Ven a Cristo - Enero 2016

Page 1

NĂşmero 97

Decisiones


Me levantaré “Me levantaré”, es mi decisión. Soy yo quien decido erguirme y ponerme de pie, dejar la comodidad o el abatimiento. Me levantaré podría decir una persona que decide terminar con su reposo o el abatido que, por alguna razón contraria a sus deseos, se encuentra postrado. En este caso las dice un joven derrotado y abatido por sus decisiones erróneas, fracasado y sin recursos. Hacía un tiempo que había abandonado el hogar paterno, engreído y desbordado por un falso optimismo, producto de su orgullo e inexperiencia. “No esperaré hasta que mi viejo muera, ¡este es mi tiempo y debo aprovecharlo!”, caviló con petulancia. Así que le exigió a su padre la parte de la herencia que le correspondía y con ella en su bolsa salió dispuesto a conquistar el mundo. Claro que, como joven que disponía de una considerable cantidad de dinero, creyó que un poco de diversión compensaría los años de aburrida vida campesina que había llevado hasta entonces. Como moscas al dulce se le

pegó de inmediato un grupo de ociosos jóvenes de la ciudad que rápidamente le ayudaron a encontrar divertidas actividades en las cuales gastar su fortuna, hasta que se encontró en bancarrota, sin dinero y sin otros recursos. El hambre lo llevó a laborar en los trabajos más viles y degradantes, y aun así no lograba satisfacer sus mínimas necesidades. Triste y sin amigos, los que misteriosamente desaparecieron al quedarse él sin dinero, recordaba día tras día los despreocupados tiempos de su primera juventud y la infelicidad de su actual condición. Al fin, con un profundo suspiro de desazón y gran vergüenza propia, decidió: “Me levantaré e iré a mi padre…” ¡Levántate! Solo, sin amigos ni dinero, comprendió que el único que podía ayudarlo era su padre, el viejo, como lo llamaba un tanto despectivamente. La necesidad de salir de ese estado de derrota y postración lo llevó a obedecer esa voz interior que le decía: ¡Levántate!


¡Qué difícil y trascendente fue dar ese primer paso! El joven tomó la gran y difícil decisión: “Me levantaré e iré a mi padre”, con todo lo que ella implicaba. Primero, tuvo que reconocer su error. La situación en que se encontraba era nada más y nada menos que producto de su errada decisión. La vida tiene tanto recompensas como consecuencias, según el carácter de nuestras decisiones. Esta es una regla universal e inmutable. Buenas decisiones producen buenos resultados. Malas decisiones… Por eso, antes de culpar a los demás o levantar el puño al cielo, debemos detenernos y reflexionar. En muchas ocasiones la Biblia nos invita a considerar nuestros caminos; allí está la clave de nuestros éxitos o fracasos. Si bien el azar existe, la vida no es cuestión de azar. Los imponderables pueden cambiar situaciones o escenarios, pero no cambian lo que somos; y, en general, respondemos a las situaciones según cómo somos o lo que somos. Estas y muchas otras deducciones surgieron

en la mente acongojada del joven que ahora se encontraba en bancarrota. Podemos imaginar cuán difícil habrá sido reconocer sus errores, ver desmoronadas las excusas con las que trataba de justificar su desgracia. Por una o varias razones hemos llegado a ser lo que somos y a estar como estamos, cual resultado de nuestras decisiones. Tu vida continuará según lo que decidas hoy. Dolorosa, aunque acertada, fue su decisión. Quedarse postrado en condición de víctima no le ayudaba en nada; debía levantarse e ir. La historia del “hijo pródigo”, relatada magistralmente por Lucas en su evangelio, simboliza inequívocamente el retorno del humano a su Padre celestial. Arrepentirse es literalmente eso, corregir el rumbo equivocado para retornar al camino correcto. ¿Habrá vacilado el joven antes de dar el primer paso? ¿Habrá mirado su entorno calculando la conveniencia o no de moverse de aquel lugar? ¡Qué importante era ese primer paso! Pero una vez que se puso de pie, paso muy necesario, dio otro y otro más.


Tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido. (Salmos 51:17, NVI)

Oración de arrepentimiento

Te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: “Voy a confesar mis transgresiones al Señor”, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán. Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. (Salmos 32:5-7, NVI)


Dios te dice:

Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:9-10, NVI)

Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado. (Isaías 6:7, NVI)

El Señor dice:

“Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.” (Salmos 32:8, NVI)


