CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
En 1912 apareció la primera edición de Campos de Castilla. Esta edición solo tenía 18 poemas, escritos en su mayoría en Soria. En 1917, dentro de sus Poesías completas, Machado ofreció la segunda versión de Campos de Castilla. Presentaba 40 poemas más, escritos durante su estancia en Baeza. El libro Campos de Castilla, en la versión definitiva que leemos hoy, consta de 58 poemas, los comprendidos en las Poesías Completas entre los números XCVII (“Retrato”) y CLII (“A Juan Ramón Jiménez”). Campos de Castilla es una colección de poemas bastante heterogénea en la que podemos señalar una mayor objetividad que en su obra anterior, una mayor preocupación por lo de fuera: paisajes de Castilla, hombres, la sociedad, España. Se han señalado como posibles causas de este cambio su propio deseo de cambio (de la excesiva introspección de Soledades), su larga estancia en Soria, su amor por Leonor y el llamado “espíritu del 98” (un modo de ver y sentir Castilla en el que se mezclaba la visión estética del campo castellano con ciertas consideraciones sobre el pasado, el presente y el porvenir de España).
TEMAS. Los poemas de este libro los podemos agrupar en dos grandes bloques según los temas: el problema de España y el problema existencial.
El problema de España: 1. El paisaje. Frente al paisaje simbolista de Soledades, Machado se atiene ahora al paisaje real que contempla. En la 1ª edición el paisaje descrito es el castellano, concretamente los alrededores de Soria, a donde se va en 1907. El paisaje de las tierras de Soria causa una profunda impresión que quedará profundamente grabada en el alma del poeta. En la 2ª edición añade composiciones que escribe durante su estancia en Baeza, aparece entonces el paisaje andaluz generalmente en contraposición al recuerdo del anterior. En la obra se pueden apreciar dos modos de enfocar el paisaje:
Visión objetiva del paisaje e identificación simbólica del paisaje con el pasado histórico de Castilla: El paisaje castellano será contemplado de una manera objetiva, describiendo su dureza y aridez y resaltando su pobreza, mediante referencias a lo humilde. Pero a pesar de la objetividad, el poeta no se limita a dar un retrato físico de una tierra, sino una interpretación del alma de esa tierra en sintonía con su propia alma: “Me habéis llegado al alma,/ ¿O acaso 1
CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
estabais en el fondo de ella?” Se hace presente metafóricamente en los elementos del paisaje el pasado histórico a través de imágenes guerreras (loma = “recamado escudo”, meandro del Duero = “curva de ballesta”, “Soria, mística y guerrera”…). Cuando se marcha a Baeza, esta ciudad y sus campos también recordarán su pasado histórico, relacionado con la época de la dominación musulmana (Baeza = “ciudad moruna”, Guadalquivir = “alfanje roto y disperso”).
Identificación simbólica del alma con los elementos del paisaje: El paisaje castellano: En otros poemas el poeta proyecta en diversos elementos de la naturaleza (ríos, árboles, atardeceres…) su propia realidad íntima. El poeta se relaciona con las cosas y estas se transfiguran en espejo que refleja los estados de su alma. En este sentido es singularmente destacado el proceso que “sufre” el olmo. Las primeras referencias —antes de la muerte de su esposa— a este árbol son meramente denotativas de su presencia en los parques. En el poema “A un olmo seco” —escrito durante la enfermedad de Leonor— se inicia el proceso de identificación de su alma con dicho árbol, que continuará de forma más o menos implícita en otros poemas (CXVI, CXXVII) cuando, tras la muerte de su esposa, se convierte en el recuerdo de una esperanza inútil. El paisaje andaluz: Por contraste con la aridez y humildad del paisaje castellano, se destacan los tonos luminosos, verdes, fértiles (“Recuerdos”); el poeta se queja de que el paisaje de su tierra, el de su infancia, a pesar de su belleza no haya penetrado todavía en su alma. Todos los poemas dedicados a Leonor los escribe en Baeza, por ello en algunos poemas de esta serie el paisaje andaluz, alegre en otras ocasiones, se carga de connotaciones de tristeza (“Caminos”), indicando el cansancio espiritual y la profunda melancolía del poeta. Frente a esto el paisaje soriano se carga de connotaciones positivas (por ejemplo en “A José María Palacio” en el que se recuerda a la amada muerta).
