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CASA NATAL DE MORELOS:

Epicentro de la Identidad Moreliana

Erick Alba Investigaci贸n y Redacci贸n Gustavo Vega Fotograf铆a


Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Rafael Tovar y de Teresa Presidente Saúl Juárez Vega Secretario Cultural y Artístico Francisco Cornejo Rodríguez Secretario Ejecutivo Mario Antonio Vera Crestani Director de Vinculación Cultural

Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo Salvador Jara Guerrero Gobernador Constitucional Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura Bismark Izquierdo Rodríguez Secretario Técnica María Catalina Patricia Díaz Vega Delegada Administrativa Argelia Martínez Gutiérrez Directora de Vinculación e Integración Cultural Eduwiges Franco Estrada Jefa del Departamento de Difusión José Fabián Ruiz Director del Museo Casa Natal de Morelos Irma Daza Banderas Secretaria Particular


Gobierno del Estado de Michoacán Secretaría de Cultura CASA NATAL DE MORELOS: Epicentro de la Identidad Moreliana Primera edición, 2015 DR © Erick Alba Villarreal DR © Secretaría de Cultura de Michoacán

DR © Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545. Col. Cuauhtémoc C.P. 58000, Morelia, Michoacán Tel. (443) 322-89-47 Coordinación editorial: Eduwiges Franco Estrada Fotografía: Gustavo Vega Diseño editorial, de portada y formación: Paulina Alvizouri Gómez ISBN:

El contenido, la presentación y disposición en conjunto y de cada página de esta obra son propiedad del editor. Queda prohibida su reproducción parcial o total por cualquier sistema mecánico, electrónico u otro, sin autorización escrita. Impreso y hecho en Morelia, Michoacán, México.


Ă?ndice Casa Natal de Morelos: Epicentro de la identidad moreliana

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El hospital de los agustinos

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El impacto de la Ley Lerdo

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El desarrollo hist贸rico de la Casa Natal Morelos

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Nace un nuevo centro cultural

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Conclusiones

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CASA NATAL DE MORELOS: Epicentro de la Identidad Moreliana Más allá de su contenido histórico, museográfico, bibliográfico y del servicio educativo que ofrece a la población, el Centro Cultural que hoy se conoce como Casa Natal de Morelos, en la ciudad de Morelia, tiene como principal característica el concentrar el orgulloso celo identitario de la población oriunda de la capital michoacana, y no son pocos los argumento para defender el ardor nacionalista que los morelianos funden dentro de esos muros y jardines, pues no sólo nació allí su héroe epónimo, sino que el propio edificio fue el epicentro de una lucha social histórica, posterior a la que el Generalísimo enfrentó por dotar de certeza jurídica al México naciente, y que tuvo como objetivo apartarlo de sus propietarios consecutivos para convertirlo en un espacio de pertenencia colectiva, con acceso libre y con la capacidad para mostrar el pensamiento y acción íntimos de uno de los próceres más reverenciados de la Historia Patria para cristalizar la intención de conocerlo más allá de su faceta pública. Para comprender la evolución de este Centro Cultural a través del desglose de su propio pasado, es preciso tomar en cuenta que durante las centurias subsecuentes a su construcción éste vivió modificaciones estructurales para adaptarlo a los requerimientos ciudadanos, al margen de los esfuerzos de la sociedad organizada por obtenerlo como un bien público y que sólo se materializarían hasta la segunda mitad del siglo XX, pues la Orden Agustina, todavía en el año de 1626, mandó levantar en el terreno que hoy ocupa la esquina de García Obeso y Corregidora, antes calles de La Estampa y de La Alhóndiga, “la Casa de los Priores y las colindantes celdas o crujías para los novicios religiosos” 1, como un anexo al templo de Santa María de Gracia, cuyos cimientos se colocaron en 1550, una década antes de iniciar con la construcción de su propio convento. Sendos inmuebles tomarían 50 años de trabajos, respectivamente, y fueron fruto de la disposición 9


emitida por fray Alonso de la Vera Cruz en cuanto a la construcción de edificios adecuados para la dispersión de la fe recién llegada de Europa a las provincias de la Nueva España, según crónicas de la época como la de Diego de Basalenque, Historia de la Provincia de San Nicolás Tolentino, quien coincide con otros como Nicolás Navarrete (Crónica de la Provincia Agustiniana), Juan de Grijalva (Crónica de la Orden de San Agustín) y Matías de Escobar (Americana Thebaida), en que en 1537, cuatro años después de la llegada de los primeros evangelizadores a lo que hoy es el territorio mexicano, hicieron lo propio fray Juan de San Román y el constructor Diego

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de Chávez a la provincia de Michoacán, mientras que Vera Cruz lo hizo en 1550 con la autoridad suficiente para ordenar la edificación de los nuevos inmuebles religiosos. Tal vez como una premonición grupal sobre la reverencia que causaría el edificio en las etapas históricas venideras, los habitantes de aquella Valladolid en proceso de cimentación encontraron en los mismos terrenos que hoy ocupa la Casa Natal de Morelos un acontecer místico en la figura de fray Juan Bautista Moya, misionero agustino de origen español, políglota y a quien se le atribuye el haber realizado al menos en 10 ocasiones el mismo milagro: plantar en la tierra su báculo de madera muerta y convertirlo en árbol frondoso que, de manera individual, causó la postración de la comunidad en Tacámbaro, Pungarabato (hoy Ciudad Altamirano, Guerrero), Coyuca (donde presuntamente también cruzó el embravecido Río Balsas sobre un caimán para ofrecer la extremaunción a un moribundo), Zirándaro, Huetamo, Ajuchitlán, Cuitzeo, Totolapan, La Huacana, y en Valladolid, por último, donde eligió La Huerta Chica que hoy es el jardín interior de la Casa Natal de Morelos para plantar su cayado y convertirlo en árbol, poco antes de morir en 1567, hasta que la planta producto del milagro concluyó su propio ciclo de

