BURGOS, luz tamizada
FotografĂa: Santiago Escribano Textos: Santos Rivas
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Burgos, mi tierra. Noble tierra austera. Sencilla patria de la luz y el viento. La nieve a borbotón y el río lento. Los grises y la densa paramera. Grato rincón de paz. Verde ribera. Sinfonía de piedra y de cemento. Monótona ciudad de agudo acento moderno, pero… lánguida. Severa. Ensimismada. Azul. Contemplativa. Donde el hombre se encuentra con la viva ensoñación de la vida y de la muerte. Y el alma, palpitante de rocío, sorprende encaramarse sobre el frío de torres verticales, yendo a verte. Burgos y otros poemas. Graciano Peraita, 1978
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Amo esta ciudad, y lo hago sin medida, casi piedra a piedra, hombre a hombre. Amo el turbio viento, amo al barrendero de la madrugada y al perro que husmea en los montones. Al turbio viento, digo, que santigua la frente del obrero madrugador, del hombre que pone rosarios en la aurora, del borracho que olvid贸 la frontera de la noche. Aunque imposible parezca. Luis Mart铆n Santos, 1988
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Ojivas, archivoltas, rosetones cara a lo eterno. ArmonĂa de piedra, fortaleza, torres de ensueĂąo. Burgos. Manuel Machado, 1935
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Ciudad de antepasados
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Ciudad castillo
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Ciudad caminera
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Ciudad comercial
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Ciudad de ribera
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Ciudad industrial y contemporánea
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Ciudad cultural
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Bibliografía
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Traducción al inglés (english translation)
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Burgos, paseos por la ciudad “Una ciudad es siempre la suma de muchas ciudades, de ciudades históricas, vivas en su tiempo y vivas en el tiempo durante el que fueron referente económico y cultural materializado en ladrillo y piedra, pero también en leyes y reglamentos para la sociedad del momento. Cada una de ellas, la ciudad de cada generación, ha ido dejando huella y dando carácter al solar sobre el que se asienta...”. Las ciudades de la ciudad. Basilio Calderón, 2001
Bajo este principio, hemos intentado reconstruir la historia de nuestra ciudad a través de las distintas ciudades que la forman. Te proponemos pasear por el Burgos de hoy gracias a la mirada de ilustres escritores que han recreado su devenir, desde sus orígenes a la actualidad. También te invitamos a descubrir la ciudad más allá de su historia dormida, con la vida que bulle en sus calles y plazas y su admirable herencia cultural reconocida por la Unesco con tres bienes Patrimonio de la Humanidad: la Catedral de Santa María, exponente magistral de la arquitectura gótica europea (1984) y a la que se le ha concedido en su trigésimo aniversario una amplia zona de protección en sus alrededores; el Camino de Santiago que atraviesa la ciudad por la ruta jacobea (1993), y los yacimientos arqueológicos de la sierra de Atapuerca, cuna del hombre europeo occidental (2000). Conscientes del acervo cultural que atesora, nos permitimos hacer parada en la Catedral, su joya gótica, y en el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores, resguardos de sosiego que uno puede encontrar paralelos a la ribera del Arlanzón. Estos recesos nos llevarán a admirar la belleza de unos chapiteles que se cuelan una y otra vez en nuestro paseo o a escuchar el rumor silente de las aguas del río y el zureo de las palomas. Y al alzar la vista, siempre nos acompañará el paisaje castellano de cerros y páramos que envuelve la ciudad en un mapa que pinta de ocre su llanura infinita, esa en la que se levantan hermosos campos de espigas que acolchan el alma. Atapuerca, ‘llama entre la madera y la ceniza’ e historia con mayúsculas, es el punto de partida del recorrido que hemos trazado para ti. También lo será de llegada… como lo fue para los que nos precedieron.
