Crónicas de un camello & Cía.

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Caride, Elena Crónicas de un camello & Cía. - 1a ed. - Buenos Aires : Sagepe Editores, 2010. 128 p. ; 20x14 cm. ISBN 978-987-23521-9-6 1. Evangelizacion. I. Título CDD 266 Fecha de catalogación: 31/03/2010 © 2010 SAgEpE Editores www.sagepe.com.ar ventas@sagepe.com.ar Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción es penada por las leyes 11.723 y 25.446. Edición general: Sandra pedace Corrección literaria: Laura Bermúdez Diseño de portada: Natalia Davidian Todas las citas Bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia , Versión Reina Valera 1960, salvo que se indique otra versión. Usadas con permiso. Se imprimió en Abril de 2010 en: ghione Impresores Buenos Aires, Argentina www.ghioneimpresores.com.ar Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 Libro de edición argentina.


Cr贸nicas de un Camello & C铆a.

ElEna CaridE EDITORIAL

SaGePe



En esta maravillosa obra, Elena Caride comparte su experiencia y su corazón ante una necesidad tan imperiosa como es cumplir la gran comisión y “hacer discípulos a t o d as la s n a ci o n es ... (Mateo 28:19b) -aún en el mundo corporativo y de los negocios debemos hacer discípulos. A través de CRONICAS DE UN CAMELLO recibirá estrategias inspiradas y experiencias perceptivas que le abrirán los ojos a una realidad desconocida o ignorada: las personas de recursos también necesitan de Dios. Elena ha recorrido ambos mundos y en esta historia alegórica nos invita a acercarnos para servir a aquellos que aparentemente no necesitan nada, pero que tienen la necesidad más grande, la revelación de quién es Cristo y que Él vino para salvarnos y redimirnos, llenando el vacío de nuestro interior. Desde que conocí a Elena Caride en la ciudad de Salta, al norte de Argentina vi la mano de Dios sobre su vida y en ella una sensibilidad a cumplir con el mandato divino para su vida. Se que este libro será de bendición sobre su vida. R v d o. O m a r Ca b r e r a Jr . p a s t o r p r in c ip a l Ig l e s ia V is i ó n de F u t u r o El contenido de este libro es francamente inédito. Elena Caride nos transmite una profunda revelación sobre el significado de las palabras de Jesús al referirse a los camellos. por años la iglesia acogió a las ovejas, pero discriminó a los camellos. Los ricos, los poderosos, la gente de posición encumbrada, no tenían entrada al reino de los Cielos. Más bien merecían el castigo del infierno, como compensación por el bienestar que habían disfrutado en esta vida. Qué oportuno este libro. Nos muestra que el amor de Dios es más amplio que nuestros paradigmas. El Señor está dispuesto a que, tanto ovejas como camellos, puedan entrar por la puerta de la salvación en este tiempo de restauración. La letra y el espíritu del texto nos presentan un mensaje de paz y reconciliación en medio de una sociedad encrespada en los conflictos de clases. En la iglesia no hay segmentación posible, y Elena nos inspira a la práctica del amor y la cooperación entre personas con perfiles y dones diferentes. Recomiendo con entusiasmo que las ovejas lean este libro y vean a los camellos con simpatía. Me comprometo a difundir esta obra entre mis amigos camellos para que se enteren de las excelentes noticias que hay acerca de su futuro. D r . R a f a el p ed a c e Co n t a d or p ú b l ic o – U B A CE O d e T o do m ú s ic a S .A . p a s t o r Ig l e s ia U n a V i d a M e jo r


En este tiempo de iglesias encerradas en sus actividades, de pastores y líderes en su mayoría con poca capacitación, con formas casi sectarias de presentar el trabajo evangelístico y de crecimiento, es refrescante saber que existen nuevos recursos por adquirir y experimentar. Cuantas veces les miramos la joroba a los camellos e intentamos ganar sus recursos antes que sus personas y casi en forma inconsciente formarlos en la misma fila de las ovejas. Dios p r eparó todo bien, a las ovejas para estar “adentro” y a los camellos para aprender a salir “afuera”. Al dar los cursos de liderazgo y entrenamiento, muchas veces me encuentro con gente tipo camello y en todos los casos me he gozado en ver cómo he tenido que aprender las mismas verdades desde otro punto de vista para llegar a sus mentes y corazones. Siempre estuvieron ahí, pero ahora es el tiempo de aprender a estar con ellos, y enseñarles en amor a pasar por el ojo de la aguja. gracias Elena por tan sensible material. Disfruté su lectura y mi anhelo es ver cómo ponerlo en práctica. L ic . H éc t o r Ca r lo s D ía z T r a in i n g p ro


CONTENIDO

Sobre mí……………………………………………… 11 Introducción…………………………………………. 17 prefacio………………………………………………..21 pART E U NO : El ojo de una aguja…………………………………. 25 Crónica 1: Un camello en el ojo de una aguja 1.1 Una pastoral para la gente de altos recursos 1.2 Un cambio de lentes 1.3 El ojo de la aguja pART E DO S: por qué los ricos son como camellos…………….43 Crónica 2: Un camello en el aprisco 2.1 Similitudes entre los ricos y los camellos 2.2 Características sociales y empresariales 2.3 Características espirituales pART E T RES: El guía de camellos…………………………………. 57 Crónica 3: Dos camellos mayores 3.1 Funciones del guía de camellos 3.2 Una senda de doble vía 3.3 El guía acompaña al camello a su ámbito de influencia


pART E CU AT RO: Los camellos y las ovejas son especies diferentes……………………….……………………….…… 71 Crónica 4: De regreso al desierto 4.1 Hablemos de las ovejas a la luz del Salmo 23 4.2 Diferencias entre la oveja y el camello 4.3 Diferencias entre el guía de camellos y el pastor de ovejas pART E CI NCO : Jesús, donde todo converge………………………………. 87 Crónica 5: El oasis 5.1 Donde todo converge pART E SEI S: Brillar en el desierto………………………………………….93 Crónica 6: Historia de un granito de sal 6.1 Conquistar en el desierto pART E SI ET E: Brillar en el desierto II…………………………………….. 103 Crónica 7: Día veintinueve en el desierto preguntas frecuentes………………………….............….115 Despedida de un guía de camellos……………………....121


DEDICATORIAS p A RT E U N O: Dedicada a todos aquellos guías innatos que al conocer un camello intentan llevarlo al corral y, al recibir patadas, creen que lo están haciendo todo mal. Tan solo aprendieron la lección número uno: ¡los camellos no son de corral! p A R T E D OS: Dedicada a todos aquellos que, al no ser entendidos en su iglesia, tuvieron que caminar el largo desierto pensando que ya todo había terminado, y ¡era en realidad cuando todo empezaba! p A R T E T R E S: Dedicada a dar ánimo a todos los guías de camellos que, desde ministerios de bajo perfil y de alta confidencialidad (como debe ser), pueden sentir el engaño de que no están haciendo nada. ¡Están haciendo y mucho! p A R T E CU A T R O: Dedicada a las ovejas que desean ser guías de camellos, con la intención de que puedan visualizar todo los cambios que implica el nuevo paradigma. p A R T E C IN CO : Dedicada a los visionarios de las iglesias, aquellos que entienden que tan solo insistiendo en la evangelización de los camellos cumpliremos la gran comisión. p A R T E S E IS y S I ET E : Dedicada a los que asumen el desafío de brillar en el desierto.



SOBRE MI

pOR ELENA CARIDE

Nací en la provincia de Salta, en el norte argentino, y viví allí hasta los trece años. Mi familia estaba en una buena posición económica y social. El segundo esposo de mi mamá, mi papá del corazón, estaba fuertemente involucrado con el mundo de los negocios, gobierno y petróleo. por causa de su trabajo conocí desde el interior este ámbito de gente adinerada y, desde entonces, entendí la enorme necesidad de Dios que tienen estas personas y lo abiertas que están si tan solo podemos hablarles en su idioma, entrando por el lado correcto. Cuando tenía ocho años una vecina me habló de Jesús y me guió a recibirlo como mi Salvador, pero lo mantuve en secreto durante toda mi niñez. Mi infancia transcurrió junto a mis dos hermanos; y así, en un entorno de choferes y colegios particulares, nació el deseo de algún día poder compartir este secreto tan celosamente guardado. A los diecisiete años vivía en el perú y comencé a asistir a una iglesia evangélica en un barrio pobre, conocido como La Victoria. Cuando regresé a la Argentina, pronto empecé a congregarme en una iglesia del ministerio Visión de Futuro en Salta. para mi familia eso fue terrible. Ellos pensaban que me había rebelado al hacerme evangélica. Creo que hubieran preferido que me hiciera hippie en vez de acercarme a Dios de este modo. En ese tiempo discutía con mi mamá porque lo que más le costaba aceptar de mi conversión era el hecho del nivel que había en las iglesias en aquel tiempo. Ella me


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decía que quería algo mejor para mí, no entendía lo que yo estaba viviendo. No obstante, cuando llegué al Señor y tuve un encuentro con ese amor transformador, quise que todos mis familiares y amigos conocieran a Jesús, así que comencé a invitarlos uno a uno a la iglesia. No pasó mucho tiempo antes de que me desilusionara por completo y empezara a clamar a Dios por una estrategia para alcanzarlos. Simplemente no lograba transmitirles lo que estaba viviendo ni hacerlo apetecible para ellos. Las primeras experiencias frustrantes que tuve me prepararon para comprender que su naturaleza era distinta. yo invitaba a familiares míos de mucho dinero o compañeros de la facultad cuyas familias estaban en muy buena posición económica, y lo hacía con la sencillez e ingenuidad del que está enamorado de Jesús y no ve otra cosa sino su rostro. pero, cuando alguien aceptaba mi invitación y me acompañaba, y luego les preguntaba qué les había parecido la iglesia, inevitablemente me decían: –¿Cuántas reuniones tiene la iglesia por semana? ¿Una, dos? yo me ponía feliz porque me preguntaban, pensando que estaban interesados en asistir, y les respondía por ejemplo: –Tres. y seguían diciendo: –Había más o menos unas doscientas personas. Supongamos que cada una pone $ 1; eso daría un total de x cantidad de dinero semanal, multiplicado por… y yo me sentía morir. O me preguntaban: –¿y cuánto gana el pastor? yo no sabía cuánto ganaba el pastor –ni me interesaba–, solo sabía que el pastor ganaba almas, pero mis amigos enseguida sacaban cuentas.


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Me enfurecía pensar que podían ser tan interesados, que todo lo pensaban en términos de dinero. O también decían: –¿Te diste cuenta el auto que tiene el pastor? ¿Te diste cuenta el perfume que usa la esposa? Mientras dirigía mi empresa, de servicios de enseñanza de inglés en las oficinas (casi todos mis clientes eran compañías petroleras), conocí a mi actual marido con el que me casé en segundas nupcias luego de regresar del Instituto Cristo para las Naciones, en Dallas, donde estudié el seminario. Él es un hombre muy correcto, muy respetuoso y, también, muy bueno para los números. Aceptó al Señor, leía la Biblia, pero cuando lo llevaba a la iglesia, las palabras textuales de él eran: –¡Qué mal logrado está esto! ¡Qué mal logrado! –Miraba el liderazgo y me decía–: Acá hay mucho protagonismo. Este es un liderazgo muy vertical, “hagan esto, hagan aquello”. Con este tipo de liderazgo tan vertical van a conseguir gente de bajo nivel, porque es la única que acepta el liderazgo vertical. y, aunque me molestaba lo que me decía, lo entendía porque estaba “hecha del mismo material”. Recuerdo una ocasión en la que había que cantar un coro una y otra vez porque así bajaba la presencia de Dios, era como un mantra. Cuando llevaba a mi marido a la iglesia, luego de cantar diez o veinte veces la misma canción, él me preguntaba si ya había empezado la reunión o todavía estaban ensayando, porque todo hacía creer que era un ensayo. yo me daba cuenta de que había un montón de gente que deseaba seguir a Cristo, pero que quería “otro modo”. y así pasé mucha tristeza en la iglesia, mucha indiferencia. Me daba cuenta de muchas cosas, pero tenía un gran amor por Dios.


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Sin embargo, a mí me ganó la insistencia. Entre las virtudes que tengo, una es que soy persistente. y había cosas que no me terminaban de cerrar, pero insistí e insistí porque me atraían las verdades espirituales, las entendía, me gustaba la vida de Jesús, que me amara así. Me gustaba mucho leer la Biblia, y algunos versículos me cautivaban. Había un texto bíblico que llamaba mi atención en especial, y era el del ojo de la aguja. Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. –Marcos 10:25 por días enteros, aun después de casarme, esa respuesta contundente de Jesús sobre el destino de los ricos daba vueltas en mi cabeza. En un tiempo llegó a ser torturador el pensamiento, porque comencé a dudar de mi propia salvación. por momentos me enojé con el Señor; yo sentía que estaba excluyéndome a mí y a mis amigos. Algunas veces entendía que era una metáfora, pero otras, alucinaba con que era algo literal. Llegué a pensar que la única forma de pasar por el ojo de la aguja sería cuando me muriera. “Tal vez ahí mi alma sea tan liviana y tan volátil que podrá pasar”, pensaba. pero, por supuesto, estos pensamientos y dudas eran demasiado íntimos y no los compartía con nadie. “Debe haber alguna forma de entenderlo. Esto debe tener una explicación”, me decía a mí misma. Me preguntaba también por qué motivo el Maestro habría mencionado a un camello pudiendo haber usado otro animal como ejemplo. yo entendía que Jesús no lo había escogido al azar. podía haber dicho “una rata”, “un huevo” o cualquier otra cosa, porque


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nada –nada– pasa por el ojo de una aguja. Como yo en ese momento vivía en el desierto tenía tiempo para pensar, buscaba en Internet, y la pregunta una y otra vez era: “¿por qué dijiste camellos? ¿por qué? ¿Cómo se hace para pasar un camello por el ojo de una aguja?” y de eso se trata este libro.



INTRODUCCIóN

pOR ELENA CARIDE

En los tiempos que corren, afortunadamente, la Iglesia ha vuelto sobre verdades que por años se habían dejado de lado por distintas cuestiones no siempre bien fundamentadas bíblicamente. Una de esas verdades es la necesidad de predicar para la salvación de todas las personas, sin importar su nivel social o económico. Si vemos la vida de Jesús, notaremos no solo una gran interacción entre él y la gente de altos recursos económicos, sino además varias enseñanzas/mandatos hacia nosotros, sus discípulos, para seguir haciendo lo mismo. para ser honestos, nosotros como su Iglesia no hemos tenido mucho éxito en años pasados en la misión evangelizadora hacia este sector. por lo tanto, es preciso revisar nuestros métodos y estrategias –sin alterar en absoluto el contenido del mensaje– para ser más efectivos en lograr una meta tan elevada y con resultados a largo plazo: la salvación y vida eterna de todas las personas, incluyendo esta minoría (que a su vez es la de mayor influencia en la sociedad). Considero que las razones por las que se dejó de lado la evangelización de los ricos son variadas; entre otras se destacan las siguientes: primero, una teología incorrecta en la que, haciendo énfasis en un solo versículo, se justificó la postergación de la misión, porque “si Jesús mismo dijo que era difícil que los ricos se salvaran, qué nos queda a nosotros que somos simples seguidores suyos...”. No creímos que siquiera valiera la pena intentarlo, y nos


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resignamos a la dicotomía de un Jesús condenando de antemano a todo un sector de la sociedad. Cosa que es verdaderamente una paradoja, ya que en los otros cientos de versículos Jesús apoya la teoría de que la salvación de todos los hombres está al alcance de la mano y su camino no es difícil de ser hallado. Seguido a eso, y si hemos de ser honestos, una comodidad que la Iglesia no estuvo dispuesta a abandonar, porque, obviamente, es más fácil y cómodo ganar a la gente de bajos recursos, los que por sus necesidades a flor de piel reciben el mensaje del evangelio de una manera mucho más directa e incondicional. En tercer lugar, y también muy escondido detrás de las dos razones anteriores, está el sentido de inferioridad que hemos dejado que penetre en nuestros corazones y mentes, permitimos así que Satanás nos mienta y creímos sus mentiras con respecto a nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. Ese sentimiento que nos descalificaba automáticamente para relacionarnos con las personas poderosas –y mucho más para predicarles–, hizo que giráramos nuestra cabeza y apuntáramos solo a ganar a los pobres, cosa que por otro lado es muy bíblica y necesaria. por último (o en realidad absolutamente en primer lugar), está el legado religioso-cultural que todos hemos recibido prácticamente en nuestro ADN: el paradigma greco-romano de que la pobreza se asocia con la piedad y la riqueza es clara señal de apatía espiritual. Esa enseñanza ha calado tan hondo en nuestras mentes que es casi imposible despegarla, separar lo bíblico de lo cultural es una tarea digna de un especialista. Que el Espíritu Santo ponga su visión más elevada y nos muestre el panorama completo desde su perspectiva.


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porque de este modo, en nuestra falsa piedad religiosa, hemos condenado a los ricos y los hemos censurado con prejuicios tales como: “nunca se van a convertir” o “simulan amar a Dios, pero en realidad aman a Mamón”, y vaya a saber Dios cuántas cosas más. y cerramos las puertas de la salvación para muchos de ellos. Afortunadamente, como dijimos al principio, la Iglesia está rescatando esta verdad olvidada y se está enfocando en su misión con más conciencia y determinación. Existen cada vez más libros y otros materiales que ayudan en la tarea de alcanzar, según la terminología que se emplee, al mercado o marketplace, a la sociedad, al ámbito laboral, al sistema, etc. Si ha de haber un ministerio enfocado en alcanzar ese tipo de gente, también se hace necesario desarrollar una pastoral diferente: distintos métodos que surtan efecto ante distintas características humanas. No porque las personas de alto nivel económico sean de mayor estima a los ojos de nuestro padre –de ninguna manera–, sino porque como grupo social tienen características y necesidades especiales que muchas veces no son comprendidas ni abarcadas. Las páginas que siguen son el producto de experiencias de mi parte, en algunos casos frustrantes, dolorosas, y en otros, enriquecedoras, al encontrar varios obstáculos al momento de alcanzar a mis amigos con el evangelio y llevarlos a la iglesia local a la que pertenecía. Los pensamientos que ofreceré a continuación tienen la única intención de que: -Los pastores comprendan la importancia de tener grandes rebaños de ovejas y camellos.