2. Las gentes de Castilla y de España (“Por tierras de España”, “La tierra de Alvargonzález”): También analiza Machado a los habitantes del paisaje, conectándolo con el tema de la decadencia de España: la raza de héroes ha degenerado en unos campesinos hoscos que se rigen por supersticiones primitivas e instintos primarios. Frente a esplendores pasados, el autor alude al despoblamiento, la dureza de la vida, la necesidad de emigrar..., y habla de la apatía de las gentes o de sus miserias morales. Es importante subrayar que, en estos poemas, Machado no oculta lacras, no idealiza al sufrido —pero también embrutecido— pueblo. Entre los campesinos abunda “el hombre malo”, violento y hasta animado por “la sombra de Caín”. Así, el tema de la decadencia se funde con otros que le son afines como el de la maldad, originada en la pobreza y madre de todo vicio, la envidia y muchos otros males. En este sentido, el poema más representativo es “La tierra de Alvargonzález”, un largo romance narrativo cuyo tema central es un parricidio: Alvargonzález se casa y tiene tres hijos, los dos mayores lo apuñalan y arrojan su cuerpo al fondo de la Laguna Negra. Sufren una maldición del cielo que los vuelve muy pobres, frente al hermano menor que 2 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
prospera, y grandes remordimientos que los llevarán a su trágico final. Se trata de un ambicioso poema de temática universal (los crímenes por envidia y ambición) y local (la influencia de una excursión que hizo Machado a las fuentes del Duero, en la Sierra de Urbión). 3. La denuncia política: la patria, la historia, el futuro de España. Este tema está relacionado con el de la degeneración moral de los pobladores del paisaje castellano y se observan, en el tratamiento del mismo, los orígenes regeneracionistas de Machado: la solución al problema nacional reside en la educación, la cultura y la renovación ética de los individuos, tanto como en la supresión de las injusticias económicas y sociales. Es en Baeza donde ve los más agudos ejemplos de desigualdad social (“señoritos” terratenientes y braceros miserables). De esa situación nacen los poemas de lo que podría llamarse la “serie andaluza”, en los que hay una observación satírica de la vida cotidiana (“Poema de un día”). En otros poemas esta faceta satírica va a adquirir tonos especialmente intensos y, sin dejar de referirse a Andalucía, pasará a generalizar sobre España. Son los titulados “Del pasado efímero” y “El mañana efímero”, donde Machado plantea el tema de las dos Españas:
la “vieja” España, retratada en “Del pasado efímero”, de las tradiciones ancestrales, del catolicismo basado en la intolerancia, de los señoritos y caciques; la “otra España”, la de “El mañana efímero”, del “cincel y la maza”, de los trabajadores, los jóvenes inquietos. Esta es la España que “nace”, la “España joven” con la que el poeta se siente comprometido.
También, en la segunda edición aparece el tema del antibelicismo, como en “España en paz” donde celebra la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial.
El problema existencial: 1. El amor y la muerte de Leonor. A raíz de la enfermedad de Leonor, Machado expresó en varios poemas sus sentimientos de incertidumbre y esperanza. Entre estos destaca “A un olmo seco” que canta el milagro de la primavera, manifestado en la rama verdecida de un olmo centenario, y expresa su deseo de otro milagro en alusión a la curación de su esposa, muy enferma en aquel momento. Después, será el intenso dolor de la llegada de la muerte (CXXIII). Y de nuevo la soledad (CXXI). Y la sobrecogedora queja que el poeta alza a Dios (CXIX). Y la lucha del corazón con la cabeza por creer que hay algo más allá de la muerte (CXX, CXXII). Y el refugiarse de nuevo en los sueños, en los que parece recobrar a la amada perdida (CXXII). En fin, el ciclo tiene su broche de oro en el espléndido poema “A José María Palacio”, ya en la primavera siguiente, una primavera lejos de Soria y sin Leonor... En suma, una serie de emocionadas poesías. 2. La religión. Machado, en poemas como “La saeta”, muestra sus sentimientos religiosos; en este caso, frente a la fe popular manifestada en la Semana Santa sevillana, expresa su pensamiento personal acerca de Dios y de Cristo, que está marcado por un 3 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
peculiar panteísmo y una exaltación del Jesús “hombre” e incluso el Jesús “resucitado” frente al Nazareno crucificado. En algunos de los “Proverbios” también incluye el tema religioso desde una perspectiva existencial: soñar con Dios o “pelearse” con Él al modo de Unamuno. 3. Lo proverbial. Los enigmas del hombre y del mundo. En los “Proverbios y cantares” Machado enuncia sus preocupaciones éticas y morales (denuncia de la hipocresía, la incultura...) así como su concepción del tiempo, la muerte y la fugacidad de la vida (famosísimo es el cantar que utiliza la imagen del camino: “Todo pasa y todo queda,/pero lo nuestro es pasar,/pasar haciendo caminos,/caminos sobre la mar”). La predilección por los proverbios y cantares, breves poemas de carácter sentencioso, recoge una herencia familiar de su padre, folklorista y recopilador de coplas. También se hacen patentes en ellos las lecturas de Kant, Bergson y Unamuno, de quien Machado se confiesa admirador. Son, por tanto, testimonio de su afición por la Filosofía pero también de su fervor por las coplas populares.
