Nunca ha muerto un
Tigre en Tabasco
Memorias de Don Mario “El Tigre” de la Rosa Sandra de la Rosa Gutiérrez
Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco Sandra Iveth de la Rosa Gutiérrez Edición y Diseño: Comunicación Digital, S&A Primera edición, 2 de octubre de 2015 Circulación: 500 ejemplares Impreso en Villahermosa, Tabasco. Registro en trámite
Impresiones Los Ángeles Galeana No. 145, Col. Centro, C.P. 86,000 Villahermosa, Tabasco, México roberto_rosique@hotmail.com
Presentación
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ste libro recoge algunas anécdotas, vivencias, aprendizajes y enseñanzas de don Mario “El Tigre” de la Rosa (1947-2014), ex presidente de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (Canirac) Delegación Tabasco y presidente hasta su deceso del Órgano Consultivo de esa organización empresarial.
El objetivo de la obra es recuperar, preservar y difundir las memorias de este singular e incansable personaje que elevó la amistad hasta el grado de la hermandad y que construyó su propio destino a base de esfuerzo, constancia y dedicación. Espero que estos textos que comparto con la sociedad tabasqueña sean de utilidad para quien tenga la oportunidad de leerlos y que don Mario, después de su partida, aun continúe legando sus enseñanzas de vida a las nuevas generaciones. La autora
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Semblanza de don Mario de la Rosa
13 Las fiestas de cumpleaños 17 La amistad de don Ángel Hernández 21 La amistad del abogado Sala 23 ¿Cuándo comemos, Mario? 25 Si alguien te pide dinero, llora con él 29 Hay que saber para qué es el dinero 33 Me gusta que me platiquen 37 La mano que mece la cuna 39 Que te respeten o que te tengan miedo 43 Cómo resolver un gran problema 45 El Chelo para acá, el Chelo para allá 49 Historia de Don Mario y Doña Edda 53 Día del Padre… sin mi padre 57 Mensaje de mi padre escrito hace 10 años
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Semblanza de don Mario de la Rosa
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l empresario Mario de la Rosa Rivera fue uno de esos tabasqueños nacidos fuera del territorio tabasqueño que contribuyeron a la construcción del Tabasco moderno y pujante que es hoy día.
Nació en Tapachula, Chiapas, un 6 de enero de 1947 y su vida productiva la inició apenas concluidos sus estudios de Contador Privado, en la sucursal Bancomer de su ciudad natal, en la cual pudo ascender posiciones laborales como resultado de su espíritu emprendedor e innovador para los registros contables de esa institución bancaria. Llegó a ser promovido gerente de varias sucursales en diversas localidades de Chiapas, hasta que por un reordenamiento nacional fue trasladado a Mazatlán, Sinaloa. Por la misma movilidad de los funcionarios bancarios, a finales de la década de los años 70 se instaló cerca de su terruño, esta vez en el estado de Tabasco.
Llegaron los cambios en 1982 por la nacionalización de la banca y al ser asignado a cubrir una plaza en Cancún, optó por finalizar su trayectoria en bancos y emprender un negocio dentro del giro gastronómico. Así vio la luz el restaurante “Noche y Día”, con el que se registró en la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados, Delegación Tabasco. Llegó el año 1988 y su inquietud participativa lo llevó a ocupar la Vicepresidencia de Capacitación en la mesa directiva que presidió Miguel León Pérez.
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En los años subsiguientes fue colaborador de las mesas directivas de Magali Broca Garduza y Elmer Payró Moguel, y en 1994 lanzó su postulación a la presidencia de la Cámara, la cual logró materializar. Por haber armado un plan de trabajo que cumplió con solvencia en un solo año, optó por no reelegirse, dejando para la historia de la CANIRAC la implementación de promociones de descuento en gasolineras al consumir en restaurantes asociados a la Cámara. Así también propuso la definición de los primeros corredores gastronómicos: “Los Ríos” en la carretera a Reforma a la altura de La Isla, “La Choca” en el parque que lleva este mismo nombre, “Saloya” en la carretera a Nacajuca (hoy conocido como corredor Biji Yocot’an) y Periférico, esto con el fin de alentar su reforzamiento como puntos de atractivo turístico y afianzar el recordatorio de marcas al turismo. Organizó un magno evento de captación de recursos con una muestra gastronómica a favor del tomógrafo del estado de Tabasco en el Centro de Convenciones. Le tocó representar al gremio restaurantero en la caravana que empresarios tabasqueños hicieron a Los Pinos para solicitar la solución del conflicto postelectoral de Tabasco en enero de 1995. Fue nombrado tesorero del Comité de Feria de 1995 y este paso le permitió proyectar el uso permanente del parque “La Choca” sugiriendo que se construyera ahí el Corredor del Mariachi, la Marimba o el Zapateado para deleitar con música, bailes y entretenimiento a los comensales. Operó y entregó en funciones el Instituto de Capacitación de la Industria Restaurantera (INCIDIR) en calidad de regional para dar servicio a las Cámaras del Sureste. Después de entregar la Cámara en 1995, continuó trabajando a favor del gremio y su último legado fue la integración del equipo de ex presidentes de la citada Cámara en el año 2004, lo que dio origen al órgano consultivo ante la Mesa Directiva. Este órgano consultivo se oficializó en el seno de la CANIRAC Tabasco hasta el año 2012. Para entonces, los ex presidentes de la Cámara restaurantera aceptaron trabajar en torno al liderazgo de don Mario de la Rosa, ya que poseía un carácter que adhería a quienes lo escuchaban para cualquier proyecto, y así lograron en el citado año 2012 unirse para refrendar la presidencia de Samuel Mena Stadelmann, que en ese momento que se encontraba en un interinato. 10
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Don Mario de la Rosa perdió la vida el 2 de octubre de 2014, por complicaciones propias de la diabetes, enfermedad que lo aquejaba desde hacía tres décadas. Deja un legado familiar formado por su compañera de vida Edda Arminda Gutiérrez, sus hijos Sandra y Mario, así como cinco nietos. Tres décadas de actividad restaurantera Los inicios de don Mario en la gastronomía se remontan a 1982, año de la erupción del volcán Chichonal, eligiendo la zona de la terminal ADO recién inaugurada para la instalación de su restaurante. Se abrió entonces “Noche y Día”, primer establecimiento de 24 horas o 24/7 como ahora se les denomina, que operó con un socio hasta el año 2000. Desde el 2001 separó su establecimiento y fundó “Los Comales” en la esquina de Francisco Javier Mina y Lino Merino, que permanece hasta nuestros días. Recibió reconocimientos en 2014 y post mortem en la asamblea anual 2015, por la mesa directiva de CANIRAC en concordancia con el meritorio trabajo gremial. Don Mario falleció estando en funciones como presidente del órgano consultivo de la CANIRAC.
