Creo en Jesucristo

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CREO EN JESUCRISTO Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

La parte dedicada a Jesucristo es la más extensa en las tres versiones del Credo: Apostólico, Niceno-Constantinopolitano, y Pueblo de Dios. Por eso se ha dividido en dos sesiones.

1ª PARTE (Primera sesión) Jesucristo, Buena Noticia: En los dos últimos siglos ha habido una polémica sobre la identidad de Jesucristo que consistió en lo siguiente: - Para unos, le veían preferentemente como Jesús de Nazaret, al potenciar su dimensión humana. - Para otros, sin embargo, casi exclusivamente desde la dimensión divina: el Cristo del Credo. Últimamente se ha llegado a un acuerdo que consiste en saber que no se puede acceder al Jesús histórico prescindiendo del Cristo de la FE. Uno y otro son la misma persona. Desde la primitiva comunidad cristiana, la predicación consistió en anunciar a Jesucristo para proponer la fe en Él. La palabra “Jesucristo” encerraba ya dos dimensiones. Así el nombre de “Jesús” significa “Dios salva”, expresando su identidad humana y su misión específica. El nombre “Cristo” (Mesías) significa “Ungido”. Jesús es el Cristo porque ha sido consagrado por Dios para la misión redentora. Jesús acepta el título “Cristo” siempre que sea compatible con el siervo sufriente “que da la vida por muchos” (Jn 3,13). De “Cristo” procede el nombre de “cristianos”, es decir, los que tienen su misma vocación desde Él. El término “Señor” (kyriós) se aplicaba solamente a Dios. Revela la naturaleza divina, y los primeros cristianos se lo aplican muy tempranamente a Jesús, al reconocer en él el mismo poder, honor y gloria que a Dios Padre. Así Jesucristo kyriós es el único a quien merece la pena someter la propia libertad. Jesucristo, hijo unigénito de Dios: ¿Son fiables los evangelios para conocer a Jesucristo de verdad? ¿Coinciden Jesús de Nazaret con el Cristo del Credo? El único acceso para conocer la verdad de Jesucristo son los Evangelios. - El valor de su verdadera persona y el de su obra no se entiende sino es desde su Espíritu, y al Espíritu Santo no se accede si no es por la fe. Una fe que no contradice a la historia, pero que sin ella solamente nos quedaríamos en la periferia de la personalidad de Jesucristo - La fe nos enseña que no hay contradicción entre el artesano de Nazaret y el Hijo de Dios. - Ella facilita el acceso a la oración que mantenía con el Padre, lugar exquisito para comprender su intimidad, ya que la oración era el latido que alentaba su vida. Dos momentos importantes para comprender que Jesús es el Hijo unigénito de Dios son su Bautismo y la Trasfiguración. Él mismo afirma que conoce al Padre, y de ello sus discípulos son testigos (Jn 1,14).


El Hijo de Dios se encarnó en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación. A este misterio se le llama la “Encarnación”. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre: Los primeros concilios se tuvieron que preguntar sobre tres cuestiones que constituyen la personalidad de Jesucristo: Mesías, Hijo y Dios. Las tres enlazadas entre sí. Así: - Los concilios de Nicea y Constantinopla afirmaron que fue engendrado, no creado de la misma naturaleza que el Padre. - El Concilio de Calcedonia, que fue uno solo, Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre: o Con alma racional y cuerpo humano. o Consustancial en la divinidad con el Padre. o Consustancial en la humanidad con nosotros, excepto en el pecado. La Iglesia supo expresar esta reflexión sobre la Encarnación. Jesucristo así es: - verdadero Dios y verdadero hombre. - con dos naturalezas, la divina y la humana, no confundidas entre sí. - en una sola persona. La persona de Jesucristo: El Hijo de Dios asumió un cuerpo con un alma racional y con una inteligencia, pero con un conocimiento íntimo y original de Dios. Tenía voluntad divina y humana. Con un cuerpo visible, con un corazón humano. Para entender su persona hay que afirmar su doble dimensión, sin prescindir de ninguna de ellas. Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nacido de Santa María Virgen: Lo que ocurre en María es una nueva creación: la Palabra se hace carne: - En María Dios se introduce en la historia humana. - Dios Padre no es el padre biológico de Jesús. - La expresión: “engendrado por obra del Espíritu Santo” quiere significa que no hubo intervención de varón. Así María es Theotókos (Madre de Dios), al ser madre de Jesús. Dios la eligió desde la eternidad, inmaculada y preservada de pecado: - Por pura gracia permaneció sin pecado siempre: “llena de gracia”. - Pero ella se ofreció totalmente a la persona y a la obra de Jesús. - Siempre “virgen” o entrega total. Los “hermanos” son los parientes cercanos, pero sólo tuvo un único hijo: Jesús. Mientras que espiritualmente nos tiene a todos los salvados, por eso es llamada: “la nueva Eva”. En María hay un nuevo comienzo de la humanidad, no por el esfuerzo natural, sino como don o gracia. Toda la vida de Jesucristo es un misterio: Jesucristo no es un filósofo ni un líder a la usanza, ni un portavoz de Dios. Él es la Palabra. Toda la vida de fe es acontecimiento que apunta al misterio de Dios (Jn 14,9). Así lo vive la Iglesia a lo largo del Año Cristiano como un proceso: - La esperanza, en el Adviento. - La gloria manifestada en la debilidad, en la Navidad. - La manifestación como Luz para todos, en la Epifanía. - Como cumplimiento de las promesas, en la Presentación en el Templo. - La vida oculta de Nazaret, a lo largo del Tiempo Ordinario.