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BURGOS Ciudad de antepasados
La llama que alumbra la historia de Burgos prende hace más de un millón de años en la sierra de Atapuerca, en los yacimientos Sima del Elefante y Gran Dolina. Los trabajos de recuperación de estos restos de fósiles humanos, los más antiguos de Europa, se llevan a cabo a tan solo 15 kilómetros de la ciudad. Allí quedaron sepultados los restos paleontológicos del mayor yacimiento prehistórico de Europa y del mundo, para que la ciencia y la investigación puedan seguir avanzando desde la duda y lo inesperado e ir dando con la secuencia de la evolución humana de nuestros antepasados. “Los humanos no disponemos de un telescopio para mirar hacia atrás, pero el pasado convive con nosotros en la sierra de Atapuerca. En tiempo presente. Allí están los huesos de los humanos, los de los caballos y los de la tigresa de dientes de sable. El agua que circuló y el viento que sopló han dejado su huella. Y hasta se han conservado los granos de polen de las flores que se abrieron una vez hace miles y miles de años. Todo está escrito en la sierra de Atapuerca. […] La naturaleza cambia cuatro veces al año, al ritmo de las estaciones, pero la Tierra ha mudado muchas veces de piel, aunque sin llegar a desprenderse nunca totalmente de las anteriores envolturas. Por eso el mundo en que vivimos es como un viejo pergamino en el que se ha escrito repetidamente, superponiendo cada vez el texto nuevo sobre los antiguos”. El mundo de Atapuerca. Juan Luis Arsuaga, 2004
La idea de cambio es y ha sido una constante en la historia de la Humanidad. “Los hombres se han interesado siempre en proporcionar una prolongada vida al pasado. […] Fue Boucher de Perthes quien, en 1845, realizó el primer descubrimiento del Paleolítico en Abbeville, Francia; así nació la prehistoria. Ahora bien, tras los hallazgos en Gran Dolina, hemos podido saber que hace un millón de años, en la actual provincia de Burgos, vivían comunidades de ancestros. Gracias a un grupo selecto de científicos españoles el hombre de Atapuerca, el Homo antecessor, se ha metido en nuestra actualidad y ha hecho más largo nuestro pasado y más rica nuestra ciencia”. Atapuerca. Un millón de años de historia. José Cervera, Juan Luis Arsuaga, J. Mª Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, 1998
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Viven inmóviles la mayor parte del tiempo porque es su estrategia pasar inadvertidas. De día parecen soñar al borde del abismo y ni el fuego ni la lluvia pueden comprenderlas. Pero de noche, si hicieras oído sobre ellas, escucharías fiestas clandestinas allí dentro, átomos sacando a bailar a otros átomos, fuegos artificiales en sus cielos domésticos. […] La vida secreta de las piedras. Jesús Jiménez Domínguez, 2012
Excavación en Gran Dolina bajo la supervisión de Eudald Carbonell.
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BURGOS Ciudad castillo
Burgos surge como atalaya en el cerro contiguo al de San Miguel, en torno a un castillo. Este recinto fortificado será el que dé nombre a la ciudad allá por el año 884. Fue entonces cuando el conde Diego Rodríguez Porcelos levantó una pequeña guarnición militar por mandato del rey astur Alfonso III. “En ese año crucial, un silvoganadero cualificado, de sobrenombre Porcelos, reconocido como ‘comes’ por la monarquía astur, decidió acceder a los llanos. Apoyándose en Amaya Patricia y en los recursos que poseía en el somontano, penetró por Ubierna hacia el Arlanzón medio. En tiempo récord, levantó un ‘burg’ en la planicie superior del cabezo de la Blanca, implicó de grado o por fuerza en su defensa a la población desestructurada, constituyó en torno a la vaguada situada al norte un primer espacio de supervivencia y fijó los objetivos estratégicos: neutralizar la ‘vía aquitana’ que bordeaba el cerro, acompasar los despoblamientos de los agropecuaristas pioneros y reestructurar el espacio social circunvecino aplicando las pautas habituales del septentrión”. Construcción de un sistema: la ciudad de Burgos en la transición al feudalismo. Juan José García González, 1999
Sobre este altozano, cuna de un núcleo levantado por los cristianos para la vigilancia y defensa de los musulmanes, duerme la historia primitiva de la ciudad, según los testimonios de asentamientos humanos que han ido apareciendo del Neolítico, el Calcolítico, el Bronce y la Edad del Hierro. “De esta manera insistente y tenaz nace la primera Castilla y su capital. Burgos será la avanzada en la primera meseta de un reino enraizado topográfica y humanamente en la montaña. [...] Burgos, en estos primeros tiempos, será por encima de todo una ciudad castillo”. Burgos, la ciudad marginal de Castilla. Nazario González, 1958
En el siglo X, alcanza el rango de ciudad y Cabeza de Castilla. El conde Fernán González la convertirá en centro militar y de gobierno de un territorio político en formación que abarcaba desde el mar Cantábrico al Duero, y desde la Rioja al Pisuerga. Burgos vivió bajo el manto protector de su recinto amurallado sin ser escenario de relevantes acontecimientos históricos medievales, aunque su fortaleza fue testigo mudo del paso de largo de las tropas del califa Abd al-Rahman III por la orilla del Arlanzón.