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vida y fue sustituida por otra para mantener el recuerdo de aquel acto místico. De la misma manera, la salutación a la Historia Matria renacería con las todavía recientes ínfulas independentistas el 16 de septiembre de 1828, y centraría su atención en el mismo antiguo hospital agustino al ordenarse desde el Congreso del Estado el cambio de nombre de la ciudad de Valladolid al de Morelia, en honor al héroe nacido entre esas paredes el 30 de septiembre de 1765, como un acto de ardor que respondía a la necesidad de una historia pertinente, según la

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definición de Arístides Medina Rubio sobre esa metodología del estudio del pasado que se refiere a lo Matrio y que busca la aproximación al hecho histórico a través de su relación con los elementos estructurales de la localidad y con las características sociales, culturales y económicas de la comunidad en la que se suscitó 2 , el mismo ardor con el que a partir de 1962 la ciudadanía lucharía por la vía institucional para agenciarse el complejo de habitaciones y transformarlo en espacio público tres años después, en pleno festejo por el Bicentenario del Natalicio del Generalísimo, aunque es de reconocer que desde el 16 de septiembre de 1881 estaba colocada ya, en la

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fachada oriente de la casona, una placa de mármol en que se informa a la ciudadanía que en ese lugar se verificó el alumbramiento del prócer, misma que todavía se conserva. EL HOSPITAL DE LOS AGUSTINOS Como antes se afirmó, los primeros evangelizadores españoles tocaron tierra michoacana en 1537, pero fue hasta 1550 cuando fray Alonso de la Vera Cruz, nueve años después de fundar el Convento de Tiripetío, de abrir la primera biblioteca y la primera Universidad del continente como sucesor de Vasco de Quiroga, concedió la autorización necesaria para construir los edificios sacros que hoy dan identidad mundial al Centro Histórico de la ciudad de Morelia, entre ellos los anexos al templo de Santa María de Gracia en que vio la primera luz el posterior estratega militar y artífice jurídico del México independiente. El proceso arquitectónico hoy se antojaría largo, pues el propio Diego de Basalenque menciona, en Historia de la provincia de San Nicolás Tolentino, que hasta 1602 “estaba la iglesia (el templo ya referido) en disposición de echarle bóveda”, mientras que en 1626 “estaba en construcción la sacristía, una capilla (hoy Museo Pictográfico Agustino), un cuarto nuevo y otras cosas”, aunque José Fabián Ruiz es más específico y señala que esas “otras cosas” no son otras que la Casa de Salud y Hospital de los agustinos, “rehabilitadas en el siglo XIX, según consta en planos resguardados en el Archivo Castañeda, en el Museo de Sitio Casa de Morelos 3 , hoy extraviados pero lo suficientemente referidos”. Ya en los últimos instantes de su gravidez en turno, Juana María Pérez Pavón, la madre del Generalísimo, inició el re14


corrido a pie en la mañana de aquel 30 de septiembre de 1765, según menciona la narración de Ruiz, no exenta de descripciones que responden más a la libertad que permite la literatura aunque sin carencia de sustento histórico, pues el propio historiador apunta que ese parto era el tercero para la mujer aunque los dos primeros productos se malograron, por lo que conocía bien la ruta y las fatigas del trayecto 4 . Así, desde su modesto “lote con tejabanes” que no contenía más que “dos cuartos de adobe y un corredor con techo de tejamanil” situados en “la calle que baja del Mesón de San Agustín (…) abajo del Señor del Prendimiento, frente al cerco de la Huerta de San Agustín y vecinal al Río Chiquito”, llamada por Ruiz como Mira al Llano y ahora conocida como Abasolo, Juana María seguramente pasó por la casa de Lorenzo Sendejas y Cecilia Sagrero, administradores del hospital en mención y amigos de la familia Morelos Pavón, para que al menos Cecilia la acompañara a la labor de parto, pues ade-

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más de administradora, ella fue antes de aquel día madrina de una niña mayor que José María, mientras que Lorenzo sería lo propio meses después, el 4 de octubre del mismo año, cuando registrara al neonato como su propio ahijado. Lo que encontró Juan María, y que ya le era bien conocido, fue un complejo arquitectónico sacro que es el segundo en antigüedad de los que fueron construidos en Valladolid y que hasta hoy se mantienen en pie, después del dedicado a San Francisco, integrado el de los Agustinos por celdas que servían de habitación al noviciado, en la esquina exacta de García Obeso y La Corregidora (llamadas en ese momento calles de La Estampa y de La Alhóndiga, respectivamente); seguidas hacia el sur por la Casa de Salud en que se impartía atención médica a los pobladores a costa de los religiosos; y la casa a de Lorenzo Sendejas, en calidad de administrador del inmueble sacro, junto a una tienda de comestibles que servía también como bodega de granos; mientras que en el interior, como ya se mencionó, existía un pequeño sembradío que después se convertiría en jardín y conocido entonces como “huerta chica”, pues es de recordar que durante la segunda mitad del siglo XVIII, los templos y conventos conservaban sembradíos de mayores extensiones a las afueras de sus respectivos edificios. Es de señalar también que aunque no hay duda posible sobre la existencia de ese centro comunitario de salud, el propio José Fabián Ruiz, ya como director del inmueble en su etapa de Centro Cultural, sostuvo una charla con Miguel Ángel Orcasitas, Prior General Agustino con residencia en Roma,

