Libro "La Casa Amarilla"

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EDILIA CAMARGO

CASA AMARILLA LA

Brutos y helados días de invierno



La Casa Amarilla

Cuarta semana

E

n minúscula todo… por favor.

Comenzó un lunes, parecido al de hoy. Para estar en Kamchatka o en Bengalore y así también esta segunda parte de la historia que toca a una C mayúscula, pero muerta. Quiero decir que era como una H escrita pero, o no se pronunció, o se desvaneció con el sonido de una J. La verdad no le di ninguna importancia el desordenado alfabeto junto con un pesado ronquido que comenzó a subir desde su vientre en coma inducido. De repente abrió los ojos. Quiso moverse, como para seguir el movimiento de sus ojos. Solo su cabeza obedeció. La giró algo a su derecha, luego a su izquierda. Ese mismo lunes, la muerte había cargado sus disparos bien certeros, tumbando a un montón de letras, encarnadas en cuerpos de mujeres cancerosas. Los desgarramientos literarios al soltarse de aquellos cuerpos enfermos y podridos en su carne, pero intactos en su corporeidad etérea fueron espantosos, hermana. Pude escuchar muy claramente los chirridos, unidos a chillidos, vibraciones, resonancias. Las pobres enfermeras corrían de un lado para otro. Venga a taponear huecos de nariz, boca, vaginas y culos. A medida que los lamentos se hacían silencio y cesaba el chirrido espantoso de letras, palabras que salían huyendo, no sin antes dejar atrás el chorro de improperios e insultos. A mi me hablaban no de miedo a morir. Sí de temor al infierno. Debió ser cuando su cabeza giró a la derecha. Vió aquel

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cementerio acolchonado de letras muertas. Volvió la mirada hacia mí. Sin verme, la verdad. Como hablando para sí misma dijo: la próxima soy yo. Enderezó la cabeza, cerrando los ojos. Los volvería a abrir, al largar su último suspiro. Murió nuestra madre, aquella madrugada, junto con una inmensa legión de palabras cancerosas, hediondas, apestadas, como el momento que vivimos ahora. Caían al suelo. Las vi caer en el mismo desordenado concierto que trato de escribirlas. Murieron no mujeres. Si palabras encarnadas, cancerosas. Susurros, casi inaudibles. Quiéreme, como si estuviera muerta. Que no entiendo que hago aquí. Si no quieres que esté muerta. Porque todo es un desierto, fuera de ti. Quiéreme, que mañana ya murió. Quiéreme, como si el mundo acabaraaaaaaaaaaa. Como si nadie te amara, tanto como yoooooooo. Nació viejo aquel bendito Lunes, de una cuarta semana.

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Rabia y muerte

P

roducto algo tardío de tu muerte, mamá, fue una rabia que fue subiendo del ano, sitio del primer chacra, buscando donde explotar. Pasó casi imperceptiblemente los primeros dos o tres años. Quise evacuarla corriendo larguísimas distancias. No me di cuenta que seguía ahí. Esperando el momento de subir los cuatro centímetros que separan a este chacra anal del siguiente. Es el segundo de los siete que manejan el equilibrio de la red eléctrica que retiene o bloquea nuestras fuerzas de vida. Justos escasos centímetros por encima del ano, siguió avanzando, a paso muy pero muy lento, para entrar en la región del vientre. Las mujeres de nuestra manada, fuímos débiles en manejar la fuerza devastadora de éste chacra visceral que encierra intestinos de grueso calibre o a los flaquitos al hígado, al páncreas. En este espacio sagrado, Sinus Patris, esa condenada rabia rugía como un rio desbordado. En un principio pensé: buah, los típicos gases que atacan a los corredores de fondo. Muchas veces se nos hace un nudo de lado, o te llenas de calambres. No quiso quedarse en la oscuridad del tercero de los chacras. Subió, con su paso lento pero seguro, hacia el estómago. Ya para ese entonces dudaba entre hacerme vegetariana o vegana. El reflujo y la acidez me mataban. El canto, poco ayudó para hacer entrar en la jugada al esternón y a toda la caja torácica, junto con los otros instrumentos de música, me refiero al ritmo acelerado o regular del tambor del corazón, unido al chillido

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día y noche, mejor te lo describo como a una zumba, pero de mosquitos, como los mosquitos. Sospecho que pulmones, bronquios gordos y flacos, pusieron una rabiosa resistencia a la condenada intrusa rabia que gritaba tu muerte, hermana. Muy jodida esta batalla entre las dos. Una era ira berraca y pura. La otra era resentimiento. Esta rabia cuando se queda aquí encerrada y oculta, crees que se ha ido, con purgas y otros viejos remedios hasta vomitivos pero no, ahí está, esperando un momento de distraccion para soltarte los viejos demonios escondidos. ¡La peor de todas, puedo asegurarte, y no por bruta, sino por torpe e incomprensible!

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E mayúscula

N

os acostumbramos a nombrar a una como la e chiquita y a la hermana mayor del mismo nombre E la grande.

No se parecia en nada a nosotras la e chiquita, como para significar lo infinitamente pequeño y la llamada grande pues eso, lo infinitamente grande. Qué puede sentir una e minúscula al momento de desaparecer de la escritura entre ella y nosotras dos, hermana. Vuelvo a mirarlas desde mi altura de E mayuscula. Tú, ni siquiera eras la F que normalmente sigue en nuestro abecedario. Para gracia o desgracia de tus dos hermanas que compartiamos la E minúscula o mayúscula, lo de ella comenzaba con B mayúscula. Si de veras existe un orden en el universo, normalmente tú debiste ser la primera engendrada en el vientre de nuestra madre. Lo de ella era distinto, salió de otra matriz y mucho tiempo después que nosotras dos. Digamos unos 20 años. Me dirás que no tiene ninguna importancia ahora, que la B exista y tenga su propio universo antes de la E. Ambas, una B y una e minúscula, no existen ya, al menos para mí están muertas. No las atropelló un carro para aplastarlas juntas y se poder leerlas. Esta madrugada en una de las calles que cruzan la Tumba Muerto, un camión atropelló y prácticamente pulverizó dos letras del abecedario, léase B... e... b... e... La policía se presentó al sitio de la tragedia, abriéndose paso 11


Edilia Camargo entre los muchos noveleros que miraban aplastadas en la calle a las dos letras, no pegadas como un boboré, sino así como te las escribo. Los agentes del “orden público”, nada que ver con el abecedario, en minúsculas o en mayúsculas, confesaron que no podían respirar al acercarse a los cuerpos inertes de las dos letras desperdigadas en el cemento. Era muy fuerte aquel olor. Se tapaban la nariz con las manos, al mismo tiempo que intentaban dar el parte a los Comandos superiores, vía sus aparatitos. Apestaba aquello, según también vimos en la tele a los noveleros tapándose las narices. Luego después confesarían que ese olor a muerte, se les quedó pegado hasta en las braguetas y mucho más allá. Confirmo el testimonio de ellos, porque a ti se te quedó pegado ahí en el cuello. Tuve que inhalarlo, para la época de aquel desastre de letras estrelladas, muertes encamadas, no quedaba otra, el symbicort no había hecho lo suyo. Te me echaste en brazos hecha una Magdalena, te lo repito. Comprendería años más tarde que “aceptabas” morir, aún cuando tuvieras miedo. Como si aquel “ahora me toca a mí” que no alcanzaste a oir de boca de nuestra madre, lo hubieras hecho tuyo. Morirás como nos toca a todos ¿Cuándo? ¿De qué? Imposible saberlo en aquel momento. El cuerpo de la otra, apenas había largado el último suspiro, aún cuando por unos segundos creíamos que despertaba del coma, con aquel largo y profundo respiro, lo dio una vez, botó el aire. Una segunda vez. Y no hubo un tercero. Se terminó, se fue.

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I

gual de fuerte aquel olor inconfundible a jazmines. Subí corriendo a mi recámara. Era aquella casita en el No. 4 de la Avenida Roger, en Chatou.

Apenas puestas las maletas del viaje de regreso a San Sebastián, suena el teléfono. Una llamada de Panamá. Tía, murió una H.

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Dos más dos

Q

ué vaina tan jodida el incesto —doble o triplemente—, cuando se trata de niñas que apenas comienzan a menstruar y ya las joden para siempre el abuelo, el padrastro, la mayoría de las veces un bribón hermano, que luego se queda con cara de “yo no fui”. Alguien conocido y en quien se confía. Nunca hablaste de nada, hermana. El “secreto” queda enterrado contigo. Doraste la píldora para que hacernos creer que fueron los duendes los que te secuestraron para jugar a “mamá y papá”. Digo que las “joden” porque no se sabe nada de la cuota de placer o de asco, o de rabia que tal violencia impone en la vida de ellas. He vuelto a pensar en esta joda, justamente esta mañana. En medio del condenado chateo del grupo político independiente, para distraerme al terminar el entreno con algunas de esas niñas. Tania me ha abierto la puerta del “hogar”. Su sonrisa conciliadora de siempre me recibe y me hace pasar. Otras veces me ha dejado afuera. Hablamos de mi viaje a Camerún, del frustrado intento de llegar a Australia. Una verdadera canallada esto último, y no sé de cuántas cosas más. Apúrense que la señora está esperando, le ha dicho a la primera que se asoma medio dormida todavía. — Hoy nada más van dos. 14


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— ¿Qué? — ¿Se han enfermado los bebés? — No, no, no. Son ellas mismas. Han llegado dos más y están embarazadas. Les toca hoy el exámen médico. O sea, el “refugio” las recoge y carga con ellas, como si fueran los maridos, mientras que el violador va por fuera y seguirá haciendo su vida, como si nada. El obispo ha pedido en la TV rezar el rosario en los tranques. Estoy esperando a ver cuando carajo pedirá que recemos por estos condenados depredadores. Como el otro “no son coimas, son donaciones”.

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Ella te levantó

T

ambién a aquel enano.

Era el tío Rodrigo. Lo reconocí en medio de la desolada multitud. Amanecía. Eso me parece ahora. No quise seguir mirando. ¿Para qué? El tío ni se inmutó al verme o hizo no verme. Lunes, día de entrenamiento. Horrible el sabor amargo instalado en la boca. Entiendo que así pasa en la guerra entre cortisoles y endomorfinas, o entre neuronas y hormonas. No sabría decirte en cual de los dos frentes abiertos se encontraba tu pobre hermana y su estómago. Tú nunca te inmutaste cuando me despertaba sin aire en plena oscuridad de la noche, muriéndome del ahogo. Seguías durmiendo como si nada. Este lunes he despertado acabando con el resto de la gusanera. Como que no salieron todos. Quedaba uno y lo acabo de tirar al suelo. Blanquito y peludo como un ciempiés no negro. Hasta en eso seré especial. Gusanos blancos, como los del torete recién nacido. Moscas blancas, huevos blancos, gusanos blancos. Ingrid se queja de calambres y se doblega, casi en el suelo. Mientras esperamos a las otras chicas del “hogar”, comienza a hablar. Cosa rara en ellas. — Qué, ¿te entaconaste este fin de semana? 16


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— No. — ¿Te aprietan las zapatillas? — No, repite otra vez. — Entonces se descubre el tobillo derecho. Ví aquel desastre. Una cicatriz profunda como un hueco incrustado en el tobillo. — Un machetazo, me dice. Allá en el monte, cuando estaba chica. ¡El machete quedó clavado en el hueso! — ¿No te molesta cuando corres? — No. Mira... Le muestro la cicatriz en mi tobillo. Es de un planazo de machete. La corrección tanto para el caballo como para mí. Le muestro la cicatriz de otra herida de machete, en plena tibia de mi pierna derecha. Me mira asombrada. En eso salen las otras y volvemos a encerrarnos en el silencio. Esa mañana supe que mi dolor era el de ellas. Que las había parido en ese sufrimiento espantoso, mezcla de rabia placer, miedo y asco. Como cuando ves salir el gusano de la carne podrida y pestilente del torete. Igual comprendí toda la esterilidad previa de mi vida. Sin esas hijas de mi dolor. El castigo abusivo e injusto, inútil, además, se habría quedado sin sentido. Mudo, como Zacarías, por viejo e inútil. Como el de maternidades forzadas por la brutalidad del llamado a protegerte, tu padre, tu hermano, tu abuelo, ¡tu marido, coño!

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Edilia Camargo Se enderezó y corrió como si nada, para unirse a las otras. La habían dejado atrás. Sonata No. 3 en B. Opus 58 Turzno me recibió con los brazos abiertos. El Romanec Hotel me pareció un sitio lindo para huir del centro —Toruń, lo siento por tu Sr. Copérnico—. El fantasma de la descalcificación que me persigue desde Málaga 2017, no qué digo. Se me quedó pegado ya en Porto Alegre 2013, en Riccione, digamos que no le di importancia. Se me ocurre lavarme el cabello después de entrenar un día antes de la carrera. Metida de pata inmensa. Fiebre de regalo. Desde el k15 nos pusieron a los buitres sobrevolando al pelotón rezagado, pidiendo literalmente que abandonáramos. Fatal el trato que nos dieron los italianos en aquel famoso balneario. Al frente teníamos la otra orilla del Adriático. Cómo me hubiera gustado tener las alas del águila grande para rehacer el camino hacia Mostar, Medjugorjie. Era la segunda experiencia mundial en pista cubierta. La anterior, en Daegu, Corea del Sur, fue un verdadero milagro terminar esos 21k, revalidando el título logrado dos años antes en Lyon, Francia. Mundial abierto. Qué locura, inscribirme en una media maratón, a finales de primavera en esta tierra helada de Polonia. Nevaba al aterrizar el vuelo de la Lufthansa Frankfurt / Toruń. Una alemana y yo, casi heladas nos quedamos esperando la navette anunciada en el programa. Debía llevarnos gratuitamente del aeropuerto al centro de la ciudad. No teníamos boletos para el Tram por supuesto. No sabíamos dónde comprarlos, tampoco nos atrevíamos a tomar un taxi para llegar a la pista cubierta donde retirariamos nuestras credenciales. Ni cortas ni perezosas, nos subimos al Tram, sin 18


La Casa Amarilla boletos, esperando comprarlos adentro. Grave error. La policía en civil nos identificó inmediatamente. 50 euros de multa a cada una. Fueron tan amables, al bajarnos manus militaris del Tram, nos indican cómo seguir a pie. Arrastrando ambas las maletas, muertas de frío y de hambre, por fin llegamos al dichoso Centro Deportivo / Hotel. La sórdida pelea para lograr mi acreditación. No sale de mi mente. La Asociación Mundial Master pide como requisito a los atletas, ser avalados por los nacionales. Agotada y sin ningunas ganas de dar la cara por una bandera ni país alguno así lo vi, injustamente en aquel momento. A última hora, se me informa que no tenía autorización para competir. Una suspensión por indisciplina, inventada como vulgar pretexto para impedir la participación. Se olvidaron que no solo era yo, tu testaruda hermana. Se trataba de un país. La Federación Centroamericana, no encontró justificación legal alguna para una tan bruta decisión y optó por acreditarme, por encima de los dos dirigentes nacionales. Polonia me era totalmente desconocida. Ninguna referencia a su historia. Si sabía que uno de los más grandes lógicos matemáticos modernos era polaco. Igual conocía los trabajos de Teresa Timiniecka, la discípula de Husserl y su Círculo Husserliano en Boston, muy ligados al Papa polaco. Husserliano, sur le bord el Papa, gran amigo de MarieDominique Philippe, Fundador de la Comunidad de Hermanos de San Juan. Los Hermanos ruedan por el mundo desde Friburgo a Laredo, Monterrey, pasando por toda Francia y más allá. Vanos fueron los esfuerzos de tu hermana por lograr apoyo de la Curia Arquidiocesana en tu país para abrir una de sus “casas”. No hubo manera, a pesar de toda la simpatía que uno de los Arzobispos, egresado de Laval y conocedor tanto del trabajo

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Edilia Camargo apostólico de uno de tus sobrinos, como de algunos escritos del propio Padre Philippe. La oposición fue dura. No se veía, ni se ve —tampoco se verá—, la necesidad de la contemplación en apoyo del apostolado ni del “misionado”. Esto apenas y muy recién lo entiendo. El propio Jorge Altafulla, acuchillado en su parroquia, se me rió en la cara. Mi amistad, mucho decir de esa palabra, con él venía de tiempos atrás. Esos intentos fallidos que hizo la Embajada de Francia en tu país, para aglutinar, como las gallinas a sus pollitos, a los ex becados del gobierno francés, trabajo que hace la Embajada gringa con los Fullbrighters. Por esas jugarretas de manos peludas, me tocó la Presidencia del grupo de ex becados. Ya puedes ver la cara de horror, de algunos personajes encumbrados del Mar del Sur, identificándose como ex becados. ¡Trágame tierra. Non, mais! Turzno, es Chopin. Toda la estancia del Romanec lo respira, huele a sus chopiniadas. Como un “río inagotable” —la expresión es de Jorge Semprun—, los jardines que rodean el hotel, una modesta propiedad en la campagne de familias acomodadas polacas, mucho antes de la invasión y de todo el desastre de la guerra. Chopin se refugió ahí en dos veranos, viniendo de París. Era goloso y fanático de unas famosas galletas de trigo que venden en el centro de Torún. No es tiempo de flores a finales de marzo y menos en la cercanía de zonas heladas y ventosas que vienen de Rusia, a finales de los inviernos del Norte. Sin embargo, tarareaste a mi oído: “En mi jardin hay flores / que llaman la atención / por su gentil belleza / su aroma y su color”. Inútil buscaría aquella “violeta tímida”. Tú —tan desorejada como siempre—, rematabas antes del tiempo correcto para ganarme la partida. Acentuabas donde no debías. Rematabas, 20


La Casa Amarilla cuando te daba la gana. Entre 1989 al 2017, o 2019. Relato de Sylvie Kauffman en Le Monde, 14 de noviembre de 2019. La Polonia de Chopin, juega un rol extraordinario en este período, hermana. A lo mejor, desde tu tumba en ese cementerio de Pueblo Nuevo, no te importe, pero a mi sí. No solo por haber ellos inventado la vodka desde tiempos inmemorables e impuesto a los rusos: el ritual de cómo se la bebe, pura, sin sal ni limón, en una copita aparte. Uppppp, de un solo golpe. — Sino por la osadía de un viejo sindicalista, Lech Walesa, reconvertido en Presidente. — ¿Su osadía? Llevarse a chupar al viejo Boris en medio de una reunión del Pacto de Varsovia. Arrancarle, en medio de la borrachera, una nota escrita. El viejo perestroikado, firmará la autorización del ingreso de su Polonia a la OTAN. Así se abriría la puerta de entrada para las otras. Una por una, las ex Repúblicas Soviets y del Telón de Hierro, como las amantes de Don Juan. — No todas es… cogidas al mismo tiempo. — Esta borrachera del viejo Boris cubre los años de entrada al siglo XXI. Se hará extensiva a todos los partidos socialdemócratas, hermana. A no confundir con democracias cristianas, derrumbadas mucho antes, eufemísticamente convertidas en Partidos Populares. Fue pues una euforia de borrachos. El comunismo se derrumbó junto con ellas, y no solo en Europa. Veinte años más tarde, desde Turzno veo el desastre del jardín sin flores ni violetas tímidas en la Polonia de Chopin. La borrachera comunista se llevó en su resaca a todas las izquierdas dejando fosas comunes de moribundos, completamente aturdidos dice Sylvie Kauffman, hoy en Le Monde, Brexit, no Brexit. Veo la foto que acompaña a esta última entrega de la serie en 21


Edilia Camargo 4 episodios que publica el periódico francés. Tony Blair, Fernando Henrique Cardoso, Massimo D’Alema, no los conozco de vista, más Bill Clinton y el pobre Lionel Jospin. Bien crispado, sin atreverse a mirar a la cámara. Blair y Clinton, parecieran ignorarlos y hasta sonríen celebrando el chiste del Boris borracho, tanto al Este como al Oeste, a derechas como a izquierdas, el capitalismo salvaje o domesticado con salsa china, para no echarle sal, se le antoja a los “analistas” como el horizonte “indepassable” de nuestro tiempo, con lo cual se marca un antes y un después al “socialismo enchapado a la antigua”. El viejo socialismo, si se prefiere. Bronislav Geremek, sucesor de Walesa, o Vaclav Havel, el dramaturgo checo, luego Presidente del país, ninguno aceptó ponerse la etiqueta “socialista”. El guante lo recogerán, como el florón, en el suelo, nuestros líderes latinoamericanos, rehenes de la globalización, Cuba, Venezuela, y sobre todo Evo Morales. “Floroncito de mi vida... Florón de mi corazon / por aquí paso / que lo vide yo”. Si para Alain Bergounioux, citado en el artículo que te releo, y a grandes zancadas, la debacle del comunismo tuvo efectos perversos para las izquierdas democráticas europeas, se supone que hay otras que no lo son, ni democráticas, ni europeas, porque perdieron al “enemigo”. Las nuestras se inventarán uno distinto para justificar y legitimar una cierta bastardía: el imperialismo norteamericano. No creo que será para mañana, ni en un futuro próximo como este bastardo enemigo, desaparecerá del Continente.

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Papá, si pasas por el cementerio…

¿

Por qué no me llevas? Mira, voy tan cargada con esta ropa para planchar.

— Ni iba él para ningún cementerio, hermana. Ni esta E mayúscula estaba cargada con bultos de ropa, puntos, tildes, comas. Tal vez si, puntos suspensivos para no cargar con las comas. Uso la ficción de ambas cosas para no decirte la nuda verdad. Fue pura coincidencia que estuviera de guardia aquel papá, en aquella esquina de la Calle 14. Como sabes es el corazón del barrio Santanero. Mamá lo decidió. Tres años de secundaria eran suficientes para una chica pobre. La pensión que pasaba el papá no alcanzaba ni para pagar el desayuno, 5$ por quincena. Tocaba trabajar, como la madre lo hizo. No tenia su hija E mayúscula ninguna corona, ni tilde, ni coma, ni punto y coma, ni dos puntos. Habló con unos vecinos tableños, como ella. Necesitaban una planchadora, de paso también una manita con los niños. Tu arrogante E mayúscula quedaría así contratada. Las notas de Tercer Ciclo no tenían el brillo de aquellos primeros puestos en la escuelita del pueblo de Paja. No eran malas, solo buenas, sin mayor brillo. La matrícula de Secundaria del Instituto Nacional, abierta por primera vez a mujeres, había cerrado. Nada. Quedaba 23


Edilia Camargo agachar el lomo y a trabajar. Al menos de seguir el camino de las limpiadores de “rifles” de los soldados de la Zona. Aquel papá ve bajar de aquella casa, a la disminuida E, ni sombra remota de una mayúscula de verdad. — ¿De dónde sales? Muerta de vergüenza. Las letras tienen vergüenza y ojos. Miran. Sienten por separado, una por una, o en combinaciones judiciosas e inteligentes. Olvidan. Obedecen. Odian. Aman. — Todo cupo en un cartuchito de esos de Manila. Aquella madre guarda silencio. Ve partir a su sombra. Cuán lejos quedaban atrás aquellas conversas de la finca del Serrano. Fue como un morir juntas. Mucho antes de aquel Lunes de Carnaval. Comprendes ahora aquello de si pasas por el cementerio. Quiero agradecerle en este día especial a Clotilde, la madrina. Aquel papá va a su casa. En el límite de la Zona, ex Avenida 4 de julio. Le pide ayude a conseguir un cupo en ese Nido de Águilas. La madrina no dudó un instante. A pesar de estar ya el año cerrado. Le recordó al Rector la brillante alumna que entraría. Tralalalalala, y fue así que una E mayúscula se convirtió en Institutora, sin pena ni gloria. Gracias, Madrina. Las cuatrocientas Interiorizaba en silencio el plano original. Era un solo cuarto multiuso con acceso a ducha y servicio, WC —dicen los franceses—, había que atravesarlo, el único cuarto para dar con 24


La Casa Amarilla la cocinita y la puerta de salida al patio. En medio de la “lectura” del plano original, aparece la madrastra. Cosa rara para una R mayúscula. Ha inventado un segundo cuartito de ducha y WC en el patio. Está en plena tierra y hecho un lodazal. La R convertida en madrastra, sin decir agregar otra palabra lo está usando como su cocina privada. Es más, finge al tiempo que chapolea sus dos patitas, cuando es mayo, en el lodo, como si estuviera fregando platos sucios o tal vez lavándose las manos, enlodadas. La hermana mayor, mayúsculas por favor, se sorprende. Ella, la R hecha mierda, tan citadina y pulcra (con el asco que le tiene a la tierra y en particular al lodo). No terminan las sorpresas. Por encima del lodazal, no sabría ubicarlo en el lugar preciso del “servicio privado”, ve ahora un disimulado jardín. Son flores blancas sin perfume. Ya lo hubiera aspirado ella. No está muy lejos de la dichosa madrastra R. No sabría decir si están en “potes” o sembradas en la tierra misma. Son muchas flores abiertas y otras en botones. ¿A quién iban a enterrar ese día? Y ¿por qué el Capi iría al cementerio? Lo cierto es que se fue solo. No esperó por la hija mayor. La dejó con su bulto de ropa sin planchar. Dos días antes se las había visto a gatas para salir de aquel desfiladero de porcelana o vidrio. Dos estrechas paredes del increíble material, entre verdes y azules. Fue asfixiante, casi no podía respirar. Había muchísima luz a pesar de la estrechez del lugar y de la fragilidad de la pseudo porcelana. Apenas si podía moverse. Sentía frío al contacto con aquellas extrañas paredes 25


Edilia Camargo estrechamente curvas y de poca altura. Es más, no veía salida por ninguna parte, solo una curva estrechísima de vidrio o porcelanas verdeazulejas. No supo cómo lo hizo pero moviéndose, siguiendo la curva. ¡Salió!

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Entre animales

P

rimer día… Una gallina muerta. No es comida… no.

Con los ojos del entrecejo, tu hermana estaba atenta al cuchillo desangrador. Al mismo tiempo miraba a las carpas. Es Navidad en Praga. Ellas nadan tranquilitas, en sus estanques artificiales, reoxigenados por chorros de agua, en plena calle. Primero el martillazo en la cabeza y luego la puñalada desangradora, recta al corazón. Segundo día… Una serpiente venenosa. Sale del cortejo de una procesión. No era de ningún Santo, puesto que la muchedumbre ni cantaba, no oraba. Se movían no con aires de venerar a nadie, más bien apurados como si los dejara el tren. La serpiente apareció dando coletazos y sin mayor prisa se meneaba sin ningún temor y como si se tratase de dos mundos paralelos: el suyo propio, luego el de esa masa desordenada que ni cantaba ni rezaba. ¡Sorpresas te da la vida! Aparece un gato en abierta postura de cacería. Nunca había visto a un michito atreverse con una serpiente. 27


Edilia Camargo Las gallinas, que tienen fama de brutas, tener sesos de pollo, es un verdadero insulto entre nosotros. Se quedaron quietecitas, haciéndole calle de honor a la Miss Patoka. Los gansos, con todo lo berracos que son, tampoco tienen historias con serpientes. Ni las contadas por Selma Lagerlof. No creo que mi finado Pincho se hubiera atrevido con ninguna de esas rastreras. Ví cómo se le avalanzó el michito. Cómo la atrapó justo por la mera cabeza, hincándoles sus garfios, que no digo dientes. Oí el crujir de huesitos masticados digo, triturados. No entendí de dónde ni cómo había tenido tanta fuerza y poder aquel dulce animalito como para hacer lo que acababa de hacer ante mis propios ojos, los normales del dos más dos. La rastrera se retorcía dando colazos. Al final, el gatito pasó frente a mí. Ni me miró. Sangraba la serpiente. Su cabeza ya convertida en un fino hilito, un huesito en la mandíbula del micho. Allí quedaba aquello. Poco a poco dejó de retorcerse. Estaba muerta la Miss. No ví por dónde desapareció de escena el micifuz. Tercer día… No me gustó para nada. Una cabellera negra empapada en agua sucia estaba en el suelo. Era un bulto enorme de pelos arrancados a la fuerza. Nadie quería ni mirarlos y menos mi ojo de entrecejo. Al fin, una mano agarró una escoba como queriendo decir, no nos atormentarnos con aquella inmundicia. 28


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El baobab descuartizado

E

l árbol tenía la misión de confirmar a los elegidos dándoles de beber la séve de su enorme panza. El lío era hacerlos entrar en la cueva, darles de beber su leche pegajosa. Etequí, el amigo, ex Embajador, me dijeron, había pasado por ahí. Iniciado, es decir, reconocido su destino, lo había aceptado como natural. Para la época de nuestro encuentro, no sé cuántos años habrían pasado. Había sido Presidente del Consejo Ejecutivo, según se presentó él mismo aquella noche de fiesta. Ahí estaba tu hermana E mayor, la impaciencia misma, parada en aquel lugar y lo que quedaba de la panza del baobab sagrado. Bajo sus pies el recubrimiento de cemento, ocultaba ahora sus raíces. La hermana pequeña e caimito, había dicho el padre y tú, la mansedumbre misma, Nasina, supongo transformado en una sola B, esperarían más allá de sus muertes a que, al fin, el tiempo de mi investidura llegara con los benditos poderes disputados más tarde. Todo lo robado volvería y con creces. Se estremeció el cemento que lo cubría como a toda la humanidad, pensante o no. La imprudencia misma de tu hermana, quiso pasar desapercibida. Era la fiesta del cumpleaños 60 de Léopold Senghor. Anunciaría su “abdicación”, según Lucette, la ex Primera Dama de Guinea Bissau, había sido obra suya llevarlo a esa noche. Debía soltar el poder, no eternizarse en él. Bla, bla, 29


Edilia Camargo bla de Lucette. Ni te cuento el alboroto que se armó para que la H que se decía Martha, diera el permiso de misión personal. La Presidencia de Senegal, asumía todos los gastos. No entendía tu hermana, por qué tanto jaleo. WS la combinación germana favorita, al borde de la histeria, ambas letras encumbradas con mayúsculas. La “combinación” tratando de evitar a toda costa el visto bueno. Nunca se había dado semejante “culot”, que un Presidente africano pidiera autorización a una pinche P3 acabadita de unirse a la manada, ni africana, para acabar de rematar, para asistir a su fiesta de cumpleaños. Vencida la histeria de WS más esa H, dicha Martha se había firmado la autorización. En plena fiesta y perdida entre las mesas del gentío, descubro al Patrón (así lo llamaba la “combinación”). Sentadito, como la pájara pinta, en una mesa del centro. Ni corta ni perezosa la imprudente E, aturdida por la sorpresa, se le une a la mesa. — “Usted no es mi candidata, pero no seré yo quien le cierre la puerta. Es más, cuando sienta que la máquina la tritura, agárrese a su humanidad”. — Así me había despedido cuando nos conocimos en pleno proceso del reclutamiento. — Candidatura avalada, por Francia, su ex becaria, Senegal, por la gran admiración de Senghor, el esteta / poeta. No mostró ninguna sorpresa esta H, dicha René. Se limitó a tenderme una mano, invitándome a tomar asiento. Sonaba una música de fondo en medio de la sala iluminada con foquitos de colores, como un arbolito de navidad flotando en el aire. Un vago olor a marisco y a sal marina apenas perceptible, flotaba y flotaba. No habían pasado quince minutos, cuando alguien llega a la mesa. 30


La Casa Amarilla — Madame, su puesto está en la Mesa Principal y up, allí quedaba mi pobre Patrón, representando al DG como lo supe más tarde, razón de la histérica e incomprensible reacción de la “combinación”. Quedé sentada al lado de Etequí y otro personaje que prefirió no identificarse. Lejos de imaginar entre broma y broma, poupés Ashantis y otras locuras que 40 años después también yo entraría en la panza de aquel baobab en Duala Hermana mansedumbre. No tienes idea lo que fue para mí. Era justo el día de tu cumpleaños y tal vez unos dos años después de tu muerte, digo muerte porque ya no estás como la carne de mi carne y hueso de mis propios huesos. El reinado de los Aquas llegaría a su término el día de la explosión. Se rajó el baobab en tres enormes pedazos. Se derrumbó. No pude contener las lágrimas. Supe que Etequí vive. Senghor murió un 21 de diciembre, sin penas ni gloria en su Normanditude, burla disimulada del derrumbe de la negritud, de la que se prefiere no hablar entre afros de aquí y de allá.

