▶ Qué debe comer para evitar el cáncer ◀
Qué debe comer para evitar el cáncer Imagine que dejar de consumir ciertos alimentos pudiese llevar a las células cancerosas hasta la inanición… De esta forma, el tumor que está en pleno crecimiento se detendría de inmediato. Al estar privado de alimentos, empezaría a consumirse y encogerse, hasta desaparecer. Según algunos investigadores, en algunos casos este sueño puede llegar a convertirse en realidad. Ahora verá qué es lo que necesitan las células cancerosas para subsistir.
Las células pueden funcionar gracias a dos combustibles Las células disponen de dos tipos de combustible: la glucosa y los ácidos grasos. Las células tienen que quemar estos combustibles para transformarlos en energía celular (ATP o adenosín trifosfato). Para ello necesitan oxígeno, que les llega a través de la respiración y la sangre. El combustible y el oxígeno se queman en el interior de la célula, en las mitocondrias, que son unas “minifábricas” ubicadas dentro de las células y encargadas de producir la energía celular. Las mitocondrias pueden funcionar o bien con oxígeno y glucosa, o bien con oxígeno y ácidos grasos.
Cuando el oxígeno escasea Sin embargo, las mitocondrias no disponen siempre del oxígeno suficiente. Por ejemplo, cuando corremos muy rápido y nos falta el aire, a nuestras células les falta oxígeno. Por suerte, podemos seguir corriendo a pesar de todo, ya que nuestras células son también capaces de producir energía sin oxígeno, mediante un proceso metabólico intracelular anaeróbico, que les permite funcionar cuando no hay oxígeno. Sin embargo, sólo es posible con glucosa (y no con ácidos grasos).
Las células cancerosas son adictas a la glucosa Las células cancerosas, que son muy agresivas, se reproducen con rapidez y pueden abundar en una misma zona, prefieren el metabolismo intracelular anaeróbico para poder funcionar. Pero por otro lado, éste no es posible con los ácidos grasos, lo que significa que las células cancerosas requieren un gran aporte de glucosa. De hecho, necesitan 20 veces más glucosa que una célula sana. Hasta tal punto es así que el escáner PET (que es el que permite ver un tumor tras inyectar material radiactivo en una vena, que captan las células del cáncer y el escáner transforma en imágenes) puede servir para detectar el cáncer en un organismo observando únicamente aquellas células que consumen más glucosa. Así, a las células cancerosas lo único que les interesa es encontrar glucosa a cualquier precio, como si fueran toxicómanos, y como tales se olvidan de su entorno.
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Cuando sólo disponen de ácidos grasos, están abocadas a la inanición. De esta forma, la producción de energía celular desciende y las células cancerosas pierden su agresividad y su capacidad multiplicadora. No ocurre lo mismo con otras células del cuerpo (como las del cerebro, el corazón y otros músculos), capaces de sobrevivir únicamente gracias a los ácidos grasos, pues su comportamiento es menos frenético.
Cáncer en cascada La glucosa es, por tanto, el verdadero combustible de las células cancerosas. Además, la ingesta excesiva de azúcar también incrementa el riesgo de cáncer por otras vías: • El metabolismo anaeróbico de glucosa en las células produce ácido láctico, que a su vez produce una acidificación de los tejidos cancerosos, lo que favorece aún más el crecimiento del tumor. • A mayor ingesta de azúcar, mayor será su nivel de azúcar en sangre y más insulina fabricará su páncreas. Y es que la insulina estimula la producción de una molécula llamada Insulinlike growth factor-1 (IGF, factor de crecimiento similar a la insulina), una potente hormona responsable de la proliferación no sólo de las células sanas, sino también de las cancerosas. Esto es lo que ha llevado a varios investigadores a proponer un régimen sin glúcidos, llamado régimen cetógeno, para ayudar a los pacientes con cáncer.