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Mirador del Castillo.
Ese mar de tejas pardas y de terrazas abiertas, que aman el aire limpio y el olor de primavera. [...] Y sobre todo esas torres ¡esas dos torres gemelas! son mi síntesis, mi vida, sueño, pasión y experiencia. [...] El cerro da tu medida, el álamo, tu silueta, el Arlanzón, tu camino, la catedral, tu presencia, y la tersura del cielo, tu voz rectora y eterna. [...] Burgos, desde el castillo. José Luis Camarero, 1974
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BURGOS Ciudad caminera
Burgos se consolida como ciudad a partir de mediados del siglo XI. Lo hará con un plano caminero o lineal. Tras dejar atrás su función defensiva de tierra de frontera, extenderá sus brazos en dirección este-oeste siguiendo dos ejes vertebradores: el río Arlanzón, sobre cuya vega se asienta, y el Camino de Santiago. “El reinado de Alfonso VI significó la consagración definitiva en cuanto punto clave del Camino y asiento de corrientes venidas de fuera. Por el Camino iban llegando productos e ideas traídos por forasteros, francos, judíos o mozárabes, que ocuparon los nuevos barrios y otros aledaños como los de Santa María -donde se levantará la primera catedral-, la Llana, Huerto del Rey o la Vega”. El Camino de Santiago. Una visión histórica desde Burgos. Luis Martínez García, 2004
A la entrada del Camino, hoy patrimonio de la Humanidad, se ubicará el hospital de San Juan y, a la salida, el del Emperador, fundados ambos por Alfonso VI. El epicentro del llamado ‘Camino francés’ discurrirá por la calle hoy denominada Fernán González y otrora Tenebregosa o Viejarrúa. Esta rúa se convertirá en la calle Mayor de Europa. Por ella transitaron -y hoy transitan- los peregrinos, con el común objetivo de templar el alma encontrándose consigo mismos. En ella se levantará, en 1221, la nueva Catedral gótica, talismán de la ciudad. “Yo estoy nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la puerta estrecha por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma”. Carta a Melchor Fernández Almagro. Federico García Lorca, 1924
En plena Edad Media, la ciudad se fortalece y se consolida como la principal villa castellana, el centro político de Castilla -Caput Castellae-, residencia de reyes y nobleza. Se convierte también en la sede episcopal y se erige, por tanto, como centro eclesiástico de primer orden. Burgos verá reconocida en ese momento su autonomía municipal en torno al Concejo y esta triple condición vendrá acompañada de actividades artesanales, comerciales y culturales. El Camino de Santiago se presentará de ahí en adelante como la principal arteria económica e ideológica de la urbe. Por esa ruta llegó también San Lesmes, acompañado de los monjes benedictinos franceses. Y llegó, con la cultura europea en la mano, para quedarse. Tanto que alcanzaría el rango de santo patrón de la ciudad. “Es ciudad defendida y bien fortificada que posee bazares y establecimientos de comercio. Está bien aprovisionada y es rica. Es a la vez fin de viaje y etapa para los que van más lejos. Posee numerosas viñas. Alrededor de ella hay extensiones cultivadas y distritos prósperos”. Kitad-al-Raud , 1049
En este contexto plenomedieval emerge uno de los valores con el que cuentan Burgos y los burgaleses, el Cid Campeador, don Rodrigo Díaz de Vivar. El hombre y la leyenda, tanto en vida como después de muerto, son descritos por Ibn Bassam como el milagro salido del dedo de Dios que llevaba la victoria clavada en su bandera.