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¿Qué hacía él ahí?

C

omo salido de la nada James aparece vestido muy formalmente, cosa bien rara en él, siempre en jeans y sin corbata.

Ahí dejaba bien en evidencia, justamente, una corbata de un rojo vivo, color de sangre sobre una camisa blanca. Es muy confusa la visión, no le veo ni pies ni cabeza. Hacía buen rato que había dado su renuncia a la Oficina país de la onegé medio british, en Bogotá. Se largó a meditar en los apriscos elevados de los Andes entre Perú y Bolivia. ¿Qué bicho lo picó? Las lagartijas dejan su saliva en los platos, vasos, cucharas. Sobre todo en los vasos, buscando qué beber, o simplemente de ociosas, ensalivando lo que encuentren. Me intrigó que de regreso de una de sus misiones a Puerto Príncipe, la capital de Haitì, se le antojara pasar por mi casa y regalarme una lagartija de lata. Pas mal du tout. Sus ojitos rojos del mismo tono de su corbata en ese ahí. No me hizo ninguna gracia el regalo. Por si las moscas, le amarré al cuello, pescuezo, una cintita roja de esas que adornan los envoltorios del Bon Marché. Vuelvo y repito: por si las moscas. Una nunca sabe. Aplastadita o de latita pintada de amarillo y verde, no me gustó para nada el animalito. 32


La Casa Amarilla

Estaba eufórico James. Leyó uno de sus poemas en inglés mientras desayunábamos. Soñaba su regreso a La Paz, para dar el “golpe de gracia” a la Peggy. Quitarle lo único potable del programa que quedaba. Atrás los días fastos del despilfarro y los paseos de viejos títeres a Madrid, igual de apachurrados como la lagartija amarela y verde. Adiós a los viajes a Tailandia o a Saint Gallen. ¡Los pobres! Sacar a esos viejos de sus recovecos de vida, a casi cuatro mil metros de altura para hacerlos aterrizar en aquella locura de aeropuerto en Bangkok. ¡No, no tienen perdón de Dios! Usar la decrepitud de una cierta vejez, para promover sus ayudas humanitarias. ¿Se le habrá olvidado algo en La Paz? No entendí nada ni lo intento. Por el momento la lagartija no está colgada. La enterré a medias en uno de esos potes en donde tengo aguacates, melones y hasta de ajíes cachuchas que traje de La Habana. Amanecerá y veremos. Tu muerte nos deja desolados. Saber que tu cadáver fue tirado, en cualquier sitio de La Paz, ese pico de cielo que tanto te obsesionaba. Tus fosas nasales tapadas con algodón, como hicieron con el cadáver de mi hermana e minúscula. Alguien retiró tu cuerpo de la morgue y lo tiró a ese basurero. Lo siento, JAMES.

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Les Roses de Saadi

J

`ai voulu ce matin te rapporter des roses, Mais j`en a vais tant pris dans mes ceintures closes.

Que les noeuds trop serrès n´ont pu les contenir. Dans le vent, à la mer s`en sont toutes allèes Elles ont suivi l`eau pour ne plus revenir. La vague en a paru rouge et comme enflammèe. Ce soir, ma robe encore en est tout embaumèe.. Respires en sur moi l`odorant souvenir. Marceline Desbordes- Valmore (1786-1859)

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Se posó sobre mí la mano del Señor

N

o hermana, por cierto que no era, como en aquel pasaje de Ezequiel, el hombre que de la cintura para abajo es fuego; de su cintura para arriba “algo así como un resplandor, semejante al fulgor del electro”. No se le parece en nada al susodicho que me ha visitado anoche, ya casi a punto de despertarme. Un soberano lío entre comidas, ceremonias religiosas, amenazas, citas clandestinas, papeles perdidos de la cintura para arriba, borrados de la cintura para abajo. Me acarició en cierto momento el tobillo. Igual le he devuelto la caricia muy disimuladamente en medio de aquel gentío. Ninguna cara conocida, con excepción de la amiga de Martinica, muerta de cáncer del pulmón, hace algún tiempo. La he recordado en estos días. ¿Sabes? Tu hermana se irá al purgatorio pecando por los ojos. Todo lo que ve hermoso, se lo quiere comer (en los dos sentidos: de la cintura para arriba y de la cintura para abajo). Pues sí, te decía que veía un collar, imitación de pepitas de oro, muy parecido al de G, mayúscula. El de ella era de verdad, como su cáncer de pulmón y le lucía estupendamente, como también su hermoso cáncer. Lo que no entiendo y no sé si Ezequiel —era también el nombre de nuestro abuelo materno “bulla bulla”—, me dé la llave de este entuerto más adelante. ¿Por qué al final el dichoso fulgor del electro puso su mano sobre mi frente y la firmó con 35


Edilia Camargo la señal de la Santa Cruz? ¡Ay hermanita, tenías tanto miedo a morir! A tí, sin embargo te dispensaron los castigos. Nadie te tomó por tu hermosa cabellera. Esas guedejas naturales y brillantes, podían ser también gadejos. Nunca vi, tus guedejas estrellarse, gadejendo junto a esa cabecita dura y obstinada, contra la pared de aquel gris espantoso, color de nuestra casa. Esa madera machimbrada. Mucho decir “nuestra” casa y llamarla eufemísticamente así. — El abuelo, la doble E mayúscula suprema de todas ensambló, como pudo, aquel bulto de tablones comprados en lote de entre los restos de lo que fueran Maquenque, Carabalí, Matachín, Emperador. — Era como el cemento de dura, aquella dichosa madera. Al chocar contra mi cabeza ví la negrura del infierno, te lo aseguro. No hermanita, no fue la gloria de Dios lo que ví. Te quedaste muy calladita y no lloraste conmigo. La otra, la e bis ni siquiera había nacido. No podía llorar. Sus ojos vidriosos tal vez vieran aquel horror, unos minutos antes de morir. Así interpreto ahora su mirada aterrada vuelta hacia mí ¡Qué susto! Mucho mayor lo fue, cuando al fin expiró. En ese momento sí que lloraste. Te has vuelto hacia mí echándote en mis brazos. Aquel maldito olor se te pegó, su peste la reconocí inmediatamente. Supe que la seguirías. ¿Cuándo? Otra vez nos dejarías para correr tras aquellos duendes escondidos en el arrozal. Hoy día ¿qué más nos da a ti y a mí si te hablaron ellos de la cintura para arriba o de la cintura para abajo?

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“No pudo decir nada mientras a su mente acudían imágenes de su propio cementerio familiar”. ‐ Dolores Redondo, Ofrenda a la tormenta.

La estatua rival

U

no sentado y el otro de pie. Así están las dos rivales, aquel mediodía tibio y milagrosamente medio lleno de sol que me permite verlas. Hechas realidad, un miércoles, no cualquiera, a principios de noviembre, algún tiempo después de tu partida. Pensarás que estoy loca y de rematar. A mayúsculas, es la primera letra del nombre de mi médico naturista. Me ha citado a su consultorio, no en San Sebastián, donde siempre lo ha hecho durante estos últimos veinte años, sino en Vitoria, Parteaguas entre la Rioja Alavense y los donostarrias puros y duros. ¡Menuda faena me ha hecho! No entendíamos nada. ¿Por qué darme cita en Vitoria, alargar este viaje, agregándole cuatro horas de tren ida y vuelta desde San Sebastián? Horrorizadas nos hacíamos la pregunta, muchas letradas O… M... E… A…, mientras cenábamos el día anterior. M, mi amiga centenaria, su hija menor, una O la interina nicaragüense. La A y tu hermana E.

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Gusanera 1

A

somaba la cabeza peludita. Era uno, solo uno. El torete temblaba. Supongo que el maldito rastrero, blanco como canas de viejo o la piel de algunos bigotes como diminutos pelos blancos, también como la nieve. Seguro se sentiría dulcemente protegido el gusano blanco. La sangre algo podrida y coagulada, restos de la mordida del murciélago en lo que fuera el cordón umbilical del ternero / torete. El todo, mezclado con la tiernita carne manía del bocado. El aceite de cabima hizo el efecto. Su fuerte olor superaba con creces la maniedad de sangre y carne. No le quedó más remedio que salir de la covacha. Los ojitos del gusano blanco aparecieron también. Los pelitos se movían como diminutos radares pidiendo auxilio, supongo. La maldita mosca que había cagado sus morrinosos huevos, quién sabe por dónde carajo había quedado aplastada. No amigo, nadie vendrá a socorrerte. Naciste sin madre ni padre. Huérfano como “huerfanita” que echaremos a la calle a llorar su desventura. Mis manos temblaban quizá mucho más que el pobre torete adolorido. Ni siquiera llamaba a la madre. El bicho lo había dejado medio pendejo. Ni un muuú salía de sus tripas. — Carajo ¡aprieta el boquete hasta que salga el bicho! La orden seca del abuelo no se hizo esperar... 38


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Ay hermana, siempre fui tan floja frente a los bichos que se mueven en aquella forma tan sutil. Parecen vibraciones. Ante mi vacilación, la voz exasperada del abuelo me devolvió el valor. Apreté, apreté, apreté como hacía con los sapos hasta verlos salir y morir. Pensaba: sé que lo tiré al suelo. La tierra abrió su boca para acoger a su criatura. Un pequeño cráter, algo más profundo que el bocado del murciélago, quedó visible ante mis ojos. En cuestión de segundos el bicho se multiplicó en formas idénticas, se movían como vibrando, abrazados unos contra otros. Comencé a matarlos, no recuerdo ni con qué. Mataba y mataba hasta que por fin aquel movimiento vibratorio de liposucción fue perdiendo velocidad e intensidad. Tenía ganas de vomitar, pero me contuve. El abuelo no lo hubiera soportado. ¿Hacer de niña bonita? ¡Ni muerta! La bonita y linda siempre fuiste tú, por eso ni gusaneras que curar, ni arroz que pilar, ni tomates al paladar. Esos verbos en ar y er eran trabajados por la hermana fea, la mayor de las tres, en ar, er, ir, ¡Reir!

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La mora de los dientes verdes

S

oñé que la “veía”. Sus dientes me asustaron. No es el tono de verde que adoro… Pobre mora. Es mucho decir. Paco Ibáñez, el comunista, apenas si la nombra. Canta para una niña. Destripa completamente aquel “duérmete mi niña que tengo que hacer / lavar los pañales y sentarme a coser”.

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Mansedumbre

E

l SeĂąor conoce bien la naturaleza de las cosas. El sabe bien que la violencia no se vence con violencia.

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Santita

M

e distraje mirándola. No atino a concentrarme en la misa. Te digo hermana que a veces no puedo creerlo. Decidió cambiar de estrategia. Antes entraba por la puerta principal de la Capilla, como para que todos la vieran. Tan humildita, con su pelito atado en cola de caballo y casi sin maquillarse. De un tiempo para acá toma el último puesto, entrando por la puerta trasera. Esa que queda siempre abierta, sobre todo en este tiempo de Navidad, para recibir las donaciones. Ropa usada. Se venderá todo a $ en las tardes: zapatos, carteras viejas o nuevas pero que no gustaron, ropita de bebés y cuanto Dios creó para vender. Desde su último puesto en “la sinagoga de Satanás”, atraviesa la Capilla por uno de los pasillos laterales, las manos recogidas “en oración” para hacer “la lectura del día”. Humildita y en un tono suave, “porque los santos no gritan”. En las bancas de atrás también están las niñas, paridas desde las primeras reglas. Unas a los 9, 10, 11. La mayoría a los 13 años, del papá, padrastro, abuelo ¡Qué importa! Son virgencitas concebidas por varones, destinadas a no tener maridos. Las han conocido violentándolas como a todo el resto, solo que no harán de ellas esposas, “madres solteras”, serán en adelante. Regresa a su “último puesto” la Santita, con el mismo rostro cerrado, las manos recogidas en el pecho, sin mirar ni sonreírle a nadie, como hacen los autoescogidos. Hoy le dió por unírsele al coro. Tomó las maracas y comenzó el maraqueo.

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La fracción 1

D

espués de aquella penúltima disputa te definiste como “mansa”. La palabra que hiciste tuya, me tomó desprevenida. Querías decir que nosotros tus dos hermanos, éramos violentos, pobres tipos que se inflamaban como un souflé... uuufff, para reventar casi inmediatamente... puuuffff. Como por arte de magia, lograste calmar el enojo profundo de nuestro hermano ¿mansedumbre o sumisión? Quisiera entender el misterio de aquella suave disuasión. Tanto como la aparente obediencia de L, una de mis niñas. Se parece tanto a tí, jugando a la loquita de la casa, parida a sus 13, violada por el abuelo, fue lo que oí. Me cansé de explicarle el entreno de hoy. Fraccionar 500 metros en 3 partes. Arrancamos con 100m, recuperación en trote suave como tu mansedumbre. Atacar unos primeros 200m, recuperación trotando o caminando 100m, finalmente 200m, igual tiempo de recuperación y up, 4 series más. Total 5 x 100 + 200 + 200 con 100m de recuperación para cada fracción. ¡La cara que puso! Volví a explicarle. Metió la cabeza como las yeguas tercas. Inútil tarea. Vi que no había entendido. Igual hacías tú. No decías nada. Igual hizo esa L, saltó como un potrillo desboca’o y se lanzó. Un cerebro golpeado por un acto tan bruto ¿será incapaz de pensar una fracción? Y no solo pensarla, asimilarla, hacerla, aplastarla pateando la tierra? 43


Edilia Camargo Me preguntarás ¿qué culpa tiene la tierra? Como el chancho. ¿Qué culpa tiene de lo que come? Ninguna me dirás, sabiendo que no somos tierra las mujeres, la tierra sufre con nosotras, llora por ellos, sus hijos brutos y sin inteligencia.

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Gusanera 2

L

a muerte, esa gran mentira, tanto como la misma vejez. Ambas llegaron una tras otra, como en fila india tras una pobre R.

— Lo de ito e ito, pegado a aquella R, tú sabes, como simpre, para decirle que era un manso chaparro—. Primero la vejez. Era viejo y bien viejo, cuando se arranchó con nosotras en aquel doble cuartito de la “Calle 14”. Así rebautizó una M, no sé si minúscula o mayúscula a la difunta madre. — En esos dos cuartitos en el número 74 de esa calle tejieron ambas, una R y una C, el nido de amor y de desamores. Ambas letras con mayúsculas, pedirían matrimoniarse en el altar de una de esas Iglesias del barrio de los que fueron ricos. Le haría la R su casita detrás de los Silos del IFHE. Sin nosotras sus hijas. Ni cuenta nos dimos de la purificaciòn del concubinato entre dos letras tan alejadas en el orden del abecedario. Sra. de “machin chose” saldría de esa Iglesia una C purificada, como Inmaculada Concepción. ¡Diles que paren, por favor! — Los brutos no encontraban la vena. ¡Le hicieron una herida con un bisturí! Las nuevas tecnologías te dejan el catéter y sanseaca. Así aguanté mis hemodiálisis, creyendo que me devolverían mi 45


Edilia Camargo riñón. ¡Ay Bachito! Ayer era el cumpleaños de uno de tus biznietos. Cantaron como lo hacías tú. A tu P… letra del nombre de una de tus hijas. Se le aguaron los ojos. No deja de llorar desde entonces. No sé ni por qué tocamos el tema de aquella R. ¡Qué vaina! Los aparatos de aire se habían dañado. R, ahora en cadavérico, seguía congelada. Tu P… había querido vestirlo allí en la Morgue. Encienden ahora las velas del cake. Alguna de tus hijas recuerda a uno de sus vecinos. La gente se preguntaba qué carajo hacia ese gallote picando el techo de esa casa. — Ellos son tercos—, corté yo. Se habían adueñado de mi balcón, en el piso 40 del condominio, lleno de matas grandes. Un enorme ficus regalo de una amiga, heliotropos, jazmines y no sé qué más. No me molestaba para nada verlos revolotear y pararse en el balcón. Una pareja de gallotes, algo normal. No tienen adonde anidar. Los manglares desaparecieron de Paitilla. Ni cortos ni perezosos se enamoraron y decidieron poner dos huevos allí. Sin paja ni nada. ¡Qué clase de pájaros! Los dos huevos, salpicados de puntos negros, estaban en el piso frío de cemento. Los hubiera dejado seguir su romance. Sueños de una pareja de nuevos ricos gallotes. Una noche, al regresar de uno de mis viajes, abro la ventana. Ah, la dueña del balcón, la Señora Gallota, se incomodó. Me gruñó como una gata brava. — ¡Ah sí! Tú dirás hermana que fue un acto de gran crueldad. Lo 46


La Casa Amarilla admito qué carajo. ¡Le boté los huevos! Sentí remordimientos después al verla sola, parada en la baranda. El gallote marido, revoloteando. Tanto como al ver a mi pobre gallinita fina trepadora e impertinente, revolotear en su agonía. El otro señor gallote picoteaba y picoteaba el techo de la casa de ese viejo. Vivía solo. Descubren que llevaba 4 días colgado de la soga. Hedía a demonio. El dichoso gallote sintió el perfume de la carne podrida. Se quedó con hambre. La fiscalía le robó el mandao. Dios lo guarde en salud / bendiciones también / que los sigas cumpliendo / pero en Cristo Jesús. — Ay tía, interrumpe el canto tu hija, esa de la P… Mientras recuperábamos a esa R se me ocurre mirar para atrás, como la mujer de Lot. El otro cadavérico tenía dos enormes gusaneras en vez de ojos. Pluffff. Me desmayé.

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La fracción 2

E

l susto que me llevé, hermana. El trabajo de hoy va a ser duro, les dije. Las tres bajaron la cabeza como siempre. No dijeron ni esta boca es mía.

Comenzamos los calentamientos sin mucho entusiasmo. La Julia, para decirle algo a esta J, amarrándose las zapatillas como otras tantas veces. Esta niña, parida como tú, antes de los 15 años, parece que nadie le enseñó a hacer lazos a cordones. Sonríe por toda respuesta, como tú, con aquella sonrisa a media velocidad, casi una mueca, pero graciosa —hay que reconocerlo—. Los calentamientos, mezclados con estiramientos. Los de siempre, nada complicados. Piernas, brazos. Rotación de caderas. — Siento la rigidez y “pena”, de dolor, que bloquea este movimiento. Es automática, la reacción. Igual para los estiramientos cruzados adelante para tocar la punta de los pies. Rotación de metatarsos, flexión de piernas con apoyo sobre las rodillas o al frente sobre el piso. — ¡No puedo! Es una L, igual parida a los 13 años. Troté suave por 20 minutos. El trabajo de hoy es duro, vuelvo a repetir. No quisieron escuchar. Las tres caminaban lentamente y hablaban animadamente. Como que tenían hambre de hablar. Los tres bebés quedaban con la nana, pagada por la caridad privada —como niñas ricas—, mientras las 3 niñas letras, 48


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mamás, salían a “entrenar”. Me paré varias veces para ver si me seguían. ¡Ni modo! Como niñas ricas. Hoy decidieron hacer lo que les diera la puta gana. Mis 20 minutos cumplidos, me paro ante el primer puente. Me toca esperar. Al fin, cuando les salió de las ganas llegan. Hoy tocan 40 minutos subiendo y bajando estos puentes de la Cinta Costera. ¡La cara que han puesto las tres! La más lista y fuerte de todas. Igual de parida, un poco antes que tú, creo que a los 13 años. Su bebé tiene 3 añitos, toma la palabra: — Nosotras queremos hacer pesas. Muy bien —, les digo en tono conciliador. Terminamos el trabajo de puentes y después iremos a las máquinas para los push up de brazos. No hicieron el tiempo de trote, como si le hablara a una pared. — Va a ser duro trabajar las subidas. Pueden hacerlas caminando. Up, partimos. Las ví lanzarse, como si estuvieran haciendo 100 metros. No aguantaron ni 50, se paraban, seguían. Me sentía tan mal. No había querido usar el dichoso poc poc, así lo bautizó mi nieto—, inhalador para despejar los bronquios cortos.

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Edilia Camargo — Qué diferencia al lunes pasado, pensaba. Había alargado la zancada y volé prácticamente. Estaba contrariada hoy. Nadie las obligaba a entrenar atletismo. Qué carajo estaba pasando. Al terminar el primer puente, las encuentro paradas y en tono desafiante. — ¡No se paren! Sigan trotando para no romper el ritmo. ¡Muevan los brazos! — Hay que volver por el mismo camino. Como si vieran la cara del mismo violador (te llevaste a la tumba el verdadero rostro). A duras penas “subieron” de regreso —el puente trabajado en sentido inverso—. Aceleraron en la bajada, de modo que cuando yo terminé no las ví. ¿A dónde carajo se metieron? ¡Apenas llevábamos 10 minutos! Seguí trotando, los pulmones comenzaban a silbar, tenía ganas de vomitar, de orinar, de todo. Ataco el tercer puente. Entro a un toilette móvil. Como el que la Comuna de París ha puesto en la plaza República de Panamá. — Soy una S, promuevo Herbalife. Veo que estamos en la misma onda tralalala. Al salir del toilette me encuentro con este personaje, una S de pie. Me enredo y subo dos veces en el mismo sentido, este tercer puente cuando debí haber bajado. Tout pour plaire. Al fin termino mis 40 minutos. Los pulmones silbando más fuerte. Espero que el pulso se estabilice y hago las dos inhalaciones. No podía siquiera trotar. Por fin, al cabo de unos cinco minutos retomo el ritmo. Llego a las máquinas. Nada. Chateo al Hogar y explico. ¡Se me perdieron! Se fueron. Como tú, sin miedo alguno. Esas no tuvieron miedo ni al violador, ni a morir. 50


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H

ielo, fue lo Ăşnico que comieron ese dĂ­a.

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Entre nos...

I

ncreíble que hoy, al escribirte, confiese tenerle miedo a los sapos o a sus sombras asquerosas. Si supieras la inmensa repugnancia que sentí a la resonancia del eco de esta palabra, ligada a nuestro sexo. ¡Tápese el sapito! Los sapos, el sapo, sapito. No mi B mayúscula, eran ranas, que no es lo mismo. La madre recordaba con algo de asco también, aquella risita nerviosa. Tal vez “hablando con la nada” de mi respiración asmática apretaba, pancitas primero, como buscando la flacidez, de ese mundo de sombras y de rabias contenidas. Sin arrugas, ni escamas las quería. La blandura, una más. Una de esas: redondas, colgantes, llenas de tripas, de baba, merengues sin azúcar. Tragándolas, como tantos otros sapos del momento. Otros sapos. No ranas. Patitas alborotadas buscando aire —como ahora—, aquí en este momento, rematando el último tramo de 100 metros. Luchaba la pobre rana “pelando” horriblemente los ojos. — ¡Mira mamá! — ¡Suéltala! Echala a la quebra’ — ¡Tarde pillaste, mami! — ¡Me ‘a tragué! Años después aterrizaba en Praga, en pleno invierno a unos 2 días de Navidad. Tus sobrinos nietos estaban todos con gastroenteritis, como media Praga, me dijeron. La sonrisa de la 52


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casa, como lo bautizara nuestra madre, me pasó un viejo abrigo bien adaptado a los 10°C que hacían afuera. Un viejo gorro de lana. Me dolían las orejas al golpe del viento helado. Mientras esperábamos el tranvía, a unos 100m de casa, nos paramos a contemplar las pobres carpas, estrujándose unas contra otras. Pensé en las ranitas de la finca del Serrano, donde tú misma naciste. La risa loca del chorrear del agua cantando y saltando los negros peñones incrustados en el río Bernardino. Eran tantas en cada tina, como peñones lamidos por el agua en nuestro río. Estas no cantaban. Apenas abrían sus bocas, a cual más, por la boca muere el pez. Peleábanse las burbujas de oxígeno dibujadas por la fuerza del chorro de agua helada. Los “verdugos”, sus delantales manchados de sangre, sus pasamontañas de colores bien visibles, manguereaban y manguereaban cada cierto tiempo. Visiblemente había que mantenerlas vivas. No podian “ahogarse” Vino primero el manducazo, en plena cabeza. Venga después la puñalada en pleno corazón termina el ritual con el chorro de sangre. Día y noche hasta la madrugada de Noche Buena. Al amanecer, ya Navidad, alguna que otra escamita, escapada a los escobazos manguereados y mareados darán testimonio de que carpa pasó por aquí. Kafka que no la ví.

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En la grupa

N

o volvimos a tocar el tema. Como si nunca hubiera existido. Pasamos por los pocos espacios del poquísimo tiempo que compartimos juntas. No es fácil recordar cosas cuando sales disparada, como una pepita de guaba. Debió ser una mañana muy temprano para que no nos agarrara el sol. El camino no era tan largo ni plano. Corriendo me llevó tiempo después algo más de una hora. La trocha que conocíamos tú y yo, hermanita, se hundió en el monte. Las tierras que fueran del difunto Policarpo no las reconocí. Sembradas tontamente de guandú, como para no dejarlas baldías. Guandú y yuca. Ninguna ciencia se necesita para sembrarlas. ¡Oh sí! Sigfrido, el amigo corredor, me explicó el secreto. No solo esperar el 24 de junio la San Juan, sino vigilar a que los ojos -me mostró dónde estaban en las estacas que me regaló-, estuvieran mirando al cielo bien abiertos, ¡carajo! Las habíamos sembrado. Alcira tu hija, mi ahijada y yo enterrándolos en el infierno de esa tierra de arcilla pura de Nuevo Emperador. Buscaba también el enorme algarrobo que anunciaba que estábamos llegando. La siguiente cerca era la de nosotros. Nuestra finca de El Serrano. Aguzando el oído sentíamos el ruido de las cascadas del Bernardino. Al fin podíamos pegar la boca al ojo de agua tan bien cuidado por el abuelo para calmar nuestra sed. Al regreso, el nos daría unos canutos bien cortados

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para que fuéramos chupando por el camino sin necesidad de beber el agua de la quebrada del difunto Romero. Debió ser una de sus escapadas. Sabes a quién me refiero. Nuestra madre armó la “jáquima” sobre el lomo del caballo. Te daría la teta, antes para que no lloraras y no tener que bajarme a mí primero, sentada literalmente sobre la grupa del animal. Su leche me salvaría la vida. De seguro, la madre me amarró a su cintura para que no me cayera. El camino no era plano. Las veces que nos dejábamos rodar tú y yo en verano, claro está. Tragando el polvo rojizo de la tierra. Ríete hermanita, hoy día reacciono brutalmente a toda clase de polvo, negros, rojos. No sé si a los blancos. Me da urticaria o se dispara mi rinitis.