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Las fiestas de cumpleaños
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n mi memoria atesoro extraordinarios recuerdos de las fiestas de cumpleaños de mi padre. Debo decir que le encantaba festejar este acontecimiento, que casualmente coincidía con el día de los Reyes Magos (6 de enero). Quizá por esa singular circunstancia le daba tanto realce a dicha celebración, recordando su lejana infancia en que no le acostumbraron a recibir regalos y juguetes, por las limitaciones económicas de su infancia.
Además, por su carácter abierto, franco, alegre |y amigable, El Tigre disfrutaba muchísimo la compañía de sus amigos y su familia, así que la llegada de tan especial fecha le brindaba una ocasión ideal para compartir el pan y la sal con la gente que lo rodeaba. Pero había algo en él que lo distinguía por sobre los demás: su originalidad. No era, por supuesto, un hombre común. Todo en don Mario de la Rosa era especial, como por ejemplo su manera de seleccionar a los invitados a su convivio; cada año escogía un método en particular para correr las invitaciones, aunque cabe aclarar que siempre recibía a todos los que llegaran a su fiesta, pero los invitados tenían el privilegio de sentarse en su mesa. “Este año voy a invitar a mi fiesta de cumpleaños a todos los que me hablen para felicitarme”, le escuché convenir en una ocasión. Y así lo hizo: cada persona que le hablaba por teléfono o iba a felicitarlo personalmente a su casa o al restaurante en el transcurso del día o de la semana previa a su aniversario, recibía la invitación directa para asistir al convite. Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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Como todos los años, abrió sus puertas para que llegara quien quisiera acompañarlo en el festejo, pero todos aquellos que le habían hablado para felicitarlo fueron atendidos de manera especial. Y claro, la casa se llenó de amigos y familiares, como siempre. Recuerdo también otra ocurrencia de mi padre para seleccionar a sus convidados: “Ahora invitaré a los que me hayan invitado a su fiesta de cumpleaños”, dijo en cierta ocasión. Y cumplió: hizo una lista de las personas que lo habían hecho partícipe de la celebración de su más reciente aniversario y sólo a ellos les invitó a festejar el suyo. En aquella ocasión ocurrió una anécdota que dibuja a la perfección la forma de ser tan congruente consigo mismo, virtud que caracterizó a El Tigre. Resulta que uno de sus más grandes amigos, a quien apodaban “Alushe” o “Tiburón”, le habló el día 6 por la mañana para felicitarlo y preguntarle a qué horas era la reunión. Con absoluta seriedad, mi padre le respondió: “Muchas gracias por la felicitación, te agradezco el detalle, pero quiero decirte que tú no estás invitado a mi fiesta”. Luego abordaron otros temas y la charla se prolongó por unos minutos más, aunque no volvieron a mencionar lo de la fiesta. Ese día por la tarde, el señor “Alushe” se presentó a la fiesta como todos los años, pero don Mario al recibirlo le recordó que no estaba invitado; “si tú no hubieras festejado tu cumpleaños no hubiera tenido ningún inconveniente, pero tú hiciste una comida en tu cumpleaños y no me invitaste, así que tampoco estás invitado a la mía”. Se hizo un incómodo silencio y el señor “Alushe” no atinaba a reaccionar, así que mi padre, ocurrente como siempre, le reiteró: “tú no estás invitado hoy a mi fiesta, pero pásale, siéntate y diviértete”. Se divirtieron, comieron, bromearon, cantaron, bebieron, hicieron todo lo que acostumbraban hacer y fue una de las celebraciones más memorables de que tenga memoria. Los últimos tres o cuatro años de vida decidió imponer una sola regla para seleccionar a sus invitados: festejaría sólo con quienes habían estado con él durante todo el año; es decir, aquellos que participaron en sus eventos empresariales, que asistieron a las reuniones de trabajo, que lo acompañaron en asuntos personales, que fueron a verlo cuando estuvo enfermo, situaciones de esa naturaleza.
