Abismo (official)

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I tried so hard And got so far But in the end It doesn't even matter I had to fall To lose it all But in the end It doesn't even matter The End. Linkin Park.

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Kary: Creo que las palabras son las encargadas de expresar y dar vida a nuestros pensamientos y sentimientos. Sólo espero y confío en haberlo hecho bien, porque esta historia es tuya. Surgió de ti. Esta vez, yo sólo puse las palabras, todo lo demás: las ideas, los personajes y las ganas de escribir, me las has dado tú y te pertenecen. Gracias por darme una nueva oportunidad, no sólo para escribir, sino también por llegar justo a tiempo. Con cariño y agradecimiento.

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PREFACIO. ...................................................................................................................................... 6 TRAICIÓN. ...................................................................................................................................... 6 1.

INMORTALES ......................................................................................................................... 8

2.

TIERRA. ............................................................................................................................... 16

3.

CAZADORES. ....................................................................................................................... 25

4.

ESPEJISMOS. ....................................................................................................................... 35

5.

ATRAPADAS. ....................................................................................................................... 45

6.

RESCATE. ............................................................................................................................. 55

7.

LA GUARDIA. ....................................................................................................................... 65

8.

HUIDA. ................................................................................................................................ 76

9.

CASTIGO. ............................................................................................................................. 90

10.

DESTERRADO. ................................................................................................................... 100

11.

AUSENCIA. ........................................................................................................................ 114

12.

ALIANZA. ........................................................................................................................... 125

13.

REENCUENTRO. ................................................................................................................. 138

14.

EGOÍSMO. ......................................................................................................................... 148

15.

ADIÓS................................................................................................................................ 161

16.

OSCURO. ........................................................................................................................... 173

17.

HUMANO. ......................................................................................................................... 183

18.

DAVID. .............................................................................................................................. 192

19.

AYUDA. ............................................................................................................................. 204

20.

REFUGIO. .......................................................................................................................... 215

21.

DEMONIOS........................................................................................................................ 226

22.

ENEMIGOS. ....................................................................................................................... 238

23.

INCERTIDUMBRE. .............................................................................................................. 248

24.

ELECCIONES....................................................................................................................... 259

EPÍLOGO. .................................................................................................................................... 270

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Prefacio. Traición. ¿En qué momento habían llegado a eso? ¿Cómo era posible que existiera semejante abismo entre ellos? ¿Cómo era posible que de repente se vieran convertidos en enemigos? ―Perdóname ―murmuró, cerrando los ojos con fuerza ante lo que sabía que debía hacer―. Perdóname ―repitió, con un hilo de voz. La palabra resonó como una condena en el silencio sepulcral que los rodeaba. Él no se resistió, no hizo nada por detenerla, simplemente acarició la mano con que le rodeaba el cuello y luego acarició la comisura de sus labios, deteniéndose en ellos un segundo más de lo necesario. ―Te amo ―fue lo único capaz de murmurar. Si le quedaba poco tiempo, quería que fuera lo último que ella escuchara de sus labios. Y su frase quedó colgando en el aire hasta perderse, llegando hasta ella como una daga que se clavaba en lo más profundo de su corazón y de su mente. ―Y yo a ti ―respondió, sin atreverse a mirar esos hermosos ojos color miel―. Para siempre, lo juro. Una sonrisa alcanzó a asomarse en sus labios al oír sus palabras, pero no alcanzó a ser más que un atisbo de aquellas que antes le había dedicado. Todo había acabado. No se atrevió a mirarlo y cayó de rodillas al suelo. No podía creer que realmente lo hubiera hecho, no podía creer que hubiese sido capaz de…

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Un rayo ilumin贸 el cielo por un momento y la lluvia comenz贸 a caer con fuerza.

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1. Inmortales Tardó un segundo en comprender que si dejaba de fruncir el ceño, aquella imagen que le devolvía el reflejo del agua también dejaría de hacerlo. Pero le era imposible no sentirse ¿contrariada? Sí, tal vez ése era un buen término para definir cómo se sentía en aquel momento. ―¿Todavía tú aquí? ―inquirió una voz tras su espalda, consiguiendo que se sobresaltara―. Creí que ya te habrías ido. Y aquella arruga que tanto se había preocupado por hacer desaparecer se volvió a dibujar entre sus cejas, cuando Ally volteó a verle. ¡Oh, claro! Sus alas extendidas explicaban por qué no le había sentido llegar, aunque de todas formas debería haber sido capaz de oír el aleteo de alguno de los dos, ¿no es así? ―Este lugar no es seguro para ti, Ally ―la regañó David con cierto toque de ¿ternura? mientras Chaunce, su hermosa y enorme águila imperial, se posaba en su hombro―. Deberías regresar con el resto ―añadió, señalando con un gesto de cabeza al grupo que se encontraba reunido, dispuestos a regresar a casa. ―Prefiero quedarme aquí ―respondió ella, soltando un suspiro―. Puedo ser de ayuda. Además, estoy segura ―añadió, señalando a la loba blanca que siempre la seguía día y noche: Kiche. David puso los ojos en blanco, pero no insistió más en el tema. Si Ally prefería quedarse un poco más por esos lados, bien por ella. Tal vez tenía razón y podía resultar de ayuda para algún humano, aunque dudaba que su loba resultara de alguna ayuda en caso de ser necesario. Era apenas una cachorra, tenía apenas unos meses y estaba más preocupada de correr, juguetear e intentar alcanzarse la cola que de proteger a su ángel. Aunque quizás Ally estaba en las mismas condiciones pues tenían la misma edad. Página | 8


Ángel y tótem nacían el mismo día, de la misma estrella y se encontraban unidos por la eternidad. Era prácticamente imposible separarlos. ―Insisto en que éste no es un lugar seguro, para ninguna de las dos ―repitió él, y Chaunce chasqueó el pico en señal de aprobación, demostrando que una vez más estaba completamente de acuerdo con su amo. Su afilada mirada difería tanto de la mirada tierna y compasiva de su ángel, que Ally se preguntaba si no se había cometido alguna clase de error en aquel caso y si el ave no habría pertenecido en realidad a algún otro arcángel que hubiera nacido el mismo día. De todas formas, ellos siempre parecían formar un gran equipo, sobre todo a la hora de luchar… …tal como había ocurrido minutos atrás. Chaunce protegía a su arcángel con ferocidad, sin importarle el tamaño o la fuerza de su enemigo. Sus garras sujetaban su presa con fuerza y su pico se cerraba una y otra vez sobre el atacante desgarrando todo lo que estuviera a su paso sin compasión alguna. Él y David parecían tan coordinados y precisos como si fueran uno solo. Soltando un suspiro, Ally tomó a su pequeña Kiche entre sus brazos y sonrió al sentir su tibia lengua repasando juguetonamente una y otra vez sus mejillas. Pero su mirada vagó por todo cuanto le rodeaba con un dejo de tristeza. Sabía que en realidad ella era bastante nueva en todo eso y que aún no comprendía muchas de las cosas que ocurrían, pero, en momentos como el que acaba de terminar, agradecía estar destinada a ser un guardián y no un arcángel guerrero como David. No tenía idea de cómo él se las arreglaba para soportar algo así. Bien, el hecho de contar con casi tres siglos de práctica debía ayudar bastante, pero aun así… …todos esos cuerpos inertes. Sí, sabía bien que eran demonios, que eran malignos y que pretendían causarle daño a aquellos seres a los que ella más tarde protegería: los humanos. Pero se veían tan… normales, tan indefensos. Incluso podría haber jurado que Página | 9


algunos no superaban la adolescencia (es decir, no la hubieran superado de ser humanos), ni siquiera tenía idea cómo se las habían arreglado para luchar contra alguien como David, o cómo rayos se le había ocurrido siquiera la posibilidad de participar en un enfrentamiento como ése. Sintiendo la extraña e incómoda sensación de un nudo en la garganta, fijó su vista en el cuerpo inerte que se encontraba tendido unos metros a la derecha de Dave. Era una mujer, a decir verdad, una muchacha; sus facciones denotaban cierto aire angelical (vestigios de lo que alguna vez había sido realmente), su cabello rubio, largo y ondulado, y su tez blanca daban la impresión de no ser más que una niña. Una niña con la compañía equivocada y en el lugar equivocado. ―El problema de los tuyos es que creen que todos son buenos ―sentenció Dave, que hasta el momento había estado siguiendo la línea de su vista y había adivinado sus pensamientos―. Tienen demasiado arraigado esto de la protección y son demasiado compasivos. ―Y el problema de los tuyos es que les falta algo de lo que, según tú, a nosotros nos… Pero no alcanzó a terminar. Esa niña, el demonio que ella y todos los demás habían dado por muerto, se había incorporado con una velocidad sorprendente y se había abalanzado directamente sobre ella consiguiendo que Kiche saliera disparada de sus brazos. Ésa era la razón por la que le había pedido que se fuera, pensó David con fastidio, mientras evaluaba la mejor manera de atacar y sorprender a aquel demonio sin lastimar a Ally. Pero no hizo falta. Una vez más Chaunce demostró que estaba hecho de la misma madera de su amo y se abalanzó sobre aquel demonio, dándole fuertes picotazos en la cabeza y consiguiendo que soltara a Ally y quisiera preocuparse de él, que a todas luces representaba un mayor peligro que aquella inexperta guardián. ―Quédate a salvo ―musitó Dave, apartando a Ally con un gesto algo torpe por la prisa. Página | 10


Sin pensarlo y más asustada que preocupada por lo que podía ocurrir, Ally asintió con un gesto de cabeza y tomó nuevamente a Kiche entre sus brazos. La muchacha rubia era definitivamente más fuerte de lo que aparentaba ser. En cuanto David quiso abalanzarse sobre ella, lo empujó, consiguiendo que saltara a varios metros y cayera de espalda en el suelo, pero el águila no la dejaba en paz, lo que dificultaba su tarea de querer huir. ―¡Chaunce, cuidado! ―exclamó el ángel, incorporándose en menos de un segundo, pero su advertencia había llegado demasiado tarde: con furia, la muchacha tomó al ave de una de sus alas y la arrojó lejos, logrando que quedara tendida en el suelo y que soltara un lastimero quejido ante su extremidad lastimada―. ¡Si serás…! ―musitó, abalanzándose nuevamente sobre ella, pero esta vez acertándole al ángulo indicado y tomándola por sorpresa. El forcejeo duró apenas un par de segundos, pero ambos jadeaban a causa del esfuerzo que debían emplear; la muchacha en su intento por salir librada y él en su intento por acabar de una buena vez con ella. ―¿Chris…? ¿Christine? ―musitó David, deteniéndose repentinamente al reconocerla, mientras sujetaba sus brazos con fuerza―. Es imposible… no puede ser que… Pero ella aprovechó su distracción para aventajarlo y tomarlo por el cuello. Si era o no quien él creía, Ally no llegó a saberlo pues en ese momento Kiche saltó de sus brazos y se abalanzó sobre ella, desgarrando su garganta con una sola mordida de sus feroces fauces. Apenas era una cachorra, pero ya tenía el tamaño suficiente para causar ese tipo de daño si se lo proponía. Y allí lo había demostrado. ―¡Kiche! ―exclamó Ally, prácticamente arrastrándose en gatas hasta su loba que aún gruñía y le enseñaba los dientes al cuerpo inerte de aquel demonio en forma de mujer―. ¡David! ¡David! ¿Estás bien? ―musitó, una vez que se encontró a su lado y vio que se frotaba el cuello con expresión adolorida. ―Ajá, ¿y tú? ¿Estás bien? ―respondió él, incorporándose con algo de torpeza, pero no podía apartar la vista de su águila.

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Si algo le ocurría a Chaunce, si llegaba a estar lastimado de verdad y correr algún riesgo… No sabía qué sería de él. Chaunce estaba a su lado desde siempre, desde que existía y tenía uso de razón. Formaba parte de él. ―¡Hey, tú! Fuiste muy valiente, gracias amiga ―murmuró, frotando las orejas de Kiche con gesto ausente, mientras se encaminaba en dirección a su propio tótem―. Te debo una grande. Gracias a ti también, Ally ―añadió, mirándola casi de reojo. Ally sólo asintió y bajó la mirada. Sabía bien a qué se refería David: si ella no hubiera deseado tan desesperadamente salvarle y poder librarle de aquel demonio, Kiche jamás hubiera atacado. Así funcionaban las cosas para ellos: el animal hacía todo aquello que su amo deseara realmente, era una sociedad sin ningún tipo de contrato, pero más fuerte que cualquier otra, pues ambos estaban dispuestos a todo el uno por el otro. ―¡Por Dios, viejo! ¡Mira lo que te hizo! ―exclamó Dave, con fastidio, al ver el ala rota de su águila. Al verlo, el ave quiso incorporarse y alzar el vuelo. No era digno encontrarse postrado de una forma tan lastimosa frente a su amo y Chaunce tenía un sentido del orgullo particularmente desarrollado―. No, no. No te esfuerces ―lo tranquilizó él, tomándolo entre sus brazos―. Esto tardará un poco en curarse. Lo siento, pero estuviste genial, amigo, como siempre. ―Déjame ver ―musitó Ally, intentando apartarlo del camino. ―¿Qué? ―Sólo déjame intentarlo ―repuso ella, extendiendo los brazos para que le entregase el ave―. No sé si resultará de la misma manera con él, pero puedo probar. Dave sonrió y le entregó su águila, pero Chaunce puso mala cara, definitivamente él no confiaba en aquella novata tal como lo hacía su amo, a lo que Kiche gruñó y mostró los colmillos en señal de advertencia: ella no toleraría ningún tipo de ataque a Ally.

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―Tranquila, tranquila ―musitó Ally, dirigiéndose a su loba blanca―. A ver, con cuidado ―añadió, rozando ligeramente las brillantes plumas de Chaunce y cerrando los ojos para concentrarse mejor. Como muchas de las cosas que implicaba ser una inmortal, Ally no entendía cómo funcionaba exactamente eso de su don, sólo lo había descubierto por accidente un día que Kiche se había lastimado en una de sus visitas a la Tierra y desde entonces se había dado cuenta que era capaz de curar heridas a su voluntad con sólo concentrarse y colocar de su parte. Una sonrisa se dibujó en sus labios al sentir una inconfundible onda de calor desprendiéndose de sus manos y transmitiéndose hacia el ala lastimada de Chaunce, seguida de un picotazo juguetón en el lóbulo de su oreja. ―¡Hey! ―se quejó, sorprendida por la repentina demostración de afecto del ave, antes de que emprendiera el vuelo de regreso a su lugar habitual: el hombro derecho de David. ―Ya le gustas, su problema es que es demasiado orgulloso para reconocerlo ―sentenció él, sonriendo al ver que Chaunce parecía totalmente recuperado, incluso parecía mejor que antes: aquellas pequeñas grietas que habían comenzado a dibujarse en su pico habían sido borradas―. Gracias otra vez. ―No hay de qué ―murmuró Ally, bajando la mirada―. Tú también me salvaste a mí. Era lo mínimo que podía hacer. ―Pero… tú me salvaste a mí y curaste a Chaunce, lo que quiere decir que aún estoy en deuda contigo ―repuso Dave, a lo que el águila volvió a chasquear el pico en señal de aprobación y Ally no pudo evitar carcajear. Pero la risa cesó de inmediato al recordar dónde se encontraban y el motivo que allí los tenía: todos aquellos demonios queriendo causar un caos entre los humanos en una época en que ya de por sí los cambios y nuevas ideologías políticas tenían a todos de cabeza. Todos aquellos demonios que, en un principio, le habían parecido inofensivas y tiernas criaturas con sus caras angelicales y sus movimientos llenos de gracia. Página | 13


―¿La conocías? ―preguntó, en un débil murmullo, al recordar a la muchacha rubia que la había atacado y que había terminado enzarzada en una lucha cuerpo a cuerpo con David. Él hizo una mueca y asintió. ―Creí conocerla ―se apresuró a decir, al ver que Ally parecía querer abrir la boca para pedir algo más de información―. Fue el único ángel que nació el mismo día en que yo lo hice. ―Pero… ―Ally, recuérdalo: todos ellos alguna vez fueron uno de los nuestros. ―Es difícil aceptarlo una vez que los ves actuar ―repuso ella, recordando el comportamiento salvaje y violento que todos ellos habían mostrado apenas los habían visto. David sólo se quedó en silencio, al parecer, demasiado enfrascado en sus propios pensamientos y recuerdos como para notar algo más. Ally suspiró y extendió los brazos justo a tiempo para recibir a Kiche que saltaba hacia ella con alegría. Se suponía que ella se encontraba en ese lugar por un motivo muy distinto al que le atañía a Dave. Ella no estaba allí precisamente para luchar, sino para proteger a los posibles humanos que se pudieran ver envueltos en aquella particular batalla entre inmortales y ponerles a salvo. Por eso y por… …su búsqueda. Sí, se suponía que a esas alturas ya debía tener un humano a quien proteger, pero aún no le había encontrado. Aún no había encontrado a aquella persona con la que sintiera una conexión especial, aunque en realidad no sabía qué era lo que debía sentir, suponía que lo sabría con exactitud una vez que lo tuviera frente a ella. ―¿Aún no lo encuentras? ―la voz de Dave la sacó abruptamente de sus pensamientos. ―No estaría aquí si ya lo hubiera hecho, ¿no? ―respondió ella, sin la intención de que su voz se escuchara tan cortante como lo había hecho. Página | 14


Sólo aquellos guardianes que aún no tenían a sus humanos participaban de las “partidas de caza” de los arcángeles. Ella rara vez lo hacía, esta era la tercera o cuarta vez que asistía a una, pero siempre le provocaban el mismo sentimiento de contrariedad. ―Tienes razón ―le concedió él, con el atisbo de una sonrisa―. Pero, sólo por hoy, me alegra que fuese así ―añadió, acariciando suavemente el águila que llevaba en el hombro―. Vamos, es hora de regresar a casa. Ally asintió y desplegó tras su espalda sus enormes alas teñidas de un ligero tinte violeta, sujetando a Kiche con fuerza entre sus brazos. Antes de partir, echó una mirada tras de sí y dejó escapar un suspiro. ¿Dónde estaría? ¿Dónde se encontraría su humano en ese momento? ¿Y si no tenía uno? No, no, no. Todos tenían uno por el cual habían sido creados, ¿no? De otra forma, su existencia carecería de sentido. En algún lugar estaba aquél a quien ella pertenecía, pero ¿quién sería? ¿Cómo sería? Tal vez era un hombre pobre y desvalido. O tal vez una mujer solitaria. Lo sabría en cuanto lo tuviese en frente.

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2.

Tierra.

Kiche estaba inquieta y Ally lo sabía bien. No sólo porque veía su mirada atenta y sus pelaje erizado, sino porque podía sentirlo. Su conexión iba más allá de lo lógico y de lo imaginable. Miró por última vez sobre su hombro y extendió sus alas, aferrando bien a su pequeña loba contra su pecho, pero antes de que llegara a emprender el vuelo, una voz la detuvo. ―¿A dónde crees que vas? ―inquirió Cam, tras su espalda, con voz acusadora. Ally suspiró y volteó a verla, buscando alguna excusa más o menos creíble en su cabeza, pero sabía que sería inútil pues su hermana siempre la descubría. Sí, hermana. Resultaba poco común que dos ángeles fueran familia, aún más que fueran hermanas, pero mucho más aún que fueran hermanas mellizas. Aún así, ellas lo eran. Habían nacido el mismo día y de la misma estrella, pero, a primera vista, nadie sería capaz de vislumbrar algún tipo de parentesco entre ambas. Mientras Ally lucía piel blanca, cabello y ojos más bien castaños claro y sobrepasaba el metro sesenta, la piel de su hermana era morena, su cabello y ojos resultaban de un marrón oscuro, bordeando el límite del negro, y parecía diminuta en comparación a ella. Demian, el sigiloso lince que seguía a todas partes a Cam, erizó el pelo al ver a Kiche entre los brazos de Ally y se restregó contra las piernas de su ama, acto que podía haber parecido una simple petición de cariño, pero que en realidad era una advertencia para la loba: no aceptaría que se acercara a Cam ni que la lastimara bajo ninguna circunstancia.

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Si Ally creía que Chaunce tenía un sentido del orgullo demasiado desarrollado, no tenía palabras para describir lo posesivo, desconfiado y celoso que podía llegar a resultar Demian. ―Yo… iba a dar un paseo con Kiche ―musitó Ally, sabiendo que de todas formas era una pérdida de tiempo intentar mentir. ―¿Y ese paseo era a la Tierra? ―inquirió su hermana con un dejo de suspicacia. ―Eh… ¡Claro que no! ―exclamó Ally, fingiendo sentirse ofendida ante semejante acusación. Pero Cam no era tan fácil de convencer. Ally siempre había tenido la sospecha de que podía leer mentes, aunque sabía que no era así. A cada ángel se le entregaba sólo un don y el de su hermana era controlar el tiempo. Un don curioso, sobre todo porque nadie sabía con exactitud cómo era que funcionaba, ni siquiera ella que llevaba todos esos meses practicando e intentando descubrirlo, y no había conseguido más que retroceder un par de minutos y, con suerte, algunas horas. ―Sabes bien que tenemos prohibido ir a la Tierra si no es de expedición ―la regañó Cam, frunciendo el ceño, a lo que Demian erizó el espinazo y Kiche enseñó los dientes―. No puedes llegar y… ―Necesito hacerlo ―repuso Ally en tono suplicante, sujetando a Kiche con algo más de fuerza contra su pecho. Lo que menos necesitaba era que sus tótems se vieran envueltos en una pelea que llamara la atención de todos allí. ―¿Necesitas? Ally suspiró y frotó las orejas de su pequeña loba con un gesto ausente. Cam era del tipo de ángel al que le gustaba evitar los problemas y sentía especial adoración por las reglas… Ni siquiera en eso se parecían. Con un bufido de frustración, se dispuso a dar media vuelta y regresar a donde se suponía que debía estar en ese momento, pero la voz de su hermana mayor la detuvo nuevamente (sí, era su hermana mayor, aunque fuera sólo por un par de segundos) Página | 17


―Tu humano aparecerá sólo cuando tenga que aparecer ―murmuró Cam, con un ligero matiz de comprensión en su voz. ―¿Y si no aparece nunca? ―Entonces el que te arriesgues yendo sola a la Tierra tampoco servirá de mucho, ¿no? Un nuevo suspiro escapó de los labios de Ally, pero esta vez se vio acompañado de su ceño fruncido. Cam jamás lo entendería, a pesar de que ella también estaba destinada a ser guardián y proteger a algún humano, no parecía demostrar el más mínimo interés en que aquel día se apresurara en llegar, tampoco demostraba demasiado interés en la Tierra o… en realidad no demostraba mayor interés en nada en particular. En cambio, desde el día en que habían nacido, Ally sentía un inusitado interés por todo lo que se viera relacionado a los humanos… Anhelaba el día en que tuviera alguien a quien proteger, deseaba poder llegar a ser el guardián que estaba destinada a ser y cumplir bien con su misión hasta el día en que aquel hombre o mujer dejara de existir y tuviera que cuidar de su primogénito. Aunque para muchos resultara una tarea monótona o sin gracia, para ella era lo más fascinante del mundo. Es decir, ¡los humanos eran fascinantes! Nacía, crecían, sentían… cambiaban. No como ellos, que desde que surgían de la última estrella que se apagaba al amanecer, no cambiaban en lo absoluto. Nacían perfectos, nacían de una edad determinada, y así continuaban por la eternidad. ―Ally, debes entender que… ―Sólo quería dar una vuelta ―discutió ella, sin dejarle continuar―. No pretendía nada más que dar un vistazo y… ―¿Y qué ocurre si te encuentras con uno de ellos? ―inquirió Cam, tomando a Demian entre sus brazos―. Dime qué harías. ―Yo… eh…

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―Exacto. Supuse que no lo sabrías ―alegó la hermana mayor, intentando ocultar una sonrisa. O algo que resultaba lo más parecido a una sonrisa que Ally le había visto esbozar―. Por eso… ―¿Por eso…? Por toda respuesta Cam extendió sus alas y sujetó con un poco más de fuerza a Demian entre sus brazos, a lo que Ally no pudo evitar sonreír radiante de alegría. ―Honestamente, eres la mejor de las hermanas. ―Date prisa o la mejor de las hermanas se arrepentirá ―masculló Cam, intentando parecer lo suficientemente enojada y amenazante, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa para sí misma. Un grupo de niños pasó corriendo ante ellas con prisa, entre risas y gritos de gran alboroto, a lo que Ally no pudo evitar sonreír con ternura, mientras Cam se limitó a observarlos con curiosidad como si nunca antes los hubiera visto. ―Míralos, son adorables ―murmuró Ally, intentando ocultar a Kiche entre su abrigo, quien luchaba inquieta por asomarse―. Todos ellos son ajenos a toda la maldad que los rodea, son tan inocentes, tan… ―No sé que les ven, la verdad ―replicó Cam, sin ni una pizca de interés, frotando las orejas agazapadas de Demian, que miraba todo a su alrededor y olisqueaba el aire con curiosidad―. Sólo son ruidosos, desordenados y… ―su voz se ahogó al ver la expresión de Ally e intentó esbozar una sonrisa lo más dulce posible―. Yo sólo decía. Pero tienes razón: son adorables. Antes de tener tiempo para responder, el balón con el que los niños jugaban salió disparado hacia ellas y Ally lo tomó en el aire, sonriendo al ver que uno de ellos se acercaba corriendo para recuperarlo. ―Aquí tienes, cariño ―dijo, acuclillándose para quedar a su altura mientras extendía el balón frente a ella.

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―Gracias ―murmuró el niño de mirada castaña, cogiéndolo, sin poder apartar su vista de la pequeña cabecita blanca que se asomaba entre el abrigo de Ally―. Que lindo es su perrito. Ally sonrió y tomó a Kiche entre sus manos para enseñársela mejor. ―Es una chica ―aclaró, sin dejar de sonreír al ver cómo la loba alargaba su hocico hasta el niño y lo olfateaba con curiosidad―. Su nombre es Kiche. Si quieres, puedes acariciarla. No te hará daño. ―¿En serio? ―inquirió el muchachito, con expresión cautelosa. ―Por supuesto. Aún dudoso, el niño extendió su mano y acarició suavemente las orejas de Kiche, riendo al sentir que su lengua cálida y suave se frotaba cariñosamente en su rostro y al ver cómo su cola se meneaba con alegría. ―¡Hugo, date prisa! ―exclamó otro niño, llamándolo con un gesto de brazos. ―¡Ya voy, Kevin! ―exclamó él, volteando a verlo―. Lo siento, ya debo irme ―se disculpó con Ally, algo apenado y mirando a Kiche con una enorme sonrisa―. Gracias por dejarme acariciarla, es realmente linda… ―De nada ―repuso Ally, frotando cariñosamente su cabeza―. Anda, ve a jugar. Diviértete. ―¡Adiós! ―exclamó Hugo, corriendo de regreso con su balón entre sus brazos. Luego de media hora limitándose a ser testigos del juego de aquel ruidoso grupo de niños, Cam comenzó a perder la paciencia y por supuesto Demian también. ―Ya deberíamos irnos ―sugirió, intentando sujetar al lince entre sus brazos. Definitivamente Demian no pasaría tan desapercibido como Kiche. La loba podía pasar fácilmente como un siberiano, en cambio Demian a todas luces mostraba ser una criatura salvaje en el mundo de los humanos―. Se hace tarde. Página | 20


―Sólo un poco más ―suplicó Ally, acariciando la cabeza de su loba casi sin darse cuenta―. En unos minutos más se irán de regreso a sus casas. ―Pero… ―Anda, ¿qué te cuesta? Cam abrió la boca para decir que en realidad no se trataba de que ella lo quisiera o no, sino más bien que debían regresar antes de que alguien notara su ausencia, cuando una voz justo detrás de ellas consiguió que ambas se sobresaltaran. ―¿Se puede saber qué hacen las dos solas en este lugar? ¿No se dan cuenta el peligro que corren y el peligro que le hacen correr a estos niños? Ante aquella voz, Ally volteó y se encontró con dos miradas cargadas de reproche: Dave y Chaunce. ―Yo… ―¡Por Dios, Camille! ―exclamó David, tomándola a ambas del brazo y arrastrándolas lejos de allí con algo de brusquedad―. Me lo esperaba de Ally porque siempre ha sido más ingenua, pero ¿de ti? Pensaba que esto de las mellizas funcionaba para que se complementaran, no para que las dos fueran así de insensatas. ―David, no la culpes ―murmuró Ally, luchando para que Kiche no se resbalara de entre sus brazos―. Cam me dijo que no era buena idea venir, pero de todas formas yo no la escucharía y ella prefirió venir conmigo antes que dejarme sola en este lugar. ―¡Claro! Y he de suponer que eso me facilita las cosas a mí, ¿no es así? ―inquirió él, consiguiendo que la ironía se colara entre sus palabras―. Ahora en vez de tener que rescatar a una, tengo que arreglármela con dos. ―¿Rescatar? ―repitió Cam, con una nota de pánico. Pero antes de que Dave tuviese tiempo de responder, se encontraban rodeados de aquellos oscuros y escalofriantes seres y Cam supo con exactitud a qué se refería con “rescatar”. Página | 21


Todos ellos eran demonios. Demonios dispuestos a destruirlos en cuanto se presentara la más mínima oportunidad. ―Olvidé mencionar que estamos de partida de caza, ¿no es así? ―masculló David, por la comisura de la boca, mientras intentaba, inútilmente, ocultarlas tras él―. Permaneced quietas. ―¿De…? ¿De partida de… caza? ―repitió Ally, con un hilo de voz. Uno de ellos soltó una carcajada al percibir el miedo en su voz y dio un paso hacia adelante, asomándose por sobre el hombro de David para observarla. Su tamaño superaba con creces a Dave, su piel era tan blanca que incluso parecía ser traslúcida, su cabello negro y ondulado enmarcaba su rostro con gracia y sus ojos llameaban oscuros, llenos de amargura, dolor, odio y cuanto sentimiento negativo se pudiera enumerar, pero eso no bastó para intimidar al arcángel ni a su fiel águila, quien se removió inquieta en el hombro de su amo y ansiosa a la espera de la orden de atacar. ―A ti no te conocía ―murmuró, ignorando la posición defensiva de David―. ¿Nueva por estos lados? ―Y entonces centró su atención también en Cam―. ¡Y vienen en partida doble! ¡Perfecto! Un coro de carcajadas burlonas siguieron a su comentario, al parecer había algo gracioso en todo eso. ―Parecen ser un par de ángeles inteligentes ―continuó él, intentando traspasar a Dave, pero era inútil―. ¿No buscan algo de diversión? ¿Por qué no se unen a nosotros? Apuesto a que sería mucho más divertido que estar todo el día allá arriba. Dave lanzó un bufido de irritación y Chaunce chasqueó el pico. Ally intentó balbucear algún tipo de excusa más o menos amable, o que al menos no sonara tan grosera para no provocarle aún más, mientras Kiche se revolvía inquieta en sus brazos, pero Cam se le adelantó. ―¿Por qué no te vas al…?

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―¿A dónde? ¿Al infierno? ―inquirió el demonio con cierto toque de humor negro, consiguiendo nuevamente un coro de carcajadas―. Es un buen lugar, pero no estaría mal algo de compañía nueva ―añadió, esta vez centrando su mirada directamente en Ally. ―A ellas déjalas fuera de esto, Marcus ―masculló David entre dientes, apartándolo con un gesto brusco―. Sólo son guardianes y, además, novatas. Sólo estaban en el lugar equivocado y en el momento… ―¿Novatas? ―repitió Marcus, con una sonrisa de ¿satisfacción? en su rostro―. ¿Y cómo permiten que un par de ángeles novatas se paseen solas por estos lugares tan… lejanos? ―Te digo que las dejes ―repitió Dave, sin preocuparse en disimular el tono amenazante de su voz y tampoco de controlar a Chaunce que ya comenzaba a batir sus alas―. Ally y… ―Y he de suponer que Ally es ella ―lo interrumpió Marcus, acercándose a la muchacha asustadiza y consiguiendo que se sobresaltara al rozar su mejilla con sus dedos―. Bonito nombre. ―¡Vete! ―exclamó el arcángel, dejando de lado la prudencia y tomándolo por el cuello de la camiseta para apartarlo de Ally con fuerza, a lo que Chaunce emprendió el vuelo y se alzó sobre ellos, dispuesto a atacar en el momento en que se produjera el verdadero enfrentamiento―. Es mejor que tú y “tus amigos” se marchen de aquí o… ―¡Está bien, está bien! ―exclamó el demonio, alzando las manos en señal de rendición―. ¡Hey, ya escucharon: nos vamos! ―añadió, en dirección a sus compañeros, aunque sin apartar su vista de Ally―. No queremos ser una molestia ni un mal ejemplo para las señoritas. Un coro de murmullos rezongones se alzaron en señal de protesta, pero bastó una mirada de advertencia de Marcus para que se acallaran de inmediato. Al parecer, él tenía bastante poder y control sobre el grupo, ya que no hizo falta que repitiera la orden: con tan sólo un gesto, todos los demás se pusieron en marcha.

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―¡Vámonos! ―masculló Dave entre dientes, en cuanto estuvo seguro acerca de que su partida era real y no sólo parte de una estratagema―. ¡Dense prisa! ―David, yo… ―comenzó a decir Ally en cuanto se pusieron en marcha. ―Silencio ―musitó él, sin siquiera mirarla―. Sé que lo sientes, pero debes comprender lo irresponsable que fue todo esto de tu parte. No sólo conseguiste que tú y tu hermana se expusieran a un gran peligro, sino que también conseguiste que un demonio te… ―¿Me…? Pero David sólo sacudió la cabeza y no completó la frase, como si no estuviera dispuesto a declarar en voz alta aquello que vagaba por su cabeza. Y Kiche aulló lastimeramente, rasgando el aire y el silencio de la noche que comenzaba a caer sobre Roma.

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3. Cazadores. Desde su escapada a la Tierra no había vuelto a ver a David. Es decir, sí lo había visto, pero aquellos encuentros habían resultado tan fugaces que apenas habían tenido tiempo para saludarse. Ally tenía la impresión de que en realidad él estaba intentando evitarla por todos los medios posibles, pero eso no tenía lógica. ¿Qué motivos podía tener Dave para querer mantenerse alejado de ella? Bien, tal vez tampoco los tenía para acercarse o permanecer constantemente a su lado, pero había llegado a pensar que eran ¿amigos? Sí, amistad era un buen término para definir aquello que los unía. Era raro que un ángel de su posición, es decir, de su rango y con todos sus años y batallas de experiencia, se interesara en una novata como ella, pero desde un principio David había sido diferente. Desde aquella primera partida de caza en que Ally había participado, él se había preocupado por ella, porque nada malo le ocurriera. Se había tomado la molestia de explicarle con detalle todo cuanto ocurriría y la importancia de su participación en todo eso, incluso le había ahorrado un mal rato apartándola del grupo y dejándola a cargo de un par de humanos para que los alejara de allí y así no tuviera que presenciar la lucha. ¿Así que por qué ahora le parecía tan distante? Harta de su actitud sin sentido y de las horas y horas de silencio que debía soportar ahora que le habían prohibido visitar nuevamente la Tierra si no se trataba de un partida de caza o algún otro asunto “oficial”, todo gracias a la cortesía del mismo David que la había delatado con los demás arcángeles, Ally no sabía qué rayos podía hacer para matar un poco el tiempo. Ya había hecho de todo: juguetear con Kiche, recorrer un par de hermosos lugares, intentar instruir en algunos asuntos a un par de nuevos guardianes (cosa Página | 25


nada fácil, considerando que habían nacido apenas hacía un par de días y todo cuanto les interesaba era explorar sus extraordinarias habilidades y demostrarse el uno al otro de qué tanto eran capaces) e intentar convencer a Cam que la acompañara nuevamente a la Tierra (quien había conseguido ignorarla olímpicamente y continuar su camino con Demian entre sus brazos, sin siquiera mirarla), pero nada había dado resultado. ―¿Tú qué dices, Kiche? ―murmuró, consiguiendo atrapar a su pequeña loba blanca que correteaba de un lado a otro por el césped―. ¿Nos aventuramos tú y yo solas? ¿Qué dices, eh? La loba gimoteó y la miró con expresión algo asustada, a lo que Ally sonrió a medias. ¿Qué rayos era lo que estaba pensando? ¡No podía exponerse nuevamente a semejante riesgo! Ya había visto las consecuencias que podía tener no obedecer las reglas y aventurarse sola a la Tierra: no sólo ella había estado en peligro, sino también Kiche, Cam, Demian y… y todos aquellos niños inocentes. Tenía que aprender a ser más responsable. Tal vez David tenía razón y ella no hacía más que comportarse ingenuamente creyendo que todo iría bien sólo porque era un ángel y sin medir todo el daño que podía provocar con sus acciones. ―Tienes razón, es mejor quedarnos aquí donde todo es seguro para las dos ―musitó, frotando suavemente las orejas de Kiche―. Ya basta de comportarse como… ¡Hey, espera! ―exclamó al creer vislumbrar algo fuera de lugar. ¿Quién era él? Estaba segura que se trataba de un ángel, es decir, ¿qué más podía ser si se encontraba en ese lugar? Pero no estaba segura de conocerlo o de haberle visto antes por allí. Tal vez era nuevo. Y se alejaba como si no deseara ser visto, como si quisiera escabullirse a… ¿la Tierra? No podía permitirlo, él no sabía el riesgo que corría con todo eso. Si se marchaba solo a la Tierra y caía en las manos equivocadas, no quería imaginar lo que le ocurriría. ―¡Hey, tú! ¿A dónde crees que vas? Página | 26


Demasiado tarde. Aquel muchacho había extendido sus alas y había emprendido el vuelo sin siquiera voltear al oír su voz intentando detenerle. ¿Qué hacía? ¿Cómo se las arreglaba para hacer que regresara? Miró a su alrededor, pero nadie más parecía estar allí para ayudarle. ¿Dónde rayos se metía todo ese montón de arcángeles odiosos y controladores, amantes de las reglas, cuando eran realmente necesarios? En ese momento se hubiera alegrado de ver al menos a alguno de ellos rondando por ahí para que fuera a detener a ese ángel escurridizo. ¿Y si era uno de aquellos guardianes nuevos a los que ella había estado intentando instruir? A decir verdad, no le había prestado demasiada atención por lo que no era capaz de precisar si se trataba a alguno de ellos o no, sus rasgos físicos no le parecían familiares. Pero… pero si se trataba de alguno de ellos, entonces no sabía lo que en realidad estaba haciendo y entonces sí estaba en problemas. ¡No! ¡Ella no podía permitir que aquel muchacho se aventurara solo a la Tierra! ¡No podía permitir que corriera semejante riesgo! ―Kiche, quédate aquí, ¿entendido? ―musitó, dejándola en el suelo y desplegando sus alas tras su espalda, a lo que la loba gimió e intentó regresar a sus brazos―. Por favor, entiende que no puedo volver a colocarte en peligro… Regresaré pronto, ¿sí? Y, aunque sabía que la loba no estaba de acuerdo con su decisión, vio cómo se agazapaba contra el suelo, agachando las orejas y gimoteando bajo, en señal de obediencia. Ally sabía bien que a ambas les dolía cualquier tipo de separación, aunque fuese por poco tiempo, pero no podía arriesgarla otra vez de esa manera, era demasiado importante para ella como para correr el riesgo de perderla sólo por una estupidez. ―Te prometo que sólo iré, lo traeré de regreso y volveré, ¿está bien? ―murmuró, frotando sus orejas―. Sólo será una expedición de rescate. Sé buena chica y quédate aquí hasta que regrese por ti.

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Bien, no tenía idea cómo se las había ingeniado aquel muchacho para tomarle tanta ventaja, pero parecía imposible que fuese tan veloz como para ya haber desaparecido por completo. Si no conseguía alcanzarlo antes de que llegase a la Tierra, todo sería en vano. Sabía que una vez que se encontrara allí sería prácticamente inútil intentar dar con él. ¿Pero dónde rayos se había metido? Miraba en todas direcciones a la espera de ver algún rastro que le dijese por dónde ir, pero era en vano: tal como había aparecido sin previo aviso, parecía que se lo había tragado la nada. Quiso preguntarle a un par de arcángeles que se le habían cruzado en el camino, pero sabía que en cuanto mencionara la frase “viaje a la Tierra” ya no la dejarían sola otra vez y entonces sí lo perdería y no tendría oportunidad de rescatarlo a tiempo. ―¡Vamos! ¿Dónde te has metido? ―masculló entre dientes, mirando a su alrededor a la espera de verle aparecer, aunque ya había perdido las esperanzas. Sin embargo, ¿era él? No, ¿sí? Sin estar completamente segura de si se trataba de la misma persona que ella buscaba, se aventuró a seguirle, pero cuando iba a alzar la voz para llamarle, él volvió a extender sus alas y alzar el vuelo. ¿Qué hacía? ¿Lo seguía o iba por ayuda? Temiendo no contar con demasiado tiempo o que todo eso terminara de la peor manera para aquel inexperto ángel, tomó la vía más rápida y también extendió sus alas para seguirle en silencio. Si iba a la Tierra lo detendría a tiempo, no permitiría que cometiese los mismos errores que ella. Y allí estaba… Después de todo lo que había dicho, después de todo lo que había prometido, allí estaba: en la Tierra. Bien, tal vez no había sido precisamente su culpa, es decir, aquel muchacho había desaparecido de repente, así sin más, pero ella debería haber sido capaz de dar media vuelta y regresar, sabiendo que allí sería imposible encontrarle otra vez. Debería haber sido sensata, regresar y avisarle a alguien más que aquel joven ángel Página | 28


se encontraba solo y en peligro en la Tierra, en vez de aventurarse ella misma a buscarlo. Las calles estaban vacías y hacía frío. La nieve caía entre ventiscas y se arremolinaba en el aire antes de dar con el suelo y acumularse silenciosamente. Nunca antes había estado allí. Al parecer, se trataba de alguna ciudad de Rusia, pero no estaba segura y eso le inquietaba. No reconocía nada en medio de la oscuridad, sólo algunos faroles alumbraban tenuemente proyectando sombras alargadas y misteriosas de las construcciones y de todo cuanto se moviera entre penumbras (como la de un gato, que consiguió asustarla de tal forma que tuvo que ahogar un grito llevándose una mano a la boca) En ese momento lamentaba no haber llevado a Kiche con ella, al menos su compañía la hubiera tranquilizado y le hubiese dado algo más de confianza. Sin ella se sentía completamente desprotegida, incluso los sonidos más comunes le parecían escalofriantes. ―Bien, sólo debes encontrarlo y podrás irte de aquí ―musitó para sí misma, ocultando sus alas y rodeándose el cuerpo con los brazos―. Una vez que lo encuentres podrás regresar y buscar a Kiche y todo irá bien. El sonido de sus pasos hacía eco en las calles solitarias. Un grupo de hombres y mujeres se encontraban en una esquina alrededor de una fogata improvisada dentro de un viejo tambor de hierro, rodeado de un montón de botellas vacías y otras cuantas a medio beber. Aún desde allí podía percibir el humo de la fogata mezclándose con el de los cigarrillos encendidos. ¡Por Dios! ¿A qué clase de lugar había ido a dar? Intentando pasar desapercibida, se subió el cuello del abrigo, enfundó sus manos en los bolsillos y agachó la cabeza, caminando con prisa. Sólo quería encontrar al bendito ángel escurridizo y poder marcharse de allí. Tenía un mal presentimiento, tenía la sensación de que algo no estaba del todo bien. Las callejuelas algo sucias y desaliñadas se retorcían una y otra vez formando una intrincada serie de laberintos, hasta que tuvo la impresión de estar dando vueltas en círculos. Página | 29


Y así lo comprobó cuando volvió a tener frente a ella al grupo de hombres y mujeres que bebían y fumaban junto a la hoguera callejera. ―¡Lo que me faltaba! ―masculló Ally, con ironía, aunque sin poder evitar que una ligera nota de pánico se colara entre sus palabras. Un coro de carcajadas se alzó entre el grupo de extraños y tuvo la extraña sensación de que reían por ella, aunque eso era absurdo, es decir, ¿por qué ellos tendrían siquiera un motivo para burlarse de ella? Ni siquiera la conocían. O eso creía ella. ―¡Bien hecho, Marcus! ―exclamó una de las mujeres con una voz extrañamente dulce para tratarse de alguna pobre mujer desvalida y sin hogar―. ¡No creí que lo lograrías ni que sería tan sencillo! ¿Marcus? ¿El mismo Marcus que ella estaba pensando? Un escalofrío le bajó por la espalda al recordar a aquel agraciado demonio de piel blanca y cabello negro azabache. No, tal vez sólo era una coincidencia. Intentando concentrarse en encontrar la salida de aquel desagradable lugar, dio media vuelta y echó a andar en sentido contrario, pero entonces se dio cuenta de cuán ingenua había sido nuevamente: estaba rodeada. El grupo de personas alrededor de la fogata clandestina no era precisamente lo que aparentaba: eran demonios. Los mismos que había visto hacían un par de días, pero ahora no estaba David con ella para protegerla, ni siquiera estaba Kiche. Una de las mujeres (sí, le costaba pensar en aquellas hermosas criaturas como demonios) se adelantó un par de pasos con una ligera actitud amenazante y Ally no pudo evitar retroceder a tropezones. ―¡Vamos, Christine, no la asustes antes de tiempo! ―exclamó una voz, que Ally reconoció como la de Marcus. ¿Christine? ¡Claro! Debía haber supuesto que los demonios, al igual que los ángeles, rara vez morían realmente. Aquello que aparentaba ser una muerte, no era más que un estado de inconsciencia profunda del que luego se recuperaban con Página | 30


algo de ayuda. Por eso las luchas entre ángeles y demonios nunca llegaban a tener realmente fin, por el mismo motivo por el que resultaban tan peligrosas como desgastantes: porque eran inmortales. Sólo existía una forma de acabar con ellos: separando las partes de sus cuerpos (esencialmente consistía en separar la cabeza del resto), pues no existía poder capaz de volver a unir la materia sobrenatural de la que se encontraban hechos. ―Es ella, Marcus ―musitó Christine con voz fría, fijando sus ojos celestes en Ally con una extraña llama oscura en ellos―. Por su culpa llevo esto ―añadió, quitando la bufanda que cubría su cuello y dejando ver una horrenda cicatriz en su blanca piel: los dientes de Kiche―. Y no sólo eso, por su culpa David se atrevió a… ―Lo sé ―la interrumpió él, con un dejo de impaciencia―. Pero no quiero que la lastimes, aún no ―añadió, acercándose sigilosamente y apartando a la muchacha rubia de su camino―. ¿Qué tal, Ally? ¿Todo bien? ¿O necesitas algo de ayuda para encontrar el camino de regreso?――inquirió, con una nota de humor negro mezclándose a una inusitada amabilidad, mientras su frío tacto acariciaba su rostro―. Aunque, pensándolo bien, regresar no sería tan divertido como acompañarnos, ¿a qué no? Las palabras se trabaron en sus labios, incapaces de hilvanarse con algún tipo de coherencia. ¿Cómo había sido tan ingenua? ¡Otra vez se encontraba en la misma situación! ¡E incluso peor que antes! ―Yo… yo debo… ―balbuceó Ally, sin saber qué decir, intentando mirar por sobre el hombro en busca de alguna posible salida, pero resultaba inútil: los demonios acechaban por doquier en las sombras, esperando tan sólo una señal para abalanzarse sobre ella. ―¿Sabes que eres encantadora? ―musitó Marcus, acomodándole un mechón de cabello, mientras se acercaba a su rostro con la vista clavada en sus labios―. No sé si es tu encanto angelical o simplemente tú, pero nunca había conocido a alguien así en todos estos cientos de años.

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―Yo… eh… ¿gracias? ―musitó ella, intentando retroceder otro par de pasos, tropezando con una grieta en el suelo, pero Marcus la detuvo justo a tiempo, tomándola por la cintura y acercándola a su cuerpo. Un coro de carcajadas se alzó entre aquellos que se ocultaban en las penumbras, aunque Ally no le veía lo gracioso a todo eso. ―El problema está en que… eres un ángel. ―Suspiró él, delineando la curva de su cuello con un ligero roce de sus dedos, consiguiendo que Ally se estremeciera ante lo gélido que le resultaba su tacto―. Y así no me sirves, o, más bien, así me sirves… para otros propósitos. Estaba segura de no desear averiguar cuáles eran esos “otro propósitos”. ―Ahora que si tú quisieras unirte a nosotros y… ―¿¡Qué parte de que la dejaras en paz fue la que no entendiste!? ―exclamó una voz conocida, a la vez que Marcus salía disparado por los aires y caía de bruces en el suelo a varios metros de allí―. ¡Aparta tus manos de ella, malnacido! Ally ahogó un grito y de pronto una pequeña y blanca bola peluda saltó a sus brazos: era Kiche que erizaba el pelaje del lomo y enseñaba los dientes, amenazante. Por su parte, Chaunce sobrevolaba la escena, atento a cualquier posible ataque, y Dave… …a Dave jamás lo había visto así, ni en la más fiera de las luchas había visto tanta determinación en su rostro, era como si en ese momento estuviera dispuesto a destruir a quien se cruzara en su paso. Como si… como si fuera uno de ellos: lleno de odio y rencor. Y todos aquellos sentimientos se encontraban dirigidos a aquel demonio que se había atrevido a tocarla y asustarla. ―No volverás a tocarla, ni a mirarla, ni siquiera volverás a pensar en ella, ¿me oíste bien? ―le advirtió David, con tono amenazante entre dientes, tomando a Marcus por el cuello del abrigo―. No permitiré que le hagas daño, ni siquiera que… ―Pues lo siento, porque ya tengo su esencia ―masculló el demonio, con una sonrisa burlona―. La encontraré en el lugar que… Página | 32


―¡Entonces olvídala! ―exclamó Dave, golpeándolo contra una muralla de ladrillos casi con brutalidad―. ¡Más te vale que lo hagas! Y sin más, lo arrojó al suelo con un gesto brusco y se dirigió a Ally con prisa, para tomar su rostro entre sus manos y comprobar que nada malo le hubiese ocurrido. Pero una ronca carcajada rasgó el aire tras su espalda. ―¿Es que no lo entiendes, David? ―inquirió Marcus, colocándose en pie algo tambaleante―. Es demasiado tarde, ella será mía… Nada podrá evitarlo. ―¡Vete al infierno! ―exclamó el arcángel, llegando hasta él a una velocidad sorprendente y estrellando su puño contra su rostro con fuerza y luego hundiendo su rodilla en su abdomen―. ¡Ella nunca será tuya! Es demasiado buena para ti ―añadió en un murmullo entre dientes. ―¿Y para ti no? ―masculló el demonio, jadeando a causa de los golpes―. No te engañes, David. Que tengas acceso al cielo y aún conserves ese animalejo, no te hace mejor que a nosotros. Sin responder, Dave estrelló nuevamente su puño contra su rostro y lo regresó al suelo de golpe. ―Vámonos ―murmuró, tomando la mano de Ally y envolviéndola entre sus alas como una forma de reconfortarle―. Ahora todo está bien, yo estoy aquí para protegerte. ―T―tengo miedo ―tartamudeó ella, aún presa del pánico por todo lo que acababa de ocurrir―. Per… perdóname. ―Tranquila, tranquila ―musitó él, abrazándola tiernamente―. Nada malo te ocurrirá, yo estoy aquí, nunca te dejaré. ―Gra… gracias. ―Nunca me hagas pasar un susto así otra vez ―murmuró David. Y sin esperar respuesta, la alzó en brazos y emprendió el vuelo, seguido de cerca por Chaunce, quien le cuidaba la espalda.

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―Había un niño ―musitó Ally de repente, recordando el motivo por el cual había ido a parar allí. ―¿Un niño? ―repitió Dave, algo confundido. ―Un ángel joven ―se corrigió ella, sin dejar de temblar aún a causa del pánico―. Parecía un niño y… y puede estar en peligro si ellos le descubren. Dave frunció el ceño y asintió en silencio. Al menos eso explicaba por qué Ally había desobedecido nuevamente las reglas. ―Chaunce, ve y recorre el lugar ―le ordenó al águila, que volaba a su lado―. No puede estar muy lejos. Él águila chasqueó el pico en señal de comprensión y dio media vuelta para rondar nuevamente aquellas oscuras callejuelas.

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4. Espejismos. ―¿Cómo…? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? ―preguntó Ally, en apenas un murmullo. David hizo algo parecido a una mueca e intentó tranquilizarla frotando delicadamente su espalda una y otra vez. Chaunce aún no regresaba y eso lo tenía algo inquieto, pero su principal preocupación en ese momento era ella: comprobar que se encontraba bien, que aquel demonio no había alcanzado a hacerle daño. ―Chaunce encontró a Kiche sola, gimoteando bajo un árbol ―respondió él, esbozando una sonrisa al ver cómo la pequeña loba buscaba las manos de su ama para recibir caricias―. No fue difícil adivinar a dónde habías ido para atreverte a dejarla sola y luego sólo me bastó con encontrar tu rastro para dar contigo. ―¿Mi… rastro? ―Ningún ángel tiene la misma esencia de otro ―explicó Dave, frunciendo el ceño al ver que Kiche comenzaba a arrastrarse hasta él y le ofrecía la panza para que la acariciara―. Somos percibidos de distintas maneras por todos los ángeles y… ―¿Y…? Kiche gimoteó y lamió su mano, obligándolo a frotar su panza y rascarle las costillas, lo que le dio algo de tiempo para pensar mejor lo que iba a decir. ―Y… para mí, tu rastro resulta muy fácil de seguir ―respondió finalmente, sonriendo al ver cómo la pequeña loba se retorcía juguetonamente en el suelo―. Ya estoy habituado a él y estaba por todas partes, así que no me costó trabajo dar contigo y… ―Y llegaste justo a tiempo ―murmuró Ally, encogiéndose y rodeándose las rodillas con los brazos al recordar todos aquellos oscuros seres rodeándola, seguramente jamás olvidaría ni superaría esa sensación de pánico―. Gracias. No sé que hubiera hecho sin ti. Página | 35


―Hey… ―comenzó a decir él, pero en ese momento se vio interrumpido por el sonido de un aleteo acercándose y se vio obligado a alzar la vista hacia el cielo. Chaunce regresaba, pero regresaba solo. *** ―No lo entiendo ―repetía Ally una y otra vez dando vueltas en círculos, con Kiche siguiéndola desde cerca con la mirada. Ya había olvidado casi por completo el asunto de los demonios cazadores y toda su preocupación se había vuelto a centrar en aquel misterioso ángel joven que había desaparecido con dirección a la Tierra―. Estoy segura de que lo vi y… ―Lo sé, lo sé ―la interrumpió Dave, algo cansado de verla pasear de un lugar a otro sin ningún sentido―. Pero si Chaunce no lo encontró eso quiere decir que ya debió haber regresado a casa, tal vez se dio cuenta de la cercanía de aquel grupo de demonios y prefirió dar media vuelta y… ―O tal vez de verdad está en problemas ―repuso ella, mirándolo con expresión tormentosa―. Te digo que parecía realmente joven. David dejó escapar un suspiro y se preguntó por qué rayos todos los guardianes parecían tan obsesionados con el tema de la protección. No sólo querían proteger a los humanos, sino que parecían ser igual de vulnerables y piadosos con todo cuanto ser pareciera frágil y desprotegido, sin importar si era mortal, inmortal, ángel… o demonio. Aún recordaba la expresión de Ally durante la última partida de caza en que habían participado, la forma en que miraba todos aquellos cuerpos inertes en el suelo… la forma en que había preferido que fuese Kiche quien atacara a Christine y no ella misma, a pesar de desear salvarle a él, a pesar de que sólo se trataba de un demonio desconocido para ella y de que él era un compañero en peligro, uno de los de su especie. Tal vez lo había hecho inconscientemente, pero no era un detalle menor, no se trataba de algo que pudiera pasar por alto si quería llegar a ser un buen guardián una vez que encontrase a su humano.

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―Tienes que dejar de ser tan compasiva ―la regañó, aunque más bien parecía una petición por el tono excesivamente tierno que había empleado―. El mundo no funciona tal como tú crees, no todos merecen tu protección y… ¡Pero es casi un niño! ―replicó ella, comenzando a perder la paciencia. ―¿Y qué pretendes? ¿Morir tú por él? ¿Te das cuenta que todo esto carece de sentido? ―inquirió Dave, tomando su rostro entre sus manos con algo de brusquedad―. ¿Qué acaso no te das cuenta de lo que eso significaría para…? ―su voz se detuvo un segundo mientras juntaba sus frentes, hasta convertirse en apenas un murmullo―. ¿…para mí? ¡Apenas sabes cuidar de ti misma y pretendes cuidar de alguien más! Pero Ally sabía que en ese momento no tenía cabeza suficiente para responder. Nunca había sentido a David tan cerca, incluso esa noche, mientras sobrevolaba la ciudad con ella oculta entre sus brazos, no se había dado cuenta de lo agradable que resultaba la cercanía entre ambos. Y definitivamente él tenía razón acerca de ese asunto del “rastro”. Para ella, Dave olía a ¿amanecer? Sí, a rayos de sol iluminándolo todo, pero también a ¿lluvia nocturna? Él desprendía ese tipo de aroma que era capaz de hacerle sonreír sin motivos, como si él mismo desprendiera luz. También olía a césped y a mar, a brisa salada… a naturaleza. A todo aquello que ella tanto ¿amaba? ―No siempre podré estar ahí para ti ―susurró él, acariciando delicadamente su rostro y acomodándole un mechón de cabello―. Debes aprender a cuidar mejor de ti misma. ―¿Por qué? ¿Por qué tenía que hacer ese tipo de preguntas sin sentido? Ella conocía bien la respuesta: por todos esos demonios ansiosos por destruir ángeles que ya había tenido el “gusto” de conocer. Pero esa simple pregunta había resultado suficiente para que Dave recobrara la compostura y se apartara de ella con algo de torpeza, nada propia en él.

