Tormentas.

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ANTOLOGÍA TORMENTAS.

Portada gracias a: Nube de cartón. De: lalluviadenoviembre.blogspot.com



AGRADECIMIENTOS. Porque empezar por el final es cosa de locos, como todos los cuerdos que se han decidido a participar en esta colección de tormentas.

Y yo, valiente cobarde, que me lanzo al vacío de contradecir a nuestra querida Real Academia de la Lengua Española diciendo que tormenta es… Tormenta es huesos, vísceras y órganos vitales que están muy lejos de funcionar. Tormenta es todo el caos inhumano que para desgracia de muchos y alegría de pocos, nos hace humanos. Por eso estamos hoy aquí reunidos, hermanos y hermanas, para bendecir y hacer un poquito inmortales todas esas tormentas que muchos llevamos dentro.

En esta antología han participado artistas de la palabra, de la fotografía y de la pintura, artistas a los que les doy las gracias un millón de veces por ayudar a que esto sea real, palpable, vivible y altamente inflamable. El arte es eso que si no compartes, muere por falta de dióxido de carbono.

A todo aquel ser, viviente o no, que lea esto: puedes manosearlo, besarlo, lamerlo, abrirle heridas, cicatrizarlo, quemarlo, pintarte la cara con sus cenizas; puedes romperlo, recomponerlo y bebértelo. Puedes tratarlo como el hijo que nunca tendrás o mejor que a tu último amor. Puedes dormir con él, hacerle el amor y la guerra, puedes vencerle, puedes ser derrotado. Puedes tratarlo y destratarlo. Todo eso queda a tu elección. Pero aviso: lo que no podrás evitar, será leerlo y sentir como un escalofrío baila un tango mortal por tu columna vertebral.

Aquí una servidora que se ha quedado sin palabras, ya que me las robaron todas las buenas acogidas que tuvo el proyecto y las tremendas grandes monumentales preciosas y magníficas creaciones que he recibido. Y ahora, hablando en plata: GRACIAS a todos por participar, por cómo lo habéis acogido y por todo el cariño, así como las palabras bonitas que muchos habéis enviado acompañando vuestra creación.

-Esto, es vuestro.-



La tormenta, nunca había terminado.

Te extirpaste: las cumbres nevadas, las calles deshabitadas, los infiernos, los glaciares y la ganas de volar. Hoy te has provocado un desliz de rocas en el ombligo que recuerda que la tormenta, nunca había

Siempre hemos vivido con el pelo revuelto y el corazón encharcado.

Pero ahora no sería capaz, de vivir una vida sin tus catástrofes corporales.

terminado.

Por: Lev Bourbon. De: levbourbon.blogspot.com


Tormentas. Por: Lumenay.

Una vez presencié una tormenta, era enorme y vaya, que daba miedo. Les seré franca, esa tormenta la creé yo misma cierto día caminando y pensando en las cosas que quiero y que no tengo, en los amores fallidos y también en las personas que se marchan sin más ni menos. Era triste y también me daba mucho coraje, no quería hablar con nadie en mucho tiempo, no para perderlos de nuevo. A pesar de que la tormenta habitaba solamente en mi mente y en mi cuerpo, las personas a mí alrededor se daban cuenta del embrollo en el que estaba metida y trataban de ayudarme, pero mi cuerpo tomaba vida propia y sin mi consentimiento les lanzaba rayos por la boca y un gran torrente de agua por los ojos. Y han de saber que al atravesar por tormentas como ésa, ya no vuelves a ser el mismo. Alejarme de ella de algún modo es lo que quiero, pero no sé si puedo. Creo que no… No estoy dispuesta.


Tormenta.

Por: Androide. De: http://letrasentrecenizas.wordpress.com/

“Y aún recuerdo el último día que la vi” dije suspirando. >>Se quedó mirándose los pies desnudos, mientras el agua se colaba entre sus dedos y la arena le hacía cosquillas, con una media sonrisa de las que entienden de secretos y nostalgias. Y yo mirándola a ella, con una sonrisa que entendía de ganas de abrazarla, de “que preciosa es” y de quererla si ella me dejara. “Llueve” pronuncié en un susurro. Pero no miraba el cielo encapotado, ni miraba como el mar lucía revuelto y las olas hacían cada vez más ruido. Ni siquiera escuchaba los truenos cada vez más ensordecedores ni eché cuentas de mi pelo mojado pegado a mi rostro. La miraba a ella. A ella y a sus ojos azules que me devolvieron una mirada triste. “Sí que llueve” me dijo. << “Mis manos se enredaban en su pelo con una facilidad y mi boca encajaba tan bien con la suya que cualquiera diría que estábamos hechos el uno para el otro. Las sábanas de mi cama se revolvían con la misma fuerza que aquel mar embravecido, sus caderas se movían con la cadencia de las olas pero ni la tormenta más violenta conseguiría hacer más ruido que lo nuestro. Se dice que el sonido viaja rápido, y yo solo quería retener aquel momento en el que su sonrisa era mía y mi corazón era tan suyo… Pero el invierno se acabó escapando de entre mis dedos, igual que su pelo y sus sonrisas, y ahora solo espero que la primavera venga y me cure este invierno demasiado frío sin sus besos.”


Tormenta. Por: Carla Auñón. De: littlegaslight.blogspot.com

Ignoremos las caídas, que se nos dan de pena. Ignoremos las venidas como el alegre que ignora la alegría. Ignoremos la esencia, que detrás de ella se nos vacía la vida. Ignoremos todo aquello que se nos da bien, por eso de que cuanto más esperas, más tardas en conseguir.

Seguid ignorando manos tendidas y pies besados. Seguid sangrando. Seguid escribiendo como gritando los silencios que no podéis hablar. Sed ignorados. Sed de justicia vital es lo único que tenemos. No pediremos ayuda; reclamaremos que la oscuridad desaparezca como lo hacen las lágrimas que acaban en las comisuras de los labios. Aunque no cesen. Y seguiremos creciendo y luchando como locos enclaustrados en una novela de molinos y gigantes. A ver si así.


IV

Por: Mortevette. De: mortevette.blogspot.com

More than once I have lost myself within the torment of her eyes unknowingly allowing her anger to penetrate each and every one of my senses weakening my bones at her content, forcing me to succumb to her chaos who could have been that man—that thing—who so violently tore her apart leaving behind but mere traces of a human? Such savage is the monster who belittled her so despicable such creature who eradicated the wings of my sweet angel for he, knowingly, destroyed every bit of humanness her body was once home for and transformed her into the beast that stands before my eyes a witch who pollutes the air with her mere presence a hopeless and lost soul

who could have been that man—that thing?


Tormenta s. f.

Por: While. De: wguail.blogspot.com

1. Dícese de la causa que trae la paz tras su paso. Está sobre la rama de un árbol, disfrutando del destrozo a su alrededor. Le pica el ala derecha por la herida que le han hecho hace unos minutos, pero se cura enseguida, total, ella no puede morir. No así. Observa el destrozo y oye los gritos bajo las ramas de los árboles. Un destello ennegrecido asoma por sus ojos almendrados. Se encuentra a las afueras del reino, justo encima de la muralla, o lo que queda de ella. La sangre empapa hasta el más oscuro de los deseos de aquellas almas mortales que hacen uso de su corta vida. Las cabezas clavadas en estacas, la tormenta del terror que los cala hasta los huesos. Algunos supervivientes huyen mientras gritan, mientras la vorágine de sus ojos trafica con tristeza conforme van mirando a los demás supervivientes. Y se meten tristeza con contrabando de sentimientos oscuros. El cuervo de encima de esa rama sonríe. Emite un graznido agudo, tanto, que los que arrastran muertos suben la mirada destrozada para observarlo. Alguno profiere un suspiro de tristeza, otro un insulto, incluso algún muchacho ofendido por la mirada de superioridad de la negra ave le lanza un palo, aunque no se acerca a su altura, ni por asomo. El cuervo no tarda en expandir sus alas, lamerse la sangre del pico, y echar el vuelo. Planea durante unos largos minutos hasta que otro cuervo se le pone a su altura, más grande, y negro. Ambos se miran, retándose, pero terminan por planear hasta un riachuelo, donde los espera una mujer con el pelo del color de la tierra mojada.  Dando un paseo sin mí, malditas. – Su voz suena como un choque de espadas.  No te pongas celosa, Macha. – El cuervo más pelirrojo de los dos se transforma en una mujer de mirada ardiente y pelo ensangrentado. La otra ave la imita, y una mujer de mirada oscura y pelo noche las mira a ambas con un gesto de molestia.  Qué puta pesadilla es aguantaros. – Morrigan gruñe, y el cielo emite un quejido.  ¿Quién lleva días sin follar, me cuentan?  Macha, cállate ya.