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La conversión, en el Bautismo del Señor como prefiguración de nuestro bautismo. Las tentaciones, en Cuaresma. La Transfiguración como luz capaz de aclarar la cruz. La Entrada en Jerusalén, como acogida. Y en la Semana Santa como Triduo salvador.

Preguntas para el diálogo: 1. ¿Qué significa que Jesucristo es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre? 2. ¿Cómo se entiende la necesidad de reparar en la oración de Jesús para intentar comprender su propia personalidad? 3. Intervención del Padre y del Espíritu Santo en la vida de Jesús. 4. ¿Cómo se entiende a María “llena de gracia”? 5. Importancia del Año Cristiano.

* * * 2ª PARTE (Segunda sesión) Jesús y el Reino de Dios: - Jesús se presentó predicando el Reino de Dios (o de los Cielos). - Esta expresión aparece 122 veces en el Nuevo Testamento, y 90 de ellas en boca del mismo Jesús, invitando a su participación. - Jesús anunciaba el Reino con palabras y signos. - Lo concibe como una liberación total de la persona, principalmente del pecado y de la muerte. - Elige a Doce para que sean testigos de su resurrección, refrendo del Reino. - Dos características del Reino presenta: o Jesucristo es el Rey al que hay que aceptar. o La aceptación ha de ser personal y comunitariamente: La Iglesia. - La relaciones entre el Reino y la Iglesia:  El Reino no coincide con la Iglesia, ni es lo mismo.  Pero el Reino no está separado de la Iglesia. Posturas erradas:  Se ha pasado últimamente de un exagerado eclesiocentrismo, al cristocentrismo.  Habría que volver al reinocentrismo. - El Reino es más grande que la Iglesia: o El patrimonio de todas las religiones, porque todas colaboran a su llegada. o Pero existe un problema: el creer que todas las religiones parten con las mismas posibilidades, en este caso Dios no tiene lugar porque los protagonistas son los humanos que diseñan los distintos caminos. - El Reino de Dios viene a través de Jesucristo: “Se ha cumplido el plazo”. o Este punto queda aclarado en la correcta interpretación de la parábola del Fariseo y el Publicano:  El primero habla a Dios de sí mismo.  El segundo mira a Dios, porque necesita de Él.  Aquí está la diferencia entre la ética y la gracia. - El Reino de Dios, así, se entiende desde Jesucristo y su misterio. - Se resumen en dos documentos sacados del Evangelio: o Las Bienaventuranzas.