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―Sólo mantente a salvo, ¿sí? ―suplicó, tomando a Kiche entre sus brazos para entregársela―. No importa lo que creas ver, o quien esté en peligro, tú no puedes mantenerle a salvo sola, si aún no aprendes a mantenerte a salvo a ti misma. Bien, eso tenía lógica, ¿pero era necesario marcharse así de rápido, dejándola con todas aquellas demás preguntas en la cabeza? Sí, él se había marchado, seguido de Chaunce, dejándola con una extraña sensación de mareo y debilidad que ya nada tenía que ver con el peligro que había vivido esa noche. Tácticas de evasión. De seguro el entrenamiento de lucha de Dave incluía tácticas de evasión y era más que probable que él fuera todo un experto en la materia. Ally no tenía otra posible explicación para su comportamiento, ni para las apenas dos o tres ocasiones en que se habían encontrado por pura casualidad en esos últimos días. Bien, si él creía que así le facilitaba las cosas, estaba más que equivocado. ¿Dónde se metía Cam cuando era realmente necesaria? A veces se preguntaba qué era lo que hacía su hermana con su tiempo libre, porque rara vez se la encontraba deambulando por allí, incluso en un par de ocasiones se había encontrado a Demian solo por su cuenta (y había preferido alejarse ante la mirada de advertencia del huraño y solitario lince) pero ni luces de ella. Necesitaba alguien con quien por lo menos tener una plática decente y que no la dejara siempre a la mitad, o que al menos no la hiciese sentir como una tonta ángel guardián irresponsable y sentimental, pero Cam no aparecía por ninguna parte. ¿De qué servía tener una melliza si no aparecía en el momento en que se le necesitaba? Con un suspiro ―no sabía bien si de aburrimiento, resignación, o una equilibrada mezcla de ambos―. se dejó caer bajo un viejo abeto y apoyó su espalda en su tronco. Página | 38


Ese día había asistido a su última clase de instrucción (sí, se suponía que debían recibir cierta instrucción antes de estar realmente preparados para ejercer como guardianes, no todo era instinto y supervivencia, también habían ciertas cosas, más bien información, que debían conocer en caso de ser necesario) pero Cam tampoco había aparecido por allí y a Francesca, la maestra de ambas mellizas, no pareció importarle ni molestarle en lo absoluto. Bien, al menos ahora había algo que sí comprendía y que le había estado dando vueltas en la cabeza en esos últimos días: por qué Kiche parecía cambiar y crecer a medida que pasaba el tiempo y ella no. Había llegado a pensar que luego ella se haría demasiado vieja y moriría, pero Francesca le había explicado que en realidad Kiche crecería hasta alcanzar el tamaño adulto y luego se congelaría allí en el tiempo. Tal como lo había hecho Chaunce a lo largo de todos aquellos cientos de años en que había acompañado de Dave lucha tras lucha. Sacudió un poco la cabeza para alejar a David de sus pensamientos. Durante todo ese tiempo, la loba había sido mucho más importante de lo que ella había llegado siquiera a imaginar. Nada malo podía ocurrirle a Kiche o ella literalmente moriría. Aún no estaba segura de haber entendido bien el concepto que Francesca había intentado explicarle, pero, al parecer, había algo más que los diferenciaba a ellos de los humanos: No tenían espíritus. Es decir, no era que precisamente no los tuvieran, sino que no los tenían con ellos en su interior, tal como los humanos, sino que le eran entregados en forma de aquellos fieles y adorables compañeros. Eso explicaba la conexión tan fuerte que existía entre ángel y tótem. Y eso explicaba por qué los demonios eran seres tan despiadados: porque al caer, perdían su espíritu pues éste se quedaba en el cielo. ¿A cuento de qué había ido a parar al tema de los demonios? Otro suspiro escapó de sus labios y centró su atención en la loba que se había recostado junto a ella y que parecía igualmente fastidiada y aburrida. Página | 39


―Tú y yo deberíamos buscar un pasatiempo ―murmuró Ally, tomándola en brazos para recostarla sobre sus piernas―. ¿Qué dices, eh? Pero antes de que Kiche llegara al menos a dar luces de algún tipo de respuesta, ya fuera de entusiasmo o de rotundo rechazo, otro sonido la sacó de sus pensamientos: un aleteo agitado y un chillido agudo. Chaunce. ¿Sólo Chaunce? ¿Y dónde se encontraba David? ¿Por qué no estaban juntos si eran inseparables? Entonces lo recordó: ese día irían de partida de caza a la Tierra. Un grupo de demonios habían estado dando problemas en esos últimos días y le habían encomendado a Dave y otro grupo de arcángeles que se encargaran de la situación. Con tanto asunto en la cabeza y su infantil enojo con él por no hablarle y evitarla a cada momento, había olvidado el asunto de la partida de caza. Tal vez David había estado esperando que ella se ofreciera a participar y ayudar, tal como lo había hecho la última vez, pero a ella ni siquiera se le había cruzado por la cabeza con todo lo que le andaba rondando por allí. Así que… ¿Y si estaba herido? La sola idea de que Dave estuviera lastimado por alguno de aquellos escalofriantes seres, consiguió que se pusiera de pie, en menos de un segundo, estrechando a Kiche contra su pecho. ―¿Qué ocurre, Chaunce? ¿Por qué no está David contigo? ―inquirió, como esperando que el águila fuese capaz de responderle―. ¿Acaso está…? ―la palabra “herido” se atragantó en sus labios. No, Dave estaba bien, debía estarlo. Pero Chaunce se limitó a volar en sentido contrario y regresar una y otra vez en el mismo trayecto, hasta que Ally captó el mensaje y extendió sus alas para seguirlo. No sabía en qué rayos podía ayudar ella a un arcángel como Dave, pero al menos necesitaba estar ahí para él si es que se encontraba lastimado. Llovía con fuerza allí en Londres, Inglaterra, algo que no debería haberle sorprendido, pues en todas las ocasiones en que se había encontrado allí ―a decir verdad, no más de tres o cuatro―. el clima le había resultado igual de húmedo. Página | 40


No había gente en las calles, algo que en realidad tampoco le sorprendía. Se suponía que si había una batalla entre inmortales por allí cerca, lo ángeles guardianes que se ofrecieron a participar, se encargarían de alejar a todos los humanos de allí, no sólo para que no salieran lastimados, sino para que no se dieran cuenta de lo que ocurría. Se suponía que todo ese asunto de ángeles y demonios era un secreto ancestral. Sin saber por dónde comenzar a buscar, Ally se limitó a seguir a Chaunce que sobrevolaba con prisa algunos metros frente a ella, mostrándole el camino. Sus pasos hacían eco en las vacías calles, aún no oscurecía por completo, pero los faroles ya comenzaban a encenderse para iluminar la ciudad. Entonces lo vio: encogido en el suelo, retorciéndose una y otra vez, se encontraba David. Plaf, plaf, plaf. Bien, aquellos aplausos lentos no venían al caso, pero Ally no pudo evitar mirar a su alrededor para ver de dónde provenían. Marcus. Otra vez Marcus. Y un escalofrío le bajó por la espalda al ver su mirada, llameando con un oscuro brillo. ―Así que, después de todo, yo tenía razón acerca de ustedes dos, ¿eh? ―dijo él, con cierto toque de humor negro, mientras Chaunce volaba a su encuentro y se posaba en su hombro derecho, tal como acostumbraba hacerlo en el de Dave. ¿Chaunce? ¿Por qué Chaunce se posaba así en el hombro de aquel demonio, como si le perteneciese? ¿Acaso…? No, no podía traicionar a Dave de esa forma, ¿o sí? ―Buen trabajo, amigo mío ―murmuró Marcus, acariciando el plumaje del ave y, en cuanto su mano lo rozó, Chaunce se desvaneció en el aire en forma de humo. Bien, eso sí que había sido extraño. Página | 41


―¿Ra… razón? ―repitió Ally, intentando que su voz sonara firme, pero le era imposible titubear al saber que a la primera señal de Marcus se encontraría rodeada nuevamente de todos aquellos oscuros seres―. ¿Razón de qué? ―inquirió, dando pasos casi imperceptibles en dirección a David. ¿Qué probabilidades existían de llegar hasta él, tomarlo entre sus brazos y salir de allí airosa? Ella mejor que nadie conocía bien la respuesta: casi nulas. ―Tú y él os amáis ―respondió Marcus con simpleza, aunque Ally no pudo dejar de notar que la última palabra había sonado más bien como una maldición―. Lo cual es una verdadera lástima, porque había llegado a pensar que tú y yo podíamos ser amigos, pero, ya ves, no se podrá ―añadió, encogiéndose de hombros, como para quitarle importancia al asunto. ¿Amarse? Esa palabra consiguió que Ally olvidara por un segundo lo que se suponía que debía hacer y centrara su atención en Marcus en vez de David que era en quien se debía preocupar. ¿Ella y Dave…? No, es decir, ¿no? Se suponía que sólo eran amigos, ¿o no? Es decir, él se preocupaba de ella, la mantenía a salvo y la libraba de cada idiotez en que se veía envuelta, pero eso no quería decir que… ¿o sí? ¡No! ¡Marcus sólo decía todo eso para distraerla, para que su atención se desenfocara de lo realmente importante! Y claro que lo había conseguido. Allí estaba: a sólo un metro de ella y ni siquiera lo había visto acercarse. Otro escalofrío le bajó por la espalda y deseó poder huir y alejarse de allí tanto como le fuera posible, pero no podía hacerlo, no mientras Dave continuara corriendo peligro. ―Puedes elegir, Ally ―susurró Marcus, respirando sobre su mejilla, mientras sus gélidos dedos recorrían su cuello―. Él no tiene por qué sufrir, él no tiene nada que ver en esto ―añadió, jugueteando con una hebra de su cabello en un gesto que resultaba tan íntimo como amenazante. ―¿Qué…? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué es lo que quieres? Página | 42


Una sonrisa triunfante se dibujó en los labios del demonio al oír sus palabras. Eso era exactamente lo que quería: tenerla allí, en sus manos, tan dócil como un cordero. ―Sólo debes aceptar venir conmigo, no te arrepentirás ―murmuró, rozando su nariz en la hendidura de su cuello, provocando que Ally retrocediera instintivamente un par de pasos―. Pero debes prometerlo, ya sabes, sólo por precaución y así no tendrá por qué ocurrirle nada malo a Dave. Ally tragó un poco de saliva y se aferró con algo más de fuerza a Kiche, claro que lo sabía: la promesa de un ángel era inquebrantable, si prometía acompañar a Marcus, debería cumplirlo sí o sí. ―Iré… iré contigo ―afirmó, sintiendo que la voz le temblaba de miedo al no saber a qué se enfrentaría luego. ―Promételo. ―Lo prometo. Una sonora carcajada escapó de los labios del demonio y Ally vio horrorizada cómo Dave se desvanecía en el suelo, tal como lo había hecho Chaunce minutos atrás, dejando tras él tan solo un sutil rastro de humo. ―¿Qué…? ¿Qué le hiciste? ―exclamó, golpeando a Marcus con fuerza en el pecho, aunque era incapaz de siquiera sacudirlo―. ¡Dijiste que no le harías daño! ¡Dijiste que David no saldría lastimado de…! ―Y cumplo mis promesas, cariño ―afirmó él, tomándola con fuerza de los antebrazos y arrastrándola casi a tropezones―. En este momento el verdadero David debe estar de regreso a casa luego de una victoria segura. ―¿El…? ¿El “verdadero”? ―¿No pensaste que era él realmente, o sí? ¿Tan poca confianza le tienes a sus habilidades que piensas que se dejaría atrapar así como así por un demonio como yo? ―inquirió Marcus, sin evitar el humor negro―. ¿Acaso no sabías que nosotros también tenemos dones? Era sólo una ilusión, un espejismo, uno bastante bueno debo decir a mi favor y en tu defensa. Página | 43


―¿Un… espejismo? ¡Claro! Eso explicaba aquel joven ángel que la había guiado directo a los cazadores, ¿o no? ¿Había sido él también una ilusión provocada por Marcus?

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5. Atrapadas. Un tigre blanco corría con prisa, recorriendo cada rincón entre los árboles y olfateando a cada ángel que se le cruzara en el camino. Cam frunció el ceño, algo confusa. El animal le parecía familiar, estaba segura de haberle visto antes, pero no sabía con exactitud a quién podía pertenecer, aunque por sus movimientos sigilosos y sincronizados podía apostar que se trataba del tótem de algún arcángel guerrero. Demian, por su parte, observaba los movimientos del tigre blanco con un inusual interés en él, casi al borde de la admiración y el entusiasmo. Por regla general, el lince era demasiado egocéntrico y arrogante como para mostrar interés en alguien más que no fuese él mismo o su ángel guardián, por lo que resultaba realmente curioso que siquiera se dignara a dirigirle la mirada a algún otro tótem y aún más curioso que dejara traslucir algún tipo de emoción. De pronto, el tigre se detuvo frente al lugar en que se encontraba Cam (bajo el antiguo abeto que había sido donde había descubierto su extraño don y había desaparecido por primera vez) y olisqueó el aire con interés, deteniéndose el tiempo suficiente para que el ángel guardián por fin pudiera reconocerlo: era Nath, el tótem de Joe, uno de los principales y más antiguos arcángeles que ella conocía. Según Cam, tanto Nath como Joe tenían un carácter demasiado amable y amistoso, casi blando, para tratarse de guerreros, pero los había visto luchar en más de una ocasión y después de entonces no se había atrevido a cuestionarlos más. Tanto el arcángel como su peculiar tótem merecían el reconocimiento y el respeto de todos los más jóvenes e incluso de muchos de los más antiguos, pues juntos parecían ser invencibles. ―¿Qué es lo que ocurre? ―inquirió Cam, confundida, al ver que el tigre buscaba sus manos con su hocico, tal como cuando Demian buscaba caricias, pero dudaba que fuese eso lo que el enorme felino pretendiera en esa ocasión―. ¿Qué es lo que quieres? ¿Dónde está Joe? Página | 45


Sin obtener una respuesta más o menos clara, el tigre echó a correr en dirección contraria, deteniéndose luego de un par de metros para voltear la cabeza y mirarla con una extraña expresión. Pero antes de que alcanzara a comprender, vio, no sin sorpresa, que su propio lince, el mismo Demian huraño y receloso, emprendía una loca y acelerada carrera tras Nath, lo que sólo podía significar una cosa: problemas. ―¿Qué es…? ¿Qué fue lo que…? ¿Joe? ―balbuceó Cam, sin saber qué hacer, es decir, ¿cómo era eso posible? ¿Cuándo había ocurrido? ―El mismo ―aceptó él, bajando la mirada humillado―. Sé que es difícil de creer, pero… ―Pero… pero… ¡Es imposible! ―exclamó ella, intentando comprender qué era lo que se había perdido, por qué alguien haría algo como eso con alguien como él―. Tú no… No puedo creerlo, ¿qué fue lo que ocurrió? Joe dejó escapar un suspiro, se acuclilló y frotó suavemente las orejas de aquel hermoso tigre albino que por tantos años le había acompañado y cuyos minutos de compañía se encontraban contados. En cualquier minuto llegarían por él, ya ni eso le estaría permitido… … él ya no tenía los mismos derechos. Ya no tenía nada de todo lo que siempre había tenido, nada de todo eso por lo que tanto había luchado arriesgando su propia existencia una y otra vez. ―Hiciste un buen trabajo, amigo ―murmuró, sabiendo que disfrutaba de sus últimos segundos acariciando ese espeso pelaje―. Trajiste ayuda, como siempre. ―Joe ―insistió Cam, sin mucha paciencia―. ¿Qué es todo esto? ¿Por qué…? ¿Por qué estás “así”? ―Todo esto fue una trampa ―musitó él, irguiéndose para mirarla a la cara―. Una trampa que sólo tú puedes impedir. Sé de tu don y es exactamente lo que necesitamos en este momento. Sólo tú puedes retroceder e intentar impedir todo esto. Página | 46


―¿Yo? ¿Trampa? ¿Para quién? ―Para Dave y Ally… ―¿¡Ally!? *** Ally se limitaba a seguir al apuesto demonio en silencio. Las largas zancadas de Marcus parecían retumbar en el silencio de las oscuras y vacías calles, pero no le costaba esfuerzo llevar su ritmo. No tenía idea a qué tipo de lugar se dirigían, aunque sí sabía que no le agradaría precisamente. Cualquier cosa que proviniera de alguien como Marcus no podía tener ni una pizca de bondad o diversión. Al menos no el tipo de diversión que todos acostumbrarían. No podía evitar temblar de pies a cabeza. Tenía más miedo del que jamás había tenido en su existencia y no podía evitarlo, pero tampoco podía demostrarlo. Para Marcus, ella debía mostrarse lo más calmada posible, no podía dar indicios de cuánto le aterraba o se aprovecharía de ello para intimidarla aún más. Debía mantener la cabeza fría si quería tener alguna posibilidad de escapar con bien de todo eso. Si al menos pudiera comunicarse con David o cualquier otro ángel… pero no había forma de siquiera intentarlo, no sin que Marcus se diese cuenta. Kiche parecía comprender la situación, porque se mantenía inusualmente quieta entre sus brazos. Su orejas, en posición de alerta, se movían siguiendo la dirección de todo cuanto ruido extraño se produjese a su alrededor como si también comprendiera el peligro en que se encontraban expuestas. Incluso el pelaje de su lomo se encontraba erizado. Había algo que no cuadraba en todo eso y que levantaba las sospechas de Ally. Cada vez que se había encontrado con Marcus, éste se hallaba rodeado de otros personajes, demonios que parecían seguir sus órdenes y apoyar todo cuanto dijese, pero ese día no parecía estar ninguno de ellos por allí para ayudarle. Página | 47


¿Por qué? Bien, de seguro había pensado que Ally no representaría un mayor problema o peligro, ni siquiera que existía la posibilidad de que estuviese dispuesta a defenderse o atacarlo de alguna manera y probablemente tenía razón, pero de todas formas le parecía extraño… ―Por aquí ―señaló Marcus, indicando que debían doblar hacia la derecha, por un oscuro callejón, hasta una antigua bodega abandonada. Otra cosa que le parecía curiosa a Ally, es decir, ¿por qué permanecían en la Tierra? ¿Acaso no sería más conveniente ir a un lugar donde existieran menos probabilidades de encontrarse con un ángel? ¿O él creía que nadie notaría su ausencia? De pronto algo capturó su atención. Algo, o más bien “alguien”, que no debería haberse encontrado allí, pero no podía tratarse de quien ella creía, ¿o sí? No podía asegurarlo, pero esa sombra que se había escabullido silenciosamente en la oscuridad le parecía extrañamente familiar. Tal vez demasiado familiar. ―¿Camille? ―musitó, sorprendida de encontrársela en un lugar como ése y bajo esas circunstancias, es decir, ¿qué podía hacer allí su hermana? ¡Ella nunca desobedecía las reglas!―. ¿Camille? ―¿Qué es lo que ocurre? ―inquirió Marcus, frunciendo el ceño y mirando a su alrededor con suspicacia―. ¿Con quién hablas? ―Yo… con nadie ―balbuceó Ally, deseando no haber mencionado el nombre de su hermana o que al menos aquel demonio no hubiese sido capaz de oírlo. Lo que menos quería era también meter a Cam en problemas―. Es sólo que… Su silencio fue su mejor aliado, de seguro Marcus lo había interpretado como un temor desmedido que le impedía pensar o actuar con claridad (y casi le acertaba por completo) por lo que se limitó a sonreír complacido e indicarle que continuaran su camino. Pero Ally no podía dejar de pensar en aquella sombra que había visto escabulléndose. Realmente le parecía que era… ―Pst, pst… Página | 48


Tuvo que cubrirse la boca con la mano para no gritar al encontrarse, ataviada con una capucha negra, a su hermana melliza en aquel lugar. Lo primero que notó Ally fue que parecía ir sin Demian, pero no era eso lo que más le preocupaba, sino qué hacía Cam allí, por qué había desobedecido las reglas si ella mejor que nadie sabía el peligro que un guardián inexperto como ella corría en aquel lugar. ¿Acaso no notaba el riesgo que representaba Marcus así de desquiciado como estaba? ―¡Vete! ―musitó Ally, intentando que su voz no sea escuchada por el demonio que la llevaba prisionera―. ¡Vete de aquí! ―Chist… Vengo a ayudarte ―repuso Camille, siguiéndola sigilosamente―. Pero necesito que sigas adelante con todo esto. Finge que no estoy aquí. ―Pero… ―¡Chist! Marcus se detuvo un segundo y Ally sintió que se congelaba y contuvo el aliento a la espera de que continuara su camino. ¿Acaso las había oído? Si era así, sabía que no tenían salida: tanto ella como Cam estarían perdidas. Pero antes de que llegase a caer en un ataque de pánico, Marcus soltó algo parecido a un bufido, sin dar el menor indicio de alguna sospecha y continuó adelante, con Ally a la zaga en completo silencio, pero más alerta que nunca. No podía cometer errores, no ahora que no sólo ella estaba en problemas, sino también Cam. ¿Cómo podía decirle a David que necesitaba ayuda? En ese momento hubiese agradecido tener un tótem como Chaunce, que tuviese la capacidad de volar, pero era inútil intentar enviar a Kiche sin que Marcus la viese e intentara detenerle. ¿Y cuál era el plan de Cam? Si es que tenía alguno, debía ser realmente bueno si quería que ambas salieran bien libradas de todo eso, ¿no? Pero su melliza tenía el mismo y escaso entrenamiento de lucha que ella, por lo que sus esperanzas de una fuga triunfal se veían drásticamente disminuidas. Página | 49


Temiendo que Marcus diera media vuelta y las descubriera, Ally vio horrorizada cómo su hermana se arriesgaba saliendo de la protección que le brindaban las sombras y se colocaba unos pasos tras ella, a su lado derecho. ―Tengo poco tiempo ―musitó la guardián de capucha negra, hablando con tanta prisa que debía hacer un gran esfuerzo para distinguir una palabra de otra―. Se supone que no es mucho lo que puedo hacer, sólo intentar postergar todo esto lo más posible y asegurarme que todo esto salga bien, pero ya viene ayuda. ―¿Ayuda? ¿Quién? ―masculló Ally, por la comisura de la boca, intentando sujetar bien a Kiche, que se había puesto algo inquieta al reconocer a Cam y luchaba por escabullirse y correr a su encuentro. ―Eso no importa ―repuso Cam, escabulléndose nuevamente a la oscuridad al ver que Marcus giraba hacia la derecha―. Joe me encontró y me dijo que debía impedir que algo ocurriera, algo realmente importante…―¿Joe? ¿El compañero de David? ¿Qué ocurre con él? Cam guardó silencio e intentó no desviarse del tema. ¿Cómo le explicaba a Ally algo que ni ella misma comprendía? Todo ese asunto era demasiado complejo y no era el mejor de los momentos para explicarle la relatividad del tiempo y el espacio porque ni ella misma lo comprendía bien, a pesar de viajar continuamente entre el pasado y el futuro como si se tratasen de una sola cosa. ―Sólo diré que esto ya ocurrió, ¿está bien? ―masculló, ocultándose mejor bajo el oscuro amparo que le ofrecía la vieja muralla de ladrillo. No sería buena idea contarle a Ally de qué iba todo eso en realidad, no quería que se alterara más de la cuenta y echara a perder todo eso antes de tener al menos una oportunidad de solucionarlo―. En este momento yo no debería estar aquí, va contra las reglas que intente intervenir en el pasado de alguien más, pero… ―¿Pasado? ―repitió Ally, con una nota de histeria en la voz, consiguiendo que Marcus se detuviera por un segundo y volteara a verla, pero al parecer no había llegado a notar nada fuera de lugar pues continuó con su camino en completo silencio―. ¿Cómo que…?

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¡Claro! ¡El don de Cam! ¡Por eso encontraba a Demian continuamente solo! ¿Cómo había olvidado que su hermana podía viajar a través del tiempo a su antojo? Pero, ¿qué quería decir con eso de “evitar que algo ocurriera”? ¿Por qué se arriesgaba de esa forma? ―Todo esto estaba planeado ―susurró Cam, evitando pisar los trozos de vidrio roto que habían en el suelo, cualquier sonido extraño podía alertar al demonio desquiciado y no quería que eso ocurriera. No existía el derecho a cometer errores―. La partida de caza de Dave era una trampa, todos aquellos demonios eran compañeros de Marcus y actuaban bajo sus órdenes, sabían que él iría con el resto de los arcángeles y se escabulleron en el momento preciso. Ni siquiera consiguieron atrapar a alguno… ―¿Una trampa? Cam puso los ojos en blanco y luchó por retener el bufido que quería escapar de sus labios. Debía esforzarse al máximo si no quería llamar la atención y arruinarlo todo. ―Eso dije, ¿no? ―replicó, intentando controlar el tono de su voz―. Una trampa, no sólo para Dave, sino también para… Todo ocurrió demasiado rápido y Ally sólo alcanzó a lanzar un grito agudo. En un momento Marcus caminaba unos metros más adelante y, al siguiente, se encontraba sujetando a Cam con fuerza por el cuello, alzándola unos centímetros del suelo y presionándola bruscamente contra la pared. Pero ella en vez de parecer asustada por la situación, intentaba zafarse con todas sus fuerzas y tomar el control de la situación, haciendo memoria del escaso entrenamiento de lucha que había recibido para participar de las partidas de caza. ―¿Cuántos son y cuánto tardan? ―masculló el demonio, librándose de Ally con un gesto brusco cuando ésta había intentado abalanzarse sobre él, consiguiendo que se estrellara con fuerza contra la muralla contraria del estrecho callejón en que se encontraban. El sonido del golpe hizo eco, pero parecía ser que

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nadie más estaba por allí cerca para oírlo―. ¡Anda! ¡Responde! ¿Cuánto tardan en llegar los demás! A pesar de su situación, Cam se las arregló para sonreír con ironía. Ally a veces se preguntaba cómo se las arreglaba para conservar ese tipo de cualidades en los momentos menos oportunos. ―El rastro está por todas partes, no fuiste demasiado inteligente en permanecer aquí en la Tierra ―jadeó, con el rostro aún oculto por la sombra de su oscura capucha―. Estará aquí en cualquier momento. ―¿Estará? ¿O sea que sólo vendrá él? Un grito de furia escapó de los labios del demonio. Al parecer, no estaba en sus planes ser descubierto tan pronto. Ally ahogó un grito de espanto cuando vio cómo Marcus arrojaba con fuerza a su hermana al suelo, aunque no sabía con exactitud si su grito se debía sólo al hecho de que maltrataran a Cam o al de saber que David iría solo en su rescate sabiendo todo el peligro que aquel desquiciado demonio podía llegar a representar. ¿Acaso no se daba cuenta de que si algo llegaba a ocurrirle, ella también sufriría? Ni en el más duro de sus entrenamientos alguien la había arrojado con tal brusquedad contra el suelo, por lo que en cuanto recibió el impacto la capucha que llevaba dejó de cubrir su rostro y Cam no pudo hacer nada para continuar cubriendo su identidad, algo que no estaba en sus planes pues cada vez que viajaba en el tiempo debía pasar tan inadvertida como fuera posible. Una falsa carcajada rasgó el silencio nocturno. ―¿Bromean, no es así? ―inquirió Marcus, cruzándose de brazos con un gesto divertido, mientras observaba al par de guardianes que tenía frente a él―. ¿Me quieren decir que hoy es mi día de suerte y saqué el premio mayor? ¡Tengo al par de hermanas! ¿Qué mejor?

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―Vete ―musitó Ally, en dirección a su melliza―. Tú puedes salir de aquí, vete al pasado o al futuro, ¡o qué se yo! ―Ni hablar, aquí me quedo contigo ―repuso Cam, limpiándose la mejilla que le había quedado cubierta de lodo al estrellarse contra el inmundo suelo de aquel callejón de mala muerte―. No pienso dejarte sola… ―Pero… ―comenzó a decir Ally, antes de lanzar un grito agudo―. ¡Kiche, no! Demasiado tarde: la loba ya se había lanzado a toda velocidad en dirección al demonio, dispuesta a atacar directamente la garganta, pero Marcus fue mucho más rápido y la arrojó con fuerza contra la muralla de ladrillo, consiguiendo que la bola de pelos blanca cayera inconsciente en el suelo antes de que al menos alcanzara a comprender qué era lo que había ocurrido. ―¡No, no, no! ―exclamó Ally, arrastrándose casi de rodillas hasta su pequeña loba―. Kiche, Kiche ―musitó, intentando que volviera a reaccionar. ¡Argh! ¡Buen momento para que su don no sirviera para transportar a otras personas con ella!, pensó Cam, mirando en todas direcciones con desesperación, a la espera de ver aparecer a David en algún lugar. Se suponía que allí sería el encuentro, allí se produciría el enfrentamiento entre Marcus y David. No había servido de nada aquel viaje en el tiempo pues había sido incapaz de modificar en algo las cosas. Una vez más había comprobado que su talento era del todo inútil. ¿De qué servía poder viajar en el tiempo si de todas formas estaban atrapadas en su propio destino? Todo eso carecía de sentido: podía viajar a través del tiempo, pero ¿de qué servía si no podía cambiar el pasado de los demás, sino sólo el de ella? ¿Por qué demonios no aprendía a utilizar bien su don de una buena vez?

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El pasado transcurriría de la misma forma en que ya lo había hecho, la única diferencia sería que ella estaría allí para ser protagonista y testigo de todo lo que ocurriría y sería incapaz de hacer algo para cambiarlo.

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6. Rescate. ―Ponte de pie ―ordenó Marcus, tomándola del brazo sin ningún tipo de miramientos―. Y tú ―añadió, señalando a Cam―. También vienes con nosotros, no voy a permitir que vayas en busca de tus amiguitos. ―P-pero… Kiche ―balbuceó Ally, intentando zafarse del demonio y regresar al lado de su loba―. No podemos dejarla aquí y… ―Hubieras pensado en eso antes de… ―Sólo… sólo dame algo de tiempo ―suplicó ella, soltándose de su agarre―. Puedo curarla, no me llevará más de un minuto. Sin esperar por su respuesta, que de seguro sería una rotunda negativa, Ally corrió hasta su pequeña Kiche y la tomó entre sus brazos intentando concentrarse sólo en ella y no en ese miedo desmedido que comenzaba a abrirse paso desde su pecho hasta cada rincón de su cuerpo. No podía perder el control, debía canalizar su don en ella, todo su ser debía centrarse en su pequeña loba herida en esos momentos. Como cada vez que hacía uso de su don, una cálida onda se desprendió de las palmas de sus manos y un gimoteo bajo y una cálida y suave lengua frotándose repetidamente contra su rostro fueron indicios más que suficientes para saber que todo había salido bien, al menos con respecto a Kiche. ―No te haces una idea del susto que me diste ―la regañó Ally, frotando suavemente sus peludas y suaves orejas―. No vuelvas a hacer algo así. ―¡Ya, ya, ya! ―exclamó Marcus, con un dejo de impaciencia―. No tengo todo el tiempo del mundo para estos sentimentalismos, así que en marcha. Debemos darnos prisa antes de que… Pero antes de que llegara a terminar la frase, se escuchó un golpe seco y luego el demonio se encontraba de bruces, maldiciendo por lo bajo al sentir que la

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mandíbula se le estrellaba contra con fuerza contra el suelo y se manchaba con lodo. ―Vaya, vaya ―murmuró, con una extraña sonrisa maliciosa y aparente calma, mientras se colocaba en pie y se sacudía, limpiando prolijamente el barro de su rostro―. Llegaste antes de lo que esperaba. Pensé que me darías algo de tiempo para divertirme con tus amiguitas ―añadió, encogiéndose de hombros como para restarle importancia al asunto. Al escuchar sus palabras, Dave no se pudo controlar y se abalanzó nuevamente sobre él sin darse cuenta de que era precisamente eso lo que el demonio buscaba conseguir provocándolo de esa manera. Marcus esbozó una sonrisa complacida y lo tomó por el cuello, esquivando ágilmente el ataque de Chaunce que intentaba picotear su cabeza con fuerza. El arcángel luchó por conseguir algún tipo de ataque, pero era inútil. Todo cuanto podía hacer era intentar zafarse de su agarre antes de que llegara a arrancarle la cabeza, tal como sabía que intentaría hacer. No podía darse por vencido. Ally ahogó un grito al ver cómo unos trozos de ladrillos se desprendían cuando Marcus lanzó al arcángel con brutalidad contra el viejo muro. Pero en menos de un segundo David volvía a estar de pie, dispuesto a regresar a la lucha, sin dar muestras de dolor o heridas. Sus movimientos eran demasiado rápidos, los golpes eran feroces pero ninguno de los dos se daba por vencido y daban tanto como recibían. Era como si conocieran sus movimientos y pudieran prever qué era lo que el otro haría con exactitud. ―¡Vete! ―exclamó el arcángel en dirección a Ally, mientras forcejeaba cuerpo a cuerpo con Marcus―. ¡Toma a Kiche y a tu hermana y vete! ―¡No! ¡Claro que no te dejaré solo! ―¡Aquí sólo corres peligro! ―replicó él, jadeando a causa del esfuerzo―. ¡No seas testaruda y vete! ¡Yo las alcanzaré cuando todo esto termine! Definitivamente, Ally no estaba de acuerdo con su propuesta, pero sabía que era lo más sensato, allí sólo representaba una mayor preocupación y distracción para él y no podría soportar si una vez más lo ponía en peligro por su Página | 56


falta de responsabilidad. Pero cuando volteó a ver a Cam para decirle que huyeran de allí, sintió que se quedaba congelada. ―Lo… lo siento ―musitó ella, rodeándose el cuerpo con los brazos, tendida en el suelo como si estuviese sufriendo―. Debo… irme. ―¿Qué? Sí, claro que debemos irnos, pero si no estás bien no te preocupes, yo puedo… Su melliza negó con la cabeza y Ally tuvo la impresión de que comenzaba a resultar traslúcida y algo borrosa, pero eso era imposible, ¿no? ―Mi tiempo se acabó… se supone que debo regresar ―masculló Cam entre dientes, luchando porque las palabras no se le quedaran atrapadas en la garganta―. Mi don tiene límites… Deberás marcharte sola. ―P-pero… ―Lo siento ―se disculpó Cam, con la mirada tan cargada de dolor que parecía que la quemaban―. Te fallé, todo esto fue inútil… Nada cambió. ―¿Qué? ¿Qué quieres decir con que…? ―No permitas que… Pero antes de que pudiese llegar a completar su pregunta y aclarar así sus dudas, su hermana melliza había desaparecido por completo. ¿Qué? ¿Qué era eso que no debía permitir? ¿A dónde había ido a parar Cam? ¿Por qué se había marchado así de repente? ¿Por qué en ese preciso momento? Sin pensarlo, Ally se arrodilló en aquel lugar en que le había visto desaparecer, como si esperara que ella regresara en cualquier momento, aunque sabía que era inútil. Cam jamás le hubiera dejado de esa manera si hubiese tenido la oportunidad de quedarse o hacer algo para evitarlo. A su espalda, la lucha entre ángel y demonio continuaba sin dar tregua. Kiche gimoteaba sola en un rincón, agazapada contra el suelo. A ratos su pelaje se erizaba y enseñaba los dientes, pero parecía no saber qué hacer o cómo Página | 57


reaccionar ante lo que veía, lo que se explicaba por la misma confusión que su ama sentía en ese momento. Recordando las palabras de David antes de que Cam desapareciera de esa imprevista manera, Ally tomó su pequeña loba entre sus brazos y extendió sus alas, sin tener demasiado claro a qué lugar dirigirse o dónde encontrar ayuda, pero un sonido extraño la detuvo y la obligó a voltear… …a la señal de Dave, Chaunce enterró sus afiladas garras en los hombros del demonio, consiguiendo que lanzara un grito de dolor y espanto ante el inesperado ataque y dándole al arcángel el tiempo suficiente para desenvainar la daga que llevaba en el cinto. No era común que los guerreros celestiales usaran armas (a decir verdad, eran demasiado extrañas y difíciles de conseguir pues provenían de estrellas demasiado particulares), comúnmente sólo se valían de ellos mismos y de sus habilidades para enfrentar las batallas, pero a algunos se les concedía y les estaba permitido utilizar dagas, espadas o flechas, aunque, claro, sólo las utilizaban en partidas de caza u otros asuntos oficiales. Los ojos de Marcus se abrieron por primera vez teñidos de temor, él y todos los seres inmortales sabían que una herida provocada por un arma de ese tipo era incurable y, con todo el entrenamiento y experiencia de Dave, probablemente fatal. ―No volverás a acercarte a ella ―masculló el arcángel entre dientes, acercando la daga peligrosamente a la garganta del demonio en medio de un nuevo forcejeo―. Te lo advertí… Pero una exclamación de sorpresa surgió de los labios de David al ver que el arma salía disparada por los aires antes de llegar a tocar la piel de Marcus. Ally ahogó un grito al ver una plateada flecha clavarse en el suelo a tan sólo unos centímetros del lugar en que se desarrollaba el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre ángel y demonio. La misma flecha que había conseguido arrebatarle la daga a Dave de las manos con una precisión sorprendente. Un enorme y hermoso tigre blanco descendió de lo alto del techo, saltando ágilmente por todas aquellas pequeñas grietas sobresalientes que se presentaban Página | 58


en la antigua muralla de ladrillos. A su lado, otro arcángel aterrizó plegando sus enormes alas tras su espalda y preparando ya su arco con otra flecha, dispuesto en una clara posición ofensiva. Joe. Sólo había visto al compañero de armas de Dave en un par de ocasiones, pero jamás olvidaría su rostro extrañamente amable y risueño, aquellos ojos castaños que siempre parecían brillar con simpatía. Recordaba que la primera vez que le había visto había llegado a pensar que se trataba de un error, pues con esas facciones y su sentido del humor era imposible que se llegara a tratar de un guerrero, tenía más bien el carácter idóneo de un guardián, pero luego de verle luchar en la primera partida de caza en que había participado, debió reconocer que el error había sido suyo y que Joe merecía el título de Comandante mucho más que cualquier otro. ―¿Qué crees que estás haciendo? ―vociferó el recién llegado, en dirección a Dave, y con una señal le indicó a Nath que se encargara de Chaunce. Ally no tuvo claro si el águila no lo vio venir o simplemente se dejó capturar por las zarpas del enorme felino, pero de un momento a otro se encontraba atrapada y presionada contra el suelo, tan dócil como un polluelo que recién salía del cascarón y no como el águila orgullosa y arrogante que siempre era. Por su parte, Dave parecía no saber qué hacer por primera vez. Aunque aún no soltaba al demonio ni dejaba de forcejear en un intento por reducirlo, parecía descolocado por la presencia de aquel otro arcángel, que no sólo lo superaba en experiencia, sino también en rango y, por lo tanto, en autoridad. ―Joe, tú no entiendes… ―comenzó a decir, pero de pronto se vio estrellado con fuerza contra la muralla contraria, junto con Marcus. ―¡No me importa si hay algo que entender, o no! ―exclamó él, avanzando hacia ellos en guardia y con el arco en alto, en dirección al demonio―. La orden era clara: regresar a casa. ¿Por qué tenías que apartarte así del grupo? ¿Por qué colocas a todos en peligro por venir a enfrentarte con un demonio en una vulgar

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pelea callejera? ¿Qué eres: un guerrero o un aficionado? ¿Acaso no te bastó con todo el riesgo innecesario que nos hizo correr este…? ―¡Ally estaba en peligro! ¡No iba a permitir que este malnacido la lastimara! ―replicó David, perdiendo la paciencia y colocándose de pie―. ¡Se supone que ese es nuestro deber! ¿No? ¡Debemos proteger a los nuestros! Recién entonces Joe reparó en la presencia de ella. Aún algo confundido, miró en la dirección en que el ángel guardián temblaba con su loba entre los brazos y de pronto palideció por completo y su expresión se volvió vacía, como si no se encontrara allí, como si… ―¿Qué? ―inquirió Dave. Al parecer él sí había llegado a comprender lo que ocurría con Joe―. ¿Qué fue lo que viste? ¿Qué es lo que ocurrirá? Pero Joe no respondió. En cambio, su expresión se había transformado del vacío absoluto al horror y la angustia. Con un gesto le indicó a Nath que liberara a Chaunce y bajó el arco sin pensarlo. ―Toma a Ally y vete lejos de aquí ―fue todo lo que musitó, sin atreverse a mirar a David a la cara―. Yo veré cómo soluciono esto. ―¿Qué? ¿Por qué? ―inquirió su compañero de armas, sin salir del asombro. ―Y será mejor que lleves esto contigo ―agregó Joe, regresándole su pequeña pero mortal daga sin responder a su pregunta―. No regreses a casa y mantente lejos de los demás hasta una nueva orden mía, ¿entendido? Yo te buscaré luego. En silencio y sin volver a replicar, Dave asintió y le hizo una señal a su águila para que lo siguiera, pero antes de que llegara siquiera a mirar a Ally o encaminarse en su dirección, una carcajada lenta y llena de ironía rasgó el aire. ―¿En serio vas a dar media vuelta y marcharte? ―inquirió Marcus, que continuaba en el suelo, apoyando la espalda en la muralla contra la que lo había arrojado Joe―. ¿Así solucionan las cosas ustedes? ¿Ocultándose hasta nuevo aviso? ―Cierra la boca ―masculló David entre dientes. Página | 60


―¿Y qué piensas hacer? ―replicó el demonio―. ¿Vas a intentar detenerme cada vez que intente acercarme a ella? No siempre vas a estar ahí y… ―¡Cállate! ―¿¡Qué!? ¿No quieres oírlo? ―vociferó Marcus, colocándose de pie con algo de dificultad―. ¿No quieres oír que ella terminará convirtiéndose en una de las nuestras al igual que Christine y que tú no podrás hacer nada por evitarlo? ¡Eres nadie, David! ¡Eres incapaz de cuidar a quienes amas! ¡Fuiste incapaz de cuidar a Christine y tú serás el responsable de que…! Pero Ally jamás llegó a saber de qué sería responsable Dave. Todo ocurrió demasiado rápido. En un momento David estaba de espalda al demonio, conteniéndose y cerrando los puños con fuerza alrededor de su daga, luchando por ignorar sus palabras, y al siguiente minuto se encontraba de frente a él tomándolo del cuello con fuerza y alzándolo varios centímetros del suelo. Sólo una sonrisa irónica alcanzó a dibujarse en los labios de Marcus. ―Su destino es ser una de los nuestros ―murmuró con un hilo de voz, pero lo suficientemente alto para que Ally alcanzara a oírlo y un escalofrío le bajara por la espalda―. Lo sabes y también sabes que no podrás hacer nada por evitarlo. Un grito de rabia surgió de los labios de Dave y a continuación rasgó la garganta del demonio con su daga, cercenándole la cabeza del cuerpo, consiguiendo que Ally se llevara una mano a los labios para acallar la expresión de terror que iba a surgir de ellos. ―¡No! ―exclamó Joe, tomando al arcángel por los hombros con fuerza―. ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Acaso no piensas con la cabeza? Pero David no le prestaba atención, todo cuanto podía hacer era observar a Ally en busca de alguna reacción, ya fuera de pánico, asco o cualquier otra emoción, pero ella parecía congelada, sin demostrar ningún tipo de impresión acerca de lo que acababa de ver y oír. ―Ally… escucha ―murmuró, acercándose lentamente y con precaución a ella con los brazos en alto, luego de dejar caer la daga al suelo―. Sé que estuvo mal, pero… era la única forma, así él no volverá a hacerte daño, ¿está bien? ―Se Página | 61


detuvo a un par de pasos de ella―. No te lastimaré, lo prometo. No tienes nada qué temer. Su reacción lo tomó por sorpresa. En un momento se encontraba completamente inmóvil, sin dar luces de querer reaccionar y de pronto Kiche se encontraba en el suelo y Ally… ―Abrázame ―suplicó ella, aferrándose a su cuerpo con fuerza y ocultando su rostro en su pecho―. Abrázame y dime que estás bien, que él no te hizo daño. Dímelo, por favor, necesito oírlo ―murmuró, alzando la vista y recorriendo su rostro con manos temblorosas en busca de alguna herida o un mínimo rasguño, no importaba lo que fuera, sólo quería asegurarse de que se encontrara ileso. ―Estoy bien, cariño ―aseguró él, tomando sus manos para besarlas con delicadeza―. Claro que estoy bien, ¿y tú? Dime que no te hizo daño, dime que no… Pero ni él ni Ally alcanzaron a continuar adelante con su conversación. Un aleteo suave les advirtió de la presencia de alguien acercándose y los tres se pusieron en guardia. Joe buscó una flecha tras su espalda y se aprestó a prepararla en el arco, mientras Dave se llevaba la mano al cinto, en busca de su daga, y se regañaba por lo bajo al recordar que la había dejado caer al suelo. ¿Cómo había cometido semejante error sabiendo cómo se encontraban las cosas? Incluso Kiche estaba atenta a aquel sonido que cada vez parecía más cercano… Un suspiro generalizado se materializó en el aire al ver que sólo se trataba de Cam, pero bastó ver su expresión para saber que todos estaban en problemas. ―¡Rápido! ¡Todos muévanse! ―exclamó, sin siquiera aterrizar por completo y llevando a Demian entre sus brazos―. ¡Ya vienen en camino! No sé qué fue lo que ocurrió aquí, pero viene la Guardia por Dave.

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―¿Qué? ¿Cómo que por Dave? ―preguntó Ally, con una nota de pánico tiñendo su voz―. ¿Y cómo que no sabes? ¡Acabas de marcharte de aquí! ¿Y a dónde fuiste? Cam frunció el ceño y dejó que su lince saltara al suelo. ¿Cómo estaba eso de que ella acababa de marcharse de allí? ¡Argh! ¡Este tonto y extraño don! ¿Por qué nunca podía recordar qué era lo que hacía en aquellos viajes en el tiempo? Tal vez de esa forma resultaría un poco más útil, pero, claro, sólo a ella le obsequiaban un talento que no servía de mucho. Bien, suponía que al menos había sido capaz de cambiar su propio destino, es decir, por algo se encontraba allí, ¿no? Al menos le podía advertir a David del peligro que corría. ―No hay tiempo para explicaciones absurdas ―repuso, sin una pizca de amabilidad, y entonces se dio cuenta del cuerpo inerte de Marcus y de su cabeza a unos centímetros de él―. Bien, eso explica por qué la Guardia viene en camino ―musitó, sin siquiera inmutarse―. Es mejor que se den prisa si quieren… ―Pero no… no puedo huir como si hubiera… ―comenzó a decir David. ―¡Y tú crees que a ellos les va a importar! ―exclamó Joe, exasperándose―. ¡Rompiste las reglas! ¡Rompiste el tratado más antiguo de la historia! ¡Rompiste el equilibrio! ¡De ahora en adelante esto será una guerra abierta entre ángeles y demonios a menos que tú pagues por ello! ¡Era lo que ellos estaban esperando! ―¿El equilibrio? ―inquirió Ally, sin comprender esas palabras. A lo que su melliza puso los ojos en blanco como si fuese lo más obvio del mundo. ―No se puede matar a uno de los otros si no se trata de un enfrentamiento “oficial” o partida de caza ―explicó, con expresión de “¿Dah?” ―Dave, debes hacer lo que te dije: toma a Ally y ocúltense… ―murmuró Joe, hablando con prisa―. Yo intentaré explicar todo esto, haré todo lo posible para que te perdonen, pero es mejor que te ocultes por un tiempo… ―¿Qué? Pero…

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―Sólo hazlo ―repuso él, empujándolo hacia la salida el callejón junto con Ally―. Te buscaré y te daré noticias en cuanto pueda, ¡ahora váyanse!

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7. La Guardia. ―Tú también deberías irte ―murmuró Joe, tomando su arco y preparando un par de flechas sólo por precaución, mientras Nath olisqueaba el aire en busca de alguna señal. ―Nada de eso ―repuso Cam con determinación―. Esto se trata también sobre mi hermana, así que estoy dentro. David y Ally acababan de marcharse y perderse en la oscuridad. El cuerpo inerte de Marcus aún continuaba en el suelo y Cam se preguntaba si no sería mejor idea ocultarlo o si los demás arcángeles que venían en camino tomarían aquel gesto como un intento por ocultar todo lo ocurrido y sólo conseguirían empeorar las cosas. Como si adivinara sus pensamientos, Joe tomó el cuerpo del demonio, le indicó a Nath que hiciera lo propio con la cabeza, y, ante la mirada atónita de Cam, inició una hoguera en medio del oscuro callejón. Las llamas danzaban oscilantes iluminando todo y creando alargadas sombras a medida que lamían y consumía el cadáver de Marcus hasta reducirlo a meras cenizas. ―¿No crees que eso puede alertar a los humanos de…? ―Como si alguna vez se hubiesen dado cuenta de todo lo que ocurre frente a sus narices ―repuso él, con un dejo de ironía―. Son demasiado escépticos para siquiera aceptar lo que ven. ―Está bien ―respondió Cam, encogiéndose de hombros. Aunque el gesto era más bien un intento para ocultar el nerviosismo y el temor que le embargaban por dentro―. Yo sólo decía. Joe resopló y puso los ojos en blanco, aunque no podía dejar de estar alerta. Cam había dicho que la Guardia ya venía por Dave lo que significaba que no podía quedar demasiado tiempo para que llegara y debía reconocer que esa idea le Página | 65


inquietaba. No sabía cómo explicaría todo eso con exactitud, o si por lo menos le darían la oportunidad de explicarlo. Y esa imagen. No podía apartarla de su mente, no podía dejar de pensar en ello. Debía evitarlo, en sus manos estaba evitarlo. … sus ojos llameando oscuros, llenos de rabia, rencor y amargura contra todos. Y su sonrisa desdibujada en una mueca irónica. Dave no podía terminar convertido en uno de ellos. ―¿Qué es lo que ocurre? ―inquirió Cam, algo incómoda por el silencio que se había alzado repentinamente entre ellos―. ¿Los escuchas acercándose? ―No, no se trata de eso ―respondió Joe, frotando suavemente las orejas de su fiel tigre albino con aire algo distraído mientras su mirada se fijaba en las brasas que aún relucían allí donde minutos atrás había estado el cuerpo de Marcus. Cam suspiró, sin poder evitar fruncir el ceño. No sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento de todo eso como si algo no fuese a salir del todo bien o tal como ellos esperaban… ¡Argh! ¡Odiaba su don! ¿De qué podía servir viajar en el tiempo si aún no era capaz de recordar qué era lo que hacía en cada uno de esos viajes? Se suponía que todo eso ya había ocurrido, que probablemente ya conocía el final de esa parte de la historia y, sin embargo, allí estaba como siempre: tan ciega como cualquier otro ángel común y corriente, incapaz de ayudar en algo. ―Por cierto, ¿qué quiso decir Ally con eso de que acababas de irte de aquí? ―la interrogó Joe de repente, saliendo del extraño trance en que había caído y tal como si hubiese estado siguiendo la línea de sus pensamientos. Un nuevo suspiro escapó de los labios de Cam, aunque en esta ocasión se podía notar claramente la frustración de la que estaba cargado aquel gesto. ―No lo sé ―musitó, haciendo un mohín―. Es decir, sí lo sé, pero es… complicado. ―¿Complicado? Página | 66


―Es que… ―La arruga en su entrecejo se acentuó aún más, es decir, ¿de qué servía contar que tenía un don que no sabía utilizar? Ni siquiera en esos momentos estaba segura de encontrarse en el lugar correcto. ―Se trata de eso que dicen por ahí, ¿no? ―adivinó él, con algo parecido a una sonrisa indulgente asomándose en sus labios―. Tienes un don que aún no aprendes a controlar y por eso te frustras y siempre pareces malhumorada… Incluso tu lince parece estarlo ―añadió, señalando a Demian que en ese momento saltaba a los brazos de su ama. ―No se trata de que yo no sepa controlarlo, ¡se trata de que no sirve en lo absoluto! ―se quejó Cam, colocándose a la defensiva. Aún en la situación en que se encontraban, Joe no pudo evitar reír entre dientes ante la expresión de su rostro. En realidad no quería burlarse de ella, más bien le recordaba a otro ángel que tampoco sabía por qué rayos le habían regalado un talento que no sabía cómo utilizar: él mismo. Recordaba la primera vez que había tocado a su maestro durante un entrenamiento y había visto prácticamente toda su vida en un minuto. Le había bastado con sólo tocar su mano para conocer cada detalle de su pasado y no sólo eso sino también de su futuro… Aquel futuro en que moría en plena batalla en manos de un demonio. Seguramente Cam se hacía la misma pregunta que él se había hecho en cuanto había descubierto su talento: ¿de qué servía un don que no permitía modificar en nada lo que ya estaba escrito? ―Al menos tú puedes intentar cambiar las cosas cada vez que viajas en el tiempo, en cambio yo sólo puedo… Pero Cam jamás llegó a enterarse de lo que Joe podía o no hacer, pues en ese momento un grupo de siete ángeles aterrizaron en perfecto orden en aquel oscuro y estrecho callejón. La Guardia prácticamente en pleno. O al menos los guerreros más destacados que tenían. Claro, si tenían que enfrentarse a alguien como Dave no podía esperarse menos. Página | 67


Parecían sacados de algún lugar demasiado pintoresco o lejano, ni sus ropas (largas e impecables capuchas blancas) ni su actitud encajaba en el cuadro que ofrecía aquel lugar, parecían demasiado distinguidos y nobles para encontrarse en un sucio callejón a medianoche. Alineados en perfecta formación los lideraba alguien a quien Cam no conocía ni podía verle el rostro a causa de su vestimenta, pero que parecía demasiado pequeño y frágil como para tratarse de un guerrero. Tras él, tres a su izquierda y otros tres a su derecha, se encontraban los otros seis ángeles, seguramente a la espera de algún tipo de orden por parte de quien estaba a cargo. ―Joseph, ¿se puede saber qué es lo que haces aquí? ―el tono autoritario de aquel misterioso ángel líder no ocultó por completo el timbre demasiado cantarín para tratarse de un… Bien, cuando se quitó la capucha Cam supo que sus sospechas no habían sido del todo infundadas, ¡claro que era demasiado pequeño y frágil! Aunque más bien debería decir “pequeña”―. ¿Y dónde está David? Es por él por quien hemos venido hasta aquí, no nos interesa enfrentarnos a ti. ―Lisbeth ―dijo Joe, junto con una inclinación de cabeza a modo de saludo. No debía olvidar las buenas costumbres si pretendía salir bien librado de todo eso, o al menos tener una mínima oportunidad para que lo escucharan―. Esperaba su llegada, a decir verdad, me la han anticipado ―añadió, señalando a Cam con un gesto de cabeza. Recién entonces ella pareció reparar en la presencia de aquel otro ángel que acompañaba a Joe y que llevaba un lince entre sus brazos, aunque Cam no supo precisar si le parecía bien o mal que se encontrara allí, sí supo que no le agradaba para nada que se hubiera adelantado a sus planes y hubiese corrido a alertar a todos de su llegada. Lisbeth era tal vez un nombre demasiado dulce para alguien con ese carácter, pensó Camille, incluso su imagen parecía ser demasiado tierna para su personalidad: sus ojos celestes, su blanca piel y su largo cabello castaño que caía en perfectas ondas sobre sus hombros daban la idea de una muchacha que no superaba los dieciséis o diecisiete años, pero ni una sola sílaba surgió de sus labios,. No quería estropearlo todo con sus comentarios tan sarcásticos. No era buen momento para sacar a relucir la parte menos amable de su personalidad. Página | 68


En cambio, a Demian poco parecía importarle las buenas costumbres o las consecuencias de su mal humor: sin pensarlo, le enseñó los dientes al negro hurón que rodeaba los hombros de Lisbeth, consiguiendo que el escurridizo animal olisqueara el aire en señal de alerta. ―Creí que te bastabas solo para ese tipo de cosas ―espetó Lisbeth sin dejar traslucir ni una sola nota de emoción en su monótona voz. A lo que Joe simplemente se limitó a encogerse de hombros. ―Mi don tiene grietas que no he conseguido pulir a pesar de todos estos años ―repuso con simpleza, lanzándole una mirada de advertencia a Nath que ya comenzaba a erizar el pelaje de su lomo algo inquieto―. Ya ves que no soy infalible ―Claro que no lo eres ―aceptó ella y entonces Cam vio horrorizada cómo dos corpulentos guardias tomaban a Joe con fuerza y le sujetaban las manos tras la espalda para impedir cualquier intento por defenderse―. Si lo fueras, no hubieras cometido el error de dejar ir a… ―¡David es inocente! ―exclamó Joe, con una mueca de dolor, interrumpiéndola a la mitad de la frase y consiguiendo que sus dos opresores lo aprisionaran con más fuerza―. ¡Sólo hizo su trabajo! ¡Nuestro deber es proteger a los demás ángeles y…! ―¡Y David no tenía instrucciones de matar a Marcus! ―replicó Lisbeth, comenzando a perder la paciencia―. ¿Sabes el riesgo en que estamos todos en este momento? ¡Todos aquellos demonios están esperando que castiguemos al responsable o caerán sobre nosotros! ¡Exigen venganza y están en todo su derecho! ¡Nunca había ocurrido algo así! ―¡No tienen derecho! ―repuso Joe, intentando zafarse de quienes lo retenían, pero le resultaba imposible―. ¡No tienen derecho a exigir venganza porque…! ―¡CÁLLATE! ―vociferó ella y Cam ahogó una expresión de protesta cuando vio cómo lo abofeteaba con ímpetu desmedido, incluso Demian parecía molesto con esa situación pues el pelaje de su espalda se erizó de inmediato en Página | 69


señal de desacuerdo―. ¡No me interesa! ¿Sabes qué es lo realmente importante? Que hay miles de ángeles más que no tienen por qué pagar las consecuencias de las malas decisiones de Dave. Poco me importa si creía hacer lo correcto o no, aunque sea uno de nuestros mejores guerreros no goza de privilegios especiales ni es inmune a las leyes y eso lo sabes bien: nosotros no perdonamos traiciones. Harto de que Lisbeth no pareciera dispuesta a escucharle, Joe se zafó con un movimiento demasiado rápido del par de corpulentos ángeles que le retenían y extendió sus alas, consiguiendo que los otros siete ángeles prepararan sus armas y asumieran una posición en guardia a la espera de la señal de su líder para comenzar el ataque. Una sonrisa demasiado extraña se dibujó en los labios de Lisbeth, y Cam tuvo la sospecha de que en realidad todo eso le complacía, como si todo ese tiempo hubiese estado esperando ese tipo de reacción por parte de Joe, como si simplemente lo hubiese estado guiando o acorralando a asumir esa postura desafiante. ¿Podían existir ángeles crueles? Hasta ese momento ella había creído que no, pero ahora que conocía a Lisbeth cuestionaba seriamente aquella creencia. ―Vamos, Joseph, no es necesario todo esto ―intentó razonar la líder, con un tono demasiado meloso, haciéndole un gesto al resto de la guardia para que mantuviesen la calma―. Sólo debes… ―¡No traicionaré a Dave! ―exclamó Joe, buscando discretamente un par de flechas tras su espalda a ciegas―. Si lo que esperas es que te revele dónde se encuentra, pierdes tu tiempo porque honestamente no lo sé. Y eres tú quien debe prestar atención: David es inocente, todo lo que esos demonios te han dicho no son más que mentiras. Todo esto fue una trampa para hacerle caer a él y a Ally, y no voy a permitir que… ―¿Y Ally? ―repitió Lisbeth, interrumpiéndolo, sorprendida ante aquella nueva e inesperada información. Entonces su vista se fijó en Cam y una nueva y extraña sonrisa se dibujó en sus labios, consiguiendo que un escalofrío le bajara por la espalda. Claro, eso explicaba la presencia de su hermanita melliza en ese

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lugar―. Vaya, vaya, vaya… Así que no es coincidencia que ella se encuentre aquí, ¿no? Bastó esa última frase para que Joe olvidara todo lo anterior y centrara su atención en Cam que se encontraba al menos a un metro de él. No era demasiada distancia pero sabía que las habilidades de los integrantes de la guardia podían llegar a ser realmente sorprendentes y no quería darles la oportunidad de siquiera acercarse a ella. Y también conocía a Lisbeth lo suficiente para saber que se cogería de lo que fuera para cumplir su objetivo sin importarle si tenía razón o no. Ella era lo suficientemente orgullosa como para no dar su brazo a torcer sin importar lo que tuvieran para decir. Simplemente jamás reconocería que había cometido un error y haría todo lo posible para hacer ver a todos los demás que eran culpables de todos los cargos. Y ellos le habían dado un argumento perfecto para complicar todo. ―Así que de esto se trata todo, ¿no? ―inquirió Lisbeth, jugueteando con la alargada cola de su negro hurón que se encontraba enrollado alrededor de su cuello―. Todos ustedes se han reunido en un complot. Han decidido que ya era hora de acabar con la insípida y monótona paz que reinaba en nuestras eternas existencias. David, Ally, tú y… ―¡Por supuesto que no! ―exclamó Joe, perdiendo la poca paciencia que le quedaba―. ¡Y Camille nada tiene que ver en esto! ¡Ella sólo venía a…! ―¿A qué? ―lo interrumpió ella, al ver que ni el mismo Joe tenía una explicación lógica para todo eso que estaba ocurriendo―. ¡Muchachos! Vamos, Cam tiene mucho qué decirnos. ―El diminutivo de su nombre nunca le había parecido tan aterrador que al oírlo surgir de los labios de Lisbeth―. Apuesto a que estará más que dispuesta a colaborar y decirnos dónde se ocultan Dave y su hermanita, a cambio de una buena y conveniente negociación a su favor. Cam no supo qué hacer ni cómo reaccionar, ni siquiera había alcanzado a comprender qué era lo que Lisbeth había querido decir con eso acerca de un complot. ¿De dónde podía llegar a sacar semejante idea? ¡Por Dios! ¡Su hermana había estado a punto de morir en manos de un demonio psicópata y ella hablaba Página | 71


acerca de un complot! Sí, tal vez tenía razón y realmente había existido un complot, pero estaba claro que ellos no habían sido las mentes creadoras de todo eso, sino los mismo demonios que ahora exigían venganza. Y antes de que se diera cuenta se encontraba rodeada por seis ángeles y Demian se revolvía inquieto entre sus brazos, esperando la más mínima señal para lanzarse al ataque, pero mientras su ama no reaccionara era poco o nada lo que él podía hacer. Pero no hizo falta que reaccionara, pues Joe lo hizo por ella. Una flecha rasgó el aire y un grito de dolor mezclado con sorpresa confirmaron que el tiro había sido certero: uno de los corpulentos ángeles que había aprisionado a Joe se encontraba con una delgada flecha atravesando su brazo derecho. Cam no se explicaba cómo, pero a pesar de que la saeta resultaba parecer frágil a la vista se las arreglaba para rasgar la firme piel de un arcángel y tenía la certeza de que incluso podría haber resultado mortal de haber dado en un blanco más cercano al pecho. Y eso no era todo. Con un rugido ensordecedor, Nath se abalanzó sobre el tótem del ángel al que había atacado su amo y entonces Cam comprendió que Joe no había fallado en su tiro. Claro que no. Su propósito no había sido matar al arcángel, sino distraerlo sólo lo suficiente para que descuidara a su zorro. No se destruía a un ángel mientras no se destruyera su espíritu. ―¡Camille, vete! ―vociferó Joe, mientras intentaba evadir tres espadas que luchaban por alcanzarle―. ¡Debes salir de aquí y encontrar a…! ―¡No! ¡Joe a tu dere…! Pero no pudo continuar y advertirle del peligro que corría, alguien la había sorprendido por la espalda y le cubría la boca con brusquedad. Intentaba quitárselo de encima, pero lo único que era capaz de conseguir era patalear inútilmente una y otra vez, mientras aquel personaje la alzaba con suma facilidad del suelo sin siquiera darse cuenta de que Cam estaba golpeándolo con toda la fuerza que tenía.

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―¡De…! ¡DEM…! ―¿En qué momento su lince se había escabullido de sus brazos? ¿Dónde se metía cuando era realmente necesario?―. ¡DEMIAN! No hizo falta que volviera a repetir su nombre, un grito de espanto y encontrarse repentinamente de espalda contra el suelo fue todo lo necesario para saber que su lince había saltado al ataque de aquel arcángel de capucha blanca, rasguñando y rasgando su piel una y otra vez con sus afiladas garras. Tal vez ella no era lo suficientemente buena en todo lo relacionado a luchas, pero por algo le habían entregado un tótem que sí lo era. ―¡Camille… arriba! ―jadeó Joe, mientras forcejeaba cuerpo a cuerpo con la mismísima Lisbeth que en ese momento empuñaba una pequeña y afilada daga plateada―. ¡Nath! ¡Ayúdala! Antes de que tuviese tiempo para replicar, el enorme tigre albino ya había dejado de lado la lucha en que se encontraba envuelto y se dirigía a ella con toda prisa. Bastó ver la expresión de su mirada para saber que no aceptaría una negativa y que debería seguirlo. ―Bien, bien ―aceptó Cam a regañadientes mientras extendía sus alas para volar hasta lo alto de aquel edificio, pero de pronto un agudo dolor le atravesó la espalda y cayó al suelo encogida de dolor. Lisbeth había cambiado de objetivo. Al parecer, había considerado que Cam merecía más atención por parte de su pequeña daga en lugar de Joe y se la había lanzado certeramente en una de las alas para que no pudiera huir. No podía dejar de gritar, ¿acaso nadie se daba cuenta de cómo se estaba quemando? ¿Por qué nadie acudía en su ayuda y apagaba las llamas que cubrían su ala herida? Tampoco podía dejar de retorcerse en el suelo una y otra vez, enterrando las uñas en la tierra y apretando los dientes con fuerza en un intento desesperado por dejar de proferir aquellos chillidos agudos que desgarraban su garganta. ―¡Nath! ¡Hazte cargo de ella! ―le ordenó Joe, y, con un movimiento demasiado rápido, le arrebató la espada a uno de los arcángeles que inundaban aquel callejón y la apuntó en dirección a Lisbeth―. ¡Sácala pronto de aquí!

