerpo sin encanto, es preciso que· la gente la mire. Todas esas. cosas hechizas· sorpren~en, e~la ha expulsado la. naturalidad, los aldeanos no miran ya a las <lemas muJ,eiies. ¡Vaya que conoce ella ~ien el arte de manejar a los hombres! Ella se pasa los días, en su tina de baño, y luego en cubrirse de cosméticos; ella se muestra>intriga, maquina. [...] (

Su corazón se emociona ante la hermosura de los plátanos cargados de oro que bordean la carretera, una calzada de reina con sus alabarde-· ros poderosos. Ella levanta su corazón hacia los cielos, él está arriba, muy arriba hacia las regiones solitarias.


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EXAMEN CÚNICO DEL CASO ''AIMÉE''

PRODUCCIONES LITERARIAS

Colores blancos y azules de mi inocencia que llenaban mi alma, ¿qué seréis mañana? ¿Seréis mudados en el verdor sombrío del Océano? ¿Seréis atravesados por ese bólido de fuego que se aplasta en tierra para nunca revivir? Ella no puede rebelarse ya contra su cuerpo. Por el camino va una pareja con un ruido enorme de zapatos claveteados tan grandes que los vacíos se quedan resonando. El marido es altivo y fuerte, tiene un hijo, él lo está mirando, la mujer lleva al niño que se aferra a su cuello y a sus senos colgantes, el niño sonríe, la madre tiene un rostro de bestia feliz, se aman. Aimée envidia. a la pareja. [ .. . ]

¿Qué S?n esos copos lechosos sobre el agua, esos despojos cutáneos en las l101as muertas, esas plumas esparcidas? En la tierra la simiente estalla, la flor era del color del tiempo, será del color de la sombra; en el vergel la corteza se rompe, se vuelve luciente. El fenómeno de la . muda se perpetúa a través de las edades. Todos los reinos susceptibles de vida sufren sus sacudidas, su agitación des~ ordenada que desgarra para liberar o para esclavizar. [ .. . ]

Según lo que nos ha contado la enferma, este último pasaje acere~ de la ,muda la tuvo ''embotellada'' a lo largo de tres semanas, siendo as1 que todo el escrito no le llevó arriba de ocho días. Le era necesario documentarse -nos dice-, y el pasaje era requerido ''por la transición''. Se ve bien ahí esa interferencia de arrebatos impulsivos, probablemente ''forzados'', y de inhibiciones escrupulo. sas, que, como veremos, caracteriza el ritmo psíquico de Aimée. Esta reconciliación da materia a una expresión directa del sen. timiento de culpabilidad:

Al llegar ''el invierno'', los extraños han salido de la región. David duerme poco, muy de mañana camina alrededor de la casa, ella escucl1a cómo se alejan sus pasos pesados, que 11acen eco en su corazon. En las noches heladas del invierno el cielo tiene demasiadas estrellas, pone algunas de ellas en los vidrios de las habitaciones frías para que el despertar de los pobres sea más dulce. Ain1ée viste a los niños y todos se reúnen para la. primera comida matinal compuesta de castañas blanqueadas con una rama de acebo. ¡La madre mira a los niños, los niños miran a la madre! Cuando hace mal tiempp, la. hermana mayor los acompaña a la escuela, es preciso colmar el barranco, romper los resbaladeros, evitar las velas en la falda, la nieve que se adl1iere al calzado, los atajos a pico, los juegos en el camino. El frío crea los colores inmovilizando la savia en las ramas, este amante de las noches le devuelve a. la naturaleza su tinte mate de recién casada, y luego la reviste con la capa blanca de la inocencia hasta los prox1mos amores. Afuera una carga de nieve sobre los árboles, y un silencio tal que la gente se detiene para escucharlo y tiene miedo de que sea interrumpido. Este reposo tranquiliza a Aimée. Ella puede escucl1arse a sí misma. .Romper, devolver su palabra, pero entonces ¿qué hacer con este cora·zón ardiendo, con este corazón ávido que sin cesar estaría persiguiendo sombras? ¿Y por qué contener durante toda la vida sus impulsos? ¿Por qué no confesar, no amar? ¡A quién amar! ¡A él, pero claro está que a él! y decirle hasta sus celos, hasta las torturas de su cuerpo casto. Desnuda, totalmente desnuda, ella a quien un gesto vulgar lastima. Ella hablará, ellos volverán a verse, él ha dicho: " ¡Oue sea como tú . quieres!'' ¡Ahora, yo quiero amarte, David, ahora soy yo quien quiere amarte! I

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¿Sería algún castigo por venir, alguna culpa posible por temer, los árboles desgreñados se balancean, mi corazón sigue el ritmo y se encorva con los sollozos? El remordimiento los l1ostiga. Se encuentran a menudo en la carretera larga. Los ojos de Aimée están rodeados de negro, un día ya no se levan.. ta. [ . . . ]

La novela termina con la muerte de la heroína y especialmente con el tema de los sentimientos de la madre ante la muerte de la . n111a.

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011 vosotros cuya nlaldad es inmunda, pensad en el calvario insensato de una nlaclre que ~iente cómo el viento comprime y extingue el soplo de su soplo, y como la ola humana ahoga al pequeño grumete que lucha co.~ un rostro nlorado de clolor o blanco de agotamiento. Oh n1na, 011 muchachas que mueren, flores blancas derribadas por una .guada~a s?rda, riente ojo de agua secado, ocultado por el negro y subl1n1e n11ster10 del globo, paloma caída del nido y que l1ila su sudario sobre el suelo asesino, frágil pecho de pájaro expirante en el pico ene sangrentado del ga, ilán, negra visión, ¡cómo sois amadas! 1

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Estrechad el cadáver de esa niña Antes de que lo pongan en el féretro, Llorad, llamad tanto, tanto Tendréis como consuelo Un inetro cúbico en el cementerio Adonde vuestro cuerpo vendrá a orar


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO ''AIMÉE''

Descubriréis entonces Que la tierra bien puede ser muy querida Cuando os pone en contacto con la niña.. Caéis de rodillas bendiciéndola ¡Y alguna vez la. abrís con vuestros ojos Para encontrar un camafeo blanco!

Ya volveremos sobre el valor de ese grito singular, ''¡cómo sois amadas!'' (que l'on vous aime!), con que termina la visión de muerte. El segundo escrito, como ya lo hemos dicho, está bastante lejos del primero en cuanto a valor estético, pero no le cede en nada en cuanto a ''pintoresquismo'~. Es una sátira que aspira a pergeñar un cuadro de los escándalos y de las miserias de nuestro tiempo; pero así como en el idilio penetraban los malos, así también la sátira está atravesada por una aspiración hacia un estado mejor. Es preciso tomar aquí en cuenta las dificultades propias del género y reconocer aquello que se debe a las faltas de cultura de la autora, a sus torpezas de oficio. El autodidactismo se revela en esta novela a cada paso: perogrulladas, declaraciones triviales, lecturas mal entendidas, confusiones en las ideas y en los términos, errores históricos. A estos frutos de una intoxicación de literatura se suman ciertos rasgos de desorden mental. El estilo deja ver rastros de ''automatismo'', en el sentido muy amplio de un eretismo intelectual sobre un fondo de déficit.8 Aparecen aquí verdaderos esbozos de ''fuga de ideas'', aunque esto sólo de manera episódica. Por lo demás, el comienzo de la novela no es menos impresionante que el de la primera, por su ritmo, su carácter incisivo, su exuberancia. En la continuación del escrito se dejan ver algunas señales de fatiga conceptual;4 no faltan, sin embargo, otros pasajes bien logrados. En cuanto a las anomalías sintácticas clásicas de los escritos pa·ranoicos, también aquí están aus.~ntes. Encontramos el mismo rebuscamiento preciosista en la elección de las palabras, pero esta vez con un resultado mucho menos feliz. Hay palabras extraídas de un diccionario explorado al azar, que han seducido a la enferma, verdadera ''enamorada de las palabras'', según expresión de ella misma, por su valor sonoro y sugestivo, sin que vayan siempre acompañadas de un discernimiento ilustrado de su valor lingüístico ni de su alcance significativo. Algunos pasajes están atestados de tales palabras, mientras que otros se salvan; y la alternancia se acentúa con unas impulsiones mentales cuyo ca3 4

Nos ren1 itimos a nuestro artículo antes citado. Nos remitimos igualmente a nuestro artículo citado.

PRODUCCIO~

LITERARIAS

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rácter ''forzado'' aparece aquí más nítidamente, y con una minucia escrupulosa que se señala en un trabajo de taracea verbal. ~~ cuanto a, los temas ex~lotados, son los temas mismos del d~lirio,. que aqu1 se os.tentan libremente; pero el escrito hace percibir me1or la coherencia de esos temas con la personalidad de la enferma . . He aquí el comienzo de la novela, dedicada igualmente al Príncipe de sus pensamientos e intitulada ''Salvo vuestro respeto'': Mi familia había vendido un asno en el mercado. Al día siguiente quedamos muy sorprendidos de verlo regresa.r de noche a la casa. Nosotros oc~o lo rodeamos con nuestras atenciones, el asno fue mimado, comió azucar y extr~mamos nuestro enternecimiento hasta querer darle una recompensa digna de su corazón y de su ingenio. Yo tom.o la de~isión de conducirlo a. París. El camino es largo desde L.es Ronciers. Mis hermanos enjaezan sólidamente al solípedo y cambian el ronzal ~o.r unas riend.as. Abandono el 11Jantel hecho por las ag:am~deras familiares, l.a comida frugal. M e pongo mi falda coralina, mi boina vasca,. tomo mi dag~ y ~i her~~na mayor me alarga mi capa, para llevarla baJ? la brumazon. Dig? adios a los seres a quienes amo; estamos muy unidos y no he conocido con ellos n1ás que generosidad amistad y deferencia. ' Sin tardar, monto a 11orcajadas en mi hemión ensillado. ¿Adónde vas a ese paso, me dice un campesino?, después otro, después otro. Esta.n do triste, me quiebro. M e detengo en el m esón donde la criada complaciente me insta para saber adónde voy. Cepilla mi bestia, la encuentra vivaracha despabilada. ' La Acad emia, dice, mirándome al sesgo. Yo hago una señal de asentimiento y sonrío. ¿De veras? ¿Señor? ¿Señorita?, ¿el hermano?, ¿la herma11a? Es así como me saludan a mi paso, yo respondo valientemente. ~l c~noce su oficio y sabe perfectamente bien lo que debe decirles a · las mu1eres. Toma un aire soberbio, conquistador. Una adulta gime por la muerte de su hijo en la guerra y pregunta si no habría m odo de evitarla. Claro que lo hay, siéntese usted allí a la orilla de este camino, no se mueva, espere a que el agtLa del río remonte la corriente. La luna la ha visto siempre en ese sitio. En el camino encontramos una bestia horrorosa, que tiene por nombre aka. Envía proyectiles en todos los sentidos, nadie queda indemne con él, de manera que tomamos el trote. . Aplastamos los escarabajos y m e inclino para observar dos singulares insectos que se frotan las antenas. ¿Desiste usted en favor mío?, dice el uno.


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E.XAMEN CLÍNICO DEL CASO ''AIMÉE''

¿Desiste usted en favor mío?, dice el otro. El uno quiere la clientela del otro. No le hace falta más a mi solípedo para tomar modelo. Encontramos a un amolador y él le dice: ''¿Desiste usted en favor mío?'' La cosa se hace, y la clientela del amolador pasa al Académico. [ . .. ]

La vivacidad del estilo es impresionante. El procedimiento del viaje que ha de servir de vinculación para los temas 11eterogéneos de la sátira, y el tópico del indio piel roja que asiste, a la vez irónico y cándido, a los espectáculos de la civilización, recursos ambos tan viejos como la retórica, son utilizados aquí con bastante naturalidad. Observemos de pasada el regreso del fantasma de metamodosic; masculina (véase supra), y también de la imagen obsesiva que determinará, sin duda, la elección del arma blanca (véase supra, ''Me encorvo para tomar una espada''), y finalmente la ironía amarga que aquí remplaza la efusión afectiva. Hay todavía algunas canciones de los caminos y d'e los bosques; notemos de nuevo la búsqueda preciosista de palabras raras. (Los ''anátidos'' son los patos : cf. ''ánade''.) A lo largo de los vallados, cerca del suelo, las baccíferas, en lo alto las andróginas. Sobre el estanque, los anátidos se han puesto su cuello en vela de bauprés y se zambullen en Anfitrite. Los yentes y vinientes tienen todos la librea de la miseria, les han arrancado demasiadas plumas del ala. Con frecuencia me hospitalizan, y en la noche, me hundo en las sábanas de dril detrás del reps de la única pieza campesina. A mí me gustan sus costumbres agrestes en su propiedad ribereña, cerca de los viveros de la naturaleza. Admiro el thalweg del valle hecho de viburnos y de juncos. [ . .. ] Camino así entre ellos durante largos días, me refugio bajo las carretillas cuando la lluvia se precipita de las pendientes en declive y arrastra. desniochos de árboles; continúo recorriendo hasta el anocl1ecer la carretera asfaltada, luciente de agua, donde el arcoíris se 11a quebrado, triturando sus colores por regueros, por mancl1as. Soy aguerrida: a la hora del crepúsculo, cuando mi sombra se proyecta sobre la colina, no me asusto de los ruid·os de alas a la orilla de los bosques, del crucero de los caminos, del beagle que ladra, de la n1anada en huida, del jabalí que pace cerca de los hozaderos, del paso de la perdiz; mi bestia aguza la oreja bajo la estrige y las falenas y piafa cerca de las chamiceras. Me entrego a un soliloquio. [ ... ]

Sigue entonces la llegada a París (''el filibustero'' designará en Jo sucesivo al perseguidor principal): Llego a París y apenas creo lo que ven mis oj·os; el estrépito de la

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calle me impide el reposo c t I l . on e.mp o os altos hornos con sus bocas abiertas sus esca arat de seda' Nunca p hes y las mu1eres todas emperifolladas de vestidos mucho. . me e puesto uno de ésos, les digo y ellas parlotean Adondequiera que voy llamo 1 t .6 1 receloso, de tal ma.n era ue la a a enc1 n, a ge~te me mira con aire lapidarme. El filibusteroqla am~~heQ~bre a l~i puerta .no tarda en ráfagas de reculada y pago un dere~ho d~e:u~f1~~e.y me disparan unas 1 latbor, dice una mujer. Los Duermo mu ·z . , e o ra. Y 1?1ª , . cazo las fieras en Ja jungla con S-u Alteza Es 1 que se 1ee en mis OJOS. • a go

de!~:r~a ª~~~~: :ff:n~=~·laE~euJ~i:~a¡zodi~e

En este t desorden 1 · . . ' aparecen as interpretaciones delirantes sobre 1os comen arios que acerca de ella hacen su 1 ( . 1~1 expresión ''es un caballo de labor'', cuya :u~~n~fc~~a/c;;e~~~p~ ~ 1º comp~obar) Y algunos sentimientos episódicos de adivinacI'ón e pensam1~nto (la gente .adivina sus sueños). Y he a qui las declamaciones reivindica doras:

~lg~ien llama a mi puerta al día siguiente: Ba1e, es para usted la carreta'' Ella. responde Príncipe cuando 'se le dice Poeta Abrazo a un niño que tiembla junto a mi puert~ Tan .f~erte es el abrazo, que hacemos uno solo. v1e1a, co~ moco en la nariz, sostiene las varas del carro, ~ ecta, sórdid.a, me abruma de cuchufletas. Sigu~ la multitud de las mujeres ebrias Hocicos sangrantes o lenguas asesinas E.n los mu~los inscripciones cifradas Siguen las. sufragistas, peripatéticas L~s abogadas, burócratas, mundanas, Tirando de mis ropas para envolverse. De repente, veo, en la plaza del Trono 2ndeando en el suelo, los blasones, las espadas, os mantos, los broqueles, los colmenares Tomo la ba.ndera blanca de las flores de 1· El niño empujando mi brazo eleva el ast~s r;otan sobre París lejos de las serpientes que reptan van vencedoras las flores de lis. El corazón me conduce, la sangre me llama Beso el .suelo, todo bañado en su sa.ngre La multitud turbada, parlamenta y al huir Me lanza una espada en lustre rebelde ' ~os ~amos de allí solos, y la multitud recelosa el r1~c6n de las ventanas nos espía al pasar · El desierto, el silencio está más lejos


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EXAMEN CLÍNICO DEL CASO ''AIMÉE''

178 Las zapas, los antros, las hechiceras operando Y n adie quiere ser testigo. Culo de palo, coge la guillotina. Es un incorruptible, dice el historiador; no bebe, no tiene mujeres, ha matado miles de ellas como un cobarde, la sa.n gre corre desde la plaza del Trono hasta la Bastilla. Ha sido necesario Bonaparte apuntando sus cañones sobre Pa.rís para detener la matanza. [ . . . ) Ser libre o morir, h an añadido . .. Pero no se puede ser libre. Yo digo que en la sociedad si un hombre es libre es que los demás no lo son. Así cuando leáis las inepcias de la historia, deberéis grabar en la memoria este pasaje: La Revolución deificó a la Razón. Una estatua, pronto, ¡paf! Ya está. Qu,eda plantada. ¡Tiene unos arranques! Pero es la Razon del mal. [ .. . ]

El discurso contra la gente del gremio literario comienza como el de Petit-Jean: Los poetas son todo lo contrario de los Reyes, éstos an1an al pueblo, los otros a.m an la gloria y son enemigos de la felicidad del género humano. Si cito a Demóstenes y el tesón que puso en zapar. la autoridad de Filipo de Macedoni~, a Aristóteles pre~eptor de .Ale1andro Magno y en seguida su enemigo ~ortal. La retórica de . Ar1s~óteles no descansa sobre ninguna base, es siempre el tema. de la licencia, de los subterfugios con la virtud por fachada, es una traición para con su rey. He aquí también a Cicerón cómplice del asesinato de C ésar Y. Shakespeare poniendo al asesino a la altura del gran h ombre. En el siglo xv111, los filósofos pérfidos atacan a los soberanos y a los nobles que los protegen y que los hospedan. Otras veces acuden a los grandes y sacan unos sentimientos que ellos no tienen y con los cua~es se adornan. Y el pueblo no reacciona. Por eso es por lo que las naciones se h acen tach~r de la historia del mundo y si no hubiera más que París en Francia, muy pronto lo estaríam~s nosotros. Si hay una isla que no es~ habita~a más que por best~as monstruosas y h orribles,. es ella, es la ciudad misma con sus prostitutas por centenares de n1iles, sus chulos, sus z~hu!­ das, sus casas de placer .cada cincuenta metros, mientras que la miseria .se apila en la pieza única del cuchitril. . . Yo podría enumeraros desde la guerra ea Francia. e incluso en el extranjer()), lo que 1as agitaciones <l·esalmadas de los poetas han desatado. Me matan 1en ,efigie y los b.andidos matan; cortan .e n pedazos y los. bandidos cortan en pedazos., aRdan con secretos y los pu,eblos andan

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con secretos, preparan las sediciones, excitan en lugar de apaciguar saquea.n, destruy~n y v.o~otros destruís: sois unos vándalos. ' Cuando tenéis noticia~ de .una .re~elión, de un crimen, buscad bien. ¿Qué hace ~ulano? Quiere imprimiros su influencia peligrosa y vana ~e ombre sin costumbres y sin bo\ldad. No hay acontecimientos malos e. os ~uales no ~ean. más o menos culpables los amadores de gloria, en el inte~ior del p~·IS o incluso en el extranjero. No hay escándalo que no ~aya sido sug~s.tionado por la conducta o las maquinaciones descaradas e a gunos aficionados a las letras o al periodismo. [ ... ]

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La enferma añade después, de manera pintoresca : Quienes leen los libros n o son t an est'upi·d os como quienes los hacen: a.ñ aden una parte.

¿Fuga de ideas?: Mi hemión se tropieza al pasar delante de las Cámaras yo quiero ~a~erlo zarpar de nuevo a fuerza de citas, de sentencias, de ~xaltaciones 11r1cas, tomo unas veces el tono de un vicario que sostiene el hisopo o.tras veces el t?n~ de un abogado afecto a las parrafadas sublimes. Nad~ sirve. En . Republ1ca, cuando no se puede hablar cada quien satisface sus necesidades como puede,· el h emión se obstina. Llovía., seguía lloviendo E n el restaurante, los cocineros revuelven la ensalada. Cien veces en el telar Reponed vuestra la.b or Pulidla sin cesar y repulidla Agregad alguna vez y borrad a menudo. Mi ~em~ón me apostrofa con este viejo refrán. Me hubiera reído mu<;h? mas s1 no hubiera comprendido que se trataba de bordado es la un1ca cosa en ~ue las mujeres tienen paciencia. ' Parto tan apri~a. que con mis suelas de hule me doy una caída y me levanto presto subito pero echando maldiciones. ¡Quién vende sus za~atos, esa~ novedades! ¡Yo toso, yo estornudo! ¿Los americanos? No me fio de mis zapatos a.marillos; yo presento mi queja yo examino mi zapato. ¿J?e qué nú~ero calza usted, me pregunta u~ extraño, y usted de q~é num:ro, le digo yo? Nos entendemos a fuerza de mímicas. Los a~ericanos tienen a la recién casada, ella tomó su maleta. para irse con e os cuando se le hablaba de Jérome, sacúdanse ustedes a esa idiota . Vendedor de ropa, Vendedor de pieles de conejo, Vendedor de pieles de osos, de lobos, de cocodrilos,


EXAMEN CLÍNICO DEL CASO

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AIMEE

180 Vendedor de cetáceos, Vendedor de ropa, ¡Vidriero!

. social que, como es bastante He aquí ahora una idea del prdogrleso fe r a poco dada a apreciar . . los gustos e a en r1 • ' común, s~ inspira e1n "d oderna. Ella desea que llegue eJ comunismo de a vi a m casa los medios de servirse y no el día en que cada cual tenga. en .~u d ue no 11a existido todavía, en tenga que contar con una sodidari a q la gente trabaje por rotación, que cada cual tenga su cerca ~' en queen ue cada ciudad se extienda se disponga en línea para lejos del agrupamiento de las c1~da?e~, -de ello da Londres un ejemp º1 uniclo- ertido en bienes muebles en que e sue o conv . . d O 1 e b' é's igualmente las historias e llegar basta e camp ' . devuelva los rebeldes a la tierra. am iar i carbón en historias. de clarbon~ros. de provincia son más potables que Aunque baya matices, as mu1eres [ ] las de las ciudades, el a.m biente las guarda. . ..

1

Oigámosla disertar sobre el milagro:

acerca de la religión y saboreemos el pasaje

. ' ' ted en la iglesia para que tenga el El sermón continua. Casese usd .d ara 11acerse perdonar el 11aderecho de contar con una seg~~ a v{ ~aBerle h echo escenas por un ber sido desabrida c~n su mari o, ~ n un burro. Así podrá us~ed listón el haberlo obligado a conveát1rse en una profunda meditacion, arrep~ntirse delante ? el altar, ,perl erse esposo descuidarse basta baabrir su corazón al cielo y cerrarse od~ a untar ; pedir gracias ante el cer tonterías para tener el dderecf o tributo que debe en bondad, altar y de dejar para más tar e e pagar en inteligencia. . nto estuvieron de ser arrebatadas por Las mujeres entendieron y a pu les sostenía en la cabeza. el entusiasmo, el sombrero nol.se t s cohortes del cielo y admire todo Implore usted a la vez a a~ va ienNe e tome el trabajo de tratar de . a·igno sobre la tierra. d. o s b'1'os es decir. ignore . 1a m eta cuanto es in · bable nunca e sus 1 ' 'Conocer la verd ad ' no . . . olo ue bien sus muslos, evite su de su destino, viva en la indiferencia, c . q casada Tolere todo salvo el gran preocupación: la ~e ~o se~ un~á~~e:u puert~. Las mujeres hacen bien y no pong~ 1.a tnira a m:~ ~an se sienten satisfechas de ,ha~er señales de asentimiento, se sa 1 g 1 dy estar presentes ante el pulpito. faltado a todos sus deberes, sa bvo. a . e't'les en complicaciones vanas. · en tra a1os inu i , · · Despilfa.rran su tiempo . .d sí en su soberano dominio, Mientras que la religión la t1en~ ~og_i a s~ amontonan a su puerta y no se fíe usted de su candodr,, lasb i.nl1ur1ases quedará muy sorprendida, la · t ya no po ra a r1r a, . d cuando espier e, t' tra las luchas de la vida. religión no es una. garan ia con

s: fi

PRODUCCIONES LITERARIAS

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No todos los milagros ocurren entre los cristianos. Pero es difícil explicarle a usted esta verdad evidente reconocida por la medicina; sin. duda acude con tanta emoción delante de su ídolo, que él la influencia hasta el punto de hacerle olvidar sus sufrimientos y de darle un vigor nuevo; d9s seres vivos pueden de la misma manera conocer el sentimiento del bien llevado hasta el extremo si la sensibilidad se presta a ello. Sin duda le ha sucedido quedar curada de una. jaqueca porque una amiga le cuenta una historia divertida, y si mide la extensión de las emociones por el tamaño del sentimiento, está usted en presencia del milagro, es la relatividad de las influencias frente a la relatividad del sentimiento. [ . .. ]

He aquí la invectiva más fuerte contra sus enemigas, las ''mujeres de teatro'' :5 Las cortesanas son la escoria de la sociedad, ellas zapan sus derechos y la destruyen. Hacen de las demás mujeres las ilotas de la sociedad y arruinan su reputación. Al salir del teatro miro pas.ar otro cortejo. Al acercarme se me opone la vieja despiernada que tenía muslos de un millar de millones, sus delegadas, y éstas con sus mantenedores, sus chulos, sus ojeadores en la persona de los periodistas. Han encaramado sobre el carro su cuerpo fláccido. Ponte a leer debajo del sobaco, le dice un descargador al otro: belleza, ponte a leer en el cóccix: generosidad: ponte a leer en la ingle: inteligencia, ponte a leer en el dedo chiquito del pie: grandes ideas. El filibustero detenta las guías. ¡Cuál no fue mi sorpresa! Me explican la. cosa, es una intriga en el reino de los lemúridos, de manera que ¡a empujar!, hay que poner a ese pellejo de loba a la altura de la reina; sigue la diosa de las maquinaciones infernales, la de pelos de perro en el vientre, siguen los delegados con tufaradas que apestan, en seguida una cabra salida del teatro francés con una rosa húmeda y pegajosa expuesta completamente hacia fuera y un tupé rubio entre los cuernos, los periodistas le hacen triscar las más bonitas flores del jardín de París, ella ha regado sus virtudes por todas partes. ¡Es como para huir! Los poetas hacen turno para hablarle, el público sostiene los muslos con complacencia, el patrón del periódico se sirve de ellos delante del auditorio. Yo no puedo avanzar más, el cortejo me cierra el paso, pregunto lo que eso significa, se callan, es un secreto de comedia, está etiquetado: ''Honor y Patria." ¡Es demasiado crudo, señora!, pero usted prefiere hacerlo que confesarlo, yo le he l1ablado como en el burdel volante que se vende en las librerías especiales. [ ... ] Observemos que esta soñadora de idilio no retrocede ante invectivas bastante escatológicas: "hocico de puerca" y ''cagajón" son sus menores lindezas. ts


EXAMEN CLÍNICO DEL CA.SO

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AIMEE

El escrito termina con el regreso al redil: d fuente y el cielo concentra su cóEn el torrente,, la ver?ad manaers: el cielo la tierra, lampadéforo~, lera si se .toca alli. El d1a s~e~isKoneÍers; alguJos niños deletre~n el s.ise armonizan. Yo llego a t' la comida La familia esta de pie labario mientras que se aroma iz~ os cogemos por el cuello todos alrededor de mí, consterntad~~l ªi~f~:a: de la Vergüenza. a la vez, llenos de espan o

DIAGNÓSTICO

d

·

te enferma en el estado muy. eviden.¿Qué diagnóstico emi}ir acerc~e ~~=:~ª~1 cuadro, actual de la nosog~a.fia?ELo Jelirio merece el epíteto de szstematztemente, es el delir10 .. 6 ste d ban a este término los autores anzado en to~a la acepci n que : en cuenta la inquietud difusa tiguos. ~or impo~tante (~e 1~% i:i;:siona por la organización que que esta en s~ ase, e e ir xtrañeza de su génesis, la ausenconecta sus diferentes temas. La e 1 1 '6 de la víctima no ' d f d mento en a e ecc1 n d cia apa.rente e to o ?n 1a es Los encontramos en el mismo grado le confieren rasg~s particu ar á . ''. deológicamente'' organizadas. en las erotomanias pu~as ~ s ~ t de las demás señales somátiEste carácter, suma o a. c?n1un ~una vez or todas los diagnóscas y mentales, i;ios h~c~ el1md1nar ~ . , m enful. El único con que ticos de demencia organica, e co:i us1on 'd 1 de demencia paranoi e. d nos que aremos es e ' e un delirio crónico alucinatorio. Ya

y

No puede ~rata{se ª9~~n~ia de algunas alucinaciones episó.dicas, ( éanse Sérieux y Capgras, citados volveremos so re ª exis admitidas por todos 316os) autorlescu:dro del delirio de interpretación. a p 104 nota en e . d f-P su r ' · . ' . · ar igualmente las diversas variedades e p~ra :eEs preciso . e1.imin arafrenia expansiva presenta alucinacio-

nias

:::ft:~~1d~ª~ip~~otía

afectiva, :sencialmente eufórica, y una

nes, . d 1' . on ·extranos a nuestro caso. exuberancia del e iri?, . que s f ' ue mitos cósmicos, mísLa parafrenia fantastica no o rece :11.ªs q de fuerzas divitico-filosóficos, seudocientíficos, metafisicos, thraomapsor su riqueza su . ue sobrepasan con mue ' ' nas o demoniacas, q ,. , lo que vemos en nuestro delirio. Adecomplejidad ~ su extranez:;os temas está ahí muy relajada. En esos m ás, la relacion de to~os medida común entre las creencias decasos, no queda ya. ningun~ bles dentro de los límites normales, inlirantes y las creen~d1as acep ~adas hasta el extremo. Las creencias que cluso cuando han s1 o empUJ .

DIAGNÓSTICO

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se refieren al mundo exterior no se expresan tanto en temas de relación cuan to en temas de trasformación, cuyo tipo es la cosmología absurda. En cuanto a las creencias del sujeto acerca de su propio yo, se refieren, en las parafrenias, no a capacidades que el futuro debe revelar, a ambiciones más o menos idealistas que el porvenir debe realizar, sino a atributos de omnipotencia,. de enormidad, de virginidad, de eternidad, concebidos como presentes y realizados. No se trata tampoco en nuestro caso de parafrenia confabulante, delirio de imaginación rico en aventuras innumerables y complicadas, en historias de raptos, de matrimonios falsos, de permutaciones de niños, de enterramientos simulados, casos de los cuales conocemos espléndidos ejemplos. También hay que eliminar, y por las mismas razones, la psicosis paranoide esquizofrénica de Claude. Nuestra paciente ha conservado dentro de límites normales la noción de su personalidad; su contacto con lo real ha mantenido una eficacia suficiente; la actividad profesional se ha desarrollado hasta la víspera del atentado. Estas señales descartan dicho diagnóstico. En consecuencia, nos quedamos reducidos al amplio marco definido por Claude con el nombre de psicosis paranoicas. Nuestro caso entra perfectamente en sus límites generales por su sistematización, su egocentrismo, su desarrollo lógico sobre premisas falsas, y la movilización tardía de los medios de defensa. Nuestro caso se adapta no menos perfecta.m ente a la descripción kraepeliniana que hemos tomado como criterio. La ''conservación del orden en los pensamientos, los actos y el querer1' puede ser afirmada aquí dentro de los límites clínicos en que la reconocere. mos valedera. Encontramos aquí ''la combinación íntima, anudada. en el plano ambivalente de la afectividad'', de los temas de persecución y de grandeza. El delirio nos muestra, a pedir de boca, toda la gama de esos temas, con excepción de las ideas hipocondriacas, sobre 'cuya rareza se llama la atención en la concepción kraepelinia-. na de la paranoia. Según veremos, nuestro caso demuestra las relaciones coh erentes de los ternas del delirio con la afectividad. Por lo que se refiere a los mecanismos elementales, generadores del delirio, digamos, antes de presentar el estudio minucioso· que de ellos vamos a intentar, que su ,fondo está formado p0r ilusiones, interpretaciones y errores de la m emoria, y que perma·n ecen. exacta~. mente en el marco de la descripción clínica de Kraepelín. Paranoia (Verrücktheit) : he ahí el diagnóstico en que nos deten.. <lríamos ya en este momento, si no nos pareciera que en c-0ntra de él podría suscitarse una objeción, basada en el hecho de la evolución curable del delirio en nuestro caso.


EXAMEN CLÍNICO DEL CASO

''AIMEE , ,, ó'

184 77-79) las referencias te ricas Ya hemos presentado (supra, ~P· b ' ·, Hemos mostrado 't d rtar seme1ante o 1ecion. que nos pe~r1.,...ni en esca . licado a un número muy grande cómo el método co~~arativo, ~p autores concluir que, si se excep1 de casos, les ~a per~1t1do a Jario~toriza a distinguir entre los casos túa su evolución mis~ª'. na ~ ª1 aranoia legítima. La mayor parcurables y los casos cronicos de .ª. p Kraepelin mismo han abantores6 -y punto ecisivo, . 7 A lo 1 d ' . .d d de la psicosis paranoica. te e os au donado el do~ma d~ la cronici aés de la remisión, relacionada. J??r sumo Kraepelin admite qu~ ~espu dor persiste una disposic1on \ él con la solución del con ict? . gener~ s~ o one a esa concepción. latente a la reincidencia del de~i:io. Na . ~ 1 d~ Kretschmer ha mosSea como fuere, l~ .descripci~n magisu~ se observa la curación, Yr trado un tipo de d~l.irio paranoico e!1 t~ntar de nuestro caso, se verá. si se acepta el análisis que vamos a ~n el parentesco que presenta con esf t~~º· con el hecho de la evolución ¿Es posible, sin embargo, en r~ aci n favorable, su~erir o~osz di,nóst~~~~os podrá decir alguien. Pero, si Acceso delirante e ~s ~~en ctuaÍmente tan discutible, un sense quiere dar a esa design.ac1oi:i, a e nuestro caso éste se definirá tido clínico que pueda d~cutirs~ : sión la variabilidad y la inconpor señales tales como la ~~ca. !~v sus discordancias, señales todas sistencia de los temas, su. i ':1J10 ~ntigua progresiva, constante del que se oponen a la o~gan1zac1 n ' delirio en nuestra ·.aª~ie~e. nan hubiera clasificado nuestro caso. enCon to~a_ segurr a ' ag dos Este marco respondía en sus tiemtre los delirios de los degenera . 'a al delirio crónico, como .d d clínica que se oponi · · t pos a una en i a . é .p 21) y el diagnóstico, si la paranoia a la parafren1a d( v ~~e ó~~si:a, ~e im'plica el término de p1escindimos d.e ,,la p~te e d~pcon el nuestro. Pero, como se sabe, se apoyaba más que en referen''degenerescenc1a , va e acuer . la doctrina de la degenerescenc;a no mal controlados. Ahora ha percias imprecisas a hechos glob~ esd 1be ser definir entidades mórbidas dido ese apoyo; y nuestra me .ª e 1 " · ás tangible de un valor c i,nico m , . · más riguroso, en nuestro caso, la ¿Nos ofrecera ese marco c1in1co sabe esta designación abarca ,esquizofrenia de ~leuler? Co~~os~~ ue ya hemos descartado -paalaunas de las variedades .de p i qt bi'e'n las desborda en gran b • • ano1des- pero am rafrenias, psicosis J?óar bl de nuestro caso ¿nos dará derecho a n1edida. La evoluc1 n c'!raf e . de evolución remitente y curable . t e esas esqu1zo rentas t d 1 situar o en r ( p 107)? Seguramente, e1 pun o e de que habla Bleuler su ra, P· 6

7

'6 de Bleuler (véase supra, p. 74, nota 82). Con excepc1 n · d p p 78 Véase el artículo de Lange cita o su ra, . . ,

,

DIAGNOSTICO

185

vista podría ser discutido invadiendo el terreno del análisis de los • mecanismos. La esquizofrenia, como es bien sabido, se caracteriza por el ''rela.. jamiento de los vínculos asociativos'' ( Abspannung der Assoziationsbindungen). El sistema asociativo de los conocimientos adquiridos es sin duda el elemento de reducción más importante de esas convicciones erróneas, que el individuo normal elabora sin cesar y conserva de manera más o menos permanente. La ineficacia de esta función puede ser considerada como un mecanismo esencial de un delirio como el de nuestro sujeto. Pero aquí tenemos un punto de vista doctrinal que carecería de valor si la esquizofrenia no coordinara de manera muy clínica un gran número de hechos. Para conservar este valor, la concepción debe guardarse de pretender una extensión indefinida. Ahora bien: ninguno de los trastornos definidos de la ideación,. de la afectividad y del comportamiento, que son los síntomas fundamentales de la esquizofrenia, es verificable clínicamente en nuestro caso, ni tampoco localizable en la anamnesia. En cuanto a los trastornos episódicos que ha presentado nuestra enferma, y sobre los cuales vamos a seguir hablando, .por ejemplo sentimientos de extrañeza, de déja vu, probablemente de adivinación del pensamiento, e incluso las muy contadas .alucinaciones, pueden manifestarse· entre los síntomas accesorios de la esquizofrenia, pero de ninguna manera le pertenecen como cosa propia. Los trastornos mentales del primer internamiento han podido obligarnos a considerar durante un instante la cuestión de un estado de discordancia. Pero ningún documento que poseamos nos per1nite afirmar su existencia. Queda la hip.ótesis de una forma de la psicosis maniaco-depresiva. En nuestra exposición de las teorías herrios insistido ciertamente (véase supra, pp. 97-103) sobre las intermitencias que se encuentran a menudo en los delirios, así como sobre las notas de hiperestenia maniaca, o de depresión, entremezcladas a veces, que en ellos desempeñan seguramente un papel esencial. Pero, a pesar de ciertos rasgos sospechosos de los trastornos en la época del primer internamiento, ninguno de esos caracteres aparece en nuestro caso con la suficiente nitidez para que le demos algún valor diagnóstico. Estos últimos puntos de nuestra diagnosis permanece, sin embargo, a merced de la evolución futura de la enferma. Nosotros nos proponemos seguir la catamnesia, y comunicar cualquier hecho nuevo y significativo. En el interior del marco existente de la paranoia, nuestro diagnóstico se detendrá evidentemente en el delirio de interpretación. "Las interpretaciones delirantes, múltiples y diversas, primitivas y


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EXAMEN CLÍNICO :Ofil. C'ASO ''AIMÉE''

predominantes'', ''las concepciones delirantes variadas, en las cuales parece secundaria la idea directriz", el entremezclamiento de los temas de grandeza y de persecución, ''la falsedad y la inverosimilitud flagrante de la novela delirante'', ''la actividad normal'', ''las reacciones, en fin de cuentas bien conectadas con su móvil'', ''la ausencia de señales de degenerescencia'', ''la conservación del sentido moral", ''la extensión progresiva del delirio, la trasformación del medio exterior", en una palabra, todos aquellos rasgos mediante los cuales Sérieux y Capgras, con un espléndido rigor, caracterizan el delirio de interpretación distinguiéndolo del de reivindicación, están presentes en nuestro caso. Sólo falta el signo de la incurabilidad. Pero ya hemos descartado la objeción que plantea esta falta. Observemos como rasgo negativo, conforme a los clásicos, la ausencia, en nuestro caso, de esa organización ''en sector'', suspendida íntegramente de la idea de un perjuicio pretendido o real, que caracteriza al delirio de reivindicación, y la ausencia también del signo tan importante de la exaltación hipomaniaca. Precisemos, por el contrario, ciertos rasgos que, en relación con la descripción clásica, constituyen la particularidad del delirio de nuestro caso. No es absolutamente centrípeto, puesto que exactamente sus amenazas están centradas en torno al hijo. Interviene en él una nota de autoacusación (el niño está amenazado porque su madre ha merecido más o menos ser castigada ) . En el clásico cuadro diagnóstico de Séglas, estos dos rasgos pertenecen a los delirios melancólicos, y, por ambiguo que hagan aparecer el delirio de nues~ro caso, están de acuerdo con la nota depresiva que en él domina. :E:sta se complementa con una nota de ansiedad, bien evidente en el carácter de inminencia, manifestado por paroxismos, por miedos delirantes. Ya volveremos sobre estos diversos caracteres y sobre las luces que proyectan sobre el mecanismo particular de nuestro caso. Copiemos aquí, para terminar el capítulo, el certificado de quincena que nosotros mismos redactamos cuando la enferma ingresó en la clínica: ''Psicosis paranoica. Delirio reciente, que ha culminado en una tentativa de homicidio. Temas aparentemente resueltos después del acto. Estado oniroide. Interpretaciones significativas, extensivas y concéntricas, agrupadas en torno a una idea prevalente: amenazas a su hijo. Sistema pasional: deber que cumplir para con éste. Impulsiones polimorfas dictadas por la angustia: gestiones ante un escritor, y ante la futura víctima. Ejecución urgente de escritos. Envío «le éstos a la Corte de Inglaterra. Escritos panfletario y bucólico.

DIAGNÓSTICO

187 . . eaf e1n1smo. Desviaciones de ré ini D . . . pretativas anteriores, determinadag en.. .~s exter10~1zac1ones íntermento tóxico ( tiroidina). Actit~fºr.;~c1 en!es genitales y compleun apego materna] exclusivo ero e v1 a tardiame?te cent~ada por te valores interiorizados per'Jt· d n el cual dominan ant1guamenuna situación familiar ;norma{ i:nu~ una ada~tación . ~rolongada a mediano. Taquicardia. Ada t;ció a ecoi:iomi~ prov1s1onal. Bocio presente Retice . E p n a su situación legal y materna] · . nc1a. speranza." Por este certificado y l d· . . ve que hemos sido introd~~~osª e is~u~16n t?da. del diagnóstico, se mos de Ja psicosis. .Podemos n ~ .investigación de los mecanisesos mecanismos? Es lo permit~mos la empresa de precisar sintomático min~cioso deq~~e~:mos a in;ntar mediante un análisis existe, y estamos convencidos dr~ caso. n ~fe~to,, el caso único no t~~ todo. estudio en profundidad q.ue e~ psiqu~atr1a, partic~larmen­ c1on suficiente, tiene asegur d ' s1 ]esta soste~ido en una informa. a o un a canee equivalente en extensión,


¿UN ''PROCESO'' ORGÁNICO-PSÍQUICO?

·REPRESENTA LA PSICOSIS DE

~UESTRO

CASO UN

2. f,PROCESO'' ORGANICO-PS1QUICO. , t les del delirio: 1 . de los s1ntomas e emen a . Ana'l.isis . . . nes de la memoria, trastorinterpretac1ones, ~lusio 1 . ual de fenómenos nos de la percepción. Su va or ig . ' tomas . . 1 Sus dos tipos: sin representativos simp es: , . Su relación con oniroides y sínto~as. psicastenicos. los trastornos organicos.

.

de la psicosis analizaremos en priPara penetr~r en el, mecanJs~~nómenos llam~dos primitivos o elemer lugar cierto numero e f t se ún un esquema frecuen¡nentales. Bajo este no?1bre, en ,e e(1~'he!os visto en el cap. 4 de temente recibido ~n psico?atologiaen los cuales, según la te~ría,. se la parte i), .se. ~esignan s{ntofa1:tsores determinantes de la psicosis y ~xpresan primitivamentel ~s 1. . se construye de acuerdo con re~c­ a ~artir de los cuales e . e irio deducciones en sí mismas raciociones afectivas secundarias y con Francia con las hipótesis neuronales. Confundida a~tualme~te e~ esta concepción ha encontra~? lógicas de una doctrina J?~rticulav~lor uramente clínico y anal1tien Alemania una expresion d~ .co (;éase la parte I, cap. 4, pa.co en la noción de proceso psiqui rágrafo quinto). 1 d t clínico de un elemento nuevo, Esta noción se fun?a en e a o , l'dad por la x mórbida. So}ieterogéneo, introducido en la pe~~ona i.r el valor primitivo de los bre ese da to nos guiaremos pa.ra iscern1 a estudiar ahora. t 1 agen e fenómenos que vamo~ . recisar la naturaleza de 0 Intentaremos al mismo tiemp p ' .cos que aparecen en corre' b ·do demostrando los factores organ1 mor i , lación con esos fenomen?s· 1 mental que parece regular el a~reObservemos el m~c~n1smo e ela inter retación. Para la doctr1.na ~entamiento del del1r.io, º1 se~ t eta~ón es un acto psicológico clásica, seg?n es sabido, ª. in ~¿rias de determinado tipo de perlas tende~c~a~ p hp t··1·dad en el trato con los deq ue ' a. partir fde 1 l d d del ]UlClO OS 1 , &onalidad - a se ª , 'nismos normales (vease supra, PP· más-, se cumple segdu? ~ec~o de un caso como el nuestro para tu io a e~ 'bl 59-62) · Basta un es d · t es insosten1 e· ver que ese punto de v1s11ª b sta seguir el método de examen que Para convencerse e e o, a [ 1881

diseña con tanto rigor Westerterp (supra, pp. 13 3-134). Lo que im.., porta hacer que precise el enfermo ·-guardándose uno mucho, pot supuesto, de sugerirle nada- es, no su sistema delirante, sino suestado psíquico en el período que precedió a la elaboración del sistema. Se puede entonces comprobar la importancia de los fe..,· nómenos que hemos descubierto en el curso de nuestra observación en el período anterior al primer internamiento (véase la observa-· ción hecha en la p. 144). La ansiedad, los sueños terroríficos, son. a menudo los engendradores del delirio. Pero detrás de éste hay, además, toda una serie de fenómenos cuya autenticidad está garan.,. tizada por la descripción espontánea que de ellos nos ha 11echo la enferma. Hemos 11ablado ya de . algunos, señalando su existencia o· la huella dejada por ellos. Es, ante todo, un sentimiento de t.rasformación del ambiente moral. ''Durante el amamantamiento -dice la enferma- todo el mundo estaba cambiado alrededor de mí .. . Me parecía que mi marido y yo nos habíamos convertido en extraños el uno para el otro''; Aimée denuncia también fenómenos más sutiles, sentimientos de extrañeza del medio, de déia vu y,. muy probablemente, un sentimiento de adivinación del pensamiento. A propósito de este sentimiento de adivinación tenemos que hacer constar, sin embargo, que si la enferma lo reconoció fue sólo después de las preguntas precisas que sobre el particular le hicimos nosotros : en efecto, un documento escrito (véase p. 146) nos invitaba a buscar su presencia; y, fOr lo demás, no podemo~ afirmar en todo rigor la calidad absolutamente típica del fenómeno. 1 Nos parece imposible descuidar esos fenómenos en el estudio del mecanismo de las interpretaciones que vienen a agregarse al cuadro . Pero estudiemos por principio de cuentas la evolución general de lo~ trastornos. No podemos analizar los trastornos que presentaba la enferma. en la época del primer internamiento. Lo único que podemos afir-· mar es su carácter de brote agudo y, en el orden de la discordan-· cia, su intensidad máxima con respecto a la secuela de la evolución .. La salida de la casa de sal11d marca un mejoramiento del estado· mental. Pero persiste un estado fundamental de inquietud (véase p. 146), hasta la organización del delirio. Reconocemos que esta evolución en tres fases -que, por nuestra parte, designaríamos con los "nombres de fase aguda, fase de meditación afectiva y fase de organización del delirio- armoniza singularmente con el esquema clínico de la doctrina de Hesnard; y, aunque por otra parte creamos que sus complementos teóricos son susceptibles de objeciones importantes (véase supra, pp. 11& 1

Véase Heuyer, "Le devinement de la pensée", A.M .P., 1926, p. 340.


¿UN

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OCESO'' ORGÁNICO-PSÍQUICO? PR

. 1 de que . ie la indicación, muy genera ' . 117) queda sin embargo en p . . . ar la acción esencial de '. evolutiva parece traicion seme1ante e?~ª ,. factores organicos. l d l stados puerperales es clinicamen, En nuestro caso, el pape e d como detonador. A los dos te manifiesto y pa.rece ~abeJo:~~:te~ iniciales del delirio. qu~ embarazos respondieroi: os1 estado distiroideo que desempena su P,ª tomar en cuenta, ademas, e ecedentes y tal vez tamb~en el en la aparición de los tr~st?rnos pr ue' según declaración ~l abuso d~~ tratamiento .tiroid~~ :~us~íodo 'ulterior del delir~o, de los familiares, fue masi~o. b e ul~rmente las recrudescencias el ritmo menstrual de~eri:i~na . a r ~e la enferma haya tenido su de la ansiedad, y es significativo q esar de las muchas rese~­ regla el día siguiente del atentado. ~Ja acción posible del cafetvas que tenemos, no de~cartarera~! más que de la é~~ca. en que . mo que por lo <lemas, no 'ón el desequilibrio neuronis ' ' · · p 's En esta acci , . . Aimée vino a vivir en ari ·, ' . ortante que el tóxico mismo. vegetativo sería, por lo d~mªJ' mas imfu naturaleza de esos trastorExaminemos ahora mas e cerca determinados por el conjunto nos mentales primitivos que pa~ecen de factores que acabamos de enum~rar. o un trastorno primitivo de La interpretación se ~r~senta :~~~1::te de los fenómenos seudola percepción que no d1fier~ tes cia episódica en nuestro caso y~ hdealucina torios sobre cuya exis en ·nci io Que se nos entien a mos llamado la atención desde u~:~na ~c~ión local o electiva de bien. No estamos pensando enbre aYgún sistema de neuronas, cuyo un trastorno de los ~umores s~' 'n una imagen que hace del juego produciría l~ inteI)?:~~i~~nd.!e~~nsamientos''. Dejamos a un cerebro una especie de on más que verbalismo. lado esas hipótesis, que no s . cli'ni'camente más controen mecanismos . · , ocos Ciertas interpretacioEn lo que pensamos es/ no son univ · d d 1 . os fi"siológicos emparenta os la.bles ' y que, pord o emas, der de mecanism . de nes nos parecen epen , b. do en lbs sueños el 1uego con los de los sueños. Segun es sa .i ·e'nto cuando menos en paresto en movimi ' ' . de )as imágenes parece pu l b"ente reducido a un minimo . te por un contacto con e am i . hay percepción del mundo · ' , A ' or el contrario, . 1 ·sensacion pura. qui, p t una doble alteración que a ción presen a f _ exterior, pero esta pe~cep ños. se nos muestra como re rae asimila a la estructur~ ~e l~s sue dio entre los sueños y el esta~o tada en. un esta~o ps1qu1co ;°~e:~: creencia, cuyo papel es e~encial de vigilia; ademas, el umb~a d b . de lo normal. En vista de en la percepción, está .a9u1 fºr t: ªlºa falta de algo mejor, par~ ello proponemos, prov1s1ona men . y . el término de estado oniesos estados especiales de la consc1enc1a,

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¿UN -~'PROCESO""' ORGÁNICO-PSÍQUICO?

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roide. Hacemos notar sin embargo que los alemanes, ql!e son quienes han introducido este término en Ja literatura psiquiátrica, le .dan un sentido fenomenológico más precisado, y tienden a identificarlo con una entidad nosológica en la que estos fenómenos se presentan en el estado puro y por accesos. 2 Es manifiesta en nuestra enferma la existencia de tales estados. El papel desempeñado por los sueños está comprobado desde antes del primer internamiento: sueños ansiosos, sueños de muerte, sueños amenazadores dirigidos ya contra el hijo (véase la observación de la p. 147). Estos sueños se prosig~en en el período mórbido que corresponde a la estancia en París. El estado mórbido específico comienza al despertar y dura un tiempo variable. Se traduce por una objetivación de los contenidos del sueño y por la creencia concomitante: la enferma, por ejemplo, vive varias horas después de despertar en el temor del telegrama que va a anunciarle la muerte de su hijo, muerte que ella ha visto en sueños. Expresa igualmente algunos fenómenos más sutiles, en los cuales se muestra el paso hacia las interpretaciones delirantes complejas: la enferma, en sueños, caza en la jungla con la Alteza de quien está enamorada; por la mañana, escribe ( cf. p. 177), la cosa ''se lee en sus ojos''. Apresurén1onos a observar que la relación de estos estados con el sueño como fenómeno fisiológico no da, con esto, su última palabra. Las imágenes del sueño tienen, en efecto, una significación; y es imposible, después de Freud, negar el valor revelador de esas imágenes en cuanto a los mecanismos psicógenos. Así, pues, hasta más amplia información, el contenido de las interpretaciones no carece, a nuestro parecer, de relación con dichos mecanismos, y si nuestra teoría tiende a despojar a la interpretación de su carácter razonante, no por ello anula su alcance psic6geno, sino que solamente la hace retroceder sobre unas modificaciones atípicas, más o menos larvadas, de las estructuras percepti1 as. En la organización general del delirio se manifiestan modificaciones correspondientes de las estructuras conceptuales. Sobre este punto también tendremos que reducir la parte que a la actividad propiamente racional del sujeto conceden los psicogenistas y, mucho más todavía, con una paradoja de la cual son inconscientes, los organicistas. No obstante, si los mecanismos oniroides que acabamos de indicar nos suministran luces acerca del .carácter conviccional inmediato de la interpretación (para emplear un término acuñado por Morsier) así como acerca de su extensión y del carácter aparentemente for1

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Véase Mayer-Gross,

op. cit.