PRINCIPALES ASPECTOS FORMALES. Métrica: Merece una atención especial en la caracterización del lenguaje poético de Machado por la variedad extraordinaria de metros y estrofas que utiliza, por la naturalidad y espontaneidad que esta variedad transmite y por la mezcla, muy sorprendente, de tradición y modernidad, de ecos clásicos y populares. En cuanto a los metros, los versos preferidos en Campos de castilla son los clásicos de la tradición española: el octosílabo, de tradición popular, y el endecasílabo, de tradición culta. En numerosas ocasiones, el endecasílabo aparece combinado con el heptasílabo. En menor medida utiliza el alejandrino, que había sido uno de los preferidos en la obra anterior y que predomina en los primeros poemas del libro (Retrato, A orillas del Duero, Por tierras de España, El hospicio). En cuanto a las estrofas, encontramos gran variedad: cuartetas, redondillas, coplas, décimas... Y, aunque en muchas ocasiones utiliza estrofas abiertas, es decir, de número no prefijado de versos, su tendencia más habitual es agrupar los versos de cuatro en cuatro, formando cuartetos, serventesios o parejas de pareados. Pocas veces emplea otras estrofas tradicionales, pero hay un soneto (Adiós) y un extensísimo romance, La tierra de Alvargonzález, que presenta la novedad de estar dividido en diez partes o cantos, a su vez fragmentados en grupos con variedad de rimas: cuartetas (abab), redondillas (abba), coplas (-a-a) y décimas (abbaaccddc). Una de las estrofas preferida es la silva, combinación libre de un número indeterminado de versos endecasílabos y heptasílabos, cuya rima también se distribuye libremente; en especial abunda la silvaarromanzada: serie libre de endecasílabos y heptasílabos que riman como en el romance (7-7a-7-11A-11-11A-11-7a-11-11A-7).
4 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
A pesar de su preferencia por la asonancia, la rima consonante es muy frecuente. En cuanto a la acentuación de los versos, es con frecuencia aguda. Estos versos acentuados en la última sílaba, intercalados entre otros de acentuación llana, contribuyen a crear una sensación de musicalidad interior, de ritmo medido. Lenguaje: Antonio Machado somete desde sus inicios poéticos su estilo a un proceso de depuración en busca de la esencialidad, hecho que explica que partiendo del Modernismo esteticista llegue a una poesía sencilla, breve y concisa. a) El léxico: Machado tiene, evidentemente, un vocabulario predilecto. Puede agruparse en torno a algunos temas, algunos sentimientos, algunas percepciones:
El tiempo: Toda la obra poética de Machado está marcada por el empleo de un vocabulario que evoca el tiempo que pasa, el ritmo de los meses y de las estaciones, la caducidad de las cosas. En este sentido, hay que señalar un vocabulario referido a lo que él mismo llamaba “signos del tiempo”. Así, las palabras que pueden funcionar como deícticos temporales (adverbios —hoy, mañana, ayer, todavía, nunca, ya, aún…, demostrativos —estos, aquellos… —) aparecen de continuo en sus poemas. Estos deícticos no suelen aparecer solos, sino que se combinan en antítesis para expresar la relación pasadopresente-futuro. Los adverbios de lugar (aquí, allá…) y los demostrativos (estos, aquellos…) tienen también este valor deíctico; y también suelen conformarse en antítesis correspondientes a estados de ánimo.
