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“Y la culpa no era mía...”

“Y la culpa no era mía...”

By Nicole Koenigsberger

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Ser mujer nunca ha sido fácil, y menos en un país como Guatemala. En múltiples aspectos, las mujeres se han encontrado en posiciones de desventaja. En política, la representación femenina ha sido históricamente carente; el período político 2020-2024 introduce un Congreso donde el 80% de los miembros son hombres.

En el ámbito laboral, la brecha salarial es del 20% a favor de los hombres; y con respecto a la educación, el promedio de años de escolaridad para mujeres en Guatemala es 7.2. Para mujeres indígenas esa cifra disminuye a 3.9 años.

A pesar de esto, las mujeres aún son culpadas por situaciones sobre las cuales no tienen ningún control. Para las que tenemos la dicha de recibir una educación, existen mayores posibilidades de empoderamiento. Sin embargo, una formación académica no garantiza un trato justo, ya que el simple hecho de nacer mujer rara vez implica una ventaja.

Hace poco estuve presente en una conversación con personas “educadas” donde surgió el tema de las protestas feministas que se han llevado a cabo durante las últimas semanas. Estas manifestaciones originaron en Chile, y luego fueron replicadas en otros países. Se discutió la razón de estas, y muchos de los presentes acordaron que hoy en día las mujeres “se agarran de cualquier cosa” para echarle la culpa al hombre. “No cuesta nada decir no”, dijeron. “Al final de cuentas, la que decide hasta donde llega el asunto es la mujer”.

“Ahora está de moda hacerse la víctima”, dijo alguien.

Y esto resonó en mi mente. Claro, hacerse la víctima puede tener sus beneficios. Simpatía, atención, entre otros. Pero, ¿qué hacen las personas que adoptan esta actitud? Deforman la realidad al buscar un culpable, y nunca consideran que el problema yace dentro de ellos mismos. Se convencen de su falta de responsabilidad y llegan a creerlo ciegamente.

Nadie lo quiere decir, pero aplicar estos conceptos al movimiento feminista resulta extremadamente fácil. ¿Eso No.

“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía: el violador eres tú”, relata el himno feminista que se ha vuelto viral. Quizás muchos lo perciban como un señalamiento, y de cierta manera, lo es. El “tú” se refiere al violador per se, pero también incluye a aquellos que permiten que actos de violencia contra niñas y mujeres no se enfrenten a la justicia, como el caso inconcluso del Hogar Seguro Virgen de la Asunción en el 2017. Ese “tú” señala a hombres y mujeres que han tenido la posibilidad de tomar acciones para combatir estos hechos y cobijan la impunidad. Señala a quienes justifican los actos de violencia al culpabilizar a la víctima.

“¿Por qué se viste así? ¿Por qué se mete en esos lugares? ¿Por qué no iba acompañada? ¿Por qué no solo dijo que no?”, son preguntas que rodean cada caso de violencia contra la mujer.

En 2018, se registraron 102 reconocimientos médicos por abuso sexual en niñas menores de un año y 284 otros casos a niñas de uno a cuatro años de edad. Ellas no pudieron decir que no. En el primer semestre del 2019, 1,180 niñas menores de 14 años fueron reportadas embarazadas.

El 5 de marzo del 2019, Catherine Shaw subió una montaña y fue encontrada seis días después, muerta, golpeada y violada. No estaba de fiesta, ni vestía provocativamente. Y aunque lo hubiera estado, esto no es una excusa. Muchos argumentan que comportarse o vestirse de cierta manera es “pedir a gritos” que las violen. Dejan la culpa caer sobre la víctima, y no se considera que el agresor sea el causante del problema, ya que la falta es de otra persona: en este caso, la mujer.

¿No son estas las mismas conductas que implican que alguien está victimizándose? Así que no, no está de moda “hacerse la víctima”. El movimiento tiene como objetivo lo opuesto: reconocer la culpa donde se debe. Recordar que el feminismo no es el equivalente femenino del machismo, y no busca hundir a los hombres sin motivo.

El punto es no permitir que actos de violencia e injusticia pasen desapercibidos y que los abusadores se den cuenta que no existe acción sin consecuencia. Es educar a los espectadores y a las futuras generaciones que cada persona es merecedora de respeto. Machista no nace, se hace, y por eso debemos romper con el odio que se ha enseñado desde generaciones atrás para poder vivir en un mundo donde nadie deba temer por el simple hecho de nacer en las condiciones que nació.

Sí, el movimiento se enfoca en las mujeres, pero ellas son quienes son obligadas a cargar con un embarazo no deseado a raíz de una violación. Son las que tienen dudas al alzar la voz por miedo a parecer intensas, y son las que caminan con miedo por un lugar solo y oscuro. Todos somos merecedores de respeto, pero la lucha es femenina por una razón.

Y quizás lo que está de moda no es “hacerse las víctimas”, es no permanecer calladas.

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