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el primero de diciembre de año 2000, en que el mismo religioso le ratificó que a partir del siglo XVII “efectivamente, en cada sitio a donde en América tuvimos los agustinos un convento (y manifestó dos centenas de ellos), se construyó junto al mismo una Casa de Salud u Hospital de la Orden” 5. EL IMPACTO DE LA LEY LERDO La aguda crisis financiera del Gobierno Nacional en la segunda mitad del siglo XIX, y cuya bancarrota no presentaba visos de resolución debido en gran parte a la convulsión política originada por la guerra interna y posterior derrocamiento de Antonio López de Santa Ana, el breve período presidencial de Juan Nepomuceno Álvarez, en 1855, y los dos años y medio de administración presidencial de Ignacio Comonfort, derivó en la creación de nuevas estrategias gubernamentales diseñadas para aumentar la recaudación fiscal y que impactaron directamente en las órdenes monacales radicadas en México, aunque todas esas estrategias se desprenden de una sola disposición legal promulgada el 25 de junio de 1856 bajo el nombre de Ley de Desamortización de las Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Religiosas de México, conocida como Ley Lerdo, ya que fue diseñada para su presentación al Congreso por el entonces ministro de Hacienda, Miguel Lerdo de Tejada, bajo la presidencia de Comonfort. A grades rasgos, la Ley Lerdo justificaba su existencia en el hecho de que las órdenes religiosas de la época, así como ayuntamientos, colegios, congregaciones y cualquier otra asociación civil cuyas posesiones inmuebles excedieran las estrictamente necesarias para desarrollar sus funciones, se

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oponían con ello al surgimiento de una nueva clase media semiurbana y rural en el país, al estilo de la que ya se formaba en los Estados Unidos, al impedir la compra-venta de esas propiedades ya que la posesión era a perpetuidad; aunque en el otro renglón de los objetivos gubernamentales, era evidente el deseo de procurarse nuevos ingresos por el pago de impuestos que surgirían de las nuevas transacciones al obligar a esas agrupaciones a enajenar todos los bienes que no les fueran imprescindibles para cumplir con su objeto social, como solares, fincas, edificios anexos y otros.

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En el caso de Morelia, conocida anteriormente como Valladolid y como sucedía entonces en muchos otros poblados de México, el impacto de dicha ley fue profundo en cuanto a la reconfiguración de los procesos económicos construidos durante los tres siglos anteriores, mismos que con mayor o menor justicia permitieron que las sociedades tanto urbana como rural e indígena se adecuaran a una mecánica de ingresos familiares que dependía directamente de su relación con el clero, pues simplemente, en la década de 1850 había en Morelia una población aproximada a las 25 mil persona, aunque cinco sextas partes del espacio urbano pertenecía al sector eclesiástico que administraba la renta de los terrenos a familias que los habitaban y/o tenían sembradíos en ellos, además de talleres y otros centros de producción para su sostenimiento familiar. Según datos catastrales de la época, la ciudad conocida como Morelia desde 1828 contaba en 1850 con 30 templos, 18 conventos femeniles y varoniles y 358 fincas dentro de la zona urbana, aunque la Orden Agustina poseía la mayor parte de esas propiedades en comparación con el resto de las agrupaciones religiosas, pues se sabe que dentro de la mancha urbana la misma agrupación religiosa era dueña de

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29 de esas fincas y 46 espacios rurales, algunos de ellos con haciendas incluidas, sin contar los dispersos jacales, solares y terrenos en la periferia de la ciudad y en el resto del territorio michoacano, por lo que la promulgación de la Ley Lerdo, como finalmente se encuentra documentado, se convirtió en la implantación de un sistema económico impulsado por el Gobierno Nacional que ciertamente perseguía una modernización administrativa y un crecimiento en el Producto Interno Bruto del país, aunque no exento de la especulación y del acaparamiento que a la postre derivaría en los latifundios que hicieron fuerte al gobierno de Porfirio Díaz, debido en gran medida a que dicha ley no previó límites en cuanto a las compras de inmuebles que podía hacer cada individuos, así como tampoco adivinó la participación de los testaferros con fines monopólicos que permitían esas transacciones. Sin embargo, la ruptura de esta estructura colonialista basada en el dominio de la iglesia sobre el sistema económico, como rescoldo de la preeminencia española en América, intentó extenderse mucho más allá del mero aspecto hacendario al proponer también el desafuero del sector militar y eclesiástico con la intención de acabar con la herencia política española y que Santa Anna utilizó de modo tan certero para sus propios fines. Así lo determinó la Comisión de Justicia del Congreso de la Unión, integrada por Ignacio Mariscal, Francisco García Anaya y Eulogio Barrera, cuando definió en tono elogioso la factibilidad de proceder al desafuero de esos dos sectores institucionales al destacar que “El principio consignado en la ley, es un gran paso hacia la igualdad social, puesto que