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Sus últimos dos años de vida departió especialmente con su personal, que tanto se esmeraron en apoyarlo y cuidar de su salud, que le preparaban la comida de acuerdo al régimen de dieta, que estaban al tanto de sus necesidades. Aunque no tenían obligación, sus empleados lo cuidaban en el hospital y se quedaban a velar con la familia; a él nunca le faltó alguien que lo cuidara, que le diera ánimos, que le ofreciera su compañía, que lo alentara a luchar, que le platicara y lo escuchara; siempre los chicos de los restaurantes, sus empleados y sus amigos estaban con él. Fueron todos ellos los que nunca faltaron en sus últimos cumpleaños y sus amigos entrañables.
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La amistad de don Ángel Hernández
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lo largo de su vida, Mario “El Tigre” de la Rosa sembró y cultivó innumerables amistades que le brindaron lo mejor de sí y a quienes prodigó afecto y agradecimiento. Fue un hombre de muchos amigos, pero hay uno en especial con quien llevó ese vínculo hasta el nivel de la hermandad.
Don Ángel Hernández fue un buen amigo de mi padre. Sin pretender menospreciar a otras personas que también se distinguieron por el cariño que le tuvieron a él y a nosotros como su familia, yo percibí el lazo fraternal que ambos construyeron desde hace muchos años. ¡Cuántas aventuras no vivieron juntos! ¡Cuántas anécdotas no compartieron con nosotros! Hace unos meses, doña Nati Hernández de Hernández, la esposa de don Ángel, nos compartió algo que ratifica su amistad. Comenta que a principios de este año fue con don Ángel a Coatzacoalcos para atender algunos asuntos familiares y en el camino su marido le platicó algunos bellos recuerdos: “¡Ah, mira! Por aquí solía venir con mi hermano Mario; así como vamos ahorita, cuando yo venía manejando y a él le tocaba ser copiloto, me pasaba la comida, el agua, cuidando que viniera atento al volante; y de regreso a mí me tocaba hacer lo mismo… Estoy seguro que mi hermanito, mi viejo Mario, esta vez nos viene cuidando en el camino desde el cielo”. Don Ángel y mi papá eran de esos amigos que se está “fregando” todo el tiempo, que se están mentando la madre y muriéndose de la risa a la vez. De esos que se dicen sus verdades pero nadie se ofende, que se regañan cuando consideran que el Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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otro merece un jalón de orejas y lo aceptan callados, porque siempre la amistad trasciende por encima de cualquier otro sentimiento. Cómo les encantaba estar fregándose (esa era una de las palabras que más usaba mi papá) uno con otro, riéndose, molestándose y divirtiéndose con sus ocurrencias. Pero siempre cuidando ese preciado tesoro que es la amistad, en las buenas y en las malas. Cuando mi padre tuvo que ser hospitalizado hace algunos años, el señor Ángel lo visitó y estuvo con él en todo momento; recuerdo que a la hora de ir al baño, éste lo acompañó para ayudarle con el suero que llevaba en el brazo. Mi papá lo corrió del baño, tratando de poner a buen resguardo su intimidad. —¡Vete a la chingada, sal de aquí! —le ordenó histérico. —Nada, viejito. Yo aquí me quedo, necesitas ayuda. Y se quedó, contra la voluntad de mi padre, agarrándole el suero para que pudiera hacer su necesidad. Cosas de este tipo son con las que don Ángel le demostró el aprecio que le tenía y, dicho sea de paso, creo que fue el único que se atrevió a insubordinarse ante la ley de mi padre y consolidar su amistad hasta verse como verdaderos hermanos. Por su parte, El Tigre también le correspondía de la misma manera, como aquella vez en que estaban ambos sentados en unas mecedoras de jardín, platicando de todo un poco. Por aquel entonces mi papá ya andaba para todos lados con su baumanómetro (medidor de presión arterial) y su estetoscopio para medir las pulsaciones de su corazón. Ya era prácticamente un doctor que andaba checando sus signos vitales y hasta los de sus compañeros y amigos. En esa ocasión estaban sentados y de pronto le dice a don Ángel: “A ver, pásame la mano”. Aquél, obediente, extendió su brazo y mi padre le tomó la presión. —Huy, tienes la presión alta, tómate esta pastilla —y le extendió uno de los tantos fármacos que tomaba diariamente. A los 10 o 15 minutos le volvió a tomar la presión y luego dio su diagnóstico: “Listo, ya estás sano, debes ir al médico para que te cheque”. Cuando don Ángel se fue a su casa mi papá le estuvo hablando tres o cuatro veces para comprobar si se sentía bien. El Tigre era un hombre fuerte, sabía reponerse de las caídas, pero yo fui testigo de 18
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cómo le inyectaban fuerzas las llamadas de sus amigos para preguntar por su salud. Eran como una inyección de vitaminas muy importante. Aunque a veces venía de la hemodiálisis, amanecía sintiéndose mal o simplemente no tenía ánimos para nada, bastaba una llamada de algún amigo para darse ánimos. Y muchas veces esas llamadas eran de don Ángel, que hizo honor a su nombre al convertirse en su ángel guardián durante la etapa más difícil de su vida.
