NĂşmero 93
El nombre
El nombre A través de milenios nombres fulgurantes han atravesado el cielo de la historia. Muchos de ellos han desaparecido totalmente, otros fueron olvidados, o apenas mencionados como un recuerdo de hechos acontecidos y que han dejado su huella por sus acciones valerosas o su pensamiento esclarecido. En esta ocasión queremos referirnos al nombre más famoso de todos los tiempos y que conserva una actualidad asombrosa, que aún despierta controversias, adhesiones, odios o amores, pero nunca indiferencia. El nombre es: Jesús. Nacido hace más de dos mil años, hijo de una campesina judía y en una insignificante aldea cercana a Jerusalén. María, su madre y José, su padre de adopción, lo llamaron “Jesús”, y es el nombre más influyente en la historia de la humanidad. El nombre de Jesús El nombre fue elegido por Dios mismo: “Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará…”. En hebreo, el idioma de la Judea del siglo I, el nombre Jesús proviene de Yeshua, nombre verdadero del hijo de YHVH Elohim, “Salvación”. Nombre simple del adjetivo descrito. Este nombre llegó al español desde su equivalente en arameo, a través del griego Iisoús (Iisoús) y del latín Iesu(a). Sin embargo, se podría traducir también como Josué, ya que otra evolución del mismo nombre Yehoshua fue a Yoshua y, de aquí, a Josué (en inglés Joshua).
Pero además, y principalmente, es un nombre con una virtud particular: ¡Poder! Poder sin igual con plena vigencia en este siglo XXI: Pero este poder se manifiesta en la medida de nuestra fe, porque “sin fe es imposible agradar a Dios”: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.” (Juan 1:12, NVI). “En su nombre”, “por su nombre”, “ante el nombre” son expresiones que atribuyen virtud o virtudes al nombre de Jesús. Por supuesto, el verdadero Jesús, de naturaleza divina y eterna. Poder para salvar “Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Joel 2:32; Hechos 2:21, NVI). Clamar con este nombre precioso ha sido suficiente para obtener el socorro inmediato. De manera incomprensible e inexplicable, si no se considera a través de la fe, el auxilio oportuno ha llegado para socorrer y rescatar a más de un alma en peligro. Cuando nos sentimos asediados por fuerzas oscuras de maldad, pronunciar su nombre nos ha proporcionado paz y seguridad. “Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13, NVI). “Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo, que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo” (1 Juan 5:16, NVI).
Poder para perdonar En una generación superpoblada de sicólogos, siquiatras, sociólogos, consejeros, etc., etc., el mayor problema que agobia al ser humano del siglo XXI sigue siendo el pecado. Por más que evitemos mencionarlo, explicarlo o reprimirlo, la transgresión a las leyes morales de Dios perturba, enferma y hace decaer la felicidad que el hombre tanto anhela y persigue. La solución a este problema es sólo una: el pecado necesita ser perdonado y ese perdón sólo se encuentra en Jesús, el Cristo. “De él [Jesús] dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados” (Hechos 10:43, NVI). Otra vez “al que cree”, y otra vez “en su nombre”. Si nos agobian las culpas, es creyendo y recibiendo en Su nombre que, obtendremos el perdón de nuestros pecados, con el resultado inmediato de Su paz en nuestros corazones.
Para el diario vivir En el nombre de Jesús obtenemos el perdón de nuestros pecados y también somos beneficiados con Su poder renovador. Es decir, no es sólo la experiencia de un instante, sino además la influencia cotidiana de Su nombre en nuestra vida. Vivimos en un mundo convulsionado de violencia y crímenes insensatos, pero aun en el diario vivir las presiones son tan intensas, las relaciones tan complejas y la lucha por la vida tan aguda que pareciera arrastrarnos en un vértigo cruel hacia un abismo insondable. Es entonces que el nombre surge de nuestros labios, volcamos allí todas nuestras luchas y penurias, clamamos por paz y seguridad interior, de modo que Su auxilio nos permita sostener nuestro hogar. El nombre es un ancla en la que nuestra alma y la de nuestros seres queridos pueden ser aseguradas, fortalecidas y renovadas para continuar. Así, cuando nos sentimos desmayar, somos renovados por la vivificación que hallamos al invocar Su nombre. “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (Juan 20:30–31, NVI).
