E
sta es la historia de una mujer que decidió hacer del mundo un lugar mejor a través de la ciencia y el conocimiento. Su nombre es Stella y desde temprana edad, se despertó en ella una fascinación por aprender cómo funciona el cuerpo humano y la herramienta más avanzada que este posee: el cerebro. A medida que fue creciendo, su fascinación por conocer el funcionamiento de la mente humana y sus conexiones y complejidades, fue aumentando, hasta el punto de querer ser pediatra. Pero su fobia por la sangre la hizo tomar un camino diferente. En el colegio descubrió que tenía una gran habilidad para explicar los temas que sus compañeros no entendían y por eso decidió estudiar para ser maestra. Sin embargo, no olvidó su pasión por el cerebro y sus misterios y se enfocó en la enseñanza con énfasis en psicología. A medida que pasaba el tiempo Stella se sumergía más en la búsqueda de ese profundo interés que había florecido cuando era niña. Y por eso, con los años obtuvo un master en dificultades en el aprendizaje y un doctorado en psicología con orientación en neurociencia cognitiva aplicada. La respuesta a sus interrogantes estaba cerca. Luego de leer muchos libros, hacer publicaciones científicas y estudios de vanguardia, inició su carrera como docente, y tras un corto tiempo, comprendió su verdadera misión: pondría sus conocimientos para transformar el mundo y la vida de miles de estudiantes. -Con el cerebro amamos, aprendemos, nos relacionamos con los demás. Es el que nos permite conectarnos con los demás incluido el conocimiento-. Estaba llena de ganas de compartir su pensamiento con los demás. Bajo esa consigna llegó al colegio Vista Bella de la localidad de Suba, donde se encontró con un panorama desolador: malos hábitos alimenticios, vida sedentaria, mal manejo de las emociones. Poca conciencia planetaria e indiferencia ante la necesidad del otro, eran los protagonistas. Pero lejos de desmotivarse, Stella encontró las condiciones perfectas para poner la neurociencia al servicio de la educación. Junto a sus colegas, sin capas, ni mágicos poderes, se dedicaron a desprogramar las mentes de sus estudiantes para erradicar y cambiar la desmotivación, la impulsividad y la desesperanza respecto al futuro. En cambio, sembraron en ellos hábitos de vida saludable, comunicación asertiva, manejo adecuado de las emociones y respeto por sí mismo, por los demás y por el planeta. Así nació ‘Exploradores de la Salud’, un grupo que ella lidera y en el que se fortalece la salud física, emocional, espiritual y planetaria de los estudiantes, desde la neurociencia. Por eso, hoy es posible ver a Stella trabajar con la plasticidad cerebral, que es esa característica que tiene el cerebro de modificar sus conexiones a través de la práctica. O de la epigenética, dedicada a comprobar científicamente que los rasgos físicos, mentales, emocionales, espirituales y la predisposición a algunas enfermedades dependen no solo de los genes heredados de padres a hijos sino del ambiente en que se desenvuelve la persona. Amorosa, comprensiva, inteligente y creativa, así la describen sus estudiantes a Stella, una mujer que desde su salón de clase inspira a sus alumnos para hacer de este mundo, un lugar mejor.