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-Las personas de altos recursos, que escucharon el versículo de los camellos, no crean que es plan de Dios dejarlos afuera. -Las ovejas que Dios transformó en guías de camellos sepan conciliar la ambigüedad de ser ovejas para sus pastores y guías para sus camellos.


pREFACIO

pOR ELENA CARIDE

Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. –Marcos 10:24-27 Cuando leía la explicación que diera el Maestro, por medio de una gran metáfora, de los secretos de la evangelización a personas de altos recursos, se expandía en mi mente una pantalla imaginaria y veía el relato que compartiré a continuación. A través de estas líneas intentaré explicar lo que Jesús me enseñaba, resumiendo lo aprendido con imágenes proyectadas como en un gran film de alta definición y excelente sonido. preservaré las identidades, dejando a cada lector la libertad de llevar a cabo este nuevo ministerio de forma artesanal con la guía diaria y personal de Dios. por eso preste atención, esto que parece tan solo leer un libro, una simple acción, en el mundo espiritual tiene otras implicaciones. Dios siempre tiene un plan. Esta no es una fórmula. Lea entre líneas, no saque rápidas conjeturas, espere a terminarlo. Siéntese e imagínese una película que lo circunda, casi como si volviera al mismo instante en el que Jesús pronunciaba las palabras del caótico versículo de los camellos. Viva esta historia intentando entender la metá-


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fora en toda su plenitud, como si fuera un discípulo que rodea al Maestro y escucha estas declaraciones sobre los ricos, pero esta vez hay una luz en su interior y lo entiende todo, supera la confusión que nubló a los apóstoles aquel día y esta vez disfruta escuchar al Maestro cara a cara explicarle en una suave mañana de abril el secreto para poder, finalmente, evangelizar a los ricos. Apenas conocía a un camello (persona de altos recursos) me desafiaba internamente: “a ver en cuánto tiempo logro llevarlo a la iglesia”. Muchas veces aun atentaba contra la relación con mi “nueva adquisición”, al ejercer presión para que venga a tal o cual culto. Evidentemente perdí muchos camellos que metafóricamente huyeron al desierto asustados por mis presiones. Además los consideraba adquisiciones de la iglesia, y estos eran demasiados errores en una misma tarea de evangelización. Los capítulos que seguirán son el fruto de haber andado, aprendido por ensayo y error miles de veces hasta entender lo que intentaré volcar a continuación. Buscaré justificar por qué aprendí que los camellos no son una adquisición personal ni de la iglesia, sino de Dios; y que llevarlos a la iglesia puede provocar en ellos, en la gente de la iglesia y en el propio pastor, un efecto muy distinto que si llevara una oveja; ya que los camellos no experimentan la iglesia como las ovejas, ni las ovejas sienten lo mismo cuando llega un camello, el pastor inclusive. Sencillamente porque los camellos no son animales de corral. Es mi deseo que este libro pueda ayudar a evitar que se produzcan heridas entre pastores, camellos y ovejas. para lograr este objetivo, tal vez sea necesario aplicar nuevos


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paradigmas, y renunciar a creer que el pastor podrá pastorear camellos del mismo modo que pastorea ovejas; reconocer el cortocircuito que se provoca entre camellos y pastores; desistir a querer hacerlo todo y confiar que la oveja, su oveja, podrá acompañar muy bien al camello, porque tiene el vínculo ya formado por Dios, que usó la casualidad de la ciudad para unirlos....



pARTE UNO: EL OJO DE UNA AgUJA C R óN IC A U NO - Un camello en el ojo de una aguja

La arena estaba aún caliente, el sol se convertía poco a poco en una línea de neón naranjo en el horizonte. Estaban en el desierto, pero también estaban a las puertas de la ciudad, esa era una esperanza. Mohamed movía sus labios incesantemente susurrando en algún idioma antiguo, sus ojos cerrados y sus labios se apresuraban en pronunciar sus plegarias a medida que el sol disminuía y entregaba en una sutil línea de fuego todas sus fuerzas al horizonte. Parados a su alrededor yacía una manada de tres camellos, erguidos, con sus narices que apuntaban a la noche por venir, completamente negados a los peligros que les esperaban si tenían que pasar una larga noche en el desierto. De buena gana, Mohamed, los hubiera zarandeado para hacerlos entrar de un tirón de cuello, como hacia su abuelo Jacob con las ovejas. “Que fáciles eran ellas”, se atravesaba un pensamiento en la mente de Mohamed, quien sacudía su cabeza ahuyentándolo. Él ahora no necesitaba saber cuán fácil era traer a las ovejas al corral, no era pastor de ovejas, y esos pensamientos no eran oportunos, él estaba luchando su lucha, suave pero profunda, sumisa pero clara. Estaba orando para hacer pasar un camello por el ojo de la aguja.


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Su rostro estaba casi pegado a la pared de la ciudad. El frío comenzaba a ganar la escena, las paredes de la ciudad ya reflejaban sobre él el frío del ambiente que bien sabían absorber. Esa pared era el muro que protegía la ciudad de todos los extraños del mundo. Las puertas principales ya se habían cerrado, y la única forma de entrar era por la puerta del costado, el ojo de la aguja. Mohamed podría haber entrado en un santiamén, pero ¿quién guiaría a sus camellos? Arrugó la nariz con un gesto, como para cubrirse de la noche presurosa en llegar, y casi para ignorar el frío que avanzaba como un manto sobre sus espaldas, acomodó su abrigo de piel de camello, aquel que le regalara su padre la noche antes de morir, cuando balbuceó su destino en agonía: “Tú serás guía de camellos”. Esa noche no preguntó nada, tan solo tomó la piel y lo primero que pensó fue: “¡Qué pesada es!” Una roída vara de pastor, su existencia sobre sus sandalias y una sencilla piel de oveja sobre los hombros, eran las vestimentas con las que recibía este regalo que le causaba tanta sorpresa. Él quería ser, como toda su familia, pastor de ovejas. ¿Qué quería decir con guía de camellos? Estos recuerdos atravesaban su mente mientras luchaba con las plegarias, su larga lucha solitaria, la lucha de un guía de camellos, un gran guía de camellos en el cual se había convertido. Y así como un pastor iría por la oveja extraviada, un buen guía intentaría en oración todo lo necesario antes de abandonar un camello en la larga noche del desierto. Sus rodillas temblaban, su cansado cuerpo casi suplicaba entre enojado y abrumado: “¡hey!, señores camellos, ¿ustedes serían tan amables de doblar sus rodillas, bajar sus cabezas y hacer unos cuantos pasos mientras están arro-


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dillados?” Parecía tan fácil, sin embargo, Mohamed ya lo sabía: cualquier actitud de directiva no iba a causar nada más que el efecto contrario. La bandada de camellos corriendo al desierto asustados y despavoridos, imposibles de alcanzar en toda una vida. Sería inútil. Mohamed se ceñiría a lo que el Espíritu le había mostrado. Él tenía que orar y Dios haría el milagro. Estos pensamientos fueron agradables. Comenzó a recordar las promesas, la calidez del ambiente dentro de la ciudad; y casi como llamando con sus deseos desesperados de ver al menos un camello arrodillarse, tan solo uno, suplicaba haciendo suyas la misma súplica de su antepasado Abraham cuando pedía por aquella ciudad ya condenada. Condenada. Esta palabra movió sus vísceras, y recordó el hambre de todo un día de caminar en el desierto; de reojo –como a quien le cuesta poner sus pensamientos en un solo rumbo: la oracion–, miró los camellos y esta escena no le ayudó en nada. Ellos seguían parados, erguidos, indolentes, indiferentes al paso del tiempo sobre sus vidas fuera de la ciudad, despreocupados de saberse en el desierto. “¿Es que nunca desean pastos verdes?”, se preguntaba la parte de Mohamed que deseaba entrar y olvidar de una vez por todas este ministerio que pocos comprendían, menos practicaban y casi todos solían mirar con desdén cuando él contaba sus milimétricos avances. Con un: “no hay ministerio fácil”, le cerró la boca a uno de sus más queridos amigos, mientras ambos secaban las gotas de bebida que habían caído cuando el golpe de puño sobre la mesa acompañó la frase que cerraba la insistente “deja ya esos camellos. Aquí hay muchas ovejas, y hay mucho


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por hacer”. Mohamed lo escuchaba casi como quien observa un cuadro que no va a comprar; y, cuando las palabras lo enojaron mucho, le habló de que también es difícil visitar presos, rehabilitar adictos, y ni te cuento de lidiar con las mujeres golpeadas que una y otra vez corren a su agresor. Entonces dijo la frase que le cerró al amigo la boca: “Salim, ningún ministerio es fácil”. Luego le echó una dura mirada que habló más fuerte. Y el amigo supo que debía callar. Él fue, era y sería un guía de camellos. Nunca podría contar nada de ellos, nunca tendría una gran manada, es más a todos los que había hecho pasar por el ojo de la aguja, en realidad no los hizo pasar él, sino el Maestro, así que tampoco a él le pertenecía ningún aplauso. Las piernas entumecidas ya casi no sabían de su propia existencia; mientras la lucha por concentrarse se debatía en su mente, Mohamed notó que la noche estaba desenfadadamente explayada sobre su espalda y un manto de estrellas tenuemente lo alumbraba. Casi vencido dejó de luchar con la venida de más pensamientos en su cabeza para dar lugar a sus plegarias; pero algo en su interior dijo: “deja que yo hable en tu interior”, así reconoció que cada pensamiento, que aparentemente molestaba, en realidad sumaba; que cada recuerdo lo fortalecía; que cada detalle desplegado en el teatro mental fue como una magistral clase de un gran maestro que con destreza absoluta le mostraba cada escena de su vida hasta llegar al convencimiento absoluto de que todo se trata de Dios, que él hace todo... Una estrella guiñó un destello fuerte y claro, se volteó apresuradamente para verla y volver a su posición de plegaria, cuando de repente sintió el calor de un camello


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arrodillado detrás de él. ¡Un camello se había arrodillado! Esto era genial, una fiesta de euforia lo invadía internamente, pero sabía que debía mantener la emoción en lo íntimo de su ser, que nadie supiera de su alegría. Un festejo inoportuno tiraría todo por la borda. “¿Habrá sido el guiño de la estrella, o el destello posterior, o quizás porque me di vuelta un poquito...?, susurró un ego casi dormido. “No importa”, pensó rápido, casi sujetando la tentación de creer que había sido él. Cómo había ocurrido no era lo importante, sino que había ocurrido. “Ahora debo actuar claro y conciso para que pueda imitarme...”. Nada de movimientos bruscos ni panderos, era tiempo de silencio y meditación, y mucho pero mucho respeto en la maniobra espiritual. Casi sin sentir su pierna derecha con ambos brazos la arrastró hacia adelante, mantuvo la postura de plegaria, con los ojos cerrados, conociendo el camino a la ciudad de memoria, movió la otra rodilla. El ruido de la arena barrida por la rodilla del camello le trajo la buena nueva que no anunciaría nunca a grandes voces, sino que guardaría en lo profundo de su corazón, él y el Maestro lo sabían, el camello estaba atravesando por el ojo de la aguja y eso era lo más importante. Recordó rápidamente desde su cansada cien que eran tan solo cuatro pasos para entrar en la ciudad, ya había hecho la mitad. Las luces y el calor de la ciudad ya alumbraban sus rostros. A pesar de que la luz de la ciudad le agradaba, él entraría cabizbajo, el camello podría no percibir lo mismo de la ciudad, la luz artificial podría asustarlo. Los camellos eran grandes amantes de la naturaleza, preferían el manto de estrellas a la luz de la ciudad.


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Casi mecánicamente y movido por una alegría inusitada arrastró otra vez la derecha y esperó. Aunque tenía ganas de salir corriendo y danzar, envuelto en aquella melodía que ya comenzaba a embargar su alma, se recató, pensó en el que tenía detrás, en que para él todo sería distinto. No sabía si lo seguía Priscila, la camellita más joven, Arimatea, el camello líder o Prócula la distinguida camella con quien viajaría hasta Dubai en la entrega de alfombras persas. Para Prócula siempre estaba todo bien. Un pensamiento de tristeza casi acostumbrado volvió a invadirlo. Tan solo me sigue uno. Una imagen de su primo Ariel invadió su mente; a Ariel lo seguía una enorme manada de ovejas. “No importa”, pensó su incansable mente determinada a abrazar aquel destino que le había entregado su padre. Él era guía de camellos y sabía que las ovejas entraban en multitud al rebaño, sin embargo, los camellos pasaban de uno en uno. Así lo había explicado Jesús aquella tarde, cuando se sentó al costado del camino entre Emaús y Jerusalén, y frente a un grupo de seguidores le entregó al mundo su más grande curso de evangelización para personas de altos recursos: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”. Si Jesús lo había patentado así, con su histórica declaración de que “nada es imposible para Dios”, quién era él para cambiar o siquiera criticar el modo de hacer pasar los camellos por el ojo de la aguja. Lo dijo Jesús y punto, pareció aclararle su yo-niño. El cuarto paso lo dejó por completo adentro de la ciudad; con un suave movimiento de caderas se sentó sobre sus nalgas en posición de indio y se corrió hacia un costado con las manos. Grave error hubiera sido meter su cabeza


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en el ojo de la aguja, espiando la maniobra del camello, “¿camello, camella o camellita?”... Casi como si no le interesara colocó sus pulgares contra el pecho y con sus manos cerradas con los dedos apuntando el cielo, siguió susurrando sus interminables plegarias. Eso de orar sin cesar era la clave y él lo sabía. Una actitud de aparente indiferencia, pero en realidad muy prudente y cuidadosa de la privacidad del próximo por entrar en la ciudad, teñía toda su imagen que empezaba por su turbante, ya bastante desprolijo y polvoriento, sobre una cabeza turbada con miles de pensamientos y preguntas. “Las dudas se contagian”, pensó. Pronto llegó el sufrimiento por el largo silencio que salía de adentro del ojo de la aguja: “¿Se arrepentirá?”, dudaba, “quizás vuelva al desierto, de todas maneras quedan allí dos más”. La imagen de su abuelo calmó la escena mental con un pensamiento refrescante y esperanzador. “Nosotros sembramos. Dios da el crecimiento”. Eso lo tenía claro, pero qué haría con su pena. “¿Con su pena?”, pareció preguntarse muy apologéticamente la parte de él que asistió todos los días a la Sinagoga en busca de respuestas para armar el rompecabezas que era su vida después de la muerte de su padre, sobre todo lo que sabía de cómo apacentar las ovejas y esta piel de camello que le recordaba el destino que su padre había apartado para él: “Serás guía de camellos”. Un llanto nacía en su garganta... ¡sí! Es que sentía pena y esta era tan fuerte que casi no podía sujetarla dentro de sí. Él quería que ese camello diera esos dos pasos siguientes. Oh, Dios cómo lo deseaba y cuán impotente se sentía, no podía hacer más que susurrar sus plegarias de memoria,


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y su clamor armó un gesto de llanto en su rostro. Su alma suplicó, su espíritu clamó: –Te ruego, Señor, que pase, dos pasos más, no resisto el dolor de saber que se podría perder –se escuchó claramente; luego sus labios se arrugaron en gestos de un llanto escondido. El guía lloraba, su interior clamaba y él no lo sabía. Rendido y apoyado abiertamente sobre el muro lloraba, y se oía algo así como: –No, Señor, no, otro más. Sus hombros se sacudían por el llanto, su pecho flameaba, intentaba llorar en silencio, pero no podía, su rostro completamente en lágrimas ahora miraba el cielo. Un destello de una estrella, igual al de hace una media hora atrás, lo sacó de su llanto por un segundo, segundo en el que escuchó la rodilla de un camello hacer el paso tres. Su espíritu saltó de gozo; otra vez volvió a entenderlo, como si antes nunca se lo hubieran dicho, es que era tan sencillo que vez tras vez lo olvidaba: “Clama a mí y yo te responderé”. El corazón le anunció que un próximo cuarto paso lo pondría cara a cara con el camello que estuviera pasando por el ojo de la aguja, sería mejor que secara sus lágrimas y acomodara su capa de piel de camello y su turbante. La luz de la ciudad, tenue a estas horas de la noche, alumbró la cabeza de Priscila que rápido salió de la posición de arrodillada y con un gesto de “a mí nada me afecta”, como si hubiera olido las lágrimas de Mohamed de unos segundos atrás, mientras sacudía su pelaje con un gesto sutilmente arrogante, dijo: –Guau, ¿algún día harán más fáciles estas entradas a la ciudad? ¿Alguna vez alguien pensará en simplificar estos


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cuatro pasos?, al fin y al cabo somos camellos ¿no? Mohamed la miró con una sonrisa complacido, a esta altura nada de lo que dijera importaba. Ya había ocurrido lo imposible. Un camello había pasado por el ojo de una aguja, y eso lo valía todo.



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1.1 Una pastoral para la gente de altos recursos

¿Cómo se relacionó Jesús con los ricos de su tiempo? podemos hacernos esta pregunta ya que estamos acostumbrados a ver ejemplos y parábolas en donde vemos a Jesús interactuar con los pobres y necesitados, pero las Escrituras abundan en ejemplos en los que él dirigió enseñanzas o incluso pasó tiempo con personas de poder en su sociedad. El Maestro no nos dejó “huérfanos de conocimiento” en cuanto a las actitudes que debíamos tener como hijos suyos hacia el dinero o hacia sus poseedores. En el Evangelio de Lucas, solamente, hallamos las parábolas del rico insensato, a quien Jesús le dijo que era necio por hacer para sí tesoros y dejar de lado a Dios (Lucas 12:13-21); la del rico y Lázaro, en la cual un mendigo se salva y un rico se va al infierno e intenta salirse de él (Lucas 16:19-31); y la parábola del joven rico, que analizaremos a continuación, desde el relato del evangelio de Marcos. En este episodio Jesús interactuó con un joven rico de su época y enseñó lo siguiente: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No


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mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. –Marcos 10:17-22 ¿Cómo termina Jesús este encuentro? En una frase da, probablemente, el puntapié inicial para un nuevo ministerio, el ministerio a los ricos. “Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras [como tal vez nos hemos asombrado todos al leerlo por primera vez]” Marcos 10:23-24 [agregado de la autora]. Jesús, comprendiendo la consternación que sus palabras había producido en sus discípulos, repitió por segunda vez esta afirmación. ¿por qué? primeramente, porque de veras era una aseveración muy importante como para ser tomada livianamente, como algo dicho al azar. Segundo, el Maestro quería asegurarse de que sus seguidores no solo la oyeran y la recordaran, sino que también pudieran ponerla en práctica en su ministerio venidero. De modo que nuevamente les dice, en un tono paternalista que ayudaba a disipar de ellos toda idea de que el Maestro se había tornado insensible: “Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!”, y agregó: Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser


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salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. –Marcos 10:24-27 Es cierto que este versículo en especial puede ser perturbador, ya que no encuadra en nuestras mentes con el concepto de un Dios amoroso que tiene los brazos abiertos para recibir a todos aquellos que lo buscan. Estas palabras parecen plantearnos una contradicción que no seremos capaces de resolver a menos que estemos dispuestos a cambiarnos los cristales a través de los cuales miramos la escena. A eso se lo llama un “cambio de paradigma”.

1.2 Un cambio de lentes

¿Qué es un paradigma? Un paradigma no es la realidad, sino la forma en que nosotros percibimos esa realidad. Es decir, los cristales a través de los cuales vemos lo que tenemos frente a nosotros. Si usamos unos lentes oscuros, de esos que se usan para resguardar la vista del sol, ciertamente veremos todo oscuro, por más que allá afuera haya un sol radiante. Si usamos lentes de aumento, todo nos parecerá más grande de lo que es en realidad. Si nos ponemos unos llamativos lentes con cristales rosados, seguramente todo nos parecerá color de rosa. El problema no son los lentes en sí, sino saber en qué ocasión usar cada uno.