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La amistad del abogado Sala
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na de las amistades serias y a la vez divertidas de mi padre fue sin duda la que construyó con el Lic. Antenor Sala Pinto, excelente compañero de la aventura y de trabajo; mi padre disfrutaba mucho de la compañía y la buena conversación del prestigiado abogado. Don Mario se declaró “jubilado” desde que fue operado de un tumor en la cabeza y decidió que a partir de entonces se dedicaría a disfrutar su vida, a gozar de su trabajo previo y a compartir momentos con sus amigos. Y muchos de esos momentos los disfrutó con el licenciado Sala Pinto, como cuando éste, que asesoraba a diversos clientes en varios municipios, invitaba a mi padre para que compartieran el viaje, la charla y la buena comida. El tiempo sobraba y para mi papá la mejor forma de invertirlo era estar con sus amigos.
El licenciado Antenor se convirtió en su consejero y confidente, en su mutuo asesor. Yo considero que El Tigre le dejó encomiendas para cuando él ya no estuviera en este mundo terrenal. Mi padre era un hombre de ley, era un hombre de palabra y le gustaba aplicar la justicia en todos los órdenes de su vida, sobre todo en la familia, procurando la equidad entre hermanos. Y en este propósito, su amigo Antenor fue un consejero sabio para cuando fue necesario tomar las decisiones antes de partir. El licenciado Sala Pinto, con la formalidad, la amabilidad y seriedad que lo caracterizan por su profesión, ha sido un amigo constante y un roble para esta familia, a la que ha fortalecido durante un primer largo año de separación. Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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“¿Cuándo comemos, Mario?
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¿Cuándo comemos, Mario?”, le dijo a mi padre el entonces gobernador de Tabasco Roberto Madrazo Pintado. Y éste, muy propio, le respondió simplemente: “Nos ponemos de acuerdo licenciado, nos ponemos de acuerdo”. Este diálogo era una de las anécdotas más recordadas en la vida profesional-política de mi padre, que se dio en el marco de una visita a la Quinta Grijalva, cuando los integrantes de la Junta Coordinadora Empresarial asistían a reuniones de trabajo con el entonces gobernador de Tabasco.
Al finalizar la sesión, se estilaba que el mandatario estatal despidiera a sus invitados uno a uno y en ese momento de despedida se dio la invitación. A la propuesta del gobernador, mi padre contestó sin pensar la envergadura, importancia y sentido de la invitación; sentía tal simpatía y amistad con el Lic. Madrazo, que en esos momentos de cordialidad no pensó en la seriedad de la propuesta y contestó como si estuviera hablando con un compañero más de Cámara. Así era él, un tanto intrépido, insubordinado, casual, insolente algunas veces, pero que le funcionaba muy bien. Le sirvió para no tener miedos paralizantes y lo mantuvo libre de pensamiento y de acción, de actitud, empuje y decisión, sin importar el qué dirán y el qué pasará.
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Si alguien te pide dinero Llora con él, pero no le prestes
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ario de la Rosa fue un hombre de aprendizajes y de enseñanzas. Y una de las lecciones que aprendió de la condición humana y que luego heredó a los suyos como una enseñanza de vida, fue una frase que acuñó para la posteridad: “Si alguien te pide dinero, llora con él… pero no le prestes”. Esta máxima de El Tigre puede parecer dura e inhumana, pero encierra una gran verdad y un alto sentido de la amistad. He aquí la explicación, en palabras de mi padre:
“Si ves que alguien llega a tu negocio o a tu casa afligido, llorando por un problema que no sabe cómo resolver y te pide dinero prestado, llora con él, escúchalo, dedícale tiempo, dale palabras de aliento, pero no le prestes dinero porque si lo haces vas a perder su amistad y quedarás como el malo de la película”. No fue un caso aislado el que vivió bajo estas circunstancias, sino que lo fue aprendiendo a lo largo del tiempo y salvo raras excepciones siempre tuvo razón. Como he mencionado, tuvo muchos amigos; en ese sentido puede decirse que fue un afortunado. Así que era frecuente que llegara un amigo a su negocio con alguna necesidad económica en busca de apoyo y él generosamente contribuía a resolverla. Lo poco o mucho que aportaba para ayudar en los problemas de los demás, lo hacía en nombre de la amistad, pero comprendió que lo único que él perdía era precisamente la amistad de quienes le pedían prestado. Ocurría que la persona a la que le prestaba dinero ya no regresaba, se escondía, lo negaban en su casa y terminaban peleando cuando intentaba cobrarle. Lo peor es Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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que después se enteraba que aquel al que había apoyado hablaba mal de él con los amigos en común, así que terminaba como el malo delante de todos. Continúa El Tigre explicando su verdad: “Así que cuando alguien viene a pedirte dinero, llora con él pero no le prestes; regálale un plato de comida, un vaso de agua, una despensa, pero no le des dinero. Y si quieres hacerlo, entonces dale lo que tienes en la bolsa, que si los 500, los 300, los 200, lo que traigas en ese momento, pero sabiendo que no van a regresar”. Agrega: “Cuando prestes en esos términos es porque verdaderamente lo vas a dar y tienes que estar totalmente consciente de que en cuanto saques ese dinero de tu bolsa ya no es tuyo ni un minuto más y no pretendas cobrarlo jamás”. En relación a este tema que tiene que ver sobre la ingratitud, él nos platicó que en la época de vacas flacas, cuando recién salió del banco donde trabajaba como gerente para incursionar como empresario en el ramo de la industria restaurantera, pasó una etapa muy difícil, como todos en sus comienzos. Entonces fue a buscar a quienes consideraba sus amigos, principalmente a aquellos que apoyó en la institución bancaria donde laboraba, gestionando créditos y facilitándoles trámites, pero se encontró con una gran decepción porque ninguno de ellos lo apoyó, a pesar de que él había contribuido a que hicieran sus grandes capitales a través del financiamiento bancario. Fue una lección muy dura, pero de mucho aprendizaje, porque aprendió a diferenciar a los convenencieros de los desinteresados, a valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen, pero sobre todo a saber administrar el dinero que se obtiene con tanto esfuerzo y saber en quién invertirlo y en quién no.
