Edgar allan poe

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Los crímenes de la calle morgue. El analista halla su placer en desenredar, desentrañar cada elemento de un suceso. Se siente feliz de poner en juego su talento. Le encantan los enigmas, acertijos, jeroglíficos y siente un agrado superlativo al solucionarlos. Es como si la intuición se hubiera desarrollado a un muy alto grado. Es además una aptitud intrínseca donde juega también el ingenio en estas personas. Todo este preámbulo tiene que ver con lo sucedido a posterior, con los horrendos y violentos crímenes de la calle Morgue. Estando en París en la primavera de 18..conoce a un hombre llamado C. Auguste Dupin. Los unió la búsqueda de un libro. Encontrándose así en una librería un tanto perdida en la calle Montmartre. A éste le siguieron otros encuentros donde se fueron conociendo. Hasta que decidieron vivir juntos. Alquilaron una mansión abandonada por tontas supersticiones, a las que ellos no prestaron atención. Allí ambos vivían alejados de sus amigos y en forma un tanto extraña. A Dupin le gustaba mucho la noche. Tanto que al llegar el día cerraban las persianas y encendían bujías (velas o candeleros) para alumbrarse hasta que llegaba nuevamente la noche y juntos salían a la calle. Así observaba él en su amigo Dupin una característica sobresaliente; una aptitud sumamente analítica y que le gustaba mucho poner en práctica. Jactándose incluso de que podía ver en el corazón de los hombres. A veces le sorprendía hasta adivinando sus pensamientos y guiándose solo por gestos y mohines que él hacía y su amigo observaba, incluso sin que él se percatara de ello. Pero Dupin hizo gala de todo su talento en los asesinatos de la calle Morgue. Fueron muertas allí madame L''Espanage y su hija, mademoiselle Camille L''Espanage. Y Dupin haciéndose de la autorización pertinente de la policía para ver el lugar de los crímenes, aplicó allí sus dotes de analista, porque aquí es donde puede estar su victoria, en la profundidad del análisis. No describiré aquí las atrocidades de la escena de tal tragedia, en realidad se desea destacar la


astucia del Sr. Dupin para llegar a desentrañar el gran misterio de aquellos asesinatos, sin existir móvil alguno, ya que se encontraron en el lugar, no solo objetos de valor sino también una gran cantidad de dinero que dichas damas habían retirado del banco esa misma tarde, siendo además las mismas personas muy bien conceptuadas al decir de los testigos que fueron interrogados por la policía. Aquí el analista estuvo a su verdadero gusto, miró, inspeccionó, buscó, descubrió. Luego de regreso a la casa examinó cada cosa ý luego de varias vueltas y cosas nuevas que él mismo agregó (aquello de separar en infinitas partes el todo ) llegó a la verdad de quien había sido el autor de tales hechos. Quien había hecho esto fue un ORANGUTAN, traído de Borneo, que se había escapado de la custodia de su dueño. Muy bien, el Sr Dupin llegó a la verdad y salvó a quién estaba en la cárcel- el señor Leboninjustamente acusado de estos crímenes. Dice que el Inspector de policía no estaba muy feliz de como y quien había resuelto dicho problema, maxime que él ya tenía a alguien encerrado en la cárcel acusado de algo de lo que era totalmente inocente. Y por supuesto que el Sr. Dupin no perdió la oportunidad - al menos frente a su amigo de convivencia- de jactarse con gran regocijo, de su gran triunfo. Imaginense les había ganado a los expertos y como él decía, muy contento, y en su mismo terreno. ¿Tienes un amigo analista?.


La carta robada La Carta Robada, es un cuento de género policial, su historia transcurre en París en los años 1800. Un prefecto de la policía recurre al detective Dupin y a su amigo, el narrador, con el objetivo de resolver el caso de una carta robada en las cámaras reales, la cual el ladrón usa para obtener poder sobre él con fines políticos. El sospechoso, es el Ministro D, el cual fue visto por la víctima robando la carta. El prefecto procede a realizar una serie de allanamientos en la mansión del ministro D, inspeccionado con microscopio cada rincón, mueble y objeto posible de la casa donde la carta podría haber sido escondida, pero fueron en vano. Sin saber más que hacer o donde buscar, el Prefecto vuelve por la ayuda de Dupin, ofreciéndole una gran recompensa por resolver el caso. Dupin acepta, para entregarle la carta que él ya había recuperado por sus propios medios, utilizando procedimientos más simples que los del prefecto. Dupin se puso en lugar del sospechoso, lo analizó, y dedujo que éste no seria capaz de esconderla en lugares donde posiblemente la policía podría revisar, sino en el sitio más simple y visible


El Escarabajo de Oro Esta historia trata de un señor llamado; Legrand. Este, en compañía de su esclavo; Júpiter, va en busca de un tesoro que descubrió al encontrar un excepcional escarabajo y al enseñarle un dibujo de este a su único y mejor amigo; el narrador, descubrió que el escarabajo tenía forma de una clavera. Júpiter fue en busca de la ayuda del mejor amigo de su amo para ver si podía sacarlo de las alucinaciones que tenía su señor. Este, fue a socorrer a su amigo y al encontrarlo, Legrand le mostró el escarabajo y le propuso que lo acompañara a una expedición que haría con Júpiter, a él le pareció absurda la idea pero lo acompañó. Después de dos horas de recorrido llegaron al lugar en el que deseaba estar Legrand; durante la caminata Legrand no ofreció explicación alguna, “actitud que preocupaba cada vez más a su amigo” en aquel sitio pidió a Júpiter que trepara en un árbol llevando con él al escarabajo, Júpiter subió y encontró una calavera. Legrand le indicó que por el ojo izquierdo de la calavera dejara caer el escarabajo y Júpiter obedeció y excavaron hasta que por fin después de un rato encontraron unos esqueletos y un baúl que contenía un tesoro. En ese instante Júpiter dejo de despreciar al escarabajo y descendieron la montaña hasta llegar al lugar donde habitaba Legrand, e hicieron un calculo de todos los objetos que contenía el baúl; minutos después este le recordó que la noche en que él dibujó el escarabajo de oro en el pergamino y se lo enseñó, su amigo afirmó que parecía una calavera. Legrand observó de nuevo el pergamino y se percató de que la figura que su amigo miraba, era efectivamente una calavera, pero que él no la había dibujado, y al colocarla en contacto con el calor le revelaron el secreto de dicho tesoro, aquello tenía algo que ver con un conocido pirata y que los esqueletos que habían encontrado eran posiblemente de las personas que ayudaron a cavar el hoyo.



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