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la abolición del fuero civil en cuanto a los eclesiásticos, y del civil y criminal por delitos comunes en cuanto a los militares, es la satisfacción de dos necesidades que reclamaban, no sólo la consecuencia con los principio democráticos, sino las circunstancias particulares de nuestra sociedad a la que ha servido de constante rémora para sus adelantos, la preponderancia de las citadas clases”. 6 Pese al optimismo con que la Comisión de Justicia entregaba su informe al Pleno, la oposición legislativa se dejó sentir con fuerza al argumentar que esa acción modificaba los modos de convivencia social con demasiada celeridad, y aunque en ningún momento se señaló que el desafuero de religiosos y militares era improcedente, sí se estipuló que la aprobación de dicho desafuero traería como probable consecuencia una nueva lucha armada al interior de México, como la que ocurrió poco tiempo antes en Puebla, debido a la desbordada influencia política que tenía la iglesia al menos en la mitad del país, y en un momento en que la reconstrucción nacional era el objetivo prioritario, tal como lo señaló uno de los legisladores constituyentes que se opuso a la presentación ante el Pleno de esa propuesta de ley, el duranguense Marcelino Castañeda. La argumentación de Castañeda tuvo su propia contundencia cuando preguntó en Tribuna “¿quiere la nación que se conquisten principios a costa de torrentes de sangre?”, en alusión a la reciente rebelión proclerical en Puebla que debió

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ser aplastada por las fuerzas armadas del Gobierno; y aunque el legislador no se oponía a la eliminación del fuero religioso y castrense, sí propuso que esa iniciativa no se debatiera, que se pospusiera hasta un momento óptimo y que incluso se repusiera la Constitución de 1824 a la que podría hacerse adecuaciones posteriores en esa materia. Sin embargo, sólo Marcelino Castañeda votó en contra del desafuero y la ley se promulgó con 82 votos a favor, en lo que representa una de las principales acciones legislativas mexicanas a favor de la igualdad social en el convulso siglo XIX mexicano, tal como lo expuso el cronista Francisco Zarco: “¡No más fueros! ¡No más privilegios! ¡No más escensiones! ¡Igualdad para todos los ciudadanos! ¡Soberanía perfecta del poder temporal! ¡Justicia para todos!”. 7 Por lo que respecta a la reacción de la Orden Agustina en la ciudad de Morelia, existen evidencias documentales que hablan sobre la poca resistencia que opuso la agrupación religiosa a la Ley Lerdo, pues ya en 1850 aceptó dividir su propiedad hacia el sur, en los linderos del Río Chiquito, para permitir 22


la construcción de una calle que bordeara ese afluente y que hoy se conoce como calle Aldama. Sin embargo, esa aparente docilidad por parte de los religiosos no parece provenir de una lógica de desapego hacia las posesiones terrenales, sino de la certidumbre que ya tenían sobre los procedimientos implementados por el sector gubernamental cuando se trataba de disputar tierras. Basta recordar un antecedente que tuvo lugar en la misma ciudad en 1847, bajo la administración estatal de Melchor Ocampo quien ordenó la expropiación del Colegio de San Nicolás clausurado por la Iglesia en 1812, al tomar en cuenta la necesidad de reabrirlo y convertirlo en Monumento Nacional en vista de que por esas mismas aulas pasaron personalidades destacadas de la Guerra de Independencia, como los clérigos Miguel Hidalgo, José María Morelos y Manuel Ruiz de Chávez, junto a Ignacio López Rayón, y José María Izazaga, entre otros, aunque cabe destacar que Ocampo no cursó estudios en ese edificio pues ya estaba en desuso en su etapa estudiantil, sino que fue alumno del Seminario Tridentino de 23


Valladolid, ubicado entonces en el actual Palacio de Gobierno, en la ciudad de Morelia, aunque utilizó al edificio recién expropiado para rendir homenaje a quienes lo vivieron como espacio educativo y fraguaron desde allí la independencia política del país al convertirlo en el Colegio Primitivo de San Nicolás de Hidalgo, bajo un sistema educativo que el propio Ocampo conduciría bajo los principios del laicismo impulsado por Juárez a través de las reformas de 1859 y en las que el ex gobernante michoacano tuvo profunda influencia ideológica, aunque el mismo colegio viviría una nueva clausura entre 1861 y 1863, después de la ejecución del michoacano por conducto de uno de los líderes del bando conservador, Miguel Miramón. Pero en lo que respecta a las propiedades de la Orden Agustina y que estaban en manos de particulares para ser explotadas, se recurrió a una argucia legal para asegurarse de que los inmuebles no cayeran en manos del Gobierno y sufrieran la suerte del remate público. El truco fue en realidad sencillo aunque su enorme éxito se debió también a la influencia que ejercía el sector religioso en la vida organizativa de la comunidad moreliana: el Prior Fray Vicente Contreras simplemente pidió a la feligresía poner a la venta, y a un precio justo, los in-