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¿Hechos alternativos?

¿

Y si el propósito era provocar que me cayera de la yegua? Me parece que era yegua. Sino ¿de dónde habría salido leche para nutrirme ante la pendejada de vómitos y cólicos provocados por la leche de vaca? ¿Qué importancia tiene esto ahora? ¿Qué pensamientos pasaban por su mente, madre? ¿Tan fuerte era el resentimiento en contra del padre? Si se caía, bien pudiera dejarla tirada en el camino. Que llorara o se riera daba igual. No la escucharía. Se taparía los oídos para no oírla, como cuando escuchaba música con la ortofónica, perdida en aquel monte cortado por el naranjal y los potreros del gana’o. Las culebras que llegaban, mientras la madre dormía se chupaban la leche. Metían sus colas en mi boca para que creyera eran las tetas… sin leche. No me movería para evitar que nos matara. El veneno estaba listo, un movimiento mío y ¡adios yiyita! ¿Se caerá, no se caerá? Mejor darlas a la Cruz Roja. Que le busquen otra madre y otro padre, sobre todo, otro padre. Después de lo que ví, ¡ni a la hora de mi muerte lo quiero cerca! La primera loma estaba en la finca de la Comadre Casimira. Antes había que pasar una berraca quebra’a, digo berraca porque cuando se jartaba de agua lluvia, solo el caballo del abuelo, sabía por donde quebrarle su berraquería, mientras se le pasaba la borrachera, tanto a la quebrada como al abuelo de la perestroika. 56


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Terminando de subir me solté de tu cintura. Rodé cuesta abajo y a la berraca quebrá, carajo. Lloraba empapada en agua. Me dolía la vida, se me encogieron los pulmones, como pudieron encogérseme los pezones, los testículos, los ovarios o los cojones. Toda yo me encogí, como hacen los michitos cuando tienen miedo o rabia. Un hermoso, tronco de gato. No puedo decirte ahora mismo cual de los dos sentimientos dominó al otro. Me oriné y seguí orinándome en la cama. Volvía a revivir aquel terror de verme en el suelo sin ti madre. Se metió la locura del asma. Demoraría unos años en salir a flote de la maldita quebrá, allí tirada y muerta de un miedo atroz. Me hiciste creer que me abandonabas, empapada y temblando de rabia ví que la yegua dió media vuelta. Lunes de Carnaval. Aclara el día. Termina tu agonía. Al fin te fuiste. Me dejaste. Esperé unos segundos, “respire profundo” ¡Bote el aire!

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Tercera semana

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vueltas de pista ¡Tengo miedo! Eugenio Knight mi primer coach me clavó sus ojitos. Hundidos en sus arrugas, se pusieron más redonditos todavía. A diferencia del otro bruto, mamarracho polizonte mandón y gritón. Eugenio se me acerca, viéndome rígida como una escoba. ¿Qué le pasa, señorita? ¡Tengo miedo! Le susurro casi al oído. La sorprendida soy yo. Su risotada, inhabitual y ruidosa. Él, de ordinario nada “drôle”. Seguía plantado, a mi lado, en la partida de los 400m., ahora muerto de risa. ¡No me diga que puede correr 42k y tiene miedo a los pobrecitos 400 metros! ¡Confieso no haberlos vivido! Años después en Carolina, Puerto Rico. Éramos diez mujeres, categoría 60-65. Eugenio debe reírse, donde quiera que esté en el Cielo. Una eternidad me pareció esperar el campanazo que me diría ¡One more lap! Terminaba mis primeros 10mil metros en pista en ese Mundial de Atletismo Máster… Medalla de bronce para Panamá. Maratón, en esa categoría de mujeres.

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Secretos de serpientes de mar

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rantz quiere saber. De seguro oyó hablar de las negras del Caribe y sus tumba’os, sus brebajes. Sacaduras de mugre y de madre.

Pobre madre. Caíste en la trampa. Todos viejos cuatriboleos y de malas mañas. Apodo que le pusieron a uno de nuestros compañeros fondistas. Por cierto, no supimos mucho de él. En mi recuerdo adolorido, sé que había que aprendérselo de memoria. Como cuando aprendes a escribir. Alguien te toma suavemente la mano y dibuja contigo las letras. Vocales primero a, e, i, o, u. Sin acentos ni nada. Después, muy mansamente comienza el desfile de las consonantes. Yo amo a mi mamá. Mi mamá me ama, mmmm, muuuuu, como las vacas, et ainsi de suite. Parar la sangre derramada por una herida de machete, una patada de la yegua o del potrillo. Curioso que la abuela menopáusica me pasara ese secreto, antes de que llegara mi primera regla. Igual de curioso. Todavía la veo dizque remendando. De repente levanta la cabeza. — ¿Ya te desarrollaste? — No, todavía —, le he contestado. Bajó la cabeza y siguió su tarea. Un día después llegó la vaina. 59


Edilia Camargo — Bueno, me dijo. Ya eres una mujer—. Ni caso que le puse. Me dió unos trapitos y me los puse para no manchar la ropa. Al final tocaba lavar esa vaina hedionda a sangre podrida y agria. Frantz me escribe hoy nuevamente. Quiere que le pase el secreto. No sabe lo que pide. Ningún hombre es amigo de mujer ninguna. ¿Cómo cantarle a los ríos de Babilonia, cuando nuestras lenguas están pegadas al paladar? ¿Cuándo nuestra saliva no tiene fuerza para dar sanación?

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Cinco días después

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ábado 15 de diciembre de 2018.

La semana arrancó con un “potty training” en la Casa Blanca. La abuelita Nancy Pelosi (DCalif), se armó de todo su valor para recordarle al inquilino de la Casa, los pasos elementales de este acto elevado en el aprendizaje de eso que puede llamarse un manhood, o doghood. O no le enseñaron bien como usar el dichoso pote o simplemente, se le olvidó. En otras palabras, el mundo espera del Jefe de la Nación más poderosa, que no haga caca en los pantalones para luego gritar para que vengan a limpiarla. David Ignatius en la Seccion Opinion del WP, 13 de diciembre de esta semana, retoma el “training”, a tête reposée. Y no es que este Tío Donald, opuesto a nuestro Tío Conejo, adelante para el show perpetuo que tiene montado día a día, la etapa de “lame duck” de su mandato, o talvez lo esté haciendo inconscientemente, previendo que le queda poco tiempo, de su eternidad prefabricada. David le da a esta semana una nota vívida y brillante, marcada por la ineptitud de los conservadores en el poder a parir (deliver) restultados, habiendo cosechado los frutos de grandes revueltas populares en 2016, tanto en los propios Estados Unidos, como en la Gran Bretaña. El “potty training” de la semana muestra claramente que existe, una oportunidad en oro para los liberales de ambos países de golpear la afliccion mundial, en la raíz de decisiones erradas que llevaron al Brexit 61


Edilia Camargo o a la election del DT. Poniéndolo en blanco y negro. Tanto los Tories de aquel lado, como los Republicanos de este, han fracasado. No han podido reconciliar la inflamada retórica que los llevó al poder con las realidades materiales tanto en lo económico como en lo político. Llenaron a los votantes con expectativas discursivas que se desinflaron poco a poco.

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Saltos largos

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entía remordimientos, algo de rabia también. Esas pendejitas buscaban cualquier pretexto para no levantarse. Había que despertarlas, todas pariditas y recogiditas sin bastillar, en aquel Hogar. “Perfil”: incesto, asegura con toda firmeza y autoridad la Madre Superiora, agregando, ellas, ya superaron el trauma. — Déjenlas tranquilas. Aquí no mezclamos “niñas de la calle, abusadas” con éstas. Lo intentamos una vez. No funcionó. Nada funciona, aparentemente y menos, cuando están con “el periodo”. Sangre y más sangre madre. Esto lo sabes. Beber la sangre del Cordero. Verdadera bebida. Ese abuelo bebió la sangre de aquella niña de cintura torcida, piernas y brazos torcidos. La observo cómo mueve torpemente su cuerpo, como si le pesara o lo detestara. Igual cuando porta al niño nacido entre periodo y periodo. Como si le estorbara, como si fuera algo extraño, como si fuera un animalito raro, como si no tuviera ganas de jugar con él, como si, como si, como si, como si aquella cosa que le dicen niño o lo que fuera, un sapito, una rana, un perrito, un gatito fuera algo formado y parido de su vientre. Tener que darle nombre y de mamar. ¡No y no! Se volvió una fresca, ni ver, ni oir, ni, ni, ni, ni nada de nada. Se fue por un tubo y allí dejó a esa cosa nacida entre periodo y periodo. Él nunca supo que aquella tacita de café estaba endulzada con unas gotitas de sangre de esa, de periodo en 63


Edilia Camargo periodo. Se la tomó bien contento. Es más, se emborrachó, se durmió hasta el día siguiente. Ni quiso comer su arroz con patita de puerco. Se despertó engoma’o. Ni siquiera se despidió al cerrar la puerta. No me moví para que pensara que estaba dormida. Barría la cocina, muy cerca de la tina del lavadero. Apenas si he tocado unas dos tablas pintadas de azul con la puntita de la escoba. Estaban tapando unos chécheres de restos de pintura. Saltó una de esas condenadas tablas. No sé cómo demonios fue aquello. Voló. Vino a aterrizar con toda la malévola intención de cortarme el pie izquierdo. Vi estrellas locas bajar a la tierra. Dolió terriblemente. — ¡Cobarde! ¡Maldito! ¡Sucio! No sangraba. Otro golpe parecido y casi en las mismas condiciones, me regalaron en Lisboa. El mismo escenario de planchas de madera inocentemente puestas una contra otra. No sé cómo una de ellas saltó, como volando. Cuestión de segundos. Esa si me dió en pleno pie derecho. Brotó sangre hasta más no poder. Esta vez la tabla saltadora pegó para que la sangre corriera por dentro. No quería asustarme ni que cancelara mi vuelo a última hora. Este Campeonato era importante. Saltó, pegó, se largó sin nada en apariencia. El maldito cobarde esperaba su hora. Antes de abordar mi vuelo, siento un picor insoportable y como calambre en el pie del impulso. El dolor dulce me está diciendo aquí voy, aquí me tienes. Apenas encuentro mi asiento en el avión largo las zapatillas. El dolor es insoportable. No aguanto siquiera pisar. Maldito cobarde. Pido hielo. Me quito la 64


La Casa Amarilla media de compresión. Al aterrizar en París, en escala a Daegu, Corea del Sur, veo el desastre. El pie hinchado como un tamal, un poco menos el dolor. ¿Cómo carajos correr 21k en medio de aquello? A la guerra como a la guerra. ¡Maldito cobarde! Pido perdón por los que no creen, no esperan, no aman. Sangran ahora las encìas mientras baja la hinchazón, no de tus huevos, maldito cobarde. De tu panza jarta de sangre podrida ¡chúpate esa! ¡Mentiroso maldito!

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Edilia Camargo

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rrancamos esta semana con otro training, hermana. Las viejas recetas, algo rudas, por sus mezclas revolucionarias, de la abuela P… como tu hija. Hablamos de su refrito de frijolitos chiricanos, con ciruelas traqueadoras, pintoncitas medio moradas. Estas se las agregaba casi ya cocidos los “chiricanos”. Cuando estaba todo en su punto, le echaba un chorro de manteca de chancho, ¡fría! La guardaba en un pote, bien cerca del fogón, para que estuviera casi líquida como aceite. No era manteca de chicharrones, algo que no la vi hacer nunca. La abuela colombiana del New Empire se hubiera muerto de espanto. Sus ajiacos de pesca'o. Nada que ver con el bogotano, de papas pollo y alcaparras, crema de leche. Luego supe que en su propio Turbaco, hacían un “mote’ e queso”. Nunca lo hizo para su marido ni para nosotros sus hijos de crianza. Se hubiera desmayado saber que se mezclan rebanadas de mangos maduros y perfumados, con pimentones rojos, sazonados con una vinagreta simple ¡sin azúcar ni vinagre blanco por favor! O que se ahuman anguilas amalnas para ofrecerlas como plato de entrada, en aquella Gran Isla en medio del Océano Índico. Nada que ver con el injerto de salmón boqueteño ¡Meto! me dió esta clase de cólico igual que el aceite de palma. Casi me desmayo en N'Djamena, la primera vez que lo comí. Busqué y busqué en mi cabeza hermana, cómo carajo lograba ella aquel sabor tan inconfundible de su ensalada de bacalao. Hasta que al fin dí en el clavo. Al bacalao desalado y sancochado, lo deshilachaba, como si fuera una ropa vieja. La vinagreta era, 66


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cebolla blanca en rebanadas finas, maceradas previamente en sal, vinagre blanco! Este era el secreto más aceite, no de olivo. Nunca lo usamos en nuestra casa, en donde el coco era rey. Arroz con coco todos los días de Dios, mezclado con zapallo picado en cubitos o frijoles, según su buen o mal humor. ¡Ay, mamá Ana! La tía Aura, antes de morir me habló de una sopa de melón con puerco salado. Una especie de gazpacho “santeñizado” O este mismo con zapallo, receta de la abuela Chefa de mis hijos. Como verás el dichoso sancocho se arrimaría y se arrancharía muchísimo tiempo después. Todas recetas y sopas sin ajíes picantes. Otro training distinto. La impresión que me llevé una tarde de domingo en Praga. Era el Festival de la sopa. Toda una calle llena de stands de colores, flores en pleno invierno. Algunas hechas en casa: repollo, brócoli y mi preferida, la de eneldo con queso y crema. ¡Miam, miam! El espanto en la cara de uno de tus sobrinos praguenses, no mi amante de sopas, al ver aturdir literalmente a una gorda carpa sacada viva del estanque. Espectáculo navideño en cada esquina de calle de la linda ciudad del puente Charles. Los malgaches de la costa Este, Toamasina, Tamatave, usan leche de coco para guisar la gallina. A mí se me ocurrió ponersela a los filetes de salmón o de robalo cocidos en papillote a falta de la hoja de bijao o de plátano para envolverlos con su ajo machacadito, jenjibre, perejil, orégano y la sal, una hoja de aluminio. 67


Edilia Camargo ¡fait l' affaire! Otra variante de plátanos en tentación, me la dieron ellos. A los plátanos “borrachitos” enteros y fritos, los bañas de chocolate. Igual bañaron con chocolate en el bautizo de tu sobrina mayor, ¡al gigot de cordero asado! En esa Cataluña francesa, una gotita de miel a las rebanaditas del queso de cabra en ensalada verde ¡et oui! ¿En qué quieres tu bendición de hoy, en aceite o en miel sobre tu frente? De seguro ya sin una motita de carne, en la profundidad de la tierra. ¡Donde reposas, Bachito! En tres días tendremos el solsticio de invierno para el hemisferio Norte, mientras que mi amigo Carlos aprovecha para desplazarse de Buenos Aires a Bariloche, en el verano austral. Quiere encontrarse con mapuches y otros pueblos originarios de la Patagonia. Cerraron ellos la jornada de testimonios. Fue la gran fiesta marcando los 70 años de Confederación Nacional de Jubilados, Pensionados y Adultos Mayores de la Argentina justo un mes atrás. “Nunca supimos qué era el hambre”, gritó muy fuerte el delegado mapuche. “Sin conocernos nos condenaron”, gritó también tu hermana, en su turno de palabra. ¡Cuántas bendiciones juntas!

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Oye vieja, ¡Échate a un lado!

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Al salir de la Cinta Costera, uno de esos perreros, de moda en el área de San Francisco, “porque hay que sacar a los animalitos a pasear”, traduzcamos: hacer “ejercicio” me empuja casi, pisándome los talones. Tú hermana, cabreada de otro entrenamiento en solitario. El bendito, dizque coach, da las instrucciones por internet. No se toma el trabajo de monitorear lo que te pide. Ví que el mismo entrenamiento que me daba, se lo pedía a otro de sus pupilos, como a él le gusta llamarnos. Me revolvió el estómago aquel acento paisa. Era una órden para que le cediera el paso a perrunos: “extranjero de mierda, ve a dar ordenes a tu país, condenado”. Lo siento, hermana. No tengo la mansedumbre tuya. Hubiera podido gastarle un chiste, para no devolverle ojo por ojo y diente por diente. No me dejó margen para ser educadita y bien portada. Decirle algo como: Su mercé, este país es suyo. Siga nomás. Volviendo la mirada hacia atrás, al lugar donde crecimos tú y yo, New Empire, entre el río Paja y el Bernardino, veo a mis ocho cachorritos Rots, durmiendo su siesta. No les quedaba más remedio. Le subía todo el volumen al Oratorio de Noel de Bach, los pedacitos que conocía por haberlos cantado en los Conciertos de Navidad. Aquella Sala de los Pasos Perdidos en nuestra Casa y Madre, siempre me impresionó. No puedo explicarte ni por qué. Tal vez sentirla tan fría y lejana. Creo que eran piedras / lajas 69


Edilia Camargo negras, bien pulidas, el suelo que pisabas. La acústica para un Concierto Coral no era la mejor, pero qué carajo. Lo importante era abrir la boca y cantar. La fuerza dulce de aquellas medidas musicales repetitivas, bien medidas y sopladas por las trompetas, no le dejaban a los perritos otro camino, guardar su agresividad para cuando pasaran los vecinos. Se ponían los ocho en fila india, pegados a la cerca de ciclón a ladrar como locos. Mientras tanto, en el gallinero, los patos, gansos, pavos, gallinas y el gallo cachimbón que me regalo Daniel –no es bueno dejar a las gallinas que pongan, sin que un gallo las “corone”–. Es más, dormían en el suelo mis gallinitas, antes de dormir conmigo, en una cajeta. Me daba miedo que se las comieran las zorras o esas inmensas ratas malvadas que salían del mismo infierno, para chuparle las tripas o la sangre y me los dejaban allí, muertos, mis pollitos. Condenados bichos. ¡Me pregunto si para eso fueron creados! El dichoso gallo llegó a poner, literalmente, la mierda en la vida de mis gallinas. Les mostró cómo treparse a los palos para dormir. Y por supuesto como dejarse ellas trepar, para ser coronadas. ¡Pobrecitas! La gran sorpresa me la llevé con los gansos. Uno de tus sobrinos me regaló para uno de mis cumple, un par ya algo mayorcitos. Zambie, la mamá Rot, me le pegó unas trompadas a la pobre gansa. Dejándola coja, para el resto de sus días. El Pincho, así bauticé al macho, la siguió queriendo así. Ponía aquellos inmensos huevos, que daban envidia. Nunca me atreví a comerlos, como tampoco, ninguna de mis gallinitas. Me alegraba tanto oirlas cantar, cuando tenían el buche bien lleno. Una verdadera delicia, mis chichis linditas. Como a tu hermana le gusta poner de vez en cuando, un poco de mierda, alboroté el gallinero, metiendo a vivir juntos pavos 70


La Casa Amarilla con gansos. Se detestan a morir y para terminar de embarrarla, le traje al Pincho, una gancita pichoncita. Ay hermana mía. ¡Que locura! Se armaban estas peleas entre el Pincho y el Pavo. Se tiraban a matar, amarrándose los largos pescuezos, como para ahogarse juntos, cortándose la respiración. Tenía que entrar con la escoba, a lo único que temían, para que se soltaran. El malvado Pincho, cuando llegó el momento de criar pavitos, los cogía por el rabito y me los tiraba en la pileta. Tuve que recoger a uno ahogado, pero eso no es todo. Igual se le lanzaba a cualquier visita y la atrapaba por donde fuera, ¡torciéndoles el pellejo! La gansa nuevita, tuvo que aguantar picotazo tras picotazo. El Pincho no la quería. Era fiel a su viejita coja. La hacía esperar para que llegara a comer, siempre detrás de la viejita. Ella, bien obedientita, esperaba su turno y obedecía. Cual no fue mi sorpresa, al regresar de uno de mis viajes, cuando veo el panorama invertido. Ahora, le tocaba a la vieja gansa esperar. El Pincho se decidió por la intrusa. Supongo que el astuto ganso, esperó a que la pichoncita soltara los olores hormonales, para indicarle que estaba lista. Podía coronar huevos. Mi tesis sobre su “fidelidad”, la saqué a relucir muy oronda en una reunión de expertos, sobre políticas de envejecimiento en El Salvador, se me vino al traste. Y qué no decir, cuando el gallinero me veía entrar al garaje, justo frente a ellos, cargando los paquetes de comida. ¡Se ponían en fila, igual que los Rots, y era aquel escándalo! Cada uno gritando su “mismedad”: gallinas, gallos, patos, gansos, pavos. Venga a gritarles para que se calmaran. Era una competencia a ver cual gritaba más en su propia lengua. Por fin se calmaban volviendo a echarles algo de maíz o mangos, les encantaban y se los peleaban. Y no es que me hubieran 71


Edilia Camargo “amenazado de muerte” para tomar la decisión que tomé de abandonar para siempre ese lugar. El pavo se me moría. Después de ser el machito cachimbón, le cayó una morrina de esas que se los llevan. Tuve que protegerlo del Pincho. Sin piedad alguna le caía a picotazos. Finalmente, lo encerré en la jaula de los pollitos, a esperar que muriera. Demoró tres largos días, desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Pascua. Por momento ni se movía y pensaba que estaba muerto. Lo tocaba y me dejaba saber que no le había llegado su hora. Mientras tanto, le cavé su tumba y esperé. Lo enterré fuera del gallinero, prometiéndome muchas cosas aquella mañana especial de Pascuas. Hice como la Mamá Ana. Cerré la casa, saqué las dos perras que me quedaban y me largué dejando atrás 50 años de mi vida. Virianita, mi chichí lindita. Una tinaquera que logró meterse por un hueco del alambre de ciclón. Tuvo la suerte que Zambie estaba en uno de sus falsos embarazos. Eso existe también. La adoptó sin problemas. Le dió de mamar, mi Mama Rot, a esa tinaquera, salida de nulle part. Era una rara mezcla de gato con perro. Trepaba por el alambre como un gato. Paría y amaba como una perra. No soportaba que la dejara sola. Corría tras de mí llorando. Y yo, venga: allez, la niña de Guatemala, la que murió de amor. De nada le servía el poema. Lloraba con más fuerza. Tanto, que la Zambie le hacía el dúo. Ella que nunca antes había llorado ni en el largo viaje de Boquete a Arraiján. Coge, ahí está tu vaina. Me la aventó Álvaro, cabreado, seguro del largo viaje con la perrita de apenas unos seis meses. Aprendió Zambie bien prontito. Eran horribles aquellos aullidos de muerte entre las dos. En cierta ocasión tuve que amarrar a la Virianita a una pata 72


La Casa Amarilla de mi silla en la Iglesia del pueblo. Una bufanda blanca preciosa, de algodón, tejida por los indios de la Guajira colombiana, sirvió. La perrita saltó la cerca y se fue a buscarme a la misa. De no amarrarla a la banca, se hubiera metido, ni corta ni perezosa, en la fila de la comunión para pedirle al Padre Jaime una hostia. Ninguna de las dos soportó mi decisión de salir de aquella maldita casa. A ti nunca te gustaron los animales y menos los perros. A regañadientes aceptaste darles hospedaje. Aquel domingo en la tarde, fui a verlas. Virianita me besó en las dos mejillas. Supe que apenas me vió irme, saltó por la cerca. Se largó ella de aquella tu casa. Nunca regresó. Zambie murió de tristeza, agobiada por una peste pegada por su “nieto” el hijo de Virianita con el “Gordo” uno de los cachorros. Era comiquísimo. No lo vendí por la astucia que inventó el perrito. “A ver, ontá el huevito”, le rascaba la pancita. El bandido levantaba la patita y me los mostraba. Mira lo que retuvo del Oratorio de Noel. No hermana. No hubo “amenazas” como tal. Sin embargo, la sentía rondando en aquel lugar. Primero por la negativa del Abuelo, siempre él, insolente indio morado que fue, de poner la casa a nombre de la última de sus concubinas. Lo hizo, para complacerla, tal vez y que muriera en paz. Una vez muerta, cambió la Escritura y en presencia de nuestro padre, firmó el traspaso de su amante, a su nieta amada.. Curioso que esa escritura de traspaso, desapareciera. Después de la “invasión” bien pedidita al Bush padre ¡y que el infierno sea clemente con ambas partes! Resultó quemada entre los papeles, de no sé quién. Así, potreros que eran de algunos ex fuerzas de defensa resultaron luego propiedad de unos tales de por allá abajo, como decía la abuela cartagenera y cachaquizada. La propia 73


Edilia Camargo casa de la Madama Julia, también encontró nuevo dueño, et ainsi de suite. Las amenazas las leerás después.

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Sinnam

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años. Recordaba a Alex como si fuera Edgar. Adolescentes ambos, es decir, huyendo de sus cuerpos como de un parche pegajoso.

De Alex quiero hablarte hoy. Lo estoy esperando para almorzar. Curiosidad de la buena. No la misma que nos movía a escarbar las guaridas a los “conejitos”. El condenado tierrerío debajo de nuestra casa. Húmeda la tierra negra, él aparecía enrolladito en bolitas como de pelos africanos. Aquel olor indescriptible a queso rancio, mantequilla manía, era el preferido por esos bichitos. Sombra a todas horas. Lo cierto es que lo tenían hecho un inmenso gruyére, lleno de huequitos. Sentía verdadero placer hacerlos salir de sus escondites. No los mataba como contaba la madre lo hacía con las ranas. Hoy, hoy, hoy me ha salido, no sé de dónde carajos, un gusano pelado y amarillo. En mi vida había visto uno. Aquellos ciempiés, amigos de los conejitos de tierra, eran negros. Esta nueva especie, medio gringa, quiere estar alineada con los colores de la que es hoy mi casa, creo habértelo dicho. Amarillo todo, carajo. Hasta los ciempiés. Aquella tarde de prima-primavera, apenas unos 3 días pasado el equinoccio, miraba con ansias la enorme pared de vidrio del Eldys Hotel. Lo ví bajarse del taxi. Hermosa planta, tengo que confesártelo. Nada y muy poco quedaba de cuerpos huidizos pegados al alma, como parches anti inflamatorios. — Apenas lo he reconocido. 75


Edilia Camargo El adolescente se había ido definitivamente. Aquello era un cuerpo afirmado, todo un hombre, con carita de niño bueno. La flor de lotus está por todas partes en esa tierra coreana, esquina Este del mundo. Abrazos y bises de protocolo bien rápidos entre ambos. Nos llevan con toda la ceremonia del caso. Inclinación, manos juntas, nada de Namastes. Estas se juntan como para la lectura bíblica a la mesa reservada. Al fondo veo la sala. De repente se vuelve a mí como para corregir un error involuntario o un olvido. Zut, me olvidé pedir sillas. Aquí se come casi arrodillados, sentados en el mismo suelo, como flores de loto flotando en los estanques. Lo tranquilizo, para que no pida silla. Cierto que dolían las piernitas. Terminar la carrera fue un verdadero milagro de fe, amor y confianza en el trabajo, físico y mental, no de mi cuerpo de carne, más que adolorido, magullado. Lo hizo mi berraquera de cuerpo etéreo. Tan calladito y humilde. Invisible. Alex agrega otras almohadas a las que ya están previstas para que pueda recostar mi espalda contra la pared. Comenzamos nuestro almuerzo de “retrouvailles”. Seguían doliendo las piernas, arriba casi llegando a la ingle. Acomodar la pisada para atacar planos, planos y más planos. Salías de uno y entrabas a otro más plano que plano larguísimo e inclinado, no lo suficiente como para exigir un cambio de velocidad, ni parar motores. El “faux plat” tan temible Loma que no es tal cosa. Plana, igual que todo el resto. Pasadas las emociones de la carrera y el susto de pensar que me recogerían desmayada o algo parecido. Marta, la Campeona me explicaría muy rápido los secretos aprendidos de su padre boxeador, sirio como ella. Cómo subirlas y bajarlas. Esto último sobre todo. No bajar los brazos, 76


La Casa Amarilla llevarlos hacia atrás como si fueras a volar. Nada de punta / talón. Al contrario. Talón / punta y te lanzas a toda mecha, como un avioncito de papel, de esos que hacíamos en la escuela para fastidiar a la maestra Rosalía. Desconsuelo bruto el que me cayó. — ¡Le quedan 20 minutos! No quería mirar mi Garmin. El que llevaba por dentro me sacó el tiempo en Lyon un año antes, 2:56:00. Igual me sacó el de Porto Alegre, 3 años antes, 3:01:00. La terrible vergüenza de la descalificación. Pasado 1 minuto el tiempo límite. — 20 minutos damas y caballeros, para aterrizar en Tocumen / Panamá. 33°C. Los 20 minutos out of three hours, me parecieron eternos. Pasados los tales, no habia cruzado la meta, aunque la tenía a la vista. ¿Me descalificaron? Le pregunté a punto de llorar, al árbitro de la carrera en Daegu. Completamente desconcentrada y sin poder agarrarme de nada, ni respiración, ni cambio de velocidad, ni ritmo. Lo había quebrado. El cuerpo etéreo había terminado su trabajo y le pasaba la responsabilidad al de carne. — Me la hicieron en Porto Alegre, por ese minuto. Vamos soltando las palabras con mucha cautela Alex, muy relajado y visiblemente contento de verme. Tocamos un tema y otro, sin profundizar ninguno. Me va explicando cómo mezclar los platillos que van desfilando unos tras otros. Sirve una mujer, por supuesto. Viste de largo, negro estricto. 77


Edilia Camargo Delantal blanco. No suelta una sola palabra, las lleva amarradas. Dios sabe dónde. Igual ha hecho con sus cabellos. Ni una sola palabra, ni un solo gesto que traicione la rigurosidad de eso: el sacrosanto servicio. Con precisión, diría yo. Siento algo de incomodidad. Encima, torpemente se me escapa un “piropo” para las finísimas rayaduras de zanahorias y otros vegetales que “adornan” las ricas y variadas entradas. Sopas, carnes, cerdo, como para probarlo apenas. Las rayaduras de verduras son para las rodajitas del chanchito. Seguimos soltando palabras sin parar, pero midiéndola como dos buenos boxeadores. ¿Por qué Burdeos? ¿Cómo conociste a la Mamita? ¿Desde cuándo corres? — Nada extraordinario. — Hago el cuento lo más breve que puedo. No quiero impresionarlo. La Marta comenzó a los 57 años. Me llevé la gran sorpresa. Pensaba que mi recorrido era raro y tardío. — Ningún entreno de maratonista. Ni entrenador. El padre, de niña y a escondidas de la madre siria y musulmana, le mostró las técnicas respiratorias y de movilidad de los boxeadores. Tomas aire 2 veces por la nariz mientras avanzas “bailando de la cintura para abajo” y sueltas las dos bocanadas por la boca al mismo ritmo. Y dale una y otra vez. No lo convenzo. — Quiero saber de tí—, me dice con toda la dulzura que es capaz.

