Unidades de madres Las unidades de madres se basan en la idea de que lxs niñxs de cero a tres
años deben estar con sus madres. Un exhaustivo estudio longitudinal demostró que, a partir de los tres años, lxs niñxs que permanecían en la cárcel presentaban problemas en su desarrollo físico y psicoafectivo.
Sin embargo, no hay ningún estudio que analice el desarrollo de lxs niñxs que
pasan sus tres primeros años con sus madres biológicas en la cárcel y luego son separados de ellas y crecen con familias adoptivas, comparándolos con niñxs que desde un inicio hayan sido separados de sus madres biológicas para ser dados en adopción. Estudiar si hay diferencia entre estos dos grupos de niñxs es indispensable para saber si los que viven en la cárcel con sus madres biológicas obtienen un beneficio o un perjuicio. Creo probable que la separación a los tres años es más traumática que la separación desde el mismo nacimiento. Pienso que el motivo que suscita la creación de las unidades de madres tiene que ver más con la sobrevaloración de la maternidad y la familia, situándolas por encima de los derechos infantiles. Si tiene que ver con el respeto de los derechos de las internas, encuentro un desequilibrio en el balance de los distintos tipos de bienestar arrebatados por la condena. ¿Los centros penitenciarios pueden quitar la libertad a las personas durante años, recluyéndolas en espacios opresores deshumanizantes, pero no pueden quitarles lxs niñxs a sus madres en pro de su desarrollo? Por otro lado, es posible que la maternidad impulse la reinserción, funcionando como motivación para el cambio debido a la responsabilidad adquirida y al vínculo afectivo. También lo sería la paternidad si existiesen mecanismos penitenciarios que la contemplasen de forma igualitaria, no sexista. En tal caso habría que discutir si la reinserción de la persona que ha cometido el delito es más valiosa que el bienestar de la infancia. En mi opinión los derechos de lxs niñxs pesan más que los de sus padres, ya que son personas inocentes que tienen que disponer de las mismas oportunidades que otrxs niñxs. Aunque si hay casos en los cuales la estancia de lxs niñxs en instituciones
penitenciarias es inocua para su crecimiento y trascendental para sus progenitores, me plantearía que las unidades de madres (y de padres) tuviesen sentido. Hay otro tema que me ha resultado preocupante: la dependencia que las internas
tienen hacia sus parejas. De sus historias personales se puede deducir que sufren cierta incapacidad para dirigirse autónomamente según valores y estilos de vida propios. Por
tanto, el objetivo del equipo de tratamiento debería ser favorecer que las presas recuperasen su identidad y madurez. Establecer la función de madre como núcleo de la intervención rehabilitadora me parece desatender en alguna medida dicho objetivo.
Y es que percibo que la reinserción es, en buena parte, funcionalista. Creo que los sujetos buscan una salvación individualista agarrándose al cumplimiento de los valores propuestos por las instituciones, reconstruyendo su subjetividad en base a la adaptación a la opresión. De los testimonios de los internos reinsertados extraigo un importante componente de sumisión irreflexiva. La tendencia actual es “humanizar” las unidades de madres para que puedan vivir en ellos lxs hijxs de las presas, y de paso mejorar notablemente la calidad de vida y las oportunidades de reinserción de estas internas en concreto. El que no se extiendan dichas ventajas a todxs los presxs, la utilización de la maternidad de la manera que lo hacen las unidades de madres, y el segundo plano en el que permanece el buen desarrollo de lxs niñxs, me parece una desvalorización del sujeto como fin en sí mismo.