Régimen sin glúcidos contra el cáncer En 2007, la doctora Melanie Schmidt y el biólogo Ulrike Kämmerer llevaron a cabo un estudio clínico con pacientes enfermos de cáncer en el hospital de Wüzburg, en Alemania. Los pacientes siguieron un régimen cetógeno, muy pobre en glúcidos y rico en grasas y proteínas. Nada de azúcares, cereales, pasteles, pasta, arroz, patatas, muy poca fruta, sólo carne y pescados grasos, huevos enteros, nueces, aceite de oliva y de lino y ciertas verduras. Pero esto no era novedoso. Ya en 1924, el doctor Otto H. Warburg (premio Nobel en 1931) había publicado sus observaciones sobre los tumores y concluía así: “Una alimentación rica en glúcidos estimula enormemente el crecimiento de las células cancerosas“. Los dos investigadores de Würzburg se toparon entonces con un gran escollo. El hospital sólo les autorizó probar el régimen cetógeno en aquellos pacientes que hubiesen agotado todas las terapias convencionales contra el cáncer: cirugía, radiación, quimioterapia e incluso terapias alternativas como la hipertermia y la autohemoterapia (sangre venosa reinyectada por vía muscular). Es decir, que los pacientes ya se encontraban en muy mal estado de salud. Padecían cáncer de ovarios, de mama, de las glándulas parótidas, de huesos, de páncreas, de tiroides, de esófago y tumores agre-
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sivos del sistema nervioso resistentes a los tratamientos clásicos. Dos de ellos fallecieron en menos de un mes tras el inicio del estudio, otro lo dejó porque consideraba excesivamente difícil privarse de bebidas azucaradas y cereales, y otros seis lo dejaron por motivos personales. Otros dos pacientes dejaron prematuramente el estudio debido a un empeoramiento brusco de su estado de salud. Sin embargo, los cinco pacientes que siguieron el régimen sin glúcidos durante tres meses mostraron resultados positivos. Los pacientes siguieron con vida, su condición física se estabilizó o mejoró, su tumor dejó de crecer y la enfermedad consiguió estabilizarse. La eficacia del régimen cetógeno reside en el riguroso seguimiento de una alimentación lo más pobre posible en glúcidos (azúcares). Cuando los glúcidos escasean, el cuerpo produce cuerpos cetónicos derivados de las grasas que pueden proporcionar energía al cuerpo y al cerebro, pero un tipo de energía apenas utilizada por las células cancerosas. Bien es cierto que, en el estudio de los investigadores de Würzburg, sólo dos pacientes consiguieron reducir suficientemente su consumo de glúcidos como para producir abundantes cuerpos cetónicos. Estos resultados preliminares son en cualquier caso destacables y los investigadores dejan entrever una solución alternativa para el tratamiento del cáncer sin esperar a que se llegue al estado terminal de la enfermedad1.
Dos niños que se han beneficiado de la dieta cetógena La primera experiencia humana con dieta cetógena aplicada en un tratamiento contra el cáncer la realizó en 1995 la oncóloga Linda Nebeling en dos niños que padecían tumor cerebral. Linda Nebeling trabaja actualmente en el Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos. Los dos reaccionaron de manera positiva, y en uno de ellos la progresión de la enfermedad se detuvo totalmente. Resulta imposible sacar conclusiones generales a partir de una muestra tan reducida. Sin embargo, multitud de equipos médicos de todo el mundo se interesan hoy por el régimen cetógeno. En 2012, el doctor Thomas Graeber, profesor de farmacología molecular y médica, publicó con sus compañeros de equipo un estudio que mostraba que la privación de glucosa activa un bucle de amplificación metabólica y de señalización que conduce a las células cancerosas a la muerte2. Diversos estudios publicados en verano del 2013 en la revista Plos One señalan que las ratas cancerosas sometidas al régimen cetógeno mejoraban su supervivencia en comparación con un grupo testigo no sometido a ese régimen. Combinado con un tratamiento mediante oxígeno hiperbárico, consistente en saturar las células cancerosas con oxígeno, la supervivencia de los animales aumentó en un 78 %3. Estos resultados abren sin duda una vía de esperanza para los enfermos.
