Pensando el momento de salir a pasear por el campo que admiro desde mi ventana (1)

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A un amor que en la distancia vive y en la cercanía de mi corazón permanece Pensando el momento de salir a pasear por el campo que admiro desde mi ventana, acercarme al atardecer o bien salir al encuentro de la llegada de la noche. Años llevo de estar frente a esta ventana insólita que no me atrevo a traspasar, me siento como prisionero de un mundo extraño en el que ermitaño me nombran mis más cercanos vecinos, que por cierto a diez kilómetros a la redonda se encuentra el más cercano, por alguna razón que aún no me explico mi casa está ubicada de esta manera. He pasado días en este lugar que se ha circunscrito a una habitación inhóspita alumbrada tenuemente por el recuerdo de mi último amor y tapizado por las cartas que escribí y que no envíe, las cuales leo una y otra vez inventando tu figura entre mis dedos que como agua se esparcen. La última vez que nos vimos y conversamos se interpuso el atardecer como tu celoso guardián, ahogando el intento por besarte, te veías tan linda con el traje que cubría tu cadencioso cuerpo adorando por avatares fucsias, encajado entre las fulgurantes cimas que frente a ti me inclinaba para acercar mis ojos. Eras como una mujer que posiblemente escapaba de su traje. Pendiente de la huida de tu vestimenta me he quedado, trasluciendo cada parte de tu cuerpo y contando los instantes en los que corría para encontrar tu mano extendida frente al sol, para sentir el reflejo de tus ojos que se cruzaban con la luna, prendido frente a esa ventana recurriendo a mis memorias para reinventar tu último paso por mi casa, marcados en el piso tus huellas no he querido borrar para pisar tus pasos e inundarme de y en ti. Entre esos recuerdos diáfanos, te tomo de la mano para danzar, mirándote fijo a los ojos, ver tu sonrisa franca y grande que bordea tus mejías y las enmarca en el cielo. Tu imagen reconstruyo con cada recuerdo tuyo, con cada sonrisa que al viento dejaste volar, con cada palabra que gritaste frente al mar. A través de esta ventana que empañada con mis lágrimas intento cruzar para dejar cada recuerdo tuyo como huella al volver a mi recinto; en tu búsqueda emprenderé este viaje, para quedarme en tu regazo agazapado y no volver al encierro de tantos años. Al otro lado de la ventana un beso te daré, frente a tus ojos dibujare con palabras tu rostro, sentir que el paso entre el olvido y el presente son dos momentos indistintos que mi corazón se rehúsa a aceptar, después de vivir por tantos años con la esperanza de que este momento se inmortalice y pueda quedarme en ti. Quedarme en la dulzura de tus memorias y en las esquinas esconderme.