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―¿Qué es lo que intentas hacer con eso, Joe? ―inquirió Lisbeth, con un dejo de ironía―. ¿De verdad estás dispuesto a matarme y perder todo por…? Pero Cam no llegó a escuchar el resto de la frase pues de pronto, no sabía con exactitud cómo, se encontraba sobre el lomo de Nath luchando por sujetarse de su suave y espeso pelaje mientras el tigre trepaba ágilmente por las mismas grietas sobresalientes del muro por las que había bajado, seguidos de cerca por Demian. La sensación de que la consumían las llamas aún no cesaba y eso le dificultaba aún más la tarea de querer aferrarse al enorme felino que la llevaba a cuestas. ―¡Allí! ¡No permitan que escapen! ―vociferó una voz que Cam no alcanzó a distinguir bien―. ¡El tigre! ¡Arriba! ¡La chica va con él! Con los ojos cerrados, tal como los llevaba, Cam no supo precisar qué tanto habían alcanzado a subir, sólo supo que por alguna razón Nath parecía haber perdido su increíble equilibrio tan sólo por un segundo, dando un ligero traspié, pero ese segundo fue suficiente para que ella sintiera cómo caía en el vacío sin que nada pudiera evitarlo. Su ala derecha estaba gravemente herida y aún llevaba en ella la daga de Lisbeth por lo que era prácticamente imposible que pudiera emprender el vuelo y salvarse a sí misma. Sólo podía esperar. Esperar aquel duro impacto contra el suelo. Aquel impacto que tardaba demasiado en llegar. ―Te tengo ―musitó él, cogiéndola justo a tiempo cuando se encontraba a sólo unos centímetros del suelo―. Tranquila, todo está bien. ―¿Jo…? ¿Joe? Podía escuchar el sonido de sus alas batiéndose pesadamente, pero eso no le bastaba, quería asegurarse de que fuera él, no podía confiar en sus sentidos en ese momento, no le bastaba sólo con oír su voz. Sólo el intento de una protesta alcanzó a surgir de los labios de Joe antes de sentir su delicada mano contra su rostro recorriéndolo con algo de torpeza. Normalmente evitaba el contacto físico con cualquier ángel o demonio (a decir verdad, no sabía si su don funcionaba de igual manera con los humanos, pues nunca había tenido oportunidad de intentarlo con alguno de ellos), sobre todo si Página | 74


nunca antes los había tocado, pues, a pesar de todos aquellos años, aún no conseguía acostumbrarse a aquel flujo de información que todos aquellos seres llevaban escrito en la piel y estaba seguro de que Cam no sería la excepción. Claro que no. Otra vez lo invadía aquella incómoda sensación de estar invadiendo a otro ser, pero no era exactamente igual. Algo en ella era distinto, algo en Camille no era como en todos los demás a quienes había tocado a lo largo de su existencia. Ver dentro de ella era como… … como ver dentro de él mismo. ―¡JOE! ―exclamó ella, con pánico, cuando sintió que volvía a caer en el vacío. ¿Por qué? ¿Por qué la había dejado caer de esa forma? ¿Acaso alguien lo había atacado y no se había dado cuenta? Pero antes de que tuviese oportunidad de tocar el suelo, nuevamente él llegó a su rescate. Cam no entendía bien qué era lo que había ocurrido, pero no podía negar que se alegraba de sentir nuevamente la calidez de sus brazos rodeando su cuerpo y aquel fresco aroma que se desprendía de él. ―Lo… lo siento ―balbuceó él, teniendo cuidado de no volver a tocar de nuevo directamente su piel. Aún no estaban fuera de peligro y no podía darse el lujo de cometer nuevos errores como aquel en que había estado a punto de permitir que se estrellara contra el suelo―. No sé qué fue lo que ocurrió. De verdad lo lamento. ―Está bien… de todas formas, gracias. Algo parecido a una sonrisa se esbozó en los labios de Joe antes de que por fin se encontraran en la azotea del edificio y pudiera dejarla a salvo en el suelo. Allí ya se encontraban Nath y Demian, pero al parecer algo no marchaba del todo bien, pues ambos olisqueaban el aire con señal de alerta. ―¿Y ahora qué? ―se quejó Joe, llevándose la mano instintivamente a la espalda en busca de su arco y sus flechas, pero no estaban allí. Página | 75


8.

Huida.

Sus pasos hacían eco en las calles vacías. Ally miraba continuamente tras ellos, como esperando que de un momento a otro surgiera algo de entre las sombras, pero no había más que oscuridad. Oscuridad y el silencio interrumpido por el jadeo en que se habían convertido sus respiraciones casi angustiosas. Docenas de preguntas no podían evitar cruzarse por su mente y cada una resultaba preocuparle aún más que la anterior, consiguiendo que ni siquiera fuese capaz de prestarle atención al camino que seguía tomada de la mano de Dave. ¿Qué había sido de Joe y Cam? ¿Habían permanecido en ese oscuro callejón luego de que ellos se marcharan? Si era así, ¿aquellos ángeles que iban por Dave, aquellos a los que llamaban “la Guardia”, se darían el tiempo para escucharlos y comprender que todo eso no había sido más que una trampa? ¡No podía creer que hubiese sido capaz de dejar a su hermana metida en medio de todo eso! ¿Qué ocurría si los demás no le creían y si los culpaban de todo eso? No creía posible soportar el hecho de saber que su hermana salía lastimada por su culpa, por intentar salvarla una vez más de sus metidas de pata. Tras ellos, Kiche corría silenciosa con expresión algo asustada, pero con el pelaje erizado, como esperando algún ataque en cualquier momento, y Chaunce sobrevolaba observando todo alerta. ―¿No iríamos más rápido si…? ―Ellos esperan que utilicemos el aire ―musitó Dave, adivinando su pensamiento y sin dejarle continuar, mientras viraban hacia la izquierda y se ocultaban entre las sombras para darles paso a un grupo de hombres que parecían salir de alguna cantina. No era habitual encontrarse con una pareja de desconocidos corriendo por las calles a esas horas, mucho menos si eran seguidos de dos animales salvajes, y no quería levantar sospechas―. Si queremos sobrevivir Página | 76


debemos pensar como lo hacen ellos y evitar todo lo que pueda llevarnos directo a su encuentro. ―¿Sobrevivir? ―repitió Ally, con un hilo de voz, ¿acaso Dave no confiaba en que ellos escucharían a Joe y Cam? Además, por supuesto no le había pasado por alto lo poco que sabía acerca de todo eso de huir sin ser detectados y que, a ese paso, sería más un estorbo que una ayuda para David que sí tenía todo el entrenamiento necesario para ese tipo de situaciones y sabía de sobra lo que debían o no hacer. ―Hey, no te preocupes ―intentó tranquilizarla él, acariciando su rostro―. Todo saldrá bien. De seguro, Joe podrá arreglar todo y… ―¿Y si no? ¿Qué ocurre si…? ―A ti nada malo te ocurrirá ―aseguró Dave con voz firme―. Me encargaré de que al menos tú salgas bien librada de esto. Nada ni nadie podrá lastimarte. ―Pero, ¿y qué hay acerca de ti? ―inquirió Ally, con voz algo temblorosa―. Tampoco deseo que tú salgas lastimado. Todo esto es mi culpa, tenías razón cuando dijiste que el problema de los míos es que somos demasiado compasivos y… ―Ally, ¿qué fue lo que te hizo ir hasta él? ¿Por qué volviste a bajar a la Tierra si sabías lo peligroso que es? Te advertí que no regresaras, ¿o creíste que lo hacía sólo por fastidiar? ―Claro que no. ―¿Entonces? Ally bajó la mirada y no supo qué responder. ¿Cómo le explicaba a Dave que había caído en la misma trampa dos veces? Primero cuando había creído ver a aquel misterioso ángel joven y luego cuando había seguido al espejismo que Marcus había creado con forma de Chaunce. Y ahora por su culpa se encontraban allí en esa situación tan peligrosa.

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Y no sólo ellos, sino que también había involucrado a Joe y Cam que nada tenían que ver en todo aquello. ―Yo prometí que iría con él ―fue lo único capaz de murmurar, sin atreverse a alzar la mirada. ―¿Qué? ―exclamó Dave, creyendo haber oído mal―. ¿Cómo que…? ¿Por qué ibas a querer ir con Marcus? ―Porque… por ti ―balbuceó Ally, mirándolo apenas de reojo para evaluar su reacción. ―¿Por mí? ―repitió él, confundido, sin entender qué rayos tenía que ver en todo eso si en ese momento se había encontrado en medio de una partida de caza que finalmente había resultado ser… Oh, oh, ¡claro!―. ¿Me quieres decir que Marcus hizo una…? ―Ajá, me hizo creer que tú estabas en peligro y… ¡Por Dios, Dave! ¡Fui tan tonta! ―exclamó ella, ocultándose en su pecho, avergonzada de sí misma y de su falta de experiencia en ese tipo de situaciones―. Pero él… él envió a Chaunce, es decir, ese espejismo de tu águila que me guió hasta la Tierra y allí… allí estabas tú en el suelo, retorciéndote una y otra vez y Marcus apareció y me dijo… ¡Dave, por favor, perdóname! ¡Fui tan ilusa, tan ingenua! ¡Marcus me dijo que no te lastimaría si yo prometía ir con él y yo…! Y yo… A esas alturas de su relato ya se encontraba ahogada en sollozos y lágrimas y le fue imposible continuar. Dave sólo se limitó a rodearla con sus brazos y estrecharla con fuerza contra su cuerpo en un intento por consolarla y protegerla del frío que comenzaba a caer sobre la ciudad. ―Tranquila, tranquila ―murmuró él, frotando suavemente su espalda―. Tú no tienes la culpa de lo que ocurrió. ―Pero… ―No, escucha ―musitó Dave, apartándola un poco de él y tomando su rostro entre sus manos para que lo mirara a la cara―. Yo debí decírtelo. Yo sabía del talento de Marcus y no te lo advertí. Era yo quien debía protegerte y en vez de Página | 78


contarte todo lo que ocurría me limité a tratarte como una niña a la que sólo había que mantener alejada del peligro y… ―Yo me comporté como si lo fuera y no tengo… ―Aun así ―repuso él, interrumpiéndola―. Si yo te lo hubiera dicho nada de esto estaría ocurriendo. Pero tenía tanto miedo de que… ―¿De qué? ―inquirió Ally cuando Dave se quedó en absoluto silencio sin hacer otra cosa más que mirarla fijamente a los ojos. ―Miedo de perderte ―respondió él, acomodándole un mechón de cabello tras la oreja como si se tratara de la más tierna de las caricias―. Miedo de que todo eso fuera verdad. Miedo de que esa profecía fuera cierta y entonces Marcus sí quisiera… ―¿Profecía? ¿Qué profecía? Pero Dave no respondió y, la verdad, a Ally poco le importó que no lo hiciera. De pronto ya no le importaba encontrarse en medio de un callejón oscuro, huyendo de quién sabía cuántos arcángeles y sabiendo el peligro que corrían. ¡Cómo iba a importarle teniéndole entre sus brazos, sintiendo el compás lento y dulce de sus labios siguiendo un ritmo armonizado y perfecto y su aliento ligeramente frío fundiéndose! Sólo podía aferrarse más fuerte de sus hombros pues tenía la certeza que mientras él estuviese allí nada malo podía ocurrirle, Dave era todo cuanto necesitaba para estar bien, mientras él existiera su mundo tenía sentido y nada más podía importar. Sólo podía maravillarse de lo suave que le parecían sus manos atrapando su rostro para no dejarla ir. Sin saber cómo, habían cambiado de lugar y ahora era ella quien se encontraba de espalda contra el frío muro de ladrillos, pero eso tampoco le importaba porque estaba segura que no existía mejor abrigo que el cuerpo de David cerrándole el paso. El cabello de su nuca entre sus dedos parecía ser lo más suave que había tocado durante su existencia y… ―Perdón… perdón ―murmuró él, apartándose repentinamente―. Lo siento, no debí…

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―¿Qué? No, no, Dave, no tienes por qué disculparte ―aseguró Ally, intentando sujetarlo de la mano para que no se alejara. David observó sus manos unidas por un segundo y dejó escapar un suspiro antes de zafarse de ella intentando no parecer grosero. ―Hay cosas que aún no comprendes, Ally ―dijo, sin poder evitar delinear su rostro con un dedo, deteniéndose en sus labios un segundo más de lo necesario―. Corres más peligro del que te imaginas y yo no te ayudo precisamente permaneciendo a tu lado. ―¿Qué? ¿Qué quieres decir con todo eso? ―preguntó ella, confundida―. ¿Cómo que tú no me ayudas? ¡Claro que me ayudas! ¡Sin ti yo ya no existiría a esta hora! ¡Marcus hubiera acabado conmigo y con mi hermana! ¿O…? ―de pronto cayó en cuenta de lo que en realidad ocurría. Marcus nunca había tenido la intención de acabar realmente con ella, nunca había hablado de matarla o hacerle daño, de haber sido así había tenido más que oportunidades de conseguirlo y, sin embargo, allí estaba―… Se trata de esa profecía, ¿no es así? ¿Qué dice? ¿Habla de mí? No, no, no… No creo que hable de mí, es decir, soy sólo un simple guardián. De seguro habla de ti, ¿no es así? Sí, eso es, habla de ti y seguramente yo no hago más que entorpecer tu… ―Ally, escucha, no importa lo que diga esa profecía porque no es verdad ―la interrumpió él, tomando nuevamente su rostro entre sus manos y hablando con tanta vehemencia que Ally se preguntó si lo decía porque realmente era así o porque deseaba creerlo y convencerse a sí mismo―. Ninguna de esas palabras es cierta, nada de lo que te digan o de lo que escuches es verdad porque yo no voy a permitirlo. Un escalofrío le bajó por la espalda y Ally se rodeó con los brazos para ahuyentar aquella espantosa sensación que comenzaba a alojarse en su pecho. Sin pensarlo, apartó las manos de David de su rostro y dio un par de pasos hacia la boca del callejón. Cuando volteó a verlo tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que la voz no le temblara. ―¿Qué es lo que dice aquella profecía? ¿Por qué nunca he oído hablar de ella? Página | 80


―Ally, no creo que sea conveniente que… ―¡Acabas de decir que te arrepientes de tratarme como una niña a la que sólo te limitas a mantener fuera de peligro sin explicarle nada de lo que ocurre, así que creo que tengo derecho a saberlo! ―exclamó ella, cansada de tanto rodeo y tanto misterio que sólo conseguían colocarla aún más nerviosa―. Si esa profecía habla de mí, y estoy casi segura de que así es, y por causa de ella estoy corriendo por la Tierra en medio de la noche sin saber a dónde, creo que tengo el derecho de… ―Aún no, cariño ―repuso él, abrazándola repentinamente con tanta fuerza que Ally creyó que se quedaría sin aire―. Aún no estás preparada para saberlo. Sólo los Antiguos pueden disponer de cuándo se revela una profecía a… ―¿Los Antiguos? ―Los ángeles que… ―Sé quiénes son los Antiguos ―lo interrumpió ella, apartándose de él con algo de mal humor―. Sólo quiero saber qué tienen que ver ellos conmigo y con una profecía que habla de mí. ―Ése es el punto: no sólo habla de ti. ―¿Cómo que…? ¡Oh, no! ¡Camille! ¿Cómo había sido tan irresponsable de dejarla sola bajo esas circunstancias? Si existía una profecía que la había puesto en peligro a ella, era lógico que Cam correría el mismo riesgo y… ―Debo regresar por ella ―murmuró Ally, extendiendo sus alas y alzándose unos centímetros―. Debo estar allí y… ―¡NO! ―exclamó Dave, sujetándola del brazo y obligándola a regresar a suelo firme. ―¿Cómo que no? ¡David, por Dios! ¡Es mi hermana y…!

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―¡Y en este momento no deben estar juntas! ―la interrumpió él, rodeándola con los brazos al ver que insistía en querer marcharse―. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Si las capturan a ambas, entonces sí estarán en problemas! Separadas no les servirán de mucho, pero si… ―¡Es mi hermana, maldita sea! ¡No puedo huir y esperar pacientemente a que…! ―¡Joseph no permitirá que le ocurra algo malo! ―exclamó Dave, forcejeando aún con ella―. Por favor, piensa un segundo: hay cientos de demonios que saben de esto, han pasado años esperando este momento y no podemos darle la satisfacción de… ―Pero… ―Cariño, por favor, escucha ―suplicó él y con un movimiento algo brusco la volteó para que quedaran de frente y así lo mirara a la cara―. Mientras no se aclare de cuál de ustedes dos habla esa profecía es mejor que se mantengan distantes y no hablen de este tema. Es por el bien de ambas, ¿entendido? No, no, no ―balbuceó al ver que Ally nuevamente luchaba por librarse―. Entiende que si quieres mantenerla a salvo es mejor que no sepa de esto hasta que los Antiguos lo decidan. Por favor, confía en mí. Yo jamás te haría daño. Sólo pudo mirarlo a los ojos y de pronto sintió que los sollozos la ahogaban mientras se ocultaba entre sus brazos. ¡Tenía tanto miedo! ¿Por qué nunca nadie le había hablado de alguna profecía? ¿Por qué habían permitido que fuera tan ingenua, confiada e irresponsable? Si se lo hubieran dicho, si le hubiesen advertido del peligro que en realidad corrían, tal vez jamás hubiera desobedecido las reglas y ahora no se encontrarían en esa situación. ―Dave, Dave… ―Lo sé, lo sé, cariño ―musitó él, acariciando su espalda en un gesto que pretendía tranquilizarla―. Sé que tienes miedo y sé que lamentas todo lo que ocurrió, pero no es tu culpa. Tú no tenías forma de evitar todo esto y…

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―No, no se trata de eso ―barbulló Ally, secándose el rostro con algo de torpeza―. Escucha. David puso atención y entonces pudo oírlo: algo se acercaba y no se trataba precisamente de humanos. Chaunce apareció de pronto sobre ellos y a Dave le bastó con sólo ver su expresión para comprender que ahora sí corrían verdadero peligro. ―¿Recuerdas que tenías ganas de volar?―musitó, comenzando a extender sus alas. ―Ajá, pero me dijiste que… ―Olvida lo que te dije, es hora de volar. A Ally no le parecía buena idea eso de permitir que Chaunce y Kiche se marcharan por su cuenta, pero los ángeles que les seguían preferirían seguir el rastro de los tótems lo que les daría algo más de tiempo para huir, y Dave le había asegurado que el águila protegería a Kiche como si se tratara de él mismo. ―Amigo, ya sabes qué hacer ―le susurró David al águila mientras frotaba suavemente su plumaje―. En cuanto los despistes sigue nuestro rastro ¿entendido? Chaunce chasqueó sólo una vez el pico en señal de aprobación y alzó el vuelo. Ally alcanzó a frotar las orejas de su loba y besar su cabeza por última vez antes de ver cómo se perdía en la oscuridad siguiendo al ave. ―Ven, sígueme ―musitó Dave, tomándola de la mano―. Tendremos que volar bajo, así nos protegerán los edificios, pero tendremos que ser cuidadosos con los humanos, ¿está bien? Ally sólo asintió con un gesto de cabeza. Estaba lo suficientemente nerviosa como para ser incapaz de emitir alguna sílaba en voz alta, pero confiaba en que David sabría qué era lo mejor en esos momentos. Volar a esas horas en la Tierra era lo más extraño que había hecho en su existencia. La velocidad que llevaban resultaba vertiginosa, pero aún así podía Página | 83


distinguir con claridad los detalles de los edificios y alcanzaba a ver a través de algunas ventanas. Dave la sujetaba de la mano con fuerza, guiándola entre los retorcidos callejones y salvándola justo a tiempo cada vez que creía estar a punto de estrellarse contra alguno de las antiguas construcciones. Sus nervios eran tales que le costaba algo de trabajo controlar su propio cuerpo y sus alas, a cada segundo le parecía oír el aleteo de arcángeles siguiéndolos y no podía evitar voltear esperando encontrarlos allí a tan sólo unos metros suyos. ―Ally, por favor, concéntrate ―suplicó David cuando ella casi se estrella por enésima vez contra un muro de concreto―. A estas alturas, no creo que nos encuentren. ―No, no se trata de eso… ―¿Entonces? Sin pensar en el peligro que corrían en esos momentos, Ally se zafó de su mano y dejó la vertiginosa carrera que llevaban para regresar un par de metros y observar con atención. Le había parecido ver por allí a un… ―¡Sí! ¡Allí está! ―exclamó, lanzándose en picada al ver a un niño sujetándose desesperadamente de la barandilla de un balcón a dos pisos de altura. En medio de la oscuridad podía ver la figurilla de un soldado perdiéndose en dirección al suelo. ―Ally, no es el mejor momento de… Pero no lo alcanzó a escucharlo. En ese momento el niño se había soltado y lanzó un grito al saber que caería y se estrellaría contra el suelo al igual que su juguete. Tenía que darse prisa, debía apresurarse, sólo le faltaba un poco más para… ―Te tengo ―murmuró Ally, tomándolo delicadamente entre sus brazos y alzando nuevamente el vuelo en dirección al balcón del que había caído―. No te preocupes, cariño, ya estás a salvo.

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El niño, que había cerrado los ojos con fuerza ante el miedo, lanzó un suspiro de alivio al sentir que dejaba de caer y abrió los ojos para mirar a su salvadora. Una sonrisa curvó sus labios al ver aquel rostro blanco y lleno de ternura que le devolvía el gesto: un ser que jamás había imaginado posible, tan hermoso y deslumbrante como aquel que muchas veces había aparecido en sus sueños. Aquellas alas enormes que surgían de su espalda eran realmente asombrosas. De pronto, se encontró otra vez de pie en el balcón de su cuarto, sano y salvo. Esos ojos verdes eran, sin lugar a dudas, los más trasparentes y risueños que Ally había visto alguna vez, era como si pudiese ver a través de ellos, como si los conociera desde siempre, como si… ―¿Kevin? ¿Dónde estás? ¡Dije que apagues la luz de tu cuarto y te durmieras! ―exclamó una voz que parecía ir subiendo la escalera―. ¡Estás castigado! ¡Ya es hora de que guardes tus juguetes! ―¡Rayos! ¡Es mamá! ―murmuró el niño, llevándose una mano a la frente―. ¡Y mi soldado! ¡Lo he perdido y era el comandante! Ally sonrió al oír su voz tierna y puso los ojos en blanco al ver la preocupación que mostraba por su figurilla. Era extraño, pero encontrarse allí: aleteando frente a aquel balcón, mirando aquel niño de mirada verdosa, le hacía olvidar todo el peligro que corría en esos momentos. ―Ya viene ―musitó él, mirando hacia el interior del cuarto con preocupación―. Es mejor que te vayas, no le gusta que hable con extraños, dice que son peligrosos, aunque en mi opinión no todos son así ―añadió, encogiéndose de hombros con una sonrisa algo torcida―. Tú no eres peligrosa, ¿cierto? ―Claro que no ―respondió Ally, maravillada de la personalidad de aquel niño, ¿acaso nunca paraba de hablar? ¿Y siempre era así de confiado?―. Yo nunca te haría daño. Los pasos en la escalera se escuchaban cada vez más cercanos. Página | 85


―¡Uy! ¡Ya debo irme! ―exclamó el niño, corriendo al interior de su cuarto, pero de pronto regresó―. Por cierto, gracias, eh… ―Allyson ―se presentó ella, con una sonrisa tierna―. Aunque todos me dicen Ally. ―Está bien, Ally, gracias por salvarme, ¡pero yo no estaba asustado, eh! ―aseguró de repente―. Estaba a punto de sujetarme de… ―¡Ya vete o ahora sí estarás en problemas! ―carcajeó ella al ver que la manilla del cuarto ya comenzaba a moverse. Él asintió una vez y regresó al interior de la habitación con prisa. Desde allí, Ally pudo escuchar cómo su madre lo regañaba con un dejo de impaciencia y ternura y lo obligaba a dormir entre los rezongos del niño. Pronto la luz del cuarto se apagó. ―¿Qué crees que haces? ―inquirió una voz tras su espalda, acompañada de un suave aleteo―. ¡Estamos a la mitad de…! ―Es él, David ―murmuró Ally, sin dejar de sonreír―. Kevin es… ―¿Tu humano? ―Ajá. ―Pero, ¿cómo…? ―¿Cómo lo sé? ―completó ella y luego se encogió de hombros―. No sé, sólo estoy segura de que es él y… ―Sin pensarlo descendió hasta el suelo, tardó un segundo en dar con lo que buscaba pero finalmente lo halló oculto en un rincón: el soldadito comandante. Lo tomó y regresó al balcón…―. Ya no podré apartarme de aquí, este es mi lugar. Él es mi humano y nací para protegerlo ―añadió, dejando el juguete en el marco de la ventana. De seguro Kevin se llevaría una agradable sorpresa al encontrárselo allí al día siguiente. David sólo sonrió a medias y rodeó sus hombros con un brazo para besar su frente con ternura. ―Es mejor que nos detengamos, ya debes estar cansada. Página | 86


―Sí, preferiría que descansemos un poco ―afirmó ella, sin poder apartar la mirada de aquel juguete inmóvil―. Así le damos tiempo a Chaunce y Kiche para alcanzarnos. Me preocupa no tener noticias de ellos. ―Sigues siendo demasiado compasiva ―la regañó él, aunque no pudo evitar que la ternura se colara entre sus palabras―. Anda, creí ver un edificio abandonado por aquí cerca que nos puede servir de refugio hasta que amanezca. ―Pero, ¿no será más peligroso huir…? ―Ellos no esperan que nos movamos a la luz del día ―le contrarió Dave, tomándola de la mano para alejarse de allí. David había tenido razón acerca del edificio abandonado y Ally estaba contenta pues desde allí alcanzaba a ver la casa de Kevin; hecho que no pasó desapercibido para su compañero, pero al parecer prefirió no pronunciarse al respecto y se limitó a buscar un lugar más o menos cómodo para descansar. ―Ven por aquí ―señaló, guiándola hasta uno de los pisos superiores, luego de hacer un reconocimiento del edificio y asegurarse de que nada acechaba por allí―. No es lo mejor ni lo más cómodo, pero es lo mejor que podemos encontrar por aquí. Ally sonrió a medias al ver un montón de esponja y espuma de colchones en un rincón del cuarto. Al parecer ese edificio había sido una fábrica en otros tiempos. Sí, tal vez no era lo mejor que había visto a lo largo de su existencia, es decir, no podía compararse con el césped mullido en el que descansaba habitualmente bajo las sombras de abetos, pero a esas alturas cualquier cosa más o menos blanda representaba un alivio para ella. ―Anda, descansa un poco ―murmuró Dave, empujándola suavemente. ―¿Y tú? Dave, tú también debes… ―Yo debo vigilar ―repuso él, sonriendo a medias. ―Pero… yo creí que… ―balbuceó ella, con un dejo de desilusión―. Está bien, ve a montar guardia. Página | 87


Sin una pizca de ánimo se dejó caer sobre el montón acolchado y dejó escapar un suspiro mientras veía a Dave perdiéndose en dirección al piso superior. En momentos como ése deseaba tener la capacidad de dormir como los humanos, pero no podía. Luego de unos minutos con los ojos cerrados (que le parecieron los más largos de su existencia) se sobresaltó al encontrarse con David observándola silenciosamente desde el otro lado de la habitación. Sí, definitivamente sus habilidades de guerrero eran sorprendentes. ―Creí que irías a montar guardia. Una sonrisa torcida se dibujó en los labios del arcángel y en menos de un segundo se encontraba en cuclillas frente a ella. ―Si me lo pides, me quedo ―murmuró, acariciando su rostro. Por toda respuesta, Ally se acercó a él y rozó sus labios con timidez, hasta que Dave tomó su rostro entre sus manos y la arrastró junto a él con algo más de firmeza para fundirse en un beso lento y tierno. ―¿Eso significa que quieres que me quede? ―Sonrió él, apartándose apenas unos milímetros de sus labios. ―Siempre ―murmuró Ally, acariciando su rostro y sintiendo que se perdía en esos ojos color miel. Una risilla entre dientes se escapó de los labios de Dave y con un gesto le indicó a Ally que se recostara para que él pudiera abrazarla y entrelazar sus dedos. ―¿Sabes que ese tal Kevin es el humano más afortunado? ―murmuró cuando el sol recién comenzaba a asomarse entre las ventanas rotas. Habían pasado casi toda la noche en un cómodo y agradable silencio, ninguno de los dos parecía dispuesto a romperlo hasta que él fue el primero en hablar―. No sabe que tiene el ángel guardián más hermoso y tierno que ha existido desde la eternidad. ―No podemos decir que tú seas del todo imparcial, ¿no? ―Rió Ally, volteándose a verlo. De pronto un suspiro escapó de sus labios y el ceño de Dave

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se frunció―. Chaunce y Kiche ―fue lo único que necesitó decir para que él comprendiera y esbozara una sonrisa a medias. ―Ellos están bien, eso te lo aseguro. ―Pero… No pudo continuar pues un inesperado y tierno beso ocupó sus labios en ese momento, consiguiendo robarle una sonrisa. Sin embargo, unos pasos sigilosos se acercaban, pasos que nada tenían que ver con el ritmo que acostumbraba llevar Kiche y que consiguieron alertar a ambos. ―Quédate ahí ―ordenó Dave con un gesto, mientras buscaba su daga en su cinto, pero un suspiro de alivio se escapó de sus labios al ver de quién se trataba―. ¿Nath? ―musitó, esperando ver aparecer a Joe en algún rincón―. ¿Dónde está Joe?

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9. Castigo. ―Nath, busca un lugar para esconderla ―ordenó Joe, mientras con la vista buscaba algún objeto que pudiera servirle como arma, pero todo era inútil, ¿qué daño podía provocarle a un ser celestial con un simple pedazo de hierro afilado?―. No deben verla aquí. Y lleva al lince también contigo. Demian le lanzó una mirada despreciativa a Joe al oír cómo se refería a él, pero se limitó a obedecer sus órdenes y colocarse a un costado de Nath a la espera de partir. ―¿Qué? ¡No! ―exclamó Cam, aunque su voz se oyó debilitada por el dolor―. Si vienen más de ellos yo quiero ayudar, no quiero tener que esconderme como si… ―No quiero parecer grosero, pero dudo que en ese estado puedas ser de alguna ayuda ―la interrumpió él, con cierto toque de gentileza que a ella no le pasó inadvertido―. Y… ¡Santo Dios! ¿Cómo fui tan despreocupado? Antes de que Camille llegase a preguntar a qué se refería con “despreocupado” sintió un punzante dolor en la espalda y tuvo que cubrirse la boca para ahogar el grito que iba a surgir de su garganta cuando Joe le sacó la daga que aún llevaba clavada en el ala. ―Lo siento, pero debía quitarla antes de que te provocara más daño ―musitó él, limpiando la hoja de la daga en su ropa. Bien, al menos tenía un arma―. Estas cosas son muy peligrosas y podía llegar a… ―No te preocupes ―masculló ella entre dientes, intentando no dar muestras de esa quemazón horrible que sentía extendiéndose por cada una de sus plumas teñidas de un ligero tono anaranjado, aunque la sensación era tan insoportable que no le hubiera sorprendido ver que surgían llamas de ellas―. Y, por cierto, gracias por todo.

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El esbozo de una sonrisa alcanzó a dibujarse en los labios de Joe antes de que su ceño se frunciera con preocupación al oír un aleteo que cada vez se escuchaba más cercano. ―¡Maldición! ¿Más de ellos? ―¿Más de quiénes? ―preguntó Cam, con una nota de pánico tiñéndole la voz. Pero Joe no le respondió y ella supo que eso no podía ser bueno. Una expresión se ahogó en sus labios al sentir que Joe la tomaba en brazos sin previo aviso y la subía en el lomo de Nath. ―Joe, no puedo dejarte aquí solo ―replicó ella, intentando bajarse del lomo del tigre, pero era inútil―. Ya viste lo complicado que se ponen esos tipos y no quisieron escucharte, ¿cómo pretendes que…? ―Por lo mismo debes ocultarte ―repuso él, empujando a Nath para que saliera pronto de allí y la llevara a un lugar seguro―. No es seguro que te encuentren aquí y en mi compañía. ―Una mueca se dibujó en sus labios―. Tuve que acabar con varios de los míos y seguramente eso no alegrará a… ―¿A… acabar? ¿Cómo que…? ―Eran ellos o nosotros, Camille ―musitó Joe, mirando por sobre el hombro y sujetando la daga con más fuerza. El aleteo se oía cada vez más cercano, parecían ser cinco o seis, no estaba seguro, no podía prestarle toda la atención necesaria―. No tenía opción, no podía permitir que te lastimaran aún más. Ya viste de lo que fue capaz Lisbeth y los demás no dejarían de atacar mientras ella… ―¡Joe, mataste a Lisbeth! ―exclamó ella, y el pánico consiguió que su voz se escuchara más estridente de lo que pretendía. ―Chist, cállate ―la regañó él, con voz cortante y lanzó una mirada a su alrededor con impaciencia―. Prométeme que te quedarás callada, pase lo que pase. ―¿Qué? ―Sólo hazlo. Página | 91


―No puedo hacerlo si no me dices por qué. Joe soltó un bufido y se inclinó para frotar las orejas de su tigre, sabía que no se libraría de ésa y contaba con poco tiempo para pensar e intentar solucionar todo lo mejor posible. ―Amigo, escúchame bien ―murmuró, sin poder evitar una sonrisa al ver los ojos celestes de su fiel compañero de batalla―. Ocúltala bien y no permitas que la encuentren ―le ordenó, señalando a Cam con un gesto de cabeza―. Luego busca a Dave y adviértele del peligro que corre, él sabrá que debe ocultarse y ocultar a Ally. Nath dejó escapar algo parecido a un lastimero gemido y frotó su lengua en el rostro de Joe, como si comprendiera que ésa sería la última vez que trabajarían en equipo, como si entendiera que eso era una despedida y no un “hasta pronto”. ―Joseph, no sé en qué estás pensando, pero no voy a permitir que tú… ―comenzó a decir Camille. ―Te diré que es lo que yo no voy a permitir ―la interrumpió él, sin una pizca de gentileza y bastante cansado ya de que ella sea tan cabezota―. No voy a permitir que tres ángeles inocentes paguen las consecuencias de lo que un grupo de desquiciados demonios hicieron. Mi deber es proteger a los nuestros y, mientras hayan motivos para hacerlo, lo haré sin importar a quién deba enfrentar. ―Pero… ¡pero es injusto! ―exclamó ella, cada vez más contrariada con esa situación―. ¿O qué pretendes? ¿Que yo me quede aquí, sin hacer nada, mientras…? ―Ése es el punto: tú no estarás aquí, tú estarás a salvo, Nath te llevará lejos de aquí y te mantendrá a salvo ―aseguró Joe, empujando al tigre para que comenzara a caminar hacia la escalera que conducía hacia el piso inferior―. Pase lo que pase, sigue adelante y mantente a salvo. Y sí, si te lo estás preguntando, es una orden. ―No tienes derecho a pedirme algo así y… ―¡Claro que lo tengo! ―exclamó él, ya perdiendo los estribos―. Por si no te has dado cuenta, allí abajo acabo de salvarte de morir y no voy a permitir que eso Página | 92


sea en vano y ahora quieras arruinarlo todo sólo por tu porfía, ¡así que cierra la boca de una maldita vez y ponte en marcha! Camille estaba segura de que no pensaba en lo que hacía cuando se bajó con rapidez del lomo de Nath y abrazó a Joe con fuerza, hundiéndose entre sus brazos y ocultando su rostro en su pecho en un intento por contener las lágrimas de desesperación que anegaban sus ojos en ese momento. Estaba segura de que eso era una despedida y, no sabía por qué, pero le dolía que así fuera y no poder hacer nada para evitarlo, sólo huir y ocultarse tal como Joe quería que hiciera. Joe se limitó a rodear su cuerpo con sus brazos y respirar aquel dulce aroma que se desprendía de su cabello en un intento por infundirse valor y convencerse de que hacía lo correcto para no dar marcha atrás. Aunque no pudo dejar de notar lo bien que ambos que se amoldaban y cómo la coronilla de la muchacha encontraba el lugar exacto bajo la barbilla de él, como si… … un nuevo flujo de imágines cruzó por su mente. Ella sonreía, sonreía como jamás le había visto hacer y cruzaba el cielo con gracia, cada movimiento era lento, delicado y suave, como si danzara en el aire. Y él contemplaba esa danza desde el suelo, maravillándose de la criatura tan sorprendente que ella era, admirando su belleza y deseando unírsele. Una dulce carcajada escapó de los labios de la muchacha al ver que él extendía sus alas y se detuvo en el aire para esperarle. Entonces Joe se dio cuenta de que algo no iba del todo bien: sus alas… aquellas alas no eran las mismas de siempre. Ambos habían cambiado. ―¡NO! ―exclamó Joe, apartándola de sí de golpe, como si temiera contagiarse de alguna terrible enfermedad y llevándose ambas manos al rostro como si así pudiese apartar de su mente aquellas imágenes que no dejaban de repetirse una y otra vez―. ¡NO! ―¿Qué? ¿Qué es lo que ocurre? ―preguntó Cam, debatiéndose entre la confusión y el pánico por su reacción. ―¡No, no, no! ¡Tú no! ―murmuró él, sin sentido, tomando su rostro entre sus manos―. Tú estarás bien, te mantendrás a salvo. Prométemelo. Página | 93


―¿Qué? ―¡Júramelo! ―exigió Joe. ―Es… está bien, te lo juro ―musitó ella, tan confundida y asustada que estaba dispuesta a decir todo lo que él le pidiera con tal de que se calmara―. Pero… ―Ahora vete, vete y ponte a salvo, ellos no deben verte ―susurró él, tomándola en brazos y colocándola nuevamente sobre el tigre―. Aléjate de aquí y regresa a casa cuando ya todo se calme. No le hables a nadie de mí, nunca digas que estuviste aquí esta noche, ¿entendido? Nadie debe saber que participaste de todo esto. ―Sí, pero… ―¡Júramelo! ―¡Te lo juro, pero, maldita sea, Joe, explícame qué es lo que te ocurre! ―Nath, en marcha ―ordenó él, ignorando las palabras de Cam y acariciando la cabeza del tigre por última vez. Antes de que tuviera tiempo de replicar una vez más, Nath ya se había puesto en marcha a toda velocidad y Cam no tuvo otra opción que sujetarse con fuerza de su pelaje para no caer mientras descendían por las escaleras. Quiso mirar hacia atrás, pero ya era inútil: Joe no se veía desde allí. En cambio, un fuerte aleteo, de unos cinco o seis ángeles, se hacía cada vez más potente y cercano. Un aleteo que sonaba amenazante. Demian corría a la par del tigre, aunque sus pasos eran mucho más ligeros que los del enorme felino y se movía con demasiada cautela, poco acostumbrado a ese tipo de situaciones que Nath tantas veces había enfrentado a lo largo de su vasta existencia. La velocidad que llevaban resultaba vertiginosa, ya había perdido la cuenta de cuántos pisos habían conseguido descender en unos cuantos minutos, por lo Página | 94


que, cuando Nath se detuvo de golpe y se agazapó contra el suelo, no pudo evitarlo y terminó de bruces contra el suelo. Escupiendo, para quitarse el cabello que se le había ido al rostro y a la boca, Cam se incorporó y miró al tigre albino. Nath ocultaba su cabeza entre sus patas delanteras y gemía lastimeramente, como si estuviera gravemente herido. Preocupada, Cam se acercó a él y lo examinó rápidamente, creyendo que tal vez alguno de esos ángeles de la azotea se había percatado de su huida y los había alcanzado sin que ella lo notara, pero el tigre parecía estar en perfectas condiciones. Intentó convencerse de que lo había invadido el temor, pero en el fondo sabía que era imposible: Nath había enfrentado peores situaciones junto a Joe demostrando un temple y una ferocidad inigualable, incluso aquella misma noche había hecho gala de sus habilidades frente a ella cuando había enfrentado sin temor a aquellos arcángeles. ¿Entonces qué le había ocurrido? Una extraña sensación fría se extendió en su pecho cuando, al levantarle la cabeza entre sus manos, vio cómo una gruesa y brillante lágrima corría por el rostro de Nath mientras de su garganta no dejaban de surgir lastimeros gemidos. ―Joe ―el nombre vino a sus labios sin pensarlo y, también sin pensarlo, dio media vuelta y extendió sus alas sin importarle el dolor que le causaba volar con una de ellas aún gravemente herida. No, no, no. No podía tratarse de lo que ella estaba pensando: Joe no podía… Sacudió la cabeza para apartar aquella idea de su mente mientras volaba a toda velocidad de regreso a la azotea del edificio. Jamás se lo perdonaría, jamás sería capaz de pagarle a Joe si… Se detuvo de golpe y sintió que se congelaba al llegar allí y encontrarse con Joe encogido en el suelo, ocultando la cabeza entre sus brazos. Le habían arrancado la camiseta y varias magulladuras adornaban su piel. Estaba demasiado quieto, tal vez estaba inconsciente. Sí, su mente luchaba por convencerse que sólo se trataba Página | 95


de eso: Joe se encontraba inconsciente luego de enfrentarse con aquel grupo de arcángeles, pero ella lo llevaría con Ally y podría curar sus heridas. Pero en el fondo sabía que no podía tratarse de algo tan sencillo. El resto de La Guardia no se tomaría la molestia de viajar a la Tierra sólo para darle una paliza a quien había acabado con varios de los de su propia especie en una sola noche. ―Joe… Joseph ―murmuró Cam, arrodillándose junto a él y tomándolo entre sus brazos―. Por favor, reacciona, dime que estás bien. ―Te dije… te dije que te fueras ―balbuceó él, sin recuperar del todo la consciencia―. No… no es seguro para ti que… ―Joe, no. No puedo dejarte aquí y… ―Ya no puedes quedarte, deberías huir de mí. ―¿Qué? ¿Por qué dices que…? Un grito se ahogó en los labios de Cam cuando, en un intento por colocar distancia entre ambos, Joe se incorporó a tropezones y le dio la espalda. Aquellas heridas que rasgaban su espalda desde sus hombros hasta su cintura no podían ser otra cosa que… ―¡NO, NO, NO! ―exclamó ella, levantándose del suelo, temblorosa, y estallando en lágrimas de desesperación―. Ellos no… Tú no… ¡Joe, dime que no es cierto! ¡Dime que no te condenaron a ser…! ―Me acusaron de traición ―fue todo lo que él dijo, con una sonrisa triste en los labios, pero esta se desdibujó dejando ver una mueca de dolor―. Y claro que los traicioné, tú misma te horrorizaste cuando supiste que había acabado con Lisbeth y varios de los demás. ―Pero ¡no! ¡Tú sólo me defendías y querías que escucharan la verdad sobre…! ―¿Y tú crees que a ellos les interesa? ―replicó Joe, con ironía―. Ante nuestra Ley no hay excepciones y para ellos yo soy un traidor a los de mi especie. Y el castigo para los traidores es… Página | 96


Pero no hizo falta que lo dijera en voz alta pues Cam lo sabía bien y los cambios ya comenzaban a notarse: en el lugar de aquellas enormes y mullidas alas de plumas ligeramente azuladas que Joe acostumbraba lucir, ahora comenzaban a brotar desordenadas y relucientes… plumas negras. Le habían sido quitadas sus alas de arcángel y a cambio le habían entregado… … alas de demonio. Su condena era ésa: convertirse en uno de aquellos oscuros seres a los que había dado caza a lo largo de toda su existencia. Joe se había convertido en un demonio. ―Quédate ahí ―ordenó Dave con un gesto, mientras buscaba su daga en su cinto, pero un suspiro de alivio se escapó de sus labios al ver de quién se trataba―. ¿Nath?―musitó, esperando ver aparecer a Joe en algún rincón―. ¿Dónde está Joe? Ally dejó escapar un suspiro de alivio al ver al tigre blanco aparecer en la habitación y observó tras él, a la espera de ver aparecer a Joe, el compañero de armas de David, en compañía de su hermana, Cam. Sólo quería verla y comprobar que nada malo le había ocurrido, que seguía tan bien como siempre. ¡Incluso se alegraría de ver a su malhumorado lince, Demian! ―Joe ya no está con nosotros ―murmuró una voz resquebrajada tras el tigre y Ally sintió que el alma se le iba a los pies al ver que parecía llevar una de sus alas más caída que la otra, como si la tuviese herida―. Pero dio órdenes de que les buscara y advirtiera del peligro que corren, sobre todo tú Dave ―añadió Cam con una mueca, mientras se limpiaba el rostro donde aún quedaban los rastros de sus lágrimas―. Es mejor que te ocultes y… ―¿Cómo que Joe ya no está con nosotros? ―inquirió Dave sin querer escuchar el resto―. ¿Por qué no está aquí con Nath y contigo? Creí que… Un sollozo escapó de la garganta de Cam y eso bastó para que Dave dejara escapar una expresión de dolor y estrellara un puño en contra de una pared con fuerza. Página | 97


―¡No es posible! ―replicó Dave, dejándose caer con la espalda apoyada en la pared y la cabeza entre las manos―. ¡Joe, no! ¡Era el mejor de los nuestros! ¡Era nuestro Comandante! ―¿Era? ―repitió Ally con un hilo de voz, aunque sin comprender aún a qué se refería Dave con aquel verbo en tiempo pasado―. ¿Acaso Joe…? ―No, no ha muerto ―repuso Cam, señalando al tigre que la acompañaba como una prueba de ello. Mientras el tótem existiera, el inmortal, sin importar si se trataba de un ángel o un demonio, también existiría―. Pero… ya no es uno de los nuestros. Ahora… ―No sabía si tenía el valor de pronunciar en voz alta aquello que había visto…―. ahora es un demonio. Cayó. ―¿Qué? ¿Cómo que…? Un silencio sepulcral se alzó en la habitación, adueñándose del ambiente. Dave permanecía en silencio, con la cabeza entre las manos como si ello le ayudara a pensar con más claridad. Cam frotaba suavemente el lomo de Nath, abrazada a su cuello sin dejar de sollozar y sin saber si en realidad intentaba consolar al tigre o a su propia consciencia, mientras Demian permanecía inusualmente quieto a su lado. Y Ally… … Ally simplemente no sabía qué decir. No sabía por dónde comenzar. Todo aquello era su culpa. Habían condenado al infierno a un antiguo guerrero por su falta de responsabilidad y de tino, su hermana estaba lastimada por su culpa y Dave se hallaba en un inminente peligro por su culpa. ¿Cómo podrían perdonarla todos ellos algún día? Y, aún más importante, ¿cómo podría perdonarse ella misma? De pronto un sonido interrumpió la quietud del ambiente. Ally alzó la vista, pero ni siquiera encontrarse de frente con Kiche y Chaunce alcanzó para hacerle olvidar por un segundo todo lo que ocurría. ―¿Cómo ocurrió? ―inquirió Dave, saliendo repentinamente de su estado absorto cuando Chaunce se posó sobre su hombro, tal como siempre acostumbraba hacer―. ¿Cuáles fueron los cargos? ¿Cómo fue que se atrevieron a…? Página | 98


―Traición ―fue la única palabra que surgió de los labios de Cam. ―¿Cómo que…? ―Lisbeth y otros guerreros llegaron al callejón en que nos encontrábamos ―explicó la muchacha morena, limpiándose nuevamente el rostro e intentando dejar de sollozar para que los demás pudieran entenderle―. Joe intentó explicar lo ocurrido, pero ella no quiso oírle y… no sé, todo fue tan confuso. De pronto Lisbeth comenzó a lanzar acusaciones sin sentido, acerca de un complot y… ―No era capaz de organizar sus propias ideas, todo le parecía demasiado lejano, demasiado irreal, y le dolía rebuscar en sus recuerdos las respuestas que Dave le pedía―. Joe no tuvo opción… se produjo el enfrentamiento por mi culpa. ―¿Por tu culpa? ―repitió Ally, con una nota de pánico. Cam asintió con un gesto de cabeza y se sorprendió al notar la lengua de Nath frotándose contra su rostro en un intento por consolarla. ―Lisbeth me quería para que yo les diera información sobre ustedes. Joe me pidió que fuera con Nath a lo alto de un edificio, pero yo… ¡yo no lo quise escuchar y…! ―El llanto la ahogaba otra vez, consiguiendo que resultara prácticamente imposible entenderle―. ¡Él tuvo que matarla! ¡A ella y a algunos de los demás! ¡No tenía más opción! ―¿Joseph mató a… Lisbeth? ―inquirió Dave, sin poder creerlo. ―Así… así es. El silencio volvió a alzarse invisible y tenso entre ellos hasta que Dave se puso en pie y se dirigió directamente a Ally, tomando su rostro entre sus manos con delicadeza, pero mirándola a los ojos con intensidad. ―Allyson, escúchame bien, ¿entendido? Ella sólo asintió en silencio, con un gesto de cabeza. Aunque estaba segura de que no le gustaría lo que fuera que él le iba a pedir.

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10. Desterrado. Joe había caído y de seguro a él le esperaba algo similar, pero no podía decirle algo así a Ally, no podía terminar de agobiarla con todo eso que estaba ocurriendo. Entonces, ¿qué hacía? ¿Cómo conseguía mantenerla a salvo? Porque ahora lo veía bien, el propósito de Joe no había sido mantenerle a salvo a él, sino darle el tiempo suficiente para protegerlas a ellas. Joe conocía de la existencia de aquella profecía tan bien como él y sólo quería darle tiempo. El tiempo suficiente para evitar que se cometieran más errores. Sólo se le ocurría enviarla a casa. A pesar de lo absurdo que podía parecer era el único lugar en que estarían a salvo. A Ally y a su hermana nadie podría culparlas de nada (Joe incluso había pensado en ello eliminando a Lisbeth, pero ¿qué más había sido capaz de anticipar su compañero?) y los demás ángeles se encargarían de mantenerle a salvo a ambas. ―Entiende que es lo mejor ―intentó razonar David―. No es bueno que ellos te encuentren aquí y tampoco es aconsejable que siga ocultándome por más tiempo. Es mejor que vaya a su encuentro y… ―No, claro que no ―repuso ella, aferrándose a él y ocultando su rostro en su pecho―. Ellos no querrán oírte y… ―A mí no me ocurrirá lo mismo que a… Joe. ―Una extraña sensación apareció en su garganta al pronunciar el nombre de su amigo―. Me cuidaré bien, ¿entendido? Ahora, por favor, toma a Kiche y ve con tu hermana. Sigue el plan que… ―No, no quiero ―replicó Ally, esta vez sintiendo que sus ojos se empañaban por lágrimas―. No voy a dejarte aquí y… ―Allí estaré pronto ―prometió Dave, abrazándola con fuerza y besando su cabello. Página | 100


Pero ella no podía conformarse sólo con eso. Si tenía que pasar por la angustia de no saber de él por un par de horas (y aunque sólo hubiesen sido un par de segundos) quería tener algo suyo, algo de verdad que le permitiera recordarlo y sentirlo cerca. Sin pensarlo, sin siquiera recordar que Cam también se encontraba allí (aunque parecía realmente no estarlo) se colocó en puntillas y alcanzó sus labios, presionándolos casi con timidez para luego acariciar su rostro y dejar escapar un suspiro algo resignado antes de dar media vuelta y abandonar el lugar. Tenía claro que si decía tan sólo una palabra más, sería incapaz de marcharse de allí tal como Dave se lo había pedido. Extendió sus alas y emprendió el vuelo, pero no quería seguir avanzando, quería regresar, aunque sabía que no podía, que no le estaba permitido, por lo que ni siquiera se atrevió a mirar hacia atrás temiendo arrepentirse de su decisión de acatar las órdenes que él le había dado. No. Esa vez obedecería, esa vez haría las cosas bien aunque de doliera dejarle atrás. ―Tú ve por la derecha ―le indicó a Cam que sobrevolaba a poca altura para que Nath pudiera seguirla mientras cargaba a su lince en los brazos. Ally había hecho su mejor esfuerzo para curar su ala, pero parecía que aún le molestaba por la forma en que volaba lento y sin esfuerzo―. A partir de aquí nos separamos y seguimos las indicaciones de Dave. Su hermana asintió con un gesto de cabeza, pero no hizo el menor intento por cambiar de dirección. A Ally le parecía que estaba demasiado distraída e inusualmente afectada por todo lo que había ocurrido. Siempre había pensado en Cam como alguien quizás demasiado apática y distante de los demás porque ella misma se había encargado de proyectar esa imagen, pero en ese momento se veía realmente conmovida por lo que estaba ocurriendo, sobre todo con lo que había ocurrido con Joe, y ciertamente le desconcertaba verle así. ¿Qué había sido de la chica fuerte y decidida a la que ella estaba acostumbrada?

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Sin pensarlo, descendió un par de metros hasta quedar a su altura y la detuvo. ―¿Puedo saber qué es lo que ocurre? ―inquirió Ally, con preocupación. ―Nada ―mintió Cam, mecánicamente y casi sin pensarlo―. Supongo que estoy cansada, eso es todo. Ally frunció el ceño, sin creer ninguna de sus palabras. ¡Si incluso Demian parecía estar demasiado deprimido como para mostrarse arrogante! ―¿Estás segura de querer seguir con el plan tal cual? Si quieres podemos continuar juntas, no quiero que… ―No, no es necesario ―la interrumpió Camille, centrando su atención en Demian como si repentinamente no hubiese nada más interesante en el mundo que aquel lince que la acompañaba desde siempre―. Debemos seguir las indicaciones de David tal como él dijo. Es necesario que nos separemos y que nadie se percate de que estuvimos juntas en la Tierra esta noche. ―De todas formas lo sabrán ―repuso Ally, en un intento por persuadirla aunque sabía que resultaría inútil―. A esta hora todo mundo debe saber que Joe ha caído y que buscan a Dave por… ―Un nudo se le formó en la garganta al pensar en él…―por acabar con Marcus. ―Aun así, es mejor seguir el plan ―la contrarió su hermana, encogiéndose de hombros―. Al fin y al cabo ya no podemos perder más. Ally esbozó algo parecido a una sonrisa a medias y dejó escapar un suspiro antes de asentir en silencio y volver a emprender el vuelo. Cam tenía razón, después de todo lo que había ocurrido ya nada les quedaba por perder, excepto… No, no podía pensar en eso. Tenía que apartar esas ideas de su mente y mantener la fe en que todo saldría bien: Dave estaría bien, podría solucionar las cosas y regresaría a casa tal como se lo había prometido al despedirse en aquella fábrica abandonada.

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La sombra de aquel abeto bajo el cual siempre descansaba nunca le había parecido tan fría ni lúgubre. La hierba fresca nunca le había parecido tan incómoda, ni Kiche tan inquieta. Lo único que podía hacer era mirar en dirección al cielo esperando verle aparecer seguido de Chaunce. Sólo entonces podría volver a la calma. ¿Por qué tardaba tanto? Ya habían pasado varias horas y Dave no aparecía ni daba señales. Daba vueltas una y otra vez por los alrededores, temiendo alejarse en su búsqueda y que él llegara y no la encontrara en el lugar acordado, pero nada. Y la espera comenzaba a parecerle eterna, frustrante y agotadora. Ante cualquier sonido, incluso ante el viento silbando entre las ramas, alzaba la vista esperanzada, pero sólo servía para frustrarse aún más pues nunca se trataba de él. ―No debí hacerlo, no debí dejarlo solo allí ―se repetía una y otra vez, frotando las orejas de Kiche con gesto ausente―. Tal vez debería ir y… Pero le bastaba ver la mirada de advertencia de Kiche para saber que no debía hacer lo que estaba pensando y que debía permanecer allí a salvo, tal como se lo había prometido a David. Ya comenzaba a atardecer y el cielo amenazaba con teñirse de naranja en el horizonte cuando un sonido demasiado familiar hizo que un grito de emoción se ahogara en su garganta y alzara nuevamente la vista. Chaunce. Sin pensarlo, dejó a Kiche de lado en el suelo y extendió sus alas para volar a su encuentro, pero fue incapaz de emprender el vuelo. Algo, no sabía bien qué cosa, la anclaba al suelo y la inundaba de una extraña y fría sensación en el pecho. Al principio no era más que un punto lejano que tomaba forma a medida que se acercaba. El águila planeaba lentamente en el aire, pero Ally era incapaz de fijar su vista en él.

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Su mirada se dirigía más allá, justo detrás del ave, esperando verle aparecer… Esperando vislumbrar sus alas reflejando destellos dorados como los rayos del sol. Dave. ¿Dónde estaba Dave? ¿Por qué no aparecía tras Chaunce? ―David, cariño, ¿dónde estás? ―murmuró Ally comenzando a sentirse presa del pánico y la desesperación―. No me hagas esto, no rompas tu promesa. Dijiste que vendrías, que llegarías a… … un chillido agudo, largo y lastimero por parte del águila bastó para hacerle entender eso que había querido negarse a sí misma desde el principio, aquello que no había querido aceptar cada vez que había mirado hacia el firmamento destruyendo una y otra vez sus propias ilusiones: Dave nunca volvería. Nunca. La palabra resonó en su cabeza una y otra vez, pero era incapaz de aceptarla y convencerse a sí misma del significado real que tenían esas cinco letras en conjunto. David no… ¡No! ¡No, no, no! ¿Cómo era posible que…? ¡Él se lo había prometido! ¡Dave le había dicho que allí estaría! ¡La había convencido de abandonarle en la Tierra sólo porque creía que al final del día se reunirían nuevamente! Sin darse cuenta las lágrimas habían rebosado sus ojos y corrían torrentosamente por su rostro, bañando sus mejillas y perdiéndose en su cuello, mientras Kiche gimoteaba agazapada contra el suelo a sus pies y el águila descendía lentamente hasta quedar frente a ella. ―Chaunce, Chaunce, dime que Dave viene tras de ti ―suplicó Ally con un hilo de voz, como esperando que milagrosamente el águila fuera capaz de hablar y responderle―. Por favor… por favor, dime que él está bien, que sólo se está retrasando. Página | 104


Pero Chaunce simplemente la miraba con tristeza, ni siquiera quedaba en él una pizca de aquel orgullo y arrogancia que siempre le caracterizaba. Parecía más bien un polluelo indefenso que no sabía qué hacer, que no sabía a dónde ir… que no tenía quién cuidara de él. Así como se sentía Ally en ese momento: sola, abandonada y desprotegida. No. Ella tenía a David, él formaba parte de ella desde el principio mismo y no dejaría de hacerlo porque lo buscaría por cielo, mar y tierra hasta dar con él, hasta volver a escuchar su voz y sentir sus brazos rodeándola con fuerza. Unos pasos se acercaban, pero a Ally poco le importaba de quién se podía tratar. Ella tenía un objetivo claro en mente y no descansaría hasta conseguirlo: encontrar a David. ―¡Hey! ¡Hey! ¿A dónde crees que vas? ―inquirió Camille, tomándola del brazo con fuerza en un intento por detenerla―. ¿Qué cree que haces? ―¡Suéltame! ¡Déjame en paz! ―vociferó Ally, soltándose de ella con un gesto demasiado brusco―. ¿A dónde crees que voy? ¡A buscarlo! ―¡No! ¡No puedes hacerlo! ¿Te das cuenta que eso va en contra del plan que él mismo…? ―¡Y a quién rayos le interesa el plan! ―replicó Ally con amarga ironía―. ¿Te das cuenta que puede estar en cualquier lugar, malherido o condenado a…? ―No, era incapaz de pronunciar la palabra en voz alta. David simplemente no podía… Él no. ―Ally, por favor, piénsalo bien ―suplicó Cam, intentando hacerle entrar en razón―. No puedes viajar a la Tierra y… ¿Acaso te das cuenta de todos los lugares en que David puede encontrarse y lo peligroso que puede llegar a…? ―¡¿Y qué me importa el peligro?! ¡¿Qué más da?! Y sin esperar por la respuesta de su hermana y sin darle tiempo siquiera para reaccionar, extendió sus alas y alzó el vuelo con un destino claro: la Tierra. Era realmente extraño volar con Chaunce a su derecha, pero en cierto modo lo agradecía pues era como sentir a Dave junto a ella siempre protegiéndola; el Página | 105


águila tenía la misma esencia de su amo, a pesar de su arrogancia. Por su parte, Kiche por primera vez había preferido seguirle por tierra y correr bajo su sombra (a ratos Ally se preocupaba pues le parecía perderla de vista entre los árboles, pero pronto reaparecía como un manchón blanco, borroso por la sorprendente velocidad que alcanzaba), al parecer sus habilidades mejoraban cada vez más y poco a poco dejaba de ser aquella cachorrita que sólo se preocupaba de jugar para adoptar un rol mucho más precavido e incluso feroz. Incluso Kiche se percataba de que se encontraban solas y que ya no contaban con la misma protección de antes. Ahora ella era la única que podía cuidar de Ally. A medida que se acercaban a Roma (la última ciudad en que había visto a David y en la que se habían despedido) el cielo se tornaba gris y el aire demasiado denso, cálido y húmedo, lo que sólo podía significar una cosa: se avecinaba una tormenta. A lo lejos se oían algunos truenos y eso sólo conseguía inquietarla aún más. Necesitaba darse prisa, necesitaba llegar pronto a la ciudad antes de que la lluvia se encargara de borrar el rastro de Dave. La llovizna ya comenzaba a bañar las calles y los edificios cuando por fin se encontraron en Roma, mientras Ally se regañaba mentalmente por no haber prestado más atención y puesto más empeño durante el entrenamiento de batalla que le habían dado. De haberlo hecho a esa hora ya hubiera dado con el rastro que buscaba y no hubiese estado dando vueltas y vueltas en su búsqueda. ―Chaunce, ¿lo ves en alguna parte? El águila sobrevolaba los alrededores de la fábrica abandonada, observando todo alerta, pero no daba señales de haber dado con su amo. Y Ally estaba a punto de perder la poca paciencia que le quedaba cuando un aullido rasgó el aire. ―¡Kiche! ―musitó, dando media vuelta y extendiendo nuevamente sus alas para saltar desde la azotea del edificio. La loba se había alejado un poco de allí para buscar algún tipo de pistas. Ally no le había dado mucha importancia al asunto pues tenía la cabeza completamente agobiada con la búsqueda de David.