La mujer se ríe a carcajada limpia. Una risa que huele a sudor, que hace que el aire pese y se sienta la muerte, la guerra, el peso de los heridos en una batalla sin supervivientes.  No te pongas así, Morrigan. – Badb la observa. La morena rueda los ojos justo en el momento en el que se oye un quejido al otro lado del río. Las mujeres se miran y no tardan en cruzarlo para ver qué vida se está apagando, qué dolor puede hacerlas gemir.  Oh, míralo, si es un pobre noblecito. Macha sonríe, y sus hermanas la imitan.  Dejádmelo a mí. – Es ahora Badb la que habla, pero Morrigan no la hace ni caso, es más, aparta a su hermana de un empujón y con fuerza incrusta su mano en la tripa del muchacho, agarra su interior sin miramientos, y el chillido del hombre ensordece el sonido de su piel resquebrajarse.  Lo has puesto todo perdido. – La pelirroja frunce el ceño.  Deja de tener esa obsesión por limpiar la sangre hasta de tu culo.  Insisto en que necesitas un polvo. – Se hace oír Macha mientras observa el cuerpo en el suelo, con las tripas fuera de su sitio.  Os creéis que está todo hecho ¿no? No os dais cuenta de que empiezan a cansarse de tanta guerra y quieren paz. – Morrigan aprieta los dientes y mira a sus hermanas con la ira en sus ojos. – Si no hay sangre no hay diosas de la guerra. Si no hay enfrentamientos, gritos, violaciones y lujuria no existiríamos, ¿es que no lo entendéis? Mientras haya paz no seremos, y como quieran tregua dejaremos todo esto.  Morrigan. – Badb la observa con un no puede ser verdad en sus ojos.  Después de la tormenta siempre viene la calma. – En ese momento el cielo ennegrecido empieza a llorar. Los truenos y relámpagos iluminan y parten el cielo en dos. Las hogueras que calientan cuerpos se apagan. La mecha de la venganza se enciende. – Y ha empezado a llover.


Previsualización de una tormenta.

Por: Sara Saharabbey. De: museoparlanteastronomico.blogspot.com

Tenía cuerpo de tormenta, una mirada dispuesta a disparar rayos y una espalda formada por nubes grises. También tenía a un signo astral apunto de dispararle en la nuca, no le permitía tomar a la simpatía en sus brazos y cantarle una nana. Le decía que soltara los rayos de uno en uno y sin equivocarse de destino, le recriminaba que las tormentas tenían que cumplir su función sin olvidarse de las funciones de los demás. Le contaba relatos sobre tormentas y se sentía identificada con su cielo gris y su expresión acompañada de tristeza sin afán de impresionar al espectador. Rezar no era suficiente para que los rayos no aterrizaran en las flores de los demás, no las dejaba florecer, igual que no la dejaron florecer a ella. Una vez le dijo que se desnudara, tenían asuntos pendientes por allí dentro, ella se excusó explicándole que no le hacía falta desnudarse para hacer aterrizar un rayo a cualquier punto de la ciudad, también dijo que se acordaría de ella cada día de tormenta y los rayos aterrizarían sobre sus pájaros volando y los dejaría muertos. No tenía pelos en la lengua y no se había tragado ni uno, resonaba en cada casa y la gente escogía un refugio en manos de algún sol con flores. En su funeral ha dejado un epitafio para todos los presentes que no llorarán de pena sino de cólera: No hay nada que hacer con alguien que era desnuda tormenta y vestida también, tampoco hay nada que hacer con la gente que no ha sentido nunca una tormenta adentro y recriminan a los demás tenerla afuera.


Encuentros.

Y ves caer la lluvia como gotas sin esperanza. ves caer las gotas como suicidas en avalancha. Soplan vientos de lamentos, como soplas una botella buscando consuelo Ves a nubes ahogadas sintiéndose aliviadas, y recuerdas como esa botella te regaló una gran resaca. Ves los truenos como voces en tu cabeza, son los rayos la única luz de tu tormenta. Recuerdas el rojo como el color que te atormenta, pero son sus labios rojos los que realmente te tientan. Recuerdas cada abrazo dado y segundo regalado, pero sigues añorando correr por el campo. Recuerdas cada marca de barro, y cada cicatriz que te ha marcado. Recuerdas cuando los rayos habían cesado y solo estabas tú en la soledad de tu cuarto. Esas medidas de pensamientos por hora, esa hora a la que sale el Sol sólo si se le antoja. Esos amores de verano, que como las tormentas, llegan, acojonan, y se van volando. Pero ahora estoy en paz conmigo mismo, pese a que el recuerdo quedó atrás atrapado, en un pasado, que recordarlo, no cuesta nada. Aunque un amante de la lluvia, del caos y del desastre como soy yo disfrutó haberla vivido, contra un tiempo que no lo permitió. No soy ningún valiente, sólo un superviviente, cobarde, que se envalentonó, y por un breve periodo de tiempo se hizo tormenta, y con otra tormenta se topó.

Por: Amesgaitzen Ametsa. De: versosenaccion.blogspot.com


Medir tormentas.

Te invito a medir tormentas conmigo. A mojarnos hasta dentro, hasta el alma. A empaparnos, rociarnos, salpicarnos. A marcar caminos bajo los charcos. A gritarnos bajo el fragor del trueno. A reírnos bien alto de la lluvia. A que desafiemos los elementos. A sentirnos un punto diminuto. A ver la naturaleza salvaje. A formar parte de la inmensidad. Te invito a bailar bajo la tormenta. A medirla en toda su fuerza gracias a esas respiraciones agitadas. Y digo “te invito” porque esto tiene sentido cuando se hace de la mano, cuanto tú y yo pasa a ser un nosotros, cuando ese “nosotros” lo hace unido.

Por: Isi LPP De: cartasdeunaflor.blogspot.com


Tormenta.

Hoy la niebla no levanta en esta ciudad, gris, como mis pensamientos. Estoy convencida de que tras ella las nubes son negras. El viento anuncia tormenta. Todo, los suspiros contra mi garganta, los arañazos en la espalda, el sudor empañando las ventanas, el teléfono sonando, enmudeciendo al propio silencio, me recuerdan que ya no estás. Que ya no eres. Estalla la tormenta. Entre mis dedos y ahí afuera. Suena esa canción. Maldita sea… ojalá estuvieras aquí, luchando contra el agua que gotea por mi cuerpo con tu lengua como única arma.

Por: Sandra García De: sandragg101.wix.com/sandraggo


Tormenta.

Por: Cristinargou. De: cristinargou.blogspot.com

Te consume. Pero no lo ves. Es invisible e intenso. Una presión. Un murmullo con sabor metálico, una caricia con el efecto de un golpe. La tormenta comienza y no termina. Te despiertas; irónico cuando no has dormido en toda la noche, y las sábanas se vuelven más pesadas, la cama un imán enorme y tú un pedacito de metal insignificante. Todo es negro, todo es frío. La cabeza te da vueltas. Quieres dejar de pensar pero es imposible. Los pensamientos, buenos y malos, vienen y van. Hasta que te das cuenta de que has estado mirando hacia esa pared durante veinte minutos pensando en todo y en nada. Con una fuerza digna de admirar, te sientas en la cama y coges tus pastillas de la mesa de noche. Las miras y otros cinco minutos se han perdido mientras las mirabas. Te las tomas y esperas poder aguantar este día que no hace más que empezar. Te duchas, te vistes, desayunas mirando (no viendo) las noticias, te lavas los dientes y recoges todo lo necesario para llevar. Miras por la ventana y un nudo no te deja respirar. Te miras al espejo y respiras hondo. Abres la puerta de salida y das dos pasos hacia delante. La tormenta acaba de mostrarse. El pánico se apodera de ti. Vuelves corriendo a la seguridad de tu casa y cierras la puerta con llave. Jadeas, sudas y te arden los ojos y los pulmones. Caminas a tu habitación tirando al suelo la ropa y todo lo que llevabas encima. Te metes en la cama solo con tu ropa interior y te tapas hasta arriba. Agarras las sábanas temblando. Comienzas a llorar y el llanto aumenta. La culpa y la autocompasión te pisotean. Piensas en todo. Piensas en nada. Hasta que Morfeo, apiadándose de tu alma, te recoge en brazos y caes bajo su embrujo un día más.