Ver en ti los recuerdos: guardando en tu bolso viejos cuentos de tus siluetas desnudas, acariciadas por el viento, besadas por las hojas, escudriñando las rendijas de tus memorias, trastocando los rescoldos de tus imaginaciones, volver a verte es abrir la puerta del ayer e ingresar sobre una fogata prendida en las paredes, tu voz en el eco adormecido, tus pies arrancados de la tierra. Intento volar sobre tus recuerdos, resignado a tu imagen entumecida y sin movilidad, esquilmada por los años y las penas que se esparcen por tu corazón y arrinconadas en la esquina del más lejano letargo. Allí es donde me agazapo cada noche, como en aquellos tiempos cuando arrumados, frente a la luna inauguramos amores, truncados tiempo después por las “cosas” de la vida. Negar que no te sueñe y que acaricie la tarde de tu partida para pretender volver a encontrarte, brincando el surco de tus ojos, correr hasta ti y volver a divisar la añosa de tu madre aun guardando de ti, su tesoro invaluable. Busco en mi piel la realidad o la imaginación. Tan cercanos tus besos se alejan en la oscuridad de la noche, terminados en una vieja casa desvencijada por las tormentas copiosas y encantadas en tu ausencia, guardan el maquillaje de tus rubores, esperando los espejos volver a antojarse de tu rostro, la llama de la chimenea intenta descansar de tus leños de olvido, casi mi cómplice en mi viaje por encontrarte. Te echo de menos, te llamo en recuerdos, te espero en las nubes silenciosas, el miedo me invade fuera de esta ventana, la ilusión de verte se esparce y pierde en la realidad, divago por el corredor de tu cuerpo escenificado por el bosque austral que se aleja entre follajes, se inunda entre el río denso, se decanta entre la desventura de tu partida, entretengo tu recuerdo con la esperanza que me hace vivir en el éxodo que peregrino sin cesar, me rehúso al olvido que en los últimos años se ha convertido en mi mundo. Vuelvo a la habitación inhóspita, derrotado porque no encontré tu mano frente al sol, no volví a tener tan cerca tus ojos, tus derroteros brazos cruzan el umbral de otros amores que acarician puntualmente tus horas de amor, minuto a minuto consienten tus labios, tu rostro esbozo con pinceles de olvido, lo materializo en el pentagrama de mis ayeres, lo prescribo en las notas del viejo cuaderno. Entrecruzado en esta habitación, prestando palabras para olvidarte, o palabras para reinventarte y volver a salir en tu busca, periplos imaginarios describo en mi mente, donde puedo besar el cielo de tus amores, respondiendo al embrujo de tus ojos, a las delicadas musas de tus olivos, sentarme en tu banca y contonear tus palabras para considerar que me amas aún. Pintar tus manos en la puerta de mi corazón. Mujeres de mis ilusiones, novia de mis compañías tristes que resquebrajo entre mis tenues saberes.


Hoy no puedo contener la nostalgia de un amor como el tuyo, que se anida en el pecho del clarinero que en mi jardín voló y ahora vuela solo, buscando en cada árbol tus memorias. Un instante de ese amor que en vericuetos túneles del olvido se pierde, el que intento atrapar en mi desaliento; desesperado por no dejarte ir. A dónde vas?, digo, en dónde estás ahora. En la hojarasca de otro amor gravitas, inundada de felicidad, tejiendo en el entrepaño de la pasión otros frutos, que “nuestros” debieron ser, cuando al camino desde esta vieja ventana los vislumbro grito comunalmente tu nombre para evadir mi desaliento y desarticular cada uno de tus recuerdos que impregnados llevo con cada torrente de las letras de tu nombre. Vivo en cada uno de tus pasos, sueño con cada uno de tus triunfos, bajo la luna me siento cada noche a escudriñar tu rostro fraguado con el rocío de los jazmines, tiernamente te pierdes entre las nubes mojadas por mis lágrimas, te has ido sin despedirte, acaso era necesario hacerlo. Sí porque te amé, te amo y te amaré, y en esta habitación lúgubre seguiré clamando por tu regreso, inundarme de tus recuerdos trenzados en pétalos de dolor. Cada esquina de esta habitación seguramente guarda tu presencia, tu esencia y tu aroma prensado en las rendijas de las puertas, que selladas con mi nostalgia para que se queden aún acá, abrazado a ese hilo de tu “amor” viviré, soñaré, sentiré, compartiré con mi soledad esta despedida tuya. Hoy “mi amor” como antes susurraba a tus oídos, intento explicarme qué paso o cómo fue que todo terminó, si aún te amo, aún palpita mi corazón con tus imágenes. Estaré esperando en esta habitación por ti, frente a la fogata que animaba nuestras noches de amor, frente a la vela que aromatizaba nuestros besos, frente a la flor que adornaba nuestro lecho, frente a estas paredes que en complicidad con la oscuridad hicieron fulgurar el amor, de pie con toda tu presencia estaré en la ventana y la puerta estará abierta en espera de tu regreso, fielmente me levantaré cada mañana con los celajes para que guarden tu camino de regreso, al acostarme invocaré tu nombre a las estrellas. Soñaré que has vuelto a esta casa, de la mano caminamos tras el trinar de los pájaros, corremos hacia la sombra del roble que marcó nuestro primer encuentro, buscamos la tiza con la que grabé tu nombre en la luna, reescribimos nuestra historia de amor


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