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Mario,Juan CarlosyAlejandro
Canahuati
Dos generaciones, una alianza invencible La similitud física entre ellos es extraordinaria, un magnífico ejemplo de herencia genética que no deja de asombrarnos, como lo corroboran estas imágenes exclusivas en las que Mario Canahuati, el nuevo Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores de Honduras, posa sonriente e impecable a la par de Juan Carlos y Alejandro Miguel Canahuati Farah, el mayor y el menor de sus cuatro hijos, para engalanar la portada de Cromos Ellos, edición especial del 2010 cuya publicación coincide con el mes en que celebramos el Día del Padre. Por Suyapa Carías Fotos SAÚL LARIOS
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ero más allá de los rasgos comunes que ponen en evidencia la consanguinidad inmediata de estos tres apuestos caballeros de ojos verdes, hemos identificado un verdadero modelo de unión, amor y respeto en la relación padre-hijos, lo que en gran medida ha hecho de toda esta familia un equipo inquebrantable, inseparable y sobre todo, dichoso de saber que se tienen los unos a los otros a cada paso de su existencia. La sesión fotográfica se realiza un lunes a primera hora, luego de que don Mario y su esposa, Sandra Farah Canahuati, gentilmente aceptaran nuestra solicitud, abriéndonos sin reservas las puertas de su residencia en Tegucigalpa. Stephanie, “la princesa de la casa”, no está presente en la cita, como tampoco el brillante Mario Alberto, pues actualmente viven en el extranjero por motivos de trabajo y estudio. Mientras la cámara dispara, los tres sonríen, bromean, se aconsejan sobre los gestos, el vestuario. Hay un ambiente de completa camaradería. En este mismo escenario departimos de manera franca y cómoda para conocer más a fondo el lado paternal de este respetado empresario, político, filántropo y diplomático. Compartir, compartir, compartir Desde el inicio, ambos jóvenes se muestran ávidos de verbalizar su admiración hacia su progenitor. “Antes que todo, mi padre es una persona bien familiar, siempre nos ha inculcado la unión de la familia, y la unión hace la fuerza”, comparte jovialmente Juan Carlos, de 29 años, quien ya ha tomado las riendas de los negocios familiares establecidos en San Pedro Sula. “Nuestra vida es compartir, intercambiar ideas, criterios, y eso nos permite tener esa relación tan viva y despierta”, detalla. “Yo lo admiro porque es un hombre seguro de sí mismo, siempre está muy claro de lo que quiere en cada etapa de su vida, es muy disciplinado, luchador y perseverante. Aún cuando encuentra obstáculos y limitaciones, él siempre busca la forma de salir adelante y encontrar el camino al éxito”. Entre tanto, Alejandro, aunque es todavía un adolescente, se expresa con toda soltura y contundencia. “Los dos valores que más destacan en mi padre a mi juicio es la humildad, y poner siempre a la familia ante todo pese a las responsabilidades que tiene día a día”, declara. “Algo que me ha impactado son los retos que se pone a sí mismo, sus convicciones y principios… eso nos ha hecho apoyarlo y creer en sus ideales”.
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Padre y amigo “Pues nos hemos convertido en amigos. Siento que más allá de la relación padre-hijos, entre nosotros hay una relación de compañerismo, en la que conversamos de forma libre, y donde no hay nada oculto. Y cuando hay problemas, entonces los discutimos para poder buscarles soluciones juntos”, expresa Canahuati. A medida que la charla avanza, vamos conociendo algunas políticas y tradiciones familiares que han contribuido a desarrollar un nivel de compenetración tan sólido. “En el caso nuestro, nunca tomamos una decisión si no la platicamos
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previamente. Si me voy a meter a política u otra actividad… aún estando ellos pequeños se les ha consultado, de manera que vayan adquiriendo sentido de responsabilidad en la toma de decisiones… entonces tienen que analizarlo, y al final todos son parte del proyecto desde el principio”. Y además de acostumbrarlos a consensuar, Canahuati ha incorporado directamente a sus hijos en sus aventuras empresariales, políticas y sociales, permitiéndole seguir compartiendo así más tiempo de calidad, en vez de separarse. Originario de San Pedro Sula, Canahuati presidió la Cámara de
Comercio e Industrias de Cortés (CCIC) de 1996 al 2000, y fungió como embajador de Honduras e n Wa s h i n g t o n d u r a n t e l a administración de Ricardo Maduro. Ante las elecciones del 2005 fue postulado a la vicepresidencia de la República por el Partido Nacional. En el 2006 asumió la titularidad del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), y para los comicios del 2008 se lanzó como precandidato presidencial por la ya mencionada institución política. Durante su campaña proselitista, sus hijos lo acompañaron en las giras que realizó por todo el territorio nacional.