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Nuestra cosmovisión se ve afectada por un sinnúmero de causas, entre ellas nuestro trasfondo social, económico, el tipo de experiencias que tengamos almacenadas a nivel consciente o inconsciente e, incluso, por ciertos valores heredados. Volviendo a las palabras de Jesús, sobre la dificultad que tenían los ricos para salvarse, notamos que la segunda vez que Jesús declara esas palabras, a diferencia de la primera, añade que esa dificultad extrema era para los que ponen su confianza en las riquezas. Esto trae bastante alivio, ya que no todos los ricos (aunque sí la mayoría) tienen su confianza en las posesiones. El amor al dinero y todos sus parientes: la avaricia, la ambición, el materialismo y el egoísmo, son la raíz de todos los males, como sabiamente reza el proverbio. pero no podemos “meter a todos los gatos en la misma bolsa”. Estos tendencia a vivir centrado en lo material, pueden afectar tanto a personas de altos recursos económicos como al las personas cuyos presupuestos se terminan en la primera semana del mes y experimentan grandes carencias. Llevadas a un grado de actividad extrema, la miseria y la ambición pueden convertirse en espíritus que dominan la voluntad humana. Al respecto, todos podríamos citar casos de personas que no tienen mucho dinero al cual aferrarse y, sin embargo, ponen su confianza en él. ¿Quién no conoce ejemplos de gente muy pobre que está siempre esperanzada con ganar la lotería y salvarse para el resto de su vida? ¿No es eso, acaso, poner la confianza en las riquezas? No ofrendar o no dar los diezmos por temor a que nos falte luego, ¿no sería una variante del mismo mal? Con esto no estamos queriendo justificar la tendencia natural de las personas de altos recursos económicos a apoyarse en sus recursos. Ni tampoco el sentido de independencia


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que tiene un empresario que ha logrado llegar alto en su vida y cree que no le debe nada a nadie –incluso a Dios– y que es artífice de su propio imperio. Lo único que estamos reconociendo es que esa advertencia de la dificultad para llegar a comprensiones de la necesidad del espíritu, pueden hacer un conflicto de interés interno, cuando creen que al cultivar el espíritu, esto ira en detrimento de los otros aspectos de su vida que nos les gustaría disminuir en intensidad (o corporal, material). Bien, este es el primer punto en la enseñanza integral de Jesús sobre los ricos. El segundo es el tema del “ojo de la aguja”.

1.3 El ojo de la aguja

¿Jesús estaba hablando literalmente cuando dijo que era más fácil pasar un camello por el ojo de la aguja que entrar un rico en el reino de los cielos? No es posible. La frase no tiene ningún sentido literal. Me inclino por pensar que hablaba más bien con una ironía. En una ironía se dice una cosa para significar, precisamente, lo contrario. En términos de figuras literarias se lo llama hipérbole. Una hipérbole es una exageración evidente que tiene por objeto aumentar el valor de lo que se dice. Famosa es la didáctica de Jesús, que utilizaba recursos –tales como parábolas y otros– para asentar las enseñanzas en la mente de sus oyentes. En esos recursos se usaban figuras o escenas de


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la vida cotidiana con las que los oyentes estaban familiarizados y, a partir de ellas, se trasmitía una poderosa enseñanza espiritual. Este pasaje NO responde al caso. ¿A qué se refería exactamente Jesús cuando hablaba del ojo de la aguja? Algunos comentaristas bíblicos (aunque no todos) afirman que Jesús se estaba refiriendo a una pequeña puerta construida al lado de la puerta principal de acceso a la ciudad. Sea cierta o no la existencia y el propósito de esa puerta y la referencia de Jesús a ella, la fuerza de este paralelo se concentra en la dificultad del caso; y lo tomamos como una metáfora bien válida para este ministerio. La tradición dice que era común construir una puerta ordinaria al lado del portón, de modo que la gente común pudiera ir y venir de la ciudad sin tener que dejar la puerta grande abierta a toda hora. Esta práctica era especialmente útil dado que los comerciantes, que muchas veces se quedaban trabajando hasta después de hora, llegaban a la ciudad y hallaban que el acceso se había cerrado a la hora de la puesta de sol. por tal motivo y, especialmente, por causa de los comerciantes, se construyó esta puertita de emergencia. ¿y cómo hacía un camello para pasar por el ojo de la aguja? El animal, primero, tenía que bajar la cabeza; después, debía arrodillarse –posición incómoda para él–, pero además debía mantener esa postura. por último, debía “gatear” a través de la puerta, en una posición ciertamente incómoda por su tamaño. Dada su contextura y disposición física, eso representaría un gran esfuerzo para el camello; debía transformarse, debía adaptarse, modificar su postura para ser capaz de pasar al otro lado. ¿Qué había del otro lado? Se hallaba la ciudad, las fuentes de agua, el descanso merecido de la jornada. Llevado al plano humano y espiritual estamos hablando de iniciar un proceso de cambio. En síntesis, para pasar por el ojo


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de la aguja se requiere una actitud de disposición y humildad, cosa que para un camello, dadas sus características, es muy difícil, y para los ricos, dadas las suyas, es casi imposible.



pARTE DOS: pOR QUÉ LOS RICOS SON COMO CAMELLOS C R óN IC A D OS - Un camello en el aprisco

Priscila pronto recuperó la postura y fingió no haber sufrido duda alguna mientras pasaba el ojo de la aguja, procuró también que nadie se diera cuenta de que se habían quedado su madre y su padre del otro lado. Tan solo actuaría con seguridad, o seudo seguridad, ella necesitaba actuar fingiendo tanta seguridad que se convirtiera en un escudo y no se notaran sus miedos, sus inseguridades, su poca familiaridad con este clima de “fiesta” que ella no entendía. La verdad, se había imaginado tantas cosas del otro lado del ojo de la aguja, pero nunca este ruido, la música, y toda la danza alrededor. Mohamed le sonrió para afirmar su confianza, y ella abanicó el hocico con un gesto de: “¿qué te pasa Mohamed? No necesito ayuda”. Mohamed avanzó confiado a sentarse en algún lugar en el medio del salón, en cambio ella casi no podía avanzar, sentía todas las miradas clavarse en su joven, brillosa y llamativa piel de camello; otros descaradamente miraban su joroba. Por dentro susurraba, casi enojada y asombrada, “¿qué nunca vieron un joroba de camello?”. Y no, no iban muchos camellos al corral de las ovejas. Un hombre gritaba en el fondo apoyado en un palo largo y torcido. Ella afinó la vista y se preguntó si ese sería acaso el famoso palo del cual le había hablado el abuelo,


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el palo con el que quieren tratar a camellos igual que a ovejas; vara, eso era ese palo, se llamaba vara. Inmediatamente generó un pensamiento de protección, que les brota a los camellos ante las situaciones de peligro, “mantente alejada de este y no le creas nada de lo que diga”. Por fuera ella seguía el ritual de la amabilidad, cernida de apariencia de seguridad. Varios intentaron invitarla a sentarse. –No gracias –respondía con una sonrisa–, aquí estoy bien. –Su interior decía: “mientras más lejos mejor”. Alguien le acercó un libro. –Bebe del agua de la fuente divina. De igual modo y con mucha diplomacia contestó: –No, muchas gracias. Ella conocía todo el desierto, lo había trotado bajo el sol y la luna, pero de aquella fuente nunca había escuchado, de todos modos la palabra divina la había inquietado. “¿Dónde estaría esa fuente?” y “¿por qué esa mujer le ofreció ese folleto?” y “¿para qué la había guiado Mohamed a este lugar tan extraño, ruidoso, iluminado con esa luz artificial?”, “¿dónde estaba?” Miró que algunos estaban con los ojos cerrados y rápidamente pensó: “¿cómo pueden meditar en medio de este ruido ensordecedor y caótico?” Mohamed se había alejado un poco, justo cuando más lo necesitaba. Pronto se le acercó una mujer que la obligaba a sentarse, y ella repetía: –No, gracias –y la mujer le explicaba que tenía que salir el pastor. “¿Pastor? ¿Qué era un pastor?” No entendía. Pronto vio una multitud y el palo aterrador en el medio; en un segundo todos sus miedos se apoderaron de ella y notó que iba perdiendo compostura, tenía que salir de


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ese lugar ¡ahora!, “¿dónde estaba Mohamed?”, se preguntaba. Todo se volvió aterrador; ahora había más mujeres empujándola para que se corra del camino, ella podía sentir todo su pelaje tironeado, la multitud acercándose y en el medio el palo, que como en una procesión se acercaba hacia ella, todo ocurría tan rápido. “¿Dónde estás, Mohamed?” se preguntaba desesperada. Ahora también la jalaban por todos los costados hombres vestidos de negro. “¡Hay qué horror y yo que tan solo seguí a mi guía! Guía que no sé dónde está ahora”. La presión aumentó. La multitud se acerco más y más y, en un segundo, tan solo un segundo, vio como todo se transformó, la gente socorría al pastor que estaba ensangrentado en su cuello. –¡Fue el camello! –gritaron todos. Miles de dedos la señalaban. “¿Fui yo? ¿Puedo haber sido yo?”, se preguntaba logrando la sinceridad que suelen alcanzar los camellos en su interior. “Y, sí, le debo haber dado una patada”, se decía para adentro. Cómo explicarles a tantas ovejas juntas que ella no había deseado dañar a su pastor. Cómo hacerle entender a otra especie que ella no necesitaba ni vara ni callado, que los pastores son para las ovejas y que los guías son para los camellos. “Guía, dije guía”, reclamaba su voz interior. Desde el medio de la escena miraba horrorizada el lío en que se había metido, pero no tenía palabras para explicar todo lo que había en su interior y, además, ya nadie quería escucharla, parecían no entenderla. Las ovejas no hablan el idioma de los camellos. Ella había atravesado el ojo de la aguja siguiendo a su guía y


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tenía la expectativa de una gran experiencia espiritual, en cambio se veía inmiscuida en medio de un gran escándalo que la hacía sentir muy mal e injustamente avergonzada. Todos socorrían al pastor. Y un grito desde la multitud dijo: –¡Qué se vaya, es una anatema. “Anatema”, pensó, “ni siquiera saben mi nombre señores; no nos hemos presentado. Me llamo Priscila, sí, Priscila Rich. Pero igual si quieren me voy, ahorita viene mi guía”. A lo lejos vio el turbante de Mohamed acercarse y un suave alivio le avisó que, al menos para ella, pronto se acabaría todo aquello. Mohamed se acercó con los ojos tan asombrados que se le salían de las órbitas, no podía creer lo que pasaba. Le pregunto: –Priscila, ¿pateaste a mi pastor? Priscila, joven y algo arrogante para procesar su defensa, jugó con las palabras y le dijo: –Bien dijiste, Mohamed, es tu pastor no el mío. Y además, se me acercaba más y más, otras personas me pedían que me corriera, y bueno, no sé qué paso. ¿Podemos irnos ahora? –Sí, sí –dijo Mohamed con el corazón partido, dividido; él quería guiar a su camella, pero no entendía cómo ella había podido patear a su pastor. Pronto entendería que los pastores y las ovejas producen siempre un corto circuito en el camino espiritual y que la cadena espiritual era: pastor alimenta a oveja, oveja se vuelve guía, el guía acompaña al camello y Dios lo hace pasar por el ojo de la aguja. La dupla pastor camello tan solo se podría dar si el pastor dejara la vara y el callado y tomara una postura de acom-


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pañamiento, postura difícil de tomar para un pastor que está acostumbrado a dirigir ovejas. En unos segundos estuvieron a las puertas del ojo de la aguja pero del lado de adentro. El pastor gritó varias cosas a Mohamed, quien intentaba explicarse y explicar a Priscila, pero todo era en vano. Priscila los miraba de costado y pensaba: “¿por qué tanta pleitesía, Mohamed, es solo un hombre. Yo solo hago eso con el Dios de la vida. Cuando me muestra el sol o me regala una luna, pero ante un humano nunca, Mohamed”. Mientras tanto, Priscila intentaba leer el idioma que salía de los labios del pastor, quien abanicaba sus brazos con vehemencia sobre Mohamed que estaba acurrucado. Priscila no entendía el idioma de los pastores, pero algo le decía que los estaban poniendo de patitas en la calle. La última frase la recordaba casi de memoria porque la había gritado muchas veces el pastor. –Deja de vender alfombras a los musulmanes, y enséñale los cuatro pasos espirituales y punto. “Bien, por fin terminaron los gritos”, pensó Priscila mirando a Mohamed que estaba sumido en una gran tristeza. Tenía los ojos húmedos de lágrimas de desilusión. –¿Qué vas hacer Mohamed? –preguntó Priscila con voz muy baja para no molestarlo en su tristeza. Lo camellos creen que las emociones son desiertos que hay que atravesarlos solos o en compañía, pero no evitarlos. –Voy hacerte pasar por el ojo de la aguja y a guiarte hasta que Dios me lo muestre. –Si quieres quédate con ellos, ¿eh? Perteneces a este lugar ¿no? –No sé si pertenezco, pertenecía, creo... –dijo Mohamed


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con el corazón partido en mil pedazos que no encajaban. Con ese criterio claro que tienen los camellos para analizar las situaciones, sin melancolía le dijo: –Mohamed, tú naciste acá, eres de acá, vendes alfombras a los musulmanes para ganarte el pan y eres mi guía; y a tu pastor le cuesta entender que yo quiera tu guía y no la de él. –Una cosa es cierta –replicó Mohamed–. Yo vendo alfombras pero no tan solo para ganarme la vida, sino para que los musulmanes, cuando se arrodillen, reciban una revelación de la persona de Jesús. Ellos se arrodillan cinco veces al día ¿entiendes? Entiendes las oportunidades que hay de que haya una revelación –dijo Mohamed ya encendido en su pasión por ganar a los musulmanes. –Y Jesús el Maestro ¿podrá dar revelaciones mientras duermen? –Sí, claro –contestó apresurado Mohamed, sorprendido de que Priscila se preocupara de su ministerio subterráneo de alfombras–, ¿por qué lo preguntas? –Porque muchas veces en vez de orar... duuuuermen, Mohamed, duermen... –dijo Priscila irónica, enfatizando el lado real ante un Mohamed fervoroso y soñador. –¡Ah!, Priscila, Dios no tiene barreras para contactar a la gente. –Eso lo sé –dijo ella segura. –¿Lo sabes? –preguntó absorto–. ¿Cómo es que lo sabes? –Porque yo hablo con Dios a través de las estrellas. –¿De las estrellas? ¿Cómo es eso? –Es una larga historia. Hay una ciencia que las estudia y las entiende, la forma, la posición, son como letras para nuestros ojos. Hace años, cuando nació el Maestro, él envió estrellas para avisarnos que vendría.


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–Priscila, tienes razón –gritó Mohamed pegando un salto y sacándose el turbante de la alegría–, Dios les habla a ustedes distinto que a las ovejas y a los pastores. –Ni me los nombres –susurró Priscila. Mohamed siguió deduciendo lo recién revelado como quien lee una fórmula en el aire… –Claro, por eso a nosotros nos mandó ángeles y ustedes señales en el cielo. Esto es grandioso Priscila. Dios también les habla, Dios los quiere. Él te va ayudar a pasar por el ojo de la aguja cuando llegue su tiempo. –¿Qué dices? Hasta lo de las estrellas entendí, lo otro no me acuerdo. –Pasar por el ojo de la aguja, te acuerdas, cuando entramos aquí. –¡Ah!, sí –dijo Priscila–, esta noche quiero borrarla de mi cabeza, mañana será otro día; y recuérdame, si alguna vez deseo volver a entrar, que este no es un lugar para mí. “A mí, a veces, la curiosidad me lleva a lugares que no debo ir”, se decía a sí misma Priscila, mientras se inclinaba sobre la pared del interior de la ciudad. Mohamed ya se veía cansado, estaba exhausto, había sido un largo día y ya no podía pensar ni media frase más. Priscila ofreció su lomo con una mirada. Cuando los camellos quieren dan su joroba a sus amigos, así apoyado Mohamed se recostó y a los dos minutos ya roncaba. Priscila miró a las estrellas y le pidió a Dios tan solo un guiño, una pequeña señal para conciliar el sueño, una señal de empatía y comprensión. Nada de lo que había ocurrido lo deseó: ni patear al pastor ni provocar que saquen a Mohamed de su congregación. Lamentaba todo. Todo se había mal interpretado. Ese no era su lugar ni su idioma. “Dame un guiño, y a Mohamed otra congrega-


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ción o haz que vuelvan a aceptarlo”. Apenas deseó el bien para Mohamed una gran estrella destelló un guiño y después de un gran suspiro de alivio, cerró los ojos apoyando su hocico en la gran muralla que protegía la ciudad y la alejaba del mundo, donde –según Priscila– se vivía la vida de verdad. Esto era la burbuja o el salero…


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2.1 Similitudes entre los ricos y los camellos

¿Los ricos de este mundo son como camellos? Tal vez suene cómico, pero con motivos esa fue la figura que Jesús usó para describirlos. El Maestro podría haber hablado de elefantes, de leones, de perros o de gatos, pero de todos los animales escogió al camello para compararlo con las personas poderosas. ¿por qué? Hay más de una razón que intentaremos develar a lo largo de esta sección. No solo las características de los camélidos son de por sí muy interesantes y novedosas, sino además las asombrosas coincidencias con el comportamiento de las personas ricas son sumamente curiosas. No queremos hacer de esto un tratado de biología ni de ecología –mucho menos una nueva doctrina o teología–, sino averiguar el motivo por el cual, de toda la vasta fauna existente, el Señor eligió al camello y lo igualó a los ricos. Algunas de las características del camello que permiten esta comparación son las siguientes (aplique estas comparaciones en los distintos planos y saque las conclusiones que crea convenientes):


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2.2 Características sociales y empresariales

1. Siente n la p res ión del me dio. Los camellos tienden a imitarse y a seguirse unos a otros; si uno se arrodilla, los otros lo miran y se arrodillan también. Del mismo modo, los ricos tienen un comportamiento de elite y hacen muchas cosas por esa presión social. En el mundo laboral la presión de los colegas es muy fuerte y, a veces, sienten que están solos en la aridez del desierto. 2. N eces it an vi vir en grupo. El camello precisa de la vida en comunidad. Solo estando en grupos se puede ser líder. Es el ejemplo de la llama, la cual nace como degeneración del camello. Cuando este animal es aislado, baja sus defensas y se deja servir por otros animales. La llama, en su hibridación, perdió muchas cosas del camello, pero la más importante de todas es el almacenamiento de agua (por eso las llamas no tienen jorobas). Nos toca a nosotros tener los sentidos agudizados para reconocer a algunos que de lejos parecen camellos, pero en realidad no tienen lo más importante: la reserva. Cuando tratamos de aislarlos sometiéndolos a la presión de múltiples actividades, sin permitirles contacto con sus pares y sus programas habituales (como jugar al golf, asistir a cenas de gala, viajes, libros seculares, investigar, etc.), acaban precisamente perdiendo la capacidad que Dios les dio por