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Antiguamente se conocía esta calle, en unión de la de la Puebla y la Plaza de San Juan, con la denominación de Barrio de San Juan. [...] Hasta mediados del siglo XIII apenas si había edificaciones en estas calles, ocupando la casi totalidad de su perímetro una treintena de huertas, en su mayoría propiedad del Monasterio de San Juan. El año 1235 el rey don Fernando III el Santo autorizó al abad del monasterio para que se permitiera edificar en los solares de las huertas. [...] Aquellas primitivas huertas estaban emplazadas dentro del recinto amurallado de la ciudad, y el trazado de las calles de San Juan y la Puebla se hizo bajo un plano de estrechez parecida a las primitivas de Burgos. Adosada a las primeras casas de esta vía se levanta la torre o Arco de San Juan. [...] El arco fue la primera entrada que se construyó en esta ciudad, de las doce que se edificaron en el recinto amurallado en el siglo XIII. Historia de las viejas rúas burgenses. Gregorio Carmona Urán, 2006 20
^ Plazuela y calle de San Juan. Páginas siguientes: calle de San Juan y calle Avellanos.
El Camino es una alquimia del tiempo sobre el alma. No tomaron el Camino, sino que el Camino les tomó a ellos. Al mismo tiempo que sufría la incomodidad y presentía los sufrimientos que tendría que soportar, sentí la felicidad de este desposeimiento. Comprendía lo útil que era perderlo todo, para encontrar lo esencial. Si la peregrinación a Santiago de Compostela conoce una vitalidad renovada, no es, sin embargo, ya como el camino real de la fe que fuera antaño. El Camino es tan solo uno de los productos ofrecidos al consumo en el gran bazar posmoderno. El espíritu del Camino está ahí, en ese deseo de recorrer el mundo para huir de él y encontrar a los otros allí donde ya no hay nadie. A los hombres -escribía Alphonse Allais- les gusta reunirse en los desiertos. El Camino inmortal. Jean Christophe Rufin, 2014
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LA CATEDRAL 22
¡Qué hermosa es! Soberbio monumento, poema de piedras, fantasía arquitectónica, lo mejor que se puede soñar en escultura gótica… verdadero encaje, tanto en su exterior como en el interior. A travers la France, l’Italie, la Suisse et l’Espagne. Alfonso Cordier,1866
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< Óculo románico en el atrio de la iglesia.
Bóvedas góticas. Retablo mayor y órgano barrocos.
Es una delicia pasear por este pórtico, logrando ecos al pisar, que despiertan la imaginación del viandante. Los arcos apuntados nos van proporcionando una levitación casi obligada y vamos obteniendo la sensación de estar cubiertos por bóvedas de frágil carpa circense entrelazadas por finos nervios que evidencian un despegue definitivo del románico. Galería porticada de las Huelgas. Jesús López Sobrino, 1978
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Burgos, ciudad gris que buscando la luz, un d铆a, descubri贸 el color, abrigo de sus fachadas, paleta de colores que le dieron nueva vida. La magia del pincel. Santos Rivas, 2014
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BURGOS Ciudad de ribera
Burgos es una ciudad verde con kilómetros de arbolado teñido de estaciones en las márgenes de los ríos Pico, Vena y Cardeña. Los tres confluyen en el eje que vertebra la ciudad, el Arlanzón, un camino de aguas mansas paralelo al de Santiago. “Durante cientos de miles de años la cuenca del río Arlanzón ha sido un corredor por el que se han comunicado y transitado fauna, flora y seres humanos de distintas estirpes”.
Burgos, punto de encuentro. José Ortega Valcárcel, 2006.