En oposición a estos signos del tiempo, el poeta utiliza un vocabulario abstracto para referirse a lo que define como “revelaciones del ser en la conciencia humana” relacionados con los universales del sentimiento: sueño, alma, ilusión, encanto, armonía…
Una de las características más señaladas entre los escritores de la llamada Generación del 98 es el uso −incluso la recuperación− del léxico arcaico y/o rural: tahúr, albur, sayal, juglar, arcadores, perailes, chicarreros… En Campos de Castilla es frecuente el uso de sustantivos y adjetivos que evocan la rudeza o la pobreza de esas tierras, junto con nombres seguidos de complementos nominales formados con la preposición sin, indicando dicha pobreza (“A orillas del Duero”).
b) Adjetivación. Machado utiliza el adjetivo en su función habitual de individualizar al sustantivo. Destaca especialmente el empleo de adjetivos de color: los plateados, los grises, los cárdenos, los blancos, los verdes, el añil, que utilizados a grandes pinceladas, constituyen conjuntos evocadores:” ¡Colinas plateadas,/grises alcores, cárdenas roquedas/por donde traza el Duero…”
5 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
Recursos estilísticos: Machado emplea generalmente con mesura procedimientos estilísticos o retóricos que libran a sus poemas de toda impresión de monotonía: Es muy habitual la repetición de palabras o expresiones, que produce un efecto de insistencia, de obsesión o de encantamiento: “Campo, campo, campo; esta tierra de olivares y olivares”… O sirve para imitar un movimiento: “Se vio a la lechuza/volar y volar”. O trata de reflejar una emoción tan fuerte que resulta indecible: “¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!”. Como figuras de repetición, la más usada es la anáfora: “¡Álamos del amor que ayer tuvisteis/de ruiseñores vuestras ramas llenas,/álamos que seréis mañana liras/del viento perfumado en primavera/álamos del amor cerca del agua…” Son también abundantes las enumeraciones de los elementos destacados del paisaje: el Duero, las colinas, los cerros, las colinas, los encinares, los álamos, los chopos del río, los campos… También en relación con el paisaje, hay dos aspectos que manifiestan su deseo de comunión íntima con lo que le rodea: en primer lugar, se observa una frecuente humanización de las cosas, de los objetos, de los paisajes por medio de la personificación: “el agua clara que reía”, “cárdenos nublados congojosos”, “Hierve y ríe el mar”… En segundo lugar, hay un abundante empleo de la exclamación, muchas veces en forma de apóstrofe, uno de los rasgos más peculiares de este poeta que no abandonará jamás, puesto que le permite traducir su emoción ante los objetos, los seres humanos o los acontecimientos: “¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria”, “¡Hermosa tierra de España!”, ¡Oh, flor de fuego!” ¡Tierras de la luna!”… Con este gusto persistente por la exclamación, se puede relacionar también el uso frecuentísimo de la interrogación retórica: “¿No beberán un día en vuestros senos/los que mañana labrarán la tierra?”. Se aprecian también metáforas y símiles, en los que suele utilizar como elemento comparativo la forma de los objetos: “grises alcores, cárdenas roquedas/ por donde traza el Duero/ su curva de ballesta/en torno a Soria,...”. Utiliza también otras figuras de sustitución, como la sinestesia (“agrias cumbres”) o la hipérbole (“mil Guadarramas y mil soles vienen”). Y hay que citar el epifonema, recurso que consiste en cerrar las composiciones con una frase rotunda que sintetice el contenido: “La barba canosa y lacia/sobre el pecho,/metido en tosco sayal,/las yertas manos en cruz/¡tan formal!/el caballero andaluz.”
PRINCIPALES SÍMBOLOS MACHADIANOS. 6 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
Lo más destacado es el uso de símbolos:
Los caminos están presentes en la poesía de Machado desde sus primeras composiciones. El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de pesar sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando y que también anticipa el horror de llegar. Los caminos son frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen asociados con esta. Cuando esto ocurre en el poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía, hacia el futuro, del que nada podemos decir; y, al mismo tiempo, se convierte en motivo de melancolía, de ensueño que trae recuerdos. Aparece también en ocasiones la idea de que el camino no está hecho, sino que se hace a la vez que el acto que lo realiza (“se hace camino al andar”).
La tarde suele expresar el sentimiento melancólico de la vejez espiritual. Por esto, los adjetivos referidos a colores que acompañan a la tarde y a los elementos del paisaje en esa hora (rojos, cárdenos, violetas…) se cargan por contagio semántico de estas connotaciones de melancolía y tristeza.
Los árboles: Los chopos y los álamos, asociados a la frescura y el resurgir, representan además una visión idílica de Castilla; el roble representa el paso inevitable del tiempo, que se lleva tras de sí todo lo que encuentra en el camino; el naranjo y el limonero se asocian a sus recuerdos infantiles...
