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REVISTA LITERARIA VÓMITO DE LETRAS NÚMERO UNO AGOSTO 2015
INDICE EVERARDO “PERRO RABIOSO”; RECUERDOS — #5 MARÍA RABELL; SOY UN PERHAPS — #6 GLORIA OLGUÍN; ESPECTROS — #7 CECILIA TIJERO; DIFICIL DECISIÓN — #10 ITZEL CERVANTES; RELATO DE UN ENAMORADO ANÓNIMO — #10 ADRIÁN DURÁN; GENESIS — #11 JAVIER JAIMES; MI PIERNA, MI PATRIA Y MI MUJER — #13 IVÁN ARTALEJO; EL ESCRIBANO — #14 AMAIA ZUZO; TE ESPERO EN SAGITARIO — #16 AARÓN GARCÍA; LA VIRGEN DE BARRO — #18 ADOLFO ALEJANDRO; LA NOCHE DE SOFIA — #19 EMMANUEL PULITTI; EL SUEÑO DE LA REALIDAD — #20 JORGE CHANG; EL PERFECCIONISTA — #21 MIGUEL NEG; EL HOMBRE QUE PENSABA DESDE… — #23 LAURA SANSTESTEVAN; HILITOS DE ORO — #24 DIÁLOGO ENTRE MARIPOSA Y HORMIGA — #26 POESÍA ALEJANDRA CALIXTO; AUSENCIA — #28 DAVID ÁVALOS; ES/HEZ — #29 PAMELA RAH; EL GRITO — #30 MIGUEL ROSERO; MEMORIAS — #31 MERCEDES REYNOSO; SÁBADO DE MORBO POR LA NOCHE — #32 MANUEL RODAS; SOPLARÉ TU CABELLO… —#33 FEDERICO AGUILAR; FLOR DE LOTO — #35 JUAN PEREGRINA — #36 ARACELI AGUSTINA; ¿QUÉ PUEDE SER EL MORIR? — #37 FROYLÁN MIGUEL; COMO SECARSE LOS PIES EN ABRIL — #38 KRIZ RHAPSODOS; MUJER DE HIELO —#39 GUILLERMO HIDALGO; UN MAL POETA HABLA… — #40 MANUEL MEMBREÑO; VI A TRIPLE H GANARLE… — #41 CÉSAR CERVANTES; ¿ALGUNA VEZ VISTE LAS FLORES…? — #43 ALMA MARTÍNEZ; LO ÚLTIMO QUE VI — #46
cuento
EVERARDO «PERRO RABIOSO» Recuerdos Dejó caer toda su humanidad en el sillón roto, que reposaba apacible en medio del cuarto oscuro adornado con botellas de cerveza vacías y colillas de cigarrillos. Aventó la guitarra a su lado, ya no la veía como la amiga inseparable, a la que le contaba todas sus penas, con la que conquistaba mujeres y creaba melodías hermosas; ahora ella era la resultante de todas sus desgracias. Sacó un papelito de entre sus ropas, lo jugó en su mano por un par de minutos, quizá para tomar valor. Abalanzó su cara hacia atrás, la reposó en el respaldo del sillón; le gustaba mirar el techo cuando se sentía confundido, enojado o preocupado; pero hoy solo quería mirar el techo. Se perdió en su tono blanco mugriento; vio desfilar por su mente cientos de recuerdos, vio pasar a Julissa, el gran amor de su vida, aquella que era la dueña de la mayoría de sus canciones; vio desfilar a los Cabezas Duras, con ellos había recorrida la república, había conocido los excesos, la amistad y la traición. No pudo impedir que una lágrima resbalara por su peluda mejilla. Tomó aire y se sentó al borde del sillón. Dejó de jugar con el papelillo que tenía en su mano, saco de la funda de la guitarra un pequeño espejo. Lo jugó por un rato en la mano que tenía libre, suspiró y miró al techo por dos segundos. Tomó el papelillo y vació el contenido blanco y espeso en el espejo, sacó de su cartera una credencial, no miró siquiera de que era; con ella formó dos pequeñas líneas con el contenido. Acercó su nariz y con la fosa derecha aspiro la línea izquierda. Parpadeo por un par de segundos. Colocó la nariz de nuevo, para esnifar la segunda línea, pero la puerta del cuarto obscuro se abrió de golpe. Un joven de pelo corto, enfundado en un traje negro, se apareció en la entrada; antes de pasar lo miró desconcertado, se miraron por un par de segundos. —Ya se acabó el descanso Mortek. Vamos a seguirle. Aspiró con la fosa izquierda la línea de la derecha. Abrió y cerró las quijadas por unos cuantos segundos. —Voy. Le dijo con desgana. El joven lo miró y movió la cabeza, caminó por algo que había en el cuarto, no lo volvió a mirar. Antes de salir se detuvo en la entrada, giró un poco la cabeza y le dijo: —Si te aprendiste las de los Ángeles Azules ¿verdad? Mortek lo miró con odio, le quería reventar la cabeza con la guitarra que reposaba mortecina a su lado. Se levantó, tomó su instrumento y solo pudo decir: —Si güey, si me las aprendí.
MARÍA DEL CARMEN RABELL Soy un perhaps Una sirena llevaba el nombre de Amelia; ella era jacarandosa, reflexiva, analista simbólica, inteligente y liberal. En una roca esperaba siempre tener algo que observar, mientras debajo de ella en su mundo acuático tenía todo un mundo por explorar. A esta sirena no le interesaba el mundo acuático, ni lo más cercano a su realidad. Ella gustaba de aprender cosas nuevas y romper paradigmas claro siendo ya una sirena de ese calibre rompía muchos. Una tarde empezó a nublarse, el cielo era blanco y ella seguía en aquella roca remojando su cola, la lluvia inició y no cesó, se escuchaban las gotitas golpeteando en el mar y así empezó su relato: La lluvia, por fin, ésta expresa como me siento, buscando cosas que no me buscan a mí, ignorando mi mundo real. ¿Qué te pasa realidad?, si sabes que no te amo, mándame algo. Exigía Amelia, solo dímelo directo, así acabarás con mi ideal de explorar nuevas fronteras. Por momentos ella parecía que hablaba con rabia, con ímpetu, con lágrimas. Desde la montaña verde se escuchaban violentos violines, ella solo quería seguir ahí recibiendo los golpes de la lluvia en su cuerpo, así como el individuo de los tatuajes bajo el agua esperando por un cambio social. Al notar que los violentos violines y la lluvia no traerían un cambio consigo, mirando con desilusión su cola tornasol gritó con la cabeza en alto ¡Yo moriré de un impulso! Se tiró al mar y murió en su mundo real, pues Amelia era una sirena que no pertenecía a ese lugar. La autora al leer sus propias esencias en pantalla plana escribe algo más: Al parecer me han acusado de crear revoluciones espirituales en las personas, de hacerles ver las prioridades, en mentes trascendentes convierto yo, siempre existe la atracción y el amor de por medio; una vez transformados se van. Los humanos no ven más allá de su nariz. Se ponen límites ellos mismos.
GLORIA OLGUÍN
espectro Después de tres horas y media de vuelo, Raimundo Holston llegaba hasta la ciudad de los techos rojos, tal como lo hacía todos los catorce del mes de Septiembre, desde hacía dos décadas ya, sin haber faltado a su cita en año alguno. Observaba impávido tras el grueso cristal del parabrisas de la todo terreno alquilada en el Aeropuerto, el embrujador paisaje pintado por bosques de lenga y coigüe y la estepa de coirones propicios para la crianza de los ovinos, cómplices de un pedazo de su historia que aún no comenzaba cuando se desvanecía; al tiempo que las incansables ráfagas de viento no cesaban de inclinar el tupido follaje de los árboles que en perfecta formación vegetal, rendían homenaje a su llegada. Aún tenía tiempo para abstraerse y decidió ingresar bajando por Señoret hasta la avenida, dobló lentamente hacia la izquierda y subió dos cuadras hasta llegar a la cima del cerro, contemplando desde allí sin descender del vehículo, con su mentón apoyado sobre sus manos entrelazadas firmemente en el manubrio, una maravillosa panorámica que lo transportaba hasta Tierra del Fuego. Aún ensimismado en sus recuerdos, condujo hasta el lugar que le había llevado a volar más de tres mil kilómetros; aparcó en el frontis, en la imponencia de un pórtico monumental, desde donde se apreciaban largas avenidas de pino ornamental, especies homogéneas perfectamente enfiladas que cumplían la misión de subdividir las zonas del lugar.. Al descender de la camioneta sintió cómo el frío austral intentaba traspasar las paredes de su abrigo forrado en chiporro, sus gruesos pantalones de tweed y los bototos CAT; como aquel gélido frío que le envolvió al verla desvanecerse veinte años atrás. Sin poder mantener su mente en blanco, calzó sus firmes pies sobre la acera y se internó por un conjunto de extraña belleza y recogimiento. La tupida hierba y las coloridas flores aún húmedas del arreglo que acababa de adquirir, tenían el aroma de los labios de Glenda y, sin mediar instante alguno, recordó la primera vez que la besó…
Corría mediados del mes de Febrero de mil novecientos noventa y siete cuando Raimundo Holston realizaba uno de los tantos viajes con que se cruzaba el Estrecho de Magallanes en un barco de la Armada. Recientemente había sido ascendido a Teniente 1° de Marina, después de nueve años en la Institución, con una hoja de vida intachable, lo que le permitía en ese entonces lucir orgulloso bajo el bocamanga sus tres angostos galones de siete milímetros cada uno y sobre ellos una estrella dorada; lo que le convertía en un soltero interesante para los ojos de preciadas jovencitas. En aquel viaje la tripulación de la embarcación era heterogénea, estaba compuesta por uniformados activos, civiles y oficiales en retiro; entre ellos se destacaba la figura de Christian Niugle, un Capitán de Navío en retiro que acostumbraba pasear por la cubierta junto a su nieta Glenda, una joven veinteañera de larga cabellera rubia y profundos ojos azules como el océano que surcaban y quien delineaba una cómplice sonrisa al cruzar su mirada con la de Raimundo, mientras admiraba junto a su abuelo la majestuosidad que separaba al Archipiélago de Tierra del Fuego con el continente sudamericano, a través del Estrecho de Magallanes, pasaje natural que divide las frías aguas de los océanos Pacífico y Atlántico…
Aquel atardecer del segundo día de travesía el anciano Capitán de Navío decidió no salir de su cabina, fue entonces cuando Raimundo y Glenda admiraron juntos desde la cubierta aquel idílico paisaje, sin previa cita, reunidos tan sólo por la fría brisa, los bellos paisajes y una atracción sellada en sus miradas. Permanecieron en silencio, contemplándose envueltos en ese hálito de eternidad que reina en el fin del mundo; al despedirse ella posó suavemente sus rojos labios en la inquieta boca varonil, al tiempo que el Teniente 1° tomaba su gorra con la mano izquierda y con su diestro brazo entrelazaba a la joven junto a su cuerpo… Una imprevista y espesa cortina de granizos lo obligó a guarecerse bajo lo frondoso de un recio árbol en el acceso, sobresaltándose al sentir que no estaba solo.