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Advertencias indispensables Hay que tener en cuenta que el régimen cetógeno causa algunos problemas, hasta el punto de que no debe seguirse sin supervisión médica. Puede provocar fatiga severa, porque el cuerpo necesita habituarse a este nuevo funcionamiento de las reservas de azúcar. El régimen cetógeno presenta también un déficit de: • fibra: provoca estreñimiento (o, paradójicamente, diarrea), que se puede contrarrestar con la ingesta de complementos alimenticios a base de fibras como el psilio o la pectina. • potasio: la mayor parte del potasio nos llega de las frutas y verduras, fuentes de glúcidos. Por ello debe tomarse un complemento de potasio o primar la ingesta de verduras pobres en glúcidos (col rizada, espárragos, berenjenas, pepino, brócoli, apio, lechuga, puerros y berros) y los aguacates. Pero, sobre todo, el régimen cetógeno no debe seguirse en los siguientes casos: • insuficiencia renal, hepática o cardiaca, así como en caso de infarto reciente. • diabetes insulinodependiente y no dependiente sin supervisión médica. • durante el embarazo y la lactancia. • por cualquier persona durante más de 4 semanas sin supervisión médica. • en periodo de crecimiento (niños y adolescentes). • durante un tratamiento diurético o con corticoides sin supervisión médica. • en caso de trastornos del comportamiento alimentario. • después de una intervención quirúrgica. • en caso de enfermedad metabólica de los ácidos grasos (porfiria, déficit de piruvato carboxilasa y otras enfermedades genéticas raras).
Reduzca su riesgo a contraer cáncer Sin tener que llegar a un régimen cetógeno, una alimentación pobre en glúcidos resulta beneficiosa tanto para prevenir el cáncer como para mejorar su tratamiento. Esto es lo que hay que hacer para reducir el riesgo de alimentar un tumor hambriento de glucosa: • reduzca su consumo de alimentos transformados e industriales, como los platos preparados, las harinas refinadas (blancas) y los alimentos que se fabrican con ellas (pan de molde, pan blanco, bollería y pastas blancas), así como las bebidas azucaradas y zumos. • coma cereales en cantidades que se adapten a su actividad física (puede evitar comerlos si no hace deporte). • haga de su plato una paleta de colores: verduras y frutas variadas en color son ricas en antioxidantes y disminuyen las inflamaciones (arándanos, uva roja, tomates y verduras verdes).
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Hay varias excepciones, por supuesto, como la coliflor, el rábano silvestre y los espárragos, que aunque son blancos resultan excelentes para la salud. • evite en la medida de lo posible las parrilladas y las frituras. • priorice los productos grasos de gran calidad: pescado graso pequeño, nueces de todo tipo, aceite de oliva virgen extra, aguacates, huevos ecológicos (enriquecidos con omega 3 si es posible). • evite los productos grasos industriales (vinagretas, mayonesas de todo tipo y, por supuesto, todas las galletas de aperitivo tostadas y saladas). • adapte su modo de vida para reducir las causas de estrés; cambie de trabajo, de ciudad y de actividades si éstas no le permiten llevar una vida suficientemente relajada. • reduzca el uso de productos tóxicos que puedan penetrar en su cuerpo (productos de limpieza, barnices, colas y plásticos). • tome una o dos copas de buen vino al día, a poder ser tinto.
Fuentes:
1 Schmidt M, Pfetzer N, Schwab M, Strauss I, Kämmerer U. Effects of a ketogenic diet on the quality of life in 16 patients with advanced cancer: A pilot trial. Nutr Metab (Lond). 27 Jul, 2011;8(1):54. 2. Nicholas A Graham, Martik Tahmasian, Bitika Kohli, Evangelia Komisopoulou, Maggie Zhu, Igor Vivanco, Michael A Teitell, Hong Wu, Antoni Ribas, Roger S Lo, Ingo K Mellinghoff, Paul S Mischel, Thomas G Graeber. Glucose deprivation activates a metabolic and signaling amplification loop leading to cell death. Molecular Systems Biology, 2012; 8 DOI: 10.1038/msb.2012.20. 3. The Ketogenic Diet and Hyperbaric Oxygen Therapy Prolong Survival in Mice with Systemic Metastatic Cancer. Poff AM, Ari C, Seyfried TN, D’Agostino DP (2013).