Nota de escape.

Ser contigo mismo -y tan diferente al resto-, porque los demás te cortaron los dedos con los que les contabas. Porque dejaste de creer para empezar a crecer. Lo peor de un jardín interior no son las espinas, es la tierra mojada que no pisas. Lo peor de mí no es mi orgullo, son mis ganas de querer sin saber hacerlo. El desamor, digo. El plural del yo es mi dolor. Quebraderos de cabeza por no saber explicarme mejor. Acaba la función y he cambiado el espacio con amigos por el tiempo conmigo. Latente ninguno, nadie sabe por qué digo lo que callo con los párpados. Silencio, hay un corazón desangrado y cientos de bocas observando. Si fuera tan fácil escribir una nota pidiendo auxilio quién tendería sus venas al animal mal domesticado. Quién domesticaría sus sentimientos para escribir unos versos que tienen lo mismo de buenos que de falsos. Al valiente que me corte las manos le regalo mi desorden en folios. ¿Ves aquél vacío, el del fondo a la izquierda? Es todo mío; y sí, tiene paredes de cristal y la puerta cerrada. No llames, te recibirá la inestabilidad y el resultado puede ser fatal. Final para equilibristas que no dicen siempre pero eligen quedarse a pesar de las tormentas y las fiestas con bailes, alcohol y tinta. Marea alta en las pupilas, mareo en las costillas, vértigo cuando caminas por si me pisas.

Por: María Vidal S. De: sinparaguasderepuesto.blogspot.com


Astrafilia.

No ha cesado de llover desde que el otoño se apaga. Un manto de hojas derrotadas a pies de los mortales, tan pobres, tan frágiles, que una ligera brisa basta para quebrarles; –y no hablo de las hojas–. No es una lluvia ligera, es una tormenta de fuerza homicida, como el cañón descargado en la sien de quien ayer derrochaba vida; como la soga que oprime el cuello del suicida. Y cae. Ella se vio inmersa en una tormenta, de la que no supo cómo salir –de la que aún quedan secuelas–; y lo sospechaba desde el principio. Pero ella rio. Y bailó bajo la lluvia. Y lloró de alegría. Y gritó a los cuatro vientos que destilaba vida. Se sintió tormenta eléctrica. se sintió humana, se sintió viva por una maldita vez. Y cae. No era su culpa sentirse terriblemente atraída por la tormenta. Tampoco fue su culpa buscar cobijo en el árbol más alto. Y ahora se infiltra entre las tormentas enmascarando las lágrimas que caen a sus pies,

Por: Lovely Rita. De: conlabrisadeoctubre.blogspot.com


que yacen en el manto dorado de su otoño más deprimente y brillante. Y cae. Y no sabe muy bien cuándo cesará esta tormenta, ni siquiera si desea que cese. Si morirá por sí sola o si perdurará por su ausencia; si será inmortal entre los versos donde morará su presencia. Y cae. Porque esto no cesa. Porque siente el olor de la lluvia bajo su piel. Porque siente el relampagueo y siente que ha perdido si deja de caer. Porque piensa que ya no sentirá tormentas eléctricas con un mínimo contacto y con una puta mirada.


-Sin título-

Soy la que lleva cadenas en lugar de pulseras. La que llora en público y abraza en privado. La que está entera y se provoca heridas. La que se viste en bares y se desnuda en calles. La que muere y resucita en palabras sabor sangre, ojos tú. La que muestra la inocencia y arrastra la indecencia. La que mira por tus ojos y escarba entre tus raíces. La que piensa en ti sobre ti y encima de ti.

Por: Dakota (@nubeyniebla en Twitter)


Tormenta.

Por: Neykea. De: laventana-rota.blogspot.com

Oscuridad, aquí dentro siempre está a oscuras. Huele a humedad y a madera. El silencio de un mundo ensombrecido se echa sobre mí, me aplasta y me cuesta respirar. Mis manos tiemblan, congeladas. Y entonces, un retumbar: Un trueno. La tormenta ya está aquí, ya ha llegado. Ha vuelto. Me estremezco por completo a pesar de que lo estaba esperando, de que sabía que pasaría, otra vez. Pero eso no hace que sea menos doloroso. Y, después del trueno, el relámpago. Una grieta atraviesa la oscuridad y mi pecho con ella. Se abre en mí un abismo y el dolor se expande por él. El abismo crece, más y más y acaba arrastrándome a su interior, me caigo dentro de mi propio lamento justo en el momento en que empieza la tormenta. La lluvia cae de golpe, llueve como nunca y cala hasta el interior, filtrándose por esta herida abierta hasta encharcar todos mis miedos. Veo cómo las ilusiones se ahogan y se hunden en este mar que se forma poco a poco. Una vez más, un estruendo que hace que me estremezca, que recuerde, que quiera olvidar. Y el rayo que le sigue abre otro canal en mi piel, como un látigo, veloz, implacable. El caos me desorienta, me rodea la confusión y empiezo a sentir que el mundo entero da vueltas, que el mundo entero se ha transformado en una extraña composición de sombras empapadas por la lluvia. El siguiente trueno llega furioso y arremete en mi contra, la ira del relámpago se convierte en un golpe certero que soy incapaz de esquivar y, mientras, sigo mojándome, sin saber si quiera cómo defenderme, cómo ocultarme de la tormenta que se cierne sobre mí. Cada vez se intensifica más el dolor, me encojo intentando empequeñecer, deseando desaparecer sin dejar rastro, mi mente sólo pide silencio de nuevo, quiere tener un descanso, mi cuerpo sólo tiembla y trata de resistir la fuerza de los impactos. Todo se vuelve difuso, el mundo se ha vuelto loco por completo en esta maldita espiral huracanada. O, quizá, sólo quizá, no ha sido el mundo. El sonido de una puerta, una voz y entonces, se enciende la luz. La tormenta ha quedado muy lejana, aunque aún se escucha en mis oídos. Y un abrazo, un abrazo que me devuelve a la realidad, a la habitación en la que estoy, a las lágrimas recorriendo mi rostro, a la sangre deslizándose por mi pecho. Ya no hay truenos, ni lluvia ni rayos que me amenacen, sólo he quedado yo. Y la calma regresa, aunque volverá la tormenta.


Tormenta. Por: Laura TripleL De: loquetumentediga.blogspot.com

Solo se escuchaba el caer de las gotas, las hojas movidas por el viento, los truenos, se escuchaba el susurrar de las olas pidiendo auxilio, gritando a pleno mar abierto los secretos que guardaban cada una de ellas, en cada luna llena. El cielo nublado, hacía un mar dorado reflejado en las olas, las aves danzaban a su paso, al ritmo de cada trueno, al caer de cada lágrima, susurrado por el viento, no se oía nada. Mientras, una sombra se acercaba, bailaba y miraba como reían los rayos al caer en cada alma, al ver como mataban. Solo se veía oscuridad, o no se veía nada, en todo el cielo ennegrecido se divisaba un punto de luz que más y más se acercaba, que más y más grande se hacía pues, el retumbar de las hostias, de las caídas y los desastres iniciaron el fin, o finalizaron el inicio, solo quedaba huir de aquella playa en la que la arena quemaba, se convertía en fuego y al mismo tiempo en agua, una superposición se iniciaba, el cielo estaba oscuro mientras se aclaraba, la luna iba subiendo mientras el sol se iba abriendo, el mar iba bajando mientras la marea se abrumaba y la sombra que tan pronto estaba riendo, como mil lágrimas derramaba, se deshacía al cantar de las hojas, movidas por nada, por todo, por una tormenta que se acercaba. De que serviría correr, si en verdad todo era luz, si el sol cegaba y los pájaros atronaban los oídos con sus cantares, de que serviría huir si todo estaba dentro, cuando el mar estaba en calma, cuando el único trueno que había era el de su espalda, el viento no movía hojas, tan solo era cabello y las gotas que caían no eran más que lágrimas, que rozando las mejillas caían al mar abierto y esos eran los secretos que a los cuatro vientos desvelaba sola el alma. La tormenta que crecía en un cuerpo oscuro, decantado por la vida, por los sueños defraudados y tan locos como la cabeza, tan dolidos como el corazón que dictaba un último suspiro mientras caminaba a mar a dentro, mientras derramaba todos sus secretos, era esa tormenta que nadie sabe dónde estaba, pues solo se escuchaba, era ella con su risa, que la alejaba.