Alzó la cabeza y la observó con estupor … El tiempo se había detenido en Glenda aquella tarde de principios de siglo, bajo una precipitación en forma de cellisca que cubría la casona de estilo neo clásico que habían adquirido en la ciudad austral, al contraer matrimonio; cuando el sarampión se la arrebataba envuelta en un hálito febril. Su figura era frágil, transparente y sus ojos estaban sumergidos en el naufragio de la cordillera, brotando luego entre bahías y estrechos, cual espinillas telúricas de una tierra adolescente …
Cesaban los granizos… Raimundo, con sus firmes manos aún enguantadas, liberó la larga cabellera de Glenda apresada en las entrañas de un grueso gorro de lana, permitiendo al viento que jugara taimadamente con sus delicadas hebras de oro recién liberadas. La acarició como cuando eran novios, evocando reminiscencias de años idos, enterrados en las solitarias llanuras patagónicas, en un cortejo conformado tan sólo por el silbido del viento y las gruesas lágrimas de lluvia, mientras un ciento de almas acompañaban al sepulturero que socavaba la tierra. La lluvia comenzaba a salpicar torpemente en sus evocaciones … Sintió como Glenda le envolvía con su perfume y lentamente deslizaban sus cuerpos forrados por la lienta ladera, hasta naufragar su unión en la pedregosa costa del Beagle, donde allí un par de gansos salvajes lo esperaban impacientes para picotear en sus recuerdos.
Sumergido en remembranzas recorrió nuevamente la Patagonia, bajo el aterrador clima que provocan las cumbres nevadas de Tierra del Fuego. En aquellas vastas llanuras, Raimundo Holston la amó y recordó, sin desperdiciar un solo instante; entre rebaños de ovejas, estacados y grandes extensiones alambradas, para terminar cobijándose de la realidad, bajo chabolas ennegrecidas por el humo. Avanzaba la tarde … Raimundo sintió que el viento soplaba aún más airado y que las nubes preñadas no le abandonaban Apuró el tranco y acompañado de un ensordecedor silbido llegó hasta la sepultura en tierra, demarcada por un cuadro de albañilería personal, ubicada en el sector sur de la necrópolis. Una rama de liquen desgarrada con fuerza, daba vueltas por el aire, embriagada de dolor, hasta caer sobre una lápida que rezaba: “A GLENDA HOLSTON, mi Adorada Esposa, donde yace mi Amor, como Ayer, como Siempre, sin permitirme vivir sin ti” Camino al Aeropuerto comenzaba a llover nuevamente …
MARÍA CECILIA TIJERO Difícil decisión Se oyó un fuerte ruido. Martín se sobresaltó. Estaba seguro de que venía de la calle. Intrigado abrió de par en par la ventana de la cocina. Primero se asombró. Luego comprendió. Una extensa columna de luciérternas avanzaba abrumando la avenida. No eran pocas. Unas cien, doscientas, tal vez quichiflentas. El ruido que provocaban era penetrante. Goltaban sobre grandes tamboriles. Platillaban tapas alumínicas. Rumiaban refrescantes ronquidos en contra de la política de Estado de Bichópolis. Martín observaba. Las luciérternas continuaban avanzando a paso pachado. Recansadas, repodridas y recachuladas de la situación, animaban al pueblo a unírseles en la protelga. En la plaza principal, los crustópodos más osados rechinchaban con crudeza las castañuelas caídas de los jacarandaes. De pronto, el sol enfureció. Languerreó sus rayos para hacer llorar al firmamento. Todo se volvió gris. Angustiado, Martín no dejaba de ver como la columna estaba cada vez más cerca de su ventana. De repente, una luciérterna clavó su mirada sobre él y vociferó: —¡El intendor! ¡Es el intendor! ¡Todos a él! Y sin pensarlo dos veces, Martín tomó la decisión más difícil de su vida: cerró su viejo libro de cuentos.
ITZEL CERVANTES Relato de un Enamorado anónimo Me derrote ante el amor, supe que él me dominaba. Que no lo controlaba, lo acepte y deje a voluntad de un ser superior mi derrota y lo que con ella me esperaba. Tal como un alcohólico se derrota ante la bebida, así fue. Acepté mi incapacidad y mi pequeñez para entender y vivir el amor. El chamán que levitaba en una constelación llena de vibraciones en onda, destellando luz amarilla y blanca, sin abrir los ojos me dijo que me conectara. Pero, ¿cómo diantres me conecto? Apenas logro conectar la lengua con algunas palabras, una que otra idea y algún pensamiento con la realidad. Seguí el camino, deje de preocuparme y de pronto sentí la necesidad irrefutable de meditar. Sin importar donde estaba parada, sólo lo acepté y comencé a despegar un vuelo. De pronto, mi glándula pineal, o mi tercer ojo, me dejo ver más allá. El chamán flotaba con tanta armonía que me deje llevar y flote con él.
Ya conectados, en ese viaje híper sensorial y fuera del tiempo me dijo: -Despierta, deja el miedo. Por eso no puedes volar, tu raíz te amarra a la tierra. Pero yo no quiero volar, a mí me gusta caminar, argumente. -Volar y caminar es lo mismo, no avanzas si tienes raíz. Deja los miedos, suéltalos y que tomen su camino. Ya tú tomaras el tuyo sin ellos. Pero, no se soltar amarras. - De todos tus miedos, el más grande es al amor, y al amor no hay que temerle porque es lo más maravilloso, es lo más puro y noble que puedes sentir, dar y aceptar. Fumo de su pipa, exhalo el humo y me dijo: -si tienes miedo, porque no puedes dar libremente, no es amor; si sientes miedo de ser quien eres, no es amor; si sientes que no comparten el mismo concepto, no es amor. El amor no asusta, el amor llena y transforma, explota lo mejor de ti, creando estallidos que logran llenar espíritus. Es la convergencia del ser, es encontrarte en el otro y saber que lo amas, y te ama. El amor, sin importar sexo o edades, es de dos, es aceptar que quieres amar, conectar tu corazón con tu cerebro y el espíritu, tu pasión. Transformar el enamoramiento con lo que aprendes del otro.