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Hay que saber para qué es el dinero
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l dinero no es la felicidad sino una herramienta para alcanzar la felicidad, para cubrir necesidades y brindar satisfactores, postulaba El Tigre De la Rosa. Esa fue otra enseñanza que nos dejó a nosotros sus hijos.
“Hay que saber para qué caramba es el dinero, tener plena conciencia de para qué se trabaja, porque en la vida hay veces en que el pato nada y hay veces en que ni agua bebe; pero si estamos conscientes de para qué es el dinero, podremos superar las épocas de sequía”, solía explicarnos. Mi padre nos comentaba que hay temporadas de cero gastos, de Operación Cero, como le llamaba. Es decir, cero salidas a pasear, cero compras, cero idas al cine, cero desayunos fuera de casa… Sólo se compraba lo indispensable. “Te levantas y lo primero que dices es: hoy no necesito nada. Tengo todo para vivir, para estar bien, para ser feliz; no necesito nada”. Y a partir de ahí tomabas tus decisiones del día.
Sólo podías permitirte adquirir las cosas básicas, por ejemplo ibas al supermercado con la mentalidad de que no te hacía falta nada: “Únicamente vine por pan, tortilla y es todo lo que voy a llevar”. Esa era la forma en que mi papá administraba la abundancia y con base en ello sabía manejar muy bien los momentos de crisis, de tal manera que no siempre se podía ir a los almacenes prestigiosos, a viajes de placer, a despilfarrar el dinero. Siempre fue muy responsable en ese sentido. Pero a la vez, era un hombre espléndido, que daba en abundancia y sabía cómo Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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gastarlo en los suyos. Nunca fue un tacaño, nunca limitó su aportación a lo mínimo, siempre había abundancia en lo importante. Por las tardes o los fines de semana él acostumbraba platicarnos sobre su vida, para que nosotros aprendiéramos de su experiencia. En alguna ocasión mencionó que cuando era joven aspiraba a ser muy rico, inmensamente rico y decidió trabajar muy duro para conseguirlo. Y vaya que lo intentó: se dedicó a trabajar mañana, tarde y noche. Entraba todos los días a las oficinas del banco a las siete de la mañana y a veces salía a las dos, tres o cuatro de la madrugada del día siguiente, dormía unas dos o tres horas, se daba un baño y regresaba al trabajo a las siete u ocho de la mañana. Cuando mamá le sugería que se tomara su tiempo para descansar, sobre todo en aquellas ocasiones en que llegaba muy tarde, él se negaba. Decía que no por haber salido en la madrugada del trabajo podía darse el lujo de llegar a las 10 de la mañana. “Así te hayas ido a las tres o cuatro de la mañana, a las ocho tienes que estar en tu posición”, justificaba. Con ese ritmo de trabajo y en esa intensidad se desempeñó durante muchos años mi papá. Fue un incansable trabajador. Pero luego se dio cuenta de que por más que se empeñara, por más duro que trabajara, por más que madrugara y se desvelara, no iba a alcanzar esa riqueza que tal vez él esperaba. Entonces se convenció de que su sueño de ser millonario era inalcanzable, así ahorrara todo el dinero, así trabajara de sol a sol, y optó por cambiar sus metas y objetivos. Dijo: “Bueno, pues con lo que tengo y lo que puedo tener, trataré de ser feliz, el poco o mucho dinero que gane voy a darle buen uso”. Y fue así como abandonó su obsesión por trabajar, trabajar y trabajar sin descanso en aras de convertirse en millonario, y aprendió a darle un uso racional al dinero que se ganaba, aunque su costumbre de madrugar para trabajar jamás la dejó; de hecho, él trabajó toda su vida, pero ya no con aquel frenesí que lo estaba desgastando y que le absorbía el tiempo que necesitaba darle a su familia. Entonces supo para qué es el dinero y fue así que comenzó a darse sus lujos y sus placeres, claro en la medida de sus posibilidades, sin excesos pero también sin miserias. Este fue otro aspecto que caracterizó la vida de El Tigre, él jamás fue mezquino y 30
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tampoco toleraba a la gente mezquina; entendía que el dinero no debe acumularse por el solo hecho de tener cada vez más y más. Cierto, hay que tener un colchón para solventar los tiempos difíciles, las enfermedades, las crisis, pero no vivir como pordiosero ni darle al dinero más valor que el que tiene. Esta es, quizá, una de sus más recurrentes enseñanzas que nos transmitió a sus hijos e inclusive a sus nietos. “Nada en exceso, pero tampoco en miseria”, le escuchó decir en más de una ocasión su nieta, quien por cierto aquella tristísima tarde en que llevaba a su abuelo al crematorio recordó precisamente esa frase, tan nítida que pareciera fue un último consejo que le dejó durante su partida.
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Me gusta que me platiquen
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Me gusta que me platiquen pero no todo les creo. Yo soy un hombre de ley, no crean que me chupo el dedo”.