Calma.

Por: Eironeia. De: pensarpuntocom.blogspot.com

Dudo que alguna vez lo hayas observado. No mereces contemplar el maravilloso espectáculo en el que el poderoso mar y su eterno enemigo luchan. Desde la altura, uno de los soldados del cielo arremete contra la superficie salada aparentemente en calma. Destello. Calma. Un contraataque consigue alcanzar a una víctima la cual exhala su último sentimiento de dolor en un grito desgarrador y homicida. Mar humilde e inocente no es capaz de soportar la culpabilidad de haber herido a una de sus hijas. Le devuelve la vida con un respiro en vapor de agua gestándose hasta condensarse. Cielo se descarga, se debilita. Al fin, la rendición y la esperada calma. El sol hace de mediador y los reconcilia. Hasta la próxima emboscada. Me abrazas y soy capaz de adivinar en tus ojos el mecanismo activo de reflexión tras nuestra propia tormenta, en palabras. Me das la razón con un frío beso que sella cualquier ánimo de discusión hasta la próxima descarga. El brillo del sol en tus ojos me adormece. Calma.


Tormenta.

Por: Gwen Smith. De: storyofgwen.blogspot.com

Me sumo en este vacío que me atormenta, que parece blanco al principio, tanto que deslumbra y te crea confusión. Te vas acogiendo bien, dado que parece tan cálido que seguramente puedas estar a gusto y tranquilo durante bastante tiempo. Pero me he ido sumiendo demasiado, todo se ha vuelto oscuro, y no diré “¡eh, socorro! Que tengo miedo a la oscuridad”, como si pensase que me están esperando los monstruos en algún lado de esta inmensidad, pero joder, que alguien venga a encender la luz, que no veo el camino y tal vez tropiece con algo, empiece a caer, y luego no quiera levantar. Así que me dispongo a seguir avanzando, pero la oscuridad me ha cogido de los tobillos. Lo sigo intentando, con mucho esfuerzo, aunque cada vez cuesta más avanzar y el peso se hace mayor. Y de repente empieza a llover, empiezo a llover, como si fuera un barco en mitad del océano y comenzase la tormenta. Perdida en mitad de la nada, a merced de las olas, cada vez más violentas a causa del temporal. Y caigo rendida, me arrodillo en el suelo en mitad del vacío, haciéndome un ovillo para no perder más pedazos de mí. Pero me quedo sin aliento y sin fuerzas para recoger los escombros que ha dejado la tormenta.


Perlas.

Por: Elizabeth Romero. De: spreadyourwingsdreaming.blogspot.com

Tres de febrero y no sé de ti desde Nochebuena. Y la verdad es que no me da igual y me arrepiento de no haberte retenido y pedirte que te quedaras un poco más. Y no sé qué es lo que extraño de ti, porque cuando no hacíamos el amor, sólo peleábamos. Y gritábamos. Y arrojaste un plato y perdiste el control. Esa vez se sumó otra piedra a mi colección. Un zafiro, bonito. Mi favorito, hasta que le diste un significado diferente. No te cases con perlas, bromearon. Pero creo que debí hacerlo, para así, por lo menos llorar y callar, y no sólo callar. Que tragarse esto duele tanto que mi garganta comienza a inflamarse. No sé por qué te extraño si junto a ti fui miserable. Quizá me gustaba serlo. Quizá contigo. Quizá por ti. Y no es amor porque nunca lo hubo. Lo supe al decir acepto y ya era tarde, o no. En Nochebuena te abandoné, hediondo. Apestabas a sudor y licor, y tu aliento olía a vómito. Te dije que me iba e intentaste detenerme. Por poco cedo, por un momento pensé que sí había esperanza; que el amor sí existía. Hasta que gritaste, arrojaste la botella y perdiste el control.


Tormenta.

¿Qué es tormenta? Tormenta eres tú y soy yo cuando nos juntamos y no saltan chispas, rugen truenos. ¿Qué es tormenta? Tormenta eléctrica en mi pecho cuando tus manos heladas acarician mi espalda como el viento. ¿Qué es tormenta? Tormenta son mis miradas de relámpago y mi lluvia de besos que recibes sin paraguas ni chubasquero.

Eso es tormenta, nosotros.

Por: Lena S. C. De: enelinteriordelena.blogspot.com


De cómo matar a un ser humano sin dejar rastro.

Por: Belén Macía. De: primaveraaflordepiel.blogspot.com

No me dejabas volar si la pista de aterrizaje no era tu piel. No podía crear nada que no fuera un camino de rosas para cada uno de tus pasos. No podía ser nada que no fuera la sombra de tus logros. Debía seguir el ritmo de tus días, daba igual que mis piel se hundieran en el fango, que las palabras de advertencia se me hubieran enredado entre las piernas y no pudiera caminar. El escenario de mi vida no era más que el telonero de la tuya. Debía seguir avanzando al ritmo de tus pasos. Me ahogaba en un mar de dudas, y regaba mis heridas y lloraba mis fracasos; menos mal que cada noche tú me hundías en un mar de certezas, recordándome que todo era culpa mía. Menos mal que te tenía, que después de cada bala atravesándome el orgullo, tú reías; me arrancabas la bala de mis entrañas y volvías a disparar. Menos mal que tú estabas y que me dabas el derecho a respirar. Gracias por enseñarme a permanecer en silencio para que no pudieras utilizar mis propios sentimientos como arma, contra mí. Me ahorré mucho dinero en espejos, gracias a ti; y muchas horas inútiles arreglándome. Qué más daba, hiciera lo que hiciese yo no iba a entrar en una sala y que hasta el aire se detuviera. Yo no tengo los ojos azules ni las caderas estrechas. Tonta de mí por pensar algún día que mis piernas pudieran llevarme a alguna parte; menos mal que estabas tú para acoger mis escombros entre tus sábanas. Gracias por no dejarme mirarme nunca enfrente de un espejo, para que no viera en lo que me había convertido, en lo que me habías convertido. Nunca me regalaste flores, pero te ocupaste de que no me faltaran espinas; y qué bien hacías en guardar los pétalos para alguien mejor que yo. Al fin y al cabo, tan sólo era una estación de transbordo, un poco de calor, un motel en mitad de una autopista: que no se te ocurriría parar pero, en caso de necesidad, ahí te metías. Lo mucho era poco y lo poco no era nada; y así con todo. Dejé de llorar, porque no te gustaba lo que pensaran los demás; no le sonreía a la vida, porque tenías miedo de que me vieran feliz y me apartaran de tu lado. Enterré mis sentimientos y, tras muchos meses, mi amor por ti. Desmembré de mala manera cada una de tus palabras y las oculté bajo tierra para que nunca más les diera el sol y nada volviera a crecer en esa tierra estéril. Le puse un par de flores muertas encima porque, algún día, en el descanso entre cada paliza emocional, me hiciste feliz.


(Post) Tormenta.