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tuito del objeto por ella trasformado, dejan inexplicados ciertos .otros rasgos característicos de las interpretaciones típicas. Se puede incluso observar en nuestra enferma una especie de balanceo entre los estados ansiosos oniroides y esas interpretaciones .auténticas. Precisemos los caracteres propios de la interpretación delirante. Encontramos en ella, 'ante todo, un carácter de electividad muy especial, que se produce a propósito de una coyuntura absolutamente particular. Se presenta, además, como una experiencia sobrecogedora, como una iluminación específica, carácter que los autores antiguos, cuya mirada no estaba velada por ninguna teoría psicológica, tenían muy en cuenta cuando designaban este síntoma con el término excelente de ''fenómeno de significación personal'' (véase p. 126). Es manifiesto su parentesco con los sentimientos de extrañeza inefable, de ya visto ( déja vu), de nunca visto, de falso reconocimiento, etc., que se muestran correlativamente en gran número de observaciones (de Sérieux y Capgras en particular), y que están presentes en nuestra enferma. Por otra parte, ciertas interpretaciones se parecen al error de lectura hasta el punto de ser casi imposibles de distinguir de él. Sabido es el papel que tienen en todos esos fenómenos los estados de fatiga psíquica en el sentido más general. Si una significación personal viene a trasmutar el alcance de determinada frase que se ha escuchado, de determinada imagen que se ha entrevisto, del gesto de un transeúnte, del ''filete'' al cual se engancha la mirada en la lectura de un periódico, ello no es, como parece a primera vista, de manera puramente fortuita. Si consideramos el fenómeno más de cerca, vemos que el síntoma no se presenta a propósito de cualquier clase de percepciones, de objetos inanimados y sin significación afectiva por ejemplo, sino muy especialmente a propósito de relaciones de índole social: relacione~ con la familia, con los colegas, con los vecinos. La lectura del periódico tiene un alcance muy parecido: las personas sencillas (e incluso individuos cultos) ni siquiera sospechan a veces el poder representativo que adquiere esa lectura por el hecho de ser un signo de unión con un grupo soci•al más va~to. El delirio de interpretación, como hemos escrito en otro lugar, es un delirio de la vivienda, de la calle, del foro. Estos caracteres nos llevan a admitir que los fenómenos considerados dependen de esos estados de insuficiencias funcionales del psiquismo que afectan electivamente a las actividades complejas y a las actividades sociales, y de los cuales dio Janet una descripción y una teoría en su doctrina de la psicastenia. La referencia a este

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d . I 93 sin rome explica Ja presencia .f. tomos de los sentimientos íntel:~~~l~estaL en nu,estro cas?, de trascomprender qué papel tiene s. a teoria, ademas, permite les en el sentido más am l' n en Jos trastornos las relaciones sociaperfectamente integrados pa I]o, cómo lal 'destructura de estos síntomas 'l . a persona 1 ad refle ·a s é · . ' 1 Ypor u timo cómo determinad t d ' , . u g nesis social toxicación, pueden provoca os es. ª.óos organ1cos de fatiga, de in~ Ciertos hechos de nuestrro scu apar~c1 n (véase supra, pp. 120-122). embargo' parecian ' 1nconc1lia· .. bl es con nuestras dos teorías. aso' s1n . 1 que con Ja del fenómeno p. . o ~1s.mo con Ja del estado oníroíde siendo enigmáticos para nos;:c: ~e~. Eran .hechos que seguían hemos referido antes p 148) r s. ds 'e, dpor e1emplo (al cual nos , ' · · un ia el 1927 1 ano . , a enferma segun precisaba ella misma · h b'1 l 'd nal un artículo de uno de su; ª ª .ez 0 en el periódico Le Jourhijo sería asesinado porque ell perseguidores q~e. anunciaba que su cab~ el. día de la ven anza e:c era una, maldicient~, que se acerhab1a VtSto una fotogrftía q~e e;a ~d~~ª{ en6 el mismo periódico A la sazón el niño pasaba all' e . ront n de su casa natal. cano, su imagen fácil de recon~ sus 1va~ac~ones y, en el jardín cerasesinos. cer 0 esignaba a los golpes de los La significación de tal fenóme pótesis (pero mucho más a ' 1no,t pa~a el cual todas nuestras hi· inadecu;das, nos vino por p~~ ~:su=~~=~ clásicas) seguían siendo Un d1a (exactamente un 2 de marz ) . , nuestra enfe11na. Los métodos de ino estaba~os conversando con veces de aportar luces preciosas a 1 t~rro~at?no, que se ufanan a dad sino escasas ventajas l 1 d adpsiquiatr1a, no tienen en realiEl de enmascarar los hech' oªs a o e ~duy serios inconvenientes. reconoci os no . no 1 d que e e imponer al su· et 1 . nos parece menor Estábamos charlando puis º. a ~on!es1ón de síntomas conocidos. I

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de pronto tuvimos l~ so ~n~n pla~ P.reconcebido, cuando nuestra enfer1 11a: ''Sí es crp doir el .siguiente comentario de .ód. ' orno cuan o yo iba 1 f' . a as o icinas de] pe· n ico ~ comprar números atrasados d Yiibo quer1a encontrar ciertas cosas que'ha~' uf~do dos ~eses antes. J an a matar a mi hi'o , ia ei o, por e1emplo que había reconocido. Per~ ~in~u~1a ver ta1;11bién ~a foto en que lo pesar de que recordaba Ja d ncontré ni el articulo ni Ja foto a s os cosas AJ fº 1 t b . ' t d ina es a a m1 cuarto a esta o de aquellos periódicos." . . t Interrogada po 1 da~e más que d~ ~~s~~~~o a enfer111a reconocí? que no podía acorCT'eído recordar ese artículo 'y y es fqute, enf' un instante dado, había A esa o ogra ia s1, pues, el fenómeno se red , . . Y, una vez estudiado se com ~iab a una üusi?n de la memoria. ' pro a a que enca¡aba perfectamente 1


, ' co?. 'UN ''PROCESO'' ORGANICO-PSIQUI

194 ¿ , · son en ntes Estos trastornos mnes1cos ' . . en nuestras hipótesis precede . no hemos comprobado nunc~, efecto, muy delez~a?Ies:. noso,tr.os minucioso, trastornos mnésitras un exame!l clinico s1stematico Je hemos señalado en nuestra cos de evocación, salvo aqrel!?s qente sobre el momento en que observación, y que reca~D: e ec iva1:11 i ales perseguidores. Ya verese introducen en el delirio los pnnc p eden concebir tales trastormos ulterior1nente de qué man~ra se ife1:nos sometido a nuestra ennos. Por lo demás, n?sotros m1s:~~oria de fijación y hemos. obteferma a los test especiales de la 1 ual responde muy bien al nido los resultados ?J~S norm:le~, ~ ~e la enferma siguió siendo hecho de que la activ~dad pro es1ona . satisfactoria hasta el final. , . mente en una insuficiencia Estos trastornos consisten, pu~ts, un1ecªuna i'magen-fantasma (evo., e permi e qu de la rememorac10n, qu . . de una percepción, de un su~no cada .a su vez por las. asociac1on~!sforme en imagen-recuerdo.. C1ero de un comple10 d~l1rante~ se t Id habían entrevisto ya la importos clínicos, en particular rnau é~esis del delirio. tancia de estos trastornos e~ ,la g d ante un instante a las docPara comprenderlos, rem1tamonos ur de que la constitución de · 61 Nos enteramos , . d trinas de los ps1c og~s. . da a re ulaciones ps1qu1cas i:nuy eIa imagen-recuerdo es~a subord1n,~ com grenden la coordinación as?" licadas. Estas ~eg~lac1ones dno 1~~ ºacont~cimientos, sino que ademas dativa de las i~agenes y ~re ciertas intuiciones temporales, 9.ue descansan esencialm~nt~ so d l pasado así como sobre sentimienodemos llamar se'!tzmzentos ~ si 'se uede decir, su peso no ptos de origen afectivo que mi'smpa. llamémoslos, aunque · 1 percepc1on · b' sólo ~¡ recuerd~, sino a a h sentimientos de familiaridad, o ie? su etiqueta no impo~Je dmu~ ºt' nd Russell (ya citado)' con ese v1sentimientos de realr ~ . er r~ e conservando el pensador an~lo­ gor concreto de expresión que s1gu así sobre este sentim1ensajón incluso cuan~o filos_ofa, l se e~p:~to la percepción co~o el to original de realida.d, . sin e :ua m Jetos. ''Es análogo -dice recuerdo permanecen inc1e;,to~~ ~f~~ Jer ha~ta qué punto esta real sentimiento de resp.eto. adc1 1 sentido hacia el cual tenferencia de índole social abun a en e

confiere~,

demos nosotros. , . f' . lógica de esos sentimientos , 1 tonom1a ps1co is10 d t d Por lo <lemas, a au . . os del tiempo ha sido emos ra a intelectuales y de esos s~ntimzent. tal como lo han observado, Por sus disociaciones psicopatodlódgicas, entales investigadores como número de enferme a es m " ' en gran Minkowski. ., · Bleuler, Blondel y, a su za~a, d'e demostró la func1on fi· mero que na i , · · · Pero fue Janet quien, pri t' . tos i'1telectuales en las activ1· ...siológica reguladora de esos sen 1m1en i

¿UN ''PROCESO'' ORGÁNICO-PSÍQUICO?

195 dades humanas complejas, y muy particulannente en las que llevan Ja marca de una génesis social. De entre estos sentimientos reguladores, aquellos que se refieren al tiempo están vinculados esencialmente con la eficacia de la síntesis psíquica que es la generadora del momento presente en su alcance para Ia acción, instancia designada por Janet con el término de función de presentificac ión.s Por ello, en el orden patológico, las ilusiones de la memoria que estamos describiendo son asimilables a l9s fenómenos descritos por bajo el título de descensos de tensión psicológica o de crisis Janet 4 de psicolepsia. Si queremos hacernos una imagen más precisa del mecanismo de estas ilusiones, pensemos en un hecho pertinente al sueño, y bien conocido en psicología: la persona a quien despierta bruscamente un ruido provocado, se acuerda de haber formado en .sueños una concatenación de imágenes cuyo remate ha sido el ruido; tiene la impresión de que el sueño ha tenido una duración importante, y sin embargo todo el orden de la concatenación está manifiestamente destinado a meter el ruido; éste, de hecho, es lo que ha provocado el despertar, y además el sujeto no podía prever ni que iba a haber el ruido ni cómo iba a ser. Este hecho, como todos los que dejan tan enigmático el problema de la duración de los sueños, hace palpar muy bien la dificultad que presenta una orientación temporal objetiva en el desarrollo representativo de las imágenes. En todo caso, después de nuestro descubrimiento, se nos mostraron en su pleno valor no pocos hechos que Ja enferma nos había revelado sin que nosotros les prestáramos una atención suficiente. Aimée nos refiere por ejemplo que un día, muy excitada por una discusión que ha habido, se presenta ante su hermana mayor y le enseña una cajita de perfumes que la hermana misma le había regalado y que estaba destinada al armario de la ropa blanca. Le enseña esa cajita para demostrarle que está intacta, al mismo tiemVéase Janet, Obsessions et psychasthénie, cit., t. 1, p. 481. ' Véase Janet, Obsessions et psychosthénie, t. r, p. 591; "The psycholeptic crisis",1928, Boston Medie. and 627. Surg. Joum., 28 enero 1905; De l'angoisse a l'extase, París, t. Ir, pp. 305, 3

Janet ha puesto admirablemente de relieve el papel de estos trastornos de la memoria en los sentimientos llamados sutiles, experimentados por los per· seguidos alucinados (véase Janet, "Les sentiments clans Je délire de penécution", art. cit., p. 44 2 ) . No hemos tenido conocimiento de este artículo sino algo tarde, después de haber verificado, interpretado e incluso comanicado (en una conferencia póblica) ' los hechos un poco diferentes que estamos describiendo. Pero el artículo de Janet nos ha confirmado en nuestras opiniones, y en el cap. de 4 de parte .r hemos integrado una indicación, demasiado breve en verdad, su la doctrina


' ' co?. UN ''PROCESO'' ORGANICO-PSIQUI

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h ber dicho equivocadamente, que po que le hace reproches p1~ a tonces' no haber pronunciado estaba rota. L~ ~er1nana a irma en ·das y nuestra enferma, que esas palabras ni ~ingun~s. ot~s 1~r~~sar parecidas rectificaciones ~e de tiempo atrá~ viene sul rien ·~ s y se queda profundamente inqu1elos hechos, retira. su rec amaci n ta sobre su propio .esta~~· t torno ligado a la contradicción para El carácter electivo e ras ' '. aún cuando sepamos el pala hermana, se nos mostrara me1or ton · .., d or ésta. pel afectivo desempena o mo tantos otros psicópatas en Otro hecho=. nuest~a en erma, l~~scencia de 1a enfermedad, conel período de incubación o de efde esos ronosticadores del por¡~­ sultaba abundantemente a un? con t~da libertad en las paginir cuya propaganda se d~sp~iega A no de ellos un tal profesor nas de anuncios de los ~~ri?d1cos:ód. ':nente Aimé~ para solicitarle, R .... ' de La Haya, se dirigia peri ica ica En una de sus resª cambio de dinero, una consulta ~~ros~~pun~ mujer rubia desem. . le anunc1 q ·da como fuente de desp uestas el profesor R.. ·mportante en s11 vi ' . · 1 pefiaría un pape muy I. 1 enferma durante su psicosis, gracias: tal es la creencia en qu~ ·~ delirante en lo que se refería estuvo apoyando en pa~te su conv1c~i ~echo es que hoy, después de a su principal perseguidora. ~fro ue el profesor R .... jamás le esverificarlo todo, le consta a e a q cribi6 semejante cosa .. f de las interpretaciones retrospectiv~ Estos hechos son di erentes . t t bi.e'n han hecho su apari. 1 les por cier o am . de los clásicos, as cua ' f - A. ' ée nos dice por eJemplo, que . do de la en er111a. im ' .6 1 ción en e pasa . d' . prestar mayor atenci n, un se acuerda de haber visto. un ia, sin ue re resentaba a un nifio cartel de propaganda ant1tuberculod~da q ci·mpa de él Fue solamenda suspen 1 a en · d. amenazado por una espa conserva ella un recuerdo, iste algunos meses después (de esto d'ó que el dibujo del cartel tinto del primero) cuando ~ompren I apuntaba al destino de su ~110. S '1 hemos querido poner de No multiplicaremos l.os eJem~~s.de·~:do aparte estos últimos ~e­ relieve nuestra obse~ac1ón de q . () J ran número de interpretac10chos de jnt:rpretaci6n retros~~~ti;: d!ir, representan objetivaciones nes son ilusiones de la men:o '. ' . en ue se expresan, ya la conilusorias, en el pasado, de imfg~~e) ya os complejos afectivos que vicci6n deliran~e. (la cas~ y e o~lfa' hermana: véase infra). motivan el del1no (conflicto... ~emos finalmente algunos .fenómenos Para ser escrupulosos.' sena d . ód. cos Los designamos en alucinatorios que han sido del toh 0 ep.is gú~ h~cho mental errático. plural porque pensamos que no n~cho es que a continuación Pero lo único que la enferma nos a i '

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de cada uno de los trastornos que experimentaba, había tenido ''mucho miedo de oír cosas que no existían'', y dos veces, estando en su habitación, había escuchado la injuria clásica de las perseguidas alucinadas: ''Vachel'' (literalmente, ''¡Vaca!'']. Estas alucinaciones episódicas en el delirio de interpretación son conocidas de todos los autores. No tenemos intención de ~bordar a este propósito el problema complejo de las alucinaciones, ni tampoco los problemas que plantean las alucinaciones muy especiales de que aquí se trata. Digamos sólo que, en opinión nuestra, las nociones patogénicas aportadas aquí no tienen por qué limitarse exclusivamente a los fenómenos que hemos estudiado, y que, en particular, pueden arrojar algunas luces sobre los mecanismos oscuros de la psicosis alucinatoria crónica. Con este análisis que hemos hecho, creemos haber puesto de relieve el verdadero carácter de los fenómenos elementales del delirio en nuestra enferma. Podemos agruparlos bajo cuatro encabezados: estados oniroides (coloreados a menudo de ansiedad); trastornos de

''incompletud'' de la percepción; interpretaciones propiamente dichas; ilusiones de la memoria. A nosotros nos parece que estos dos últimos grupos de fenómenos, como también el segundo, dependen de mecanismos psicasténicos, es decir que se presentan como trastornos de la percepción y de la rememoración, ligados electivamente a las relaciones sociales. Esta concepción es diferente de la doctrina clásica, que ve en la interpretación una alteración razonante, fundada en elementos constitucionales del espíritu. Creemos que. nuestro análisis significa un progreso real respecto de esa doctrina clásica, aunque sólo fuera para entender los casos frecuentes en que el pretendido factor constitucional hace falta de manera manifiesta y en que es imposible captar, en el origen del delirio, el menor hecho de razonamiento o de inducción delirantes. Nuestra concepción, por otra parte, permite entender la relación de las interpretaciones con ciertos estados orgánicos, relaci6n que, fuera de toda correlación clínica, podría sospecharse ya en la evolución a empujones de esos fenómenos. ¿Quiere decir que los mecanismos que estamos demostrando dan suficiente razón del conjunto del delirio? Los organicistas tienden a dar al sistema del delirio el alcance de una elaboración intelectual de valor secundario y sin mayor interés. A pesar del refuerzo que nosotros les hemos aportado hasta aquí, en eso no los seguiremos. Los fenómenos llamados primitivos podrán ser primarios en el tiempo, e incluso aceptamos que puedan servir de desencadenadores del delirio, pero no por eso explican la fijación ni la organización


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~N

''PROCESO'' ORGÁNICO-PSÍQUICO? ·

. . han a ortado para su construcción de éste. ¿Diremos incluso que t p vo heterogéneo a la persotoda la materia, º. s.e~ ese ~l~men o nue si¿osis como un proceso? nalidad, que permitir1a def{n1r n~e:a /oaremos contestar sin~ de~Es ésa una pregunta a la cu~ . es del delirio con la historia pués de haber estudiado as ~e acion con lo que vamos a inteny con el carácter de la en~errr1a, o sea tar conocer. de su persona!~ªª~· pmos de las estructuras conceptu~­ El estudio que en segu~ a . ,ªr"del sistema del delirio nos permiles reveladas por la ~rgani~ac~o? en la naturaleza real de los metirá quizá penetrar aun mas.. e1~s . os que acabamos de analizar. can1sm

3. ¿REPRESENTA LA PSICOSIS DE NUESTRO CASO UNA REACCióN A UN CONFLICTO VITAL Y A TRAUMAS AFECTIVOS DETERMINADOS? Complemento de la observación del caso Aimée: historia del desarrollo de la personalidad del sujeto. Su carácter: los rasgos psicasténicos son en él primitivos y predominantes, los rasgos llamados paranoicos son en él secundarios y accesorios. El conflicto vital y las experiencias con él relacionadas. · •

Nos es preciso ahora completar la observación de la enferma, resumiendo los hechos que en gran número hemos recogido en nuestras investigaciones sobre los acontecimientos de su vida y sobre sus reacciones personales. Para estas investigaciones no hemos descuidado ningún medio, ninguna pista. Hemos interrogado oralmen-. te tanto a la enferma como a su marido, a su hermana mayor, a uno de sus hermanos, a una de sus compañeras de trabajo en la oficina; hemos mantenido correspondencia con otros miembros de su familia. Finalmente, a través de una asistente social ilustrada) hemos completado nuestras observaciones ante los superiores jerár. . quicos de la enferma, ante el gerente de su hotel, sus vecinos, etc. De todos estos hechos acumulados, sólo extraeremos aquellos que hemos controlado con una verificación al menos, tomando en cuen... ta por lo demás, en la apreciación y la jerarquía de nuestras fue11r tes, las reglas comúnmente recibidas de la crítica del testimonio. Las dificultades con que nos hemos topado para obtener de la. familia algunos hechos precisos sobre la infancia de la enferma su. . gieren una observación general: podríamos decir que, acercét de la. infancia de un sujeto, los aparatos registradores familiares parecen sufrir los mismos mecanismos de censura y de sustitución que el análisis freudiano nos ha enseñado· a conocer en el psiquismo del sujeto mismo. La razón de esto es que la observación pura· de los hechos está enturbiada en ellos por la participación a·fectiva· ~s­ trecha que los ha mezclado en su génesis misma.. En· cuanto a los colaterales, entra además en juego la discrepancia vital que unos pocos años bastan para producir en la época de la infancia. H-e. .. [ 199]


ZOO

¿REACCIÓN A UN CONFLICTO y A TRAUMAS? .

d de ellos. la hermana mayor, que tiernos podid? entr~v1star a. os uno de los hermanos, que es diez ne cinco anos n_ias que A1~Íed y económicas, por otra parte, agreaños menor. Ciertas neces1 a es, uicos· la hermana que se ocupó : os años tuvo que abangaron su efecto a l.os factores ps1q de la crianza de Aimée durante sus prime~nferma 'misma a los diedonar el techo paterno a los clato~~;ifuslade observación de la herciocho, lo cual nos muestra os i .

mana y del hermano. de la ersonalidad de la enHay, sin emba~go, rasgos g~nera~: la tradfción de la familia, y ferma que han sido conserva o~ p 't' ue es común observar en el trabajo de trasformación casi m1 ica ql mejor aún su valor caesos rasgos no los descarta, sino que revea racterlstico y profundo. . muy "personal". Era, en tod,a La enferma, se nos dice, era yad . 1 autoridad un tanto tira/ 1 · e sabía contra ecir a . . Ja casa, a un1ca qu . t t d del padre. Estas contrad1cc10-. nica, y en to~o caso inco? es a a, eneral a detalles de conducta. nes, para precisa~, ~e ~~ferian en g an en sí mismos, se sabe qué Ahora bie~, por ins1gn1ficantest qu~~ particularmente, los detalles valor afectiv? pu~den r.epresen ar, Y. em lo los que se refieren al de significación simbólica,dco~o porl e1 elop manera de ajustarse un arreglo personal: manera e ~v~ ea ~us 'padres la inteligencia recintur?n. Las esperanzas que ~alían sobre estos puntos ciertas conocida de n~estra en~erma . 'le ios más positivos. Algunos de concesio?~s, ~ incluso c1fr~os.. Js~;1 !endas interiores más finas que estos pnv1legios, como e e ~car todavía en éstas una amarlas de sus hermanas, parecen pro~

1:

gura que no ha perdí~~ s~ Pºn;'ª ~·ferencia de trato parece haber La autora responsa e e. es·~ ensísimo ue unió a Aimée muy sido la madre. El lazo afecdtivo int ece Jigno de algunas consiparticularmente con su ma re nos par deraciones. . f' 1 existencia de ese lazo: '':E:ramos dos Aimée misma con iesa 'a o iensa en ella sin que se le amigas'', nos dice. T~dav1a ahora} n id~a misma de estar separada salten l~~ lágrimas, n;1en~as ~~~o~do en presencia nuestra. ~in­ de su h110 nunca se as p ella a la que suscita la evocación guna reacción es compara d:e .e~Debía haberme quedado al lado de de la pena actual de su m~ t . de las deploraciones de la enferma. ella'', tal e~ el tem~ co?~ ~ e madre .había dado señales desde mu· Ahora bien, por o vis o a. te retativa o para decirlo con ma· cho tie1~~0 atrás ~e serb un:n i~as ielacion;s pueblerinas una vulneyor precisión, manifesta .ª . t d muy pronto trasformada en sus· rabiTrdad con fondo de ill:qu1elu 'el siguiente hecho que se nos ha picacia. Citemos, como e1emp o,

:i

¿REACCIÓN A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

201

referido: hablando sobre uno de sus animales enfermos, una vecina le ha predicho que no sanará; la madre, por principio de cuen:. tas, resiente mucho la amenaza implícita en esas palabras, y la percibe como una amenaza mágica; en seguida se muestra convencida de que hay en la vecina una voluntad de perjudicarla; después sospecha que ella ha emponzoñado al animal, etc. Esta disposición, antigua y reconocida, se ha precisado desde hace más de .diez años en un sentimiento de ser espiada y escuchada por los vecinos, temor que Ja lleva a pedir que la lectura de las cartas se haga en voz baja (como es analfabeta, alguien tiene que leérselas). Finalmente, a raíz de las recientes calamidades que le han ocurrido a su hija, se ha encerrado en un aislamiento huraño, imputando formalmente a la acción hostil de sus vecinos directos la responsabilidad del drama. Más adelante precisaremos lo que pensamos acerca del alcance de la semejanza entre el desarrollo psíquico de la hija y el de la madre. Observemos que Aimée, desde qt1e se acuerda, no tuvo intimidad de infancia más que con sus hermanos, todos ellos menores; con los mayorcitos la unieron unas relaciones de camaradería de juegos, etc., que ella no evoca sin enternecerse. En cuanto a sus hermanas mayores, habían ejercido sobre ella una autoridad maternal, y luego, de acuerdo con las necesidades de todos, habían salido del hogar. Hay un rasgo particular de la conducta que aparece desde la infancia en Aimée: ''Nunca está lista cuando lo están los demás. Ella está siempre atrasada." Este rasgo clínico manifiesto, lentitud y retraso de los actos, cuyo alcance en el orden de los síntomas psicasténicos ha sido mostrado por Janet, tomará todo su valor a medida que se le vayan agregando los muchos rasgos del mismo orden que aparecerán en el curso del desarrollo. Los escritos de la enferma nos han conservado la huella de la influencia profunda que sobre ella ha ejercido la vida del campo. Son conocidas las cualidades educativas superiores que presenta esta vida en comparación con la que se lleva en las ciudades. ''Los trabajos y los días" de los campos, gracias a su alcance concreto lo mismo que a su valor simbólico, no pueden menos de ser favorables al desarrollo, en el niño, de un equilibrio afectivo y de relaciones vitales satisfactorias. .. Los escritos ulteriores de Aimée nos dan testimonio de que, sin precisión de tiempo pero seguramente desde antes de la adolescencia, el contacto con el medio agreste propició la formación de unos rasgos de su sensibilidad que no son comunes: la expansión casi erótica que la niña Aimée encuentra en la naturaleza tiene todos


' A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS? ¿REACCION ' UN ooNFLJCTO y A TRAUMAS? ¿REACCION A

202 . cultivada o no, esta pasión ha engeny,, l't . los caracteres de una pasión . . acion so i aria. . . .ó f 1 d drado el gusto e a enson te cultivo de la ensonaci n ue Según confesión de la enferma, ~s las promesas intelectuales que precoz. Es posi?le qu~ un~, par~=l v~z esa particularidad fue la que dio se haya derivado ef a ~1'· y como designada entre todas para . sus ami iares la hizo pare.cer ~ erior de maestra de escuela. ' . . 'd d ·maginativa tomo en Aimée llegar a la situación sup , vita · 1. N o esPero este d esarro11o de la dactivi . a'ó i de la energia d dera erivaci n · · la forma de una ve~ a definir las relaciones de la psicosis tamos todavía c~pacit~dos par~sto or ahora: el hecho de que la con esa anomalia .. Diga~os. ~n relaciones con lo real marcaanomalía haya tenido. i:iacimie~~~ haber desempeñado un papel en das con un valor positivo, pu. . . · l de la nsicosis misma. b f la evolución avo:a e·. d s; 1 bertad manifestada a los quince Del estado psicológico e a ~u ' · años no tenemos na da. que decir.. estamos tratando d e precisar L~ deficiencia psíquica c_u~o orige~l orden escolar hacia la edad manifiesta sus primeras sena es en uede afirmar que su naturaleza de diecisiete años. Al ~are~er, l~ufée en efecto, recibió en la esfue afectiva y no capa1~~~ria"ones lo' bastante buenas par~ sedr ezcuela comunal unas ca i icaci la escuela primaria superior . e a 'ada la primera de su casa, a 1 een destinada a satisfacer i v ' A11' ducadoras a cr .. ciudad vecina. i, sus ~1· t do en la carrera de la ensenanlas ambiciones de su fami ia en ran za primaria. n exámenes, Aimée se desAhora bien, después de ~n frac::~s= camino. A partir d~ e~ton­ ·corazona y renuncia a. ~ont1nuard1endo aspirar a caminos mas. libres ces asombra a su famil~a p_:efen 1 mismo tiempo de esa abulta P;omás elevados. Da as~ ~ena.es a tada ue Janet describe ta~bién ~esional y de esa am~ici6~ .inada~n co~elación con su indocilidad, entre los síntomas psicastenicos. 'ntoma reconocido que es la neese ot~o s1 . embargo a ese sentimiento Ai.mée parece. manifestar .6 1 De1emos sin . ti' e ·cesidad de direccz n mora . t' y tal vez justificativo q?e en ' el valor puramente retrospe~, ivo r una parte, su decepción y su cuando la enferma nos con .1a, p~ ue dan sus clases y no se o~ucensura de las educa~oras laicas, {d s de una escuela de mon1as, an de una''' y su anoranza, po~ o. ªs' veían lejos''' etc. p ue, ''ellas sí, formaban a las ~enorita 'bi uo de su personalid~d es q Ya en ese momento, el caractfer am gmo un rasgo de disimulo d sus pro esoras co ,, interpretado por una e 1 11a se escapa. a,. e to y luego el fin desdichanatural . ''Cuando uno't /creeel agarrar. florecimien , · d h En esta época se si ua . d amistad que han de1a o uedo, de la primera de las relaciones e

203

lla en la vida de la enferma. Una camarada de infancia, candidata con ella a los exámenes de enseñanza, sucumbe en unos cuantos años a la evolución de una bacilosis pulmonar. Esta muerte precoz, que Aimée, de acuerdo con la visión de la adolescencia, vincula con algún drama sentimental, la conmueve profundamente y, según hemos visto, inspira la mejor de sus dos novelas. Después de regresar durante un tiempo a la casa natal, Aímée sale de ella de nuevo para entrar en la Administración de la cual dependerán sus desplazamientos en lo sucesivo. No abandonemos el período de. infancia y de adolescencia (que llega por entonces a su final) sin mencionar un episodio que vale, a nuestro parecer, no tanto por la emoción, viva todavía, que pro~ vocó en la enferma, cuanto por el valor casi mítico que conservó en la tradición familiar. Todos los rasgos característicos de la con.. ducta de Airnée se encuentran reunidos en esta historia: se ha retardado en su arreglo personal cuando los demás, terminados los preparativos para un desplazamiento en común, han salido ya de casa; para alcanzarlos, ella torna una vereda a campo traviesa y tiene la torpeza de irritar a un toro, del cual se salva por un pelo. Este terna del toro corriendo para atacar reaparece frecuentemente en los sueños de Airnée (en compañía de un sueño de víbora, animal que pulula en su tierra natal), y es siempre de nefasto agüero. El tema aparece asimismo en sus escritos. Tal vez el psicoanalista conseguiría penetrar más en el determinismo de ese acontecimiento., en sus secuelas afectivas e imaginativas, y podría descubrir relaci~ nes simbólicas sutiles entre esos elementos. Aimée entra en contacto con el vasto universo en una capital pr~ vinciana alejada de su región natal. Allí no vive sola. Vive en casa de un tío, cuya mujer no es otra que la hermana mayor de Aimée, la cual se ha casado con el anciano a los quince años, después de haber trabajado corno empleada suya. Esta persona, que. ha ejercido ya su autoridad sobre la primerísima infancia de Airnée, reaparecerá más tarde en su vida para desempeñar en ella un papel que, según veremos, será decisivo. Esta vez el contacto será breve: no durará más que un trimestre. Después de ese breve período, en el que Aimée ha sido puesta a ensayar sus nuevas funciones, Airnée aprueba, y ''en las primeras filas'', el examen administrativo que le da una situación titular, y es destinada inmediatamente a una · comunidad bastante retiradar donde permanecerá durante tres años. Pero su estancia en la pequeña capital provinciana le habrá dejado una huella. En efecto, es allí donde se decide el primer amor de Airnée. Para atenernos a las reglas críticas que nos hemos impuesto, deberíamos


¿REACCIÓN A UN CONFLICTO y A TRAUMAS? .

204

. . 1pues to ACJmée ue nuestras dejar a un lado este ep1sod10, nos ha informaciones contado. Por acerca de él se reducen sólo a o f~e 6te es sin embargo tan repoco riguroso que p1;1eda s~r s~u~~:a ºPaciente y estas reacciones

velador de, las reacciones e . . t que no podemos pasarlo son tan típicas en ese acontec1m1en o ' por alto.

. tentando está condenado al

Un análisis como el que estam¡s in toda su capacidad de simfracaso si el ,o~ser:'ador no se ayu a lco~gura del seductor de Aimée

Patía. Es dif1c1l, sin embargo, evoc~r .ª Don Juan de poblacho y ele una nota com1ca. . Aº é sin que se nos cu. " . . " este ersonaje sedu10 a im e poetastro de camanlla .reg1odnahsta ,orte r~mántico y de una repucon los encantos malditos e un p tación bastante escandalosa. . , la reacción sentimental típica Aimée manifestó eu esta. o~a~~~n haber hecho de eso lo que de su car~cter., .Ella nos ~ice. zó:r~ecesitaba estar seducida .hasta

hice en m1 esp1r1tu. y e.n '~~cora te todo una delectación sent1menun punto extraord1~ano.. . s an des ro rción con el alcance tal completamente intenor1:cif.dat. Llaos e!curntros a solas, bastante tura es man1 1es a; d 1 · d d ,., real e a aven . d 1 es iona ·e de una c1u a pequena, raros puesto que se escap~rox;i . ~ Ai~ée ~ede al fin, pero para enle han desagradado al pr1nc1dp10, d. tor hombre decididamente t de boca e su se uc ' terarse al pun o, Y 1 t d ha sido una simple apuesta, cuyo enamorado de su pape,. que 1 º1 o entura abarca sólo el último de . . dad. s·in ob1eto ha s1ºd o e11a. En tota ' a av .6 la pequeña c1u . A ºmée permanec1 en , . dl los tres meses que i lleva en sí las marcas clas1cas e .enembargo, esta aventura, que . . de la inocencia, va a dec1d1r tusiasmo y de las

c~gue~s lpr'?J:á~s afectiva

de Aimée. A. lo largo

por tres años el cam1nobl e ºta leºado adonde la confinará su trade tres años, en el pue ec1 o ~ Jmediante una asidua corresponbajo mantendrá activo su s~eno cierto nunca más volverá a

den~ia

se~uct~r, ~1en~s po~nsami;ntos,

con el .a y sin embargo es ver. ¡;;¡ es el obieto unáco dee e~o ap nadie, ni siquiera a la cole.~a,

capaz. de .no revelar na a t ces la segunda gran relac1on a que es por en on ., 1

med10 paisana s~y , 1 te dada a la acc10u mora a que amistosa de su vida. Comp eta~J~o y consciente sin embargo de se ha consagrado para con su 1 o 'dor cuya materia no consiste

ser engañada, s: complacf en

~ás

u~ 1ar ''descartando

como ella nos

que en suenos: en el o~~~i::~:· ofrecido como partidos conved1ce a todos los que se tero y se expresa de manera nientes". Su desinterés es :ntonc~ ~:din; las satisfacciones de ~a·

conmovedora en un pequelnbo ras9óo~ literaria en la revistilla prov1nºd d ue le ofrece la co a orac1 n1 a cuyas q ciana puer tas es t,an guardadas por su amante.

¿REACCIÓN A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

205 Interiorización exclusiva, gusto del tormento sentimental, valor moral, todos los rasgos de esta historia de amor se muestran de acuerdo con las reacciones que Kretschmer da como propias del carácter sensitivo. Puesto que hemos presentado su descripción muy detalladamente, nos será lícito remitir a ella (véase supra, p. 83). Las razones del fracaso de semejante episodio afectivo no pa· recen deberse más que a la elección desdichada del objeto. Esta elección traduce, al lado de impulsos morales elevados, una falta de instinto vital de la cual, por otra parte, es testimonio la impotencia sexual que la continuación de la vida de nuestra paciente permite afirmar, dentro de los límites de certidumbre que una en-

cuesta así comporta.

De repente, cansada de sus complacencias, tan vanas como dolorosas, Aimée no tiene ya más que odio y desprecio por el objeto indigno de sus pensamientos. "Paso bruscamente del amor al aborrecimiento", nos dice ella de manera espontánea. Ya tendremos

ocasión de ver lo bien fundado de esa observación. Estos sentimientos hostiles no se han extinguido aún. Se siguen Señalando por la violencia del tono con que habla de él cuand<>

contesta, haciendo un esfuerzo, a las preguntas que le hacemos: "Triste individuo", lo llama, poniéndose todavía pálida. "Por mí,

que reviente. No me vuelva a hablar de ese rufián, de ese buen<> para nada." Encontramos aquí esa duración indefinida, en Ja conciencia, del complejo pasional que Kretschmer describe como meca-

nismo de contención.

En el momento en que se lleva a cabo esta inversión sentimental, Aimée ha cambiado una vez más de residencia. Trabaja ahora en una ciudad en la cual seguirá viviendo hasta la época de su pri-

mer internamiento.

Vivirá en este nuevo puesto durante cuatro años (hasta su matrimonio) en una relación de gran intimidad con una compañera de oficina sobre cuya personalidad creemos necesario detenemos un instante. En una primera aproximación, esta personalidad puede ser clasificada dentro del tipo kretschmeriano del carácter expansivo. Se complementa con algunos rasgos de actividad lúdicra y de afición al dominio por sí mismo, rasgos que la aproximan, para no salirnGs de los marcos de Kretschmer, a la sub-variedad que él designa

con el nombre de intrigante refinada.

Todo esto quiere decir que su actividad y sus reacciones, tal como lo escribe Kretschmer acerca de los tipos correspondientes, se oponen a las de nuestra paciente "a la manera como se opone al ob-

jeto su imagen invertida en el espejo''.


206

,

,

¿REACCION A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

Vamos a mostrar esto con una comparación de la actividad de las dos mujeres, y este contraste nos hará captar mejor la actitud social de nuestra paciente, tal como se presentaba antes de cualquier brote propiamente mórbido. Digamos, de una vez por todas, que nuestros informes proceden de varias fuentes opuestas. Estamos antes de la guerra de 1914. La señorita C. de la N. pertenece a una familia noble que ha decaído socialmente desde no hace mucho y que no ha perdido del todo sus lazos con familias de parientes que siguen conservando un rango elevado. Ella considera el trabajo que está obligada a desempeñar como muy inferior a su condición moral, y no le dedica más que un mínimo de atención, a regañadientes. Toda su actividad está consagrada a mantener bajo su prestigio intelectual y moral al mundillo de sus compañeras de trabajo: es ella quien guía sus opiniones, es ella quien gobierna sus tiempos libres, y por cierto que no descuida acrecentar su autoridad mediante el rigorismo de sus actitudes. Gran organizadora de reuniones en que la conversación y el bridge continúan hasta altas horas de la noche, las aprovecha para desplegar gran número de relatos sobre las relaciones pasadas de su familia, y no desdeña hacer alusión a las que todavía le quedan. Sabe manipular muy bien, entre esas .muchachas sencillas, el incentivo de las costumbres en cuyo conocimiento las inicia. Por lo demás, sabe imponer el respeto gracias a una gazmoñería y a unos hábitos religiosos no desprovistos de afectación. De labios de esta amiga, hagámoslo notar ahora (pues nuestros interrogatorios no nos lo revelaron sino después de varios meses y, además, sin que nosotros hayamos solicitado de una manera directa la reminiscencia), llegaron por primera vez ~ oídos de Aimée el nombre, los hábitos y los éxitos de la señora Z., que era a la sazón vecina de una tía de C. de la N., y también el nombre de Sarah Bernhardt, de quien ella decía que había sido compañera de su madre en un internado de monjas. O sea que es entonces cuando entran en escena las dos mujeres a quienes la enferma designará más tarde como sus dos perseguidoras principales. Todo preparaba a Aimée para sufrir las seducciones de esa persona, comenzando por las diferencias con que ella misma se siente marcada en relación con su medio. ''Era -nos dice ella- la única que se salía un poco de lo ordinario, en medio de todas aquellas muchachas fabricadas en serie." De las dos amigas, la una es sombra de la otra. Profundamente influida en su carácter, Aimée no está, sin embargo, dominada por C. de la N. hasta el punto de no ''reservarse una parte de sí mis· ma''. ''Con esta amiga -nos dice, oponiéndola a sus dos primeras

1111111111111----

¿REACCION A UN CONFLICTO y A TRAUMAS'?

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-

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amistades- siempre conservab . ' . -· en que se defiende la persona~iJºd un Jª~~1n secreto'': es el reducto de su contraria. a sens1t1va contra las acometidas Con respecto a su medio, sin embar . , . manera completame11 te opue t L go, A1mee reacciona de una s o que dom· con sus compañeras de traba ·o e . ~na en sus relaciones Las señales de este desacuerd~ ~u un s~n~1m1ento de desacuerdo. tas, son expresadas por A. , ' l ~b1etivas en resumidas cuenésta: ''Tú tienes suerte T ~mede. ~ e~1rle a su amiga cosas como · C uando una emite · u a11v1nas siempre tod0 Io que ellas van a d ecir. .. , guna opinion, ¿la mía es siempre diferente?'' En esos casos, la amiga le da a A. , Je: ''Hasta donde yo recuerdo t, imee por su lado contestándohay una discusión, las res 'ue~t:º te pa;eces a Jas demás. Cuan1nesperadas." Este desacuerdop . s qb.ue tu das son completamente · · . 1 , sin em argo no ·d principio e causa mortificació l f ' es quer1 o, y en un Jo trasforma en desprecio n ª en erma. Posteriormente ella , por su sexo· ''Las m · ' san mas que por las menudencias l . . . u1eres no se interedas fallas de cada quien ,, A 11 ' - as intrigas pequeñas, las menu. · e o agrega po t miento de su superioridad ''E ' r o ra parte, un senti·, · n cuanto a ella n t a encion a esas menudencias de ' unca presta mayor ella le llama la atención es que .ha?l.an .las otras. Lo que a ''Y? me siento masculina." ~~ rasfob_sign1ficativo d~l carácter'', etc. amiga conjuga: ''Tú eres masculi~~ ~ ra. fuerte ha sido soltada. La éste, la inversión psíquica no se h i1 C~ertamente, en un caso como d~ a sino en estado de esbozo. y aun así, nos pondríamos en tivo si los rasgos sospechoso~uar ia contra un verbalismo imagina~ la impotencia sexual constante ~o ~~ca,ran ~lguna confirmación de accesos de donjuanismo cuyo ~ i~ee, a~i .como de sus ulteriores larvada (tanto en el hom' b va or s1ntomatico de inversión sexual d . re como en la mu 1·e ) t' b' o gracias a las indagaciones de 1 . . r es a 1en averiguaen efecto, las consideraciones qu~s l~s1co:nalistas.1 Ya se han leído, sobre uno de sus ''accesos de d. . ~,n ,~rma nos ha comunicado mismo sen timien to ue ex re i~1p~cion (supra, p. 152). Es el rentes, una cuando·\uierep e sa1·A1mee en dos ocasiones muy dife1a distinguen de las dem, xp .1carnos las maneras de pensar que . 1 . as mt11eres y otra cu d s1ngu ares impulsiones que la 11 ' d an o nos cuenta Jas 1 una afinidad psíquica con el h eva~ a esor?en: el sentimiento de de la necesidad sexual ''·T om re, cuya indole es muy distinta alma masculina r •Sien to ' engo -nos dice- tal curiosidad por el Este carácter .d, . que me atra~e tanto!''

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207

do, en la época ae¿::g;o::s~~~ctitu1. s.ex~al parece haberse afirma1

Véase O

. . os re ir1en o, en una serie de aven. Fen1chel, Perverszonen, Psychosen, Charakterstorungen, p. 81.


208

¿REACCIÓN A UN OONFLICTO Y A TRAUMAS?

turas que ella disimula muy bien al círculo de sus conocidos. En esta mujer joven y deseable, el gusto de la experiencia se armoniza con una frigidez sexual real. Por añadidura, su virtud (cuando menos en el sentido farisaico) suele quedar a salvo de esa manera. Sin embargo, no podemos menos de establecer alguna conexión entre la nueva actitud amorosa de Aimée y el fracaso doloroso de su primera aventura. Al mismo tiempo, sus búsquedas sentimentales no parecen desprovistas de un bovarysmo en el cual desempeñan su papel los sueños ambiciosos. La influencia de la amiga no es la más adecuada para calmar su imaginación. En todo caso, varios fracasos de su amor propio la devuelven a la realidad. Aimée siente que ha llegado el momento en que la vida le ordena hacer una elección. Ella la hace en una atmósfera turbia, que, descontado el deseo de impresionar, se expresa bastante bien en esta réplica dada por Aimée a las objeciones de su familia. ''Si no lo agarro yo -dice de su novio , otra lo agarrará." En efecto, la cordura de la familia, no desnuda de intuición psicológica, le objeta su poca aptitud para el estado conyugal. Sus lentitudes de acción, sus deficiencias prácticas, su abulia psicasténica, todo esto sumado a su afición, ahora ya bien manifiesta, a la ensoñación imaginativa, forman el núcleo de esas objeciones: ''Tú nunca vas a ser exacta. Los quehaceres domésticos no son para ti'', etcétera. Sin embargo, nuestra paciente, no sin valor, hace recaer su elección en u110 de sus compañeros de trabajo, que le ofrece como marido las mejores garantías de equilibrio moral y de seguridad práctica. La influencia de la amiga se hace sentir todavía en las sugerencias suntuarias que, usando a Aimée como instrumento, consigue imponer a los novios. Per<:> termina con ese detalle, que quedó para todos como algo memorable, gracias al azar afortunado de un desplazamiento administrativo. Aimée se encuentra ahora ante los deberes de una mujer que tiene un marido de quien ocuparse. Al principio, según parece, se dedicó muy honradamente a esa tarea. La falta de entendimiento se introduce por primera vez entre los dos en el terreno de los gustos. Aimée le reprocha al marido el no manifestar ningún interés por los intereses de ella. Nosotros hemos podido hacernos alguna idea de la personalidad del marido; no hemos tenido necesidad de emplear grandes estratagemas para que nos suministrara acerca de su mujer una serie de informaciones tan prolijas como benévolas. Es un hombre muy ponderado en sus juicios y muy probablemente

¿REACCIÓN A UN CONFL

rcro y también en su condu t

~~!e~tación

muy

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pecu1::i~~~' ff0r ªelre!o~a~cia

209 nada por disimular la

frente a ªtod~ ~~tifu~ns~::ntos y de ciento meridional viene r=~o, una exuberancia de lenguaje~~~te esdespde luego tenía que lasti:a: ;sos rasgos un carácter agresivon qp~: or otra parte Ja f . .d nuestra enferma ' rig1 ez sexual d A · · ' ~rezécallde todo elemento frenador .,; imée hace que el conflicto m e ega a hacerle . · ª en esta época segú ' cenas también suelen s~rsu marido escenas de celos· 'pero nestao1mos, Ja m t · d provocadas po éI L ' s esa ena e sus reproches de Ja ~ . os dos esposos sacan hech? acerca de su pasado. Así s confesiones recíprocas que se han en A1mée otra cosa que Jo ue' lues, pa~ece <JUe estos celos no so saber, armas en que se e q an seguido siendo en eI m 'd n más visible. No son todxap~esa u,na falta de entendimiento caadn o, a F d v1a mas que . a vez po~ reu de celos de proyección 2 ese tipo de celos calificado '~~ pronto reincide Aimée :, .. tan sin castigo'' como 1 en ese v1c10, Ja lectura'' no . ·d . o creen Jos t , ' siempre man o, en mutismos ue poe as. Se aisla nos d'