ADRIÁN DURÁN genesis Todo comenzó gracias a que el Dr. D… Físico y matemático reconocido por la AMDC (Asociación Mundial de Dislocación Cerebral) descubrió el “magnetismo autocentrifugado”, es decir, como hacer levitar un objeto pero que éste adoptara las cualidades de rotación y translación a través de una elipse simulando un planeta. Lo siguiente no tuvo precedentes, se instaló una cámara de 1 km de diámetro con ventanitas que permitían mirar hacia el centro en el cual flotaba una réplica del planeta tierra en su era primigenia. Era un cúmulo de tierra incandescente cuya atmósfera era de cristal blindado. El experimento comenzó… Hace 50 años que dejaron en silencio la cámara. Mi abuelo, el Dr. D. murió con la idea de que su experimento cambiaría al mundo. Ahora mismo no se puede pasar, desde que existió la singularidad con la cámara del génesis, que es como la llamaban, nadie se ha acercado. Ésta se hace más grande y creen que algo dentro quiere estallar… Reactivamos las ventanas que servían para mirar hacia adentro, unos pequeños círculos alrededor de la cámara nos permitían ver que el cristal blindado había sido roto y giraba en torno al sol falso que hicimos centrifugar, como si algo hubiera intentado salir de esa mini réplica del planeta
tierra. Sólo que ésta tenía más agua, y los microorganismos que habían evolucionado parecían salidos de una de esas antiquísimas historias de Los viajes de Guliver. La tecnología nos ha ayudado a observar sus formas de sociedades que ahora solo piensan en matarse. La sociedad interestelar ha venido a hablarnos particularmente de dos cosas. Estamos dejando a marte sin agua también, y debemos desmantelar el “experimento cámara del génesis”, se les ha informado que es imposible ya que el sistema planetario es autofuncional y sensible, la energía del sol falso crecería exponencialmente con nuestro oxígeno y destruiría varías ciudades, no hay argumentos que valgan. Empieza la evacuación planeta Tierra. La cámara del génesis no es ninguna cámara ya. Hemos regresado al planeta Tierra después de la rebelión contra los grises y la hemos encontrado bastante grande. Miramos dentro con nuestros sensores de hipermente, que es un dispositivo en forma de diadema metálica el cual permite ir a un lugar sin realmente estar ahí. Observamos la mini sociedad, la cual ha descubierto como viajar fuera del planeta y se creen muy especiales porque no tienen la facilidad de comunicarse con nosotros como nosotros con los grises, los verdes, o los luminosos y piensan que están solos en ese mini universo. Protocolo fantasma. Último ser humano vivo en la tierra ha sido asesinado. Las normas de la comunidad interestelar deben respetarse, o habrá otro error de creación como el titán 253-Eon. Tenemos que salvar La cámara del génesis, descubrimos la reencarnación y resulta que soy el Dr D. Ahora mismo vamos en la nave Ángel Destructor, que es en la que acabamos con Eon, un Titán muy poderoso el cual medía planetas de ancho por soles de alto. Era arrogante y malhumorado como niño pequeño. De haber controlado el universo estaríamos todos muertos, incluso los luminosos que no son nada pero son todo. Llegué a la cámara del génesis por hipermente, ya que mi cuerpo físico no podía acercarse más, debido al gran hoyo negro que había a su alrededor. Existió un planeta llamado Saturno hace mucho tiempo el cual tenía un disco en el exterior; la cámara del génesis era algo similar, sólo que el disco exterior era un gran hoyo negro.
Cómo me lo temía, cada edad que pasamos nosotros ellos la pasaron mucho más rápido, debido a su tamaño, evolucionaron en un año lo que nosotros en mil. Nos han declarado la guerra. Nos creen dioses inservibles. Estamos escapando en el Ángel Destructor, los luminosos han pasado a otro planodimensión en el que no existimos y se han llevado a los grises e incluso a las bestias, al parecer fuimos más peligrosos de lo que pensamos. Es raro ver como al final del universo termina la materia oscura y empieza la luz, el hoyo negro está por alcanzarnos, el Ángel Destructor está en el filo de ambas materias, yo el Dr. D. acepto que la humanidad existió como lo más peligroso en todo el universo y salto ahora en mi robot a la nada.
JAVIER JAIMES Mi pierna, mi patria y mi mujer La Revolución había terminado, la guerrilla tenía el poder y el país como un caballo desbocado. Los hijos sin padres, las madres sin esposo y yo agradeciendo perder una pierna. Pero eso estaba allá, dieciocho años en el tiempo, en mi archivo que no había podido enviar a la laguna; allá, en el país que me vio nacer, al que defendí con todo mi ser y cuando no bastó le di mi pierna y le hubiera dado mi cuerpo entero, pero ya no había a quien seguir, el Presidente estaba muerto y desde entonces los carroñeros se mataban por sentarse en la silla, por dejar las manchas de sus huellas en el escritorio, por decirse Presidente aunque eso les quedara grande desde la médula. ¿Qué pasó?, perdimos. La noche que me largué la nueva policía había entrado a mi casa, no tuve tiempo de empacar ni de llevarme a mi perro, lo deje a su suerte. Tomé el vagón del primer tren que iba ‘pal norte, quería llegar lo más cerca al polo pero las playas del sur del norte me conmovieron tanto que me instale junto a la costa, ahí conocí a Dakota. Después de frecuentarlo tanto conseguí trabajo de barman en el Galaxy men’s club donde Dakota bailaba; ella era una persona solitaria por naturaleza, de las que tienen la atención de todos sin buscarla; ¿hermosa?, claro, pero no me atrajo eso de ella, lo que me llevo a ella fue que éramos opuestos: yo era invisible y ella, además, altruista de su alma. Nunca supe porque estuvimos tanto tiempo juntos ni porque la amaba ni porque soportaba verla irse con otro cada noche, incluso a su regreso me la cogía con todo el amor del universo. Diez más ocho años, después de ya haberme acostumbrado a mi nueva vida, el mesero me pidió un mezcal con agua mineral y limón para la mesa seis y me recordó al Presidente, a la bebida que tomaba después de una victoria, antes de acostarse con alguna linda mujer o cuando moría un amigo en el frente. Decidí llevarlo yo mismo para conocer al hombre y saber si era un compatriota o solo alguien con buen gusto. ¡Resultó ser el mismísimo Presidente! Me detuve un poco antes de llegar a la mesa seis y toda mi vida paso por mi mente en segundos, mientras, Dakota sacaba la mano de la entre pierna del Presidente. Por alguna extraña razón me cuadre en cuanto estuve de frente, pero el no me reconoció, pensó que fue un acto automático del quehacer de un mesero y no lo culpo, el nunca supo que perdí la pierna, yo ya usaba lentes, algunas peleas habían dejado huella en mi rostro y mi peso era casi el doble desde la ultima vez que nos vimos. Dejé el vaso sobre la mesa, di media vuelta y regresé muy aturdido a la barra. Hasta entonces no había puesto a pensar todo lo que deje, todo lo que perdí, todo lo que di por eso hombre y su ideal. El presidente se tomó el trago de un jalón como siempre, se levantó, tomó a Dakota de la cintura y se encaminaron a la salida.
Mi pierna, mi patria y mi mujer.
IVÁN ARTALEJO El escribano Mi nombre no importa. En cuanto a mi relación con este relato, sólo es importante mencionar que soy un escribano, ya retirado. Ejercí mi oficio en un pequeño y empobrecido pueblo al sur de Francia. Redactaba textos para esta población analfabeta a cambio de algunos centavos o de algún otro bien que pudieran ofrecerme. De todas las cartas que redacté para esta gente, sólo uno de ellas es digna de mencionar en estas que son mis memorias; por lo terrorífico que me resulta el recordar el golpeteo de las teclas de mi vieja máquina de escribir mientras plasmaba en el papel, como un eco, esta historia horrible. Se trataba de una mujer madura, muy humilde, que una noche llegó a solicitar mis servicios. Me ofreció a cambio una pequeña bolsa con manteca y, como siempre fue más importante para mí el agradecimiento que las riquezas, acepté. Ahora que redacto mis memorias me siento agradecido de haber conservado copias de todos y cada uno de los trabajos que realicé. A continuación reproduzco la carta que redacté aquella noche tétrica para esa buena mujer: «Querida Agnes. Te envío esta carta para informarte del fallecimiento de tu hermano Louis, y de tu sobrino, Sébastien. Louis y yo vivimos felices durante un tiempo, hasta que su maldita afición a tocar
el violín y beber vino se interpuso entre nosotros. Tocaba día y noche, y tomaba día y noche. Tocaba para ganarse el trago con el que se embrutecía. Tocaba cualquier pieza que le pedían y ganó cierta fama en el pueblo. ‘Es lo único que tengo, Isabelle: mi violín, mi música. Es lo único que siempre va a estar ahí para mí. Algún día tú te iras, como antes de ti ya se fueron otras. La música es un regalo que Dios me dio antes de hacerme descender a este infierno, tal vez como un premio de consolación. La música es lo único que tengo, lo único que no se irá nunca…’ Esto me decía Louis cuando reñíamos sobre su obsesión, porque eso es lo que era… una obsesión por la música. Después de algunos años juntos, nació nuestro primer y único hijo, tu sobrino Sébastien; pero a los tres años de nacido contrajo lo que al parecer era gripe española y murió. Yo lloraba día y noche después de su muerte. Louis seguía bebiendo… y tocando su violín. Ni siquiera se presentó a los ritos funerarios, tuve que sepultar a nuestro pequeño hijo sin su presencia. Mientras la caja que contenía el cuerpo de mi Sébastien se internaba en la tierra para permanecer ahí por siempre, a lo lejos se podía escuchar el llanto que brotaba del violín de Louis. Nunca lo vi derramar una sola lágrima por nuestro hijo: ni cuando su salud se
quebrantaba ni cuando al fin por ella sucumbió. Se pasaba los días encerrado en el ático de nuestra casa, alejado del mundo, tocando su violín y envenenándose con alcohol. Yo subía todos los días y le dejaba bandejas con comida, sólo para regresar al día siguiente y encontrarlas intactas. Parecía como si la música de su violín y su alma se encontrasen conectadas, y el alcohol funcionase como una especie de lubricante, atenuando la fricción entre las dos. Así pasaron varios días hasta que una noche, muy tarde, me despertó una melodía horrorosa, triste, infernal; proveniente del ático. Encendí la bujía y subí a pedirle a tu hermano que me dejara dormir. Lo encontré con las ropas llenas de barro, danzando al son de aquella melodía diabólica que salía de su violín. Danzaba y tocaba con los ojos desorbitados, pateando frenéticamente el suelo del ático; frente al cadáver recién desenterrado de nuestro hijo, el cual reposaba sentado en una vieja mecedora, fungiendo como público ante aquel recital. Aterrada, abandoné tal aquelarre. Pasaron varios días antes de que volviera a subir a aquel ático. Encontré a mi Louis muerto junto al cadáver de nuestro hijo, con ese violín maldito en las manos. No le he dicho nada a nadie, pero aún en las noches lo escucho… escucho ese violín diabólico llorando en las noches; acompañando, como música de fondo, la descomposición de aquellos dos cadáveres. En fin, querida Agnes, la gente del pueblo pensará que estoy loca si les cuento todo esto, y el buen hombre que me ayuda a escribir esta carta tiene una especie de juramento que le impide divulgar lo que redacta; así que te pido que vengas lo más rápido posible y me ayudes a deshacerme de ese violín maldito que me susurra en las noches; así como de los cadáveres de tu hermano y de tu sobrino, que aún rondan en el ático». Después de dictarme su carta; la mujer se levantó, me dirigió una mirada vacía y me dijo: Tenga cuidado con aquello que ama, joven; porque, tal como le pasó a mi querido Louis; todo aquello que amamos y creemos poseer, nos termina poseyendo...