Por: Rose. De: www.facebook.com/rosa.comoosas

¿Sabes eso de que después de la tormenta viene la calma? Pues es mentira. Una de las tantas que nos cuentan entre sonrisas falsas y frases hechas. No lo tengas en cuenta. A nadie le gustan las noches de verano cuando truena. Pero a veces… ¿Sabes qué viene después de la tormenta? Después de la tormenta viene la desolación de ver cómo tras explotar en mil pedazos, no puedes evitar pisar los cristales. Se te clavan. Como un cruel recordatorio de lo que aún queda por limpiar. Pulsaste el botón de autodestrucción antes de comprobar el de reinicio. La respiración pesa. Los sentidos se apelmazan en las heridas abiertas. Esas que todavía no has tenido tiempo a curar. Esas que sabes que ya no lo harán. Después de la tormenta viene el cansancio. Gastaste todas tus energías en arrasar. Y acabaste con todo lo que encontrabas a tu paso. Y declaraste la guerra sabiendo que no podías ganar. Le diste la vuelta a la Luna para ver qué era eso que se empeñaba en ocultar. Le dijiste a Atlante que podía dejar de sostener la Tierra. Que no merecía la pena, ya. ¿Realmente quieres saber qué viene después de la tormenta? Después de la tormenta. Llega la Nada.


Tormentas imposibles.

Por: Miss Carrousel. De: lalluviadenoviembre.blogspot.com

Una vez, después de hacer el amor durante cinco horas (sí, cinco, seguidas, porque nunca nos gustó demasiado tomar aire), me robaste la manta y antes de que pudiese protestar, me confesaste por qué adorabas hasta la última esquirla de mi rebeldía. Solías decirme bajito, que mi sonrisa tenía tantos amperios que el mundo se agarraba a ella. Y que nunca me soltaría, que nunca me soltarías. «Me gustas porque eres una tormenta». «¿Por qué una tormenta?» «A las tormentas hay que abrazarlas mucho para que sean arcoíris. Así eres tú».

Aún hoy no he logrado olvidar el tono que utilizaste en aquel instante. Podrías haber escogido cualquier otro. Pero sonó ése. Fue como si el verano hubiese llegado a tu voz; mientras que mis oídos se daban un chapuzón en tus playas sin escalera de emergencia. Desde aquella noche no volviste a mencionarlo y yo no volví a preguntártelo. Hasta las doce y cuarto del cinco de enero de dos mil quince. Fue un día que caía el chaparrón del año y nosotros estábamos discutiendo en el coche. Un día cualquiera para la humanidad. No se estrellaba ningún avión, no se acababa el mundo, la gente seguía muriéndose de hambre y de cáncer. El ébola estaba de moda y algunos también se morían de amor. Un día que pasó a desaparecer en todos los calendarios que compraba. Un día que se tomó vacaciones y no volvió por aquí. Un día que ya no despejaba. «Me despido porque eres una tormenta».

No podías continuar a mi lado porque yo era una tormenta. Porque era tan fuerte, tan fuerte, que te dolía. Al principio sólo se me ocurría gritarte que qué puta excusa era esa, que si creías que yo era imbécil o qué coño estabas diciendo. Callabas. Callabas y me observabas sin pestañear. Te refugiaste en tus hombros como si con tus gestos quisieras murmurarme un «¿Ves?». Pero no decías absolutamente nada. No lo decías porque sabías que yo lo sabía. Y que nunca cambiaría. Tú querías guerras de arena y limpiarte hasta las orejas después, toallas empapadas después de un baño, pies sin calcetines y helados de coco y limón. Yo odiaba el limón. Y aunque tus silencios fuesen agostos, en alguna parte del mundo yo estaba siendo tormenta. Haciendo de las mías, insinuabas. Devastando árboles, demoliendo vidas, felices, inundando sonrisas. Las tuyas. Yo estaba condenada a avasallar todo cuanto se cruzaba en mi camino y tú… regalabas grados centígrados a tu alrededor. El último portazo fue el testigo que presenció cómo tus labios pronunciaban esa palabra que tanto me hería y que tanto te suplicaba que no, que no colocases ese adjetivo entre nosotros. Que nosotros éramos. Nunca así. Por favor, no. Cualquier cosa menos eso. «Imposible».


Fuimos… imposibles. Imposible quererme. Imposible abrazarme sin ahogarte en mis lluvias torrenciales. Imposible la llegada del verano. Imposible porque destruía todo con cada uno de mis tornados y ya no podías soportarlo más. Nos vemos en otra vida. Tú sigue con esa cara de Agosto. Yo seguiré tan Tormenta. Como siempre.

Ilustración por: Nube de cartón. De: lalluviadenoviembre.blogspot.com


Tormenta.

Antes de ti, lloraba para dentro. Y aunque soy buena nadadora, me ahogué en mi misma. Hasta que llegaste tú, con los días dorados de tormenta y aprendí a llover, a llorar para fuera. Y desde entonces las cosas me afectan más, pero sufro menos.

Por: Jara.


Fiel odiador de las tormentas se enamora de una de ellas.

Por: Sof. De: cafescalientesycorazonesfrios.blogspot.com

Siempre me habían asustado las tormentas. Cuando era pequeño me ocultaba entre un mar de sábanas y mantas esperando a que el ruido acabase, a que aquella luz furtiva dejara de colarse ocasionalmente por la ventana. Con el tiempo crecí, y comprendí que lo que más llega a dañarnos no está fuera, no tiene forma de tormenta ni de pistola, sino que se encuentra en nuestro interior, que forma parte de nosotros mismos, pero ni aun así dejé de temer a las tormentas. La profunda melancolía que me inspiraban y la cantidad de veces que pasé llorando frente al frío cristal mientras las nubes tronaban al otro lado de él me impedían ver todo aquello como lo que era, un simple fenómeno meteorológico más. Y así siguió pasando el tiempo, sin pausa, entre miedos y tormentas, hasta que llegó ella y rompió todos mis esquemas, poniendo mi mundo patas arriba. Yo, fiel odiador de las tormentas, estaba dejando entrar a una personificada en mi vida, y contra todo pronóstico me encantaba. Sus gemidos eran mis truenos, irrumpiendo en el silencio de la noche como la más estrepitosa de las tormentas, pero también lo eran sus gritos de enfado, esa furia que se apoderaba de ella, aunque nunca durara demasiado. Y los rayos, los rayos eran sin duda sus palabras. Todas y cada una de ellas. Desde un "pásame la sal" a un "quiero que nunca te separes de mí", pasando por todo tipo de frases, de risas, de llantos, de rutinas compartidas, de un "nosotros" formado por el chico que desde pequeño ha temido a los truenos y relámpagos y la chica que es una tormenta en sí misma.


Tormenta.

Por: Mónica Ortiz. De: asolasconunritmoo.blogspot.com

La niña interior que me habita se ha puesto de huelga por que le he quitado el paraguas en plena tormenta eléctrica. Lo que no sabe es que quiero que baile, como si fuera la primera vez que prueba el agua. Que vuelva a nacer y a convertirse. Que caber en una talla 32 o que se hayan comido sus entrañas y no sienta nada, pase a segundo plano. Ha ido al parque donde no quedamos a girar con las manos en cruz, dice que el vértigo está vez se lo pone ella. Que es su musa y artista a la vez, aunque sólo sea un conjunto de líneas mal formadas. La tormenta no cesa, mira que siempre había querido vivir en una, por eso de tener siempre el flequillo alborotado, pero sólo ha conseguido vivir en nubes pasajeras, constantemente. Menos mal que le queda el mar, y la sensación de miedo. Tiene un triángulo de lunares en la cara, dos cardenales en las rodillas y 'pocas tetas para tanto corazón' Nunca le ha gustado que la besen pero una vez sintió como se construía una casa cuando le besaron en el remolino de la cabeza. Sintió toda aquella madera, el bosque en Alemania con el que siempre había soñado y un montón de animales pegados a la chimenea. Ahora tiene gripe. Y para que engañarnos no me hizo falta quitarle el paraguas porque ella ya lo había partido.