o El Padre Nuestro. BIENAVENTURANZAS: Bienaventurados los pobres de espíritu:  No tanto los que aman a Dios, cuando los que se dejan amar por Él.  No es pobre el que se centra en sí mismo y vive como si Dios no existiera. Bienaventurados los mansos, los humildes, los que reconocen que son criaturas:  No buscan tanto los derechos personales o sociales, sino los de Dios.  Desde la dulzura y la ternura.  No es manso quien desconfía de la Providencia de Dios. Bienaventurados los que lloran, los que sufren como y por lo mismo que sufre Dios:  Los que desde los deseos de Dios ven que los hombres no caminan por esos deseos.  No llora quien se muestra siempre crítico siendo juez de todo y de todos. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia de Dios, de hacer realidad la santidad de Dios:  Los que caminan con la libertad de los hijos de Dios y ponen como centro de su existencia la vida y el amor de Dios.  No tienen hambre, los mediocres, los instalados, los resignados. Bienaventurados los misericordiosos, los que tienen útero materno:  Los que acogen a todos con gratuidad.  No son misericordiosos, los selectivos, envidiosos y rencorosos. Bienaventurados los limpios de corazón, los transparentes, los que no tienen dobleces:  Tienen corazón de niño, y son agradecidos.  No son limpios, los hipócritas, y los que no viven el estilo del ágape. Bienaventurados los pacíficos, los armónicos con ellos, con los demás y con Dios:  Los que tiene una paz profunda.  Los que son coherentes.  Los que siembran comunión.  No son, los agresivos, los interesados y los amargados. Bienaventurados los perseguidos e insultados, los que son signo de contradicción:  Viven a contracorriente por defender los valores.  No son; los fanáticos, los que tienen miedo al ridículo, los que no saben dar sentido a la adversidad. PADRE NUESTRO: Padre nuestro: o Un Dios compartido por el Hijo y todas las criaturas.


Que está en el cielo: o Nos envuelve y nos llena de todo. o Nosotros somos peregrinos hacia Él. Santificado sea tu nombre: o Es reconocerle como centro de nuestras vidas. Venga su Reino: o Aceptar al Hijo como Rey, y vivir las obras del Reino. o Es desear vivir las bienaventuranzas. Hágase su voluntad: o Lo que hay en Dios se desea que se extienda a la humanidad o Hacer una civilización de vida y amor. Danos el pan cotidiano: o Se incluye lo necesario para vivir, material y espiritual. o Y estar dispuestos a compartir. Perdónanos para poder perdonar: o Entender que la medida del perdón hacia los demás es el perdón recibido con anterioridad. o Perdón sin fronteras. No nos dejes caer en la tentación: o No se pide evitar tener tentaciones, sino no caer en ellas. Tener luz para discernir y la fuerza necesaria para afrontarla. o Estar siempre vigilantes. Líbranos del mal y del Maligno: o Vivir sin ser atrapados ni por las estructuras del mal ni por el Maligno mismo. Fue crucificado, muerto y sepultado: - La cruz es el punto de partida de la confesión de fe. Desde la cruz se entiende a Cristo y a la Fe en Él. - La figura de Cristo en la cruz habla más que cualquier palabra. - La cruz comprende a la pasión, la muerte y la glorificación. Que es el centro de la fe cristiana. - Encontró oposición entre algunos jefes de Israel, pero, o Él no se opuso nunca a la Ley, sino a su interpretación. o Él no se opuso al Templo en cuanto tal, sino a su uso. o Él no se opuso al Dios único. - Sus opositores no fueron los “judíos” en cuanto etnia, sino los pecadores. - Por el pecados Jesús se entregó libremente: o Durante toda su vida. o Hasta llegar a la cruz.  En la Cena supo anticipar esa entrega para hacerla memorial y poder ser celebrada.  En Getsemaní se adhiere a la voluntad del Padre.  Así la cruz es expresión de amor radical capaz de rescatar al pecador.  No es el hombre el que se acerca a Dios,  Sino Dios el que se entrega al hombre.  Así la cruz es un movimiento de arriba hacia abajo.  Aceptar la cruz es dejarse poseer por Cristo. o Sin esta visión de la cruz, la Iglesia no tiene sentido:  Sabe superar el escándalo del fracaso.  Sin quitarle nada de su radicalidad.  La cruz implica verdaderamente a la muerte.