TE ESPERO EN SAGITARIO Amaia Zuzo —¿Y si es tarde? Llevaban varios minutos sin hablar, como si ninguno se atreviera a retar al silencio. —¿Tarde? — Me quedé pensando en lo que dijo Laura. Yo… no sé. ¿No tienes miedo? Igual ni llegamos, yo ya estoy cansada. —Y tú? ¿tienes miedo? —Inquietud. — Agárrame fuerte. ¡Qué frío hace! —Igual estamos locos. Igual es un disparate. —Pues si te digo la verdad, es la locura más bonita de mi vida. Cuidado con esas ramas, no quiero que te tropieces. —Subir a la cima a pasar la noche… – rió con timidez – Sí, estamos locos. — Y dormir viendo las estrellas, quiero que elijas a cual quieres ir. —Pero si tú nunca has creído en eso! —Yo siempre he creído en ti. —Pero no en las estrellas. —Esta vez es distinto. —¿Porque me voy? —Se va todo, se escapa. Espero que escojas una buena estrella, cómoda y con fuerza. Tú eres la persona más fuerte que conozco. —¿Y también soy cómoda? —Haces cómodo lo que te rodea. —Estás tú muy sensiblero hoy. —La ocasión lo merece. —Tengo ganas de ver el refugio. Iba con mi padre cuando paseábamos a las ovejas. De eso hace… —Más o menos una eternidad. —Sí, justo eso. ¿Y mañana? —Mañana volveremos por este mismo camino agarrados del brazo y con una estrella en la mente. — Bueno, sabes a lo que me refiero. —Este bosque está echado a perder. —Nunca se ha respetado lo verde. — Por cierto, esta mañana ha llamado Felix. —¿Y? —He dejado de prestarle atención al segundo insulto. —¿Te digo la verdad? —Siempre me la dices. —Ya sé que estrella quiero. Sagitario. Bueno no sé si es una estrella… Pero es donde quiero estar.
—¿Por qué? —Mi madre me contó que es la única estrella que siempre se ve, aunque llueva, aunque el cielo esté tan negro que apenas se vislumbre la luna. —Entonces será el mejor lugar. — Sigue ahí, constante, “contra viento y marea” decía ella. Nunca he mirado o preguntado si era verdad, pero me gustó tanto la idea que no la he soltado. —Esa historia ya es más verdad que muchas de las que hemos escuchado. —No quiero ir al hospital. —Sabes que en eso le doy la razón a tus hijos, Eva. —Ya pero… —Es lo mejor. — Me dirás adiós en uno de los lugares más inertes del mundo. —Te diré hola mientras me miras desde la estrella más tozuda del planeta. Espera un momento… ¿ahora por dónde era? ¿izquierda o derecha? —Izquierda, siempre izquierda Antonio. —Cómo olvidarlo. Espero que no se haya enfriado la sopa. —Tus sopas son de lo mejor que he conocido. —Uff, ahora empieza la subida. —Poco a poco, no hay prisa. —Tampoco te creas que hay mucho tiempo. — “Andaré este largo camino, este camino tan largo, hasta el final, hasta el final del corazón, andaré este camino largo, largo, largo…” ¿te acuerdas de aquella canción? —Andaré este camino… na na na na na… —Tan largo, tan largo, oh oh, —Hasta el final del corazón… Hasta el final del corazón… Y hasta el final llegaron, poquito a poco, con mucho esfuerzo y demasiado dolor. El frío agarrotaba sus frágiles cuerpos, que entonaban una separación inevitable. Al llegar a la cima desplegaron la vieja manta gris, testigo de tantos y tantos años. Y se sentaron, acurrucados, abrazados. Nunca pensaron en la despedida; ni el tiempo, ni el hambre, ni la lucha se lo permitieron jamás. Pero sabían, como se saben muchas cosas que no se quieren aprender, que ese adiós llegaría. Y para ello inventaron un credo y se adueñaron de una estrella, porque entendían que la vida hay que colorearla todos los días. Conscientes del engaño, se perdieron en su dulce mentira… —Mira Antonio; aquella es Sagitario. —Allí te marchas, Eva, allí estarás. —“Contra viento y marea” —Así has sido siempre.
AARÓN GARCÍA La virgen de barro La tarde estaba cansada, nubarrones grises, el sol apenas brillaba, aquel campo cambiaba de color de un verde lleno de vida a un anaranjado por el velo del sol. El campo tenía vida por los niños alegres, la tierra vibraba por sus presencias, el aire pedía a gritos apenas un respiro, una palabra, un susurro, su aliento, tal y como aquel niño lo hacía.
—Mi niño tengo algo que decirte… —Dime, ¿Qué es? —Me voy a casar
Allí termino su fugaz vida como su eterno amor, él recibió un golpe directo al alma, la carne fría reventaba y el barro se rompía, y aquella ave que tenía por corazón voló llevando en el pico Aquel pequeño niño ya amaba como lo hace un los ojos color ámbar de aquel pequeño amante hombre embriagado de poesía, extasiado de que allí pereció. amor; tenía unos ojos color ámbar, que era como el choque de dos galaxias que se devoraban entre sí, sus brazos anhelaban tanto su imagen que cada gota de sangre se le escapaba de sus manos como ríos carmesí sobre montañas de carne. Al desgarrar el aroma que emanaba su amada respiraba imágenes tenues de ella. La soñaba tan fuerte que la volvía realidad, ella era como un café en el invierno, un juguete de navidad. Era una diosa de barro cocido, que emergió de la tierra, era como un arte excelente, una vasija preciosa, una figura humana tallada con manos de rosa, era la venus de milo, así era aquella mujer. Tenía por corazón a una avecilla, sus manos eran inmaculadas, su piel era de pétalo, aquella mujer era una virgen y aquel niño era su pueblo amado, ella su dios y el Israel. Era una dama tan bella ante los ojos de cualquier mortal y sublime, gallarda, galante y soberbia solo ante los ojos de su infante amante. El amor que le tenía era puro y santo como solo un niño podía amar, aquel amor nació cuando Jesucristo resucitaba, ahí al ver a su amada aquel chiquillo moría, para esperar resucitar bajo los brazos de su amada. Aquella virgen de barro preparo su veneno mortal y aquel chiquillo su ultimo respiro, la tarde chispeaba, el sol moría y aquel campo se consagraba ya que allí moriría un inocente, un amante, aquel niño se convertiría en mártir.
ADOLFO ALEJANDRO La noche de Sofía Sofía era una joven risueña que a pesar de que vivía a las afueras de la ciudad siempre vestía a la moda. Era alérgica al pelo de los animales y por eso adoptó a una gallina nombrándola Coco, en honor a su diseñadora favorita. Cierto día, Sofía dejó abierto el corral del gallinero porque ya era hora de su programa favorito. Y Coco se fue a dar un paseo por el bosque. La joven se dio cuenta de que su gallina no estaba y decidió llamar a su mejor amigo Ricky. —Te prometo que la encontraremos. Dijo Ricky mientas consolaba a Sofía. —Debo confesar que ningún amigo se ha preocupado tanto por Coco. A lo que Ricky pensó. —¡Ay Sofía!, si supieras que me quiero echar a Coco en un caldito… Existió un breve silencio entre ellos. De pronto Sofía recordó que en el viaje que hizo a Cancún se encontró con una gitana que le dijo: —Hija escúchame bien, si algún día te encuentras en aprietos, utiliza esta plantita, la enrollas en un papel, le prendes fuego, la inhalas y listo. Vas a volar. Nuestros aventureros amigos consumieron de esta misteriosa hierba y al poco tiempo comenzaron su gran travesía por el bosque, después de haber recorrido el lugar durante horas decidieron acampar cerca de un lago. —Necesito ir al baño, dijo Sofía. —Está bien, aquí te espero. Al irse por el montecito, Sofía se encontró unos huesitos y gritó: —¡Ay diosito! Al examinar bien el cadáver, se dio cuenta que se trataba de Coco. Corrió aterrada al campamento, pero al llegar vio la imagen más aterradora de su vida; Una mala imitación de una bolsa Prada. ¡Ah! y unas hormigas carnívoras estaban comiendo gustosamente a Ricky. Escapando de esa escena que la había paralizado, tropezó con una piedra y cayó en arenas movedizas, luchó para salir pero todo fue en vano porque en realidad todo era una pesadilla y Sofía había caído de la cama, Su ligue de la noche se sacó de onda y la pobre muchacha hizo el mayor oso de su vida, se levantó del piso y juró no volver a tomar o a llevar hombres extraños a casa.