Tormenta. Por: D. Nadie. De: celesteazulcielo.blogspot.com Hoy siento que debo escribirte por el dolor. Ojalá alguien entienda algún día lo que significó para el mar perder su Luna. Ojalá alguien te viera y te dijera lo bonita que estás con tu falda color gris y tus tacones tan negros como tu luz, tan despeinada tomando el café de cada día. Ojalá alguien entendiera que la tormenta de fuera no se complementa con tus sentimientos, que eres tú la que debería estar cayendo entre gotas, rayos y truenos desde el cielo que alguien algún día te alzó. Con alas, extendidas de par en par, como las cortinas de aquella mañana después de follar toda la noche. Las que nunca más se abrieron. Las sábanas que no se mojaron más de tu sudor. Ahora se mojan, pero de lágrimas. Ojalá alguien algún día entendiera que ya no sientes la lluvia, que sólo te moja. Ojalá alguien algún día entendiera que mojarte bajo la tormenta ya no limpia tus heridas, sólo te corre el rímel que ya no te pones. Y qué jodida la vida. Y qué jodido el que te entiende. Pero qué sabrán los demás de mojarse, si no te han visto llover. Sin sus brazos. Ojalá alguien algún día entendiera que, lo único que puede calentarte ahora, es el vapor del café derramado sobre tu falda. Y tu fría tormenta. Ojalá alguien algún día entienda que, por más que te levantes cada día, las olas no serán las mismas, si su Luna no aparece otra vez en tu cielo.


Tormenta. Por: Vorágine. De: lasvoragines.blogspot.com recuerdo cuando te frotabas las manos para que entraran en calor y te tapabas con ellas la boca para calentarlas con tu aliento, y sólo observaba en tu rostro esa mirada que quemaba tanto, que hacía olvidarme de diciembre y su nieve tras la ventana. sé con seguridad que sonreías, aunque no pudiese ver tu sonrisa, pero sé que lo hacías. y yo me sonrojaba y me recogía el pelo en un moño alto. te encantaba que me peinara con los dedos y que tuviera los brazos en alto porque así aprovechabas para rodear con los tuyos mi cintura. y mi cuerpo se acoplaba al tuyo con tal perfección que no parecíamos piezas separadas. bailamos lentamente. movemos los pies con cuidado. me fijo que tu sonrisa sigue ahí, que no se ha ido. tus manos arden en mis caderas y poco a poco me vas girando hasta que estoy espaldas a ti. recuerdo la paciencia que tenías al quitarme la ropa, con qué fragilidad desabrochabas cada botón y cómo rozaban tus yemas mi piel. sé que en parte te calentabas las manos para desnudarme, aunque tu mirada ya hubiese hecho parte del trabajo. y una vez hubieses vestido el suelo con mis prendas, me tumbabas en la cama bocabajo. y aunque nunca lo hice, esta vez agradecí de que las sábanas estuviesen tan frías. la habitación estaba llena de silencio, incluso los copos de nieve se posaban en el cristal con cuidado. podría estar sola, pero escuchaba tu respiración de fondo y la calma me invadía. chirría la cama cuando colocas tus rodillas sobre ellas, dejas que vuelva el silencio y lo vas rompiendo con cuidado cuando te pones encima de mí. sigo tumbada bocabajo mirando a mi mano derecha que está a la altura de mi cara. acaricio las sábanas, por si hubiese un resquicio de frío durmiendo en ellas. y de pronto veo que colocas tu mano sobre la mía, y la dejo quieta. entrelazas tus dedos por los huecos de los míos. me siento invencible. noto tu aliento en la última vértebra de mi espalda, tus labios se acercan a mi piel y es como si cada vez tuviera más cerca los infiernos. dejas tu boca ahí, estás quieto, todo me arde. me acostumbro al fuego y me besas. me quemo. tus labios suben tan lentamente por mi espalda que apenas podría ser perceptible. pero los escalofríos huyen de tu boca y se quedan pegados a mi piel, que se eriza con cada beso que das. piensas que es buena idea rozarla con tu lengua para hacer calmar los escalofríos. y siento mi piel húmeda por la mezcla de tu aliento y saliva. y llegas a mi nuca y dejas ahí el beso más largo de toda la noche. poco a poco dejas caer tu peso sobre mi cuerpo. tus dedos siguen abrazando los míos. no sólo la lluvia empapa los huesos. tú mismo creaste una tormenta sobre mi cuerpo. estoy calada.


Letras con forma de trueno. Por: Aida. (@waltzz__ en Instagram.) A veces pienso en el cielo como si fuera algo que se pudiera alcanzar. A veces pienso que él nunca nos toca a nosotros. No. Soy yo la que le rozo cuando me hacen flotar en una cama. Soy yo la que lucho por poder sentirme como un pájaro en medio del cielo de Madrid. Lleno de contaminación. Como la cabeza. Como la cárcel mental que creamos de nosotros mismos. Porque el problema viene cuando ya no eres la cárcel que guarda al monstruo. No. El problema viene cuando te conviertes en el demonio. Y le alimentas. Le das batallas en las que sabe perfectamente que ganará. Batallas y balas. Todas contra ti. Entonces llega un domingo, miras por la ventana y te pones a llorar. Y te masturbas. Mientras tanto suena cualquier canción que te hace recordar que hace aproximadamente un par de vidas, sí fuiste feliz. Fuiste feliz porque alguien consiguió apartar de ti todas esas voces que te empujaban hacia la lava. Te quitas los pantalones. Después las bragas. Y todo empieza a fluir. O a doler. Quién sabe. Te repites una y otra vez que la vida no es una persona. Que tu propia vida la tienes que crear tú. Que tienes que poder matar las voces tú. Pero cada vez se hace más difícil. Todo empieza a llenar de luz. De la que te deja ciega y duele más que la propia oscuridad. Entonces te metes los dedos. Hasta el fondo. Y lloras. Lloras tan fuerte que las lágrimas brotan hasta de las puntas del pelo. Te corres. Te tiras a la cama. Y ya no lloras. Qué va. Te pones a escribir, que es mucho peor. Te pones a escribir que es mucho peor estar sola un domingo que estar acompañada y llorar. Porque sí, llorar con alguien es bonito. Sobre todo cuando sientes cómo te va curando. Joder. Te cura con solo respirarte un poco. Encima. Te da aire. Y mientras tanto, ahí fuera. Sólo hay lluvia. Los árboles gritan que no soportan más caídas.


Los niños chapotean los charcos. Dos pobres enamorados se comen el miedo en un portal sin saber que seguramente dentro de un par de vidas, ese portal sea una cárcel por la que uno de ellos tenga que pasar todos los días y otro sólo cuando quiera volver a sentir aquella paz. Sé que hay lugares que por mucho que intente traspasar, van a acabar acribillándome. Bancos, canciones, trenes. Todo absolutamente hablándome de alguien. Todo nos habla de alguien. Y así va un poco esto. Escribir cuando sabes que va a doler. Para curarte. O curarte sabiendo que jamás vas a conseguirlo del todo. Entonces, miras el reloj, ves que son las 9 de la noche. Que ahí fuera ha empezado a tronar. Que tú estás con las bragas por el suelo y la almohada más empapada que la carretera. Y no se te ocurra otra puta cosa que escribir. Porque no. Lo peor no era la tormenta. Lo peor era intentar nadar en el agua sin contar que puedes toparte con bancos, árboles o charcos llenos de barro. Lo peor no era llorar. Lo peor es escribir después de hacerlo. Lo peor… es que te guste ese dolor que supone echar de menos. Lo peor es adorar la lluvia. Pero no sabes nadar. Entre tu propia mierda. Mental.


Tormenta. Por: Lorena. De: voyahacerterecordar.blogspot.com Ayer el médico me dijo: "Lleva usted una tormenta enorme en el pecho, duerme en una postura muy peculiar y tiene los primeros síntomas de que se está empezando a enamorar". Me quedé asombrada de cómo alguien tan desconocido pudo descoserme el pecho en un par de minutos para saber lo que llevaba dentro. Os voy a confesar una cosa, no hay persona que más me odie que yo misma y sí, eso es una tormenta enorme, la peor de todos los tipos que se pueden tener, literalmente hablando. Poco a poco, vas queriéndote menos, cuidándote menos, echándote de menos y de más, haciéndote invisible de una forma caótica, comiéndote un poco menos los amaneceres, viviendo en el pecho de otras personas más que en el de tu madre, llorando más tras los cristales del coche que delante de alguien. Y pasa. Pasa que la tormenta de la que os hablo, de la mía, acaba 'descargando' en cualquier momento y todo lo que había conseguido construir, acaba en la mierda. ¿Sabéis que las tormentas desembocan en una inestabilidad caracterizada por lluvias, vientos, relámpagos, truenos, rayos y granizos? Pues cambiad todos esos fenómenos meteorológicos por una inestabilidad caracterizada por lloros, media respiración, insomnio, ira, decepciones y miedos. Las tormentas son tan repugnantes y tan bonitas que ni sales de casa para que un par de gotas te den la hostia porque ya te la das tu sola, una tras otra. Y esa fue la tormenta que creé en mí, poco a poco, sin quererlo y sin saberlo. A veces, más que tormenta, lo llamo autodestrucción.