Jesucristo descendió a los infiernos: - Es el artículo del Credo que más choca con la mentalidad actual. - Es contemplar el Sábado Santo como algo distinto del Viernes Santo. o En el viernes santo se ve la muerte como suceso. o En el sábado santo, se ve la muerte como estado. - Es el día del Gran silencio, del ocultamiento de Dios, de la ausencia de Dios. - Dios que es Palabra, también se hace silencio, para solidarizarse con nuestra más profunda soledad. - “Los infiernos” es una expresión que sirve para situar a los justos que murieron en la espera de su Redentor. - Éste es Jesús, que bajó hasta su situación para liberarlos. - Jesús se hace cercano al hombre en su muerte: o ¿Dios ha muerto! ¿Nosotros lo hemos matado! de Nietzsche está copiado de la tradición cristiana, pero con otro sentido. o Hoy habría que interpretar y situar esta expresión:  Mientras que para Nietzsche significa el final de Dios.  Para el cristiano es sólo el principio de la liberación. Un signo de luz.:  Un gesto de solidaridad.  Un intervalo para el triunfo. - En la soledad más absoluta del hombre se oyó la voz de que es amado, porque nunca estará solo. Al tercer día resucitó de entre los muertos: - Lo que parecía un sueño, se ha hecho realidad. - Se da cumplimiento a las palabras del Cantar de los Cantares (8,6): “El amor es más fuerte que la muerte”. - En la Resurrección confluyen dos dimensiones a las que el hombre aspira: o La supervivencia en los demás. o Con un amor fuerte, más que la muerte. - Resucitar no es volver, sino llegar a la eternidad del Amor. - La resurrección es la verdad culminante de la fe cristiana: o Atestiguada por las mujeres, por Cefas y por más de quinientos. o Ellos no inventan, sino que testifican. o Aunque tengan que soportar el reproche por ser incrédulos. - La resurrección sobrepasa la historia como Misterio de Fe. - En ella actúa la Trinidad completa: o El padre manifiesta su poder. o El Hijo recobra la vida. o El Espíritu Santo vivifica y glorifica. - Supone la culminación de la encarnación. - La resurrección de Cristo es el principio de nuestra resurrección. Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso: - A los cuarenta días se une plenamente al Padre, reinando e intercediendo por todos. El cielo: - Es el estado de felicidad suprema. - Es ver a Dios “cara a cara” (I Cor 13,12). La plena comunión con la Trinidad.


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El cielo es lo definitivo, lo totalmente otro basado en el amor irrevocable e indivisible de Dios. Llegará a la plenitud cuando se reúna la totalidad de los miembros del Cuerpo de Cristo.

El purgatorio: - Consiste en un proceso radicalmente necesario de transformación. - Lo constituyen los que han muerto en la amistad de Dios, pero necesitan purificación, porque el pecado siempre deja secuelas. - Según la teología protestante, no encuentra base en la Sagrada Escritura, pero pertenece claramente a la Tradición de la Iglesia. - En la base está la “Comunión de los Santos”, los sufragios, oraciones, intercesiones de unos por otros. - Este tema se ha callado en los últimos tiempos, tal vez por el carácter mercantilista con que en algunas época se ha tratado, pero no conviene ocultar algo de lo que ha sido tan sensible en pueblo cristiano con infinitos gestos de amor y de ayuda que van más allá de las barreras de la muerte. El infierno: - Consiste en la condenación eterna de todos los que mueren en pecado grave, por libre elección, y rechazan el amor misericordioso de Dios. - La pena consiste en la separación eterna de Dios como única fuente de felicidad. - Jesús habló muchas veces de él con distintos términos: “Alejaos de mí, malditos al fuego eterno” (Mt 25, 41). - Aunque es verdad que Dios quiere que todos los hombres se salven (2 Pe 3.9). Ascensión de Jesucristo: - El cielo es el contacto entre el ser del hombre y el ser de Dios. - Es el futuro de la humanidad en su aspecto social, más que un destino privado y personal. - Jesús inauguró este estado de contacto directo con Dios, que remite al más allá e ilumina al mas acá. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos: - Por el término “mundo” se entiendo, no sólo al cosmos, sino a toda la humanidad.. - Cristo es el punto Omega, al tiempo que es el Alfa. - El sentido del Juicio Final es el estado final del mundo, no como resultado de un flujo natural, sino el resultado de la responsabilidad en la libertad.. - El cristiano se sentirá seguro, mirando al final, si vive en la abundancia de la justicia divina que es Jesucristo. - Sabe que la vida no consiste en hacer lo que quiera, sino que tiene que responder al que le pedirá cuentas. - Sólo Cristo juzgará a todos, y no será un extraño, porque a Él lo conocemos por la Fe. - La injusticia del mundo no tiene la última palabra, sino el amor. - La justicia es la fórmula básica del amor. - El juicio así, no produce sólo pavor, sino alegría, esperanza y asombro. - Mientras tanto, vivimos vigilantes. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20). - Desde esta perspectiva, la vida si orienta de otro modo: o El cristiano no es al adepto a un partido político, ni el que adopta una serie de normas en sí mismas.