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La Casa Amarilla Pescado ahumado recubierto de salsita picante, 2 pescaditos al vapor, Pasta de arroz. Era lo que comían los pobres. Ahora revisitada. ¡Cuidado, la salsa pica! Hilvano las palabras como puedo. No tengo tiempo de pulirlas y ofrécelas como un collar de perlas bien trabajado, lindas, olorosas y apetitosas. Llega finalmente el arroz cocido, algunos granitos de frijoles. Apenas una taza. Algo con apariencia de fiesta. Doraditas, como si fueran fritas, muy delicadamente. Viendo mi gesto de sorpresa, suelta las palabras. — Flores de loto, son sus raíces. — ¡Qué exquisitez! El no las toca. Llega una sopa, la segunda o tercera. Pica, sabe a mariscos. Muchos vegetales finamente picados. Descubro algo. Una especie de huevito, no sé de qué. ¡Cuidado!, mejor no lo comas. ¿Por que no? Me explica. Haces como si lo chuparas y luego lo aprietas. No me quiso decir cómo reventar el dichoso huevito. Lo chupé un ratito. Ni le di tiempo a que de sí me dijera cuándo apretar. Apreté. ¡Pummmmm! Reventó aquella cosa. Fuerte el olor. Salpicó aquella cosa, como una bomba. El estallido de nuestra risa se oyó, lo oímos. No podíamos parar. Nos repusimos de la sorpresa. Ya calmados de nuestra loca risa, lanza la pregunta tenía. La tenía bien guardada. — Explícame ese lado oscuro del cartesianismo. ¿Cómo surge tu pasión por correr?

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Edilia Camargo En toda mi vida filosofando para los otros, no para mí, nadie me había arrinconado a mirar el lado oscuro de la “cosa evidente”. ¿Y si todo el cartesianismo fuera una gran mentira, como la muerte y la propia vejez? Tragué en seco. Me había cogido con los pantalones abajo, como quien dice.

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Aristides

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sí se nombra uno de los niños pariditos de mis niñas.

Digamos que para ella, es también descubrimiento de la mismedad, obra de Descartes y su Discurso del Método, se pensó que no había límites a la doble soberanía de la razón y a su poder metamorfoseante, para pensar. La res cogitans, frente a la res extensa, otredad frente a mismedad. A más de 3 siglos de esa “revolución”, quedó un campo oscuro por fuera de la idea clara y distinta. Llámala pasión, experiencia, factualidad, pero también esfera de lo público, ligada para unos a la construcción aristotélica de la res Republica y a su catálogo de virtudes definitorio de dos mundos, el educado, meritorio y la masa de “lo ordinario”. Habermas va más lejos. No existe UNA racionalidad operacional para todos y menos un parteaguas entre virtudes morales o políticas. Tampoco queda claro que sea la “racionalidad” el fundamento de las estructuras o de la “institucionalidad” en democracia. Si ello fuera así, no habría necesidad de identificar nuevos derechos y hasta decir cómo se llaman, cómo se nombraría el Derecho que pide consentimiento para un asunto que surge de la pura mismedad y lo más probable de su parte más oscura, cómo saber si en una violacion hubo “consentimiento”. ¿Mi homosexualidad tendrá que pedir “consentimiento” a la otredad para disfrutar de los mismos derechos que los heterosexuales? Habermas responde pidiendo la creaciòn de una racionalidad 81


Edilia Camargo comunicativa. Esto implica no pegar, como un collage mi “derecho” al de las mayorías. Lo aplastarán siempre. En otros términos, no pegar mi mismedad a la de otros y menos a la otredad.

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La Casa Amarilla

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n presentimiento en los huesos...

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Edilia Camargo

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adre, ยกque no, madre!

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La Casa Amarilla

Madre I

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ía de los Santos Inocente. Me vas a creer o no. Sentí grande consuelo. Las palabras tontitas de aquel cura y su homilía me llenaban de fastidio. Miento, era

hartura.

¿Recuerdas aquella noche? ¿Los pujos de tu, digo, tu hermano? Pujaba como una mujer a punto de parir. La abuela no había aguantado. Ella le servía la cena a todos nosotros primero. Finalmente se servía ella, después de haber servido al marido. Lo veo , como si fuera hoy, sentado en la cabecera de la mesa, solo. Como creo, mirándolo a distancia, asì fue toda su vida un gran solitario. Aquel plato me recuerda ahora la curumbita del Chimborazo. Inolvidable su vista, sobrevolándolo de Quito a Loja. ¡Quién me hubiera dicho que lo vería con mis propios ojos! “Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de la Condamine y de Humboldt, seguidas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: manto de Iris. Que me ha servido de estandarte, ha recorrido mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se haya dado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido 85


Edilia Camargo detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris. ¿Y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré! Pues así se me antoja ahora el plato de arroz con coco, como todos los días de Dios, en vez de nieves eternas, la corona de lentejas. O mejor pongámoslo patas pa' bajo. La corona de lentejas, aguantando el peso de la montaña nevada, arroz con coco. No recuerdo si en alguna parte quedaba espacio para la carne guisada. Aquella súplica hipócrita, disfrazada de inocencia. “Mama —sin acento—, dame”. La mirada asesina de la colombiana abuela nuestra, me dejò helada. Le tiende el plato y agrega con un encabronamiento contenido: — ¡Coge! ¡Ahora te lo comes todo! No le quedó de otra. Se reventaba, pero subió a la montaña! El “delirio sobre el Chimborazo” reventó unas dos horas más tarde. En la oscuridad de nuestras interminables noches, estallaron los pujos. Aquello era insoportable, hermana. Tú, como siempre, buscabas mis costillas y te acurrucaste aguantando la respiración. La abuela no debía sentir que estábamos vivas, es decir, despiertas. No era tampoco el momento de hacernos las muertas y menos de romper las reglas de la noche, levantándonos antes que el abuelo. Los pujos eran insoportables... ¿Se cagaría en el catre? Más le valiera morirse. La palera que le esperaba era peor que la hedentina. Ponte de lao mijito.

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La Casa Amarilla La orden cariñosa y llena de piedad del abuelo quebró aquella pujadera horrible. Pues sí, era hartura aquella homilía, sin embargo, como en aquella noche de pujadera, el cura lanza en medio de su jartera una sola frase. Ya al comenzar la misa, la larga lista de intenciones decía que ofrecìamos el sacrificio por los niños inocentes, los muertos por la envidia de Herodes, los abortados, violentados, abusados, martirizados, en suma. Una sola frase. No salía de su panza redonda. Sentí que había caído de lo alto. — ¡Señor!, gritó al fin el condenado cura, los inocentes sacrificados, abortados y otros forman ya, parte del cortejo que te sigue a todos lados. Amén, Amén y Amén.

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Edilia Camargo

Madre II

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ada Rey trajo su regalo sorpresa. Melchor se presenta diciéndome que no creía para nada que el bisabuelo Lázaro fuera etíope y menos todavía sudanés.

Cierto, Sudán puede reclamar una cierta herencia árabe / musulmana, gracias a la invasión egipcia. Motivo de orgullo para muchos. De vergüenza para unos pocos. Altos rangos militares, desertores y traidores. ¿Qué carajo tenemos que ver tú y yo con todo eso? ¡Deja a los traidores y desertores descansar en paz! Eso quisiera yo pero no puedo, ni debo dejar a Lázaro con ese peso agregado sobre su tumba. A dos pasos, casi tocándose una con otra, está la lápida sobre la cabeza de Livio Tuñón “el hombre que mató al abuelo Pablo” según esa T, de padre. Aquello fue, Livio contra Emilio machetazos tras machetazos hasta que Emilio, sangrando por la clavícula izquierda cumpliera su venganza. Traición no es perdón. Muchos quisieran hoy ver a Judas regresar del infierno, perdonado. A Cristo bajar a los infiernos para rogarle devuelva toda la plata que se robó. ¡Borrón y cuenta nueva! Colorín, colorado. El cuento se acabó. Ahí quedan los hábitos colgados. También aquel “recíbeme Señor, según tu palabra, que no sea vana mi espera”.

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Mis 17 años. Foto del Anuario. Graduación del 56’, Instituto Nacional, el “Nido de Águilas”.

Estudiante de Doctorado en Filosofía. Residencia universitaria, Talence, Burdeos. (Francia, 1964).

Todos vuelven. Almuerzo de reencuentro con mis hermanos, luego de 22 años fuera de Panamá. Mi padre, ya enfermo, preside la mesa.


Mi papรก, rodeado de mis hermanos, despiden en Tocumen a mis hijos. Dejan atrรกs su vida en Panamรก. Foto de mi hijo mayor.

Equipo UNESCO, Atletismo.


Participación en el XVI Campeonato Centroamericano de Atletismo Máster (Panamá 2011)

Con Léopold Senghor, Presidente de Senegal. Clausura Encuentro de Escritores Negro-Latinoamericanos. (Dakar, 1974).

Mítica carrera Elle & Lui. Con Didier Duclós, mi maestro de canto y maratonista.


Medallas ganadas para Panamá, Atletismo Máster a nivel mundial. Maratones Media. Maratones Categoría Mujeres + 60 años. Especial distinción de UNESCO en Montecatini, Terme, Italia.

Llegada de los 100 metros planos. Campeonato Mundial Virtual, Atletismo Máster 2019. Oro para Panamá, Categoría Mujeres 80-84.

Cabalgando en Auvergne, Francia.


Mesa de Concertación Nacional.

Embajada de Madagascar. (París, Francia).

Podio Carrera Medel. (Panamá, 2014).


Mundial de Atletismo Mรกster, bajo techo, Daegu, Corea del Sur, del 19 al 25 de marzo de 2017. Media Maratรณn, Mujeres 75-79. Oro, Marta Sarco, Argentina; Plata, Edilia Camargo, Panamรก.

Teatro Alicia Alonso. (La Habana, 2019).

Facultad de Derecho, Universidad de Oaxaca, junto al Monumento a Benito Juรกrez. (Junio, 2019).


Ceremonia de iniciación. Seminario FIAPA / Cooperativa de adultos mayores de Duala / Red Continental de América Latina y el Caribe. Duala, Camerún, 2015.

Llegada Campeonato Mundial Máster, Sacramento. CA. 2011. Medalla de Bronce. Maratón Categoría Mujeres 70-74.


Con Defensora del Pueblo Adjunta del Ecuador, Provincia del Guayas. (Septiembre, 2019).

Una E mayúscula in Panama Press.

Junto a Esmeralda Troitiño y una Delegada de Panamá, en la sede de la OEA, viendo temas como “Desafíos y avances en la violencia en contra de las mujeres”. (Diciembre, 2019).


La Casa Amarilla

Madre III

Q

ue fuera o no mi padre El nunca dudó que fuera el tuyo. Eres su cara, su cuerpo, su lentitud calculada, en espera a dar el golpe. O como tú misma decías: “se la apliqué”, jugándose hasta la comida de nosotros sus hijos. No te contaba a ti ¡Qué vaina! Su única hija, según parece, era , fue y será, una E mayúscula. ¡Dios mío! Ahora veo por qué le puso a la difunta e minúscula, la medio hermana que llegó después. Muchísimo después. Al menos de esa sí que estuvo seguro. Yo nunca fuí para él esa E mayúscula recuperada de una vieja revista Bohemia, o del árabe que oyó de Lázaro, el sudanés abuelo. Ay hermanita. Ese “nombre tan feo” nunca te gustó, lo sé. Si supieras que fue una jugarreta del viejo bisabuelo... No quiso nombrar a su hija, con el verdadero nombre, Nasima. Lo reseteó, para que comenzara con una B mayúscula, por favor, pero conservando la fonética de su origen egipcio-sudanés. El secreto bien guardado de la familia. Normalmente, el padre debió quererte a ti por encima de su vida. Llevabas el nombre falso de su propia madre. No te lo demostró. Jugó un juego peligroso, como buen jugador. El apasionado jugador que siempre fue hasta su muerte.

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Madre IV

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ace un “hombre vivo”. Una nunca sabe, pudo haber “nacido un muerto”, como canta Luis Eduardo Aute. No fue así. El Dr. K sintió el cuello del útero bien cerrado. No había dilataciones. Nunca supimos de dónde carajo salía aquella sangre. Rasurada y todo, ya montada en la camilla, aquívoy en el ascensor que lleva a la sala de partos del aquel Hospital para pobres. El Dr. K me esperaba. Vuelve a meter su mano enguantada en mi vagina. No, no, no. Esto no es aborto, no hay contracciones. Anda, vete a tu casa. Reposo y más reposo. La sangre parará sola. ¡Qué vaina, hermana! Unos días antes de morir, ella dijo que “había matado a un hombre”. No sé si te das cuenta la diferencia enorme que hay entre decir “nace hombre vivo” a “nace un muerto” a “yo maté a un hombre”. La abuela jamás habló de eso. No creo que lo supiera. Y si lo supo, ve tú a saber. Qué carajo le importó a ella ser la hija de Vidal o de Francisco. Para los efectos del registro que verdaderamente contó en su vida, una mierda fueron ambos. Los comparó al fulano papá del tío negrito como la R mayúscula. Esta me la contó en el camino a la cita que tenía esa tarde con su cardiólogo. Ay mija, no se preocupe. ¡Por allí le viene el suyo! Míreme a mí ya con 7 hijos me encontré a P, Juez Municipal del Distrito de Las Tablas, y me recogió. Ese bandido del papá del Rodro 90


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de Las Tablas, y me recogió. Ese bandido del papá del Rodro me dejó preñada. A las mil y quinientas y por esas vueltas de la vida nos encontramos nuevamente. Vuelve el hombre muy enamora’o. Muy bien. ¡Sí cómo no! Le doy cita en una semana, a tal hora, tal día. Como dice el “certificado del hombre vivo”. Meé, cagué en una lata toda la semana y lo esperé. Tun, tun, tun. Tocó tres veces en la ventana a la hora convenida. Abrí, sí. ¡Ahí te va! Lo bañé con mi mierda y el meao podrío. Cerré de una vez. ¡No volvió más nunca! Hombre muerto.

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Edilia Camargo

Brutos y helados días de invierno

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egunda semana.

Me la quedé mirando, mientras fingía escucharla. Quise imaginar esta nueva “brutalidad”, perdón normalidad, que abría sus puertas ante mí, intentando seguir la tempestad de palabras que me caían encima. Digamos que a la versión IV le ponemos nombre: “madre soltera”, con el valor agregado de ser maratonista. Hablaba y hablaba, sin parar. Ayudada de gestos nerviosos dibujados en el aire por sus manos. Como si quisiera, en minutos, descargar el chorro de esas palabras que se mezclaban en su boca, con la saliva y los jugos triturados del emparedado que había pedido. En vez de geles de azúcar, esta runnera —de running—, cargaba en su riñonera, una de esas cruces maternales. Indeseada, lo más seguro, o tal vez no planificada o violada. Nunca se sabe ni se hablan estas cosas para no identificar al padre de la criatura. Peor si el asunto llegó de pura cabronería, haciéndolo in vitro para no joder a nadie. No se habla tampoco de esas otras “cosas”, arrecheras mujeriles y menos en medio de una conversa familiar. El típico brunch after party, de una de mis nietas. No sé cuantos años atrás, en aquel dulce invierno de Isla Morada, éramos una veintena. El espécimen madre comiendo ahora su emparedado, era una de los invitados a la fiesta. Seguimos siendo 20 los sobrevientes de aquella tempestad. Nosotras dos, más el resto, 20-2=18 92


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Una de esas, la número 18, era Tilita. No se si la recordarás. Precisamente, lo que se dice una verdadera “madre soltera”. Engendro de una especial brutalidad, aunque al final se quedará sin hijos. La había encontrado el fatídico número de los 60 y más, sin ninguno de esos bichos a cuestas. Sí, para que no llamarlos a por sus nombres. Algunos lo son, y de la peor calaña. Sus miserables vidas de “hijos mal paridos”, precisamente por haber mal hecho nosotras el trabajo de putas. Se aprende de la calle, no se hace solo, como tampoco se nace puta. Para el otro, el de la sacrosanta madre, te toca combinar, pujar cuando sientes venir la vaina, ésa que molesta al útero y respirar profundo. Ojalá pudiéramos hacer lo mismo con los reflujos de estómago hermanita. Lo único que puedo es sobarme el esternón con un menjunje de marihuana, coca y veneno de alacrán que me trajeron de Guayaquil. Inútil intentarlo, cuando el reflujo me oprime los pulmones. No sé que hacer. Como que se van acostumbrando al veneno de los inhaladores, cortisona revisitada o pura, o algo parecido al sambutamol. Suena igual al oído. El tabaco de Virginia debió estar en esa misma linea. El cabito que le quedaba a la abuela envuelto en cebo de Cuba, hacía el mismo efecto de los dilatadores, inventados por la industria del asma, dizque sin crear adicción. Como si el sambutamol fuera vaselina. Pero bueno. Es harina de otro costal. 93


Edilia Camargo Claro, esto habría que saberlo: la diferencia entre la puta y la madre. Entre el tabaco y el sambutamol. Son entrenamientos distintos. Controlados, al centímetro medido como para todo en esta vida. No se nace sabiendo parir ni cómo respirar. Lo aprendes por puro instinto de conservación. Berreando para llenar los pulmones de aire, ellos aprenderán sin ir a escuela alguna hasta soltar el último suspiro, el de la muerte. Tampoco se nace sabiendo seducir ni al hombre para que acepte al engendro de las putas ganas, compartidas o no, o correr 42k 95metros. Hombres o mujeres. Rellenado pulmones cuando llegue el flateo en el kilómetro 28 o el 15, según funcione tu entreno, combinado con tus tripitas. La primera vez que tomé la partida, ya menopáusica naturalmente, pero sangrando todavía, por obra de los apoyos hormonales, pensando tontamente —me suele suceder, cada vez con mayor frecuencia—. Pienso en los entrenos para digerir presiones del trabajo o defecarlas, como me dijo en alguna ocasión al amigo Lasarus. No más de unos 30k por semana si acaso bastaban y sobraban. Por supuesto que sí, pero no sobraron nunca nunquita. Llegada al kilómetro 28 me cayó de pronto aquel golpe en todo el cuerpo. Sentí que las piernas se tetanizaban. No daban para más, lo recuerdo como hoy, 13 de marzo de 2018, 8:56 a.m. Era el pedazo de recorrido en curva, antes de entrar a Vincennes. Aquellos baldoquines enormes, como las piedras de la quebrada del Serrano. Allí donde tú naciste, sentí que me caían en la cabeza. Tuve que parar, me faltaba el aire, se me iba la vida. Caminé, respiré, no sé por cuanto tiempo hasta que por fin se aflojó la presión. Retomé el ritmo. Es mucho decir. Regresó un poco más lento, pero ahí estuvo de nuevo hasta terminar. Llegando a la meta, salía Claude en su bici. — ¿Por qué que no me dijiste? Te hubiera acompañado, como lo acabo de hacer con Judah. 94


La Casa Amarilla — ¿Te sientes bien? —, le conteste como pude. Será para la proxima. A los dos días hubo que llamar a los bomberos. Presión por las nubes. Igual escenario ante el muro. Que así le dicen a ese momento de extrema soledad, en el que sientes que se te va la vida y lo peor, por una cabronada tuya, solo tuya. Tal vez metida en ese túnel de soledad, nuestra invitada de Isla Morada se nos diluía entre líquidos y sólidos en la after party de cumpleaños. La más linda experiencia, una de las 9 veces del París, se la debo a Didier. Nuestro maestro de canto. Segundo veterano de Francia. Habíamos quedado en encontrarnos en el kilómetro 30, a la altura del Boulevard De Vincennes, antes de entrar al Bosque de las putas, putos y travestis, en Boulogne. Fue como un paseo. Comenzó a hablarme. Tú chistín, no digas una palabra. Me daba de beber. Reíamos juntos, sin bajar el ritmo. Cruzamos juntos la meta, 5:00 h. ¡Mi mejor tiempo! La emoción fue grande al cruzarla. ¡Entrando Panamá y Didier Duclós, Francia! Medallas para ambos. El no llevaba dorsal. No estaba inscrito. Igual se la dieron. El primer parto casi fue como esos primeros 42. Nuestra invitada no habló del suyo. Pero se entró en los detalles de un entreno en un bruto día de invierno. No estaba entrenada, ni mental ni físicamente; cayó el dolor de un solo golpe, aunque estuviera anunciándose todo el santo día de aquel domingo. Mientras tanto, cae una pregunta del cielo de la net. ¿Por qué EU atropella el espacio lunar? La colombiana cachaca estaba vigilando el momento de ruptura de fuente, como efectivamente sucedió. No recuerdo quién me llevó al paridero. Era la sala de maternidad del hospital público. Me prepararon. Llamaron a mi partero, me 95


Edilia Camargo examinó, midió las pulsaciones, entiendo. Se fue a dormir. Eran casi las 10 de la noche. Traducía mi partero, no una evidencia, aunque la tuviera frente a sus ojos sí tal vez, lo aprendido en su librito de clases de obstetricia. Es primeriza, debió decirse, demorará. No sabrá pujar y respirar, para aprovechar la ola de la contracción, ni siquiera se detuvo a medir su cadencia. Chillará como lo hacen todas. Error de errores. Venía con tal fuerza mi niño que despedazó todo a su paso. Mucho decir, despedazó. La vagina aguanta palo. No así, la pendejadita de carne que se abre, cuando te “perjudican”. La pobre internista, a quien le tocó resolverle el problema a su par, no pudo hacer gran cosa. Creo que estaba más asustada que yo. Una comadrona bien entrenada, hubiera tomado la cabeza del niño con cuidado, vigilando a que no desgarrara nada, a su salida del hueco oscuro. En silencio, cosió la desgarre. Mlle Deleuze, cumplió los ritos del paritorio, peso, estatura. Nombre… — ¡Tiene 12 dedos! —, exclamó. Sorpresas te da tu ADN, mientras pensaba en el nombre, te aseguro hermana, no llevaba nada preparado, esas marcas cruzadas entre mano izquierda y pie derecho, me hicieron olvidar el ardor del desgarre y el cansancio de la labor de no se cuantas horas que demoró el parto. Doce dedos en las manos. Restado uno, con el boboré, se leería 11. Boboré dijo la Abuela cachaca, sacando su librito de palenquera —insulto, me dirás—. Para hacerte la historia corta, no sé cómo carajo se las arregló la marca de la familia para no fallarle al 11, cruzarlo entre mano y pie opuestos, nace uno en 30 mil. Según parece fui la 30 mil, marca que me pusieron en el brazo al nacer. Este nuevo miembro de la fraternidad, que se abre con él, la tiene por partida doble 11+11. 96


La Casa Amarilla Mateo en 10:26: “No temaís, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse”. No hay muchas cosas relativas a este número en la Palabra de Dios. Aparece algunas veces. El caso de Judas al dejar libre su puesto, provoca un boboré entre los 12. No se descubriría ni su falsedad y menos su traición hasta la víspera de la Pasión en tres largos años de “catequesis” inútiles, para él. Algunos piensen que no fue llamado, se coló. Nadie lo escogió. No queda ningún vestigio en los cuatro evangelios que diga en que momento exacto fue llamado. Pedro y Andrés se identifican en dos pasajes distintos. Igual Santiago y Juan “lavando las redes dejaron a su padre” Nathanael Levi. No me mires asustada, no soy experta. ¡Que Dios me ampare! Basta con leer lo que existe como testimonio escrito por los cuatro oficiales y sus pobres traducciones al español para el uso de latinoamericanos. Nos creen a todos navarricos, medio borregos. Medio brutos. Dale que traducir “tienda” por chozas. O “esta raza me irritó” por “me repugnó” y otras tantas brutalidades. Eso, por una parte, por la otra, te puedes imaginar que no habiendo sido llamado, ni elegido, le vas a confiar la bolsa de la colecta. El se ofreció. Ninguno de los doce quiso el sucio papel. Bastaba con tener a Mateo, especialista en contar la plata, recogerla y hacer las cuentas, quedándose con la partida discreta que estimaba le correspondía. Jesús lo supo, apenas lo vió colarse y escoger él mismo el “puesto” que su egolatria le señalaba corresponder. Judas aceptó ser el traidor, no se hizo. El Maestro lo aguantó, le abrió, al igual que a los otros, el manantial infinito de su misericordia. Nada que hacer. Fue más fuerte aquel “cuanto me dan por entregarlo”. Que hay pa’ mi. Su “misión” bien entendida, porque de que la entendió, la entendió super bien, fue esa: robar, haciéndole el mandado a la muerte y no cualquier muerte. El que me entregó a ti, la tiene más dura. Más le 97


Edilia Camargo hubiera valido ser un mal parido, amarrarle una piedra y tirarlo al mar. Si te fijas bien, Judas fue hijo de perdición, desde el principio, como otros tantos millones y millones de bichos mal paridos que ruedan por el mundo para perdición de las almas. Ladrón. Hijo de la fraternidad de los parricidas. Auto nombrado discípulo y apóstol de los traidores. Para desenmascarar lo oculto, hay que hacer del 12 un 11. Porque si el 7 es sagrado (7 panes), el 12 es el número que marca la perfección. Entonces el 11 aquellos, hecho número que denota imperfección, desorden, la desintegración y desolación. También dicen, hermana, que el mundo de las tinieblas trabaja mucho este número, para destrucción. Cabalísticos y la elite maligna adoradores de Satanas y la idolatria. Echando el cassette para atrás, en Génesis 32:22 H259, H6240. Jacob vuelve de Padan-Aram con 11 hijos; Benjamín nace después y es un tipo de Cristo, porque su madre, al morir, lo llama Benoni: “Hijo de mi dolor” señalando el sufrimiento del Salvador. Jacob lo llama Benjamín cambia el número de 11 a 12, así como Cristo cambiaría el desorden y la desorganización mutilando el 12 a 11, gracias a Judas Iscariote. Tampoco se había casado la Tilita. Ni tú ni yo, lo hicimos. Como diría socarronamente nuestro engendrador “no se lo pedimos a nadie”. Hay que saberlo pedir hermanita, seducir al hombre para que no parezca una berraquera nuestra. Lo descubra o no mucho después, cuando ya no le quede más remedio que seguir. Una putería más, parecida en algo al deseo de hijos. Estarás de acuerdo conmigo: ellos engendran en nosotras la chacara al revés de sus malditos cojones, recibimos lo que se engendra. Inventando cualquier mentira: olvido de tomar la pildora. No 98


La Casa Amarilla fue tu caso. Todavía no existía resfriado, en otoño. Con antibióticos, dizque no funciona, o de repente comienzo de un sangramiento que puede repetirse hasta después del empreñamiento y tienes que pararlo. Del otro lado tocaba no hacer sorda oreja al peligro de moros en la costa, ponerte un cabrón condón pero no, no se come el celofán de las pastillas o bien, rechazamos el paquete, pariéndolo o no. En lo que a mi respecta, no creo que fuera mi vocación. Sembrar ñames es asunto de hombres como habrás visto. No atravesar la linea roja, impuesta por las putas hormonas en su desolación. Esta historia de hoy, no es que sea precisamente otra brutalidad, pero casi. Es la búsqueda de la muñeca perdida. A Proust se le pasó un detalle, correr tras la madelaine que alguien deja en un plato. Acá debió haber en un principio una disputa por las cabronas muñecas. El padre, fingiendo ser árbitro entre ambas, engañando incluso a la mismísima p... m.... que las parió. Se agudizó, como previsto, al parir ambas un par de vaginas. Relación de 1 + 1 en un lapso de unos tres años. La guerra se volvió cruel desde el principio. — Es mía. — Venga a inflarla de comida, como a un ganso para el paté honey, what do yo want. Cherrios, apple sauce. Here are your beagles, honey, more bread and honey. Pinaut butter. Your bottle. Destetada, en principio, desde los 6 meses, la botella prolonga la teta y da leche. Comienza la dominacion por la tripa y por la leche. Es que, sigue tomando cosas para que la vaginita no se separe de la suya. Le da a oler a la bichita los humores de la suya. Igual hará con el marido. 99