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¿Y si ahora le ocurría algo a Kiche? ¡No! ¡No podía permitir algo así! ¡Argh! ¿Acaso no se cansaba de cometer errores? ¿Cómo era posible que hubiese dejado que su tótem se marchara solo por su cuenta sabiendo de todos los demonios que solían rondar por allí? Pero luego de correr entre callejones retorcidos se detuvo en seco al encontrar a Kiche (en perfectas condiciones) junto a algo que parecía un bulto de telas blancas… … un bulto que se quejaba inconsciente y lastimeramente. No, no podía tratarse de… Un rayo iluminó el cielo y se desató la tormenta. La lluvia caía a cántaros, consiguiendo empaparlo todo en pocos segundos, y el cielo se había tornado completamente gris, mientras los truenos retumbaban cada vez con más fuerza y el viento comenzaba a alzarse imponente. Sentía que las piernas no le reaccionaban. ¿Qué era lo que ocurría con ella? ¡Se suponía que para eso había viajado a la Tierra sin importarle los riesgos que corría! ¿Y ahora que lo tenía allí, precisamente en frente, no se atrevería a acercarse? ―¿Quién…? ¿Quién está ahí? ―un murmullo débil surgió de aquel extraño, mientras luchaba por ponerse en pie y alargaba un brazo en dirección a Kiche como intentando alcanzarla. ―¡Oh, Dios! ―exclamó Ally, corriendo hasta él con los ojos empañados en lágrimas―. ¡Dave! ¡Mira cómo te dejaron! ―añadió, arrodillándose junto a él y tomándolo entre sus brazos. ―¿Ka…? ¿Ally? ―balbuceó él, sin abrir aún los ojos. ―Claro que soy yo, cariño ―murmuró ella, con voz quebrada y limpiándose las lágrimas del rostro, que se mezclaban confusas con las gotas de lluvia, mientras miraba a su alrededor para verificar que se encontraran a salvo―. Vine por ti. No sabes la angustia que me has hecho pasar, pero ya todo irá bien…

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Te encontré y te llevaré de regreso a casa ―añadió, intentando colocarse en pie y ayudarle a hacer lo mismo. ―No, no puedes hacer eso ―repuso él, negándose a incorporarse e intentando arrastrarse a tientas por el suelo húmedo y lodoso, consiguiendo que su ropa blanca quedase completamente sucia―. Debes irte… Debes regresar y dejarme aquí. ―¿Qué? ¡Pero qué estás diciendo! Pero David no respondió. En cambio, se arrastró hasta dar con uno de los muros del callejón y se puso en pie apoyándose en él, resbalando en varias ocasiones a causa del agua que humedecía los ladrillos y cada una de sus caídas, cada uno de sus golpes, arrancaban un nuevo sollozo en Ally. Sin embargo, cada vez que intentaba ayudarle o sujetarlo, él la rechazaba rotundamente con gestos bruscos. ¿Cómo era posible que Dave, el mismo guerrero fuerte y decidido al que tantas veces había visto luchar, se encontrara en ese estado? Parecía demasiado débil incluso para sostenerse en pie sin necesitar de ayuda, pero no era eso lo que más le preocupaba a Ally, sino que… sospechaba que algo más no iba del todo bien. ―Allyson, entiéndelo ―murmuró David, dándole la espalda y apoyándose en el viejo muro de ladrillos―. Debes regresar y mantenerte a salvo, este no es un lugar seguro para alguien como… ―Mírame. ―¿Qué? ―Dave, quiero que te des media vuelta y que me mires ―le ordenó ella, rodeándose el cuerpo con los brazos para ahuyentar esa espantosa sensación que le bajaba por la espalda y que comenzaba a alojarse en su pecho. Un momento de silencio siguió a su petición, sólo un rayo iluminó el cielo de manera fugaz y Ally notó que Dave temblaba como nunca le había visto hacer. ―Ally… por favor, sólo vete ―suplicó él, sin obedecerle―. Este no es buen lugar para ti, debes mantenerte a salvo, me lo prometiste. Página | 108


―¡Y tú me prometiste regresar a casa y no lo hiciste! ―exclamó ella, sintiendo que el pánico se hacía cada vez más grande en su interior―. Si vamos a hablar de promesas rotas, te cuento que llevas las de perder… Y ahora, ¡date vuelta de una maldita vez y mírame! ―No, no… no puedo ―susurró él y Ally tuvo la extraña impresión de que se le quebraba la voz―. Sólo vete, por favor. Harta de toda esa situación que no conseguía más que ponerle de los nervios y llenarla de angustia, avanzó hasta él con paso decidido y lo tomó del brazo para voltearlo hacia ella. La primera impresión que tuvo fue que nada malo le había ocurrido y una ola de alivio la recorrió por completo, inundándola de una agradable sensación de calidez. Por eso no comprendió su reacción cuando Dave se zafó de ella con un gesto algo brusco y agachó la cabeza. ―¿Para esto querías verme? ―musitó él, cerrando los puños con fuerza, como si estuviera conteniéndose para no gritar y descargar su rabia contra ella, mientras gotas de lluvia bañaban su rostro y se deslizaban por su cabello―. ¿Para comprobar en lo que me he convertido? ¿Para ver que ya no soy más que un…? ―¿Qué? ¿De qué estás hablando? ―lo interrumpió Ally, acariciando su mejilla con delicadeza para que alzara el rostro―. ¿Cómo que para comprobar en lo que te has…? Pero el resto de la frase resultó quedar aprisionado en su garganta al ver a qué se refería David y toda aquella sensación de alivio que la había embargado segundos atrás, se esfumó tan repentinamente como había aparecido. Sus ojos… … aquellos dulces ojos color miel divagaban sin un punto fijo, buscando su rostro allí donde se encontraba pero sin llegar a enfocarlo realmente, parecían vacíos e inexpresivos, como si carecieran de vida, como si carecieran de luz y se encontraran sumergidos en las penumbras. Dave estaba… ciego. Sin pensarlo, sin siquiera ser capaz de controlar sus propias reacciones, Ally se lanzó a él y lo abrazó con fuerza, ahogando sus sollozos contra su pecho. Página | 109


¡No, no, no! ¡No podían hacerle eso a David! ―No, Dave, ¿qué fue lo que te hicieron? ―murmuró, tomando su rostro entre sus manos para examinarlo, aunque era incapaz de verlo realmente a través de las lágrimas―. ¿Por qué…? ¿Por qué estás así? ¿Por qué no puedes ver? Algo parecido a una mueca se dibujó en los labios del arcángel y por fin se atrevió a tocar el rostro de Ally para poder ver y sentirle a través del tacto. ―No me condenaron como a Joe ―murmuró, deteniéndose un segundo en la comisura de sus labios―. No habían motivos suficientes para ello, pero tampoco podían dejar todo esto así como así. ―Pero… pero… ―Desobedecí las órdenes, Ally ―le recordó él, secándole aquellos rastros húmedos que había encontrado en su piel―. No debía acabar con Marcus. Los demonios no están muy contentos con que haya acabado con uno de sus mejores… ―¡Pero él me tenía prisionera a mí y a mi hermana! ¿Qué otra cosa esperaban que…? ―Entonces sólo debí rescatarlas y huir, como correspondía hacer ―discrepó Dave con una nueva mueca en los labios al sentir que nuevas lágrimas surgían de los ojos de Ally―. No, cariño, no llores. Esto no es tu culpa y tampoco es tan terrible… Al menos no me condenaron a ser uno de ellos, tal como a Joe. ―¿Entonces qué es esto? ¿Por qué estás así? ¡No entiendo nada de lo que ocurre! David suspiró y la abrazó. Necesitaba tanto sentirla cerca, sentir aquel aroma dulce que se desprendía de su piel y de su cabello; Ally era lo único capaz de darle paz en un momento como ése, ella era la única capaz de hacerle creer que no todo estaba perdido, que no todo era tan malo como parecía… o que al menos todo había valido la pena. Mientras ella estuviera a salvo cualquier sacrificio valdría la pena.

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―Me condenaron a vivir en el exilio ―murmuró finalmente, aspirando el perfume de su cabello y embriagándose de él para mantener la calma―. Ya no pertenezco a algún lugar, no tengo a dónde ir… ―¿Cómo que no tienes a donde ir? ¿Acaso te han convertido en un…? ―En un desterrado ―afirmó él, al notar que Ally parecía incapaz de completar la frase―. Así es, soy un desterrado… … y entonces ella pudo ver cómo de su espalda se desplegaban alas, pero no eran aquellas alas que siempre acostumbraba lucir (blancas, enormes y con hermosos y extraños destellos dorados) sino que eran grises y parecían marchitas, como si estuvieran heridas o ¿enfermas? (¿Acaso podían las alas de un inmortal enfermarse? Ella siempre había visto las alas como una parte fundamental de todo inmortal, ya fuera ángel o demonio, pero nunca se había dado cuenta de que también encerraban cierto misterio y magia propia. De ahí que cambiaran de color según qué tipo de inmortal se tratara: blancas para los ángeles, pues era un balance perfecto, aunque siempre parecían teñidas de algún tono peculiar que identificaba a cada uno; negras para los demonios, pues eran ellos quienes siempre provocaban dolor y muerte entre inmortales y humanos; y finalmente gris para los desterrados, pues ellos eran considerados incluso inferiores a un demonio por no tener un lugar al cual pertenecer, por siempre ser portadores de tristezas y angustias) Pero, además de castigarlo injustamente obligándole a vivir en el exilio, ¿era necesaria tanta crueldad y dejarle ciego? ¿Por qué lo habían hecho? ¿Acaso no se conformaban con todo el daño que ya le habían hecho? ―Así se aseguran de que no encuentre el camino a casa ―murmuró él, adivinando sus pensamientos. ―Pero… no, ese no será un problema ―repuso Ally, aferrándose a él con un poco más de fuerza―. Yo te guiaré, yo te enseñaré el camino para que puedas regresar y entonces… Dave esbozó algo parecido a una mueca e hizo un gesto negativo con la cabeza, cargado de tristeza.

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―¿Aún no lo entiendes? ―inquirió, con amargura―. Ya no puedo regresar, no tengo derecho a hacerlo y… no seré bienvenido. ―Pero… pero… ―Y tú tampoco la pasarás bien si se enteran de que estuviste conmigo ―añadió Dave, sin dejarle continuar y apartándola de él con pesar―. No bromeaba cuando dije que debías marcharte y dejarme aquí. ―¿¡Qué!? ¡No, claro que no! ―exclamó ella, abrazándolo nuevamente y ocultándose entre sus brazos como si de ello dependiera su existencia. ―Ally, debes hacerlo, no tienes opción ―replicó él, aunque sabía (o más bien esperaba) que no cambiaría de parecer―. No quiero que… ―No lo haré, David. No me alejaré de ti, no te dejaré y no me importa lo que los demás ángeles digan. ―Pero… cariño, todos… ―Me quedaré contigo ―repuso ella, sin dar tregua―. Viajaré a la Tierra todas las veces que sean necesarias hasta el día que tú me quieras a tu lado, ¿entendido? Una sonrisa curvó los labios de Dave al oír sus palabras y, sin pensarlo, tomó su rostro entre sus manos acariciando suavemente sus mejillas. ―Siempre ―murmuró, buscando sus labios―. Siempre te querré conmigo, porque te amo. ―Entonces es una promesa ―susurró ella, sonriendo por fin mientras rodeaba su cuello y sentía que sus alientos comenzaban a fundirse en uno sólo―. Siempre. Sus labios estaban fríos por la lluvia, pero eso no le importó. Sólo podía sonreír y abrazarle con fuerza para no dejarle ir. No le importaba si David era el arcángel guerrero que ella había conocido o un desterrado sin un lugar al cual ir, sólo era capaz de recordar lo que acababa de confesarle allí bajo aquella inhóspita tormenta: la amaba. Página | 112


Dave la amaba así como… … se apartó un poco de él y un suspiro escapó de sus labios mientras acariciaba su rostro quitando las gotas de lluvia que de inmediato eran remplazadas por nuevas. ―Sabes que yo también te amo, ¿no es así? ―susurró Ally, sabiendo que a pesar de los truenos y del ruido de la lluvia, David sería capaz de oírle. Algo parecido a una sonrisa se dibujó en los labios de él y asintió con lentitud. ―Y a eso es a lo que más le temo ―repuso David, acariciando su rostro―. Porque eso te hará ser blanco de muchos de ellos. Ally sintió que un escalofrío le bajaba por la espalda al oírle, pero decidió que lo mejor era ignorar ese hecho y disfrutar de los pocos minutos que tenían para compartir. … ya luego tendría tiempo para resolver el asunto de esa profecía.

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11. Ausencia. Le dio un puntapié a una piedra, sin pensarlo, y vio cómo se perdía dando botes entre la hierba hasta ir a dar a un charco. Kiche estaba tendida a sus pies y la miraba con expresión interrogante, como si pretendiera entender qué era lo que estaba ocurriendo en la mente de su ama en esos momentos. Pero Ally, por primera vez, era incapaz de prestarle atención a su loba o a cualquier otro ser o cosa. Lo único que podía hacer era acariciar, casi sin darse cuenta, una y otra vez el suave plumaje de Chaunce que descansaba sobre su hombro derecho como si con eso pudiera conseguir algo de tranquilidad y paz. Llevaba prácticamente tres días sentada bajo ese abeto con la mirada perdida en el firmamento. Había visto cómo el sol se ocultaba en el horizonte una y otra vez sin darse cuenta, sin siquiera disfrutar el asombroso espectáculo que las luces del crepúsculo ofrecían, y había visto surgir la luna por entre los árboles, sin siquiera percatarse de cómo sus rayos plateados resplandecían sobre el agua cristalina en la oscuridad. Había perdido la cuenta de la cantidad de cosas que habían ocurrido estando allí sentada, pues ninguna de ellas tenía importancia. Ya nada tenía sentido, ya nada tenía el mismo significado, ni la misma importancia. Todo estaba vacío, así como ella. Ya no podía disfrutar del sonido del viento silbando entre los juncos del charco, ni del canto de las aves que trinaban en sus nidos ocultos entre las ramas. Ya no podía disfrutar del dulce aroma de las flores que renacían a cada nuevo amanecer. No podía disfrutar de ninguna de esas cosas porque le dolía… … le dolía incluso respirar.

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Le dolía saber que ella estaba allí y que David no lo estaba, le dolía saber que él había pagado injustamente por defenderla, saber que inclusive así seguía amándola, saber que ya no estaría allí como antes y que ya nunca más podría ver el brillo de su mirada, le dolía que él fuera quien la consolara, que él tuviera fuerzas para sonreír y asegurarle que todo estaría bien cuando ni siquiera era capaz de ver por dónde caminaba, mientras ella sólo era capaz de llorar como una niña pequeña. ¡Le dolía amarlo como lo hacía y no poder tenerle allí con ella, no poder hacer nada para remediarlo! Porque allí estaba: sentada bajo un árbol, conservando aún la absurda esperanza de verle aparecer en el cielo tal como se lo había prometido, sin poder hacer más que ahogarse en llanto cada vez que veía el sol ocultándose en el horizonte, cuando comprobaba lo que ya sabía: David nunca volvería, jamás regresaría a ella reflejando hermosos destellos dorados a medida que se acercara contrastando con el cielo iluminado por el sol. ¡Y ella se sentía tan inútil por no poder hacer otra cosa que…! ¡Un momento! ¡Claro que podía! ¡Todo ese tiempo había tenido la solución en sus manos! ¡Todos esos días había tenido la respuesta frente a su cara y no la había visto! Emocionada ante su descubrimiento, se puso en pie y extendió sus alas con prisa y sin previo aviso, consiguiendo que Kiche se sobresaltara. La loba la seguía corriendo con prisa bajo su sombra mientras Chaunce lo hacía volando a su derecha, pero Ally sólo era capaz de pensar en algo: su hermana. Debía encontrarle, debía dar con ella, pero ¿dónde podía estar? Cam siempre desaparecía y aparecía cuando se le daba la gana. Las únicas ocasiones en que participaba de actividades con los demás ángeles era cuando se organizaba alguna partida de caza y sólo porque era su deber hacerlo, no porque le gustase precisamente, por lo que realmente le sorprendió encontrarla con Demian entre los brazos, observando fijamente en dirección a un grupo de ángeles que apenas tenían un par de semanas de edad y a pocos metros de donde ella se había encontrado hacía unos momentos.

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―Sé a lo que vienes ―murmuró Camille, sin siquiera levantar la vista al oír su aleteo acercándose―. De hecho me preguntaba por qué tardabas tanto en venir, pero… ―Camille, sólo tú puedes ayudarme ―aseguró Ally, sin darle tiempo de continuar mientras se detenía en suelo firme y plegaba nuevamente sus alas tras su espalda―. Sé que… ―La respuesta es no ―respondió su hermana con rotundidad, aunque también con un toque de ¿tristeza?―. No puedo hacer nada por ti, ni por David, ni por… ―las palabras se ahogaron un momento en su garganta antes de que pudiera… continuar―. Ni por nadie. ―Pero… pero… ¡Por Dios, Camille, soy tu hermana! ¿Acaso no tienes un poco de compasión por…? ―¿Crees que esto se trata de algo de compasión? ―inquirió la muchacha morena, dejando traslucir un dejo de rabia ante la acusación que se encontraba implícita en aquella frase―. ¿Crees que mi respuesta es un no sólo porque se me ocurre, sólo porque quiero fastidiarte? ―¿Entonces por qué no haces algo? ―replicó Ally, comenzando a perder los estribos, es decir, ¿qué clase de hermana era Cam si se negaba a ayudarle sabiendo cuánto le dolía todo eso?―. ¿Por qué al menos no intentas…? ―¡¿Y crees que no lo he intentado?! ¡¿Crees que no he viajado una y otra vez hasta el pasado en estos días en que tú te has sentado a llorar sin consuelo bajo un árbol?! ―exclamó Cam, colocándose en pie, y Ally se preguntó si había sido su imaginación jugándole una mala pasada o realmente se le había quebrado la voz al hablar―. ¿¡Y sabes para qué me ha servido!? ¿¡Te haces una maldita idea de lo que ha significado cada uno de esos viajes!? ¿¡Te has preguntado cómo me siento luego de regresar después de cada uno de ellos!? Ally no respondió, pero no porque no conociera la respuesta, sino porque realmente no se esperaba una reacción así por parte de su hermana. Nunca había esperado verle tan alterada y mucho menos ver las lágrimas de angustia que corrían por su rostro en ese momento.

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―Tú no sabes lo que es tener un don como el mío, no sabes lo que daría por tener un talento como el tuyo ―murmuró Cam, rodeándose el cuerpo con los brazos mientras las lágrimas bañaban sus mejillas en silencio―. Más que un obsequio, más que un don, esto es una maldición y daría cualquier cosa por no… ―No digas eso ―susurró Ally, con un hilo de voz. ―¿Y qué más pretendes que te diga? ―inquirió su hermana con una sonrisa irónica en los labios―. ¿Sabes cuántas veces he intentado solucionar todo esto? ―Un suspiro escapó de sus labios, seguido por algo que Ally no supo descifrar si era o no un sollozo. Demian saltó a los brazos de su ama y le lanzó una mirada de desaprobación a su hermana, como reprochándole su falta de consideración―. No sabes lo que significa vivir lo mismo una y otra vez, ser testigo de lo que ocurre sin poder hacer nada para cambiarlo, sin saber cómo… ―la voz se le quebró y Ally vio, angustiada, cómo Cam se aferraba a su lince y ocultaba su rostro en su pelaje para ahogar el llanto―. No puedo hacerlo, Ally… no puedo cambiar el pasado, ni el futuro, ni… ni lo que está ocurriendo ahora. Lo siento, pero no tengo la solución que buscas… Odiándose a sí misma, por ser incapaz de quedarse allí y ofrecerle algún tipo de consuelo a su propia hermana, Ally dio media vuelta y alzó el vuelo. Todas sus esperanzas se habían esfumado con cada una de las palabras que Camille había pronunciado y con cada uno de sus angustiantes sollozos. Si ella no había sido capaz de encontrar alguna solución teniendo el don que tenía, era porque nada más se podía hacer: todos ellos estaban condenados a su propio destino. Y eso realmente le atemorizaba. Si dos antiguos arcángeles como Joseph y David habían caído, ¿qué le esperaba a ella que era un simple guardián? Y aún peor, ¿qué le esperaba a Camille que no tenía idea de la existencia de esa profecía que condenaba a alguna de las dos a ser…? No, no podía pensar en eso, no en ese momento. Sólo quería alejarse de allí y olvidar. Olvidar ese frío que sentía extendiéndose a cada segundo en su pecho, olvidar el vacío que le causaba la ausencia de David y olvidar la culpa que la consumía por dentro. Página | 117


Sin pensarlo, sin proponérselo (aunque se preguntaba si en el fondo no lo había hecho a propósito, buscando encontrar a Dave en algún lugar) había ido a dar a la Tierra, demasiado cerca de aquella fábrica abandonada que tantos recuerdos le traía, pero no lo suficiente como para verla desde el parque en que se encontraba. Intentaba aturdirse pensando en otras cosas para no caer otra vez en la angustia, pero ya ni siquiera los niños correteando por las calles parecían ser una distracción. No podía dejar de pensar en David aunque pusiera todo su empeño en ello, no podía quitarlo de su cabeza y no podía dejar de agobiarse por él. ―Anda, Chaunce, veamos si le encuentras ―murmuró Ally al águila que daba vueltas en círculos a cientos de metros de altura, pero teniendo la certeza de que aun así podía oírle―. Sé que deseas verle tanto como yo. El águila lanzó un agudo chillido y Ally supo que había comprendido la orden. Era extraño, pero desde que David había sido desterrado sentía una extraña conexión con Chaunce, no tan fuerte como la que le unía a Kiche, pero sí distinta a la que tenían antes. El águila ya no se mostraba irritante y altanera, sino más bien dispuesta a cooperar y ayudarle en todo cuanto pudiera como… …como si se tratara del mismo Dave. Sí, a lo largo de esos últimos días, había llegado a pensar que Chaunce intentaba suplir parte de la ausencia que su amo había dejado, protegiéndola y acompañándola a todas partes. ―¿Y qué esperas tú? ―susurró, viendo que Kiche alzaba la cabeza hacia el cielo para ver qué dirección tomaba el águila―. Anda, sé que quieres acompañarle. Ve y busca a Dave. Kiche gimoteó, pero no se movió de su lugar. Ally sabía bien lo que ocurría: a pesar de desear acompañar a Chaunce y ponerse en movimiento en vez de estar sentada en la mitad de un parque lleno de ruidosos niños, no quería apartarse de ella pues temía dejarle sola. ―Anda, ve. No te quedes ahí sólo por mí ―insistió, dándole un suave empujoncito para que se pusiera en pie―. Prometo que me quedaré aquí a salvo y no haré nada estúpido.

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La loba avanzó un par de metros y volteó hacia ella, aún indecisa sobre qué hacer. ―Anda, acabo de prometerlo, no seas cabezota ―Rió Ally―. ¿Tan poco confías en mi palabra? Le pareció que Kiche colocaba los ojos en blanco, pero no estaba segura, es decir, ¿realmente podía hacerlo o ella ya comenzaba a alucinar? De todas formas, la loba volvió a centrar su atención en el cielo y siguió la misma dirección en que Chaunce se había perdido. Una risilla escapó de los labios de Ally y meneó la cabeza mientras veía cómo la loba se perdía convertida en un manchón blanco (insistía en que cada vez estaba más sorprendida de cómo crecían sus habilidades), pero luego de encontrarse a solas un minuto ya no pudo seguir sonriendo y tuvo que reconocer que le tocaba enfrentarse nuevamente a esa enorme sensación de vacío que le agobiaba. ―¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ―murmuró para sí misma, fijando la vista en sus pies en un intento por ocultar sus lágrimas―. ¿Por qué todo esto tenía que ocurrirnos a nosotros, Dave? ―¿Qué ocurre? ¿Por qué estás triste? El sonido de esa voz consiguió sobresaltarle. Era imposible olvidar esa voz infantil y tierna, pero no esperaba oírla en ese preciso momento. No esperaba encontrarse con Kevin allí y en esas circunstancias. ―¿Por qué estás llorando? ―insistió el niño, poniéndose en cuclillas para poder mirarle el rostro―. ¿Te sientes mal? ―¿Qué? No, no, claro que no ―repuso Ally, sacudiendo la cabeza y limpiándose el rostro con las manos. ―Mentir es malo ―sentenció Kevin, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño―. Mamá siempre lo dice. Al ver su expresión Ally no pudo reprimir una sonrisa y por un momento olvidó esa fría sensación que le invadía el pecho, segundos atrás. Página | 119


―Y hablando de tu madre, ¿dónde está? ―inquirió ella, mirando en todas direcciones en su búsqueda―. ¿Quién te cuida? ¿O has venido solo al parque? ―Ya soy grande, puedo venir con mis amigos al parque ―replicó el niño, colocando los ojos en blanco como si fuera lo más lógico del mundo. ―¿Grande? ―repitió Ally, con un dejo de diversión―. ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? ―Seis ―le corrigió él, irguiéndose tan alto como era con expresión orgullosa, consiguiendo que Ally soltara una carcajada―. ¿Qué es tan gracioso? ―inquirió, frunciendo el ceño y sonrojándose un poco. ―Nada, nada. ―¿Por qué los grandes siempre mienten? ―replicó el niño, y sin darle tiempo de responder dio media vuelta y comenzó a caminar en sentido contrario. Sin comprender el porqué de su reacción tan a la defensiva, Ally se puso en pie y lo siguió sin pensarlo. Sabía que sólo se trataba de un niño, pero era su humano y no podía evitar inquietarse por todo cuanto le ocurriera. ―¡Hey! ¡Hey! ¡Espera! ―exclamó, tomándolo del brazo al ver que él no se detenía a pesar de haber notado que lo seguía―. ¿Puedo saber qué es lo que ocurre? ¿Por qué reaccionas así? Su siguiente reacción tampoco se la esperaba: de pronto Kevin se encontraba abrazándola con fuerza y ocultando su rostro en su abdomen (lo más alto a lo que le llegaba) para ahogar sus sollozos. Instintivamente lo tomó en brazos y lo acunó entre ellos, acariciando su cabello, en un intento por calmarle, pero todo era inútil pues el niño no dejaba de llorar cada vez más angustiado. ―Kevin, por favor, tranquilízate ―suplicó Ally, sin dejar de mecerlo suavemente―. No llores, cariño. No llores. ―No quiero, Ally… no quiero ―era lo único capaz de murmurar el niño una y otra vez―. Mamá me prometió que no lo haría… ella me dijo que no tendría que hacerlo y…

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―¿Qué es lo que no quieres, corazón? ―preguntó ella, apartándolo un poco de sí parar observar su rostro y secar sus lágrimas―. ¿Por qué lloras así? Kevin se secó el rostro con las manos, pero era inútil pues enseguida sus lágrimas eran remplazadas por otras. ―Hoy… hoy escuché a mis padres discutir sin que… sin que se dieran cuenta ―los sollozos conseguían que fuese prácticamente imposible distinguir lo que quería decir―. Y… y mi papá dijo… dijo… ―¿Qué fue lo que dijo, cariño? ―inquirió Ally, intentando tranquilizarlo para que pudiera continuar―. ¿Qué fue eso que dijo tu padre y que te tiene así? El niño se aferró a ella con angustia y ocultó su rostro en su hombro, a lo que Ally sólo pudo sujetarlo con más fuerza para infundirle confianza. ―Papá dijo que me matricularía en una Escuela Militar ―respondió finalmente Kevin con voz ahogada debido a los sollozos―. ¡Una Escuela Militar! ¿Sabes lo que quiere decir eso? Ya no podré jugar con mis amigos, ni tocar el piano del salón, ni… ni… ―Ya, ya, tranquilo, cariño ―susurró ella, frotando delicadamente su espalda una y otra vez―. Todo irá bien, ya verás que no será tan malo y… y yo estaré ahí para ayudarte, ¿está bien? ―¿Lo prometes? ―Una sonrisa se dibujó en los labios del niño cuando se apartó para mirarla a la cara―. ¿Me prometes estar ahí y cuidarme? ―Creí que ya eras un niño grande ―rió Ally, pero luego asintió con la cabeza y no pudo evitar que una sonrisa tierna se dibujara en sus labios―. Lo prometo: nada malo te ocurrirá mientras yo te cuide, ¿está bien? Los risueños ojos verdes de Kevin brillaron cuando la sonrisa de sus labios se ensanchó aún más y Ally sintió que todo lo malo desaparecía al sentir el tierno beso que él depositaba en su mejilla. Vivir en la oscuridad no era tan terrible luego de que te acostumbrabas, sobre todo considerando que había tenido tiempo más que suficiente durante toda su existencia y entrenamiento para desarrollar otras habilidades que la ayudaran a Página | 121


sobrevivir sin necesidad de utilizar precisamente el sentido de la vista. Aunque el clima comenzaba a cambiar y tornarse más frío y lluvioso que de costumbre, lo que no le facilitaba precisamente las cosas pues los olores y sonidos se volvían cada vez más confusos y le costaba algo más de trabajo distinguir entre unos y otros. Todo era demasiado húmedo y ruidoso. Eso sin contar que debía mantenerse oculto la mayor parte del tiempo. Lo único con que contaba para defenderse era su daga (que había ocultado cuando le condenaron a ser un desterrado, pues de otro modo se la hubieran quitado y entonces sí estaría en problemas) y no podía decir que se tratara de un instrumento precisamente brillante en contra de todos aquellos demonios que solían rondar por allí y que seguramente estarían más que contentos de encontrarle así: ciego. Pero no era eso lo que más le preocupaba en esos momentos, sino… la ausencia de Ally. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había aparecido en todos esos días? ¿Tal vez le había ocurrido algo malo? No, de ser así ya se hubiera enterado. ¿Entonces por qué no había aparecido por allí? Tal vez… tal vez se había arrepentido de su decisión y había preferido alejarse de él sin decirle nada para no lastimarlo. ¿Podía ser eso posible? Una parte de él (la más egoísta y la que no pensaba las cosas con claridad, a decir verdad) se resistía a creerlo y le repetía una y otra vez que Ally no le haría algo así porque le amaba tanto como él a ella. Pero su otra parte (esa que dictaba la razón) le decía que esa sería la mejor decisión de todas y que debería alegrarse de que por fin Ally pareciera entrar en razón y hacer lo correcto. De pronto, un sonido demasiado familiar captó su atención por encima de todos los demás y dirigió su vista instintivamente en dirección al cielo, aún sabiendo que sería incapaz de ver algo. ―¿Chaunce? ―Podría reconocer aquel aleteo en cualquier parte, aún sin tener la necesidad de verle―. ¿Eres tú?

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Una sonrisa curvó los labios de David al sentir aquella familiar presión en su hombro derecho y escuchar el sonido de unos ligeros pasos acercándose: Kiche. Y una cálida sensación inundó su pecho de inmediato al comprender que eso podía significar sólo una cosa: Ally se encontraba cerca y quería encontrarlo. Hacía ya varios días que no escuchaba el sonido de su voz, ni sentía la suavidad de su piel ni la dulzura de su aroma, y se encontraba ansioso por poder hacerlo. Imaginaba que así debía sentirse un humano luego de pasar una larga temporada caminando por el desierto y por fin encontrar un oasis oculto. ―¿Ally? ―murmuró, avanzando un par de pasos vacilante a la espera de encontrarla en su camino―. ¿Estás ahí? Pero ella no respondió. En cambio, Kiche frotó su lengua suavemente contra su mano, como queriendo captar su atención. ―¿Ella los envió a buscarme? ―inquirió, sabiendo que no obtendría respuesta, pero confiando en que así era―. Entonces vamos, ¿qué esperan? Resultaba sencillo guiarse por el sonido de Kiche al caminar o por el suave aleteo de Chaunce al que tanto se había sintonizado a lo largo de su existencia, pero no le resultaba sencillo soportar las ansias de echarse a correr. Necesitaba tanto poder verle, sentir su contacto, oír su voz y saber que continuaba allí para él, sin importar cómo, sin importar las circunstancias… sino que simplemente estaría ahí para siempre. Antes de oír su voz, escuchó su risa con claridad y se detuvo. ―¡Kevin, no seas tramposo! ―se quejaba ella, sin dejar de carcajear―. ¡No cuenta si estás espiando! ―¡Yo no espío! ―replicó la voz de un niño con tono rezongón, pero divertido―. ¡Tú no sabes ocultarte bien, que es distinto! Escuchó un bufido por parte de Ally y luego sus pasos demasiado ligeros (prácticamente inaudibles) corriendo con prisa. Al parecer estaba a la mitad de una especie de juego con aquel niño y aún no se daba cuenta de que él se encontraba allí. Estaba demasiado ocupada y absorta en aquel humano como para prestarle atención a alguna otra cosa. Página | 123


¿Kevin? ¿Por qué le parecía familiar ese nombre? ¿Dónde lo había escuchado antes? ¡Claro! ¡La noche en que habían huido! Ally había dicho que había encontrado a su humano y que ya no podría apartarse de él pues había nacido para protegerle. En aquel momento no le había dado importancia al asunto pues tenía en mente preocupaciones mucho más urgentes, como sobrevivir y mantener a salvo a Ally. Y Kevin era ese humano. Ese niño era la persona por la cual Ally había sido creada, el verdadero y único motivo de su existencia. Si él nunca hubiese existido, Ally tampoco lo habría hecho. Y ahora (al oír el alegre sonido de sus risas y carreras) estaba más convencido que nunca de que así era: ella ya no le necesitaba, el centro de su existencia era aquel humano. Y él (Dave) no era más que un ángel desterrado. ―¿David? ¡David! El sonido de su voz pronunciando su nombre consiguió sobresaltarle. Escuchó el ruido de sus pasos acercándose con prisa, pero antes de que tuviera tiempo de llegar a él, Dave dio media vuelta y echó a correr. Sabía bien que no era prudente emprender el vuelo en presencia de todos los humanos que allí estaban, es decir, no podía exponer de esa forma a Ally. ―¡Dave, espera! ―exclamó ella, corriendo tras él. Pero él no quiso escucharle y aceleró el paso, sabiendo que ella no podría alcanzarle e intentando evitar los obstáculos que se ponían en su camino a medida que los percibía o escuchaba. ―¡Ally! ¡Ally, mira lo que puedo hacer! ―exclamó Kevin con entusiasmo y de inmediato David dejó de escuchar los pasos de Ally siguiéndole… … y oyó cómo regresaban junto a aquel humano. Ally ya había encontrado su destino: Kevin. Y era mejor así pues se mantendría a salvo.

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12. Alianza. Miró nuevamente tras su espalda, para comprobar que nadie le seguía y acomodó mejor la capucha negra que la cubría. No podía correr más riesgos que los necesarios y lo sabía bien. Con la cabeza, le hizo un gesto a los dos felinos que le seguían (uno mediano y castaño, y el otro enorme y blanco) y juntos emprendieron la marcha. Recién amanecía en el Cielo y sólo rondaban algunos arcángeles encargados de montar guardia, sin embargo, sabía que ninguno de ellos le prestaría demasiada atención pues no representaba peligro alguno, nadie nunca sospecharía del malhumorado ángel guardián que se aislaba del resto para practicar un talento que poca utilidad tenía. Cuando por fin hubo llegado a la Tierra, comenzaba a oscurecer (el horario allí siempre era el inverso al Cielo) y la llovizna conseguía que las calles parecieran brillar a la luz de los faroles. Había dado vueltas una y otra vez por los mismos lugares en los últimos días, pero no había tenido éxito en su búsqueda y eso ya comenzaba a angustiarle. No podía ser bueno que Joe no apareciera en ninguna parte. ¿Y si le había ocurrido algo? No, no podía pensar en eso. Joe estaría bien, él sabía cómo cuidarse y no caería vencido así como así. ―Anda, Nath, sé que tú puedes hacerlo ―lo instó, Cam, empujándolo suavemente para que avanzara por delante de ella y Demian y los guiara por el camino correcto―. Encuéntralo. El tigre la observó por un segundo con algo que parecía tristeza y angustia en la mirada y Cam comprendió bien por qué: llevaba todos aquellos días intentando dar con Joe, pero parecía ser que ya no podía percibirle como antes, tal vez su conexión ya no era la misma ahora que su amo se había convertido en un ser oscuro.

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―Sólo inténtalo una vez más ―murmuró ella, frotando suavemente sus orejas para infundirle ánimo―. Sé que lo conseguirás. Con una expresión de pesar, el felino cerró los ojos y asintió con la cabeza. Parecía querer concentrarse en algo que Cam no era capaz de ver ni oír, pero de pronto se puso en marcha con rapidez y a paso seguro, hasta que finalmente emprendió una acelerada carrera, guiándola por callejones oscuros que se torcían una y otra vez. Y allí estaba, dándole la espalda, sentado en lo alto de un muro. ¡Por fin le encontraba! Después de tanto tiempo por fin daba con él. ―¡Hey! ¡Hey! ¡Sólo soy yo! ―exclamó Camille, alzando los brazos en señal de defensa y sin poder evitar una mueca al encontrarse de espalda entre el suelo y su cuerpo. ―¿Acaso perdiste la razón? ―la regañó Joe, sin soltarla aún. La capucha se le había caído y había dejado ver el rostro de la muchacha que antes había permanecido oculto―. ¿Cómo se te ocurre acercarte así por mi espalda? ¡Pude haberte acabado! Cam frunció el ceño e intentó colocarse en pie, pero su gesto pareció tan débil comparado con la fuerza de Joe que él ni siquiera pareció notarlo. A su lado Demian erizaba el pelaje de su lomo y le enseñaba los dientes al demonio con gesto amenazante, pero sin decidirse aún a atacar, mientras Nath sólo observaba la escena, bastante confundido por la reacción de su antiguo amo. ―Eh… ¿Podrías…? ―murmuró, señalando la incómoda posición en que se encontraban―. Creo que necesito algo de espacio. Joe hizo algo parecido a una mueca nerviosa y la dejó ir, esbozando una sonrisa al alzar la vista y encontrarse con la mirada celeste de su tigre albino. ―Gracias ―musitó Cam, frotándose delicadamente el cuello y haciéndole un gesto a Demian para que se calmara―. Es una suerte que no tuvieras esto a mano ―añadió, señalando el paquete que llevaba envuelto en un viejo pedazo de tela blanca y que se le había caído entre tanto alboroto. Página | 126


―¿Qué es eso? ―preguntó él, aunque sin prestarle demasiada atención pues se hallaba demasiado absorto acariciando las orejas de Nath. ―Míralo por ti mismo. El demonio tomó el bulto que ella le ofrecía y lo desenvolvió. De inmediato una arruga frunció su entrecejo al ver de qué se trataba: su antiguo arco y varias docenas de flechas plateadas, suficiente para seis o siete partidas de caza pues su peso era ligero y su grosor también y no ocupaban demasiado espacio. El mismo arco que le había sido arrebatado el día en que había sido condenado a ser un demonio, pues así lo estipulaba la Ley: ningún demonio tenía derecho a conservar las armas que portaba cuando aún era un ser celestial. ―Camille, no… ―Sé que no está bien que te lo dé ―lo interrumpió ella con un dejo de impaciencia en la voz―. Y sé a lo que me arriesgo si descubren que lo hice. ―No, no creo que lo tengas claro o jamás lo hubieras hecho ―replicó Joe, envolviendo el arco y las flechas nuevamente con la tela blanca y depositándolo nuevamente en sus manos―. Si saben que has ayudado a un demonio dirán que… ―Me acusarán de traición, lo sé ―aseguró Camille, negándose a aceptar nuevamente las armas―. Y me condenarán al igual que a ti, pero no importa. ―¿Cómo que no importa? ―exclamó él, frunciendo el ceño. ¿Acaso Cam había perdido la razón?―. ¿Crees que te mantuve a salvo para que terminaras condenándote por tus propios medios? ―Claro que no. ―¿Entonces? Un suspiro escapó de los labios de Camille y, sin pensarlo, llevó su mano hasta el rostro de Joe, allí donde se dibujaba una cicatriz que antes no llevaba y que atravesaba todo el ancho de su mejilla derecha. Se imaginaba lo difícil que debía ser encontrarse en su lugar: un antiguo arcángel guerrero condenado a vivir entre aquellos contra los que siempre había luchado, que habían sido sus enemigos por naturaleza y a los que había dado caza durante toda su existencia. No podía Página | 127


decirse que los demonios fuesen a estar particularmente contentos, ni que fuesen a darle una bienvenida por todo lo alto a quien había acabado con cientos de los suyos. Claro que no. De seguro Joe tenía que apañárselas como pudiera para sobrevivir entre todos aquellos oscuros seres de los que ahora él también formaba parte, y cuidarse la espalda no debía ser precisamente un trabajo sencillo; la mejor prueba de ello era aquella cicatriz: años siendo un guerrero y ni un rasguño había dejado marcas en su piel, en cambio habían bastado sólo unos días como demonio para llevar aquella herida en el rostro. Y todo aquello no servía para nada más que para remorderle la conciencia día y noche y pensar en cómo ayudarle, pues sabía que parte de la responsabilidad de todo eso recaía sobre ella. Él no hubiera sido condenando a ser un demonio si no se hubiera empeñado en mantenerle a salvo. En cuanto sintió su tacto suave y delicado, Joe cerró los ojos y dejó que el acostumbrado flujo de imágenes entrara en él, resignándose de antemano a lo que fuera que fuese a ocurrir. Alguien se encontraba de espalda a él escribiendo sobre un antiguo pergamino. No reconocía de quién se podía tratar y, a pesar de querer descubrirlo, temía acercarse y leer aquello que escribía. No. No quería saberlo. No quería averiguar qué era lo que allí estaba escrito porque tenía la certeza de que esa sería su condena. Aquellas palabras marcaban su destino. Sin embargo, su cuerpo se movía en dirección a aquel extraño como con voluntad propia y no podría evitarlo: leería lo que… ―Permite que te cure ―murmuró ella, apartando su mano de su rostro y buscando algo en el cinto que llevaba amarrado. Al parecer no había notado nada extraño. Una bocanada de aire entró de golpe en sus pulmones en cuanto Cam hubo apartado su mano de él. Bien, nada de lo que había visto tenía algún sentido, es decir, ¿qué había sido todo aquello?

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Tan pronto como se lo hubo preguntado la respuesta cruzó por su mente con rapidez: la profecía. Había estado a punto de leer aquella profecía en el pasado de Cam (sí, él mejor que nadie sabía que el pasado de cualquier ser no comenzaba precisamente con su nacimiento, sino mucho antes de que siquiera se concibiera su existencia pues todos los seres, mortales e inmortales, se encontraban irremediablemente unidos), pero ella se había apartado con demasiada rapidez y sólo había conseguido dejarle aturdido por la rapidez de toda aquella información a medias. ―Creí que era Ally quien tenía el don de curar y tú el de viajar por el tiempo ―repuso Joe, aún algo aturdido, y vio cómo Cam fruncía el ceño al oír mencionar su talento. Claro, había olvidado que a ella no le gustaba su don pues consideraba que no tenía razón de ser ni utilidad práctica. ―Así es, pero no pretendo curarte por mí misma. Sin mirarlo, la muchacha dio con lo que buscaba: una delicada botellita de diamante trasparente que contenía un extraño líquido del color de la plata. ―Camille, no ―protestó él con rotundidad al ver lo que ella haría. Él mejor que nadie conocía el contenido de aquella pequeña botella que Cam había descolgado de su cinto: extracto del árbol de la vida. Eran muy pocos los ángeles que tenían acceso a él, pues el árbol había sido escondido incluso de los seres celestiales por el peligro que la ambición de su poder podía llegar a representar. Sólo a unos pocos guardianes y arcángeles se les confiaba su protección y, aunque él jamás había llegado a tener tal honor, sabía que quienes podían hacerlo tenían derecho a conservar un poco de su invaluable esencia, que no sólo otorgaba la vida eterna (algo que realmente carecía de sentido para los seres como ellos) sino que también era capaz de curar cualquier herida sin dejar rastros, potenciar aún más cualquier tipo de habilidades y… ―Esto borrará esa cicatriz, te protegerá y te hará más fuerte ―murmuró ella, sin prestar atención a su negativa―. Te ayudará a sobrevivir. Es lo mínimo que puedo hacer luego de…

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―No, entiéndelo: no permitiré que lo hagas ―alegó Joe, retrocediendo un par de pasos para colocar mayor distancia entre ellos―. Si algún ángel se entera de esto entonces sí estarás en… ―Nadie tiene por qué saberlo ―repuso Cam, con un dejo de impaciencia―. ¿O acaso tú pretendes ir y decírselo a alguien? ―Al ver que él no respondía, algo parecido a una sonrisa se dibujó en sus labios ―¿Lo ves? No hay problema, así que ven aquí y… ―¡Claro que los hay! ―replicó él, sin querer escucharle―. ¿Te das cuenta de que tarde o temprano deberé luchar contra ustedes y que esto no hará más que ayudarme a…? ―No pudo pronunciar las palabras en voz alta. La sola idea de llegar a causarle daño a alguno de esos seres a los que siempre había protegido, le causaba un espantoso escalofrío―. No puedes hacerlo, simplemente no puedes. Sin embargo, ella no parecía escucharlo. O al menos no parecía considerar sus argumentos lo bastante razonables. En completo silencio se llevó una mano a la espalda, arrancó una pluma de tinte anaranjado de su ala y vertió una única gota de aquel líquido plateado en ella. De inmediato la pluma cobró un extraño brillo y su tono naranjo resplandeció a pesar de no haber rayo alguno de sol que lo iluminara. ―¿Por qué…? ―cuestionó Joe, señalando la pluma que se había quitado de la espalda. Tan sólo hubiera bastado que vertiera una gota sobre su piel, no era necesario que comenzara a arrancarse las plumas. Una sonrisa curvó los labios de la muchacha y, antes de darle algo tiempo para reaccionar y retroceder, frotó delicadamente la suave pluma en su mejilla. El efecto fue incluso más rápido del que esperaba: basto que la pluma y su piel hicieran contacto para que la cicatriz se borrara por completo y el rostro de Joe resplandeciera como hacía mucho tiempo no le veía hacer ¡Pero si incluso sus negras plumas parecían brillar y haber recobrado algo del antiguo tinte azulino que tenían cuando aún era un arcángel! ―Es una tradición que muchos ángeles ya han olvidado, pero que vi en uno de mis viajes al pasado ―explicó Cam, sin dejar de acariciar su rostro con la pluma―. Así se cerraban los pactos entre ángeles: con una pluma ―ante la mirada Página | 130


sorprendida del demonio, no pudo más que sonreír―. Aunque debo reconocer que ha tenido un efecto que no me esperaba: al parecer te ha devuelto algunas cualidades celestiales e incluso ha mejorado las cualidades del extracto. ―Pero… pero… ―Joe, escúchame bien ―le ordenó ella, antes de que comenzara otra vez con una de esas ideas suyas―. Sé los riesgos que corro y los asumo por completo, pero no voy a permitir que te ocurra algo porque tú no permitiste que me ocurra algo a mí, ¿entendido? Digamos que es algo así como un intercambio de favores. ―No era necesario ―repuso él, observando la pluma anaranjada que Cam le había entregado y que resplandecía entre sus manos. Definitivamente era la cosa más hermosa y delicada que había visto a lo largo de su existencia, no creía posible que existiera algo que superara aquello―. Nunca esperé que… ―Lo sé, pero yo tampoco pedí que te convirtieras en esto por protegerme y aun así lo hiciste. ―Una mueca se dibujó en los labios de la muchacha al recordar aquellas imágenes―. Así que ahora tendrás que soportar que te ayude ―añadió con fingido dramatismo, mientras cogía otra vez el arco y las flechas y le obligaba a agacharse para colgárselo en la espalda―. Ya está, al menos ahora tienes cómo protegerte de todos aquellos seres oscuros y… ―las siguientes palabras tuvieron que quedarse en su garganta al ver que él alzaba una ceja―. Eh… sin ánimos de ofender, claro está. Sin poder evitarlo, Joe puso los ojos en blanco y esbozó una sonrisa irónica. Pero luego de un segundo esta se borró al ver que Cam aún posaba una mano sobre su pecho luego de colgarle el arco y las flechas. ―Creo que es mejor que ya te vayas ―musitó, apartándose de ella sin querer parecer grosero―. No es bueno que andes por aquí sabiendo los peligros que… ―Pero bueno, bueno, bueno… ―exclamó una voz con una nota de humor negro―. ¿Qué tenemos aquí? ¿Nuestro recién llegado con una de sus antiguas amiguitas?

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Instintivamente, Joe se puso delante de Cam para ocultarla, pero ya era demasiado tarde: Christine y los demás ya le habían visto y de seguro no les hacía gracia que se encontraran allí juntos. ―¿Qué crees que haces, Joseph? ―inquirió la muchacha rubia con aspecto tierno e inofensivo avanzando un par de pasos en su dirección mientras jugueteaba rápidamente con algo entre los dedos―. ¿Crees que puedes traicionarnos a nosotros también? ―¿Qué? No, claro que no ―repuso él, irguiéndose un poco más con la clara intención de proteger a Cam, pero consiguiendo que pareciera más bien una actitud de rechazo ante la idea que acaba de plantear la muchacha rubia―. Ya nada me une a los ángeles, tú mejor que nadie deberías saberlo, ¿no, Christine? No sabía si había sido su imaginación, pero Cam creyó notar que aquella muchacha, Christine, se encogía ante las palabras de Joe, como si le dolieran por algo que ella no alcanzaba a comprender. Sin embargo, aquella expresión de angustia duró tan poco que no podía estar segura, ya que a los pocos segundos una sonrisa (un gesto que en su rostro angelical podría ser considerado lo más dulce del universo, pero que en realidad resultaba escalofriantemente aterrador) curvó sus labios y dejó de agitar aquel objeto con el que jugueteaba entre sus dedos, permitiendo que todos lo pudieran vislumbrar con claridad: una daga. Una daga pequeña y plateada, tal como la que le había visto utilizar a David para acabar con Marcus, pero eso era imposible. Simplemente no podía tratarse del mismo tipo de arma pues los demonios no tenían acceso a ellas. ―¿Estás completamente seguro de ello? ―inquirió Christine, pasando delicadamente un dedo por el filo del cuchillo―. ¿Nada te une a ella? ―Absolutamente nada ―respondió Joe, con voz fría y segura―. Sólo es un guardián en el lugar equivocado y en el momento equivocado, pero ya se iba, así que no hay problemas, ¿no es así?―. añadió, empujando suavemente a Camille para que se marchara de allí. Sin esperar a que le repitieran la orden, Cam desplegó sus alas dispuesta a dar media vuelta y marcharse, pero la voz de Christine la detuvo incluso antes de que pudiera terminar de pensar en ello. Página | 132


―Yo creo que ella debería quedarse ―replicó, con una voz melosa que parecía más bien una amenaza. ―Pero… ―comenzó a decir Joe. ―Anda, Joseph, no seas tan grosero con tu invitada ―lo regañó Christine, como si estuviese regañando a un niño pequeño―. ¿Dónde dejaste esos modales? ¿Se te quedaron olvidados en el Cielo? ―un coro de carcajadas siguieron a su irónico comentario y Cam sintió que un escalofrío le bajaba por la espalda al ver que la muchacha (que era incluso unos centímetros más pequeña que ella) se acercaba a ella para observarla con atención―. Preséntanosla ―ordenó, rodeándola en círculos para mirarla desde todos los ángulos, sin dejar de juguetear con la daga entre sus dedos―. Tal vez quiera ser nuestra amiga ―añadió, rozando delicadamente el filo del arma en la garganta de Camille―. ¿Cómo se llama? Joe observó cómo el demonio rozaba peligrosamente el filo del cuchillo en el cuello del ángel y se dio cuenta de la trampa en que habían caído. Christine no era cualquier demonio y él lo sabía bien. La hermana melliza de David era el demonio más rencoroso que conocía, tenía una capacidad increíble para aferrarse al pasado y acumular odio y más odio. Jamás había sido capaz de perdonar a su hermano por lo ocurrido en el pasado y su manera de vengarse había sido esa: convertirse en un demonio. Y con todo lo ocurrido recientemente, la muerte de Marcus (lo más parecido a un amigo, protector e incluso ‘pareja’ que había llegado a tener desde que se había transformado) estaba seguro de buscaría excusas para vengarse de cualquiera que se hubiera visto envuelto en el hecho y Cam no sería la excepción. Por supuesto, Christine ya sabía bien que él había sido parte de todo lo ocurrido aquel día y ella era la responsable de la marca que había llevado en el rostro durante esos días, pero no sabía de lo que sería capaz si se enteraba que el guardián que tenía ante ella se trataba de la hermana de Ally, la principal responsable de que David acabara con Marcus, y tampoco sabía si quería imaginarlo.

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―Creo que su nombre es Camille ―masculló finalmente, intentando sonar tan indiferente como le fuera posible―. No porta armas, así que sólo se trata de un Guardián. ―¿Crees, eh? ―repitió Christine, escéptica―. Entonces no te importará si nos divertimos un poco con ella, ¿no es así? ―inquirió, tomándola del cabello con brusquedad. Sin pensarlo, Joe avanzó en su dirección, con la clara intención de interponerse entre ambas; demasiado tarde se dio cuenta del paso en falso que acababa de dar. Una sonrisa curvó los labios del demonio al notar su reacción y presionó un poco más la daga en el cuello de la muchacha, que permanecía increíblemente quieta sin siquiera emitir una sílaba de pánico. ―Yo diría que sí la conoces bien ―murmuró, sujetándola con un poco más de fuerza―. ¿Quién es? ―Nadie, entiéndelo bien ―replicó Joe, aunque estaba seguro de que el miedo se había dejado entrever en el tono de su voz―. No me importa, has con ella lo que quieras. ¿Cómo hacerle entender a Cam que todo eso era realmente necesario?, se cuestionó Joe, al ver el pánico reflejado en su rostro cuando escuchó sus palabras. Si Christine detectaba el más mínimo lazo entre ambos las cosas se complicarían aún más. Era tanto el rencor que la muchacha rubia guardaba en contra del mundo, que se empeñaba por destruir cualquier lazo de afecto que existiera entre dos seres, sin importarle si se trataba de amistad o amor, simplemente porque no toleraba la felicidad que ella no había podido conseguir. ―Si es eso cierto, anda, ¡adelante! ―exclamó Christine, empujando a Cam con fuerza a los brazos de Joe―. ¡Es toda tuya! ―¿Q… qué? ―Demuéstranos que no nos traicionas ―respondió ella, y un coro de crueles carcajadas se escuchó tras su espalda―. O yo me haré cargo de ella Página | 134


―añadió, haciendo relucir la plateada hoja de su daga―. Ya sabes que los suyos me deben una y estaré encantada de cobrármelas de una buena vez… Joe sintió que se congelaba y percibió también el terror en la mirada de Cam al comprender las dos opciones que Christine colocaba ante ellos: o él mismo se encargaba de humillarla ante todos aquellos demonios, o dejaba todo en sus manos donde seguramente terminaría muerta. ―Sólo hazlo ―susurró Camille con un hilo de voz, mientras cerraba los ojos con fuerza para reprimir las lágrimas―. Debes hacerlo por el bien de ambos. Sin atreverse a mirar su rostro, Joe asintió en silencio y alzó una mano para dejarla caer con fuerza contra su piel… … las carcajadas estallaron de inmediato. ―Continúa ―ordenó Christine, cruzándose de brazos con expresión divertida. ―Qué? Pero… ―¡Te digo que continúes! ¿O quieres que yo termine tu tarea? Antes de permitir que la muchacha rubia avanzara en dirección a ellos, Joe negó con la cabeza y repitió el acto, sintiendo que se quemaba por dentro al ver que el frágil cuerpo de Cam se doblegaba ante su fuerza y caía al suelo entre sollozos. Cerrando los ojos con fuerza para no ser testigo de lo que él mismo hacía, se abalanzó sobre ella, haciendo oídos sordos a sus lastimeros quejidos e intentando convencerse de que en realidad eso era lo mejor que podía hacer pues al menos él tendría compasión y no la mataría… …para cuando el juego pareció perder el encanto y la diversión para los demonios y por fin se hubieron marchado, ella ya se encontraba prácticamente inconsciente y Joe se repudiaba a tal punto que hubiera preferido que lo hubiesen condenado a muerte. De rodillas junto a Cam, luchaba por contener las lágrimas que empañaban su visión y la acunaba entre sus brazos con delicadeza, intentando no rozar sus

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magulladuras (cosa que realmente le costaba trabajo pues sospechaba que se encontraban en la mayor parte de su cuerpo). ―Perdóname, por favor, perdóname ―suplicaba él una y otra vez, meciéndola suavemente―. Soy un ser miserable, lo sé, pero… ―No… no digas eso ―balbuceó ella, intentando sonreír para demostrarle que no estaba tan mal, pero el gesto más bien pareció una mueca de dolor―. Debías… debías hacerlo por… ―Te juro que jamás me hubiera atrevido a hacerte daño ―aseguró Joe, apartándole el cabello del rostro para poder mirarla con claridad―. Pero… pero… ―Ella hubiera acabado conmigo… lo sé ―musitó la muchacha, sintiendo que le costaba trabajo respirar, al parecer tenía un par de costillas rotas―. Sólo… lo hiciste por mi bien… Sin pensarlo, Joe la abrazó con fuerza y ahogó un grito de angustia entre su cabello. Sólo alzó la cabeza al sentir que alguien arrastraba algo contra el suelo produciendo un chirrido agudo: Demian empujaba con su hocico la botella de diamante que contenía el extracto del árbol de la vida con que Cam le había curado momentos atrás. ―¿Qué…? ¿Qué haces? ―susurró ella, con voz débil, al sentir que Joe la soltaba por un segundo y se llevaba una mano a la espalda como queriendo alcanzar algo. ―No sé si esto funcione igual con los de mi clase, pero tú también tendrás que soportar que te proteja de ahora en adelante ―murmuró Joe, dejando caer una única gota de aquel plateado líquido sobre una pluma negra―. No me importa lo que ocurra, pero te juro que no volveré a causarte daño ni permitiré que alguien más lo haga ―aseguró, rozando la pluma (que ahora resplandecía azulina) en cada una de las magulladuras de su rostro, sabiendo que a partir de allí surtiría efecto en todas sus heridas. Una sonrisa curvó los labios de Cam al recibir entre sus manos el pequeño y mullido presente. Sabía que las costillas tardarían un poco más en recuperarse, pero ya se sentía perfectamente bien. Lo que no sabía era si esa sensación de Página | 136


bienestar tenía que ver del todo con su recuperación a causa del líquido plateado o con la promesa que aquel demonio acababa de hacerle. ―No era necesario que… ―comenzó a decir. ―Tómalo como un pacto, un trato, o cómo quieras ―la interrumpió él, sonriendo al ver que su semblante parecía haber mejorado notablemente―. Es una alianza entre tú y yo. ―Gracias ―fue lo único capaz de decir Camille y ocultó su rostro en su pecho, disfrutando de la agradable sensación de protección―. Otra vez me salvaste.