o Sino el que se ha liberado para encontrar el amor de Dios, que viene unido a la Fe y a la Esperanza. o Este estilo de vida se puede resumir en seis principios que especifican el amor al estilo de Jesucristo:  El individuo y el todo:  El hombre no es un ser solitario, sino que es un individuo radicalmente en relación con la totalidad.  Así ha de entenderse también la persona de Cristo.  El principio “para”:  El fe proyecta al individuo no para sí mismo, sino para el todo, para los demás.  Lo cual conlleva que tiene que estar dispuesto también a recibir de los demás.  La ley de lo incógnito, de la paradoja:  Dios se oculta en lo pequeño, y se encarna en Nazaret..  Se cuelga en la cruz., símbolo de un fracaso, pero lugar donde el hombre puede encontrar a Dios.  Ley de la sobreabundancia:  Jesucristo nos enseña que Dios supera todo lo humano imaginable.  Por eso ser cristiano es entender la vida desde la superabundancia que traspasa todos los cálculos humanos.  Lo definitivo y la esperanza:  En Cristo se ha realizado la salvación. En Él comienza el verdadero futuro.  Hace posible que realidades del pasado remitan ya al futuro y se hagan definitivas.  Principio de recepción de positividad cristiana:  El cristiano sabe que todo es don, pero que ha de saberlo articular con su propia libertad. En palabras de Benedicto XVI que pueden resumir todo este tema cristológico del Credo: “Desde el momento en que Cristo asumió nuestra naturaleza humana, está presente en la carne humana y nosotros estamos presentes en él, en el Hijo”.


Creo en el Espíritu Santo 1. El Espíritu Santo Hablar del Espíritu Santo es no solo hablar de la vida íntima de Dios, sino de «Dios hacia fuera», del poder por el que el Señor resucitado sigue presente en la historia. Lo propio de la tercera persona de la Santísima Trinidad consiste «en lo común», en la unidad del Padre y del Hijo. Padre e Hijo son uno mismo entre sí en cuanto que van más allá de sí; en el tercero, en la fecundidad de la donación, son un único ser. San Agustín dice que lo propio del Espíritu Santo es precisamente lo que es común al Padre y al Hijo: la comunión. Su peculiaridad es ser unidad. La misión del Hijo y la del Espíritu son inseparables porque en la Trinidad, el Hijo y el Espíritu son distintos pero inseparables. «Espíritu Santo» es el nombre propio de la tercera Persona de la santísima Trinidad. Jesús lo llama también Espíritu Paráclito (consolador, abogado) y Espíritu de verdad. El Nuevo Testamento lo llama Espíritu de Cristo, del Señor, de Dios, Espíritu de la gloria y de la promesa. «Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad una dominación, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos. Pero con el Espíritu Santo, el cosmos está agitado y gime en el alumbramiento del Reino, Cristo resucitado está presente entre nosotros, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, y el actuar humano es divinizado» (Patriarca sirio Ignacio de Lattaquié). 2. El Espíritu Santo en la Sagrada Escritura En el Antiguo Testamento, se afirma que el Espíritu planeaba sobre el mundo; que el hombre recibe el espíritu de Dios; también los ancianos de Israel reciben el espíritu en el desierto; igualmente, el espíritu de Dios está presente en los jueces que guían al pueblo a la conquista de la tierra prometida y en los reyes como David; Samuel y los profetas como Isaías o Jeremías recibieron el Espíritu; Ezequiel habla de la necesidad de un espíritu nuevo. En resumen, en el Antiguo Testamento se manifiesta como el Espíritu de la promesa que solo en el Nuevo Testamento se manifestará totalmente. En el Nuevo Testamento, primero hablamos de las manifestaciones del Espíritu Santo en la vida misma de Jesucristo: en la Anunciación, «el Espíritu Santo vendrá sobre María». En el Bautismo de Jesús se lee: «El cielo se abrió y descendió sobre él el Espíritu Santo». Posteriormente, «entonces fue llevado al desierto por el Espíritu Santo», para vencer al tentador, preanuncio de lo que será expulsar demonios durante su actividad pública. Cristo, por el Espíritu Santo, se enfrenta victoriosamente al mal. Por eso Jesús es el «Cristo» (el ungido por el Espíritu Santo) y es enviado en misión por el Padre: «El Espíritu Santo está sobre mí y me ha ungido para que anuncie la Buena Noticia a los pobres». Hace de Jesucristo Buena Noticia liberadora. El Espíritu Santo está presente en la pasión, muerte y resurrección del Señor: es su fuerza, y nos lo regala en el último instante. En el momento de su muerte, Jesús da al Padre su vida humana y también el Espíritu Santo que le habita. La resurrección, como la Encarnación, se realiza gracias al Espíritu Santo. Por el Espíritu, el crucificado da su vida y transmite su Espíritu a la Iglesia, resucita de entre los muertos y recibe el señorío pleno y para siempre.