Edilia Camargo Algo raro leí aquel día. No precisamente Blanca Nieves y los 7 Enanitos —colección privada de mi maestra, Rosa Matilde Lañas—. La mirada fulgurante del abuelo cuyo nombre era dueño de una super E mayúscula, era un libro abierto, como el resplandor de un rayo o el brillo de su dichoso machete, acabado de afilar o ambos juntos. Quise adivinar, repasando rápidamente en mi cabecita letras, sonidos, números de páginas. Imágenes de Blanca Nieves, paseándose en las camitas, sus 7 enanitos. La Doña Juana, versión para niñas tontas. Pero igual sumaban 70 veces 7, equivalente al mille et tre, pero en modo 1+1 una tras otra. En fin, algo que me ayudara a soltar el nudo de angustia amarrado a mis tripitas, que me dijera rápidamente, a igual velocidad y fuerza de un rayo, como apagar el fuego de su ira. Sabía que era uno de esos encabronados días de calor bruto y húmedo. Igualitos a los fríos y húmedos, igual de brutos. ¿Seria acaso el momento oportuno para repartir castigos? Y si la rabieta fuera contra su caballo “nuestro padre” llevando y trayendo el “pan” de cada día. O contra aquel suspiro hablado, salido de la vagina de la abuela: “cuando él me queria”. No, no cabía, a esas horas de la mañana. Otra historia se jugaba para el llorón machito y su chorro de mocos. Ni una nalgada o un al revés, nada de nada. Se fue metamorfoseando en un extraterrestre. Del bebé llorón salido del asilo de la Cruz Roja, en Calle 17 de Santa Ana, lleno de granos y hediondo a “mi’ao” al pedigüeño llorón y mocoso, vestido de mujer. Su camisola de manta sucia se fue transformando en la capa del Superman de la tribu, con una espada colgando. Celebraciones y risas, en premio a burlas y cabronería, haciendo de la abuela una pendeja muñeca gorda. Su ira, mal 100


La Casa Amarilla contenida, o descargada brutalmente sobre mí, como en estos brutos días que tenemos hoy invierno, como verano. Ni Dios quiso meterse ¿Pudiera acaso Francia ser acusada de haber armado a los hutus cuando se sabe que la inmensa mayoría de muertes fue por arma blanca? Christophe Ayad, tú nos das una cifra de un 30% solo de muertos de machete. ¿Es fiable esa cifra? Otras fuentes, como la UNESCO, hablan de 85% macheteados, sobre 800 mil muertos. Comparados con los 8 millones de colombianos, entre desplazados, desaparecidos y muertos en 50 años, puede parecer nada. (Christophe Ayad, diario Le Monde, Internacional / Africa. Jueves 15 de marzo 2018). Machetes/Cucarachas Brillaba el plano de aquel machete como el destello de los rayos en las oscuras noches de Nuevo Emperador. La super gran E, primera letra de su nombre, le consagraba una buena parte de la mañana, afilándolo. Primero al esmeril, luego terminaba en la otra piedra lisa. No recuerdo el nombre. Medio sentado, medio parado. Quedaba así bien afilada la lámina. O para castigar, cortar o matar, si fuera el caso. Castigos para el caballo también estaban previstos. Y la bestia lo sabía. Se hacía el tonto, el animal, como si no supiera nada. Seguía rumiando su hierbita, amarrado como estaba. No dejaba de moverse. De reojo, y mientras amolaba su dichoso machete, el abuelo cuyo nombre es una super E, como ya te dije, le seguía el juego. Fingía no darse cuenta de la impaciencia del animal, ya a punto de encabronarse. De repente se le enfrentaba. Comenzaba el “duelo”. El burro, como también lo llamaba, 101


Edilia Camargo de seguro sentiría repugnancia por aquel apretón que le daban los cinchos. Pienso que hubiera dado su vida por sentirse acariciado, un giligili en la panza. En su lugar esa vaina que, de seguro le daba piquiña, le oprimía las tripas. Se retorcía y venga el planazo. ¡Animal del carajo, te vas a quedar quieto! La palenquera nunca se llevó bien con los machetes. Sus resabios de cachaca no se perdieron en el trópico de Paja. Prefería, cosa contradictoria, los instrumentos de castigo de sus compinches ex palenqueras. Su Martín Moreno, saca lo malo y mete lo bueno. Era tan poderoso como su Rosario. Pienso ahora que son dos caras de la misma moneda. No me quejo, manera de decirlo, para olvidar. Entiendo que quería sacar de mí la fragilidad de la niña bonita y manipuladora. La muñeca engrasada para que se la coman los buitres o los babillos de la quebrada de Balboa, afluente insignificante del río Paja, o del Bernardino. Ella lo reconoció prontito en tí por todas tu mañas seductoras con el abuelo. En mí buscaba la resistencia del macho, un macho en definitiva. No sé como carajos sobreviví sin voltearme para el otro bando, ése que ambos querían que fuera un hombre. Tal vez por eso, viendo mi resistencia, no me enseñó el secreto de las semillas de ñames el abuelo cuyo nombre comienza con una super E, ni cómo se siembran, en qué fase de la luna. A la ex palenquera esto la tuvo sin cuidado y me pasó los de ella. Vainas de mujeres, como el de parar la sangre, curar mal de ojo y ponerle el cabestro a las putas brujas. Un treinta de abril, era y sigue siendo un sábado. Un cielo inmaculado vestido de azul haciéndole juego a la mirada negra o llena de odio de las milicias que llegaron dispuestas a hacer el “trabajo” de exterminio. “El cielo de ese día queda en mi memoria, por el contraste 102


La Casa Amarilla entre el azul y el negro. Grabado y para siempre. Muchísimas veces he querido no volver a mirar, ahogarme, zafar mis ojos de nuestro escondite. Aplastaron literalmente a Specioza, mi madre. Acababa de cumplir 40 años. Despedazaron a Aimé, mi hermanito de 9 años. Igual hicieron con mis primas Claire, de mi misma edad, 14 años; Christine, 23 años y mi hermanita Aline de 16, después de machetearla la dieron por muerta. Un mes más tarde nos volveriamos a encontrar. Las matanzas duraron dos largos meses más. Las ocasiones de morir para mí fueron muchísimas. Por razones que ignoro, al día de hoy y que me superan, segui y sigo viva”. Tal vez no estaba lista para todo eso. Sentía que sí para morir. A principios de julio, un poco antes de la victoria del Frente patriótico ruandés (una formación rebelde compuesta esencialmente por tutsis forzados a tomar el camino del exilio en los paises limitrofes), fuimos evacuados junto con otros huérfanos hacia Burundi. Ntacyo mukibaye, “nada puede pasarles” fue lo primero que nos dijo Rosalía, la amiga de mamá. Corría de hangar en hangar, depósito en depósito. En Bujumbura, buscándonos, encontró una solución para nosotras: Francia. Me hubiese gustado quedarme, máxime cuando desde nuestro nuevo “escondite” espiaba la ocasión de volver a “quelqu’un” o como se dice entre nosotros abantu banjye, mi madre, mi hermanito, mis primos, qué fue de ellos. Mamá seguiría todavía tirada en la calle, a merced de los perros o de otros bichos rapaces. ¿Los otros? ¿estaban muertos? ¿pudieron despertarse, como mi hermanita Aline? ¿acaso tenía derecho a darles la espalda e irme a vivir a otra parte? Aline, sufría horrores. Sus heridas estaban todas infectadas, llenas de gusanos. Sentí que se moría, sin embargo, comenzó a hablarme. Me contaba, cómo tirada en aquel camión, se percató que la masa que le cayó encima era el cuerpo de nuestra madre. Desde el sitio en que yo estaba, sentada en un taburete, con el 103


Edilia Camargo Cojo, al que servía como empleada, mismo que se había negado a darnos posada en el Hogar de las Hermanas del Purgatorio, so pretexto que “el trabajo” ya se había terminado. Sencillamente no pude ver la escena. El Cojo ha muerto. La voz de la misma Aline me lo anuncia al otro extremo de la linea telefónica. La noticia es vieja, han pasado ya algunos meses. No termino de imaginarlo, el Cojo muerto. ¿Adónde van los matones cuando mueren? Al mismo lugar que nuestra madre? Me horrorizo solo pensarlo. Nunca sabremos nada. Primavera de 2002 Vuelvo a ver el cielo de mi país, mi casa. Cuanto tiempo soñé con volver a ver ese mismo cielo, siempre azul, inmaculado. Una brisa suave, como para bañar el ambiente al igual que en aquellos tiempos de mi infancia. El país decidió hacerse una terapia colectiva, gracias a los tribunales populares, les gacaca. Enmarcados por afiches a lo largo y ancho del país. Los slogans por todos lados no cesan de repetir: Ukuri kurakiza, “la verdad cura”. Nada más que en Butare, la ciudad que me vió crecer, la prioridad de prioridades era “descremar” los 60 mil expedientes de prisioneros condenados por genocidio. Ahí estaba el de Adolfo, el Cojo y el de los cinco celadores nocturnos. Ese día del mes de mayo, la sala de audiencias estaba repleta. Familia de los acusados, en masa. Nosotros, una docena de rescatados, nos agrupamos en un rincón. Una especie de “diálogo” entre víctimas y verdugos se entabla. Me tocó hablar primero. Conté detalladamente la muerte y larga agonía de Víctor. Adolfo y los cinco celadores se pusieron de acuerdo para dar una versión común. Fue él mismo quien habló por el resto: A 104


La Casa Amarilla Víctor lo agarraron las milicias al salir a la calle, lo trajeron de vuelta a la escuela, lo mataron y luego lo tiraron en el lugar que indicó la muchacha (la petite). El proceso duró casi un día entero. Los jueces estimaron que entre nuestras dos verdades, la expuesta por Adolfo era la que mejor convenía a la Nación. Ordenaron la liberacion de todo el grupo. Los veo todavía salir de la sala, los jueces primero. Ellos vueltos hacia mí, con la misma mirada de odio y desprecio. Al terminar mi testimonio, el juez me pregunta si quería agregar algo más. Me volvi hacia Adolfo y los cinco para preguntarles una sola cosa: díganme, ¿dónde está el cuerpo de mi madre? Sostuvieron mi mirada. Ninguno quiso contestar. Al final, el juez se vuelve para decirme “anda a sentarte. Ya ves, no tienen nada que decir”. Junio 1994. Cuando no hay nada que hacer Me decido a visitar el Memorial de Nyamata en conmemoración del genocidio. Anita, la guía, propone que hagamos un dúo. Ella hablará a los visitantes en kinyaruandes, nuestra lengua, yo haría la traducción al francés. “Ayuda hacerlo a dos”. Algo que olvidan las “madres solteras”. Anita, arranca desde el punto de partida. El crash del avión presidencial con la muerte de su ocupante, el Presidente Habyarimana, detonante del exterminio de los tutsis. Familias enteras corren a refugiarse en la iglesia, creyendo que al igual que masacres anteriores, no las tocarían. El altar mayor está todavía hoy, cubierto de un mantel blanco, manchado de sangre. En el lugar de misal y biblias, puntas de lanzas, rosarios, documentos de identidad, vestigios encontrados en los bolsillos de las víctimas o en los cuerpos de los tutsis muertos en el lugar. El techo de la iglesia, con los agujeros de las balas, igual las paredes. Bajamos al sótano 105


Edilia Camargo en medio de la fila de cráneos. Los agujeros de lo que fueran los ojos parecieran preguntarnos ¿tú quien eres? ¿qué haces aquí? En medio de una sala toda de blanco, reposa un ataúd unico. Es el de Theresa Mukandori. Anita lo anuncia. Tenía 25 años. Anteriormente la tenían a la vista de todos, pero la familia exigió que lo cerraran. Teresa tiene las muñecas atadas a sus tobillos, las piernas, ligeramente abiertas. Fue violada. Le atravesaron el cuerpo por una lanza que se clava desde su sexo hasta el craneo. Luego la acabaron con un solo golpe de machete en la nuca. Comienzo a tartamudear en medio de la traducción, ante el suplicio de ese cuerpo “ravagé” en posición de feto. Anita está embarazaba. Se toca el vientre. ¿Se mueve tu bebe? No mucho. Me pongo a llorar. Me da un pellizco. Ahora atravesamos en medio de una montaña de ropa, vestidos apiñados de cualquier manera. Era la ropa de esos 5 mil exterminados en ese lugar sagrado el 15 de abril. Entre las 7 de la mañana a las 2 de la tarde. Nyamata es la única iglesia de Ruanda que permanece tal cual. Las otras martirizadas fueron vaciadas y devueltas al culto, como propiedad de la iglesia catolica. Ubuze uko agira agwa neza. Cuando no hay nada que hacer, hay que sacar un poco de bondad para con uno mismo. (Annick Kayiutesi-Jozan. MEME DIEU NE VEUT PAS S' EN MELER. Seuil, 2017). El Washington Post reporta hoy un nuevo perfil de Winston Churchill. “History will be kind to me, for I intend to write it myself” 106


La Casa Amarilla He needn’t have bothered. He was one of the great mass murderers of the 20ht century. Yet is the only one, unlike Hitler and Stalin, to have escaped historical odium in the West. He has been crowned with a Nobel Prize (for literature, no less), and now, an actor portraying him (Gary Oldman) has been awarded an Oscar. His “we shall not flag nor fail. We shall fight on the beaches, we shall fight on the landing grounds, we shall fight in the fields and in the streets. We shall never surended”. Words, in the end, are all that Churchill admirers can point to. His actions are another matter altogether. Breitbart London, martes 13 de marzo de 2018. WP. Árbol de frutos amargos Y así, en el mismo árbol que contenia el fruto amargo fue aplicado un injerto dulce. San Efren, diácono. Sermón sobre nuestro Señor. Para la época en que crecimos en aquella, nuestra casa, que nunca lo fue. De iglesia protestante del asentamiento del Canal francés, Emperador, a lomo de caballo cargaría el berraco dueño de la gran E un bulto de tablones. Ni se tomó el trabajo de repintar aquellas ruinas. Eran de madera machimbrada. Se quedaron igual de grises, como este bruto día de invierno, sin sol. Recién casados, supongo, olía todo a Manolo y a Lorenza. Ají de gallina y papas a la huancaína, arroz con coco y zapallo, o a boca’os de la reina o a mantequeros. Fueron padrinos de la boda. Gold Rollers, ambos, siendo Manolo súbdito americano. Un mes para comprar los restos de aquel Campamento de fortuna. Debían “mudarse” a las riberas del río Paja. Ni puta idea de aquel sitio, negociado por Belisario Porras y su Ministro de Relaciones Exteriores, con las autoridades del Canal. Único punto de la Agenda: no dejar a esos viejos silver 107


Edilia Camargo rollers, sin trabajo ni casas a donde dejar sus huesos. Bultos de tablones, equal. Aquello era una maldición. Una más. Encubierta ahora bajo una vida “nueva”, como la que te inventastéis encubriéndolo a él. Nadie debía saberlo. Fue durante uno de esos días cualquiera de juegos. A que viene el duende, a que me salió en medio del maizal, a que me llevó al río, a que, a que, a que. Dios mío, te defondó. Ahora pasas tus “viejos” días entre la recogida de otras igual de viejas defondadas como tú y él, sin dientes Superparaviejos. Comer, beber, cagar, mear, dormir. Correr tras la caída de cada pandillero baleado, levantar el altar del velorio. Correr por la sábana blanca, albahaca menuda, agua bendita. Hasta que cayó tu propio nieto. No soportaste la vergüenza de ver allanada tu propia casa por uno de tus parientes, Comando de la fuerza en el sitio. Pues sí, ahí estaban las armas robadas, dizque escondidas. Uno de esos infiltrados, el mismo que tendió la trampa para hacerlo salir aquel sábado. Avisó a la policía y dos pájaros de un mismo tiro. Tirado como un perro, con no sé cuantas balas enterradas en su cuerpo, así lo “encontraron”. Sin ton ni son, y muerto se quedó. Segunda estación, recuperar las armas. Colorín colorado. Crecimos tú y yo en esa casa maldita, nuestra casa, ni siquiera tal. Había dejado de ser una iglesia protestante en Emperador el Viejo. El abuelo ni se tomó el trabajo de repintar aquellos tablones de madera machimbrada. Se quedaron igual de grises, como este bruto día de invierno, sin sol. Anoche soñé con el diablo… Se había tomado el trabajo de hacerle giligilis a mis bronquios como preludio. Ni el Montelukat, ni el Symbicort, diminutivo de cortisona, le valen un carajo. Despierto ahogándome, hermana. Siempre son las 2:00 a.m. en alguna parte del mundo. Como en aquellas otras noches oscuras del Nuevo 108


La Casa Amarilla Emperador, a esa misma hora. Las tres de oscuras, decía la palenquera cachaquizada. Hace buen rato que dejó a su amada super E, dejando las puertas de la casa abiertas de par en par. No quiso llevarse nada, solo su baúl de madera de sándalo. Esperaba siempre a que todos estuviéramos acostados para buscar los tesoros que guardaba ahí. El traqueteo de la madera sin machimbrar el olor a aquel perfume inconfundible. El mismo que llevó por años la Secretaria del Director de nuestro Sector de Ciencias. Aquel día, 28 de septiembre de 1970, fue terrible. Me llamaste. Solo pudiste decir; se nos fue. Oí del otro lado del teléfono, junto con tu llanto, el reclamo de los $5 que me pediste, creo que nunca te los pagué. Mucho tiempo después, a no sé cuantos kilómetros de aquel otro hospital, me anunciabas la partida de la super E. Sin su machete y con solo una pierna como el Xenxopirere, se nos fue. No tuvo tiempo de cerrar las puertas abiertas de nuestra casa. Pregunté por su machete, sus fusiles de cacería, su esmeril. El caballo había muerto de viejo. Silencio absoluto. Finalmente, nos iremos todos, uno tras otro, como en las cuentas de Don Giovanni Mille et tre. No pierde su tiempo el maldito y tiene buenísima memoria. Hoy es 19 de marzo, la fiesta del pueblo, consagrado a San José. El Carpintero tuvo hartísimo trabajo desde Loma Seca, hasta la otra loma que va a La Gloria. El hombre que tuvo todo el coraje del mundo para aceptar ser el sustituto de Dios, permitiendo la creaciòn del espíritu en el vientre de su novia. El segundón de la Trinidad, tomaría carne de la propia carne de la hija de Siòn para revisitar desde su seno, toda la obra de muerte enterrada por otra mujer, en el pleno corazón de su propia obra. Se me apareció anoche. 109


Edilia Camargo No dijo nada. Vestía un traje de gala oscuro, como para recibir un Nobel de Literatura o el criollo Sinan, en la Presidencia de la República. Estoy segura que era él. Sus ojos entreabiertos, apenas se tomaron el trabajo de mirarme. Sentado en su mecedora, sin su cachimba, como contábamos en la escuela. Como ves, puro cuento que la hubiera perdido. Lo del bolsón no pude verlo, a lo mejor lo escondió en la maleza que tuve que atravesar para llegar a su buhardilla. Muy limpia y bien arregladita. Una biblioteca a sus espaldas. Recuerdo el brillo de los lomos de la pequeña colección de libros empastados, como de colección, no de Billiken. Apenas se atrevió a mirarme el maldito o fingió tal vez que no quería verme o no le daría la gana torcerlos para mirarme. Es posible que de verdad, estuviera cansado de joderme la vida. No demoré mucho en su escondite. La trampa estaba en enredar el camino para salir de su dominio, atravesar el herbazal seco para esta epoca del año. Es marzo, la paja está seca y se vuelve amarilla. Vi dos rutas, no muy largas, abrirse ante mí, sabía que una de ellas me llevaría a la ruta principal. Es más, veía el vaivén de los carros a lo lejos, como en la Cinta Costera. We are almost there. Ahora, me pide que vuele. Sí, verdaderamente fuimos creadas para reproducir humanos. Nos entendemos espero, las mujeres: sin distingos de colores, castas sociales, educadas o no. Me refiero a la comunicación, vía la pura vaina que tienes entre las piernas y que cuelga como mangos maduros, para la otra mitad del género. La historia de la no-mujer, la contraceptiva “is fraughtfraught” con miles y millones de mujeres. No fue tu caso, pero si el mío. Nos echamos al hombro, como mi amiga maratonista, al carbón “destino” reproductor pagando muy por encima de nuestras fuerzas, físicas, mentales y en general, de bienestar para toda la vida. 110


La Casa Amarilla Viene al caso mis $45 ganados al mes como secretaria y asistente de contadora. Tocaba compartirlos con el bebito llamado Pablo, porque la latita de leche que mandaba el progenitor, como su “parte” en la crianza de la creatura, debería bastar y sobrar. Igual que mis 30k de entrenamiento semanales en preparación para correr los primeros 42k, 195 metros. “As Julie Burchill once put it: the freedom that women were supposed to have found in the 1960's largely boiled down to easy contraception and abortion; things to make life eassier for men, in fact”. But given the many miserable side-effects for women of hormonal contraception -everything from lack of concentration to severe depression- the appetite for a male drug is weak. Even the Male Contraceptive Initiative estimates it at under 50%. Even though the Washington scientists conducting the trial of 100 men aged 18-50 say that dimethandrolone undecanoate -the drug's chemical name- had no pernicious side-effects, long-term trials are now needed of the male population. And the finished product is still a long way from market. Natural cycles app or temporarily turning off the gene that controls sperm production, the annual Endocrine conference held last Sunday at Washington University showed that a once-daily tablet that lowers sperm production seemed safe and effective in preventing pregnacy. The trouble is, in the time it's taken to develop a male hormonal pill, attitudes to contraception, particularly among thirty somethings, have moved on, with swathes of women abandoning pill and hormonal coil for condoms or contraceptive apps. The future of reproductive health is part digital, part high tech latex, but not hormonal. Suddenly this much-longed-for solution may already be obsolete. (Nichi Hodgson. Women have had enough of the pill. ¿So why foist it on men? The Guardian / Opinion today 20 de marzo de 2018). 111


Edilia Camargo Cuatro hombres sueltos. Cuando Dios se le apareció, Abran se postró con el rostro en el suelo y Dios le dijo: “Aquí estoy. Esta es la alianza que hago contigo: serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te llamarás Abran, sino Abraham, porque te he constituído como padre de muchas naciones. Te haré fecundo sobremanera; de tí surgirán naciones y de tí nacerán reyes. Contigo y con tus descendientes, de generación en generación, establezco una alianza perpetua para ser el Dios tuyo y de tus descendientes. Cumple, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”. “Esta fecundidad dada al hombre Abraham, su paternidad, transformada ahora en alianza perpetua con Dios, no precisamente a Abran, será bastante parecida a la promesa hecha a la mujer y a su maternidad, reconstruída, sin deseo de hombre, ni intervención de la carne, sino del querer y el deseo de Dios, como se hizo con Abraham. “El espíritu santo vendrá sobre tí, y la fuerza del altísimo te tomará bajo su sombra, concebirás y darás a luz un hijo. El ser santo que nacerá de tí será grande. Lo llamarán hijo del altísimo, el señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin, porque nada es imposible para Dios”. La mujer, llena ya de la promesa de ese hijo —equivalente a la tierra prometida a Abraham—, cantará después. Levanta a Israel su siervo, según la promesa hecha a nuestro Padre Abraham y a su descendencia, de generación en generación. Ella, la mujer, estará siempre en “la hora”. Mientras que para el Hijo de la promesa estará o no, no habrá llegado. ¡Dichosos los senos que te amamantaron! No, dichoso quien cumple lo prometido a Dios. Mujer, he ahí a tu hijo, ni lo deseó, tampoco lo pidió o lo buscó desesperadamente in vitro o por adopción. 112


La Casa Amarilla No serán hijos de carne. Deseados por la sangre. O por el querer de padres o madres. Doce o seis dedos… menos uno Por el momento son cuatro medallas de Oro arrancadas a la nieve de Pyeongchang en Corea del Sur, este martes 20 de marzo. Sky alpino, parada. Cuatro medallas en la cabeza. En bajada, super-G, slalom gigante y slalom. Marie Bochet Marie, con sus seis deditos. Los otros cuatro se quedaron sueltos en el propio vientre de su madre. Ella da gracias hoy dia a ese dedito único que la hizo pensar en su destino. Una nueva medalla de Plata arrancada a Daegu, Corea del Sur en ese March Madness, fue en 2017. Testigos en ambos casos, la nieve en Pyeongchang y el asfalto de Daegu. Me reventaba la cabeza imaginando 21k bajo techo. Las curvas, no solo son eso, lineas curvas. Estan inclinadas. Vi caer a varios atletas, ¿Te puedes imaginar? No me veía más allá de las 24 vueltas de aburrimiento y vértigo de los 10k en pista abierta, Madness en Carolina, Puerto Rico y en Porto Alegre. Pensé que me podía recuperar como lo hiciera en Carolina, diez años atrás, mantener el ritmo de carrera, un poco más lento, una semana después en los 42k. ¡No pude, hermana! El coach, con quien hablé de hacer las dos pruebas, guardó silencio. A él le importaba un carajo, después de todo. Otro, me parece, hubiera examinado conmigo, en el entrenamiento, las posibilidades reales que teníamos de recuperación, en una semana, para atacar las dos pruebas. ¡Tu hermana, la de los doce deditos, reducidos a 11 por el boboré, era la única inscrita! Qué torpe fue. No vió ni olió la trampa del fatidico 11, el número de la fraternidad. El coach, no tenía por qué saber “los 113


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secretos de familia” fue el instrumento, como otrora, el JUDAS traidor, para reducir de 12 a 11. Tampoco hubiera soportado que arrancara la medalla de oro por ser la única inscrita, con la condición de pasar los 21 en 3 horas. Se perdió. Por bruta y tonta. Una cabeza que estalla justo al momento de tomar la partida. Las peleas verbales, discusiones estúpidas en los congresillos técnicos todos los santos días de la competencia. Venga que hay que cambiar las reglas para las mujeres mayores de 60, lanzadoras de bala y martillo “porque ya no tienen la flexibilidad necesaria en las manos”. ¿Dónde carajo están las pruebas científicas que demuestren que eso es cierto y por ende, exigir un cambio de reglas para “adaptarlas” a la envejecidas manos de las mujeres? La enmienda fue rechazada. El hueso duro de roer llegó. Francia logró, por voto mayoritario, la sede para el Mundial Master de Atletismo en Lyon 2015. Casi se me revientan las tripas de la indignación, cuando se plantea la cuestión del tiempo límite de paso para la maratón. No pude contener la ira. — Dígame, Señor Delegado, París, es la capital de Francia. No hay tiempo limite para terminar la carrera de 42k. ¿Por aceptaríamos ahora una regla distinta para otra ciudad francesa. Lyon, ¿se separó de Francia para que imponga la medida? Me vuelvo al representante de la IAAF, reservada ahora en WAA, Asociación Mundial de Atletismo. — Por favor, señor Bravo, léame la regla de la IAAF, aplicada a los Master (atletas mayores de 35 años, hombres y mujeres), que diga que hay que terminar la maratón en menos de seis horas.

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La Casa Amarilla La respuesta me dejó helada: ¡NO EXISTE! El Presidente, no recuerdo si fue él mismo o el director técnico, con su panza, respondio: Es un arreglo entre las organizaciones locales y la Asociación Master Mundial. De todas maneras, el contrato ya está firmado y no se puede cambiar. — Me alegra saberlo —, contesté. — Quiere decir que la medida es arbitraria y la considero discriminatoria en contra de los atletas mayores, sobre todo los de 60 años y más —. Basta con mirar, hermana, las cifras que pude recoger en el Bajo techo en Daegu. Solo en cuanto a mujeres se refiere: 35 a 40...... 36 45.............. 79 50.............. 63 55.............. 43 60.............. 12 65............... 6 70............... 4 75 a 79....... 2 Apenas 24 atletas mayores de 60 sobre 225 mujeres inscritas en el Campeonato. La disminución de la participación es brutal, a partir de los 65 años. Caemos en la cifra mágica. Son 6 los deditos de Marie, si le sumas los 6 marca genética de la familia tenemos el súper numero 12. El de las tribus de Israel. El Rey Nabuconodosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno? ¿No eran tres hermanos? Ellos contestaron: Sí Señor. El rey replicó: ¿Por qué, entonces estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas sin quemarse? Y el cuarto parece un ángel”.