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13. Reencuentro. Contar el paso del tiempo cuando no se era capaz de ver el sol nacer o ponerse resultaba ser una tarea difícil, pero podía casi asegurar que habían pasado por lo menos varias semanas desde la última vez que había estado con Ally. Lo sabía porque el recuerdo de su voz y el aroma de su piel ya le comenzaban a resultar difusos, a pesar de que cada vez que cerraba los ojos su rostro aparecía en su mente. ¿Qué sería de ella? ¿Estaría bien o correría peligro? No, de seguro estaba bien. Ya había encontrado su humano, la verdadera razón por la cual había sido creada, se aferraría a él y eso le haría mantenerse a salvo, lejos de los problemas. Ahora por fin todo estaría bien para ella. Por eso no se explicaba esa extraña sensación de vacío que le invadía. Se suponía que de eso se trataba amar a alguien, ¿no? Dejar todo de lado para que ella estuviera bien formaba parte del plan, parte del trato, y, sin embargo, no podía (más bien no quería) hacerlo, no sin sentir que algo se desgarraba dolorosamente dentro de él. ―¿Cuánto tiempo más piensas permanecer así? Escuchar esa voz tras su espalda le sobresaltó, no sólo porque no le había escuchado acercarse, sino porque jamás pensó que volvería a hablarle. ―¿Chris…? ¿Christine? ―murmuró Dave, colocándose de pie y siguiendo la dirección en que le había escuchado. ―No es necesario que te esfuerces, yo podía hacerlo ―lo regañó ella, intentando ocultar todo tipo de afecto en su voz con una actitud distante mientras tomaba su mano para guiarlo de regreso a la banca en que se encontraba sentado. ―¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

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Un suspiro escapó de los labios de la muchacha rubia y le dio un ligero puntapié a una piedra antes de sentarse junto a él. ―Escuché acerca de lo que había ocurrido ―explicó, mirando fijamente hacia el frente a un grupo de sujetos que avanzaban casi a tropezones debido a su embriaguez―. Supe que te desterraron. Algo parecido a una mueca se dibujó en los labios de Dave. No podía ver el rostro de su hermana, pero estaba casi seguro de que en ese momento su expresión debía ser vacía, intentando a cualquier precio no dejar traslucir ninguna de las emociones que podía llegar a sentir. Ya nada quedaba de la muchacha dulce y risueña con la que alguna vez había reído y a la que le había enseñado a luchar para defenderse, ya nada quedaba de aquel guardián lleno de compasión y ternura hacia los demás, ni de aquella mirada trasparente y dulce. Ya nada quedaba de su hermana melliza. Todo cuanto había visto en ella en los últimos ciento cincuenta años era un demonio cruel y despiadado, un ser oscuro que disfrutaba haciendo con los demás lo que el destino había hecho con ella… … lo que él había hecho con ella. ―¿Y también supiste por qué me condenaron, no es así? ―susurró él, sintiendo que un nudo se adueñaba de su garganta. ―Por Marcus ―fue todo lo que su hermana respondió con voz tajante―. Por Allyson. ―Chris… Ally no… ella no tiene nada que ver en esto ―balbuceó David, sabiendo que a lo largo de aquellos años se había convertido en un ser particularmente vengativo: daba multiplicado a los demás aquello que los demás le daban a ella―. Ally sólo es un ángel guardián como… ―Como lo era yo, lo sé ―lo interrumpió Christine, y por primera vez dejó traslucir un dejo de nostalgia en su voz, como si añorara aquellos tiempos en que había lucido alas blancas de tinte rosa―. Y también sé que ya encontró a su humano. ―¿Qué? ¿Cómo lo sabes? Pero no hizo falta que ella le respondiera. Página | 139


Por un segundo creyó haber recuperado la visión, pues las imágenes que inundaban su mente eran tan nítidas que parecían estar transcurriendo en ese preciso instante ante sus ojos. ―¿Vendrás siempre? ―preguntó el niño, sin levantar la vista del suelo, donde jugaba con un camión y un par de soldados. Ally, que se había sentado junto a él en el pasto, lo miraba con ternura y asintió con un gesto de cabeza. ―Nunca dejaré de cuidarte ―aseguró, acariciando suavemente sus rizos―. Estaré aquí siempre que me necesites. El sol brillaba particularmente ese día, a pesar de encontrase a mediados del invierno, gracias a ello los ojos verdes del niño parecieron centellear aún más de felicidad al oír la noticia. Sin embargo, la expresión no duró demasiado y de pronto su ceño se encontraba fruncido y su mirada triste. ―¿Qué es lo que ocurre? ―inquirió ella, con preocupación. ―Nada ―aseguró el pequeño, bajando nuevamente la mirada y centrándola en el camión que hacía rodar una y otra vez en círculos. ―Hey, tú mismo me dijiste que mentir no es bueno ―lo regañó Ally, aunque la ternura en sus palabras era tanta que ni de cerca se parecía a un regaño―. Dime la verdad. Un suspiro escapó de los labios del niño y cuando levantó nuevamente su rostro se podía apreciar que sus ojos estaban rebosantes de lágrimas. ―Es sólo que ya queda poco para irme a la Escuela Militar y tú no podrás ir allí, ¿no es cierto? ―murmuró, luchando por contener los sollozos y limpiándose los ojos antes de que las lágrimas también escaparan. ―¿Quién te dijo eso? ¿De dónde sacaste esa idea? ―Pues porque es cierto ―alegó Kevin, desviando la mirada y centrándola en una ardilla que se había trepado en un árbol cercano―. Eres mi ángel, pero ellos no permitirán que vayas conmigo, ni que… Página | 140


―Pero ‘ellos’ no tienen por qué saber que estoy allí ―lo interrumpió ella, acariciando tiernamente su rostro con la intención de dibujarle una sonrisa en los labios―. Sólo tú podrás verme cada vez que quieras. Y yo siempre estaré a tu lado, cuidando de ti. Era difícil distinguir quién de los dos parecía más feliz cuando el niño se abalanzó sobre ella para abrazarla con fuerza. Las carcajadas de ambos se mezclaban en un alegre coro que irradiaba paz mientras los rayos de sol iluminaban sus rostros. De pronto, ya no pudo seguir viendo la escena y todo volvió a ser oscuro para él. Chris había dejado de compartir sus recuerdos. Sí, su hermana también tenía un don: era capaz de transmitir imágenes a otro ser, ya se trataran de recuerdos, tal como el que acababa de enseñarle, o de cualquier otro tipo que ella quisiera compartir. ―Le he seguido un par de veces con la esperanza de encontrarte, pero nunca estás con ella ―murmuró Christine con algo de desilusión―. La mayor parte del tiempo se la pasa rondando la casa de su humano, pero a veces envía a Chaunce y a su loba a buscarte, aunque… ―¡Un segundo! ―la interrumpió él, colocándose de pie repentinamente alarmado al recordar algo que había visto en aquellas imágenes―. ¿Él…? ¿Kevin sabe que Ally es su ángel? ¿Cómo es posible que…? ―Los niños son distintos a los adultos ―le explicó ella, intentando que volviera a tomar asiento, pero Dave se negaba a hacerlo―. Ellos no cuestionan lo que ven, simplemente creen, pero a medida que van creciendo pierden la fe y dejan de ver. Aunque no todos los casos son iguales ―añadió, sin poder evitar que esta vez su voz reflejara absolutamente la tristeza que sentía. Un momento de completo silencio siguió a sus palabras y Dave supo que se acercaban peligrosamente a aquel tema que ambos siempre habían luchado por evitar y arrancar de sus recuerdos. ―Robert podía verte, a pesar de ser adulto ―murmuró, sentándose nuevamente a su lado―. Podía hacerlo porque creía en ti… porque te amaba. Página | 141


Había cometido un grave error pronunciando aquel nombre y hablando de aquel tema. David lo supo bien cuando sintió cómo su hermana se ponía en pie de inmediato al oír sus palabras y volvía a adoptar aquella postura rígida y distante. ―Christine, sabes que no… ―¡Cállate! ―exclamó ella, empujándolo bruscamente cuando él intentó tomarla del brazo para detenerle―. ¡Cierra la boca! ―¡Por Dios, Chris! ¿Por qué no puedes…? ―¡No vuelvas a pronunciar ese nombre! ¡No vuelvas a decirlo en voz alta! ¿Me escuchaste bien? ―¿Qué nombre? ¿El de Dios o el de Robert? ―vociferó él, comenzando a perder los estribos al igual que su hermana. ¿Por qué siempre tenían que terminar discutiendo?―. ¿Hacia quién va dirigido tu odio en realidad? ¿Contra Dios? ¿Contra Robert por no escucharte? ¿O…? ¿O contra… mí? Un silencio profundo, frío y abismal se extendió entre ellos tras sus palabras. Dave no podía creer que realmente lo hubiera hecho, no podía creer que luego de ciento cincuenta años tras la decisión de Christine él se hubiera decidido a enfrentar aquel tema que los había separado irremediablemente, que había sido motivo de enfrentamientos y profundas raíces de amargura en el alma de su hermana. ―No lo hagas ―masculló Christine, rodeándose el cuerpo con los brazos al sentir que una extraña y agradable sensación de calidez comenzaba a llegarle a través del aire. ―¿Que no haga qué? ―No intentes tranquilizarme ―refutó ella, con desconfianza―. Tú don no servirá de nada contra esto. Ya lo comprobaste cuando… No podía evitarlo, las imágenes fluían entre ellos como el aire. Todos aquellos recuerdos que Christine había intentado mantener a raya durante todos Página | 142


aquellos años volvían a ella desgarrando una y otra vez su alma, regresando con toda aquella angustia y dolor que le habían embargado en ese momento. ―¡David, cuidado! ―exclamó ella, tomándolo por el brazo y consiguiendo que se agachara justo a tiempo para evitar que un demonio se abalanzara sobre él. ―Gracias ―murmuró él con una sonrisa―. Siempre llegas a tiempo. Una sonrisa se alcanzó a dibujar en los labios de la muchacha por toda respuesta y su pantera negra se adelantó justo a tiempo para desgarrar la garganta de un demonio que se acercaba a toda velocidad. Dave regresó a la batalla y ella hizo su parte alargando un brazo y tomando una de las delgadas flechas plateadas que llevaba tras la espalda y preparando su arco con rapidez. Era el único guardián que portaba armas y el único que realmente luchaba en las partidas de caza, todos los demás se dedicaban a mantener a salvo a los humanos que pudieran atravesarse en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Un gran alboroto reinaba en el lugar. Enfrentamientos entre inmortales eran comunes, pero siempre causaban gran revuelo. Ángeles y demonios luchaban cuerpo a cuerpo y rara vez alguno de los dos quedaba seriamente lastimado. Aunque claro, los demonios siempre resultaban más vulnerables al encontrarse alejados de sus tótems y perder la conexión que les unía a ellos, por lo que resultaba mucho más sencillo acabar con alguno de ellos que con un ser celestial. ―¡Christine! ¡Christine! ¿Qué? ¿Qué hacía él allí? Perdiendo la concentración de lo que hacía, volteó y sintió que un escalofrío le bajaba por la espalda al ver que Robert corría hacia ella intentando evitar todos aquellos extraños seres que se enfrentaban en medio de aquel campo de batalla. ¿Qué rayos hacía allí? ¡Le había dicho que se mantuviera a salvo! ¡Le había dicho que ella estaría bien, que no tenía por qué preocuparse! Todas las miradas se dirigieron a aquel extraño humano que corría con prisa entre los inmortales y un profundo silencio se adueñó del ambiente. Y entonces Página | 143


Christine pudo verlo, pudo ver como si transcurriera en cámara lenta a aquel demonio (el mismo que se enfrentaba con David) corriendo hacia Robert, empuñando la daga que le había arrebatado a su hermano. Y luego todo acabó para ella. El mundo, el universo, la creación misma ya no tenía sentido. Su alma había dejado de existir en el mismo momento en que aquellos ojos celestes que siempre le habían mirado con ternura habían perdido su brillo y habían quedado vacíos e inexpresivos. Su alma se había esfumado junto con su último aliento. ―¡No, no, no! ―exclamó, corriendo hasta él y tomándole entre sus brazos―. Mi amor, reacciona. Robert, no me dejes, no puedes dejarme… No puedes hacerme esto. Pero ya era demasiado tarde. La daga había perforado justamente su corazón y la sangre brotaba a borbotones. Una última sonrisa alcanzó a dibujarse en los labios del muchacho al encontrar nuevamente ante él aquel angelical rostro y algo inteligible surgió de su garganta. Con un grito desgarrador de angustia y cegada por el dolor, Christine tomó la daga que se encontraba junto al cuerpo inerte de Robert y se abalanzó contra el demonio que le había puesto fin a su vida, clavándola una y otra vez en su cuerpo, desgarrando su garganta y finalmente cercenándole la cabeza. Las imágenes desaparecieron tan repentinamente como habían aparecido. ―Nunca supe si me culpaste por su muerte ―susurró Dave, sin saber si hacía bien confesando aquello―. Pero, aunque nunca lo dijiste en voz alta, podía sentirlo… Podía sentir que me odiabas porque fue mi daga la que acabó con su vida. La misma que ahora llevas contigo. Instintivamente, Christine desvió su mirada en dirección al cuchillo que siempre llevaba en su cinto y se aferró a él con fuerza, como si temiera que David pudiera quitárselo. Página | 144


―No es que la extrañes precisamente ―replicó la muchacha, señalando una daga similar a la suya que él llevaba sujeta al cinto―. Ustedes recuperan todo fácilmente. ―No todo ―la contradijo él, con una mueca en los labios―. Tú nunca regresaste, nunca pude recuperarte. Un suspiro escapó de los labios del demonio y miró en dirección al firmamento, recordando el que alguna vez había sido su hogar. ―No fue tu culpa, Dave ―murmuró finalmente, dándose por vencida y dejando caer por un segundo aquella máscara de crueldad―. El que yo haya decidido convertirme en lo que ahora soy no tiene que ver contigo. Simplemente no podía seguir allí y soportar… ―Yo podría haber… ―No. No quería que adormecieras mi dolor cada vez que pudieras ―replicó ella, dejando caer una lágrima―. Sé que tu don es bueno y que puedes controlar las emociones de quien se te antoje, pero yo… yo no quería que lo hicieras. ―Chris, Chris, escúchame ―suplicó David, avanzando hasta ella a ciegas y tomando su rostro entre sus manos―. Yo hubiera dejado todo lo demás de haber sido necesario, me hubiera amarrado a ti y hubiera vivido para hacerte olvidar el dolor y… ―¡Es que no lo entiendes! ―exclamó Christine, ya estallando en lágrimas y sollozos―. ¡No era sólo lo que sentía, no era sólo el lugar, ni los demás! ¡Era yo! ¡Yo me sentía culpable! ¡Yo me sentía responsable y ya no soportaba ser quién era! ¡No podía ser un ángel guardián si no había sido capaz de cuidar de mi humano! ¡No podía continuar siendo el mismo ser que le había dejado morir! ¡Me odiaba a mí misma y odiaba continuar existiendo mientras él no lo hacía! ¡No podía continuar siendo alguien que era incapaz de cumplir con su propio…! Pero no pudo continuar, porque David la abrazó con tanta fuerza que sus palabras se ahogaron en su pecho junto con los sollozos que surgían de su garganta. Página | 145


―Tú no tuviste la culpa, pequeña ―murmuró él, acariciando su espalda y besando su frente en un intento por reconfortarla―. Sólo ocurrió, sólo… ―Pero no tenía que ocurrirle a él ―repuso ella con voz entrecortada a causa de los sollozos―. ¿Por qué a él, David? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal? ―¿Por qué crees que hiciste algo mal? ―replicó Dave, con un dejo de ternura mientras le secaba las lágrimas―. Nada tiene que ver todo esto contigo, es simplemente el destino… No podemos luchar contra él, lo sabes. ―¿Y quién controla el destino? ¿Dios? ―Bien, ahí iban otra vez con el tono frío e irónico. Nada bueno podía venir con ese cambio de actitud―. ¿Por qué no podemos ser dueños de nosotros mismos y de nuestro destino? ―Chris… ―No, Dave, escúchame tú a mí ahora ―replicó ella, sin dejarle continuar―. Tú también lo sabes, también has oído hablar de esa profecía y sabes que existe la posibilidad de que… ―¿Tú también con lo mismo? ―la interrumpió él, apartándose de ella―. Si lo que quieres es que… ―Lo que quiero es que te unas a nosotros. Sus palabras quedaron flotando en el aire, sin que David alcanzara a comprenderlas o siquiera a asimilar que habían sido ciertas y no producto de su imaginación. ―Antes de que digas que no, sólo piénsalo ―dijo Christine, acercándose a él, ahora con cautela―. Dime ¿qué tienes ahora? Ya no eres el guerrero que siempre fuiste, todos ellos te dieron la espalda, todos aquellos por los que tantas veces arriesgaste todo, pero… pero nosotros estamos dispuestos a recibirte, Dave. Sabemos lo que ocurrió con Marcus, pero yo te protegería, me encargaría de que nadie te haga daño y… ―No ―fue lo único que surgió de la boca de él, aunque había tanta determinación en su voz y en su expresión que nadie se hubiese atrevido a insistir.

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Nadie, excepto Christine, que lo conocía mejor que cualquier otro ángel o demonio. ―Ni siquiera puedes verle ―murmuró, sabiendo el punto débil de su hermano―. Ni siquiera puedes estar a su lado sin sentir que eres una carga, un estorbo. No puedes protegerle, ni estar allí, ni… ―¡CÁLLATE! ―vociferó David, llevándose ambas manos a los oídos, pero era inútil pues sus palabras resonaban en su cabeza una y otra vez. ―Sólo piénsalo, Dave ―insistió ella―. Cuando se cumpla esa profecía tú serás dueño de tu propio destino, podrás convertirte en lo que desees, podrás ser quién tú quieras para ella… para Ally. Y con esas palabras todo terminó. David escuchó sus pasos alejándose y perdiéndose entre los demás ruidos de la ciudad sin siquiera despedirse y dejándolo con todas aquellas dudas e inquietudes. No. ¿Cómo que ‘dudas’? ¡No había nada qué dudar! ¡Él jamás aceptaría convertirse en un demonio! ¡Jamás! Ni por cualquier profecía en el mundo que le asegurara que luego sería libre de decidir sobre su propio destino, ni por recuperar la visión, ni por… ¿… ni por Ally? ¡No, no, no! ¡Esa no era la manera de acercarse a ella! ¡Esa no era la forma de permanecer juntos para siempre! ¿O sí? No. No. No.

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14. Egoísmo. Kevin dormía profundamente luego de que su madre fuera a darle las buenas noches. Ally le observaba en silencio desde el balcón, a través de la ventana, pero su mente se encontraba muy lejos de allí y llena de pensamientos y recuerdos que no sabía cómo interpretar. El sonido de un suave aleteo acercándose consiguió sacarla de su ensimismamiento y que alzara la vista: Chaunce regresaba. Pero no regresaba solo. ―¿Da…? ¿David? ―murmuró Ally, sin poder creer lo que sus ojos veían: Dave se acercaba volando, guiándose por el sonido del aleteo de Chaunce―. ¡David! Sin pensarlo, extendió sus alas y voló a su encuentro, abalanzándose sobre él y abrazándolo con algo de torpeza. ―Lo siento, lo siento ―se disculpó al sentir que ambos iban a dar de golpe al suelo por su culpa, aunque no pudo evitar una carcajada al darse cuenta de lo cómico que resultaba todo eso en realidad y que por fin podía volver a respirar con tranquilidad al tenerle allí entre sus brazos―. ¿Te lastimé? Pero él no respondió. En absoluto silencio tocaba su rostro, como si deseara memorizarlo con sus manos, recorría sus facciones y sonreía al sentir la suavidad de su piel, hasta que sus dedos se detuvieron por sí solos sobre sus labios. ―Te amo ―susurró él, dejando escapar algo parecido a un suspiro. Se había prometido a sí mismo no volver a buscarla y allí estaba haciendo justamente lo contrario. Con una sonrisa en los labios, Ally le ayudó a colocarse en pie y rodeó su cuello.

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―Te extrañé ―murmuró, terminando de recorrer la distancia que los separaba. ¡Dios! ¡Cómo había extrañado esa dulce sensación! Los labios de Dave estaban ligeramente fríos y su rostro mojado por la llovizna, pero encontrarse nuevamente a su lado era lo más maravilloso del mundo y lo mejor que podía pedir, podría pasar años así: simplemente besándolo y disfrutando de sus delicadas y suaves caricias sin cansarse de ello. Sabía que en realidad su cuerpo y organismo no tenían necesidad de oxígeno, pero sólo consiguió apartarse de él cuando sintió que los pulmones le reclamaban por algo de aire. ¡Habían sido tantos días sin verle! ¡Sin poder oír su voz y sentir sus brazos rodeando su cuerpo! Y cada día se le había hecho más largo y angustiante que el anterior. ―David, ese día en el parque te fuiste tan rápido y… ―Chist, ya estoy aquí ―murmuró él, colocando un dedo sobre sus labios y esbozando una sonrisa―. Ya estoy aquí, cariño. ―No vuelvas a dejarme ―suplicó Ally, abrazándolo con fuerza y ocultándose en su pecho―. No vuelvas a alejarte de esa manera, por favor, sin explicaciones, sin un por qué. Una sonrisa se dibujó en sus labios al sentir cómo David volvía a recorrer cada centímetro de su rostro con sus dedos y, sin pensarlo, hizo lo mismo, acariciando su piel e intentando memorizar cada detalle de sus facciones. ―Una vez te dije que me quedaría contigo si así me lo pedías ―le recordó él, tomando una hebra de su cabello y acomodándosela tras la oreja. ―Y yo te dije que te querría siempre ―repuso Ally, frunciendo el ceño algo contrariada―. Sin embargo te fuiste y pasaste semanas sin… ―Ya te dije que estoy aquí ―la interrumpió él, sonriendo al notar el reclamo que teñía su voz―. Y ya no pienso dejarte. ―Eso espero, porque te extrañé demasiado y no podía dejar de pensar en si te había ocurrido algo… ―De pronto estalló en lágrimas sin saber por qué y lo Página | 149


golpeó en el pecho con fuerza, consiguiendo sacudirle un poco―. ¿¡Por qué siempre terminas rompiendo tus malditas promesas, Dave!? ¡Dijiste que estarías siempre conmigo y desapareces por semanas sin ni una explicación! ¡Dijiste que regresarías a casa y tampoco lo hiciste! ¿De qué otra forma pretendes volver a…? Sus lágrimas y sollozos se vieron ahogados contra su pecho cuando él la abrazó con fuerza, murmurando una y mil disculpas atropelladamente, mientras acariciaba su espalda en un intento por reconfortarla. ―Por favor, te lo suplico, no vuelvas a dejarme así ―murmuró ella, limpiándose el rostro con las manos aunque las lágrimas no podían dejar de surgir de sus ojos―. No vuelvas a desaparecer sin explicaciones, ¿está bien? ―Te lo prometo ―dijo David, tomando su rostro entre sus brazos y besando su frente―. No volveré a apartarme de ti, no creo que pueda volver a hacerlo. Una mueca se dibujó en los labios de Ally y se ocultó nuevamente entre sus brazos, aferrándose a su cuerpo con tanta fuerza como le era posible y aspirando aire con fuerza para inundar sus pulmones con su aroma. ¡Extrañaba tanto aquellas cosas: su calidez, su protección y su aroma! ―Ya no quiero que me prometas cosas que no puedes cumplir ―repuso, intentando que no sonara como un reclamo, aunque sin mucho éxito―. Sólo me lastima. ―Cariño, te prometo que… ―No prometas nada ―insistió ella, interrumpiéndolo y colocando un dedo sobre sus labios para que no continuara hablando―. Sólo quédate tanto como quieras y regresa a mí pronto. Prefiero la incertidumbre. David sonrió a medias, pero ya no intentó decir nada, sólo se limitó a abrazarla con ternura y besarla largamente, mientras terminaba de limpiar los rastros húmedos de sus mejillas con sus caricias. Bien, sabía que tenía merecido que Ally desconfiara de su palabra, pero eso no evitaba que le lastimara percibir el dolor en su voz a causa de todas aquellas veces en que le había fallado.

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―¿Cuánto te quedarás esta vez? ―susurró ella, luego de varios minutos en que sólo se habían limitado a permanecer abrazados en completo silencio―. ¿Ya tienes que marcharte? ―Cariño, ya te dije que… ―No quiero que me mientas o que me prometas cosas sólo para no lastimarme ―repuso Ally, terca―. De ahora en adelante quiero siempre la verdad, sin importar cuánto me vaya a doler. ―¿La verdad? ¿Siempre? ―repitió él, sin poder evitar una mueca―. ¿Estás segura de ello? ―Claro que sí ―respondió ella―. ¿Por qué? ¿Ocurre algo? Una nueva mueca se dibujó en los labios de David, seguida por un sonoro suspiro. ―Dave, ¿qué es lo que ocurre? ¿Qué le decía? ¿Por dónde comenzaba? ¿Por aquellos extraños celos que sentía hacia el humano al que Ally protegía y que lo habían impulsado a permanecer alejado de ella durante todo ese tiempo? ¿O por el encuentro que había tenido con Christine hacía un par de días y que lo había impulsado a regresar para asegurarse de que se encontraba a salvo y que ninguno de aquellos demonios se había acercado a ella? Bien, de seguro sería mejor comenzar por eso último. A todas luces su seguridad parecía un tema más importante que sus absurdos celos de un niño. ―Estás en peligro ―dijo directamente, luego de un minuto dándole vueltas al asunto, es decir, no había forma delicada de abordar aquel asunto―. Tú y tu hermana. Aunque aún no sé hasta qué punto. ―¿Qué? Pero… ¿por qué? ―Ellos saben más de lo que yo imaginaba ―respondió él, tomando su rostro entre sus manos y colocando atención a cualquier posible reacción de temor que pudiera leer en él a través del tacto―. Saben que el tiempo se acerca. Página | 151


No necesitó que Dave le diera más detalles para comprender de qué iba todo eso y sintió que un escalofrío le bajaba por la espalda cuando la palabra resonó en su cabeza, haciendo eco una y otra vez: profecía. Los demonios sabían de su existencia hacía mucho tiempo, pero sólo ahora tenían la certeza de que faltaba poco para que se hiciera realidad. ―¿Qué es lo que saben? ―preguntó Ally, sorprendiéndose ella misma al escuchar la seguridad de su voz―. ¿Saben que es de nosotras de quienes…? ―No, creo que no ―respondió David, sin dejarle continuar―. Al parecer, Marcus tenía una idea aproximada o sabía que ya había llegado la hora de que se cumpliera, pero no confiaba lo suficiente en sus demás compañeros como para… ―¿Qué? ¿Y tú cómo lo sabes? Bien, con eso llegaban a uno de los puntos que precisamente hubiera preferido no tocar con Ally. O al menos no en ese preciso momento. ―Digamos que lo supe por alguien de confianza. ―¿Alguien de confianza? ―repitió ella, alzando una ceja y cruzándose de brazos―. ¿Bromeas, no es así? ¿Un demonio de confianza? ¿De quién se trata? ¿De Joseph? Porque no puedo imaginar a ninguno más de ellos siendo sinceros u honestos con… ―No los conoces a todos ―repuso David con un dejo de disgusto―. No sabes la historia que muchos de ellos llevan a cuestas, ni los motivos que… ―¿Historias? ¿Motivos? ―inquirió Ally, con un tono algo cruel e irónico―. ¿Es que acaso es necesario tenerlos? ―Claro que sí, no todo es decir ‘dejo de ser un ángel, me convierto en un ser oscuro, y ya está’, ¿o acaso crees que…? ―Creo que ya he tenido suficiente de ellos a lo largo de mi corta existencia como para hacerme una idea de sus cualidades ―lo interrumpió ella―. Uno de ellos intentó hacer quién sabe qué cosa secuestrándome a mí y a mi hermana y él mismo es el responsable de que a ti te hayan condenado al exilio y a Joe a ser un demonio, ¿hay algo más que deba aprender acerca de ellos? Yo creo que no. Página | 152


Un profundo e incómodo silencio siguió a sus palabras. Silencio que Ally no supo cómo interpretar, es decir, ¿de cuándo David salía a la defensa de los demonios? ¡Él mismo le había hecho ver que lo mal que estaba ser tan confiada y compasiva! ¡Él mismo le había dicho que todas aquellas apariencias y caras angelicales no eran confiables! ―Dave, no entiendo hacia dónde va todo esto ―suspiró ella, acariciando su rostro con cariño―. Desapareces por semanas y luego vienes y me dices que los demonios saben que se aproxima el cumplimiento de la profecía y que lo sabes de ¿una fuente confiable? ―¿Acaso ya no confías en mí? ―murmuró él con tristeza, luego de un minuto en completo silencio―. ¿Demoré demasiado en…? ―¿Qué? No, ¡claro que confío en ti, Dave, por Dios! ―exclamó Ally, abrazándolo con fuerza y hundiéndose en su pecho como si así pudiera demostrar que sus palabras eran ciertas―. Sé que tú nunca harías algo para lastimarme. Sé que te preocupas por mí y por mi hermana sin importar nada. ―Entonces, ven conmigo. Su respuesta inmediata le dolió más que cualquier otra cosa: ante sus palabras, la primera reacción de Ally fue alejarse de él y pudo adivinar que miraba hacia arriba, allí donde se encontraba la ventana de Kevin, su humano, y titubeaba como si la sola posibilidad de alejarse un par de segundos o minutos de él le provocara gran pesar. ―¿A dónde? ―respondió ella, luego de un segundo―. ¿Tardaremos demasiado? ―Tardaremos para siempre. ―¿Qué? ¿Cómo que para…? ―Cariño, escúchame ―suplicó David, tomando su rostro entre sus manos para que sólo le prestara atención a él―. Ellos no se cansarán hasta descubrir todo el contenido de aquella profecía y cuando se enteren que habla de ti y…

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―Pero, no… ―balbuceó ella, sintiendo que una extraña sensación comenzaba a apoderarse de su pecho―. Tú dijiste que sólo los Antiguos podían revelar una profecía y… ―Sé lo que dije ―replicó él―. Pero no todo es tan sencillo. ―¿Cómo que no todo es tan sencillo’? Un suspiro escapó de los labios del desterrado y tardó un segundo en responder a su pregunta, evaluando cómo sería la mejor forma de informarle aquello que había descubierto sólo un par de días antes de ser exiliado y que había preferido omitir en aquella ocasión en que habían huido por la ciudad y en que le había hablado por primera vez de aquella profecía a Ally. ¿Por qué siempre cometía los mismos errores? ¿Por qué siempre creía que la mejor forma de protegerle era manteniéndole las cosas importantes en secreto cuando sabía mejor que nadie que no era así? ―La versión que tienen los Antiguos no está completa ―dijo luego de un segundo, dándose cuenta que no había forma delicada de plantear aquel asunto―. El profeta a quien le fue revelada y quien la escribió se marchó hace mucho y no ha vuelto a aparecer. Creíamos que está en el bando de ellos, pero no teníamos pruebas que lo confirmaran. Bien, si antes creía estar asustada por la existencia de una profecía que marcaba el destino de ella o de su hermana, ahora tenía motivos más que suficientes para sentirse aterrada. Es decir, ella había confiado en que la incertidumbre sólo duraría un tiempo definido y que pronto le dirían de quién rayos se trataba todo eso (si de ella o Cam) pero resultaba ser que el profeta encargado de todo eso ¡se había marchado! ¡Se había marchado! Y eso sólo podía significar una cosa: estaban ciegos ante lo que podía ocurrir, no existía forma de anticipar las decisiones o los pasos que pudieran dar los demonios impulsados por la idea de tener una especie de ‘salvador’. ―¿Por qué…? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ―reclamó Ally, sin poder evitar que el reproche se colara en sus palabras―. ¿Te das cuenta del peligro que Página | 154


corre Camille porque no tiene idea de todo lo que ocurre? ¡Tú me dijiste que no le advirtiera y resulta que en este preciso momento puede haber un demonio siguiéndole los pasos, creyendo que es ella quien…! ―¡Allyson, por Dios, escúchame! ―exclamó él, tomándola con fuerza de los brazos y sacudiéndola un poco―. ¡Te estoy ofreciendo una oportunidad de mantenerte a salvo! Si vienes conmigo nadie podrá… ―¿De mantenerme a salvo? ―repitió ella con amargura―. ¿Y cuál es el precio? ¿Condenar a mi hermana a un destino que puede ser el mío? ¿Dejarla a merced de todos aquellos demonios? ―Claro que no, sabes que sería incapaz de… ―¡Es que es precisamente eso lo que me estás queriendo decir! ―exclamó Ally, soltándose de él y sintiendo que un nudo comenzaba a formarse en su garganta―. ¡Me estás diciendo que huya como una cobarde a ocultarme a tu lado en quién sabe qué lugar del mundo, mientras permito que todos esos malditos demonios crean que es mi hermana la que…! ―¡Te estoy pidiendo que existas, que no te dejes condenar como me ocurrió a mí! ¿Es demasiado pedir? ―la interrumpió él, con desesperación―. ¿Acaso no te das cuenta que estoy intentando salvarte de algo que es inevitable? ¿Acaso no te das cuenta de que si algo te ocurre yo…? ―un suspiro escapó de sus labios y sin darse cuenta se encontraba abrazándola nuevamente con fuerza―. Ally, puedo existir sabiendo que nunca más podré ver tu rostro ni nada en el mundo, pero no me pidas que lo haga sabiendo que eres infeliz o que… no existes. ―Hablas como si estuvieras seguro que esa profecía se trata de mí. Un nuevo silencio profundo se alzó entre ellos como un abismo que no podían sortear para volver a reunirse. Ambos podían sentirlo aunque no lo quisieran reconocer: algo estaba cambiando, algo se había roto en ese preciso momento pues ambos querían avanzar en distintas direcciones y en la misma a la vez, lo cual era imposible de conciliar.

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―Ally, sólo piénsalo ―insistió Dave, acariciando su rostro suavemente―. No estamos seguros de quién habla esa profecía, sin embargo, si habla de ti aún estamos a tiempo de hacer algo y evitar que… ―Pero si habla de Cam, ella no tiene idea de… ―Si habla de ella, no hay mucho que tú, ni yo, podamos hacer ―replicó él, sin dejarle continuar―. Su destino se cumplirá y… ―¡Por Dios, Dave, se trata de mi hermana! ¿Te das cuenta que no puedo quedarme aquí, tranquilamente, y esperar a ver si es su ‘destino’ o no convertirse en un demonio? ¡No puedo huir y esperar a ver que se convierta en algo que ella odia! ―Créeme que sé de que hablas ―susurró él con un dejo de tristeza que Ally no alcanzó a comprender―. Y no serías la única que… ―No me importa si no soy la única, no me importa quién rayos ha perdido antes a un hermano o hermana que se haya convertido en un demonio, pero yo no voy a perder a la mía por correr a ocultarme y evadir el que podría ser mi destino. Todo lo que Ally había dicho había conseguido dejarle sin palabras. Dave no sabía cómo reaccionar ante ello. Jamás había esperado una reacción así de su parte y no sabía cómo enfrentarlo. Intentaba convencerse de que si ella hubiera sabido la verdad (si él una vez más no le hubiera dicho todo a medias) jamás hubiera dicho todo aquello, pero le costaba trabajo conseguirlo. ―Ally, mi amor, entonces no lo hagas por ti ―susurró él, incapaz de desistir de su idea de salvarle cuando aún tenía tiempo de hacerlo―. Hazlo por mí. ―¿Qué? ¿Cómo que…? ―Sabes que te amo, sabes que nunca te haría daño y que estoy dispuesto a todo por protegerte ―murmuró David, consiguiendo que cada palabra estuviera teñida de súplica―. Entonces no permitas que todo esto sea en vano, no hagas que tenga que vagar en el exilio sin una causa y que termine siendo testigo de cómo te condenas a existir como un demonio por la eternidad… Permite que te proteja, deja todo esto y ven conmigo. Te juro que nadie te hará daño, te juro que haré que valga la pena y que no te arrepentirás de elegirme. Página | 156


¿Qué? ¿Dave le estaba pidiendo alguna clase de ‘prueba’? ¿La estaba orillando a elegir entre…? No, no, él nunca haría algo así. ―¿Me quieres decir que debo elegir entre un posible destino en el infierno o tú? ¿Y qué ocurre si no es mi destino convertirme en un demonio? ¿Quieres que elija a ciegas, sin saber si existe una posibilidad de simplemente continuar siendo lo que soy ahora? Sólo el sonido de los truenos que anunciaban la tormenta que se aproximaba siguió a sus interrogantes que David no se atrevía a responder. Sin pensarlo, Ally dirigió su mirada hacia el balcón del cuarto de Kevin, percatándose de que el niño despertaría asustado a causa de los ruidos. No sabía en qué momento la principal de sus preocupaciones había dejado de ser ella misma y se había convertido en él. Tal vez se debía a su condición de ángel guardián, pero simplemente no concebía otro destino en su existencia que no fuera protegerle a Kevin. ¿Por qué? ¿Por qué sentía que se dividía en dos en ese momento? Una parte de ella luchaba por convencerse de que lo más sensato era aceptar la oferta de Dave, dar media vuelta y ponerse a salvo junto a él (incluso le parecía más que atractiva la idea de marcharse lejos, a un rincón apartado del mundo, en su compañía), pero otra parte anhelaba quedarse allí con todas sus fuerzas pues sabía que ése era el propósito por el cual había sido creada y nada podría llenar el vacío que dejaría en ella el tener que apartarse de su lado. ¿Entonces? ¿Qué hacer? ―No lo haré ―fue la respuesta decidida que surgió de sus labios, mientras extendía sus alas, dispuesta a regresar al lugar en que había vigilado el sueño del niño momentos atrás―. Este es mi lugar en este momento y ya veré más adelante qué… ―Se trata de él, ¿no es así? ―inquirió David, tomándola del brazo para detenerle. ―¿De él? Página | 157


―Del humano ―aclaró Dave, frunciendo el ceño―. Por eso eres incapaz de marcharte de aquí, aún sabiendo el peligro que corres. Es tan absurda la conexión que sientes con él que serías capaz de dejarte atrapar con tal de… ―No sabes de lo que hablas ―replicó Ally, zafándose de él con un gesto algo brusco―. No tienes idea de cuánto me necesita y de todo lo que está pasando a pesar de su corta edad. ―¿Y qué hay acerca de ti? ¿Qué hay acerca de mí? ―repuso él, cerrándole el paso para no dejarle marchar―. ¿Tan ciega estás por un simple humano que acabas de conocer que sería capaz de ponernos en riesgo a ambos? ―¿A ambos? ―repitió ella, comenzando a perder la paciencia―. Aclaremos algo, Dave, ¿de quién estamos hablando? ¿De mí, de ti, de Kevin o…? ―¿O…? ―¿O de tus celos y de tu arrepentimiento por la decisión que tomaste? ―inquirió Ally, luchando contra las lágrimas―. Porque yo creo que deseas volver a ser un ángel, tal como lo eras, y que en realidad te has arrepentido de la decisión que tomaste al ver las consecuencias que… ―¡Claro que no se trata de eso! ―exclamó Dave, claramente ofendido de que siquiera insinuara algo así―. Yo jamás, entiéndelo bien, jamás me arrepentiría de la decisión que tomé porque sé que así te mantuve a salvo y… Pero no pudo continuar porque Ally rodeó su cuello con fuerza y estrelló sus labios contra los de él casi al borde de la desesperación, entonces fue incapaz de pensar en algo que no fuera su delicado cuerpo entre sus brazos y la forma en que sus labios buscaban acompasarse en un ritmo más o menos suave. Era incapaz de pensar en algo que no fuera ella o cómo todo el aire que le rodeaba (e incluso el que respiraba) parecía estar cargado de su esencia y aroma. Sin pensarlo, la estrechó con algo más de fuerza entre sus brazos y avanzó un par de pasos hasta dar con el muro de la casa de Kevin para cerrarle allí el paso. La lluvia había comenzado a caer con fuerza sobre ellos, pero eso poco le importaba.

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―Dave… Dave… ―balbuceó Ally en un intento por detenerse y colocar algo más de distancia entre ellos. ―Te amo ―murmuró él, sonriendo y acariciando su rostro―. Haría lo que fuera por ti, por saber que estás bien y… ―Entonces vete ―dijo ella, con un hilo de voz, bajando la mirada―. No quiero que… ―¿Qué? ¿Cómo que…? Ally, no puedes estar hablando en serio, dime que es una broma y que no quieres que… ―David, escúchame ―suplicó ella, tomando su rostro entre sus manos―. Te amo y lo sabes, pero no puedo darte lo que me pides, no puedo dejarlo todo y marcharme contigo y… ―Ally, no, no… ―Por favor, no me lo hagas más difícil ―susurró Ally, intentando alejarlo de ella y escabullirse del reducido lugar en que se encontraba―. Sólo conseguiré lastimarte y no puedo ver que sufres por… ―las palabras se ahogaron en su garganta―. Tú no comprendes cómo funciona esto, Dave, porque nunca fuiste un guardián como yo. Tu labor nunca fue proteger a un humano, nunca tuviste contacto con alguno de ellos, en cambio yo nací con ese propósito. Nunca podría escoger entre tú y él, porque simplemente son dos asuntos completamente diferentes. A ti te pertenezco porque así lo decidí yo en el momento en que me enamoré de ti, pero Kevin… ―Un suspiro escapó de sus labios y sin querer volvió a mirar en dirección a la ventana del cuarto del humano―. Kevin siempre fue mi destino, fui creada para él y el lazo que nos une es más fuerte de lo que incluso yo misma querría. ―Pero la profecía… ―Mientras no se cumpla, mientras no sepa de quién habla en realidad, seguiré creyendo que mi deber es proteger de mi humano y no dejaré de hacerlo ―repuso ella, sin dejarle continuar―. Y, si de verdad me amas, no deberías obligarme a elegir entre quien soy y quien tú quieres que sea.

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Sin saber qué más decir, David cerró los ojos al sentir por última vez el delicado contacto de los labios de Ally contra los suyos, sintió cómo una de sus lágrimas caía en su rostro, mezclándose con las gotas de lluvia, y escuchó cómo su suave aleteo se perdía en dirección al balcón en que se encontraba cuando él había llegado. En dirección a él, a Kevin, su humano.

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15. Adiós. ―No es que tenga algo en contra de Nath, sé que es un buen tigre, que nunca da molestias e, increíblemente, se lleva bien con Demian, pero ¿podrías decirle que deje de seguirme a todas partes? ―reclamó Cam, dejándose caer sentada junto a Joe―. Si a estas alturas no me ha ocurrido nada malo, lo más probable es que todo marche bien. La verdad me incomoda un poco que todos me miren cuando voy con él, como si se preguntaran por qué tu tótem me sigue. El demonio dejó escapar una risilla entre dientes con diversión y puso los ojos en blanco, mientras acariciaba el suave y espeso pelaje del enorme felino. No tenía idea cómo, pero Camille siempre se las arreglaba para aparecer en el momento preciso, justo cuando necesitaba algo que le hiciera mantener la esperanza de que no todo se había perdido para él al convertirse en un ser oscuro. ―Creo que ya no puedo ordenarle nada ―repuso él, sintiendo que por primera vez reconocer aquello en voz alta no le dolía―. Ahora sólo te obedecerá a ti, así que tú tendrás que pedirle que se aleje. ―Ah, claro eso explica por qué… ¿Qué dijiste? ¿Cómo que me obedecerá a mí? ―repitió ella, sorprendida―. ¡Es tuyo! ¡Es tu tótem! ¡Yo tengo a Demian! ―Querrás decir que era mío ―respondió Joe―. Te recuerdo que los demonios somos considerados seres oscuros precisamente porque somos obligados a apartarnos de nuestros espíritus, que son ellos. ―Pero… pero… ―Nath me recuerda, por supuesto. Él sabe que sigue conectado a mí, aunque sea débilmente, y por lo mismo intenta protegerme, protegiéndose a sí mismo ―explicó él, viendo que Cam aún no salía de su sorpresa y no sabía cómo expresar todas sus dudas―. Cuando un ángel cae o es desterrado, su tótem sabe que ya nadie lo protege y que está a merced de cualquiera que quiera hacerle daño, entonces busca a otro ángel que se haga cargo de él. Por lo general se trata de alguien que… Página | 161


No pudo continuar hablando pues de pronto comprendió de qué se trataba todo eso en realidad y una extraña sensación comenzó a surgir en su pecho. ¡Claro! ¿Acaso Nath había sido capaz de ver antes que él todo eso? ¿El tigre había sido capaz de vislumbrar aquello que él no había podido ver incluso a través de su don? ¿Por eso…? ¿Por eso la primera vez que le había tocado había sido como ver a través de él mismo? No, no… No podía tratarse de eso. No podía ser lo que él estaba pensando, porque entonces… ―¿De alguien que…? ―dijo ella, sacándolo de sus pensamientos para que terminara de decir aquello que había dejado inconcluso. ―Alguien que… sea fuerte y que pueda cuidar de ellos ―murmuró Joe, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza. ―¿Fuerte? ¿Bromeas, no es así? ―replicó Cam, con un dejo de ironía―. No hay nadie más torpe que yo a la hora de defenderse. Soy un asco en las clases de lucha. No tengo idea cómo me permiten aún participar de las partidas de caza. Al oírla, Joe no pudo evitar soltar una carcajada y olvidar por completo las preocupaciones que segundos atrás había ocupado su mente. Sin pensarlo, se puso en pie y le extendió una mano para que siguiera su ejemplo. ―¿Qué ocurre? ―preguntó ella, completamente confundida, siguiéndolo entre los árboles tomada de su mano. Se encontraban en medio de un bosque de Escocia (casi sin proponérselo habían acordado encontrarse en lugares lo suficientemente apartados como para no ser descubiertos ni por ángeles ni por demonios) y los árboles crecían desordenados y enormes, dejando traslucir apenas el lago que se ocultaba del otro lado. ―Vamos a ver qué tan cierto es eso que dices ―respondió él, dejándola de pie en medio del bosque y apartándose varios metros―. Atácame. ―¿Qué? ¿Cómo que…?

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―Sólo hazlo ―replicó Joe, con un dejo de impaciencia―. Se supone que debo cuidar de ti y parte del trato sería preocuparme de que al menos sepas defenderte si alguien te ataca, ¿no es así? Así que ya sabes: ataca. Una sonrisa curvó los labios de Cam por un segundo y de soslayo vio cómo ambos felinos, Demian y Nath, se acomodaban a un par de metros, alertas y expectantes ante el espectáculo que se aproximaba. ―Yo… eh… no sé qué hacer ―balbuceó ella, repentinamente nerviosa―. Te vas a burlar de mí, es decir, ¡tú sí que sabes de todo esto! ―¡Deja de hablar y sólo hazlo! ―carcajeó él, colocando los ojos en blanco―. Sólo enfócate en mí y en lo que yo haga, ¿entendido? ―Está bien ―murmuró Cam, sintiendo que todos sus sentidos comenzaban a colocarse repentinamente en alerta. En el momento en que se dispuso a correr se sintió realmente estúpida y torpe, como si todo su cuerpo hubiese crecido de forma desproporcionada y le dificultara la tarea de querer desplazarse. Sin embargo, le pareció realmente sorprendente continuar viendo todo con claridad, incluso podía ver la sonrisa de suficiencia que Joe tenía pintada en el rostro mientras la esperaba del otro lado del claro. Sin pensarlo, dejándose llevar prácticamente sólo por el instinto, alargó los brazos en un intento por tomarlo del cuello, pero tuvo suerte de detenerse a tiempo y no estrellarse contra un árbol cuando, sin saber cómo ni cuándo, Joe se había esfumado de su lugar y había aparecido a varios metros de allí. ―¿Cómo…? ¿Cómo lo hiciste? ¡Desapareciste y…! ―¡Claro que no desaparecí! ―exclamó él, luchando por reprimir una carcajada al ver su expresión, pues sabía bien que si llegaba a herir aún más su orgullo, Cam daría media vuelta y no permitiría que volviese a intentar enseñarle tácticas de lucha―. Sólo me moví demasiado rápido para ti. ―Pero… pero… ¡estuve a punto de cogerte! ―replicó ella, sintiéndose cada vez más estúpida con toda aquella situación. Página | 163


Una sonrisa bastante burlona se dibujó en los labios de Joe, mientras alzaba una ceja cruzándose de brazos. ―¿Qué? ―inquirió Cam en tono desafiante―. ¿Qué fue lo que hice mal? ―Eh… no sé por dónde comenzar ―confesó él, intentando que no sonara como una crítica demasiado dura. ―Está bien, sólo dilo ―masculló ella, cruzándose de brazos. ―Debes comprender que si atacas a alguien, ya sea un ángel o un demonio, y lo haces directamente de frente pierdes cualquier oportunidad de conseguir tu objetivo ―comenzó a decir Joe, a medida que trepaba ágilmente en un árbol, saltando de rama en rama hasta alcanzar la copa―. Debes aprovechar al máximo tus habilidades y ver cómo puedes utilizarlas en la lucha. Por ejemplo… yo soy rápido escabulléndome. Antes de que alcanzara siquiera a preguntar a qué se refería con ‘rápido escabulléndome’ tuvo que ahogar un grito al ver cómo saltaba desde el árbol en que se encontraba al siguiente, consiguiendo verse sólo como una mancha borrosa en movimiento. Y, para cuando quiso darse cuenta, ya ni siquiera sabía en cuál de todos los árboles se encontraba. Joe se movía con tanta rapidez que sólo podía oír el susurro de las ramas cuando pasaba entre ellas, pero si no hubiese sabido que se trataba de él, estaba segura que perfectamente podría haberle confundido con el sonido del viento. Una expresión se ahogó en su garganta cuando, repentinamente, sin saber cuándo ni cómo rayos había ocurrido, se encontraba atrapada entre un árbol y el cuerpo de Joe sin ninguna escapatoria. ―¿Lo ves? ―susurró él, algo agitado, mientras sujetaba su cuello firmemente aunque sin hacer presión―. Debes saber cómo… abordar tu objetivo. ―Sí… ya… ya veo ―murmuró Cam, sintiendo la extraña sensación de que las piernas comenzaban a fallarle―. Debo… debo utilizar mis habilidades… sacarle partido y… ―¿Y… en qué eres buena? ―musitó Joe, acercándose un poco más, sin ser consciente de lo que hacía en ese momento. Sólo podía pensar en lo cerca que ella Página | 164


se encontraba, sería tan sencillo alcanzar sus labios, sólo debía recorrer un par de centímetros más y… ―¿Viajando en el tiempo? ―respondió ella casi suspirando. Sólo un poco más, sólo debía atreverse a rozar sus labios, podía incluso ver que ella lo ansiaba tanto como él pues ya comenzaba a entrecerrar los ojos mientras sus narices sólo se rozaban. ―Entonces… veamos qué puedes hacer con eso ―espetó, apartándose torpemente de ella. ¡Santo cielo! ¿Qué tipo de locura había estado a punto de cometer? ¡Se suponía que debía protegerla!―. Inténtalo tú ahora… Atácame otra vez. ―¿Q-qué? ―musitó Cam, completamente confundida y atolondrada, es decir, ¿qué demonios había sido eso? ¿En serio se había apartado así de repente?―. Ah… intentarlo, sí claro ―balbuceó, intentando volver a concentrarse―. Utilizar mis habilidades… ¿en serio crees que viajar en el tiempo puede servir de algo para luchar? ―Si no lo intentas nunca lo sabremos ―repuso él. ―Ok, tienes razón. Eso de viajar a través del tiempo y el espacio se había hecho tan propio en ella que ni siquiera tenía que pensar para conseguirlo, simplemente cerraba los ojos y se dejaba ir a dónde fuese que quisiera llevarla su cuerpo y su mente. Frunció el ceño cuando abrió los ojos y se encontró allí mismo en la mitad del bosque, pero no veía a Joe en ningún lado. ¿Había avanzado o retrocedido en el tiempo? ¿Cómo saberlo? Avanzó un par de pasos y tardó un poco en darse cuenta que no hacía ruido al caminar, sin pensarlo había adoptado una posición mucho más sigilosa al moverse, como si calculara cada uno de sus pasos con predeterminación para sorprender a su ¿objetivo? Bien, debía enfocarse en encontrar a Joe, aunque si había retrocedido a la parte en que aún no llegaban al bosque no sabía cómo diablos podría hacerlo. Página | 165


No, definitivamente no había retrocedido y allí había una prueba más que viviente de ello: ella misma. Se quedó en shock al encontrarse de frente con una réplica exacta de sí misma, que parecía tan confundida como ¿ella misma? ¡Woah! ¡Eso sí que era cosa de locos! Ok, tenía que reconocer que eso era lo más raro que le había ocurrido a lo largo de toda su existencia. En ninguno de sus viajes se había encontrado con algún otro ‘yo’ viajando por el tiempo al igual que ella, así que definitivamente ese no debía tratarse del primero de sus intentos. ―Yo… tú… ―balbuceó la otra Cam, sacudiendo un poco la cabeza, como si quisiera cerciorarse de que no se trataba de una ilusión―. ¿Eres… yo? ―Tú eres yo ―replicó la primera, cruzándose de brazos―. Acabo de estar con… ―Un ruido las alertó a ambas y guardaron silencio. Joe se acercaba sigilosamente, pero aún no daba con ellas―. Arriba ―ordenó en un murmullo, indicando las copas de los árboles. En completo silencio, la segunda Cam asintió y trepó ágilmente a la copa de un árbol. Desde las alturas, ambas observaron a Joe apareciendo nuevamente en el claro del bosque mirando en todas direcciones a la espera de verle aparecer. ―¡Ahora! ―susurró la primera, extendiendo sus alas para abalanzarse sobre él. En completa coordinación ambas saltaron de un árbol en otro buscando el mejor ángulo para atacar y ninguna de las dos pudo reprimir una sonrisa, es decir, ¡eso era loco, pero era lo más divertido que habían hecho! El sonido de su aleteo multiplicado por dos fue suficiente como para advertir su proximidad y que Joe volteara justo a tiempo, pero definitivamente el factor sorpresa no le permitió reaccionar y terminó de espalda en el suelo con una de las ‘Cam’ sobre él, mientras la otra se esfumaba en el aire. ―¡Te tengo! ―sentenció ella, con una sonrisa triunfante en los labios―. Te atrapé. Página | 166


―¿Cómo…? ¿Cómo hiciste eso? ―inquirió Joe, señalando el lugar en que se había esfumado la réplica exacta de ella. ―No tengo idea, nunca había ocurrido ―explicó Cam, olvidando por completo que se encontraban en el suelo de un húmedo bosque―. Supongo que si viajo desde dos puntos del ‘espacio tiempo’ a un punto común debo encontrar a mi otro ‘yo’, ¿no es así? ―añadió, encogiéndose de hombros―. Nunca lo había hecho y lo descubrí gracias a ti. Joe sonrió al notar lo incómoda que resultaba la posición en que se encontraban, pero era incapaz de quejarse pues en realidad disfrutaba de su cercanía. ―Entonces podemos decir que esto sí sirve para luchar ―murmuró, acomodándole un mechón de cabello que le caía sobre el rostro. De pronto un suspiro escapó de sus labios―. Eres la criatura más sorprendente que conozco, ¿lo sabías? Una sonrisa nerviosa se alcanzó a dibujar en los labios de Cam antes de que ya no supiera más del mundo. ¡Y cómo se iba a preocupar de algo más con todas las sensaciones que recorrían su cuerpo en un momento así! ¡Sólo podía preocuparse de Joe! ¡De él y de todo lo que se le relacionaba! Como el movimiento sincronizado de sus labios fundiéndose en un beso que limitaba entre la ternura y la desesperación, porque tenía que reconocerlo: hacía mucho que ambos esperaban ese momento, consciente o inconscientemente ambos se habían dirigido hasta ese punto desde el comienzo mismo, buscando el instante preciso para cruzar la delgada línea que los había separado y que ya no existía más. Se apartó un segundo de sus labios para mirarlo a los ojos y sonrió al ver el brillo que iluminaba su mirada castaña y el reflejo de su rostro en ellos. Dejando escapar un suspiro, tomó su rostro entre sus manos y volvió a besarlo, esta vez disfrutando de la presión que Joe ejercía en su cintura y la forma en que luchaba para cambiar de posición y que así fuese ella quien se encontrara atrapada en el suelo. Sin detenerse a pensar lo complació y permitió que volteara para quedar cubierta por su cuerpo. Sólo las hojas secas la separaban de la Página | 167


humedad de la tierra, pero honestamente no le hubiese importado encontrarse tendida sobre un charco si a cambio podía sentirle a él entre sus brazos, si a cambio podía juguetear con el cabello de su nuca y sentir su aliento inundándole por completo. El aire salió de sus labios algo entrecortado cuando sintió cómo Joe descendía por su mandíbula en dirección a su cuello con besos lentos y pausados que terminarían por robarle la razón. Sin querer se aferró a su espalda con más fuerza y adivinó que él sonreía divertido sobre su piel, sabiendo lo que había provocado en ella… ―Joseph… Joe… ―balbuceó Cam, intentando apartarle un poco para mirarlo a la cara―. Yo… yo… Pero no pudo continuar. De pronto se sintió demasiado ligera, como si el viento mismo pudiera llevársela, y cuando quiso moverse ya era demasiado tarde y había desaparecido. ¡Argh! ¡Buen momento para que su don le jugara una mala pasada! Ahora debía encontrar la forma de regresar a Joe antes de que pensara que había hecho todo eso a propósito y creyera que se había esfumado para rehuirlo. ―Bien, bien, concéntrate ―masculló entre dientes, cerrando los ojos―. Debes enfocarte en Joe, en lo que acaba de ocurrir y podrás regresar. Cuando abrió los ojos dejó escapar un suspiro de alivio al encontrarse nuevamente con Joe que ya se colocaba de pie y parecía estar bastante confundido por lo que acababa de ocurrir. ―Joe, lo siento tanto ―murmuró Cam, avergonzada, intentando acercarse a él para abrazarlo―. Pero este talento es así de impredecible en los momentos menos oportunos. ―No, no te preocupes ―espetó él, apartándola con indiferencia―. No necesito explicaciones. Cam frunció el ceño, tal vez se había equivocado y no había llegado al tiempo preciso. Página | 168


―Yo… ¿ocurre algo? ―preguntó, cada vez más confundida al ver que él comenzaba a desplegar sus alas para marcharse. ―Claro que no, sólo debo irme ―musitó Joe, sin siquiera mirarla―. No puedo permanecer tanto tiempo lejos o sospecharán y estarás nuevamente en problemas. Así que… ―Joe, sabes de lo que hablo ―lo detuvo ella, tomándolo del brazo―. Sobre lo que ocurrió antes de que… ―Olvídalo. Lo que ocurrió fue un error ―replicó él, mirando hacia las copas de los árboles―. No debí besarte y de seguro tú no querías que… ―¡Es que sí lo quería! ―exclamó Cam, comenzando a perder la paciencia con todo el absurdo que era esa situación, es decir, ¿qué rayos ocurría con Joe? En un segundo la besaba como si se fuera a acabar el mundo ¿y al siguiente le pedía que lo olvidara así sin más?―. ¡Claro que quería que me besaras y sé que tú también lo deseabas tanto como yo! No soy tonta, Joseph, y creo que sé distinguir entre un beso real y algo que sólo… ―Fue un impulso ―musitó Joe, con fría indiferencia―. Sólo… las cosas se dieron. Hemos pasado demasiado tiempo juntos y me confundí. ―Pero… ―Hey, no me malentiendas ―susurró él, mirándola por primera vez y tomando su rostro entre sus manos para acariciar sus mejillas con un dejo de ternura―. Eres realmente hermosa, pero no eres para mí. Después lo entenderás. Sin más, besó su frente y dio media vuelta, dispuesto a marcharse pronto de allí, pero antes de que al menos consiguiera separar los pies del suelo la voz de Cam lo detuvo. ―¿Todo se trata de que somos diferentes, no es así? ―murmuró ella, cruzándose de brazos―. ¿Yo ángel y tú demonio? ¿Crees que eso es motivo suficiente para…? ―¡Claro que lo es! ―exclamó Joe, volteando y regresando sobre sus pasos para tomar su rostro con algo de brusquedad―. ¡Claro que es motivo más que Página | 169


suficiente para que esto sea imposible! ¿Acaso no te das cuenta? Hay cientos de demonios que estarían encantados de… ―De lo único que me doy cuenta es que no eres quien yo creía ―espetó Cam, apartando sus manos de ella con un dejo de repudio―. Eres un cobarde por el lado en que se te mire. ―¿¡Un cobarde!? ¿¡Un cobarde!? ―repitió él, comenzando a perder los estribos―. ¡No sabes de lo que hablas, Camille! ¡No tienes idea de lo que significa sacrificarse por alguien más, aún sin conocerle, sólo porque has visto un atisbo de lo que puede ocurrir! ¡Te quejas por un talento que según tú es inútil, pero al menos tienes la oportunidad de hacer algo con él! ¡Al menos tú sí puedes intentar cambiar las cosas! ―¿Se puede saber qué tiene que ver mi don en todo esto? ―inquirió ella, frunciendo el ceño―. Creí que estábamos hablando de lo que acaba de ocurrir y vienes con todo esto de mi talento y de mis quejas… ―Nunca, escúchame bien, nunca pude ver mi propio futuro hasta el día en que te toqué por primera vez ―murmuró él, tomando nuevamente su rostro entre sus manos para que lo mirara a los ojos―. Tú puedes viajar en el presente, pasado o futuro a tu antojo, pero yo simplemente puedo ver todo eso una vez que toco a alguien. Cuando me tocaste la primera vez no comprendí por qué pude ver mi futuro en tu piel, pero ahora lo comprendo y no estoy dispuesto a aceptarlo. ¿Qué? ¿Qué era lo que Joe había dicho? ¿Cómo que…? ¿Cómo que había visto su futuro en el de ella? ¡Eso no tenía lógica! ¿O sí? No, no podía tenerla. Ellos eran dos seres completamente distintos, sus destinos eran distintos, su futuro era distinto y… ―¿Qué ves ahora en mi piel? ―inquirió luego de un momento, con un hilo de voz―. ¿Qué ves en mí? ―A mí ―fue la sencilla respuesta de Joe, acompañada de algo que parecía un resoplido de frustración―. Ahora es más claro que antes, ahora puedo comprenderlo porque tú… ―¿Yo…? Página | 170


―Tú quieres que yo esté a tu lado ―murmuró él, sin saber si debía sentirse feliz o angustiado por ello―. Ahora ya lo sabes y es sólo cuestión de tiempo para… ―Entonces quédate ―suplicó Cam, abrazándolo con fuerza y hundiéndose en su pecho―. Si ya está escrito que formemos parte el uno del otro, no sirve de nada luchar, ¿no? Un suspiro escapó de los labios de Joe y simplemente respondió a su abrazo, hundiendo su rostro en su cabello y aspirando con fuerza para llenarse de su aroma y guardarlo en su memoria. Olía a sol, a amanecer, a frutas cítricas y a jazmín. ―No puedo al menos no intentarlo ―susurró, apartándola un poco para acariciar su rostro―. Eres demasiado importante como para resignarme y exponerte a todos esos peligros que… ―Ya ves que puedo defenderme ―replicó ella, aunque su voz sonó tan débil que más bien parecía una súplica―. Aprendí gracias a ti. ―Claro que puedes defenderte y me alegra que lo hagas, porque así puedo estar tranquilo y no tengo excusas para regresar cada vez que… ―No, Joe, no quise decir eso. No quiero que… ―Sé lo que quisiste decir ―repuso él, colocando un dedo sobre sus labios para acallarla―. Pero entiéndeme tú a mí, ¿recuerdas ese pacto que hicimos tú y yo? Cam sólo asintió, luchando por reprimir las lágrimas. No se comportaría como una niña pequeña. ―Ese día prometí protegerte de todo ―le recordó Joe, delineando su rostro con un dedo, deteniéndose justo antes de llegar a sus labios―. Prometí que no permitiría que nada ni nadie te vuelva a lastimar, ni siquiera yo, ¿lo recuerdas? ―Claro que lo recuerdo. ―Entonces, cierra los ojos ―murmuró él, sobre sus labios, mientras rodeaba suavemente su cintura―. No debes buscarme otra vez. La única forma que tengo de protegerte es alejándome de ti y estoy dispuesto a hacerlo. Página | 171


Escuchó su aleteo alejándose y sólo cuando ya no pudo oírle, se atrevió a abrir los ojos. Sin pensarlo, se llevó una mano a los labios. Aún podía sentir su suave contacto tibio, pero sería la última vez que lo haría. Joe se había marchado y no había sido un ‘hasta pronto’, había sido un ‘adiós’.