El agua del río (sobre todo del Duero), de la fuente, de la lluvia… su fluir casi imperceptible y constante se hace símbolo del fluir temporal.
El mar simboliza con frecuencia la ciega inmensidad de la muerte, lugar al que confluyen todos los ríos, siguiendo la alegoría de Jorge Manrique. Cada ser, como una ínfima gota, se pierde y desaparece en la inmensidad del mar-muerte (“Morir ¿Caer como gota/de mar en el mar inmenso”).
Pero hay muchos otros elementos que simbolizan la muerte: el ocaso, el otoño, la sombra... La actitud de Machado ante la muerte es variada: desde la angustia personal (“Es una tarde cenicienta y mustia”), a la melancolía, a la rebeldía que se manifiesta sobre todo en los poemas que tratan sobre la muerte de Leonor.
En estos poemas, el recuerdo de su mujer se asocia al paisaje de Soria evocado desde una lejanía espacial y temporal, lo que contribuye a vivificarlo. El paisaje soriano simboliza entonces la ausencia, el recuerdo, la soledad… incluso la esperanza.
Además, como ya hemos visto, el paisaje —castellano y andaluz— se convierte en símbolo de España, en imagen de su pasado histórico que se hace presente a través del lenguaje figurado; esta identificación de los elementos del paisaje con el pasado da pie a reflexiones en las que se contrasta el pasado glorioso con el mezquino presente. En este sentido, Machado realiza una selección que apuntará a destacar el “alma” de Castilla vista desde su peculiar sensibilidad. Así, recoge, sobre todo, lo que va en dos direcciones: de una parte, lo pobre, lo adusto, lo 7
CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado
austero (“yermos”, “páramos”, “pegujales”, etc.); de otra, lo recio, lo duro, lo fuerte (“alcores”, “roquedas”, “arnés de guerra”, “yelmo”…). A veces, el empleo insistente de ciertas metáforas o de ciertas asociaciones de palabras se aproxima al valor del símbolo: “cárdenas roquedas”, “grises alcores” o “la curva de ballesta que el Duero traza en torno a Soria”, pretenden encerrar la esencia del paisaje castellano y casi lo simbolizan.
IMPORTANCIA DE LA OBRA EN LA POESÍA ANTERIOR A LA GUERRA CIVIL. Para algunos críticos, Campos de Castilla es la síntesis más representativa del pensamiento crítico-historicista de la generación del 98, un libro que representa una sincera preocupación por España y el ser del hombre. Pero se puede decir que Machado no sólo asume el criticismo sino que proyecta su lirismo sobre la esencia de los problemas. Los poetas de la Generación del 27 respetaron la obra machadiana, pero la devoción del momento se orientaba hacia la poesía de J. R. Jiménez. Fueron los poetas de posguerra los que realmente supieron valorarla. Algunos poetas, como Blas de Otero, vuelven hacia Machado y lo convierten en el más alto ejemplo de poesía y humanidad. Un crítico del 27, Dámaso Alonso, dirá que era una lección de estética, austeridad, honestidad sin disfraces ni relumbrones. La Generación del 36 se había vuelto hacia Machado antes y después de la guerra. Reconocen al poeta del tiempo y de la existencia que destierra cualquier forma de virtuosismo. La presencia machadiana se percibe, sobre todo, en la poesía de Leopoldo Panero, seguidor del tratamiento lírico del paisaje; y en la de Luis Rosales, especialmente en La casa encendida y en los proverbios y cantares. Debemos destacar su influencia en José Hierro, Gabriel Celaya y Blas de Otero. Los poetas de la llamada “segunda generación de posguerra” rescataron de Machado los aspectos olvidados de su obra como poeta cívico y comprometido. Por ejemplo: Ángel González, José Manuel Caballero Bonald y José Ángel Valente. También en Jaime Gil de Biedma se observan coincidencias de actitud. Francisco Brines, Claudio Rodríguez y José Agustín Goytisolo miran a veces hacia Machado. En 1970 surge una nueva generación de poetas, los Novísimos. No percibimos influencias de Machado. Durante las décadas de los ochenta y noventa, los poetas españoles volverán la mirada hacia la obra de Machado. Por ejemplo: Andrés Trapiello, José Mateos y, especialmente, Luis García Montero. A pesar de los gustos y modas, Machado representa la hondura en el enfoque de problemas humanos y una inigualada identificación de un poeta con su tierra. Por lo tanto, es una de las cimas más alta de la poesía española del siglo XX.
8 CAMPOS DE CASTILLA de Antonio Machado