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muebles en poder de los Agustinos y que estaban rentados a las familias morelianas, aunque buena parte de los arrendatarios optaron por utilizar los predios para solicitar préstamos hipotecarios, como lo deja ver el notario Manuel Valdovinos en las actas de la época, en las que asegura que en 1856, año de la promulgación de la Ley Lerdo, se verificó un inusitado incremento en el número de pignoraciones sobre terrenos, mismas que a la postre resultaron incobrables aunque eso también era parte del plan diseñado por los Agustinos y apoyado por la feligresía, ya que el objetivo era, primero, que las propiedades no llegaran al remate público organizado por el gobierno en turno; y después, que vecinos acaudalados de la ciudad las adquirieran para ponerlas de nueva cuenta a disposición de los religiosos, aunque sin realizar un nuevo proceso de cambio de propietario ante notario y quedaran legalmente bajo el dominio de los particulares. Una evidencia sobre el éxito de esa estrategia de venta impulsada por la orden religiosa para garantizar una ganancia razonable surgió el 3 y 4 de octubre de 1856, fechas en las que se vendieron 18 de las 27 propiedades inmuebles que los agustinos poseían en la ciudad de Morelia y que para ellos significó el mejor de los tratos posibles ante las exigencias que imponía la Ley Lerdo, aunque no sin cruzar por una acre discusión con

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el arzobispo de Michoacán, fray Clemente de Jesús Munguía, quien junto al Papa Pío IX se oponía de manera decidida a lo que consideraban un despojo contra el catolicismo en México, tanto en sus bienes como en su influencia política y moral sobre la ciudadanía. No obstante la imposibilidad de negar la existencia de cierta dosis de solidaridad social entre los religiosos y la población de diferentes niveles económicos al desarrollar esa argucia legal, misma que fue pasada por alto en la Ley Lerdo ya sea de manera intencional o de forma involuntaria por parte de

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los legisladores, también es evidente la proliferación de los cacicazgos que décadas después marcarían la dictadura política de Porfirio Díaz, y que se convirtieron en uno de los principales detonantes de la revuelta armada iniciada en 1910. Al margen de lo anterior, los años venideros dieron la razón a los religiosos morelianos, sobre todo al tomar en cuenta que el estallido de la Guerra de Tres Años o Guerra de Reforma (17 de diciembre de 1857 a 1 de enero de 1861) en la que se enfrentaron los dos grandes bandos políticos del país, los Conservadores, liderados en primera instancia por Félix Zuloaga al promulgar el Plan de Tacubaya, y por Ignacio Comonfort en la Presidencia de la República; mientras que los liberales eran comandados por el entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia, y que en los hechos era una suerte de Vice-Presidente, Benito Juárez García, obligó al gobierno de Comonfort y después al de Zuloaga, a acelerar la venta de terrenos y edificios que antes pertenecieron al sector religioso, en la mayoría de las ocasiones a precios irrisorios, ante la necesidad de sostener los gastos derivados de la guerra interna que enfrentaba México a través de sus dos gobiernos paralelos: el de Zuloaga apoyado por Miguel Miramón, con sede en la capital del país; y el de Juárez, instalado en Veracruz.

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EL DESARROLLO HISTÓRICO DE LA CASA NATAL DE MORELOS Fue así que el siglo XIX vio al mismo edificio moreliano ya dividido en posesiones de particulares y con un uso comercial más que espiritual, como lo establecen las actas elaboradas por el entonces notario Vicente P. González, en las que se señala el traspaso paulatino de los 10 mil 061 metros cuadrados de superficie que inicialmente ocupaba el complejo arquitectónico en que se enmarcaba el templo de Santa María de Gracia, su respectivo Convento y Priorato, a manos de terratenientes locales, como Pedro Gutiérrez, quien adquirió el antiguo Hospital, la Casa de Novicios y el mismo Priorato por la suma de 21 mil 543 pesos y quien después adquirió también el Convento; sin embargo, se sospecha que el comerciante funcionó a la sazón como un testaferro que accionó a nombre de distintos inversionistas de la localidad, aunque todos con la intención de salvaguardar la integridad y uso de la construcción sacra y no con fines de enriquecimiento individual, entre ellos Leonardo Zurita, a quien José Fabián Ruiz llama “el amable latifundista urbano”, quien se agenció el templo en mención, aunque lo perdió años después al ser ocupado por alumnos de la Universidad Nicolaita

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para establecer allí una Casa del Estudiante que hasta hoy se mantiene vigente. Por lo que corresponde al resto de las propiedades inmuebles contiguas al edificio, distintas órdenes religiosas (como Franciscanos, Mercedarios, Carmelitas, Jesuitas y Agustinos) levantaron allí sus respectivas huertas, aunque entre 1860 y 1890 enfrentaron también su paso a manos civiles y el trazo de nuevas calles de servicio comunal que hoy se conocen como Antonio Alzate, Eduardo Ruiz, Aldama y Aquiles Serdán, entre otras; no obstante que las modificaciones no

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sólo se verificaron en el cambio sucesivo de propietarios, sino también en el diseño estructural de los edificios, mismas modificaciones que se aceleraron con el paso de los años al disolverse el hilo invisible de la solidaridad entre ciudadanía y religiosos e imponerse, ahora sí, el usufructo personal, o en su caso familiar, como guía de acción sobre esas propiedades, lo que derivó en que parte del edificio se destinara al resguardo y venta de granos, por ejemplo, según crónicas del historiador moreliano, Mariano de Jesús Torres, conocido entre el gremio de investigadores michoacanos como “El Pingo”.