Es lugar para caminantes, muestrario de naturaleza en paseos, parques y jardines que imprimen una belleza cambiante al arte y a la historia. En su corazón asoma el Paseo del Espolón con su templete. Este primer jardín público, con aire ilustrado de coqueto salón versallesco, se prolonga hacia el Paseo de la Isla que nos descubrirá el encanto burgués decimonónico de sus edificios y el romanticismo que envuelve sus jardines, hermosas fuentes y bello legado artístico, aptos siempre para la foto y para el recuerdo. Si seguimos caminando hacia el Poniente, por la ribera, llegamos a rincones inolvidables como los que dibujan el Hospital del Rey y las Huelgas. Y si pasamos a la margen izquierda del río, al Paseo del Espoloncillo, trazado por los franceses durante la Guerra de la Independencia en paralelo al Espolón, veremos exhibirse entre la vegetación las agujas y pináculos de la dama que engalana Burgos: la Catedral. Al continuar por el Paseo de la Sierra de Atapuerca, junto al Museo de la Evolución Humana y la Plaza de Santa Teresa, nos recibe el Paseo de la Quinta, exponente de la diversidad de paisajes vegetales de la provincia. El Paseo de los Atletas nos hace rejuvenecer y nos acompaña a los Parques de la Fuente del Prior y Fuentes Blancas, principal área de expansión y ocio de los burgaleses. Allí os proponemos un alto en el camino para, con un pincho de chorizo o morcilla, gozar del reposo y la paz que se respira en la Cartuja de Miraflores. “La convivencia de la ciudad con el río se había producido de una u otra manera desde el momento de su fundación. En el primitivo contexto del Burgos defensivo y militar de los primeros pasos del Condado de Castilla, el agua del Arlanzón había sido utilizada en diversas ocasiones como límite de contención para la línea defensiva. Enseguida Burgos construyó los primeros puentes sobre el curso de agua principal y se dotó igualmente de primitivas pasarelas de madera que hacían practicable un notable cúmulo de cursos de agua y esguevas que fluían por toda la vega”. Burgos y los burgaleses en el siglo XVI. Alberto Ibáñez Pérez, 1990
Si rodeamos el núcleo urbano y sus alrededores, un vasto cinturón verde cubre las laderas repobladas de coníferas en los itinerarios que parten del Parque del Castillo, el Cerro San Miguel y el Monte Bellavista, a cuyos pies se ubica el
nuevo Hospital Universitario. Continuando hacia el este encontraremos una buena reserva de encinas en el bosque de Villafría. Estos senderos, algún día, nos llevarán a los yacimientos de Atapuerca siguiendo el curso del río Vena y del Arlanzón.
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El Arlanzón no es un río pudoroso, tímido acariciante de la ciudad. Esta función la cumple el Arlanza en Salas de los Infantes y más insinuante aún en Covarrubias y Lerma, tres nobles villas realzadas por su histórico y fecundo río, cuyas aguas pasan ciñéndose, halagadoras. El Arlanzón se humaniza, adquiere carta de ciudadanía, entra en Burgos como San Pedro el día 29 de junio y la divide en dos bandos, que los puentes se encargan de reconciliar. Dirime las contiendas urbanísticas, regula el tráfico, y cuando los aprendices Pico y Vena se soliviantan los absorbe y endereza como un Alcalde Mayor. Formando ángulo con el profuso y deslumbrante gótico del complejo catedralicio, el Arlanzón, aunque embridado, conserva sus primitivas costumbres de corcel de pura raza, dándole a la ciudad tono versallesco y europeo. Si una conmoción geológica lo desviara, Burgos tendría que buscarlo, aguas abajo, aunque Diego Porcelos pusiera el grito en las nubes. El Arlanzón es un vecino más, eje que la ciudad necesita, anárquico, pero limpio; con caudal suficiente, pero no tanto que las aguas impidan ver el río. Burgos, tierra y hombres. Rafael Núñez Rosáenz, 1974 30
Paseo de Atapuerca.
Platean los anzuelos con la flor viva de sus frutos y se asoman las niñas al espejo del agua para tejer sus trenzas y peinar sus sueños. Trae el río noticia de las altas tierras de Burgos, donde los pinos escoltan el ópalo de la Laguna y las libélulas encienden la tarde cuando se apaga el sol. Siembran las ranas de esmeraldas las naves del nenúfar y un aire de romance envuelve al río. Guía de la fascinación de Burgos. Jesús Mª Jabato, 1990 31