Esta era una de las frases favoritas de El Tigre y la usaba constantemente para decirle a la gente que él no era ingenuo, que se daba cuenta cuando trataban de verle la cara o cuando querían pasarse de listos en busca de alguien que pague sus platos rotos. Mi padre tenía un don especial para tratar a las personas, era muy agudo y siempre estaba buscando las razones por las que alguien decía o hacía tal cosa. Eso le permitió siempre comprender mejor a la gente y actuar en consecuencia.
Por su naturaleza abierta, muchas personas llegaban a verlo a su negocio. Algunos le platicaban sus problemas, otros iban a pedirle algún un consejo y a que mediara en determinado conflicto; pero otros tantos acudían a presumirle sus grandezas y sus logros, y eventualmente uno que otro a amenazarlo o amedrentarlo, o simplemente a dar una opinión fuerte en relación a un tema en específico. Él pausadamente les decía: “Me gusta que me platiquen, pero no todo les creo… Tú sigue hablando, que yo te escucho”, así lo expresaba, tal cual. Era un hombre muy paciente para este tipo de personas, como que disfrutaba planteándose acertijos. Se preguntaba a sí mismo: “¿Qué hay detrás de lo que me está platicando? ¿Por qué me estará diciendo esto? ¿Qué necesita? ¿Estará intentando que yo haga algo? ¿Cuál es el fondo de todo esto? ¿Qué tanto de lo que me dice será realidad y qué tanto será fantasía? Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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Cosas de este tipo hacían que don Mario fuera muy cauteloso, escuchaba pero analizaba antes de tomar una decisión o de emitir algún juicio. Esta fue quizá una de sus principales virtudes que le permitieron destacar en el mundo de los negocios y que estuviera vigente mucho tiempo, inclusive después de que cumplió su ciclo como dirigente empresarial, como lo reseño en los siguientes capítulos.
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La mano que mece la cuna
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l Tigre postulaba que tanto en política como en los negocios, para destacar hay que ser la mano que mece la cuna, la persona que maneja los hilos del poder.
No en el sentido negativo, como los gangsters, sino en un afán de frenar a quienes intentan aprovecharse de un cargo o del trabajo de los demás; es decir, no para favorecer a un grupo en particular, sino para preservar el interés común.
Apuntaba que el protagonismo acapara muchos reflectores y ensalza la vanidad pero no deja margen para maniobrar. “El verdadero poder se ejerce sin tanto protagonismo, el poderoso no da la cara, no sale en la televisión ni en el periódico y cuando actúa nadie sabe de dónde vino el golpe”, de esa manera ilustraba cómo se debe conducir quien maneja el poder. E iba más allá: ejemplificaba que nunca se había visto a Al Capone hacer una matanza y nadie había visto a los grandes capos, los jefes de jefes, hacer una actividad ilícita. “Lo mismo ocurre en la política, aquellos que dan la cara no son los verdaderos jefes, sólo son un instrumento político para ejercer el poder”, decía. Es un mal paradigma ubicar a los capos como un modelo a seguir, porque no fueron buenas personas; pero su estrategia y sus talentos fueron muy efectivos, aunque siempre los encauzaron al mal y no al bien común, como sí lo hizo don Mario. Él sigilosa, callada y astutamente manejaba los hilos del poder, siempre procurando regirse por la justicia y la moral para evitar caer en la tentación del autoritarismo y el abuso.
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Que te respeten o que te tengan miedo
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ara don Mario era fundamental que se le tuviera respeto, pero no que se lo dieran nada más por ser quien era, sino que procuraba ganárselo con base en su liderazgo y en su forma de ser, de enseñar, de actuar, de conducirse.
Predicaba con el ejemplo para ganarse el respeto de los demás… pero si esto no era suficiente, no dudaba en actuar para que le tuvieran miedo. Decía que la gente que lo respetaba hacía lo que tenía que hacer en correspondencia al respeto que se había ganado. Y la gente que le tenía miedo hacía las cosas para evitar enfrentarse con él. “En la administración deben existir dos factores, ya sea uno, ya sea otro, o ya sea ambos: que te respeten o que te tengan miedo. Cuando tienes la legitimidad para ejercer el poder, no puedes permitir que el adversario te lo quite ni que se imponga a tu autoridad. Todos deben saber quién es el que manda y si se equivoca ¡vuelve a mandar!”, nos aconsejó con marcada insistencia. Y así como lo predicaba, lo ejercía. Era un líder nato, sabía ser convincente, suave pero firme, claro, conciso. Le gustaba que las cosas se hicieran por las buenas, por decirlo de alguna manera. Pero si en algunas personas esta forma de mandar no daba resultado, entonces era implacable. “La autoridad se debe imponer y el poder es para ejercerse, no para presumirlo. Que te respeten, pero si no lo hacen, entonces que te tengan miedo”, sentenció. De tal forma que mi papá cuando daba una orden tenía que cumplirse, consideraNunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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ba como una ofensa el hecho de que no acataran sus instrucciones y jamás permitió que se quebrara alguna una regla que él hubiera impuesto. Cabe mencionar que sus instrucciones, sus órdenes, sus reglas, no eran resultado de un capricho o de una circunstancia aventurada. ¡No! Siempre analizaba muy bien lo que se tenía que hacer y cuando daba la orden él sabía muy bien que tal decisión era la mejor para todos. Bajo ese criterio, cuando él entregó la dirigencia estatal de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac), sus sucesores, sabiendo de su capacidad, de su experiencia y sobre todo de su prudencia para actuar, solían acudir con él para consultarle alguna decisión. Cuando llegaba el proceso de elecciones en la Canirac, él recibía a los prospectos y los orientaba, los guiaba y los ayudaba en sus pretensiones, de tal manera que esa visita representaba una aceptación del nuevo aspirante a reconocer su liderazgo. Ese era un punto necesario que todos debían leer entre líneas, porque él no permitiría que la Cámara fuera presa de intereses mezquinos. Nunca se dejó llevar por influencias negativas ni demostró favoritismos hacia tal o cual proyecto. Él fue muy claro en ese sentido y cuando se comprometió con alguien, cumplió a cabalidad, porque respetaba mucho su palabra; esa también fue una de sus grandes virtudes. Con El Tigre estaba garantizado el cumplimiento de los compromisos. El mensaje era claro: “Si me comprometo, debes tener la garantía de que cumpliré”, ese gesto siempre inspiró confianza y certeza para todos.