EMMANUEL PULITTI
J
El sueño de la realidad
E
Un instante de calor en el sol. Luz para toda una vida, en una realidad escondida te bendecí varias veces con agua de vertiente de un río que no bebimos jamás y sin embargo vivimos sumergidos en un tema que no escuchamos cuando propusimos componerlo y suena a gritos de leones hambrientos de amor y no nos hace bien extrañar lo concluido, el corazón a veces esta aburrido y se pone a jugar con recuerdos y nos saca a donde no queremos salir, quien invento la anestesia estaba triste un día de sol porque no sabía cómo reír y quería detener el suelo de a ratos, ver cómo era ser un fantasma, como era no tener el corazón aburrido por las noches, hasta que se embriago un día nublado de dulces y colores en las flores de su alma despertando de su criminal melancolía para siempre, la salvación de su propio viaje, destrozos de cruz y de cadenas, calles con alas y zapatillas con espuelas para volarlas y olvidar la soledad que nos inventamos sin mirarnos, mientras la mirabas y te miraba no se vieron ni se dijeron las buenas y arrancamos con las malas, pero solo queríamos ponernos a ver las nubes y nos dijimos hasta el cielo y se fue mas alto el sol cuando lloraste tres calles y luego reíste quince porque estabas soñando todo el viaje, pero despierto el humo que meció tus venas dejo esta sonrisa de tierra recién llovida, de rescoldo de palabras ardientes que no se dejan arrastrar por tu boca de tormenta dormida en el sueño de la realidad.
JORGE CHANG
El perfeccionista Cuando la vi postrada en el suelo del cubil, atada e indefensa, sentí una inefable sensación de poder, mi víctima, aún inconsciente, no tenía idea de lo que le había ocurrido, pues cuando caminaba por la solitaria callejuela, muchas veces recorrida al salir de la preparatoria donde estudiaba. Nunca imaginó lo que esa noche le sucedió, pues fue atacada brutalmente. Al volver en sí, se dio cuenta de lo delicado de su situación, quiso gritar, pero la bola de trapo y la cinta que cubría su boca se lo impidieron, forcejeó pero manos y pies estaban fuertemente atados con alambre de amarre y solo sintió un agudo dolor. Su captor sonrió al ver sus inútiles esfuerzos y con parsimonía tomó un filoso cuchillo y empezó a pasarlo lentamente por sus mejillas, cuello, hombros, brazos; continuando por sus turgentes senos y el vientre desnudos, pues previamente le fue despojando de sus ropas al ritmo de una música cadenciosa, usando el cuchillo y no tijeras para tal acto. Al llegar al bajo vientre, sintió un espasmo de deseo, pero continuó acariciando centímetro a centímetro aquella piel pálida y aterciopelada, ahora erizada por el terror que su captor le provocaba, pues su mirada era fría y libidinosa, le dio la vuelta y contempló extasiado los firmes glúteos y el canal entre ellos que conduce al deleite de los sodomitas, pero eso no era lo que él deseaba. Continuó sus caricias por los muslos, la zona poplítea, las piernas y por último los pies con la punta del arma que más tarde usaría para la culminación de su obra. Acto continuo tomó al lechón que recibiera de regalo de cumpleaños el mes anterior y con rapidez inusitada cortó de un solo tajo la pata trasera del indefenso animal, del muñón cercenado salió la sangre a borbotones y con ella fue cubriendo el vientre de ella que quiso gritar, pero la mordaza se lo impidió. A continuación aplicó un torniquete al miembro amputado del animal, restañó la sangre y cauterizó la herida con un hierro al rojo vivo, evitando con esto su muerte prematura, ya le llegaría en que su anatomía pudiera ser usada para preparar deliciosas carnitas y crujiente chicharrón. Su víctima totalmente horrorizada con lo que acababa de presenciar, se preguntó si ella correría la misma suerte que el pobre cerdito. El individuo tomó una jeringuilla hipodérmica y procedió a extraer de un frasco una sustancia para ella desconocida la que aplicó vía venosa en el brazo derecho, ella sintió como el líquido al ingresar a su torrente circulatorio, la invadió un suave calor que le tranquilizó, pasados unos segundos se sintió somnolienta y con grandes deseos de aceptar todo lo que le pidieran o preguntaran, esto solo sucede cuando estas bajo los efectos del hidrato de cloral, conocido en la Segunda Guerra Mundial como “suero de la verdad” y en forma coloquial entre los combatientes como “Jugo de metralla” Bajo el influjo de esta droga, el dolor es mínimo, pues combinada con morfina era usada para practicar amputaciones a los soldados en pleno campo de batalla. En este caso, se está usando con el mismo propósito, pero no con fines curativos, sino más bien para satisfacer un morboso deseo, el victimario tomó el cuchillo y lentamente procedió a la amputación de la pierna derecha justo a la altura de la rodilla, para evitar el sangrado aplicó un torniquete con una venda de látex por encima de la articulación y la prolongó por el muslo como había visto en un video de you tube de una operación de rodilla practicada por un cirujano ortopedista. Así dejó la venda comprimiendo el muslo ahora lívido debido a la ausencia de sangre, procedió a cortar la piel teniendo el cuidado de dejar un colgajo suficiente para cubrir el muñón, continuó con el corte de la cápsula sinovial de la que brotó un líquido cristalino y viscoso, continuó con el corte de ligamentos y tendones que son bastante fuertes, correosos y difíciles de cortar, pero cedieron ante su fuerza y filo del arma. Finalmente logró su objetivo cayendo inerte la pierna entre sus manos, la dejó a un lado procediendo a la cura del muñón donde previamente había cabeceado arterias y venas, suturó con cuidado el colgajo, lavó y desinfectó la herida cual diestro cirujano, cubriendo con gasas estériles vendó cuidadosamente el miembro ampu-
tado. Cuando canalizó el brazo puso una solución salina isotónica acompañada de potentes antibióticos culminando con la aplicación de analgésicos que mitigaran el dolor cuando su víctima despertara. Al día siguiente, ella despertó con mucho dolor, le aplicó más analgésicos en otra bolsa de solución ya preparada de antemano con antibióticos y empezó a alimentarla con una dieta blanda a base de verduras y leguminosas para su pronta recuperación que esperaba no pasara de quince a veinte días para poder continuar su macabra labor con su pierna izquierda, solo de pensarlo se exacerbó su libido, rememorando la eyaculación que le provocó cuando corto su piel joven y fresca. Pensaba en su interior, más bien deseaba que la herida no se fuera a infectar y le provocara una septicemia, pues la anterior solo le había durado un par de meses por esta causa. Por esa razón estaba poniendo todo su empeño en un buen cuidado de ella, pues esperaba que le durara por lo menos un año, así que estaba planeando que parte del cuerpo cercenaría después de la pierna, tal vez la mano izquierda, luego el antebrazo y por último el brazo del mismo lado. El miembro superior derecho se lo dejaré intacto, para que pueda alimentarse por sí misma, aunque con el resto de sus necesidades básicas tenga que auxiliarla. Ya veremos, espero tener la fortuna de lograr mis objetivos con esta que es más joven y bonita que la anterior, tengo esa esperanza… si esto no fuera posible, hay muchas escuelas secundarias y preparatorias en esta y otra localidades para poder escoger, pero esa será otra historia, ahora a descansar…
MIGUEL NEG Hombre que pensaba desde una hamaca El hombre pasaba las tardes pensando a la luz natural del día, recostado en una hamaca de hilo multicolor, fumando tabaco oscuro, esperando simplemente la hora de la comida. Pensaba por ejemplo, en la magnitud del universo, creía firmemente que todo aquello no podía ser obra de un sólo hombre, se decía que el trabajo por lo menos, implicaba a un equipo de diez o doce personas, aunque luego se sabía irrespetuoso e impío. No concebía siquiera que aquellos árboles, por ejemplo, fueran todos producto del mismo artista, simplemente porque no eran iguales, no tenían la misma forma ni los mismos colores, ¿en dónde la marca personal? pensaba. ¿Y que decir de las estrellas? Que para ese momento ya se dejaban mirar y aunque con un poco de recelo, con una incipiente y coqueta exhibición; nerviosas y con cierto morbo por saberse con público. Eran tan armoniosas, tan únicas cada una de ellas, independientes, con brillo propio, y no como nosotros, que después de todo necesitamos del sol, que no es sino otra hermosa estrella, para poder lucirnos. Así, majestuosas a veces, ocultas entre las amorfas nubes. Del mar no decía nada porque le daba miedo, le imponía demasiado y simplemente se limitaba a pensar por qué aquella enorme bola llamada “tierra”, no se llamaba mejor “agua”, pero cuando lo hacía, cuando le venían a la mente esos extraños pensamientos, el cuerpo se le empezaba a acalambrar, de tal manera que se engarrotaba y parecía como si se fuera a quedar ahí, congelado, inamovible del puro miedo. Por eso mismo no le dedicaba mucho tiempo al mar. En cambio al fuego, y a pesar de todo lo que implica, le rendía un tributo especial, porque sabía que se hallaba en las estrellas, sabía que nos podría hacer cenizas en cualquier momento en que osáramos retarle. Por eso la hamaca del hombre se hallaba a la sombra de dos hermosas jacarandas, para que el Astro Rey no se sintiera ofendido, no se creyera espiado, ni mucho menos. El hombre pensaba que la gente también era distinta, pero eso tenía poca importancia, pues le parecía que en el fondo de todos modos, eran iguales, aunque eso tampoco tenía gran importancia, por lo menos no para él. Con los animales era distinto, porque ellos si eran diferentes todos. Cada una de las especies era hermosa desde sí misma, y no competía con ninguna otra por nada, cada una poseía atributos que equiparaban su belleza con la de los elementos que conformaban el cielo, pensaba. Y que decir de los peces, que a pesar del miedo que le tenía al mar, no dejaba de reconocer que eran los seres más bellos que jamás hubiesen existido, más hermosos que las cebras y que las aves, que también eran de sus favoritas. Y miren que el hombre siempre había soñado con volar mas que con nadar, aunque quizá por ello lo de su preferencia, pues a nadar si aprendió, que no mucho, pero no se ahogaba, de hecho su día lo partía en cuatro eventos fundamentales, que eran las cosas que más le gustaba hacer: dormir, comer, nadar y pensar tirado en la hamaca.
