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ALLÁ EN EL CIELO: EXCENTRICIDADES ATMOSFÉRICAS Y ASTRONÓMICAS Los cielos han sido siempre una pantalla en la que los hombres proyectaban sus creencias y esperanzas más profundas en el orden del cosmos. El tiempo puede ser impredecible, pero detrás de cada rayo y cada huracán estaba el ciclo regular de las estaciones. Meteoros y cometas resplandecían en las alturas, pero más allá de ellos giraban noche tras noche las "estrellas fijas". Hasta época reciente, los cielos eran vistos como un sistema único; los sucesos atmosféricos que llamamos "tiempo" no se diferenciaban claramente de los acontecimientos celestes, y a los hechos que regularmente ocurrían juntos se les atribuían relaciones de causa y efecto. La canícula, los "días del perro" del verano, se remontan a las observaciones de los egipcios de que a la aparición de Sirio, el Can, corresponde un periodo de tiempo caliente y sereno. En todas las partes del mundo la orientación del creciente lunar ha sido interpretada como indicio de lluvia o sequía. No conviene descartar todas estas creencias como supersticiones: las relaciones entre las manchas solares y el clima, y entre las fases de la Luna y las tormentas están siendo estudiadas hoy a fondo. Se cree que ambas actúan a través de acciones recíprocas en las capas altas y enrarecidas de la alta atmósfera, y mediante sutiles "mareas aéreas" semejantes a las marinas. El tiempo a gran escala no pudo ser comprendido sino hasta que se dispuso de buenos mapas y comunicaciones para seguir los movimientos del aire. Hoy la red internacional de estaciones y satélites meteorológicos proporciona predicciones fiables y a largo plazo de extensas zonas de la atmósfera, pero, de modo paradójico, los meteorólogos no pueden decirnos si una determinada nube descargará sobre nosotros o en la comarca de al lado, o si pasará de largo. Las leyes y estadísticas de tipo general que se aplican al tiempo sirven de poco a pequeña escala. Los grandes giros del aire a escala continental que conforman temporadas enteras suelen ser estables de un año para otro. Los pequeños, que pueden transformarse en huracanes, tienden a repetir su recorrido, pero pueden desviarse sin previo aviso. Los tornados son peligrosamente caprichosos, y los torbellinos y tormentas de polvo, totalmente impredecibles. Lo mismo ocurre con los accidentes atmosféricos locales, impredecibles y a veces extraños e incomprensibles, de que vamos a hablar: nieblas anormales, espejismos inexplicables, truenos y otros ruidos que parecen no proceder de ninguna parte, rayos bola, extraños efectos aurorales y tantos otros. Algunos de estos hechos están hoy bien documentados y clasificados. Otros son tan raros que hay que considerarlos inexplicables mientras la suerte no haga coincidir a los observadores, los instrumentos y las circunstancias más idóneas. ANTES DE 1700 El 18 de junio de 1178 un grupo de personas vio el

cuerno superior de la luna nueva "partido en dos". Según el cronista Gervasio de Canterbury: Del punto medio de esa división salía una antorcha en llamas que escupía a considerable distancia

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fuego, cenizas calientes y chispas. Mientras tanto, la parte de la Luna que quedaba debajo se retorcía, como si dijésemos, llena de ansiedad... Este fenómeno se repitió una docena de veces o más, tomando la llama formas diferentes que se contorsionaban al azar para volver después a la


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