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De esa manera, el rico heredero y comerciante Leonardo Sotelo se integró a la ya extensa lista de dueños consecutivos al adquirir y ordenar la demolición del antiguo edificio contiguo al templo de Santa María de Gracia para levantar en su lugar una nueva finca, entre 1888 y 1890, que seguiría el estilo afrancesado de boga en México por aquellos días como influencia del apego porfirista a lo galo, y que es el edificio en que actualmente se asienta el Centro Cultural. La muerte de Leonardo Sotelo dejó como herederas de la finca a sus hijas Herlinda y Elodia, en 1912, junto a otras posesiones de la misma naturaleza distribuidas en distintos puntos de Michoacán, aunque al menos el edificio que nos ocupa pasó a manos de su sobrino, Javier Ibarrola Sotelo, también como herencia en 1940. Ibarrola Sotelo sólo mantiene la finca histórica en sus manos por espacio de seis años, pues en actas legales se constata su venta a favor de Francisco Okhuysen Deleza, un industrial prominente en el momento de la transacción y quien fallece en 1957, dejando como beneficiarias de ese espacio a su esposa, Dolores Guiliani, y a su hija, María Dolores Okhuysen, mismas que accedieron a desprenderse de 150 metros cuadrados de la finca, en la esquina de García Obeso y Corregi-

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dora, y en los que el nuevo comprador, David Soto Hurtado, abrió en 1960 la tienda de tortas que los morelianos celosos de su pasado colectivo tomaron como afrenta en 1964, cuando exigieron la adquisición del edificio por parte del Gobierno del Estado para convertirlo en Monumento Nacional. Una de las evidencias que sustenta ese clamor que poco a poco se agrandaba está en la edición correspondiente al mes de julio de 1963 de la revista Cabildo Abierto, con distribución en la ciudad de Morelia, en la que articulista Héctor Pérez señala que “(…) la casa donde nació Morelos es uno de los tantos comercio vulgares sin ningún respeto por la memoria del prócer (…)” y que “(…) la casa que recibiera el primer aliento del niño Morelos, no es el Santuario que hable a las generaciones futuras de la veneración que el Generalísimo nos merece (…)”. Las iniciativas ciudadanas para conseguir que el edificio que estaba entonces en manos de particulares se convirtiera en espacio comunal fueron tan numerosas como variadas, pues van desde la simple carta de exigencia al titular del Ejecutivo en el estado para que ordenara su compra por decreto, hasta la organización de colectas públicas para reunir el dinero suficiente, aunque la última opción denota fallas evidentes en la estrategia, o tal vez una situación económica tan difícil

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como generalizada para los habitantes de Morelia en esos días, pues una de aquellas colectas, iniciada en julio de 1963, concluyó en el siguiente mes de diciembre con sólo mil 500 pesos recaudados, suma a todas luces insuficiente siquiera para hacer un esbozo de oferta a pesar del valor adquisitivo que el peso tenía en aquel momento, pues se puede mencionar, sólo para tener una referencia comparativa, que en 1872 se verificó la venta de la propiedad por secciones entre las que se encontraban el antiguo Hospital, la casa del Priorato y la de los novicios, por las que en conjunto Pedro Gutiérrez y otros socios pagaron 21 mil 543 pesos con 51 centavos, según documentos encontrados en el Archivo Antiguo de 33


Notarías de Morelia. En este punto es conveniente hacer una puntualización sobre la figura de Pedro Gutiérrez en el proceso de traspaso de las antiguas propiedades de los Agustinos a manos de particulares, pues como arriba se dijo, dicho proceso fue impulsado desde la Ley Lerdo pero en Morelia tomó la variante de desarrollarse a través de la acción solidaria de la sociedad civil para mantener el usufructo con tintes de beneficencia para los respectivos arrendatarios, por lo que Pedro Gutiérrez, sin renunciar a la ganancia monetaria propia de su categoría

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de empresario, funcionó también como testaferro en algunas de las transacciones sobre aquellos inmuebles al participar en el mismo esquema solidario junto a sus socios, aunque con el paso del tiempo se perdió ese sentido comunitario que caracterizó a las primeras compra-ventas y se mantuvo sólo el lucro como motor de los traspasos, lo que José Fabián Ruiz explica así: “(…) desde 1859 todas esas fracciones territoriales agustinas antes mencionadas sobre la antigua Calle de la Estampa y hoy García Obeso, en las que por cierto se incluye primordialmente su Casa de Salud, lugar de nacimiento del prócer Morelos, se trasladaron catastralmente durante los últimos 30 años del siglo XIX a varios propietarios y copropietarios desde el originario representante o prestanombres, don Pedro Gutiérrez (…)”. 8