LAURA SANSTESTEVAN Hilitos de oro Soy piso en las playas, para caminar descalzos, dar frescura, movilidad, gracia y descanso a los siempre atrapados pies. Me dejo pisar cual arena, terreno anfibio entre la tierra firme y el mar, y también debajo de las aguas, dulces y saladas. A veces soy dura y mojada, bastante fresca y hasta fría, sobre todo cuando estoy cerca del mar. A veces ardo, soy caliente, sin humedad ninguna. No dejar que nadie se pare encima de mí sin un objeto intermedio (un zapato, una chancleta), que proteja las desesperadas plantas de los pies de mi potente calor solar. Soy silla para sentarse en una playa, colchón para acostarse en ella, mirando el cielo, o de espaldas. Muchos continúan tomando fresco o sol sobre mí.Soy fuerza centrípeta. En el tiempo conveniente, todo el mundo viene a mí, en todas las playas del mundo. Tengo carisma, aglomero multitudes, mis estadios arenosos se llenan siempre. La gente disfruta, goza, es feliz, todo lo feliz que no lo es en la mayoría de los momentos del año entero. Soy además traviesa, y aprovecho para meterme en todos lados, me pego en la piel, ensucio los cabellos y las mallas de baño, me escondo en las orejas, en los ombligos, entre los dedos de los pies, aprovecho el sudor de la gente para impregnarme aún más a ella. Otros dejaron de tomar baños de sol sobre el cómodo colchón que yo les proporcionaba, o lo hacen en bastante menor medida, desde que los cambios climáticos dieron algunos alertas. Pero continúo siendo fundamental para muchos que me buscan con algunas precauciones. Soy juego para los niños en la playa. Hacen pozos, torres, castillos de arena. Juegan guerras de arena. Otros se mojan, se revuelcan sobre mí, dicen que juegan a las milanesas. Después van al agua, a transportarme de nuevo al fondo del agua. Soy material de escultura. Me encanta serlo. Me siento útil para lo más bello de la raza humana, y para otras razas también, al permitirles a los hombres, moldeando mi cuerpo, ser artífices de sus creaciones. Me han convertido en castillos hermosos que nada tendrían que envidiar a los castillos verdaderos. Sólo que yo, me desintegro pronto. Es una de mis características. Pero también es mi belleza, efímera, inatrapable, muy poco rentable. Como materia prima de playas solitarias e inmensas, soy salvación para barcos y náufragos perdidos, que alguna ola, viento, corriente, y a veces pienso, algún Dios o el azar, se allega hasta mis costas. Yo les hago más fácil la llegada y el desembarco, y luego, les doy refugio. Les muestro el camino para llegar hasta la tierra, y los productos que allí existen y que necesitan para sobrevivir. A veces soy tanta, que formo desiertos. No me gusta ser desierto. Es una compulsión, un trastorno que padezco y quisiera superar. Llamo a gritos a mis compañeros el agua, mares y ríos, lluvia, animales y plantas. A veces me escuchan, pero la mayoría de las veces, no. Por eso hay muchos desiertos en el mundo. Me siento muerta formando parte de ellos. No he podido descubrir hasta el momento, por qué tengo que existir bajo esta estéril forma. Si existe una explicación, no la sé. A veces adelgazo mucho, y soy solo dunas. Me doy cuenta de que soy atractiva y útil. No abarco extensiones tan grandes, los humanos y algunos animales pueden atravesarme, y lo toman como un juego o aventura. A veces soy fina y dorada, y me derramo como el agua. A veces soy tan dorada, que con un poco de ayuda del sol, me asemejo a pepitas de oro. A veces soy más gruesa y parezco piedritas, y le pincho sin querer las plantas de los pies a la gente que me necesita y me busca porque quieren arena. ¡No piedritas! Pero sola, no puedo con-
trolarlo todo. Además, he conocido gente que me prefiere bajo la forma de piedritas, porque se ensucian menos. Soy material para levantar las casas donde viven los hombres. Me enorgullezco de verdad. Puedo ser, soy, he sido, un hombre de arena que tiene vida. Así me creó ETA Hoffmann, un romántico incurable alemán en su famoso cuento. Los aztecas crearon al hombre de madera y finalmente al hombre de maíz. ¿Por qué no, un hombre de arena? Si Pinocho fue un niño de madera, ¿por qué no hubo un niño de arena? Porque me deshago. Y aunque sea casi de mi misma pétrea sustancia, no me parezco al hombre de mármol, el cual es preferido por su perdurabilidad en el tiempo. Sé que se lo ha visto en películas polacas, realidad o metáfora. Por eso pienso que deben haber existido de verdad hombres de mármol. Las películas muchas veces se inspiran en la realidad. ¡Soy simple y lábil arena! Soy polvo cósmico, soy elemento divino. Provengo de la piedra, de la roca destruida, desmenuzada durante millones de años por otros elementos, el viento, la lluvia y el mar. Soy una evolución con personalidad, de la primitiva roca. Soy, pues, arena. Soy niño en la playa, soy casa para vivir, soy la piedra que fui, soy tierra, colchón y almohada, soy río, cosmos, materia prima, soy escultura, materia cincelada, soy arte, soy belleza, soy poesía, soy todo lo que soy. Soy extremadamente feliz.
DIÁLOGO ENTRE MARIPOSA Y HORMIGA Durante un día de viento fuerte Hormiga se encontraba trabajando como siempre, acarreando comida al hormiguero y cuidando de que no se le cayera ni una migaja por más minúscula que esta fuera. De pronto, notó que una mariposa amarilla se aferraba desesperadamente a una pequeña roca sobre el jardín, le llamó la atención su gran sombra que le tapaba la luz. —¿Qué pasa Mariposa, porqué te aferras al suelo? —El aire está terrible, me volaría si me soltase. —Deberías aprovechar tus alas y volar lejos, a un lugar apartado, dejar la tierra que siempre exige trabajo duro. —Pero me perdería como las hojas de los arboles. —Si yo tuviera alas, dejaría esta vida y no acarrearía comida todo el verano.—Pero estarías solo como yo, tú tienes a la colonia. —Tú tienes libertad, anda suéltate. Con su patas aferradas a la roca y sus alas siendo violentamente sacudidas por el viento, Mariposa luchaba por mantenerse estable y unida a la tierra. Hormiga en su afán de ayudar a Mariposa, soltó sus patitas de la roca provocando que fuera devorada por la vorágine de viento y polvo que destrozó sus alas. —Al fin pudo ser libre- dijo Hormiga un una migaja de galleta entre sus tenazas.
poesía
ALEJANDRA CALIXTO Ausencia Aparece tu ausencia maquiavélica Para ahuyentar los restos de ilusión Deambulando todavía por estos muros Hambrientos de reflejar tu sombra. Y escucho su sonrisa burlona En clara señal de que tus pasos No cruzarán jamás este pórtico Y ninguna otra puerta. Me resisto a tan feroz realidad Aun cuando tu ausencia mordaz Aparezca donde pose mis ojos A burlarse de mi cuerpo desnudo. Y vestirme de temible soledad. Transcurre asolador el tiempo Apareciendo de nuevo tu ausencia Con un semblante sombrío Mirándome como lo hace el verdugo Antes de ejecutar al sentenciado. Y esta vez me traspasa el frío Al percibir tu ausencia tan distinta, Portando entre sí el escalpelo Que habrá de clavar en mi alma. Y no, no estoy equivocada Cuando escupe socarrona Que en la maleza de tu cuerpo Ya no transpira mi historia.