“A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado” (Cantares 1:3, RVR 60). Dulce es el nombre de Jesús, Pues él me salvó y me libertó. Con gozo yo su nombre alabaré, ¡Cuán dulce es el nombre de Jesús!
Un lugar de reposo “Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo” (Proverbios 18:10, NVI). Alguna vez el rey David expresó un anhelo muy del hombre de hoy: “¡Cómo quisiera tener las alas de una paloma y volar hasta encontrar reposo!” (Salmos 55:6, NVI). El hastío de la vorágine del mundo, el no tener paz ni descanso ni dentro ni fuera del hogar, llevan al hombre a intentar huir para hallar un lugar de paz y reposo para su alma. Pero es en vano buscarla a menos que sea en el nombre de Jesús, nuestra Torre Inexpugnable. No hay lugar en el mundo por distante o exclusivo que sea que pueda brindarte el refugio que tu alma
pide a gritos; porque no es lugar, no es la exclusividad del lujo, ni el dinero que dispongas para gastar pródigamente en los más refinados placeres, ese refugio sólo está en Jesús. “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (Romanos 5:1–3, NVI).
Paz en la tormenta Pero la lucha, como lo hemos dicho antes, es dura y continua. Pueden servirnos muy bien unos días de reposo en una cabaña solitaria; pero inevitablemente nuestras obligaciones personales, familiares y laborales nos recuerdan que hay que trabajar. ¿Hemos de añorar hasta el próximo año evocando ese reposo que termina dejándonos con sabor a nada? ¿O podemos traer esa paz, confianza y seguridad a nuestra vida cotidiana? Desde el problema subjetivo de nuestra condición espiritual, moral y anímica, hasta los temas en los cuales debemos interactuar con toda clase de personas, a veces con las más difíciles, necesitamos de una guía. Llamémosla una brújula interna para que nuestra vida permanezca en un andar firme y confiado, que
nada pueda alterar. Esa brújula es el nombre de Jesús. Necesitamos esa brújula. Cada día debemos tomar decisiones, algunas de ellas muy importantes: “qué estudiaré”; “con quién me casaré”; “qué profesión elegiré”; y tantas otras por las cuales pasamos a través de un mar de incertidumbres y por la dura prueba del acierto o el error. Cuánto necesitamos de la orientación amorosa de esa Luz que brilla como estrella que guía nuestros pasos, decisiones que estarán netamente enfocadas en Él. Te constituirás en líder, podrás guiar a otros y, teniendo a Cristo por delante, serás luz, fuente de inspiración en tu hogar, en el trabajo, el estudio y dondequiera el Señor te ponga.
¿Deseas conocer más del Señor? Nos reunimos todas las semanas para estudiar la Biblia y aprender más del Evangelio. Estaremos muy contentos de recibirte entre nosotros.
Ven a Cristo hoy es publicado por Hispanic Word 58 Steward Street Mifflintown, PA 17059 hispanic@en-marcha.org 717–436–9275 Declaración Internacional de Misión El Ejército de Salvación, movimiento internacional, es una parte evangélica de la Iglesia Cristiana Universal. Su mensaje está basado en la Biblia. Su ministerio es motivado por amor a Dios. Su misión es predicar el Evangelio de Cristo Jesús y tratar de cubrir las necesidades humanas en Su nombre, sin discriminación alguna.
El nombre de Jesús es único
“De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos”
(Hechos 4:12, NVI).
El nombre de Jesús: Nombre sobre todo nombre: “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9–11, NVI).