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Cómo saber si uno tiene cáncer Casi todos conocemos a alguien que tiene o ha tenido cáncer. Con frecuencia, nadie se lo esperaba, y como mucho pensaba “vaya, parece que algo va mal”. ¿Hay señales dignas de preocupación? ¿Se puede aprender a encontrar indicios -en uno mismo o en los demás- que le puedan salvar la vida o ayudar a adelantarse a la enfermedad? Sí, hay algunos indicios, los que usan los médicos para sospechar de un cáncer. La mayoría de esas señales no son difíciles de ver y no hace falta instrumental médico. Usted también puede actuar para adelantarse al diagnóstico de la enfermedad.
1. “Cáncer”: sólo el nombre ya atemoriza Es imposible no tenerle miedo al cáncer; seguro que todos hemos pensado alguna vez en él. Y es que en la clasificación de causas de muerte figura entre las principales, sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares (ictus, infartos, etc.). Le puede tocar a cualquiera. Pero aunque todo el mundo habla o piensa en él, con frecuencia vemos cómo llega gente al médico, o incluso al hospital, con un cáncer ya muy avanzado. Un claro ejemplo es el de la mujer que acude al médico de cabecera por un motivo totalmente distinto y le descubren que tiene un bulto de 3 cm en el pecho. Cualquiera habría pensado que podría tratarse de cáncer, pero eso… da miedo. Nadie tiene ganas de oír “usted tiene cáncer”, porque todo el mundo sigue pensando que tener cáncer significa “voy a morir pronto”. Entonces, antes que ir al médico, la gente prefiere decirse “no, no, a lo mejor no es”, “ya iré a mirarme, cuando tenga tiempo”, “no me duele, no será grave”, etc. Cualquier motivo vale para huir de la realidad. Sin embargo, coger el toro por los cuernos y llamar a la puerta de la consulta puede salvar la vida. Literalmente. Y no diga nunca “he esperado demasiado, ya no sirve de nada ir”. ¡No! Siempre se puede ganar tiempo mientras se está vivo. Por desgracia, los que más necesitan ir al médico no siempre son los que leen este tipo de artículos, al contrario. Huir y alejarse de todo pensamiento para aliviar el miedo suele ser la primera reacción. Por suerte, como lector de este artículo, usted puede aconsejar a las personas cercanas que le confían sus dudas. Así, podrá animarles a que vayan al médico si lo que le cuentan suena alarmante. Incluso no dude en acompañarles. Además de una prueba de afecto, ofrecerá a esa persona un apoyo inestimable.
2. Tenga cuidado si observa… Pérdida brusca de peso
Ante una pérdida del 5 al 10% del peso habitual en menos de seis meses, no hay que pensar “¡qué bien!”, sino lo raro que es si no ha hecho régimen ni ha cambiado radicalmente su estilo de vida de
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“tele y coche” por el de “carrera y bici”. Normalmente es señal de que el organismo está utilizando las reservas de energía porque está librando una lucha interior, quizá contra el cáncer.
Cansancio constante
¿Está usted cansado últimamente? Pregúntese si su horario está ahora más cargado de lo normal, pero también si se acuesta antes, duerme siesta más fácilmente y aun así siempre está cansado.
Menos apetito
No tiene hambre, lo que contrasta con sus hábitos de alimentación. Hasta los alimentos que siempre le han gustado comer ya no le dicen nada.
Fiebre constante
Tómese la temperatura con un termómetro rectal si es posible. En estos casos, la fiebre no alcanza los 40 ºC; oscila más bien entre 38 y 38,5 °C. Si la fiebre es leve pero sólo dura unos días, no se alarme. Si dura semanas o se repite con regularidad, controle si además tiene otros síntomas.
Bultos en sitios estratégicos
Una clara señal de alarma es la presencia de bultos en determinados sitios (en órganos, como en el caso de un bulto en el pecho, o en el vientre). A veces los bultos son ganglios que, al tocarlos, “reaccionan” aumentando de tamaño. Los ganglios que más se notan son los que se encuentran en las axilas, en el pliegue entre la pierna y el vientre (pliegue inguinal), en el cuello o en el hueco posterior de la clavícula (cavidad subclavicular). No se alarme a no ser que permanezcan hinchados varias semanas seguidas (por ejemplo un mes). Y si duele al tocarlos, tranquilícese, pues probablemente no se trate de un cáncer, sino de una infección.