DAVID ÁVALOS Es/hez
Espasmos de gestos vacíos lanza-
dos, mendigando la aceptación de premi sas sensatas
A propósito de una humilde memoria Vuelven como la costumbre
Volteretas oscuras y barrocos algunos vértices, En donde vemos asomar parlante bruma.
En especial para el estreno de sus edificantes finales, Tan calculadas veredas sus suspensos. Techumbres medio macizas se avistan Para cuando arrecien las sabidas sombras.
Paz, para cuando desnuden las armaduras Coronan la saga.
Desde el vientre la nausea de los dogmas. Entrecejo cascada breve, a ratos seductora.
Sin sorpresa!!, los egos distraen a cada uno . Ciclopes y reflejos.
Neguemos la tierra para la raíces impertinentes, Testimonios de ciclos y espejos. Redundantes primaveras. El goce de la carne.
Allí, la sed colmada en el fruto de Otras especies Paridos en abismales cuentas.
Que nuca sabremos si son las nuestras. Egos acaparadores, presas indudables.
Un suelo inmutable para tantas certezas no nos vigila Reducidas a monsergas ridículas y secas. Cualquier profecía.
No le hacen mella, ni las espaldas curvadas y los bostezos,
Que cordialmente regalamos sin saberlo.
También, nuestras nobles, y no tantoservidumbres.
A cambio de pobres estatuas
Dioses silentes.
Orden entonces:
El espasmo y la inquietud.
A cada quien, el monto de sus rebeliones
cuenta.
Sabremos cada uno ser el fiel de nuestras
contiendas.
Columnas, luego polvo e irreversibles vien-
tos
Las caras de unos ídolos Todos bifrontes.
Pendientes para el sexo y las veneraciones.
Que templan la risa esperada y los llantos
negros.
Cenizas a semillas
Los llantos, el sexo , los panteones, las pre-
guntas.
Germinan nuestros autores.
Cada uno visitará sus íntimos
y mas necesarios templos
Pagará el precio de sus ingenios, herencias
y patrimonios.
Atrevidos manifiestos se han anticipado ya en carne y hueso.
PAMELA RAH El grito
Y un grito se cicatriza en el vacío enfermo –—Vicente Huidobro
Socorremos a respirar rostros A memorizar el fracaso A sobornar revoluciones Socorremos a envolvernos en nitrógeno A contarnos los lunares A sudar gases fosforescentes que nos alineen con nuestro ser. Socorremos a bordarnos flores secas en la piel A tatuarnos sirenas A adorar al bosque ennegrecido y sórdido A abrazar arboles A hundirnos en la similitud Socorremos a buscar refugio en la gruta A la epidemia del viento a toda velocidad a la fogata a la sugestión a la impaciencia Socorremos a la tierra A ahogarnos junto con los gusanos que la recorren A gritar A hundir la cabeza en su pulpa para utilizar nuestro dolor como fertilizante
Socorremos a la lluvia Al petricor A la presa A la piel que se evapora A los ojos que se condensan A la boca que se precipita Al interior sedimentando Somos la piedra La roca El pavimento Somos un grito sofocado Esperando florecer.
MIGUEL ANDRES ROSERO Memorias En esta noche fría abandonado en mi habitación habita el olvido y el silencio junto a este, mi cuerpo emerge la locura como un aliento fúnebre que ensalza mis sentidos y me arrastra con ellos hasta más allá de mis recuerdos. Donde el demonio mi muñeca de porcelana y yo tomábamos el té a las 3 de la mañana y brindábamos con la sangre de mis labios que se rompían como mis sueños
MERCEDES REYNOSO Sábado de morbo por la noche Busco amor con sabor a alcohol, embriagadores gemidos que me hagan vomitar tu nombre (el nombre que sea, ya me da igual). Busco entre pepenadores de sueños algún indicio de verdad, para después sabotearme con espejismos de media noche.
Le abro las piernas a la noche y ella me coge con amor desconocido, luego me escupe en la vulva con el aliento de alguna criatura que tomó su forma. Camino tras la cadencia musical con que enamoran sus luminosos ojos, ojos oblicuos por todas partes, repletos de alimañas predadoras, alcoholizadas de amor siniestro y vacío. Yo soy de esas alimañas y también soy su alimento.
Una botella más resignifica el amor, le da poder al hastío y me lleva hacia ti: criatura de grandes labios y pene erecto. El sueño se vuelve irreconocible ante el cuerpo, otra botella y los desfigurados rostros se tornan esfinges doradas dentro de la alcoba de algún motel hiriente y lleno de mierda.
MANUEL RODAS Soplaré tu cabello solo para ver tus sueños volar Llueve en esta ciudad fragmentada. Le cuanto dos cosas, la primera: que cuanto más vivo, más pienso que dos personas juntas son un milagro; la segunda: que no sé por qué pero me gusta saber de vos. Quizás porque nos vimos pocas veces o porque alguna vez soñé que eras un poema, te digo, un poema que le quería mostrar a alguien... y empiezo a reír y deseo volver a soñar lo mismo. *(x) A veces pienso que tengo bastante alcohol en la sangre, así que no encuentro diferencia entre lo real y lo imaginario. Me inclino desde mi ventana -que es el único vínculo con la ciudad- a escuchar el futuro como escucho, con los nervios afinados, tu llamada. ** Estoy esperando un viento, algo que me abra los pliegues de esta vida de un solo golpe y me diga o me muestre qué puedo hacer por vos. Pienso en tu gata y en esta imagen: que el cielo en la noche es un enorme gato negro que mira con un solo ojo. ****** ¿Alguna vez te dije que de algún modo, cada uno ayudará al otro a vivir, y en algún lugar, cada uno ayudará al otro a morir? ¿O, que cuando estoy lejos de vos y trato de crearte con palabras, te estoy usando nada más? ******* He vivido intermitentemente y temo no morir por completo. ¿Qué haré si no encuentro el río o la guerra, si un gato no me espera? Por el momento solo quiero hundirme con vos hasta que la oscuridad exista.
ELIANA BIENESQUI Renegar de mis sentidos que te suspiran Renegar de mis sentidos que te suspiran, exhalar el oxigeno que anida exóticamente en un sentimiento que se enraíza en cada sístole... Exhalar la propia desesperanza… Renegar de mis sentidos, sacudirme, girar mi cuerpo para un lado y para el otro. Todas mis extremidades movidas al mismo tiempo, paralelo a momentos que nunca pasaron. Moverlos sin tener un frente, ni un detrás, ni un costado... borrar el costado, el costado que no estas. Sacudir mis sentidos, dejar que los granos diminutos se dividan hasta ser indivisibles, que cada polvo de recuerdo, de regocijo, de cordura inconsciente se expanda en una lentitud temerosa en el tiempo; y prontamente antes de convertirlo todo en un abismo que me succione al centro de la tierra con desesperadas ganas de profanarme, que cada molécula que te desee caiga desmayada, adormecida en una muerte anestesiada, hasta desaparecer del mismo silencio. Sacudir este polvo de ilusiones selladas, Sacudirme… Sacudirlo…
Lejana.
Lejana.
FEDERICO AGUILAR Flor de loto
¡Por eso, exímanme las potencias de este bello fantasma obstinado, y al fuego arrojen las malas ciencias Que no soy yo, he dicho, quien quiere
que los siervos fraguan en el tablado!
rasgar el frágil velo de inocencia que su ser cubre, mi voluntad hiere cuando a mis ojos se dibuja su presencia.
¡Pues mi albedrío de plata se evapora al beso fogoso de lo secreto
Que no es sino esa criatura
y mi ser delicado, ya sin demora,
que en este mundo de sentencias y cadenas
sucumbe encantado al vil decreto!
busca ansiosa arder toda atadura sin visión de sus actos y sus penas.
JUAN PEREGRINA Me alcanzan los albatros de la esencia siendo uno mismo sin dejar de ser los otros: humedece el fuego lengua de abismo en la caricia carmesí. Violines desgarraron las poéticas cósmicas de malditos animales: erótica la herida es un concierto sin leyes, geometrías o traiciones. Se deshace la luna en seminales contornos: lobotomizadas hembras lamen a sus lobeznos malformados y al cierzo aúllan híbridas criaturas como la nieve exige el hielo ansían la sinrazón de los desasistidos.
ARACELI AGUSTINA ¿Qué puede ser el morir?
Todo muere, en algún momento, en algún lugar, por una causa. Mueren las flores, los perros, las personas y hasta las cosas inanimadas, como los autos. No solo se muere físicamente, se puede morir uno por dentro, mientras que por fuera se lo ve vivo. Pero ¿Qué puede morir dentro de uno?. Un sueño, un pensamiento, una palabra no dicha, un recuerdo, una emoción perdida. La esperanza en una amor o en una persona querida, nuestra fe, nuestras ganas de vivir, nuestra alma. Aunque no importe la causa por la cual esas o cualquier otra cosa se muere. Una vez que sucedido, no importa por qué ni el cómo, ni cuándo ni dónde, sólo desaparece y nunca más vuelve.