En san Juan leemos que el Espíritu Santo nos hará renacer de nuevo como a Nicodemo, que él nos enseñará todas las cosas de Dios y nos recordará todo lo revelado por Jesucristo. El Espíritu Santo hará que demos testimonio del Hijo y nos dará todo de Cristo. El Espíritu Santo concluirá la obra de Cristo. En los escritos de san Pablo se repite el Espíritu nos hace hijos de Dios y no esclavos. Por el Espíritu Santo tenemos libre acceso al Padre y le llamamos «Abba». El Espíritu Santo es el autor de los diversos carismas y, a la vez, de la unidad en la Iglesia. 3. Los símbolos del Espíritu Santo Son numerosos los símbolos con los que se representa al Espíritu Santo. Los más conocidos: el «agua viva», que brota del corazón traspasado de Cristo y sacia la sed de los bautizados: la «unción» con el óleo, que es signo sacramental de la Confirmación: el «fuego», que transforma cuanto toca; la «nube» oscura y luminosa, en la que se revela la gloria divina: la «imposición de manos», por la cual se nos da el Espíritu: y la «paloma», que baja sobre Cristo en su Bautismo y permanece en Él. Más en concreto, el Espíritu Santo se representa como: *Viento y soplo:

Implica movimiento, vida, contrapuesto a «inerte». Jesús transmite el Espíritu en su último aliento; sopla su Espíritu sobre los Apóstoles para concederles poder sobre los pecados; Pentecostés comienza con un ruido de viento. Se ve, pero no su origen. Conversación con la samaritana; «El que tenga sed, que venga y beba». De su costado traspasado, mana agua. *Fuente:

Símbolo de belleza, paz y amor (paloma del Arca; Cantar de los Cantares). Jesús recibe el Espíritu Santo en forma de paloma en su Bautismo; es típico de la anunciación; san Pablo habla de que el Espíritu Santo intercede por nosotros con «gemidos inefables». *Paloma:

Juan Habla de bautismo como Espíritu y fuego. En el Antiguo Testamento, Dios interviene por el fuego: zarza ardiente y Moisés; monte Sinaí después del don de la Ley; en el desierto es la columna que guía al pueblo. El fuego es símbolo de purificación y de amor creciente. Jesús anuncia que ha venido a traer fuego. Los discípulos de Emaús sienten fuego cuando Jesús les explica las Escrituras. *Fuego y lenguas:

Significa unción y consagración. Los reyes y profetas son ungidos. Jesús, no. Porque el Espíritu no vendrá desde fuera: está en El. Los cristianos somos macados por el sello de la promesa para que en nuestro corazón estén las arras del Espíritu Santo. *Aceite y crisma:

4. La obra del Espíritu Santo en las personas Con el término «profetas» se alude a cuantos fueron inspirados por el Espíritu Santo para hablar en nombre de Dios. La obra reveladora del Espíritu en las profecías del Antiguo Testamento halla su cumplimiento en la revelación plena del misterio de Cristo en el Nuevo Testamento. El Espíritu colma con sus dones a Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento, quien, bajo la acción del Espíritu, es enviado para que «prepare al Señor un pueblo bien dispuesto» y anunciar la venida de Cristo, Hijo de Dios: aquel sobre el que ha visto descender y permanecer el Espíritu, «aquel que bautiza en el Espíritu». El Espíritu Santo culmina en María las expectativas y la preparación del Antiguo Testamento para la venida de Cristo. De manera única la llena de gracia y hace fecunda su virginidad, para dar a luz al Hijo de Dios encarnado. Hace de Ella la Madre del «Cristo total», es decir, de Jesús Cabeza y de la Iglesia su Cuerpo. María está presente entre los Doce el día de Pentecostés, cuando el Espíritu