los

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A TRAUMAS?

~~~~!semanas. La ¿egligen~~= ~~

pero e marido observa con mu h a e en los primeros tiem os ~~ ~e ~~n~?cta que Je conoce~osª y:~~=: 1~ méportancia de ~as~ • ' U UI, perseveraciones s C b. a im e: retrasos en la ra~ió~, ~ue le resulta más difí~il· ~?1 ¡ar de ocupación es la ope:a~ util para quedarse en la c;sa e sue~e aferrarse al pretexto n o a dar un paseo, y en cambios ' por e1empio, se Ja está ínviqu~l es h~ra de regresar, pondrá tod c~ando esta fuera y se le dice . marido nos llama Ia a tenció a c ase de obstáculos. s1onantes aún que sob . n sobre estos síntomas má . h ' revienen po . s 1mpree~ arse a caminar, o de echarse a r acce~os: . impulsos bruscos de ::aldas, ac~esos paroxísticos de fo~~ed risas intempestivas e inmodos =~~:set'1n.termdinabie y repetidamenteeJa~:charse~ Ja costumbre E ' ip1cos e las agitaciones .tor ,,,__ d anos, ienómenos, to.. s entonces cuando se ro ,, za~ e Janet.• cisivo ei;i el ~esarro11o de 1f vi~~c~ ~.acontecimiento que será desu matnmon10, Ja hermana ma o e. imée: ocho meses después de yugal. Las más nobles i·nte .Y r viene a vivir ba1·0 el techo c mibI d nc1ones su d . on~a as a esa inmunidad tee e que goza -tanto ar ' pecto a los demás- Ja virtuJ afl. e~d su1eto mismo como con resigi a por Ja d . 2 Véase Fr '' esgrac1a, tales son

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eud, Sur quelques mé . ~o~é~~; hJ~:~sexuhalité':, trad. J. L~~~~~~t;~~Jilpessydhansalla jalousie, Ja pa' ,,é , sesszons et~ h h'. )'• e an 1932 , v' ase Janet, op. cit., pp. 17Í-f;I.ast ente, cit., pp. 338-339. ' num. 3. M

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¿REACCIÓN A UN OONFLICTO Y A TRAUMAS?

las armas irresistibles con que este nuevo actor interviene en la situación. Lo que la hermana mayor aporta a Aimée es el apoyo de su cariño solícito, de su experiencia, así como los consejos d~, su autoridad, y más todavía una enorme necesidad de ~ompensacion a~e~­ tiva. Viuda de un tío que, después de tenerla un tiempo a su servicio como empleada, la hizo su mujer a la edad de quince años, esta Ruth de un Booz tendero ha cargado desde entonces con la frustración de una necesidad de maternidad que su naturaleza resiente muy profundamente. A raíz de una histerectomía total. que sufrió a la edad de veintisiete años por causas que no conseguimos aclarar, esta insatisfacción, exaltada, además, por la idea de que es sin esperanza, y sostenida por el desequilibrio emot~vo de la castra~iói:t precoz, ha llegado a convertirse. en la nota dominante de su psiquismo. Por lo menos es eso lo que ella nos confiesa, sin ningún disfraz, cuando nos dice de la manera más candorosa que encontró su consuelo en el papel de madre del hijo de su hermana, y que esta situación ~e madre la conquistó ella cuando el niño estaba a punto de cumplir un año, o sea justamente en los meses que precedieron al primer internamiento de Aimée. Hemos podido entrar en contacto directo con esta persona convocándola para una conversación cuya finalidad expresa ~ra no s?lo oír de ella informes acerca del estado de su hermana, sino también planear algunas medidas eventuales para su. porvenir. . A causa de esto último, la hermana de Aimée llegó a la cita en un estado de emoción extrema, que no cesó de exaltarse durante la conversación; a decir verdad, fue más bien un puro monólogo, pues nosotros permanecimos ~strictamente pasivos. Durante casi una hora, esta mujer nos presentó un estado de agitación extrema, sin una sola ruptura. El eretismo verbal y gestual con que se expresaba es, a nuestro parecer, la manifestación de -un fondo de estenia auténticamente hipomaniaca. Espasmos glóticos, esbozos de sollozos sin cesar inminentes, revelaban por otra parte su carácter esencial de parox~mo emotivo; todo eso acompañado de señales neuropáticas manifiestas, tics de la cara, mímica gesticulante cuya existencia habitual nos fue luego confir111ada por el marido de Aimée, presente en la entrevista. La he1111ana de Aimée nos expresó por principio de cuentas un temor sin medida de una eventual liberación de nuestra enferma, cosa que ella consideraba ni más ni menos que como una a·menaza inmediata para su propia vida lo mismo que para la d~l esposo y del hijo de Aimée. De esa manera pasó luego a una sene de súplicas -bastante fuera de lugar, por cierto para que se hallara la

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, ¿REACCION A UN CONFLICTO y

A TRAUMAS?

211 manera de evitar tamaños m 1 y cuadro apologético de su ab ªes. c~~c1uy6 su discurso con un vigilancia sin falla que siemnefead~abcfuri~o para con Ai~ée, de Ja de las angustias por las que phabía demostrado, . y finalmente tono de defensa lacrimosa d . pasa o. El con1unto, con su bre de conciencia. ' no e1aba de revelar cierta incertidum~emo~ .Podido observar, sin embar 1 de insuficiencia glandular e . . . go, a gunas senales aparentes c~o, cuya existencia conc~m~~~ci:e~~~frecoz, tinte ictérico, ~o­ d1ce de su naturaleza endém · f' e Y en su madre es intivo mismo cuyos efectos he ica y, fin~dlmente, el desequilibrio emo. mos re eri o c ua1quiera que sea el a el h . cimientos en Ja motivaci~np deque ~ya que ~tribuir a los aconteprende de Ja confrontación d seme1ante actit~d, lo que se desintrusión de la hermana fue se eui~od~ }nuestros i1:1formes es. que la cuanto a la dirección práctic g d he derrocamiento de Aimée en benéfica que haya podido serª es e ~9ar. Se comprende que, por sultados materiales, los esfuerzos ªd:cc1on de. la he;m~na en sus reenferma se haya visto bastante dific ~~aatac1ón psiqu!ca de nuestra ahora ya no había prácticamente na~ a os, ta~~o mas cuanto que esfuerzos. Los lazos afectivos a 9ue hiciera necesarios esos y más inasibles y problema' t' con su marido se fueron haciendo más ''M icos. e daba cuenta de que yo no era me~udo que él sería más feliz si le d ya ~ada p~ra é1. Pensaba a pudiera hacer su vida con t '' evolvia su 11ber.tad para que s· o ra. in embargo, mujer de caráct .. . Aimée no puede aletargarse s. ~r sensitivo y psicasténico como es, ra contentarse con el refugi~u:i~ ~mente ~n ~al abandono, ni siquietuación como una humi'11ac·, a lensonación. Experimenta la si. ion mora y la e permanentes que su conciencia le f 1 xpresa en 1os reproches aquí de una pura reacción de ormu a..Por lo demás, no se trata se objetiva en la reprobaci'ó su fuelro interno; esta humillación . n, muy rea que su h 1 . sin cesar por sus actos sus p 1 b 'h ermana e impone Pero la personalidad' de A.ª~ ras y asta s.us actitudes. nera directa con una actit d1md e no le permite reaccionar de ma., u e com ha te qu , 1 reacc1on paranoica entend'd 1 ' e seria a verdadera término a partir d; la descd ~ió~n e sentido 9ue. ha tomado este En efecto, la fuente de don~e 1 ~e una constitución ~sí .designada. contra Aimée no son los 1 . a ~ ermana saca su pnncipal fuerza conocidos, ni la autoridad ~~11os qu~ de e~la hacen los amigos y de Aimée. Aimée reconoceq e te confieren, sino la conciencia misma des y los esfuerzos de su he n odo [u ~lor las cualidades, las virtumée, bajo cierto ángulo la i~~gª~ª· . a erdmlana representa para Ai' n misma e ser que ella es incapaz

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QONFLICI'O y A TRAUMAS? ¿REACCIÓN A UN

212 . d ella tal como lo estutá domina a por ' . e d de realizar, de manera que es 1 parecer, por aquella ami~aé . ~ aun ue en un grado meno~ a La lucha sorda de Aim e co;i ~o,N de las cualidades de li~eresa: t su lugar no se expresa mas : a hermana que la ~ulll:illa y e qui a comentarios que hace, acerca ~ue en la ambival~ncia singularf ~~;o~l contraste entre las formulas de ella. Es impresionante, en er:ndi~ homenaje a lo buena 9.ue ~~ hiperbólicas quel etmple~ef:J~ con que las expresa. A veceds~~~si~do hermana, y e ono .6 . ''Mi hermana era seulla se dé cuenta, estalla la ~onfetsei nS.iempre ha estado del lado de . N t ba de mi par . autoritana. o es a , '' . ini marido. Siempre contra mite se declara contenta de que, grac;~s -Actualmente, si por una par su hijo esté protegido de lo qdu~ e d~ 1 resencia de la hermana, .d or otra parte no e1a ~a~! la dureza irritante d~ sr i:ª~~:~~; ha podido so~~rtar'' los confesar que, desde un pnnc p ' en la educación del nino. . derechos tomados por la ~~rmanaue Aimée no deja salir seme~ntes Pero el hecho más nota e. es q en ue su atención, o~upa a en confesiones sino en ~as ocas~~~:s form~ resbalarse espontaneamente. .eto les per1n1te en ci Obl o tro ' , t · amen. tratamos de atacar ac ~v fuera de su contro1. otros haciendo lo contrano, 'd desde hace varios anos . Si nos , ue ha ven1 o · 'ó d . ma de esta hermana q leta ue la opini n e

1;

~e s~p~~·~

Aimée de un:i m:era :_ns~~~~tado

'ael tod~, enton~~~

su pequeña ciudad admite q .ó de denegación (Verneinung) chocamos contra un.a reacci ncaracteres y cuyo valor nos ha enseás uro tipo, reacción cuy?~ . ~adopa reconocer el p~icoanal;s~s~ violencia afectiva, p~r. sus fór~~ Esta reacción se senala po ' t de oposición definitiva. Es . las estereotipadas, ~or su carac ery pone regular1nente un término . e hibitoria de todo libre ex~~en, a la continuación de la pl~t1c~~negación no es sino 1a confes~f~a~o Debemos recon?cer qu~e:te se está negando, a s~ber, den ~aberle 11 que tan ngurosa . t su her111ana e ~i~~n~e, el agra~? que A:imée ~~~:e~ impresionante reconocer . arrebatado a su hi10, agravio ~11:

el tema sistematizador

d~l ~~~~~-es

preciso llegar)' ese

agr~vt~u;~

Ahora bien .(y es aqui: de la hermana con un~ ~<?nstancia el delirio ha sido apartad mostrado por el analisis. . . áverdadero alcance va ~ ser~os ómo bajo la influencia meiop; ·Hemos visto en primer ugar ~o cinco años después del ma n ' tomas oniroides e interpre. del primer embarazo, ?cu¡ri ~~nio, se mani~estan .en Aim :is~!~á~~~o ha sido puesto de relieve tativos cuvo caracter difuso y a

¿REACCIÓN A UN OONFLICTO Y A TRAUMAS?

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por nuestro estudio. Con el trauma moral del bebé que nació muerto, aparece en Aimée la primera sistematización del delirio en tomo a una persona a la cual le son imputadas todas las persecuciones que la enfer1na sufre. Esta especie de cristalización del delirio se ha llevado a cabo con una instantaneidad sobre la cual el testimonio de Aimée no deja duda; y se ha operado en tomo a la amiga de antaño, aquella señorita C. de la N. cuya acción en la vida de Aimée ya nos es con-0cida. Hay, ciertamente, un elemento fortuito que la enferma mi~ma pone en el primer plano de ese descubrimiento iluminativo: la amiga llama por teléfono para pedir noticias en el momento mismo en que el parto ha te1111inado, con el infeliz desenlace que sabemos. Pero ¿acaso no es preciso ver una relación más profunda eptre la persona de la perseguidora y el conflicto moral secreto en qµe vive Aimée desde hace largos años? La persona así designada ha sido para Aimée al mismo tiempo la amiga más querida y la dominadora a quien se tiene envidia; aparece como un sustituto de la her1nana misma. Si Aimée se resiste a reconocer a su enemiga en su hermana, es que aquí intervienen resistencias afectivas cuya potencia queda todavía por explicar. Sobre esto volveremos en nuestro siguiente capítulo. Pero, por lo dicho hasta ahora, la naturaleza familiar del lazo que la une a su enemiga más íntima hace comprensible el desconocimiento sistemático en que Aimée se ha refugiado. · Está fuera de duda que la estructura psicasténica de la personalidad de Aimée desempeña su papel en esa fijación desviada del objeto de su odio. Cuando, por primera vez, Aimée pasa a una reacción de combate (a una reacción confo1me a la descripción vigente de la constitución paranoica), no lo consigue, en efecto, sino mediante una desviación: al objeto que se ofrece directamente a su odio le sustituye otro objeto, que ha provocado en ella reacciones análogas por la humillación experimentada y por el carácter secreto del conflicto, pero que tiene la ventaja de estar fuera del alcance de su agresión. A partir de ese momento, Aimée no cesará de denvar su odio sobre objetos cada vez más alejados de su objeto real, pero también cada vez más difíciles de alcanzar. Lo que la guiará en la elección de estos objetos será siempre la · conjugación de coincidencias fortuitas y de analogías afectivas profundas. El nombre de la señora Z. (según lo hemos sabido por reminiscencias de la enfer1na, 'hechas por cierto en época algo tardía) ha venido a su conocimiento por los relatos de la amiga misma, convertida en perseguidora suya. A partir de entonces, la persona que ''lleva la batuta'' de todo el complot es esa señora Z. de quien la amiga le ha hablado; es en efecto


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una persona "más poderosa", pero también más inalcanzable. Durante años el delirio aparece, pues, como una reacción ele huida ante el acto agresivo; lo mismo hay que decir de la partida de Aimée lejos de su familia, del hijo a quien ama. Y los temores mismos que la hermana manifiesta actualmente por su vida, siendo así que la enferma misma jamás la ha amenazado, tienen todos los carac· teres de una advertencia de su instinto. Sin duda, en ocasión de aquellas escenas postreras en que Aimée quería forzar su testimonio y hablaba de matar a su marido si no obtenía el divorcio, la berma· na pudo sentir, por la violencia del tono de la enferma, adónde iban

realmente sus amenazas asesinas.

En. el punto a que hemos llegado del desarrollo de nuestra enferma, entramos en la historia de su delirio, que hemos trazado d~ta11adamente en el cap. 1 de esta parte. Queremos sólo insistir en dos puntos: 1J La relación de los brotes delirantes con los acontecimientos que atafíen al conflicto central de la personalidad de Aimée; 2] La evolución de su carácter bajo la influencia del delirio. En cuanto al primer punto, la relación es evidente. El brote delirante difuso que se manifiesta con el segundo embaraw sigue siendo compatible con una vida profesional y familiar sensiblemente normal hasta los primeros meses del amamantamiento. Obs~rv~­ mos de paso que la menor amplitud de los desórdenes y la dism1· nución en la intensidad de la inquietud, notas que distinguen este brote del primero, parecen conectadas con el primer esbozo de sistematización, cuyo mecanismo acabamos de describir. Por otra parte, hast¡i el quinto mes del amamantamiento, es Aimée exclusivamente quien tiene el cuidado de su hijo (testimonio

delTodos marido). están de acuerdo en reconocer que este cuidado es regu· lar, oportuno y satisfactorio en todos los sentidos. Quizá lo único que merezca señalarse son ciertas brusquedades de actitud, unos abrazos repentinos, una vigilancia demasiado tensa. Pero muy pronto, tomando apoyo en ciertas inexperiencias de Aimée, la hern1ana impone su dirección para criar al niño. Las gran· des reacciones interpretativas (pleitos, escándalos, ideas delirantes) se multiplican entonces, hasta llegar los planes de fuga, a base de ensoñaciones ambiciosas. Esta reacción, que parece de natura· leza esencialmente psicasténica, hace que el conflicto llegue a su acmé ("Me han arrancado a mi hijo") y jus_tifica el intemamien~o. Durante su permanencia en la casa de salud es cuando la pérdida

a

de contacto con ¡0 real .. 215 se manifiesta al máximo 1antes de su sal'ida, es todavía un te.id d :n 1a enferma: poco ~que forma el cuerpo de sus intenci~ o e suenos megalomaniacos ra una gran novelista, hará de su h .. nes, de su~ l?ensamientos (''SeLa calma que se manifiesta IJO un emba1ador'', etc.). entonGes le son concedidos durante los meses de descanso los conflictos de su hogar,, responde en que, 1e1os . qduee asume sola .un1 período . quSe~ por lo demás, resulte de eso . ª, e . cuidado de su hijo, sin . in ~mbargo, con una reacción n1ngun in~onveniente. 1n~tanc1as ~órbidas, sino en Ja que n~ esta determinada sólo poi ~mée _se niega a reanudar su trabi?: apa;ecei;i razones oportunas, ogarena en las mismas cond . . J en e mismo medio y la vida Se la d · . 1c1ones. . e1a entonces vivir sola de . miento. puede haber sido favorable su salano, c;n París. Este aislaun peligro de hecho ero com co~o ~arant1a inmediata contra meo.te muy discutibl~. p o med1cac1ón psicológica es cierta·

A1mée, en efecto, durante d .. s(ema,na a su hijo en la casa con';;ts~, v1s1tar~ regularmente cada . e nos dice que en esa época segun el mejor uso bur ué) ~equ;ñ: cantidad para c;nsJtu~p~~a~ada ~es . de su salario una ~ e a de su hijo. Todo indica orro esbnado a la mayoría c16n de la conducta. Pero la i en~o~ces. un ~sfuerzo de coordinaen un abandono rápido de e nsuf1c1encia ps1casténica se traduce le ~bran 1.os pretextos para l:scf~X~ma de ~eberes.• Seguramente ~onfl1cto moral han venido ros. y su.s _intermitencias de presencia d:umarse su alejamiento material fam1l1ar , manera . -ambiente, d.1recc1.6n me d h que todo en su med·10 conv1ert;e en. algo completam~te :x~r ~ echos. cotidianos- se le d ano. Sus intervenciones y su presencia misma serán recibid Duéra~t~ sus visitas toma Ja ~~s~ ab vezdpe?r en la casa conyugal. pu .s. lla espaciando más má m re .. e ignorar al marido; desacbv1d~~es compensadorasyy u~m~;~s visitas y se encerrará en las as que se creó en su aislamiento pans1ense. Las creacionesq d J' Las variaciones de la ''situaci~~ra~te~, crecerán en proporción. recen también deter1ninar en cada VItal tomad~ en su conjunto pa~es de la convicción de realidad yp~~to d:I tiempo las fluctuacioa Eenferma confiere a las amena de cardct~~ de inminencia que n los períodos en que vuel zas e su ehno. nal, ;n que su habitual fiebrev~eª a~~~~edcargo de su papel maternf:s .ed 192 ... ) ' _las creencias delirante:¡s: dse interrulmpe (vacacio1 eas obsesivas. re ucen a estado de simp

º"5. cit., s.ohre el inacabamiento p. 341.

de las empresas en el psicastén1'co, véase

Janct,


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¿REACCIÓN A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

Finalmente, sus intentos (infructuosos) de resolver el conflicto mediante un divorcio que le devuelva a su hijo parecen corresponder a un sobresalto supremo de la enferma ante la sobrevenida impulsiva del delirio, ante el tope ineluctable que la espera en el camino de derivación afectiva en que su psiquismo se ha metido. Estos esfuerzos supremos, que racionalmente parecen brotados de fantasmas del delirio, responden sin embargo a un esfuerzo oscuro y desesperado de las fuerzas afectivas hacia la salud. Entre los familiares de Aimée, nadie estaba preparado para darse cuenta de la urgencia de la situación. Con la misma falta de comprensión (muy excusable, desde luego) con que habían acogido en varias oportunidades sus intentos de confesión delirante, los familiares rechazan rudamente unos proyectos en los cuales lo único que pueden ver es su carácter inoportuno. Y en esa forma, con el carácter apenas consciente de una necesidad alimentada durante largo tiempo, después de un último titubeo crepuscular, en el momento mismo en que unos instantes antes la enferma pensaba todavía que iba. a trasladarse para ver a su hijo, lleva a cabo el acto fatal de violencia contra una persona inocente, en la cual hay que ver el símbolo del ''enemigo interior'', de la enfer1nedad misma de la personalidad.6 El segundo punto en que queremos insistir es el de la conducta de la enfer111a durante su delirio, y de manera particular durante su vida solitaria en París. Ya hemos dicho cómo todo ha llevado a Aimée a realizar progresivamente un aislamiento casi completo. Parece haber habido de su parte algunos intentos de expansión delirante ante sus nuevas compañeras de trabajo, pero el resultado fue que esto la aisló aún , mas. Observemos la conservación eficaz de la actividad profesional, si bien con un carácter excesivo (''caballo de labor'': supra, pp. 159 y 177) y con altibajos, según ha quedado consignado en las notas perió.dicas de su expediente administrativo. Por otra parte, se manifiestan trastornos del carácter que parecen depender secundariamente de las ideas delirantes: actitudes injuriosas para con sus superiores (a una inspectora: '1as instrucciones de una mujer como usted sólo sirven para 1. . . el c. . . con ellas''), acusaciones calumniosas dirigidas contra sus compañeras de trabajo a las autoridades superiores (carta denunciadora de malversación al director del departamento de contabilidad). El carácter impulsivo y discordante 6

Sobre esta noci6n del asesinato en que el enfermo se propone más o menos conscientemente matar a la enfermedad objetivada, véase Guiraud, ' 'Les meurtres immotivés'', :fvol. Psych., 1931, núm. 2 (marzo).

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de estas gestiones hace que mu d Se toma, sin embargo, Ja d~cisiJn c~er ª"}~nte, no se les dé curso. 1e con inar a la enfer1na en un empleo en que trabaja sola tendrían menos consecuen~ifs e~be que eventualmente sus errores favorable de sus esfuerzos ~e servemos, con todo, el balance aseenso que llegó a su oficÍn; el J~ tra.duce en la notificación de Las intezpretaciones delirantes r:i~s:::ismo de su, enc~rcelamiento. trecham:nte con esos trastornos de Jaas, que estan vinculadas esfrecuencia como tormentos ético b. ti c3nducta, se expresan con escrúpulos psicasténicos. La enfe~ o Je. va os, emparentados con los sus ''estupideces'' y a sus falta ma siente que los demás aluden a por su conducta reprobable. s, Y que la amenazan para castigarla . Al lado de esta vida profesional en 1 ., , t1vamente conservada la enfe . que ~ adaptacion esta rela,, ' m1a vive otra vida ,,. l'' . d nos ice, o enteramente imagi . ,, ''L irrea ' como ella de sus compañeras de oficin nar~a, • a e~fer111a -nos dice una "Estaba encerrada en sus sue~; ,,vivia una vida absurda." O bien: Esta vida, sin embargo no se · d 1. . las ensoñaciones de su d~Jirio S q~e ~ imitada a las ~ngustias y a mente ineficaz, pero no vana dele ra uce en. una actividad ciertatrabajo profesional, la enferma co~º· Te1111inada~ las horas de su ya h~mos dicho, se consagra a una actividad intelectual en Í impresionante el desorden y 1 a fqfte s~ tra uce!1 de la manera más racterísticas pennanentes de s a a fa e cohesión que son las catoma lecciones particulares pa~! ;s uerz~s. Prepara su bachillerato, bJicas. Descuida en consecu~nc. ar1~s oras. en las bibliotecas pú''para vencer una necesidad gr~n~~s~m~ntació~ ~se habitúa al café aftos, se negará a hacer otro uso de suª e su~no . Después de tres ~ter~mente a esas actividades: ''Pasé ls vac~cione~ que consagrarlas licencias sin salir de la Biblioteca N . os ]v,~int; .dias de una de mis el carácter forzado de las he a~iona · Fac1l es reconocer aquí ,, rseveraczones h • ast , • ~mo nos dice el marido, sucede ue . ,,sic, enicas: alguna vez, s16n particularmente favorable de q 1 A1mée desaprovecha una ocalarga separación, alegando que vo ver ª1 ver a sus padres tras una Estas actividades se muestr p~ep~ra e examen de bachillerato. en los exámenes de bachillera~~ in~f1caces: tres veces es reprobada Cada vez más confinada en t · q~e est~n al frataso, representa~ ais qui~eras que, por condenadas c1ón, A1mée descuida enton . sl n em argo esfuerzos de adaptad ces 1nc uso a su h ·· d e ~an preocupación durante do .. iJo, .Y.1!º a muestras el niño. Se percibe allí e] s. cns1s de apendicitis que presenta ~e la conducta en· que insis~e~l~~~~. ~entr~] de esas._discordancias tituye el tema ansioso central de su 1~ .sa u] d dd~J n!no~ que conse ino, a e1a indiferente en

d


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¿REACCIÓN A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

la realidad. Su familia formula entonces un juicio definitivo so~re esa conducta que no puede menos de entender como ~na ra?1cal indiferencia moral. Sin embargo, en esta época, su marido mismo es para ella ''el remordimiento personi~i~ado'' (escrito por ella). El veredicto desfavorable de la fam1l1a se refuerza con el descubrimiento. de varias mentiras. En esta vida psíquica dominada más que a medias por lo irreal, por los sueños y por el delir~o, el ?i.simulo mana como de una fuente. En enfermos de este tipo, d1s1mulo y reticencia no son sino el envés de una creencia d:lirante, ~ sirven para compensar su carácter inc~mpleto. L~s mentiras les sirven a estos enfermos para ajustar su vida al sentido que conservan de la realidad. Para pagar la indemnización que tiene que entregar a los representantes de la empleada a quien ha . agr~dido ~véase. supra, p. 141), les inventa a sus f~miliares una historia de incendio provocado por su torpeza. Varias veces com:te en la casa conyugal menudos robos destinados a tapar los agu1eros de su presupuest?: alhajas o libros, que son del patrimonio, son sustraídos por ella sin que nadie se dé cuenta. . . Sólo en el último período de se~~Jan.te ~~olució~ .es cu~ndo. aparecen los rasgos ''paranoicos'' de reivind1cacion familiar (d1~orcio) y de reivindicación social, tal como aparece en el detalle siguiente. . Quien nos comunica este detalle es el hermano menor (que, d~­ cho sea entre paréntesis, ha llegado a titularse d~ profesor de primera enseñanza gracias a la ayuda moral y material de nuestra enferma). Algunos meses antes del atentado, durante un descasno que están tomando en común, Aimée se dirige de pronto a él ,en un estado de exaltación que la hace aparecer como fuera de si, y le hace estas o parecidas preguntas: ''¿No es verdad que tú vas a abandonar tu oficio? ¿que te vas a vengar con la pluma?, ¿que vas a publicar todas las Ínjurias que te han hecho sufrir?'' E·stos temas de rebelión y de odio aparecen como ras&os secu~­ darios al delirio mismo. Subrayemos el hecho de que hacia la misma época la enferma consigue da~ una forma. literaria b~stante a~re­ ciable no sólo a los impulsos me1ores de s.u 1uv.er.itud, sino también a las experiencias más válidas que ha sabido v1V1r, o sea las de su infancia. En su situación actual de internada, nos parece que la enferma encuentra en las fallas permanentes de su adaptación a lo real, así como en la actividad imaginativa que les corresponde, los recu!sos exactos de compensación afect~va y de espe!anza q~e le per~iten tolerar su encierro. Este, por cierto, le ha sid? suavizado gr~c1as a unas medidas que hacen confianza en su propio co11trol (y ninguna de sus acciones ha desmentido esa confianza). ·

, ¿REACCION A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

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Es iml?osible. dej~r d~ subrayar las cualidades muy especiales de sus creaciones imagina t1vas: no sólo le dan a la enferma unas sensa~iones ~e. serenidad que se adelantan al porvenir, sino que ademas se d1s~ingue1:1 por. su extraordinaria plasticidad, cercana a las repre~entac1ones !nfantiles, y por su tono especialísimo de efusión entusiasta, ya senalado por nosotros, y que añade afectividad a esa impresión de infantilismo. Mencione~os a.l~un?s de sus planes para el futuro. La primera persona a quien visitara después de su liberación será la señorita C. de la N., su antigua amiga, para excusarse de todo el mal que equiv?cadame~te le ha deseado. De esta actitud de hostilidad, que hubiera podido tener tan graves consecuencias no le ha dado Aimée . ' ninguna muestra exterior, salvo el hecho de haber roto toda correspondencia con ella. Varias otras entrevistas como al final de una novela sentimental, tendrán como objeto dar una vuelta de llave al pasado. Irá a v~r a l~ ~ujer que hace la limpieza en su hotel: ''Y entonces -nos dice Aimee- ella se echará a llorar y me contará de qué manera me ha defendido. Sabré entonces todo lo que ha pasado, to?o, todo, todo." Ta! es la nota -mucho más imaginativa que .emocional, no exenta .sin embargo de valor afectivo q.ue domina actualmente en la vida interior de la enferma. E~ el si~uiente capítulo expondremos las discusiones que suscita el dia~nóstico de curación. Lo único que aquí diremos es que toda tentativa actual de readaptación en libertad está descartada a causa de los obstáculos insuperables que son propios del medio. La hermana mayor se opone formalmente a la simple idea de ver a la enfer~a,, aunque sea en presencia nuestra. A una iniciativa epistolar de Aimee, la hermana ha contestado en tales términos que nos ha par~cido inconveni~nte darle a leer la respuesta y sólo Íe hemos comuni~ado la sustancia. Después de algunas breves entrevistas con su m~r1do, nuest~a enferma ha decidido por sí misma que ya no se repitan, y. lo dice muy enérgicamente: habría necesidad de ''ponerle la camisa de fuerza para a~astrarla'' a una entrevista con él. Sólo. conserva contacto con un hermano que la visita regularmente; vive en la esperanza de reunirse algún día con su hijo. Acerca d~ su vida, la enferma expresa juicio.s que no dejan de ser bastante atinad?s. Se expres~n a m~nudo en deploraciones que, sin embargo, no tienen el caracter de las complacencias íntimas del r~mordimiento. ''Yo soy una atormentada por naturaleza -nos die~ , y siempre lo he sido." ''En resumen, nunca he sabido aprov~char los momentos buenos de la vida. He sido desdichada todo el tiempo." Y también: ''Siempre he tenido la impresión de haber echado a perder mi vida por cosillas que no valeri la pena." ''Hu-


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¿REACCIÓN A UN CONFLICTO Y A TRAUMAS?

¿REACCIÓN A UN CONFLIC'fO Y A TRAUMAS?

siedad que ponen realmente en marcha ese delirio: nosotros cree-

biera ., debido quedarme al lado de mi madre'': tal es su conclu-

mos haber puesto bien de relieve el carácter paroxístico de estas crisis, así como su dependencia de trastornos episódicos de natura-' leza orgánica (véase el cap. 2 de esta parte). C] En cuanto a la falsedad de juicio, nos es presentada como idéntica a ese vicio congénito de la actividad racional que caracteriza al espíritu sistemático, al espíritu falso 9 y, de manera general, a todos aquellos10 que caen en el error debido a su ''amor desdichado de la lógica''.

s1o~~ñalemos

también el hecho, ya mencionado, de que la enferma habla a menudo de proyectos literarios. Per~ a pesar de que se le han dado ciertas facilidades de documentación, e~l~ ,pospone t?da esa actividad para el futuro: ''¡Qué c?sas no escr1b1r1a s1 .estuviera fuera de a uí!'' El balance de esta actitud se traduce pract~camente 1

pala~r~s de ahento, ha ermanecido casi nula desde su ingreso e? la cl1n1ca. Se. reduce a ~nas cuantas poesías breves, que son por c1~rto de una cah~ad muy · ferior no sólo a la que tienen sus producciones mayores, sino tam~én a la que tenían sus ens.ayos anteriores del mismo género, en los en una pr¿ducci6n que, a pesar de nuestras

cuales había momentos felices. . .ó t' En cambio, se entrega a labores de bord~do cuya eJecuc1. n sa isfactoria ya ha quedado mencionada. Ella e1ecuta estos trabaJ?S para obse uiarlos. Pero los compromisos que de esa mane:a ~e 11?pone a sí inisma son tales, que no le dejan literalmente n1ngun tiempo libre. Llegados al final de este análisis, que no oc':1lta a. la ~rítica de .nuestros lectores ningún elemento de nu~stra invest1gac1ón, terminare.. , mos este capítulo con algunas conclusiones. . Nada nos .p ermite hablar, en el caso de Aimée, d~ una d1spos1c1on congénita, ni siquier~ a~quirida, ~ue se expresar1a en los rasgos definidos de la const1tuc1on paranoica. . . , . Para admitir eso, habría que confund.~r s1stemat1ca,mente una con otra dos series de síntomas muy diferentes entre s1. Comparemos, en efecto los rasgos más destacados del carácter de nuestra ei;ifer~a con aqueÍlos que se nos ofrecen como esenciales de la const1tuc1 n 7

paranoica : ·b ·l te AJ La sobrestimación de sí mismo se .nos descr1 e ese?c~a men como or ullosa vanidosa y con tendencia a la teatral:r1a; ~o P°: demos cgnfundirla ni con la autoscopia inquieta del ps1castén1co n1 con los tor1nentos éticos del sensitivo. . BJ La actitud mental de la desconfianza, que se nos des~f!be como primitiva al delirio, es completamente distinta de las crisis de an., Remitimos a la tesis de Montassut y a Ja obra de Genil-Perrin ya "citad~~; cf igualmente nuestro artículo sobre Ja ''Structure des ps~choses lpara~o1.~quedeÍ .s Observemos el carácter popular de. ta~es interpret~c1on~~: "~ º[~~~on todo guardia que llevó a la enferma a la com1sar1a se expresa a as . a f a. que hablen de ella ·,, Lo cual --comenta nuestra en erm eso para conseguir es "psicología de gendarme''.

221

Lo que vemos en el caso de Aimée son, por el contrario, expansiones imaginativas que ciertamente originan un descenso en el rendimiento y la eficacia de las actividades mentales inferiores (Janet), pero que sin embargo representan un contacto intuitivo P°" sitivo ~on lo real (y nos remitimos a los escritos de nuestra enferma). Aquí nos topamos con la concepción blondeliana de la cons11 ciencia m6rbida: lejos de ver en ella una simple capitís diminutio de la conciencia normal, el eminente psicólogo nos la describe como Ja actividad psíquica tal como puede presentarse en su integridad, antes de que las necesidades sociales la hayan reducido a los únicos elementos que son comunicables y que están orientados hacia la acción práctica. El sentimiento de la naturaleza, que Montassut señala con muého acierto como característica frecuente de los paranoicos, no es, como él lo dice, una simple consecuencia de su inadaptación social. Representa un sentimiento de un valor humano positivo, cuya destrucción en el individuo, incluso si acarrea una mejora en su adaptación social, no puede ser considerada como un beneficio psíquico. Sea como fuere, los trastornos del juicio que en un sujeto como el nuestro provienen de ese predominio de la actividad imaginativa, no revelan una estructura racional ni en su origen ni en su desarrollo. Tanto su fuente como su expresión son esencialmente de naturaleza afectiva. No responden a nada abstracto, sino a una posición determinada del sujeto frente a la realidad Interior y a la realidad exterior. A propósito de ellos diríamos de buena gana que el sujeto no ha podido tomar sus distancias de manera suficiente: permanece dominado por sus fantasías, las expresa en for111as forzadas, y, por 9

Véase F. Paulhan, Les types intelfectuels. Esprits logiques et esprits faux, Alean, París, 1896. 10 Véase en la tesis de Montassut la referencia de esta expresión, tan feliz. Comparémosla con esta frase de una carta de Abelardo: Odiosum mundo me fecit logica . 11 •

Cf. la obra varias veces citada de Blondel, y su magnífica conferencia de Ginebra, 27 de febrero de 1922, publicada en ¡. de Psychol., 1923.


222

¿REACCIÓN A UN OONFLICTO Y A TRAUMAS?

lo demás, en vista de su carácter incomunicable, no puede expresarlas sino bajo una cobertura simbólica.

En cuanto a la inadaptación social, aducida como característica de la constitución paranoica, se presenta de hecho como resultado de trastornos psíquicos sumamente diversos. Su carácter de reacción común es muy explicable por la naturaleza de las síntesis de que depende, y que son la culminación misma de la personalidad. Este carácter mismo es el que nos exige precisar en cada caso las insuficiencias psíquicas que están en su base. Todos los rasgos que, en nuestra enferma, podrían relacionarse con los caracteres atribuidos a la constitución llamada para11oica -sobrestimación megalomaniaca, desconfianza, hostilidad al medio, errores de juicio, autodidactismo, acusación de plagio, reivindicaciones sociales-, aparecen en ella sólo secundariamente a la eclosión de-

lirante. ¿De qué naturaleza son, pues, las insuficiencias psíquicas particulares que hemos podido notar en el desarrollo de nuestra paciente y de su carácter? En opinión nuestra, es posible encontrar la expresión más aproximada de ellas en las descripciones vecinas de Janet y de Kretschmer, que se refieren la u11a a la psicastenia, y la otra al caracter sehs1t1vo. Por lo demás, todo cuanto vemos en la evolución de la psicosis misma, en sus oscilaciones, en su reactividad psicológica, en su curabilidad aparente, nos inclina a confirmar esa asimilación mediante las descripciones que esos dos autores han dado de los delirios manifestados por sus sujetos. Las descripciones magistrales de esos ·dos autores, clínicamente convergentes en gran número de puntos, son sin embargo muy diferentes una de otra por su concepción patogénica. Del trastorno fundamental de la psicastenia Janet tiene una concepción estructural y energética, y parece atribuirlo a una falla congénita. Del carácter sensitivo, Kretschmer tiene una concepción dinámica y evolutiva, y lo relaciona esencialmente con la l1istoria del sujeto. Estas dos concepciones tienen en común, sin embargo, el hecho de apuntar exclusivamente a fenómenos de la personalidad, según hemos demostrado ya (supra, pp. 89 y 120). Apoyándonos en sus puntos de vista y en un análisis clínico que hemos hecho de la manera más completa que nos ha sido posible, ¿podremos tratar de precisar la naturaleza del trastorno inicial que, en nuestro caso, vicia el desarrollo de la personalidad? Es lo que vamos a procurar hacer en el capítulo siguiente. I

.,

, ¿REACCION A UN OONFLJCTO y A TRAU ? MAS.

223

Para aclarar este problema tenemos ciones que pensamos haber hecho .dantes que subrayar l~s reladelirio y ciertos acontecimientos traue~t~ntes ~ntrel la evolución del flicto vital del sujeto. icos vincu ados con un con¿Quiere decir que esos acontecimient d . exhaustiva el delirio? Es ésta la misma cu ost.ó eterm1nan de manera teado a propósito de los procesos de natues I n que ,n~s hemos planea?, al parecer, el estallido de los accesosr~~pza or~dan1ca qule pro~o­ mas general. onoi es en e sentido Aquí, en cambio, en opinión nuestra ' seguramen.te hemos hecho un progreso. Los procesos a udos fíciles de explicar la fijació! y la ;~~e~e7os ~~tud1ado d~jaban d~­ Jiantes: pero, por el contrario la e a i~ac1 n de las ideas del1se refieren los acontecimient~s t~ rm~n_enc1a .del conflicto, al cual permanencia y el acrecentamiento ud~l ~e~~'. ciertamente. explica la que sus síntomas mismos parecen efl . e lirio, tanto me1or cuanto flicto. r e1ar estructura de ese con-

ª

Sin embargo, la misma objeción vale cesos híponoides cuya observación e ' P?r una parte, para los prode muy diversos tipos sino tamhié s comun n.o sólo entre enfermos otra parte, para esos t;aumatismos n ,en~re su1etos nor~11ales, y, por ma de toda vida humana. . or uéps1qu1cos que constituyen la tracaso dado una Jisic08 ;.. y · <.Pp •q . u.nos Y otros determinan en un ,., ,..,, una sicosis /Jarano 1·e 1 , ceso neurótico 0 algún desarrollo . a, Y no a gun otro pro,..... 1 ., . reacciona17 i a es el d1f1c1l problema del estudio de nuestr .que acometemos en una última parte finitivas ni apenas n~ec:asso, ~~ q~e esperemos aportar a él luces dequé ideas directrices nos parece~n lo m~chod trataremos de precisar las investiga;iones clínicas sobre es:sc:~~itn.ecuadas para organizar En resumidas cuentas cuanto m directrices nos den sob;e el blayores sean las luces que esas ideas de la personalidad de Aimé pro e~a que plantea nuestro análisis captar Ja naturaleza exacta Je s a sa er, l~uál es la mejor manera de estaremos para dar una respues~ ªU,~~a iaJ, tant~ más capacitados 1 Yde su personalidad. va· cuestión de su psicosis

ªª ª


MECANISMOS DE AUTOCASTIGO

4. LA ANOMALfA DE ESTRUCTURA Y LA FIJACióN DE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD DE AIM~E SON LAS CAUSAS PRIMERAS DE LA PSICOSIS El prototipo ''caso Aimée'', o la paranoia de autocastigo. Autonomía relativa del tipo clínico y sugerencias teóricas.

•• QUE LA PSICOSIS DE NUESTRA PACIEN1'E SE REALIZA POR LOS MECA· NISMOS DE AUTOCASTIGo QUE SON PREVALENTES EN LA ESTRUCl'URA

DE SU PERSON.AI.IDAD

Para abordar los proble~as difíciles que nos planteamos en el presente capítulo, esforcémonos por echar sobre el caso que estamos estudiando una mirada tan directa, tan desnuda, tan objetiva como nos ·sea posible. Estamos observando la conducta de un organismo vivo: y este organismo es el de un ser humano. En cuanto organismo, presenta reacciones vitales totales que, cualesquiera que puedan ser sus mecanismos íntimos, tienen un carácter dirigido hacia la armonía del conjunto; en cuanto ser humano, una proporción co~ siderable de esas reac~iones adquieren su sentido en función del medio social, que en el desarrollo del animal-hombre dese~peña un papel primordial. Estas funciones vitales sociales, que, desde el punto de vista de la comunidad humana, se caracterizan por directas relaciones de comprensión, y que en la representación del sujeto están polarizadas entre el ideal subjetivo del yo y el juicio social de los demás, son aquellas mismas que hemos definido como funciones

de la personalidad. En una porción importante, los fenómenos de la personalidad son conscientes y, como fenómenos conscientes, revelan un carácter intencional.1 Dejando aparte cierto número de estados, por lo demás discutidos, todo fenómeno de consciencia tiene, en efecto, un sentido, en \una de las dos connotaciones que la lengua da a este término: de significación y de orientación. El fenómeno de consciencia más simple, que es la imagen, es símbolo o es deseo. Ligado a la acción, se hace percepción, voluntad y, en una síntesis última, juicio. Para la teoría de la intencionalidad de la conciencia, nos remitimos a la obra fundamental de Brentano, Psychologie vom empirischen Standpunkte, 1874. 1

[ 224]

Las intenciones · · conscientes h

225

.d d

de Ja crítica convergente de lo~n ''~~si~ ~sde hace mucho el objeto cuales han mostrado todo su c á t ·1ºs de los moralistas los 1 cipal de la duda metódic~ u ª~ c <:r ~sono. Es ésa la razón prin1 tido de todos los fenómeno; e. ª1óc1~nc1a ha arrojado sobre el sen. Pe o ·1 . ps1co gicos r ' por I usorio que sea este sentid . otro fenómeno, no carece de ' 1 o, al igual que cualquier El , . ey. mento de esa disciplina nueva . q~e es el psicoanálisis consiste en habemos enseñado a conoc la relación entre el sentido s b~rt .esas eyes, o sea las que definen c~a y el fenómeno objetivo alu c~:11vo de un fenó~eno de consciendiata º.inmediata, esa relación está responde: p~s1tiva, negativa, meGracias al conocimiento de '1 en efecto, siempre determinada su valor objetivo hasta a aqueelslas efyes, h~mos podido devolver asÍ os enomenos de c · · h d n_iuc os, e manera tan poco cient'f. , onsciencia que ciar, por ejemplo los sueños cuy i I~a, se habian propuesto despreimpresionante, se considerab~ e a riqueza de sentido, con ser tan mis~o esos ''actos fa,llidos'' cu ~mo .Pu~amente ''imagina~a'', o asiconsideraba como ''carente de ~en~~~~'~ia, con ser tan evidente, se Incluso conductas inconscientes : . velado, a la luz de las investí ac. y rea~ciones ~rgánicas se han reprovistas de un sentido ps. ~. iones( psicoanalíticas, evidentemente cientes; ~onfinamiento en l~c~~~~~m ~o~ductas organizadas inconsautocastigo y de medio de re .ó e.ª ' ~on su doble carácter, de P si n social; sin tomas somáticos de las neurosis). Este método de interpretación . revelado en campos muy am 1. 'd cuya fecundidad objetiva se ha eficacia en el umbral del do1:n~~io ~Ja patol?gía! ¿podrá perder su No estamos poniendo en tela d ~ !a.s psicosis? cas, y queremos guardarnos de tode J~1c10. las. clasificaciones clínimatura. Pero aquí no se t t , a sin tesis (incluso teórica) prera a mas que de a 1· d 1 nos e a psicosis un método de /.. p icar a 1os fenómevalidez en otros terrenos. anal1s1s que ha demostrado su En efecto, si una psicosis entre tod 1 . expres~ casi puramente po; síntomas as, as. entidades mórbidas, se eso mismo todo sentido psicó ? N ps1quicos, ¿le negaremos por derecho de prejuzgar y que lgeno .ó os parece que sería abusar del pués de haber sido s~metida aª cuesbt1 n no puede zanjarse sino des4 Ob prue a. . servemos, pues, Ja conducta d ºº!11/Jrenderla demasiado· ero e n~estra paciente sin temor de ps~ológicas ilusorias, pa;tfmo; ~:~a e~~~~rn~s 1e las. ''p~oyecciones'' d. ornemos este estudio por la extre 'di~ e a psicosis afinnada. ios precedentes: examinemos el probFI a d opuesta a. ,nuestros aseema e Ja curacion clínica de

r


CAUSAS DE LA PSICOSIS

226

d' f ·do las circunstancias notables de iesta psico~is. Ya hemo~.re ~~o su valor diagnóstico, pero no hecha curación y hemos iscu de su determinismo. Tal vez, semos atacado todavía el problem~ d la curación nos demostrará gún la máxima clásica, la natura eza e

la naturaleza. de la enfermedad: ó

MECANISMOS DE AUTOCASTIGO

227 Semejantes curaciones instantáneas del delirio no se observan más que en un solo tipo de casos, o sea, eventualmente, en los delirantes llamados pasionales 2 después de Ja realización de su obsesión criminal. El delirante, después del crimen, experimenta en este caso un alivio característico, acompañado de la caída inmediata de todo el aparato de la convicción delirante. No se encuentra aquí nada parecido en el período que sigue inmediatamente a la agresión. Ciertamente, esta agresión ha fracasado, y la enferma no da señales de ninguna satisfacción especial por la evolución favorable que rápidamente se comprueba en el estado de su víctima; pero este estado persiste todavía veinte días después.

S' si le damos a este término En prim,er. lugar, ¿hay ~urac~en.tod~s los síntomas mórbidos; en el valor cl1n1co .de r~duJció~a predisposición deter111inante, es cosa esto que en eso justamente cuanto a la persistencia e u . sobre la cual no podemost!~e¿~zfr~~a~Xo de atacar. radica el problema que es .. t d' de haber sido encarcelada, y El hecho es que a los ve~nde ias nítido sanó la psicosis manicon un carácter ~e. brusque a ife~~ntes te~as. A partir de ~ntonfestada por el delirio, con sus d .d el asilo y la curación se · t e h a permanec1 o en durante ' un año y med'io ces, nuestra pac1en ha mantenido hasta el presente, o sea . ?

aproximadamen~e.

par~c.e

ción del delirio. No se a Tratem~s de interpretar. ~~tadc~~irante consecutivas a la mi~iga­ las reducciones de la ac~iv~ a ' eno o exó eno. Son conocidos ción de un trastorno organ1co_ efdog l descensog de los accesos conesos estados mental~s q.ue sena.anf ~nicos de los ataques maniacos fusionales, de los ep1so~10s ~sq~1zoe~e exóg~nas diversas. En ellos, la y melancólicos, d~ las int?xi~~~~º~s lenta, oscilante, parcial; deja 1:1n reducción de las ideas delira . , . de readaptación al medto. ancho campo a los métodos ps1coterapicos 1 caso de nuestra enfe1ma H emos creído, por otra parte, que en á:icos y para ello nos funno se puede hablar de tales estados ~~g de 1~ actividad profesional . · 1 t en la conservacion d' damos princip~ n:ien ed 1 d 1' . La í1nica intoxicación que pu iera hasta el acto ultimo e e ~i?.. ero sabidas son las reservas tomarse en cuenta es el ca ·~1n1s~o; f~ en los trastornos mentales. q ue provoca el /papel a~ribu1. o ~ó caes en nuestra enferma, neta1 d s esa intox1cac1 n ' 158) Y, por o ema ' . d 1 delirio (véase supra, p. . mente posterior a la eclosión je e observa en esos estados son Completamente opuesto~ a o q~e l~ ·o en nuestro caso. Todo el los caracteres de la reduc~ión ~el ~~~1 temas de idealismo altruista delirio y todos sus temas, o m1sm~e ersecución y de celos -''el y de erotomanía qu~ . los te~a~e ún)a expresión de la enferma-, delirio bueno y el dehno ~a:o ' bftaneidad está confirmada por el caen de un solo golpe. s. a su 1 h echo (testimonio de las comasombro de quienes presenc1::Óon 'gilantes preparados (observapañeras de celda) y la reac~ ni e ,v~el) y determina el traslado monJa éceladlora f:r:Cr:rpenitenciaria, para ser allí obción de la inmediato de A1m e en

J

ª ª

servada.

Así, pues, nada ha cambiado del lado de la víctima. Nos parece, por el contrario, que algo ha cambiado del lado de la agresora. Aimée ha realizado su castigo: ha experimentado lo que es esa compañía de delincuentes diversas a que se ha visto reducida; ha entrado en contacto brutal con sus hazañas, sus costumbres, sus opiniones y sus exhibiciones cínicas para con ella; ha podido palpar la reprobación y el abandono de todos los suyos; y de todos, con excepción de esas mujeres cuya vecindad le inspira una viva repulsión. Lo que Aimée comprende, entonces, es que se ha agredido a sí misma, y paradójicamente sólo entonces experimenta el alivio afectivo (llanto) y la caída brusca del delirio, que caracterizan la satisfacción de la obsesión pasional. Se ve adónde estamos llegando. El atentado contra la sefiora Z. seguiría siendo enigmático si un número enorme de hechos objetivos no impusieran ya ahora a la ciencia médica la existencia y el inmenso alcance de los mecanismos psíquicos de autocastigo. Estos mecanismos pueden traducirse en conductas complejas o en reacciones elementales; pero, en todo caso, la inconsciencia en que se halla el sujeto acerca de la meta de esos mecanismos le da todo su valor a la agresión que de allí emana, dirigida contra las tendencias vitales esenciales del individuo. El análisis de sus correlaciones subjetivas u objetivas permite demostrar que estos mecanismos tienen una génesis social, y es eso lo que expresa el término de autocastigo con que se les designa, o bien el de sentimientos de culpabilidad, que representa el lado subjetivo.

Si estos hechos se han impuesto en primer lugar a los practicantes del psicoanálisis, ello se debe simplemente a la apertura psicológica de su método, pues nada implicaba semejante hipótesis en las primeras síntesis teóricas de esta doctrina .. No podemos acome. 2

Cf.1931. el informe de Lévy-' ' alensi, ya citado, al Congreso de Medicina Legal de


CAUSAS DE LA PSICOSIS

228 ter aquí la empresa de demostrar este punto, que pensamos dejar para otra ocasión: el análisis de los determinismos autopunitivos y la teoría de la génesis del super-ego, engendrada por él, representan en la doctrina psicoanalítica una síntesis superior y nueva. Pero las primeras teorías, concernientes a la semiología simbólica de las represiones afectivas, se apoyaban en hechos que no ·eran demostrables en su plenitud más que por los datos experinwntales de la técnica psicoanalítica. Aquí, por el contrario, la hipótesis se desprende de manera mucho más inmediata de la observación pura de los hechos, cuya sola confrontación es ya demostrativa, desde el momento en que, como ocurre en toda observación de hechos, se ha enseñado uno a verlos. Aquí no podemos más que remitir a los trabajos que se han publicado sobre el tema.• Estos trabajos podrán convencer al lector del alcance psicopatológico considerable de tales mecanismos, aunque es probable que algunas veces se quede perplejo, por ejemplo cuando se le dice que la teoría abarca incluso ciertas reacciones mórbidas de mecanismo puramente biológico. En efecto: lo que nos parece original y precioso en semejante teoría es el determinismo que permite estable.cer én ciertos fenómenos psicológicos de origen y de signification sociales, o sea de aquellos que nosotros definimos como fenómenos de la personalidad. Examinemos qué luces puede aportar semejante hipótesis en nuestro caso. Ante todo, explica el sentido del delirio. En él, de alguna manera, la tendencia al autocastigo se expresa directamente. Las s Para los médicos de ·habla francesa, ningún trabajo nos parece más digno de atención que el notable informe de Hesnard y Laforgue, .. Les processus d'autopunition en psychologie d~s névroses et des psychoses, en psychologie criminelle et en pathologie générale", presentado a la V reunión de los psicoanalistas franceses (París, junio de 19.30). Sobre la doctrina del super-ego véase la obra fundamental de Freud, Das Ich und das Es, l.P.V., 1923, y tambi'én su Jenseits des Lustprinzips, en · sus

Ges. Schr., Bd.

VI,

p. 225.

Véase también, del mismo Freud, "Das okonomische Problem des Masochis· mus" ( 1924), en sus Stµdien zur Psychoanalyse der Neurosen. Igualmente podrán leerse con fruto sobre nuestro tema los trabajos de Alexan· der, Psychoanalyse der Gesamtpersonlichkeit, y "Der neurotische Charakter", Int. Zschr. Psycho-Anal., XIV, 1928, y sobre t odo Alexander y Staub, Der Verbrecher und seine Richter. Se encontrará el estudio de un tipo criminológico particularmente interesante para nuestro tema en el artículo del mismo Alexander, "The neurotic criminal'', Med. Revie\V of Revie,vs, nov. de 19 30. Sobre el tema preciso de los mecanismos de autocastigo en su relación con la paranoia, añadamos el artículo de H offmann, "Entwicklungsgeschichte eines Falles von sozialer Angstn, Int. Zschr. ~sycho-Anal., XVII, 19 31, así como un trabajo notabilísimo de O. Fenichel, "Zur Klinik des Strafbedürfnisses", Int.

Zschr. Psycho-Anal.,

XI,

1925.

MECANISMOS DE AUTOCASTIGO .

229

persecuciones amenazan al hijo ,, . una maldiciente que no hace lo para casti~~r a la madre'', ''que es primario de est~ tendencia se e que debe , ~te. El valor· afectivo cia de las concepciones delirante:pJesf bien en 1~ .ambivalenLo vamos a ve~ en el siguiente deta~le~ en erma sobre el particular.

mur

. Frente al enigma planteado 1 d 1. . inevitable que todo el mundo fs~~i= a ~a1º:0tses1no de Aim~e, es preguntas, aparentemente vanas "¿P é e{ma con las mismas por centésima vez en presencid nues~~a,!1 - e preguntan u,n día ted que su hijo estaba amenazado?" I '.pero por qué cre1a us• ''Para castigarme '' '' p . mpulsivamente, ella responde: be . ''P · ¿ ara castigarla de qué?'' Aquí Aimée titua. orque yo no estaba cumpliendo m. . . , ,, tante después: ''Porque mis enemigos s it' mision . . . ; y' un ins· misión '' A d e sen ian amenazados por mi valor cÍ~ .am baf~~~li:a~i~n:~ácter contradictorio, ella mantiene el Muchas de las interpretaciones d 1. hemos estado observándolo de pasa~ irantes de la enferma, como sus escrúpulos éticos: se alude a sus a, no ~xpr~san otra cosa que y más tarde a desórdenes secretos. menu as altas de conducta, Pero llevemos más adelante nu t , 1.... rácter tan particular de los ersees ~~ ana is1s, y observemos el catodo de sus perseguidoras ~u r!u~fo~~s.dd~ ~mée, es .decir . ante 1 relación real entre ellas la enf u P ici ª , a .auseneta de toda significado puramente simból' eiina, ponen bien ele relieve su S ico. . on, ~orno ya lo hemos dicho los ''dobletes'' ''tr' l t ,, s1vos ''t1rajes'' de un prototi-" 'E t . . ' ip e es y suceble, afectivo y representativo~º· se prototipo tiene un valor do-

y

La potencia afectiva del prot t · , d real en la vida de la enferMa Qlf'.O era ada por SU existencia hecho ver en páginas anteri~r~ u1en o encarnaba, según hemos conducto sufrió Aimée todos l~; er:desa ¡e~111~na. ~ªY?r por cuyo de los re·proches de su cone. e . gr Eos e a umillación moral y intima C. de la N i nc1a: n un grado menor, la amiga mente' la adaptació~, yqr: para .A~~~ representaba tan eminentede su íntima envidia, dese~ie~~~~ ~n para 1coná su medio, objetos gún una relación ambivalente . pap~ an logo, pero esto se1 sentimiento que comporta un; P:;/ ~ P~~cisa~ent~ ·de la envidia, conduce a la segunda siguºf l?ó ~ le i ent~ficac1ói;i. y esto nos ¿Cuál es en efect i ica~i n e . prototipo delirante. perseguidor;s? Muºe o, para Aimée el valor representativo de sus presentan l .. J res de letras, actrices, mujeres de mundo re a imagen que Aimée se h d l . " ' grado cualquiera oza de 1 · ace e ª mu1er que, en un hace explosión ~dent'd da .l1ber~ad .Y el poder sociales. Pero aquí i a imaginaria de los temas de grandeza y

1;


230

CAUSAS DE LA PSICOSIS

de los temas de persecución: ese tipo de mujer e~ exa~tamente lo que Aimée misma sueña c?n llegar. a ser. La ~1sma imagen que . . representa su ideal es también el ob1eto de su odio. Así, pues, Aimée agrede en .su ví ct~ma su ideal .exteriorizado, tal 1 como la pasional agrede el ob1et~ unico . de s~ odio y de su amor. Pero el objeto agredido por Aimee no ti~~e ~ino ~1:1 valor de puro símbolo y así su acción no le produce ningun alivio. s· e~bargo con el mismo golpe que la hace culpable frente

a 1:~ey, Aimé; se siente golpeada en .si m~sma: y, cuando lo c.om: prende, es cuando experimenta la satisfacción del deseo cumplido. el delirio ya inútil, se desvanece. . ., La naturaleza de la curación demuestra, en nuestra op1nion, la naturaleza de la enfermedad. . . Ahora bien, ¿no es bastante claro que hay ide~tidad entre el mecanismo fundamental del delirio y los rasgos sali:ntes. . ~e la personalidad de la enferma? Esos tipos clínicos, el psicastenico, el sensitivo con los cuales el carácter de nuestra enferma ha. revelado una ~ongruencia precisa, ¿qué hacen sino revelarse a ~í mismos ~or sus reacciones más prominentes, sus escrúpulos . obs~ionales, la inquietud de su ética, el carácter absoluta1:1ente. interior de sus ~on­ flictos morales? Pensamos en los espléndidos tipos de heautontimoroumenoi que hemos conocido: toda s~ estructura paree~ poder deducirse de la prevalencia de los mecanismos ?e autocast1go. Siendo esto así, al paso que en ~a .personalidad normal los. procesos orgánicos ligeros y los acontecimientos comunes de la vida dejan sólo la huella de una oscila.ción compen~a.da luego ~on mayor 0 menor rapidez, en la personalida.d autopunitiva esos mismos. p~o­ cesos y acontecimientos tienen, lógicamente, .un alcance muy distinto. En los efectos de degradación afectiva e i~t~lectual que comp~~­ tan momentáneamente, todo cuanto es propici? para los mecanISmos autopunitivos quedará solidificado y retenido por ellos: estos efectos~ aunque sean menudos, parecen sufrir aquí una ;er~adera adición. El desequilibrio primitivo se va acrecentando as~ siempre en el mismo sentido, y es fácil entender có~o .la anomalia, traducida en el carácter, se va convirtiendo en psicosis. . . En efecto, si los trastornos orgánicos y lo~ acontecimientos de 1~ historia no nos muestran más que el estallido del proce.so mórbido la fijación y la estructura de la psitosis sólo so? expl1~ables en fu~ción de una anomalía psíquica anterior ª, es~s 1nst~ncias..Nosotros hemos tratado de precisar esta anomalia sin partir ~e nin.guna idea preconcebida. Y adonde nos ha llevado nuest~a invest1.gación es -insistamos en ello a un trastorno qu~ no t1:n: sentido sino en función de la personalidad o, si se prefiere, psicogeno.

