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esde pequeña, Myriam supo que su misión en la vida era dar y enseñar. Su madre, una campesina que aprendió a leer y a escribir por su cuenta, fue la inspiración para que esta mujer dejara atrás su natal Medellín y emprendiera la aventura de su vida: venir a Bogotá para convertirse en maestra. El camino no fue fácil. Durante el día, cuidaba niños para poder vivir en la ciudad y en las noches asistía a una escuela nocturna para prepararse como una educadora. Luego de varios años de estudio, Miryam tuvo su primer trabajo como profesora en un jardín infantil. Allí descubrió que ser maestro significa DAR. Y por eso, desde entonces se dedicó a dar sus enseñanzas, su ejemplo y su afecto a cientos de niños y jóvenes. Dar sin esperar nada a cambio. Con el paso de los años, llegó al colegio Álvaro Gómez Hurtado, de la localidad de Suba, en donde muy pronto vio con preocupación el desinterés de sus estudiantes hacia las clases y los problemas de convivencia que se presentaban entre ellos. - ¿Qué es lo que les gusta a los jóvenes de ahora?, ¿qué es lo que los mueve? - Se preguntaba constantemente. Y la respuesta llegó a su mente como la energía que prende un bombillo: la tecnología. Así que, con empeño, empezó a estudiar cómo combinar las herramientas digitales a sus clases y la forma de mejorar la convivencia en su colegio. Un día en el salón de clases, varios estudiantes de primaria encontraron una cadena que, según ellos, estaba encantada y que estaba hechizando a los niños que la tocaban. Y en ese momento Miryam supo que era el momento de poner en práctica lo aprendido. Invitó sus alumnos a narrar su experiencia en palabras y luego con sus voces en una grabadora. Y de ese pequeño ejercicio surgió la idea de convertir la cotidianidad del colegio, los problemas y los comportamientos de los estudiantes, en historias hechas para la radio. Cuentos, dibujos, historietas y piezas de radio teatro basadas en las vivencias escolares, le permitieron hacer un ejercicio de reflexión de cómo la agresividad de las palabras y la forma negativa en la que se relacionan los estudiantes y profesores, afectan significativamente la convivencia en el colegio. Desde entonces, la profe Myriam y sus estudiantes recorren los pasillos de su colegio con grabadoras, capturando sonidos y registrando la memoria sonora de la vida escolar para crear juntos historias de radio teatro donde no solo aprenden de tecnología, sino también comprenden la importancia del respeto, el consenso, la resolución pacífica de los conflictos que se presentan día a día. El resultado es que no solo logró que se redujeran los índices de agresiones y peleas entre estudiantes, sino que se volvieran a enamorar del conocimiento. “Aunque los estudiantes de ahora son muy visuales, el sonido los invita a centrar toda su atención en lo que escuchan y a dejar volar su imaginación, y ese sencillo ejercicio les ayudó a aprender a escuchar mejor lo que hizo que cambiaran la forma de relacionarse y de solucionar los problemas”.