L
a mañana del 22 de noviembre de 1998, fue publicado en los diferentes medios impresos la noticia de lo que vendría a ser el primer festival en memoria de Cecilia Sanz de Ridaura ⁽¹⁾; se recordaba su vida, su historia y su calidad como ser humano a un año de su desaparición. Desde entonces han pasado 23 años y, con ciertas vicisitudes se le sigue conmemorando. Aquel homenaje se ofreció un domingo de Santa Cecilia a las 20:30 horas en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Entonces se contó con la participación y presencia de personajes como Enrique Esqueda, Ramón Chávez, Leticia Bojórquez, Ana Elena Díaz Alejo, Caín Valdez Loya, Gloría Gómez y Arturo Castillo Alva, por citar solo algunos nombres ⁽¹⁾. Nombres que acompañarían al festival en diferentes etapas; en especial dos de ellos, han mantenido la flama encendida año con año: Caín Valdez y José Luis Díaz.
1
Antes del festival se creó la Asociación de Artistas e Intelectuales del Sur de Tamaulipas, donde coincidían una variada lista de intelectuales, artistas y promotores culturales locales; lo que pasaría a ser después la Asociación Cecilia Sanz de Ridaura A.C. Aquellas reuniones en casa de la doctora Cecilia, rodeada de un grupo de amistades que abrazaban el gusto por el arte y la cultura, sobre todo la vida, dejaron marcada a toda una generación. La Secretaría de Cultura de Tampico se une a su recuerdo, y celebra las resonancias de ayer y de hoy por una destacada figura llegada de la España Republicana, para adoptar como su segunda patria a México, y a Tampico como su lugar de residencia.
que tuve la osadía de mostrarle en aquel momento; ella muy amable me hizo observaciones, entendí no estaba a la altura de aquellas plumas de entonces, por respeto decidí no participar”, nos cuenta esta anécdota el arquitecto Caín Valdez, mientras esboza una sonrisa. “Guardo siempre un vivo recuerdo de la doctora, era una persona fuertemente empática, y al momento de estar con ella te hacía sentir, que era alguien que conocías y querías; sí, recuerdo cómo nos hacía sentir en su casa, el café y su rica crema de papa, tan española”, evoca el artista plástico Gustavo Sánchez Tudón.
“Celebramos, gozosamente la vida de Cecilia entre nosotros, estamos los amigos, la gente que la quiere y que ella amaba, sus hijos, sus nietos, nos queremos mejor porque la queremos a ella” ⁽¹⁾, dijo en aquella celebración el trovador Enrique Esqueda. “Recuerdo, fue en un concurso de literatura organizado por la biblioteca municipal, cuando me acerqué a la doctora. Iba ilusionado con mis escritos,
2
A continuación, nos regala su sentir el escritor Arturo Castillo Alba, y en estas líneas escritas exprofeso por estos 23 años del festival, donde honra la existencia de la doctora Sanz de Ridaura: La asociación, que no llevaba el nombre de Cecilia pero que la incluía a ella y a su hija Isabel, se fundó con otro nombre para signar los eventos culturales que a veces realizábamos juntos. Eran reuniones muy divertidas que siempre se realizaban en la casa de la Dra. Cecilia, alrededor de cervezas, ron y tequila, y donde solíamos hablar, más que de otras cosas, de la realidad del país entonces -la maldad o estupidez de los gobernantes-, añadiendo, claro, la rumorología porteña. La asociación fue legalmente registrada y después de un tiempo, buen tiempo en el que nos divertimos -la Doctora Cecilia era una amenísima charladora, siempre de buen humor; siempre con la respuesta exacta a pie de lengua, siempre con la mano amistosa cerca de tu mano-, fue distendiéndose y entró en larga pausa. La asociación se revivió con la muerte de Cecilia y cambiamos el nombre para recordarla. Así surgió el festival anual. Las reuniones se reanudaron en la casona de Bellavista, yo echaba de menos a Cecilia, aunque forje una buena amistad con la querida Isabel Ridaura de Ortega ⁽³⁾ cuya muerte años después me dolió mucho. Participé varios años en
los festivales hasta que, fallecida Isabel, ya no encontré mucho sentido en hacerlo o simplemente estaba cansado. La doctora Cecilia Sanz de Ridaura y yo nunca platicamos de literatura, a los dos nos interesaba más la vida. E ignoro a quién influyó. Un mediodía de perro verano caminando por la calle un coche hizo sonar su claxon, me volví y encontré el rostro sonriente de la doctora asomando; la asociación ya tenía tiempo en receso ¿A dónde vas? Ven, súbete, vamos a casa, te invito unas cervezas. Y nos las tomamos con algunos tequilas, solos los dos, durante tres horas en una habitación pequeña que daba al patio frontal. El ventilador zumbaba en el techo, afuera el sol lo incendiaba todo. Hablamos y carcajeamos, y le dimos vuelo a nuestro humor e ingenio. Y no, no hablamos de arte... ¿qué es eso? ⁽²⁾ Compilación: Jesús Guerrero Valdez. Recopilación de fotografías y carteles: Jesús Guerrero, cortesía de Caín Valdez Loya y José Luis Díaz. ⁽¹⁾ Diario de Tampico, Sección Cultural, de Estilo, 22 de noviembre de 1998. ⁽²⁾ (aca/otoño21) Líneas escritas a petición mía para este artículo. ⁽³⁾ Isabel, hija de la doctora, fallecida el 24 de octubre de 2010.
3