MECANISMOS AUTOPUNITIVOS Y TEORÍA FREUDIANA

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11. QUE AL CONCEBIR ESTOS MECANISMOS AUTOPUNITIVOS SEGÚN LA ' FREUDIANA, COMO CIERTA FIJACIÓN EVOLUTIVA DE ' LA ENERTEORIA GÍA PSÍQUICA LLAMADA LIBIDO, SE EXPLICAN LAS CORRELACIONES ... ' CLINICAS MAS EVIDENTES DE LA PERSONALIDAD DEL SUJET9

Pero se nos objetará: ¿a qué viene eso de dar un nombre teórico autocastigo, a los rasgos puramente clínicos revelados ya por el aná~ lisis que usted ha hecho del carácter y·de la personalidad de su paciente? Concedemos que usted ha demostrado que la psicosis encuentra su determinismo esencial en una anomalía de la personalidad, y que su descripción presenta una imagen bastante aproximada de lo que es esa anomalía. Entonces, el término ''autocastigo'' no es más que una palabra para designarla. Indica, cuando mucho, su relación con una función psicológica normal, pero en ese caso desconfiaremos aún más de ese término, puesto que no explica la especifiéidad de la anomalía. Es aquí donde vamos a demostrar el alcance científico de la doctrina freudiana, en cuan to esta doctrina refiere una parte importante .de los trasto~n?s mentales al met~bolismo de una energía psíquica llamada libido. Nosotros sentimos que la evolución de la libido en la ~octrina freudiana corresponde con mucha precisión, en nuestras formulas, a esa parte (tan considerable para la experiencia) de los fenómenos de la personalidad cuyo fundamento orgánico está dado por el deseo sexual. En efecto, ¿qué es lo que nos aportan, para Ja investigación de las enfermedades mentales, las doctrinas psicológicas ajenas a las doctrinas freudianas? Descripciones clínicas, desde luego, algunas d~ las cuales son síntesis de observaciones .valiosísimas, pero también, como contrapeso, unas visiones teóricas cuyos titubeos en cuanto a Ja naturaleza misma de lo mórbido no pueden dejar de llamarle la atención incluso al profano. En un caso como el nuestro, algunas de esas doctrinas explicarán el trastorno mórbido como una pérdida del sentimiento de lo real; pero Jo que se entenderá con esa fórmula será únicamente el nivel inferior del rendimiento social del sujeto, de su eficacia en la acción práctica ( Janet). Otras doctrinas invocarán por su parte la noción de un contacto con la realidad, pero esta vez se tratará de un contacto de índole vital: completamente opuesto al dominio sobre la realidad que es impuesto por la acción, o que la determina, ese contacto vital inefable está hecho de un 1ntercambio de efusio. ne~ y de infusiones afectivas con un estado de lo real que se puede cal1f1car de primordial. ''Lo real'', en efecto, según quienes teorizan así, responde a Ja experiencia tal como ésta se ofrecería en su tota]i.


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dad intacta, antes d~ que esos marcos inferiores del i;>ensamiento que están condicionados por el lenguaje la hayan r~ducido a las f~rmas empobrecida~ de lo r~al común, que no es ~as que el refle10 de las constricciones sociales. Reconocemos aqui a la falange de los bergsonizantes. Pero, he~ho curioso, mi~ntr~s que un~s verían en nuestro caso una regresión de la conciencia al mencionad~ e~ta­ do de indiferenciación primordial (Blondel), los otros no vacilarian en relacionar el trastorno inicial con una deficiencia de ese contacto vital con realidad que es, para ellos, la fuente primera de tod~ actividad humana; estos últimos hablaría~ de racionalis~o mórbido (Minkowski), y nuestro maestro y amigo e! doctor Pichon nos diría citando a Chesterton: ''El loco no es el hombre que ha perdido' la razón; el loco es el que lo ha perdido ~od.o·, excepto s~ razón." No seguiremos presentando estas contra~icciones sugestivas. La innovación de Freud nos parece capital por el hecho de haber aportado a la psicología una noció.n energética, que. sirve de medida común para fenómenos muy diversos. Esta noci?n es la de libido, cuya base biológica está dada por el metabolis~o ~el instinto sexual. La importancia teórica que se otorga a este instinto tiene que ser confirmada por el estudio de los hechos; en. todo caso, acarrea consigo el beneficio inmediato de impo~er la investigación sistemática de los trastornos del comportamien~o ~exual hasta en estados psicopatológicos que, como nuestr~s .psicosis por ejemplo, habían sido descuidados durante mucho tiempo. Es, en efecto, muy digno de consideraci.ón el hecho de. que esos ~astor­ nos, con ser tan evidentes, hayan quedado largo tiempo confin~dos, dentro de los terrenos que nosotros estudiamos, en una especie de segundo plano teórico e incluso clínico, hecho en el que nos sentimos tentados a reconocer la intrusión de ''prohibiciones'' de índole poco científica. . . . De hecho la noción de libido se revela, en la doctrina de Freud, como una ~ntidad teórica sumamente amplia, que desborda; con mucho, el deseo sexual especializado del adult~. Más bien tie~de a identificarse con el deseo, con el eros helénico, pero entendido en un sentido vastísimo a saber, como el conjunto de los apetitos del ser humano, que va~ mucho más allá de sus estri~tas ~ece.sida­ des de conservación. La preponderancia enorme de esos instintos eróticos en el deter1ninismo de un orden importante de trastornos y de reacciones del psiqu~sm~ es .uno d; .los he.chos global_es mejor demostrados par la expenencia psicoanalitica. Diversos hechos de la observación biológica ·h abían permitido, desde hacía mucho, entrever esa preponderancia como una propiedad fundamental de toda vida.

MECANISMOS AUTOPUNITIVOS Y TEORÍA FREUDIANA

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En. c~,anto a la i.mprecisión relativa del concepto de libido, es, en opinion ~uestra, JUStamente lo que constituye su valor. Tiene, en efecto~ el mi~~o alcance general que los conceptos de energía 0 de mate~ia en f1s1ca, y ~ ese título representa la primera noción que per~ite entre~er la introducción, en psicología, de leyes de constancia energética, bases de toda ciencia. . Y precisamente hacia tales leyes energéticas es hacia donde convergen las ,sugerencias que un cúmulo de hechos nuevos, descubiertos. cada ~ia, está aportando a una ciencia que se halla todavía en la 1~fanc1a. La~. P1:m~ras concepciones psicoanalíticas fundaron la noción d; las f11ac~one~ anormales de la libido en órganos no sexuales ( s1ntomas . h1stér1cos) .. Al mismo tiempo, indagaban los modos de. trasferen~ia de la libido en sus proyecciones sucesivas sobre los 0~1etos. exteriores (complejo de Edipo; estadio de homosexualidad 1nfant1l. no11r1al; más tarde, fijación en el objeto heterosexual de la se~ualidad adulta normal; mecanismos de trasferencia). Quedó establecido el hecho de que gran parte de esta evolución se lleva a ca.bo . a~tes de la pubertad, e incluso en un estadio muy precoz del individuo (sexualidad infantil). Fue entonces cuall:dº. s~ añadió ~ estas concepciones un complemento que e~ un principio no hab1a podido ser más que sospechado a P.ropósito. de lo~ h~chos del simbolismo normal (sueños) y pa~ológic~ ~ f?bias, fet1ch1smo): a saber, el papel capital de las fi1ac1one~ 11bid!nales en la elaboración del mundo de los objetos en el sentido mas general. La función del ''contacto con lo real'' se a~modab~ así en la energética general de la libido. Esta concepción fue impuesta por el análisis de los síntomas de la demencia 4 preco~ tal e.orno lo lleva~on a cabo, en competencia unos con otros, los psicoana~1stas y los. miembros de la escuela misma que ha dado de. esta. entidad mórbida una síntesis a la vez más clínica y más ps1coló~ca con el .nombre de esquizofrenia.5 Grac1~~ al. es~udio de los síntomas de esta afección se llega a la concepc1on s1gu1ente: en el primerísimo estadio de organización erógena (orgasmo oral del niño de pecho),6 la proyección libidinal está 1

~

4

~I primer trabajo aparecido en este sentido es de 1908 (Zbl. Nervenh. u.

:ch1e1tr., .31. Jahrgang, neue Folge, 19. Bd., zweites Juliheft, 1908 ). Es el

I,¡fiulo princeps de u~ alcance capital de K. Abraham, "Die psychosexuellen erenzen der Hyster1e und der Dementia praecox" .,;, Cf· Jung, Vber die Psychologie der Dementía pra;cox Halle a /S 1907 y Inhalt der Psyc~ose, .Leipzig y Viena, 1908. ' · ., ' 1 da ~te punto es esencial para la doctrina. Para comprender su importan, se el artículo de Abraham, "Kritik zu C. G. Jung: Versuch einer Daratellu~g der psych?a~alytisch.en Theorie", Int. Zschr. Psycho-Anal., 1, 1.913, iecogido en sus Klinische Beztriige zur Psychoanalyse, I .P .V., 1921.


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enteramente fijada en el propio cuerpo del bebé (estadio autoerótico primitivo); después, mediante sucesivas fijaciones de la libido en objetos de valor vital, y más tarde de valor sublimado, se crea progresivamente el mundo objeta!. Se puede así comprender el determinisn10 de ciertos síntomas de pérdida de los objetos (O,bjektverlust; síntomas hebefreno-catatónicos y esquizofrénicos más o ?1enos deleznables) y de fijaciones somáticas anormales (hipocondr1a).1 Esta concepción de una compensación entre las fijaciones narcisistas y las fijaciones objetales aportó luces incontestables para ~a comprensión del conjunto de las psicosis. 8 Preciso es reconocer, sin Una síntesis afortunada del conjunto de los trabajos psicoanalíticos acerca de este particular podrá encontrarse en el libro de O. Fenichel, Perversionen, Psychosen, Charakterstorungen, ya citado, particularmente en su cap~tulo sobre las "·esquizofrenias'' (pp. 68-106 ), del cual nos proponemos publicar una traducción en la Rev. Fran9. Psychanal. s Para dar una idea de las sugestivas síntesis que los trabajos emprendidos permiten ya aventurar acerca de este tema, vamos a reproducir el siguiente cua. dro, tomado de la obra de Abraham, Versuch einer Entlvicklungsgeschichte der Libido, l.P.V., p. 90: 1

Estadios de organización de la libido

Estadios evolutivos de las fijaciones objetales

VI. Estadio de perfección genital V. Estadio genital primario (fálico) IV. Estadio sádico-anal secundario

Fijación en el objeto (post-ambivalente) Fijación en el objeto con exclusión gen~tal Fijación objeta} parcial

III. Estadio sádico-anal • • pr1mar10

Fijación objeta! parcial con incorporación

II. Estadio oral tardío

Narcisismo. Incorporación total del objeto Autoerotismo (a-objeta], pre-ambivalente)

(canibalismo) I. Estadio oral pri1nario (estadio de amamantamiento)

Puntos de fijación prevalentes en los trastornos psicopáticos Normalidad Histeria Neurosis obsesiona! Paranoia y paranoidia

Grupo maniaco-depresivo Diversas formas de la es· quizofrenia (estupor)

Señalemos, como trabajos fundamentales sobre la cuestión del narcisismo los artículo de Freud '·'Zur Einführung des Narzissmus", Ges. Schr., Bd. vr, Y "Trauer u11d Mel~ncholie", Ges. Schr., Bd. v, así como los artículos ~nt~ citados; el artículo de Abraham, "Untersuchungen über die früheste pragen1· tale Entwicklungsstufe der Libido'', recogido en sus Klin. Beitriige zur Psycho· analyse, pp. 231-258.

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MECANISMOS AUTOPUNITIVOS Y TEORÍA FREUDIANA

embargo, que .esas. pri~e~as síntesis esperan todavía su coordinación co?. un estudio. s1stemat1co de los hechos mismos que están permitiendo ver ba10 un aspecto nuevo. Pensa1nos que la elaboración de mo~ografías psicopatológfcas, como la ~~e~tra, es esencial para cualq~1er progres~ en esta via, y que el analisis comparativo de los traba1os de este tipo es lo único que permitirá aclarar lós estadios de estructura del período oscuro del narcisismo. Se~ de ell~ que fuere, hay un estadio de la evolución de las tendencias narcisistas que es, con mucho, el mejor conocido de todos y es el que resl?~nde a 1~ aparici?;i de las primeras prohibicione~ mora.le~ .en el n1i10, a .la instauracion de la independencia de estas prohibiciones frente a las ainenazas de sanción exterior o dícho en otras palabras, a la formación de los mecanismos autop~nitivos 0 del. sup~r:e~o.<J Este p/eríodo corresponde a un estadio de la evolu~i?n libidinal ya tardi~, y separado del narcisismo autoerótico primitivo por toda una primera diferenciación del mundo de los ob;etos (complejo de Edipo - complejo de castración); el principio moral d~muestra, en efecto, ser posterior al principio de realidad. Este p~r~odo merece el nombre de narcisismo secundario: en efecto el an~lis1s de los casos de fijación mórbida en ese estadio evolutiv~ permite demo_st:ar que equivale/ a ~na reincorporación al yo de una par~e de la libido q~e ya habia sido proyectada sobre los objetos (ob1etos parentales principalmente). Esta reincorporación tiene todo e~ carácter de un fenómeno orgánico y puede verse trastornada por diversas causas exógenas ( an~malías familiares) y endógenas. Los trastornos quedan entonces ligados a una fijación afectiva de una economía llamada sádico-anal de la libido en este período.10 . As~, /pues, el predom!nio mórbido de los mecanismos de autocastigo ira acompañado siempre de trastornos detectables de la, función sexual. La fijación sádico-anal,. que es la que esos trastornos represen tan Jas más de las veces, explica la correlación de éstos con trastor?os neur6;icos_ obsesionales y síntomas llamados psicastéJ!rcos . . Esta~, ademas, vinculados con ese período de homosexualidad infanti~ de. /que se nos habla en la doctrina, y que corresponde.ª ~a. erotizacion ?~ los objetos fraternos. En sus trabajos, así s?ciologic?s como cl1nicos, Freud ha puesto de manifiesto la relación electiva de este período con la génesis de los instintos sociales.11

9

d Sobre este tema preciso, cf. Anna Freud, "Introductión a la es enfants" conferen~ia publicada ~? la Rev. Fran9 Psychanal., l,, PP· 70-96, y también F. Jones, La conception du sur-moi'' num. 2. ' • 1 Cf. O. Fenichel, op. cit., capítulo cit. 11 Cf. muy especialmente el artículo de Freud, ''Sur quelques

°

psychanalyse 1932, núm. ibid 1927 ., ' mécanismes


CAUSAS DE LA PSICOSIS

MECANISMOS AUTOPUNITIVOS Y TEORÍA FREUDIANA

236 En un sentido, el valor patogénico de una fijación dada puede ser asimilado al de una constitución, puesto que es siemp!e susceptible (y en eso insiste Freud constantemente) de ser referida, . como ella a un determinismo orgánico congénito; pero hay una diferencia 'importante, y es que la fiiac:i~n deja sie~p.re, igualmente, l~gar para la hipótesis de un determinismo traumat1co, det~ctable históricamente, y evocable subjetivamente mediante una técnica a~ecuada. En este caso, una fijación se traduce por huellas psíquicas que no se manifiestan sino en los límites fisiológicos mientras no haya sobrevenido un acontecimiento emparientado, en cuanto a su sentido con el traumatismo primitivo. En ausencia de toda liquidación af~ctiva del trauma primitivo (psicoanálisis) 1 semejante ac~nteci­ miento representa, en consecuencia1 el papel de una represión, o sea que las resistencias inconsci~ntes que .~e~encadena acarrean una regresión afectiva hasta el estadio de la f11ac1ón. Una vez recordados estos puntos teóricos1 nos parece manifiesto que permiten captar las correlaciones clínicas más importantes que se presentan en n~estra enferma. . . . Explican, en primer .lugar, .la concom1t~ncia de los rasgos patológicos propiamente psicasténicos y obses1onales (véase supra, pp. 201 y 209-217). Por otro lado, dan su valor clínico a las deficiencias, que son descuidadas en el cuadro de Janet1 y 9.ue atañen a l~ .esfe!a s:xual. Ya hemos demostrado la importancia que esas deficiencias tienen en nuestro caso. En efecto, hemos encontrado en Aimée la incertidumbre del pragmatismo sexual (elección de compañeros de una incompatibilidad máxima), rasgo que sigue todavía cerca de la? conductas psicasténicas; hemos podido señalar, en un terreno mas cercano a lo orgánico, la impotencia para experi~entar el orgasmo sexual, fenómeno que nuestra enferma nos confiesa c~mo per1nanente; y por último, hemos insistido en toda una se:ie d.e rasgos de la conducta que, por su convergencia, han p~recido. impon~rnos, cuando menos bajo una forma reservada, el diagnóstico d.e invei:· si6n psíquica: predominio manifiesto de los afectos feme?inos; vivacidad del atractivo intelectual que para la enferma tienen las reacciones del sexo opuesto; afinidades ~on este se~o ~xperi~enta­ das por la introspección, y qt1e, aunque bovaryanas , siguen sien?o significativas; y asimismo esos desórdenes de la conducta, tan sin· névrotiques dans la jalousie, la paranoia et l'homosexualité", trad. J. Lacan, Rev. Franr;. Psychanal., 1932, núm. 3. . . . Cf. también su trabajo ''Psychologie collective et analyse du mo1'', en Essall de psychanalyse, trad. francesa publ. en la editorial Payot, y su libro sobre

Totem y tabú.

237

gulares por su carácter gratuito como por su discordancia con los pretextos éticos que les servían de cobertura, desórdenes que nosotros hem~s designado con el término donjuanismo, que expresa bastante bien su carácter de búsqueda inquieta de sí mismo sobre una base de insatisfacción sexual. Al mismo tiempo, los complejos éticos, que dominan toda la personalidad de la enferma, están mezclados en el más alto grado con las reacciones psicosexuales que acabamos de mencionar. En cuanto a la génesis histórica de la psicosis, nuestro análisis (véase el capítulo precedente) nos ha revelado que su núcleo está en el conflicto moral de Aimée cort su hermana. ¿No adquiere este hecho todo su valor a la luz de la teoría que determina la fijación afectiva de tales sujetos en el complejo fraternal? Finalmente, creemos poder encontrar la regresión libidinal típica en la estructura misma del delirio de Aimée. Es eso lo que ahora vamos .a mostrar. Freud, en un análisis célebre, 12 ha hecho la observación de que los diferentes temas del delirio en la paranoia pueden deducirse, de una manera gramatical por así decir, de las diferentes denegaciones que pueden oponerse a lá confesión libidinosa inconsciente: Yo lo amo a él (el objeto de amor homosexual ). La primera . denegación posible, Y o no lo amo: lo odio, proyectada secundariamente en Él me odia, da el tema de persecución. Esta proy~cción secundaria es inmediata en la fenomenología propia del 0~10 y, a nue~tro parecer, puede prescindir de cualquier otro comen tar10. La segunda denegación posible, Yo no lo amo: es ella (el objeto de sexo opuesto) a quien amo, proyectada secundariamente en Ella me ª1!14' da el tema erotomaniaco. Aquí, a nuestro parecer, la proyección secundaria, por la cual la iniciativa amorosa viene del objeto, implica la intervención de un mecanismo delirante propio, que Freud deja en la oscuridad. La tercera denegación posible, Y o no lo amo: es ella quien lo ama, da, con inversión proyectiva o sin ella, el tema de celos. Hay en fin, dice F·reud, una cuarta denegación posible, que es la que descansa globalmente sobre toda la fórmula y que dice: Yo no lo amo. Yo no amo a nadie. Yo no amo más que a mí. Esta Es ~l análisis célebre del caso Schreber, que 11emos leído en t raducción francesa de M. Bonaparte y Loew~nstein, en Rev. Fran~. Psychanal., 1932, ~6m. 1. Observemos que ~ste caso, según la clasificación kraepeliniana, debe s1tuars~ entre las parafren1as. Sobre el papel de la homosexualidad en la paranoia, cf. Ferenczi, ''über die Rolle der Homosexualita t in der Pathogenese der Paranoia'', artículo recogido en sus Bausteine zur PS)'Choanal)·se. 12

1


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CAUSAS DE LA PSICOSIS

denegación explicaría la génesis de los temas de grandeza que, en el caso analizado por Freud, son los ~emas de omnipotencia y de enormidad propios de la parafrenia. La regresión, en el caso estudiado por Freud, va en efecto a un estadio primitivísimo del nar• • c1s1smo. Según Freud, la distancia evolutiva que separa la pulsión homosexual, causa de la represión traumática, del punto de fijación narcisista, que revela la regresión llevada a cabo, da la medida de la gravedad de la psicosis en un caso dado. Desprendidas de los casos a que se refieren, estas fórmulas resultan tan generales, que pueden dar la impresión de no ser más que un juego de ingenio. Sin embargo, al aplicarlas a nuestro caso vamos a comprobar no sólo que explican de manera luminosa la estructura del delirio, sino también que los modos especiales con que en él se presentan dan la base teórica de su relativa benignidad. En primer lugar, no podemos menos de sentirnos impresionados por el hecho de que la primera que aparece en la sucesión de las perseguidoras 18 haya sido la amiga más íntima de la enferma; y de que, por otra parte, el estallido del odio de Aimée contra la señorita C. de la N. haya coincidido exactamente con el fracaso de su esperanza de maternidad. Era ésa, en efecto, la esperanza última a que se aferraba su tentativa, ya semicomprometida, de realizar de manera redonda, desde el doble punto de vista sexual y social, su destino de mujer. No podemos menos de ver en su fracaso la represión que, al reactivar el componente psíquico homosexual, le dio al delirio su primera sistematización. Ciertamente, esta perseguidora no será olvidada nunca (la enferma la habría agredido a ella, y no a la señora Z., si hubiera estado a su alcance). Hasta el final, es C. de la N. quien le da al delirio su peso afectivo. De manera muy rápida, sin embargo, cede el primer plano a personajes de categoría superior, esas grandes actrices, esas mujeres de letras que hacen del delirio de Aimée. una auténtica erotomanía homosexual. Estos personajes, según hemos visto, simbolizan además el ideal del yo de Aimée (o su super-ego), de la misma manera que la primera perseguidora, durante un instante, había sido identificada con él. El papel de los perseguidores, vagamente impregnado de atractivo erotomaniaco, y al mismo tiempo unido eón lazos indiscernibles Freud ha insistido en el carácter homosexual del perseguidor en la para· noia, y ha demostrado que las excepciones aparentes no se apartan en reali· dad de la regla. Véase su "Mitteilung eines der P~ychoanalyse widersprechenden Falles von Paranoia'' (Ges. Schr., Bd. v), análisis sutilísimo de uno de esos casos paradójicos. 13

MECANISMOS AUTOPUNITIVOS Y TEORÍA FREUDIANA

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a la actividad ?e ~a pers~?uidora principal (''No son amantes, pero hacen co~o s1 asi fuera ) , revela, por esa ambigüedad misma, su dependencia respecto del primer tema. En cuanto al tema franca~ente erotomaniaco 9ue se form~ tardíamente (amor por el príncipe de Gales), su caracter de utopia trascendental y la actitud menta~ d~, platonismo ,P1;1-ro que e~ él adopta la enferma, según la descr1pc1on de los clas1cos, adquieren todo su sentido si se hace una comparació~ . con el primer apego amoroso de la enferma. En efecto, el exq~1s1t~ cariño y l.a fidelidad prolongada que el príncipe de Gales ha inspirado en Aimée contrastan extrañamente con la breveda~ y la mediocridad ~e las ocasiones que motivaron semejante e~ección amorosa, y tam~ién con el alcance sin esperanza e incluso s1n respuesta .de las relaciones que ella creyó mantener de lejos con ~u amante, sin tomar n~nca un~ ini~iativa para verlo. La paradoJª aparente. de .esta actitud se ilumina ahora para nosotros. Sin du~a e~ta situación ~u~ tanto más pr.eciosa para Aimée cuanto que satisfacia su poca afición a las relaciones heterosexuales al mismo tiempo que le permitía negar sus, pulsiones hacia su propi~ sexo, cosa reprobada por ella. Por lo <lemas, esta comparación entre el delirio y la pasión ''normal'' en un mismo sujeto nos demuestra que en una forma de l~ ~r?t?manía. q~e se podría llamar la for111a si~ple, el rasgo de la inzczativa atribuida al objeto está ausente mientras que el de la situación superior del objeto elegido no sól~ adquiere todo su. valor, sino que .tiende incluso a reforzarse. Pero aquí, en la génesis d~ las .perseguidoras, se manifiesta además otra cosa : ese rasgo de. la situa~~ón superior del objeto, lejos de ser atribuible, como ~e ha ~icho, al orgullo sexual'', no es sino la expresión del deseo 1~consciente de la no realización del acto sexual y de la satisfacc16n que se encuentra en un platonismo radical. No menores son las luces que las fórmulas freudianas arrojan so~re los temas de celos de nuestra enferma. Las amantes que Aimée imputa s~c.esivamente a ~u marido son, a medida de los progresos de su. delin?, aquellas m1 smas qu~ su amor i~consciente designa a s~ odio delirante. El caracter delirante del odio es difícil de discernir allí don?~ las acusaciones a.e la enferma apuntan a las compafieras de of~cina que son también compañeras de su marido; pero ~ ya notorio cuando a ese empleadito provinciano, modelo de las Vl~des burguesas, le echa en cara el ''tener relaciones con actric~ · Freud ha ~emostrado mµy bien que los delirios de celos propiamente. pa~an~1c~s traducen un atractivo sexual inconsciente por e~ cómpl~ce 1ncr1m1nado, y esto se aplica punto por punto al delino de Aimée. Por último, las ideas de grandeza de la enferma no han compor.. 1


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tado nunca ninguna convicción presente de trasformación de su personalidad. No se ha tratado aquí. más que de. ~nso~aciones ambiciosas, proyectadas sobre el porvenir; estas amb1c1ones, por lo demás, eran en gran parte de intención altruista y moralizante. Estos dos rasgos reducen al mínimo el alcance narcisista de las ideas de grandeza. Además, las pulsiones homosexuales, reveladas por el delirio, poseen un cará~ter muy sublimado: tienden, en efecto a confundirse con el ideal del yo de la enferma. Y esto concu'erda muy bien con las reservas que nos ha inspirado ya el diagnóstico de inversión psíquica. Así, pues, la fijación narcisista y la pulsión homosexual han brotado, en este caso, de puntos evolutivos muy cercanos de la libido. Ocupan lugares casi contiguos en el estadio de génesis del super-ego. Este hecho, de acuerdo con la teoría, indica un débil proceso regresivo y explica la benignidad relativa y la curabilidad de la psicosis en nuestro caso. Creemos, en consecuencia, haber contestado en este parágrafo a nuestros supuestos contradictores: al relacionar con los mecanismos de autocastigo el determinismo de la psicosis en nuestro caso, no nos estamos refiriendo sólo a las instancias psíquicas normales de la ''conciencia moral'', del ''imperativo ético'', o incluso, si se quiere, del ''demonio de Sócrates'' : precisamos la significación mórbida de ese término con toda una serie de correlaciones clínicas que están previstas en la teoría. Suponiendo ·ese control de los hechos es como la teoría adquiere su triple valor de clasificación natural, de indicación pronóstica y de sugerencia terapéutica. 14

Un examen muy atento de nuestro caso podría poner sobre el tapete otra forma de perversión instintiva, a saber, la perversí.ón del instinto mater~al con pulsión al filicidio, perversión planteada en calidad de problema por cier· tos síntomas de la psicopatología humana, pero que es lícito afirmar en vista de hechos manifiestos de la psicología animal. . Semejante pulsión explicaría la organización ''centrífuga" del ~elirio que cons· tituye la atipia de nuestro caso; su represión. perm.itiría com.~render. una ~ar.te del comportamiento delirante como una huida leJOS del n1no. C iertas 1ns1s· tencias de imágenes que hemos notado en sus escritos ( \'éase supra, p. 175) Y ciertos terqores oscuros mani festados por los familiares (véanse pp. 15 5-6) v~n· drían a apoyar esta hipótesis. Podría entonces elaborarse una nueva expl1cac16n de la curación de nuestra paciente, explicación que, por lo demás, no puede ad· mit irse sino en dependencia de la primera: la satisfacción autopunitiva, pr~­ sente en la base de la curación, estaría determinada en parte por la "reah· zación" de la pérdida definitiva del hijo. 14

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FRUTOS DEL ESTUDIO DEL CASO

III. EL PROTO'I1PO ''CASO AIMÉE'', O LA PARANOIA. DE AUTOCASTIGO.

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FRUTOS DE SU ESTUDIO: INDICACIONES DE PRACTICA MEDICA. Y ME· TODOS DE INDAGACIÓN TEÓRICA.

Si se nos pide que resumamos ahora el balance del presente estudio, nos sentiremos tentados a responder remitiendo al estudio mismo. De ninguna manera tenemos, en efecto, la ambición de aumentar con una entidad nueva la nosología ya tan voluminosa de la psiquiatría. En ella, como a todos les consta, los marcos se distinguen demasiado a menudo por la arbitrariedad de su delimitación, por sus encabalgamientos recíprocos, fuentes de incesantes confusiones, sin hablar de aquellos que son puros mitos. La historia de la psiquiatría demuestra bastante lo vano y lo efímero de esos marcos. La corriente mayor de las investigaciones médicas debe hacernos recordar que las síntesis sólidas están fundadas en observaciones rigurosas y de la mayor amplitud posible, es decir, mirándolo bien, en un número bastante pequeño de observaciones. Esas condiciones se imponen tanto más a la psiquiatría, cuanto que ésta :__y, por desgracia, no es ninguna perogrullada el recordarlo , siendo como es la medicina de lo psíquico, tiene por objeto las reacciones totales del ser humano, o sea en el primer plano las reacciones de la personalidad. Ahora bien, no puede haber información suficiente acerca de este plano, según creemos haberlo demostrado, sino a través de un estudio lo más exhaustivo posible de la vida del sujeto. Sin embargo, la distancia que separa la observación psiquiátrica de la observación médica corriente no es tal que explique los veintitrés siglos que median entre Hip6crates, padre de la medicina, y Esquirol, a quien de buena gana concederíamos el diploma de padrastro de la psiquiatría. En efecto, el sano método de la observación psiquiátrica 1 5 era ya conocido de Hipócrates y de su escuela. Y la ceguera de siglos que siguió no nos parece imputable más que al dominio cambiante, pero continuo, de los prejuicios filosóficos. Después de dominar durante quince siglos con Galeno,16 estos prejuicios fueron mantenidos de manera notable pPr la Enciclopedia, se reforzaron aún más gracias a la reacción comtista que excluye la psicología de la ciencia, y siguen siendo no menos florecientes entre la mayoría de los psiquiatras contemporá16

Léase el libro del doctor A. P. Aravantinos, Escu'útpio y los A.sclepíades, llUblicado (en griego moderno ) en Leipzig, Impr. W. Drugulin, en 1907. Su Bbcumentación es extraordinaria. ,18 Aludimos aquí particularmente a la doctrina del plurivitalismo, que culiñ'ína, en cuanto a la psicología, en una actitud práctica equivalente a la del p aterialismo mecanicista que debía seguir.


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neos, ya sean psicólogos, ya de aquellos que se dicen organicistas. El número uno de estos prejuicios consiste en decir que la reacción psicológica no ofrece en sí misma ningún interés para el estudio, por ser un fenómeno complejo. Ahora bien, esto sólo es verdadero en relación con los mecanismos físico-químicos y vitales que esa reacción pone en juego, pero es falso en el plano que le es propio. Hay, en ·efecto, un plano que hemos tratado de definir, y en el cual la reacción psicol6gi.ca tiene el valor de toda reacción vital: es simple por su dirección y por su sig~ificación. La conspiración de tantas y tan diversas doctrinas para desconocer esa verdad es un hecho cuyo alcance psicológico merecería a su vez algunas consideraciones, si éste fuera su lugar.

En todo caso, el hecho es que ahora, gracias a circunstancias históricas favorables, la observación del psiquismo humano -no de sus facultades abstractas, sino de sus reacciones concretas- nos está permitida de nuevo. Pensamos que toda observación fecunda debe imponerse la tarea de monografías psicopatológicas tan completas como sea posible. Para realizar en esta qiateria un ideal, nos faltaban demasiados conocimientos, talentos y medios. Lo único que estamos afirmando es nuestro esfuerzo y nuestra buena voluntad. En esta n1edida misma declaramos que nos repugna la idea de añadir, según la costumbre, a los marcos existentes una nueva entidad mórbida cuya autonomía, por cierto, no podríamos afirmar. En vez de eso, lo que propondríamos sería clasificar los casos análogos al nuestro bajo el título de un prototipo, que podrá ser ''el caso Aimée'' o algún otro, pero que sea una descripción concreta, y no una síntesis descriptiva que, por necesidades de generalidad, haya sido despojada de los rasgos· específicos de esos casos -a saber, de los lazos etiológicos y significativos mediante los cuales la psicosis depende estrechamente de las vivencias del sujeto, de su carácter individual, en una palabra, de su personalidad. Y no vaya a creerse que nuestra proposición es utópica: una práctica como ésa se está aplicando actualmente en ciertas clínicas alemanas;11 el diagnóstico de acepción común está duplicado en ellas con una clasificación de orden científico mediante una simple referencia al no1nEl hecho ha sido sefialado por Jaspers en la p. 508 de su Psychopathologie génerale, trad. francesa ya citada. En las páginas subsiguientes insiste en ~a imposibilidad de fundar tipos válidos de otra manera que no sea el estudio de vidas individuales en su totalidad. 11

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bre propio de una observación prínceps, cuyo valor es controlable en los recuerdos o los expedientes del servicio mismo. Además, nuestro trabajo, })OI su económía 1nis1na, está revelando nuestras intenciones, las cuales pueden expresarse ante todo de la siguiente manera: partiendo del último punto a que han llegado nuestros predecesores, pretendemos indicar un método para la solución de los problemas que plantean las psicosis paranoicas. No creemos, con eso, haber perdido de vista los objetivos propios de la observación médica, o sea sus funciones clínicas y pron6sticas, preventivas y curativas. Nuestro trabajo nos per1nite, en efecto, conceder a ciertos rasgos semiológicos que presentan estas psicosis un valor de indicación pronóstica y terapéutica. Así, pues, el cuadro clínico que a pesar de nuestras reservas vamos a dar de ellas, va a limitarse a este alcance puramente práctico. Una vez hecho esto, podremos concluir algo en cuanto a las indicaciones metódicas que nuestro trabajo aporta a los problemas generales de la psicosis paranoica. Tales son las dos cuestiones con que se terminará esta parte de nuestro estudio.

Si hace falta una designación para el tipo clínico que vamos a describir, escogeremos el de paranoia de autocastigo. Lo justificare1nos por la evidencia clínica de los mecanismos de autocastigo en los casos descritos. Cuestión aparte es la de si esos mecanismos les son específicos. Aquí nuestro pensamiento nos obliga a dar una respuesta negativa. En otras palabras: como el tipo que estamos aislando se define por su estructura y su pronóstico, las técnicas de examen y de tratamiento que se descubran en el futuro podrán aumentar su extensión de manera considerable. Por eso decimos que no pretendemos de ninguna manera dar los límites de una verdadera entidad mórbida.

A.

Diagnóstico, pronóstico, profilaxia y tratamiento de la paranoia de autocastigo '

P-ara la presente descripción nos basamos en el caso que acabamos de analizar, · en otros cuatro casos análogos de nuestra experiencia petso.,al, dos de los cuales presentaron reacción criminal, y en div~rsos c.as~s de la literatura que muestran, según nosotros, una con~en(;ia evidente con el nuestro: señalemos entre ellos el famoso


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caso del past0r Wagner, cuya abundante bibliografía hemos dado ya (véase p. 58), así como varios casos de Kretschmer, de Bleuler, de Westerterp y de Janet, repartidos en los trabajos que hemos citado. El diagnóstico se funda en la estructura anterior de la personalidad del sujeto, y en ciertas particularidades etiológicas y sintomáticas de la psicosis en relación con el cuadro común de la paranoia. La personalidad anterior del sujeto está marcada ante todo por un inacabamiento de las conductas vitales.18 Este rasgo está emparientado con la descripción que hace Janet de las conductas psicasténicas; se distingue de ellas en el sentido de que los fracasos no se refieren propiamente a la eficacia del rendimiento social y profesional (que a menudo se mantiene satisfactorio), sino a la realización de las relaciones de la personalidad que atañen a la esfera sexual, o sea de los lazos amorosos, matrimoniales, familiares. Anomalías de la situación familiar en la infancia de los sujetos (orfandad, ilegitimidad, educación exclusiva· por parte de uno de los progenitores, con o sin aislamiento social correlativo, apego exclusivo a uno de los progenitores, odios familiares), hipertensión sentimental con manifestaciones correlativas de apragmatismo sexual en la adolescencia, fracasos matrimoniales, huida frente al matrimonio y, cuando éste se ha realizado, faltas de entendimiento y fracasos conyugales, desconocimiento de las funciones parentales: tal es el pasivo del balance social de estas personalidades. Pero a él se opone un activo no menos notable. Estos mismos sujetos, que demuestran unas impotencias de apariencia diversa, pero de resultado constante, en las relaciones afectivas con el prójimo más inmediato, revelan en cambio, en las relaciones más le;anas con la comunida·d social, unas virtudes de incontestable eficacia. Desinteresados, altruistas, menos encariñados con los seres humanos que con la humanidad, fácilmente utopistas, estas características no sólo expresan en ellos tendencias afectivas, sino también actividades eficaces: celosos servidores del Estado, profesores o enfermeras que verdaderamente viven su papel, empleados u obreros excelentes, trabajadores tenaces, aceptan con más gusto aún todas las actividades entusiastas, todos los ''dones de uno mismo'' que son utilizados por las diversas empresas religiosas, y de manera general por todas las comunidades, sean de índole moral, política o social, que se fundan sobre un vínculo supra-individual. Su vida afectiva e intelectual es un reflejo de esas conductas. Añadamos a ellas ciertos rasgos : descargas afectivas espaciadas, pero sumamente intensas, que se manifiestan a veces con un viraje en is La mejor introducción al estudio de la personalidad de estos sujetos po· drá encontrarse en los trabajos ya citados de Janet y de Kretschmer.

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redondo de todas las posiciones ideológicas (conversión), y más frecuentemente con la inversión brusc·a de una actitud sentimental: paso brusco, con respecto a una persona, del amor al odio, y viceversa.19 Por otra parte, las cualidades imaginativas, las representaciones predominante.s y los temas electivos de las reacciones emocionales se relacionan muy estrechamente con las huellas de la formación infantil. En el orden moral, estos sujetos dan pruebas de honradez en los contratos, de fidelidad en la amistad, de tenacidad en la hostilidad, el odio o el vituperio. Son unos hipernormales, no unos amorales. No carecen, sin embargo, . de posibilidad de disimulo, principalmente en cuanto a sus reacciones afectivas más profundas. Determinados esbozos de trastornos psíquicos son detectables en los. antecedentes. Consisten en trastornos de la función sexual ( impotencia, frigidez o hiperexcitación psíquica), en perversiones ( homosexualidad, donjuanismo), perversiones de forma frecuentemente sublimada (inversión sublimada, masoquismo moral), en episodios neuróticos obsesionales (obsesiones, fobias, agitaciones forzadas, etc.), en sentimientos neuróticos de despersonalización (que llegan a veces al sentimiento o hasta la alucinación de desdoblamiento), en sentimientos de trasformación del mundo exterior (sentimientos de ya visto [dé¡a-vu ], de nunca visto, de nunca conocido, transitivismo ), en accesos de celos, en trastornos episódicos del carácter, en accesos de ansiedad. Debido a sus fracasos y conflictos afectivos, estos sujetos se ven a veces arrastrados a un tipo de vida migrador, aventurero, en el cual dan pruebas de grandes cualidades de aguante y de tenacidad. Ni acceso esquizofrénico legítimo ni fase maniaco-depresiva son sefialables en los antecedentes. Los rasgos de la constitución paranoica siguen siendo míticos. En la etiología inmediata de la psicosis, se encuentra frecuentemente un proceso orgánico borroso (intoxicación, trastorno endócrino, ~uerperalidad, menopausia), casi copstantemente una trasformación de la situación vital (pérdida de una posición, de un sostén eco1e Ningún estudio médico de la vida afectiva de estos sujetos puede compe· tir en valor con las admirables observaciones contenidas en la obra de Dostoyevski. Véanse en particular sus novelas Humillados y ofendidos, ~l eterno marido, Critnen y castigo, El doble y Demonios.


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nómico, jubilación, cambio de medio, pero sobre todo matrimonio, particularmente matrimonio tardío, divorcio, y electivamente pérdida de uno de los progenitores ),20 y muy frecuentemente un acontecimiento con valor de trauma afectivo. Las más de las veces se descubre una relación manifiesta entre el acontecimiento crítico o traumático y un conflicto vital que persiste desde años atrás. Este conflicto, cuya resonancia ética es fuerte, va ligado muy a menudo a las relaciones parentales o fraternales del sujeto. La acumulación de estos factores es, muchas veces, lo que parece determinar la eclosión de la psicosis.

El inicio de la psicosis es brutal. Los primeros síntomas que aparecen representan, tanto en intensidad como en discordancia, el punto máximo de la evolución de los fenómenos. Plantean entonces regularmente el diagnóstico diferencial con la disociación esquizofrénica. Van seguidos en general de una remisi6n aparente, que es un período de inquietud y de meditación delirante. El período de estado aparece con la sistematización del delirio. En este momento la psicosis corresponde en todos sus puntos a la descripción kraepeliniana clásica de la paranoia. No le- falta tan1poco ninguno de los rasgos diferenciales que Sérieux y Capgras, en su descripción magistral, destacan para distinguir el delirio de interpretación del delirio de reivindicación. Los ''fenó11.l,en,os elementales'' de la psicosis, según lo 11an demo3· trado esos autores, están representados esencialmente por interpretaciones. Ya se ha visto que nosotros nos separamos de ellos. al negar a estas interpretaciones todo valor ''razonante'' y al negarles toda preformación en una pretendida falsedad congénita del juicio. Hemos demostrado, asimismo, que las interpretaciones forman parte de todo un cortejo de trastornos de la percepción y de la representación, en los cuales no hay nada que sea más ''razonante" que ese síntoma, a saber: ilusiones de la percepción, ilusiones de la memoria, sentimientos de trasformación del mundo exterior, fenóme1ios borrosos de despersonalización, seudo-alucinaciones, e incluso alucinaciones episódicas. La presencia, en un caso dado, de fenómenos alucinatorios llamados sutiles, no parece tener ningún valor diagnóstico ni pronóstico especial, como ampliamente lo demuestran ciertas observaciones de Kretschmer (véase supra, p. 87, nota 124). Todos estos fenómenos elementales son comunes al co11junto de las psicosis paranoicas, y el único rasgo que los hace ocasionalmente 20

La clínica demuestra la extraordinaria frecuencia de esta última corre· lación. Véanse las observaciones de Kretschmer, op. cit. (caso Renner, etc.).

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específicos en la forma que estamos describiendo consiste en su ''contenido''. Frecuentemente, en efecto, expresan la misma nota de autoacusación que aparece en la convicción delirante sistematizada, y significan de mane~a ~ás o menos directa los r~proches ~ticos que el sujeto se hace a s1 mismo, as1 como . el conflicto exterior que el estudio del delirio revela como determinante. Sería de todo punto equivocado considerar a priori como puramente secundarias a esos fenómenos las primeras identificaciones sis· temáticas del delirio. Por más que estas identificaciones, explicativas o mnésicas, sean posteriores a los fenómenos llamados primarios y al período ~e i~quietud de que v~n acompañados, suel~n tener la relación mas directa con el conflicto y con los comple1os realmente generadores del delirio. 21 Una vez sistematizado, el delirio merece un estudio atento. En los casos que estamos describiendo, significa, en efecto, y de manera muy legible, tanto el conflicto afectivo inconsciente que lo. engendra como la actitud de autocas~igo que en. él adopta el su1eto. Este sentido se expresa en afabulaciones muy diversas. No se puede dar ningún esquema general de ellas, sino. que su. alcance deberá ser estimado en cada caso concreto. Para 1uzgar bien, bastará con sacudirse ciertos hábitos de desconocimiento sistemático que, dígase lo que se diga, no tienen ningún valor propedéutico. Limitémonos a indicar ciertas particularidades constantes de estos delirios. Las ideas delirantes de persecución suelen tener aquí el alcance de un temor centrífugo y el sentido de autoacusación que se reconoce en los delirios de la melancolía. Pero conservan el significado de amenazas siempre proyectadas en el futuro, aunque más o me1

Esto se desprende de manera particularment~ convin~ente de las obsei:va· ciones de Kretschmer (sobre todo la observación relativa al loc~rI?otorista Bruhn, op. cit., pp. 83-86), por lo cual resultan ba~tante vanas las c~1ticas. que acerca de este particular le hace Lange en su art. c~t., p . 121. 1:-~ evidencia de esta relación aparece igualmente en ciertas observaciones del delirio de p~rse~u­ ción citadas por W esterterp (art. cit., pp. 267-271: el caso Hammer), si bien Westerterp se funda en el carácter secundario de la identificación para presen· tar estos casos como "procesos". . . Se puede hacer una observación análoga en cuanto a cier.tas ideas d.e celos y ciertos hechos de transit ivismo que bcurren en forma de ideas mórb1das de :semejanza, tal como se ve en una observación· de Minkowski ya citada antes. A.M.P.. junio de 1929, pp. 24-48. En esta observaci~n , sin duda para t~ner~ nos más interesados en la extrañeza de ciertas imputaciones de homosexualidad hechas por una mujer a su marido, y de ciertos fenómenos colindantes con el falso reconocimiento, experimentados por ella, se nos deja ignorar, hasta 1a penúltima línea, que el personaje incriminado, e identificado de manera delirante, es el antiguo amante de Ja mujer. 21


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CAUSAS DE LA PSICOSIS 248 nos marcadas de inminencia, y el sentido ante todo demostrativo, que son los rasgos característicos de los delirios de persecución parano1cos. El perseguidor principal es siempre del mismo sexo que el sujeto, y es idéntico -o en todo caso representa con claridad- a la persona del mismo sexo con la cual está más profundamente trabado el sujeto por su historia afectiva.22 Las ideas de celos son manifiestamente gratuitas y absurdas, y frecuentemente se puede detectar un interés de valor homosexual por el cómplice incriminado. Las ideas de grandeza no se expresan en la conciencia del sujeto con ninguna trasformación actual de su personalidad. Ensoñaciones ambiciosas, proyectos de reforma, inventos destinados a cambiar la suerte del género humano, tienen siempre un alcance futuro, como también un sentido netamente altruista. Presentan así unos caracteres simétricos de las ideas de persecución. En ellas es fácil de reconocer el mismo contenido simbólico: se relaciona, tanto en las unas como en las otras, con el ideal del yo del sujeto. Estas ideas pueden no estar desprovistas de toda acción social efectiva, y las ideas llamadas de grandeza pueden recibir así un inicio de realización. Ya hemos señalado en otro lugar el carácter convincente que las ideologías de los paranoicos deben a su raíz catatímica. 23 En cuanto a· las ideas erotomaniacas, tienen siempre el carácter de platonismo descrito por los clásicos, y permanecen, junto con las ideas de grandeza, en el marco del idealismo apasionado de Dide. Señalemos la reactividad del delirio a las influencias endógenas, sobre todo a los ritmos sexuales, pero también a la intoxícación, al surmenage, al estado general -influe11cias exteriores psicológicas, cambios de medio principalmente-, y sobre todo a las modificaciones del conflicto generador, casi siempre familiar. Se pueden observar, a propósito de estas diversas acciones intercurrentes, oscilaciones ma.rcadas de la creencia delirante. En las oscilaciones favorables, la idea delirante suele quedar reducida al estado de la simple obsesión que se observa en el impulsivo-obseso.

Ninguna nota clínica propiamente melancólica es detectable en el curso del delirio; a pesar de la tendencia autoacusadora particular que hemos señalado en las ideas delirantes, no se encuentra ninguna señal de inhibición psíquica. No obstante, ciertos estados de exaltación pasajera parecen responder a variaciones holotímicas y cíclicas del humor. La convicción delirante está poderosamente sostenida por esas variaciones positivas esténicas. El disimulo de estos sujetos no se debe propiamente a los fracasos de sus tentativas de expansión, sino más bien a una especie de incertidumbre residual de sus creencias. Ese disimulo y ese control parciales hacen dificilísimo un internamiento con que se pudiera prevenir la reacción peligrosa.

Este rasgo, tanto más impresionante c9anto que los autores suelen pasar por alto su importancia, aparece en gran número de observaciones. Cf. Janet, Obsessions et psychasthénie, cit., observ. 232, p. 513. 23 Citémonos a nosotros mismos, allí donde hablamos (Lacan, art. cit.) "del teórico autodidacto o culto que puede encontrar en los límites secretos de su ·ho· rizonte mental los elementos de un cierto éxito: una apariencia de rigor, el atractivo de ciertas concepciones rudimentarias en el fondo, la posibilidad de afirmar obstinadamente y sin variar. Si la fortuna lo pone en la coyuntura adecuada de los acontecimientos, puede llegar a set un reformador de la so· ciedad, de la sensibilidad, un 'gran intelectual' ".

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El peligro que suponen para los demás las virtualidades reaccionales de estos sujetos es inversamente proporcional a la paradoja de su delirio. En otras palabras, cuanto más cerca de la normal estén las concepciones del sujeto, tanto más peligroso es éste. Sérieux y Capgras 11an subrayado ya el nivel mucho má~ elevado del peligro que significan los delirantes llamados reivindicadores ( = querulantes de Kraepelin), a causa no sólo de la violencia y la eficacia de su reacción agresiva, sino también de su inminencia inmediata. Los paranoicos que estamos describiendo se sitúan entre estos últimos y los interpretativos, para los cuales señalan Sérieux y Capgras reacciones más tardías y menos eficaces. Esto quiere decir que las reacciones suelen ser muy tardías entre nuestros sujetos (diez años en Aimée, contados desde el principio del delirio hasta su reacción más prominente). Pueden tener en un principio el carácter de demostraciones, no siempre inofensivas, mediante las cuales el enfermo procura atraer sobre su caso la atención de las autoridades. Estas suelen ser alertadas por cierto número de que;as, de una gran violencia de fondo cuando no de forma, que deben per111itir una intervención preventiva. Es raro que estos su1~tos pasen de golpe y porrazo a la agresión contra sus enemigos. La agresión es casi siempre de intención homicida, suele ser sumamente brutal, pero no tiene la eficacia de la agresión de los pasionales. Va precedida siempre de . una larga premeditación, pero se ~leva a cabo, en la mayoría de las ocasiones, en un estado semicrepuscular. Además de esta reacción que constituye la peligrosidad mayor de &les enfermos, no es raro encontrar en su pasado ultrajes o atentad?s contra las costumbres, como por ejemplo manifestaciones epi6d1cas de perversiones sexuales (homosexualidad, ''picadores'', ''pe-


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llizcadores'') ,24 ciertos robos gratuitos, sin más motivo que el gusto del riesgo, o denuncias calu1nniosas anónimas. Hemos observado tentativa de suicidio en dos casos, y creemos que es con el tipo aquí descrito con el que se relacionan muy especialmente los raros hechos de suicidio observados en los delirios de persecución verdaderos.2 s La evolución y el pronóstico de la psicosis comportan no la curación, sino la curabilidad. Las curaciones espontáneas son, en efecto, incontestables; sobrevienen principalmente a raíz de una resolución cuando menos parcial del conflicto generador, y dependen también eventualmente de todas las condiciones externas capaces de atenuar este conflicto, cambios de medio principalmente. Las observaciones de Kretschmer son bie? demostrat~vas en cuanto este punto, de la misma manera que varias observaciones de Bleuler demuestran que el mantenimiento de la psicosis depende de la permanencia del conflicto generador. Pero hay una condición interna que es la base primera de estas curaciones, a saber: la satisfacción de la pulsión autopunitiva. Esta satisfacción parece llevarse a cabo de acuerdo con una medida propia de cada caso, tan difícil de determinar como la intensidad de la pulsión agresiva, y que parece ser proporcional a ella. Las ocasiones más diversas pueden provocar dicha satisfa cción: un trauma moral, un shock, y también, según parece, una enfermedad orgánica. 26 Hemos mostrado en qué medida la reacción agresiva misma p<r día satisfacer indirectamente el deseo de autocastigo, y dejar luego abierto el camino para la curación, como sucede en el caso de los pasionales. Esta curación espontánea, repentina y total está sujeta, sin embargo, a las mismas reservas de reincidencia, excepcional por lo demás, de que hay que usar para con los pasionales mismos.2 7

No abordareinos en su fondo la cuestiór1 de la responsabilidad pe. nal de estos sujetos. La actt1alidad m édico-legal nos h ace ver cómo, en el caso de los paranoicos, es ésta una cuestión muy sujeta a controversias. Desde luego, los h echos nos hacen sentir que no podrá resolverse con las discriminaciones llamadas ''de buen sentí· do'', con10 por ejemplo ''¿Delira o no delira el sujeto?'', discrimina· Véase el ya citado caso H ammer, observado por Westerterp. 25 Véase sobre este particular A. Meilhon, tesis de Burdeos, 1886, y Jules C hristian, "Du suicide dans le délire de persécution", A.M.P., sept. de 1887. Véase también ciertas observaciones características de la tesis de Lalanne ya citada. 2 s Cf. el informe ya citado de 1-Iesnard y Laforgue. 27 Cf. el informe de Lévy-Valensi sobre los crímenes pasionales, ya citado. 24

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ciones que es fácil proponer simplemente porque se parte de descripcion~s a.bstrac;as, forjadas al gusto de cada cual. Sería oportuno tener criterios mas seguros, los cuales no pueden fundarse sino en u~ ª?álisis ~eórico de la noc~ón de r~spo~sabilidad. Sin tomar aquí n1ngun partido sobre el particular, solo diremos que, en algunos de los casos que estamos describiendo y en el estado actual de las leyes, la repr.esión penitenciaria, aplicada con el beneficio de la atenuación máxi~a, posee, en opinión nuestra, un valor terapéutico igual a la prof1laxia asegurada por el asilo, al mismo tiempo que garantiza mejor los derecl1os del individuo, por una parte, y }JOr Qtra las responsabilidades de la sociedad.28 Indiquemos además que estos sujetos, incluso curados de su delirio, se aj?stan mejor ~ la vida del asilo que los paranoicos. Salvo intervenció11 del exterior, rara vez se trasforman allí en reivindicadores. Su tolerancia se funda en gran parte en una concepción ''sublimada'' que adquieren de su destino.

Todo indica la posibilidad de una acción psicoterapéutica eficaz en nuestros casos. Nos vemos, sin embargo, reducidos en estas indicaciones a datos muy generales. Algunas indicac~ori es profilácticas se imponen por principio de cuentas. Las medidas qt1e se tomen en cuanto a nuestros sujetos deberán estar a medio camino entre un aislamiento social excesivo que fav?;ecería o ~eforzaría sus tendencias narcisistas, y tentativas d~ adaptacion d~masiado completas, para las cuales no están ellos preparados afectivamente, y que les servirán nlás bien como fuentes