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naturaleza. La joroba (la capacidad de crear recursos) 3. No reci be n dire cti va s. Cuando los queremos forzar se resisten. Todo pasa por su voluntad; si quieren lo hacen, si no, no. No se dejan persuadir (sobornar) con una zanahoria o con un trozo de carne como otros animales. Esto nos enseña que debemos apelar a la voluntad de la gente rica –y no a sus emociones–, mostrándonos como el modelo a seguir, si queremos lograr el objetivo de su salvación. 4. Son a lta ment e ind epe nd ie nt es . Sienten que saben lo que tienen que hacer, no es fácil guiarlos. La tranquilidad escurridiza de las personas de altos recursos y sus deseos de privacidad pueden ser interpretados como arrogancia. Sus instintos casi siempre los han conducido al lugar correcto, los han salvado de peligros, y confían mucho en su “sexto sentido”, sobre todo en relación a lo que las personas pretenden de ellos. 5. Son as us ta diz os . Cuando los quieren apurar o inducir a algo, salen corriendo. En cuanto a la conversión, el llamado al altar, por ejemplo, es para las ovejas. Los camellos pasan por el ojo de la aguja de a uno, las multitudes los asustan (y más en cuestiones de fe). 6. No ap rende n por rep et ición y no s on d óci les a la enseñanza . No se dejan seducir por nada. La manera en que aprenden es por medio del ejemplo y la coherencia. 7. T ienen olfa to. poseen la habilidad de oler el agua a 10 km de distancia, pero cuando la encuentran no corren hacia ella, porque saben que tienen reservas. paralelamente, la intuición de los empresarios exitosos es muy aguda; por más que uno trate de “venderles” un proyecto, ellos saben de


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antemano si va a funcionar o no. Cuando encuentran un proyecto o inversión viable, no se dejan apurar porque saben que su dinero vale y eso les otorga autoridad. Se toman su tiempo para analizar los pro y los contra y toman su decisión en forma fría. Cuando dicen “allá hay agua”, más vale hacerles caso. 8 . T ie ne n una vi s i ón ag ud a. Además de buen olfato cuentan con buena visión. pueden ver más lejos que cualquiera de los animales del desierto. Ven cosas que otros no ven. Llevado al plano espiritual, las personas de altos estratos sociales son los que más consumen literatura y practican ciencias como el yoga, reiki, tercer ojo, y todo lo que tenga que ver con “visualizar” sus vidas, su presente y su futuro. 9. No t ienen bue na audi ción. A pesar de sus sentidos desarrollados de visión y olfato, no se destacan por su audición. Esto no les impide disfrutar de la buena música, es cierto, pero llevado al plano de la oratoria, rechazan lo que no es pulido o refinado, y lo que no tiene un contenido sólido. No les agradan los discursos imperativos, los gritos para llamar la atención, etc. pero cuando oyen una verdad espiritual, saben reconocerla como tal y seguirla. 10 . La leche d e cam ell a es m uy nutri tiva . Los camellos pueden seguir dando leche durante las estaciones secas, cuando el resto del ganado la produce en muy poca cantidad. Durante las sequías la leche de camella puede aportar del 50% al 100% del consumo de nutrientes de algunas comunidades de pastores. Como dice un proverbio somalí: “Un trago de leche de camella te mantiene en marcha la mitad del día”.


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2.3

Características espirituales

de los camellos

1 . No p r e si e nt e n l a mue r t e. Aunque se estén muriendo, siguen caminando. Cuando caen, es porque ya mueren. De la misma manera, muchas veces las personas adineradas creen que porque tienen recursos en sí mismos no precisan nada y, raquíticos espiritualmente, caen en depresiones y llegan al suicidio, aparentemente, de la noche a la mañana. 2. N o alucina n en e l de sie rto, no ve n es pe jis mos. Los empresarios y profesionales son despiadadamente realistas. No andan con muchas visiones ni experiencias místicas. Su manera de percibir la voluntad de Dios y la voz del Espíritu Santo es a través del sentido común –Dios lo tiene y ellos también–; y, una vez que reconocen una directiva divina, se mueven de manera ejecutiva. Su espiritualidad es distinta a la de los demás. 3. No t ienen rumbo fij o, ni movimi entos migrat orios ni de apa ream ient o. Las personas poderosas son flexibles a los cambios de paradigmas, ya que a menudo en su vida de negocios deben aceptar los cambios y seguir las nuevas reglas de juego. No van donde se supone que deben ir, no son religiosos y cuestionan el por qué de las costumbres eclesiásticas. No les gustan los patrones de acción. No


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son predecibles, por eso no entran en nuestros patrones ni moldes establecidos. proponen maneras prácticas de hacer las cosas. Solo apelan a su voluntad. Mañana encuentran una piedra energética en la India y no dudan en ir en pos de ella. 4. Cuando encuentran un oasis, inmediat amente se ap are an. Son fecundos espiritualmente, siempre y cuando estén a gusto, en una intimidad donde se sientan cómodos. Cuando queremos forzar a un rico a evangelizar o a ser parte de nuestros programas organizados, a dar cuentas de las personas a las que están testificando, se rebelan. En libertad de acción es donde mejor comprenden su propósito multiplicador y donde mejor funcionan. 5. No t ie ne n mem ori a d e hogar. Una vez que el camello hizo un recorrido, al día siguiente se olvidó de él y puede llegar a perderse. Esto les crea conflictos espirituales, ya que muchas veces no saben “de dónde vienen ni a dónde van”. Creen que vienen de un apellido o de un nombre, cuando en realidad vienen del padre. gustan mucho de teorías, como ser la reencarnación, por su misma falta de memoria de hogar. 6. El camello es nómada y está acostumbrado a no e cha r ra í ce s . Las personas poderosas no entienden el concepto de membresía de una iglesia con exclusividad. Se sienten libres para asistir a una iglesia según les quede a mano, y la frecuencia con que lo hacen no habla directamente de su grado de compromiso con el Señor.


pARTE TRES: EL gUIA DE CAMELLOS C R óNI C A T RE S - Dos camellos mayores

Prócula y Arimatea habían quedado del otro lado de la aguja, no por falta de deseos de tener una experiencia espiritual, sino por olfato. En cuanto a Arimatea, era un camello rudo, distante, algo entrado en años, pero muy fuerte aún. Su nombre venía de aquel que caminó hasta las autoridades y sin importarle nada, como suele ocurrir con los camellos poderosos, pidió el cuerpo del Maestro. Conocía la piel del Maestro; recordaba cuando lo cargaron hasta la sepultura, mientras nadie los veía. Esa noche no había pastores, ni ovejas ni apóstoles, estaban todos demasiado asustados para darse a ver. Por lo tanto, conocía de ojos de agujas, y sabía que no todo lo que parecía ojo de aguja lo era. Por eso, cuando Mohamed se arrodilló, él inmediatamente tornó su espalda y mirando el desierto casi vio venir la experiencia que viviría Priscila. Pero Arimatea era de pocas palabras y de muchos hechos. Decidió no meterse. Él sabría cuando su Maestro lo necesitara y allí estaría nuevamente. Como aquella noche en que vio cuando vendaban su cuerpo inmortal. Prócula estaba algo ansiosa. Entrar o no entrar era la cuestión en su interior. Ella también había conocido al Maestro, pero también a sus seguidores y, aunque sabía que él había reencarnado en algunos de ellos, (así entien-


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den algunos camellos cuando el Espíritu de Jesús se mueve en uno), también sabía que, a veces, las reencarnaciones eran falsas y la gente decía estar llena de Dios, pero no lo estaba. Añoraba volver a verlo, pero no sabía si sería esa noche. Cerraba los ojos y aún recordaba a una multitud confundida gritando el nombre equivocado. Ella había intentado salvar al Maestro, pero luego entendió que él no necesitaba un salvador, sino que el era el Salvador... También entendió que él debía dejar ese cuerpo para en el futuro volver a entrar en los seres humanos en la forma de Espíritu Santo. Esta aguja se parecía a la de la sinagoga. Era una tentación. (Todo camello ante los ojos de la aguja debate mentalmente si entrar o no, apuesta consigo mismo, casi como en un juego de golf, juegan contra sí mismos, si hago este y este movimiento podré...). Pero la pregunta era: ¿quiero? Pasar por el ojo de la aguja requiere desapegarse de un montón de cosas, desde ya toda la carga material; luego perder la postura de comodidad y control para estar torpemente arrodillada. “¿Y qué si no volviera el Maestro; qué si no era su Espíritu el que inspiraba el lugar; qué si era un falso oasis? ¿Arriesgarse una vez más, a su edad? Y qué tal si tan solo se quedaba con aquel recuerdo hermoso de haberlo visto”. Ella había conocido el brillo de sus ojos, conocía el tono de su voz y el color de sus cabellos. Sabía que algún día, cuando su espíritu dejara su cuerpo, él la defendería y rogaría por su vida, y entonces ella volvería a verlo. Hasta entonces esperaría, se cuidaría de los falsos profetas y de los guías ciegos. Aunque no tenía nada contra Mohamed; quizás su juventud atropellada era la que a


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veces lo acercaba demasiado, sin medir la distancia ideal con los camellos. Pero sabía que si él seguía acompañándolos pronto sería un gran guía de camellos, por ahora estaba aprendiendo y eso lo valía todo.


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3.1

Funciones del guía de came llos

Que el camello no se deje enseñar fácilmente y que sea fuertemente independiente, hace que el guía de camellos deba reunir ciertos requisitos especiales. Nuevamente el tema se torna interesante, y las coincidencias con el plano espiritual son curiosamente asombrosas. ¿Qué hace un buen guía p ara q ue l os ca mel los lo siga n? 1 . Se d is fra za d e ca me ll o. Es decir, se cubre con un cuero de camello que murió de viejo. ¿por qué un cuero de camello que murió de viejo? porque si el animal es asesinado, la sangre emana un olor diferente a causa de la adrenalina segregada al momento de morir, y el camello empieza a patear al que lo posee, porque reconoce que no se lo ha ganado o, lo que es peor, lo ha usurpado. Del mismo modo, en este ministerio a los ricos, el cuero del camello (el manto, la unción, la situación económica ,la habilidad de hacer negocios o el vinculo con el camello, hay que recibirlo de parte de Dios. Eso significa que por más que intentemos vestirnos con marcas costosas, o usar perfumes importados o cualquier tipo de simulación para pasar como de su clase, ellos enseguida se darán cuenta de tal fraude y será peor el resultado. Recordemos, medio en broma y medio en serio, el famoso refrán que dice: “Aunque


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la mona se vista de seda, mona queda”. Lo que sí debemos hacer es buscar la unción genuina de Dios y comportarnos con suma transparencia y naturalidad. Si, además de esa gracia divina, Dios nos da los recursos, mejor. Un ejemplo de alguien que guió espiritualmente fue la Madre Teresa de Calcuta, que en su condición de humildad supo hablar el idioma de caridad y amor en acción al cual muchos adhirieron. 2. Fre nt e a l ojo de la aguja, se arrodil la. Él debe ser el primero en hacer lo que quiere que el camello haga. Con los camellos/ricos no sirve el “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, porque ellos están todo el tiempo mirando la integridad del guía y controlando que su vida sea consecuente con sus palabras. Solo así el guía se ganará su respeto. Hay algo a lo que nosotros llamamos “situación de ojo de aguja” y es cuando, en el caminar acompañando la vida de estas personas, surge una situación determinante para su vida espiritual, ahí actuamos sin darles órdenes, sino sugiriendo lo que nosotros haríamos si estuviéramos en su situación. por ejemplo: ante una crisis matrimonial, ante la decisión de un aborto o una situación confusa en lo ético o moral, un buen guía de camellos mostrará la postura adecuada y nunca dará fórmulas, directivas o amenazas. 3. y es pe ra p acie nt em ente ha st a q ue el came llo l o imit e. Cuando el animal lo determine, lo hará. No tiene apuros, no obstante, sabe reconocer cuando el tiempo de su salvación ha llegado. La clave para ellos es dar el ejemplo que concuerda con las palabras. pero, cuidado, el guía de camellos NO debe:


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4. Abusa r d e los re curs os d el a ni mal. Él tiene que entender que en la ciudad tiene toda la provisión de agua que necesita. Si como guías de camellos entendemos que en Dios tenemos todo lo que precisamos, no vamos a mirar la “joroba” de los camellos (entiendanse sus recursos), más bien vamos a trabajar para que sean salvos. A buen entendedor, pocas palabras bastan. 5. Mez clar los re baños . En su ambiente natural, las distintas especies animales no están juntas en un mismo sector geográfico, sino que se juntan de acuerdo a las necesidades propias de la familia. Esto es así no solo por sus hábitos alimenticios y reproductivos, sino también por patrones de convivencia propios de cada especie. De la misma manera, aunque el fin perseguido es que las personas de prestigio en la sociedad vengan a la iglesia, notaremos que por lo general les cuesta integrarse con otros de diferentes niveles socioeconómicos. y la causa no es siempre el orgullo, como hemos creído erróneamente, sino –de nuevo figurativamente hablando– la forma en que reciben el alimento, su comportamiento social y sus hábitos de convivencia. La iglesia hace bien en integrar a las distintas clases de personas para la celebración y ministración de la palabra, pero separarlos para el discipulado en grupos pequeños y otras actividades y formas de pastoreo. 6. pres um ir d e ser un guía de ca mel los. Es importante mantener siempre la conciencia de que el oficio de guía de camellos es solamente eso: un oficio. No es mejor ni peor que otros, pero sí necesario. Al igual que un ministerio carcelario, por ejemplo, que surge de la necesidad de alcanzar y pastorear a personas que no pueden asistir a la iglesia por razones obvias, este ministerio se ocupa de crear un nuevo modus operandi para lograr el


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mismo objetivo. No es un ministerio más ungido que los demás, sino diferente. 7 . Mant e ne r l a ca be z a er gui da . Al guía de camellos siempre lo vemos con la cabeza gacha. Esto es por dos razones: fundamentalmente por causa del intenso sol del desierto, que quema su frente de manera atroz y, además, porque si mira hacia arriba el camello se asusta y se escapa. Esto nos habla de la humildad y prudencia necesaria para reconocer que hay veces que, frente a personas muy cultas y adineradas, tenemos limitaciones intelectuales, económicas y de otro tipo, y que es apropiado y coherente que metafóricamente hablando de este cambio de actitud, “bajemos la cabeza” en señal de reconocer el conocimiento en ellos, en contraposición a la postura “como yo se la Biblia y tu no, ¡estoy un poquito mas arriba que vos!”. Del mismo modo, la persona rica también debe mostrar esta virtud a la hora de aceptar ayuda para ser salva.

3.2

Una senda de doble vía

Si Jesús comparó a los ricos con los camellos que pasaban a través del ojo de la aguja y manifestó que, aunque a los ojos de los hombres era difícil que se salvaran, para Dios no era imposible, entonces estamos en condiciones de afirmar que el Señor estaba hablando de “una pastoral de los ricos”. El pastor o guía de camellos no necesariamente es el dueño del animal, sino el que, simbólicamente hablando, lo hace


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pasar por el ojo de la aguja. Este ministerio dice “estos camellos sí pasan por el ojo de la aguja”. Cabe hacer la salvedad de que cuando hablamos de ricos en realidad nos referimos a personas que están en lugares de eminencia, autoridades civiles, gubernamentales, empresarios, profesionales, comerciantes, artistas y toda persona influyente o con altos recursos ( se considera un recurso a aquel talento tan trabajo que le produzca la joroba. El recurso puede ser artístico, musical, literario, deportivo, político, etc) en algún área de nuestra sociedad. Es decir, no nos referimos exclusivamente a los bienes materiales que posean. Hecha esta aclaración, continuaremos analizando el comportamiento del camello, pero esta vez en relación al pastoreo o discipulado. Hablamos aquí de las cualidades del guía o pastor de camellos, que no son las mismas que se requieren para ser pastor de ovejas. En realidad, en la interacción guía/camello se da una dinámica muy especial, la cual es una clave a tener en cuenta en este ministerio: en la necesidad (de agua, de provisión, etc.) el camello es quien conduce al guía, pero en la abundancia (cuando su necesidad ya ha sido suplida y está de retorno de lo material) ¡es el guía quien lidera al camello! Es decir que tenemos que familiarizarnos con este liderazgo interactivo, que es un camino de doble vía. En el paradigma tradicional de pastor/oveja, el pastor es quien hace prácticamente todo por la oveja: la saca del corral, la lleva a pastar, la conduce a las aguas, le ahuyenta los enemigos y otras cosas más. pero por sobre todas las cosas es quien la guía y a quien ella sigue. En el caso de la relación del guía/camello, en cambio, en un punto es el animal quien va delante y, en otro, se deja guiar. Las personas de recursos nos llevarán a su ámbito primeramente y, una


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vez logrado el propósito de sus vidas, cuando sienten que es hora de regresar a la fuente, cuando presienten el ocaso de la vida, nosotros podremos conducirlos a las verdades espirituales. Tomemos, por ejemplo, el caso de Nicodemo, un fariseo miembro del Sanedrín judío (el poder legislativo y judicial de los principales sacerdotes de Israel). De Nicodemo sabemos que fue a visitar a Jesús con ciertas preguntas, de noche por temor a los prejuicios de sus colegas. Cuando se acercó a Jesús, tal como está registrado en Juan 3, Nicodemo se encontraba en lo que acabamos de nombrar como “situación de ojo de aguja”. Tenía profundas inquietudes espirituales y su vida estaba preparada para dar un giro vital. Jesús, entonces, le refirió la necesidad de un nuevo nacimiento o, en otros términos, de “pasar por el ojo de la aguja”. pero más adelante vemos que en una ocasión en que el Señor estaba frente al tribunal del Sanedrín (Juan 7:45-52), que lo acusaba de seducir incluso a los religiosos con sus enseñanzas, Nicodemo –que estaba operando en su propio terreno y donde se sentía como en casa– defendió a Jesús ante los demás. Un punto para Nicodemo, que demostró que había entendido el mensaje y había pasado por el ojo de la aguja. También estaba José, de Arimatea, una ciudad de Judea. José era otro religioso judío que, además, era rico. Los cuatro Evangelios nos hablan de él. En la versión de Mateo, en el capítulo 27 versículo 57, el autor lo expresa así: “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús…”. En la descripción de Lucas dice también que era un “varón bueno y justo (...) que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos [los


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otros religiosos que tramaban matar al Señor]”, Lucas 23:50-51 [agregado de la autora]. Este José fue de noche a pilato a pedirle el cuerpo del Señor, para luego colocarlo en una tumba nueva que él poseía. No todas las personas en Israel tenían “una parcela en un cementerio privado”, así que él se destacaba del resto por su posición económica. Aunque trató de evitar la confrontación abierta con sus pares, supo reconocer cuando llegó su hora de volverse de sus estrictos dogmas religiosos. Un punto para José, que tuvo el privilegio de alojar el bendito cuerpo del Señor en su propiedad. Vemos cumplido el principio de esta senda de doble circulación, en donde el camello es quien lidera en su campo de acción, pero acepta ser llevado por su guía cuando reconoce que será conducido a verdades eternas.