Tormenta. De: Mareasons.

Competir con el cielo y acabar perdiendo. Y menos mal. Nunca he querido ganar por llorar más. A las tormentas hace tiempo que me las tomo como regalo personal. Nada me hace sentir más viva. Nada me hace sentirte tan olvidado. Las admiro por saber arrasar, mientras yo sigo tomando apuntes y marcando fechas en mi calendario.

¿Sabes? Me recuerdan a ti, que llegabas haciendo ruido y demostrando intención de quedarte. Me desnudabas las dudas y me despojabas del mundo. Me hacías creer que venias por mí, y no a por mí. Me arrasabas y luego te ibas de puntillas, disimulando. Y yo, desorientada, pensaba que volverías. Pero siempre tardabas y te llamaba, desesperada. Después de un tiempo entiendes que no te pertenecen. Siempre prometen volver pero nunca se quedarán. No le puedes pedir cita a una tormenta. Me dejaste una secuela. Yo prefiero llamarla "síndrome tormenta": consiste en sonreír mucho por fuera mientras te hundes por dentro tanto que, el agua, se desborda por los ojos. Por eso, me desvivo por las tormentas: son las únicas que saben erizarme la piel, tan bien como lo hacías tú.


Fuego en el estómago. Por: Đamte. De: funambulistadecometas.blogspot.com Eran dos bandidos sin leyes ni nombres. Bonnie y Clyde arrojados en el ojo del huracán. Dos pequeños insectos bajo la tormenta que está a punto de estallar, dos ratones atrapados por la ratonera, Piolín versus Silvestre. Las pistolas eran el leit motiv de todo, de sus vidas, de la guerra, de la habitación en la que iban a morir. Les ofrecieron, dijeron ellos, un trato justo: dos pistolas, una para cada uno, y al que sobreviviese le dejarían marcharse sin pagar ningún otro peaje. Querían hacer que ellos también tuvieran sabor a tormenta en la lengua. Trato justo. Ah, pero ellos, esas dos llamaradas escondidas en cuerpos humanos, aunque no tenían ni orgullo ni principios, eran Bonnie y Clyde. Cazar tormentas con el cuerpo desnudo. Vivir con el cerebro ignorado. Chillar al cartel que te ruega silencio. Amor donde debería haber un latido. Goteras por donde tendría que hablar la conciencia. Giro, frenético, de una peonza donde habría que salir corriendo. Pupila ajena en lugar de perspectiva. Nubarrón en la lengua. Así que se sentaron a esperar el desenlace cogidos de la mano.


Entre tormentas. Por: icarina_juan. De: http://elmundodeicarina.blogspot.com.es/ Lo primero que hizo nada más bajar del autobús fue mirar al cielo. Aquellas nubes que habían venido acompañándole durante todo el trayecto se habían vuelto más y más negras. El sol a duras penas podía colarse entre ellas y la recién estrenada tarde se asemejaba ya a una noche cerrada de invierno. Comenzó a caminar con paso lento. El único que le permitía su avanzada edad. Aunque habían pasado muchos años y todo estaba cambiado, conocía palmo a palmo aquella pequeña ciudad en la que había nacido y en la que había vivido los primeros años de su juventud. Y mientras caminaba, se fue dejando llevar por los recuerdos. La casa donde nació, la plaza vieja de la Iglesia donde jugaba al balón con sus amigos. En una de las callejuelas hizo un alto en el camino y se detuvo frente a la pensión Anita. ¡Qué recuerdos le traía aquel destartalado edificio abandonado ya desde hacía décadas! Allí fue donde perdió su virginidad a manos de Nicoletta, su profesora de idiomas, y allí fue donde conoció a quien para él había sido siempre la mujer más bella del mundo: Rebeca. Sí, su Rebeca. Había comenzado a llover con fuerza. Pero fue un enérgico y ruidoso trueno lo que lo sacó de sus recuerdos. Se acicaló el sombrero, se atusó la chaqueta gorda de pana y trató de alcanzar la floristería de la esquina para resguardarse allí del agua. Mientras esperaba que escampase, se sintió embriagado por el aroma de las rosas y el colorido irrepetible de los tulipanes. Se acercó a la dependienta y le pidió que le hiciera un ramo. Con tres rosas rojas y seis tulipanes amarillos, por favor. Y póngales un lazo que son para un regalo, dijo señalando el cesto en el cual estaban las flores. Y póngale verde, señorita; mucho verde. Que el verde hace resaltar los colores, sentenció como si entendiera de ramos. Cuando tuvo el ramo en sus manos ya no le importó que la tormenta hubiese arreciado y que el agua que caía del cielo hiciese casi intransitable la calle. Él salió de la floristería con un único objetivo en la cabeza, aquello para lo que había vuelto al pueblo: ver de nuevo a Rebeca. Como pudo, atravesó la Calle Mayor y bordeando el Convento de las Redentoristas se dio de bruces con la librería que su amada regentaba desde que él se marchase a descubrir el mundo, sin haber tenido el valor suficiente para despedirse de ella. Se aproximó al cristal del escaparate. Libros nuevos competían por atraer las miradas con otros ya clásicos y de reconocida valía. Los miró durante unos segundos. Luego alzó la mirada para poder verla a ella. El paso del tiempo también había hecho que su vista se resintiera. No le quedó más remedio que pegar su cara en aquel cristal plagado de gotas de lluvia. Y allí estaba ella. Sentada en un viejo taburete y mirando hacia la calle, con aspecto melancólico. Se sintió feliz viéndola contemplar el caer de la lluvia. ¿O no sería que tal vez llevase una vida esperándole aparecer frente a aquel cristal? -¿Vas a darme las flores o prefieres dejar que la lluvia estropee del todo el ramo? –absorto como estaba en sus pensamientos, no se había percatado que ella, saliendo de la librería, se había detenido a escasos centímetros de él sin importarle la lluvia. -Rebeca… Rebeca… sigues siendo la mujer más bonita del mundo –balbuceó mientras estiraba sus brazos ofreciéndole las flores.


-Y tú el más malnacido de todos los hombres –replicó ella, mientras acercaba lentamente sus labios a los de él para fundirse en un íntimo y profundo beso. ****** -¡Cooooorteeeeen! –gritó el director-. Pese a esta tormenta inesperada, la toma ha sido buenísima. Con esta escena, hemos terminado el rodaje. El cortometraje ha concluido. Ha sido un placer trabajar con todos ustedes. Se escucharon unos aplausos breves y rápidamente los distintos trabajadores comenzaron a dispersarse, huyendo de una lluvia que por momentos arreciaba más y más. Aunque la del cielo no era la única tormenta del lugar. Los protagonistas de aquella historia inventada seguían besándose ajenos a todo. Otra tormenta, la de los sentimientos, estaba fraguando también en sus vidas una historia de amor. Sólo que había una salvedad, que esa historia de amor sí era real.


Tormenta. Por: Bagheera. De: trazadoresdesombras.blogspot.com -Sigo recordando lo que fue para mí aquella tormenta. -¿Ella fue la isla? -Ella fue el mar.

Tormenta. Por: Lisboa. De: nepilogue.blogspot.com Vuelvo al mismo sitio; como si mis pies no conociesen otro camino distinto a tu recuerdo, como si nos conociésemos de toda la vida, y ni tú ni yo, supiéramos estar juntos. Vuelvo al mismo punto en el que empecé, a encontrarme vacía e inmune a todo, con el corazón hecho un pedazo de piedra demasiado pesada para las manos de nadie. Vuelvo a reconocerme en los espejos, en las hojas cobrizas del otoño, y en las lágrimas que llegan justo después del orgasmo.