Un equipo dentro y fuera de casa “Lo que hemos ganado al involucrarnos en sus proyectos es que cada uno se ha formado su propia idea de lo que quiere ser y hacer, adónde quiere aportar, qué áreas hay que mejorar, y del amor que le tenemos a Honduras. Eso es crecer en familia”, añade el más pequeño del clan, conocido por sus divertidas ocurrencias. Otra faceta importante en la vida de Mario Canahuati y su familia ha sido su liderazgo en la implementación de obras de proyección social. Entre estas destaca Mhotivo, fundación que él mismo constituyó, ofreciendo programas educativos fundamentados en la interiorización de valores para el desarrollo integral de niños y jóvenes de escasos recursos. La organización ha crecido de tal forma, que actualmente es un ejemplo a nivel latinoamericano. “Desde pequeños, mi papá siempre nos ha llevado a la fundación, así que hemos visto nacer esas obras, hemos constatado ese amor que siente por el prójimo. Tanto él como mi madre nos han inculcado esa sensibilidad social, lo cual es muy gratificante”, afirma Juan Carlos. En la familia Canahuati Farah, las pláticas constantes de día o de noche son la norma general, así como sentarse a la mesa a comer juntos tan frecuentemente como sea posible, una tradición con la que él mismo creció. Predominando el género masculino, es común ver a don Mario y sus hijos varones realizando actividades recreativas propias de los hombres, ya sea jugando fútbol, viendo deportes en la televisión o jugando ping-pong no sólo con ellos, sino también con los amigos que invitan a casa, volviéndose uno más del grupo. Tampoco es extraño encontrarlos un domingo metidos en la cocina haciendo travesuras culinarias. Sin embargo, su mayor entretenimiento es salir juntos de pesca y a bucear, para lo cual viajan a diferentes destinos como los cayos de Belice, las Islas de la Bahía y Puerto Cortés, el más cercano y preferido. Y es que según nos cuentan, hay una sensación especial, una singular complicidad que se produce cuando salen al mar, que los hace volver una y otra vez.
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portada “Siento que (la pesca) es uno de los deportes donde más se comparte, primero porque estamos juntos, preparamos las carnadas, después está la emoción de competir por sacar peces, es un proceso que requiere “teamwork”, y yo les he transmitido mi pasión por ese espacio infinito”, explica Canahuati. Su pericia colectiva en esta disciplina incluso los ha llevado a participar satisfactoriamente en varios torneos. Reglas y valores heredados Y así como puede integrarse a los juegos y reírse con los muchachos, Canahuati es igualmente estricto. “Bromas, todos los días, pero también tenemos reglas que no se pueden romper, como es la de no mentir bajo ningún punto. En este hogar no caben los secretos”. Asimismo, les han fomentado la importancia de ser aplicados en los estudios, de manera que todos han resultado ser excelentes alumnos dentro y fuera del país. Como en todas las familias, no faltan los momentos para reprender. “Somos una familia normal, con imperfecciones. Creo que he mejorado a medida que he ido creciendo, dándoles el espacio para reflexionar, pero soy estricto, porque sé de las grandes obligaciones que tienen con su vida y la de los demás. Ahora tienen que revisar el porqué se les llama la atención. Mis padres hacen lo mismo conmigo, mi mamá me llama para darme consejos, es decir, uno nunca termina de aprender, por eso nos acercamos a Él, para madurar y manejar las cosas con humildad”. Don Mario hace un salto mental al pasado y con sentido orgullo relata los modestos inicios de sus progenitores, los señores Juan Miguel y Tina Canahuati, quienes a puro tesón y con gran fe se fueron abriendo camino en la actividad industrial de la costa norte de Honduras, al punto de haber establecido la primera maquila en Centroamérica. Citando cariñosamente a sus cuatro hermanos, recuerda que tanto en tiempos de austeridad como de bonanza, mantener una relación fuerte y directa en familia fue siempre la prioridad número uno. “No me cabe la menor duda de que ahí comienza nuestra verdadera herencia, en un hogar donde por encima del recurso económico estaba el amor, los principios y el honor. “Eso nos inculcó los valores que les hemos pasado a nuestros hijos, de manera que podamos conducirnos de acuerdo a la solidaridad, la fidelidad, la confianza y el respeto que debemos tenernos todos. Aun cuando existen
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diferentes personalidades, la familia está por encima de cualquier proyecto personal”. Al tiempo de manifestar su devoción a la Virgen de Suyapa, Mario Canahuati se esmera en atribuirle los más altos méritos a su esposa, la hermosa colombiana que le robó el corazón desde temprana edad, y a quien desposó al sólo cumplir ella los 18 años. “Ella ha sido el pilar de todo esto”, expresa, mientras Juan Carlos y Alejandro hacen comentarios igualmente halagadores de su madre. Ahora que ha emprendido un nuevo reto como canciller de la República, Mario Canahuati está seguro de que sus hijos lo seguirán respaldando de corazón en su constante misión de ser parte del gran cambio que tanto anhela, para lograr que todos los hondureños puedan vivir dentro de la justicia social y con la dignidad que se merecen.
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