3.3 El guía acompaña al camello a su ámbito de influencia

Como venimos diciendo, hay un punto que a los pastores tradicionales nos cuesta aceptar –a causa de que hemos mal interpretado la verdad de que estamos en el mundo pero no somos del mundo, y con esa premisa nos hemos apartado de personas, actividades y lugares por considerarlos no propicios para nosotros–: el ámbito del camello es el “allá afuera” y allí es donde muchas veces un camello lidera, en un cierto sentido, a su guía, para luego dejarse llevar por


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este de regreso a casa. Hemos tenido diversas experiencias en este aspecto que nos han llevado a la siguiente conclusión: cuando una persona importante te invita a su casa o a su lugar es que ya está arrodillada. Es decir, nos conducen a su ámbito, y esto solo lo hacen cuando ya están en posición de aceptar al Señor y “pasar por el ojo de la aguja”. Al respecto, Mónica tiene una anécdota muy graciosa pero muy ilustrativa de este principio: La esposa de un hombre muy adinerado de California, luego de haberle hablado del amor de Dios y la posibilidad de una relación íntima con él, me dijo: “yo quiero que mis amigas escuchen esto, pero no vendrían jamás a mi casa”. Sus amigas eran todas profesionales que cobraban entre $ 1.000 y $ 1.500 dólares la hora, y eran personas de altísima influencia en esa ciudad. Así que hicimos la cita en el Spa. Todas me estaban esperando en el hidromasaje ¡sin mallas! ¡completamente desnudas! Tenía dos opciones: horrorizarme y bloquearme por considerarlo profano, o hacer de cuenta que para mí era normal y hablarles del amor de Dios así como estaba “en traje de Eva”. Creo que para ellas esa fue la prueba de que yo estaba lista para estar con ellas. yo creí que me moría, que me estallaba el cerebro, pero lo hice. En ese entorno lloraron, pude orar por las ocho mujeres, me dieron todo su tiempo y su atención; y, luego de eso, seguí ministrándolas por mucho tiempo más. También tuve un episodio que confirma este descubrimiento de la importancia de que ellos nos lleven a su ámbito: Tenía una profesora, que es una consejera muy conocida,


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cuya hija tuvo un problema de salud que a ella le conmovia mucho. yo le tenía mucho respeto porque, además de ser una profesional reconocida, era profesora de una de las materias que yo estaba cursando y justamente quien estaba a cargo de evaluarme. Un día fui a verla a su oficina por un tema de la facultad, y ella me dijo: “Elena, tú eres muy espiritual y quiero contarte algo y que me digas todo lo que tengas para decirme”. No me sorprendió del todo, ya que esa misma mañana el Señor me había dicho en oración que tenía que hablarle del Espíritu Santo y decirle que Dios era tan grande que quería enseñarle cosas que iban a pasar muy rápido y que su intelecto no lo iba a entender. Además, el Señor me adelantó que ese día iba a impartirle el don de lenguas. Mientras me peinaba para salir, discutí por unos instantes con esa “voz interior”: “¿Cómo voy a darle las lenguas a alguien que ni siquiera es creyente? ¿Cómo hago, Señor?” pero allí estaba y esa era la oportunidad de mi vida. Al contarme que su hija estaba internada y en estado muy grave, me dio pie para hablarle del poder del Espíritu y me guió a hacerlo en una forma muy metafórica y usando un lenguaje que en la carrera de Counselling [Aconsejamiento] es cotidiano. Le dije que Dios le iba a dar un nuevo idioma, que era personal entre ella y Dios, y que le iba a ayudar a conectarse en una nueva manera con su padre para pedirle por la salud de su hija amada. También le expliqué que Dios había diseñado ese momento para que ella se comunique con él y, que de pronto, iba a haber como una conexión cielo-tierra y tierra-cielo; que tal vez iba a recibir la primera palabra en el intelecto, y que debía arrancársela al intelecto y comenzar a repetirla. También le di instrucciones acerca de


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cómo orar por su hija en el hospital con esas mismas lenguas divinas. Instantáneamente ella se arrodilló delante de mí, y yo lo interpreté como una señal [recuerden que el camello se agacha para pasar por el ojo de la aguja]. Me preguntó si esas lenguas eran como una especie de mantra y le dije que era algo parecido. Estaba decidida, estaba arrodillada en la alfombra de su consultorio y empezó a orar en lenguas. pasaron cinco, diez, quince minutos y seguía. Mientras tanto, en mi cabeza yo luchaba con mis prejuicios teológicos, si aquello era correcto o no, si estaba bien que yo hubiera empezado por ahí y no por la persona de Jesús, etc. pasó una hora o más y ella seguía arrodillada en el piso hablando en lenguas, de tal modo que no tuve más remedio que dejarle una nota sobre su escritorio e irme, porque tenía que pasar a buscar a mis hijos por el colegio. No volví a verla, al cabo de unos días, le escribí sobre lo ocurrido, pero nunca mas hablamos de aquello. Quedó entre ella y Dios y sencillamente respeté ese espacio, ese lugar de intimidad entre ella y su Creador, entendi que tan solo había sido allí un instrumento, un guía de camellos.



pARTE CUATRO: LOS CAMELLOS y LAS OVEJAS SON ESpECIES DIFERENTES C R óN IC A C U A T R O - De regreso al desierto

Cuando el fuerte sol del Sahara salpicó por primera vez el lomo de Priscila, esta se movió y despertó a Mohamed quien se desperezó y medio dormido se acomodó el turbante. Priscila le alcanzó una jarra con agua con su hábil hocico de camella y, cuando la primera gota tocó su rostro, de repente recordó todo lo ocurrido la noche anterior como si hubiera sido una gran pesadilla que quisiera olvidar, pero era realidad. Priscila, que pareció adivinar sus pensamientos (esto a veces les ocurre a los camellos y sus guías que casi saben lo que piensan, porque el vínculo se hace muy fuerte), le dijo con la cabeza: –Sí, fue así y hoy nos tenemos que marchar. Mohamed se sostuvo el corazón, esto no podía estar pasándole a él. Miró alrededor y todos dormían aún. “¿Nadie iba a despedirlo?”, preguntó con un gesto sin palabras que Priscila supo leer, y al que contestó con: –Ya nos despidieron, Mohamed; anoche, ¿lo recuerdas? “Sí, cómo iba a olvidarlo”, pensó para sus adentros Mohamed. Hizo una lista mental rápida para asegurarse de que no olvidaba nada: “las alfombras, la cantimplora y/o Biblia” –que era su fuente de agua transportable que le daría de beber en medio del desierto–. “Bueno ¿qué más? Los cepillos para masajear a los camellos, sandalias extras. Ya está”; mucho quedaba en ese lugar que él no


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podía llevar en sus bultos. Sentía un gran dolor por tanta incomprensión. “Si tan solo el pastor me concediera una última charla”, pensó mientras miraba la puerta del privado cerrada. –Ya habrá tiempo para explicarlo todo. Hoy no es el día – Priscila lo consoló. Mohamed la miró asombrado. –Se suponía que yo te guiaba, y ahora ¿tú me consuelas? ¿Cómo es esto? –Un acompañamiento interactivo, a veces tú me levantas y veces yo te llevo a ti. Acuérdate que no eres mi pastor, sino mi guía. –Sí de eso no hay duda –replicó rápido Mohamed. Se arrodilló y comenzó sus plegarias a través del ojo de la aguja. Priscila lo siguió más rápido esta vez. Entusiasmada por la libertad del otro lado de la aguja estaba muy lista para dejar este lugar; archivaría estos recuerdos en su mente, en la sección de “cosas para nunca más hacer”. Quería sentir el sol fuerte golpear en su espalda, mover su sangre y sus fuertes músculos a prueba de desiertos. (Los camellos no le temen al desierto, sino que lo disfrutan gota a gota, paso a paso). El rostro de Mohamed salió afuera y de repente se acordó: había olvidado a Arimatea y Prócula cuyos grandes ojos lo miraron como al descuido al salir del ojo de la aguja. “¿Qué dirían? Sabrían ellos que fue una experiencia trágica y dolorosa para él y para Priscila?”. Pero los dos camellos reaccionaron con ese recaudo y prudencia con el que cubren sus emociones, característica que ahora serviría para hacer como que “aquí no pasó nada” y suavizar así la incomodidad del momento. Arimatea tan solo dijo:


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–Buenos días, ¿listo para una jornada de total placentera labor? –Sí, claro –Mohamed rápido entendió a Arimatea: “más allá de que me hayas intentado invitar a tu corral anoche, a nosotros nos une una relación laboral”; fue el mensaje que transmitía el saludo tan profesional y cortés. “Estamos llevando una importante cargamento de alfombras a Dubai ¿no? Y necesitaremos veintisiete días más”. Ya habían pasado juntos trece días en el desierto”. Pronto salió Priscila, y sonrió como si nada hubiera ocurrido. Se saludaron muy amablemente. Con muchas cosas por decir, para el gusto de Mohamed que era más conversador y demostrativo, pero con un silencio muy cómodo para los camellos, comenzaron su labor de veintisiete días; tenían una apretada agenda, una misión que cumplir y sencillamente había que seguir. Tomarían un rico desayuno de dátiles y agua fresca en la fuente de Agar, donde estaba el museo del ángel que alimentó al hijo de Agar en el desierto. Los camellos avanzaban confiados en alegres caravanas que sostenían casi un seco ritmo de tambores entre el ruido de las rodillas y las jorobas, los tacos sobre la arena y la brisa que suavizaba la mañana silbando alguna melodía entre los pelos de los camellos. Sus cabezas erguidas bronceadas bajo el sol, estaban felices, tenían una misión, yacía frente a ellos un lindo día de trabajo, ¿qué más podían pedir? Los camellos no temían al desierto, ellos sabían que Dios también les hablaba en el desierto, conocían todas las historias y, a su escaso entender, allí la voz de Dios se escuchaba más clara. Una linda jornada de actividad silbaba su melodía armoniosa y esto los llenaba de fuerzas.


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Mohamed estaba cabizbajo, meditabundo; si bien era la posición ideal del guía para no asustar a los camellos con encuentros visuales que pudieran confrontarlos demasiado y asustarlos; además, de que los camellos y los guías no se miran largo tiempo a los ojos como los pastores y las ovejas. Aunque Mohamed sabía esto, su posición demasiado cabizbaja hablaba de su gran tristeza y desilusión, de su inmensa confusión y mezcla de vergüenza. Los camellos actuaron como si nada hubiera pasado, no con la intención de ignorar a Mohamed, sino para ayudarlo a pasar el mal momento a solas, hasta que pudiera armarse y seguir. Es la forma de respeto que ofrecen a sus más grandes amigos, sus ojos enfocados en el camino y sus patas largas avanzando una y otra vez sin parar; las jorobas cobraban ritmo y Mohamed quedaba cada vez más atrás. Casi se podían leer los pensamientos de Mohamed, como quien recuerda la receta una y otra vez, y no entiende qué salió mal. “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja”, repetía. “Entonces”, se autoexplicaba mientras movía sus manos y hacía que actúen como si fueran los integrantes de este inolvidable versículo –versículo que le tomaría un largo desierto entender–, “aquí está la aguja, aquí los camellos, entonces uno se arrodilla y pasa el ojo de la aguja y ¿qué paso? ¿Qué salió mal? Señor, ¿te referías a esta aguja, a esta puertecita? Señor, dime ¿qué querías decir cuando dijiste ese versículo? Te lo ruego”, suplicaba Mohamed casi ya olvidado de que estaba en medio de una jornada de trabajo, y los camellos avanzaban y todo seguía su ritmo normal. Aun Priscila, seguía como si nada hubiera pasado. Seguramente no mostraría frente a nadie lo que sentía, sino en la inti-


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midad, donde ella pudiera desarmar los pedazos y volver a pensar todo una y otra vez. Los ojos cansados de Mohamed de tanto pensar y pensar y buscar una respuesta en el desierto, miraban a Priscila avanzar y casi podía adivinar su dialogo mental, por lo mucho que la conocía, podía escuchar su conclusión: “Entré y no era lo que esperaba y ya está. Nunca más volveré a entrar, sigamos trabajando”. Mohamed, no podía creer lo que ocurría, para él era el todo, el propósito de su vida. Muchas preguntas invadían su mente: “si el hacer pasar los camellos por el ojo de la aguja resultaba en esto, entonces ¿qué clase de ministerio era este? ¿Qué era ser un guía de camellos? ¿Y dónde ocurrió la transformación? ¿Por qué Priscila hoy camina por el desierto como si nada hubiera ocurrido, como si nunca hubiera pasado por el ojo de la aguja”. “Es que nunca pasó”, dijo un pensamiento tan alto en su interior que lo dejó aún más cansado y exhausto; y eso no era todo, además, para abatirlo más aún, ahora él caminaba por el desierto. También a él lo habían sacado. “¿Qué haría, cómo seguiría la vida fuera de la iglesia?” Pronto vino a él la lista de todos los que nunca habían vuelto: los exiliados. El dolor apretó su temor, y esto lo abrumó tanto que cayó de rodillas. Los tres camellos en un rápido entrecruce de miradas se comunicaron la urgencia y se transmitieron casi mentalmente cuál sería la acción a tomar. Arimatea se arrodilló, y Priscila empujó a Mohamed ya casi desmayado sobre la joroba de Arimatea. Del otro lado, Prócula tomó de la solapa a Mohamed con su fuerte hocico y lo subió justo sobre la joroba de Arimatea. Mohamed, ya desmayado, casi ni sabía dónde estaba.


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Arimatea se puso pronto de pie, y dijo con voz de mando: –Rápido, a la fuente de Agar; necesita agua, y la necesita pronto. Los camellos galoparon desierto adentro dirigidos por sus inefables narices. Mohamed sentía la brisa del galope de los camellos; él nunca atravesaba tan rápido el desierto. Daba gracias a Dios de estar entre ellos; por su discreción, por tomar acción y no juzgarlo, tan solo lo llevaban a la fuente de agua. Agua era todo lo que Mohamed necesitaba. Agua y un poco de pasto verde por el que no tuviera que pagar un alto precio; pasto de regalo, pasto verde de misericordia. El galope de los camellos y el ritmo vertiginoso con el que atravesaban el desierto lo mantenían entre el desmayo y la vida, entre estar y no estar, entre la conciencia y el adormecimiento. “Esta es, quizás, la noche larga del espíritu”, pensó, mientras se soltaba y dejaba sencillamente que todo ocurriera.


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4.1 Hablemos de las ovejas a la luz del Salmo 23

Uno de los errores que hemos cometido como Iglesia fue querer pastorear a los camellos usando métodos válidos para ovejas. y el camello no es oveja (ni viceversa). Si buscamos en la Biblia, como centro de referencias al hablar de ovejas, notaremos que hay una gran cantidad de ejemplos o situaciones que involucran a las ovejas. El rey David, por ejemplo, cuando era joven aprendió el oficio de pastor de ovejas y puso varios ejemplos en sus salmos extraídos de esa actividad. Jesús mismo aseveró ser el buen pastor de ovejas; y además dijo que era la puerta al redil de las ovejas. pero hay un pasaje que es muy interesante si lo observamos a la luz del comportamiento de ese animal en relación al contraste con el camello. Es el Salmo 23. Casi se puede sentir como si alguien dijera: “¡no me toquen el Salmo 23! Todo eso de los camellos ya es bastante innovador, ¡pero no se metan con el Salmo 23!”, como si al hacerlo estuviéramos profanando alguna clase de “vaca sagrada” del cristianismo. Lo cierto es que ese Salmo, en el que David medita sobre su propia vida espiritual usando la figura que tan bien conoce, muchas veces lo hemos visto aplicado a la relación íntima del creyente/oveja con su pastor. Aquí nuevamente hago la salvedad de que no es la intención profundizar en


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detalles de la zoología, ni hacernos eruditos especializados en el campo de la “ovejología”, sino más bien identificar algunas de las conductas propias del ovino para establecer diferencias con el camélido y que esas diferencias nos ayuden a encontrar estrategias espirituales aplicables especialmente a los últimos (porque para los primeros ya se han escrito libros enteros). En el Salmo 23:1-4 David describe la relación creyente /oveja con su pastor, y nos proporciona algunos paralelos espirituales a tener en cuenta: a. Jehová es mi p as tor; na da m e falt ará A las 4 de la madrugada, las ovejas salen del corral para caminar; lo hacen continuamente mientras pastan, y el pastor las conduce. para una oveja, la figura del pastor tiene un rol vital: él es quien las conduce a pastar, a abrevarse, quien las rescata del peligro, las saca del corral y las vuelve a traer, etc. La oveja es plenamente dependiente de su pastor, y él tiene un papel preponderante. b. En lugares de delicados pastos me hará descansar A media mañana las ovejas están cansadas, calurosas y sedientas. Con el estómago lleno no pueden tomar agua, por eso a esa hora, se las lleva a los pastos verdes a descansar un poco. c. Junt o a aguas d e rep os o me p as toreará Como la oveja es muy asustadiza a las corrientes de agua, ya que no sabe nadar, el pastor debe crear un pequeño dique con piedras para ofrecerle aguas calmas para beber. Además, tienen un oído realmente sensible (mientras que el camello es casi sordo), por lo que el ruido de corrientes de agua las asusta mucho.


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d . Confort ará m i alm a Durante el día, la oveja elige libremente por dónde caminar y comer (no existe la oveja líder), pero en un momento corre hacia el pastor para que le frote las orejas, confortándola y dándole seguridad. e. Me guiará p or s endas d e just icia p or a mor d e su nom bre Son muy cortas de vista por eso siguen al pastor de cerca para no perderse, ya que cuando caminan, por riscos, no ven los precipicios y se desbarrancan fácilmente. por eso también caminan todas juntas, casi rozándose, para estar a salvo. f. Aunque ande e n vall e de s om bra y d e muert e no t eme ré mal a lguno La oveja es muy indefensa, es presa fácil. Tampoco tiene un buen sentido del olfato, por lo que no distingue las plantas venenosas. El pastor debe anticiparse para evitar que coman de allí. g. Tu va ra y t u ca yad o me i nf undi rán a lie nt o Cuando una oveja se desbarranca, el pastor usa el cayado para engancharla y así salvarla. Una de las diferencias básicas que asoman entre ambos es su actitud frente a la vida. La oveja, por su corta visión y torpeza, es dependiente del pastor para su supervivencia. En cambio el camello, debido a su agudo olfato para proveerse de recursos, desarrolla una actitud independiente. Si escucháramos la conversación entre una oveja y un camello, esta diría: “sálvameeeee, ayúdameeeee, protégemeeeeee”, mientras que su compañero le respondería, con gesto autosuficiente: “yo no, gracias, puedo solo”. por gracioso que


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nos parezca, ambas representan a cabalidad las diferentes maneras de actuar de las personas según sea su nivel de prominencia. Al referirse a los creyentes en general, Jesús también usó la figura de la oveja, dadas sus características de docilidad, mansedumbre y dependencia. pero al hablar sobre los ricos de este mundo, los representó como camellos. ¿Son ellos seres especiales? ¿Son creyentes de primera clase, y los demás de segunda? En absoluto, a los ojos de Dios todos son exactamente iguales y en el cielo no existen privilegios de ninguna clase. pero no podemos dejar de reconocer que las personas que tienen una gran cantidad de dinero, fama o poder en este mundo, a los que figurativamente llamamos “camellos” a lo largo de este estudio, tienen características de personalidad y comportamiento diferentes.