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Edilia Camargo The “whaitewasher” Diplo y su segundo viaje a Pakistán. Cae del cielo, este reportaje, como la nieve de dos días atrás, ya casi derretida por el sol en esta mañana, llena de luz. En espera de mi vuelo de esta noche, de regreso a Aguascalientes, mismo lugar que muestra el post de FB, sucursal del infierno encendido por Nabuconodosor. Unas cinco mujeres, derretidas como la nieve que cayó ayer, serán las cinco intelectuales que hablaran de eso: sus intelectuales vaginas, nombradas como “Literatura en la Avenida Central”. Trabajo refinado de tripas trepidantes en “capital centroamericana” a la gran lavandería del “capital blanco”. Un March Madness sofisticado. Disinfecting wipes para la negritud o la indianidad ellas. Envuelto en ruinas de más de 3 mil años, en Islamabad, un turista original. Being a white American you have zero cultural capital. Nos lleva este muchacho no tanto a las ruinas de Ismalabad, si no a las que se llevan por dentro, descritas admirablemente por Hannah Arendt en sus Vidas Políticas, cuando descubre, como lo hicimos tú y yo hermanita, que no podíamos reclamar herencia a nadie. Nacimos y venimos a este mundo con cero capital cultural. El reportaje the The Guardian, se me olvidaba… — Agradezco profundamente en esta mañana al regresar de Aguascalientes, recoge al músico explorando en las afueras de Taxila, lo que queda de los monumentos budistas. Vestido con un impermeable verde oliva, firmado, Burberry inspirado en la tradicional túnica kurda. 116


La Casa Amarilla “Diplo spots some puppies, who look suspiciously like they have been planted there for our visit.. And for let us found the ancient animals”. Está posando para su snapchat or maybe a forthcoming calendar. Todo este tralalá de escenario, tal vez no te interese tanto, como saber que en este año nuestro Diplo estuvo en el Super Bowl, after party. Mira lo que hizo: ensayos rutinarios de bailes. Tomados de su último video del Tonight Show, Diplo AKA. Wesley Pentz solo tiene 39 años, queriendo ser irrelevante Kate Hutchinson, sigue comentándonos su abultado CV de colaboradores. Bayoncé, Drake y Usher. Un nada insignificante estimado de 28, 5$, sea el equivalente de 20 millones de libras esterlinas, sin agregarle su lucratio Las Vegas, nightclub residency. Intentemos entrar en la esencia de este Diplo-canto. Con Paper Planes, en 2007, o 10 años después, su versión de la flauta magica “dolphin flute” o el pop moderno, corriendo paralelo con Justin Bieber y Skrillex, Where Are U Now. Quiero llevarte a mirar sus investigaciones en la lama del mundo. “Y no es que tenga ningún prejuicio en contra del dancehall o el reggae, reggaeton, afrobeats, o el New Orleans bounce and Miami bass. “He pairs emerging genres with whatever electronic beat is pulsing at the time. (electro en los 2000s, Dutch house) and enhaces the lot with a major boost of steroid”. Cuba en 2016. Emerge del sur de la Florida con regular reggae. El niño malo, como él mismo se autonombra, drug dealer hasta hace 10 años. Philadelphia. Con Missy Elliot, hipsterish Hollertronix, hasta encontrar las favelas en Brasil el baile funk. Unido a un rudimentario traqueteo mezcla de electro con rap. Cantos sagrados en las ceremonias sirias de matrimonio. Tal vez ninguna otra figura en la música moderna.

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Edilia Camargo “He has championed the idea that contemporary pop isn’t exclusively western, but international”. Comida totalmente por la regionalidad, mal llamada “latina” cantada, sin pulmones ni tripas, solo por la nariz, muy probablemente con cornetes atrofiados, como los de tu hermana, la salsa no logra internacionalizarse, no sale de la regionalidad, o cubana, o congoleña o panameña. Contradigo con ello, al gran Leonardo Padura. Para él la salsa o es cubana, universal cubanidad, o es nada. Los Rostros de la Salsa. — Te voilà guèrrie dèsormais ne pêche plus. Mira, esto ha tocado tus labios. Ha desaparecido tu culpa. Está perdonado tu pecado. El gran Isaías. El chorro de moco, bajó por la fosa izquierda de la nariz. Por ese mismo cornete atrofiado salió la pus del gusano. Es la ruta entre Florencia y Pisa, Montecatini Termi. Ruta del infierno. Como el árbol de frutos amargos. Le injertaron una rama de frutas dulces, tal el hermoso y dulce paisaje de la Toscana que desfila a mi derecho, mientras pienso en nosotras. ¿Cuántas y cuántas veces más? “Te voilà guèrie” ¿por cuánto tiempo Señor, deberán resonar y dichas al oído, mil y mil veces para que efectivamente se pare la dureza del chorro de moco? El tren que me devuelve a París deja atrás l' Allier y el macizo montañoso de los Vosgos. Rueda sin hacer ruido, ou presque. La moqueadera se paró, pareciera. Como si los cornetes atrofiados, necesitados de una operación inmediata, esas aguas podridas, que dicho sea de paso, el mismo cabrón medicucho, de seguro las sintió venir, las tocó. No hizo nada para limpiar la fuente de tanta podredumbre. Miró, palpó, sonrió. Le preguntó a su 118


La Casa Amarilla computadora. Espray descongestionante por tres meses, más solución salina por igual tiempo. ¿Cuando es la próxima carrera? ¡Chao pesca’o! En la ruta que me devuelve de la montaña al mundo rodante de trenes y aviones, entre Le Brugeron y Vichy, se abre la discusión sobre el ascenso del “populismo” en Italia. Un posible segundo boquete que se abriría a la zona “euro”, frente al sacrosanto dólar, mantenido flotante como el franco malgache, para obligar al euro a seguir siendo el “duro” de la película. Nada que ver con “duro dólares”, por supuesto. Globovisión, interrogaba al economista José E. Gonzáles la noche anterior a este 4 de junio. Entre otros puntales: dos mujeres al frente de los dos nichos más importantes de las bolsas bursátiles del mundo: Nasdaq y Wall Street. Como para no desperdiciar la oportunidad, algo que me pareció traído por los cabellos, José rodea su respuesta mencionando al #me too, movimiento de mujeres denunciando el acoso de “superiores jerárquicos”. Acoso, maltrato, abuso de autoridad, hasta llegar a la violación. No quiero entrar en este #me en este momento. Me pareció innecesaria la alusión. Vamos a dejarlo allí. La cuestión de saber si España, la cuarta economía de la zona euro pudiera contagiarse de esta enfermedad ya controlada y con diagnóstico de “salida” en el Reino Unido, me pareció igual de enclenque. Sentí la rabia subir del estómago casi vacío de mi amigo. Su bol de café sin terminar esperaría una hora más. Tiemblan las manos, apretadas sobre el volante. La petite vieille Peugot heredada de su padre rueda como “una grande” sin espasmos, al tomar las curvas o las rectas descendientes a 7% inclinadas. 119


Edilia Camargo ¡Pura porquería! Invento de los grandes intereses que mueven los grandes centros de noticias. Traigo a la conversación la pregunta sobre el origen del Macizo Central, su prolongación en Alemania, el papel parteaguas del Rhin. Su fuente en los Alpes suizos, tanto como el Sena y el Ródano. Dos vertientes de una misma fuente. No sé cómo al hablar de la geodesia, cae en el mundo que le es familiar: la pureza de las matemáticas y su casi desprecio por las apariencias. Lo dejo venir suavemente. Siento cómo le duele haber cometido un error tan burdo y grosero, aguantándose a una super mujer de esas que se consideran “lo más importante” en la vida d’ un mec, como ellas mismas lo dicen. So pretexto de no darle importancia a las apariencias. La dejó meterse en las mismas sábanas, todavía impregnadas de la dulzura y la agonía des amours morte pas pour la pelle. Rápidamente muevo la conversación, tout en restant dans le domaine des aparences. Y a la desbandada del dólar y su timonel, la soit disante intromisión de Rusia en el resultado de las elecciones norteamericanas pasadas. ¡Porquerias! Hablando de apariencias y de mujeres super poderosas y bursátiles, lo corto. — Mira cómo Hillary Clinton estaba tan segura de que la inteligencia y la plata se impondrían sobre un millonario torpe e ignorante en el juego político, ni siquiera se tomó el trabajo de fabricarse una apariencia moderna de mujer sexy, luchadora, independiente de su marido y del mundo pestilente que torpemente decía querer dejar atrás. — Carajo, ¿cómo no se alzó con videos y fotos de su “puesta de cuerpo” para afrontar al Pato Donald? En 2009, Diplo se mete en la más universal de todas las 120


La Casa Amarilla regiones latinoamericanas. Estoy hablando del Caribe y su rumpshaking music. Concibe así su jamaican soundsystem ayudado por su London-base mentor, Switch rotous dig-dancehall recubierto bajo la apariencia del Kingston' s fines MCs, con la salida de Switch en 2011, entra el Jamaican MC/Walshy Fire. Trinidario hype-man Jillionaire, coincidiendo con la aparición de la danza electrónica y su boom. Así comienza incorporando EDM's nosebleed drops, clattering trap and OTT stagecraft. Finalmente, ¿qué hace Diplo que no haya podido lograr Rubén Blades? Tocar como un irrelevante desesperado, sin ganas de hacerse el moralista “a hopeless jocular spanner find places people aren't at. Like, if reggae's the uncoolest music ever, I'll try to make a reggaie album”. Hip pop cross-pollination. J. Balvin's en 2017. Su sencillo Mi Gente, el segundo en otra lengua distinta al inglés en haberse mantenido en el US Top 10 hasta que llego Despacito. A whitewashing. ¿Dancehall in a cultural pickpocketing? American First ja, ja, ja, ja you have zero cultural capital, unless you're doing Appalachian fiddle music or something. Soy un puro producto de mi medio, o de mis miedos. Otra ruta de esclavos Publicaciones L'Harmattan hilvana los textos reunidos y presentados por Rakoto Ignace, Prefacio de Eugene Mangalaza, Rector de la Universidad de Toamasina, Tamatave, Este de Madagascar salidos del Coloquio Internacional, sobre el sistema servil que intentó echar raìces en la Gran Isla. Fulgence Fanony, ex Ministro de Educación, uno de los organizadores, me invitó a participar. Se metieron los ataques el ll / 09 y me quedé en tierra, hermana. No publicaron mi ponencia, por supuesto, sin embargo, me mandaron las Memorias del Coloquio que te comentaré enseguida. Conocí a Mangalaza en una de las misiones a Tamatave. Fueron tres, en total. En algún momento se cruzaron con Marc 121


Edilia Camargo y su cátedra de Filosofía en Tuléar, enriqueciendo mi malgachización. Algo que comenzó muchísimo antes de pisar esa tierra y antes de enterarme que “no se cocina la sal”. Jacques Rabemananjara, uno de los grandes poetas malgaches, también fue invitado a Dakar.a la fiesta Senghor y su lanzamiento de una plataforma de escritores negro latinoamericanos. Miguel Angel Asturias apoyó. Un complot entre poetas, escritores, activistas, para poner como botin a la poesía. Jacques, el hijo parido por la bahía de Antongil, como el personaje de Del Toro en su Forma del Agua, tuvo la delicadeza de mostrarme, al regalarme uno de sus libros, cómo los que “comen-arroz” en realidad, lo aman. No son “arroceros” por comerlo a diario. O limpios, por ducharse tres veces o más al día. Sino porque existe una relación de amor entre sus estómagos y los arrozales. Razón que explica también el ritual ligado a su cultivo. Los olores y colores del arroz. Jacques, Eugene y Marc, me malgachizaron, justo en el momento de dar marcha atrás a los efectos serviles y enclavantes de una monolengua encerrada en las escuelas públicas y el universo de la Gran Isla. Eugène Fanony y su contra-reforma educativa, dan fe de lo que te comento, hermana. Voy más lejos: los betsimitzarakas, tal Fanony, son un mundo aparte, en el conglomerado difícil y complejo de los territorios / reinos, malgaches. Sakalaves, Imerinas, Betsileos. A veces creo que está permitido compararlos con andaluces, gallegos (imerinas, sin ambiciones imperialistas), catalanes, vascos, canarios y hasta sudistas, siguiendo a James Salter y su All That Is. Huele a Principe Siraka, a arroz sin sal, con shad roe. De la “Smith girl” y su compleja apariencia, te hablaré más adelante. “J' ai mesurè / d'un pas ferme l' etendue de l'Univers. / Rien n' a pu satisfaire / ma grande quête d'amour, / ni calmer mon 122


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mal invétéré. / Trop pure l'exigence de mon sang, / du sang terrible / dont vous avez fécondé mes veines. / Et mon âme jouait l'indifferente et mon coeur etait demeuré sourd / aux ruses de la fée, / aux appels enchanteurs des sirènes! / Des douces sirènes, pourtant, / des douces sirènes aux voix vaines / comme les Filles du vent dans la baie houleuse d'Antongil. Mon orgueil. Jacques Rabemananjara. Rien qu' ences et filigrane. Presence Africaine. Poesie. Tercera Corea En territorio chino, al norte de Corea del Norte, pegado a Rusia, existe una administración autónoma coreana de casi 3 millones de personas, que no habitantes. Patrick Maurus, especialista de Corea del Norte, Profesor Emérito en el Instituto Nacional de Lenguas Orientales, es el padre de esta impresionante criatura que intenta sacudir la inercia de un discurso teatral y archipreparado sobre la península de Corea. Esta “tercera Corea” se sitúa al norte bien al Norte de Corea del Norte, en territorio chino. Se trata de la prefectura autónoma coreana de Yanbian, una división de la provincia de Jilin, bien cerca del gran puerto al Extremo – Oriente ruso, Vladivostok. Con una superficie equivalente a Dinamarca. Estamos en presencia de una “geografía sin historia”, muy a pesar de la presencia en la memoria histórica coreana de dos Coreas y de la herencia recibida de una época llamada de los “Tres Reinos” 57 AC – 668 DJ, la cual englobaría territorios que se remontarían bien adentro y arriba de Manchuria. Memoria perdida puesto que muy pocos de los chinos coreanos que la ocupan hoy, no serian capaces de saber todo lo que le deben a los

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Edilia Camargo antiguos ocupantes de esas tierras o a las inmensas olas de migrantes que por alli transitaron desde finales del siglo XIX y a la ocupacion japonesa. Les cayó, como maná del cielo, el desarrollo económico de la región, muy a pesar de las tensiones por el desarrollo nuclear de Pyongyang, todo lo cual hace que nos encontremos de cara a una “Corea nómada” y a una “historia sin geografia”. La población de esta tercera Corea, trabaja en Corea del Sur desde hace veinte años, se desplaza igualmente en China: “siete nuevas represas, puentes de paso. Miles de construcciones del lado chino… turismo, mientras que del otro lado siguen las doctas disertaciones al Oeste, del buen uso de las sanciones económicas. Esta “tercera Corea” es un lugar de inmigración y de tráficos, tanto como de proyectos de desarrollo: el primero, permitiría prolongar el transiberiano en la península coreana, el segundo consistiría en un gaseoducto de alrededor 1000 kilómetros, uniendo a Rusia con la Corea del Sur. La revista Crítica completa muy sutilmente este complejo panorama, con otros textos de especialitas y extractos de grandes escritores sur coreanos (Hwang Sok – yong y Han Kang), para concluir: estamos lejos, muy lejos de las invectivas entre el presidente Donald Trump y el dictador norcorano Kim Jong-un. Le Debat No. 198, 2018/1, 192 p.21 Critique No. 848-849. 2018, 160 p (Francois Bougnon in Le Monde, 26 abril 2018 digital y en version escrita, 23 de febrero de 2018). Amor fati From the vantage point of 2015, in an era when the grand narrative of the state has been or is in the process of being challenged, overhauled, and in some cases replaced entirely by 124


La Casa Amarilla often competing agendas of those mistreated, oppressed, and excluded by states and by dominant classes and races, what needs to be added is that those agendas too are not just strengthened by grief, as Renan understood , but sustained by the sense of traumatized victimhood on the part of both the individuals and the collectivities concerned . Most of the time, this is harmless. But not all the time, and those are the instances when it needs to be kept in mind that there are few phenomena more uncontrollable socially and, hence, more dangerous politically than a people or a social group that believes itself to be a victim. This was what Auden was talking about in “September 1, 1939” when he pointed to "What all schoolchildren learn / Those to whom evil is done / Do evil in return" One proof of this can be found in the fact that in the minds of their perpetrators, virtually every great crime of the twentieth century has been committed in an atmosphere of fear and with the justification of self-defense, whether reactive or preemptive, that is to say, of “us or them”. The Turks thought the Armenians were a Russian fifth column; Stalin, Kulaks were subverting his program of agricultural collectivization. Nazis, Jews as being the moral equivalent of a lethal microbe and of having been responsible for Germany's defeat in the First World War. (.) the most terrible of which in terms of the proportion of the population that was kill was the Rwandan genocide. I am no prescribing moral Alzheimer's here. Afganistán remembrance As a reporter during the Bosnian War, which was in large measure a slaughter fueled by collective memory or, more precisely, by the inability to forget, I used to carry with me increasingly creased and faded copies of two poems by the Polish poet Wislawa Szymborska. I both "The End and the Biginning" and " Reality Demands," that most humane and antidogmatic of poets, a woman who once said that her favorite 125


Edilia Camargo phrase had become “I don't know” and for those who insist on the centrality of forgiveness.. Borges wrote: “Forgetting is the only vengeance and the only forgiveness”. Perhaps he went too far. But without at least the option of forgetting, we would be wonded monsters, unforgiving and unforgiven an, assuming that we have been paying attention, inconsolable. David Rieff: In Praise of Forgetting. Historical Memory and its ironies. Yale University Press. New Haven and London, 2016. Vuelvo a leer mi nombre pega’o a la cama de aquel hospital donde morirìa la e minúscula. Nosotras, sin dormir, esperando a que apuntara el día de aquel 20 de agosto. A que una diminuta letra encarnada, la quinta en el orden alfabético, abriera los ojos y dijera algo, atrapando vocales y consonantes. Las letras, mayúsculas o minúsculas, tienen ojos, emiten sonidos, ellas solas o al soplo de respiraciones, es decir, vientos ritmados. Al fin, aquella especial e minúscula encarnada, abrió sus ojos y soltó un largo suspiro. Antes me le acerqué y le susurré a su oído secreto. Solo los iniciados en el estudio del alfabeto saben cómo llegar a él y hablarle. Le susurré, por favor, perdóname, perdónalo también a él, nuestro pobre padre. Murió, como siempre imaginó su vida, ni mujer, ni hijos, ni amante, ni marido, ni compañero de nadie. Solo que no entendió eso: ser libre. Inconsolable de no serlo, como la invitada “madre soltera” maratonista, de nuestra fiesta.

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Tapa ojeras, sin dolor

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iteratura en tuit.

Antes de llegar a este tiempo de tapabocas y narices. Y sin saber todavía hasta cuando durará el “delirio” de mi alma, hermana. Abro mi cuenta tuit. Es un mar inmenso de recriminaciones, lamentos, llamados a la esperanza de todos y sobre todo, todo, todo en todos. ¡Cómo se ve que esto no lo salva nadie! La tos quiere volver sin haberla provocado, eso pienso. Sin embargo, ahí está, ahí está la ladrona, ahí, ahí, ahí está. Este 9 de Enero marca un nuevo hito en nuestras vidas, hermana. Vacilé bastante antes de tomar el camino. El mismo que hago todos los días cuando salgo a entrenar. No quise oír el llamado de los “aguiluchos”, mis otros hermanos. Tan harta estoy de martirios, habidos y por haber. Mi estómago también está cabreado y al borde del colapso. No sé cuanto le tomará reponerse del envenenamiento Enactium + Nexum+ corticoides +, +, +.Lo último. ProAir Respiclick. Dice que no son corticoides. Llené una bolsa con todas esas porquerías incluído el O gastro y la eché a la basura. Guardé un inhalador el de la sinusitis por si acaso no puedo dormir. Dejé pillar a los aguiluchos como te decía. Me amarré la botella de agua a la riñonera. Me puse la misma vieja camiseta con la que crucé la línea de meta en el Campeonato de Sacramento 2013. El peor circuito de mi 127


Edilia Camargo vida. No salimos del Campus universitario unos 8k cada vuelta. Mello, mi amigo, me esperaba en la lìnea de llegada. Respire, amiga. No pare, camine, camine. 5 años después, la misma vieja camiseta lleva obligatoriamente la bandera de Panamá bien visible en el pecho. El nombre del país en grandes letras, en la espalda. ¡Mi peculiar manera de sembrar bandera hermanita! Qué oí, qué ví. La consigna de los trabajadores del SUNTRACS para mantener la respiración de la concentración puesto que nadie marchaba ni se movía. Me llegué, lo más lejos que pude. No aguanté. Comenzaba a faltarme el aire. El calor no es mi amigo. Dí media vuelta ya a los 2.5k para completar los 5k de mi entreno, me senté en la hierba. Unos niños jugaban fut con su papi. Descansé un rato antes de levantarme para seguir caminando, puesto que rompí el ritmo de trote. Por gusto querer tomarlo nuevamente. Miro hacia atrás y veo que la masa había comenzado a moverse, ocupando todo el espacio, cuan ancha es la Cinta, en dirección al retorno de la Balboa. — Uno de los primeros corruptos, le comenta el marido a su pareja pasando frente a la estatua del adelantado del Mar del Sur, decapitado, como San Juan Bautista. Lleva al niño en su nuca. — Agréguele Pedrarias, le contesto. YA DESPERTAMOS, la banderola se mueve. Calculado o no, comienzan a salir las nuevas consignas! ¡Ahí, ahí, ahí está el ladrón!. Alcé mi puño y me metí en el coro mirando a la torre del Miramar. Ahí se hospedó Bush, pero también es la covacha del vendedor de ron que tenemos ahora por Presidente. Sucesor del vendedor de latas. 128


La Casa Amarilla Atrás queda en nuestras vidas el: MIRÓN, MIRÓN, DE DONDE VIENE TANTA GENTE. No hermana. Esta vez, el Rey no tenía ni las cascaritas de los 2 huevitos. Me acordé y lo comenté. Santos, el Presidente de Colombia, dijo comerse hasta 6 huevos a caballo en el desayuno. El Rey confesó que se come solo 2. ¡5 namá abuelita! Lloraba Quimelite, entre un latigazo y otro. La abuela histérica preguntando cuántos guineos manzanos se había robado de su hermoso racimo bien tapado en la oscuridad de aquel cuarto, refugio de otras almas en delirio como la mía. No, no y es no. No más mártires ni martirios, ni martiriadores, verdugos. Eva había escuchado la bulla ensordecedora de la gente. Huían del traquetreo de la metralla en pleno centro de la ciudad, en N'djamena. Abre la puerta y se asoma. Ahí, ahí, ahí mismo cayó una bala en plena cabeza. Qué lío se armó entre el ResRep Elizabeth y yo, tu hermana, para despegar un avión sanitario desde Ginebra al Chad. Imposible operarla en N'jamena, en coma, no aguantaría un día más. ¡El milagro se hizo! Nuestro DG dió la orden para el despegue. En Val de Grâce, el Hospital Militar de París, le sacaron la bala. Otro lío fue hacerla volver del coma. Hubo que cantarle en lingala. Los chadianos de la sabana, son bantús. Enemigos jurados de los espigados, comedores de dátiles, mis ancestros árabes, peuls del Sudán. En todo ello pensaba leyendo la inmensa banderola YA DESPERTAMOS. Mientras tanto la otra sigue tuitiando, tapando ojeras, narices, bocas, sin dolor. 129


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De linajes y aceites de lino

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a super E, madre de todas las otras, es la primera letra del nombre del abuelo. No es que fuera un descendiente de los nobles Señores de Poe, del bravo Sir Rogelio o cosas por el estilo. Tampoco fue un General, como su amigo Victoriano. Odiaba a los militares. Nunca me dijo por qué. Lo sentí tan avergonzado cuando el flojo y vago del Capi, su único hijo, se enroló en la policía. En esos momentos si que sentí que me hubiera querido hombre. Esa mirada de relámpago, destellos verdosos de sus ojos llenos de ira, era sin embelecos. Totalmente transparente / como el cristal. Nada dulce, ¡por el contrario! Livio Tuñón mató a traición. Pablo, el tamborero, se desplomó. El tucazo en la nuca fue certero. El tambor rodó junto con su cuerpo, todavía con vida. Aquel otro Lunes de Carnaval más que un duelo, resonó una palabra escrita con sangre y muerte. Campana, su Campana de Capira, lo echaría de su vientre para siempre. Justo castigo a una deuda de honor. Más que deuda, palabra de hombre. Una flor oliente, un jazmín, pegado a su oreja derecha. Tomó la ruta que es hoy Carretera Interamericana, sin mirar atrás hasta llegar rodando al Manquenque de los Carabalíes.

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El machito se nos hizo viejo

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ueves 20 de marzo de 2019.

Los coyotes corren solo cuando duerme el león. No le temen a los lobos. Igual los hijos pueden convertirse en “seguros de vida” para los padres. No los desearon, llegaron porque son ellos los que escogen a sus padres. No al revés. Nadie, ni ellos mismos progenitores / engendradores, ni los sustitutos, abuelos en su mayoría se preocupan en toda sus putas vidas por averiguar los terribles y tenebrosos “secretos” guardados en los corazones, traduzcamos, hermana mía: DESTINOS de estos “rescatados”. ¿A quién carajo le importó saber el tuyo o el mío? Dolió tanto salir de Francia, intentar replantar el árbol derribado, como a esa Baldomera de Manuel Orestes en aquella tierra arruinada, quemada. Bacho y ¿si descubren que no soy panameña? No debes sentirte extranjera entre tu gente, manita. Al fin y al cabo, somos tu sangre, tu familia, ¿o no? Nadie sabrá quién eres, ni quién carajo te mandó a nacer en ese puto pueblo, mejor dicho, monte. Ojalá mi muerte manita, y el suelo que pisas en estos momentos, hagan realidad tus sueños.