de represiones tratimáticas. El ~isl~mi~?to total en la naturaleza es una solución válida, pero cuya indicacion es puramente ideal. La permanencia prolongada en el medio familiar no haría más que provocar un verdadero estancamiento afectivo, segunda anomal~a, cuyo efe~to vendrí.a ~ agregarse al trastorno psíquico, el cual l1a &do determinado. casi siempre en ese medio mismo. Finalmente, llUando e;te medio fa~tar~ (muerte de los .progenitores), la. psicosis edcontrar1a su terreno optimo. Es, pu,es, estrictamente contraindicada. rf Por las razon~s . generales. que h emos in~icado (insuficiencias bá¡¡~as de la afectividad; ocasiones de represiones y de conflictos), el ~8 • Observemos que en semejant.e punto de vista tenen1os de nuestra parte las

QPUl~ones, fundadas sobre bases d1st1ntas, pero convergentes, de Vervaeck y del

p.lop10. ~apgr:is. Léase Ja motivación muy detallada que Vervaeck ha dado de L~:1 ;~66 ~~ su comentario al informe de Lévy-Valensi, Ann. M éd. Lég.,

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matrimonio no es aconsejable para estos sujetos. (Tal es, por cierto, la opinión tan cuerda que Aimée había oído de su familia, y que ella decidió contrariar.) La fórmula de actividad más deseable para estos sujetos es su encuadramiento en una comunidad laboriosa con la cual los vincule un deber abstracto. Estos enfermos no merecen el desprecio con que los abruman ciertos autores; pueden, por el contrario, ser elementos de alto valor para una sociedad que sepa utilizarlos. Como profesores de escuela, como enfermeras, como ayudantes de laboratorio o de biblioteca, como empleados o capataces, revelarán cualidades morales muy seguras, así como dotes intelectuales nada mediocres por regla general. Pero la sociedad moderna deja al individuo en un aislamiento moral muy cruel, y que es particularmente sensible en esas funciones cuya situación intermedia y ambigua puede ser por sí misma la fuente de conflictos interiores permanentes. Nos remitimos a los varios autores que han subrayado la importancia del contingente aportado a la paranoia por aquellos a quienes se llama, con un nombre injustamente peyorativo, los ''primarios'': maestros y maestras de escuela, niñeras, .mujeres dedicadas a empleos intelectuales subalternos, autodidactas de toda especie, etc. Hemos dado razón, a este propósito, de las finas observaciones de Kretschmer (véase supra, p. 84). 29 Por eso nos parece que este tipo Sería preciso sin embargo no olvidar que, si existen tensiones propias de este medio, hay otras diferentes por su naturaleza, pero no menores por su intensidad, que se manifiestan en las situaciones intelectuales superiores. Lea. mos, por ejemplo, estos párrafos en que Paul Valéry nos pinta la situación de esos rivales en gloria, verdadero cuadro de las "afinidades paranoicas" de la minoría selecta: ''París encierra, y combina, y consuma o consume, a la mayor parte de los brillantes desafortunados a quienes sus destinos han llamado a las profesiones delirantes . . . Doy ese nombre a todos aquellos oficios cuyo principal instrumento es la opinión que uno tiene de sí mismo, y cuya materia prima es la opinión que los demás tienen de uno. Las personas que los ejercen, conde· nadas a una eterna candidatura, estan afligidas siempre, necesariamente, de cierto delirio de grandeza, atravesado y atormentado sin descanso por cierto delirio de persecución. En este pueblo de únicos reina la ley de hacer lo que nadie ha hecho nunca, y lo que nadie hará nunca. Tal es, cuando menos, la ley de los mejores,. es decir, de aquellos que tienen el ánimo de querer de· claradamente algo absurdo. No viven más que para obtener y hacer duradera la ilusión de estar solos, pues la superioridad no es sino una soledad situada en los límites actuales de una especie. Cada uno de ellos funda su existencia sobre la inexistencia de los demás, pero a los cuales hay que arrancarles su consentimiento de que no existen. . . Observad bien que no estoy haciendo otra cosa que deducir lo que se halla envuelto en lo que se ve. Si lo dudáis, haceos la siguiente pregunta: ¿a qué tiende una labor que absolutamente no puede ser realizada más que por un individuo determinado, y que depende de la particularidad de los hombres? Pensad en la significación verdadera de una 20

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de sujeto debe encontrar su mayor beneficio en una integración, acorde con sus capacidades personales, a una comunidad de índole religiosa. Allí encontrará además una satisfacción, sometida a reglas, de sus tendencias autopunitivas. A falta de esta solución ideal, será recomendable cualquier otra comunidad que tienda a satisfacer más o menos completamente las mismas condiciones: ejército, comunidades políticas y sociales militantes, asociaciones de beneficencia y de emu~ación moral, o soc.iedades de pensamiento.ªº Se sabe, por lo demas, que las tendencias homosexuales reprimidas encuentran en esas expansiones sociales una satisfacción tanto más perfecta cuanto que está a la vez más sublimada y más garantizada contra toda revelación consciente. En estas indicaciones profilácticas, lo que damos son las soluciones comunes. Es evidente que no están excluidas las soluciones raras, disciplinas intelectuales superiores, relaciones parentales sublimadas de discípulo a maestro, etc. ¿Qué indicaciones terapéuticas se pueden proponer para antes y después de la psicosis? Desde luego, es el psicoanálisis el que nos parece que viene en primer lugar. Observemos, sin embargo, la prudencia extrema con que proceden los psicoanalistas mismos, particularmente en el estadio de psicosis confirmada. De acuerdo con la confesión de los maestros, la técnica psicoanalítica conveniente para estos casos no está madura aún. Es éste el problema más actaal del psicoanálisis, y es de esperar que encuentre pronto su solución, pues un estancamiento de los resultados técnicos en su alcance actual no tardaría en acarrear consigo el decaimiento de la doctrina. Algunos casos, sin embargo, sí han sido analizado~. Se han obtenido jerarquía ft1ndada en la rareza. A veces me divierto con una imagen física de nuestros corazones, que están hechos íntimamente de una enorme injusticia y de una pequeñita justicia combinadas. Imagino que hay en cada uno de nosQtros un átomo importante entre nuestros átomos, y constituido por dos granos de energía que están queriendo separarse. Son energías contradictorias pero indivisibles. La naturaleza las ha juntado para siempre, a pesar de que son furiosamente enemigas. Una de ellas es el eterno movimiento de un grueso electrón positivo, y este movimiento inagotable engendra una serie de sonidos graves en los cuales el oído interior distingue sin ningún trabajo una profunda :&ase monótona: No hay más que yo. No hay más que yo. No hay más que ~, yo, yo.. . En cuanto al pequeño electrón radicalmente negativo, grita en l extremo de lo agudo, y atraviesa y vuelve a atravesar de la manera más cruel el tema egoísta del otro: Sí, pero hay fulano. . . Sí, pero hay fulano . .. ulano, fulano, fulano. ¡Y mengano! . . . Pues el nombre cambia con bastante :t...• ,, ;11~uenc1a ... ao Kretschmer ha insistido en el valor de tales indicaciones en la consolida'6n de las curaciones. Véase su obra citada, capítulo "Zusammenfassung''.


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resultados netamente fav0r,1bles, y algunos de los análisis se han publicado con detalles.31 Sti.orayemos con elogio la extremada reserva que expresan los autores mismos acerca de esos resultados felices. No dejan de atribuirlos a coyunturas particula_rmente propicias, y siempre hacen persistir grandes reservas en cuanto al porvenir.8 2 En efecto, el problema espinosísimo que la técnica actual le plantea al psicoanalista es el sigttiente: es de absoluta necesidad corregir las tendencias narcisistas del sujeto mediante una trasferencia tan prolongada como sea posible. Por otra parte, la trasferencia sobre el analista, al despertar la pulsión 11omosexual, tiende a producir en estos sujetos una represión en la cual la doctrina misma nos hace ver el mecanisn10 más importante de la eclosión de la psicosis. Este hecho puede poner al psicoanalista en una postura delicada. Lo menos que puede ocurrir es el abandono rápido del tratamiento por parte del paciente. Pero, en nuestros casos, la reacción agresiva se endereza con mucl1a frecuencia contra el psicoanalista mismo, y puede persistir durante largo tien1po, incluso después de la reducción de síntomas importantes, y con gran asombro del enfermo mismo. Por esas razones, muchos psicoanalistas proponen, como condición prin1era, la cura de esos casos en clínicas cerradas. 33 Observemos, sin embargo, como una antinomia más del problema del psicoanálisis de las psicosis, que la acción de este tratamiento i1nplica 11asta aquí la buena voluntad de los enfermos como condición primera. Y aquí aparece una tercera antinomia, consistente en el hecho de que el progreso curativo de un psicoanálisis está esencialmente ligado al despertar de resistencias en el sujeto. Ahora bien, el delirio mismo expresa a veces de manera tan adivinatoria la realidad inconsciente, que el enfermo puede integrarle de golpe, como otras tantas ar1nas nuevas, las revelaciones que el psicoanalista aporta sobre esta realidad.34 Cuando menos es eso lo que ocurre en tanto que las fijaciones narcisistas y las relaciones objetales del sujeto no hayan encontrado un equilibrio mejor. Por eso, en opinión nuestra, el problema terapéutico de las psicosis hace más necesario un psicoanálisis del yo que un psicoanálisis del inconsciente, lo cual quiere decir que deberá ensi Cf., por ejemplo, Bjerre, " Zur Radikalbehandlung der chronischen Para· noia'', ¡ahr. Psychoanal. u. Psych. Forsch., III, 1912, y Ruth Mack-Brunswick, "·Die Analyse eines Eifersuchtswahn", Int. Z schr. Psycho-Anal., XIV, 1928. a2 Tal es la actitud de Ruth Mack-Brunswick, en el artículo citado hace un . ' instante. as Acerca de este punto de técnica, véase Simmel, ''·D ie psychoanalytische Be· handlung in der Klinik", Int. Z schr. Psycho-Anal., XIV, 1928. s 4 Véase en el citado artículo de Freud, traducido por nosotros, el pasaje en que evoca los apoyos, legítimos por cierto, que un delirante celoso encontraba en cada una de las interpretaciones del psicoanalista.

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fRUTOS DEL ESTUDIO DEL CASO

ontrar sus soluciones técnicas en un mejor estudio de las resistencias ~el sujeto y en una experiencia nueva de su modo de operar. Y es · útil aclarar que no estamos culpando del retardo de tales soluciones 1n , · N · · a una técnica que esta apenas en su~ com1e~zo~ . .. uestra impotencia rofunda para indicar alguna otra ps1coterap1a d1r1g1da no nos da para • d erech o. p ello n1ngun I

B.

Métodos e hipótesis de investigación sugeridos por nuestro estudio

Nuestro propósito en este trabajo ha sido ofrecer un ensayo de estudio clínico lo más completo posible y que, sin desconocer nada de los planteamientos actuales del problema, se mantenga enteramente libre de tod.o sistema preconcebido. Creemos que semejante tentativa 11abrá servido, ante todo, para damos algunas sugerencias muy generales. Estas sugerencias se aplican inn1ediatamente a una serie de observaciones que nosotros hemos recogido tanto en la clínica de la Facultad como en los diversos servicios hospitalarios por donde hemos pa8ado 0 que nos 11an sido abiertos muy generosamente. T enemos así delante de nosotros una veintena de casos de paranoia verdadera, cuya observación no ha podido ser llevada siempre a un grado idéntico de rigor, pero que han sido tomados 0 retomados todos ell?s por º?~­ otros y siempre según el mismo metodo. Dentro del mismo esp1r1tu además, hemos observado (y en parte publicado) 35 una veintena más de casos cuyos síntomas se sitúan en el límite de la paranoia y de los estados paranoides; entre estos últimos, unos diez, más o menos, representan la estructura delirante especial que hay que reconocer en las parafrenias kraepelinianas, independientemente de lo 9ue se piensa en los tiempos actt1ales acerca de su autonomía evolutiva. Los diversos puntos de semiología y de estructura psicológica que pone de relieve .nuestra monografía nos parecen capaces de aportar algunas luces para la comprensión de esta gama de casos, que se cuentan entre los más enigmáticos de toda la psiquiatría. 1

,

"Roman policier. Du délire type hallucinatoire chronique au délire d'imagination", por Lévy-Valensi, Meignant y. Lacan (Sociedad de Psiquiatría, 30 de abn1 de 1928 ), Rev. Neur., t. 1, pp. 738-739; ''Folies simultanées'', por H . Clau· e\~, P. Migault y J. Lacan, A.M .P., t. I, pp. 483-490; "T roubles du langage 't chez une paranoiaque présentant des éléments délirants du tyPe paran~ide liizographie) '', por Lévy-Valensi, P. Migault y J. Lacan (Sociedad M éd1co'col6gica, 12 nov. 1931), A.M.P., t. II, pp. 407-408; y ''ltcrits 'inspirés', schi~graphie", por J. Lévy-Valensi, P. Migault y J. Lacan, A.M .P., 1931, t. II, 85

~i.: 508·522.


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Sólo querríamos indicar aquí las direcciones que vemos como más prometedoras para la hipótesis y para la investigación metódica. Nuestro estudio nos ha impuesto, por principio de cuentas, la importancia de la historia afectiva del enfermo. Y hemos comprobado que las vivencias eran tanto más determinantes de esta historia cuanto más relacionadas estaban con la infancia del sujeto. En el caso de nuestra paciente, hemos señalado el papel prominente que han desempeñado en la génesis del delirio las relaciones con su hermana mayor. Este papel se debe, en parte, a los aspectos personales de esas relaciones: sería incomprensible si no conociéramos la distribución de los caracteres de las dos hermanas, las situaciones morales recíprocas que les ha hecho vivir su pasado, las anomalías psíquicas manifiestas de la hermana mayor, y finalmente la preparación psicológica que le han dado a Aimée sus relaciones precedentes de amistad. Pero en las reacciones de Aimée aparecen con evidencia ciertas resistencias especiales (véase supra, pp. 211-212) con respecto a esa persona precisa; en efecto, no sólo abandona la lucha directa, sino que renuncia a toda reivindicación moral de sus derechos. No tiene otra reacción que la de sentirse inferior y más culpable. Más aún : en la psicosis misma a la que este conflicto la precipita, Aimée no se atreve, al parecer, a hacer uso de los recursos de la interpretación delirante para proveer de objetos mórbidos su reivindicación reprimida. Todo el delirio de Aimée, por el contrario, según lo hemos hecho ver, puede entenderse como una trasposición cada vez más centrífuga de un odio cuyo objeto directo se rehúsa ella a reconocer. Ha sanado del delirio, pero sigue negando formalmente cualquier culpabilidad que pudiera atribuirse a esa hermana, a pesar de la actitud plenamente inhumana que ahora está mostrando hacia ella. ·una paradoja tan constante de la actitud de Aimée no puede explicarse más que como una resistencia psicológica muy profunda. La enferma no ha vacilado en acusar a su amiga más querida de ser su perseguidora, y en seguida la principal informante de sus enemigas. Si se detiene delante de la hermana es porque es su hermana, la mayor, la que en un momento fue sustituta de su madre. Por otra parte, ya hemos visto cómo la infancia de la enferma estuvo marcada por un cariño demasiado exclusivo a su madre. Esta madre, como sabernos, correspondió a ese enorme afecto; ni los años ni las ''faltas'' de nuestra enferma han disminuido el gran cariño que le tiene. (Por cierto que, después de varios años de estarla amenazando el delirio, ahora éste se ha declarado plenamente, a raíz de los sucesos recientes en que se metió la hija.) Vale la pena que nos fijemos algo más en esos hechos, y que

t1UTOS

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nos planteemos el problema de la relación de la psicosis con la situaei6n familiar infantil de los enfermos. , . Para la mayor1a de los autores, hasta nuestros dias, es evidente que esa r~lació~ les resulta de las ~ás alej~das, y no le dedican. mayor atención. Sin embargo, el caracter sucinto de sus observaciones sobre este punto de la historia de los enfermos, prescindiendo de lo mucho que en ellas echemos de menos, hace precisamente más significativa la casi constancia de las anomalías situación familiar que revelan. En nuestros días, el doctor A. Meyer, de Baltimore, ha fundado sobre la constancia bien comprobada de tales anomalías toda su doctrina intervencionista de profilaxia y de tratamiento de las psicosis paranoicas y alucinatorias. A pesar de la incertidumbre relativa de los resultados por él obtenidos, no podemos sino admirar el espíritu de iniciativa científica y la valerosa perseverancia de semejantes empresas, pero sobre todo su inspiración verdaderamente médica de ayuda al enfermo, actitud tan diferente de ciertas condenas sumarias cuya justificación no puede estar en el precario valor científico de la doctrina moderna que las lanza.86 En cuanto a nosotros, no hemos encontrado un solo caso (ni entre los de paranoia ni entre los de parafrenia) en que falten las mencionadas ano11ialías familiares. En todos están siempre a la vista: educación del 11ijo por uno solo de los progenitores, las más de las veces por el progenitor del rnismo sexo, ya sea que se trate de orfandad, o ya de divorcio; situación frecuentemente reforzada por un aislamiento social secundario (educación de la hija por la madre, seguida de celibato prolong-ado, con perpetuación de la vida en común); pleitos conyugales ruidosos, etc. Nos parece incluso que al conflicto agudo y manifiesto entre los padres es a lo que obedecen los raros casos de delirio paranoico precoz que nos ha sido dado observar, y que son los de un muchacho de catorce años y uno de dieciséis: delirio netamente agresivo y reiVindicador en el menor de los dos, delirio de interpretación típico en el mayor. A la falta de uno de los padres parecen responder, en cambio, delirios más tardíos y también más disociados. Pero hay un punto que nos parece .. capital y que ningún autor 1

·ae

•• Léanse los trabajos de A. Meyer (profesor en la Universidad de Johns Hopkins y director de la clínica H enry Pl1ipps en Baltimore), particularmente "What do histories of cases of insanity teach us conceming preventive ·mental hygiene during the years of school life", Psychological Clinic, 1908, 11, p. 98; "The treatJfient of paranoic and paranoid states", apud White and Jelliffe, The modern tMitment of nervous and mental diseases, 1913, pp. 614-661; y "The philosophy of occupation therapy'', Arch. of Occupational Therapy, 111, pp. 4-6.


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ha puesto de relieve, y es la frecuencia de una anomalía psíquica, similar a la del sujeto, en el progenitor del mismo sexo, que ha sido a menudo el único educador. La anomalía psíquica puede (como en el caso Aimée) no revelarse sino en época bastan te tardía en el progenitor. No por ello deja de ser significativo el hecho. La frecuencia de este fenómeno nos ha llamado la atención desde hace mucho. Lo que podía hacemos titubear un tanto son los datos estadísticos publicados por Hoffmann y por Von Economo de un lado, y por Lange de otro, los cuales llegan a conclusiones opuestas a nuestra observación y hablan de la herencia ''esquizoide'' de los paranoicos.37 Pero el problema se nos presenta mucho más claro si eliminamos de su consideración los datos, más o menos teóricos, que se fundan en la investigación de las constituciones, y nos quedamos únicamente con los hechos clínicos y con los síntomas manifiestos. No puede entonces dejar de impresionarnos la frecuencia de los delirios a dúo, que reúnen a madre e hija o a padre e hijo. Si estudiamos atentamente estos casos, nos daremos cuenta de que la doctrina clásica del contagio mental no los explica jamás. Es imposible distinguir entre el presunto sujeto inductor, cuya eficacia sugestiva radicaría en sus ca¡)acidades superiores (?) o en alguna estenia afectiva mayor, y el presunto sujeto inducido, que sería el que tiene que sufrir la sugestión a causa de su debilidad mental. Se habla entonces de locuras simultáneas o de delirios convergentes. Pero queda sin explicar el hecl10 de que tal coincidencia sea tan frecuente. Nosotros hemos agrupado, en una publicación de la Sociedad Médico-Psicológica, dos de esas parejas familiares delirantes 38 ( madre e hija). En ambos hemos podido señalar la importancia del aislamiento social en pareja, y la ley del reforzamiento de la anomalía psicótica en el descendiente. Es notable el hecho de que, en todos los casos de ''delirios a dúo" registrados por Legrand du Saulle· en su libro magistral, los codelirantes estén unidos entre sí por un vínculo familiar o por una vida en común bastante prolongada. 39 37 En este terreno, que obedece a la posición actual de las cuestiones de heren· cía psicopatológica en Alen1ania, se oponen, en efecto, los autores a quienes ci· tamos. Hoffmann es partidario de la herencia esquizoide: véanse sus libros Ver· erbung und Seelenleben, Berlín, Springer, 1922, y Die Nachkommenschaft bei endogenen Psychosen, Berlín, Springer, 192 1. Lange, en cambio, se declara en contra: cf. su art. cit., pp. 133-134. as Cf. Claude, Migault y Lacan, "Folies simultanées", art. cit. 39 Este libro monumental hace que parezcan muy delgados lQS estudios publi· cados posteriormente acerca de la paranoia. Sobre el punto que estamos señalan· do, véanse las observaciones XXXIX, XL, XLI, XLII, XLIII, XLIV, etc.

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Por otra parte, Lange, hostil a toda conclusión prematura en cuanto a la herencia de las psicosis paranoicas, ha demostrado la enorme frecuencia con que se encuentra, en los ascendientes directos de estos sujetos, un delirio cuya similaridad llega hasta el extremo de reproducir el contenido mismo del delirio.4 º En efecto, cuando estudiamos de cerca estos casos nos damos cuenta de que la noción de una trasmisión hereditaria: tan discutible en psicología, no tiene ninguna necesidad de ser aducida. La anamnesis demuestra, invariablemente, que la influencia del medio se ha ejercido de manera ampliamente suficiente para explicar la trasmisión del trastorno.41 Pero si ha llegado a ser posible admitir lo anterior, es sólo porque nos hemos enseñado a conocer el papel primordial que desempeña en la psicogénesis ese medio eminentemente dotado de un valor vital electivo que es el medio parental. Son hechos que están esperando el día en que se les pueda clasificar y j?zgar ~obre datos estadísticos. Pero éstos, por su parte, sólo serán válidos s1 cuentan con un estudio rigurosísimo de los casos concretos, que permita irlos agrupando con precisión en cierto número de situaciones reaccionales típicas. De acuerdo con nuestras observaciones, las más determinantes son las situaciones familiares de la infancia, pero nuestro caso nos !lluestra que las demás situaciones vitales de la vida desempeñan igualmente un papel que, aunque suela depender de su relación con las p~m~ras, no P?r ello deja de ser notorio en la organización de la ps1cos1s. A medida que otros estudios como el nuestro vayan proporcionándonos más hechos nuevos, se irá viendo mejor de qué ma· nera las ínter-reacciones ''inconscientes'' entre los individuos van mucho más lejos de lo que las experiencias mismas de la sugestión ilirigida habían permitido imaginar. Semejante concepción genética de estas ínter-reacciones es, por lo :: Véanse los hechos no~ables registrados por Lange, art. cit., p. 134. ¿Cómo negarla, por e1emplo, en el caso de herencia psicótica, seguido a lo largo de cuatro generaciones, del cual da noticia Legrand du Saulle (Délire de ~cution, pp. 264-268)? Leemos, entre~ otros 11echos, que el fundador de este na¡e, un paranoico hipocondriaco, aterrorizaba a sus hijos con amenazas de muer~ qu.e em~l~ba como secreta~a a su hija, la más ~n~eligente de la prole y su ~ fenda, d1ctandole sus memorias; que, finalmente, irritado por sus propias difiltades de estilo (síntoma paranoico), ''despedía brt1talmente a su hija o la re~fa e~ la habitación para. obligarla a ~olgarse de una puerta hasta que caía en cope · Después dt:: seme¡ante educación no es de extrañar que esa hija, entre os su.s hermanos, haya presentado hacia los cincuenta años ''un delirio de ~rsecuc1ón de los más intensos, con tendencias invencibles al suicidio".

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demás, la única que permitirá concebir los hechos incontestables de contagio mental que se observan en aquellos casos en que la ''disociación'' psíquica está lo bastante avanzada para oponerse a toda comunicabilidad social del psiquismo por las vías normales.42 Sobre la base de investigaciones históricas así concebidas es como podrá establecerse la parte que en las psicosis hay que conceder al elemento auténticamente constitucional. No vamos nosotros a negar ese elemento,43 cuando el promotor mismo de las nociones que nos han permitido concebir en su verdadera medida la reactividad psicológica, Freud, se ocupa de él incesantemente en sus obras. Sin embargo, pensamos que para conocer el valor exacto del elemento constitucional en las psicosis, es de buen método científico proceder por vía de reducción. En ~fecto, cuanto más ~e ava!1ce en la tarea de empujar las metamorfosis y las máscaras ps1cológ1cas secundarias hasta su último reducto, tanto mejor aparecerá en su simplicidad el elemento congénito último. Un método como ése tendrá, además, derecho a nuestras preferencias en cuanto médicos. En un terreno ·en que se trata ante todo de curar síntomas, nos brinda, en efecto, una esperanza terapéutica tanto mayor cuanto más extenso demuestre ser en el psiquismo el campo del reflejo condicional!" El segundo orden de hechos a cuya indagación nos. invita nuestro estudio es el de las f or11ias conceptuales o de las funciones mentales de representación, en su sentido más general, que son propias de nuestros enfermos. Para abordar este estudio, creemos que nunca nos guardaremos lo Este aislamiento social del psiquismo de los enajenados hace que su concen· tración en los asilos no culmine nunca ni siquiera en un esbozo de grupo. A este propósito léase el estudio de G. Dumas sobre los contagios entre enajenados (·f. de Psychol., 1911 ) , donde se verá una relación directa con nuestra definición funcional y social de la personalidad. 43 Un testimonio de esto puede encontrarse en nuestra sugerencia de que el fracaso vital de la enferma tiene su raíz última en las perversiones del instinto sexual (homosexualidad) y dei instinto maternal (véase la anterior nota 14). 44 Fácil es ver el parentesco directo de nuestro punto de vista con el de A. Meyer acerca de la génesis de la demencia. P.recoz. Sabido es ~l valor qu.e el profesor de Baltimore concede, en el determ1n1smo de esta afección, a las s1tua· ciones psicológicas concretas (setting), como se sabe, por otra parte, que él se opone directamente al ''pesimismo fatalista" engendrad? por ciertas noci?nes de constitución ( make-up). Creemos que sus puntos de VIsta sobre la afe~c1ón que puede considerarse como la psicosis por excelencia son el mejor apoyo que pue· den reivindicar nuestras propias opiniones acerca de unos estados que pueden ~n­ cebirse como formas atenuadas y detenidas de ésta. Véase A. Meyer, ''The bfe chart and the obligation of specifying positive data in psychopathological diagno· sis'', Contrib. to Med. and Bio·z. Research, 1919, p. 1128. 42

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suficiente de la tentación de imaginar la estructura de las funciones de representaci6n (tomadas en el sentido más vasto, en el cual queda incluida la actividad imaginativa pura) sobre el modelo de la arqu,itectura, modelo que nos revela la neurología en las vías motrices o en los centros del lenguaje.45 Semejantes analogías aventuradas son las que llevan a gran númeio de autores a concebir la psicosis como un fenómeno de déficit de los centros llamados de control o de síntesis, y de liberación correlativa de los centros inferiores: es lo que expresan al hablar de un fenómeno de automatismo término tanto más seductor aquí cuanto que cada cual puede co~fundir en él, a su gusto, los sentidos completamente diferentes que presentan sus empleos precisos, en neurología por una parte, y en psiquiat;ía por otra. . . . . . . Hay aqu1 una verdadera pet1c1ón de pnnc1p10, no confir111ada en modo alguno por la observación concreta. ¿Por qué, según lo hemos indicado antes, la estructura de las representaciones mórbidas no habría de ser en las psicosis simplemente otra, distinta de lo que es en la situación normal? En su libro, verdadero dechado de prudencia intelectual, Blondel ha puesto muy de relieve este hecho: la consciencia mórbida se muestra dotada de una estructura radicalmente diferente de la de la consciencia normal, y esto mismo, según él, es lo que debe ponernos en guardia contra toda tentativa de comprensión aventurada. Pero eso no nos da derecho para declarar tajantemente que la consciencia mórbida no. es más que una fo1111a empobrecida de la consciencia no1111al. Nuestro autor, por el contrario, ve en la consciencia mórbida una representación del mundo más indiferenciada, es decir, más directamente unitiva con el ribno de lo real, más inmediatamente surgida asimismo de las relaciones Y.itales del yo, sólo que, por eso mismo, asocial e incomunicable.46 Una concepción como la de Blondel, en la cual se combinan el '' Nosotros mismos, sin embargo, en un estudio que hemos publicado (véase supra, art. cit.) sobre los escritos ''inspirados'' de una paranoica paranoide, hemos intentado analizar los mecanismos conceptuales de la psicosis sobre la base de las thtegraciones funcionales del lenguaje, tales como parece posible admitirlas actúllhnente según los datos concordantes de la neurología y de la lingüística (véase Delacroix, Le 1.tmgage et la pensée). Hemos recurrido, para esta tentativa, a las ~ñas médicas del lenguaje que nos hañ parecido las menos contagiadas de los ros prejuicios del paralelismo psicofisiol6gico ( prejuiéios que en Francia han minado el estudio de la afasia en sus comienzos): las teorías emanadas direcmente de la ensefianza de Hughlings Jackson y renovadas por el genio de Head. No obstante, consideramos que el estudio de los trastornos del lenguaje (par;f¡(Qalannente del lenguaje escrito) en nuestro caso, pedía ser realizado de acuerdo ~ otros esquemas funcionales: la inadecuación de los que hemos tratado de usar .tílfá a la vista en todas las líneas. " Véase Blondel, obra y artículo ya citados.


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FRUTOS DEL ESTUDIO DEL CASO

rigor y la prudencia, representa un orden de doctrinas psiquiátricas no menos importante que el primero, o sea el de las que se inspiran no ya en la neurología, sino en la sociología. Los investigadores italianos modernos, según lo hemos indicado antes (cap. 1 de la parte 1), esperan encontrar la clave de las estructuras mentales de la paranoia en una comparación con las fonnas (definidas por los sociólogos) del pensamiento primitivo, llamado por otro nombre pensamiento prelógico. Son llevados a emprender ese camino por el espíritu que sobrevive de las teorías lombrosianas, y encuentran para ello el mejor apoyo en los trabajos de la escuela sociológica francesa contemporánea.47 Nosotros creemos que las investigaciones futuras, así sobre la paranoia como sobre la parafrenia, están destinadas a internarse más y más en ese camino. ¡Ojalá que estas reflexiones sirvan como de cebo! Cualquiera que sea el futuro que tengan, subrayemos el hecho de que la inspiración misma de tales investigaciones le quita todo fundamento a una subestimación del valor humano de la psicosis, y particularmente de lo que produce bajo su imperio la in1aginación creadora del enfermo. No de otra manera el canon griego de la belleza deja intacta la significación de un ídolo polinesio. ¿Quiere esto decir que hay un beneficio positivo en la psicosis? Si hemos de ser consecuentes, no podemos negar a priori tal posibilidad. El beneficio podrá realizarse a expensas de la adaptación social e incluso biológica del sujeto, pero eso no disminuye en nada el alcance humano de algunas representaciones de origen mórbido. Ciertos rasgos exquisitos de la sensibilidad de nuestra enferma -su comprensión de los sentimientos de la infancia, su entusiasmo por los espectáculos de la naturaleza, su platonismo en el amor, así como su idealismo social, que no conviene tener por vacío a causa de haber quedado sin empleo- se nos muestran, evidentemente, como virtualidades de creación positiva; y no se puede decir que la psicosis haya dejado intactas esas virtualidades, puesto que, por el contrario, es la psicosis la que las ha producido directamente. ¿Diremos que la psicosis ha privado a la enferma de los medios de expresión, socialmente eficaces, de esos sentimientos? Pero ¿cómo demostrarlo? Ese gusto de la escritura gracias al cual Aimée, a semejanza de tantos otros, vuelve la espalda· al estrecho círculo humano en que fracasa para dirigirse a una colectividad más vasta que la compensará de su fracaso, ese regodeo casi sensible que le producen las palabras de su lengua, ese carácter de urgente necesidad personal que adquiere en ella la elaboración de la obra literaria, ¿acaso todo eso es menos debido a la psicosis que los rasgos precedentes? Des· ~1

Trabajos ya citados de Lévy-Brühl.

26 3

de luego que no, puesto que Aimée no consiguió llevar a término lo mejor y lo más importante que ha escrito sino en el momento más agudo de su psicosis, y bajo la influencia directa de las ideas delirantes. Por lo demás, la caída de la psicosis parece haber determinado la actual esterilidad de su pluma. ¿No se puede decir, por el contrario, que lo único que le ha hecho falta a nuestra enferma, para llevar a cabo una obra válida, es una instrucción suficiente de los medios de información y de los medios de crítica, en una palabra la ayuda social? Es algo que nos parece evidente al leer muchos pasajes de sus escritos. Cualquiera que nos lea evocará aquí, sin duda, el caso de un paranoico de genio, Jean-Jacques Rousseau. Considerémoslo, pues, durante un instante en función de nuestra enferma. Guardando todas las proporciones, no podemos menos de sentirnos impresionados por los rasgos de la personalidad de Rousseau que se encuentra11 en nuestra paciente: las fallas de su conducta familiar, el contraste de estas fallas con su pasión de idealismo ético y de reforma social (objetos, los dos, de requisitorias cuya inanidad ha sido puesta de manifiesto por nuestros conocimientos actuales de psicología ), su preocupación por la infancia, su sentimiento de la naturaleza, su gusto de autoconfesión. Es difícil negar que estos rasgos están relacionados con el mismo determinismo del cual depende no sólo la psicosis de interpretación típica de que estaba afectado Rousseau (según está atestiguado por su conducta y por su correspondencia ), sino también su perversión masoquista, limitada por lo demás a una actitud imaginativa. La comparación con nuestra enferma nos resulta tanto más tentadora cuanto que Rousseau mismo hace remontar la génesis de sus perversiones a un período y a un episodio de su infancia que se relacionan de manera directa con la integración personal de las constricciones punitivas. En el caso de Rousseau, se plantea naturalmente la cuestión de cuál es la parte que debe su genio al desarrollo anómalo de la personalidad que revelan esos rasgos. No podemos detenernos aquí en esa cuestión, que ya ha sido objeto de monografías y de trabajos de conjunto considerables.48 Limitémonos a subrayar estos dos puntos: primero, que de todas las acciones que recaen en el dominio social, la acción del genio es la que hace mayor uso del valor representativo de la personalidad; ' y segundo, que en la irradiación de la personalidad de Rousseau tuvieron un papel manifiesto los rasgos mismos que marcan su anomalía. Sefialemos, entre otros, el magnífico estudio del doctor Laforgue publicado en la Rev. Fran~. Psychanal., 1 nov. 1927, n.úm. 2, pp. 370-402. 48


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CAUSAS DE LA PSIOOSIS

cío, que representan síntesis de la

Por lo demás, sólo un estudio histórico minuciosísimo de la actividad social y de la actividad creadora del escritor podría damos la posibilidad de apreciar qué es lo que deben de positivo a su anomalía mental sus medios de expresión mismos, a saber, no únicamente su sensibilidad estética y su estilo, sino también su poder de trabajo, sus facultades de entrenamiento, su .memoria especial, su excitabilidad, su resistencia a la fatiga, en una palabra los diversos resorte.s de su talento y de su oficio. Pero para determinar la parte que en tales elementos le corresponde a la psicosis, o sea, para nosotros, a la génesis anormal de su personalidad, la ausencia de informaciones sólidas sobre los factores neurobiológicos será aquí irremplazable, y constituirá siempre la fragilidad de tales estudios históricos. A pesar de todo esto, nosotros creemos que esas investigaciones psiquiátricas acerca de los hombres cuya personalidad ha tenido un alto poder de sugestión social49 tienen un valor muy grande para el estudio de los mecanismos de la personalidad. Pensamos, por lo tanto, que no deben ser condenados a causa de los defectos que les son inherentes. Ciertos espíritus no mediocres han que.rido que los dominios de la gloria le estén vedados a la psiquiatría: el mejor de sus argumentos, el que dice que la enfermedad no puede dar ningún valor e$,piritual positivo, descansa íntegramente sobre una concepción doctrinal de la psicosis como déficit, y nosotros justa·mente hemos comenzado por demostrar lo mal fundado de semejante teoría. A9í, pues, los únicos obstáculos serios para tales investigaciones siguen siendo la idolatría natural por el vulgo y el mal uso que de ellas harán los espíritus mediocres, que son quienes más se han visto tentados a emprenderlas. Ninguno de esos obstáculos debe hacemos renunciar a lps beneficios que de ellas cabe esperar para la ciencia, aún naciente, de la personalidad.60 Consideremos ahora, entre las funciones psíquicas de representación, no ya la imaginación creadora que es la que nos ha ocupado hasta aquí de manera más particular, sino esas funciones propiamente conceptuales que son el fundamento de toda objetividad. Para uso de nuestro estudio, vamos a limitar su campo: vamos a tomar desde su acción en la simple percepción hasta las operaciones discursivas de la lógica, de manera que dejaremos excluidas las funciones del ;ui· Y no importa que estas personalidades sean semi-míticas. Véase el hennoso libro de O. Rank sobre Don Juan, recién publicado en versión francesa por la editorial Denoel et Steele. tiO Véase sobre este particular el precioso trabajo de oonjunto debido a Lange· Eichbaum, Genie, Irrsinn und Ruhm, Munich, Ernst Reinhardt Verlag. 49

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ptrf0S DEL ESTUDIO DEL CASO

1

en la que se int~gran directamente otros componentes del psiquismo, como emociones, apetitos, sentimientos reguladores de la acción, etc. La doctrina clásica de la paranoia da por supuesto que estas fun· clones quedan ''conservadas''. Sérieux y Capgras afirman que, en el delirio de interpretación, el percepto es exacto, si bien el juicio está pervertido. Y, según Kraepelin, ''el orden lógico se conserva en los pensamientos, los actos y el querer''. Estas afirmaciones responden, evidentemente, al carácter clínico, según el cual los delirios para·noicos son delirios comprensibles. Tomadas en ese sentido, son acertadas; parecen sobre todo evidentes si nos atenemos a comparar los delirios que estamos describiendo con los delirios parafrénicos, por ejemplo. . Pero, según creemos haber demostrado (véase el cap. 2 de es.ta parte), si se estudian los delirios paranoicos en su estructura propia, ya esos criterios no se nos muestran dotados más que de un valor muy aproximativo. Por principio de cuentas, la percepción ya no parece ser exacta; está profundamente trasformada. Hemos hec~? v~r la .frecuencia (descuidada hasta ahora) con que en estos del1r1os 1nterv1enen trastornos cuyo valor de anomalías perceptivas está fuera de toda duda. Hemos puesto de relieve, asimismo, que las pretendidas interpretaciones pertenecen de hecho al número de esos trastornos percepti:vos. Estos perceptos anormales han sido relacionados por nosotros con dos estructuras mórbidas de la aprehensión de lo real; nos ha parecido que una de estas estructuras depende de los mecanismos oniroides, y que la otra se acerca más a los trastornos perceptivos de la psicastenia. Digamos aquí, para extemar plenamente nuestro pensamiento, que si la génesis de las percepciones e interpretaciones oniroides dep~nde directamente, en opinión nuestra, de los trastornos orgánicos que determinan la aparición de la psicosis, en cambio los fenómenos del segundo tipo dependen, siempre según nosotros, de una forma· conceptual específica de la psicosis paranoica. Sólo un estudio comparativo en que vayan a la par el escrúpulo científico "/ una documentación abundante podría revelarnos en qué medida las percepciones psicóticas están emparentadas con la percepción llamada animista, en la cual el hombre primitivo carga de significación 1Jersonal61 los fenómenos mismos qe la naturaleza. De cualquier modo que sea, nuestro análisis, al poner de manifiesto la inanidad de una génesis ''razonante'' de estos fenómenos, les quita todo valor a los argumentos puramente fenomenológicos 11

cond~ct~

2ste, como se sabe, es el término que los primeros clínicos alemanes que fDllil.aron los mecanismos paranoicos emplearon para designar la interpretaci6n.


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en que ciertas doctrinas se fundan para oponer de manera radical la interpretación por una parte, y por otra parte los fenómenos ''impuestos'', xenopáticos, también llamados ''alucinatorios'', con una extensión. frecuente, pero discutible, del término ''alucinación''. En este sentido, a pesar de nuestra actitud de oposición hacia las doctrinas constitucionalistas, suscribimos plenamente la fórmula con que Dupré5 2 ponía un término a la discusión en torno a los delirios pasionales. Lo que Dupré dice es que es imposible fundar para los delirios ninguna clasificación sobre bases semiológicas, tales como interpretación, alucinación o pasión, que no representan nunca más que ''mecanismos y no causas''. ¿Y qué decir de esa ''conservación del orden lógico en los pensamientos'' que se presenta como característica, en nuestra psicosis entre todas, de la disposición de las ideas delirantes? ¿Podremos tener por válida cuando menos esa idea? Con10 va a verse, nuestrarespuesta es negativa. En efecto, retomemos bajo este ángulo el es. tudio del delirio, tal como lo hemos descrito en su período de estado plenamente organizado (cap. 1 de esta parte, pp. 143-157). ¿Qué sucede allí con los principios lógicos fundamentales de la contradicción, de la localización espacial y temporal, de la causalidad? Lo que durante un instante nos hace creer en su presencia organizadora es un primer rasgo característico del delirio, que es su claridad significativa. Pero ya hemos hecho ver que esta claridad es de una índole que no se parece a la de la lógica, y que sólo se refiere al sentido perfectamente congruente que tienen los temas delirantes, como expresión de tendencias afectivas no reconocidas por la consciencia del sujeto. Este primer carácter del delirio, o sea Ja evidencia de su significación, vale la pena de ser destacado. Muy diferente de la oscuridad simbólica de los sueños, esa claridad ha hecho decir que ''en el delirio, el inconsciente se expresa directamente en el consciente''. Hemos hecho notar las dificultades especiales que de ello resultan para el psicoanálisis de los delirios. Puede decirse que, contrariamente a lo que ocurre con los sueños, que deben ser interpretados, el delirio es en sí mismo una actividad interpretativa del inconsciente. Y ahí tenemos un sentido completamente nuevo que se ofrece al término ''delirio de interpretación'' . Sin embargo, si se interroga al enfermo acerca de los orígenes históricos de sus convicciones delirantes, aparecerá de golpe el segundo rasgo característico del delirio, que es su imprecisión lógica. Nada más difícil de captar que el encadenamiento temporal, espacial y causal de las intuiciones iniciales, de los hechos originales, de la lógica de las deducciones en los delirios paranoicos, ni siquiera en s2 Véase

FRUTOS DEL ESTUDIO DEL CASO

CAUSAS DE LA PSICOSIS

Bull. S. C. M. M .1 febr.1 192 11 pp. 70-71, ya citado.

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el más puro de ellos. Hemos hablado de amnesia electiva; pero esta amnesia no parece referirse en realidad a los hechos, evocados siempre con .una precisión s~tisf~~toria, ,sino a sus circunstancias, a su localización, a su coord1nac1on. As1 nuestra enferma es capaz de asegurarnos que ha visto varias veces la persona y la imagen de la señora Z. a lo largo de su permanencia en París, pero en cambio es incapaz de recordar d~nde y cuán~o tuvieron luga~ esos hechos. De la misma manera, es incapaz de situar la época n1 las causas de la introducción de P. B. en su sistema delirante, pero recuerda con precisión que esta introducción se produjo como un rayo de luz. ''Aquello dio una especie de rebote en mi imaginación." Pero también es que ese término que empleamos, ''amnesia'', no tenía más que un valor provisional, y de hecho es completamente inexacto. De ninguna manera se trata aquí de trastornos de la rememoración, que se refieran a hechos que muy probablemente no han existido nunca. De lo que se trata en realidad es de un trastorno de la creencia. En efecto, para que el enfermo anexe a la imagen evocada por las asociaciones delirantes el coeficiente de creencia que la convierte en. una imagen integrada a su pasado, o sea una imagenrecuerdo, es preciso que no se haya dejado estorbar por ninguna referencia a ese sistema coherente según el cual el hombre normal organiza su historia por medio de los principios de lugar, de tiempo,

de causa y de identidad. De hecho, la imagen no se le presenta al enfermo de otra manera que en el caso ideal forjado por William James, según el cual: ''Todo objeto [imaginativo] que no se topa con contradicción se convierte ipso facto en un objeto de creencia y queda establ,eci~o como ~~a realidad absoluta." 53 Lo que encontramos en la genes1s del del1r10 Véase James, Psychology, vol. 111 p. 288. James apoya su demostración con un texto de Spinoza, pero citándolo, desgraciadamente, con muchas inexactitudes. He aquí el texto (Ética, lib. 11, prop. 49, escolio ) restituido a su pureza: "La suspensión del juicio es, pues, en realidad una percepción y no una libre voluntad. Para hacer comprender esto mejor, pongamos a un niño que se imagina un caballo alado y no tiene en cuenta ninguna otra cosa. Como esta creación imaginativa implica la existencia del caballo y como el niño no tiene nin· guna percepción que pueda anular esa existencia, considerará necesariamente el caballo como presente, y no será capaz de dudar de su existencia, por muy poco seguro que pueda estar de ella . . . Pero niego que el hombre se quede sin afirmar nada en el momento en que imagina, pues ¿no es lo mismo imaginar un rcaballo alado que afirmar que el caballo ~tiene alas? Pues si el niño no tiene ante n más que el caballo alado, debe necesariamente considerarlo como presente, ni tiene razón alguna para dudar de su existencia, a menos que la imagen del caballo alado se encuentre asociada a una idea que excluye ( tollit ) su existencia." La aplicación de esta doctrina a la creencia propia de la rememoración es dada p_or Spinoza en el libro 1v de la Ética; es tanto más interesante para la psiquia58


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es, pues, una deficiencia del principio de contradicción, tomado en su sentido más general. De esa manera, en la organización de las creencias delirantes, como también en las percepciones delirantes, nos encontramos con dos órdenes de trastornos: unos son debidos a estados tóxicos o auto. tóxicos que, como sabemos, pueden modificar directamen.te el sentimiento de la creencia (véase supra, p. 112), y los otros tienen que ver con formas conceptuales propias de la psicosis, formas en las cuales se manifiesta la falla de los marcos lógicos, llamados a priori, del pensamiento normal. Pero esta imprecisión lógica del delirio no demuestra todo su alcance sino en la medida en que dejamos de ver en el delirio algo 1>rivado de valor de realidad. El delirio, según lo hemos demostrado, expresa claramente tendencias psíquicas cuya expresión lógica normal es lo único que está reprimido. Además, conduce a identifi· caciones explicativas y mnésicas que, si bien posteriores a los trastornos iniciales del delirio y racionalmente ilusorias, no por ello dejan de estar en una relación constante con un complejo o con un conflicto, de naturaleza ético-sexual, generador del delirio (véase SU· pra, p. 246 y p. 247, nota 21). Nuestra posición acerca de este punto es tanto menos sospechosa cuanto que nos hemos visto llevados a ella sin tener ninguna idea preconcebida. Las investigaciones atentas que nos han mostrado de una parte la imprecisión lógica del delirio, y por otra parte su alcance siempre significativo de cierta realidad, nos han sido sugeridas, en efecto, por la idea absolutamente contraria de demostrar que la psicosis representaría un ''proceso'' extraño a la personalidad. Técnicas de interrogatorio e hipótesis teóricas nos eran aportadas en ese sentido por gran número de autores, a quienes hemos citado en el cap. ~ de ·nuestra parte r. El estudio de los hechos nos ha llevado, por lo que se refiere cuando menos a una parte de las psicosis paranoicas, a conclusiones completamente opuestas a las de ellos,t> 4 a saber: que las concepciotría cuanto que allí se demuestra el papel de los ''afectos del alma'' en la fija· ción temporal de las "fluctuaciones de la imaginación''. Esta doctrina de la creencia inherente a toda imagen psíquica fue desarrollada por Hume, y la hemos visto adoptada por James, a pesar del valor positivo que, por otra parte, concede él al sentimiento de la creencia. 54 A la luz de una investigación atenta, acaba por desaparecer buena parte del carácter misterioso, inmediato y fragmentario, de ciertas interpretaciones, sin que, por lo demás, éstas adquieran a causa de ello un mayor valor ''razonant~". Avan· cernos en el estudio de un hecho ya sefialado antes: la enferma aseguraba haber reconocido su propia historia en una de las novelas de P. B. Un día, de buenas a primeras, Je lleva el libro a una de sus amigas y le dice: ''Uelo, soy yo la que

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nes delirantes tienen siempre cierto valor de realidad, el cual se comprende en relación con el desarrollo histórico de la personalidad del

1 d l' . . d , h .t . sujeto. . En consecuencia, e e 1r10, caracteriza o, segun emos vis o, por su imprecisión lógica, no está revelando for1nas concep~uales que l~ sean propias. Nos parece que, en nuestro caso, ~s. posible d~t~1m1· narlas en parte. Ya hemos subrayado en el anal1s1s del del1no el cárácter de duplicación, triplicación y multiplicación que en él r~ resentan los perseguidores en su papel de símbolos de un profotipo real. Lo que aquí tenemos es la indicación de un principio de identi.ficación iterativa, que es un modo· ?~ organizació~ '':prelógico'', de un alcance muy gen~ral en los de~1rios de las ~sic?s~s. En psicosis p~ranoicas re~ativamente benignas, est.e p~incipi~ no es perceptible ma~ que e.n ciertos detalles de la º!~an1zación deliran· te, pero en cambi~ go?ierna tot~lmertte l?s d~l1.r1os más graves de ]as grandes paranoias interpretativas esquizofren1cas y de l~s para· frenias. Es en ellos donde se ven florecer a montones las ideas de vuelta a comenzar, de repetición i'!'definida de l~s ~is1!1os aco~te~i· mientos en el tiempo y en el espacio, las desmultiplicaciones ubzcuis. f4s de un mismo personaje, los ciclos de muerte y resurrección que el sujeto atribuye a su persona, las dobles y triples realidades que reconoce en competencia unas con otras. Hemos comprobado ~ste carácter en no pocas observaciones, algunas de las cuales han visto la luz pública.55 ¿No es ése el mismo principio que se refleja hasta en los trastor· nos de la percepción, por la repetición, la multiplicidad, la extensi· aquí está retratada." Terminada la lectura, la amiga muestra un gran a~ombro por esa afirmación de Aimée, que a ella le parece que va contra toda lógica: La enfenna le replica entonces aduciendo analogías cuyo carácter fragmentano y ~perficial parece indicar cierta disociación mental: "Le ~oban unas cartas a la Jíerofna y a mí también .. . ", et~., etc. . . . . Nosotros hemos tenido el escrupulo de leer la novela incnm1nada. Es la historia de una madre que suplanta a su hija ante el yerno. La hija encuentra la muerte en un atentado urdido por el marido infiel; pero, diez, años después, la madre, decepcionada en su amor, descubre el crimen cometido e~ aras de ~lla. ~ se castiga, al mismo tiempo que al amante, entregándose ella misma a la JUStici.a. Nos parece difícil negar la relación directa de los temas fundamentales de esta g,ovela con los complejos y los conflictos mayores que pretendemos haber des~­ ....:, ..'1tiierto en la base del delirio de Aimée. Por lo demás, la enferma había podido ~resar espontáneamente el origen de su creencia delirante, de una manera más ..... ~ffOrtunada que en su respuesta de defensa a su amiga: "Al leer ese libro -nos §;jo un dfa-, yo era a la vez esa madre y esa hi¡a. ,,. . ~~ 11 Es posible encontrar esos trastornos en uno de los casos publicados por nenri Ey y Jacques Lacan, "Parkinsonisme et syndrome démentiel" ( S~~ied~d édico-Psicológica, 12 nov. 1931 ), A.M.P., t. 11, pp. 41 8-428; y Folies • ultanées", por H. Claude, P. Migault y J. Lacan, A.M.P., t. 1, pp. 483-490.


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vidad de los fenómenos de falsos reconocimientos, de simbolismos amenazantes, de significaciones personales? Por otra par~e, es evidente el parentesco de las concepciones que estamos exponiendo con las producciones míticas del folklore: mitos de eterno regreso, sosías y dobles de ·los héroes, mito del Fénix, etc. No menos claro es su parentesco con las formas conceptuales que son características del pensamiento ''prel6gico'', en las cuales se desconoce el principio de identida,d. Señ~le1!1?s asimismo su parentesco (más inesperado aún) con ciertos I?rincipios ~enera1es de la ciencia, a saber, los principios de constancia energética, cuando menos en la medida en que no se ven complementados por los principios correlativos de caída y de degradación de la energía. Esta asimilación no sorprenderá a aquellos a quienes el espléndido libro de Meyerson 56 les haya mostrado la identidad formal de los mecanismos profundos de todo pensamiento huma.~~· Nos hará claro~ po~ otra parte, ~1:1 hecho señalado por Ferenczi, ,ª.saber, la pred.ileccion que manifiestan muchos paranoicos y parafrenicos (y también dementes precoces) por la metafísica y las doctrinas científicas colindantes con ella. Creernos, pues, haber determinado los rasgos más generales de una es~ructura conc~ptu.al pa~ticular que se extiende a las psicosis parano.ica.s y a las psicosis vecinas. En nuestra opinión, el estudio de las ~ar.iaciones de ~stos ~asg?s, según cada tipo de psicosis, tiene que suministrar a las 1nvest1gac1ones futuras un criterio de clasificación mucho más próximo a la causa real de las psicosis que los mecanismos completamente contingentes (interpretaciones, seudo-alucinaci0nes, etc.) en que se ha fundado hasta ahora. Para esas estructuras fundamentales, proponernos el título de ''formas del pensamiento paranoide''. ~s.tas formas, q~e imponen su estructura conceptual al sistema del del1~0, son las mismas que, en último análisis, trasforman la percepcz6n.58 Pueden expresarse de acuerdo con cuatro principios: 1] Claridad significativa de las concepciones del delirio· 2) l mprecisión lógica y espacio-temporal de su desarrolÍo; 1

Véase Meyerson, Cheminement de la pensée, ya citado. 57 Véase Ferenczi, "Observations cliniques de paranoia et de paraphrénie", trad. francesa publ. en Rev. Fran9. Psychanal., 1932, núm. 1, pp. 97-105. 58 Esta impresionante identidad estructural entre los fenómenos elementales del delirio .Y su or~a~ización general impone la referencia analógica al tipo de ~orfogénes1s mater1al1~ada por la planta. Esta imagen es seguramente más vá· l1da que la comparación con el anélido, que nos fue inspirada, en una pu~li· cación anterior, por las aproximaciones aventuradas de una enseñanza comple· tamente verbal. 5&