4.2 Diferencias entre la oveja y el camello Veamos, entonces, algunas de esas diferencias que nos pueden ayudar, si establecemos un paralelo, para comprender al grupo que queremos alcanzar. ¿Dónd e viven y dónd e d ue rmen? Al finalizar el día la oveja es llevada al corral y, una vez segura, duermen. podemos decir que el templo es la seguridad del creyente. En la hermandad se siente seguro, protegido, contenido. No es así para los camellos, que no viven en corrales; solo duermen a la intemperie, cerca de su guía cuando encon-


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traron agua... para las personas acaudaladas, la iglesia se halla donde está su guía/pastor, y donde encontraron el agua viva allí se multiplican. La fe de ellos no tiene nada que ver con edificios ni con estructuras. Un viejo guía de camellos Somalí le contestó a un misionero cristiano: “Cuando tú puedas colocar tu iglesia sobre el lomo de un camello, entonces creeré que el cristianismo es para nosotros”, refiriéndose a que él era tan nómada como sus animales. Todos los movimientos migratorios de estas familias son en función del animal. ¿Q ué hace el pa st or p ara sa lvarl es la vid a? En un determinado momento en que la lana ha crecido bastante, el buen pastor debe esquilar a sus ovejas para salvarles la vida porque, por ejemplo, si van a tomar agua y su lana se moja, como pesa demasiado, las ovejas pueden caerse y ahogarse. pero si se trata de esquilar a un camello este muere, debido a que tiene pelo muy corto y duro, pegado a la piel. El guía de camellos debe cuidar su cuero y pelaje, porque ese es el mayor tesoro que tiene. Moraleja: Si nos acercamos a un camello con la “esquiladora” en la mano, ¡él va a salir corriendo! A buen entendedor, pocas palabras... ¿De qué vive un p ast or? El pastor de ovejas vive del producto del animal. por ejemplo, la leche de oveja además de ser rica en propiedades es muy cotizada en el mercado. En la antigüedad su carne traía beneficios porque para el pueblo hebreo era ceremonialmente pura y apta para el consumo. por último, con los cuernos del carnero se fabricaban trompetas y también ciertos recipientes. pero su principal fuente de ingresos viene de la venta de la lana. Cuantas más ovejas junte, más lana tiene para vender; por eso la validez de los rebaños numerosos. En tiempos bíblicos, y también actualmente en muchas comunidades de


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cría ovina, la época de la esquila da lugar a numerosos festejos. En cambio, el guía de camellos vive del comercio, del arte de transportar mercadería a lugares donde otros medios de transporte no pueden llegar. por eso el desierto es la “zona de comercio”, y en la ciudad descansa. La d emos traci ón y recep ción de cariño. El pastor de ovejas frecuentemente las acaricia en su cabeza y orejas; entabla una relación más cariñosa con el animal. El camello es reacio a que lo toquen. ¿No es cierto que el trato de y hacia la gente de alto nivel es un poco diferente al de los demás? A estas personas no les gusta que las “cargoseen” o que las tengan de acá para allá. Hacen valer su imagen y exigen respeto constantemente de las personas que están fuera de su círculo íntimo. En muchos casos se ponen incómodos por una manifestación física de afecto (más que otro tipo de personas). Incluso en su relación con Dios, y sobre todo al principio, al venir a la iglesia se sienten incómodos frente a canciones de alabanza que le dicen al Señor frases como: “estoy enamorado de ti” o “besaré tus mejillas”, etc., porque para ellos eso es algo relacionado con la intimidad, que se lo dicen a una novia o novio, y entienden que Dios es un ser superior al que se le debe mucho respeto. Muchas veces hay que usar otro lenguaje cuando al principio los guiamos a comunicarse con Dios; más a menudo Dios les habla por medio de la naturaleza, y así se sienten cómodos. Se ntid os. Como ya mencionamos, a diferencia del camello, la oveja tiene una visión muy corta (solo ve a 1,5 m de distancia) y un olfato poco desarrollado, pero el sentido de la audición le funciona muy bien. por eso reconoce y actúa en


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respuesta a las voces conocidas. El camello tiene un olfato agudo que le permite oler el agua hasta a 10 km de distancia y una visión de largo alcance. Tomándolo en sentido metafórico podemos decir que las personas de recursos tienen una habilidad especial –quizás un “don”, aunque muchos les desagrade el uso de esta palabra en un contexto fuera de la iglesia– para detectar dónde está la provisión, de dónde viene el peligro, etc.

4.3 Diferencias entre el guía de camellos y el pastor de ovejas

¿Dónd e com en? ¿Qué comen? Las ovejas comen pastos frescos en los pastizales, mientras que los camellos están acostumbrados a la aridez y hostilidad del desierto, y pueden subsistir con un forraje de lo más mísero y espinoso. Esto porque acumulan reservas de grasa en sus jorobas y debajo de su panza reservas acuíferas; no necesitan alimentarse constantemente y son capaces de sobrevivir a ayunos prolongados. A veces vemos que las personas poderosas tienen una escasa alimentación espiritual, no asisten a una iglesia (y si lo hacen es de forma esporádica), y nos preguntamos: ¿cómo pueden vivir esa vida? ¿Cómo pueden andar en ese desierto espiritual? La respuesta es que ellos son del desierto, ese es su medioambiente y están preparados para sobrevivir así: con una palabra, enseñanza u oración que reciben de


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cuando en cuando, la meditan, la ponen en práctica y siguen camino. A la gente pragmática –tomando el pragmatismo como un virtud y no como un defecto– no le gustan las fórmulas ni la repetición, más bien acepta un cristianismo espontáneo y relacional; las verdades lisas y llanas del evangelio de Cristo son su dieta, y saben reconocer y desechar todo agregado humano. ¿ Dónd e b eb e n? ¿Con q ué fr e cue nc ia ? Las ovejas abrevan en aguas tranquilas, mientras que los camellos beben en los oasis. por su capacidad de almacenar el líquido, el camello no necesita suministro de agua en forma diaria, sino que la recibe esporádicamente. pero la oveja cada día pasta y cada día bebe. ¿No es este acaso un paralelo espiritual en cuanto a la frecuencia con que las personas ricas precisan venir a la iglesia o reunirse a orar? A ellas les basta con una buena provisión cada tanto, cosa que nos cuesta bastante aceptar con nuestro paradigma de iglesia-una-vezpor-semana (o más, si es posible). Inici at i va. Las ovejas, al ser tan mansas, muchas veces parecen no tener reacción ante el peligro. por ejemplo, en las zonas frías de cría de ovinos, cuando cae la nieve, si la oveja está a la intemperie se queda inmóvil hasta que, sin darse cuenta, la nieve la tapa y puede morir de hipotermia. Entonces el pastor tiene que acudir a sacarla de debajo de la montaña de nieve. Ante el peligro, el camello tiene dos reacciones: patea o sale corriendo, aunque en general opta por esta última. Esto nos da una pauta de la iniciativa que los camellos tienen para desenvolverse en momentos de crisis y ante una situación que los amenaza. Comport am ient o socia l. Las ovejas andan en rebaños


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numerosos pero los camellos en grupos reducidos. Cap acid ad de s op ortar ca rgas. El camello es un animal de carga y transporte; puede soportar un peso de hasta 250 kg y marchar todo el día bajo un sol intenso. La oveja, en cambio, es débil en contextura y capaz de soportar solamente su propio peso. A esta altura vamos comprendiendo que no es lo mismo ser un pastor de ovejas que un guía de camellos. Es allí donde ha radicado nuestro error como iglesia, en querer pastorear a los ricos del mismo modo que pastoreamos a la gran multitud. y por eso hemos fallado en nuestros intentos de alcanzarlos para Cristo. Albert Einstein dijo en cierta ocasión: “Locura es pensar que haciendo lo mismo lograremos diferentes resultados”. y tiene mucha lógica. Si durante los últimos siglos de historia del evangelio hemos tenido dificultad al momento de alcanzar a los influyentes de nuestra sociedad, ¿qué nos hace pensar que con los mismos métodos de siempre –o estrategias y enseñanzas– vamos a lograrlo? Todo nos lleva a reconocer que necesitamos un cambio de paradigma. No un cambio de teología, sino sacarnos los lentes del “como-sehacía-ayer” y colocarnos los del “como-se-hace-hoy”. Cambiar las gafas de “lo-que-me-enseñaron” por las de “lo-que-el-Espíritu-marca-hoy”.



pARTE CINCO: JESUS, DONDE TODO CONVERgE C Ró NI CA C I NC O - El oasis

De cara al cielo un rayo de sol lo despertó y vio que estaba en un oasis indescriptiblemente bello. Su ropa estaba mojada y sus labios aún podían recordar que había tomado mucha agua. Su lengua recorrió sus labios una vez más y el sabor del agua fresca, transparente, agua pura de la fuente (doctrina pura sin agregados), se notaba en la legua; realmente esta agua tenía poder de calmar cualquier sed y de hacer olvidar los desiertos. ¿Desierto? Sí, claro, él estaba en un desierto. Entonces pronto recordó a sus amados camellos. Se irguió y los vio arrodillados apacentados en quietud y en mansa docilidad. “¿Qué les pasa?”, pensó. “Arrodillados y tan pacíficos”. Pronto entendió que el agua de vida tenía ese efecto en ellos: calmarlos, arrodillarlos, darles inmensa paz, quietud, seguridad y confianza; la vida se renovaba en el oasis. ¿Y qué hace que el desierto se vuelva un oasis? El poder del agua. Es decir, no necesitaba acortar el desierto, sino encontrar el agua de vida. No hay desierto que se le resista. El agua de vida todo lo cambia, hasta el desierto más largo, más profundo. La escena era toda una prédica hecha práctica ante sus ojos. ¡Así que ellos se alimentan aquí! La escena era perfecta y bella, el sol caía suave sobre el


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horizonte, un fuerte naranja dorado dibujaba las sombras del crepúsculo una y otra vez, hasta que el naranja era tan intenso que aumentaba una sombra, y así las figuras pasaban de naranjas a marrones con matices de negro; se iba el sol, venía la noche; todo cobraba sus sombras, también sus miedos, miedo a lo desconocido, a lo por venir, a lo profundo. Casi como una mano interior que rescata a un niño de la sombra, su memoria le recordó su versículo de la infancia: “Ni lo profundo, ni lo por venir (ni aunque me echen de la iglesia...) nada podrá separarme del amor de Dios”. Cerrando sus ojos en sufrimiento, repetía esta última frase una y otra vez; era calor para sus labios. Los ojos entreabiertos podían ver que la noche ya había ganado la escena. La noche y el desierto era una dupla nada buena para él, por lo general siempre calculaba pasar la noche en una posada, o cerca de una montaña o adentro de alguna ciudad/iglesia, pero esta noche no la había planeado. En realidad los últimos sucesos no los había planeado, ahora estaba comiendo de la espontaneidad de Dios, del plan divino absoluto sin mezcla ni sugerencia humana, directo del cielo. Una sonrisa que nació espontánea le salió de adentro y le profetizó buenas cosas. Casi no entendía por qué se reía por dentro; se balanceaba suavemente sentado en la arena abrazando sus pies; el balanceo lo mantenía vivo, en acción, con la temperatura ideal. Tenía algo de hambre. Y para no recordarlo, empezó a repetir una y otra vez su versículo, casi como una muletilla, como si esto fuera a mover algo. Y así aferrado a su frase, que decía vez tras vez, pronto lo rodeó un camello, por el frente, a unos segundos se le sentó otro por atrás y


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el costado, solo un flanco quedaba a la intemperie; la repitió una y otra vez y, sincronizado por la naturaleza, cuando terminó de decir: “nada podrá separarme del amor de Dios” el tercer camello se sentó, cerrando el círculo perfecto, una pared de jorobas de camellos lo protegía de la noche y del desierto, y justo frente a él estaba el morral donde guardaba los dátiles para el camino; esta era su cena, ocurrentemente traída por Dios frente a sus narices. Tan solo estiró las manos y estuvieron en su palma los mejores dátiles de la temporada; el olor seco de la fruta le enjugó el paladar; masticó y jugó con su carozo un rato largo. Y así, embobado por este amor de Dios, cenó en silencio, contento, contenido y protegido. El versículo seguía dando vueltas en su cabeza, cuando su corazón sintió con fuerza que él vivía esa frase hoy, en su desierto, que de pronto ya no era desierto, sino el mejor lugar del mundo, el lugar donde Dios le mostró que él puede llegar a todos lados para cuidarlo y rescatarlo. Este pensamiento le trajo paz y sueño, el cansancio del día cayó sobre sus párpados; tan solo soltó la espalda y una almohada de pelo de camello le amortiguó el momento. Repitiendo todo en silencio, casi como para entenderlo, se fue durmiendo, se fue soltando, mientras el desierto escuchaba sus emborrachados alegatos de una mandíbula muy dormida: “me desmayé; entonces me rescataron, tomé el agua de la vida, y estoy aquí en el desierto; no me morí porque Dios me cuidó”, decía casi deformando el sonido que se tornó un soplido de alivio, un soplido de alguien muy dormido, alguien cuidado por Dios en el desierto. La noche estrellada abrazaba la escena. Una noche oscura brilló por Mohamed, brilló por su fe, brilló porque


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así es Dios, no se cansa de ser. Y, como dueño de todo el universo, hizo que una estrella guiñara su luz, para darle ese toque genial a la noche, tan real y exquisito como la vida. Y esa estrella ya no era para Mohamed... él estaba dormido... esa estrella brilló por ti. Tú que lees. Para que sepas que estás incluido en el plan de Dios, por eso lees este libro hoy, justo en este momento. Brilló para recordarte que no hay desierto que él no pueda cambiar... Buenas noches...


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5.1 Donde todo converge

Es notable el hecho de que para el nacimiento de nuestro Salvador acudieron tanto los pastores con sus ovejas como los reyes con sus camellos. Refresquemos la escena: Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (...) Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. –Mateo 2:1-2, 9-11 El autor de este Evangelio hace hincapié en la realeza de nuestro Señor Jesucristo, por eso relata con detalle la visita de estos magos (así se les nombra, aunque en realidad eran astrónomos muy eruditos) que, como era su costumbre, deben haber venido montados sobre lomos de camellos. Los presentes que estos reyes le dieron al niño también tienen una simbología que exalta su realeza; todos ellos tenían un


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gran significado en los tiempos de Jesús. por otro lado, y cronológicamente anterior a la visita de los sabios, se presentaron al nacimiento de Jesús unos pastores de ovejas, que vinieron a adorar al niño Dios: Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor (...) y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (...) Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. –Lucas 2:8-9,13-14,16-18 Estos pasajes vistos conjuntamente nos dan una gloriosa revelación: Jesús es la persona en donde todas las cosas convergen, donde todas las clases sociales, los diferentes tipos de personas, la creación entera, se reúnen. En él está la llave para abrir todas las puertas, pequeñas o grandes, para tocar todos los corazones. y ante su gloria toda rodilla se dobla y toda lengua confiesa su señorío. Jesús es la clave para alcanzar a todos los perdidos, porque él no quiere que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 pedro 3:9).


pARTE SEIS: BRILLAR EN EL DESIERTO C RóNI CA S EIS - Historia de un granito de sal

–¡A que no se lanza! –le dijo con una sonrisa carcajada, casi devenida en desilusión acostumbrada, el ángel Miguel a su amigo que, sentado en el borde superior del borde de la ciudad, balanceaba sus piernas sobre el muro. Lucas movió sus grandes alas blancas en una ademán de “y no sé, quizás se anima”, casi mostrando el deseo de que finalmente logre saltar del salero. –Aquí estaremos, hermanito –le dijo Miguel que contemplaba la escena desde lo alto, tapándose el rostro con su gran ala derecha disponiéndose para una siesta–. Es así – dijo con la mandíbula ya suelta por el sueño que iba ganando su ser–, el ejército de ángeles destinados a hacer triunfar los proyectos de los cristianos fuera del salero estamos condenados a estar aquí atiborrados y amontonados a las puertas de la ciudad. –Luego se recostó sobre un lado y asentando sus palabras con las manos en un gesto de cansancio dijo–: Porque nunca saltan. “¿Por qué no saltan”, se preguntaba Lucas internamente. “¿Por qué no saltan?” El chirrido de miedo de un granito de sal femenino se escuchaba desde donde estaban sentados los ángeles apostando sobre la situación conocida, pero desconocida a la vez.


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La granito de sal estaba azul de miedo, sudaba frío y no paraba de tiritar frente a la puerta de la ciudad. Lucas la observaba, deseando casi hacerse visible para impulsarlo; y, mientras la observaba, intentaba entender, casi leer de la mente los miedos humanos. “¿Dónde se vio que un grano de sal al saltar deje de ser sal? ¿Acaso nunca leyó que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia? ¿Por qué le tienen tanto miedo al desierto? “Shhhh”, se dijo a sí mismo, “así puedo oír lo que esta pensando”. Tambaleante, temblorosa y sin aliento la granito de sal pensaba: “Es que ellos me convencerán y dejaré de ser sal, me volveré como ellos, gente del mundo”. Lucas se desesperaba por explicarle, en un intento ciego y sin éxito, de que la sal nunca deja de ser, que cuando un granito de sal cae sobre la carne, la carne se vuelve salada, nunca la sal se vuelve carne. Lucas era joven y tenía muchos deseos de emprender una gran misión; conocía todas las herramientas y los recursos que Dios les había dado para ponerlas a disposición de los cristianos fuera del salero, y eso le daba mucha fuerza, pero no podía hablar. Los ángeles tan solo pueden protegernos y servirnos, pero no hablarnos. La granito de sal debatía su gran decisión de vida: salir o no salir. Quedarse era para lo ya conocido, salir era lo desconocido, el desierto, la misión; quedarse era la comodidad, la estructura, lo que seguía, un programa, saltar era poner a prueba todo, aun su esencia como granito de sal. Atravesaba una crisis de identidad, la que atraviesan los granitos de sal cuando creen que el desierto va a desvanecerlos. Finalmente se arrodilló y oró. Lucas entusiasmado, des-


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pertó a Miguel. –¿Qué pasa? –dijo Miguel desperezándose. Lucas, mientras contemplaba la escena, le contó animado. –Empezó a orar. ¿Entiendes, Miguel, lo que esto significa? Empezó a orar, dale despiértate que tenemos que darle todo lo que tenemos para ella. –¿Todo? –preguntó Miguel. –Sí, Miguel –replicó Lucas convencido y firme–, todo: la piel de camello, los cofres, los mapas, la brújula y las fuerzas. Y si le llega a faltar algo más, acuérdate que cada granito de sal tiene cien ángeles que sostienen lo que Dios va a proveerles, listos para lanzarlo por la ventana de los cielos. –Espera que se defina más, tampoco le digas que tiene tanto, porque tal vez se agrande y se quede en el salero – esbozó Miguel, más acostumbrado a ver que alguien los convenza de que su lugar es “aquí” y se olviden una vez más que Dios les dio todo el planeta. “Todo lo que pisen las plantas de los pies” –repetía Miguel muy descreído de que finalmente fuera a saltar. Ya había visto a muchos quedarse en el intento. Lucas estaba casi empinado en sus pies, y dijo: –Cuando me dé la orden yo bajo Miguel, eh. –Te digo que dejes que crezca en autoconvencimiento, sino va a caminar doscientos metros de desierto y se va a volver ¿entiendes? –Apenas dé la orden yo bajo –advertía Lucas casi en tono de amenaza, como quien muere de ganas por hacer lo próximo a venir. –Y después tenemos que volver a sostener las bendiciones hasta nuevo aviso –le advertía Miguel. –Señor, dame fuerzas para emprender este viaje –susurraba


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la granito sal con esas oraciones que no la convencían ni a ella misma–. Y si quieres dame una señal de que tienes algo para mí en este mundo. Lucas desesperado decía: –Pero querida, ¿más señales quieres? El mundo se está pudriendo por falta de sal y nosotros aquí amohosados, y todos en el salero amontonados, luchando luchas vanas, cuando hay todo un desierto por conquistar –decía Lucas, aun sabiendo que los humanos no pueden escuchar a los ángeles. –Y bueno, Señor, en caso de que sea tu voluntad, y si la hubiera para mí, te pido que los ángeles que me diste para esta misión me abran una puerta. –¡Lo dijo! ¡Lo dijo! –gritaba Lucas tan eufórico que en su entusiasmo hacía muchas cosas a la vez, despertaba a Miguel, se alistaba y saltaba de alegría–. Miguel despiértate y abre la puerta, dijo que abriéramos los ángeles, es decir nosotros, la puerta. Esto es genial. Miguel abrió la puerta de la ciudad con la punta de un ala. Cuando la granito de sal miró, vio la puerta abierta y la imagen la dejó perpleja. Había tanto frente a ella, qué grande era la vista del desierto: –Oh, mi Dios, queda mucho por ganar. Por un segundo confió y, sin pensar saltó, fuera del salero... al desierto para algunos, al mundo para otros, al lugar de la misión para ella de ahora en adelante. Lo primero que ocurrió después del salto es que inmediatamente brilló, como no sentía que lo hacía cuando se rozaba tan solo con otros granos de sal. Por primera vez entre la arena, reconoció su linaje santo, su esencia única. Tan solo por estar, brillaba.