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16. Oscuro. No podía controlar sus propias reacciones, no estaba pensando claro y lo sabía bien, pero no podía evitarlo. Todo aquello lo superaba más allá de lo que alcanzaba a comprender o a resistir. No tenía idea en qué momento había llegado a sentir todo lo que sentía, pero ya no lo soportaba. ―¿Estás…? ¿Estás seguro de lo que me estás diciendo? ―murmuró Christine, sin poder asimilar aún todo lo que su hermano le había dicho―. ¿La profecía…? ¿La profecía habla de…? ―De Ally, así es ―afirmó David sin siquiera titubear―. No muchos ángeles lo saben. Aun así, el día en que nacie… ―titubeó un segundo, tal vez no era buena idea mencionar la parte en que había una segunda hermana…―. en que nació hubo un gran revuelo. ―¿Ella lo sabe? ―inquirió la muchacha, sin prestarle demasiada atención, por lo que no se percató de su segundo de duda. ―¿Acerca de la profecía? Sí, claro que lo sabe ―respondió él y de pronto frunció el ceño―. Yo mismo se lo dije, pero aún no le ha sido revelada por los Antiguos, así que no conoce el contenido completo. ―¿Tú? ―repitió ella, alzando una ceja―. Pensé que no creías en todo el asunto este de la profecía ¿Cómo es que sabes tan bien acerca de todo esto? ¡Nosotros llevamos años averiguando y no habíamos sido capaces de descubrirlo! Como un rayo fugaz, los recuerdos cruzaron su mente tal como si volviese a vivir otra vez aquel día. Desde entonces nada había sido lo mismo, desde que había visto a Ally descender de aquella estrella nada había sido igual para él. En ese preciso instante, sin necesidad de preguntárselo a Joe o a algún otro ángel con un don similar, supo cuál sería su destino: el mismo que estuviera escrito para ella. El día había llegado, aquel día que todos los ángeles habían temido y que estaba escrito hacía cientos de años. Página | 173


Ese día nacería el Guardián del que hablaba la profecía. ―Irónico, ¿no crees? ―murmuró Joe a su lado, tomando una flecha y preparando su arco, alistándose para enfrentar a quien quiera que se aproximara con la intención de causarle daño al ángel que surgiría del cielo en unos pocos minutos―. Resulta que ahora nos asignan proteger a quien le dará mayor poder a los demonios. ―Órdenes son órdenes ―repuso Dave, siguiendo su ejemplo y aprestándose a llevar su mano al cinto en busca de su daga―. Si nace ángel merece nuestra protección… Hasta que deje de serlo ―añadió con una mueca algo divertida. Sí, cuando aquel pobre Guardián dejara de serlo, otra sería su historia. Otros tantos arcángeles rondaban el lugar, entre ellos algunos de los integrantes de la Guardia para asegurarse de que todo marchara tal como lo habían planeado, aunque ninguno sabía realmente a qué se estaban enfrentando. Un hurón negro se atravesó escurridizo ante ellos y Nath erizó el pelaje de su lomo, demostrando abiertamente lo que David ya bien sabía: tanto Joe como Nath desconfiaban de Lisbeth. ―Me pregunto qué le habrán dicho para que esté aquí ―masculló Joe entre dientes, señalando con un disimulado gesto de cabeza a la dueña del animal que acaba de cruzarse. Dave frunció el ceño, pero no dijo más. La verdad, él tampoco comprendía de qué se trataba todo eso, es decir, por qué nadie más que ellos sabían el verdadero motivo que tenían para encontrarse allí. No entendía qué pretendían los Antiguos con todo eso, pero tampoco estaba para cuestionar las órdenes que se le daban. La cuestión estaba en obedecer, hacer bien su trabajo y ya. ―El momento se acerca ―anunció Joe, fijando su vista en el cielo. Comenzaba a amanecer y ya resonaban aquellos estrepitosos ruidos que parecían truenos. Y Dave sabía que eso podía significar sólo una cosa: en cuanto el primer rayo de sol resplandeciera haría desaparecer a la última estrella que brillaba tímida y solitaria en el cielo y de allí surgiría ella: el ángel guardián del que hablaba aquella antigua profecía. Página | 174


Otro estruendoso ruido se hizo oír en todo el lugar consiguiendo que todas las miradas se dirigieran hacia el firmamento en el momento exacto en que un dorado fulgor resplandecía iluminándolo todo. Entonces la estrella titiló por última vez y desapareció por completo. El momento había llegado. ―¡Todos a sus posiciones! ―exclamó Joe repentinamente, sacando a todos de su ensimismamiento―. ¡Recuerden las órdenes! Un gran alboroto se había formado. No tenían idea de dónde habían surgido todos aquellos ángeles dispuestos a acabar con la existencia del Guardián de la profecía, pero su deber era protegerle sin importar cómo. Todos temían por el poder que aquel ángel le entregaría a los demonios y muchos de los que sospechaban acerca de su nacimiento en ese día exigían que fuese destruido antes de que causara estragos, pero ellos, como protectores de los de su raza, sabían bien que mientras fuera un ángel nadie debía hacerle daño. Las órdenes habían sido claras y ninguno de ellos podía desacatarlas: nadie podía ver su rostro, ni siquiera ellos mismos. Era la única forma de protegerle hasta que la profecía se revelara, así nadie podría decir a los demonios de quién se trataba y no tendrían por dónde comenzar a buscar. Sin embargo, mientras Dave luchaba cuerpo a cuerpo con un antiguo arcángel, no pudo resistir el impulso y alzó su vista en el momento justo en que ella descendía. Tuvo la impresión de que alguien más le acompañaba, pero él sólo podía fijar su vista en ella. En la forma en que sus ojos castaños parecían resplandecer con la luz del amanecer, o en cómo su piel blanquecina contrastaba perfectamente con su cabello que reflejaba peculiares matices al sol, o en cómo una tierna sonrisa curvaba sus labios antes de que se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo y su ceño se frunciera con preocupación. Quiso gritarle para que se ocultara en algún lugar seguro, pero antes de que tuviera tiempo para hacerlo un certero golpe consiguió que apartara su vista y se volviera a concentrar en la lucha… … cuando volvió a alzar la vista ella ya no estaba allí. Página | 175


De seguro alguien había sido enviado para ponerle a salvo. ―¿Y bien? ―insistió Christine, esperando aún por la respuesta que su hermano no le había dado―. ¿Me dirás cómo es que sabes tan bien acerca de todo esto? ―¿Ah? ―balbuceó él, saliendo abruptamente de aquellos recuerdos que le parecían tan lejanos y que en realidad ni siquiera alcanzaban a tener un año de antigüedad. ―Ally. La profecía ―le recordó ella, frunciendo el ceño en una clara muestra de impaciencia―. ¿Cómo estás tan seguro que trata de ella? Un suspiro escapó de sus labios antes de contestar a aquella pregunta. Sabía bien que después de eso ya no habría marcha atrás, la suerte estaría echada y su destino se alzaría ante él imponente sin que pudiera hacer nada para cambiarlo. ―Yo estuve ahí el día en que surgió de la última estrella ―murmuró Dave, con algo parecido a una sonrisa curvándole los labios al recordar nuevamente aquella imagen en que le había visto por primera vez―. Sólo a dos arcángeles se nos reveló el verdadero motivo por el cual nos encontrábamos allí, los demás tenían una vaga idea, pero al no ser confirmado no llegó a ser más que un rumor que se olvidó con el paso del tiempo. Teníamos órdenes de no ver su rostro, de no alzar la vista en ningún momento, sin embargo… ―Desobedeciste ―completó ella, al ver que su hermano se quedaba en silencio―. ¿Y quién fue ese otro arcángel que supo de todo esto? ―El murió ese día en la batalla ―respondió David sin titubeos. Al menos eso lo haría bien, después de todo le debía demasiado a Joe como para exponerlo aún más. Nadie jamás sabría que él también conocía parte de ese secreto, aunque, claro, él sí había obedecido y no tenía idea que era Ally y Cam quienes habían surgido del cielo aquel día. Ni siquiera era consciente de todo lo que en realidad ocurría y del peligro que corría por su cercanía a ellas y a él―. Ya no existe. ―¿Murió? Pudo percibir la incredulidad en el tono que había empleado su hermana, pero no dejó traslucir ningún tipo de emoción o duda. Sabía bien que el más leve Página | 176


indicio podía arruinarlo todo y no estaba dispuesto a sacrificar más que lo necesario para obtener aquello que quería. Un minuto de silencio siguió a la pregunta sin respuesta, formulada por Christine. Minuto que a Dave se le hizo el más largo de su existencia, pero sabía que no debía acelerarse, sus ansias no lo conducirían a nada bueno. Y sabía también que, en ese preciso momento, su hermana debía estar mirándolo fijamente con el ceño fruncido, evaluando cada una de las palabras que le había dicho, planteándose la posibilidad de creerle o no, intentando hallar la trampa que había en todo eso, sin conseguir dilucidarla aún. Un suspiro por parte de ella fue todo lo que necesitó para saber que se había dado por vencida. ―Te conozco bien, Dave ―murmuró la muchacha con inusitada cautela. A lo largo de todos aquellos años se había acostumbrado a ser ella quien controlara las situaciones y debía reconocer que la incertidumbre no era una de sus mejores aliadas―. Sé que hemos pasado bastante tiempo distanciados, pero creo que aún te conozco. ―¿Entonces? ―Entonces no entiendo cómo es que haces todo esto ―repuso ella, dejando traslucir algo de ¿decepción?―. Por qué ahora traicionas a todos aquellos que alguna vez… ―Tú misma lo dijiste ―la interrumpió él, con un dejo de impaciencia―. Ellos me dieron la espalda. Sólo le estoy devolviendo la mano. ―No es tan sencillo, ¿no es así? ―inquirió Christine―. No se trata de simple venganza contra quienes te dieron la espalda. ―Claro que no. El silencio que se alzó entre ellos casi podía tocarse. Christine avanzó un par de pasos hacia él, pero se detuvo antes de llegar a tocar su rostro. Podía verlo, podía sentir que algo había cambiado en Dave, aunque no entendía qué. O no quería verlo. Página | 177


―Tu fuerte siempre fueron las estrategias ―murmuró, observándolo detenidamente en busca de aquel detalle que había cambiado, sin poder dar aún con él―. Nunca te plantaste en un campo de batalla sin tener al menos el bosquejo de un plan en mente, eras el mejor. Podías hacer que tu equipo ganara cuando llevaban todas las de perder. ―El fantasma de una sonrisa curvó sus labios al recordar nuevamente aquellos viejos tiempos―. Así que dilo de una buena vez: ¿qué ganas tú con todo esto? Una mueca surgió en los labios de Dave antes de hablar. ―A Ally no la lastimarán ―murmuró, pero no era una petición y Christine lo sabía bien. Era una orden. ―Claro que n o―afirmó ella―. No nos servirá de nada muerta. ―Sin embargo… existe un pequeño inconveniente para que ella acepte su destino y se una a ustedes. ―¿Un inconveniente? ¿Cuál? ―Kevin ―respondió él, sin titubeos―. Su humano. Ally se aferra ciegamente a él y no escucha razones. Es necesario que… ―No ―replicó Christine con rotundidad, alejándose un par de pasos de él―. No lo haré. No lo harás. ¿Acaso Dave había perdido la razón? ¿Acaso ya le había afectado todo ese tiempo viviendo entre las sombras? ¿Cómo se le ocurría algo tan macabro? ¡Y cómo se le ocurría proponérselo precisamente a ella! ¡A ella que había perdido absolutamente todo cuando había acabado la vida de su humano! ―¿De qué hablas? ―inquirió David, frunciendo el ceño―. Creí que querías… ―No así, no de esta forma ―aclaró Christine un hilo de voz―. Tú no comprendes, tú nunca has sido Guardián ni has sentido… ―No me vengas tú también con todo ese cuento de la ‘conexión’ y quién sabe cuántas… Página | 178


―¡Escúchame, Dave! ―exclamó ella, interrumpiéndolo―. Tú no lo alcanzas a comprender, no alcanzas a dimensionar el alcance que tiene una conexión como ésa porque nunca la has sentido. No es algo que puedas cortar, no es algo que puedas olvidar. Es simplemente la razón de tu existencia, lo que te amarra a un lugar y que nada, absolutamente nada, puede destruir. No sabes de lo que es capaz un Guardián por proteger a su humano. ―Es ella ―insistió él, sin siquiera inmutarse ante sus palabras―. Ally es de quien habla la profecía y no hay nada que tú o yo podamos hacer para cambiarlo. Así que ya ves: Kevin, tarde o temprano, tendrá que desaparecer de su destino. ―¿Y cómo estás tan seguro de ello? ―replicó la muchacha, cruzándose de brazos―. ¿Cómo sabes que es Ally y no otro Guardián? Perfectamente pudieron engañarte a ti y a tu compañero. Perfectamente pudo tratarse de un señuelo que confundiera a todos y ahora estaríamos cayendo redondos en él, ¿no crees? Dave tardó un segundo en responder. Le costaba aceptar que en realidad en parte él era responsable de la condena de Ally, pero ¿ya qué ganaba con ocultarlo? Estaba visto que era poco o nada lo que podían hacer para luchar contra el destino, así que ¿por qué no cooperar y acelerar un poco las cosas? ―Yo soy la pieza que falta. ―¿Tú? ¿Cómo que tú? ―inquirió Christine, cada vez más confundida―. ¿Qué tienes que ver tú en todo esto? Un suspiro escapó de los labios del ángel de alas grises. Sabía que lo más probable era que Ally lo odiara luego de todo eso, pero después entendería que todo era por su propio bien. Cuando finalmente la profecía se cumpliera y ambos fueran dueños de su propio destino podrían dejar todo eso atrás y convertirse en quienes ellos quisieran, ya no habrían ataduras ni nada que les impidiera estar realmente juntos por la eternidad. No más Guardián, no más Guerrero, ni demonios, ni desterrados, simplemente Ally y David. ―Hay… hay una parte de la profecía en que se dice que el Guardián que se convertirá en demonio será el complemento de un antiguo guerrero ―murmuró, Página | 179


sintiendo que a cada palabra se odiaba más a sí mismo por lo que estaba haciendo―. No hay forma de que se cumpla sin esa parte y… ―¿Y…? ―lo presionó Christine. ―Y yo soy ese guerrero ―musitó Dave, tan bajo que no sabía si ella sería capaz de oírle realmente―. Ally y yo… ―¿Están…? Ya sabes, ¿juntos? ¿enamorados? Dave asintió en completo silencio y pudo imaginar el ceño fruncido de Christine ante esa nueva información que no dejaba lugar a dudas. Ya no podían cuestionarlo: Ally era el guardián que había nacido exactamente el día previsto por la profecía y él era el guerrero del que se hablaba también. Juntos eran un complemento pues estaban enamorados y no podían permanecer separados por demasiado tiempo aunque ambos lo intentaran una y otra vez. Siempre terminarían buscándose el uno al otro sin poder evitarlo. ―Pero… ―murmuró Christine, luego de un minuto en absoluto silencio―. ¿Cómo…? ¿Cómo es posible que…? ―¿Qué? ¿Que estemos enamorados? ―inquirió Dave, confundido. ―No, claro que no me refiero a eso ―espetó ella, comenzando a dar vueltas en círculos, como si eso le ayudara a aclarar las ideas que se atropellaban en su mente. ―¿Entonces? ―Lo que quiero decir es… ¿cómo es posible que se haya equivocado? ―cuestionó la muchacha, deteniéndose por fin―. Nunca ha ocurrido que un guardián se equivoque y deba dejar a su humano ―aclaró al darse cuenta de que Dave seguía estando tan confundido como antes. ―Dime una cosa, ¿qué es lo que hace la diferencia entre un ángel común y un guardián? ―El humano ―respondió ella, sin siquiera detenerse a pensarlo.

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―Ahí lo tienes ―señaló él―. ¿No es lógico pensar que Ally tendría un humano igual que cualquier otro guardián? ¿De qué otra forma no se confundiría con cualquier otro tipo de ángel? Dave tenía un punto a favor, reconoció Christine, frunciendo el ceño. La profecía, por lo que ella había oído a lo largo de todos aquellos años, hablaba específicamente de un Guardián, así que era de imaginarse que tendría a su cargo un humano. ¿De qué otra forma podía ser? ―Sin embargo… ―quiso protestar. ―Sin embargo, Ally no puede continuar a cargo de Kevin―completó Dave con absoluta certeza en sus palabras―. Tú y yo lo sabemos bien: su destino es otro. Ally nació para cambiar el destino de los demonios, el único impedimento en todo esto es la existencia de aquel humano. Sus palabras fueron duras e incluso podían sonar crueles, pero era la verdad: Kevin era lo único que amarraba a Ally a ser algo que no era, era el único impedimento para que fuese completamente libre para cumplir con su destino y para… … para estar con él. ―Pero… pero debe haber otra forma ―balbuceó Christine, sin poder resignarse aún a la pérdida del humano―. Debe existir otra manera de convencer a Ally de apartarse de Kevin y… ―Ella insiste en que mientras no se revele la profecía y no se aclare si habla de ella o… ―No, no podía mencionar a la segunda hermana. Camille, al igual que Joe, no merecía verse envuelta en todo eso―… o de algún otro guardián, no se apartará de su lado ni permitirá que nadie le lastime. ―¿Entonces? Un suspiro surgió de los labios de Dave. Hubiera deseado poder ver la expresión de su hermana en ese momento porque la angustia de su voz ante la idea de causarle daño a un humano era tal que casi podía tocarse. A pesar de todos esos años y de haber elegido un destino completamente opuesto al que alguna vez había creído tener, llevaba demasiado arraigada aquella extraña conexión con los Página | 181


humanos. Tal vez ella y Ally tenían razón y jamás podría comprender a los de su clase, pero eso tampoco quería decir que le hiciera gracia causarle daño a algún otro ser. A decir verdad, no hubiese tenido nada en contra de que Kevin fuera el humano de Ally si por su culpa no se viese apartado de ella y obligado a hacer lo que pensaba hacer. ―Ally aún podrá elegir ―murmuró sintiendo que una extraña sensación comenzaba a hormiguear en su pecho, recorriendo todo su cuerpo. ¿Tal vez era miedo?―. Pero ya no será cómo antes. ―¿A qué te refiere con que ‘ya no será cómo antes’? ―Yo… yo quiero ser uno de ustedes ―susurró Dave―. Me convertiré en un demonio. Si Ally realmente me ama estará dispuesta a correr el riesgo y compartir mi destino y… ―Pero… ―…y salvar a su humano ―completó él, cerrando los ojos al sentir que algo comenzaba a surgir dentro de él, algo que nunca antes había siquiera imaginado y que sólo podía significar una cosa… … su decisión había sido tomada y la transformación comenzaba. Después de eso ya no habría marcha atrás.

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17. Humano. Necesitaba olvidar todo lo que había ocurrido y si para eso era necesario apartar a Nath de su lado y llenarse la cabeza de cuanta trivialidad se le cruzara en el camino, pues bien, lo haría, pero se sacaría a Joe de la cabeza y no lo buscaría, tal como él se lo había pedido. ―Es… lindo ―murmuró Cam, sin saber qué más decir. ―¡Hey! No se trata de una mascota para que digas ‘es lindo’ ―se quejó Ally con un ligero matiz bromista, pero luego un suspiro escapó de sus labios y volvió a centrar su atención en el niño que jugueteaba a unos metros de allí con Kiche―. Su nombre es Kevin. ―Lo sé ―respondió su hermana, con gesto ausente―. Lo has dicho al menos cinco veces. Ally sonrió a medias y se quedó en silencio. Habían pasado tres días desde que había visto a Dave por última vez y no había vuelto a tener noticias suyas. Desde entonces no se había separado ni un solo segundo de Kevin, se había convertido prácticamente en su sombra y sabía lo que ocurría con él a cada minuto. No sabía por qué, pero estaba inquieta y eso le hacía extremar aún más sus cuidados, hasta el punto de parecer paranoica. ―¿Qué hay de ti? ―inquirió luego de un segundo. Hacía varios días también que no había visto a su hermana y no quería parecer grosera ignorándola por completo―. ¿Dónde te habías metido todo este tiempo? Cam dejó escapar un suspiro y miró en otra dirección, sin responder. En su memoria aún conservaba las imágenes de ella y Joe en el bosque y, por más que luchaba, no conseguía sacarlas de allí. Tenía que reconocer que había viajado una y otra vez en el tiempo a ese preciso momento. Primero para intentar solucionar las cosas e impedir que Joe se marchara. Luego para intentar impedir que todo ocurriera (quizás con la esperanza de conservarle un poco más a su lado si no llegaban a besarse). Y, finalmente, sólo para presenciar esa misma escena una y Página | 183


otra vez, oculta entre los árboles, como si sirviera para algo más que torturarse el hecho de verse a sí misma tendida en el suelo besando a Joe. ―¿Cómo es que no se asusta de ti o de Kiche? ―preguntó, intentando cambiar el tema―. ¿Acaso sabe quién eres en realidad? ―Así es ―respondió Ally con el esbozo de una sonrisa curvándole los labios―. Yo misma se lo expliqué. No podía guardarle un secreto así. ―¿Es que hay alguna cosa en el mundo que seas capaz de negarle, acaso? ―inquirió Cam, con un dejo de ironía―. Es como si él te dominara con sólo existir. ―Cuando

encuentres

tu

humano

lo

entenderás

―replicó

Ally,

encogiéndose de hombros―. No es algo que te pueda explicar. Cam se puso de pie y acarició las orejas del lince que llevaba en brazos. ―No creo que eso llegue a ocurrir ―murmuró, lanzándole una mirada de angustia a Nath que la observaba a unos metros de allí, oculto entre los arbustos. ¿Qué parte de que se marchara era la que no había entendido? ¿Por qué rayos tenía que seguirla a todas partes recordándole la ausencia de Joseph? ―¿De qué hablas? ―De que no creo que yo tenga un humano como tú ―respondió Cam, dando media vuelta para prestarle atención a Ally y no al tigre albino―. No creo que yo sea realmente un guardián. Nunca me he sentido como tal, nunca he sentido interés por los… ―¿Cómo que…? ¡Yo soy un Guardián! ¡Somos hermanas! ¡Tú también debes ser un Guardián! ―exclamó Ally, colocándose en pie bastante confundida―. Si no eres un guardián, ¿qué clase de ángel eres? ―¿Tal vez un mensajero? ―inquirió Cam, encogiéndose de hombros―. Tal vez por eso se me entregó este don, tendría lógica, ¿no crees? Yo creía que era inútil, pero puede ser bastante curioso cuando aprendes a utilizarlo bien. ―Como eso que había ocurrido en el bosque cuando se había encontrado de frente con ella misma y… No, tenía que detener sus pensamientos, no podía pensar en él.

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―No, no ―replicó Ally―. Tú eres un guardián, tienes que serlo igual que yo. Una sonrisa a medias curvó los labios de Cam y meneó la cabeza lentamente. Sabía que Ally creía que dos hermanos estaban destinados a ser una misma clase de ángeles, pero ella sabía bien que no tenía que ser precisamente así. ―Lo he visto en mis viajes ―explicó, caminando de un lado a otro sin apartar su vista de Demian―. No todos los ángeles que son hermanos pertenecen a una misma categoría. Incluso… ―¿Incluso…? ―Tú conoces un caso similar ―murmuró Cam, sin saber si hacía bien en contarle algo así a Ally―. David. Él tiene una hermana que no fue arcángel, sino guardián. Aunque nunca la vi en alguno de mis viajes, sí escuché hablar de ella. ―¿Qué? ¿Cómo que Dave tiene una hermana? ―inquirió Ally sin salir aún de la sorpresa que había supuesto la noticia para ella―. Claro que no. Él me lo hubiera dicho, yo la conocería. ―Ningún ángel joven sabe de ella ―explicó la muchacha morena―. Hace más de cien años que ella desapareció y no han vuelto a tener contacto. Al parecer, ella… ―¿Cómo que hace más de cien…? ―Las palabras se vieron atrapadas en su garganta y una serie de imágenes se cruzaron por su cabeza… …ese día en la partida de caza. Él había reconocido a la muchacha rubia que le había atacado, le había llamado por su nombre y luego, cuando Ally le había preguntado por ella, le había dicho que había sido el único ángel que había nacido el mismo día que él, lo que sólo podía significar una cosa… ―Christine ―murmuró, comprendiendo por fin―. Ella no desapareció hace cien años, ella… ella se convirtió en un demonio. ―¿Qué?

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¿Christine? ¿Ally estaba hablando de la misma Christine que ella había conocido? No, no debía tratarse de la misma. Era imposible que alguien como David tuviera algo que ver con alguien como esa muchacha que había obligado a… Detuvo sus pensamientos cuando se dio cuenta del rumbo que estaban tomando. No quería pensar en él, no si no resultaba estrictamente necesario. ―¿Me quieres decir que la hermana de David es esa chica rubia? ―inquirió Cam, dándose cuenta que una nota de pánico le teñía la voz ante su recuerdo―. ¿Christine? ―¿La conoces? ―repuso Ally, frunciendo el ceño. ―Tuve el placer en una ocasión ―musitó Cam, con un toque de ironía, pero también sintiendo una extraña sensación en la garganta al recordar todo lo que había ocurrido ese día. Sacudió la cabeza para apartar las imágenes de su mente, pero no tuvo éxito por completo: la imagen de Joe abrazándola y suplicándole perdón por lo que acababa de hacer continuaba frente a ella―. Lo que me extraña es que tenga algo que ver con alguien como Dave. Es decir, no consigo ver en qué se parecen o… ―Qué la llevó a convertirse en un demonio ―completó Ally al ver que su hermana se quedaba en silencio―. Yo tampoco lo comprendo. Lo que realmente no entendía era por qué Dave le había ocultado algo así, por qué no se lo había dicho. ¡Habían tenido cientos de ocasiones para que al menos se lo hubiera comentado! ¿Tan poco confiaba en ella? No, no podía pensar así. De seguro, David había tenido un buen motivo para ocultarle la verdad. ―Es mejor que yo me vaya ―murmuró Cam de repente. ―¿Ah? ¿Por qué? ―repuso Ally, algo confundida por su repentino cambio de actitud―. Creí que te quedarías un poco más. ―Tareas que hacer ―explicó su hermana, encogiéndose de hombros sin mucho ánimo―. Mientras no esté segura de qué clase de ángel me trato debo

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obedecer las órdenes que me den. Debo instruir algunos de los ángeles nuevos y luego practicar lucha. ―¿Practicar lucha? ―Tal vez resulto ser un arcángel ―bromeó Cam, riendo entre dientes―. ¿Quién sabe? Ally sólo carcajeó y meneó la cabeza mientras le veía marchar. Nunca entendía nada de lo que Cam le quería decir, pero en esa ocasión le había dejado muchas más preocupaciones que de costumbre. Eso de que Dave y Christine fuesen hermanos la verdad le había tomado completamente por sorpresa. Es decir si un arcángel y un demonio tan distintos como ellos resultaban ser familia, ¿qué más le quedaba esperar? ―¿Quién era ella? ―preguntó Kevin, mirando en la dirección en que Cam se había perdido con curiosidad. ―Es Cam ―respondió Ally, sonriendo. No sabía por qué, pero no podía evitarlo: bastaba con verle para que una sonrisa se dibujara en sus labios. ―¿Es un ángel como tú? ―Así es ―respondió ella, acomodándole un poco sus rizos que se habían alborotado aún más mientras jugaba con Kiche. Un suspiro escapó de sus labios y miró en la dirección en que su hermana había desaparecido―. Estoy segura de que será un gran guardián, sólo le falta encontrar a un niño revoltoso como tú. Kevin sólo rió y emprendió una loca carrera por el parque, seguido de cerca por Kiche. Ally sabía bien que en realidad intentaba aprovechar bien cada segundo ahora que sabía que sólo le faltaba unas semanas para marcharse a la escuela militar en que lo había matriculado su padre y por eso no dudó en unirse a sus juegos. La labor de un guardián no sólo se trataba de garantizar la seguridad física del humano, sino su bienestar en cada ámbito de su vida. Era por eso que resultaba tan importante la conexión que se establecía entre ellos. No cualquiera podía ser guardián de un humano o suplantar al verdadero. Página | 187


―Mamá ya bajó ―susurró Kevin, abriendo la puerta de su balcón para que Ally pudiera entrar―. No volverá a subir porque hay visitas. Tío Jean y tía Francini están aquí y no se irán hasta bien tarde. Ally sonrió y lo tomó en brazos mientras Kiche entraba en la habitación y se acomodaba por los pies de la cama, allí donde acostumbraba dormir últimamente. ―No creas que otra vez me convencerás de quedarte despierto hasta más tarde ―lo regañó con ternura, acomodándolo nuevamente entre las cobijas―. Debes dormir, ya escuchaste a tu madre. ―Pero… pero… ―balbuceó el niño, con sus verdes ojos grandes y brillantes―. Creí que hoy seguirías contándome sobre el lugar del que vienes. ―Nada de eso ―repuso Ally, intentando que su voz se escuchara severa, aunque no estaba segura de haberlo conseguido―. Debes descansar. Mañana te contaré todo lo que quieras. ―¡Kiche, dile tú! ―exclamó Kevin. La loba que se encontraba echada a los pies de su cama, gimoteó en dirección a Ally y luego señaló al niño con un gesto de cabeza, con expresión suplicante. ―¡Sabes que es injusto que recurras a ella! ―reclamó Ally, meneando la cabeza―. Colocas a mi propia loba en mi contra, eso no se hace. Kevin sólo carcajeó y frotó la panza de Kiche que se había estirado perezosamente a lo ancho de su cama. Aún no sabía cómo, pero a veces creía que podía sentir lo mismo que la loba, era algo extraño que no alcanzaba a comprender o explicar, como si Kiche no fuera sólo una loba, o un animal como los demás. ―¿Por qué es distinta a los demás? ―murmuró él, sin dejar de acariciar el espeso pelaje blanco de la loba. ―¿Quieres saber por qué Kiche no es como los otros lobos? ―Ajá.

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―Sólo con una condición ―replicó Ally―. Cuando termine de contártelo, deberás dormir. ―Pero… ―He dicho que deberás dormir ―discutió ella, frunciendo el ceño―. O no te diré nada acerca de ella. Refunfuñando entre dientes, Kevin aceptó y se acomodó mejor entre las mantas para oír otra de las fascinantes historias que Ally le contaba acerca de aquel mítico lugar del que provenía. Eran tantos los relatos que ella tenía para contar, eran tantas cosas que él no conocía o de las cuales no tenía idea de su existencia (como esa fuente que flotaba entre nubes de la que Ally le había contado hacía dos noches atrás) que aún le costaba trabajo creer que existiera algo así, o que existiera la misma Ally, es decir, ¡era su ángel de la guarda! Definitivamente era lo más extraño y curioso que podía llegar a ocurrirle, el secreto más importante que tenía en su corta vida. ―¿Y por qué es una loba y no otro animal? ―preguntó, con aún más curiosidad, cuando Ally terminaba de contarle que Kiche era en realidad algo así como su espíritu y que por lo mismo era tan importante y la acompañaba a todas partes―. ¿Por qué no es, por ejemplo, un gato o un rinoceronte? Ally carcajeó ante sus ocurrencias y meneó la cabeza mientras acariciaba las orejas de Kiche. ―No estoy segura de por qué es una loba, pero sí sé por qué no es un rinoceronte ―murmuró, intentando dejar de reír―. Es decir, ¿te imaginas un rinoceronte en tu habitación en este momento? Creo que tendría que dejar de cuidarte e ir con algún niño en África para que a nadie le parezca extraño. De pronto la expresión del niño cambió y se tornó pálida y asustada. ―¿Qué es lo que ocurre? ―inquirió Ally, colocándose en pie y mirando en todas direcciones con preocupación, a la espera de ver aparecer aquello que tanto miedo le había provocado―. ¿Por qué estás así? ―¿Pueden…? ¿Pueden hacerlo? ―susurró Kevin, con un hilo de voz―. ¿Pueden enviarte a otro lugar, lejos de aquí? Página | 189


Una sonrisa comprensiva y tierna se dibujó en los labios de Ally al darse cuenta del motivo de su tristeza e, instintivamente, se acomodó nuevamente junto a él y lo estrechó entre sus brazos para reconfortarle. Era tan pequeño e increíblemente frágil. Kevin jamás se daría cuenta de lo débil que podía llegar a resultar en realidad, nunca dimensionaría el hecho de que para un inmortal, ya fuera celestial u oscuro, él no era más que un simple humano al que bastaba con sólo ejercer un poco de fuerza para aplastar como a un insecto, nunca entendería cuán necesario era que contara con la protección de un guardián que sólo se preocupara de él. ―Cariño, yo nunca te dejaría para irme lejos de aquí ―aseguró ella, meciéndolo suavemente. ―¿Nunca? ¿Me lo prometes? ―murmuró él, apartándose unos centímetros y mirándola con ojos vidriosos―. ¿Nunca me dejarías por otro niño en África? Tuvo que luchar para reprimir una carcajada ante la inocencia de su inquietud. No era el mejor momento para burlarse de él y lo sabía bien. ―Claro que no ―repuso Ally, sonriéndole―. Ya te lo he dicho: existo sólo porque tú existes. Me crearon para ti y me verás hasta el día en que dejes de creer en mí, pero yo seguiré a tu lado. Una enorme sonrisa curvó los labios del niño y abrazó a Ally con más fuerza, como si así consiguiera asegurarse de que ella jamás se marcharía. ―Nunca dejaré de creer en ti, así siempre podré verte ―aseguró, hundiéndose en sus brazos. Resultaba tan cómodo encontrarse allí. Un suspiro escapó de los labios de Ally, pero no pronunció palabra alguna. Sabía que Kevin confiaba en sus propias palabras en ese momento, pero también sabía bien que las cosas no eran tan sencillas: existía un punto inevitable en la vida de todo ser humano en que dejaban de creer, no era algo que se produjera de la noche a la mañana, pero poco a poco se olvidaría de ella y no sería más que un recuerdo borroso de aquellos juegos de infancia que dejaría atrás. Tampoco lo culpaba pues el olvido era parte de la naturaleza humana, para ellos todo era tan sencillo: podían olvidar con el paso de los años, podían simplemente dar vuelta

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una página y continuar adelante, y esa gracia se les estaba concedida precisamente para proteger el secreto de la existencia de los inmortales. Un adulto jamás creería en la existencia de ángeles o demonios, para ellos los seres inmortales no eran más que fábulas, simples relatos atrapados entre las hojas de la Biblia o de mitos que utilizaban para explicar lo que escapaba de las manos de la ciencia. ―¿Por qué no me cuentas otra vez sobre ese…? ―un bostezo ahogó las palabras que iban a surgir de la boca del niño. ―Nada de relatos, es hora de dormir ―lo regañó Ally con dulzura. ―Pero… ―Mañana es otro día ―replicó ella, sin dejarse persuadir otra vez―. Mañana te contaré todo lo que quieras, pero ahora debes dormir. ―De verdad… de verdad quería saber… Pero ya no pudo continuar, el sueño lo había vencido y había caído profundamente dormido con Kiche por los pies de la cama y Ally acariciando su cabello lentamente con ternura. ―Chist, tranquilo, descansa ―susurró ella, en tono tranquilizador, cuando comenzó a removerse algo inquieto entre las cobijas―. Todo está bien. Estoy aquí. Nadie podrá hacerte… El resto de palabras no llegó a surgir de sus labios pues entonces comprendió qué era lo que inquietaba a Kevin. Claro, los niños siempre resultaban mucho más sensibles a cualquier tipo de presencia inmortal y él no sería la excepción… … David estaba del otro lado de la ventana esperando por ella.

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18. David. ―Kiche, tú encárgate de él ―murmuró, colocándose en pie y señalando a Kevin con un gesto de cabeza―. Iré a ver qué ocurre. ¿Por qué había regresado ahora? ¿Acaso tenía más información acerca del asunto de la profecía? Una extraña y fría sensación se extendió por su pecho y bajó por su espalda ante aquella idea. ¿Y si resultaba ser que era ella quien se encontraba condenada a ser un demonio? ¿Y si Dave había tenido razón y lo mejor hubiera sido huir y ocultarse cuando aún había tiempo para hacerlo? ―Dave ―lo saludó con una inclinación de cabeza―. ¿Puedo saber qué ocurre? Creí que… ―Te extrañaba ―murmuró él, sin dejarle continuar―. Extrañaba esto. ―¿E-esto? ¿A qué te refieres? ―Ya casi olvidaba el color de tus ojos ―susurró Dave, acariciando delicadamente su rostro―. O la forma en que sonríes… Casi por inercia una débil sonrisa se dibujó en los labios de Ally, tampoco pudo evitar cerrar los ojos al sentir el contacto de su suave caricia, por lo que tardó un segundo en darse cuenta de lo que en realidad ocurría. David volvía a enfocar la mirada, sus ojos volvían a brillar y ya no tenían esa constante expresión ausente y vacía. ―¡Por…! ¡Por Dios, Dave! ―exclamó, sonriendo radiante y abrazándolo con fuerza―. ¿Otra vez…? ¿Otra vez puedes ver?

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―Claro que sí, mi amor ―afirmó él, alzándola unos cuantos centímetros del suelo―. Otra vez puedo ver tu sonrisa, otra vez puedo protegerte siempre que lo necesites. ―No… no puedo creerlo ―murmuró Ally, con voz ahogada por la emoción―. Otra vez eres tú mismo: mi ángel. ―Ally, no… ―Perdóname, ¿sí? ―suplicó ella, ocultando su rostro en su pecho―. Perdóname por todo lo que dije la última vez que nos vimos. No quería decirlo, pero… pero tienes razón: tengo tanto miedo de lo que pueda decir esa profecía. Tengo tanto miedo de que sea yo de quien hable y tú sólo quieres protegerme, lo sé, pero no puedo evitar comportarme como una tonta al pensar que puedo estar condenando a mi hermana a un destino que no es el suyo… No soportaría que alguien más saliese lastimado por mis malas decisiones. ¡Argh! ¿Por qué tenía que hacer ese tipo de comentarios precisamente en ese momento? ¿Acaso todos los guardianes resultaban tan ‘angelicales’ y preocupados por los demás? ¿Dónde rayos dejaban su amor propio y el egoísmo? ¿Tenían al menos una gota de instinto de auto-conservación? ―Por favor, di que me amas ―suplicó David, tomando su rostro entre sus manos para que lo mirara a los ojos―. Di que me amas tanto como yo a ti. ―Claro que te amo, tontito ―replicó Ally, frunciendo el ceño―. Y ya nada nos va a separar. Haré todo lo posible para quedarme siempre a tu lado. ―Eso es todo lo que necesitaba oír ―murmuró él, buscando sus labios. Una sonrisa se alcanzó a esbozar en sus labios antes de sentirse estrechada entre sus brazos. Sin pensar en lo que hacía, rodeó su cuello con fuerza y lo besó al borde de la desesperación, aferrándose al cabello de su nuca y acercándolo a ella tanto como podía. Sintió cómo sus pies se alzaban del suelo, pero le fue imposible apartarse de él para ver hacia dónde se dirigían, sólo podía pensar en que por fin podía sentirse otra vez en calma, porque allí estaba Dave, entre sus brazos, y él siempre cuidaría Página | 193


de ella. Confiaría ciegamente su propia existencia en sus manos, sin detenerse a pensarlo ni un solo segundo. ―¿D-dónde estamos? ―balbuceó, sonriendo sobre sus labios mientras sentía que otra vez tocaba suelo firme. ―En… en la misma fábrica en que nos ocultamos cuando huíamos ―respondió él, sin apartarse de ella, mientras avanzaba hasta dar con una pared―. Te amo… haría lo que fuera por ti. ―Lo sé… créeme que lo sé ―murmuró Ally, suspirando al sentir que Dave comenzaba a descender con sus labios lentamente por su mandíbula en dirección a su cuello, mientras sus manos comenzaban a abrirse camino entre su ropa casi con desesperación. Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios al ver cómo él detenía su actuar para observarla un momento cuando su vestido aflojó en los hombros y cayó hasta su cintura. Sin pensarlo rodeó nuevamente su cuello y lo besó, para que su cuerpo la cubriera y la protegiera del frío. ―Eres tan hermosa ―susurró Dave, sonriendo sobre sus labios―. Nunca me recuperé de esa primera vez que te vi… Sus ojos color miel nunca habían brillado de esa manera, observó Ally antes de volver a compartir su aliento y embriagarse de él. Nunca antes se había percatado de lo realmente cálido que podía llegar a resultar el contacto de su cuerpo, ni la forma en que ambos parecían alinearse perfectamente. ―Estabas allí, te vi ―musitó ella, luchando con los botones de su camisa mientras se dejaba guiar a ciegas por la habitación―. Es el primer recuerdo que tengo. Un suspiro escapó de los labios de Dave al sentir el delicado contacto de sus manos sobre su pecho, seguido por una risilla entre dientes al notar las ansias entorpecidas por los nervios con que intentaba quitarle la prenda. ―¿En serio?

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―Claro que sí ―afirmó Ally, carcajeando un poco al sentir las dulces cosquillas que le producían sus besos en los hombros―. Fuiste el primer ángel que vi y, aunque no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, tu imagen fue todo lo que se quedó en mi mente. ―Desde ese día supe que eras especial e intenté alejarme ―murmuró él, inclinándose suavemente sobre ella para dejarla caer en un montón acolchado que había allí―. Pero… creo que ya me di por vencido, no puedo contra esto ―añadió, avanzando lentamente sobre su cuerpo. Quiso preguntar qué había querido decir con eso de ‘intenté alejarme’, pero ya no tuvo tiempo para pensar en nada de eso cuando nuevamente sintió el juego de sus labios y la mezcla de su aliento cálido. Su camisa había quedado a medio desabrochar, pero él mismo se encargó de terminar el trabajo y quitarla del camino sin siquiera apartarse de sus labios. Sin poder controlar sus propias reacciones y aquella extraña sensación que comenzaba a crecer en su vientre (propagándose por todo su cuerpo como dulces descargas eléctricas a cada beso que recibía en la piel), Ally le ayudó a deshacerse del vestido que la cubría y dejó escapar un suspiro al sentir el contacto de sus cuerpos rozándose piel contra piel. Nada de lo que conocía podía compararse a eso, ninguna palabra en el mundo bastaría para describir todo lo que sentía. ―Quiero… quiero que siempre seas mía ―su voz más bien parecía un jadeo a causa de su respiración agitada―. Mi Ally. ―Siempre lo he sido ―murmuró ella, con una sonrisa dulce curvándole los labios―. Tu Ally, de nadie más… Le sentía presente en todas partes: en el aire que los rodeaba, en sus alientos mezclándose, en sus manos que acariciaban su piel una y otra vez recorriendo su cuerpo por completo, pero continuaba sin parecerle suficiente. Necesitaba de Dave, necesitaba de él mucho más de lo que ella misma podía llegar a imaginar. No era tan sencillo como otras veces, no necesitaba que simplemente la abrazara y le dijera que estaba allí para proteger de ella, era una sensación nueva y comenzaba a desquiciarle…

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―Tran… tranquila ―susurró él, acomodándole un mechón de cabello para poder mirarla a los ojos―. No… no tenemos prisa ―añadió, al sentir cómo ella dirigía sus manos a la hebilla de su cinturón con nerviosismo―. Te amo… eres todo lo que tengo… Haciendo gala de su testarudez, Ally escuchó el tintineo de la hebilla metálica al desabrocharse. ―Ya no vuelvas a alejarte de mí ―suplicó en un suspiro, sintiendo cómo él comenzaba a descender por su vientre con una serie de besos llenos de adoración. ―Nunca ―murmuró Dave, con tanto fervor que consiguió que se escuchara más bien como un juramento. Tenía los sentidos tan embotados por sus besos y caricias que no reparó en las delgadas cicatrices que cruzaban su espalda a lo largo, sólo podía pensar en él, en cómo sus cuerpos se enredaban una y otra vez a medida que giraban sobre el acolchado y en cómo sentía que algo explotaría en cualquier momento en su interior. Todo resultaba tan perfecto, tan mágico. Sólo eran ella y Dave, ya nada se interponía entre ellos, ya nada los separaría. En qué momento ambos habían quedado completamente desnudos no era algo que podía recordar con precisión, sólo sabía que se aferraba a él como si de ello dependiera su existencia, dejando escapar constantes suspiros y sonrisas ante sus besos, caricias y tiernos susurros en algunas ocasiones y reprimiendo las expresiones que luchaban por surgir de su garganta en otras. ―Da… Dave ―murmuró Ally, con voz ahogada y aferrándose al cabello de su nuca al sentir que él se detenía jugando con besos lentos y sensuales en su cuello mientras comenzaba a acomodarse delicadamente entre sus caderas―. Ya deja eso… o… o me volverás loca… Escuchó cómo él dejaba escapar una risilla entre dientes, pero no tuvo oportunidad de replicar porque de pronto sus labios se vieron mucho mejor ocupados a la vez que sentía cómo pasaban a formar parte el uno del otro, fundiéndose por fin en un solo ser. Página | 196


―Ally… te amo ―le recordó él, con voz entrecortada a causa de la agitación y estrechándola con más fuerza contra su cuerpo. Era incapaz de precisar cuánto tiempo había transcurrido, pero sentir sus cuerpos unidos y a Dave respirando agitadamente sobre sus labios era algo que amenazaba con robarle la poca cordura que le quedaba y explotar en cualquier momento. Todo era tan intenso, cada sensación se veía multiplicada por mil, como si cada célula de su cuerpo hubiera despertado y transmitiera descargas eléctricas en todas direcciones, cobrando vida propia. Dave se había transformado en todo cuanto podía ver, tocar y sentir… estaba incluso en el aire que respiraba. Ya ni siquiera podía pensar, sólo podía entregarse a todas aquellas sensaciones que la invadían… Todo era tan maravillosamente confuso. ―Da… David ―con un último suspiro pronunció su nombre y sintió como su cuerpo se tensaba por completo, obligándole a clavar las uñas en su espalda como una forma de canalizar sus emociones―. Te… te amo. Sus respiraciones tardaron en volver a la calma y las delicadas y suaves caricias de Dave en su espalda no contribuían precisamente a ello. Una vieja manta era lo único que los cubría mientras permanecían abrazados en silencio. La tela olía a polvo, pero permanecía increíblemente suave, los mantenía abrigados y aunque hubiese estado raída y áspera poco les hubiese importado pues era todo lo que necesitaban para estar allí juntos. ―Chaunce estará contento cuando te vea otra vez ―murmuró Ally, sonriendo perezosamente al sentir que él besaba su frente, pero de pronto le pareció extrañamente tenso―. ¿Ocurre algo? ―inquirió, apartándose de su pecho para mirarlo a la cara. ―Claro que no, cariño ―la tranquilizó él, sonriendo como hacía tiempo no le veía hacer―. Estoy tan feliz de tenerte aquí conmigo ―añadió, estrechándola con fuerza entre sus brazos y besando nuevamente su frente―. Eso es todo. Una sonrisa radiante se dibujó en los labios de Ally y regresó a su pecho, cerrando los ojos para poder aspirar el aroma que desprendía su piel y poder concentrarse tan sólo en eso. Estaba segura que en aquel momento irradiaba

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felicidad hasta por los poros. De haber podido brillar como las estrellas, ella sola bastaría para iluminar una galaxia completa. ―Creo que ahora soy yo la que no puede contra esto ―susurró, recordando lo que él le había dicho momentos atrás―. Me rindo completamente: soy tuya. ―Y yo creo que no me quedaron dudas de eso ―bromeó Dave, riendo entre dientes, mas de pronto suspiró y frunció el ceño―. Ally, sobre eso de Chaunce… ―Será estupendo ―lo interrumpió ella, arrimándose un poco más cerca de él y depositando un dulce beso en su pecho―. Regresarás a casa y cada minuto que pueda lo pasaré contigo y… ―No regresaré ―musitó él, sin dejarle continuar―. Ahora menos que nunca puedo regresar. Al oírlo, Ally frunció el ceño y se incorporó para mirarlo a la cara. ¿De qué estaba hablando? ¿Cómo que no regresaría? ―¿Qué? ¿Por qué? ―balbuceó, completamente confundida―. Creí que… No entiendo nada de lo que dices. ―Cariño, escúchame ―murmuró él, siguiendo su ejemplo y sentándose para mirarla a los ojos―. Ya no puedo regresar, ya no seré bienvenido en… ―¡Pero qué estás diciendo, Dave! ―exclamó ella, riendo con una nota de nerviosismo al no comprender de qué iba todo eso―. ¡Claro que serás bienvenido! ¡Has vuelto a ser tú mismo! ¡Otra vez eres un arcángel y…! ―No, no lo soy ―la interrumpió él, bajando la mirada―. No recuperé la vista porque me recibieran otra vez como arcángel. ―¿Qué? ¿Cómo que…? El resto de palabras quedaron sujetas en su garganta al ver cómo desplegaba sus nuevas alas tras su espalda, sin que hiciera falta que dijese nada más. Eso era, literalmente, como ir a dar del cielo al infierno. No. Eso no podía ser cierto, debía haber un error, debía ser una broma de mal gusto. Dave no podía… él jamás… Página | 198


…simplemente David no podía ser un ser oscuro. No podía ser un demonio. ―Mi amor, sólo lo hice por ti ―murmuró él, alzando una mano aunque sin atreverse a acariciar su rostro―. Era la única forma de… ―¿La única forma de qué? ―inquirió ella, sintiendo que los ojos le rebosaban de lágrimas. Sólo quería marcharse de allí, pero no podía, algo le retenía y sabía bien qué era: aún así lo amaba―. Y no me vengas con que es la única forma de protegerme, porque… ―Es que es la verdad ―repuso Dave, aunque más bien parecía que suplicaba perdón―. No veía otra forma de… ―¿¡Y no se te ocurrió esperar, maldita sea!? ―vociferó Ally, golpeándolo en el pecho y estallando en llanto―. ¿¡No se te pasó por la cabeza esperar a saber qué dice realmente esa maldita cosa!? ¿¡Por qué siempre haces lo que se te da la gana!? ¿¡Por qué nunca me dices nada!? ¿¡Esta es tu maldita forma de amarme!? Quiso abrazarla, pero Ally no paraba de golpearlo una y otra vez sacudiéndose y luchando contra la idea de volver a encontrarse entre sus brazos. ―Mi amor, por favor, tranquilízate. ―¿Tranquilizarme? ¿En serio quieres que me tranquilice? ―replicó ella, con amarga ironía, limpiándose las lágrimas del rostro y comenzando a buscar su ropa―. ¿Te das cuenta de que te has condenado eternamente a ser un demonio por algo que no sabes si es cierto y me pides que me ‘tranquilice’? ―¿Qué…? ¿Qué haces? ―balbuceó Dave, colocándose en pie al ver que ella lo hacía y enfundándose la ropa tan deprisa como podía―. .¿A dónde vas? ―¿Cuál es el siguiente paso? ¿Eh, Dave? ¡Responde, maldita sea! ―exclamó Ally, terminando de acomodarse el vestido y empujándolo por el pecho con tanta fuerza que le hizo chocar contra una pared―. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Ir donde tu hermanita demonio y decirle que la profecía habla de mí? ¿Condenarme contigo? ¿Ally sabía…? ¿Ella sabía que Christine era su hermana? ―¿Cómo…? ¿Cómo lo sabes? Página | 199


―¿¡Y qué más da cómo lo sé!? ―gritó ella, estallando en lágrimas nuevamente―. El caso es que es otra de las cosas que me ocultaste, el caso es que ahora me doy cuenta que en realidad no sé absolutamente nada de ti, que te conozco tanto como a cualquier otro perfecto desconocido y… ―Sin saber cómo había terminado aferrándose a él con tanta fuerza que incluso a ella misma le costaba trabajo respirar―. Y es demasiado tarde porque te amo, a pesar de todo eso te amo como una estúpida, Dave. ―Y sabes que yo también te amo ―murmuró él, hundiendo su rostro en su cabello―. Sabes que eres el motivo de mi existencia, lo único que me mantiene en pie. Sus palabras sólo consiguieron que los sollozos surgieran con más fuerza de ella: ¡claro que lo sabía! ¡Sabía que no existía otro motivo por el cual Dave hubiera cometido semejante barbaridad! Y eso sólo servía para mortificarla aún más. Es decir, ¿hasta dónde podía llegar en su afán de protegerla? ¿Hasta dónde llegaría todo eso? ―Debe… debe existir algo, alguna cosa que yo pueda hacer ―susurró Ally, acariciando su rostro como si así consiguiera calmarse un poco―. No te preocupes, amor. Encontraré la forma de… de que ya no tengas que ser un demonio. Sólo dime qué es lo que debo hacer y… ―Sólo hay una forma ―murmuró él, tomando su cabeza entre sus manos―. Sólo… ―No, no me pidas eso ―repuso ella, retrocediendo un par de pasos al ver hacia dónde iba todo eso―. No me pidas que… ―Mi amor, escúchame ―suplicó Dave, intentando acercarse nuevamente a ella, pero Ally retrocedió nuevamente y se limitó a quedarse en su lugar―. Podemos hacerlo juntos. Yo estaré siempre a tu lado y no permitiré que nada malo te ocurra. Y una vez… una vez que la profecía se cumpla tú y yo ya no tendremos por qué ser… ―¡No puedo! ―gritó ella, con las lágrimas bañándole el rostro―. ¡Lo haría, pero no puedo! ¡No puedo, Dave! ¡Entiéndelo! ¿Qué ocurre si no soy yo? ¿Qué ocurre si termino condenándome eternamente a ser algo que no soy? ¡Dímelo! Página | 200


¿Qué ocurrirá entonces? Si tuviera la certeza, si supiera que realmente soy yo y no… ―¡Eres tú! ―estalló él de repente―. ¡Maldita sea, Allyson! ¡No sirve de nada que sigamos engañándonos: eres tú! ¡Yo soy la prueba de ello! ¡Lo que acaba de ocurrir entre nosotros es la prueba de ello! ¡Por eso quise mantenerme alejado de ti durante tanto tiempo, porque sabía que una vez que apareciera en tu destino ya todo estaría perdido! ―¿Q-qué? ―Perdóname ―suplicó Dave, tomando nuevamente su rostro entre sus manos y besándola con desesperación―. Perdóname por todo lo que hice, pero ya no servía de nada seguir ocultándolo… Ya no tenía caso… ―¿Qué fue lo que hiciste, David? ―preguntó ella con un hilo de voz, sintiendo una extraña y fría sensación apareciendo en su pecho―. ¿Qué le dijiste a los demonios? ―Yo… ―No, no, no ―balbuceó Ally, apartándolo de sí y retrocediendo como aturdida por todo lo que acaba de ocurrir―. Tú no… Tú no me harías algo así… Sabía que acercarse a ella sería inútil, por lo que ni siquiera lo intentó. ―Ally, ellos ya lo saben ―murmuró con un dejo de tristeza―. Saben que eres tú y que lo único que te retiene es Kevin. Si no aceptas unirte a nosotros por las buenas, ellos se encargaran de… ―¡KEVIN! ―exclamó ella, extendiendo sus alas y emprendiendo el vuelo a toda prisa. Podían tenerla a ella, podían hacer lo que quisieran con su maldita profecía, pero no permitiría que le hicieran daño a su humano, no a Kevin. Mientras ella continuara siendo su guardián, ningún demonio se acercaría a él.

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Podía escuchar el aleteo de Dave siguiéndola en la oscuridad, pero no le importó. Sólo quería llegar pronto y comprobar que nada malo le había ocurrido a Kevin y que continuaba durmiendo tranquilamente tal como lo había dejado. ―¡Kiche! ¡Kiche! ―exclamó, irrumpiendo en la habitación sin ni una pizca de delicadeza. Sólo pudo volver a respirar cuando lo vio allí, durmiendo con calma, ajeno a todo cuanto ocurría con Kiche montando guardia por los pies de la cama. ―No tienes mucho tiempo, sólo un par de días antes de que se desate una verdadera guerra ―le advirtió David, entrando también a la habitación―. Todos los demonios estarán aquí intentando acabar con él. ―Y aquí estaré para dar la cara ―espetó ella, con voz seca―. Pero a él no le harán daño. No lo permitiré, si siquiera te lo permitiré a ti. ―Ally… ―Vete ―le ordenó ella, volteándose a verlo con actitud desafiante―. No quiero tener que enfrentarme a ti, no después de lo que acabamos de compartir. ―¿Serías capaz? ¿Te atreverías a atacarme por… él? Ally miró a Kevin por sobre su hombro y dirigió su vista nuevamente al demonio de alas negras que estaba al otro lado de la habitación. ―Si para que se cumpla tu profecía necesitabas un guardián, pues felicidades: aquí lo tienes ―respondió, sorprendiéndose incluso ella misma de lo firme que sonaba su voz―. Ahora debes entender que Kevin es el motivo por el cual fui creada y por el cual estoy dispuesta a morir. Seré un Guardián hasta que él exista y daré todo porque así siga siendo. ―Pero… ―Me convertiré en un demonio el día en que él deje de existir, pero no les dejaré la tarea fácil ―replicó Ally, sin dejarle continuar―. Si es necesario me convertiré en su sombra. Si fallo, entonces se demostrará que no tengo el derecho a ser un ángel guardián y me sumaré a ustedes para cumplir mi destino. Página | 202


Dave meneó la cabeza con tristeza. ―Lo expones a un mayor peligro quedándote a su lado que dejándolo sin tu protección, ¿por qué eres tan terca? ―Vete ―repitió ella, esta vez sin mirarlo y volteando para comprobar que Kevin continuara durmiendo―. Vete con ellos. Cuando volvió a mirar sobre su hombro ya no estaba allí, pero había dejado la ventana abierta tras él, como indicando que pronto regresaría.

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19. Ayuda. Un trueno resonó a lo lejos. Sabía que correr no servía de mucho, pero debía encontrar un lugar para ocultarse, debía perderlos. Tampoco podía arriesgarse a volar, el cielo debía estar lleno de ellos buscándole por doquier. ¡Maldición! ¿Cómo había sido tan tonta de dejarse ver? Ahora sí que estaba en serios problemas. Si aquellos arcángeles llegaban a comprobar que era ella y la relacionaban al lugar al que pretendía dirigirse, acabaría condenada al igual que Joe. ―Este sería un buen momento para que aparecieras ―murmuró con un toque de ironía en un jadeo, mientras miraba por sobre su hombro, sin dejar de correr―. ¿Dónde estás cuando realmente se te necesita? El sonido de aquellos pasos se acercaban cada vez más y nunca los guerreros le habían parecido tan amenazantes. Intentaba ocultarse entre las sombras cada vez que cambiaba de dirección y se escabullía en un callejón, pero todo era inútil. Nada de lo que hacía podía siquiera confundirlos. Ella no contaba con todo el entrenamiento que ellos tenían. Si al menos pudiera desaparecer de allí, pero no. No podía viajar y ocultarse en alguna otra época porque Demian iba con ella y no podía dejarle atrás. Sabía que eso sería prácticamente un suicidio, si llegaban a atraparlo, si lo lastimaban, entonces sí estaría perdida. ¡Argh! ¿Por qué nunca había aprendido a llevar a alguien en sus viajes? Sí, otra vez llegaba a la misma conclusión: tenía un don inútil. ―¡Demian! ¡A la derecha! ―susurró, señalando el callejón que se abría en esa dirección con un gesto de cabeza.

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En completo silencio, tan sigiloso como era, el felino corrió delante de ella para guiarla en la oscuridad. Miró nuevamente sobre su hombro y se obligó a continuar corriendo. No podían atraparla, no justo en ese momento. Sus pasos hacían eco entre los viejos muros y el agua salpicó en todas direcciones cuando tropezó y cayó en un charco lodoso. ―¡Maldición! ―exclamó, intentando ponerse en pie con una mueca de dolor. Tenía las manos magulladas, pero debía seguir adelante. Tenía que conseguir ayuda y sabía quién era el único que podía dársela: Joseph. El caso era que si ellos (los arcángeles) descubrían que mantenía contacto con un demonio, también la condenarían a ella. Y ya no tenían tiempo qué perder: necesitaba su ayuda para Ally. ―¡Vamos, Demian! ¡Adelante! ―vociferó, alentándolo al ver que se había detenido para esperarla―. ¡No tenemos tiempo! Demasiado tarde se dio cuenta de la trampa en que había caído: los pasos se acercaban en tropel y se encontraban en un callejón sin salida. ¡Argh! ¡La habían acorralado! ¡La habían orillado hasta allí a propósito! Miró en ambas direcciones, sumida en la desesperación, a la espera de encontrar una salida. Bien, uno de los muros tenía unas grietas por las que podría trepar fácilmente. Ahogando una expresión de dolor por las magulladuras que le ardían en las manos, comenzó a subir por la muralla, pero la humedad y la lluvia no le ayudaban y resbalaba una y otra vez, yendo a dar al suelo. El sonido de los pasos cada vez era más fuerte y cercano. Alzó la vista para plantearse nuevamente la posibilidad de volar, pero sólo una sombra alada bastó para disuadirle: allí también estaban ellos a la espera de verle aparecer. ―¡Ocúltate! ―le ordenó a Demian, haciendo un gesto para que él continuara trepando por el muro, pero el lince no se movió ni un centímetro del Página | 205


lugar en el que se encontraba―. ¡Obedece! Si te atrapan a ti, entonces sí estaré perdida… Bastó eso para convencer al felino de continuar adelante. Ambos dependían el uno del otro, pero mientras él se mantuviera a salvo los dos tenían muchas más posibilidades de continuar existiendo. ―¡Aquí está! ¡Por aquí! ―exclamó uno de sus perseguidores con júbilo, advirtiéndole a sus compañeros que por fin habían conseguido acorralar a su presa―. ¡Por…! Pero no pudo continuar porque, de pronto, su rostro quedó con expresión vacía y se desplomó repentinamente en el suelo. Cam tardó un segundo en comprender qué era lo que realmente había ocurrido: su tótem, el halcón que le acompañaba, había emprendido el vuelo en dirección a ella para atraparla y de pronto, sin saber cómo ni cuándo exactamente, una flecha plateada había rasgado el aire y le había atravesado certeramente el corazón. Si el espíritu era acabado, no había esperanzas de sobrevivir para el ángel. Y sólo alguien podía haber utilizado una flecha como ésa tan sigilosa y precisamente. De la nada, él apareció en la mitad del callejón con otra flecha ya preparada en el arco, a la espera de que apareciera otro de los guerreros celestiales, pero nada. ―¡Joe! ―murmuró Cam, nunca se había alegrado tanto en su existencia de ver a uno de esos oscuros seres con sus negras alas extendidas frente a él―. Pensé que… ―¿Estás bien? Dime que sí, por favor ―suplicó él, arrodillándose frente a ella y examinando su rostro con la escasa luz que les ofrecía aquel lugar―. ¿Alcanzaron a lastimarte? ¿Llegué a tiempo? ―Estoy bien ―afirmó ella, limpiándose los rastros de lodo que llevaba en las mejillas para que él pudiera verla mejor y dejara de preocuparse―. Ahora vamos. Debemos salir de aquí.

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―¿Y Demian? ¿Dónde está? ―inquirió Joe, mirando en todas direcciones a la espera de ver al malhumorado lince―. ¿Lo atraparon ellos? ―¿Qué? No, claro que no ―balbuceó Cam, apoyándose en él para colocarse en pie―. Le dije que se ocultara, que se fuera sin mí para que no lo capturen… ¡Joe, por favor! ¡Vámonos de aquí! ¡Vienen más de ellos en camino! Ya era demasiado tarde: estaban rodeados otra vez. ―Joe, podemos huir ―susurró ella, realmente asustada, cuando sintió cómo él la ocultaba tras de sí y comenzaba a prepararse para luchar―. Por favor, no lo hagas… No les mates. Sé que podemos conseguirlo juntos, sé que podemos escapar. ―Te han visto conmigo ―repuso él, sin querer escuchar razones―. No puedo correr el riesgo de que… ―¡Joe, escúchame! ―vociferó Cam, obligándolo a voltear y tomándolo por el cuello de su camiseta con desesperación. Aunque era varios centímetros más alto que ella, sus rostros se encontraban a la misma altura y podía ver la determinación en su mirada: acabaría con todos ellos―. ¡No quiero que lo hagas! ¡No quiero que vuelvas a mancharte las manos con…! ―Mi deber es mantenerte a salvo ―murmuró él, besando su frente, sin dejarle continuar―. Y eso haré, no importa cómo. Todas sus súplicas fueron inútiles. Antes de que al menos alcanzara a comprender de dónde habían surgido todos esos arcángeles, ya ninguno de ellos existía. Nunca se había dado cuenta de lo rápido y mortal que podía legar a resultar Joe cuando estaba decidido a luchar. Jamás se hubiera imaginado esa expresión de ferocidad en su rostro, ni aquel fuego llameante en su mirada cada vez que enarbolaba su arco y dejaba escapar una flecha siguiendo un objetivo claro: matar. Casi no podía reconocerle mientras se enzarzaba en una lucha cuerpo a cuerpo con el último guerrero que quedaba en pie.