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a Damián, médico y monje benedictino. Un gran amigo de mis colegas del Congo / Brazzaville. Me adoptó como una congolesa más, sabiendo que había estado en Pointe Noire, en la provincia de la Buenza, de Alain Mabanckou y sus Rumores Americanos. Él lo hizo suyo, el Damián. Aquellos del Congo o tal vez con K. Como buen hermano de San Benito no tuvo miedo enfrentar a los demonios. Asì lo hizo el gran santo Patròn y fundador de la Orden. Exorcizar piedras que bailan, traqueadoras, como las ciruelas de la abuela tableña, para implantarse en aquellas tierras monasterios de contemplativos, no era nada nuevo para él .Terminó atrapando una hepatitis que se lo llevaría, con el tiempo, de este mundo. Tuvo la delicadeza de abrirme el lugar secreto donde reposarían sus huesos. Ningún no monje pisa esa tierra. Gracias, mi Damián. Rezaba el Padre Nuestro en alemán, todos los días, en fidelidad a un gran amigo. Tu E mayúscula lo hizo en malgache, por algún tiempo. La última frase, faha 'manafana ami nirazti, libre escritura, siempre me interpeló, a mini ratzi. No estoy llamando a Ratzinger, como me lo propone el teclado. Querido Niño Dios Es la segunda vez que te escribo desde que salí de mi casa en New Empire. En aquel tiempo el Angel Gabriel no tenía más encargo que ser el Embajador de Dios, entre niñas pobres, “abandonadas” de padre y madre como nosotras, hermana. Te 132


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fuiste con tu duende, perdiéndote en el arrozal. Y yo, entre mis ahogos y libros, pedí las alas del águila grande para salir de aquel matorral. Hoy se me ha aparecido Gabriel, para anunciarme que es cierta la Palabra del Profeta. Que dé gritos. Que cante y me goce de todo corazón. Al fin quiso el Señor, que todo lo puede, levantar la sentencia que pesaba en mi contra y Él mismo se encargó de expulsar a todos mis enemigos, visibles e invisibles. Que deje de llorar por los arroceros de mi país. Fueron tuyos, también. Se durmieron escuchando las promesas del Duende Mayor. Y ahora no saben qué hacer con sus cosechas. Arrocero que se duerme se lo lleva la corriente, hasta el mar de leche que nace en la Guayana y nadie sabe adónde va. El alboroto fue grande. Un machete salió en la trifulca. ¡Qué miedo, hermana! De solo pensarlo me cosquillea la herida del planazo en uno de mis tobillos. La procesión va por dentro. Un paso adelante y dos atrás. La abuela esa de la P... en el cortejo, burlándose del espectáculo, le dice a tu sobrino, tomándolo de la mano y bailando al ritmo de los tambores en repique súper lento. — “Señor Sacristán, Señor Sacristán, dice el cura que vaya’ llá. — Muchacho er demonio, muchacho er demonio, dile al Cura que voy pallá”. Hi, hi, hi, un paso alante y otro patrás. 133


Edilia Camargo Otro sacristán amenazando con provocar un shotdown en su gobierno Niño Dios, te está pidiendo un muro hace 2 años en su cartita con membrete de La Casa Blanca. Bien pudo haber sido la roja de Zafón o la nuestra en Falls Church, amarilla, muro, muro, muro, murillos. No te pide legos o Nintendo, como el “pan de dulce” nuestro. Quiere mejicanos al grito de guerra, preñados, pero del otro lado Del Río Grande, do Norte y del resto del mundo. Y que tiemble / en su centro la tierra / al sonoro rugir deeeeel cañón (bis). Hazle un lindo regalo a la abuelita Pelosi Niñito Dios. Se lo ganó, manda de vuelta al Prìncipe Rencoroso / Sacristán a letrinas training, para hacer sus cagaditas chiquitas o grandes. Que dejen de embarrar con su mierda a mejicanos, arroceros y al mundo entero. Como que se les olvida que tú migraste desde muy chiquito huyéndole al malvado Herodes. Egipto no te cerró sus fronteras, ni te separó de José y María, tus padres, tan extranjeros como tú, en aquella tierra. Allá te quedaste sin regresar al Belén que te vió nacer. Ay Niño Dios, cuántos habremos hecho el camino de regreso al lugar donde nacimos, para ser expulsados nuevamente por los mismos Herodes de ayer con funciones distintas. Es cierto que es todo un invento el cálculo de la fecha de tu nacimiento. De seguro sabemos la de tu primo Juan El Bautista y sobre ese dato, más las palabras de Gabriel, acerca de los 6 meses de embarazo de Elizabeth. Así calcularon el tuyo, coincidiendo con la fiesta de la luz, 13 de diciembre y el solsticio de invierno, 21 de diciembre, para honrar a esa luz que trajiste al mundo. O, como dijo el Profeta Isaías, el pueblo que marchaba en tinieblas vió levantarse una gran luz resplandeciente. Niño Dios, imagino las filas de peregrinos en tu Santuario de Praga. Nosotros no quisimos hacerla. Nos quedamos en una iglesita pequeña, consagrada a San Antonio de Padua. Igual lo 134


La Casa Amarilla hicimos en Pentecostés, el otro nacimiento para los que intentamos seguirte en tu pequeñez tan sabia. Tan infinitamente pequeña que confundió a los soberbios, elevó a los humildes. No me dejes caer en la tentación de regresar al desierto de mis miedos y tormentos. SUBE desde los abismos, NACE CONMIGO Niño Dios y con Pablo, el Neruda. Te lo pido también para el otro. Aquel muerto de un trancazo en plena nuca. No pudo terminar aquellos acordes en bucles. Las mujeres los seguían con las palmas. Nadie cantaba. Era pura bulería. No te dejó el Livio. Te atacó por detrás. Abrazaste tu tambor y tu cabeza se desplomó. Todo quedó en silencio, para siempre, ayer y hoy en tu pueblo de Campana de Capira, cafetales, naranjales, cañaverales. Hoy PIDO CASTIGO para ese que dió la orden de tu agonía, no solo la de nuestra madre. También la tuya, hermana, igual para la e minúscula en aquel Hospital recuperado de los gringos. PIDO CASTIGO sin saber dónde pongo lo hallado / en las calles, los libros, las noches, los rostros en los que te he buscado / en la tierra, en la noche, en la Biblia, en el día en que al fin te he encontrado. Silvio Rodríguez. Dónde pongo lo hallado. Y sigue: — Qué le digo a la muerte tantas veces llamada a mi lado, que se ha vuelto mi hermana rara, rara, rara, rara. No volverás a ese otro hospital. En ese nací yo. Te sacaron tu único riñón bueno. Ahora, esta E habla por tu boca cerrada para siempre, por tu riñón tirado a la bahía en el desagüe de aquel matadero de gente, que no le llamemos hospital. O mejor, hostal para moribundos sin defensas inmunológicas. El País de hoy, 22 de noviembre de 2019, trae una increíble noticia: La inmunoterapia se abre paso más alla del cáncer. Cero y van tres mujeres de la manada que caen por el mismo camino. 135


Edilia Camargo “En el cáncer, las células tumorales juegan al despiste y visten una especie de disfraz (proteínas que se pegan a la superficie de las células, como el PDL-1, y bloquean la función de los linfocitos) que les permite camuflarse y sortear al sistema inmune. La inmunoterapia lo que hace es quitarle ese disfraz a las células malas y reactivar a los linfocitos para que las ataquen. Muchas enfermedades vinculadas al envejecimiento consisten en acumulación de células aberrantes. No son proli-ferativas, sino degenerativas, pero tambien son células anormales y hay la sospecha de que también se esconden del sistema inmune”, cita Manuel Serrano, investigador ICREA del Instituto de Recerca de Barcelona, Jessica Mouzo Quintas, Barcelona. Son dos las hipótesis que manejan los investigadores, en cuanto a enfermedades vinculadas al envejecimiento: o bien las células dañadas logran escaparse del sistema inmune, como sucede con las tumorales, o bien los linfocitos, por la edad, están más atrofiados y son incapaces de detectar con precisión las amenazas.

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Solsticio de invierno

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o podía creerlo, hermana. El día más corto del año en el hemisferio Norte y uno de los más “cálidos”.

Senghor no quiso despedirse de mí, sin mirar al fondo de mi alma. Esa misma que hoy “bendice las maravillas hechas en mí”. Me clavó su mirada, aguda y penetrante, al estrechar mi mano. Su Ministro de Cultura, uno de los anfitriones, sonreía veladamente al verme entrar, vestida con ese bubú de tela de encajes bordada en verde, con fondo amarillo intenso, como las yemas de los huevitos de mis gallinitas. Bonsoir Madame… — Monsieur le Prèsident, Mme E mayúscula, du Panamá. — Enchantè, Madame, soyez la bienvenue. Sentí aquella mirada, penetrante y fría, como el resplandor de relámpagos, otrora en la tempestades del mar salado, en los ojos verdes de la Super E. Adentro en la Sala de fiestas de la Presidencia, ya estaban Edouard Maunick, el poeta de Mauricio, mi colega, años despuès; Henri Lopes, el gran jefe años después; Tchikaya Tam Si, poeta congolés y gran amante del Canto Gregoriano, como nuestro querido Padrecito Ignacio Lee y su “familia de las Once”, nuestro inolvidable Padre Veng y su Camerún, que conocería años después solo Duala, entre otros escritores, poetas, exiliados transitorios, era el caso de Henri Lopes. Sin olvidar al Tomás Meloné el matemático, enseñándonos a 137


Edilia Camargo pescar, —a no confundir con pensar—. Cómo nos dolió saber la muerte del Padre Veng. Igual la de Tomas. Burlándose de los pescadores camerunenses. Esperan a que se duerman los peces para meterlos en la red. Fue aquella una hermosa noche. Noche de poemas, relatos, de versos tristes, algunos “escritos” allí mismo. Senghor y su Ministro tejerían la estrategia de cómo arrancarle a ese primer e irrepetible congreso aquel eterno verso de la Declaracion Final. Eterno, digo, porque no hubo otro ni habrá. Aquel Congreso de Escritores Negro latinoamericanos tuvo a Miguel Angel Aturias y a sus “hombres de maíz” PRESENTES. Tu propia hermana, que ni tiempo tuvo de presentar su ponencia “entre negritud e indigenismo” dos enfoques socio culturales. PRESENTE. Africanos exiliados, poetas, escritores, dramaturgos.Whole Soyinka, PRESENTE. Todos nos pusimos de pie. ¡PRESENTE! Nosotros, escritores negro latinoamericanos PRESENTES en Dakar, este 12 de enero de 1974 decidimos: FÚNDASE la Asociaciòn Internacional de Escritores Negro Latinoamericanos en la Ciudad de Dakar, capital de Senegal, Facultad de Arquitectura, Universidad de Dakar. 1. La Directiva, por voluntad unánime de los presentes queda constituída por dos Presidentes: Agosthino de Silva, Presidente de la Guinea Bissau; Lèopold Sedhar Senghor, Presidente de Senegal; Secretario General, Miguel Angel Asturias; Vocales, todos los presentes. Senghor quiso prolongar el encuentro con tu hermana, la E mayúscula. No como un choque de aguas en estuario del Tuira 138


La Casa Amarilla / Sambú en aquella tierra triste del Darién, cuando uno se da la mano estrechándola con fuerza. Quiso recibirla al día siguiente de aquel cocktel de despedida en su Despacho Presidencial. No nos volvimos a ver. Fría mañana de Enero de 1974. No llevaba sobre el espinazo la magia de colores cálidos de aquel bubú, hecho a la carrera, en pleno mercado público. La E mayúscula se envolvió en cualquier cosa que comienza y termina en ella. Es una lìnea vertical a la que se pegan tres guiones acostados intentando cortarla en tres. Cada uno en los extremos de la línea, paradigma indescifrable. Son tres cortes a la vertical para que no se caiga contra vientos y mareas. Total, eso ahora no es lo que importa. No creo que no sintiera el palpitar de aquella criatura, que hablaba ya en y desde el vientre del baobab. — Soy Profesora de Estética de la Universidad de Panamá. Publico mis trabajos en la Edición Dominical de uno de nuestros periódicos, bla, bla, bla. — Justamente busco darle a la recién Facultad de Arquirectura que acabamos de abrir, un enfoque estético. Sonreí para mis “adentros”. El curso había sido anulado en la nuestra! Las intrigas entre chilenos exiliados y el poco interès que mostraba el Decano de ese momento por continuar una investigacion conjunta. Humanidades / Arquitectura sobre “sistemas tradicionales de viviendas”. La arquitectura como escritura. Tomó varios libros suyos. Lettres d'hivernage “No hay nada peor, que una mujer en invernadero. L' hivernage de la femme”, decía la dedicatoria de ese, con un subtitulo. A esta gran letra en mayúscula para que no deje de cantar a la Madre África y a la Mujer. — Mi país es suyo. Quédese todo el tiempo que quiera, la 139


Edilia Camargo necesito. Nos despedimos. No le pedí su secreto para “saber borrar”. Todo buen escritor, debe saberlo. El era poeta, más que escritor. Senghor muere en un solsticio de invierno. Cuarenta y tantos años después, te reescribo, en este otro, 21 de diciembre de 2018. Rezo por su vida transformada. Se ente-rró vivo, al renunciar a la Presidencia. No quiso repetir la sentencia de eternidad de aquella famosa Declaracion de Dakar, aunque no le costaba nada eternizarse como Mobutu y tantos otros. Su Normandiitude de contagio, por su segunda mujer, lo llevaria de la mano. Ahí, en ese brazo de tierra húmeda, como su Casamance y su Saint Louis, natal, pero fría, helada por momentos, entregaría su alma de guerrero de la palabra, hermosa, tallada y sonora. Sin bombos ni platillos. Francia, su francia mezquina y en minúsculas todo, le negò honores para derrocharlos, en otro momento, favoreciendo al Académico du drôle et de la pitrerie, pálido reflejo de su gigantesca obra, Jean d’ Ormesson, mais passons. Las energías de este solsticio me ayudan a retomar los trillos hormigonados en Falls Church. No podía creer en aquel regalo de 16o C, en pleno umbral del invierno. Nos cayó del cielo. Un sol brillante en espera a que la tierra cumpliera con su parada precisa, alineadita y obediente junto con su satélite. Detesto los espacios cerrados y aquel reguero de tantas cosas inùtiles en las estanterías, comida chatarra para los ojos. Mi Niño Dios bien lo sabe. No obstante, ¡Vamos pues! Un Lift me trae de regreso a casa. Al volante un chico, negro y delgado, muy jòven y atento, me ayuda a poner los paquetes en el maletero. Arrancamos. Silencio total, como es de rigor. Una música muy leve, apenas audible. ¡Reggae en francés! Son casi las 5:00 p.m. Una inmensa luna llena, me sonrie a mi 140


La Casa Amarilla derecha. ¡Waoooo! Un segundo regalo. Me arriesgo a hablarle en francés. — ¿De dónde es usted? — ¿Y usted? —, me devuelve sin contestar la pregunta. Sorpresa mayor, cuando descubre la “identidad”, de una cierta E mayúscula, tu hermana. — ¿Cómo? —, me pregunta sorprendido. ¿Francia colonizó a Panamá? Me toca explicarle a grandes zancadas lo del fallido capítulo francés de nuestra historia. En New Empire y más allá. Ya en la puerta de casa y sacando los chécheres del maletero le pregunto de dónde es. Congolés, me responde. Le cuento que conozco el Congo / Brazzaville. El otro, apenas lo divisé de este lado del río. “Tuve un colega de su país”, le agrego a mi cuento. “N’ goma”, le suelto el nombre. ¿Zahidi? ¡Dios mío, lo conozco! Quise balbucear algo en lingala, hermana. No vino nada. Ni embote nayo, nada de nada. Cómo se dice “hasta luego”. Repetí con él, le desee larga vida a los congoleses. Entonces ví alrededor de su cuello el collar de caracolitos, ¡grigis de la buena suerte! No se atreviò a decírmelo, tal vez por verguenza. Lo entendí de inmediato. ¡Zahidi, Segundo Vicepresidente de Kabila, el Eterno! Mon cher ami, tu hijo nos atrapa en esta carrera de solsticio, regalo de Senghor que irá de Falls Church a Toruń, la tierra de Copérnico, lejos de negritudes abyectas o de indigenistas de maíz y de CO2, 10k a pista cubierta. Por el momento a paso de 10 x k. Salut, nos vemos en Polonia, en primavera. InchAla. Tomaremos el tren que arranca de Guatemala, pasando por

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Edilia Camargo Chiriquí, David, Gualaca, Dolega, atraviesa el largo tùnel que parte a Cuba en dos, con su puerto de Masiel, no el imaginado por nosotros en Corozal, aunque no tengamos nada que cargar, atravesamos el Atlántico montados en el tren bala subterráneo, copia del que hizo Spie Batignoles en la Mancha, un poquito más largo para conectar con la parada del transiberiano, desde Seul hasta Varsovia, a unos dos pasos de nuestro “final destination”. ¡Toruń, Weeeeee! 23 de diciembre de 2018 Alexa me sacó de mi euforia. Una caída de más de 10° F tenemos esta mañana. Nuestra tierra sigue girando sobre sí misma, cargando a su satélite. Sangraba mi naríz al despertarme de una noche obstinadamente corta. Intervalos de 3 en 3, es decir, tres amaneceres en un mismo día. El fantasma de Zahidi me devuelve, hermana, a una de las peores negociaciones de mi vida sindicalista. Nuestro padre, alias el Capi -capitán-, se metiò de lleno en su personaje congo / panameñizado de Cabuya, cobrador de deudas, no de impuestos, como Lucas, el Evangelista. Zahidi me recordaría el pésimo trato dado por la hija del Capitán, tu hermana, a la deuda monstruosa que dejara tras su presidencia en la AIPU, uno de los sindicatos onusianos. Para tu hermana, deuda era deuda. Ninguna letra del abecedario debe. Nada de nada, lejos de imaginar la dimensión política del asunto. Debes, tienes que pagar, pero sigues debiendo. No le enseñaron al Capi que algunas de ellas no piden pagos y menos contantes y sonantes. En el más viejo oficio del mundo, no se necesita entrenamiento para entender que el remedio está en el medio. Dios se los dejó para su remedio. Ambigua, la misión, porque puede ir en dos sentidos. Mais passons. No solo no teníamos cash para pagar. La deuda dejada por 142


La Casa Amarilla Zahidi era colosal. Membresía por el suelo. El cambio en la Dirección General, pasaba de un tercermundista y africano a un protegido franco-europeo. La maniobra hizo que el suflé de tercermundismo y africanías de AQUELLO, se enfriara. Frío se volvio ESO. Por ahí nos atacarían. Tocaba demostrar que eramos UN tercermundismo “representativo”. Nada de no-alineados, congelados y bien muertos. Copiaba la administración de ESO la estrategia que le devolvería a los europeos el mando de AQUELLO. El grupo latinocaribeño de Estados Miembros, alias GRULAC, un matrimonio forzado entre lo latino y lo caribeño, como convino, para ello, entre eso y aquello. Se amarraron los 5 votos del GRULAC, para convertirlos en bola de nieve. La bola arrastraría las pretensiones de reelección del africano. Pasaría por encima de un militar pakistani. No sé cuantas vueltas más daría para al fin lograr los votos para el español catalán, fan de los poetas malditos del 97. O se pagaba la deuda o tocaba poner la llave de la Oficina bajo la puerta. Quedaba un activo a nuestro favor, ¡Zahidi! El puesto de Secretaría a grado G/5., vacante por renuncia de la titular. Inglesa, de nacionalidad. Nunca se ha visto a un inglés, hombre o mujer, hacer hamburguesas con tercermundismos de ninguna clase. Ellos aquí y nosotros allá. Juntos pero no revueltos, ni periqueados como huevos a caballo. Mientras nuestro Zahidi debatía ante el Tribunal de Ginebra otro asunto, tocaba, sin mirar qué ni cómo. El otro sindicato arregló pagar SU deuda. Nosotros, tu AIPU, banalizado, ridiculizado, teníamos que hacer lo propio. Ya sabes cómo resolvimos. No insistiré. Pagamos con nuestro trabajo, aceptando una cierta desigualdad infraestructural. Siempre existió hasta el día de hoy. La moneda del pago por subsistir. Aprendizaje del arte y la manera de la traición, 143


Edilia Camargo junto con los que nunca me perdonaron tal vez que sacara a la Asociación del estado comatoso, herencia tuya. Destituída del cargo y rayada de la lista de Presidentes por alta traición, no me permitieron estar en la ceremonia fúnebre tras tu muerte.

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François Hollande y Ghouta

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e queja hoy de un dolor. Le sale de las tripas. En una entrevista a Le Monde, el ex jefe del gobierno francés rompe su reserva.

Solidario y responsable, no olvida cómo los kurdos en un momento extremadamente difícil le permitieron a la coalición echar a Daech de Rakka y más allá. No es posible celebrar la liberación de un pedazo de Siria para dejar morir al otro y a poblaciones enteras cuando se sabe qué papel jugaron ellos, su rol determinante para conseguir esa victoria. La Oveja Negra de la filosofía y HOLLANDE Miquel Alberola, en una entrevista para El País, le suelta la lengua a Bernard-Henri Lévy: “Las medidas excepcionales por el coronavirus son peligrosas”. BHL no se siente responsable por Ghouta, si manifestará su amistad por los kurdos. En medio de su indignación por el pánico mundial que nos encierra, no encuentra justificación alguna para mantener a la humanidad confinada, medida necesaria en un momento y desde un punto de vista sanitario. Lo alarmante es el regocijo de muchos, ante la reclusión impuesta, asumida de manera complaciente. Es una enorme “indecencia” y “un insulto para los que no tienen dónde confinarse”. Este virus que nos vuelve locos. (La Esfera de los Libros). Una epidemia es un fenómeno social que conlleva algunos aspectos médicos, según Rudolf Virchow. Pareciera que lo 145


Edilia Camargo entendemos al revés, un fenómeno médico que conlleva algunos aspectos sociales. Me siento responsable por Ghouta dirá HOLLANDE. No fui yo el autor de la famosa “línea roja”. Obama la definió mirando únicamente al uso de armas químicas en agosto de 2013. No se atrevió a atacar militarmente al Ghouta oriental, prefiriendo negociar con los rusos y la comunidad internacional la destrucción del arsenal químico del régimen. Nosotros lo seguimos. Bachar Al-Assad las conservó y hoy no duda en continuar usándolas, aún cuando lo hace en una forma discreta y más perniciosa todavía. Tiene ahí todavía a Rusia para bloquear en las Naciones Unidas encuestas capaces de desembocar en sanciones. Ahí la tiene todavía, para impedir que sean votadas resoluciones en el Consejo de Seguridad o convertirlas en letra muerta. ¿Qué se puede hacer? Al día de hoy hay tres grandes actores en la ofensiva: el régimen por supuesto, avanza destruyendo, ayudado por los combatientes iraníes del Hezbollah. Después de Alepo y otras ciudades, es el turno de Damas, ya que la Ghouta es la capital y sus afueras. El segundo actor es Rusia. Frente a la inercia de los países occidentales, apoya cínicamente al régimen, contribuyendo a sus atrocidades. Tercero, Turquía. Comprendió luego de estar un momento en conflicto con Moscú la parte que podía ser la suya: jugar a dividir. Y no es coincidencia si esos dos tests de la Ghouta y Afrin se den al mismo tiempo. Rusia deja actuar a Turquía en Afrin y Turquía retira una parte de rebeldes que tienen su apoyo en Ghouta, algunos pudieran incluso venirle en refuerzo en los 146


La Casa Amarilla ataques contra Afrin. ¿Hablar de línea roja sin pasar al acto que desacredita a los Occidentales? Nunca hablé de línea roja, ni en 2013 ni más tarde. Si hay una línea roja y está siendo violada, sin que haya ninguna reacción, quien se permita una tal transgresión, tiene todo permitido. —s' autorise à tout—. Luego del rechazo de la intervención en 2013, el régimen sirio cree que todo le es permitido. Y no es el único. Vladimir Putin comprendió también que podía anexarse Crimea, desestabilizar el este de Ucrania sin correr mayores riesgos, más que sanciones. ¿No se previó el estallido de todas esas contradicciones, desde el momento en que Francia y la coalición internacional contra ÉI se comprometió al lado de las fuerzas kurdas contra los djihadistasen Siria? Propuse asociar a los kurdos en las discusiones sobre el porvenir de Siria, una vez lograran con su contraparte árabe, sacar a los jihadistas del noreste del país. Estuve vigilante, sabiendo que en ningún modo se trataba de hacer estallar a Siria en pedazos. De haber grupos kurdos partiendo de Afrin o de cualquier otro sitio para atacar a Turquía, Ankara tendría todo derecho para justificar una acción de legítima defensa. Los kurdos de Siria no atacaron a Turquía. Ellos tienen otras preocupaciones. No habían terminado la ofensiva en los territorios del replieque del EI entre Siria e Irán, justo en ese momento preciso Turquía lanza su operativo en Afrin. En el caso de Turquía, lanza un llamado a la OTAN. Pero en cuanto al regimen, la reacción sería mucho más complicada. 147


Edilia Camargo ¿Imponer ahora una zona de exclusion aérea, exigiría una resolución de la ONU? El tema es saber cómo vamos a actuar ahora, frente a Vladimir Putin, más que darle la cara a Bachar Al-Assad. Es Rusia la principal potencia, el riesgo de una escalada es serio, si no se le fija ningún límite. Presión se puede hacer. Sanciones, reglas comerciales, la cuestión del gas y del petróleo. Debemos hablar con Vladimir Putin, se pueden evacuar las relaciones históricas entre Francia y Rusia. Todo ello no es razón para dejarla que avance sus piones sin reaccionar. La posición de Donald Trump no está ni clara, ni previsible. Toca a Francia, a Europa, a la OTAN ponerse en movimiento. Rusia se rearma desde hace muchos años, se ha vuelto tan amenazadora. Toca amenazarla, permitiéndole a Ankara bombardear a nuestros aliados kurdos en Siria. Moscú impulsa también una división de la OTAN. Hace apenas un año, Vladimir Putin solo tenía palabras duras contra el Presidente Recep Tayyip Erdogan. Ahora, esos dos países se pusieron de acuerdo para dividirse Siria. Entrevista por Marc Semo Allan Kaval, 12 de marzo de 2018.

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Matrícula N° 81490

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n el hermoso Prefacio que el Padre Carré le consagra a la obra de Albert Chambon Oui je crois, confirma el sentimiento de cantidad de lectores de la obra de nuestro amigo, ex Embajador de Francia en América Latina, entre tantas actividades a lo largo de su agitada vida. Me uno a las voces para confirmar, SI AMÓ. 81490 su gloriosa matrícula en la Universidad de Buchenwald. Lo publica Flammarion en 1961. Estas páginas no son una novela en la vida de un confinado, como tampoco es esta conversación entre ambos, tantos y tantos años después de su muerte anterior a la tuya, hermana. Tampoco serán el relato de todo lo que vivimos en aquellos campos de la muerte o en el largo y mayúsculo confinamiento que, reprodujo en pleno siglo XXI, los campos de concentración, para apestados. Reproducen simple y llanamente, sin cambiar nada, ni en su estilo, las líneas de un largo año de una vida celular y deportada. Todo lo garabateaba en pedazos de papel, burlando los tocamientos de registros corporales interminables y constantes. “Logré esconderlos, hasta el día de la Liberación”. Este mundo de sobre… vivientes es el nuestro Quiso Albert destinar esas páginas, en primera instancia, a todos los que vivieron aquellas horas. Primo Levi, la Hermana Benedicta, judía carmelita, discípula de mi maestro Husserl, y 149


Edilia Camargo tantos otros. “Solo ellos, a la lectura de estas líneas torpemente escritas, reconocerán aquel mundo inhumano donde todos nos perdimos. Solo ellos serán capaces y estarán autorizados para reconstruir aquel drama. No es compasivo hablar de colores a un ciego”. En segunda instancia, las dedicó a ti y a mí hermana. Nuestro primer encuentro se daría una década después de la publicación de su 81490. A todos los que bien quisieran dar crédito junto con nosotros, que la Providencia consintió para que sobreviviera un puñado de aquellos confinados en el Campo de Concentración de Buchenwald, o de Struthoff, de Dachau, de Auschwitz, de Bergen-Belsen. Los franceses en Bayona, en Seattle. Y hasta en Panamá. Lo quiso así la Providencia, para que nosotros diéramos, hasta el cansancio y ad infinito, el testimonio de lo que fue todo aquello. “Desde el primer día de nuestra Liberación, perdonamos, pero nos negamos a olvidar”. Y no es que encontremos placer, complacencia en recordar todo lo mórbido que también hubo en ello. Existen ciertos momentos de prueba que no pueden ser borrados, del espíritu, ni del corazón de un ser humano. “Nosotros luchamos por volver, hasta el agotamiento de nuestras fuerzas, físicas y morales, pensando ingenuamente que encontraríamos todo, igual y tal como lo dejamos el día de nuestro arresto. Creímos regresar al mundo en el que nacimos, crecimos y vivimos. Bien pronto supimos que jamás lo volveríamos a encontrar. Perdimos el camino y hasta sus huellas las perdimos para siempre”. Nuestro primer encuentro tuvo lugar en su despacho de la 150


La Casa Amarilla Embajada de Francia, en aquel país en donde no crece la pimienta verde. Se trataba de una visita de cortesía. Ocultaba una solicitud descabellada. Pediría una extensión indeterminada a la segunda beca otorgada. Esta cubriría la preparación de un segundo Doctorado, el de Estado. Para entonces, el diploma de Doctorado del 3er. Ciclo era considerado, tesis complementaria, al trabajo final de aquella larga carrera de fondo. Gracias a Tonton François Mitterand, ese requisito fue eliminado. El Doctorado de 3er. Ciclo, bastaba y era suficiente. No sería un Doctorado de Estado, tampoco el de Universidad. Seria el Doctorado. Punto final. Ex becada del gobierno francés y de regreso a aquellas tierras, era lo más natural y protocolar, conocer a uno de los sucesores de Lionel Vas, mi padrino protector. En lenguaje unesquiano se dice hacerle el briefing al nuevo, de cómo la inversión del pueblo francés y de su gobierno, había dado el fruto esperado, plantado inicialmente con la declamación de Las rosas de SAADI, en Aula Máxima del Nido de Águilas. Nos perdimos de vista mientras él, seguía su carrera en Sri Lanka, Perú. Jubilarse y regresar a París, mientras tu hermana se movería de aquel país soso a la Gran Isla perfumada de vainilla, clavitos de olor, ilang ilang vétiver, Madagascar. Sería mi última misión, ahora en el terreno, como un experto, luego de haber estado articulada, por casi dos décadas al ejército de especialistas del programa del flamante Secretariado parisino de aquella burocracia espantosa. Fue muy duro para mí, hermana querida, dejar de ser un cuerpo enamorado al suyo y vivir, escribir, respirar. Las palabras se hacen estrechas y cortas para describirte la vaciedad de mi vida, sin su cobijo, como diría Judith Butler. Tampoco sería sobrevivir, porque ambos seguimos viviendo, como si viviéramos uno en otro. Recuerdo verlo, a pedido mío, con su uniforme azul marino 151


Edilia Camargo de Comandante de la Marina francesa. Otras veces, las risas de mi hijo mayor, mezcladas a las suyas, las bocas llenas de helado de vainilla. Domingos inolvidables, en aquella casa empinada sobre toda la ciudad. Un mundo absurdo que no sabe a donde va. Alleluia, Alleluia. Tampoco lo sabíamos nosotros tres en aquellas tardes de domingo. Naufragios de la mente. Alleluia. Una playa sin arena. Alleluia. Un reloj que reflexiona. Una piedra contra el muro. La verdad todo es mentira. Alleluia, Alleluia, Alleluia. ACH. Entremos de lleno en nuestra conversación con la E mayúscula que él bautizaría con una k en medio de íes. Dices, no comprender y aceptas no comprender el mal. Agregas enseguida que, como todo hombre en la tierra, el misterio del mal y del sufrimiento te dejan atónita, te hacen butter. La fe vacila y no sabe una dónde poner la cabeza. Satán existe. En el momento de la tentación, todos lo habremos encontrado. Sabemos que es Él, la Encarnación del Mal. Ahora, por qué implicar a Dios en el Mal. Dios tendrá algo que ver. Nosotros somos testigos de que, en cierta forma, es nuestro “asunto”. Creo que evacuamos demasiado rápido este problema, hermana. Cuando a una niña de edad tierna, la enseñan a rezar el Padre Nuestro, y por la misma vía, se le habla de brujas, tuliviejas, lloronas asesinas, mujeres malas que han matado a sus hijos, y los lloran a orilla de quebradas y ríos. Dan a entender que no tienen consuelo. No serán perdonadas. Dan a entender, perdona la cacofonía, que hay límites a la Misericordia de ese Dios al que llamamos Padre nuestro. Que 152