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Así inició el año de 1964, con el edificio histórico en manos de David Soto Hurtado como dueño de la tortería ubicada en la esquina de García Obeso y Corregidora, mientras que el resto de la finca se mantenía en manos de Dolores Guiliani y María Dolores Okhuysen, viuda e hija respectivamente del industrial Francisco Okhuysen Deleza. En los primeros días de ese mismo año se obtuvo la participación de Antonio Arriaga Ochoa como mediador ante el Gobierno del Estado para obtener la propiedad comunal del edificio, al confiar las partes en su categoría de catedrático de la Universidad Michoacana, jurista, ex director del Museo Regional Michoacano como dependencia del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), pero sobre todo por ser primo hermano del entonces gobernador Agustín Arriaga Rivera, quien accedió a la petición de los “morelistas morelianos”, como llama Ruiz al grupo de ciudadanos que pugnaba por agenciarse la finca para convertirlo en Monumento Nacional, aunque la expedición del decreto de compra autorizado por Arriaga Rivera menciona como objetivo principal que el edificio se convertiría en Museo Estatal. Ruiz señaló también, a manera de anécdota, que a él mismo toco en suerte negociar la compra de los 150 metros cuadrados correspondientes a la tortería de David Soto Hurtado, en su calidad de funcionario de Financiera Michoacana S.A.,

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predio por el que se pagaron 250 mil pesos; mientras que el asesor general de la Financiera, Guillermo Morales Osorio, encabezó las negociaciones ante Dolores Guiliani y María Dolores Okhuysen para adquirir el resto de la construcción, en poco menos de 1 millón de pesos a favor del Gobierno del Estado. NACE UN NUEVO CENTRO CULTURAL Al tiempo en que se desarrollaban las negociaciones entre el Gobierno Federal, el Gobierno del Estado y los propietarios del inmueble, la sociedad civil celosa de su pasado compartido hacía lo propio a través de las colectas públicas mencionadas arriba, aunque los resultados más alentadores que obtuvo ese sector provendrían de su propia capacidad de organización que a la postre le otorgó el poder para establecer criterios en lo que se refiere a las adecuaciones arquitectónicas con fines utilitarios. Según el periodista e historiador Tlalpujahuense Ricardo Aguilera Soria, ciudades con raigambre colonial, como Morelia, experimentaban desde la década de los 30 del siglo XX una suerte de revaloración colectiva en lo que se refiere a su arquitectura como un elemento de afirmación cultural, y la casa en que nació Morelos y Pavón se vio beneficiada con ello a partir de 1959, año en que surge el Comité de Defensa del Patrimonio Municipal de Morelia A.C., como antecedente 37


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del Patronato Pro-Adquisición y Adaptación de la Casa Natal del Generalísimo José María Morelos y Pavón, y del Patronato para la Restauración del Centro Escolar José María Morelos, fundados en 1961. El espíritu participativo de la comunidad moreliana exigiría el respeto a su propio papel años después por parte de las instituciones, pues en la década de los 80, afirma Aguilera Soria, la Junta para la Conservación del Aspecto Típico y Colonial de la Ciudad inició confrontaciones conceptuales con el Ayuntamiento de Morelia, del cual dependía a pesar de que sus miembros no recibían remuneración por ello, así como contra las disposiciones emitidas por el INAH-Michoacán. Se debe recordar que en la misma década se dio una crisis institucional aguda que marcó el inicio del decaimiento del régimen político que por décadas había mostrado una fortaleza incuestionable, y que vio su mayor punto de desolación en el terremoto de 1985. Sin embargo, la sociedad civil siguió con su mejora organizacional y consolidó la reconstrucción del techo del Templo del Señor de la Columna, en septiembre de 1984, hasta el nombramiento de Morelia en 1991 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por conducto de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). 9 Con esos antecedentes y una vez protocolizado el traspaso del inmueble a favor del Gobierno del Estado, en abril de 1964, se contrató a los arquitectos Arturo y Roberto Ramírez Bernal para iniciar su remodelación, quienes procedieron, en primer término, a instalar la lámpara votiva que hasta hoy permanece en el lugar que siglos atrás ocupó el Hospital Agustino y en el que vio su primera luz José María Morelos, antes de iniciar con la ampliación de las habitaciones para convertirlas en espacio de exhibición de objetos históricos y cuyo guión museográfico estuvo a cargo de José Luis Magaña Hurtado bajo la supervisión de Antonio Arriaga Ochoa, seguramente nombrado como Coordinador General de los 40


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trabajos de adecuación arquitectónica por la administración estatal encabezada por su primo, aunque el desliz nepotista que podría significar la relación sanguínea entre el coordinador de los trabajos y el Gobernador en turno se justifica al tomar en cuenta el conocimiento de Arriaga Ochoa sobre la historia que encierra ese edificio, así como sus habilidades en lo que hoy se consideraría como “gestión cultural”, y que se constató cuando logró adquirir, como donación de instituciones y particulares, el acervo con que inicio sus actividades el Museo Casa Natal de Morelos, el 30 de septiembre de 1965, fecha en que se cumplió el Bicentenario del natalicio del prócer vallisoletano y que conjuntó en Morelia al entonces presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, con el gobernador Agustín Arriaga Rivera, autoridades del Ejército Mexicano y miembros del Poder Legislativo de nivel federal y estatal, quienes después de cortar el listón ceremonial encontraron un espacio que ya entonces contaba con enseres personales de Morelos, mapas, documentos en que se plasma la ideología del sacerdote insurgente en el aspecto 42