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6.1 Conquistar en el desierto El desafío que tenemos por delante es hacer frente a un cambio de paradigma. Comenzar una estrategia ofensiva para ganar a quienes por distintos motivos estaban fuera de nuestro alcance. Lo ideal según mi experiencia es que, cuando algún pastor escuche que una de sus ovejas conoce a tal o cual persona –que por sus características y recursos puede considerarlo un camello–, oriente a la persona que es oveja para acompañarla, sabiendo que, si se mantiene unida a la congregación, él o ella podrá guiar a ese camello sin dificultad alguna. Casi puedo escuchar la pregunta: “¿y dónde quedó aquello de que los pastores podrán tener grandes rebaños de camellos y ovejas?” Los tendrán, pero tal vez no los verán domingo a domingo sentados en su iglesia; sencillamente, cuando vea a cada una de sus ovejas, sabrá que ellos están acompañando durante la semana, o en la frecuencia que se dé, a otras personas, a otros camellos que no asisten a la iglesia, pero que Dios eligió alimentarlos allí en esa fuente que se le dio para administrar (por fuente se entiende la iglesia). Quizás el guía tenga que traducir constantemente el mensaje. Con esto quiero decir que tal vez no le pueda dar la misma literatura, sino relatársela en cada encuentro, o podrá compartir algo de la prédica del domingo, o quizás


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cuando vea a su camello tan solo pueda escucharlo y orar por él en algún momento o, si le permite, junto a él. El acompañamiento es muy personal y se teje de forma artesanal, con el oído puesto en los labios de Dios que cada instante susurra el próximo movimiento. No hay fórmulas. No lo intente, a los camellos no les gusta aplicar fórmulas para algo tan íntimo como su espiritualidad. Eso sí, cada oveja que acompaña a alguien no puede dejar el rebaño, y tampoco puede obligar al camello a unirse al rebaño, sino aceptar su rol de hilo conductor de la presencia de Dios en esta gran evangelización mundial que empezó en Jerusalén y terminará en lo último de la Tierra. para que la oveja no deje el rebaño, el pastor debe entender este nuevo ministerio de acompañamiento que requiere de mucha paciencia, discreción, absoluta confidencialidad y extremo compromiso. No acompaña porque ve frutos, acompaña porque Dios lo puso en su camino y punto. Entonces, si los camellos no van a las iglesias, y los pastores no los guían desde el púlpito cada domingo... ¿Cómo se realiza este ministerio? Vuelvo a decirlo, porque de tan nuevo requiere un poco de repetición: si un pastor entiende el nuevo paradigma sabe que, cada domingo cuando se para frente a su congregación, hay un grupo que no asiste representado en cada uno de aquellos que dependen del buen alimento de ese domingo para poder guiar a su camello. Entonces ese pastor en los ojos de la fe no verá una iglesia de mil ovejas, sino una congregación de mil ovejas y mil camellos, esto considerando que a cada oveja Dios le dio un camello. ¿Cómo se encuentran las ovejas y los camellos? Es fácil, Dios nos ha colocado en un mundo donde siempre nos estamos rozando con camellos. Como dije al principio del libro, muy pronto descubrí que vivía en un mundo de ricos y po-


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bres, de camellos y ovejas, esto le pasa a la mayoría de las personas. Algunos trabajan en casas de camellos, son sus jardineros, mozos, terapeutas, enfermeras, empleados, personal trainer, peluqueros, profesores particulares de los hijos, o comparten un lugar en común donde Dios los puso, el club, donde el camello va a refrescar el alma y coincide que la oveja justo trabaja allí, o tal vez sea el mecánico de uno de sus vehículos, o arregla sus aire acondicionados, limpia sus alfombras, o peina y pasea a sus mascotas. Dónde no es el asunto, sino cómo acompañarlos marca la gran diferencia. Esto abre una mirada distinta en un mundo de grandes diferencias sociales permitidas por Dios, quizás para la evangelización de todo el planeta, ya que si los camellos y las ovejas nunca se vieran... ¿cómo los evangelizaríamos? Si no hay ningún camello cerca de su vida y desea poder acompañar a uno para su salvación, pídale a Dios que en los próximos días aparezca alguien a quien guiar; pero antes asegúrese de que sus intenciones están lejos de: • presumir que conoce a algún camello • Solicitar favores a su camello • Estar en el grupo de guías de camellos en la iglesia Ingrese a este ministerio porque siente un llamado interno y pídale a Dios mucha paciencia y mayor discreción, nunca ande contando a quién acompaña, proteja el nombre de sus camellos con gran cuidado. Muchas veces escuché metaforizar los momentos difíciles en la vida de un cristiano con la frase: “estoy atravesando un desierto”. Esta frase contrapuesta a “quiero pastos verdes”, al referirse a la bonanza espiritual, encierra la creencia de que en el desierto se muere, se perece, y que tan solo


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se crece en los pastos verdes. Cuando en realidad en la Biblia los grandes siervos de Dios fueron llevados al desierto antes de una gran conquista o victoria espiritual. Es importante que el guía aprenda a percibir el desierto como el lugar de trabajo, no el lugar de castigo. Si volvemos a la metáfora del granito de sal, vemos que es necesario que estemos desparramados en el desierto para que se cumplan los planes de Dios. Así que los que estén atravesando un desierto dejen de llorar porque no están con las ovejas, seguramente Dios los tiene destinados para acompañar camellos. El guía y el desierto son una ecuación infalible que Dios utiliza para la preparación del guía. Es imprescindible que el pueblo de Dios pueda compartir una visión valiente de conquistar en el desierto, cernido de mucha creatividad. Saltar del salero no es abandonar la iglesia, el salto puede ser diario, semanal o mensual. Con esto quiero decir que si una persona que trabaja en la iglesia de repente tiene un trabajo secular, o la idea de un negocio fuera de la iglesia o la posibilidad de involucrarse en política, el club del barrio, el comité de vecinos, la asociación de ayuda del colegio, la cooperadora de la escuela, o empezar una carrera universitaria, la que fuere, entonces pueda ver en esos saltos del salero una oportunidad para que Dios gane a todos a través de nosotros. Aún falta desparramar cristianos en el mapa, para poder ganar el juego. Si esto fuera un partido de fútbol, es sabido que no se gana corriendo todos juntos detrás de la pelota, como hacen los niños cuando recién comienzan a jugar, sino que la eficacia del juego radica en el éxito en una estrategia, de hacer buenos pases y tener un compañero atento que los reciba. pensemos tan solo en nuestro país, cuántas asociaciones


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cristianas faltan, de la profesión y/o negocio que se hable: médicos, locutores, clínicas, colegios, universidades, abogados, psiquiatras, jueces, escribanos, contadores, maestros, psicólogos, consejeros, escritores, profesores, enfermeros, constructores, ingenieros, geólogos, dentistas, técnicos de laboratorio, secretarias, artistas, hoteles, restaurantes, locales comerciales, galerías, cómicos, actores, productores, industriales, agentes de aduana, etc. Todavía falta mucho por ganar tan solo en nuestro país; intento decir con esto: anímese a saltar. Les daré un pequeño ejemplo (aunque puedo pensar en miles de situaciones) en las cuales podríamos realizar pases magistrales si estamos bien desparramados o posicionados en la cancha, o desparramados y organizados en el desierto. por ejemplo, si una mamá (no cristiana) tiene una buena opinión de las maestras cristianas, al tener problemas con un hijo deseará contactar una maestra que pueda darle clases particulares; podría ir a la asociación de maestras cristianas y obtener un número y el niño empezar a tomar clases. Entonces esta maestra con un alto nivel profesional, donde hable su profesionalidad antes que su creencia (es decir, que brille), si ve que los problemas de aprendizaje perduran pueda ubicar una colega psicopedagoga que continúe el acompañando a ese niño, y así, siguiendo con la metáfora de fútbol, se realizarían pases exitosos. Hasta que esta mamá, que puede ser una camella, por admirar el trabajo profesional de estos brillantes en el desierto, algún día en una charla desee avanzar más sobre lo espiritual. O tal vez un juez, de la asociación cristiana de jueces, decida iniciar en las formalidades del divorcio, además de una audiencia conciliatoria, un curso matrimonial en tal o cual iglesia, de la misma forma en que los jueces pueden enviar a personas a rehabilitarse. Las personas sencillamente lo ha-


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rían porque desean divorciarse, y Dios haría el resto. Necesitamos jueces cristianos; y si tuviera que hacer una lista de los profesionales que necesitamos sería muy larga. Así que si no lo eligieron para la alabanza este mes, o para enseñar en la escuela dominical o está cansada/o de estar domingo tras domingo sintiendo la necesidad de hacer algo más de lunes a sábado, anímese hoy. Hay un poder implícito en algunas posiciones que se reparten en el desierto que Dios necesita que estén bajo manos cristianas para poder llegar hasta lo último de la Tierra. Un gran ejemplo de un salto del salero es el testimonio del pastor argentino Juan Zuccarelli, que para impactar una cárcel en la Argentina no dudó en hacerse guardia cárcel. ¿Cuántos pastores hay que visitan cárceles los días domingos? ¿por qué él tuvo éxito? porque se animó a saltar del salero y a tomar posición en el desierto sin temor alguno. Si usted por alguna razón, la que sea que Dios haya usado, está en el desierto, alégrese, comience a jugar con la arena y vea con los ojos del Espíritu todo lo que Dios desea que haga, deje de percibirse castigado, porque no lo está. por lo menos por Dios no lo está, sencillamente está siendo entrenado en este nuevo ministerio de caminar al lado de camellos hasta que pasen el ojo de la aguja.


pARTE SIETE: BRILLAR EN EL DESIERTO II C R óN IC A S I E T E - Dia veintinueve en el desierto

El desierto comenzó hablar su rutinario idioma de brillos. Con un rayo, Mohamed se despertó entre los camellos. Rápido abrió los ojos porque el rayo era distinto a un rayo del sol, era más intenso y definido que la bocanada de sol que untaba su calor rojo como un soplido sobre su espalda. Él conocía el sol del desierto y este brillo era diferente, más firme y fuerte, y a la misma vez enfocado, radical y abrupto. Se restregó los ojos una y otra vez porque no creía lo que sus ojos veían. Lidia, la que servía las mesas en la iglesia, estaba allí. Casi sin pensarlo, atropelladamente, como cuando alguien ve a otro hermano de su congregación, corrió a su encuentro. –Hola Lidia –dijo despavorido con mezcla de alegría y de sorpresa–, acompañando el saludo con las manos. Lidia lo miró asombrada con cara de “a la última persona que me imaginé ver era a ti”. Y seca, pero constantemente sonriente, dijo: –Hola Mohamed, la verdad no pensaba verte. Salí a ganar el desierto así que no sé si tendré mucho tiempo para charlar. –¿A ganar el desierto? ¿De quién lo quieres ganar? Lidia, con una mirada de rápido fastidio, de costado, casi sin ganas le explicó:


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–¡Del demonio! ¿O no te enteraste que está suelto? –Oh, sí, claro –repitió Mohamed confundido. Es que nadie antes había hecho estos comentarios en el desierto. Aquí solo caminaban, oraban y seguían. Más bien era una lucha contra ellos mismos que Dios les ayudaba a sobrellevar día a día. Mohamed se rascó la cabeza como quien no sabe por dónde empezar a explicar tanto. Se sentó sobre la arena y, mientras jugaba con la arena entre los dedos, intentó hablar con Lidia que miraba alrededor alerta y rígida como atalaya, dando claras muestras de que sabía poco del desierto, de camellos, de cómo tratarlos, y de que tenía mucho por aprender. Era una misionera que no conocía el ganado, ni el terreno, ni el idioma, y este desconocimiento la volvía torpe, notoriamente extranjera, contraproducente en lo espiritual. –Mira, Lidia, si quieres puedes venir conmigo; sabes yo estoy camino a Dubai, vamos con un importante cargamento de alfombras que tenemos que dejar en once días. Esta era la mejor forma que encontró Mohamed de decirle: tienes mucho por aprender, y quizás lo hagas junto a estos camellos, en este desierto y en los próximos días. Lidia lo miró de reojo y pensó: “abriré mi Biblia para que me indique adónde ir”. Mohamed siguió jugando con la arena, que resbalaba entre sus palmas, cuando oyó el grito de Lidia: –¡Se borró todo! No lo puedo creer, cómo puede ser que se borró todo en mi Biblia. Mohamed la miró de costado y, cuando se calmó, suavemente le explicó: –Las Biblias no se pueden leer en el desierto, se borran; los demás tan solo la pueden leer a través de ti.


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–¿A través de mí? –alargó la frase una enfadada Lidia, a quien ya empezaba a pegarle fuerte el cambio climático, cultural y costumbrista–. ¿Qué quieres decir con: a -t-r-av-é-s- d-e -t-i? Su pregunta traslucía una enorme necesidad de explicación clara y concreta, al borde del descontrol, de salirse de la caja. –No puedo explicártelo, tan solo sé que es así, que las Biblias en el desierto no se leen, que tan solo se pueden visualizar los versículos que vives, y que los camellos saben leerlos y los repiten. Lidia estaba tan enojada, confundida, ofuscada que tan solo podía gritar, así que gritó: –¿Cómo es eso que los leen a través de ti? Explícamelo y ¡ya! Entonces, Mohamed, rápido le contó cuando una vez estaba en el desierto y él necesitaba abrigo, repitió el Salmo 23, y los camellos parecieron leer lo que decía y lo rodearon protegiéndolo; o cuando no encontraban el rumbo y un camello lo miró y dijo leer: “sígueme” grabado en su frente. O aquella vez que al atardecer él daba gracias a Dios por el bello desierto y un camello le dijo: “por las noches los cielos cantan las alabanzas a Dios el salvador”, él le preguntó cómo lo sabía y el camello le respondió: “se notaba en tu sonrisa, estás embelesado con Dios, ¿no?” Lidia lo escuchaba con boca abierta, con poca credibilidad y muchas ganas de poder leer su Biblia. –La volverás a leer –la consoló Mohamed–, pero por ahora ellos leerán la Biblia en ti, o la parte que leíste o creíste. –¿Qué quieres decir –lo cayó Lidia en el acto–. Yo creo toda la Biblia.


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–Quise decir la parte de la Biblia que pudiste experimentar en tu vida, con los milagros que Dios hizo en ti. Lidia ofuscada ante el cambio abrupto, repentino y poco esperado, acomodó sus tacos de oveja y empezó a seguir al grupo, sin nunca decir por qué los seguía, tan solo los seguía y muy enojada. Mohamed entendió que no podría decirle nada de los zapatos tan inapropiados porque eran demasiados cambios, pero pensó: “pronto se cansará, iré cerca de ella”. Lidia taconeaba angustiada en violentos movimientos, como si quisiera ganar el desierto en un solo día. Encendió su grabador que cantaba alabanzas fuertes, estridentes, rotundas. Los camellos aceleraron el paso despavoridos por el ruido que no lograban descifrar o interpretaban como un ruido sin sentido, sin palabras, tan solo ruido. Mohamed intentó explicarle a Lidia la forma en la que ellos alababan, pero era mucho para un solo día. Estaba muy asustada. Ella sabía predicar desde una Biblia escrita y en castellano, eso de que “ellos leen la Biblia a través de ti” la ponía nerviosa. –¿Y qué si no leen bien, cómo sabré que ellos leen lo que yo leí? ¿Para qué se hizo el alfabeto? ¡Para qué me leí tantos versículos que a lo mejor ahora estos lindos camellitos leerán al revés! Mohamed puso un brazo sobre su hombro, rompiendo el código de poco contacto del desierto, tan solo para calmarla; y, mientras la abrazaba dijo intentando darle ánimo: –Ellos leerán lo que tú vivas. Caminaron un largo rato en el desierto sin hablar, magullando el enojo entre los dientes; enojo a lo desconocido, a que la cosas no salgan como se imaginaba, que sean tan distintas y nadie se lo haya explicado. Lidia, sin saberlo, había saltado de la caja. Tenía herra-


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mientas listas por los ángeles, pero prefería usar las suyas, como si fuese una mañana de domingo y alguien entre por la puerta principal y mientras se sienta, pregunte con una sonrisa: “¿a qué hora comienza esto? Hoy es mi primera vez, me invitó una amiga hace tiempo, pero recién hice un tiempito hoy” Lidia estaba acostumbrada a predicar a ovejas y no a camellos. Largo tiempo le llevaría entender que eran distintos, que se trataba de otro animal. Lo primero que perdió Lidia fue la actitud tan recta con la que saludó a Mohamed; y, aunque ella pensaba que perdía, en realidad ganaba, ganaba un montón de cosas que ahora no entendía, pero serían útiles en su próximo ministerio. Cansada por tantos cambios inclinó su cabeza y comenzó a orar bajito; y, mientras caminaba arrastrando sus zapatos de culto de domingo color lila –zapatos que ahora estaban marrones por el desierto y deformes por el peso de la arena que juntaba en cada paso–, con hombros caídos, casi en un suspiro de desilusión dijo: –Todo lo que funciona en la iglesia aquí no funciona. Mohamed la miró de reojo y sonrió, algo de la sabiduría del desierto empezaba a enseñarle aquello que el Maestro enseñó hace siglos. Las ovejas se apacientan, a los camellos es difícil hacerlos pasar por el ojo de la aguja, y solo Dios puede hacerlo. Lidia, con los ojos cerrados por el fuerte sol reflejado sobre la arena, preguntó: –¿Adónde dijiste que vamos? –A Dubai. –¡No!, pregunto el rumbo espiritual –dijo Lidia fastidiada de que Mohamed no entendiera que ella y las alfombras


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no tenían nada que ver, que ella tan solo había venido a ganar almas, no a hacer negocios. –El rumbo espiritual lo marca Dios, Lidia –dijo Mohamed poco seguro, porque sabía que esa respuesta no la convencería. Lidia en señal de pleno desacuerdo, levantó los brazos asombrada de estar en esa situación: –¿Es decir que caminamos en el desierto sin rumbo, vendiendo alfombritas? –Esa es la excusa, el fin es Dios, y él tiene el mapa. –Ahhhh, no, no, esto es demasiado. ¿Las biblias no se leen, las alabanzas son ruidos indescifrables, los versículos se leen si los vivo, el rumbo es desconocido y acompaño a un vendedor de alfombras? –Si quieres puedes volver –replicó Mohamed buscando salir de la presión de explicarle todo en una hora. Los camellos se inquietaban ante tanta charla. Lidia pidió un descanso, se sentó torpemente sobre la arena, y rápido contempló sus zapatos de domingo color lila hechos trizas por culpa de “este desierto”. –Entiérralos en el desierto, no te servirán, pídele a Dios sandalias. –¿Sandalias? –exclamó Lidia muy, muy confundida y enojada. –Sí, Lidia, las sandalias son el mejor calzado para el desierto, así no te llevas nada de lo que te pesa, es como examinarlo todo y solo dejar lo que te conviene, el aire fresco entre los dedos, y la arena que no sirve se va de vuelta al desierto, así nunca caminas como con bolsas de arena. –Puedo pedir sandalias, pero no sé si podré enterrar aquí mis zapatos –dijo Lidia cabizbaja.