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3] Valor de realidad de la expresión que dan de un complejo o de un conflicto desconocidos por el sujeto; 4] Organización de estas concepciones por un principio prelógico de identificaci6n iterativa. Por último, hay un tercer orden de investigaciones que no tiene que ser excluido de un estudio verdaderamente científico de estos •enfermos. Es el orden de medida de su peligrosidad social. La última palabra de la ciencia consiste en prever, y si, como nosotros creemos, el determinismo se aplica en psicología, debe permitirnos resolver el problema práctico que cada día se le plantea al experto a propósito de los paranoicos, y que consiste en saber en qué medida un sujeto dado es peligroso, y especialmente en qué medida es ca paz de realizar sus pulsiones homicidas. Es éste un problema cuya consideración tiene gran interés por sí misma. No son raros, en la práctica del peritaje psiquiátrico, los casos en que el crimen constituye por sí solo todo el cuadro se· miológico de la anomalía psíquica presunta. Un sujeto del cual puede decirse que ha vivido una vida ejemplar por el control de sí mismo, la manifiesta suavidad del carácter, el rendimiento laborioso y el ejercicio de todas las virtudes familiares y sociales, se convierte de pronto en asesino: mata dos veces y a dos de sus deudos más cerca11os, con una lucidez deducible de la ejecución minuciosa de los crímenes. Piensa matar todavía y matarse luego a sí mismo, pero de repente se detiene, como saciado. Ve lo absurdo de sus crímenes. Una motivación, sin embargo, lo ha sostenido hasta ese momento: la de su inferioridad, la de su destino condenado al fracaso. Motivación ilusoria, pues en realidad nada en su situación andaba peor de lo que para él era costumbre, ni de lo que es común a cada persona. Sin embargo, durante un momento, epifenórneno de la impulsión-suicidio, le ha parecido que el porvenir se le cerraba. No ha querido abandonar a los suyos a las amenazas de ese futuro negro, y ha comenzado la matanza. El primer crimen ha sido impulsivo, como sucede las más de las veces, pero preparado por una larga obsesión; y en el segundo crimen la ejecución 11a sido calculada, minuciosa, refinada. El examen psiquiátrico y biológico de los expertos, la observación pro· l.Qngada durante varios meses por parte nuestra en una clínica, no b¡n dado, a partir del drama, más que resultados totalmente negativos. Se puede afirmar, por el análisis de la vida pasada del enfermo, lJ presencia de conflictos afectivos antiguos, reprimidos, y de un ~canc.e enorme. En su infancia se revela una de las anomalías de 8Jtµaci6n fa1niliar cuya acción traumatizante es más manifiesta. Ade-


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más, esta situación afectiva infantil aparece directamente calcada en su matrimonio. Pero la doble opresión de los imperativos morales, a través de la voz de su conciencia y ,a través de las virtudes de su esposa, le ha impuesto al sujeto la represión total del odio que esta situación implicaba, e incluso su inversión en un amor de manifestaciones atentas. Su conducta sin defectos, la suavidad casi humillada de todo su comportamiento, en particular conyugal, adquieren, después del drama, un valor sintomático. Pero ¿quién hubiera podido discernir el síntoma antes del crimen? ¿Y quién no ve que, en el caso concreto cuyos rasgos más salientes acabamos de evocar, la impulsión homicida, en la cual se resume el cuadro clínico, resume igualmente en sí misma toda la patogenia? ¿No podemos, por consiguiente, concebir en cada sujeto esta impulsión homicida como directamente evaluable, a condición de que existan medios de investigación psicológica que vayan más allá de la simple observación? Tal es el problema que día a día pone la clínica delante de nuestros ojos. Todos los observadores, en sus descripciones, tienden a precisar cuando menos de manera relativa la intensidad, la inmediatez, el alcance y la permanencia de la impulsión homicida, particularmente en las psicosis. Sérieux y Capgras creen que es posible oponer bajo estos difeJ."entes ángulos la peligrosidad social del delirio de reivindicación y la del delirio de interpretación. Nuestra concepción de los mecanismos del delirio puede hacer comprender estos hechos: el peligro más grande, más inmediato, más dirigido también, que presentan los casos de querulancia, se explica por el hecho de que, en ellos, la impulsión homicida cuenta con el complemento energético de la conciencia moral, del ideal del yo, que aprueba y justifica dicha impulsión. Sin duda la forma sin máscara bajo la cual aparece aquí la obsesión criminal en la consciencia, y la hiperestenía hipo. maniaca concomitante, se deben a esa situación afectiva, que se presenta como lo inverso del complefo de autocastigo. Por el contrario, en las psicosis autopunitivas -que, como lo hemos mostrado, se traducen clínicamente en un delirio de interpretación-, las en·ergías autopunitivas del super-ego se dirigen con· tra las pulsiones agresivas surgidas del inconsciente del sujeto, y re· tardan, atenúan o desvían su ejecución. Se puede decir que el delirio mismo no es más que el epifen6· meno de semejante conducta. Lejos de quejarse, como en efecto lo hace el querulante, de un perjuicio preciso, llevado a cabo, .Y que hay que hacerle pagar a su autor, el interpretativo cree sufnr

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de sus perseguidores unos agravios cuyo carácter ineficaz, siempre futuro, puramente demostrativo, es impresionante para el observador, si es que, por lo demás, escapa a la crítica del sujeto. Lo más frecuente es que necesite pasar un período no sólo dubitativo, sino también longánimo, para que los sujetos reaccionen. Aun así, esta reacción, como se ve claramente en el caso de nuestra enferma, tendrá al principio un carácter a su vez demostrativo, un valor de advertencia, que debe permitir muchas veces la prevención de otras reacciones más graves (lo cual, según hemos visto, seguramente hubiera podido hacerse en el caso de nuestra enferma) . Se ve finalmente que, en la medida misma en que la reacción criminal va a agredir a un objeto que no lleva más que la carga de un odio varias veces. trasferido, la ejecución misma, aunque preparada, es muy a menudo ineficaz por falta de estenia. Por todas esas razones se puede decir, con Sérieux y Capgras, que el peligro representado por los delirios de interpretación es menos grande, menos inmediato y menos dirigido que el representado por los querulantes. Pero cuando nuestros autores se expresan en esos términos, no están apuntando más que una verdad estadística por lo demás evidente. En cada caso mórbido, la peligrosidad debe considerarse prácticamente como igual de temible, a falta de un método seguro para evaluarla en el individuo. Prosigamos nuestro examen de la reacción homicida en la serie de Jo psicosis. Consideremos en primer lugar esos delirios interpretativos en los cuales no son demostrables los mecanismos de autocastigo descritos por nosotros. Se puede observar que en ellos se acentúan ciertos áéracteres que tienden a atenuar el peligro de Ja psicosis: represión derivación del odio, alcance puramente demostrativo de la per"·~titc,ución delirante. Por eso las reacciones acarreadas por esos deliestán mucho menos dirigidas y son en sí mucho más demos~vas que en Ja forma precedente. Hay en ellas, pues, una péra pro¡>orcional de eficaci.a. ero esas reacciones están dotadas, por el contrario, de una bruUlad y de una impulsividad particulares, debidas sin duda a la · de la instancia autopunitiva. Hay, pues, en este punto de la gama natural de los delirios una . descencia del peligro social, una especie de punto de endereento de la curva pulsional homicida. al. es el caso de no pocos sujetos cuyo delirio paranoico no rea ninguna estructura autopunitiva, pero que deja aparecer nítida-


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mente la significación de homosexualidad reprimida en la cual insiste Freud, y cuyo alcance, en efecto, muestra ser muy general en los delirios p2ranoicos.59 Los ejemplos de esto se presentan en gran número a nuestra me. moria. Uno de esos sujetos, de origen extranjero, después de diez años de persecución delirante, soportada sin reacción grave, visita un buen día a un banquero de su nacionalidad, a quien, sin conocerlo, ha implicado en la conspiración de sus enemigos, y le descerraja cinco balazos. Observemos que en estos casos, aunque se produzca el alivio afectivo después del crimen, la convicción deliran. te persiste.60 Así, por una serie de degradaciones progresivas, llegamos a los de. lirios que están en el límite de la paranoia y de los estados paranoides, 61 a las parafrenias, y de ahí a los estados paranoides mismos. La peligrosidad social de estos enfermos se acentúa de acuerdo con la dirección de la curva esbozada por las formas psicóticas precedentes, es decir en un sentido creciente, aunque poco sensible. Este acrecentamiento no se refiere a la dirección ni a la eficacia del crimen, sino sobre todo a su impulsividad, a su brutalidad y a su inmotivaci6n. Aquí, en efecto, entramos de lleno en el terreno cubierto por el magnífico estudio de Guiraud sobre los crímenes inmotivados.62 Para explicar estos crímenes, Guiraud hace ver la necesidad de acudir a la doctrina freudiana y a la distinción generalísima que esta doctrina permite establecer entre los crímenes del Yo (en los cuales entran todos los crímenes llamados de interés) y los crímenes del Ello (en los cuales entran los crímenes puramente pulsionales, como los que se dan típicamente en la demencia precoz). En cuanto a nosotros, creemos que podemos añadir una precisión absolutamente rigurosa a la frontera misma que delimita esas dos clases de crímenes. Entre esas dos clases, en efecto, nuestro estudio permite determinar un tipo de crímenes, los crímenes de Este hecho, que se deduce de gran número de observaciones hechas al margen de toda información del movimiento psicoanalítico, ha sido notable· mente puesto de relieve por un clínico tan inteligente como Guiraud, "Délire systématisé d'inversion sexuelle'', A.M.P., jul. 1922, pp. 128-132. Véase tam· bién un caso de Janet, Obsessions ,et psychasthénie, t. 11, p. 513, y el caso Eugen W. estudiado por Kretschmer, op. cit., p. 166, y tomado de Gaupp. so Con mucha frecuencia estos casos cµlminan igualmente en el suicidio. Véase el caso (típico en cuanto a la pulsión homosexual reprimida) que estudia Legrand du Saulle, op. cit., pp. 461-464. 61 Véase nuestro art. cit. sobre un caso de esquizografía. 62 Véase Guiraud, ''Les meurtres immotivés", Évol. Psych., 2• serie, marzo 1931, y también P. Guiraud y .B. Cailleux, "Le meurtre immotivé, réaction libératrice de la maladie'', A.M.P., nov. 1928. 59

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Jos delirios de querulancia y de los delirios de autocastigo, que son crlmenes del Super-Ego. Como es sabido, esta función psíquica, par su génesis y por su función, se revela como inte1111edia entre el Yo y el Ello. Por lo que respecta a los crímenes inmotivados o crímenes del Ello Guiraud muestra muy bien su carácter de agresión simbóli· ca ('lo que el sujeto quiere matar aquí no es su yo o su super-ego, sino su enfermedad, o, de manera más general, ''el mal'', el xaxóv de Von Monakow y Mourgue); los casos que él cita muestran muy bien, por lo ~en:iás, la distribuci6n de la peligrosida?. s?cial de estos sujetos: sus victimas son en efecto, tal como perm1tina preverlo la teoría, ya sus parientes cercanos, ya sujetos totalmente desconocidos de ellos. Este rápido esbozo 63 del problema de profilaxia social planteado por los delirantes debe bastar para justificar el que se le conciba bajo el ángulo com~le~mente general de u~a impulsi6n ~omicida primordial en el ps1qu1smo humano. Seme1ante concepción, que tiene de su parte la sabiduría de las naciones y la tradición más una confir1na· Clásica1 recibe de los estudios sociológicos modernos , ci6n sobre la cual no podemos extendernos aqui.64 Sin auda no podemos llegar actualmente a ninguna conclusión práctica sobre el tema de la medida individual de peligrosidad homicida de un delirante determinado, medida implicada, sin embar· go en las decisiones profilácticas que se esperan del experto. Nos parece que la introducción de las técnicas del psicoanál.isis en el campo de la psiquiatría permite por vez primera concebir la posibilidad de encontrar para esa medida una unidad de evaluación científica. El psicoanalista, en efecto, se apoya constantemente, en su trata· miento, sobre las resistencias del sujeto, las cuales son para .él, si as{ puede decirse, el ter1nómetro del tratamiento catártico, a la vez que penniten postular sus medicaciones y seguir sus progresos. El limite de esa resistencia es precisamente la reacción agresiva, cuyo peligro per111anente en el psicoanálisis de las psicosis ya hemos seftalado. Es concebible que en la técnica aplicable a las psicosis en clinica cerrada -técnica que per1niten entrever los progresos del psicoanálisis- pueda encontrarse un test de evaluaci6n rigurosa de las f'ulsiones agresivas de un sujeto dado. Semejante evaluación sería evidentemente esencial en la impu· taci6n de la responsabilidad penal, según el ángulo puramente po13

Remitimos al magnífico informe de Uvy-Valensi varias veces citado, a las estudios sobre los magnicidas, y al libro de Régis, Les régicides, 1890. 84 Cf. el h'bro de Freud, Totem y tabú.


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CAUSAS DE LA PSICOSIS

sitivista de la profilaxia en que se sitúan actualmente muchísimos teóricos, y que es social tanto en medicina legal como en derecho. Nosotros, según lo hemos indicado ya, no creemos que este punto de vista pueda bastar en todos los casos. En opinión nuestra, la definición general que hemos dado de la personalidad, así como la discriminación nueva que introducimos en los delirios de acuerdo con la presencia o la ausencia del determinismo autopunitivo, pueden suministrar la base positiva que requiere una teoría más ;u. rídica de la aplicación de la responsabilidad penal. Este punto desborda de nuestro tema preciso, pero sin embargo hemos creído pertinente indicar sus lazos directos con el problema que constituye el objeto de nuestro estudio. Sólo recordaremos que, fundados en el carácter mínimo y reductible de la peligrosidad social de las psicosis de autocastigo, así como en nuestra concepción de su mecanismo, hemos expresado nuestra preferencia por la aplicación mesurada de sanciones penales a estos sujetos. Seríamos completamente afirmativos acerca de este particular si en las cárceles francesas pudieran aplicarse una vigilancia y un tratami.ento psiquiátricos.6 5 Oh$ervemos, para terminar, que si no se ha aplicado el psicoanálisis en el caso de nuestra enferma, esta omisión, no debida a nuestra voluntad, delimita al mismo tiempo el alcance y el valor de nuestro trabajo. Por lQ que se refiere a la presentación de los hechos y a su elaboración teórica, hay que dar ahora por concluida esta monografía de un caso que nos ha parecido particular111ente iluminador para nuestro tema. Vamos ahora a presentar las conclusiones generales que, en opinión nuestra, pueden sacarse en cuanto al problema de las relaciones de las psicosis paranoicas con la personalidad.

En nuestra opinión, ninguna obra aporta puntos de vista más seguros para esa revisión teórica que la de G. Tarde, Philosophie pénale, Lyon, Storck, 1890. La tarea puede ser de próxima realización. Véase el proyecto de ley pre· sentado bajo el padrinazgo de Claude, Ceillier y Blacque-Bellair. Para la opi· nión aquí expresada, según se recordará ( cf. la anterior nota 28), nosotros contamos con la autoridad motivada de Vervaeck. 65

III. PRESENTACióN CRITICA, REDUCIDA A MANERA DE APÉNDICE, DEL MÉTODO DE UNA CIENCIA DE LA PERSONALIDAD Y DE SU ALCANCE EN EL ESTUDIO DE LAS PSICOSIS


'

En esta parte de nuestro trabajo habíamos tenido la intención de ofrecer, con un mínimo de comentari9s, algunos extractos demostrativos del material clínico relativamente considerable (cuarenta observaciones) en que se sostiene nuestra síntesis. Los límites de tiempo y de volumen que se nos imponen nos hacen reservar tal presentación para publicaciones ulteriores. Este aplazamiento, sin embargo, no nos causa ningún escrúpulo. En efecto, si el valor de nuestra tesis consiste en estar alimentada de la meditación de los hechos y en a,Sediarlos sobre un plano todo Jo concreto que lo permite la objetivación clínica, estos hechos mismos, y las deter111inaciones de la psicosis sacados por ellos de la sombra, no nos son revelados sin~ a partir de un punto de vista, y este punto de vista, aunque más libre de hipótesis que el de nuestros predecesores, no por eso deja de ser un punto de vista doctrinal. Por esa razón lo afi1111amos aquí abiertamente: nuestra tesis es ante todo una tesis de doctrina. Es esta doctrina la que dete11nina no sólo el sentido de los hechos que presentamos, sino también su relieve. De los hechos iluminados por ella, no hemos podido hacer otra cosa que dar el tipo. Lejos de nosotros pretender haber dado la suma. Para semejante tarea no puede bastarse un solo investigador; pero esta obra no podría ser proseguida sin la doctrina que le es fundamental. Así, pues, lo que nos importa ante todo es fijar la naturaleza y el alcance de esta doctrina, así como su valor científico y su valor metodológico.1 Asf, pues, no echaremos mano ante nuestros jueces de esas declaraciones que, revestidas con las galas de una prudencia bien calculada para atraer 18 simpatfa, les sirven a algunos de preciosa ayuda para enmascarar la incertidumbre de su . pensamiento, queremos decir de su observación misma. "No pretendemos -se pavonean estos señores- otra cosa que hacer constar un. hecho"; o, si no: "Por lo menos quedará el hecho que nosotros hacemos constar." Por debajo de tan modesta etiqueta, hacen pasar en seguida la mercancfa de algún fárrago teórico, donde su responsabilidad permanecerá limitada. Los hechos no tienen en sí mismos el valor que esta gente hábil les concede. La prueba es que esos famosos "hechos'' se ofrecen a la observación de los hombres desde Adán, pero que se les han mostrado, en cuanto hechos, bajo aspectos muy diferentes desde esa época remota: en nuestros días incluso, el Jalvaje melanesio asegurará también, no nos quepa duda, que "él se atiene a los hechos". El hecho es creado por Ja doctrina, tal como la ciencia es creada por e] postulado. Lo que constituye el valor de nuestra ciencia es la ley de econo[ 279] 1


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No insistiremos más en nuestra crítica de las hipótesis que han servido hasta aquí en el estudio de las psicosis paranoicas. Su carácter unilateral está suficientemente demostrado por la presentación histórica que hemos ofrecido en nuestra parte 1. Su inutilidad, además, ha quedado suficientemente en evidencia por el hecho de que, en nuestras propias investigaciones, hayamos podido prescindir de ellas por completo. Lo único que aquí queremos hacer es subrayar con un último trazo su alcance esterilizante. ¿Que la psicosis está determinad~ por una ' 'consti~uci~~''? e~~ esto queda dicho todo: nuestros delirantes son paranoicos innatos . Para convencernos de ello, nos contentaremos con algunos rasgos particulares que detectaremos en el carácter manifestado por el sujeto en la época anterior a la psicosis. Por lo demás, estamos tan seguros de nuestra concepción, que atrevidamente supondremos la existencia de esos rasgos, incluso cuando no h aya nada que nos la afirme. En efecto, ¿para qué ponerse a interrogar tan detalladamente los hechos, allí donde ya está bien entendida la causa de su naturaleza íntima, o sea el carácter ''innato'' <le su determinismo? La única cuestión interesante es la de sab er en qué momento se impone el internamiento de estos sujetos. Es verdad que semejante problema podrá ponernos en algunos aprietos, pero nos zafaremos siempre de ellos mediante la intuición y el tacto. ¿Que la psicosis, por el contrario, es una enfermedad orgánica? Esta vez tenemos en la mano la causa del mal; a decir verdad, no la tenemos todavía en la mano, pero la vamos a tener, puesto que, sea lo que sea, microbio, virus, tóxico o neoplasia, se trata de un agente que puede tener cabida en el microscopio o en la probeta. Es verdad que la naturaleza de este agente sigue siendo bastante incierta y que, cosa aún más extraña, nadie ha podido todavía captar la menor huella de las lesion~s que podrían ser indicio de su presencia, pero ¿acaso no se impone reconocer su acción en. los trastornos manifestados por el enfermo? ·Es el argumento mismo del reloj y el relojero, pi:incipio de las fes sólidas. Deberemos admitir, por lo demás, que este agente tiene la extraordinaria sutileza de estar ''moliendo'' al sujeto con los .estribillos auto-acusadores de su conciencia, y que llega a veces a la sutileza aún más extraordinaria de no actuar sobre esas teclas sino cuando el sujeto, agarrado de alguna manera bajo la acción de sus semejantes, está en medida de imputarles a ellos dichas formulaciones. Es verdad que una le·sión orgánica de efectos tan sutiles nos deja desconc~rtados y des:armados, y el alienista, en consecuencia; no tendrá otra preocupa· ·mía que se impone a sí misma en los postulados que la fundan . Sobre este plano es como pretendemos defender nuestra tesis.

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ción que la de. certifica~ la enfe~medad en las formas. Y si la pobreza de esta intervención ht?.m1lla su consciencia médica le dará en cambio ciertas compensaciones en el plano especulativo haciendo suyas (¡aquí H elvecio y d'Holbach, Cabanis y Tamb~rini sombras de los grandes materialistas!) las perogrulladas, vaciadas d~ toda virtud heurística, de la organogénesis de lo mental.2 En cuanto a nosotros, lo que creemos es que, si hemos podido dar aquí ~lgún ~arácter concreto al cuadro de un tipo clínico, es en la medida misma en que hemos abandonado esas hipótesis, las cuales, dado caso que dejen sobrevivir el espíritu de investigación, enmascaran los hechos o los deforman, y hacen que queden no reconocidos los más sencillos de comprender. Cuando decirnos comprender, lo que queremos indicar es que tratamos de dar su sentido humano a las conductas que observamos en nuestros enfermos y a los fenómenos mentales que ellos nos presentan. Ciertamente, es éste un método de análisis lo b~stante tentador en sí n1ismo para no presentar graves peligros de ilusiones. Pero sépase bien que, si el método l1ace uso de relaciones significativas, fundadas en el asentamiento de la comunidad humana, su aplicación a la determinación de un hecho dado puede estar regida por criterios puramente objetivos, aptos para protegerla de toda contaminación con las ilusiones, detectadas a su vez, de la proyec.

ción afectiva.

Sería vano negar el derecho de ciudadanía a semejantes investigaeiones (aunque se haga en nombre de los principios heurísticos más sólidos), cuando están pidiendo ser aplicadas a unos terrenos en que toda tentativa propiamente explicativa se ve reducida a invocar las cualidades escolásticas de la constitución o los agentes míijcos del automatismo mental. Más vano aún sería desdeñarlas, o~ando. esas relaciones comprensivas brotan claramente de los he~nos mismos. Por lo demás, ¿quién merece más el reproche de estar cayendo ~ la ''psicolog'ía''? ¿Es el observador deseoso de comprensión, que no aprecia los #Bstomos mentales subjetivos, más o menos vehementemente acul@~os. por el enfermo, sino en función de todo el comportamiento Ol>Jetivo del cual no son más que epifenómenos? ~º. dudamos que a algunos, tras la lectura de estas líneas, se les va a ~bmr imputamos una intención "espiritualjsta". Es que desconocen la libert

.que le aseguran a nt1estra tesis las posiciones modernas del materialismo, Wculannente las del materialismo histórico y del behaviorismo, con las cuaqueda . inutilizable y anticuado todo el aparato del materialismo mecanita del s1~lo XVIII. , E? cuanto a ese particular nos confiamos ampliamente en fariorancia de los ult1n1 os mantenedores de tal doctrina.


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¿No lo es más bien el que se califica a sí mismo de ''organicista''? Lo que vemos, en efecto, es que éste trata las alucinaciones, los trastornos ''sutiles'' de los ''sentimientos intelectuales'', las auto. representaciones aperceptivas y las interpretaciones mismas, como si se tratara de fenómenos independientes de la conducta y de la consciencia del sujeto que los experimenta, y que de. todos estos acontecimientos hace objetos en sí. Y si a tales delitos les supone el cuerpo de alguna lesión (puramente mítica, por cierto), sin duda este doctrinario creerá haber demostrado así la inanidad de la ''psicología'', pero de hecho ~stá erigiend?. ~n ídolos ~os conceptos de la psicología. Las abstracciones de~ analis1s se c~nvierten pa~~. él en realidades concretas. Por lo demas, su desprecio de toda ideología'' lo dejará para siempre en la ignoranci~ de su extrañ~ error, demostrando ser una actitud bastante propia para garantizar su tranquilidad. En cuanto a nosotros, no vamos a tener miedo de confiarnos a ciertas relaciones de comprensión si éstas nos permiten captar un fenó. meno mental como la psicosis paranoica, que se presenta c~mo un todo, positivo y organizado, y no como una s~cesi.ón. de fenomenos mentales elementales, surgidos de trastornos disoc1ativos. Tomaremos en primer lugar todas las garantía.s de una observación objetiva exigiendo, para reconocer esas relacione~ ~e comprensión en un comportamiento dado, señales muy exteriorizadas, muy típicas, muy globales. No vacilaremos en hac.er tan objetivos esos signos, que su esquema pueda llegar a confundirs~ con los. esquemas mismos que se aplican al estudio del comportamiento animal. El deseo, por ejemplo, ~o definir~mos co~o ~ierto cicl~ ~e com· portamiento. Se caracteriza por ciertas oscilaciones organ1cas generales, llamadas afectivas, por una agitación motriz que, según los casos, está más o menos dirigida, y, finalmente, por ciertos fan· tasmas cuya intencionalidad objetiva será, según los casos, más ? menos adecuada; cuando una experiencia vital dada, activa o sufr1· da, ha determinado el equilibrio afect~vo, el d~scanso mot~r .Y. la disipación de los fantasmas representativos, deci~os .por defini~ión que el deseo ha sido satisfecho y que esta expenenc1a era el fin Y el objeto del deseo. Poco nos importa que los fantasmas hayan que· dado conformes o no a la imagen de este objeto o, dicho de otro modo, que el deseo haya sido consciente o inconscie!1te.. El con· cepto mismo de inconsciente responde a esta determinación pura· mente objetiva del fin del deseo. Es una clave comprensiva como ésa la que hemos aplicado al

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casa. de la e?ferma Aimée, y. la que, más que cualquier otra concepción teónca,. no~ ha parecido responder a la realidad del fenómeno de la psicosi~, el cual debe ser entendido como la psicosis tomada en su totalidad, y no en tal o cual de los accidentes que de ella puedan abstraerse. En efecto, la psicosis de nuestra enferma se presenta esencialmente como un ciclo de comportamiento; inexplicables si se los toma uno a uno, todos los episodios de su desarrollo se ordenan naturalmente con referencia a ese ciclo. Fuerza nos ha sido admitir que est~ .ciclo ~ s~s epifenómenos se organizan de hecho según la defin1c1ón ob1etiva que acabamos de dar del deseo y de la satisfacción del dese~. Hemos visto cómo e~t~ satisfacción, en la que se reconoce el .fin ,del deseo, ~stá condicionada por una experiencia ~uy compleJ~, s1, pero esencialm~nte. social en su origen, su ejercicio y su sentido. En esta experiencia, el factor determinante del fin del ciclo ha. sido, según nosotros, aquello que fue sufrido por el .sujeto, es de~ir la sanción del acontecimiento, y la índole específicamente social de ese factor no permite designarlo con otro término que el de castigo. Así, pues, nuestras premisas metódicas nos imponían la necesidad de reconocer en la experiencia del castigo el objeto mismo de la .tend~ncia. manifestada ~n todo el ciclo. Como, por lo demás, la existencia de t~l ten~encia y de tales ciclos significativos está demostra~a en ps1cologia humana por gran número de hechos, hemos concebido ??estro caso como una psicosis de autocastigo. Al p~rmitir revelar en el .comportamiento del sujeto semejantes tendencias concretas, nuestro punto de vista no sólo da razón de los fenómenos de la. psicos~s . de m~nera mucho más completa y ri-: gúrosa que las doctnnas clas1cas, sino que, además, muestra su ver~d por. el he~ho de estar dando una concepción, mucho más satisfactona que esas doctrinas mismas, de aquella parte de realidad en que están sostenidos dichos fenómenos. En efecto, allí donde las doctrinas del automat'ismo mental fundatlas esencialmente en el estudio de los fenómenos llamadds elemen!"les, fracasan notoriamente y sin remedio, a saber en la con~160 de los, más en~gmáticos ?~ esos fenómenos, y particularísiDJamente del sint?ma interpretacion; nuestro punto de vista permitfl por el contrario, dar una concepción coherente del papel que fd1i ello~ r.eprese~t~n, l~s factores orga~ico~, ya sea a través de un Oi.eurec1miento fis~ologic?. de. consciencia (estados oniroides), ya !~º~ª de una inmovilizacion de la energía psíquica, ligada a las =-~c1~s concretas que notamos en el comportamiento (estados

~~1.énicos).


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Por otra parte, allí donde las doctrinas d~ la constitució11; psicopática tropiezan, a saber, cuando se ven obligadas a dar razon de las diversidades caracterológicas manifiestas que revelan los antecedentes de la psicosis paranoica, nuestro punto de vista explica racionalmente este polimorfismo por una variación de intensidad de las tendencias concretas que la determinan. En efecto, la simple noción de un desplazamiento, que puede ser ínfimo, en la econo. mía de la tendencia autopunitiva, permite concebir que determinados casos, cuya contigüidad genética está demostrada por mil afi. nidades semiológicas, se manifiesten unas veces a través de rasgos del carácter llamado paranoico y 1os síntomas de una psicosis de reivindicación, y otras veces a través de un carácter psicasténico y una psicosis de autocastigo. Demostraremos esto claramente mediante un ejemplo. Reconocer en los síntomas mórbidos uno o varios ciclos de com. portamiento que, por anómalos que sean, manifiestan una ~enden­ cia concreta que se puede definir en relaciones de. comprensió1!: t~l es el punto de vista que aportamos para el estudio de las psicosis. Ya antes en nuestra definición de los fenómenos que llamamos fenómenos 1 de la personalidad, hemos presentado 1os marcos mas generales de estas relaciones de comprensión. En efecto, lo que allí hacemos es definir un orde.n de fenómex:os por su esencia humanamente comprensible~ es decir p~r u!l car~c­ ter social, cuya existencia de hecho se explica por la genesis, social a su vez (leyes mentales de la participación). Sin embargo, estos fenómenos tienen por una parte el valor de estructuras fenomenológicamente dadas (momentos típicos del desarrollo histórico y de la dialéctica de ~as intenciones) y dependen, pt>r otra parte, de una especificidad sólo individual (momentos únicbs. de. l.a historía de la intención individuales). Estos tres polos, lo individual, lo estructural y lo social, son los tres puntos desde los cuales se puede ver el fenómeno de la personalidad. El punto de vista de lo individual, en el fenómeno de la personalidad, es el más llamativo para la intui9i6n; es él el que predomina en el uso de la lengua; pero es, por definición, científicamen· te in utilizable. El punto de vista de lo estructu~dl en .~l fenóm~~o de la personalidad nos lleva de golpe a la consideracion metaf1sica de las esen· cías o en todo caso a la Aufhaltung fenomenológica del méto~o hus;erliano. En sí mismo, es extraño al determinismo existencútl que define toda ciencia. . . De una confusión bastarda de estos dos primeros puntos de vis· ta, el uno y el otro excluidos por las condíciones mismas de Ja I

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ciencia, es de donde ha nacido la doctrina de las constituciones psicopatológica~. Así, pues, en el plano de los hechos esta doctrina estaba destinada a agotarse en ese verbalismo puro que ha podido echarse en cara a las especulaciones escolásticas más vacías. El punto de vista de lo. social en el fenómeno de la personalidad nos ofrece, por el contrario, un doble asidero científico: en las estructuras mentales de comprensión que engendra de hecho, ofrece una armazón conceptual comunicable; en las interacciones fenoménicas que pr~s~nta, ofrece hechos que tienen todas las propiedades de lo cuantificable, puesto que son nlovedizos, medibles, extensivos. :E;sas son dos :on~iciones esenciales para toda ciencia, y por Jo tanto para toda c1enc1a de la personalidad. Por eso, al definir la personalidad, hemos cargado todo el acento sobre el punto de vista de lo social; es éste, en efecto, el que estamos expresando en las tres funciones que reconocemos en la personalidad, bajo los atributos de la comprensibilidad del desarrollo, del .ideal~mo de la co~~epció~ de sí mismo, y por último como la función misma de tension social de la personalidad, en la que los dos primeros atributos del fenómeno se engendran de hecho por las leyes mentales de la participación. Pero, inversamente, por el camino de estas relaciones de comprensi.ón, es lo individual mismo y lo estructural, la meta de nuestro empefio, y para llegar a ella nos esforzamos en precisar lo más posible lo concreto absoluto. Para tender el fundamento de esa ciencia de los 11echos concretos de la psicología disponemos, según acabamos de decir, de una ilmazón conceptual y de un orden específico de fenómenos medilles. ~os falt~ to?avía una condición, sin la cual no podemos fundar ninguna c1enc1~ que tenga semejante objeto, sino sólo entreos a una especie de lectura puramente simbólica de estos heos. Nos referimos a la condición de un determinismo que sea ' ico de estos fenómenos. J aquí, ~ aq~í únicamente, donde hacemos una 11ipótesis. (Y, l! lo demas, s1 hemos rechazado las de las doctrinas clásicas por ello nos hemos c?mpr~metid~ nunca a no forjar algunas po; ~~ cuenta.) Esta h1pótes1s consiste en decir que existe un de1n1smo que es específico del orden definido en los fenómenos las relaciones de comprensibilidad humana. A este determinislo hemos calificado de psicógeno. Nuestra hipótesis merece el o de postulado; es en efecto indemostrable, y pide un asentito arbitrario, .pero es, punto por punto, homóloga de los pos~os que funda!l en derecho toda ciencia y definen para cada a la vez su ob1eto, su método y su autonomía.


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Según lo hen1os mostrado, cada investigador se sirve de este postulado desde el momento en que estudia los fenómenos concretos de la psicología humana; es un hecho que el médico, el experto, el psiquiatra, a sabiendas o no, se refieren a él constantemente (véase supra, p. 43). Si este postulado expresara un error y no hubiera determinismo psicógeno, sería inútil hablar de otra manera que por figuras poéticas acerca del comportamiento del hombre, y por consiguiente acerca de esos fenómenos psicopatológicos que no son otra cosa que atipias de dicho comportamiento. Pero el ingenio humano ha pasado ya más allá, y, gracias a la utilización de diversas maquinarias, designadas con los títulos de psicoanálisis, de psicología concreta, de Individualpsychologie y de caracterología (en el alcance que a esta última disciplina le da Klages ), ha asentado ya sus puntos de esbozo una ciencia que no es otra cosa que la parte propiamente hun1ana de la psicología: nosotros la llélmamos ciencia de la personalidad. Esta ciencia, según nuestra definición de la personalidad, tiene por objeto el estudio genético de las funciones intencionales, en las que se integran las relaciones humanas de orden social. Es una ciencia positiva. Como tal, no abarca .todo el estudio de los fenómenos de la personalidad, puesto que -según lo hemos puesto muy de relieve en el proceso dialéctico mediante el cual ·hemos definido su objeto- existe acerca de estos fenómenos un punto de vista, estructural y formal, que se le escapa. Este punto de vista constituye el objeto de una ciencia no positiva, sino gnóseológica, a la que se puede dar el nombre de fenomenología de la personalidad. Cabe decir que ésta es el complemento filos~ fico de la ciencia positiva, complemento tanto más útil cuanto que quienes ignoran su dominio se exponen a introducir graves confusiones metódicas en estas materias delicadas. (Más adelante señalaremos un ejemplo de ello.) 3 s Los datos de la fenomenología pueden 1 de hecho1 suministrar preciosos marcos a la ciencia misma de la personalidad. Es ésta1 por lo demás1 justa· mente la ciencia en la que ninguna experiencia de la cultura (bajo reserva de rigurosas definiciones metódicas) será inútil para el observador. Baste con recordar la utili·zación común que han hecho de la ascesis nietzscheana tados aquellos que en Alemania han contribuido a esta ciencia con algún ensayo col1erente. Cuando el alcance de esta ciencia se haya extendido algún tanto en los he· chos, va a ser difícil no echar mano, para ordenarlos de ciertas nociones de apariencia metafísica1 por ejemplo de la idea en que se funda la caracterología de Klages, y que él expresa como la manifestación en el orden humano de un conflicto entre el Espíritu y la Vida. Nosotros hemos considerado que semejante punto de vista no tenía su lugar en un trabajo que se presenta como inaugural de un método riguroso en una ciencia puramente positiva. Oh1

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ffri.biendo quedado así definida la ciencia de la personalidad, se puede ver claramente la naturaleza de nuestra tesis. Nuestra tesis c@nsiste en la siguiente afirmación doctrinal: los fenómenos mórbidos situados por la psicopatología dentro del marco de la psicosis dependen de los métodos de estudio propios de los fenónut-

nos de la personalidad. Tratemos ahora de hacer ver el alcance de esta afirmación. Hemos podido mostrar una aplicación notable de ella mediante el estudio de un. c~so de, ~sicosis. No vamos a seguir insistiendo aquí en la descrip.ción cl1n1ca y en. la concepción teórica que ya hemos dado del tipo . de la paranoUI. de autocastigo. En opinión nuesti:a, su valor consiste en el hecho de que, tanto en el estudio de los síntomas. ~orno en el de las causas de la psicosis, a lo que ~os estamos re~1r1~ndo es a l~ concret?, en una medida muy supenor a las descripciones y teor1as anteriores, y en la medida ·misma en que hemos aplicado el método definido por nosotros como com1?rensivo. En qué med.ida h~mos ~o.nseguido eso en efecto, es algo de lo que cada cual 1uzgara remitiéndose a nuestra presentación misma, particularmente al cap. 4 de nuestra parte Ir. Lo <11ue aquí queremos poner de relieve no es la fecundidad de ~te método -q?e, por lo demás.' no ~uede ser puesto en tela de juicio por el traba10 de un solo 1nvest1gador-, si110, de manera inversa, a~u~llo. que nuestro estudio de ~n caso, según un progreso ql.1e debe 1r ~iendo asegurad~ por .cada investigación nueva, aporta ~1 método mismo como conf111nac16n de sus premisas, y como conJ.YPto da!o~ nuevos para la prosecución de su aplicación. El tipo cl1nico de nuestro caso se revela de tal manera favorable esa confir1nación de las premisas del método, que sin duda o se debe al hecl10 de que allí el problema de las relaciones de sicosis con la personalidad llega a constituir un verdadero pun-

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geométrico.

mes, sin embargo, que ese punto de vista no deja de aportar claridades fundas s0~re el caso Í?ndamental de ~uestro estudio. Incluso 11emos pre· do una idea pano.rámica sobre el particular en una conferencia que dimos de este ~aso mis~?. ante el grupo de . L'J!:ducation Psychiatrique. lecter e~noso de. in.ictarse en los ~roblemas propios de la fenomenología ~~ persana~idad }~ indicaremos, ademas de los trabajos de Klages, cuya ex· 0Ón es r1guros~s1ma, . un libro que, ~unque .a.dolece de una composición .'tnto oonfusa, sigue siendo muy -sugestivo: nos referimos al de Max Scheler, l ad0, ,Nature .et formes de la sympathie (trad. francesa por M. Lefebvre, ~ Pans), particularmente las pp. 311-384, donde se estudia el problema ndamental. para toda psiquiatría y psicología empírica, de los fundamen: omenológicos del yo de los demás.


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La psicosis paranoica de autocastigo, en efecto, no revela única. mente su valor de fenómeno de personalidad por su desarrollo coherente con la historia vivida del sujeto (véase el cap. 3 de la parte II) , su carácter de n1anifestación a la vez consciente (delirio) e inconsciente (tendencia autopunitiva) del ideal del yo, y su dependencia de las tensiones psíquicas propias de las relaciones so. ciales (tensiones traducidas inmediatamente tanto en los síntomas y contenidos del delirio como en su etiología y en su resultado reacciona}). La psicosis de nuestro caso muestra además, en su alcance integral, los caracteres más delicados que nuestra definición le reconoce a un fenómeno de la personalidad, a saber: 1] Su significación humanamente comprensible, coi:n-probada en la dependencia exhaustiva que demuestran, tanto en 'su evolución como en su contenido, los síntomas mentales de la psicosis respecto de las vivencias de la enfer1na. ,. 2] Sus virtualidades de progreso dialéctico, que se manifiestan en buen número de rasgos de la progresión delirante, pero al máximo en la curación del delirio, que tiene aquí el valor de toda catarsis con manifestaciones conceptuales. Esta curación, en efecto, representa para la paciente nada ·menos que el haberse liberado de una concepción de sí misma y del mundo, cuya ilusión consistía en determinadas pulsiones afectivas no reconocidas por ella, y esta liberación se lleva a cabo en un choque con la realidad. Ciertamente, a diferencia de las catarsis ascéticas, propedéuticas o terapéuticas, esta catarsis espontánea no se produce ~n una entera toma de conciencia de la realidad; no obstante, su alcance de resolución conceptual basta para asegurarle, cuando menos en forma principal, el valor de un progreso dialéctico. 3.] Su apertura a la participaci6n social. Se ha podido ver, en efecto, que justamente por la vía de sus trastornos afectivos y mentales es como la enferma ha sabido tomar contacto con las ideas, los personajes y los acontecimientos de su tiempo (un contacto mucho más íntimo y amplio a la vez de lo que hubiera hecho esperar su situación social). Las concepciones mismas de la psicosis, cualquiera que sea el descrédito que les cause su motivación radicalmente individual (pues no consiste en otra cosa la acción del delirio), tra· <lucen curiosamente, sin embargo, ciertas formas, propias de nuestra civilización, de la participación social. Es, en efecto, nada menos que un papel de esa índole el que es asumido, para con las masas humanas características de esta civilización nuestra, por la imagen de la vedette, así la del periódico como la de la pantalla. No es aquí el lugar para juzgar si semejantes imágenes pueden satisfacer

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las necesidades de. éxtasis espectacular y de comunión moral propia~ , d~ la perso~alida~ huma~a~ y ser buenos sustitutos de los ritos org1ast1cos. o universalistas, religiosos o puramente sociales, que hasta determinado mo~ento .los han ~xpresado. No es tampoco aquí el lugar para examinar s1 el p~est.ig10 de estas, imágenes, a pesar de su alcance puramente cuantitativo, no estara vinculado con el carácter J?articularmente abstracto e inhumano del trabajo urbano e industrial, ya sea el del obrero atado a su cadena, ya el del contador o el de la empleada de correos. Ciertamente, es difícil no sentir qué desorden psíquico colectivo tiene que resultar para el hombre del hecho de haber sido separado violentamente de las satisfacciones vitales que desde los tiempos más remotos había encontrado en su trabajo de agricultor o de artesano, actividades que están profunda.mente ordenad~s por un simbolismo nutritivo y sexual. De cualquier modo, es evidente que el tema principal del delirio de nuestra enferma no es otra· cosa que esa imagen que designamos como una forma moderna de la participación social, a saber la de vedette del teatro o del libro (de haber sido hombre el sujeto, l.a imagen ~ubie.r;i si~o la del astro del deporte o de la explor~c1ón) . La s1tuac1on vital de nuestra enferma, campesina desarraiga~a, nos h~ce conc~bir que. una imagen como ésa haya podido serv·1r de motivo comun a su ideal y a su odio. Un punto particular, que razones de discreción nos han obligado a no d.e~arr~llar, v~ndría a demostrar todavía más esta apertura a la partic1J?ación social. que nosotro~ caracteriz.amos en esta psicosis: nos Fefenmos al crédito que en ciertos medios se ha concedido a las. imputac~on~s de nuestra enferma contra sus principales perse~1d~res, pr1n~ipalmen~e en cuanto a la divulgación literaria de su NJda. No es 1nconceb1~le que e? una época menos escéptica que ~ nuestra, en un ambiente ~ocial ele fanatismo n1oralizante por e,emplo, nuestra enferma hubiera podido pasar por una especie de ~arlotte Corday. • esta. manera. enc~ntramos, para determinado tipo cuando me~ eos, varias confirmaciones mayores a nuestra asimilación doctrinal Jie la psicosis a un fenómeno de la personalidad. Examinemos aho1.l el alcance de nuestro estudio para el porvenir del método.

Jle

' No podemos insistir sobre este punto curioso de Ja historia de nuestra en~.ª· Observemos sin embargo que, al extenderse a ciertos círculos del mun· do literario parisiense, este crédito dado al delirio de nuestra enferma no pare. P.1a e?contrar -cuando menos sería exagerado pretenderlo- el medio electi· N.C) asignado por la teoría clásica al contagio mental colectivo.


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290 Este alcance consiste en gran parte en la ~,oncurrencia que .se manifiesta entre los datos de nuestra observac1on y los de las investigaciones psicoanalíticas. Así, en efecto, como ~na concurrencia impuesta por los hechos, es como hay que ~onsi~e~a.r la ayuda que al parecer hemos sacado de los datos ?el psicoanalisis. Pero si hacemos constar esta concurrencia de los hechos, es sólo a causa de la exigencia de nuestro p~opio método, ª. saber, la ley que nos imponía reunir u~a infor111ac1ón tan exhaustiva co~o f~e­ ra posible acerca de la vida de la e_nfern:ia. Dada esa exigencia, se nos han impuesto por su sola evidencia. estos tres .órd~nes de hechos descuidados hasta ahora en el estudio de las psicosis : 1] La preminencia, en la semiología concreta de .la p ersonalidad de la enferrna durante la época previa a la psicosis, de la.s anomalías del comportamiento tocantes a la esfera ~exual; pre.n:i1· nen,cia manifestada por el apragmatismo de las relaciones fa~il1a­ res, de las relaciones amorosas heter?sexu~~es y de . las rela~ion~s conyugales y maternales; señales de inversion psiquica; don1uan1smo, platonismo, etc. . . . , . . 2] La preminen~ia, en el. ckte.rminzsmo et:ologico de la psicosis, de cierto conflicto; preminencia que se senala ta~to en la evo· lución del delirio (simetría de la evolución del conflicto y del delirio) como en su estructura misma (manifestación simbólica del conflicto) . , . . 3] La premine~cia, en el val~r p~togenic.o d~ este. confl.icto, de su vinculación directa con la historia afectiva infanttl de la enferma, en cuanto que se trata de un conflicto co? ~u her~ana; ,P.reeminencia que se revela tanto por el desconocim.1ento s~stemat1co d el ·conflicto en la realidad, como por la ause~cia electiva~ .en el ''análisis lógico'' tan claro Y. completo que ~e el da el delirio, de ese único rasgo, que lo convierte en un conflicto fra~ernal. En la triple preminencia de estos datos no, reconocidos hasta. ahora en la psicosis -a saber, el de ~as anomal1~s del comportam~ento sexual, el del papel electivo de ciertos conflictos y el de su vinculación con la historia infantil- no podemos menos ~e rec.onocer los descubrimientos del psicoanálisis acerca del papel primordial 9ue la sexualidad y la historia infantiles tienen desde el punto de vista de la psicopatología. . ., De esa manera es como se presenta nuestra posicion con resp~cto a los datos de observación del psicoanálisis; nos parece esencial definirla igualmente en relación con los otros dos órdenes de .da· .tos del psicoanálisis : los da tos de técnica y los da tos de doctrina. 1

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La técnica del psicoanálisis, según es sabido, tuvo su nacimiento en el estudio d e los síntomas de las neurosis y 'se expresa en gran parte en una semántica d el comportamiento y de los fantasmas represeRtativos. Esta semántica saca su valor de los datos inmediatos de la experiencia catártica a la que está integrada, o de una referencia a tales datos, pero sus interpretaciones se presentan con mucha frecuencia envueltas en un simbolísmo bastante complejo y lejano. Esto basta para establecer que nuestro método, fundado en las relaciones de comprensión inmediatamente captables en los fenómenos, se abstiene en principio de utilizar dichas relaciones simbólicas. Por lo demás, prescinde de esa utilización con tanto mayor facilidad en la interpretación de las psicosis, cuanto que los síntomas de éstas, según hemos mostrado, no dejan nada que desear desde el punto de vista de su claridad significativa. El único dato de la técnica psicoanalítica que hemos tenido directamente en cuen ta es el valor significativo que hemos concedido a las resistencias de la personalidad de la paciente, o sea, particularmente, a sus sistemáticos desco11ocimientos y denegaciones. Pero se trata aquí de una reacción psicológica cuyo alcance, si bien ha sido utilizado de manera muy brillante por el psicoanálisis, no ha dejado de ser reconocido desde épocas muy anteriores a la aparición de esta ciencia. 5 Por lo demás, el valor crítico de las resistencias de la personalidad ha sido planteado por nosotros como uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio dialéctico de su fenomenología. Basta remitir a ese punto al lector (supra, p. 38) para hacer ver el valor que le concedemos. ~ueda

la cuestión de los préstamos que hemos tomado, o que podríamos haber tomado, de la doctrina propia del psicoanálisis. Si se hace un examen serio, estos préstamos se reducen a dos post.talados dogmáticos que tienen el valor de conceptos sumamente ge11erales, a saber: 1] Que existe cierta tipicidad del desarrollo de la personalidad, es decir, cierta coherencia típica entre su génesis y su estructura. 2] Que existe cierta equivalencia o común medida entre los dios fenómenos d e la personalidad, equivalencia que se expresa fJ! el. uso común del término ---"impreciso, pero impuesto por las ncees1dades del pensamiento ''energía psíquica''. Estos dos postulados, como luego ha·bre111os de recalcar, son idén~ástenos, sin ir más atrás, evocar el relieve dado a esta reacción por los

)'IStas y moralistas de la tradición francesa, desde La Rochefoucauld hasta tzscl1e.


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ticos a los postulados cuyo valor fundan1ental para la ciencia de la personalidad ya h emos establecido, y se imponen, de manera más o menos implícita, a todos los psicólogos que se. ocupan .de la c?nducta humana concreta, a causa de su necesar1edad ep1stemologica. Pero, en vista de la poca realidad captada 11asta ahora por la ciencia naciente de la personalidad, estos postulados no parecen ofrecer sino muy poca presa al pensamiento, sobre todo desd~ el pun. to de vista de las inteligencias que se han formado exclusivamente en las representaciones de la clínica, y cuya reflexión no puede, a causa de ello, prescindir de iinágenes intuitivas. Es en este senti. do, pero en este sentido única1?1~~te, como ha?lamos de préstamos que hemos hecho del psicoanalisis. Su doctrina, en efecto, da a esos· postulados una forma intuitivamente nlás captable al materializarlos, es decir: 1] al dar a la noci?n de energ~a. psíquic~ el contenido. del instinto sexual o de la entidad de la libido, entidacl, por otra parte, acerca de la cual h emos mostrado en qué sentido sumamente amplio hay que entenderla; · 2] al dar, de la estructura de la libido en los diferentes estadios del desarrollo de la personalidad, una descripción cuyo carácter es igualmente muy general (cosa que es preciso .no descoi:ocer), pero que sirve para precisar ciertos rasgos reconocidos ~e dicha estructura. Gracias a esta descripción podemos, en el e1emplo de nuestro caso, referir inmediatamente la anomalía genética de la intención autopunitiva a un estadio de organización de la libido descríto por la doctrina como una erotización correlativa del órgano anal, de la tendencia sádica y del objeto fraterno según una elección homosexual. Pero tales datos según se ha visto, nos han sido a¡Jortados directamente por el' examen de los hechos. . Lo 9~~ e11 e~ r~conoci­ miento de estos hechos le debemos al ps1coanalis1s se 11n11ta a su confi11nación por los datos adquiridos en el estudio de las neurosis y por las correlaciones teóricas establecidas sobre esos datos. Pero hay que decir, por otra parte, que. nuestra investi~ació~ .<l.e las psicosis toma el problema en el punto al que el ps1coanal1s1s ha llegado en nuestros d·ías. . La noción misma de fijación narcisista, en la cual funda e~ psicoanálisis su doctrina de las psicosis, sigue siendo muy insuf1c1ente, como bien lo manifiesta la confusión de los debates permanentes sobre la distinción entre el narcisismo y el autoerotismo primor· dial, sobre la naturaleza de la libido asig11acla al yo ( daclo qtte el

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yo se define por su oposición al ello, ¿de dónde emana la libido narcisista: del yo o del ello?), sobre la naturaleza misma de ese yo tal como lo define la doctrina (se le identifica con la conscienci; perceptiva, W ahrnehmung-Bewusstsein, y con las funciones preconscientes, pero es también en parte inconsciente en el sentido propio de la doctrina ) ,6 sobre el valor económico mismo de los síntomas en que de manera más sólida se funda la teoría del narcisismo (síntomas de despersonalización, ideas hipocondriacas: ¿se trata aquí de hechos de sobrefijación o de desfijación libidinal? Es ésta una cuestión sobre la cual las opiniones difieren de todo a todo) .7 La concepción del narcisismo descansa sobre interpretaciones de sintomas, cuya audacia y cuyo valor incontestablemente exaltante para las investigaciones podrán ser reconocidos si tomamos en cuenta no sólo el campo de las psicosis en que esas interpretaciones se ejercieron, sino también la época prematura en que se produjeron. Se sabe, en efecto, que las primeras bases de esta concepción fueron echadas en un estudio de Abraham sobre la demencia precoz fechado en 1908.8 Seguramente, la concepción del narcisismo saca sQ. verdad del hecho de estar fundada en la significación evidentísima -incluso desde el punto de vista que es el nuestro- de ciertos sínton1as, como por ejemplo el de la ''pérdida de los objetos'' (Ob¡ektverlust), tal como se la encuentra bajo formas un tanto diferentes en la hebefrenocatatonia y en la melancolía. Pero el carácter malfor1nado de esta concepción se señala bien en el estancamientb de su elaboración )' en la demasiada elasticidad de su aplicación. llay que reconocer, en efecto, que la teoría relaciona con ese estadio narcisista de la organización libidinal todo el terreno de las p,'Sicosis, sin distinción asegurada, desde la paranoia y la paranoidia liasta la esquizofrenia, pasando por la psicosis maniaco-depresiva (cf. Q1 cuadro tomado de Ferenczi, supra, p. 234). De hecho, el narcis fno se presenta en la economía de la doctrina psicoanalítica como una terra incognita que los medios de investigación emanados del •tudio de las neurosis 11an permitido delimitar en cuanto a sus teras, pero que en su interior sigue siendo mítica y desconocida. n cuanto a nosotros, lo que pretendemos es llevar más adelanel estudio de este terreno, siguiendo una doctrina cuyas premiya hemos definido, y mediante el 1!1étodo científico común, es ir, fundándonos en la ob~ervac~ón de los hechos y en los postuCf. el ensayo ya citado de Freud sobre el Yo y el Ello, en los Essctis de ;/Janalyse, Payot, París. Cf. O. Fenichel, Perversionen, Psychosen, etc., ya citado, p. 75. ~braham, Die psychosexuellen Differenzen der Hysterie und der Dementia ox, ya citado ( 1908).


CIENCIA DE LA PERSONALIDAD Y PSICOSIS 294 lados epistemológicos que, en toda ciencia, confieren su valor a las correlaciones observadas. Dado que estas premisas descansan esencialmente en la compren. sibilidad del comportamiento humano, y que este n1étodo nos prescribe ir de lo conocido a lo desconocido, partiremos de las psicosis que son más accesibles a la comprensión para luego ir penetrando, en virtud de la progresión sistemática de nuestro n1étodo, en las psicosis que lo son n1enos, y que son calificadas (con un título que refleja ya ese criterio) como psicosis discordantes. No nos ayudaremos, para esta investigación, más que de uno de los postulados fundamentales que hemos expuesto en paginas anteriores, a saber, que existe cierta coherencia natural entre los diversos elementos que va a revelarnos nuestro análisis de la personalidad en las psicosis: esta coherencia define estructuras, y no puede concebirse sin alguna relación con su génesis. En cuanto a estos elementos, su importancia relativa en la psicosis se irá revelando en el progreso mismo de · las investigaciones. Sobre la base de nuestro estudio los hemos agrupado ya bajo tres rúbricas de importancia primordial (véase el parágrafo III. B del cap. 4 de nuestra parte n), a saber: 1] las situaciones de la historia infantil del sujeto; 2] las estructuras conceptuales reveladas por su delirio; 3] las pulsiones y las intenciones traducidas por su comportamiento social. I

