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COSAS EXTRAÑAS DE LO ALTO Todos los años, al comienzo de la estación lluviosa, los habitantes de Yoro, en Honduras, preparan cubetas, barriles, palanganas y redes para recoger los peces que van a caer del cielo. Y todos los años, hasta donde llega la memoria, han caído sardinas por barriles. La "lluvia de pescado", como la llama la gente del lugar, suele comenzar de cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. El pescado es depositado vivo y coleando sobre una pradera que hay al suroeste del pueblo. En 1833, una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan. En otros lugares han caído ringleras de un material que parece seda e hilos ondulantes, como procedentes de una gran mercería. En muchas partes del mundo, en numerosas ocasiones y en número monstruoso, han caído también ranas y sapos, y también lo han hecho caracoles marinos, gusanos y serpientes. Se ha visto gotear y aun chorrear sangre del cielo, y caer frijoles y granos, así como carne de todo tipo, como si allá arriba navegaran graneros y rastros invisibles. En este capítulo se incluyen noticias de estas y otras muchas clases de lluvias. En cuanto a su verosimilitud, van desde las más o menos aceptables a las totalmente increibles. En los extremos de este espectro hay sucesos que bien pudieran pertenecer a otras categorías de lo inexplicable. Por ejemplo, sí puede concebirse que caigan del cielo piedras no ,mqeutizoáríacsjdpnvloarstdpunbelio.Ehc de que esas piedras caigan repetidamente sobre los mismos dos tejados contiguos (como ocurrió en Chico, California, en 1921 y 1922} empieza a poner a prueba la imaginación, y el que ciertos chaparrones de piedras elijan y persigan a determinadas personas (dos pescadores fueron víctimas de uno en 1973) resulta ya increíble. Pero que las piedras caigan de techos intactos en habitaciones cerradas o dentro de una tienda de campaña también cerrada (aquí la víctima fue un granjero australiano, en 1957) traslada ya tales incidentes del reino de lo material al de los poltergeist. ANTES DE 1600

Quizá la noticia más antigua de una lluvia misteriosa —o milagrosa— sea la que encontramos en el capítulo 10, versículo 11, del libro de Josué en el Antiguo Testamento. Los israelitas, conducidos por Josué, habían derrotado al ejército amorita mediante un ataque nocturno por sorpresa e iban en su persecución: Cuando iban huyendo ante Israel en la pendiente de Betorón, Yavé hizo caer sobre ellos una tremenda granizada hasta Azeca y murieron todos. Murieron más por las piedras de granizo que por la espada de

los israelitas.

Dos versículos después se describe uno de los acontecimientos más asombrosos del Antiguo Testamento: el Sol se detiene hasta que los israelitas se han vengado. Cualquiera que sea la explicación de esto, en siglos

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posteriores encontraremos muchos relatos de discos aéreos inmóviles y brillantes. Una referencia menos explícita a una intervención aérea en favor de los israelitas se encuentra en el Libro de los Jueces, capítulo 5, versículo 4: Yavé, cuando saliste de Seir, cuando avanzaste

desde los campos de Edom, tembló la tierra, retemblaron los cielos y las nubes se deshicieron en agua.

Cualquiera que sea el sentido de ese "retemblar" de los cielos, parece referirse a algo distinto de la lluvia, ya que se habla de ésta como un hecho adicional. La siguiente mención del cielo aparece en el versículo 20: Desde los cielos combatieron las estrellas, desde sus senderos combatieron a Sisara.


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