FROYLÁN MIGUEL Como secarse los pies en abril Día de lluvia y techos rotos por la tierra mojada vagabundea un corazón húmedo. Mi cuerpo deambula donde mujeres en las esquinas esperan clientes. En abril llueve a cantaros mi infancia destruida por el sexo y la madurez, Secarse los pies en abril es quitarse el dejo de la primavera secarse los pies en abril, haber llorado y saber esquivar riachuelos urbanos,
KRIS RHAPZODOS Mujer de hielo A comenzado a caer nieve en mi alma, Congelándome hasta la medula. Frio que carcome mis sentimientos. Frio que calcina mis huesos. Es el fin de esta noche de otoño y comienzo del invierno eterno. Tú eres la razón de que me pierda entre la niebla perpetuamente densa con tu danza y tus palabras que perforan mi realidad. Noche sin estrellas. Agua sin marea. Mujer sin sentimientos. Musa sin corazón. El tiempo que escurre frente a nosotros se detiene, se congela en nuestras mentes, para recordarnos esta noche fría, en que la última hoja de mi corazón sin vida, cae con el viento emanado de tu interior.
GUILLERMO HIDALGO Un mal poeta habla (sobre su cuerpo su pasado su mediocridad su drogadicción su muerte su locura su pasado su muerte su falta de creatividad su pasado) frente al espejo Mi tráquea se parte e intenta abrazar un toque de nicotina para acercarme medio kilometro a la muerte. Mi tacto se hunde en una palabra dos palabras tres palabras
un nombre completo un nombre descarnado
descompuesto desangrado ante los ojos de lo que minuto a minuto se vuelve un cadáver. Mis manos luchan contra una antigua caricia que yace degollada. Observo que olvidaste los recortes de tu sombra en el espejo. Me acerco. Toco aquella piel perdida entre plata líquida, aquella promesa que cambiaste por un puñado de malos poemas y marihuana. Las células se reconocen. Pero no soportas el olor a muerte en cada lágrima. Retrocedes. El pequeño puente se astilla y volvemos al vacío. No hay nada. No te encuentro. Ya no existe tu inocencia. Sólo veo en tu cráneo el hábitat Perfecto para una bala. Nada más. Busco mi reflejo y ya no me encuentro
MANUEL MEMBREÑO Vi a triple h ganarle a cactus jack era una noche de febrero y papá no volvía de la oficina hacía frío y el nuevo milenio se anunciaba con la avidez de un violador peleaban encerrados dentro de una jaula que bien pudo ser una pecera / o el propio paraíso dos los hombres que no eran hombres sino máquinas analíticas dos los emblemas de fuego saliendo de la axila de un dios encadenado dos los jinetes del relámpago que recorrían el mismo páramo otra y mil veces cactus jack apareció como el enano de un espectáculo circense campeón del polvo debajo de los muebles de los anuarios olvidados / de la pelusa dentro del oído contra él no pudieron ni los contratos ni las orugas ni el hambre de las luminarias porque cactus jack masticaba marejadas y escupía esquizofrénicos cactus jack se cogía al cielo y los hombres hacían del miedo una letanía cactus jack no sangraba porque su cráneo era autopista descubierta / para asombro de batracios contra él no pudieron ni el undertaker ni bret the hitman hart ni hulk hogan pero triple h fue más fuerte más feroz en su pectorales la implacable maquinaria de la violencia en sus cabellos la rabia desmerecida de todos sus ancestros en sus ojos la seguridad de quien se quiere victorioso antes del abordaje el viejo cactus jack se defendió a como pudo fue elefante embistiendo a su cazador aunque de todos modos caiga abatido fue nuestra infancia cuando algún petardo graciosamente / nos reventaba ambas manos y recuerdo aquella noche avanzando con la languidez de los deudos y recuerdo a cactus jack convirtiéndose en artefacto de arena reducido por algo más que golpes y patadas y llaves de sumisión recuerdo al tiempo en su papel de saboteador de terrorista de novio celoso el tiempo reclamando derechos que sólo ambiciona alguien no invitado a la cena testarudo cactus jack se defendió como mejor supo pero triple h fue la tormenta el desaire el futuro y mientras lo sacaban en una camilla con la espalda destrozada un posible trauma craneoencefálico múltiples escoriaciones por todo el cuerpo / y un hombro dislocado
cactus jack levantó el único brazo útil y se despidió / igual que la caja negra de un avión con afán de tristeza pero también afán de valentía con ganas de gritar yo estuve donde este niño hoy engulle al mundo y duré lo mismo que duran esos largos sueños que uno defiende a pesar del arrojo esto lo sabe cualquiera que haya estado allí cuando triple h finalmente venció a cactus jack fue la misma noche en que papá no regresó a casa la noche en que todos los héroes entraban al bosque de espaldas
CÉSAR CERVANTES ¿Alguna vez viste las flores que automáticamente florecen del suelo? I ¿Tenéis sueño?
A que sí.
Es un crimen ver en todo el tiempo mi sangre. Este Nada de divino nacimiento. El río casa: hogar de mis miedos y la desolación de aquello que quiero desconocer. El vuelo no quiero. Los encuentros con la luz dónde pierdo mi sombra.
II ¿Destino o Espontaneidad? Es tan atractiva la razón por la cual he dejado de pensar en el sufrimiento ajeno, he visto con mis manos cayendo en la noche, solas, la orquídea blanca creciendo sobre la yerba toxica del miedo, el tulipán en botón que sale de entre la grieta en la calle donde ayer balacearon a una mujer y su hijo, esta caléndula secándose en el pasillo de una preparatoria por falta de agua y cuidados, por el desinterés de los niños sin ojos ni oídos a la natura; un cempaxúchitl se marchita en los labios de un cadáver olvidado, en los dientes hay pétalos que más tristes no pueden estar.
III Busco el crimen y nada de nadie por ningún lugar. Es el crimen testigo del lugar. Y nadie de nadie por ningún lado. Tapabocas pintados de rojo, tapabocas y parches rojos de sauco. Nadie habla: Silencio en las calles. Nadie alza la mirada a la luz de las estrellas.
IV Llama Divina Llama. El queso se divide en infinitas partes. Él verdad queso derrite o la Verdad de él derrite el queso. Es inútil argüir formas en el polvo, sacar cuerpos de la espuma del mar inquiriendo el linaje de Poseidón, pensar que el silbido del viento pasando a través de la ventana es el sonido de la voz que nos trajo a la vida, dudar, dudar para buscar, dudar para perder el sentido, ¿Para qué busco los fantasmas que no existen si bien lo sé: la materia de su inexistencia, la desolación del mundo?
V
VI
Olivo, Osiris, Oveja Dorada:
La flor se escapa de la nada, se enreda en mi pene, lo sacude y delicadamente lo masturba, es una flor suave, Cueva húmeda. acida, con pétalos cálidos casi vaginales, me ama, me Guirnalda perdida en la niebla. ama profundamente, me dice “te quiero” “Amor mío” “¿Así te gusta?” “Más! Más!” “Si, también a mí me Madame, he aquí el Fuego: gusta…” y gime y florece en mi pecho, antes de llegar Luz camaleónica de voraz anheal éxtasis, azula dulcemente mis testículos, termina de lo. florecer y yo eyaculo en su centro, la amo y ella ahora me desprecia, llora y sangra y tiembla de miedo, de rabia de verme amándola.
VII ¿Has visto las flores, la yerba que pisada tras pisada logra sobrevivir, resistir a los embates del tiempo, al duelo con la muerte, a la batalla contra el suelo artificial, ese concreto creado por nuestra estupidez, para desconocer el lodo y el verde, para olvidar como se retuercen las lombrices, para olvidar, para pisar seguro y eterno, para vencer la batalla por nuestra carne desnuda; esas flores pequeñas, sin cuidado alguno, sin saber siquiera odiarnos, floreciendo con el aliento del sol y el rocío levemente intoxicado de smog?
ALMA MARTÍNEZ Lo último que vi Esa última noche en casa fue traumática, un animal extraño se posó sobre la pared de mi habitación, con aspecto aterrador, su cuerpo peludo color negro con tonos amarillentos que se desvanecían a la luz de la lámpara que está sobre la calle, sus alas abarcaban todo el ancho de la pared, sus ojos me retaban cada que avanzaba hacía él; eran como miles de puntitos brillantes concentrados en dos grandes bolas de billar. No entendía que hacia ese extraño animal en mi habitación pero no quería verlo más, tomé la resortera, cerré los ojos y al primer tiro la luz se pagó, al mismo tiempo aquel extraño animal desapareció de mi habitación.
AGOSTO 2015 LAS OBRAS FUERON ENVIADAS CON EL PERMISO DE LOS AUTORES. PORTADA: JULIO ALBERTO SEVILLA (FB: STREET DOG) DISEÑO EDITORIAL: DANIEL ÁBREGO SELECCIÓN: DIEGO MONTALVO WEBMASTER: ERIKA GABRIELA
DEBIDO A CIERTOS PROBLEMAS NO PUDIMOS AGREGAR ALGUNOS TEXTOS, SI ERES UNO DE ESOS AUTORES TE PEDIMOS UNA DISCULPA.