revista selecciones

Page 136

MONSTRUOS Los antropólogos, los psiquiatras y otros estudiosos del comportamiento humano tienden a ver en la creencia del hombre en los monstruos un indicio de la necesidad que siente de ellos. Suponen que creamos los monstruos para dar una forma aceptable a nuestras ansiedades innominadas; que los inventamos por proyección, a manera de bestiales depósitos para cuanto de salvaje, libidinoso o indeseable hay en nosotros, o que intentamos justificar nuestro temor a lo desconocido exagerando las características de cualquier criatura de extraño aspecto y poco común, a fin de hacerla más terrible de lo que es en realidad. Pero el hombre moderno parece sentir también otra necesidad: la de resistirse a creer en lo extraño o paranormal, la de negar la existencia de lo que no puede ser explicado. Los gigantes de los cuentos de hadas y los Godzillas y King Kong pueden muy bien servir como depositarios de la maldad que hay en nosotros; desde luego, sabemos que tales monstruos son ficticios, invenciones del hombre, pero eso no quiere decir que el yeti sea una creación imaginaria. La mezcla de miedo y atracción que el hombre siente por los monstruos es tan vieja como su existencia. A lo largo de los siglos, los seres humanos han hablado de prodigios tales como dragones que escupen fuego, extraños reptiles con múltiples apéndices, seres con forma humana de rostro bestial y cubiertos de pelo, y colosos subacuáticos que hunden barcos. Tan increíbles criaturas no eran invenciones; alguien las vio. Sin duda muchas fueron transformadas por defectos de observación, afán de exagerar e incluso un toque poético que las entretejió con los mitos para servir de contraste a los héroes en una lucha de símbolos. Pero la materia prima, los fenómenos observados, estaban ahí. Y algo sigue estando ahí, a pesar de nuestra necesidad posmedieval de ridiculizar las visiones monstruosas presentándolas como alucinaciones o falsificaciones. La verdad es que en nuestra edad científica pocos deseamos realmente ver o experimentar lo inexplicable, y cuando lo hacemos distorsionamos esa percepción para convertirla en algo a lo que podamos enfrentarnos. Muchos observadores se han entregado a una extraordinaria gimnasia mental para convencerse a sí mismos de que no veían lo que creían estar viendo. Pie Grande era un oso o un bromista disfrazado de oso; la serpiente de mar era un efecto de la luz, el romper de una ola, un tronco flotante, una maraña de algas o cincuenta delfines nadando en fila india. En cuanto a los escépticos que no han llegado a verlos, prefieren inventar y tragarse la "explicación" más retorcida a creer en el más claro y sencillo de los informes. La opinión actual acerca de lo que llamarnos monstruos es que los que siguen viviendo entre nosotros son probablemente explicables como reliquias o especies fósiles que han buscado refugio en regiones remotas y casi impenetrables. Los monstruos pertenecen a dos tipos básicos: acuáticos y terrestres (aunque algunos entusiastas sugieran una conexión extraterrestre). De vez en cuando alguna extraña criatura resulta anfibia o ambigua, y en ocasiones pasa volando ante nosotros algo que nos parece una increíble incógnita alada. Ambas categorías son tratadas aquí de acuerdo con el hábitat de su elección —primero el agua, después la tierra— y en orden cronológico dentro de cada categoría. El escéptico que después de leer estas noticias se sienta inclinado a decir "Sí, pero..." no debe olvidar que se han omitido centenares de informes por cada uno incluido, y que muchos de los testigos creen ahora en lo que antes tomaban a broma. 138


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.