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―¡No! ¡No, Joe, por favor! ¡No lo hagas! ―suplicó Cam, abalanzándose sobre él entre sollozos al ver que le arrebataba su daga al arcángel y la acercaba peligrosamente a su garganta sin dejar de forcejear―. No lo mates… por favor. ―Lo siento, cariño ―masculló él entre dientes―. Eres tú o él… Y sé bien a quién elijo… Cerró los ojos al ver su determinación, pero eso no evitó que escuchara el sonido del cuchillo rasgando su dura piel, seguido por el alarido de dolor del zorro ártico que le acompañaba. Todo había acabado. ―Ven acá ―murmuró Joe, abrazándola repentinamente con fuerza, aunque también con ternura―. Tranquila, ya todo está bien. Sabía que actuaba estúpida e infantilmente (si es que se podía utilizar esa expresión con seres como ellos que jamás habían sido niños), es decir, ¡acababa de rescatarla!, pero no pudo evitar apartarle de ella con un gesto brusco y retroceder varios pasos para colocar distancia entre ambos, pero también entre ella y la docena de cadáveres que allí estaban. ―¡Ahora debes estar contento! ¿No es así? ―exclamó, sintiendo que su voz sonaba temblorosa. ―¿Qué? ¿De qué hablas? ―¡Los mataste! ¡Acabaste con ellos! ―vociferó ella, comenzando a caer en la histeria producto de los nervios―. ¿¡Por qué tenías que matarlos!? ¿¡Por qué no podíamos simplemente marcharnos y dejarles aquí!? ―añadió, regresando a él sólo para golpearlo una y otra vez en el pecho hasta conseguir que chocara con uno de los muros―. ¿¡Ya tuviste suficientes por hoy o también piensas acabar conmigo!? ―¡Hey! ¿Me quieres explicar de qué rayos estás hablando? ―murmuró Joe, tomándola con fuerza por los brazos para que dejara de atacarlo de una buena vez―. ¿Acaso te volviste loca? Nunca te lastimaría ―añadió, girando sobre sí mismo para que fuera ella quien quedara de espalda contra la pared―. ¿Qué más tengo que hacer para demostrar que daría todo sólo por saber que estás bien? Página | 208


―susurró, hablando casi sin mover los labios a medida que acortaba la distancia entre ellos y daba otro par de pasos para cerrarle completamente el paso. ―No, por favor ―suplicó Cam, al notar cómo se acercaba lentamente a su rostro con la vista fija en sus labios―. No lo hagas si otra vez piensas dejarme… No vuelvas a besarme si luego vas a dar media vuelta porque no creo que pueda soportarlo. Sus palabras bastaron para hacerle retroceder con una mueca en los labios y para que ella se rodeara el cuerpo con los brazos en un intento por reprimir sus ansias de correr a él. ―Lo… lo siento ―balbuceó luego de un segundo, respirando hondo para recuperar la calma―. Sé que acabo de comportarme como una estúpida, pero tenía tanto miedo… ―Jamás hubiera permitido que te lastimaran ―repuso él, observándola con un dejo de tristeza―. Te lo prometí. Sólo temía no llegar a tiempo, te movías tan deprisa que me costó seguirte el rastro. ―No me refería precisamente a mí ―susurró Cam, bajando la vista―. No es la única forma en que alguien podría lastimarme… Ya no. Joe dejó escapar un suspiro y una sonrisa a medias se dibujó en sus labios al comprender el verdadero significado oculto tras sus palabras, pero ¿qué podía hacer? No estaba dispuesto a aceptar que alguien como ella tuviera que compartir un destino tan oscuro como aquel al que lo habían condenado y sabía bien que eso sería lo que ocurriría si permitía que todo eso llegara más lejos. ―Soy fuerte ―fue todo lo que se atrevió a decir, aunque no se atrevió a mirarla a los ojos―. No debes preocuparte por mí. ―Una docena de arcángeles contra un solo demonio es como para preocupar a cualquiera ―replicó ella con un dejo de humor negro―. Cúlpame por ser normal y… ¿qué es eso? ¿Estás herido? ―murmuró, notándolo por fin con la escasa luz que allí tenían―. ¡Por Dios, Joe! ¿Qué fue lo que te hicieron? ―exclamó, con una nueva nota de histeria.

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―No es nada, no te preocupes ―repuso él, intentando alejarse, pero había resultado inútil: Cam ya estaba examinando detenidamente su brazo, aunque sin atreverse a tocarlo―. Te digo que… ―¿Qué? ¿Cómo ocurrió eso? ¿Cómo lo hiciste? ―balbuceó ella, completamente confundida al ver que la herida abierta que había tenido segundos atrás en el brazo ya no era más que una delgada cicatriz que luego desapareció por completo. Entonces su vista se centró en su cuello y una sonrisa a medias se dibujó en sus labios al ver lo que allí llevaba: Joe se las había arreglado para transformar la pluma que ella le había regalado en una especie de amuleto y lo llevaba con él―. Aún la conservas ―murmuró, llevándose instintivamente la mano a su muñeca derecha, allí donde ella había hecho lo mismo con la pluma negra que él le había entregado. El fantasma de una sonrisa se asomó en los labios del demonio, pero no alcanzó a ser más que eso. Con un gesto de cabeza le indicó a Cam que le ayudara a apilar los cuerpos inertes de los arcángeles para incinerarlos y eliminar la evidencia de lo ocurrido. Necesitaba ocupar su mente y sus manos en otra cosa que no fuera… ella. Debía mantenerse en movimiento si no quería perder el control y volver a conducirla a ciegas contra la pared sin importarle si estaba o no de acuerdo con ello. Porque sabía bien que no sería capaz de detenerse otra vez: si volvía a tener una excusa para rodear su cuerpo con sus brazos la besaría sin importarle que estar rodeados de una docena de cadáveres no fuera el lugar más apropiado para una escena romántica. ―¿Puedo saber cómo me encontraste? ―inquirió ella en un murmullo, intentando no mirar el cuerpo que arrastraba por el lodo para dejarlo en la pila―. ¿Cómo supiste que necesitaba ayuda? ―Te vi hace un par de días ―respondió Joe, colocando el último cadáver en el montón―. En una visión ―aclaró, al ver que ella fruncía el ceño con expresión confusa. ―Creí que necesitabas el contacto físico para ‘ver’. ―No siempre ―repuso él, dejando caer una cerilla sobre los cuerpos que ardieron en seguida―. Cuando ya me he acostumbrado lo suficiente a alguien, Página | 210


puedo verle sin necesidad de contacto. Aunque esas imágenes siempre resultan menos claras, por eso tardé tanto en dar contigo ―añadió, sin atreverse a mirarla aún―. Creo que ya podemos irnos, no es necesario que sigas viendo esto. ―Está bien. Emprendieron la marcha en completo silencio. Sin acordarlo ambos tenían el mismo objetivo: encontrar a Demian. Por lo que planearon a poca altura intentando verle oculto entre las sombras. ―Allí está ―murmuró Cam, descendiendo al vislumbrar su inconfundible pelaje desde allí. ―¿Dónde está Nath? ―preguntó Joe, confundido al no encontrar al enorme felino blanco allí―. Creí que estaría con Demian. ―Eh… él ya no… ya no va conmigo a todas partes ―balbuceó ella, con una mueca―. Ya no podía… lo siento. ―Comprendo ―fue todo lo que Joe musitó, apartando la mirada―. Pero no deberías apartarlo de ti. Él puede cuidar de ti y de Demian. Tómalo como una recomendación. ―Lo haré ―le aseguró Cam, con un suspiro. Un silencio algo incómodo se alzó entre ellos. ―¿Así que necesitas mi ayuda? ―inquirió Joe, luego de permanecer varios minutos observando cómo acariciaba el espeso pelaje de su lince en completo silencio. Nunca había envidiado tanto al huraño felino. ―¿Cómo lo sabes? ―¿De qué otra manera te hubieras expuesto a semejante riesgo buscándome, sabiendo que había una partida de caza esta noche? ―replicó él, con cierto toque de ironía―. Sé que me buscabas porque lo vi y también sé que eres orgullosa y que jamás lo hubieras hecho de no creer que no tenías más opciones, así que dilo de una buena vez, ¿de qué se trata? Página | 211


―Ally. ―¿Ally? Cam suspiró y caminó en círculos frente a Joe, pensando en la mejor forma de abordar ese extraño y complicado asunto. Es decir, ¿cómo lo explicaba algo que ni ella misma entendía? Porque Ally se había vuelto simplemente loca, no había otra explicación para lo que estaba pasando por su cabeza en esos momentos. ―Pretende llevarse a Kevin lejos de aquí ―murmuró, frunciendo el ceño. ―¿A Kevin? ¿Qué Kevin? ―A su humano ―aclaró ella entre dientes―. Cree que corre peligro y que… los ‘tuyos’ irán a por él para hacerle daño. ―¿Los demonios? ¿Por qué los demonios se ensañarían con un…? ―el resto de las palabras nunca llegaron a surgir de su garganta―. Oh, oh. ―¿Cómo que ‘oh, oh’? ―inquirió Cam, comprendiendo cada vez menos de qué se trataba todo eso―. ¿Tú lo sabes? ¿Tú sabes por qué Ally pretende apartar a ese niño de sus padres para llevárselo a quien sabe qué lugar del mundo? ¿Tú sabes por qué los tuyos quieren a Kevin? ―No… no lo entiendes ―murmuró Joe, mirando un punto inexistente―. No lo quieren a él… ―¿Entonces? ―La quieren a ella… quieren a Ally. Cam tardó un segundo en darse cuenta que realmente había oído bien y que no se trataba sólo de su imaginación jugándole una mala pasada: los demonios iban por ella, por su hermana. Pero ¿por qué? ¿Qué les había hecho ella para merecer que la acorralaran a tal punto de decidir marcharse lejos, arrastrando con ella a un niño humano? ―Pero… ¿por qué?

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―Porque ella está destinada a ser una de los míos ―musitó Joe, sin salir aún de su propio asombro. Es decir, ¿la profecía ya se había revelado? No, no podía ser así, o Cam entendería el porqué del peligro y no estaría allí pidiéndole todas aquellas explicaciones―. Deben haber encontrado la información que les faltaba… Pero, ¿cómo? Los únicos que saben de quiénes podía tratarse son los antiguos y… ―¿Y…? ―David. Bien, cada vez entendía menos. ¿Por qué nunca nadie le había explicado nada de eso? ―Tenemos que darnos prisa ―dijo él de repente, sacándola de sus confusos pensamientos―. Si van tras ella, no podrá sola. Necesitará toda la ayuda posible. ―No ―repuso ella, tomándolo del brazo para que se detuviese. ―¿Cómo que ‘no’? ―Joe, tú no puedes estar implicado en todo esto ―replicó Cam, al borde de la desesperación. ―Creí que habías venido a mí por ayuda. ―No ahora que sé de qué se trata todo esto ―murmuró ella, mirándolo fijamente a los ojos y luchando contra su propio instinto que le aconsejaba olvidar todo y rodear su cuello en busca de sus labios―. No estoy dispuesta a exponerte a más peligros y que… ―Yo estaré bien ―la interrumpió él y, con una sonrisa algo triste, se acercó y besó la comisura de sus labios, sin atreverse a ir más allá por temor a lastimar nuevamente sus sentimientos cuando tuviera que alejarse otra vez―. Sé que me necesitas y aquí estoy. ―Pero… ―Siempre ―murmuró Joe con tal firmeza y seguridad que había conseguido que la palabra sonara a promesa―. Ahora vamos. Página | 213


Dejando escapar algo parecido a un suspiro resignado, Cam asintió con un gesto de cabeza y entrelazó sus dedos para emprender el vuelo. Bien, al menos eso le daba una buena excusa para estar cerca de Joe por un par de horas y, quizás con algo de suerte, días.

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20. Refugio. ―¿Será divertido? ―murmuró el niño con ilusión, mientras le ayudaba a meter algunas prendas de ropa en un saco de excursión que habían encontrado arrumbado al fondo del armario. ―Claro que sí, cariño ―aseguró Ally, sin atreverse a mirarlo directamente a los ojos por temor a que descubriera que en verdad no se trataba sólo de un juego: realmente se irían lejos de allí―. Ya verás, lo pasaremos muy bien antes de que tengas que marcharte a la escuela. Una sonrisa realmente enorme se dibujó en los labios del niño y tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no empezar a dar saltos y gritos de emoción sobre la cama. A lo que Ally sólo sonrió a medias y terminó de guardar todo lo necesario en el saco para luego ocultarlo bajo la cama. ―Tu madre ya viene a darte las buenas noches ―anunció, escuchando desde allí el sonido de sus pasos en los primeros peldaños―. Yo saldré por un segundo para que… ―Pero… quiero que te quedes ―repuso el niño, haciendo un puchero―. Ella no dirá nada porque no puede verte, ¿no? No quiero que me dejes. ―No me iré, simplemente saldré un segundo con Kiche, ¿está bien? ―murmuró Ally, besando su frente―. Regresaré en cuanto se vaya. Necesitas pasar más tiempo con ella. Estaré en el balcón, ¿está bien? Kevin asintió de malas ganas y corrió a buscar su pijama. Últimamente pasaba más tiempo con su ángel guardián que con sus padres, pues ellos parecían estar demasiado ocupados con sus reuniones y fiestas sociales como para prestarle atención a las trivialidades de un niño de seis años. ―Te esperaré para que me cuentes más cosas del ‘cielo’ ―exclamó, cuando vio que Ally ya desaparecía. ―Aquí estaré ―murmuró ella. Página | 215


Una vez en el balcón dejó escapar un suspiro y tuvo que reprimir una maldición cuando escuchó cómo la madre de Kevin lo arrullaba y preparaba para dormir. Sabía bien que sufriría cuando su hijo desapareciera y ya no pudiera verlo, pero ¿qué más podía hacer? ¿Esperar a que una horda de demonios desquiciados quisiera acabar con él? No, esa no era la solución y ella lo sabía bien. Pero… ¡argh! ¡No podía resignarse! ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo podía aceptar que su destino estaba escrito por alguien más y que sólo por eso terminaría convirtiéndose en un ser oscuro? ¡Ni siquiera tenía idea de qué se suponía que debía hacer una vez que se convirtiese en demonio! Se suponía que todos hablaban de una especie de ‘salvador’ que sería capaz de cambiar el destino de los demonios, pero ¿cómo podía ella hacerlo? ¡No era más que un guardián! Uno común y corriente, sin ninguna otra particularidad que la de meterse en los líos más sorprendentes sin tener idea de cómo. ¡Argh! ¿Por qué le ocurría todo eso a ella? Ahora no tenía idea de cómo salir de allí y lo peor era que terminaría arrastrando a un niño inocente en algo que nada tenía que ver con él. De pronto un sonido capturó su atención, sacándola de sus pensamientos y colocándole en alerta: era un aleteo… No, eran dos y se acercaban a toda prisa. ¿Y si eran demonios? ¿Qué ocurría si se trataban de ellos e iban para hacerle daño a Kevin? No, no, no. No podía permitir que eso ocurriera. Él era su responsabilidad y mientras ella fuera su guardián nadie le haría daño. ―¿Quién…? ¿Quién anda ahí? ―exclamó, intentando que su voz sonara firme, mientras bajaba en dirección al callejón. Porque ellos, quienes hayan sido, en vez de dirigirse directamente hacia ella, habían preferido ocultarse allí en las sombras. No podía tratarse más que de demonios, se repetía mentalmente. ¡Maldición! ¿Por qué nunca se había esforzado más en las clases de lucha? ¿Qué hacía ahora? Página | 216


―Tranquila, sólo soy yo ―murmuró Cam, saliendo de la protección de la oscuridad y quitándose la capucha que llevaba ¿lodo encima?―. No quise ir hacia ti porque… ―No hay cuidado, Kevin ya sabe de ti y no… ―Traigo compañía… ―completó ella, sin dejarle continuar―. Ven acá, Joe ―susurró, extendiendo una mano hacia las sombras. ¿¡Qué!? ¿¡Acaso Cam había perdido la razón!? ¿¡Cómo se le ocurría…!? ―¿¡Cómo se te ocurre traer a un demonio hasta aquí!? ―exclamó, intentando abalanzarse sobre él, pero Cam se atravesó decididamente en su camino―. ¿¡Te das cuenta que él es uno de ellos!? ―Ally, por favor, escúchalo ―suplicó Cam entre dientes, debido al esfuerzo que hacía para contenerla―. Sabes que Joe no es como… ―¿Qué? ¿Qué no es como los demás demonios? ―inquirió ella con un toque de ironía―. ¿Y cómo lo comprobamos? ¿Colocando en peligro la vida de Kevin? ¡Claro! ¡Sencillo!, ¿no? ¡Vamos! Digámosle a un demonio más que experimentado en combate dónde se encuentra el humano que los suyos tanto buscan… ―Allyson, por favor, tú mejor que nadie deberías saber que yo no quería esto para mí ―musitó Joe con un dejo de acusación, mientras tomaba delicadamente a Cam para que dejara de forcejear con su hermana antes de que terminara lastimada―. Y no culpes a tu hermana, ella sólo quiere ayudarte. No pudo evitar sentirse culpable al oír las palabras de Joe. Claro que lo sabía: Joe había terminado así por su culpa. Había sido condenado simplemente por querer cumplir con su deber y proteger a los suyos. Él no era como los demás demonios. ―Lo… lo siento ―balbuceó, sin atreverse a mirarlo―. Es sólo que… no puedo permitir que le hagan daño. ―Lo comprendo ―asintió él, con una sonrisa a medias―. Y en realidad haces bien en no confiarte así como así de los demás. Pero yo no estoy aquí para

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hacerte daño, ni pretendo hacérselo a Kevin para obligarte a cumplir un destino que no quieres… Ally alzó la vista algo sorprendida al oírle pronunciar el nombre de su humano y por un segundo desconfió de sus buenas intenciones, pero entonces recordó a Cam y la miró en busca de algún tipo de explicaciones. ―Necesitabas ayuda y no se me ocurrió a quién más recurrir ―explicó ella, encogiéndose de hombros con una sonrisa a medias―. No podemos decir que contemos precisamente con los nuestros, para ellos un humano es un humano y listo. No es como si fuera la gran cosa o como si fuesen a lamentar su muerte, ¿no es así? ―Gracias ―fue lo único capaz de murmurar Ally―. Pero sigo sin comprender en qué puede ayudarnos tener a Joe. ―¿Olvidas que soy un demonio ahora? ―inquirió él con un toque de divertida ironía―. Puedo tener buenos contactos y buenas fuentes. ¡Dios! ¿Cómo podía conservar el sentido del humor aún en una situación como esa? Es decir, ¿cómo podía bromear con su propia condena eterna? ―Ally, sé lo que estás pensando ―murmuró Joe, con el ceño algo fruncido―. Y no es tan sencillo sobrellevar esto ―añadió con un extraño dejo de tristeza mientras ¿dirigía su mirada a Cam?―. Por lo mismo estoy dispuesto a ofrecerte mi protección, porque sé a lo que te enfrentas. ―¿Protección? ¿Qué clase de…? ―Digamos que ya ‘traicioné’ a los míos una vez ―dijo él, encogiéndose de hombros―. No me costaría mucho trabajo volver a hacerlo por una causa que creo que es la correcta. ―Pero… tú… se supone que deberías estar ansioso por… ―balbuceó Ally, completamente confundida―, el destino de los tuyos y la profecía… ―¿La profecía? ¿Qué profecía? ―inquirió Cam, mirándolos a ambos una y otra vez a la espera de una respuesta―. ¿De qué están hablando?

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―Yo mejor que nadie comprendo cómo es el destino ―repuso Joe, ignorando olímpicamente las preguntas de Cam. No, ella no tenía por qué verse implicada en todo eso, mientras menos supiera de todo ese asunto, mucho mejor―. Y, créeme, si es tu destino convertirte en uno de los míos ocurrirá tarde o temprano, pero no tiene que ser de esta forma… No hay necesidad de exponer a un ser que nada tiene que ver en todo esto y no soy partidario de lo que los demás pretenden hacer. A mí me condenaron a ser algo que no quería y no busco lo mismo para nadie más, aunque mi propio destino esté en sus manos… La elección debe ser tuya. Una sonrisa a medias se dibujó en los labios de Ally al oírlo. Sí, definitivamente Joe no se merecía el destino al que había sido condenado. Era demasiado noble para tratarse de un ser oscuro. ―Gracias ―repitió una vez más―. A ambos. Pero el gimoteo de Kiche hizo que todos olvidaran la idea de sonreír y se colocaran alertas. ―En marcha ―ordenó Joe, buscando una flecha tras su espalda―. Debes tomar a Kevin y… ―Pero… no puedo ―repuso Ally, asustada―. No precisamente hoy. Se supone que… ―Cambio de planes ―replicó él, mirando al cielo y en todas direcciones a la espera de ver aparecer algún ser con alas negras―. Debemos darnos prisa. Si quieres salvar a tu humano tendrás que llevarlo lejos, pero hoy. No necesitó que se lo repitieran dos veces para desplegar sus alas y volar con prisa de regreso a la habitación de Kevin. Ya pensaría luego en una buena excusa para explicarle por qué se lo llevaba antes de lo planeado. ―Joe ―murmuró Cam, quedándose rezagada y mirando desde allí a su hermana que ya se había adentrado en la casa―. No quiero que… ―no sabía cómo decirlo, es decir, ella misma lo había buscado para que ayudara a Ally―. Ellos te verán, verán que estás de nuestro lado y luego… Página | 219


―No me verán si no quiero que lo hagan ―repuso él con una sonrisa a medias―. Tú mejor que nadie lo deberías saber, ¿no? ―añadió, con un dejo de diversión al recordar aquella vez en que Cam lo había acusado de ‘desaparecer’ en el bosque. ―Pero… ―Sé cuidarme, cariño ―murmuró y, sin más, rodeó su cintura y la besó al borde de la desesperación, intentando memorizar cada detalle de aquel momento y sonriendo sobre sus labios al sentir la fuerza con que ella se aferraba a su cuello y la urgencia con que se arrimaba aún más a su cuerpo, como si no le pareciera suficiente estar prácticamente pegados el uno al otro. ―Te pedí que no lo hicieras ―lo acusó ella, sin poder evitar una dulce sonrisa, mirándolo fijamente a los ojos cuando por fin se hubieron apartado luego de lo que le parecieron horas―. ¿O esto significa que ya cambiaste de…? ―Vete. Debes ayudar a Ally y sacar al humano de aquí ―le ordenó él como toda respuesta, alistando su arco y ocultándose en las sombras que le ofrecía el callejón como único respaldo―. Yo me encargaré de distraerlos para darles algo más de tiempo y… lo siento ―añadió en un susurro apenas audible, sin dejarse ver en la oscuridad. ―Comprendo ―afirmó Cam, con desilusión―.0 Por favor, ten cuidado. Aunque nunca te he tenido realmente, no soportaría… perderte. Cuando llegó a la habitación, Ally tenía todo prácticamente listo: un saco con las cosas de Kevin y al mismo Kevin colocándose ropa precipitadamente sobre el pijama. ―¿Qué…? ¿Qué hacemos? ―musitó ella, con nerviosismo, mientras ayudaba al niño a alistarse―. ¿Qué dijo Joe? ¿Alguna idea? ―Nos dará tiempo y los distraerá ―fue todo lo que pudo decir Cam, aún algo aturdida por lo que acababa de ocurrir allí abajo―. ¿Ya lo tienes todo? ―Ajá…

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―¿Ka… Ally? ―murmuró Kevin, bastante confundido―. ¿Qué…? ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué…? ―Ella nos acompañará, ¿está bien? ―murmuró Ally, acuclillándose frente a él para mirarlo a los ojos―. Debes confiar en mí. Todo estará bien ―prometió, besando su frente―. Ahora vamos. ―Pero… ¿a dónde? ¿Por qué ?―preguntó el niño, comprendiendo cada vez menos―. Dijiste que nos iríamos de campamento en un par de… ―Cariño, sé lo que dije, pero hubo un cambio de planes ¿está bien? ―farfulló Ally, intentando sonreír para infundirle confianza―. Te prometo que será divertido. Cam irá con nosotros y… ―Dámelo ―musitó ella, de repente, extendiendo sus brazos―. Dame a Kevin. ―¿Qué? ¿Cómo que te dé a…? Sin esperar a que le diera su aprobación, Cam tomó al niño entre sus brazos y lo arrulló contra su pecho. Era ligero (o al menos a ella le parecía así, considerando sus habilidades) y era increíblemente cómodo cargarlo cuando se aferraba de esa forma a su cuello. ―Ellos esperan que no te apartes de él ―explicó, tendiéndole la bolsa a Ally, para que ella la llevara y así el bulto se confundiera con el humano―. No esperan que seas capaz de apartarte de él o confiárselo a alguien más… ―¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? ―preguntó Kevin, cada vez más asustado. ―Nadie, cariño, nadie ―lo tranquilizó Ally, con una mirada reprobatoria para su hermana: tenía que ser más cuidadosa, por poco mencionaba a los demonios y entonces sí que lo asustaría―. ¿Estás segura de que esto funcionará? ―le preguntó a Cam, dejando traslucir toda su ansiedad y preocupación en su voz―. Si llega a ocurrirle algo, yo no sé qué… ―Tranquila, ellos no esperan que sea yo quien lo lleve ―repuso ella, indicándole a Demian que fuera adelantando camino para ver si estaba despejado―. Sólo dime a qué lugar lo llevo y allí estaré al amanecer. Página | 221


―Al sur, a la costa ―balbuceó Ally, empujándolos hacia la salida para que se pusieran en marcha cuanto antes―. Mantente en movimiento, así no darán con ustedes. ―Pero… ―Yo sabré encontrarlos. ―Ally… no, Ally, yo no quiero irme sin ti ―sollozó Kevin, intentando zafarse de Cam y regresar a ella―. Por favor, llévame contigo… ―Cariño, Cam te cuidará tan bien como yo misma, ¿entendido? ―murmuró ella, acariciando su rostro y besando su frente―. Yo estaré allí al amanecer. Por favor, has caso a todo lo que te diga. Prometo que todo esto irá bien y pronto nos divertiremos mucho. Sin dejar de sollozar, Kevin asintió con un gesto de cabeza y se sujetó nuevamente con fuerzas del cuello de Cam. ―Camille, si algo llega a ocurrirme, si ellos me atrapan o… ―Lo cuidaré como si fuera mi humano ―completó ella, sin dejarle terminar la frase. No creía ser capaz de siquiera pensar en esa posibilidad―. No te preocupes, todo saldrá bien. Kevin estará a salvo. ―Gracias ―murmuró Ally una vez más. Cam sólo asintió con un gesto de cabeza y emprendió el vuelo. No había tiempo que perder. En cualquier momento estarían allí una docena, sino más, de demonios dispuestos a todo por acabar con la vida de Kevin y ella no podía permitir que eso ocurriera. ―No mires hacia abajo ―le advirtió, alzándose por sobre los edificios y descendiendo al darse cuenta que allí estaba a vista y merced de todos―. Cierra tus ojos y, pase lo que pase, no los abras. ―Está bien ―murmuró él, confiando en aquella extraña que sólo había visto un par de veces en su vida.

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Quiso mirar hacia atrás para saber qué ocurría, necesitaba saber qué tal iban las cosas para Joe y Ally, qué tantos demonios habían ido a su encuentro o si alguien más había acudido en su ayuda, pero se negó a hacerlo, sabiendo que debía mantener su concentración si quería salir bien librada de todo eso. Debía enfocarse en mantener a salvo a aquel humano como si su existencia completa dependiera de ello. Ally jamás le perdonaría si algo llegaba a ocurrirle. Y, a decir verdad, ella tampoco se lo perdonaría a sí misma. Ese niñito era encantador por donde le mirara. Abajo, Demian corría deprisa y desaparecía a momentos entre las sombras, manteniéndose siempre alerta, a la espera de cualquier sonido extraño que le pudiera alertar de un perseguidor no deseado. Una sonrisa de sorpresa se dibujó en sus labios al ver junto a su tótem al enorme felino blanco que los había acompañado hacía algunos días, corriendo con el mismo sigilo: Nath. ¿Cómo…? La respuesta era tan sencilla como obvia: Joe. ¿Cuándo se cansaría de protegerla? Esperaba que nunca o entonces sí estaría en problemas. Cuando se alejaron lo suficiente de la ciudad y creyó que ya no correrían peligro, descendió un poco más y voló casi a ras de suelo. Suponía que no era cómodo para un humano volar tan alto y a temperaturas tan bajas, sobre todo si se trataba de uno pequeño. Le pareció que la mirada de Nath se iluminaba al verle volar junto a él y no pudo evitar sonreírle: sí, lo había extrañado. Ya se había acostumbrado al tigre albino tanto como a su propio lince. Cuando llevaban casi toda la noche en movimiento, por fin divisó la costa del sur y ralentizó la velocidad para decidir dónde sería mejor ocultarse de los demonios y permanecer en un lugar más o menos visible o lógico para Ally. ―¿Dónde…? ¿Dónde estamos? ―balbuceó Kevin con tono somnoliento mientras miraba a su alrededor a la espera de reconocer el lugar.

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Había dormido buena parte del camino. Y Cam llevaba varios minutos contemplando como dormía al abrigo de Nath y Demian, cuyo pelaje debía resultar lo suficientemente cálido para él. ―No estoy muy segura ―murmuró Cam, con una sonrisa a medias―. La geografía de la Tierra no es precisamente mi fuerte. Pero ya está por amanecer, Ally llegará dentro de poco. Kevin sonrió con tristeza y Cam se sorprendió al ver que la abrazaba con fuerza y se ocultaba entre sus brazos. Oh, claro, debía tener frío. Tal vez se había equivocado respecto a los dos felinos. Instintivamente lo abrazó con algo más de fuerza y desplegó sus alas para que sirvieran de escudo contra la fría brisa del mar. ―Tengo miedo ―susurró él, con un hilo de voz apenas audible―. Tengo miedo de que Ally ya no vuelva. ―No pienses eso ―repuso ella, con una dulzura que no le resultaba nada propia, pero tampoco se le hacía incómoda―. Ally regresará, te lo prometió, ¿recuerdas? Para cuando quiso darse cuenta, Kevin ya se había dormido otra vez. ¡Vaya, sí que eran criaturas extrañas esos humanos! Con cuidado de no despertarle, se puso en pie y miró en todas direcciones a la espera de encontrar un lugar un poco más confortable para alguien como él. Un faro abandonado fue todo lo que pudo encontrar. Bien, era eso o la intemperie y creía saber bien cuál era su elección. Kevin necesitaba un lugar que al menos contara con un techo. ―Tranquilo, tranquilo ―susurró con ternura, al ver que él se removía algo inquieto entre sus brazos y dejó escapar un suspiro cuando por fin se quedó quieto y dormido otra vez―. Ally… ¿por qué tardas tanto? ―inquirió, notando que los rayos del alba ya comenzaban a colarse por las hendijas de aquel lugar―. ¿No te das cuenta que no sé nada sobre humanos?

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Una sonrisa tierna se dibujó en sus labios al ver cómo él fruncía el ceño entre sueños y murmuraba algo ininteligible. Nunca se lo había preguntado, pero ¿cómo sería soñar? ¿Los humanos siempre soñaban? Tal vez Ally tenía razón y resultaban criaturas mucho más fascinantes de lo que ella creía.

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21. Demonios. Cam acababa de desaparecer contra el cielo oscuro, ocultando a Kevin entre sus brazos, pero ella no podía permanecer allí tan tranquila, como si nada, confiando en verle al amanecer en las costas del sur tal como habían acordado. No mientras una horda de demonios se acercara con la esperanza de encontrar a su humano para destruirle y conseguir que ella se uniese a ellos. Sujetando la bolsa que contenía todas las cosas de Kevin contra su pecho (si es que había captado bien el mensaje de Cam, se suponía que debía hacerlo para que los demonios creyeran que cargaba al niño con ella), se dejó caer sigilosamente desde el balcón para intentar averiguar qué era lo que Joe tenía en mente. Necesitaban algún tipo de plan, ¿no? ―Por aqu í―murmuró Joe, para que se uniera a él al abrigo de las sombras―. ¿Y el humano? ―inquirió, confundido, al ver que todo cuanto llevaba era un saco abultado―. Creí que lo sacarías de… ―Cam acaba de llevárselo con ella. ―¿Qué? ¿Cam? ¿Cómo que…? ―estuvo a punto de perder la razón al oír sus palabras y emprender el vuelo tras ella para que regresara, es decir, ¿cómo se le ocurría a Cam meterse en semejante lío? ¡Ni siquiera tenía la menor idea de cómo tratar a un humano! Aunque no era eso lo que más le preocupaba, sino que si alguno de esos demonios llegaba a enterarse de que era ella quien se lo había llevado e iban tras ella… No, lo mejor era no pensar en ello. Debía mantener su mente despejada, debía asegurarse de acabar con todos quienes quisieran lastimarla y ella estaría bien―. ¿Estás segura de que es lo mejor? Sin dudarlo, Ally asintió con un gesto de cabeza y se aferró aún más al saco que acunaba contra su pecho como si se tratara del propio Kevin. Jamás le hubiera confiado su humano a alguien más, sabía que con Cam estaría a salvo de cualquier peligro, sabía que lo cuidaría como si se tratara de ella misma.

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―¿Ahora qué se supone que haga? ―susurró, intentando que su voz sonara firme y no dejara traslucir todo el temor que la invadía. ―Estarán aquí en cualquier momento ―espetó Joe, mirando en todas direcciones y aguzando mejor el oído―. Para desviar su atención sería mejor que marches en sentido contrario, así seguirán tu rastro y se alejarán de Kevin. Sepárate de Kiche y asegúrate de ocultarte bien. Yo me quedaré aquí para cuidar que no lastimen a sus padres. Cuando cese el peligro te buscaré y te acompañaré hasta tu humano, ¿entendido? ―Entendido ―afirmó Ally, dándose media vuelta para partir de inmediato, pero de pronto sintió que se quedaba congelada… …era demasiado tarde: ya estaban allí y eran decenas de ellos con sus negras alas extendidas tras su espalda. Liderados por Christine… y David. Al ver al que por cientos de años había sido su compañero de armas, convertido en un ser oscuro, Joe se envaró cuan alto era y tensó una flecha en su arco interponiéndose entre Ally y los demonios. Ya había escuchado los rumores acerca de su ‘cambio de bando’, pero no había tenido oportunidad de verle, mucho menos de enfrentarse a él. ―Joseph ―murmuró Christine, con una cordial inclinación de cabeza y con su característica voz cantarina―. Veo que ya te has adelantado y tienes lo que buscamos ―añadió con fingida complacencia, pues sabía bien que Joe no estaba allí precisamente para ser él quien les entregara a Ally―. Felicitaciones. ―Déjate de estupideces ―replicó él, con voz cortante―. Ya sé por qué se encuentran aquí y debo decir que no me sorprende… o al menos no de ti ―añadió, mirando significativamente a Dave, quien no apartaba su vista de Ally que se hallaba oculta tras su espalda―. Y sé que tú también entenderás cuál es mi postura frente a todo esto… Con una sonrisa exageradamente melosa, la muchacha rubia adelantó un par de pasos en dirección a ellos, consiguiendo que Ally se aferrara a la espalda de Joe completamente atemorizada. Página | 227


―¿Por qué siempre te equivocas de bando? ―inquirió Christine, meneando lentamente la cabeza―. Te lo advertí Joseph: a nosotros no nos traicionarás como lo hiciste con los arcángeles… Y aquí la traición no se paga con una condena, para nosotros la condena es la muerte. ―No soy el único traidor en tus filas y lo sabes ―replicó él con voz firme, pero una imagen cruzó en su mente y por un momento se preguntó si hacía lo correcto en ese momento: Cam, allí en ese mismo lugar, mirándolo con desilusión luego de que él la besara y le pidiera que se marchara y fuera con Ally. Por favor, ten cuidado. Aunque nunca te he tenido realmente, no soportaría… perderte. No. No podía darse por vencido sin siquiera intentarlo. Todo eso iba más allá de él o ella, eran demasiados los seres que dependían de lo que ocurriera en ese momento y ni siquiera la posibilidad de morir allí y no volver a verle era motivo suficiente para dejarse convencer de entregar a Ally. ―Ella es mía ―fue todo lo que musitó Dave, que se había mantenido en completo silencio hasta el momento―. Y su destino está junto al mío. ―Yo no estaría tan seguro de ello, al menos no hasta que ella lo decida ―musitó Joe, soltando la presión de su arco y dejando escapar la primera flecha con un objetivo que nunca antes se hubiera planteado: David. Como era de esperarse, falló. Dave era tan diestro como él en entrenamiento y batalla, por lo que ni siquiera se asustó al ver que la flecha plateada se dirigía a toda velocidad hacia él: simplemente giró sobre sí mismo y logró esquivarla con varios centímetros de holgura. Pero, aunque la saeta no dio en el blanco esperado, fue a parar al pecho de uno de los seres oscuros que se encontraba tras él. Eso fue todo lo que hizo falta para que se desatara el enfrentamiento y todos los demonios se abalanzaran sobre ellos. ―¡ARRIBA! ―exclamó Joe, empujando a Ally para que se diera prisa, mientras intentaba mantener a raya a todos los seres oscuros que luchaban por alcanzarle.

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Sin atreverse a cuestionarlo, Ally extendió sus alas y se dirigió al techo de la casa en que aún permanecían los padres de Kevin. No sabía cómo, pero necesitaba salir de allí antes de que fuera demasiado tarde… antes de que alguno de ellos le diera caza y ya no tuviera más opción que condenarse a ser un demonio. No, no se resignaría así como así. Si realmente creían que era acerca de ella de quien hablaba la profecía, no les dejaría tan fácil el que se cumpliera. Lucharía contra quien fuera para continuar siendo un guardián. Para continuar siendo el guardián de Kevin. Esperaba que Kiche se hubiese podido ocultar, porque con tanta prisa y alboroto le había resultado imposible llevarle con ella. Desde abajo le llegaban los ruidos que se producían entre el alboroto, pero sabía bien que Joe no podría detenerlos por demasiado tiempo así que tenía que darse prisa y encontrar la forma de huir. Miró en todas direcciones, buscando un lugar lo suficientemente oculto por las sombras para escabullirse sin que lo notaran, pero a esa altura era prácticamente imposible conseguirlo. ―¡Arriba! ―indicó una voz y sintió que se le oprimía el pecho al reconocer que se trataba del mismísimo David delatándola una vez más―. ¡Capturen al humano, pero sin lastimar a Ally! Reprimiendo las lágrimas al comprobar por sí misma lo que había querido negarse durante todos esos días, se aferró al saco como si se tratara del mismo Kevin y comenzó a correr por el tejado para tomar impulso y saltar al contiguo. Sabía que si emprendía el vuelo sería un blanco mucho más fácil de alcanzar pues en el aire sería imposible encontrar sombras o barreras que la ocultaran. No quiso mirar por sobre su hombro para comprobarlo, pero podía escucharlos: pasos de demonios acercándose con prisa, cada vez más cercanos, cada vez más amenazantes… …la alcanzarían, la atraparían y le obligarían a cumplir con un destino que ella no quería. Página | 229


Resignada, cerró los ojos y se aprontó a saltar al siguiente tejado, pero antes de que alcanzara a alzarse del suelo, sintió que alguien la tomaba del brazo con fuerza, anclándola al lugar en que se encontraba. Quiso forcejear y quitárselo de encima, pero era imposible. Quienquiera que la hubiese agarrado era demasiado fuerte para ella. ―Sólo deja ir al humano y nadie tendrá que lastimarlo ―suplicó él. ―¿Da…? ¿David? ―musitó Ally, dando media vuelta, completamente en shock―. ¿Por qué…? ¿Por qué me haces esto? ―Tú misma te lastimas negándote a aceptar quién eres y el destino que está escrito para ti ―murmuró él con un dejo de tristeza―. Ahora, dámelo y te aseguro que no permitiré que nadie le lastime… ―¿Por qué te cuesta tanto entenderlo? ―masculló ella entre dientes―. Nunca permitiré que le hagas daño… Nunca podrás acercarte a Kevin. ―¿Acercarme…? ―repitió David, confundido, y entonces su vista se centró en el bulto que ella afirmaba con fuerza contra su pecho y comprendió lo tonto que había sido al esperar que Ally expusiera al humano a todos aquellos demonios. Todo había sido una farsa para ganar tiempo―. ¡ALTO! ―exclamó, para los que continuaban luchando abajo―. ¡El humano no está aquí! ―Dave, escúchame bien, si te atreves a hacerle daño a él o a… ―¿O a quién más? ―la interrumpió él con perspicacia―. ¿Acaso fuiste tan ingenua de…? ―No te atrevas ―le advirtió ella con gesto amenazante. ―¡Busquen el rastro del humano y de un guardián! ―exclamó David, dándose media vuelta para reunirse con el resto de demonios―. ¡Su nombre es Camille y resulta ser la herma…! Todo ocurrió demasiado rápido. En un momento Joe se encontraba intentando mantener a raya a por lo menos una docena de demonios que luchaban por colarse en la habitación de Página | 230


Kevin, y al siguiente se encontraba derribando a David en el techo de la casa en un forcejeo cuerpo a cuerpo antes de que al menos alcanzara a terminar la frase. Se había movido a tal velocidad que, por un segundo, Ally llegó a pensar que había desaparecido en el aire y vuelto a materializarse junto a ellos. ―No te atrevas a involucrarla en todo esto ―lo amenazó Joe, presionando su cuello con fuerza―. A ella no la lastimarás, no lo permitiré… ―¿Qué ocurre contigo? ―jadeó David a causa del esfuerzo―. Es sólo un guardián… Deberías estar de nuestro lado y dejar de… ―A ella no ―repitió Joe, estrellando su puño contra su rostro, consiguiendo que Dave ahogara una maldición―. Ni tú, ni nadie, le harán daño. ―¿Sabes? ―inquirió Dave, respondiendo a su golpe y luchando por quitárselo de encima―. Christine tiene razón con respecto a ti… Ally ahogó un grito al ver lo que a continuación ocurría y retrocedió un par de pasos, completamente horrorizada ante el ser en que había llegado a convertirse David. No. Eso no podía ser cierto. El Dave que ella había conocido, de quien ella se había enamorado, no podía ser el mismo ser oscuro y despiadado que ahora tenía ante sí. No podía tratarse del mismo que acababa de desgarrar la garganta de Joe, del mismo que había se había sacrificado a sí mismo por él aceptando una condena que no merecía; Dave jamás hubiese cortado su cuello con su daga ahí mismo, frente a ella, sin siquiera pensarlo. El Dave al que ella amaba, al que se había entregado por completo en cuerpo y alma, jamás hubiera hecho algo así… Él existía para cuidar de otros seres, él siempre había estado allí para ella cuando más lo necesitaba, él siempre había llegado a tiempo y perdonaba sus errores, él… …él jamás hubiera matado de no ser necesario, de no tener otra alternativa.

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El David al que ella había conocido jamás se hubiera vuelto en contra de su propio compañero de armas, del mismo que había hecho hasta lo imposible por salvarle. Pero, claro, ella no había querido aceptar lo obvio: ese Dave ya no existía más. ―¡NO! ―exclamó Ally, abalanzándose sobre él para apartarlo antes de que terminara cercenándole la cabeza―. ¿¡Acaso te has vuelto loco!? ¡Es Joseph! ¿¡Qué es lo que tienes en la cabeza!? ―Claro, a él sí puedes aceptarle siendo un demonio, pero a mí no, ¿no es así? ―masculló David entre dientes, viendo cómo Ally tomaba a Joe entre sus brazos para interponerse entre ambos y así poder protegerle―. El valiente Joseph tiene tu aprobación. Pues bien, quédate aquí con él. ―Cierra la boca, Dave ―musitó ella, sin atreverse a mirarlo nuevamente a la cara, presa del miedo que ahora le inspiraba―0 Y vete… márchate y no vuelvas a buscarme. Ya no quiero nada de ti, ya nada nos une, ¿me has escuchado bien? ―Tarde o temprano lo aceptarás ―aseguró él, guardando nuevamente su daga en su cinto―. Nuestros destinos están unidos y no podrás evitarlo. Serás una de los nuestros. Escuchó sus pasos alejándose y su voz impartiendo nuevas órdenes acerca de dónde comenzar a buscar, pero nada de eso le importaba. Sólo podía pensar en que Joe estaba inconsciente entre sus brazos y probablemente tenía pocos minutos para pensar en qué hacer o cómo ayudarle. Sabía bien que no podía estar muerto. Es decir, a pesar de que Dave le había dejado gravemente herido, no había llegado a separar su cabeza del cuerpo y también confiaba en que Nath se encontraría a salvo. Aún así, sabía que una herida provocada con un arma de esas era muy difícil de curar (la única vez que lo había intentado había sido con Cam, pero no se trataba ni de lejos de una herida tan profunda como aquella y de todas formas no estaba segura de haberlo hecho del todo bien pues tardó demasiado tiempo en volver a volar como correspondía y que sus plumas volvieran a brillar con fuerza) y no estaba segura de conseguir que al menos recobrara el conocimiento. Página | 232


―Joe… Joe… por favor, reacciona ―suplicó, intentando ahogar los sollozos, luego de que hubiera intentado utilizar su don sin obtener ningún resultado―. Joseph… por favor, no puedes morir… no de esta forma… Pero tanto sus súplicas como su don resultaban inútiles: Joseph permanecía inmóvil entre sus brazos y la lluvia ya comenzaba a caer sobre ellos. Ya sin poder evitarlo, se aferró a él con más fuerza y ocultó su rostro en su hombro para ahogar su llanto y sus sollozos. No podía más con todo eso, sólo deseaba que se acabara de una buena vez, ya ni siquiera tenía fuerzas para luchar porque sabía que sería incapaz de enfrentarse a Dave, nunca podría siquiera pensar en lastimarlo porque el sentimiento que le unía a él iba más allá de lo que ella misma alcanzaba a imaginar y comprender… Iba más allá de la razón misma y eso le aterrorizaba. ¿Cuál era el siguiente paso? ¿Rendirse antes de que alguien más terminara lastimado? ¿Antes de que su hermana y Kevin terminaran pagando las consecuencias de sus actos? ¿Antes de que corrieran con la misma suerte de Joe? ―Ka… Ally… no permitas que vaya tras ella… debes… debes detenerlo… Aquel murmullo débil la sacó de sus pensamientos y la obligó a secarse el rostro. ―¿Joe? ¡Joseph! ―exclamó sin poder creerlo―. ¿Cómo…? ¿Cómo es posible? Hace un momento parecías… El esbozo de una sonrisa se dibujó en los labios del demonio y se llevó una mano al cuello. Ally intentó impedírselo, creyendo que intentaría tocarse las heridas, pero él la apartó con un gesto aún demasiado débil y rebuscó entre el cuello de su camiseta para enseñarle lo que allí tenía. ―Ella es mi guardián ―aseguró, dejando ver la delicada pluma de tinte anaranjado que llevaba atada al cuello―. Ella me protege. ―¿Cam? ―murmuró Ally, comprendiendo cada vez menos y ahogando una expresión de asombro al notar lo que había ocurrido.

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Su herida. El profundo corte que David le había dejado minutos atrás en la garganta, ya no era más que una delgada cicatriz rosada que apenas se alcanzaba a vislumbrar y, segundos más tarde, ya ni siquiera era eso, sino que había desaparecido por completo. ―Debes detener a Dave… debes impedir que le haga daño… ―balbuceó Joe. Tal vez su herida ya se había curado, pero aún se sentía demasiado débil como para hablar más fuerte y aún más para colocarse en pie y hacer él mismo lo que le estaba pidiendo. A pesar de ello, no pudo evitar aferrarse a la pluma que Camille le había obsequiado y preguntarse hasta qué punto lo había hecho a sabiendas. ¿Tal vez había visto en alguno de sus viajes que luego la necesitaría y por eso había insistido tanto ese día en querer dársela? ¿O sólo había dado por hecho que su talento para meterse en líos era lo suficientemente bueno como para merecer protección extra? ―No, Joe, ella está a salvo ―repuso Ally, extendiendo sus alas en un intento por protegerle de la lluvia―. Está lo suficientemente lejos como para que ellos no la encuentren. Ahora eres tú el que me preocupa. ―No entiendes ―replicó él, negándose a darse por vencido tan fácilmente―. Dave la encontrará. Lo conozco bien y sé que no se rendirá hasta dar con ella. Y… y le hará daño, lo sé… Sólo tú puedes detenerlo ―añadió, en tono suplicante… …y Ally sintió que nuevamente las lágrimas amenazaban con surgir de sus ojos. ―Eres tú quien no comprende ―sollozó, limpiándose el rostro, donde se mezclaban las gotas de lluvia y sus lágrimas―. Yo nunca podría enfrentarme a él, nunca podría hacerle daño porque le amo. Le amo más de lo que yo misma alcanzo a comprender y… ―¿Estás segura de eso? ―¿Qué? ¿Cómo que si estoy segura de eso? ¡Claro que lo estoy!

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―¿Nunca has notado nada extraño en Dave? ―inquirió Joe en un murmullo―. ¿Nunca te ha parecido extraño que fuese tan distinto a su tótem? ¿Nunca has sentido que no puedes permanecer alejada de él? ¿O que las discusiones no duran? ―Claro que sí, pero es porque lo amo, ¿no? ―musitó Ally, sin comprender hacia dónde quería llegar con todo eso―. Es normal que no pueda apartarme de él, o que las discusiones… ―¿Y no te parece un tanto enfermiza esa relación? ¿Por qué, aun sabiendo de lo que es capaz ahora que es un demonio, sigues defendiéndolo como si aún fuera el Dave que tú conociste? No supo qué responder. En su mente intentaba recordar cuándo había sido la última vez en que Dave se había comportado de la misma forma en que lo hacía antes, cuando aún era el arcángel sonriente que ella había conocido, y sin intentar influir en alguna de sus decisiones. O recordar cuándo se había sentido ella misma por última vez, sin la necesidad de agobiarse o sentir culpa cada vez que pensaba en él y en todo lo que estaba dispuesto a sacrificar por ella… ―Joseph… ¿cuál…? ¿Cuál es el don de David? ―preguntó, sin saber si en realidad quería conocer la respuesta. ―Nunca te lo dijo, ¿no es así? ―musitó él, con un dejo de comprensión en la voz―. Me sorprende que realmente hayas sido capaz de mantenerte firme durante tanto tiempo. Yo pensé que lo habías hecho porque sabías lo que él podía hacer y por eso no te dejabas influenciar o… ―El don ―insistió ella, sin querer desviarse más del tema―. Dímelo, necesito saberlo. ―Controla las emociones ―contestó Joe, dejando escapar un suspiro―. Es capaz de conseguir que cualquier ser se sienta tal como él lo desee. ¿Qué? ¿Cómo que David podía…? ¿Y por qué nunca se lo había dicho? ¡Por Dios! ¿De quién se había enamorado? Página | 235


Recién en ese momento se daba cuenta de que en realidad no sabía nada acerca de Dave. Nunca lo había hecho y aun así le había confiado ciegamente todo cuanto tenía: su alma y su corazón. Claro, Chaunce y él nunca habían encajado ante los demás porque en realidad era David quien nunca se mostraba tal cual era. Siempre ocultaba su propia esencia tras su carisma, así como siempre ocultaba todo. Así como, desde un principio, le había ocultado cosas sobre Marcus, sobre su hermana, sobre… ¿sobre qué más? ¿Qué más había sido capaz de ocultarle durante todo ese tiempo? ―No te preocupes, Joe… ―murmuró Ally, colocándose en pie―. Dave no le hará daño a Cam. Ya no le permitiré que lastime a nadie más… ―Ally… ―intentó detenerla él. ―No, tú debes cuidarte ―lo regañó ella, impidiendo que se levantara―. Yo iré tras él. Estoy segura de que podré detenerlo. Y antes de que Joe tuviese tiempo de decir algo más, emprendió el vuelo a toda velocidad. No sabía bien cómo, pero estaba segura de cumplir con su palabra: detendría a Dave, no permitiría que lastime a su humano, ni mucho menos a su hermana. Sería fuerte y ya no volvería a caer, se comportaría como lo que era: un guardián. Un manchón blanco y borroso corría bajo ella, siguiéndole el rastro. ―Kiche, busca a Chaunce ―le ordenó, descendiendo varios metros para que nadie más que ella escuchara―. Encuéntrale y tráelo a mí. Un gimoteo por parte de la loba le dio a entender que no comprendía el por qué de su orden. ―No hay tiempo para explicaciones ―musitó Ally, fijando su vista al frente para no tener que mirar directamente a Kiche―. Es necesario que regreses a tiempo. Yo estaré con David. Página | 236


Sabiendo que la loba no se atrevería a desobedecer una de sus órdenes, volvió a alzarse en el aire y continuó con su búsqueda sin siquiera voltear. Encontraría a Dave, lo hallaría antes de que fuese demasiado tarde.

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22. Enemigos. No quería pensar, sólo quería actuar de una buena vez, porque sabía bien que si se detenía al menos un segundo a evaluar lo que estaba a punto de hacer, terminaría dando marcha atrás y sería incapaz de… … no, no quería pensar en eso. Seguir el rastro de David resultaba increíblemente sencillo. Su aroma le resultaba inconfundible y se hallaba en todas partes. Parecía ser que él mismo le estuviera guiando a su encuentro, como si supiera que ella le seguiría los pasos. Tal vez todo ese trataba de eso, ¿no? Quizás sabía que ella iría a su encuentro y esperaba que fuese para decirle que por fin se daba por vencida y se uniría a ellos… ―Pues bien, si eso es lo que esperas, no sabes lo equivocado que estás ―murmuró, para sí misma, sin dejar de volar. De pronto se dio cuenta que comenzaba a alejarse de la ciudad y una extraña y fría sensación se adueño de su pecho. Eso sólo podía significar una cosa: Joe había tenido razón y David había dado con el rastro de Cam mucho antes de lo que ella imaginaba; después de todo, era un guerrero más que experimentado, ¿no? No, no, no. Ella no podía permitir que lastimara a Cam, no podía permitir que le hiciera daño a su hermana en su afán de que ella se uniera a los demonios. Debía llegar a tiempo, tenía que hacerlo. Sabía que mientras Kevin estuviera al cuidado de Cam, nada malo le ocurriría, ningún demonio se acercaría a él y mucho menos lo lastimarían, pero no quería imaginar el precio que su hermana estaría dispuesta a pagar para que así fuese… Página | 238


―¡Maldición! ―exclamó, cuando se dio cuenta que ya no podía ir más deprisa. Había superado incluso sus propios límites en velocidad. Nunca había creído posible volar tan rápido, todo lo demás le parecía borroso y el viento le azotaba el rostro con fuerza. Sin darse cuenta había llegado a la costa. No tenía claro en qué lugar específico de la península itálica se encontraba, pero debía ser al sur, tal donde le había indicado a Cam que se ocultara junto a… … tuvo que detenerse y retroceder un par de metros al captar un efluvio que le parecía demasiado familiar. ¿Era el de Kevin? ¡Por Dios, sí lo era! Y no sólo eso, sino que se hallaba mezclado con el de Cam y… y el de David. No, no, no. No quería pensar en lo que eso podía significar. Si no había llegado a tiempo, si David y los suyos habían llegado antes que ella, no quería imaginar en lo que ocurriría… en lo que le harían. ―¡Por Dios! ¿Dónde te metiste, Camille? ―murmuró, mirando en todas direcciones con desesperación―. Tienen que estar a salvo, tienen que haber huido… Sin pensar en lo que hacía, o tomar algún tipo de precaución, siguió el rastro que se dirigía hasta un faro abandonado y entró tan sigilosamente como pudo, aunque de todas formas sus pasos hicieron eco en el profundo silencio del lugar. Todo allí era tan viejo que incluso el piso crujió bajo ella, a pesar de que su andar resultaba tan ligero como una pluma. ―¿No te cansas de siempre tener la razón? ―inquirió una voz con un toque burlón que consiguió que se le erizara la piel: Christine. ―Te dije que vendría tras nosotros ―afirmó David con tono se suficiencia―. Le conozco lo suficiente. Página | 239


A pesar de la penumbra que inundaba el lugar, supo que sólo ellos se encontraban allí. Los demás demonios no estaban con ellos, pero ¿por qué? ¿Acaso había caído en alguna especie de trampa? ―¿Dónde están? ―preguntó Ally, sorprendiéndose una vez más al notar que su voz ni siquiera temblaba un poco―. ¿Dónde tienes a mi hermana y a Kevin? ―inquirió, mirando a David directamente, como acusándolo. ―Ellos no estaban aquí cuando llegamos ―respondió él con sencillez―. Seguimos su rastro, pero ya era demasiado tarde y… ―¡MIENTES! ―vociferó Ally y, sin pensarlo, se abalanzó sobre él, golpeándolo con fuerza y consiguiendo que se estrellaran juntos contra la pared opuesta―. Dime dónde están, qué les has hecho… Te juro que si te atreviste a lastimarlos… ―Tranquila ―murmuró David, para su hermana que ya comenzaba a extender sus alas con gesto amenazante―. Déjala, Christine. No sabe lo que hace, pero pronto reaccionará… ―¡Claro que sé lo que hago! ―lo contradijo Ally, golpeándolo en el pecho una y otra vez―. ¡No permitiré que vuelvas a lastimar a nadie! ¡Y tampoco permitiré que vuelvas a utilizarme o a manipularme! Dave frunció el ceño ante sus últimas palabras y dejó de forcejear para que se detuviera. En cambio, sujetó su rostro e hizo que lo mirara a la cara. ―¿De qué hablas, amor? ―inquirió, sin comprender ni una sola de sus palabras―. ¿Qué vuelva a ‘utilizarte’? ¿A ‘manipularte’? ―¡No vuelvas a llamarme así! ¿Entendido? ―exclamó ella, soltándose de su agarre con un gesto brusco y cargado de desprecio―. Ya te lo dije: nada nos une de ahora en adelante. Ya me harté de ti, ¡de ti y de tus mentiras! ―Cariño, cada vez comprendo menos… Ally se rodeó el cuerpo con los brazos y tuvo que luchar para reprimir las lágrimas. No tenía idea de por dónde comenzar a explicar lo que ocurría, o si al

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menos quería darse el trabajo de explicarlo, pues ni siquiera estaba segura de que valiese la pena intentarlo. Era… ¡argh! ¡Eran tantas cosas! Su cambio, sus mentiras, todo lo que ocultaba, lo que nunca le decía, la forma en que le hacía sentir (y que ahora no sabía si era real o no), cómo colocaba en peligro a los dos seres más importantes de su existencia sólo para conseguir lo que deseaba, sin importarle cuánto daño le hacía con todo eso y… ¿y él no comprendía? ¡Él! ―¿Cuándo…? ¿Cuándo comenzó todo esto? ―murmuró, sin atreverse a mirarlo a la cara―. ¿Cuándo comenzaste a hacer que me ‘enamorara’ de ti? Una sonrisa tierna curvó los labios del demonio e intentó acariciar su mejilla, pero ella retrocedió de inmediato y él frunció el ceño. ―Tú misma me lo dijiste, ¿no? ―le recordó, sin saber hacia dónde rayos se dirigía todo eso―. Soy el primer recuerdo que tienes, el primer ángel al que viste el día en que… ―¡Sabes de lo que te estoy hablando, maldita sea! ―estalló Ally, ya sin poder reprimir las lágrimas y los sollozos―. ¡Sé honesto por una maldita vez! ¿¡Desde cuándo!? ¿¡Desde cuándo manipulas mis emociones a tu antojo!? ¿¡Desde cuándo haces conmigo lo que quieras, como si fuera tu títere!? ¿Qué? Dave retrocedió un par de pasos al oírle y al entender el significado de sus palabras. ¿Ally lo sabía? ¿Ally sabía acerca de su don? ¿Cómo…? ―No, cariño… yo nunca… yo jamás… ―balbuceó, sin saber cómo explicar todo eso―. Nunca utilicé mi don contigo… jamás me hubiese atrevido a… ―Dime, ¿lo planeaste desde el principio? ―musitó ella, con voz agria, sin dejarle continuar con sus burdos intento de explicar lo que ocurría―. Siempre lo supiste y por eso me elegiste a mí, ¿no es así? Siempre supiste cuál era mi destino, Página | 241


siempre supiste que esa maldita profecía hablaba de mí y por lo mismo jugaste conmigo y manipulaste mis sentimientos hasta conseguir que… ―No, no, mi amor, tienes que creerme ―suplicó Dave, tomando su rostro entre sus manos con desesperación―. Yo nunca… ―¿¡Y cómo diablos quieres que te crea!? ―vociferó Ally, golpeándolo en el pecho―. ¿¡Cómo me pides que confíe en ti si siempre me ocultas todo, si terminas comportándote como…!? ¡Cómo un maldito demonio! ¿¡Cómo pretendes que confíe en ti si en este mismo momento persigues a quienes amo!? Sabía que David no tenía palabras para responderle y no sabía si eso tenía que considerarlo bueno porque reconocía su error, o tenía que dolerle más que nada en el mundo porque daba por ciertas sus acusaciones y todo ese tiempo le había estado utilizando, sabiendo cómo terminaría todo eso. ―Ally, tienes que creerme ―insistió él, ya sin atreverse siquiera a tocarla―. Yo nunca, escúchame bien: nunca, utilicé mi don contigo. Jamás pensé siquiera en hacerlo o… ―¿Y cómo quieres que te crea si nunca me lo dijiste? ―replicó ella, sin querer saber de razones―. ¿Por qué me lo ocultaste si no tenías de qué…? ―¡Por esto mismo! ―exclamó Dave, exaltándose un poco―. ¡Porque sabía que te lo tomarías de esta forma! ¡Y porque…! ―¿Porque…? Pero David ni siquiera tuvo tiempo para intentar responder, porque en ese momento entró el resto de demonios que antes lo acompañaban. ―Hemos encontrado el rastro nuevamente ―informó uno de ellos, que llevaba una enorme cicatriz surcándole el rostro―. No muy lejos de aquí. Es fresco, no debe tener mucho tiempo, por lo que de seguro ha escuchado cuando nos acercábamos y decidió huir. Las palabras quedaron flotando en el aire. Ally miraba a Dave a la espera de una reacción. Más bien a la espera de aquella reacción en que él daba marcha atrás, renunciaba a toda esa locura y le Página | 242


decía que todo eso no era más que un malentendido y que él jamás había estado dispuesto a hacerle daño a su hermana y a Kevin. Entonces ella correría a sus brazos y le diría que nada de eso importaba, que le daba igual si era ángel o demonio porque ella lo amaba simplemente a él: a Dave. Pero, por supuesto, eso no ocurriría. Dave ya no era el mismo Dave. ―Vayan tras ellos ―fue todo lo que ordenó, sin siquiera mirar a Ally a la cara―. Síganles de cerca y esperen mi orden. ―¿Q-qué? ―murmuró ella, sin poder reaccionar aún ante la sorpresa―. ¿¡Qué fue lo que hiciste!? ―vociferó, viendo que los demonios se marchaban nuevamente para cumplir sus órdenes―. ¡Detenlos! ¡Has que regresen! ¿¡No te das cuenta que se trata de mi hermana!? ―Sólo tú puedes salvarla ―espetó él, con voz agria y ya dirigiéndose a la salida en compañía de Christine―. Tan solo una palabra tuya basta para que ninguno de ellos vaya tras tu hermana, ni tras… Kevin. ―David… Pero él ya no estaba allí. Se había marchado, dejando tras él sus palabras que sabían a advertencia, a… ¿amenaza? ¿En qué momento se había convencido a sí misma que resultaba buena idea involucrar a su hermana en todo eso? ¡Jamás debería haber aceptado su ayuda! Cam nada tenía que ver en todo eso y ahora, al igual que Joe por sólo querer ayudar, corría más peligro que nadie por estar en la compañía equivocada… …en la compañía de Kevin, del humano por el que ella, Ally, había sido creada y el cual era su verdadera razón de ser y de existir. Sabía bien que no pensaba en lo que estaba haciendo cuando, cegada por las lágrimas, extendió sus alas y emprendió el vuelo tras él, pero sabía que no había otra salida... y eso debía acabar de una buena vez. Ya no podía cometer más errores, nunca más alguien estaría en peligro por su culpa… Nunca más sería responsable del sufrimiento de alguien más, mucho menos de alguien que amaba. Página | 243


Era un guardián, había nacido para ser un guardián. Su deber era proteger. Y eso haría. ―¡DAVID! ―vociferó por sobre el sonido del viento que amenazaba con alzarse con fuerza. Él se detuvo en el aire y volteó. A Ally le bastó verle para saber que había comprendido lo que ocurriría, pudo ver en su mirada cómo, a la misma velocidad de un rayo, entendía cuál era el final de esa historia para ambos. ―¡NO! ―exclamó Dave, en cuanto vio cómo Christine se aprestaba a abalanzarse sobre ella―. ¡No te atrevas a lastimarla! ¡Nunca te atrevas a…! ―Pero no pudo continuar porque de pronto se encontraba de espalda en el suelo y Ally sobre él, con el rostro bañado en lágrimas, ahogándose en sollozos. ―No… no puedo permitirlo… ya no puedo hacerlo ―murmuraba ella sin sentido, besando su rostro una y otra vez―. Esto… esto no puede continuar así… ―Mi amor, perdóname ―suplicó él, tomando su rostro entre sus manos para que lo mirase a los ojos―. Yo nunca quise… te lo juro… Nunca utilicé mi don contigo, todo esto fue real… Todo lo que sentías por mí fue real y yo… ―Aún lo siento ―afirmó Ally, secándose un poco las lágrimas, pero resultaba inútil: de inmediato se veían remplazadas por otras―. Aún siento lo mismo por ti y sé que nunca dejaré de sentirlo. Siempre serás mi Dave. Siempre. Sin esperar por su respuesta, buscó sus labios y los besó con desesperación. Necesitaba tanto aquel contacto cálido, necesitaba tanto sentir su aliento nuevamente. Sentir que era suya, como lo había sido aquella noche y como lo sería siempre. Sentir que compartían el alma… …un alma que pronto se dividiría. ―No los lastimarás, ni a Cam, ni mucho menos a Kevin ―murmuró y, sin detenerse a pensarlo por temor a arrepentirse, dirigió su mano a su cinto y buscó la pequeña daga que sabía que allí encontraría, mientras con su otra mano sujetó su cuello con fuerza para que no pudiera moverse… Página | 244


¿En qué momento habían llegado a eso? ¿Cómo era posible que existiera semejante abismo entre ellos? ¿Cómo era posible que de repente se vieran convertidos en enemigos? ―Perdóname ―murmuró, cerrando los ojos con fuerza ante lo que sabía que debía hacer―. Perdóname ―repitió, con un hilo de voz. La palabra resonó como una condena en el silencio sepulcral que los rodeaba. Él no se resistió, no hizo nada por detenerla, simplemente acarició la mano con que le rodeaba el cuello y luego acarició la comisura de sus labios, deteniéndose en ellos un segundo más de lo necesario. ―Te amo ―fue lo único capaz de murmurar. Si le quedaba poco tiempo, quería que fuera lo último que ella escuchara de sus labios. Y su frase quedó colgando en el aire hasta perderse, llegando hasta ella como una daga que se clavaba en lo más profundo de su corazón y de su mente. ―Y yo a ti ―respondió, sin atreverse a mirar esos hermosos ojos color miel―. Para siempre, lo juro. Una sonrisa alcanzó a asomarse en sus labios al oír sus palabras, pero no alcanzó a ser más que un atisbo de aquellas que antes le había dedicado. El aullido de Kiche acercándose rasgó el aire y Ally se incorporó con rapidez antes de que Christine o el mismo David tuvieran tiempo de reaccionar. Cerrando los ojos con fuerza, como si así fuera capaz de no darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, alzó el vuelo y tomó a Chaunce acunándolo contra su pecho, como si lo fuera a proteger del frío y clavó el puñal entre sus plumas tan profundo como pudo. Volteó y las lágrimas brotaron de sus ojos al ver cómo la expresión de David cambiaba… cómo sus ojos se hacían vacíos e inexpresivos y cómo su cuerpo caía inerte en el suelo.