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Cómo resolver un gran problema Mi padre tenía un método infalible para resolver los problemas de tipo empresarial, aunque nunca lo supe sino hasta casi un año después de su fallecimiento. El viernes 18 de septiembre de este año (2015), estábamos mi hijo Luis Mario Garcés y yo registrándonos para abordar un vuelo que nos llevaría a la ciudad de México y posteriormente dirigirnos a la ciudad de Pachuca, Hidalgo, donde se enlistaría en el Club Pachuca de Futbol, cuando nos encontramos al médico Manuel Moscoso. Luego de una breve charla, le enteramos sobre el deceso de mi padre, ocurrido hace ya un año, y éste, consternado por la noticia, expresó su solidaridad y afecto, luego nos compartió algunas de las enseñanzas que El Tigre le dejó: “Qué lamentable que se haya ido mi maestro. Tu padre, Sandrita, fue mi maestro; me enseño grandes cosas. Fue un hombre que admiré porque tenía tanta sabiduría, tantas experiencias, y que además las compartió generosamente. “Podría pasarme horas hablando y aprendiendo de él, pero brevemente te voy a contar sólo una de tantas enseñanzas que me dio: En alguna ocasión me dijo: ‘Médico, cuando tengas un problema con alguien, la forma de resolverlo es llevarlo a comer a un buen restaurante y colocarle la mejor botella de whisky. ¡Así se resuelven todos los problemas!’. Y mira, he resuelto ciento de ellos, siempre han terminado en buenos términos. Seguro esta junto con mi padre, haciendo fiesta en el cielo”. Reímos juntos, convirtiendo la tristeza en añoranza y la añoranza en alegría al comprobar una vez más cuánto influenció positivamente mi padre a tantas personas. Luego nos despedimos y anexé esa experiencia para mi acervo, en espera de aplicar la lección recién aprendida más temprano que tarde. Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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El Chelo para acá, el Chelo para allá
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i padre nos ayudó a construir nuestra primera casa, él aportó gran parte del capital para construirla y Rogelio, mi esposo, la edificó con sus propias manos.
El Tigre era un hombre que le encantaba el campo, la naturaleza, la crianza y el cultivo, rememorando quizá sus lejanos años de infancia en el terruño que lo vio nacer, por ello disfrutaba mucho ir al terreno donde estábamos fincando nuestro hogar. Ahí disfrutaba de la frondosa sombra del árbol de mango, viendo los avances de la casa. Cuánto extraño esos momentos, sentados en la mecedora o en cualquier tronco, contemplando los mínimos avances de la obra. Ver convertirse en realidad mi sueño de tener un hogar propio dónde perpetuar el legado de mi padre y verlo concretarse a su lado, ha sido la mejor recompensa que la vida me ha ofrecido. Rogelio, mi esposo, se levantaba desde las 3:00 a.m. para ir por los albañiles a una población de Comalcalco, luego traerlos y trabajar desde las 6:00 a.m. La jornada era larga y muy pesada, pero Rogelio jamás se rindió, por el contrario: predicó con el ejemplo, como lo revela la siguiente anécdota: Mi padre llegaba de vez en cuando a presenciar el avance de la obra y ahí conoció de oídas a un hombre que le decían el Chelo. Cuando platicaba con los trabajadores, les escuchaba hablar de un tal Chelo: “¡Ah, su mecha! Cómo trabaja el Chelo, no se raja. Sube y baja las escaleras, parejo con nosotros…”. Tanto le hablaban del tal Chelo, que don Mario decidió ir un día muy temprano para ver trabajar a ese albañil que según sus compañeros “se fajaba como los bue-
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nos”… Grande fue su sorpresa cuando descubrió que ese Chelo de quien hablaban era Rogelio, mi esposo. Esa misma tarde, en algún momento en que estábamos sentados bajo la sombra del mango, me susurró con dulzura: “Me da gusto que Rogelio esté trabajando en la obra, que esté haciendo su propia casa y no se haya limitado sólo a ordenar a los albañiles. Es un buen hombre, cuídalo”. Hasta la fecha, procuro seguir el consejo de mi padre.
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Historia de Don Mario y Doña Edda
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ario de la Rosa y Edda Arminda Gutiérrez se casaron en matrimonio civil y por la iglesia el 22 de junio de 1969 a las cinco de la tarde en la iglesia de Guadalupe, en Tapachula, Chiapas.