La Casa Amarilla Dios mismo no es Todopoderoso, porque el Diablo puede tanto como él, sobre todo, travestido en mujer, mujeres. Que hay que ir por ese poder matando a esas brujas, paridas por el mismo demonio. El todopoderoso gran E hablaba de hombres y mujeres que habían pactado con esas fuerzas para apoderarse de cafetales, tierras, naranjales. Otros decían, escandalizados, que el poder de Dios no tiene limitación alguno. Es misericordia infinita. Basta con volvernos a Él, aún cuando sea en el último momento de nuestra vida, arrepentirnos para burlar al pretendido poder del Maligno. No sabría decirte, dónde está el Mal, como tampoco sabría contestarle a la Super E, cuando me pedía en la oscuridad de aquellas noches nuestras, que le mostrara dónde estaba el miedo, que se lo presentara. Quería conocerlo, él. Hermana mía, cómo comprender la grandeza del hombre. También de mujeres, en medio de toda esta mascarada y escenas teatrales. Escenarios en donde una no sabe quién es Dios, un pedazo de pan que habla. Recuerda. ¿Es memorial? Menos sabremos qué es el Mal y dónde está radicado. Cómo explicarle a mis hijos y nietos, que “somos hijos de Dios” y que en verdad lo somos, cuando no se tiene ningún interés en conocerlo y amarlo. Se llora sobre la Cruz el Viernes Santo. Te ponen un Cristo de yeso, con un dibujito de costado abierto y le das un beso a un dibujo hasta mediocre de un corazón rojo. Ay hermana, recordarás desde tu tumba en lo alto de aquel cementerio de Pueblo Nuevo, que justamente, en vísperas de aquellos dos dias, la abuela nos purgaba, preparando estómagos e intestinos para aguantar el empuje de las comilonas de 153


Edilia Camargo esos dos dias que desembocaban en el difundo Sábado de Gloria. — ¿No tiene usted la sensación de que alguien la está mirando? Una mirada que la vigila, remató aquella voz. La vocecita suave y ronca de la persona, supongo que era algo así, quien me interrogaba. — Agregó, yo lo estoy viendo y me parece que es una mirada incestuosa. Haber descubierto la desnudez del padre de la tierra fue un verdadero choque. La mirada asesina que él me lanzara, al verse descubierto. Mató todo lo que pudiera ser deseo de sentir amor, de sentirme estrechada entre sus brazos. Algo que él nos negó, tanto a ti como a mí. Todo se volvió culpa y vergüenza. No entendí nunca por qué me volví una sinvergüenza desde aquel dia. Años más tarde, la palabra saldría vomitada de su propia boca. Dolió y mucho. Como verás hermana, existen heridas profundas causadas por letras que brotan de los ojos, la visión. Estas son las peores, porque no dejan rastro de su escritura ni de sus sonidos, de cómo las pronuncias. Con tildes, sin ellas, una coma, un punto o dos. Puñaladas dirigidas por y para los ojos, deletreando un discurso silencioso, pero lleno de fuerza. En algo coincidió el discurso de las miradas de ACH con los de tu E mayúscula. Ambas narrativas silenciosas, solo miradas, se propusieron descargarle a Dios, lo que en el fondo era responsabilidad de cada uno de nosotros. Era muy fácil cargarle a Dios, nuestra propia amargura, producto del desamor vivido en el confinamiento de la carne. Eso fue la Universidad de Buchenwald o los Campos de Concentración de Albrook, post 154


La Casa Amarilla Causa Justa. “Nosotros los refugiados sufrimos una crisis severa. Nuestros hijos están enfermos, cada día son más los que caen. Necesitamos comer. Tres pedazos de pan y una taza de té a las 7:30 a.m. hasta las 5:00 p.m. cuando nos dan de comer macarrones con pescuezos de pollo y frijoles. Dijeron que nos darán 1.50$ diario para comer. Algunos no comen porque están enfermos, nadie les reembolsa. También dijeron que nos darían 500$ por mes. No los hemos visto. En su lugar, nos dan unos bonos, arrancados de una libreta para que vayamos a comprar comida. Ningún almacén en Panamá, los acepta. Las miles de familias viviendo en el refugio se quejan de la falta de higiene y de la extremada calar del Campo al interior de los hangares del aeropuerto. Un horno a las horas del medio día. Cuando nos quejamos, los soldados nos castigan. Tememos quejarnos para evitarlos.”. José Hidalgo. Albrook Field Refugee Camp. Panama City. (The U.S., Invasion of Panama. pag. 54). Existe otro ángulo de la cuestión. ¿Por qué son siempre los verdugos / soldados los justificados, mientras que las víctimas o las que asumen jugar ese triste papel, inocentes o no de de toda esa violencia visual se desangran y masturban en silencio. No se atreven a hablar. ¿Temen el castigo como lo leemos más arriba? Con la distancia impuesta, tanto de su muerte, como de la tuya, pienso ahora que las víctimas no buscan huir de la parte de culpa que asumen en ese re juego de provocación o de simple estrangulamiento del deseo. Tal vez buscan zafarse de una visión aterradoramente culpable que las atormenta, asfixiando hasta el deseo de vivir. Súmale el miedo al Martín Moreno. Mete lo bueno y saca lo malo. La tajona. Al menos que hayas quedado rendida ante los pies del mal. ¿Dónde está la responsabilidad del mal? Pregunta ACH. 155


Edilia Camargo Dura pregunta, hermana, cuando tan lejos como en este hoy se nos recuerda que no hay límites al perdón. Supongo que como represa inquebrantable a la maldad. ACH. No te me quedes callado. Las horribles masacres perpetradas en los campos de concentración, no son radicalmente distintas a lo que estamos viviendo hoy. Tal vez no en la misma forma brutal. Peor, todavía, como diría Judith Butler, estamos confinados, en un dejar morir, justificado y legal. Es más, enmarcado en un estado de emergencia. ¿Qué podemos decir nosotros los presuntos descendientes de esclavos africanos en estas tierras latinoamericanas? Doudou, el buen Doudou, junto con Federico. El Mayor, creen en la conspiración del silencio y no tanto el de Dios, en su estado natural, con o sin palabras. Caemos en lo mismo, el hombre, solo el hombre es responsable del Mal que el produce, hace y crea. Terrible imaginar que un solo chorro de veneno de aquella antigua serpiente, con habla humana, que no es más que el Diablo o Satán, siga envenenando el alma del hombre, confundiendo su inteligencia para discapacitarlo, con las mismas palabras: “Serán dioses, no lo crean”. Que no se sepa discernir entre el bien y el mal. Hacerle creer que su existencia es una basura que no vale la pena vivirla. Inocentes criaturas lastimadas en su poder y en su candidez. Tienen oídos y no oyen. Tienen ojos y no ven. Ciegos, sordos. Esa mirada hecha de fuego, se convierte en ira. Te persigue, hermana. No te suelta un solo instante. Te paraliza. Te ahoga. Como una rodilla oprimiendo tu nuca. Y es que ya estabas muerta. Ciertamente, Dios no abandona a sus hijos. El demonio tampoco. Uno de los salmos lo dice muy claramente. Si tu 156


La Casa Amarilla padre y tu madre te abandonaron, yo no te abandonaré, dice el Señor. Entonces, querido Albert, Dios estuvo presente en Buchenwald, en Auschwitz, Dachau, en Ruanda, en el Congo, en El Salvador, en Panamá, en Vietnam, en Argelia, en Nicaragua, en Ghouta, cuerpo a cuerpo con su hijo maligno y perverso, el Satanás. Igual veló al pie de la Cruz haciendo coro con la muchedumbre. Crucifícalo, crucifícalo, crucifícalo. Si eres el Hijo de Dios, bájate de esa Cruz. ¡No mueras! De todo esto, hermana, es obvio que hay guerra entre el bien y el mal. No digamos entre mal y maldad, como si fuera un tinglado preparado para el otro mundo. Allí donde tú estás ahora, Bachito. La pelea, cuerpo a cuerpo es aquí, ahora, en este mismo instante. Es muy cómodo decir que es algo difícil de pensar. Que Kant se equivocó, buscando injusticias estructurales en vez de intentar poner el oído a las voces, palabras hechas mujeres. Al pensar de esas mujeres / palabras A… E… I… O… U. Con otro tipo de razón diferente a la suya. Tanto como dure este paquete de tiempo, puede parecerte descabellado que piense también en el Espíritu de Dios. Si Él es el autor de todo, materia, espíritu, naturaleza, bien, mal, bello, feo, seguramente también vive en algún sitio. Murió, como cualquiera de nosotros. Lo duro aquí, Bachito es admitir que la palabra sin cuerpo no es una cosa ni otra. Es la nada. Ambos se necesitan para habitar. También habitan cuerpos palabras / verdugos, violadores, violentas. Lo misterioso de todo esto es descubrir la capacidad que tenemos todos, sin distinción alguna, de hacer un buen discurso o uno malo. Que entre el bien y el mal, se despliegan espíritus buenos y malos. Voluntades que adhieren a unos o a otros. Y si Dios no quiso la muerte, prohibiendo comer el fruto del árbol del bien 157


Edilia Camargo y del mal, el famoso huevo de la serpiente, como aquella pestilencia del “huesito” en medio de la sopa coreana le estalló en plena cara a Él, el inocente, el no culpable. La vida y su origen, en la verdad. La compasión y misericordia, frente a la muerte, la falsedad, la mentira, llevada hasta la interioridad misma del ser. ACH. Enfant, je me promenais toujours avec de boîtes de chaussures et de cartons sous le bras. Ici aussi, ce m’ est un grand bonheur d’ avoir un carton. Me voici retombé dans l’ enfance. Ma mère me manque terriblement. J’ ai un besoin de plus en plus lourd de me faire consoler et d’ être aidé; cette croix pour moi tout seul est si lourde, j’ai peur. Notre détresse de toutes les minutes, de chaque instant, sera incompréhensible pour qui ne l’aura vécue. Comment la décrire? Primera vez que coincidimos en una experiencia común. Ambos tuvimos miedo. Dejen que me confiese: “yo no estoy convencida de que hablar sin miedo sea necesario para mostrar valentía política. No creo que debamos sobreponernos al miedo con valentía para poder hablar, o para hablar de un modo eficaz. El modelo de orador u oradora valiente puede invocar ideas de heroísmo que dan por supuesto que: a) el orador u oradora es un individuo que habla con su propia voz, y b) que el miedo no conviene con la valentia. A veces, cuando hablamos, no lo hacemos sencillamente con nuestra voz, sino con otras. Y cuando nos pronunciamos contra una forma de poder —digamos de “poder del Estado”—, podemos conocer de sobra las consecuencias legales que tal vez sigan y hablar aun asi con miedo, o incluso hablar de un modo que que es al mismo tiempo miedoso y valeroso. No es 158


La Casa Amarilla una contradicción, sino una forma de ambivalencia en el discurso que se produce precisamente cuando tememos las consecuencias pero decidimos hablar de todos modos. No nos sobreponemos al miedo, puesto que las consecuencias son extremadamente reales y conocidas, pero hablamos aun así, o indicamos nuestra disposición a asumir esas consecuencias en lugar de callar”. Judith Butler. Miedo. Entonces Albert, to be or not to be. Tuvimos miedo. Tú de tus verdugos, slagers, que te vieran cambiando clandestinamente un pedazo de pan contra tabaco, y no precisamente de Virginia del Norte, sitio de nuestra querida casa amarilla. To be or not to be. Podría ser el título de este ensayo de libro, o tu esbozo del 81490, título consagrado a un libro sobre el hambre en los campos nazis de Polonia o en los hangares del Aeropuerto de Albrook, campo de refugiados de la invasión en Panamá. Tu hambre, la mía, Albert. La tuya, para discutir con tu Jacques, las posibilidades reales que tendrían de salir de aquel confinamiento infernal. Soñabas con comida. Como sueño yo ahora con papayas dulces. Al comenzar el confinamiento, durante esta pandemia, estaba medio aturdida. No atinaba a pensar ni cómo ni con qué alimentarme. Prioridad era no parar de mover mi esqueleto. No parar de entrenar. Sabía que si paraba, estaba frita. No pensaba en pan, ni en carnes ni frutas. Si, cómo carajos armaba aunque fuera un cuarto de pista en el pasillo de aquel apartamento. A tí te detuvo la Gestapo. ¡Vos papiers! A mí, un decreto presidencial que ordenaba no salir de nuestras casas. El todopoderoso miedo se había apoderado no solo de nuestras almas. La abominación de la que se habla en la Biblia, había llegado por fin. Nos arrastraba a todos. #quedate en casa, se repetía en pancartas, redes sociales. Entraba por narices, ojos, oidos. Hasta por el culo. 159


Edilia Camargo Comparemos en algo tu detención, con la mía. “Al comienzo de nuestro arresto, sucedía que podíamos compartir nuestra ración de pan con algún camarada debilitado por años de campamento. Hoy, a pesar de todo el agotamiento y la miseria que vemos día tras otro, nos hemos vuelto indiferentes. El único pensamiento que importaba era: cómo saldremos de aquí. Ser o no ser, ya no nos importaba. Se volvió para nosotros, vivir o morir.” Para tu E mayúscula, hermana, aquel miedo generalizado, instrumentado desde la silla presidencial, hasta las hormiguitas que recogen la basura en las calles de aquella ciudad ensimismada, era pues, el reino de lo abominable. Encerrada, sin saber cómo negociar un puesto en algún vuelo humanitario que me regresara a lo amarillo de aquella casa. El gris horrible de los tablones de Maquenque, la pura madera machimbrada, quedaba atrás. De momento, los 20 metros del pasillo que van hacia las recámaras se transfiguraron en mi pista de entreno. Cinco vueltas a trote suave, intercambiando con 5 más rápidos. Finalmente, jalones a velocidad de un 60% mi capacidad. El primer día lo recibí con agradecimiento y hasta alegría. Luego, ya fue más difícil, la cabeza pronto reaccionó y comenzó a joder. Tuve que coger el rosario, como tú, hermana. Calculando que un primer cuarto, eran 15 minutos. Comenzando con los Misterios Gozosos, seguir con los Luminosos. Era ya la media hora. En cierto momento, logré hacer los 4 tramos. No pude repetirlo. Nuevamente la cabeza se negaba a entrar en el juego. Así, no sé cuánto tiempo pude aguantar. Para mí también se volvió asunto de vida o muerte. Nosotros no tuvimos ni siquiera una leve esperanza de reclamar regla de confinamiento. Sencillamente, no había ninguna. Tú y Jacques, al menos podían, en aquel 23 de diciembre, exigir que se les aplicara el “régimen de Buchenwald”. Un 160


La Casa Amarilla plato de sopa con 1 o 2 patatas, majadas y calculadas para comerlas entre 10 prisioneros. Te quejas de crueldad. ¡Suprimieron el queso! Para los nuevos confinados en estos modernos campos de la peste, no lo suprimieron. Les aumentaron el precio. Leí que alguien encontraba justo que se pagaran casi 20 $ por una bola de mozzarella, considerado, artículo de lujo. No quiero imaginar si hubiera sido un Brie de Maux. El milagro, dices, fue sobrevivir, compartiendo la misma barraca con un belga y su espalda ulcerada, un jovencito ruso, con la misma llaga en una mano, un francés con repugnantes llagas sifilíticas. Ser testigos de sus estallidos de cólera, tan insoportables como sus llagas, en aquella corte de los milagros. Lo mío te puede parecer ridículo. Se abre el confinamiento absoluto, más toque de queda. Salida por sexo. Mujeres lunes, miércoles y viernes 2 horas. A fuerza de reclamar, se cambió el horario para los viejos, de modo a poder salir, no ya entre 11 a.m. y 1 p.m. De 7 a.m. a 10 a.m. Luego, apertura de algunos espacios de bienes comunes. Otros milagros en la corte del reinado de lo miedoso ridículo. Judith Butler acaba de convencerme de la existencia de miedos valientes, hermana. Valientes y enamorados Los pistoleros y sus sacristanes / y sus lameculos / y sus hooliganes usaban el lenguaje de la épica al romanticismo venenoso y exhalado del Pueblo, esa abstracción tan conveniente para derramar sangre con la conciencia tranquila. El tema “Llamo pedagogía de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar 161


Edilia Camargo lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, esta pedagogía enseña algo que va mucho más allá del matar, enseña a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difundo”. Es Rita Segato, de inmediato la reconocemos, hermana. Lo triste de todo esto es escuchar en estos momentos de encierro, a los espejos del webinismo, mirar el tema de la pedagogía, opuesto a la epistemología, como si esta enseñanza de la crueldad tuviera algo que ver con el conocimiento, como disciplina filosófica y rigurosa. Triste igualmente pensar, hermana de mi alma, cómo las escuelas mutaron, junto con el virus de aquella peste, mutaron para convertirse, emulando al Buchnwald de Albert, o al Albrook de Hidalgo en industrias de cadáveres, muertos de hambre y de ignorancia, vuelos a tierras altas. La sangre se secó junto con las lágrimas. Sigamos un poco más, a Rita. “Me refiero a algo muy preciso, como es la captura de algo que fluía errante e imprevisible, como es la vida, para instalar allí la inercia y la esterilidad de esa cosa que es la escuela de hoy, mensurable, vendible, comprable y obsolescence, como conviene al consumo de esta fase apocalíptica que es el capital humano confiscado”. Daba pena ver a la pobre sindicalista, hablar de cambios de paradigmas, sin pensar en el primero de todos, el de la explotación actual que supone una variedad de formas de desproteccion al patrimonio histórico, a los viejos, a los niños y niñas mandadas por el Estado a albergues de adultos, mujeres, trabajadores, en fin, hermana, precariedad de la vida, “disminución de la empatía de los sujetos” pps 55 y ss. Desde este, mi cobijo amarillo, mi albergue, más bien el 162


La Casa Amarilla manto que me cubre al día de hoy, mientras vivo y sigo existiendo en este mundo. Hablando de puesta de cuerpos, las tres mujeres que se interesaron seriamente para llevarlo al terreno de la filosofía. Rita Segato, Judith Butler y Cynthia Fleury, esta con su aporte sobre la valentía. No se atreven a llevar la cassette mas atrás para mirar cómo fue aquello, mirándolo desde la esclavitud, o si prefieres, la africanía latinoamericana. Prefiero usar este término a Africanization. Siento que los mismos africanos lo vomitarían, por muchísimas razones. Una de ellas, me la soltó un experto de la FAO, creo, en Antananarivo. ¡Nosotros no descendemos de esclavos! Chúpate esa. ACH me pregunta: Hay quienes pretenden que la esclavitud en el Caribe fue un fenómeno diferente a lo que se practicó en la Tierra Firme. ¿Me equivocó? Si es cierto ayúdame a ver la diferencia. Hubo diferencias de forma. No tanto y en cuanto a estructura. Las primeras olas salidas de la Tierra Firme africana del Oeste. Digamos, la esclavitud legitimada. Y la segunda, arrancada a las islas del Océano Índico. Las Mascaregnas. Y en primer lugar, Madagascar. Sistema Servil de la Trata en el Este malgache, recoge las ponencias reunidas por Rakoto Ignace, Prefacio del amigo Mangaleza Eugéne, Rector de la Universidad de Toamasina, Tamatave (2000). “En marzo de 1679, 700 malgaches llegaron a la isla de Barbados. El gobernador Bradstreet del Masachusets, en 1680, escribe en su informe a Londres, sobre población negra de la Colonia, de la llegada de unos 200 antes de esa fecha. Un navío pequeño proveniente de Madagascar con 40, 50, personas a bordo, mujeres y niños, cada negro vendido entre 10 a 20 163


Edilia Camargo sterlings. Agregaba que en algunos casos, los mercaderes se llevaban un beneficio de unos 40 sterlings por cada esclavo vendido”. “Otro funcionario colonial, Robert Holden, de paso por la ciudad de Boston, en junio de 1679, comunica a sus superiores la llegada de un velero, que de regreso a Madagascar desembarcó personas de color, supuestamente malgaches, en Jamaica”. The Colonial Récords of North Carolina, vol I: 1662-1712. Raleigh, P.M. Hall, Printer to the State, 1886, p 245. En abril 1681, llegan a Barbados entre 900 a 1000 malgaches. Claramente se muestra a lo largo de las diversas ponencias recogidas por Rakoto Ignace, la implicación directa de las colonias inglesas en esta Tierra Firme de mis amores, en el comercio de esclavos, a partir de la Gran Isla, con nombres propios de los navíos. Robocq, el Philip. El Charles, Firebrass, Loveing Friendship, Phoenix, John y Mary, Francis, Margaret. Y no solo hacia Barbados y Jamaica. Se reporta el desembarque del Mariner Adventure en el puerto de Amboy, en la colonia de Nueva Jersey. “A la Luz de este breve estudio sobre la trata, fuentes anglonorteamericanas del siglo XVII, no es difícil imaginar la cuantía de los tráficos humanos. Los flujos se fueron haciendo cada vez mayores. Solo que la documentación existente raya el límite de la prudencia y del oportunismo político. Los norteamericanos, al igual que los otros blancos, utilizaron la violencia sobre cuerpos. Puestos a la venta. Trampas y la fuerza bruta con el fin de hacer rentable sus empresas. Pensamos que no debemos olvidar ese estado de cosas, aun cuando se considere que los malgaches echaron mano de la amistad y de la capacidad militar del blanco, en provecho de sus guerras internas de extensión y consolidación de poderes”. pág. 90. Digamos que es la versión corriente de la falsa historia y sus legionarios. Para tu hermana no es difícil trazar una línea recta 164


La Casa Amarilla entre estos malgaches barbadenses y jamaiquinos, agotado el sistema de plantaciones. Reciclados en mano de obra barata. Mutados en modernos silver rollers, contratados por sus amos blancos norteamericanos gold rollers. Otra arista del infame negocio me viene ahora al espíritu. La sexualidad de esos esclavos, africanos o malgaches. ¿Cómo carajo manejaron su producción de semen? Cuando no les era permitido casarse. Se sabe del alto índice de suicidios entre mujeres, sea preñadas de los amos. Sea por mal de amores. El drama ha sido poco llevado a la gente de escritura, que no creo debamos llamarla literatura. Hoy nos salen literatos hasta especializados en esta peste. José Donoso, creo ha sido el único en plantear abiertamente la cuestión de la bastardía del latinoamericano. El único con cojones para entrar de lleno al terreno de la sangre. El idiota de Vargas Llosa, se queda en la carne incestuosa. Sin tocar, la ley del vientre. Le dará asco escribir mirando a los intelectuales negros desde su propia bastardía de criollo peruano. Sin embargo, tengo que agradecerla, hermana, el haber pedido a los intelectuales negros, no a negros ni a los supuestos afrodescendientes, dar la cara por la sangre que corre por sus venas. Haber sido testigo yo. Sin mayúsculas. Ni un carajo de cómo descuartizaban el brazo izquierdo de la madre, buscando un rabo de vena, en aquel moridero para mujeres cancerosas, que no hospital. Cómo corría su sangre ante mis ojos. Aquel grito de dolor de todas esas mujeres en la nave principal de la Iglesia a Santa Librada de Las Tablas. La Corona de la Calle Abajo, peinando el cadáver de la prima Syria. No hermana, dónde carajo se quedó la negritud, si no fuimos capaces de salir de nuestra docilidad y mansedumbre. Supondría para nosotras, aceptar no tener madre. Aunque hubiese sido un gesto simbólico. Las nuevas generaciones de hoy están gritando no tener padres. Balance ton père. 165


Edilia Camargo Ni tú ni yo estábamos listas para declararnos huérfanas antes de aquel Lunes de Carnaval. La bastardía del criollo latinoamericano planteada como recurso literario, exigirla, el invento de otra maternidad, otra paternidad. Sentimientos sublimados en lo que sería una patria convertida en vientre. Una cierta realidad superior que superaría todas las ambigüedades ligadas a las condiciones de una mujer o de un hombre de carne y huesos. La conversación giró, sin darnos cuenta, hacia otro terreno, tan lleno de espinas como el anterior. Cuestión de saber cómo se perciben a sí mismos los esclavos y sus descendencias africanas o malgaches. El espejo de la vida cotidiana arrojará tal vez una realidad tremendamente rica y compleja, casi inatrapable por la vía de la escritura. Es más, hermana, me atrevería a afirmar que nadie ha intentando hacerlo, por esas mismas razones. Esta historia africano / malgache es una escritura en el suelo. Como este cobijo amarillo que se puede llevar a cuestas, como ese gusano ciempiés del mismo color, o como el caracol ensimismado en su concha, digo casa. Es un bello manto bordado de veraneras rojas, una mortaja muy especial, si prefieres. Es capaz de recubrir una y todas las existencias humanas. Un inmenso saco de henequén tan inmenso como el propio mundo, o tan pequeño, como el de Mr. March. Nosotras que fuimos las ricas del pueblo. ¿Qué nos quedó de todo aquello? Un pobre y miserable instrumento de observación indirecto, tal es la naturaleza de la razón, unido a la distancia que se estableció entre lo que fuera la patria que nos vió crecer y la inmensidad del espacio exterior en donde transcurrió luego el paquete de tiempo de nuestras vidas. 166


La Casa Amarilla Hermana querida, en medio de toda esta locura se fue la madre en nosotras. Moriríamos en cada una de nuestras “maternidades” como murió ella, primero llevando en su vientre el cementerio de sus propios hijos. Finalmente, llegó la cuarta semana, con aquel grito del otro lado del teléfono: “¡Tía, se me murió mi mamá!” Busco cobijo en el pensamiento de Catherine Clément. Es muy fuerte todo esto para mí. La Ópera o la derrota de las mujeres. “Las madres son las grandes sacrificadas de la historia. Dos nos son casi desconocidas; la madre de Sieglinde, empleada temporal, los hijos de Wotan, —la conocieron apenas—. Idéntico juego para la madre de Hagen, Krimhilde. Fueron solo vientres, útiles en algún momento, solo por el tiempo de la crianza. Amamantarlos, luego desaparecen. Así desapareció la madre de nuestro radar. Se habían llenado las funciones”. Nos miramos en su espejo. Para ver tu naríz o la mía. Cuál de las dos tiene, la nariz de ella. No nos quedó nada hermana. Solo su ausencia. No quiero terminar esta conversación, sin pedirte hermanita, abrázame, porque soplan vientos de desguase. Abrázame fuerte, muy fuerte amor. Hasta que las muerte, hasta que la muerte nos abrace. Tengo miedo de mi miedo. Mira que me señalan con el dedo. No creo en nada. No queda ningún mandamiento que no haya quebrantado. Abrázame fuerte, muy fuerte. Está al acecho el enemigo. El mismo de siempre. Quiero saber que estás conmigo para asumir juntas nuestra derrota. Y como soplan vientos de desguase, dejemos ir al carajo al ejército de patriotas y sus estatuas de negociadores traidores. Abrázame. Luis Eduardo Aute.

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Edilia Camargo

Maevetanana

R

egaban ayer unas cenizas desde lo alto del Palacio del Rey Andrianampoinimerina (1787-1810). Eran los restos de unas dos e, ambas en mayúsculas.

Un homenaje a una tercera, minúscula de nacimiento. Bautizada quedó en el vientre de su madre por voluntad consentida de La Grande Reina E mayúscula. La ceremonia tuvo lugar en una Escuela Primaria de Maevetanana, en presencia de maestros y el equipo de formadores del proyecto MAG / 93. Educación en materia de población. UNESCO / FNUAP. Lejos, muy lejos de los imerinas, en el Reino de los Sakalavas, llegados en el siglo XVI a ese lavadero de oro de 23 kilates en la Gran Isla. La Reina E cedió a la madre / maestra embarazada, no solo la vocal de su nombre sagrado, don de su padre, el Capitán Cabuya. Ellos los sakalavas hicieron suyo también el apellido, impregnado del perfume de las flores de naranjos y café de nuestro Campana de Capira, pero quisieron colocar entre ambos dones, la sagrada palabra en la lengua de los Imernas que nombra a la plata. Dos combinaciones algo raras E Ramvola y Camargo. Dado en la Casa Amarilla, Falls Church, Virginia, 19 de noviembre de un año luz.

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EDILIA CAMARGO

CASA AMARILLA LA

Brutos y helados días de invierno Regaban ayer unas cenizas desde lo alto del Palacio del Rey Andrianampoinimerina (1787-1810). Eran los restos de unas dos e, ambas en mayúsculas. Un homenaje a una tercera, minúscula de nacimiento. Bautizada quedó en el vientre de su madre por voluntad consentida de La Grande Reina E mayúscula. La ceremonia tuvo lugar en una Escuela Primaria de Maevetanana, en presencia de maestros y el equipo de formadores del proyecto MAG / 93. Educación en materia de población. UNESCO / FNUAP. Lejos, muy lejos de los imerinas, en el Reino de los Sakalavas, llegados en el siglo XVI a ese lavadero de oro de 23 kilates en la Gran Isla. La Reina E cedió a la madre / maestra embarazada, no solo la vocal de su nombre sagrado, don de su padre, el Capitán Cabuya. Ellos los sakalavas hicieron suyo también el apellido, impregnado del perfume de las flores de naranjos y café de nuestro Campana de Capira, pero quisieron colocar entre ambos dones, la sagrada palabra en la lengua de los Imernas que nombra a la plata. Dos combinaciones algo raras E Ramvola y Camargo. Dado en la Casa Amarilla, Falls Church, Virginia, 19 de noviembre de un año luz.


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