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No había sido capaz de atacarlo a él, pero eso resultaba mil veces peor. Sentía que la traición era un millón de veces más horrible porque ni siquiera había sido capaz de mirarlo a la cara para… para matarle. No había sido capaz de ver el último destello de sus ojos. Chaunce aún permanecía inerte entre sus brazos, sus plumas habían perdido su brillo y parecían marchitas, como si en el momento mismo en que su vida había acabado, también se hubiesen dejado ver los cientos de años que había existido. No se atrevió a mirarlo y cayó de rodillas al suelo. No podía creer que realmente lo hubiera hecho, no podía creer que hubiese sido capaz de… Un rayo iluminó el cielo por un momento y la lluvia comenzó a caer con fuerza mezclándose en su rostro con sus propias lágrimas. Intentaba convencerse a sí misma de que había hecho lo correcto, pero no podía… Intentaba decirse que había salvado a su hermana y a su humano, pero era inútil. Nunca se había sentido tan vacía, nunca se había sentido tan miserable… Nunca había imaginado que hacer lo correcto le dolería tanto. Que ser quien era resultaría peor que aquello en lo que temía convertirse. ―Da… David ―murmuró, arrastrándose hasta él entre sollozos―. Mi amor, perdóname, perdóname ―suplicó, tomándolo entre sus brazos y meciéndolo como si así pudiera conseguir que reaccionara―. Yo no quería… por favor, perdóname… ―Ally ―susurró Christine, que hasta ese momento había permanecido en completo silencio, demasiado sorprendida y conmocionada con lo ocurrido como para ser capaz de reaccionar de alguna forma―. Ally… ―repitió, intentando captar su atención. ―¡No te acerques! ―rugió ella, aferrándose al cuerpo inerte de Dave con más fuerza―. ¡No te acerques!

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―Ally… no voy a lastimarte, si es lo que temes ―le aseguró la muchacha rubia, alzando los brazos para que mantuviese la calma―. Yo… yo le dije a David que esta no sería la forma de convencerte de… ―un suspiro resignado escapó de sus labios, al igual que una lágrima de sus ojos―. Se lo advertí, pero él no quiso oírme… Yo también fui un Guardián y sé que la conexión con un humano puede llegar a ser… ―Cállate ―le ordenó ella, sin dejarle continuar―. No sigas. ―Pero… ―Cállate, no quiero oírte, no quiero saber de tu maldita profecía ni de ninguna otra cosa… No supo si Christine intentó o no continuar hablando. Lo único que podía hacer era ocultar su rostro en el hombro de David y llorar. Lo único que quería era poder quedarse allí para siempre, poder hacer algo para cambiar lo que había hecho, pero, claro, eso era imposible… Dave había muerto. No, no había muerto: ella lo había matado. Ella era la culpable de su muerte. Sólo ella. Temblando, no sabía bien por qué lo hacía pero no podía dejar de temblar, se acercó a sus labios y los besó entre lágrimas. Pero ya no tenían el mismo calor, ya no guardaban la misma ternura, ya nada era lo mismo. ―Mi amor, por favor, perdóname ―repitió una vez más, acariciando su rostro y limpiando las gotas de lluvia que caían en él―. Por favor, cariño… David no respondió. Y ya nunca más lo haría, porque simplemente ya no existiría más. Su sonrisa, el brillo de sus ojos, el sonido de su voz, incluso su nombre, no serían más que recuerdos. ―Yo nunca te olvidaré ―le juró ella, besando su frente―. Siempre te amaré. Siempre. Página | 247


23. Incertidumbre. Al menos las ramas de los árboles eran densas e impedían que la lluvia se colara. ¡Argh! ¡Precisamente lo que les hacía falta: una tormenta! Si continuaban a ese paso, estaba segura de terminar perdiendo la razón. Es decir, ¿dónde se había metido Ally? ¿Por qué no regresaba? ¡Hacía mucho que había pasado el ‘amanecer’! Si no se equivocaba, ya se acercaba el mediodía y… …y las cosas comenzaban a complicarse. Para comenzar todos esos demonios que habían aparecido cerca del faro. Si no fuese por Demian que les había escuchado y advertido a tiempo acerca de su presencia, no quería imaginar cómo hubiese terminado todo eso. Y claro, huir con un niño humano entre sus brazos intentando perder a una horda de seres oscuros no era la mejor forma de comenzar un día. Sobre todo cuando no tenía idea de cómo tratar a ese niño… Un nuevo suspiro surgió de los labios de Cam y se dejó caer en el suelo, con la espalda apoyada en el tronco de uno de los tantos árboles que allí abundaban. Debería haberse detenido a pensarlo mejor al conseguir un nuevo refugio porque definitivamente un bosque frío y húmedo no era un buen lugar para Kevin. Bien, si lo veía desde el punto de vista en que habían huido en medio de la oscuridad, temiendo ser alcanzados y capturados por un montón de demonios, no podía culparse por no haber ido a parar a una cálida cabaña con una cama tibia y confortable, pero, aún así… …sabía que debería haber pensado mejor. Demian olisqueaba el aire cada tanto para comprobar que permanecían a salvo y caminaba por los alrededores, describiendo círculos una y otra vez para Página | 248


verificar que nadie anduviese merodeando por allí. Kevin había intentado jugar con él, pero el lince apenas había permitido que lo acariciara, de malas ganas, y sólo porque Cam le había lanzado una mirada, advirtiendo que no permitiría que le hiciese un desaire en ese momento. Ya suficiente tenía Kevin con tener que apartarse de su familia y de su ángel guardián como para que él, Demian, le sumara su mal humor. Nath, en cambio, había frotado su hocico contra el rostro del niño hasta conseguir una carcajada de su parte y luego permitió que montase en su lomo y que enredara sus dedos en su pelaje suave y espeso. Eso había mantenido distraído a Kevin, pero Cam sabía que no podía ser todo tan sencillo y que pronto comenzarían los problemas… ―Hace frío… y tengo hambre ―murmuró Kevin, acurrucándose mejor contra Nath en busca de abrigo―. ¿A qué hora vamos a desayunar? Ya debe ser tarde. ―¿’Desayunar’? ―repitió Cam, confundida. ―Claro, ya sabes, leche caliente, pan… ―explicó él, como si Cam comprendiese a qué se refería específicamente con ‘leche’ o ‘pan’―. A veces, Ally conseguía algunas galletas de chocolate en la cocina para mí. ―Kevin, lo siento, pero… no tengo idea de qué me hablas ―se disculpó ella, haciendo una mueca―. No sé qué se supone que deba hacer o… ―Olvídalo ―murmuró el niño, encogiéndose de hombros, como para restarle importancia al asunto―. Pronto llegará Ally y todo estará bien. Ella sabrá qué hacer… siempre lo sabe. ―Suspiró, acomodándose mejor para intentar dormir un poco. Cam sonrió a medias y le acomodó mejor la chaqueta que llevaba puesta para que alcanzara a cubrirle las orejas. Tal vez no sabía de alimentación porque ella no tenía necesidad de comer, pero sí sabía de temperaturas frías porque podía sentirlas. Kevin sonrió ante su gesto y abrió los ojos.

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―Perdóname, ¿sí? ―murmuró ella, acariciando suavemente sus rizos―. Se supone que debía cuidar de ti y, ya ves, no sirvo para esto ―añadió, con cierta nota de amargura―. No soy un guardián como Ally, no sé nada de humanos y… ―Ella dice que sólo te falta un niño revoltoso como yo. ―Probablemente ―coincidió Cam, riendo entre dientes―. Ahora intenta dormir. Ally llegará en cualquier momento y ella sabrá qué hacer. Descansa ―murmuró, y, sin saber por qué, besó su frente con ternura. Pero Ally no regresaba. Comenzaba a oscurecer otra vez, no había señales de ella y ya comenzaba a inquietarse. Tal vez no deberían haberse cambiado de lugar tan pronto, tal vez deberían haber esperado un poco más en el bosque para así darle más tiempo de seguir su rastro. No. Ella misma le había ordenado mantenerse en movimiento, era lo más seguro con todos esos demonios rondando por allí, además Kevin necesitaba alimentarse y en el bosque no tenían muchas posibilidades de encontrar algo para él. Por otro lado, tampoco era como si se hubiesen alejado demasiado del último punto en que se habían detenido, sólo había volado hasta el pueblo más cercano (unos treinta kilómetros al noroeste} y se había asegurado de hacerlo a una altura lo suficientemente baja como para que su rastro quedara impregnado en algunos lugares, de seguro a Ally no le costaría trabajo seguir el rastro de Kevin, pues incluso a ella misma comenzaba a parecerle inconfundible. Por suerte, en una de sus excursiones, Demian había conseguido un paquete de galletas para Kevin (Cam no quiso ni siquiera preguntarse Cómo se las había ingeniado para obtenerlas y se limitó a ofrecerlas al niño que las había devorado, contento, en menos de un minuto), así que tenía un problema menos del cual preocuparse. Aún así, no podía dejar de tener un mal presentimiento, como si algo hubiera salido mal, como si… Página | 250


Sacudió la cabeza para despejarse de todas aquellas ideas. No, no podía pensar de esa forma. De seguro Ally estaba bien, todo saldría bien. El crujido de unos pasos acercándose consiguió sobresaltarle, de seguro no era más que un humano rondando por ahí, pero no estaba demás ser precavidos, así que extendió sus alas para ocultarse. Parecía ser que los humanos (los adultos) sólo eran capaces de ver a los inmortales cuando éstos ocultaban sus alas pues así perdían su esencia sobrenatural (ya fuera celestial u oscura), así que si se trataba de uno de ellos, eso debía bastar para mantenerlos fuera de su vista. Ellos no creían que los ángeles y los demonios fueran reales. Si se trataba de un demonio… entonces tendría que ver la manera de huir y para eso también era necesario que extendiera sus alas y estuviese preparada. ―Kevin, dame la mano ―le ordenó, acercándolo más a ella mientras buscaba algún tipo de resguardo y ocultándolo bajo la sombra de sus alas―. Debes permanecer callado, ¿está bien? El niño asintió con un gesto de cabeza y expresión asustada. Y Cam intentó agudizar el oído… … los pasos se acercaban cada vez más. ―¡Maldición! ―musitó, al darse cuenta que se dirigían directamente hacia ellos… … si podía verlos, sea quien fuere, no era humano; y dudaba que se tratara de Ally pues ella no tenía necesidad de ocultarse. Eso quería decir que estaban en problemas. ―Nath… ven ―murmuró, haciéndole un gesto de cabeza al tigre―. Escúchame bien: Kevin se subirá en tu lomo y cuando yo de la orden te marcharás y lo ocultarás, ¿está bien? No te detengas, ni hagas nada hasta que no te asegures que él esté a salvo. Mantente en movimiento… Demian luego me ayudará a

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encontrarte. No permitas que nadie, excepto Ally o yo, le encontremos, ¿entendido? El tigre hizo un gesto de cabeza y se agazapó contra el suelo para que Kevin trepara en él. ―No… yo no quiero irme ―murmuró el niño, aferrándose a la cintura ángel con tanta fuerza como le permitían sus pequeños brazos―. No quiero que tú también me dejes… ―Cariño, yo no te voy a dejar ―repuso Cam, arrodillándose para quedar a su altura y poder mirarlo a los ojos―. Pero le prometí a Ally que te mantendría a salvo y que cuidaría de ti como si fueras… ―No, por favor ―suplicó él, rodeando su cuello y ocultándose contra su pecho―. Me mantendré en silencio, ya no molestaré a Demian, pero… ―Kevin, Kevin, esto no se trata de que tú molestes ―lo contrarió ella, frunciendo el ceño―. ¿Cómo se te ocurre decir algo así? ―Pero… ―Oye, préstame atención ―le ordenó Cam, secándole anticipadamente las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos―. Ve con Nath, será sólo un minuto y yo estaré contigo, ¿está bien? Anda, sé que te gusta jugar con él… Una sonrisa a medias se dibujó en los labios del niño y asintió con un gesto de cabeza mientras se frotaba los ojos para no llorar y se subía al lomo del tigre casi a tropezones. ―En marcha ―musitó Cam, besando su coronilla y la cabeza de Nath―. Mantenle a salvo ―le recordó al tigre, aunque sabía que no hacía falta. Sonrió hasta ver que Nath y Kevin se perdían a toda velocidad (a decir verdad, sonreía porque el niño le había estado mirando hasta el último segundo, como para comprobar que no se marcharía de allí dejándolo solo), pero en cuanto se halló sola su expresión cambió y se irguió rígida, a la espera del ataque de aquel extraño que se acercaba.

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―Anda a echar un vistazo ―le ordenó a Demian, haciendo un gesto de cabeza para que se adelantara, mientras intentaba recordar mentalmente algo acerca de las clases de lucha… … lo único que recordaba y que alguna vez le había dado resultados era lo que había hecho en aquel bosque con… ―¿Joe? ―murmuró, creyendo alucinar al verle aparecer allí en compañía de Demian―. ¿Eras tú? ―Soy yo, pero no quería acercarme porque no sabía si… Al escuchar su voz ya no le quedaron dudas: era él, estaba allí, estaba bien. ―¡Joseph! ―exclamó Cam y, sin pensarlo, corrió a sus brazos, aferrándose a él tan fuerte como podía. ¡Dios! ¡Entre tantas preocupaciones no se había dado cuenta de cuán preocupada había estado por él hasta ese momento! ¡No se había percatado de cuánto le había dolido el pecho, hasta que el dolor había desaparecido! El alivio era tal al sentirle allí entre sus brazos que no pudo evitar reír y estampar sonoros besos en cada rincón de rostro que encontrara a su alcance. Sabía que se comportaba como una tonta, pero no le importaba. Lo único que importaba era que él estaba allí, que estaba bien, que… ―Te amo ―murmuraron ambos a la vez antes de sonreír y buscarse el uno al otro… … ¡argh! ¡Cómo deseaba sus besos! No tenía idea de cómo Joe se las ingeniaba para conseguir que sintiera tantas cosas con sólo aferrarla a su cuerpo con esa fuerza y unir sus labios, pero tenía que reconocer que le irritaba la idea de ser tan vulnerable a él, de tener esa necesidad de no ocultar nada y de confiar ciegamente… … le irritaba tanto como le fascinaba. ―Debemos… debemos salir de aquí ―susurró él, juntando sus frentes con la respiración algo agitada, cuando por fin consiguió dejarla ir―. Los míos están por todas partes… el pueblo está rodeado de ellos. Página | 253


―¿Q-qué? ¿Cómo que están aquí? ―replicó Cam, con pánico―. Pero… pero… ―¿Y el humano? ¿Dónde está? ―preguntó Joe, mirando tras ella con confusión, creyendo que tal vez él no había prestado la atención suficiente y por eso no le había visto. ―C-con… Nath. Bien, eso era el límite de lo absurdo. ¡Se suponía que debía protegerlo y, sin saberlo, lo exponía a más peligro del que había corrido en toda su vida! Joe le había sacado ventaja en vuelo con creces, por lo que había adelantado en cuanto había captado el rastro de Nath para encontrarle antes que ellos, mientras

Cam

intentaba

volar

tan

deprisa

como

podía,

maldiciéndose

mentalmente una y otra vez. Jamás se perdonaría si algo le ocurría a ese niño por su culpa, jamás se perdonaría si Ally perdía a su humano por su culpa… Ella le había pedido que se lo confiara, ella le había dicho que lo mantendría a salvo y… ¡y ella lo perdía! ¡Prácticamente se lo había entregado en charola de plata a los demonios! ―¡Por acá! ―exclamó la voz de Joe desde algún punto oculto del bosque que rodeaba el pueblo―. ¡Por acá! Guiándose por su voz, se dirigió hasta él a toda prisa, preguntándose por qué no había tomado a Kevin él mismo y… ¡Oh, claro! Eso explicaba muchas cosas… ―Tranquilo, tranquilo ―murmuró Cam, alzando los brazos para que Nath viera que todo marchaba bien. ¡Vaya! ¡Jamás había imaginado que Nath se volvería contra Joseph!

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El tigre se encontraba agazapado contra el suelo, interponiéndose entre Kevin y el demonio, y le enseñaba los dientes, erizando el pelaje, en una clara postura ofensiva. Aunque aún no se decidía a atacar. ―Nath, todo va bien ―le aseguró Joe, intentando tranquilizarle―. No pretendo causarle daño… Pero el tigre sólo se calmó cuando Cam fue quien habló. ―Joe es de confianza, ¡anda, Nath! ¡Aún es tu amo! ¡El mismo Joseph de siempre! ―exclamó, algo nerviosa―. Él no lastimará a Kevin. Y, boquiabierta, vio cómo se dirigía hasta Joe y lamía sus manos y rostro juguetonamente en busca de caricias. ―¿Qué fue lo que le ordenaste? ―inquirió Joe luego de un minuto de jugarretas, al ver que Cam parecía no comprender aún el cambio de actitud del tigre. ―Pues… que cuidara de Kevin y que… que no permitiera que nadie se acercara a él, excepto Ally o yo… ―Y ahí lo tienes ―señaló él con un dejo de diversión―. Nath sabe lo que es una orden y la cumple al pie de la letra. ―¡Vaya! ―exclamó Cam, sin saber qué más decir. Y tampoco hubiera tenido tiempo para hacerlo, pues en ese momento Kevin se abalanzó sobre ella, abrazándola con fuerza. ―¡Regresaste! ―exclamó, ocultándose contra su pecho―. Estás aquí. ―Claro

que

sí,

cariño

―murmuró

ella,

acariciando

su

espalda

suavemente―. Te lo dije, ¿recuerdas? Te dije que volvería por ti. ―¿Crees que debamos marcharnos? ―sugirió Joe, luego de un minuto. Cam miró a su alrededor y dejó escapar un suspiro. Si los demonios no habían encontrado a Kevin mientras había permanecido solo, probablemente tampoco lo harían ahora. Página | 255


―No lo creo ―respondió, con una mueca―. Probablemente el bosque sea un mejor lugar para mantenernos a salvo. Además, Kevin ha tenido un día largo y ya necesita descansar un poco ―añadió, notando que el niño ya comenzaba a cerrar los ojos. ―Está bien, como tú digas. Los minutos pasaron arrastrándose hasta convertirse en horas. La noche había caído y todo estaba demasiado quieto. Kevin se había dormido en el lomo de Nath, quien se había echado en el suelo y permanecía inmóvil para no inquietarlo. De seguro el calor que desprendía su cuerpo era más que suficiente para abrigar al niño. Cam se había sentado en el suelo, con la espalda apoyada en un árbol y la cabeza sobre el hombro de Joe, quien había extendido sus alas para protegerla del frío y la abrazaba mientras jugueteaba distraídamente con una hebra de su cabello. ―¿Por qué aún no regresa? ―susurró Cam, jugueteando con las plumas negras que cubrían sus hombros. Nunca se había percatado de lo hermoso que podía llegar a resultar aquel color, aunque sospechaba que se debía sobre todo a esos tintes azulinos―. Ally ha tardado demasiado. Joe dejó escapar un suspiro y apoyó su mentón sobre su coronilla cuando sintió cómo Cam intentaba acomodarse mejor sobre su pecho. ‘¿También existen ángeles con alas negras?’ La última pregunta que Kevin le había hecho a Cam antes de dormirse no podía dejar de rondar en su cabeza. ¿Qué rayos era lo que estaba haciendo? ¡Él no era un ángel y nunca volvería a serlo! ¿Por qué entonces se empecinaba en continuar apareciendo en el destino de Cam como si tuviera algún derecho a querer permanecer allí? Luchaba por ignorar las imágenes que fluían en cada contacto o caricia silenciosa que compartían, pero no siempre lo conseguía y se angustiaba al comprobar lo que ya sabía: Cam seguía aferrándose a la idea de permanecer juntos sin importarle cuán distintos fueran. Podía verlo, ella lo quería en su futuro y no se Página | 256


resignaría a lo contrario. Podía ver también cómo guardaba en ella los pocos momentos y besos que habían compartido y no sabía si sentirse feliz o desgraciado por ello, por saber que él había provocado todo eso… ‘Joseph es un ángel especial, es un ángel distinto a los demás’ La respuesta que ella le había dado al niño tampoco podía dejar de rondar en su mente. ¿De verdad Cam pensaba así o sólo lo había dicho para no asustar a Kevin ante la idea de un ‘demonio’? ¿Cómo era capaz de referirse a él utilizando la palabra ‘ángel’? ¿Acaso…? ¿Acaso no se daba cuenta en quién lo habían convertido? ―Lo que me preocupa es por qué no atacan ―musitó, negándose a continuar siguiendo la línea de sus propios pensamientos―. ¿Qué los detiene? ¿Por qué permanecen ocultos? ―¿De qué hablas? ―inquirió Cam, apartándose de él para mirarlo a la cara. ―¿De verdad no te habías dado cuenta? ―inquirió Joe, frunciendo el ceño―. Llevo horas escuchándolos, están aquí. ―¿Q-qué? ¿Cómo que…? ―balbuceó ella, colocándose en pie y mirando en todas direcciones―. Debemos marcharnos, debemos… ―No, no, espera ―replicó él, tomándola del brazo cuando quiso acercarse a Nath para tomar al niño en brazos―. No es necesario… ―¿Cómo que no es…? ―Ellos no piensan atacar, sólo están vigilándonos. ―Pero… ―Cariño, confía en mí ―murmuró Joe, tomando su rostro entre sus manos―. Jamás permitiría que te lastimen… Ni a él ―añadió, al ver que abría la boca como queriendo replicar―. Estoy aquí para protegerlos. Cam asintió con un gesto de cabeza y cerró los ojos con fuerza, para reprimir las lágrimas, antes de ocultarse entre sus brazos. Página | 257


―Tengo miedo. ―Sollozó, sintiendo que él besaba su cabello―. Tengo miedo por Ally, por Kevin, por… por ti. No quiero que los lastimen y no sé qué hacer. No sé cómo se supone que deba protegerlos. ―No hay nada que tú debas hacer ―replicó Joe, abrazándola con más fuerza―. No puedes solucionarlo todo, Cam. No eres Dios, eres simplemente un ángel. ―Pero… ―Verás que todo saldrá bien ―murmuró él, apartándola un poco de sí para besar sus labios cortamente―. Ally estará aquí por la mañana y todo esto se solucionará. Una sonrisa algo triste se esbozó en los labios de Cam, pero no dijo nada al respecto. Sabía que cuando las cosas se solucionaran y todo estuviera otra vez en paz, Joe se alejaría otra vez.

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24. Elecciones. Necesitaba mantenerse en movimiento, aturdirse haciendo otro tipo de cosas, volando tan deprisa como le permitieran sus alas, sintiendo el viento golpear su rostro debido a la velocidad que llevaba. Pero alejarse no había servido de nada, escapar del lugar en que todo había ocurrido no servía para alejar de ella las imágenes, para borrar los recuerdos, para dejar de sentir… La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad y la gente se había ocultado en sus hogares para evitarla, consiguiendo que todo estuviera mucho más silencioso que de costumbre. Y el silencio era malo porque le obligaba a enfrentarse a sí misma, a su conciencia y a su culpa. Aún no podía creer que lo hubiera hecho, aún no podía creer que se hubiese atrevido a quemar su cuerpo porque eso sólo podía significar una cosa: todo había sido real. Todo había terminado para ellos. El hecho de que ya ni siquiera el cuerpo inerte de David estuviera allí, que ya ni siquiera pudiera rozar su piel era una prueba más que fehaciente. Realmente se había atrevido a matarlo. Y con él había matado una parte de sí misma. Se había arrancado una parte del alma, esa misma parte que le había regalado ciegamente cuando se había enamorado de él, que le había entregado en cada beso, en cada caricia… y aquella única vez que había sido suya. Aún no alcanzaba a comprender en qué momento había ocurrido todo eso, en qué momento había tenido el valor, el coraje, para acabar con él… y de paso con Página | 259


ella misma. Sí, porque sabía que a partir de ese momento ya no podría seguir adelante, ya no podría volver a sonreír, ya no podría volver a sentir como lo hacía antes… … para ella todo había acabado en el mismo momento en que David había muerto. En que ella le había matado. ¿Cómo…? ¿Por qué…? ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había acabado con ella misma? Claro, la respuesta era obvia: se suponía que debía hacerlo, se suponía que debía proteger a su humano a cualquier precio, se suponía que había sido creada con ese propósito y que nada de lo que ella hiciera o quisiera tenía importancia si interfería con ello… … ni siquiera sus sentimientos, ni siquiera el amor que podía llegar a sentir por otro ser, ya fuese ángel o demonio. A nadie, maldita sea, a nadie le importaba si en ese mismo momento sentía que moría por dentro porque se suponía que así debía ser: el demonio muerto y el humano a salvo… … y ella sola, vacía y miserable. ¿Y qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Qué hacía con ese dolor que la desgarraba por dentro? ¿Cómo se las ingeniaba para continuar adelante sin David? ¿Para seguir sin sus besos, sin sus caricias, sin poder ver su sonrisa ni el brillo de su mirada? ¿Ah? ¿Quién le daba una maldita respuesta para todas esas preguntas? ¿A quién le importaba? Sin poder controlar sus propias reacciones, un grito desgarrador surgió de su garganta y se rodeó las rodillas con los brazos, ocultando así su rostro y sus lágrimas. La lluvia continuaba cayendo con fuerza sobre ella. No sabía cuánto tiempo había transcurrido con exactitud, pero ya se encontraba completamente mojada y Kiche gimoteaba a su lado en un intento por convencerle de buscar refugio. Página | 260


Ella no quería refugio, ella no quería protegerse. Lo que realmente quería era morir, acabar con el dolor, acabar de una buena vez con la angustia… Quería dejar de sentir esa culpa que le corroía por dentro, necesitaba que alguien le mintiera y le dijera que todo iría bien aunque no fuese así. ―¿Cómo…? ¿Cómo puedo dejar de sentirme así? ―murmuró entre sollozos―. ¿Cómo sigo adelante ahora? Christine, que había permanecido allí en completo silencio, dejó escapar un suspiro y se acercó a ella con lentitud. ―Yo… no sé qué decirte, Ally ―susurró, con profunda tristeza―. Lo siento, pero no creo que pueda ayudarte. ―¡No

me

digas

eso,

maldita

sea!

―exclamó

ella,

explotando

repentinamente. Sabía bien que Christine nada tenía que ver con cómo ella se sentía, pero necesitaba desquitarse de alguna forma, necesitaba sacarse ese dolor del pecho o terminaría por perder la razón―. ¡No me digas que no sabes qué hacer! ¡Di algo! ¡Cualquier cosa! ¡Miénteme si es necesario, pero no me dejes con la misma incertidumbre! ¡No permitas que esto acabe conmigo! ―Ally yo… ―¡Dime que esto era parte de su maldito plan! ―vociferó ella, colocándose en pie y empujándola con fuerza―. ¡Dime que es así como debía ser! ¡Dime que esto estaba escrito en tu maldita profecía! Necesito… necesito dejar de… ―Ya no pudo continuar y se ahogó otra vez en sollozos―… necesito dejar de sentir que yo lo maté… necesito quitarme esta sensación y convencerme de que fue lo correcto, que así debía ser… que este era mi destino… Sin saber qué podía hacer por ella, la muchacha rubia se limitó a ver con tristeza cómo Ally abrazaba a su tótem con fuerza y ahogaba sus lágrimas y sollozos entre su pelaje. ―‘Luz y oscuridad dejarán de serlo cuando el guardián descienda de la última estrella al amanecer. Serán como una sola y ya no se podrá diferenciar entre una y otra, pues el ser celestial paseará entre las sombras con confianza y cambiará Página | 261


su destino… Sólo entonces la luz y la oscuridad ya no existirán y ellos serán libres de su condena’ ―¿Q-qué…? ¿Qué es eso? ―balbuceó Ally, alzando el rostro y secándose los ojos al oír sus palabras. ―La profecía ―respondió Christine, encogiéndose de hombros―. Sabemos que no está completa, pero es la parte fundamental. ―¿La… profecía? ¿La profecía que habla de mí y de…? ―David, sí. ―Le interrumpió la muchacha rubia y Ally agradeció que lo hiciera pues había estado a punto de mencionar el nombre de su hermana. Hermana de la que, al parecer, los demonios no tenían idea. ¿Acaso Dave no les había dado toda la información con la que contaba?―. Aunque no sabíamos de esa parte, él sí. Y fue de gran ayuda para esclarecer de quién hablaba. ―¿’Esa parte’? ―repitió Ally, cada vez más confundida―. ¿Qué parte? ―‘… y cuando se alcen contra el guardián, he aquí un guerrero antiguo ofrecerá su protección y resguardo. Y serán también como uno solo hasta el día en que estas palabras se cumplan.’ ‘… y cuando se alcen contra el guardián…’ Las palabras hicieron eco en su cabeza y las imágenes regresaron a ella como si las viviera otra vez: Marcus, aquella noche en que la había atrapado con sus engaños y en que había aparecido Dave justo a tiempo para rescatarla; y, no sólo eso, luego también había corrido peligro de ser condenada por la Guardia, sin embargo, él lo había evitado enviándola de regreso a casa para que no le encontrasen allí. Y luego… todas aquellas veces en que él le había dicho que no era correcto que estuviesen juntos, incluso aquella noche que habían compartido en la fábrica lo había dado a entender, pero ella había estado demasiado distraída por lo que ocurría como para darle la importancia debida… ‘Desde ese día supe que eras especial e intenté alejarme…’

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¿Dave…? ¿Dave siempre lo había sabido? ¿Por eso había intentado mantener distancia entre ambos? ¿Desde el principio había conocido el final de esa historia? ¡Maldita sea, Allyson! ¡No sirve de nada que sigamos engañándonos: eres tú! ¡Yo soy la prueba de ello! ¡Lo que acaba de ocurrir entre nosotros es la prueba de ello! ¡Por eso quise mantenerme alejado de ti durante tanto tiempo, porque sabía que una vez que apareciera en tu destino ya todo estaría perdido! No, no, no… Él se lo había dicho, él le había advertido, pero, claro, ella estaba demasiado obsesionada con la idea de ser guardián y no había querido prestar atención, no había querido aceptar lo que sus palabras realmente significaba y ahora… en ese momento, se arrepentía de no haberlo hecho… … pero ya era demasiado tarde. ―David ya no está ―murmuró, sin atreverse a mirar a Christine a la cara―. Él ya no existe, así que la profecía carece de valor, no puede cumplirse porque… ―La profecía dice que ‘serán como uno solo hasta el día en que estas palabras se cumplan’ ―replicó la muchacha rubia―. Y el día llegó: es hoy. Él cumplió con mantenerte a salvo hasta el día de hoy, cumplió con traerte hasta nosotros y enseñarte parte del camino. De ahora en adelante, nosotros nos haremos cargo de tu protección… si nos aceptas. ―¿Si los acepto? ―repitió Ally, con un dejo de ironía―. ¿Es que acaso a tengo elección a estas alturas? ―Puedes continuar siendo un guardián ―repuso Christine, encogiéndose de hombros―. Puedes intentar proteger a tu humano, aunque te advierto que los míos seguirán tras él hasta el día en que aceptes tu destino y te unas a nosotros. El silencio se alzó entre ellas tras sus palabras. Sólo el sonido incesante del viento y de la lluvia se podía escuchar. Y entonces Ally lo vio…

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Se imaginó que así debía ver las cosas Cam cuando viajaba por el tiempo, así como ella estaba viendo su futuro en ese momento. Se vio a sí misma al lado de Kevin, pero él ya no era el mismo niño que ella había conocido. No, él era adulto y bailaba con alguna muchacha de rostro desconocido en un salón… y reía. Sí, él reía con alguna broma que ella no había alcanzado a oír pues no la había compartido con ella, sino sólo con aquella otra muchacha que se encontraba entre sus brazos. Y… … y a ella le había olvidado. Ya no podía verle pues había dejado de confiar, había dejado de creer, como todos los de su especie. Los años habían pasado y ella ya no era más su amiga, simplemente era el guardián, aquel ser invisible que siempre estaría ahí, pero que no tenía derechos, sólo obligaciones. ¡ARGH! ¿¡Cómo había sido tan estúpida!? ¿¡Cómo había cambiado todo por eso!? ¿¡Cómo había matado a Dave, al único ser que había amado y que la había amado durante su existencia, para proteger a alguien que tarde o temprano terminaría olvidándose de ella por completo? ¿Qué era lo que había ganado? Conocía bien la respuesta: nada. Sólo había perdido lo único que tenía, lo único que había sido realmente suyo: el amor de David. No. Definitivamente ya no podía continuar siendo un guardián, ya no podía seguir siendo el mismo ser que había acabado con David… …y ya no podía continuar existiendo para proteger a quien era el responsable de aquella decisión. No le importaba la profecía, no le importaba qué esperaban los demonios que ella hiciese por ellos. Simplemente quería una vía de escape, una forma de quitarse todo eso de encima… …y ya sabía cómo. Página | 264


Sin detenerse a pensarlo, secó sus lágrimas, se llevó una mano a la espalda y se arrancó un puñado de plumas de raíz. Le dolía, pero ese dolor le ayudaba a olvidar el que le carcomía por dentro, era casi un alivio dejar que el sufrimiento físico le anestesiara por completo… Cada pluma que se arrancaba era como astillas rompiéndose dentro de ella, enterrándose profundamente y luego saliendo de golpe. Incluso podía oír cómo crujían al quebrarse, sentía cómo luchaban por aferrarse a ella, negándose al cambio, pero eso no le importaba. Lo único que quería era dejar de tenerlas, dejar de tener aquellas alas blanquecinas con tonos violetas y disfrutar de cómo se rompían, de cómo se marchitaban una vez que se separaban de ella y caían al suelo, de cómo morían… … tal como David había muerto. *** ―Camille, no podemos seguir esperando ―repitió Joe una vez más―. Lo mejor es llevarlo de regreso a casa. ―Pero… ―No tendremos una oportunidad mejor que esta ―replicó él, intentando hacerle entrar en razón―. Los demonios bajaron la guardia, ya no están rondando y podremos salir de aquí sin correr peligro. ―Ally regresará, lo sé ―repuso Cam, mirando en todas direcciones―. Ella me dijo que… ―Ella no está aquí y no podemos permitir que Kevin siga pasando hambre y frío. ―La interrumpió él, ya comenzando a perder la paciencia―. Ya lo has visto, ese niño no está bien. Si Ally quiere verlo, supondrá que lo has llevado de regreso a casa e irá hasta allá, pero ya no podemos mantenerlo oculto en medio de un bosque. Cam suspiró. Sabía que Joseph tenía razón, pero le costaba reconocerlo. Además, Ally ya había tardado demasiado y no podía hacer más para retrasar lo

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inevitable: debían marcharse de allí y devolver a Kevin a sus padres que de seguro debían estar como locos buscándole. Aún así, había algo que le preocupaba: los demonios sabían el lugar en que vivía Kevin, allí podrían encontrarle fácilmente y lastimarlo, y no estaría Ally para protegerle. ―Nos quedaremos hasta que regrese, ¿está bien? ―murmuró Joe, adivinando sus pensamientos―. Te dije que no permitiría que nada malo les ocurra. ―Gracias. ―¿Entonces? Cam miró a su alrededor una vez más, como esperando que milagrosamente Ally apareciese de último minuto, pero se dio por vencida. ―Vamos, es mejor regresar ―afirmó, tomando al niño (que dormía profundamente) y ocultándolo contra su pecho. El regreso a la ciudad fue aterradoramente tranquilo. Aunque ambos miraban continuamente tras ellos, a la espera de ver aparecer algún demonio que les obligar a emprender una acelerada carrera por sobrevivir y mantener a salvo al humano, eso nunca llegó a ocurrir. Era como si repentinamente hubiesen perdido todo el interés por la existencia de Kevin. Aunque, sin lugar a dudas, lo que más llegó a sorprender a Cam fue la actitud del niño en cuanto despertó y se dio cuenta que regresaban a casa. Esperaba como mínimo que se negara a volver, que preguntara por Ally o que al menos dijese algo, pero… ¿nada? ―Gracias ―murmuró, cuando se encontraron de pie en el balcón de su cuarto.

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―Oye, Kevin, nos quedaremos aquí hasta que Ally regrese, ¿entendido? ―inquirió ella, inclinándose para quedar a su altura―. No tienes por qué tener miedo. ―¿Quién es Ally? Cam frunció el ceño y lo miró atentamente, como esperando que se tratara de un mal chiste, pero él simplemente le devolvió la mirada, completamente confundido. ¿De qué hablaba Kevin? ¡Él sabía quién era Ally! ¡Él mejor que nadie lo sabía! ¿Qué ocurría con él? ―¿Cómo que…? Kevin, ¿no recuerdas a Ally? ―murmuró, sin comprender nada de lo que ocurría. ―¿Debería? ―replicó él, frunciendo el ceño―. ¿Quién es? ¿Me la presentarás pronto? ―Joe, ¿qué es lo que ocurre? ―musitó Cam, volteándose a verlo―. ¿Cómo es posible que…? ¡Pero si ayer mismo la recordaba perfectamente! El demonio bajó la mirada hacia el pequeño humano que tenía frente a él y se percató de algo que antes no había notado: su aura, aquel misterioso tono violeta que hasta ese momento le había rodeado y que él había considerado completamente normal pues siempre le había visto así, ya no existía más, se había esfumado por completo. En cambio, un nuevo tono luchaba por asomarse, aunque no lo hacía del todo. Un tono que le parecía demasiado familiar. Un tono anaranjado. ―Ally ya no es su guardián ―respondió, pero titubeó antes de continuar. No sabía cómo se tomaría Cam la siguiente parte―. Él… te ha elegido a ti. ―¡¿QUÉ?!

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Una mueca se dibujó en los labios de Joe y señaló a Kevin con un gesto de cabeza. No cabían dudas en todo eso, era lógico lo que había ocurrido. El niño había dejado de confiar en Ally, ella le había hecho una promesa que no había cumplido y eso había sido suficiente para quebrar su fe. Eso había bastado para lastimarlo tan profundo que había preferido olvidar y negarse a sí mismo su existencia. En cambio, Cam, a pesar de ser una perfecta desconocida hasta el momento, había cumplido su palabra: le había protegido sin importar todos los riesgos que había corrido por ello y eso había sido suficiente para él, suficiente para aferrarse a ella como si de ello dependiera su vida. Suficiente para llenar el vacío que Ally había dejado con su partida. ―Algo ocurrió, él ha dejado de creer en Ally y, en cambio, aprendió a confiar en ti… ―No, no, no ―balbuceó Cam, retrocediendo un par de pasos, completamente asustada y caminando de un lugar a otro sin saber qué hacer―. ¿Cómo que…? ―Kevin te ha elegido por sobre a Ally ―explicó Joe―. Pero el lazo aún no se afianza porque debe ser mutuo. Ante sus palabras, Cam se detuvo y lo miró como si le estuviera hablando en otro idioma. ―¿Mutuo? ¿A qué te refieres con eso? ―A que tú también debes elegir protegerle. Cam se quedó en silencio y miró una y otra vez al humano y al demonio, como esperando la parte en que le dijesen que todo eso no era más que una broma, pero esa parte no llegó. Era cierto. Kevin realmente le había elegido como guardián y esperaba lo mismo de ella: esperaba que lo aceptara como su humano, que le protegiera y estuviera ahí para él el resto de su vida.

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Entonces, sin pensarlo, extendió sus alas y una sola palabra surgió de sus labios. ―No. Ella no podía ser un Guardián. Nunca se había sentido como uno y estaba segura de no serlo. Y no estaba dispuesta a hacer la prueba con él, no estaba dispuesta a correr un riesgo protegiendo a alguien cuando nos sabía si estaba capacitada para hacerlo. No cuando ese humano corría semejante peligro. Nunca podría remplazar a Ally, era ella quien debía hacerse cargo de su humano y quien tendría que regresar para ello. Bajo ella, Demian y Nath también habían emprendido la marcha para seguirle. A lo lejos, escuchó cómo la madre de Kevin, entre un gran alboroto, llamaba al resto de la familia para que viesen que había regresado. De seguro Joe le había aconsejado entrar antes de que llegaran los demonios a armar otro alboroto. Ya había cumplido su parte del trato: el humano estaba a salvo. No podía hacer nada más. Bien, era realmente halagador que Kevin la hubiese elegido como su guardián, pero no podía aceptarlo. Es decir, ¡ya tenía uno! ¿Cómo era posible que lo cambiara así como así? Ally había dado todo por él, había arriesgado incluso su propia existencia. Kevin no podía tomar una decisión como esa de buenas a primeras. Y ella, Cam, no sabía nada de humanos, no tenía idea de cómo tratarlos, de qué se suponía qué debía hacer para cuidarlos… ¡No, no, no! Ella no sería un Guardián. No podía serlo. Mucho menos podría usurpar el lugar de su hermana, porque ella regresaría por Kevin. Estaba segura de ello. Página | 269


Epílogo. Renuncia. Varios años después… Otra vez ese extraño lince. ¿Qué haría rondando siempre en los lugares menos esperados? ¿Por qué siempre parecía andar husmeando donde él se encontraba? Y lo más raro aún, ¿qué hacía un animal como él en medio de los callejones de una ciudad como Roma? Sacudió la cabeza para alejar ese tipo de ideas y se dijo a sí mismo que tantos años en una Escuela Militar ya lo habían convertido en una persona demasiado paranoica, es decir, ¿por qué tendría que tratarse siempre del mismo lince? ¿Y por qué tendría que seguirle a él? Incluso cabía la posibilidad de que se tratara sólo de un gato demasiado grande. Definitivamente tanta preparación para ‘enfrentar al enemigo’ ya comenzaba a afectarle. No podía dejar de pensar en que alguien siempre lo rondaba y eso ya comenzaba a desquiciarle. Es decir, a veces era confortable, como si aquella presencia no quisiera otra cosa que permanecer allí, invisible y silenciosa, protegiéndole. Sin embargo, en ocasiones, creía percibir un frío demasiado espeluznante que conseguía que se le erizara el cabello de la nuca y sintiera la necesidad de rodearse el cuerpo con los brazos. ¡Argh! De seguro sólo se trataba de su imaginación y de todo ese ‘en guardia’, ‘siempre alerta’, que llevaba escuchando por años y años. Bien, pero eso terminaría pronto. Con un suspiro, se detuvo cuando dobló hacia la izquierda y se encontró nuevamente con la fachada de su casa. Página | 270


Continuaba intacta, ni siquiera se notaba el paso de los años en ella. De seguro su padre se había encargado de ello, restaurándola cada vez que fuese necesario para que continuara ofreciendo aquel aspecto impecable y distinguido. El mismo aspecto que se había esmerado en conseguir para él. Habían pasado tantos años, tanto tiempo sin regresar allí que casi no podía recordar cuándo se había ido. Le parecían demasiado lejanas y borrosas aquellas imágenes en que un niño de seis años se había aferrado a la cintura de su madre, suplicando entre lágrimas que no le obligaran a marcharse. Aunque definitivamente todo había sido en vano y allí estaba él: uniformado, cargando una mochila idéntica a otras cientos que habían en la Escuela y con una boina que cubría su cabello excesivamente corto. Incluso sus rizos habían desaparecido en aquel lugar al que le habían enviado. Se habían esforzado para borrar cualquier rasgo de identidad propia y transformarle en una copia casi exacta de otros cientos de soldados. Ya nada quedaba de aquel niño que disfrutaba tocando el piano para su madre en la sala, nada quedaba de su ingenuidad, ni de su fe inquebrantable. Todos aquellos a los que había conocido se habían encargado de borrar en él todo rastro de magia. El mundo ya no podía sorprenderle y eso lo estaba matando, necesitaba con urgencia volver a encantarse con la vida. Se había aturdido demasiado entre reglas y órdenes, el entrenamiento duro le había convertido en un hombre fuerte, aunque su rostro seguía siendo demasiado dulce para tratarse de un soldado y sus ojos demasiado risueños como para inspirar temor y disciplina. Su padre se llenaría de orgullo al verle aparecer en la puerta y cuando lo viese convertido en todo un Teniente de las fuerzas militares, con todas aquellas medallas que daban cuenta de su coraje en la batalla, pero estaba seguro que no sería por mucho tiempo. Nunca era por mucho tiempo.

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Tomando aire, como si necesitara valor para entrar a su propia casa (no sabía bien por qué, pero no podía llamarlo ‘hogar’), abrió la puerta, intentando ser lo más silencioso posible. Pero, claro, había olvidado las campanillas. ―¿Ya está aquí? ―inquirió una voz, algo temblorosa debido a la emoción―. ¿Ya llegó? Una voz que reconoció en seguida y que hubiese reconocido aún después de cientos de años: su madre. Sin pensarlo dejó caer su mochila al suelo, se quitó la boina y siguió el sonido de sus pasos que se acercaban, prácticamente corriendo. ―¡Oh, Dios! ―exclamó ella, dejando escapar unas lágrimas de emoción, deteniéndose en cuanto se encontró frente a él―. Eres… eres tú, cariño… Estás de regreso. En un par de zancadas, las distancia entre ellos no existió más. ―¡Te he extrañado! ―murmuró Kevin, abrazándola con tanta fuerza que consiguió alzarla unos cuantos centímetros del suelo―. No sabes cuánto te he extrañado. Una sonrisa nerviosa se dibujó en los labios de la mujer y se secó los ojos para verle mejor en cuanto él la regresó al suelo. ―Pero… ¡qué cambiado estás! ―musitó, acariciando su rostro y pasando su manos cariñosamente por su cabeza, donde frunció el ceño al no encontrar aquellos rizos que siempre le habían encantado. ―Volverán a crecer ―aseguró él, notando su gesto―. No te preocupes, me dejaré crecer el cabello otra vez. ―Eso espero ―lo regañó ella con una nota de ternura―. Este corte es horrible y te hace ver demasiado serio y… demasiado… ¿grande? Una carcajada escapó de los labios de Kevin y se llevó una mano a la nuca. ―Ya no soy un niño, mamá ―le recordó, caminando junto a ella de regreso a recoger sus cosas―. Soy un hombre y… Página | 272


―Un soldado ―dijo una voz llena de orgullo, tras su espalda―. Un Teniente. Otra voz que jamás olvidaría, aunque no le traía los mismos recuerdos dulces. La voz de su padre. Con lentitud, como preparándose para lo que venía, dio media vuelta para enfrentarse a él. Continuaba tal como él lo recordaba. Tan serio, respetable e imponente como siempre, como si nada en el mundo pudiese quebrantarle. ―Padre ―murmuró, saludándolo con una inclinación de cabeza. Una sonrisa se dibujó en los labios del hombre y acortó la distancia entre ellos a paso firme. ―Mis superiores me informaron de tu nombramiento ―dijo él, estrechando calurosamente su mano―. ¿Por qué nunca lo mencionaste en ninguna de tus cartas? ―añadió, abrazándolo con vigor, haciendo notar lo orgulloso que se sentía. ―No… no lo consideré importante ―repuso Kevin con una mueca, sin querer mencionar que en realidad ninguna de su cartas iba dirigida a él, sino a su madre―. No quería… aburrirlos con ese tipo de cosas. ―Sigo sin entenderlo, sigo sin comprender por qué regresas si ya tienes todo lo que siempre has querido ―replicó su padre, sin darle importancia a sus palabras―. Debiste quedarte allí y pronto hubieras sido… ―Yo nunca quise esa vida para mí ―replicó Kevin con seriedad―. Nunca ansié poder ni… ―El… el té está servido. Esperaba tu llegada e hice que lo sirvieran cuando oí tus pasos en la puerta. ―Interrumpió su madre, cada vez más nerviosa por el rumbo que estaba tomando la situación―. Pedí que prepararan esas galletas de chocolate que tanto te gustaban, cariño ―añadió, tomando el brazo de Kevin para guiarlo hasta el salón―. Espero que aún te gusten. ―Gracias, mamá ―murmuró él, con una sonrisa a medias, sentándose junto a ella. Página | 273


Su padre no los acompañó. De seguro tenía asuntos oficiales que atender, asuntos de ‘suma importancia’, tal como él siempre decía. Y Kevin agradeció que así fuera, pues lo que menos quería era tener que relatar cada minuto vivido en aquella Escuela a la que le habían enviado como si se tratara de una gran hazaña de la que tendría que sentirse orgulloso. Lo que realmente necesitaba era llenarse de otras cosas, de cosas vivas. Quería escuchar los relatos que su madre tenía para contar, saber de sus amistades, de cómo había sido todo ese tiempo que él había pasado fuera. Necesitaba recuperar su vida. ―¿Por qué…? ¿Por qué no tocas para mí como lo hacías antes? ―inquirió su madre, señalando el piano que estaba al otro lado de la habitación con un gesto de cabeza algo dudoso. ―Yo… no creo que recuerde cómo hacerlo ―respondió Kevin, algo evasivo―. Desde… desde que me fui no he vuelto a practicar. ―Solo inténtalo, ¿sí? Incapaz de negarle algo hizo una mueca, pero se colocó en pie y se sentó al piano. Titubeó un segundo, es decir, ¡ni siquiera sabía qué se suponía que debía hacer! ¡Dios! ¡Hacía años que no tocaba una pieza! Con las manos algo temblorosas tocó las primeras notas. En un principio desafinó, pero bastaron un par de segundos para que sus manos recordaran cada movimiento y se deslizaran fluidamente sobre las teclas, creando esa melodía perfecta que tantas tardes había tocado para su madre luego de la hora del té. De pronto, sin saber por qué, una carcajada fluyó de sus labios y se sintió más libre de lo que se había sentido en años. Era como si por fin se hubiese vuelto a encontrar consigo mismo, como si jamás se hubiese ido, como si el tiempo jamás hubiese pasado y continuara siendo aquel niño inquieto y parlanchín al que todos mimaban allí. Ese niño que ya no existía más. La última nota resonó en la habitación y agachó la mirada, observando cómo sus manos permanecían inertes sobre el teclado. Página | 274


¿En qué momento había permitido que cambiaran tanto las cosas? El sonido de su madre acercándosele por la espalda fue lo único que pudo escuchar. ―No quise decirlo frente a tu padre, pero hace un par de días llegó una carta para ti. ―¿Para mí? ―repitió Kevin, algo confundido. ―Así es ―afirmó su madre, colocando un sobre algo desaliñado frente a él―. Es de tus tíos, Jean y Francini. Oh, claro, eso explicaba por qué no había querido mencionar nada frente a su padre, pues él nunca había estado de acuerdo con la vida que ellos llevaban, esa vida nómade y circense, casi bohemia en que sólo importaba estar unidos. Casi había olvidado que él mismo les había escrito un par de meses atrás. De seguro la carta se había extraviado por ahí entre tantos cambios de lugares y por eso la tardanza de su respuesta. ―Gracias ―murmuró, sin saber si abrirla frente a ella, o no. ―Cariño, solo quiero lo mejor para ti ―aseguró su madre, acariciando tiernamente su rostro―. Me alegra que estés de regreso, pero sé que no será para siempre. ―Mamá, no… ―No, Kevin, escúchame. ―Lo interrumpió ella, con decisión―. Nunca debí aceptar que te internaran en esa escuela, nunca debí permitir que te alejaran de mi lado, sé que estuvo mal y que nunca quisiste eso para ti. ―Una sonrisa a medias se dibujó en sus labios y suspiró―. Siempre fuiste demasiado dulce como para ese tipo de educación. Lo tuyo es esto… ―murmuró, deslizando una mano sobre la superficie lustrosa del piano―. La música, el arte, la vida misma. ―No fue tu culpa ―susurró Kevin, bajando un poco la vista―. No tenías elección.

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Su madre sonrió con tristeza y besó su frente antes de dar media vuelta para dejarlo a solas. ―Solo te pido una cosa ―musitó, deteniéndose en el umbral de la puerta. ―Claro, lo que quieras. Solo dime. ―No te marches sin decir adiós ―susurró ella, volteándose a verlo con los ojos empañados en lágrimas―. Por favor. Kevin no supo qué decir, simplemente asintió con un gesto de cabeza y centró su atención en aquel sobre que reposaba entre sus manos. ¿Qué diría aquella carta? Sólo existía una forma de saberlo. Kevin: ¡Claro que hay espacio para ti en nuestra familia! ¡Eso no tenías que preguntarlo! Suponemos que luego de todo ese tiempo rodeado de militares, necesitas algo de locura y no tenemos inconvenientes en proporcionarte un poco de nuestra reserva. El trabajo es duro y no tenemos demasiadas comodidades, pero estaremos encantados de recibirte entre nosotros. De hecho, estábamos necesitando un pianista, así que, ¿qué dices? ¿Te animas? Sabemos que, a pesar de tus ansias de libertad, es una decisión difícil de tomar, así que no te sientas culpable si lo has pensado mejor y te has arrepentido de lo que escribiste en tus líneas anteriores. Pero, si continúas firme en tu decisión, ten claro que siempre habrá espacio para ti entre nuestra gente. Para cuando esta carta llegue a tus manos de seguro ya no estaremos en el mismo lugar, pero la primavera se acerca y hemos decidido movernos por los pueblos del sur hasta que llegue el verano, así que será sencillo dar con nuestra enorme y ruidosa carpa. Página | 276


Si te decides luego de que llegue el verano, entonces sí será más difícil hallarnos pues nos marcharemos de gira a Francia, aunque nos detendremos en varios puntos del camino donde seguro podrás alcanzarnos. Anda, anímate, sólo necesitas entusiasmo y nada de uniformes. Aquí todos estarán contentos si te unes a nosotros. No es necesario que sea para siempre, puedes tomarlo como una temporada para conocer lo que el mundo tiene para enseñarte, lo que te has perdido durante todos estos años. Con cariño y esperando verte y volver a oír tu música pronto, Jean y Francini. Terminó de leer la carta y no sabía si creerlo, o no. ¿Acaso…? ¿Acaso sus tíos habían aceptado su loca propuesta? ¿Acaso habían dicho que sí para que se uniera a su circo? ¿Acaso estaban locos? Ok, no era necesario responder a esa última pregunta pues él lo sabía mejor que nadie: claro que lo estaban, siempre lo habían estado y siempre lo estarían. Y era esa locura la que necesitaba él. Sólo debía tomar un par de cosas de su habitación y alcanzarlos en el sur. No le costaría demasiado trabajo dar con ellos, es decir, su circo era realmente conocido y de seguro sólo sería cuestión de preguntar para encontrar la dirección correcta. ¡Dios! ¿Era idea suya o su corazón se oía retumbar en toda la habitación? ¡Hacía años que no se sentía tan emocionado! Se echó la carta al bolsillo y, sin pensarlo, corrió al segundo piso, pero algo lo detuvo frente al despacho de su padre. ―Sí, claro que sí… ―decía él, hablando por teléfono―. Allí estará mañana temprano… No, no hay inconvenientes, Kevin acepta encantado… Así es… Gracias. Frunció el ceño y abrió la puerta sin tocar.

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―Oh, aquí estás ―dijo su padre, ordenando un par de papeles―. Precisamente iba a buscarte para… ―¿Con quién hablabas? ―Acerca de lo mismo iba a contarte ―respondió su padre, sin siquiera mirarlo―. Anda siéntate y toma uno de éstos ―añadió, ofreciéndole una caja que contenía puros. ―No fumo ―repuso Kevin, cortante y sin hacer caso a su sugerencia acerca de tomar asiento―. ¿Con quién hablabas? ―Con el General, ya sabes, se enteró que regresas a casa y se ofreció a… ―No acepto, lo que sea que te haya ofrecido para mí, no lo quiero ―replicó Kevin, con firmeza―. Ya estoy harto de todo eso. Recién entonces su padre apartó la mirada de su escritorio y le prestó atención, como si fuera la primera vez que lo veía en su vida, o como si tuviera un tercer ojo en la frente. ―¿Disculpa? ―masculló―. Por un segundo creí oír mal y… ―Sabes que oíste bien. ―Lo interrumpió Kevin―. No acepto. No quiero seguir en esto, no quiero ser militar y me importa un reverendo pepino qué es lo que esperas tú de mí. Pasé catorce años en una escuela a la que odiaba sólo por… ―¿Y de dónde sacas tú la idea de que tienes derecho a contradecirme? ―inquirió su padre, con voz amenazante―. ¿Crees que te eduqué para que termines tocando el piano en un teatro de cuarta? ¿Crees que te crié para que malgastes tu vida por ahí, componiendo esa porquería a la que llamas música? ―¡No me importa para qué me criaste, ni para qué me educaste! ―exclamó Kevin, comenzando a perder los estribos―. ¡No me importa qué demonios pensarán de ti tus superiores, ni qué dirán tus amigos! ¡Yo no quiero esto para mí y no lo voy a aceptar! ¡Me gusta la música, me gusta vivir y no voy a…! ―¡No permito que me alces la voz! ―le advirtió su padre, sulfurándose―. ¡Me debes respeto! ¡Y harás lo que yo diga si no quieres perder mi apellido y mi herencia! Página | 278


―¡¿Sabes qué! ¡Quédate con tu ‘apellido’ y con tu ‘herencia’! ―vociferó Kevin―. ¡No los quiero ni los necesito! ¡Me harté de todo esto y me voy! ¡Me marcho de una buena vez! Y, sin esperar por su respuesta, corrió a su cuarto y rebuscó en la trampilla que había en el fondo de su armario. Sí, con ese dinero era más que suficiente para alcanzar a sus tíos en el sur. ―¡Kevin! ¡Kevin! ¿Qué fueron esos gritos? ¿Qué fue lo que ocurrió? ―exclamó su madre, cuando se aprestaba a bajar nuevamente la escalera. Con una sonrisa a medias regresó sobre sus pasos y la abrazó con fuerza. ―Perdóname por marcharme así ―suplicó, ocultando su rostro en su cabello para guardar un poco de su dulce aroma con él―. Tenía en mente quedarme al menos una semana contigo, pero no creo soportarlo más tiempo. ―C-cariño, ¿qué dices? ―murmuró ella, tomando su rostro entre sus manos―. ¿Te marchas? ¿Ahora? P-pero… ―No te preocupes ―la tranquilizó él, secándole el rostro al ver sus lágrimas correr―. Estaré bien, me voy con Jean y Francini al sur y luego a Francia. Te escribiré cada vez que pueda, ¿está bien? ―P-pero… ―Por favor, no me compliques más las cosas ―suplicó Kevin, abrazándola nuevamente con fuerza―. Me quedaría por ti, pero no creo poder soportar toda una vida de lo mismo… ―Esperaré tus cartas ―susurró ella con voz quebrada antes de besar su frente―. Y, por favor, cuídate. Kevin besó por última vez su mejilla y corrió escalera abajo. Tras él escuchaba los gritos de su padre, advirtiéndole que se arrepentiría de esa locura, que jamás le perdonaría tamaña vergüenza para la familia y que desde ese momento dejaba de considerarlo su hijo, pero lo único que le dolía era la imagen de su madre llorando y el sonido de sus sollozos. Página | 279


Cerró la puerta principal con fuerza y echó a correr otra vez. Tenía que llegar a tiempo a la estación de trenes. No podía perder esa oportunidad. Sin embargo, de pronto una extraña sensación de júbilo y de bienestar recorrió su cuerpo y no pudo evitar reír mientras corría. ¡Era libre! ¡Por fin era libre! Trabajaría duro junto a sus tíos, sabía que sería un gran sacrificio, pero ¿quién sabía? Tal vez luego podría iniciar una gira por su cuenta. Tal vez.

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