3. Las señales propias de los cuatro tipos de cáncer más comunes Pecho
Examínese los pechos con regularidad, tal y como se recomienda, una vez al mes (en la ducha, por ejemplo, ya que la piel resbala mejor). Si nota un pequeño bulto, intente tranquilizarse y espere al menos dos semanas, sobre todo si no tiene la menopausia. Con el ciclo hormonal, la textura de los pechos varía y puede ser que esa pequeña masa que ha palpado desaparezca al final del ciclo. En ese caso, probablemente sea un quiste o una pequeña anomalía sin importancia que sigue el curso de las hormonas. Si la masa es bastante grande y persiste semanas después de encontrarla, no espere más para ir al ginecólogo u a otro médico experto. Le hará una mamografía para esclarecer el problema. Pero recuerde que no tiene por qué ser cáncer. La textura del pecho también puede cambiar al retraer la piel, como si se estirara hacia dentro. Otro indicio es que el pezón tenga apariencia de eccema, con la piel roja y dolorosa, o su retracción hacia dentro.
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Pulmón
Si fuma, téngalo en cuenta, pero si no fuma, tampoco lo descarte. Los signos más típicos y fáciles de observar son: presentar esputos teñidos de sangre, que generalmente se acompañan de accesos de tos, cambios en la voz (dificultad para hablar, voz ahogada, voz bitonal…) y tener hipo durante semanas.
Próstata
Téngalo en cuenta si es hombre, puesto que las mujeres no tienen próstata. Las señales no son muy evidentes, ya que la próstata está más bien escondida y no tiene actividad visible a simple vista. La señal que más se repite es la dificultad para orinar (disuria), ya que la próstata está atravesada por la uretra (que conecta la vejiga con el extremo del pene), pero hay otras causas, como la hiperplasia benigna de próstata (HBP), que también pueden producir ese síntoma. También puede ser que encuentre sangre en la orina.
Vías aerodigestivas superiores
Este cáncer se produce normalmente por la ingesta de alcohol y fumar tabaco durante años. Afecta a la boca, a la garganta (esófago, laringe) y a las cuerdas vocales. Un signo de alerta es la dificultad para ingerir sólidos o líquidos o ambas cosas (disfagia). La sensación de tener algo atrancado en la garganta, que provoca un cosquilleo constante, también puede ser un signo si no remite en unos días. Otro síntoma de alerta puede ser una llaga que no se cura tras varias semanas en la boca, en la lengua, en el interior de las mejillas, en el paladar o en las encías. Una tos constante durante semanas, incluso meses, también puede ser una señal, sobre todo si no le había pasado antes. También puede cambiar la voz (como con el cáncer de pulmón), que ésta se apague o que cueste controlarla. Los ganglios hinchados en el cuello son otra pista si se asocian a otros síntomas.
4. Resumen La combinación de varios de estos signos es lo que debería alarmarle. Pero aunque presente uno o varios de los síntomas anteriores, sobre todo no diga “ya está, tengo cáncer”. Estas señales no son infalibles, y también se encuentran en otras enfermedades poco o nada graves. Por este motivo, ¡vaya al médico! Su experiencia y su capacidad para interpretar toda la información y obtener un diagnóstico son clave para salir definitivamente de dudas. Lo que está en juego es su salud. En caso de duda, háblelo con amigos si le da miedo ir al médico o pídale a alguien de confianza que le acompañe. Evite pensar demasiado y, aunque tema lo que pueda llegar a suceder, reaccione y tome el control sobre su destino.
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Por eso le hago llegar este artículo, para evitar los “si lo hubiera sabido…”, “ya sabía yo que tenía algo raro” y todas esas frases de arrepentimiento. Actúe por sí mismo y por sus seres queridos. Qué puede hacer ahora: comparta este artículo a las personas que quiere y a las que no desea oír decir “si lo hubiera sabido…”. Nota: Este texto es una reproducción, autorizada, del excelente escrito de la Dra. Ludivine, publicado en su sitio web L’ordonnance ou la vie (La receta o la vida).
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