Fue una boda sencilla, y la reunión fue en casa de la novia, rodeada de los seres queridos: su madre, Matilde Gutiérrez, y la familia Farrera Gutiérrez. El 12 de mayo de 1970 nació su primer hijo llamado Mario Antonio y a los 10 meses vio la luz primera su hija Sandra Iveth, formando una familia feliz que cimentó sus bases en el amor y los valores morales. Nadie mejor que doña Edda para trazar un esbozo del hombre que dejó huellas profundas en la conciencia y en el corazón de su familia: “Hoy que Mario ya no se encuentra con nosotros, su presencia nos hace falta. Sobre todo porque siempre que había un problema de cualquier índole, él tenía la solución al instante.
“Mario fue un hombre con mucho temple, con mucha visión y los problemas lo enfrentaba con mucha filosofía. Él no se preocupaba en angustiarse, su frase en estos casos era: ‘Tranquilos, no pasa nada’, aunque las cosas estuvieran muy difíciles. “También fue muy generoso, daba su amistad con el corazón y siempre estuvo dispuesto a ayudar a los desafortunados. Algo que me queda grabado es que cuando alguien se acercaba a solicitar ayuda, por ejemplo una persona discapacitada, enseguida nos decía: ‘¡Ayúdalo! ¿Qué no ves que es un cristo roto?’. Aunque debo decir que era tajante y duro cuando se daba cuenta que alguien quería sacar provecho de su bondad. Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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“Una cosa que siempre le he agradecido de corazón es que permitió que mi madre viviera en casa con nosotros, ya que fui hija única y me era imposible dejar sola a mi mamá. “También admiro mucho cómo disfrutó el nacimiento de sus nietos y les dio el tiempo sin medida para jugar con ellos, disfrutar su niñez y celebrar sus logros en la escuela. Los amó con todo su corazón y cuando ya fueron grandes les platicó sobre las cosas importantes de la vida. Mario les dio sus mejores consejos y estrategias para saber sortear las situaciones a las que se iban a enfrentar durante su vida. Se encerraba en su recámara y se ponía a platicar con ellos, tal y como lo hizo con sus hijos. “Fue un hombre excepcional, sensible, atento y cariñoso. Por supuesto, cometió errores como todo ser humano, pero siempre supo corregirlos y enfrentar con entereza y dignidad sus consecuencias, asumiendo y superando los retos que le impuso la vida. Lo extraño mucho desde su partida física, aunque su esencia permanece viva en mi corazón y seguirá viviendo ahí, hasta que también el mío deje de latir”.
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Día del Padre… sin mi padre
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or primera vez en toda mi vida desperté el domingo correspondiente al Día del Padre con un sabor agridulce. Algo había en mi cabeza que me mantenía pegada a la cama, reprimiéndome, tratando de seducirme para quedarme ahí todo el día, sin ánimos de festejar nada y sobrellevando apenas la lacerante ausencia de mi padre, que se notaba más en ese día tan especial.
Pero en mi corazón germinaba una fuerza más poderosa que me animaba a levantarme, alzar los brazos al cielo y enviar un fuerte abrazo y un beso amoroso al ser que me dio la vida. Pudo más el amor que la conciencia. Y animada por ese sentimiento que sembró mi padre en mi corazón desde el mismo día en que comenzó a latir, me levanté dispuesta a honrar la memoria de don Mario. Mario mi hermano, Ceci su esposa, mi sobrino Max, mi mamá Edda, el nieto consentido Luis Mario y por supuesto yo, por primera vez y como El Tigre quería y le hubiese gustado, nos reunimos en familia para celebrar juntos el Día del Padre. Fue un día soleado y caluroso pero con viento. Para darle gusto a mi papá y siguiendo sus deseos, pensé en todos los detalles para disfrutar bajo el sol una jornada familiar memorable. Salí temprano de compras y encontré un parasol, preparé sillas para todos, nevera para refrescos, flores y velas, luego hice algo que disfruto mucho y me sirve de consuelo: preparar los arreglos, hacerle bellos arreglos florales naturales, porque a El Tigre sólo le gustaban las flores naturales y que fueran rosas. Una visita especial que engalanó esta ceremonia sencilla pero emotiva fue la de su Nunca ha muerto un Tigre en Tabasco
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amigo Ángel Hernández y su esposa doña Natividad, mujer respetuosa, cariñosa y de especial belleza. Recordamos a El Tigre estilo don Ángel Hernández: con bromas y frases que burlaban a todos entre risas, ocurrencias y anécdotas, algunas de las cuales he compartido en esta edición con el afán de preservar la memoria y difundir las enseñanzas de don Mario de la Rosa Rivera, un Tigre que se fue a otra dimensión, pero que vive permanentemente en nuestra memoria y nuestros corazones, porque como dice la leyenda, nunca ha muerto un Tigre en Tabasco.
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Mensaje de mi padre escrito hace 10 a単os
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Frases y dichos que serán abordados en una segunda edición de este libro dedicado a su memoria * Yo también te olvido para estar parejo * La botella no se acabó, me emborraché de verla * Nada con miseria, pero tampoco en exceso * En mis fiestas, ni el hambre ni la miseria. Coman todo lo que quieran y beban todo lo que quieran, pero nada para llevar * Seré cadáver, pero no gusano * Deja amigos para que cuando caigas te den la mano * Jefe que se equivoca, vuelve a mandar… ¡y se equivoca vuelve a mandar!