"TĂş y nuestras tormentas"

Por: Yaiza. De: imaginaydesea.blogspot.com

Tormentas. Y pienso en el mar. Pienso en caos, y pienso a la vez en paz. Tormentas, y pienso en nosotros, pienso en alejarte, y pienso a la vez en necesitarte. Tormentas, las nuestras. Tormentas, en nuestras almas, en nuestras pupilas; atrapadas en nuestros pechos, en nuestras costillas, sin salida de nuestras entraĂąas. Tormentas, las nuestras, que se ahogan y no rompen, que se ahogan y nos ahogan. Que nos mojan, nos empapan. Nos gritan. Nos sacuden. Nos embisten. Tormentas, las nuestras, que no rompen, que nos ahogan y nos rompen, que nos destruyen y nos estrangulan. Tormentas, en el mar de sentimientos. Pienso en odiarte, y no puedo evitar amarte. Tormentas, en las que termino con todo. Tormentas, en las que me asfixio y juego con tu recuerdo. Tormentas, y tormento.


Tormentamos. Jugamos a perdernos, a acabarnos, a consumirnos; jugamos a querernos, jugamos a odiarnos. Jugamos a ser tormenta. Tormentas, de los pedazos rotos, el viento llevándoselos, mi corazón abrazándolos... Tormentas, siguiendo el rastro de pedazos rotos. Los charcos de nuestra esencia. Los escombros de nuestros sueños. Tormentas. Y dueles, rompes, curas. Recomponiéndote, recomponiéndome, recomponiéndonos. Asfixiáis, rompiendo, tú y nuestras tormentas. Y juego a llorar desde las nubes, juego a explotar, juego a recuperarte, a ser tu tormenta, tu única tormenta. Tormentas, tú. Tormento, yo.


Cazador de Tormentas (y otros desastres). Texto e ilustración por: Martha. En: http://listography.com/MarthaLives/links/you_cand_find_me_here

Manual de un buen cazatormentas: Búscalas, localízalas, persíguelas. Y jamás de los jamases se te ocurra erradicar una del todo sin haberla contemplado y admirado previamente. Hay seres que rastrean y exterminan tormentas toda su vida, convirtiéndose en auténticos mercenarios. Y no se dan cuenta de que hay tempestades con complejo de hidra, que no harán más que multiplicarse indefinidamente si no se aprende del proceso.

Érase una vez un apasionado Cazador de Tormentas al que no se le escapaba ni una. Era astuto, rápido y ágil, y amaba su trabajo, para el cual parecía haber nacido. Porque no se dedicaba a limpiar los borrones del cielo, y de las personas, sino que los coleccionaba y almacenaba como tesoros en su estantería. Estaba obsesionado con ellas: había aprendido a dominarlas, en lugar de destruirlas. El Cazador era temido y admirado a partes iguales por aquellos que lo rodeaban. Su trabajo era prodigioso, pero no comprendían cómo no se oscurecía envuelto entre tanta tormenta. Se decía que de tanto perseguirlas, e incluso adquirir con toda su buena fe aquellas que abrumaban a los demás, su corazón se había convertido en una. Y él ni siquiera se daba cuenta. Porque el Cazador ignoraba los comentarios. Era feliz, y sabía que ayudaba a los demás. ¡No entendía por qué no veían que así todo el mundo podía quedar contento! Pero un aciago día ya entrado el otoño el Cazador se enfrentó a la tormenta más destructiva de toda su vida, y comenzó un proceso que logró desintegrarlo desde dentro. Aquella noche lloró relámpagos y los truenos de sus gritos retumbaron en las paredes. Y su cuerpo, demacrado por la profunda tristeza con la que no supo combatir, quedó a merced de sus monstruos de por vida encadenados, ahora liberados. Porque el que desarrolla apetito por cazar tormentas solo, se verá devorado por ellas. Y su corazón se desfigurará hasta mutar en una propia.


La última vez que estuve enfadada me duró la tormenta tres días, cuatro noches y cientoviente horas. Por: Maibaik. De: maibaik.blogspot.com Empezó un miércoles que abrí los ojos y, para mi sorpresa, se habían escondido las pesadillas: Una semana entera cargando un puñado de malos sueños y, de repente, vuelve quién nunca se fue y se los lleva. Esa mañana me vestí con un color que no era el suyo aunque lo fuera y quise que todo el año fuera otoño, aunque otoño era tantas cosas que decidí cruzar en rojo. Rechacé unos buenos días porque sólo eran palabras, pedí auxilio en un vano intento de volver al lugar donde nunca debí llevarte. Tampoco apareciste entonces y apagué mi llanto con el suyo. El segundo día de tormenta fue jueves, y seguía sin llover. Hacía poco me había comprado un chubasquero rojo para los días felices y ahí seguía en el armario, muerto de la pena. Le eché la culpa de mi nube a los telediarios, a toda la violencia de fuera para justificar la de dentro, a toda la pena y la rabia y la falta de valor y de valores para no tener que reconocer lo que ya reconocí cuando daba menos miedo, para no tener que tomar una serie de decisiones que sólo tenían una opción como la adecuada. El último día de tormenta duró un fin de semana entero y habría vendido mi vida a cualquier cualquiera por quedarme a vivir en todos y cada uno de los enfados y discusiones absurdas. Fingí no saber que me necesitaban en un vano intento de camuflar el miedo con orgullo y fui kamikaze superviviendo con aquello que quitaba más vida de toda la que me daba, muy a mi pesar. Pero a ver cómo le explico a todos los entendidos en la teoría que no necesito perder ciertas cosas para saber que las tengo sino para aprender a aprovecharlas. Como esas veces que a mitad de la película ya sabes cómo va a acabar, y al final aciertas. La última vez que estuve enfadada duró la tormenta, hablando en cifras, demasiado. Y ya sé que no elegimos qué tormenta va a calarnos hasta los huesos pero es que yo la vi venir y salí desnuda a recibirla, bendita pulmonía del después.


A ti, que nadie te ve como la humana que me falta a mí. Por: Sab. De: dobledecafe.blogspot.com Espero que sigas bailándoles las aguas a todos esos niñatos insolentes que solo te quieren por todo eso que sabes hacer con tu cuerpo en la cama. Espero que sigas pateando las latas vacías con tanta rabia como la que te infundía ver corazones colgando de unas manos ajenas. Espero que sigas tropezando y besando y lamiendo las mismas heridas que nunca te cicatrizas. Espero que sigas siendo la hija virgen del diablo, que muerdas cuando beses, que beses cuando te despidas y que nunca digas adiós. Espero que sigas conservando la cazadora de cuero, los tacones del 39, el carmín rojo fuego y las ganas de bailar hasta que se acabe tu propio mundo. Espero que sigas siendo eso con toda la humanidad que a mí me falta, y que sigas sabiendo cómo darme la mano para convertirme en soga y revivirme. Espero que no te hayas olvidado de reír cuando todo el mundo llora, de convertir la lluvia en lágrimas y el sol en fuego. Que todavía puedas quemar cuerpos enteros con solo una mirada de odio. Que tengas bien cerrado el bote en el que escondes todas las almas que robaste. Espero que no hayas olvidado ni un solo paso de baile de esos que hacen tus dedos cuando conviertes un trozo de papel en todo un universo. Espero que sigas acariciándolo todo con los pies descalzos, que te recojas el pelo con dos vueltas de coletero, que te descoloques los moños, que nunca te escondas, que llores hasta desgarrarte y que olvides todos los males grabados en la piel de tus caderas. Espero que sigas pintándote la cara con las cenizas de todas tus víctimas, que te guste el olor a sangre, que juegues con los órganos vitales de quienes no son humanamente humanos. Espero que sigas siendo toda la tormenta que nadie ve que eres. Porque te espero.



ILUSTRACIONES.

Artista: Nube de cart贸n. De: lalluviadenoviembre.blogspot.com



FOTOGRAFร AS.

Imagen por: Jairo Arrรกez. http://www.jairoarraez.es/


Imagen por: Acacio Miradas. latardeseinclina.tumblr.com


Imรกgenes por: Acacio Miradas. latardeseinclina.tumblr.com


Imagen por: Acacio Miradas. latardeseinclina.tumblr.com


Imagen por: Chica Polar. [@martashadows_ en Twitter]

Imagen por: Lucy Winterlight. En: http://cargocollective.com/lucywinterlight


Imagen por: J. Collado. (@destroyinurmind en Instagram.) De: https://www.flickr.com/photos/jorgecolladovellisco



GRACIAS.


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