'

Hay, sin embargo, un punto de la teoría psicoanalítica que nos parece particularmente importante para nuestra doctrina y que, en opinión nuestra, se integra a ella de manera inmediata. Es precisa· mente la concepción que esa doctrina ofrece de la génesis de las funciones de autocastigo o, según la terminología freudiana, del Super-Ego. En un estudio notable, cuya repercusión enorme, tanto en el in· terior como en el exterior de su escuela, no está cerca de agotarse, definió Freud la diferenciación fundamental, en el psiquismo, de las funciones del Yo y del Ello. Se puede ver en esto la virtud ~el método freudiano, 9 tan profundamente comprensivo en el sentido en que venimos empleando este término. Digamos sin embargo que, a nuestro parecer, la oposición freudiana del Yo y del Ello adolece de una de esas confusiones, cuyo peligro hemos subrayado páginas atrás, entre las definiciones positivas y las definiciones gno· Remitimos a los dos estudios de Freud ya cit.ados, sobre "El yo y el ello" y "Más allá del principio del placer".

295 seológicas que pueden darse de los fenómenos de la personalidad. En otras palabras, .Ja concepción freudiana del Yo peca, en opinión nuestra, de una insuficiente distinción entre las tendencias concretas por las cuales se manifiesta ese Yo, y que sólo en cuanto tales se remontan a una génesis concreta, y la definición abstracta del y0 como sujeto del conocimiento. Basta, en efecto, remitirse al estudio de Freud para comprobar que él hace de la ''conscienciapercepci6n'' ('Vahrnehmung-Bewusstsein) el ''núcleo mismo'' del y0 ,10 pero que, con todo, no se cree obligado a diferenciar el Yo por una génesis distinta de la génesis tópica. El Yo, según eso, no es más que la ''superficie'' 11 del Ello y no se engendra sino por contacto con el mundo exterior; no obstante, Freud invoca en su génesis la virtud de un principio de realidad,1 2 que evidentemente se opone al principio del placer, por el cual son reguladas las pulsiones del Ello humano, como de toda vida. Ahora bien, este principio de realidad no es de ninguna manera separable del principio del placer, si no comporta cuando menos la raíz de un principio de objetividad. Dicho e11 otras palabras, este principio de realidad no se distingue del principio del placer más que en un plano gnoseológico, y, en cuanto tal, es ilegítimo hacerlo intervenir en la génesis del Yo, puesto que implica al Yo mismo en cuanto sujeto del conocimiento. Sería erróneo imputar estas proposiciones críticas a alguna falta de reconocimiento del inmenso genio del maestro d(!l psicoanálisis. No figuran aquí más que para poner más de relieve el valor positivo de su doctrina acerca de la génesis del Super-Ego. Freud sitúa la génesis de este Super-Ego 13 o Idea.Z del Yo (VberIch, Ioh-Ideal) en un momento evolutivo posterior a la diferenciación del Yo. Debemos entender que en ese momento el Yo y, por implicación, el mundo exterior están ya diferenciados ''en la su~cie'' del Ello, o sea de la suma de las pulsiones ciegas en que se; manifiesta la vida durante la época en que, en su adherencia pri; ~ordial al mundo, no se conoce aún a sí misma como distinta de él. c~'Freud concibe este S11per-Ego como la reincorporación (término ~qui justifi~ado, pese a su extrañeza aparente en el estudio de feg6menos psíquicos), como la reincorporación al Yo, dice él, de una pJrte del mundo exterior. Esta reincorporación se refiere a /os obCIENCIA DE LA PERSONALIDAD Y PSICOSIS

Freud, Freud, 12 Freud, !la Cf. el 1q 11

Essais de psychanalyse, cit., ibid., p. 184. ibid., p. 194.

p.

189.

capítulo sobre el Super-Ego en el estudio citado de Fret1d, ibid., 194-206 ( == pp. 31-47 de la edición alemana de 1923, Das Ich und das

D

f

l.P.V.) .


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jetos cuyo valor personal, desde el pu~t.o de vista gené~ico social en que nosotros mismos estarnos def1n1endo este término, es el mayor de todos: se refiere en efecto a esos objetos que resu~en en sí todas las constricciones que la sociedad ejerce sobre el su1eto, o sea los padres y sus sustitutos. Por lo n1enos, es a e.ste. t~tulo como son reintegrados en ese momento en la estructura ind1v1dual según una identificación secundaria del Yo, cuya diferencia genética radical respecto de la identificación primaria del ''Edipo'' tiene Freud buen cuidado de señalarnos. ¿Cómo explicar esa reintegración? Por una finalidad puramente económica, es decir, enteramente son1etida al principio del placer. Esta identificación se hace totalmente en beneficio del Ello, y le resulta doblemente conveniente: en primer lugar, el Ello encuentra en tal reintegración una compensación parcial a la pérdida, que le va siendo infligida de manera cada vez más ruda, de los objetos parentales en que estaban fijadas sus primeras pulsiones libidinales; y por otra parte, en ]a medida misma en que esta identificación sustituye a las constricciones represivas al reproducir su instancia en el sujeto mismo, el Ello siente aliviarse la dureza de esas constricciones. Así, ·pues, el fenómeno esencial es el de una introyección libidinal en el sujeto, lo cual le pern1ite a Freud definir todo el proceso con el término de narcisismo secundario - término sobre ct1yo alcance hemos llamado la atención en el momento en que ha. cía falta (supra, p. 235). Podemos observar que el sujeto queda aliviado de la tiranía de los objetos exteriores en la medida en que se realiza ~sta introy~c­ ció11 narcisista, pero también, por otra parte, que debido a esa in· troyección misma el sujeto reproduce esos ob¡etos y les obedece. ¿No ilumina semejante proceso, y de manera concluyente, la gé· nesis económica de las funciones llamadas intencionales? Vemos aquí, en efecto, cómo éstas tienen ~u nacimiento .en tensi~n~s en~r­ géticas creadas por la represión social de las puls1ones organ1cas in· asimilables a la vida del grupo. Al mismo tiempo, demuestran su equivalencia energética con esas pulsiones reprimidas, puesto que unas y otras dependen de un principio evolutivo de economía que 110 es otro que la definición objetiva del principio del placer. Por lo que toca a la función de autocastigo, este proceso tiene para nosotros la calidad de una certidumbre. Mil hechos de 1a psicología infantil y de la psicopatología del adult? nos están con· fir111a11do su solidez. Es inmediatamente comprensible. En qué medida todas las funciones intencionales del Yo y las primeras definiciones objetables mismas se engendran de una ma· nera análoga, es cosa cuyo conocimiento no podrá llegar a nosotros

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sino por las vías de investigaciones venideras, entre las cuales parece que el estudio de las psicosis llan1adas discordantes nos da esperanz~s . mayores. . , . Lo un1co que podemos afirmar es que la genes·1s de la función de autocastigo nos revela con claridad la estructura concreta, de índole imitativa, de uno de los fundame11tos vitales del conocimiento. Por otra parte, el determinismo social de esta génesis adquiere un alcance 1nuy general debido al antropomorfismo prin1ordial de todo· conocimiento, fenómeno reconocido tanto en el niño como en el ''primitivo''. Digamos, para que esto quede expresado más rigt.1rosamente de acuerdo con nuestra terminología, que se plantea la cuestión de si todo conocimiento no será por principio de cuentas conocimiento de una persona antes de ser conocimiento de un obfeto, y de si la noción misma de objeto no es en la humaniclad una adquisición secundaria. Independientemente de lo que valgan tales conclusiones teóricas, cita presentación de las doctrinas freudianas sobre el Yo y el SuperBgo hace resaltar muy bien la accesibilidad científica de toda invéstigación sobre una tendencia concreta, la tendencia autopunitiva -por ejemplo, oponiénd?l~ a la confusión engendrada por toda tentativa de resolver genetzcamente un problema de orden gnoseolócomo lo es el del Yo, si se le considera co1no s~de de la per®¡>ción consciente, es decir, como sujeto del conocimiento.

po,

ftemos visto, por otra parte, cómo en el estt1dio genético y estruc:ral de estas tendencias concretas se nos han impuesto unas nociode equivalencia energética que no pueden menos de ser fecun• Además, tales nociones se introducen por sí mismas en toda tiga~ión psicológica, a condición de que ésta apunte a los feenos concretos. asta, en efecto, hojear los estudios de cualquiera de los invesdores que trabajan en este terreno para comprobar que el uso en ellos se hace de estas nociones des borda, con mucho, del nce de la metáfora. Sin esta utilización del concepto energé, por ejemplo, la concepción kretschmeriana de los caracteres ininteligible. Este concepto es el único que da un sentido a as nociones que, en los escritos de Kretschmer, tienen un alce ya precisado antes por nosotros (véase supra, p . 81), como e. conducción y la de retención psíquica, la de actividad intrau~a, etc. Es el único que permite comprender, de manera muy 1al, la concepción dada por Kretschmer del carácter sensitivo, uello que la diferencia de la de Janet· acerca de la psicastenia,


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a saber: que el desarrollo sensitivo del carácter comporta no una pura degradación de la energ~a psíquica, sii:io un~. introyección de esta energía, y que esta energ1a, al quedar inmovilizada, es suscep. tible de descargarse eventualmente en una ''eficacia social'' a ve. ces atípica, es verdad, pero demostrada por la clínica. No podemos extendernos acerca de la presencia del concepto energético en toda comprensión manifestada del comp?.rta.miento; nos sería fácil revelarla bajo mil formas, tanto en las fi¡acl'ones li. bidinales de la doctrina freudiana como en las diversas concepcio. nes sobre la esquizoidia o la introversión, que han brotado de la escuela de Zurich. Ello se debe a que la introducción de estos conceptos energéti. cos no depende de los hechos, sino de las necesidades misn1as del espíritu. Las investigaciones epistemológicas más recientes 14 han de. mostrado de manera sobreabundante que es iinposible pensar cien. tíficamente, e incluso pensar pura y simplemente, sin i~1plicar de alguna manera los dos principios fundamentales de una cierta cons. tancia y ta1n bién de una cierta degradación de una en ti dad, la cual desempeña un papel sustancial en relación con el fenón1eno. Esta entidad encuentra en la noción de energía su expresión más neutra y la que se en1plea de manera más com{1n. Por nuestra parte, destaquemos en ella, de paso, el aura que parece conservar de .la génesis de una intencionalidad primitivamente social -génesis que hay que atribuirle como a tantas otras formas de las estructuras conceptuales. / . . . . Sin embargo, en su alcance gnoseologico, tanto el principio de c_onservación de la energía con10 el principio de la 1e~radació~. ~e la energía, según se ha demostrado, 15 no son, en. ~lt1?10 ~n.al1s1s, otra cosa que las afirmaciones emanadas de la funcion i~entific~do­ ra del espíritu ·por una parte, y por otra ¡)arte de la irreductible diversidad del fenón1eno, es decir, de los fundamentos feno~eno­ lógicos más generales del conocimiento. En cuanto tales, no tienen . nada que ver con una génesis .de hecl10. Así, pues, se ve al mismo t1en1po lo que las pren11sas de n?estra doctrina deben a la doctrina freudiana, y lo que procede simple· mente de los fundamentos mismos de toda ciencia. Se puede ver, en particular, que estos postulado~ energético~ del desarrollo y de la equi11alencia de los fenómenos de la perso~al1dad, en los cuales se mostró durante un instante lo más sustancioso de Nos referimos de manera n1uy especial a los trabajos epistemológicos., ~un· dainentales para toda filosofía del conocimiento, de Meyerson ( cf. Identzte et réalité, Cheminement de la pensée, ya citados). 15 Cf. Meyerson, ibid. 14

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nuestra deuda con el psicoanálisis (véase supra, p. 291), no son más que una expresión de las bases epistemológicas sin las cuales sería vano hablar de ciencia de tales fenómenos, bases que ya hemos puesto en evidencia bajo otras formas. Recordemos, en efecto, por una parte la definición que hemos dado del objeto de esta ciencia, o sea, en forma resun1ida, ''como

desarrollo de las funciones intencionales vinculadas en el hombre con las tensiones propias de sus relacio11es sociales'', y por otra parte el postulado de determinismo existencial sin el cual 110 11ay ciencia. Se puede ver que basta, a partir de este postulado, elevar al índice de la realidad la fórmula definitiva de los fenómenos de la personalidad, para que ésta se trasforme en la doble noción de un desarrollo existencial, o sea irreversible, de esos fenómenos, y de una eqµivalencia igualmente existencial entre las funciones intencionales y las tensiones sociales de la personalidad, o sea entre una cierta energía respectivamente invertida y gastada en esos dos órdenes de funciones.

Habiendo quedado así deter111inadas las direcciones metódicas que imponen nuestras primeras indagaciones, tratemos ahora de indicar las vías de su aplicación más inmediata a los hecl1os conexos del éstudio de las psicosis. Ya 11emos dicho que la paranoia de autocastigo, variedad por nosotros definida de la paranoia, ocupa en la solución del problema de las psicosis, a nuestro parecer, una situación .excepcionalmente favorecida. Así es, en efecto, debido a que la integración de la fbnción de autocastigo se lleva a cabo, en estos sujetos, en el n1omento de la fijación genética que es la causa específica de la enl! edad; en consecuencia, puede decirse que en ese mon1ento ha edado forn1ada la personalidad en sus funciones cardinales. Es jjitonces, en efecto, cuando queda terminada la repartición fundaDtental de las funciones intencionales sub¡etivas y de las tensiones •

es.

sta variedad de psicosis paranoica no es, sin embargo, la únique responde a tales condiciones. En efecto, es preciso colocar ~iatamente a su lado otra forma de la psicosis paranoica, cuya füac16n nosológica, desde hace más o menos treinta años, ha sido jtto permanente de las discusiones de los teóricos, a saber, la

sis paranoica de reivindicación.

Está fuera de duda que esta psicosis no es ni n1ás ni menos psiha que las demás psicosis paranoicas -como n1uy bien lo mueso las vacilaciones manifestadas po_r Kraepelin en sus propias dis-


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criminacio11es sobre este punto (véase supra, p. 27)-, y que respecto del conju·n to de esas psicosis presenta mil afinidades de terreno, de causas y de síntomas. Pero no es menos verdadero que difiere netamente de ellas en todos esos mismos planos. Nt1estro método nos pe1111ite precisar la ambigüedad nosológica de esta psicosis, y mostrar c6mo su raíz verdadera está en una orientación económica diferente de la misma tendencia autopunitiva que 11emos pron1ovido al rango de factor determinante de la variedad por nosotros descrita. Para derr1ostrarlo, i1os es forzoso entreabrir durante un instante nuestras carpetas. Toma1nos, al azar, el expediente de una reivindicadora típica, internada por tentativa de asesinato contra su marido. El conflicto con el n1arido tiene como tema aparente un litigio jurídico acerca de una atribución de adquisición. Este pleito ha llevado a nuestra enferma a nada menos que dispararle a su marido una ha.Ja de revólver, que por fortuna no le ha herido más que ligeran1ente, en el ct1elo. Esta enfer111a, que siguió mostrándose st1111ame11te querulante y esténica, fue inter11ada en el sen ·icio del doctor Petit, gracias al cual la hemos observado nosotros clt1ra11te largo tic1npo. El certificado de internan1iento fue redactado J)Or el experto psiquiatra que, debido al interés. que ha sabido provocar en torno a la concepción del delirio pasional, puede ser considerado como el especialista en la materia. Este certificado está escrito en no 111enos ·de 390 palabras, exte11sión que adquiere todo su valor si se toma en cuenta la extre111a densidad del estilo. Por supuesto, su redactor está lejos de ate11erse a las concepciones delirantes y a los hechos que bastan para 111oti\ ar el internamiento. Analiza, por el contrario, no sin cierta co111placencia, todos los paralogismos de la reivindicaciones pasional; 110 11os ahorra 11inguno de los detalles materiales del conflicto, pc>r eje1n¡)lo un loro que sirvió de pretexto para la cita fatal, a pesar de que la importancia de ese loro es bastante discutible. 16 En semejante descripción, que tiene un alcance evidentemente doctrinal, no faltan más que dos cosas, que son, por desgracia, los dos puntos esenciales para la comprensión de la psicosis, a saber: el trauma deter11iinante y la tendencia concreta que constituye su estructura específica. Completémoslos: 1] Está demostrado sobreabundantemente que lo que determinó de manera efectiva el delirio fue un trauma afectivo. Este trauma 1

Le ahorramos este texto al lector. Por lo demás, todas las producciones de su autor, hasta las n1ás p{1blicas, están colocadas bajo la salvaguardia de una exclusividad contra la cual nos guardaremos de atentar en lo sucesivo. 16

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301 no es otro que la muerte de la hija de la e11ferma, muerte causada por una enfe1111edad de Pott cervical, a la cual ni la nladre ni el padre supieron P.restar a~~nción a tiempo. En efecto, la imputac1on al padre de la responsabilidad de esta muerte se halla en el fondo de la estenia desplegada en la reivindicación G:ontra él. Esta imputación se expresa abiertan1ente en n1il declaraciones orales y escritas de la enferma, y hasta en este detalle, asombroso de simbolismo, que la enferma hace brotar de sus intenciones cargadas de odio, cuando nos dice de su acto: ''He herido a mi marido en el cuello, ¡justo en el lugar del 1nal de que murió mi pobre hija! '' Evidente e.n la estructura de la psicosis, la determinación por el trauma afect.1vo no lo es menos en su estallido, como lo testimonia la indiferencia total que la enferma había manifestado hasta el n1omento sobre esos misn1os puntos de interés material qt1e luego la llevaron a tal paroxismo de pasión. La especificidad patogénica de este trauma se ex1)lica, según las más rigurosas previsiones de nuestra doctrina, ren1ontá11donos a la historia infantil de la enferma. Apegada afectivamente a una nladre su1nan1ente in1periosa, avara, moralizante, nuestra enfer1na, por otra parte, desemp~fíaba para con una her1nana menor el papel de la madre que .castiga y reprueba. La historia reyela que, bajo el ·peso del oprob.10 que nues!ra enferma cre~·ó necesario acumular soffire la hermanita con ocasión de uno.s a·n1oríos co1nunes y corrientes, ésta se suicicló. Es un e1Jisodio de la juventud de la e11ferma ···•.w. e ést~ refiere con precisi?n'. pero se ha mantenido y se sigue anten1endo en u11 desconoc1n11ento completo de su responsabilidad. :Nos parece inútil, al final de nuestro trabajo, subrayar la rela~n evidente que se manifiesta entre ese desconocimiento, invetedo en la enferma, y la proyección -que ella ha sabido realizar • ~n solo golpe del sentin1iento de ct1lpabilidad puesto e11 mom1ent? :por la. muerte de su hija, sobre el objeto situado de mara lllaS Inn1ed1ata a SU alcance, O sea sobre SU marido. Semejante co111portamiento, mu)' distinto del de la enferma Aiee, se debe probablemente a una sola cosa: el azar de la situació11 ntil, que l1izo de nuestra futura querulante la nla>·or de a·os anas y no la menor, poniéndola así en posic·ión d<.: castigadora o de castigada. . í, en ella, la integración intencional de las constriccione,s puva.s. se realizó en beneficio de su energía tensional social, por la ib1l1dad que tenía de trasferir inmediatamente la presión de esta gía sobre el objeto más cercano. Y es ésta, en consecuencia, conducta que no l1a dejado de reproducir desde entonces, ac-


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tualmente frente a su marido, y probablemente, antes, frente a su hija misma. . , . . . 2] Cualquiera que sea el interés de la ge11es1s afectiva que describimos, ésta sería discutible si no se tradujera claramente en la estructura actual de la pasión. Ahora bien, entre todos los ''postulados'' 11 pasionales que nuestro especialista se complace en destacar en esa enferma, uno solo falta, pero es el esencial, a saber, su intención punitiva en relación con el marido. Nosotros hemos trabajado largamente con la enfern1a, y el carácter absolutamente predominante de esta intención se nos ha mostrado con una evidencia abrumadora. Pero, para que no vaya a sospecha~se que estamos m~niobr~ndo la psicología de la enferma acomodandola ~ n~estras inte~c1on~ propias no aportaremos sobre este punto n1ngun otro test1mon10 que el 'extracto de una carta que ella le escribió al doctor Petit, y de la cual podemos demostrar que se escribió antes de iniciarse nuestra observación personal de la enferma. He aquí ese extracto: 27 de junio de 1928. Señor Doctor, Voy a decirle aquí de qué mane~a quiero castigar a mi mar.ido en sus principales defectos, pues lo repito la muerte ~o es un castigo. 1. La codicia. Obligándolo a darme lo que quiere robarme. 2. La cobardía. El miedo que tendrá de ahora en adelante de que renueve mi gesto. No voy a tener necesidad dé renovarlo, y adem~s ni siquiera tengo intenciones de hacerlo, pero para. que su cobard1a sea castigada, es bueno hacer que no quede tranquilo por ese lado, pues sabe que yo soy esclava de la. palabra da?a. 3". La pereza. !\1i salida de casa lo ha obligado a ton1arse un poco más de trabajos. 4. El egoísmo. Abandonándolo como lo he hecho, yo que lo mi· maba como a un niño chiquito. . . 5. La vanidad. Él que no quiere divorciarse, en parte por la op1n16n pública, tendrá esa humillación a pesar de todos sus esfuerz?s. . 6. La falsedad. Con sus palabras se esfuerza en dar la 1mpres16n de que es un buen marido. Se ha desenma~carado al 11ace~me de~e­ ner tan despiadadamente, eso a pesar de lo ligero de s~ h;r1da, e in· fluyendo con sus palabras sobre los doctores de la Comisaria, para ha· cerles creer en mi enajenación mental. El uso que se hace de este ~érmino en el. ~nálisis de los delirios es distin: to por completo del sentido comunmente adm1t1do en que nosotros lo emplea mos a cada paso en el presente capítulo. Cf. siipra, p. 65, nota 56. 11

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7. El vicio .. Yo me sustraje a su vicio en primer lugar; luego, en tiempos posteriores, me negué enteramente, de tanto que lo despreciaba. B. El mal corazón. Toma.n do la firme resolución de abandonarlo, i11cluso cuando esté en la desgracia, cosa que yo no habría querido nu11ca hacer por caridad. Esta resolución ha sido tomada después de su venida a Ville-Evrard. ¡A pesar del penoso espectáculo que ofrece a los profanos un manicomio, él m e ha condenado a vivir aquí! Y eso, estando bien convencido ele mi lucidez. Ha cometido esta infamia por malda.d, por codicia, por vanidad y para vengarse de que yo ya no quiero seguir siendo su cosa, a ese grado desprecio su persona. Si esta infamia fuera castigable por los Tribunales, ¡él ciertamente no la habría cometido! Es demasiado cobarde y demasiado inteligente para correr los riesgos del castigo de la justicia de los 11ombres. Como él no cree en la justicia divina, no hay nada que frene sus malos instintos; por eso en mi escrupuloso espíritu de justicia, yo creo que es deber mío castigarlo con los medios que tengo a mi disposición. Convencida de mi muerte próxima, he querido matarlo, en primer lugar para. que el dinero que yo gané penosamente, con el objeto de constituir una dote para mi querida hijita, no sea dilapidado en el libertinaje. Yo quería que sirviera, como había quedado convenido después de su muerte, para atender a niños afectados de la enfermedad (le Pott, de la cual murió ella. Además, según lo he sabido por la policfa privada a la que le he encargado seguir a mi marido a fin de que lo agarren en falta, jél pasa de una muchacl1a a otra! ¡sin el menor escrúpulo de hacerles correr el riesgo de contaminarlas! Yo he creído que era justo y caritativo suprimir a un ser maléfico. A pesar de que mi marido haya d estruido mi fe en Dios, tengo la impresión de que Él no es tal vez ajeno, en primer lugar a la. ligera h,erida que le hice a mi marido, eso justamente en el lugar de la en~epnedad de Pott de nli pobre hijita, cuando yo m e presenté ante él la firme intención de no hacer el gesto que hice, no sintiéndocon las fuerzas necesarias para lograrlo, gesto que provocó él mismo 8 la extremada malda.d de que ha dado pruebas. En segundo lugar, la reacción que ha sido sumamente saludable para mi pensamiento. sentimiento de haber hecho mi deber me ha dado tal serenidad alma que he encontrado la fuerza moral de soportar estoicamente as las cosas penosas que 11e padecido desde entonces.

parece que un caso como éste hace evidente que la paranoia teivindicación representa el envés, si así se puede decir, de la unoia de autocastigo. Para expresamos correctamente, digamos e su estructura está dominada por la misma intención punitiva, decir, por una pulsión agresiva socializada, pero que su econcenergética está i7ivertida, debido esto únicamente a las continias de la historia afectiva. e puede así concebir de qué manera una tendencia concreta, tan


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cercana de la que hemos visto manifestarse en ·n uestro caso fun. damental, ha producido en esa otra enferma manifestaciones de la personalidad totalmente opuestas a las de dicho caso, a saber: A] Un carácter no ya psicasténico, sino propiamente paranoico, término que aquí empleamos en el sentido que le da el uso vulgar de querulancia agresiva. En esta acepció11, en efecto, está justificado por toda la conducta anterior de la e11fer111a (.doscientos procesos con sus inquilinas). Digamos de paso que el uso vt1lgar del término ''paranoico'', co1no designac~ó11 de ese rasgo espe~i~l. del c~~ácter, nos parece infinitamente mas valedero que la def1n1c1on of1c1al de la constitución paranoica. La imposibilidad de encontrar nunca una aplicació11 clínica rigurosa de esta definición debe consistir, en efecto, en algún vicio radical de -semejante concepción, y nos la hace considerar -digámoslo al final de nuestro libro como absolutame11te n1ítica. Demos de ello una últi1na prueba haciendo constar una vez más que en esta enferma se echan de menos los cuatro rasgos fundamentales de la famosa constitución, a saber: l ] el rasgo de la sobrestimac!ón de sí mismo: hemos teni??' en efecto, en mil expresiones escritas y habladas, pruebas man1f1estas de un sentimiento de inferioridad perpetuamente en carne viva; 2] el rasgo de la desconfianza: antes de su reacción delirante, la e11ferma no había desconfiado en modo alguno de las operaciones (bastan te sospechosas en efecto) del marido para con ella; 3] y 4] la falsedad de juicio y finalmente la inadaptabilidad social i111putadas a los ''paranoicos'' : pues es un hecho que la enf';!nna decuplicó el rendin1iento de una casa de citas adquirida por el marido y que constituyó precisamente el objeto del litigio con él. BJ La misn1a diferencia de economía en la estructura concreta de la personalidad explica en la psicosis de nuestra enferma estos dos rasgos relativos: una reacción agresiva más eficaz y ~ás. precoz, y un delirio n1ucho menos lujuriante que en la psicosis de t1t1estro caso Aj~née. En esa correlación se manifiesta, una vez más, que el delirio es el equivalente intencional de .u na pulsión agresiva insuficientemen· te socializada.18 El desconocimiento de esta noción de la tendencia concreta, subyacente al fenómeno intencional que es el delirio, es lo que echa a perder las más hermosas investigaciones sobre las estructuras pa· 1

No hay en la literatura francesa, a nuestro parecer, ningún estudio de la psicosis pasional qt1e demuestre más penetración clínica, y mejor tin0 en indicación de las sanciones sociales, que la espléndida monografía de Mane Bonaparte sobre el caso, que tanto apasionó a la opini611, de la señora Lefe~· vre, la suegra asesina. Véase Marie Bonaparte, '·'Le cas de Mme Lefebvre, Rev. Franr;. Psychanal., núm. 1, 1 jul. 1927, pp. 149-198. 18

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sionales anómalas, lo mismo que sobre todos los ''mecanismos'' delirantes que se pretende concebir como objetos en sí. Mientras no se investiguen estas tendencias concretas, en efecto seguirán siendo mal conocidos unos hechos tan patentes como eÍ platonismo revelado por la conducta toda del erotómano, o el interés homosexual que manifiesta por el rival, tanto en su conducta como en sus fantasmas imaginativos, el delirante celoso. Y de esa manera seguirá desconociéndose radicalmente la diferencia profunda que separa la erotomanía y el delirio de celos de toda pasión amorosa normal. Sabemos,. por lo demás, que estos delirios se originan en patogenias muy diversas, y que no pueden ser definidos ni exclusivamente por su contenido ni exclusivamente por la consideración de aquello que Dupré, refiriéndose precisamente a ellos, llamaba su ''mecanismo''.19 Los trabajos serios sobre el delirio de celos han demostrado que hay que buscar en otro lado las señales de su alcance clínico verdadero: por ejemplo, las discriminaciones clínicas capitales que, de 1910 para acá, ha aportado Jaspers para el conocimiento del delirio paranoico de celos (véase supra, pp. 131-133). Recordemos que estas discriminaciones nos enseñan a distinguir esencialmente el delirio que se manifiesta como desarrollo de una persopalidad, y el que se presenta como un proceso psíquico irruptivo, gue trastorna y recompone la personalidad. Hagamos constar aquí que en el trabajo de Jaspers es donde hemos encontrado el primer modelo de la utilización analítica de esas ~ones de comprensión con las cuales hemos constituido el funmento de nuestro método y de nuestra doctrina. Observemos que la oposición clínica establecida en ese trabajo nifiesta claramente la fecundidad de este método en la investición de los factores orgánicos mismos. En efecto, sólo el examen de la continuidad genéfica y estructude la personalidad nos manifestará en qué casos de delirio se la de un proceso psíquico y no de un desarrollo, es decir, e11 Vé casos se debe reconocer en el delirio la manifestación intennal de una pulsión que no es de origen infantil, sino de ad• ició~ reciente y exógena, constituyendo así una entidad cuya tenc1a nos hacen concebir en efecto ciertas afecciones, como la falitis letárgica, al demostrarnos el fenómeno primitivo que , en su ra1z.

Vé~se en la p. 66 el contenido (y en la nota 64 la referencia) de la enc16n definitiva de Dupré sobre este asunto.


CIENCIA DE LA PERSONALIDAD Y PSICOSIS 306 Pero ,si aportamos, según se habrá visto, apoyos a la investigación del papel de los factores orgánic?~ en l~ psicosis, es gracias a, u.na doctrina que ofrece una concepcion raci?nal. de ese papel,. la unic~ concepción capaz de fundar una obs~rvaci~~ 1usta. Esto 'luiere d:c1r que difiere radicalmente de la doctrina cla~,ica del P.aralelismo P~:co. neurológico, remozada con el nombre de automatismo .i;iental . Este ''paralelismo'', que supone que toda. ~epresentac~on es pro. <lucida por una reacción neuronal no id~nt1ficada, ~rruina radi~~l· mente toda objetividad. Basta leer el libro de Taine sobre L tntelligence, que lleva esta doctrina a su presentación más coher~nte, para convencerse de que no permi~~ en modo .alg~?º conceb!r en qué difieren, por ej~mplo, la percepci?n. ~ }ª alucinacion. D.e ahi que Taine induzca lógicamente una defin1cion. d.e. la pe~cepc1ón co~o ''alucinación verdadera'', lo cual es la definición misma del mila. gro perpetuo. . Esto se debe a que el señor Taine concebía las consecuencias de su doctrina. Pero sus epígonos, nuestros contemporáneos, no se sienten embarazados siquiera por tales considera~i~nes. Las ignoran tranquilamente. Desconociendo el alcance heunst1co de los preceptos de sus antecesores los trasforman en las frases sin contenido de una rutina intelect~al y creen que, en la observación de los fe. nómenos, es posible sustituir los principios de ob~et~vidad por unas cuantas afirmaciones gratuitas acerca de su .materi~l.idad .. Digamos, para su gobierno, que el mecanismo fisioló.gico de todo conocimiento debe ser considerado así: el cerebro registra los movimientos del cuerpo propio, al igual que las impresion:s. del medio. Además, estos movimientos del cuerpo propio manifiestan no una· simple pulsión, sino un comportamiento complejo ~e al~ance diferido, es decir, una intención: pues bien, el cerebro registra igual· mente estos procesos intencionales, y representa con respecto a ellos su papel de almacén mnésico. Pero lo que el cerebro ·almacena son estructuras de comportamiento, y no imágenes, las cuales no están localizadas en ningún lugar, sino en la sensación misma que les da toda su materia.20

~o Se ve aquí nuestro acuerdo con la crítica definitiva de las localizaciones <:erebrales que ha hecho Bergson en Matiere et mémoi~e. Nos ~t~everemos a

decir que el conocimiento profundo de esta obra debena s~r ~xigido, a todos aquellos a quienes se ha conferido el derecho de hablar de ps1copatologia. Pero donde nos separamos de Bergson es en la ind:t~rminación en que él deja la evolución de las imágenes, prematuramente calific~da de creadora.. El seria el de los real~stas Punto de vista al que nos sumaríamos · de mejor gana · t'1enen. su c?mun ' ongen norteamericanos, para los cuales sensación y matena en una ''experiencia neutra'', a partir de. la cual se v~n dif~re~ciando el e~: nocimiento y el objeto. Un punto de vista como ése es el un1co que penni

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En otras palabras, la personalidad no es ''paralela'' a, los proce~ sos neuráxic?s~ ni siquiera al solo .conjunto ?e. los proces.os .s~má­ ticos del individuo: lo es a la totalidad constituida por el indrviduo por su medio propio.2 1 1 Semejante concep~i~n de~ ''paralelismo'' debe ~er reconoc~da, por Jo de.más, como la unica digna de tal nombre, s1 no se olvida que es ésa su forma primitiva, y que tuvo su primera expresión en la doctrina spinoziana. Por lo tanto, los errores que varias veces hemos denunciado bajo este nombre no se deben más que al uso degenerado que indebidamente han hecho de él ciertos epígonos sin virtud. Esa concepción legítima del paralelismo es la única que per111ite dar a la intencionalidad del conocimiento aquel fundamento en lo real que sería abs~rdo verle negar en nombre de la . ci~ncia. Es ]a única que permite dar razón a la vez del conocimiento verdadero y del conocimiento deliran te. En efecto, el conocimiento verdadero se define en ella por una objetividad de la cual, por lo demás, no está ausente el criterio del asentimiento social propio de cada grupo. Por lo que se :efiere, en cambio, al cono~imiento deli.rante, e~ta ooncepción permite dar ~~ él la. fórmula mas general, si. se d~fine el delirio como la expresion, ba10 las formas del lengua¡e for1adas para las rela:ione~ .comprensibles . de un grupo, d~ tendencias coneretas cuyo insuficiente conformismo a las necesidades del grupo desconocido por el sujeto. Esta última definición del delirio permite concebir, por una parfl las afinidades observadas por los psicólogos entre las formas del ' samiento delirante y las formas primitivas del pensamiento, y r otra parte la diferencia radical que las separa por el solo actualmente escaparse de las ilusorias antinomias del subjetivismo gnoseo·co. Así, pues, para nosotros, como para la tradición clásica, es verdad nihil erit in intellectu quod prius non fuerit in sensu.

Una escuela de biología de una importancia capital ha elaborado en su o valotr esta noción del medio propio de un ser vivo dado; el medio,. se~ún efinido por esta doctrina, aparece de tal manera ligado a la organ1zac1ón fica del individuo, que llega a hacer de él, en cierto modo, una parte , Cf. los trabajos fundamentales de J. von Uexkiill, sobre todo Umwelt lnnenwelt der Tiere, Berlín, 1909. verá que en nuestra concepción, aquí conforme a Aristóteles, ,el medio ano, en el sentido que le da von 1Jexkiill, sería por excelencia el mesocial humano. Es inútil subrayar hasta qué punto se opone esta concepa las doctrinas, ya arrttinadas por cierto, de la antropología individualisel siglo XVIII, y particularmente a una concepción como la del ''contrato " de Rousseau, cuyo carácter profundamente erróneo se debe directamenr lo demás, a la estructura mental paranoica propia de su autor.

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hecho de que las unas están en ar1nonía con las concepciones del grupo y las otras no. No es inútil plantear así estos problemas sobre el plano de rigor gnoseológico que les conviene. Hay, en efecto, en el estudio de los síntomas mentales de la psicosis, una excesiva .tendencia a olvidar que éstos son fenó111€nos del conocimiento, y que, en cuan. to tales, no pueden ser objetivados sobre el mismo plano que los síntomas físicos: mientras que éstos, en efecto, son directamente objetivados por el proceso del conocimiento, el fenómeno mismo del conocimiento no puede ser objetivado sino indirectamente por sus causas o por sus efectos, que revelan su carácter ilusorio o bien fundado. Así pues, los síntomas mentales no tienen valor positivo más que según la medida en que son paralelos a tal o cual tendencia concreta, es decir, a tal o cual comportamiento de la unidad viviente con respecto a un objeto dado. A1 llamar ''concreta'' a esta tendencia, queremos decir que en ella encontramos un síntoma físico, es decir un objeto compara. ble con los síntomas de que usa la medicina general, con una ictericia o con una algia por ejemplo. Que no quepa duda: quienes no llevan a cabo estas precisiones necesarias, que son -en eso estamos de acuerdo de orden metafísico, · están haciendo a su vez, sin darse cuenta, metafísica, pero de la mala, al atrib·uir constantemente a tal o cual fenómeno mental, definido exclusivamente por su estructura conceptual como la pasión, la interpretación, el fantasma imaginativo, el sentimiento de xenopatía , el alcance de un sínton1a objetivo siempre equiva· lente a sí mismo. Se trata de un error de principio: lo único que puede tener semejante alcance es la tendencia concreta, o sea la que da a estos fenómenos su contenido intencional. Sólo estas tendencias concretas, fundamentales de los síntomas i~tencionales de una psicosis, confieren a cada uno de estos sín· tomas y a la psicosis misma su auténtico alcance. Es de ese modo como hemos podido fundar un tipo de psicosis paranoica sobre la tendencia autopuntiva, y reconocerle, como lo hemos demostrado en páginas anteriores, el pleno valor de un fenómeno de la personalidad. Otro tanto habría que decir de la psi· cosis de reivindicación, que de buena gana agruparíamos junto con la precedente con el título de psicosis del Super-Ego. En cuanto a la determinación de la autonomía, la signifí:caci6n pronóstica y patogénica, el grado de responsabilidad social de cual· quier otra forn1a de psicosis paranoica, nos guardaremos igualmen· .t e de utilizar criterios tomados de' puras formas sintomáticas -como •

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el delirio de interpretación, por ejemplo-, o tomados exclusivantente de los contenidos -como la erotomanía o el delirio de celos. Digám?slo. una vez ~ás: el ciclo de comportamiento revelado por la psicosis es lo esencial. En cualquier caso en que se manifieste semejante ciclo,_de manera plenamente comprensible y coherente con la personalidad anterior del sujeto, bajo formas distintas de Ja que ~a ~uedado ~escrita por nosotros, otras formas psicógenas de la psicosi~ paranoica podrán ser individualizadas legítimamente. Pero es evidente que a medida que las investigaciones vayan progresando hacia fo~mas más discordantes de la psicosis, pasando de Jas formas paranoicas a la:S formas paranoides, la comprensibilidad y )a eoh~rencia ~~nceptual de la psicosis, as~ con10 su comunicabiJidad social, se iran mostrando cada vez mas reducidas y difíciles de captar, pese a los medios de interpretación comparativa que h'ayan dado los estudios previos sobre las formas más accesibles. Es preciso, sin embargo, no prejuzgar demasiado de prisa en cuanto al punto en que el método deja de funcionar. Importa, en efect?#, no olvidar q~e investigaciones hechas según un método vecino, aunque menos rigurosamente definido, han sido aplicadas incluso áf las formas avanzadas de la demencia precoz, y han revelado en ellas, por lo que se refiere al carácter comprensible de los contenidos y a su determinación por las experiencias afectivas del sujeto, détos de una evidencia notable. 22 Todos los elogios serían insufici,entes para rendir un homenaje lo bastante profundo al genio de llleuler, por el método, tan flexible, que ha permitido analizar en lfJesquizofrenia por una parte los fenómenos de déficit, dependienfi probablemente de una disociación de los mecanismos neurolójos, y por otra los fenómenos de comportamiento,. dependientes una anomalía de los dinamismos reaccionales. En todo caso, nuestro método es el único que e11 cada caso itirá determinar bajo una forma irreductible los factores no cógenos de la psicosis. Hablaremos entonces, según los casos, factores hereditarios, congénitos u orgánicos adquiridos; será con nocimiento de causa, y refiriéndonos a elementos simples, no a piejos de síntoinas de valor heterogéneo. e~o, por otra parte, muchos de esos factores, presentados por la na de las constituciones como elementos irreductibles y que cen forjados de manera ta n artificial, aparecerán, a medida vayan progresando estas investigaciones, como representantes u~ momento evolutivo o de un estadio de organización comble de las pulsiones vitales del individuo. Siendo esto así, \'endrá considerar los comportamientos fundados sobre esas pulVéase jung, Der Inhalt der Psychosen,. ya citado.


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siones como psicógenos, en cuanto que de lo que va a. tratarse es de reacciones socializadas del individuo, y, por el contrario, como orgánica o constitucionalmente determinados, en la medida en que tales comportamientos van a ser independientes de .las in~uencias condicionales del medio, y particularmente del medio socia~. Hay aquí una zona de fenómenos en la que s~ lleva a cabo la 1untura del plano vital individual y del plano social personal; en ella cabe hacer entrar ya, en opinión nuestra, las anomalías pulsionales e intencionales cuyo origen sea descubierto por el estudio de las psicosis en una organización de las tendencias e instintos del individuo anterior a la constitución de los mecanismos de autocastigo. A eÍlo se debe que propongamos, para esas anomalías más regre. sivas el título provisional de anomalías prepersonales, título desti. nad~ a precisar que no responden sino .incompletamente ª, la de. finicióil de un fenómeno de la personalidad, pero que estan relacionados con ella como elementos arcaicos de su génesis y de su estructura. Sólo a partir de estos datos podrá establecerse para el conjunto del campo de las psicosis una semiología de valor concreto, es decir, que esté fundada en una nosología natural y tenga un auténtico valor pronóstico. Un progreso como éste nos aportará una etiología y por lo tanto una profilaxia racional~s~ así como una ap~~­ ciación de naturaleza menos puramente empirica de la responsabilidad social. Indiquemos que, en opinión nuestra, las bases de ?uestro método resultan ser particularmente aptas para la solución de problemas semiológicos y patogénicos como el de la naturaleza del delirio hipocondriaco. La concepción freudiana de las fijaciones li· bidinales narcisistas, a pesar de sus imprecis~one~, nos parece e~tar mucho más cerca de la realidad que la explicación por esas cene~­ topa tías imposibles de probar. El alcance económico de las manifestaciones de hiperestenia y de depresión deberá igualmente estudiarse de cerc.a desde el punto de vista especial de los fenómenos de la personalidad, y en cuanto .ª ese terreno contamos con aportar datos que en la presente tesis hemos mantenido completamente en reserva. Llamemos la atención sobre la extraordinaria importancia de los marcos nosológicos normalmente c on~tituidos, es decir, que se. fu~· 1 dan en el concepto de entidad morbida y no en el con·cepto 1nas1· ble y perezoso del síndrome. Esos marcos son los únicos que permiten dar a dos síndromes, semejantes en apariencia, su pronóstico respectivo. Son los 9ue permiten, por ejemplo, fundar la oposición manifiesta del peligro

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reaccional eficaz e inmediato que puede representar determinada psicasis paranoica de autocastigo, con respecto a la gran benignidad social de determinado delirio de persecución, idéntico sin embargo al primero en toda su semiología. La razón es que este último representará, en efecto, una forma de curación de una psicosis con manifestaciones primitivas y predominantes de hipocondría y con una estructura ''personal'' mucho más arcaica: estamos aquí aludiendo a un tipo cuya descripción nos proponemos elaborar de acuerdo con varios casos que hemos observado. Sólo en función de esos cuadros naturales, y de las anomalías regresivas a las cuales se refieren, tomará el estudio de las estructuras conceptuales del delirio su alcance clínico y pronóstico. No será menos su valor en cuanto a los problemas filosóficos a que hemos aludido (supra, pp. 260-261), y que son el de las estructuras prelógicas del conocimiento, el del valor de la imaginación creadora en la psicosis y el de las relaciones de la psicosis con el genio. Este estudio de las estructuras conceptuales debe, además, dar puntos de vista nuevos sobre el problema, falsamente resuelto a nuestro entender, del contagio mental. Hemos dejado constancia, en efecto, de que, para la mayor parte de los casos de delirio a dúa (véase supra, pp. 257-260), nosotros rechazamos toda ''inducción'' fundada en la pretendida debilidad mental de uno de los 1dos; y podremos aportar hechos de inducción de d~lirante a delirante, cuya rareza misma impone una explicación de índole muy distinta. 23 Por último, digamos que la relación de las reacciones delictuosas o criminales con la psicosis no podrá elucidarse sino sobre las bases de un estudio genético y estructural de la psicosis como el que proponemos. En muchos casos es evidente que la atribución teó-__.,,..rica de una irresponsabilidad completa a todos los actos que pue-en ser cometidos por un delirante, resulta poco satisfactoria para inteligencia. En ese terreno, en efecto, suele recurrirse a criterios empíricos e intuición y de ''sentido común'' que, por bien fundados que tén a menudo, en los casos difíciles pueden prestarse a discusioespinosas. En estos casos, una solución científica no podría ser rtada más que por un estudio comparativo de la motivación i acto y de la estructura delirante. Ahora bien, falta todavía un 8

Léase el informe de un precioso caso de contágio mental en la psicosis, las pp. 276-278 del libro magistral de Legrand du Saulle, verdadero teso· de hechos, cuyo poder sugestivo deja muy a la zaga todos los trabajos

bdemos.


3·12

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estudio suficiente de estas estructuras en los diferentes tipos de delirio.24 No nos alargaremos tampoco en cuanto a los caminos de investiga.ción que se abren hacia el futuro.

. . . . Concluiremos ahora nuestro trabajo con la proposicion spinoziana

CONCLUSIONES

/

que le sirve de epígrafe. . . Si recorda1nos el sentido que en Spinoza tiene el término esen. cía a saber la suma de las relaciones conceptualmente definidas de' una entÍdad, y el sentido de determinismo .afecti~o qu: le da al término afecto, no podremos menos de sentirnos 1mpres1onad?s por la congrt1encia de esta fórmula c?n .el fon?o de nuestra te~1s. Digamos, pues, para expresar la i~sp1rac1ón ~1s1!1~ de nuestra investigación, que ''un afecto cualquiera de un ~nd1v1duo da~o ~~es­ tra con el afecto de otro tanta más discordancia, cuanto mas dif~ere la esencia del uno de la esencia del otro'' ( E:,tica, III, 57) . Lo que con eso queremos decir es que l?s conflict.os determinantes los síntomas intencionales y las reacciones pulszonales de una psi~osis están en discordancia con las relaciones de comprensión, las cuales definen el desarrollo, las estructuras conceptuales y las tensiones sociales de la personalidad normal, según una medida de. ter1ninada por la historia de los ''afectos'' del sujeto.

Cf. sobre el particular las muy pertinentes reflexiones de Legrand du Sau· lle, op. cit., p. 446: "Nuestra intervención ~n los ~suntos. criminales tiene com? 1116vil principal analizar las acciones qt1e siguen s1~ndo .imputables~ y. detenn1· nar en la inedida de lo posible, la sun1a de inteligencia [de motivación com· pre~síble, diríamos más bien nosotros (N. del A.¡ j que existía ei:i poder d~l ac~; ·sado en el n1.01nento de la realizació11 del delito o de la perpetración del ~rimep. Más adelai1te se asombra de "que algunos autores emine11tes ~layan. IJ.0~1d~, con· :Siderar la responsabilidad parcial o proporcional con10 una 1mpos1bilidad · 24

La psicosis paranoica, que parece trastornar la personalidad, ¿consiste en su desarrollo mismo, o sea en una anomalía constitucional, 0 en deformaciones reaccionales? O bien ¿es la psicosis una enfermedad autónoma, que refunde la personalidad? Tal es el problema piatogénico que planteamos, y cuyo alcance nosológico, diagnóstico 1 pronóstico será difícil no ver. Para la solución de este i)roblema, el estado actual de la ciencia no nos ofrece ninguna otra vía que no sea el análisis de los síntomas clínicos.

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I. OONCLUSIONES CRITICAS

El análisis de la psicosis se ha fundado hasta el día de hoy en los sfntomas del delirio; en éste ha aislado elementos: fenómenos ''ele.. mentales'', contenidos sistemáticos, constitución predisponente, a da uno de los cuales una de las doctrinas reinantes ha querido onocerle la preponderancia nosológica, patogénica y pronóstica. fracaso probado de todas estas tentc;it.ivas manifiesta el valor de stracciones inad~cuadas de los elementos así concebidos. osotros, sin embargo, completamos su descripción clásica con siguientes puntos: l] A los fenómenos elementales analizados en la psicosis paraica -interpretaciones, estados pasionales- conviene añadir ilunes de la memoria, trastornos de la percepción y ''alucinaciones'' el sentido actualmente recibido). Estos fenómenos, y especialte las interpretaciones, se presentan en la consciencia con un nce conviccionai inmediato, una significación objetiva de un golpe, o, si permanece subjetiva, un carácter de obsesión. No nunca el fruto de .ninguna deducción ''razonante''. l estudio de sus condiciones muestra que es absurdo referir nin<> de estos fenó1nenos a un 11echo de automatismo específicate neurológico. Nosotros demostramos que ·unos dependen de 'aciones conittrzes de la consciencia causadas ocasionalmente por tomos orgánicos generales, y los otros, de estructuras concep[ 31 3 ]


CONCLUSIONES 314 tuales que obedecen, en nuestra doctrina, a la fenomenología misma de la psicosis. .. 2] Los contenidos sistematizados del delirio no traduce~ tampo. co ninguna actividad ''razonante'' ya sea que se la conciba como emanada de un juicio primitivamente viciado.' ? ya .com? normal, pero aplicada secundariamente a los datos ob1etivos ilusorios de los fenómenos precedentes, que se supone~ pri~arios. Nosotr~s dem~s· tramos que esos contenidos expresan 1n~~diatamente (a saber, sin deducción lógica consciente), pero manifiestamente (a ~aber, me. <liante un simbolismo de claridad evidente), uno o varios de los conflictos vitales esenciales del sujeto, c~nflictos que ?~muestran así ser la causa eficiente, aunque en realidad no especifica, de la • • psicosis. . . 3] La constitución llamada paranoica, finalmente, falta a menudo en el terreno de los hechos, o no es sino secundar_ia al .delirio. La predisposición a la psicosis se revela a~í como imposible de definir de manera unívoca en rasgos de caracter: nosotros demostramos que se presenta frecuentemente bajo la forma del carácteI psicasténico de Janet o sensitivo de Kretschmer.

I

II. CONCLUSIONES DOGM.ATICAS

1] La clave del problema nosológico, pronós~~~ y t.era~é~tico de

la psicosis paranoica debe buscarse en un analisis psicolog~co concreto, que se aplique a tod~ desarrollo d~ la. personalidad del sujeto, es decir, a los acontecimientos de su h~toria~ a los progresos de su consciencia, a sus reacciones en el medio social. , . Por lo tanto el método implica en su base monografias psicopa· tológicas tan e~haustivas como sea posible. . . Sobre un fundamento como ése es como hemos definido, en el interior del marco de la paranoia, . un tipo c~ínico. más estrecho que llamamos paranoia de autocastigo., ~ste tipo tiene para nos· otros un valor. clínico, y un valor dogmatico en cuanto al problema de nuestra tesis. . 2] El valor clínico de nuestro tipo consiste en .pri~er l?gar en el cuadro concreto que· de él podemos dar, en la me~ida misma~~ que abandonamos lás concepciones abstractas ant~riores .... Remití· mos, pues, a su descripción (parte II, cap. 4, raragrafo . iii) .. Ade· más nuestro tipo propone indicaciones pronósticas, profiláctic~s. Y terapéuticas particulares gracias a una propiedad que la. :specifica actualmente en las psicosis paranoicas, y que es su curabilidad.

e!

315 3] El valor dogmático de nuestro tipo, por lo que hace a nuestro problema, consiste en los datos patogénicos que demuestra. En efecto: si en este tipo de psicosis los procesos orgánicos, aunque no específicos, desempeñan el papel de causa ocasional ( determinante de la declaración de los síntomas), si determinados conflictos vitales, no ya específicos en sí mismos, desempeñan en ellas el papel de causa eficiente (determinante de la estructura y de la permanencia de los síntomas), un tercer factor patogénico tiene que admitirse allí como causa específica de la reacción por la psicosis. 4] Este factor específico se demuestra: A] Como una anom~lía específica de la personalidad, es decir, específicamente definible en hechos concretos de la historia afectiva del sujeto, de sus progresos intencionales, de sus comportamientos sociales; B] Como una anomalía del desarrollo típico de la personalidad, anomalía comprensible en el sentido de que descansa señaladamente sobre esas funciones intencionales en las cuales se integran las constricciones sancionadas por el grupo social, y que pueden ser designadas con el término de Super-Ego; e] Como una anomalía global de las funciones de la personalidad, anomalía de evolución en el sentido de que traduce una fija· ci6n afectiva precisamente en aquel estadio infantil en que se foruia el Super-Ego, mediante la asimilación a la personalidad de las constricciones parentales (de los progenitores o de sus sustitutos). Esta fijación se afirma como global por el hecho de establecer una correlación entre la psicosis y ciertos caracteres de conjunto del 'C,P.m(Jortamiento del sujeto, especialmente en la esfera sexual, que g donde se lleva a cabo la síntesis de los factores orgánicos y de ~ factores sociales de la personalidad. E~ta fijación se afirma como una detención en la evolución, en 1 sentido de que responde precisamente a la forma evolutiva que • nen las fijaciones eróticas en ese estadio, y acerca de la cual sólo doctrina freudiana nos informa, a saber: erotización de la zona , en cuanto al órgano de la tendencia sado-masoquista; en nto a la intención, de los hermanos o de las herman<l;S (según elección homosexual); en cuanto al objeto y, por último, su· ación de los primeros instintos sociales. fijación en ese estadio, designado asimismo por nosotros como dio de narcisismo secundario, explica las tendencias concretas yores del psiquismo del sujeto, tendencias que podemos referir tanto más derecho a su personalidad cuanto que las funciones enciales de ésta se hallan plenamente diferenciadas después de o estadio. CONCLUSIONES


316

CONCLUSIONES