Decisión vital Las decisiones corren a la par de nuestros días, para bien o para mal, afectan nuestra vida y las de los semejantes. Muchas de esas decisiones son banales e intrascendentes. Pero hay ocasiones críticas que producen una necesidad de decidir en cuanto a aspectos mucho más importantes de la vida. Un aniversario, el comienzo de un nuevo año, el ingreso a la universidad o la búsqueda de un nuevo empleo, no debería decidirse sin un análisis previo de nuestra vida y de los elementos o recursos con que contamos para alcanzar esa meta. Los recursos espirituales no deberían ser ajenos ni postergados en esta decisión, ya que ellos serán fundamentales para cualquier proyecto que anhelemos en nuestro futuro y el de nuestras familias o seres amados. Quizás estemos llegando al fin de un periodo con un análisis negativo y nos encontremos sin fuerzas o carentes de la visión necesaria para corregir el rumbo de nuestra existencia. Tal vez sintamos escasear la vitalidad juvenil de tiempos ya pasados o veamos que algo ha fallado en nuestras vidas, que nada resultó como lo esperábamos. Vacío, falta de visión o proyectos podría interpretarse como ausencia de Dios. ¿Ausencia de Dios? Tal vez nunca lo consideramos por confiar en que, seamos o no “personas de fe”, el “dios bueno” del cual oímos hablar desde la niñez, de alguna manera está obligado a cuidar de nosotros. ¿Te has detenido a pensar alguna vez que ese tal “dios bueno” tiene que, o quiere, formar parte de tu vida? ¿Que es mucho más que ese ignoto “dios bueno” y que, en verdad, es un gran y poderoso Dios? ¿Que ese Dios Todo-

poderoso espera algo más de ti que un rezo apresurado cuando te encuentras en una situación crítica? El pueblo de Israel tiene una historia maravillosa acerca de su relación con Dios. Por momentos gloriosa, aunque en otros dramática y trágica. Josué, líder, testigo y protagonista de parte de esa historia, envejeció intentando guiar al pueblo por el sendero de la fidelidad a ese Dios que los había rescatado de la esclavitud. Ahora veía con tristeza y desencanto cómo, poco a poco, la fe de ese pueblo se diluía entre creencias grotescas y prácticas horripilantes. Josué intuía que no le quedaba mucho tiempo de vida e intentó nuevamente guiarlos al buen camino. Entonces Josué les dijo: —Ustedes son incapaces de servir al Señor, porque él es Dios santo y Dios celoso. No les tolerará sus rebeliones y pecados. Si ustedes lo abandonan y sirven a dioses ajenos, él se les echará encima y les traerá desastre; los destruirá completamente, a pesar de haber sido bueno con ustedes. Pero el pueblo insistió: —¡Eso no pasará jamás! Nosotros sólo serviremos al Señor. Josué estaba un poco cansado de tantas declaraciones religiosas que en realidad no tenían intenciones de cumplir; por lo tanto, “Josué les dijo una vez más”: —Por lo tanto, ahora ustedes entréguense al Señor y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan sólo al Señor. Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a


servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor”. ¡Qué decisión tan valiente y atinada la de Josué! Rodeado por todos los líderes de la nación y de gran parte del pueblo, se manifestó franca y decididamente a favor de su Dios, prometiendo vivir una vida digna del Dios en el cual creía y al cual adoraba. Su ejemplo fue tan poderoso que el pueblo lo imitó. Vivimos tiempos de gran confusión religiosa. Parece que no importa cómo ni a quién adorar, pareciera que creer en algo es suficiente. Pero el Dios creador y sustentador del uni-

verso demanda de cada uno de nosotros una decisión firme en cuanto a conocerle, adorarle y obedecerle sólo a Él, pues Sus designios para nosotros son de bien y no de mal. Una vez ordenada tu vida conforme a tu Creador, todas las cosas ocuparán el lugar adecuado y útil a tus mejores propósitos. Oración: “Señor, Dios del universo; hoy decido creer en ti. En vano he luchado durante mucho tiempo creyendo que mi inteligencia y mis fuerzas eran suficientes para alcanzar éxito en la vida, y he fracasado. Hoy te ruego humildemente que te reveles a mí y me concedas andar conforme a tus propósitos y no a los míos. Te lo ruego en el nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén”.


¿Deseas conocer más del Señor? Nos reunimos todas las semanas para estudiar la Biblia y aprender más del Evangelio. Estaremos muy contentos de recibirte entre nosotros.

Ven a Cristo hoy es publicado por Hispanic Word 58 Steward Street Mifflintown, PA 17059 hispanic@en-marcha.org 717–436–9275 Declaración Internacional de Misión El Ejército de Salvación, movimiento internacional, es una parte evangélica de la Iglesia Cristiana Universal. Su mensaje está basado en la Biblia. Su ministerio es motivado por amor a Dios. Su misión es predicar el Evangelio de Cristo Jesús y tratar de cubrir las necesidades humanas en Su nombre, sin discriminación alguna.

Solo un paso “Un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso” (Proverbio chino) ¿Qué te falta? ¿Dinero? ¿Salud? ¿Amigos? ¿Qué te falta que Dios no pueda darte? Da el primer paso de fe hacia Dios, ¡no vaciles más! Todo cobra su valor real o lo pierde por algo mucho más grande o trascendente cuando Jesucristo entra en tu vida. Ordena tus prioridades y dirige tus pasos por nuevos senderos. Ponte de pie, ¡reacciona! ¡Deja de llorar al viento, pon tu mirada en Jesús! ¡Ven a Cristo hoy! Él clama a ti y toda la humanidad diciendo: ¡Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro!

(Isaías 45:22, NVI)


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.