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–No te servirán aquí y cuando regreses a la ciudad habrá un nuevo par para ti. Esta promesa le dibujo una sonrisa a Lidia. Quien cerró los ojos y dijo: –Señor, dame sandalias nuevas. Como algo lógico, para quienes recuerdan que los ángeles nos acompañan siempre, Lidia obtuvo sus sandalias, y eran color lila suave, no estridente, lila pastel. Lidia miró sus sandalias con alegría como niño con juguete nuevo. Mohamed se quedó con la última frase que le dijo: “No te servirán aquí, y cuando regreses a la ciudad habrá un par nuevo para ti”. ¿Acaso creía esto? ¿Él podría volver a la iglesia? Un gran dolor de estómago le revolvió el vientre, y no era hambre, era desazón, plena incertidumbre. Lo único que sabía era que Jesús había mencionado un ojo de aguja y seguramente a ese lugar se dirigían. Dios sabía lo que hacia. En el horizonte se dibujaron unas sombras de más camellos. Mohamed percibió algo nuevo, quizás peligro, avanzaban rápido hacia ellos. Priscila y Prócula se acercaron a Lidia y con tan solo una mirada a Mohamed, como quien dice: “disculpa tenemos que hacer esto”, sacudieron sus lomos sobre Lidia que quedó cubierta de pelo de camello. Lidia que no entendía nada, con los ojos abiertos grandes como para pedir explicación se lo comía a Mohamed con la mirada, pero advirtió que debía callarse. Él con un gesto casi de ventrílocuo le dijo: –Después te explico. Rápido los ruidos de trotes de camellos llegaron hacia ellos. –Hola Arimatea –dijo uno de los camellos, un camello viejo y fuerte, poderoso y rápido–. Sigues regalando tus pelos a las ovejas.


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Arimatea lo miró fijo a los ojos como quien anuncia: “esto es lo único que diré”. –Exacto tú lo has dicho y nunca faltó pelo sobre mi joroba. –Ja, ja, ja, ja, soltó una bocanada de risa el visitante no invitado. –Yo todavía recuerdo que alguna vez diste mucho pelo a un pastor y por algún tiempo se te vio algo perdido. Usando la misma frase con una mirada de “te vas apenas digas esto”, Arimatea le respondió: –Te repito, y me despido de ti Iscariote, exacto tú lo has dicho y nunca faltó pelo sobre mi joroba. –Bueno, bueno, dijo el camello viejo, sabiendo que su visita se había terminado. Ya sé cómo piensas, que Dios siempre te da. Arimatea se paró firme con el pecho erguido listo para una patada por si decía algo más. Mohamed sujetaba la boca de Lidia, para que no dijera palabra alguna, y sostenía la respiración, sabía que era un momento álgido, difícil, ellos eran muchos y, aparentemente, eran conocidos de Arimatea y ahora parecían enemigos. Priscila y Prócula cobraron la misma postura de defensa. Iscariote tornó su lomo y con un grito de quien arrea una manada, anunció: –Vamos aquí no hay nada para nosotros. No estaba tan seguro de esto un camello flaco y pálido que miró a Arimatea con ganas de quedarse con él, pero la fuerza del grupo era mucha y no pudo soltar los lazos que lo unían a él. Los camellos contemplaron la manada desaparecer en el horizonte. Y, luego de un suspiro, Arimatea dijo: –Seguiremos por el camino que dejaron. Me preocupa


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Tomas, está flaco, poco crédulo, y no resistirá el desierto. Silenciosos comenzaron su día de trabajo con su caminata bajo el sol. Prócula, como pocas veces lo hacia, comenzó a entonar un himno que alguna vez cantara en su primera comunión. “No podemos caminar con hambre bajo el sol, danos siempre el mismo pan, tu cuerpo y sangre, Señor. Señor, yo tengo sed de ti, sedienta estoy de ti, pero pronto llegaré a ver, el rostro del Señor”. Lidia, que había aprendido en estas fuertes horas de desierto que había que hablar sin gritos, se acercó a Mohamed y le preguntó: –¿Son católicos? Mohamed se sonrió por la inocencia de la pregunta. –Nooo –dijo mientras reía. Lidia lo miro fijo incriminándole más información. Mohamed pensó “¿cómo explicarle?” así que lo intentó con una pregunta que esbozó desde una sonrisa: –¿Ves alguna iglesia alrededor? Lidia lo miró cerrando lo ojos en señal de “me estás tomando el pelo”. Viendo que esto no calmaba a Lidia, le dijo: –Los camellos no tienen religión, ellos miran, ven, examinan, y en el desierto usan lo que necesitan. –O lo que creen que necesitan –replicó Lidia. Otra vez Mohamed percibió que Lidia quería imponer las formas para las ovejas en los camellos. Adelantando el paso, Lidia le dijo: –Yo conozco la Biblia, y escuché el nombre de ese camello. Yo leí sobre Iscariote, y le voy a advertir a Arimatea sobre las raíces generacionales de este amigo suyo. Muy dueña de sí misma movió rápidamente sus patitas de oveja hasta acercarse al hocico de Arimatea.


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–Buenos días, señor Arimatea, no nos hemos presentado, pero soy amiga de Mohamed, ujier en la iglesia Nuevas de Dios del Distrito Santo. Arimatea la miró educado y le dijo: –Me basta con que seas amiga de Mohamed. –Bueno –continuó Lidia medio atropellada y casi sin entender que no le importara su puesto de ujier de hacía veinticinco años. Pero, en fin, ese camello no sabía mucho así que empezaría con su primera clase de “Los personajes de la Biblia”, porque este señor camello, según ella, no sabía nada. Así que prosiguió. –Yo asistí al seminario y estudié que Judas Iscariote fue un discípulo –y largó su perorata larga y densa. Arimatea la miró sin escucharla, como hacen los camellos cuando la gente de iglesia sin consentimiento les ofrecen clases gratuitas de Biblia a domicilio que ellos no pidieron. Después de escucharla le dijo: –Mi familia conocía a la familia Iscariote. –¡Ahhhh!, ¿su familia lo conocía? –Fue tal el asombro de Lidia que se tapó la boca y no supo cómo seguir, hasta que un tirón la llevó hacia atrás, era Mohamed que le preguntó: –¿Cómo te atreves a hablarle a Arimatea, aun no le hable de ti, de que nos acompañarías, de que no sabes nada del desierto, y mira lo bueno que es que te escuchó cuando dijiste mi nombre, y encima te cubrieron con su manto. Lidia asombrada ante el primer enojo de Mohamed, ante tanta información, ante todo ese largo día, tan solo caminó, y caminó en silencio. La noche se anunciaba en la arena que poco a poco iba perdiendo su calor, el sol ya no golpeaba tan fuerte, las


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brisas abundaban y las arenas comenzaban a moverse. Lidia se cubrió la cabeza para evitar que la arena entrara en sus ojos. Por un instante Mohamed la miró y notó el cambio desde la mañana, tenía otra postura, otra inclinación de humildad, otro paso, y ya había experimentado que el desierto era diferente. La noche cayó sobre ellos cuando habían acampado al costado de un pequeño arroyo que brotó en el camino. Quizás los ángeles de Lidia lo hicieron brotar, quizás no, quizás estuvo siempre allí. Nadie pensaba eso en el desierto, el sol nacía para todos, cuando había agua la compartían y nadie escondía información. El agua es de todos. Saciados de esta agua, tan oportunamente traída para ellos entre el ocaso y la noche cuando los espíritus requieren del líquido de la vida, los encontró la noche satisfechos, extrañamente contenidos, cuidados por la mano directa de Dios en el medio del desierto donde la arena se vuelve suave manto que cobija y el viento canción de cuna que enseña que Dios no puede ser contenido en templos, que una de las manifestaciones de su poder es la Iglesia, y el universo es su obra maestra.



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preguntas frecuentes

¿Todo esto de los camellos es una nueva doctrina? De ninguna manera. Es simple y sencillamente una parábola moderna que nos ayuda a clarificar la forma en que deberíamos relacionarnos con las personas de poder, con el objetivo de lograr mejores resultados que los obtenidos hasta el momento en cuanto a guiarlos a la salvación de sus almas. No pretende ser una doctrina ni una enseñanza dogmática, solo una ilustración práctica en la que comparamos ciertos comportamientos del animal elegido por Jesús con los ricos de nuestro tiempo. Es el deseo de quienes formamos parte de Los Samaritanos que esta ilustración le facilite la enseñanza de esta nueva forma de ministerio que creemos que el Espíritu está mostrando a la Iglesia para estos últimos tiempos. pero el lector, en su criterio, sabrá examinarlo todo y retener solamente lo bueno, lo que considere útil. Lo demás, tiene plena libertad de desecharlo. ¿El ca mel lo s e convie rte e n ove ja al guna vez? Nunca. Simbólicamente hablando, el camello nunca será oveja; aunque todo “camello convertido”–toda persona de altos recursos que llega al Señor– deberá, al igual que cualquier otra persona, trabajar sobre aspectos de su temperamento y carnalidad, tales como la soberbia, el orgullo, la independencia y autosuficiencia, y consagrarlos a los pies


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del Señor. Deberá trabajar en oración y en quebrantamiento, como cualquiera, las obras de la carne y desarrollar en cambio el fruto del Espíritu. pero el ADN nunca se cambia. Cuando el Señor viene a morar en una vida mediante el Espíritu Santo, no aniquila aquellos rasgos de la personalidad dados por él y útiles para sus propósitos, como ser: la mente empresarial, la practicidad, la determinación, y otros, que son necesarios para el desarrollo de sus oficios. Del mismo modo en que David es el prototipo del pastor de ovejas, Juan el Bautista es nuestro prototipo de guía de camellos, aunque la Biblia no lo declare abiertamente. Lo que sí dice, sin embargo, es lo siguiente: “y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langosta y miel silvestre” (Mateo 3:4). ¿Quié n p ue de s er un guía d e cam ell os ? Como ya dijimos, era menester que el guía de camellos tuviera puesta encima una piel de este animal, pero muerto de viejo; es decir, no asesinado o muerto por causa de alguna enfermedad. ¿y dónde se encuentran los cueros de camellos? En el desierto. Es allí donde hay que ir a buscarlos. El guía de camellos abandona la ciudad, espera pacientemente en el desierto hasta obtener la piel, y aunque sabe que probablemente la puerta principal ya esté cerrada a su regreso, se queda afuera para hacer entrar a los camellos. Eso significa, espiritualmente hablando, que el guía de camellos tiene que haber pasado por el desierto, tiene que haber sobrevivido a él, y tiene que haber regresado con la victoria, con la investidura de Dios para llevar adelante este tipo de tarea espiritual. Entonces, y primeramente, todo aquel que tenga una carga


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genuina de ser parte en la salvación de estas personas ricas o poderosas, es potencialmente un guía de camellos. Todo el que pueda sincerarse consigo mismo y afirmar que el único fin que persigue es la salvación de sus almas, está dotado de un corazón de guía de camellos. ¿Ha y algún guía de ca mel los en la Bibli a? ¿y d e ovejas ? La Biblia nos cuenta que Job poseía camellos y que Abraham y Jacob también los poseían (génesis 12:16; 30:43). De hecho, toda la gente rica del Antiguo Testamento tenía tanto rebaños de ovejas como de camellos, pero los movilizaban por separado. Los ismaelitas que llevaron a José a Egipto también tenían (génesis 37:25). pero, en definitiva, quien se vestía con pelo de camellos en la Biblia era Juan el Bautista. Él, además, vivía en el desierto y comía miel silvestre y langostas. (En su personalidad Juan el Bautista era ¡bastante camello!). Bromas aparte, el profeta bien pudo haber sido guía de camellos en ese tiempo. ¿Ha y q ue es tudi ar a lgo para se r guía d e came llos? Sí y no. Se necesita ante todo un corazón dispuesto y una carga genuina; esas cosas no se enseñan en ningún manual ni vienen al lograr ningún título académico, y son las cualidades fundamentales que todo guía de camellos debe ostentar. El Enfoque Centrado a la persona, rama del counselling que aporta conocimientos apropiado y nuevos para el acercamiento a las personas es aconsejable como un modo de estar desde otro lugar con nuestros camellos. pero vivimos en un mundo, aunque no somos del mundo, en que el conocimiento intelectual es bien valorado. y en la relación con personas de altos recursos, instruidas, cultas, cierto grado de conocimiento general no viene mal. Un poco


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de historia, geografía, política, arte y mucha actualidad mundial son tópicos necesarios para sostener una conversación con aquellos a quienes pretendemos guiar al Señor. ¿Se pued e ser p ast or d e ove jas y de ca mel los a la ve z? Sí, pero... no debemos confundir los roles. Si ya soy (con credenciales o sin ellas) un pastor de ovejas y reconozco que Dios me está dando el “cuero de camellos”, eso no significa que yo mismo sea un camello. No es lo mismo un pastor de ovejas con cuero de camello que un camello convertido. ¿Se entiende? Es decir, si hemos desarrollado toda la vida un pastoreo tradicional y nos hemos sentido cómodos en ese rol, evidenciando frutos y buenos resultados, es probable que seamos pastores de ovejas. pero si, además de eso, reconocemos en nosotros una carga y una gracia especial de parte de Dios para ministrar a personas de altos recursos –y también evidenciamos buenos resultados en ello–, es probable que el Señor nos haya conferido autoridad para hacerlo simultáneamente. pero, tal vez sea el caso de que en la naturaleza de nuestro llamado estemos compuestos en mayor parte por un don de pastoreo de ovejas, por así decirlo, y en menor proporción por una gracia para guiar a los camellos al Señor. por otro lado, tenemos que ser cautos en el hecho de que el cuero lo tenemos que tener puesto frente a los camellos, pero ante las ovejas nos lo tenemos que sacar, porque si no ellas no nos siguen. Esto habla de la ductilidad que precisamos para desarrollar dos ministerios diferentes a la vez. ¿Todo un de safí o, no es as í? y el inconmensurable desierto sigue frente a nosotros, sediento de que lo caminemos, de que nos animemos a escu-


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charlo, a entenderlo, a recorrerlo, a amarlo, a aceptarlo, a guiarlo, para ello tan solo hay que saber escuchar desde adentro el nuevo paradigma que gime con deseos de nacer, de tener voz para lo no dicho que yace en nosotros, y así experimentar algo nuevo en los modos de acercarnos para hablar de nuestro Ser Superior, es decir, nuestro modo de evangelizar, evangelizándonos día a día una vez mas.



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Despedida de un guía de camellos S ER

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El final que no es final. Si este libro terminara sin esta despedida, sería un libro para ovejas, no para camellos. El nuevo paradigma escucha más de lo que habla. por eso no me siento cómoda en ponerle: «FIN» al libro sin escucharlos. ¿Escucharme a mí? Me parece oir decir a los lectores ante una invitación inusual… ¡Si! escucharlo a usted. El nuevo paradigma entiende que todos sabemos, por lo tanto es bueno escucharnos unos a otros. En el nuevo paradigma el saber no está colocado en alguno que “ilumina” a otros, sino que en la reunión de dos o tres buscando de lo “de arriba” es que nos iluminamos todos. Creo intuir que este libro habrá movido muchas emociones, habrá causado muchas opiniones, expresiones compartidas en voz alta mientras lo leía, que serían muy enriquecedoras para el nuevo paradigma. El recibir y leer sus opiniones es sumamente importante para mí, que sencillamente deseo ser coherente con lo que espero transmitir para acompañar a camellos. Aprender a escuchar dos veces lo que hablamos. Este libro que tiene 124 páginas, espero llenar 248 páginas al menos con los relatos de lo que ustedes sintieron al leer este libro, lo que este libro trajo a su vida, lo que este libro le dejó.


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Digamos que ustedes completan este libro, no deseo cerrar sino dejar abierto un final para que cualquiera que desee continuar lo pueda hacer. Recuerde que lo invitamos a imaginarnos como si “todos” estuviéramos sentados una vez más alrededor del maestro, Jesús y él mirándonos a todos y a cada uno de nosotros a los ojos, nos contara “todo” una vez más. Quedando a la espera de su pronto feed back me despido de ustedes y le agradezco por el tiempo que dedicó a leer el nuevo paradigma y me queda el corazón aleteando de esperanza de ver una nueva generación que rompe el salero y sale a ganar la cancha. ¡Bendiciones! Elena Caride


Fuentes bibliográficas Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Barcelona: Clie, 1985. La Biblia Vida de referencia, Miami, Fl.: Vida, 1983. Apéndices 1- Estudio comparativo del método de Juan bautista y Jesús 2- El viejo y el nuevo paradigma 3- La espiritualidad a través de la solidaridad (Fundación Los Samaritanos)



Nos agradaría recibir sus comentarios sobre este libro, y mantenerle actualizado de las anécdotas, experiencias y opiniones que vayan surgiendo de otros «guías de camellos» puede escribirnos a la siguiente dirección de mail: camellos@sagepe.com.ar

©2010 Editorial SAgEpE Buenos Aires, Argentina


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