Estas tendencias se exteriorizan al máximo en el delirio. Explican el papel eficiente que en el determinis~o del delirio dese1:11peñan los conflictos vinculados con el comple10 fraternal; y explican, en la estructura del delirio, la significación de homosexualidad reprimida de los síntomas y temas de persecu~ión, el alcan~e altruista y social de los temas idealistas, y la potencia de las pulsiones agresivas y autópunitivas manifestadas. Antes de la psicosis, estas tendencias está'n latentes en .cuanto a su potencia real, pero son sospechables, sin embargo, en ciertos. hechos del comportamiento a saber, en síntomas borrosos de psicastenia y de neurosis obs;sional, en 1:1na inversi?n psíquica más .o menos manifiesta, en el alcance soctal predominante de las satisfacciones que se busca alcanzar m ediante ~a ac.tividad perso?al, .Y 1 en el apragmatismo, a base de busqueda insatisfecha ( do.n¡uanismo, platonismo ), de los comportamientos para con el ob1eto heterosexual. Una medida válida de todas estas tendencias no pod·rá ser dada sino por un estudio experimental del sujeto; y, hasta aho;a, el, ~~i­ co que nos ofrece la técnica aproximada para ello es el pszcoanalzszs. Para esta evaluación, la interpretación simbólica del material de las imágenes vale menos, en nuestra opinión, que las resistencias con las cuales se mide el tratamiento. En otras palabras, dado el estado actual de la técnica, y suponiéndola perfectamente manejada, los fracasos del tratamiento tienen, para la disposici.ón a .la psicosis, t1n valor diagnóstico igual y superior a sus revelaciones intencionales. ' El estudio de estas resistencias y de estos fracasos es el único ~a nueva ~écnica .psic?~n.alítica, que podrá suministrar las bases de la cual esperamos, para la ps1cos1s, una psicoterapia d1r1g1da.

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, III. C-ONCLUSIONES HIPOTETICAS

El método puesto a prueba en nuestro estudio nos permite ya ahora indicar las hipótesis de investigaciones que, según lo creemos, tienen que ser fecundas. A] Paranoia de autocastigo y paranoia de reivindicación forman un grupo específico de psicosis,. que están determi~~das no P.or un mecanismo llamado pasional, sino por una detenczon evolutiva de la personalidad en el estadio genético del Super-Ego. B] El nlarco más vasto de las psicosis paranoicas conserva su va· lor clínico gracias a la sef5uridad del método kraepeliniano, cuyos

CONCLUSIONES

317

datos, P?r duna vía opuesta, confirman los nuestros, fundando la autonom1a e este marco sobre una patogenia rigurosamente psic6gena. .cJ Nuestr~ ~étodo de análisis psicológico co!1creto tiene que perm1t1r una vision clara no s?lo de lo~ !Ilecani~mos reaccionales y concep.tuales de esa. pa~a~oia kraepel1niana, sino ta1nbién de los mecan1.s111os, tan en1gn1at1cos, de las parafrenias y de las psicosis paranoides. . ~] ~ n1ed1da que .s~ vaya aplicando nuestro método a psicosis mas discordantes, se iran revelando procesos orgánicos más evidentes, así como reacciones a los conflictos vitales cada vez menos compr~nsible~; pero I~ }mportancia d~ las fi¡aciones evolutivas, más y mas arcaicas, s~gu1ra siendo esencial; para esas fijaciones que se refi.eren al es~adio del narcisismo primario, nosotros proponemos, en vista de la incompletud que en dicho estadio tienen las funciones de la personalidad, el título de ·anomalías afectivas pre-personales. E] D~s sí~tomas, e~ ~l primer :plano, ~acarán de semejante estudio su expl1cacion patogen1ca, al mismo tiempo que adquirirá11 en él t~do su v~lor nosológico, clínico y pronóstico: las ideas delirantes htpocondnacas y los temas delirantes de significación homosexual. ~] S~lo un e~t?di<?, así puede fundar, para el conjunto de las psis1s,1 u!1a cla~ifzcaczon_ na~ural, una patogenia comprensible y un pronostico racional, e inspirar, por último, la actitud de confianza ......y. de perseverancia que tal vez permita mejorar una terapéutica Hasta ahora decepcionante. Sólo un estudio fundado sobre semejante método permitirá una reciación justa y diferenciada: a] .de las situaciones vitales que determinan la psicosis, y muy pec1almente de las situaciones iniciales de la infancia ( ano1nalías nstantes de la situación familiar); b] .de .los tipos. de estructura conceptual prelógica revelados por ps1cosi~, y particularmente del valor significativo de las creacioes estéticas, a 1:11en,u~o notables, o solan1ente imaginativas, pero gularmente e~1gmat1cas, que produce la psicosis; e] de las pulsiones agresivas, especialmente homicidas, que, ma,, tándose. a veces sin epifenómeno delirante y ''hablando a ses , .no de1an de revelar una anomalía específica, idéntica a la os1s, Y plantean en los mismos términos el problema de la res· sabilidad del sujeto. .


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1


Primeros escritos sobre la paranoia

...

1

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J!L PROBLEMA DEL ESTILO Y LJ\ CONCEPCION PSIQUIATRICA DE LAS FORMAS PARANOICAS DE LA EXPERIENCIA * .

Entre todos los problemas de la creación artística, creemos que es el del estilo el que requiere más imperiosamente, y para el artista mismo, una solución teórica. No carece de importancia, en efecto, la idea que el artista se forme del conflicto revelado por el hecho del estilo entre la creación realista fundada sobre el conocimiento objetivo, por una parte, y por otra parte la potencia superior de significación y la alta comunicabilidad emocional de la creación que se llama ''estilizada''. De acuerdo con la naturaleza de esta idea, en efecto, el artista concebirá el estilo como el fruto de una elección racional, de una elección ética, de una elección arbitraria, o bien de una necesidad experimentada por él, cuya espontaneidad se impone a todo control, o que incluso conviene liberar de cualquier control mediante una ascesis negativa. Y es inútil insistir en la importancia que estas concepciones tienen para el teórico. Ahora bien, nos parece que el sentido que en nuestros días ha tomado la investigación psiquiátrica tiene datos nuevos que aportar a esos problemas. Hemos mostrado el carácter concretísimo de esos datos en algunos análisis de detalle relativos a escritos de locos. Quisiéramos aquí indicar, en términos forzosamente más abstractos, qué revolución teórica pueden significar en la antropología. La psicología de escuela, por ser la novísima de las ciencias positivas y haber aparecido en el apogeo de la civilización burguesa que sostiene el cuerpo de estas ciencias, no podía menos de consagrar una confianza ingenua al pensamiento mecanicista que de manera tan brillante había demostrado sus capacidades en las ciencias de la física. Esto, por lo menos, durante todo el tiempo en que la ilusión de una infalible investigación de la naturaleza continuó recubriendo la realidad con la fabricación de una segunda naturaleza, más conforme ~ las leyes de equivalencia fundamentales del espíritu, a saber la de la máquina. Se ex.Plica así que el progreso histórico de semejante psicología, cuyo punto de arranque fue la crítica experimental de las hip.óstasis del racionalismo religioso, haya culminado, en las más recientes psicofísicas, en abstracciones fun~ionales

* Publicado inicialmente en

el núm. 1 de la revista Minotaure, junio de 1933. [ 333]


F.L ESTILO Y LA EXPERIENCIA PARANOICA

334 cuya realidad se va reducie11do 111ás y más rigurosamente a t1na medida sola, que es la del re11di111ie11to fís~co del tr~bajo humano. En las co11diciones artificiales del laboratorio no babia, en efecto, nada que pudiera opoi1erse a t111 clesconocirniento tan sisten1ático de la realidad del ho111bre. El papel ele los psiqt1iatras, cuya atención ~stá sie11do ~eclan1ada de 111oclo espccial111ente in1perioso por esa realidad, se ~ebiera hallar no sólo los efectos del orden ético en las transferencias creadoras del clcsco o ele la libido, si110 ta1nbién las cletermi11aciones estructurales del ordei1 11oun1é11ico en las forn1as pri111arias de la experiencia vivida: reco11ocer, ei1 otras ¡)alabras, la prirnorclialiclad diJ?-ámica y la origi11a1idac1 ele esa experie11cia, de esa v~ve~cia ( Erlebnis),. ~n rclaci{>11 co11 cualc1uier objetivación de aconteci1niento ( Geschehnis). Nos 11allaría111os, sin embargo, en presencia de la sorprendente excepción a las leyes propias ?el des.arrollo de ~oda superestructura ideológica, si esos ·hechos hubieran s~do reconocidos en el mom.ento mismo en que se encontraron, y afir~ad?s ei;i el momento mismo en que se reconocieron. La antropologia irnplica1d~ por tales hechos hace demasiado relativos los postulados de la fisic,a y de la. i_noral racionalizantes. Ahora bien, estos postulados estan ya suficientemente integrados al lenguaje corriente, de tal manera que el médico -que, entre todos los tipos. de intelectua~es,1 e~ el marcad? de manera más constante por un ligero retraso ~ialectico h~ cre1do, ingenuamente, encontrarlos en los hechos mismos. Ademas, ~? hay que ocultar que e~ interés por los. e?f~rmos mentales .nac10 históricamente de necesidades de orden 1uridico. Estas necesidades aparecieron en el momento de la instauración for1nulada, a base del derecho, de la concepción filosófica burguesa del hombre ~?mo sér dotado de una libertad moral absoluta, y de la responsab1l1dad como atributo propio del individuo (vínculo ~e los derechos. del hombre y de las investigaciones pioneras de Pinel y de Esq?1r?l). De resultas de eso, el problema mayor que se le ~lanteó .~r~ct1ca­ mente a la ciencia de los psiquiatras fue la cuestión artif1c1~l .de un todo-o-nada de la invalidación mental (artículo 64 del Cod1go penal francés) . Así, pues, era natural que, para dar .con una expli~a~ión de los trastornos mentales, los psiquiatras acudieran por pnnc1p10 de cu~~­ tas a los análisis de la escuela y al cómodo esquema d~ un déf1c1t cuantitativo (insuficiencia o desequilibrio) de una función de .relación con el mundo, función y mundo procedentes de una, misma abstracción y racionalización. En ese terreno, por, l? <lemas, todo un orden de hechos, el que responde al marco clin1co de las demencias, se dejaba resolver bastante bien.

EL ESTILO Y LA EXPERIENCIA PARANOICA

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Ui:ia buena rnuestr~, de lo que es el triunfo del genio intuitivo propio de la ?bservacion es el hecho de que un Kraepelin, a pesar de ~star m~~1do hasta el .cuello en esos prejuicios teóricos, haya podido clas1f1car, con un ngor al cual no ha habido necesidad de añadir prácti~arne~ te nada, las especies clínicas cuyo enigma, a través de aproximaciones a menudo bastardas (de las cuales el públic~ no recoge 1;1ás que unas cuanta~ .palabras genéricas: esquizofrenia, etc.), deb1a engendrar el relat1v1smo nouménico inigualado de los pun,tos de vista llamados fenomenológicos de la psiquiatría contemporanea. Estas especies clínicas no son otras que las psicosis propia1nente dichas (las verdaderas ''locuras'' del vulgo). Ahora bien, los trabajos de inspiración fenomenológica acerca de esos estados mentales (por ejemplo, el recientísimo de un Ludwig Binswanger sobre el estado llamado de ''fuga de ideas'' que se observa en la psicosis 1naniacodepresiv~, o bien mi propio trabajo sobre La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad), al estudiar la reacción local que en esos estados se puede individualizar como trastorno mental (y que las más de las veces sólo es notable a causa de alguna discordancia pragmática), no la separan de la totalidad de las vivencias del enfermo, sino que tratan de definir la experiencia total en su originalidad. Esta experiencia no puede ser comprendida sino cuando se ha llegado al límite de un esfuerzo de asentin1iento; se la puede describir válidamente como estructura coherente de una aprehensiór1 noun1énica inmediata de uno mismo y del mu11do. Lo {1nico capaz de hacer posible semejante descripción es un método analítico de grandísimo rigor; toda objetivación es, en efecto, eminentemente precaria en un ·orden fenoménico que se manifiesta como Igo anterior a la objetivación racionalizante. Las formas explora_,,.:d~as de estas estructuras permiten concebirlas corno diferenciadas entre sí por ciertos hiatos que hacen posible tipificarl~s .. ~- ,'\hora bien, algunas de es.as formas de la experiencia vivida, las or1J1as llamadas mórbidas, se presentan como particularmente fecundas en modos de expresión simbólicos que, aunque irracionales e~ .su ~?nd.amen~o, no po.r ello dejan de estar provistos de una sign1f1cac1on intencional eminente y de una comunicabilidad tensional muy elevada. Estas formas se encuentran en psicosis que nosotros emos estudiado particularmente, conservándoles su etiqueta antigua -y etimológicamente satisfactoria- de ''paranoia''. Est.as psicosis se manifiestan clínicamente por un delirio de persecución, una evolución crónica específica y unas reacciones criminales particulares. Ante la incapacidad de detectar en ellas ningún trastorno en el manejo de la maquinaria lógica y de los símbolo'.>


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espacio-témporo-causales, los autores del linaje clásico no han vacilado en relacionar paradójicamente todos esos trastornos con una hipertrofia de la función razonante. Nosotros, en cambio, hemos podido demostrar no sólo que el mundo propio de tales s?jetos está., trasf?rmado mucho más .en su percepción que en su interpret~c10?,. sino que est~ percepción misma no es comparable con la intuición de los ob1etos que es propia del individuo civilizado del tér1nino ~edio ~o.rmal. Por una parte, en efecto, el campo de la perce.pci~n esta i~p:egi:i~do .;n estos sujetos de un carácter inmanente e inminente de s1gnif1cac1on personal'' (síntoma llamado ''interpretación''), Y, ~ste ~arácter excluye la neutralidad afectiva del ob1eto que es exigida, virtualmente cuando menos, por el conocimiento racional. Por otra parte, la alteración de las intuiciones espacio-temporales -alteración que en ellos es notable- modifica el alcance de la convicción de realidad (ilusiones del recuerdo, creencias delirantes). Estos rasgos fundamentales de la vivenci~ paranoica la excluren de la deliberación ético-racional y de toda libertad fenomenológicamente definible en la creación imaginativa. Ahora bien nosotros hemos estudiado metódicamente las expresiones simbólÍcas que de su experiencia d.an. ~sto~ sujetos: son .P.ºr una parte los temas ideicos y los actos significativos de su delirio, y por otra parte las producciones plásticas y poéticas en las cuales se muestran notablemente fecundos. Hemos podido hacer ver: 1] La significación eminentemente human~ de estos ~ímbolos, que no tiene análogo, en cuanto a los temas delirantes, mas qu~ ~n las creaciones míticas del folklore, y que, en cuanto a los sentim1~ntos animadores de esas fantasías, no tiene a menudo nada que pedirle a la inspiración de los artistas más grandes ( sen!imientos .de.la natural~­ za, sentimiento idílico y utópico de la humanidad, sentimiento de reivindicación antisocial). 2] Hemos caracterizado en los símbolos ~?ª te!1~en~!ª f~nda~ental que hemos designado con el término de ident1ficaci~n iterativa del objeto'': el delirio, en efecto, revela una gran fecundidad en ~an.tas­ mas de repetición cíclica, d~ multiplicació.n ~bicuista, ~~ periód~~os retornos sin fin de unos mismos acontecimientos, en dobletes Y ''tripletes'' de unos mismos personales, a veces. en ~l.ucinacio~es de desdoblamiento de la persona del su1eto. Estas intuiciones estan notoriamente emparientadas con procesos ~uy constantes ~e. ~a c!eación poética y parecen una de las condiciones de la tipificación, creadora del estilo. , 3] Pero el punto más importante que hemos deducido de los s1m·

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bolos engendrados por la psicosis es éste: que su valor de realidad no queda disminuido en nada a causa de la génesis que los excluye de la comunidad mental de la razón. Los delirios, en efecto, no tienen necesidad de ninguna interpretación para expresar con sus solos temas, y a las mil maravillas, esos complejos instintivos y sociales que sólo a costa de gran trabajo consigue el psicoanálisis sacar a la luz en el caso de los neuróticos. No menos notable es el hecho de que ]as reacciones criminales de esos enfermos se produzcan con gran frecuencia en un punto neurálgico de las tensiones sociales de la actualidad histórica. Todos estos rasgos propios de la vivencia paranoica le dejan un margen de comunicabilidad humana en la que ha mostrado, bajo otras civilizaciones, toda su potencia. La experiencia vital de tipo paranoico tto ha perdido por completo esa potencia ni siquiera bajo esta civilización racionalizan te que es la nuestra: puede afirmarse que Rousseau, g propósito del cual puede pronunciarse con la mayor certidumbre el diagnóstico de paranoia típica, debe a su experiencia propiamente mórbida la fascinación que ejerció en su siglo por su persona y por fu estilo. Sepamos también ver que el gesto criminal de los paranoidQs excita a veces tan hondamente la simpatía trágica, que el siglo, ra defenderse, no sabe ya si despojarlo de su valor humano o bien rumar al ct1lpable bajo su responsabilidad. La vivencia paranoica y la concepción del mundo engendrada por lla pueden concebirse como una sintaxis original que contribuye a 'rmar, mediante los vínculos de comprensión que le son propios, comunidad humana. El conocimiento de esta sintaxis nos parece na introducción indispensable para la comprensión de los valores bólicos del arte, y muy especialmente de los problemas del esti-a saber, las virtudes de convicción y de comunión humana que le propios-, y para la comprensión, también, de las paradojas de génesis -problemas siempre insolubles para toda antropología e no se haya liberado del realismo ingenuo del objeto.


?t(O'fIVOS DEL CRIMEN PARANOICO

MOTIVOS DEL CRIMEN PARANOICO: EL CRIMEN DE LAS HERMANAS PAPIN *

Af doctor Georges Dumas, con respetuoso afecto.

Los lectores recordarán las circunstancias horribles. de ~a ma tan;a .de Le Mans, y la emoción que provocó en ~a conciencia del publ1~0 el misterio de los motivos de l~s dos ases1n~s, las hermana~ , Chr1stine y Léa Papin. A esta inquietu~, a este interes, respon~10 en la prensa un.a inf?r1naci~n muy amplia de los h~ch.os, a traves, de las 1 inteligencias mas despiertas del campo del pe~iodismo. Aqui, pues, no haremos más que resumir los hechos del crimen. . . Las dos 11er1nanas, una de veintiocho años y la otra .de veintiuno, han estado trabajando desde hace va~ios años c?m? criadas de unos honorables burgueses de la pequeña ciudad p~ov1nc1ana, un aboga~o, su mujer y su hija. Criadas modelo, se ~a dicho, excelentes traba1adoras; criadas-misterio también, pues, s1 se ~a ob~ervado que los amos parecen haber careci~o ~xtraña.ment.e de s1mpat.ia ~umana, nada nos per1nite decir que la ind1ferenc1a altiva de las sirvientas se haya limitado a corresponder a esa actitud; de un 9rupo al ot;o, ."no se hablaban''. Este silencio, sin embargo, no podia estar vac10, incluso si era oscuro a los ojos de los actores. . . · . El 2 de febrero al anochecer, esta oscuridad se materializa debido a un trivial apag6n doméstico de la electricidad. La descompostura ha sido provocada por una torpez~ .de las h.er~anas, y .las. patronas ausentes ya han mostrado, a propos1to d~ nimiedades s.1!11mportancia, reacciones muy vivas de humor. ¿Que fue lo que d11eron la madre y la hija cuando, al regresar a casa, se encontraron con el vulgar desastre? Las respuestas de Christine han variado e~ cuanto a este punto. En todo caso, el drama se desata muy aprisa, y sobre la forma del ataque es difícil admitir otra versión que la que han dado las hermanas, a saber, que fue repentino, simultáneo, y llevado de golpe al paroxismo del furor: cad~ una se ap?dera. de un~ ad· versaría, le saca viva los ojos de las órbitas (hecho inaudito, se?un se ha dicho, en los anales del crimen) y luego la rema ta. Despues, con 1

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Publicado inicialmente en la revista Mínotaure, núm. 3> dicien1bre de 1933. 1 Cf. los reportajes de Jéróme y Jean Tharaud en Paris-Soir, 29 y 30 de sep· tiembre y .S de octubre de 1933. [ 338]

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a~uda

de cuanto encuentran a su alcance, un martillo, un jarro de estaño, un cuchillo de cocina, se ensañan con los cadáveres de sus víctimas, les aplastan la cara y, desnudándoles el sexo, acuchillan profundamente los muslos y las nalgas de una para embadurnar con esa sangre los muslos y las nalgas de la otra. Lavan en seguida los instrUmentos de estos ritos atroces, se purifican ellas mismas, y se acuestan en la misma cama. ''¡Buena la hemos hecho!'' Tal es la fórmula que intercambian y que parece dar el tono del desemborrachamiento, vaciado de toda emoción, que sucede en ellas a la orgía de sangre. Al juez no le darán ningún motivo comprensible de su acto, ningún odio, ningún agravio contra sus víctimas; su única preocupación parecerá ser la de compartir enteramente la responsabilidad del crimen. Ante tres médicos expertos se mostrarán sin ninguna señal de delirio, ni de demencia, sin ningún trastorno actual psíquico ni físico, y a ellos les será forzoso registrar ese hecho. En los antecedentes del crimen figuran algunos datos demasiado imprecisos, al parecer, para que se los pueda tomar en cuenta: unas gestiones embrolladas de las hermanas ante el alcalde para obtener Ja emancipación de la menor; un secretario general que las ha encontrado ''cl1ifladas''; un comisario central que atestigua haberlas tenido por ''perseguidas''. Hay también el cariño singular que las unía, su inmunidad a cualquier otro interés, los días de descanso que pasan juntas y en su habitación. Pero ¿acaso le han preocupado a alguien, hasta entonces, semejantes rarezas? Se omite también el dato de un padre alcohólico, brutal, que, según se dice, ha violado a una de sus hijas, así como el precoz abandono de su educación. Pasados cinco meses de enc~rcelamiento, Christine, aislada de su hermana, presenta una crisis de agitación violentísima, con alucinaciones terroríficas. Durante otra crisis trata de sacarse los ojos, sin conseguirlo, por cierto, pero no sin lastimarse. La agitación furiosa hace necesario esta vez el uso de la camisa de fuerza. Se entrega a xhibiciones eróticas; después aparecen síntomas de melancolía: depresión, negativa a tomar alimentos, autoacusación, actos expiatorios ;de un carácter repugnante; posteriormente, en varias ocasiones, suelta frases de significación delirante. Christine declaró haber simulado jlguno de esos estados. Digamos, sin embargo, que esa declaración bo puede tenerse en modo alguno como la clave de su índole: el {entimiento de juego suele ser experimentado en tales estados por el sujeto, sin que su comportamiento sea por ello menos típicamente órbido. El 30 de septiembre, las hermanas son condenadas por el jurado. hristine, al oír que le van a cortar la cabeza en la plaza principal ~e la ciudad, recibe la noticia de rodillas.


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Mientras tanto, los caracteres del crimen, los trastornos de Christi. ne en la cárcel, las rarezas de la vida de las hermanas, habían con. vencido a la mayoría de los psiquiatras de la irresponsabilidad de las • asesinas. Ante la negativa de un contra-peritaje, el doctor Logre, cuya perso. nalidad altamente calificada es bien conocida, decidió ton1ar la pala. bra en la sala del tribunal en calidad de defensor. ¿Fue la regla de rigor inherente al clínico magistral, o la prudencia impuesta por unas circunstancias que lo ponían en postura de abogado? El caso es que el doctor Logre adelantó no una, sino varias hipótesis, acerca de la presunta anomalía mental de las hermanas: ideas de persecución, perversión sexual, epilepsia o histero-epilepsia. Si nosotros nos creemos capaces de formular una explicación más unívoca ·del problema, que. remos antes que nada rendir homenaje a su autoridad, no sólo porque nos protege del reproche de emitir un diagnóstico sin haber examinado personalmente a las enfermas, sino también porque 11a sancionado con fórmulas particular1nente felices ciertos hechos muy delicados de aislar, y sin embargo, como vamos a ver, esenciales para la demostración de nuestra tesis. •

Existe una entidad mórbida, la paranoia, que, a pesar de las fortunas diversas que ha sufrido con la evolución de la psiquiatría, responde grosso modo a los rasgos clásicos siguientes: a] un delirio intelectual que varía sus temas de las ideas de grandeza a las ideas de persect!l· ción; b] unas reacciones agresivas que muy a menudo llevan al asesinato; e] una evolución crónica. Dos concepciones se habían opuesto hasta el día de hoy en cuan· to a la estructura de esta psicosis: la primera se pronuncia por el desarrollo de una ''constitución'' mórbida, o sea de un vicio congéni· to del carácter; la segunda descubre los fenómenos elementales de la paranoia en trastornos momentáneos de la percepción, calificándolos de interpretativos a causa de su analogía aparente con la interpretación normal; el delirio es aquí considerado como una reacción pasional cuyos motivos están dados por la convicción delirante. . Por más que los fenómenos llamados elementales tengan una existencia mucho más cierta que la pretendida constitución paranoica, no es difícil ver la insuficiencia de estas dos concepciones, y nosotros hemos intentado fundar una nueva sobre una observación más conforme al comportamiento del enfermo. 2 Hemos reconocido así como primordial, tan to en los elementos como en el conjunto del delirio y en sus reacciones, la influencia 2

De la pmcosis paranoica en sus relaciones con la personalidad ( 1932).

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de las relaciones sociales incidentes a cada uno de esos tres órdenes de fenómenos; y hemos admitido como explicativa de los hechos de la psicosis la noción dinámica de las ·tensiones sociales, cuyo estado de equilibrio o de ruptura define normalmente la personalidad en el individuo. La pulsión agresiva, que se resuelve en el asesinato, aparece así como la afección que sirve de base a la psicosis. Se la puede llamar inconsciente, lo cual significa que el contenido intencional que la traduce en la consciencia no puede manifestarse sin un compromiso con las exigencias sociales integradas por el sujeto, es decir sin un camuflaje de motivos, que es precisamente todo el delirio. Pero esta pulsión está teñida a su vez de relatividad social: tiene siempre la intencionalidad de un crimen, casi constantemente Ja de una venganza, a menudo el sentido de un castigo, es decir de una saneión emanada de los ideales sociales, y a veces, finalmente, se identifica con el acto acabado de la moralidad, tiene el alcance de una expiación (autocastigo). Los caracteres objetivos del asesinato, su electividad en cuanto a la víctima, su eficacia homicida, sus modos de explosión y de ejecución varían de manera continua con esos grados de la significación humana de la pulsión fundamental. Son esos mismos grados los que gobiernan la reacción de la sociedad frente al crimen paranoico, reacción ambivaente, de doble forma, que determina el contagio emocional de te crimen y las exigencias punitivas de la opinión. Tal se nos muestra este crimen de las hermanas Papin, a causa la emoción que suscita }' que sobrepasa su horror, y a causa de u valo,r de imagen atroz, pero simbólica hasta en sus más espansos detalles: las metáforas más sobadas del odio -''sería capaz e sacarle los ojos'' reciben su ejecución literal. La conciencia opular revela el sentído que da a este odio al aplicarle el má·mo de la pena, como la ley clásica al crimen de los esclavos. al vez, como luego veremos, se engañe así en cuanto al sentido l del acto. Pero observemos, para beneficio de aquellos a quiees espanta la vía psicológica por la que estamos llevando el esdio de la responsabilidad, que el adagio ''comprender es perdor'' está sometido a los límites de cada comunidad humana, y ue, fuera de esos límites, comprender (o creer comprender) es ndenar. , El contenido intelectual del delirio se nos muestra, según queda icho, como una superestructura a la vez justificativa y negadora e la pulsi6n criminal. Lo concebimos, pues, como algo sometido las variaciones de esta pulsión, por ejemplo al descenso resultande su satisfacción: en el caso prínceps del tipo particular de

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paranoia que hemos descrito (el caso Aimée), el delirio se evapora con la realización de los objetivos del acto. No hay por qué asom. brarse de que otro tanto haya ocurrido durante los primeros me. ses que siguieron al crimen de las he1111anas Papin. A lo largo de mucho tiempo, los defectos correlativos de las descripciones y de las explicaciones clásicas han hecho desconocer la existencia de tales variaciones, a pesar de tratarse de algo capital, afirmando la esta. bilidad de los delirios paranoicos, siendo así que lo único que hay es constancia de estructura: esa concepción conduce a los expertos a conclusiones erróneas, y explica sus aprietos en ·presencia de gran número de crímenes paranoicos, en los cuales su sentimiento de la realidad se abre paso a pesar de sus doctrinas, pero no engendra en ellos otra cosa que incertidumbre. En el caso de las hermanas Papin, una sola huella de formulación de ideas delirantes anterior al crimen debe ser tenida por un complemento del cuadro clínico: y si se la sabe buscar, se la encontrará, principalmente en el testimonio del comisario central de la ciudad. Su imprecisión no puede de ninguna manera ser motivo para rechazarla: todo psiquiatra conoce el ambiente especialísimo evocado muy a menudo por no se sabe qué estereotipia de las palabras de tales enfermos, antes incluso de 'q ue esas palabras se concreten en fórmulas delirantes. Basta que alguien haya experimentado una sola vez esta impresión para que no pueda tener por desdeñable el hecho de reconocerla. Ahora bien, las funciones de selección de los centros de la policía dan el hábito de esa experiencia. En la cárcel, Christine da expresión a varios temas delirantes. Calificamos así no sólo determinados síntomas típicos del delirio, por ejemplo el desconocimiento sistemático de la realidad (Christine pregunta cómo están de salud sus dos víctimas, y declara que las cree rencarnadas en otros cuerpos), sino también las creencias, más ambiguas, que se traducen en frases como ésta: ''Creo que en otra vida yo debería ser el marido de mi her1nana." En frases como éstas, en efecto, se pueden reconocer contenidos muy típi· cos de los delirios clasificados. Además, es constante encontrar cierta ambivalencia en toda creencia delirante, desde las formas más tranquilamente afirmativas de los delirios fantásticos (en los que el sujeto reconoce sin embargo una ''doble realidad'') hasta las formas interrogativas de los delirios llamados ''de suposición'', en los que toda afirmación de la realidad le es sospechosa. En nuestro caso, el análisis de esos -contenidos y de esas formas nos permitiría precisar el sitio de las dos hermanas en la clasifica· ción natural de los delirios. Las hermanas Papin no podrían ser acomodadas en la forma muy limitada de la paranoia que, por la

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vía de tales correlaciones fo1males, hemos aislado nosotros en nuestro trabajo sobre el caso Aimée. Probablemente, incluso, se saldrían de los marcos genéricos de la paranoia para entrar en e.1 de las parafrenias, agrupadas por el genio de Kraepelin como formas inmediatamente contiguas. Esta precisión del diagnóstico, en el estado caótico de nuestra información, sería sin embargo muy precaria. Por lo demás, sería poco útil para nuestro estudio de los motivos del crimen, puesto que, como lo hemos indicado en nuestro trabajo, las for1nas de paranoia y las fo1111as delirantes vecinas siguen unidas por una comunidad de estructura que justifica la aplicación de los mismos métodos de análisis. Lo cierto es que las forrr1as de la psicosis se nos muestran en las dos hermanas, si no idénticas, cuando menos estrechamente correlativas. Se ha escuchado en el curso de los debates la afirmación sorprendente de que era imposible que dos seres estuvieran afectados, al mismo tiempo, de la misma locura (o, por mejor decir, que la revelaran simultáneamente). Es una afirrnación completamente falsa. Los delirios a dúo se cuentan entre las fo11nas más antiguamente reconocidas de las psicosis. Las observaciones muestran que se producen electivamente entre deudos muy cercanos, padre e hijo, madre e hija, her1nanos o her1nanas. Digamos que su mecanismo depende en ciertos casos de la sugestión con· tingente ejercida por un sujeto delirante activo sobre un sujeto débil pasivo. Vamos a ver que nuestra concepción de la paranoia da de ese fenómeno una noción completamente distinta, y explica mejor el paralelismo criminal de las dos hermanas. La pulsión homicida que concebimos como la base de la paranoia no sería, en efecto, más que una abstracció.n poco satisfactoria si no se encontrara controlada por una serie de anomalías correlativas de los instintos socializados, y si el estado actual de nuestros conocimientos sobre la evolución de la personalidad no nos permitiera considerar esas anomalías pulsionales como contero• poráneas en su génesis. Homosexualidad, perversión sádico-masoquista, tales son los trastornos instintivos cuya existencia, en este caso, no había sido detectada más que por los psicoanalistas, y cuya significación genética hemos intentado nosotros mostrar en nuestro trabajo. Hay que confesar que las hermanas Papin parecen aportar a estas correlaciones una confirmación que se podría calificar de grosera: el sadismo es evidente en las manipulaciones ejecutadas sobre las víctimas, ¿y qué significación no toman, a la luz de estos datos, el afecto exclusivo de las dos hermanas, el misterio de su vida, las rarezas de su cohabitación, su medroso refugio en una misma cama después del crimen?


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Nuestra experiencia precisa de estas enfermas nos hace vacilar,. sin embargo, ante la afirmación, lanzada por algunos, de la realidad de relaciones sexuales entre las hermanas. Por eso le agradecemos al doctor Logre la sutileza del término ''pareja psicológica'', 9ue da la medida de su reserva en cuanto a ese problema. Los psicoanalistas misn1os, cuando hacen derivar la paranoia de la 11omo. sexualidad califican esta homosexualidad de inconsciente, de ''lar' , . va da''. Esta tendencia homosexual no se expresar1a sino por una negación enloquecida de sí misma, que fundaría la co~vicci6n de ser perseguido y designaría al ser amado en el perseguidor. Pero ¿qué cosa es esta tendencia singular que, estando así tan cerca de su revelación evidente, permanecería siempre separada de ella por un obstáculo singularmente trasparente? Freud, en un artículo admirable,ª sin darnos la clave de esta paradoja, nos proporciona todos los elemen~os para en~ontrarla. Nos muestra en efecto que, cuando en los primeros est~d1os ahora reconocidos de la sexualidad infantil se opera la reducción forzosa de la hostilidad primitiva entre los 11ermanos, pt1ede producirse u~a anormal inversión de esta hostilidad en deseo, y que este mecanismo engendra un tipo especial de homosexuales en los cuales predominan los instintos y actividades sociales. Se trata, de hecho, de un mecanismo constante: esa fijación amorosa es la condición primordial de la primera integración a las tendencias instintivas de aquello que llamamos las tensiones social~s. I~tegraci~~ .dolorosa, en la que se marcan ya las primeras exigencias sacr~fic1ales que nunca más dejará de ejercer la s?ciedad sobre sus mi~m?ros : ~al es su vínculo con esa intencional1dad personal del sufrimiento 1nflig.ido, que constituye el sadismo. ~sta in.tegració~ se hace, s~? ~1?­ bargo, según la ley de, menor resi~te?cia, ~e~:ante una fi1ac1on afectiva muy cercana aun al yo solipsista, f11acion que merece el epíteto de narcisista, en la cual el objeto elegido es el más semejante al sujeto: tal es la razón de su carácter homosexu~l. Pero esta fijación deberá ser superada para llegar a una moralidad socialmente eficaz. Los magníficos estudios de Piaget nos 11a~ mostrado el progreso que se lleva a cabo desde el egocentrismo ingenuo de las primeras participaciones en las reglas del juego moral hasta la objetividad cooperativa de una consciencia idealmente acabada . . En nuestras enfern1as, esta evolución no ha sobrepasado su pr1· mer estadio, y las causas de semejante deten_ción ~ue~en ser . de ,orígenes muy diferentes, orgánicas unas (taras hereditarias) , ps1co1

.s S. Freud, "·D e quelques rnécanisrnes névrotiques da.ns la jalousie, la paranoia

et 1'hornosexua1ité'', trad. Jacqt1es Lacan, Revue Fran~a1se de Psychanalyse, 1932, n úm . 3, pp. 391-401.

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lógicas otras (psicoanálisis infantil). Como se sabe, su acto parece no haber estado ausente de la vida de las hermanas. A decir verdad, mucho antes de que hubiéramos hecho estos acercamientos teóricos, la observación prolongada de un crecido númedo de casos de paranoia, con el complemento de minuciosas indagaciones sociales, nos había conducido a considerar la estructura de las paranoias y de los delirios vecinos como un terreno enteramente dominado por la suerte de ese complejo fraternal. Un ejemplo muy importante de tal fenómeno salta a la vista en las observaciones que hen1os publicado. La ambivalencia afectiva hacia la hermana mayor dirige todo el comportamiento autopunitivo de nuestro ''caso Aimée''. Si en el curso de su delirio Ain1ée trasfiere sobre varias cabezas sucesivas las acusaciones de su odio amoroso, es por un esfuerzo de liberarse de su fijación primera, pero este esfuerzo queda abortado: cada una de las perseguidoras no es, verdaderamente, otra cosa que una nueva imagen, completa e invariablemente presa del narcisismo, de esa hermana a quien nuestra enferma 11a convertido en su ideal. Comprendemos ahora cuál es el obstáculo de vidrio que hace que Aimée no pueda saber nunca, a pesar de estarlo gritando, que ella ama a todas esas perseguí, . , doras: no son mas que 1magenes. El ''mal de ser dos'' que afecta a esos enfermos no los libera sino apenas del mal de N arciso. Pasión mortal y que acaba por darse la muerte. Aimée agrede al ser brillante a quien odia justamente porque representa el ideal que ella tiene de sí misma. Esta necesidad de autocastigo, este enorme sentimiento de culpabilidad se lee también en las acciones de las hermanas Papin, aunque sólo sea en el arrodillamiento de Christine al escucl1ar su sentencia. Pero es como si las hermanas no hubieran podido siquiera tomar, respecto la una de la otra, la distancia que habría sido necesaria para hacerse daño. Verdaderas almas siamesas, forman un mundo cerrado para siempre; cuando se leen las declaraciones que hicieron después del crimen, dice el doctor Logre, ''uno cree estar leyendo doble". Sin más medios que los de su islote, tienen que resolver su enigma, el enigma humano del sexo. Es preciso haber prestado oídos muy atentos a las extrañas declaraciones de tales enfermos para saber las locuras que su concienia encadenada puede armar sobre el enigma del falo y de la castración femenina. Entonces queda uno preparado para reconocer ~n las confesiones tímidas del sujeto llamado normal las creencias gue está callando, y que cree estar callando porque las juzga puees, cuando en realidad las calla porqt1e, sin saberlo, sigue adherio a ellas.


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La frase de Christine: ''creo que en otra vida yo debería ser ~l marido de mi hermana'', se reproduce en estos enfer1!1os a traves ' de temas fantásticos para cuya captación sólo bash ·d d e gran numero ta saber es_cuchar. Qué largo camino de. tor~ura a ten1 o que r~correr Christine antes de que la experiencia desesperada del cr~­ men la des arre de su otro yo, y de que pueda, después de su pn. mera crisis ~e delirio alucinatorio, en la cual cree ver a s~ .hermana muerta muerta sin duda por ese golpe, grita:le, a~~e ,e Juez q~~ las confronta, las palabras de la pasión desenganad~: i.S1, ~i que s1. La noche fatídica, en la ansiedad de un castigo inm1nent:~ las h manas entremezclan la imagen de sus patronas con el espe1ismo er . Es su propia miseria lo que ellas detestan en 1 de su propio ma . d ·11 A · la que arrastran en una atroz cua ri a. rrancan esa otra pare1a a · ·d d '1 los 0 ·0 s como castraban las bacantes. La cunosi a sacri e~a q~e constltuye la angt1stia del hombre desde el , fo~do de los ~empos es lo ue las anima cuando desean a sus v1c~i~as y cuan . o aceqn sus heridas abiertas aquello que Chr1st1ne, en ~u 1nocench an e '' 1 . . d 1 da'' cia, llamará más tarde, ante el juez, e misterio e a vi .

APÉNDICE:

PRESENTAClóN GENERAL DE NUESTROS TRABAJOS CIENT1FICOS

(1933)

No daremos un análisis detallado de nuestros prin1eros trabajos. Algunos de ellos, según podrá verse, son de neurología pura (publicaciones 1, 3, 7). Nuestra modesta contribución al problema de la histeria (publ. 2 y 3) constituye la transición a nuestras investigaciones actuales, todas ellas de índole psiquiátrica. Nos hemos dedicado en primer lugar, según la orientación dada por nuestros maestros, a poner en evidencia las condiciones orgánicas determinantes en cierto número de síndromes mentales (publ. 4, 6, 10, 11, 13). Hemos aguardado hasta el final de nuestros años de internado para expresar, en nuestro trabajo principal que es nuestra tesis, la importancia creciente que habían tomado ante nuestros ojos, durante esos años, los problemas de psicología patológica. Según nosotros, el progreso de la ciencia psiquiátrica no puede prescindir de un estudio profundo de las ''estructuras mentales'' (término que comenzamos a emplear en nuestro trabajo 1), estructuras que se manifiestan en el curso de los diferentes síndromes clínicos y cuyo análisis fenomenológico ( cf. nuestro trabajo 4) es indispensable para una ''clasificación natural'' de los trastornos, fuente manifiesta de importantes indicaciones pronósticas y a menudo de sugerencias terapéuticas preciosas. Hemos sido llevados a estos puntos de vista por nuestros pri· meros estudios sobre los delirios (publ. 8), y muy especialmente sobre los trastornos del lenguaje observados en los delirantes (publ. 9). Los trabajos de nuestros predecesores sobre este tema nos han incitado a introducir los métodos de la lingüística en el análisis de las manifestaciones escritas del lenguaje delirante ( cf. nuestro trabajo 2). Una investigación de ese tipo nos ha convencido de la imposibilidad de captar ningún fenómeno psíquico positivo (es decir, dotado de un contenido) que surgiera bajo una forma jrreductiblemente independiente del funcionamiento de la personalidad en cuan[ 347 J


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NUESTROS TRABAJOS CIENTIFICOS

to conjunto. Para decirlo con precisión, ningún fenómeno. psíquico es puramente automático. Los que parecen tales es~á~ vinculados con estados muy inferiores y degradados de la act1v1dad ~ental. No puede ser cuestión de asimilar a ellos lo~ fenómeno~ ~1en:ipre cargados de ''significación personal'' que co,nstitu~en .la or1g~nalidad de las formas elevadas de la psicopatolog1a (psicosis propiamente dichas). . . . Es así como nos hemos visto llevados a estudiar las psicosis paranoicas en su relación con la personalidad. Designamos con este término (cap. 2 de la parte 1 de nuestro libr~) el conjun.t~ d~ las relaciones funcionales especializadas que constituyen la originali?~d del animal-hombre, aquellas que lo adaptan al enorme predo~inio que en su medio vital tiene el m~dio hum~no, o sea la socied~d. Hemos mostrado que la psicosis paranoica, tal como ha sido definida por los progresos de la nosología clásic~, no puede concebirse de otra manera que como un modo reacci?nal de. la ~erso­ nalidad o sea altamente organizado, frente a ciertas situaciones vitales que no pueden definirse más que por su significación humana a su vez muy elevada, es decir, las más de las veces por un conflicto de la conciencia moral. Queda, pues, subrayaqa esta génesi~ ''reacciona};' de .las .psi,;osis, concepción que nos o.pone a los teóricos. de. la const~~u~ión ,, llamada paranoica, lo mismo que a los partidarios de un nucleo. de la convicción delirante, que sería un fenómeno de ''aut~mat1smo mental''. Lo cual no quiere decir que no hayamos estudiado esas dos teorías: lo hemos hecho, y muy de cerca, como puede verse por el análisis bibliográfi~o y críti~o sumamente amplio de los trabajos franceses y extran1eros publicados sobre nues;ro t~ma, en el cual insistimos muy especialmente acerca de los mas recientes y menos divulgados en Francia ( cf. cap. 3 y 4 de la parte 1 de nuestra obra~ pp. 51-134)'. , Pero esta l1istoria sistemáticamente presentada de las teor1as nos aporta justamente la mejor crítica de sus contenidos contrapuestos. Además nos brinda la ocasión de señalar los datos de hecho que reducen' la verosimilitud de algunas de ellas (estadísticas de Lange sobre la extreinada diversidad de las predisposiciones de caráct~r ma· nifestadas antes de la psicosis, por ejemplo). Por el contr~ri?, e~­ tudiamos allí el desarrollo de las teorías en las cuales esta inspirada la nuestra: al lado de los trabajos alemanes de Gaupp, de Bleuler, de Kretschmer, de Kehrer (analistas cada vez :riás avanzados de las determinaciones ''reaccionales'' de la psicosis), mo~tra­ mos la deuda que tenemos para con a1Jtores franceses como Pierre Janet, Mignard y Petit, Guiraud, etc.

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La originalidad de n~estro estudio consiste en ser el primero, c~ ando men?s en Francia,, en que se ha intentado una interpreta1 cion. ~xhaustiva ~e l~s fenomenos mentales de un delirio típico en funcion de la historia concreta del sujeto, restituida por una investigación lo más completa posible (parte 11, cap. 1 y 4). Este método es el único que puede permitir la definición de aquello q~e en la psicosis se remonta al desar~ollo reacciona! de la personalidad, y de aquello que se presenta, segun la expresión de Jaspers como un proceso mórbido (neofor1nado) (parte 11, cap. 2 y 3). ' En efecto, lejos de tender a disipar la origi11alidad de los fenóme~os mórbidos, un método como el nuestro permite, por el contrario, poner de relieve la estructura mental anómala que caracteriza hasta los fenómenos elementales de la psicosis. De esa manera destacamos, por ejemplo, el carácter intuitivo, inmediato, irracional de la interpretación mórbida -que los clásicos, como se sabe, tienden a convertir en una anomalía ''razonante''. De esa misma manera, en el sistema del delirio -que los teóricos clásicos conciben como explicativo , reconocemos anomalías de la lógica y mostramos el parentesco de estas anomalías con ciertos caracteres mucho más impresionantes de las psicosis paranoicas. Por el contrario, ponemos en evidencia el valor significativo de esta estructura. mental particular, reconociéndola como la expresión de pulsiones instintivas anormales, manifestadas muy tardíamente en el comportamiento mismo del delirante. Pulsiones agresivas de una naturaleza elaborada muy particular, que pueden ser calificadas de pulsiones primitivas, y que dan sus características tan especiales a las reacciones homicidas de los paranoicos. Pulsiones homosex.uales ~a reconocidas por gran número de autores (Guiraud, los psicoanalistas) en ciertos fenómenos mayores del delirio ( contenido de las interpretaciones, elección del perseguidor, etc.). Tales son los frutos que nos da un análisis de la psicosis llevado a. e.abo. sin otro pre~uicio que el de no desconocer a priori las significaciones más evidentes de los contenidos mentales y del comportamiento que constituyen el delirio. Este análisis nos permite describir mucho más exactamente una forma particular de psicosis que, a la vez que da pruebas de su autenticidad paranoica, se revel~,. en varios puntos, diferente de la descripción clásica: predisposición del terreno, de índole psicasténica; iniciación brusca por sus formas interpretativas de tipo agudo; constancia de estructura pero variaciones de intensidad en la evolución; curabilidad posible. Esta noción eventual de curabilidad permite encarar la cuestión de l~ catarsi~ terapéutica. Llamamos ''paranoia de autocastigo'' a ese tipo clínico porque, según mostramos, es la pulsión propiamente


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autopunitiva la que domina en su etiología, en su aparición, en su estructura y también en su curación. Creemos estar en posibilidad de dar también ª. esta pulsión un valor patogénico: en este punto de nuestro estudio, en efecto, resulta haber un acuerdo muy impresionante entre las estructuras mentales y pulsionales que hemos definido en. la :psicos~s, ~ ~1 estadio evolutivo de la personalidad que otras experienc~a~ ps1colog~c~s, completamente distintas de la nuestra, han permitido de~cri~ir como algo perteneciente a la integrasión. infanti~ ~~ la conciencia m?!ªl (trabajos de Piaget sobre la genes1s del . 1u1c10 .moral en el :i1no; génesis del super-ego, inducida por los psic~anal1stas ~el estudio de las neurosis). Así, pues, es en una detención evolutiva de la p~r­ sonalidad durante este estadio, detención determinada por una condición concreta de la historia del sujeto, {londe encontramos la predis¡Josición (adquirida, como se ve) que se desarrolla en la psicosis. Más tarde (en la edad adulta por regla general) la psicosis hace explosión bajo la influencia de una situación vit~l cuy~ acció1:1 ~1.ec­ tiva se define por su se111ejanza con el comple10 patogeno inicial. Todas las ocasiones de estados ''hipnoides'' (surmenage, episodios tóxicos e infecciosos) podrían desempeñar un papel de detonadores, cuyo valor en el comienzo de la psicosis (siempre brusco desde el punto de vista clínico) es preciso no desconocer. Así, pues, según podrá verse, es de nuestro método ~ism? de investigación psicológica de donde creemos poder deducir la 1usta instancia de los factores orgánicos a los cuales fes reconocemos, según podrá verse igualmente, un papel preponderante en el es.tallid~ de la psicosis sin admitir en modo alguno ,q.ue pu~dan expl1~ar n1 su forma, ni sus contenidos mentales espec1f1cos, ni sus reacciones, ni su evolución duradera. Una muchedumbre de detalles sintomáticos y de particularidades reaccionales de estas psicosis paranoicas vienen a queda~ desta~ados por nuestra concepción bajo ~na luz, a. nuest.ro ~ntender, mas sa; tisfactoria que por las concepciones antenores: indiquemos sólo. aqu1 el valor altamente dramático y el alcance contagios~ del crimen paranoico, vinculado con su valor expresivo de un conflicto eminentemente humano. Esta resonancia social de los actos y a menudo del delitjo mismo del paranoico (J.-J. Rousseau) ~valo: propi? de los escritos de los delirantes que a lo largo de un nutrido capitulo estudiamos a propósito de los de nuestro caso prínceps, los cual~s son muy ricos- plantea por sí sola un problema: el de .la ~omunt· cabilidad del pensamiento psicótico y del valor de la psicosis como creadora de expresión humana ( cf. trab. 4 y 5). En nuestra opinión, el método que empleamos no agota su efi·

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cacia en el estudio de la psicosis paranoica, y, en un capítulo terminal de nt1estra tesis, no hemos vacilado en deducir de él ciertos principos muy generales de investigación. Bastante claro es por lo demás, en qt1é sentido esperamos continuar las nuestras. ' Cualquiera que sea la suerte de nuestras esperanzas, la observación del caso clínico que constituye el fondo de nuestra tesis, o sea el caso Aimée, guardará, así lo creemos, su valor como caso prínceps de una forma particular de la paranoia.

A. COMUNICACIONES A LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS

a] a la Sociedad de Neurología l. Fijeza de la mirada por hipertonía, predominante en el sentido vertical, con conservación de lo.s nlovimientos auto1nático-reflejos; aspecto especial del síndrome de Parinaud por hipertonía asociada a un síndrome extrapiramidal con trastornos seudobulbares. Sesión del 4 de noviembre de 1926. * Observación prínceps publicada en colaboración con los señores Alejouanine y Delafontaine, en la Revue Neurologique, 1926, t. rr, pp. 410-418. * Esquemas originales continuados por los señores Alajouanine y Thurel, en su ''Révision des paralysies des mouvements associés des globes oculaires (.c ontribution l' étude de la dissociation des activités volontaites et réflexes )'', publicada en la Revue Neurologique, febrero de 1931. 2. Abasia en un traumatizado de guerra, en colaboración con el señor Trénel. Sesión del 2 de febrero de 1928. Publ. en Revue Neurologique, 1928, t. 1, pp. 233-237.

a

b] a la Sociedad Clínica de Medicina Mental

3. Síndrome comitio-parkinsoniano encefalítico, en colaboración con los señores Marchand y Courtois. Sesión del 17 de junio de 1929. Publ. en el Bulletin de la Sociedad, pp. 92-96. 4. Psicosis alucinatoria en una parkinsoniana encefalítica, en colaboración con el señor Courtois. Sesión del 10 de febrero de 1930. Publ. en el Bulletin de la Sociedad, pp. 49-52.


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NUESTROS

T~ABAJOS

I

CIENTIFICOS

c] a la Sociedad de Psiquiatría 5. Parálisis general con síndrome de automatismo mental, en co6.

7.

8. 9.

laboración con el señor Heuyer. Sesión del 20 de jt1nio de 1929. Publ. en L'Encéphale, 1929, t. 11, pp. 802-803. Novela policial. Del delirio tipo alucinatorio crónico al delirio de imaginación, en colaboración con los señores Lévy-Valensi y Migault. Sesión del 30 de abril de 1928. Publ. en L'Encéphale, t. I, pp. 550-551. Trastornos mentales homócromos en dos hermanos heredosifilíticos, en colaboración con el señor Schiff y la señora SchiffWertheimer. Sesión del 20 de noviembre de 1930. Publ. en L'Encéphale, 1931, t. I, pp. 151-152. Parálisis general prolongada, en colaboración con Targorola. Sesión del 19 de diciembre de 1929, , pp. 83-85. Crisis tónicas combinadas con protrusión de la lengua y con trismos ocurridos durante el sueño en una parkinsoniana postencefalítica. Amputación de la lengua consecutiva. Sesión del 20 de noviembre de 1930. Publ. en L'Encéphale, 1931, t. I, pp. 145-146.

d] a la Sociedad Médico-Psicológica 10. Locuras simultáneas, en colaboración con los señores Claude y Migault. Sesión del 21 de mayo de 1931. Publ. en Annales Médico-Psychologiques, 1931, t. I, pp. 483-490. 11. Trastornos del lenguaje escrito en una paranoica que presenta elementos delirantes del tipo paranoide ( esquizografía), en colaboración con los señores Lévy-Valensi y Migault. Sesión del 12 de noviembre de 1931. Publ. en Annales Médico-Psychologiques, t. 11, pp. 407-408. 12. Parkinsonismo y síndromes demenciales, en colaboración con el señor Ey. Sesión del 12 de noviembre de 1931 . Publ. en Annales Médico-Psychologiques, t. 11, pp. 418-428. 13. Espasmo de torsión y trastornos mentales post-encefalíticos, en colaboración con los señores Claude y Migault. Sesión del 19 de mayo de 1932. Publ. en Annales Médico-Psychologiques, t. I, l?P· 546-551. 14. Un caso de demencia precocísima, en colaboración con los señores Claude .y Heuyer. Sesión del 11 de mayo de 1933. Publ. en Annales M édico-Psychologiques, 1933, t. 1, pp. 620-624. 15. Alcoholismo subagudo de pulso normal o retardado. Coexistencia de síndrome de A. M., en colaboración con el señor Heuyer.

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Sesión del 27 de novicn1brc de 1933. Publ. e11 Annales Médico-Psyc·hologiques, 1933, t. 11, pp. 531-546.

B. INFORMES Y RESEÑAS DE CONGRESOS

16. Congreso in~:rnacional para la protección de la infancia, 1933, en colaborac10? con el se11or Heuyer. In1portancia de los trastornos del caracter en la orientación profesional. 17. Reseña de la 84~ asamblea de la Sociedad Suiza de Psiquiatría, celebrada en Nyons-Prangins el 7 y el 8 de octubre de 1933, y consagrada al problema de las alucinaciones. En L'Encéphale, noviembre de 1933, pp. 686-695.

C. 1'RADUCCIÓN

18. ''De quelques mécanismes névrotiques dans la jalousie, la paranoia et l'homosexualité'', de S. Freüd, publ. en la Rel1ue Fran~aise de Psychanalyse, 1932, nún1. 3, pp. 391-401.

D. TRABAJOS ORIGINALES

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l. ''Strt1cture des psychoses paranoi'aques'', c11 Sen1aine des Hopitaux, julio de 1931, pp. 437-445. 2. ''Écrits 'inspirés': schizo.grap~1ie'', en colaboración con los presentadores de la comun1cac1on, en Annales Médico-Psychologiques, 1931, t. 11, pp. 508-522. 3. De la psychose f><trano'iaqtte dans ses rapports avec la · person* nalité, tesis de la Facultad de París, octubre de 1932, Le Fran~ois éditeur, 381 pp. Me11ció11 tres honorable, con propuesta para el premio de tesis. Medalla de bronce otorgada po~ la Facultad. i. ''Le probleme du st} lc et la conccption psyc11iatrique des formes paranolaques de I'expérience'', en fv1inotaure, 11(1111. 1, 1933. 5. ''Motifs du crime parar1c)laque'', c11 Minotaure, núm. 3, 1933. 1


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)

Tesis publicada no sin reticencia. Por pretextar que la enseñanza pasa por el rodeo de mediodecir la verdad. Añadiendo: a condición de que, rectificado el erirar:, esto demuestre lo necesario de su rodeo. Que este texto no lo imponga, justificaría la reticencia. JACQU ES LACAN

De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad constituyó la tesis de doctorado en medicina de Jacques Lacan, editada por primera vez en octubre de 1932 . Se ha agregado aquí un par de primeras publicaciones sobr• la paranoia que son de la misma época ( 1933) y que no fueron recogidas en los Escritos (Siglo XXI, 2 vols.): • El problema del estilo • Motivos del crimern paranoico así como una exposición general sobre sus trabajos cientfflcos redactada en aquel tiempo por Jacques Lacan y permanecida inédita hasta hoy.

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