inaugura los «últimos tiempos» con la manifestación de la Iglesia. Desde el primer instante de la Encarnación, el Hijo de Dios, por la unción del Espíritu Santo, es consagrado Mesías en su humanidad. Jesucristo revela al Espíritu con su enseñanza, cumpliendo la promesa hecha a los Padres, y lo comunica a la Iglesia naciente, exhalando su aliento sobre los Apóstoles después de su Resurrección. 5. El Espíritu Santo y la Iglesia en los bautizados En Pentecostés, cincuenta días después de su Resurrección, Jesucristo glorificado infunde su Espíritu en abundancia y lo manifiesta como Persona divina, de modo que la Trinidad Santa queda plenamente revelada. La misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia, enviada para anunciar y difundir el misterio de la comunión trinitaria. El Espíritu Santo edifica, anima y santifica la Iglesia; como Espíritu de amor, devuelve a los bautizados la semejanza divina, perdida a causa del pecado, y los hace vivir en Cristo la vida misma de la Trinidad Santa. Los envía a dar testimonio de la Verdad de Cristo y los organiza en sus respectivas funciones, para que todos den «el fruto del Espíritu». Por medio de los sacramentos, Cristo comunica su Espíritu a los miembros de su Cuerpo, y la gracia de Dios, que da frutos de vida nueva, según el Espíritu. El Espíritu Santo, finalmente, es el maestro de la oración. En resumen, ¿para qué necesitamos el Espíritu Santo, tanto en nuestras vidas como en la Iglesia? Cada bautizado, lo necesita para conocer a Dios como Él mismo es y se conoce, y para entrar, por Él, en la vida trinitaria; para conocer a Jesucristo integralmente, en todo su misterio; para conocer a la Iglesia en todo su misterio de sacramento de comunión para la misión; para conocernos a nosotros, como personas, en toda nuestra profundidad; y, finalmente, para conocer a los demás y el proyecto de Dios sobre los hombres en profundidad: vivimos en la era del Espíritu, que hace posible el Reino («ya, pero todavía no»). En la comunidad cristiana, en la Iglesia, desde Pentecostés, el Espíritu Santo es la nueva alianza, la ley grabada en los corazones que hace comprender a los discípulos la Buena Noticia en profundidad y proclamarla en la vida pública. El Espíritu Santo nos enseña que La Iglesia está destinada a todos los pueblos y se hablará, a pesar de la diversidad, la misma lengua divina. El Espíritu Santo nos otorga sus siete dones, como vienen preanunciados en Isaías (Is 11,2). Allí se señalan seis, pero la Iglesia, para completar el número perfecto de 7, añade el de «piedad». Los recordamos a continuación: Sabiduría: para amar a Dios con todo el corazón, todo el ser, toda el alma; Inteligencia: para introducirse en el misterio de Dios; Consejo: para ver el camino que seguir; Fortaleza: para seguir lo que quiere el Señor; Ciencia: para conocer lo que Dios quiere para nosotros; Piedad: afecto y religación a Dios; y Temor de Dios: respeto filial a Dios. En otras palabras, el Espíritu Santo es el maestro interior, que nos hace sacerdotes (orar a Dios y consagrar el mundo), profetas (escuchar, vivir y anunciar su palabra) y reyes (ordenar todo y transformar todo para Dios). Nos hace vivir las virtudes teologales: fe-esperanza-caridad. Nos da sus frutos: caridad, alegría, paz, paciencia, servicialidad, bondad, confianza, dominio de sí (Gal 5,22-23) y nos hace vivir el verdadero amor cristiano (1 Cor 13). El Espíritu Santo es el protagonista en los sacramentos: en el Bautismo nos convierte en hijos en el Hijo; en la Confirmación nos hace testigos de Cristo; en la Eucaristía convierte en pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor; en la Penitencia, por Él se nos perdonan los pecados; en el Orden sacerdotal nos configura con Cristo Cabeza, Pastor y Esposo; en el Matrimonio realiza la unión fecunda como Cristo Esposo-Iglesia Esposa; y en la Unción fortalece al enfermo.


Una última observación sobre el Espíritu Santo, sugerida por el papa Benedicto XVI: Pablo y Juan coinciden en llamarlo «Paráclito», es decir, defensor, abogado, auxiliar, consolador. Se opone al «dia-bolos», al acusador, al calumniador (Ap 12,10). El Espíritu es de alegría y de la buena nueva. La alegría eterna.


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