legal, así como obra artística materializada en grabados y en un mural del patzcuarense Alfredo Zalce, el pintor michoacano más visible en el plano nacional e internacional durante el siglo XX. Pocos meses después de la apertura oficial del recinto, en noviembre de ese mismo año, el Gobierno del Estado hizo su entrega oficial a los primeros responsables directos de sus operaciones: Marco Antonio Aguilar Cortés, como director de Patrimonio Estatal; y Alfonso Espitia Huerta, académico de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y quien fue el primer director del centro cultural, puesto en el que se mantuvo por poco menos de un año. Podrían considerarse los primeros años del nuevo museo como convulsos al tomar en cuenta la constante rotación de su personal directivo, aunque esa aparente convulsión no va más allá de lo que impone la ley natural de las cosas cuando se trata de un programa de promoción cultural masiva con los antecedentes históricos y civiles que hasta este punto hemos narrado. Debido a eso, la rápida salida de Alfonso Espitia Huerta permitió la llegada de Belisario Piña como segundo director general del museo, aunque sólo ocupó el puesto por escasos cua43


tro meses en virtud de que el todavía gobernador Agustín Arriaga Rivera se inclinó por el también académico nicolaita Salvador Reyes Hurtado como tercer directivo a partir de 1966, y fue él quien ideó, formuló, diseñó y puso manos a la obra para agenciarse desarrollar gran parte del acervo y servicios que hoy ofrece el Museo Casa Natal de Morelos, ya que se mantuvo en el cargo durante 33 años consecutivos al ser ratificado como director por una decena de Gobernadores michoacanos.

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La Promoción de la Lectura Tal vez por simple intuición, aunque en proyectos como el de un centro cultural con esa carga histórica es esa intuición la que funciona como uno de los dos motores primarios, junto al conocimiento del período histórico que se difunde, los que permiten solidificar e impulsar los modelos de trabajo del que habrán de salir programas permanentes y acciones esporádicas que caractericen a la institución a través del tiempo; y fue esa misma intuición la que llevó a Salvador Reyes Hurtado a rodearse de personas interesadas en el ámbito de su competencia y que podrían hacer aportaciones notables en cuanto a la organización necesaria para alcanzar los objetivos deseados por la Casa Natal de Morelos no sólo como un recinto museográfico, sino como un verdadero Centro Cultural vivo en lo que se refiere a la atención a un público cautivo y constante. Reyes Hurtado atrajo a personas activas en cuanto a la generación de nuevas ideologías, de reconocimientos necesarios a la historia endémica y de propuestas novedosas para alcanzar la masificación del conocimiento, por lo que pronto aparecieron en la escena intelectuales como Carlos Arenas, Antonio Martínez y Luis Mora Serrato, entre otros, quienes

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en conjunto persiguieron la meta, como ejemplo, de conseguir una biblioteca histórica especializada en el período independentista mexicano, lo que no sólo implicaba obtener el acervo bibliográfico y la estantería necesaria bajo la figura de donación, sino también convencer al Gobierno del Estado para invertir en la modificación de la estructura arquitectónica implementada en 1964 para abrir espacio a la nueva biblioteca y reducir con ello los espacios del personal administrativo. La biblioteca abrió por fin con 500 volúmenes para la consulta gratuita, aunque Reyes Hurtado prosiguió la labor de incrementar el acervo y dejó al morir, en 1999, un total de 8 mil libros en las repisas. 46


Durante los 33 años de Reyes Hurtado como director, aunque sin proponérselo, se mantuvo vigente la participación de la sociedad civil en torno a las actividades ejercidas en el sitio que antes fue hospital, almacén de granos, dormitorio de novicios y uno de los centros religiosos con mayor poder económico en la comunidad moreliana, pues algunos de los promotores que simpatizaban con el centro de documentación morelista en proceso de convertirse en Centro Cultural, mantuvieron sus reuniones periódicas bajo el nombre de Tertulias Culturales Informales y que tenían como sede algu-

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nos cafés y bares del Centro Histórico de la ciudad de Morelia, como el llamado Puente de las Rosas, La Cadena de Flores o La Mariscala, y en los que surgió la idea de lanzar la primera publicación periódica a cargo de la Casa Natal de Morelos que después se convertiría en la colección llamada Ediciones Casa de San Nicolás. El primer folleto que se distribuyó bajo el nuevo sello editorial tuvo el membrete de Cuatro Poetas Nicolaitas, con obras de Luis Mora Serrato, Carlos Arenas García, José Luis Farfán y Jesús Sansón Flores, y que tuvo como objeto conmemorar los 50 años de consolidación de la Universidad Michoacana como tal, ordenada en 1917 por el gobierno estatal de Pascual Ortiz Rubio. La colección dejó de circular años después cuando alcanzó los 104 números vertidos entre la ciudadanía moreliana. Los Viernes Culturales A eso se une el que posiblemente sea el primer programa de difusión cultural nacido en Morelia y que aún se mantiene vigente en la misma ciudad, el llamado Viernes Culturales, que se concretó en 1975 gracias a la participación de los promotores ya mencionados y al apoyo recibido por Reyes Hurtado de parte de Ignacio Chávez Sánchez, un destacado médico nicolaita que obtuvo como logro académico más relevante el ser Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1961 y 1966; y aunque en el momento en que Salvador Reyes pidió el apoyo de Chávez Sánchez para implementar los Viernes Culturales éste ya había dejado el puesto en la máxima casa de estudios universitarios del país, seguían frescas las relaciones del médico con el mundo intelectual mexicano, las que fueron de gran provecho para el proyecto semanal impulsado en el espacio moreliano e iniciado de manera formal, y hasta cierto punto humilde, en el patio central del edificio, aunque pronto debió trasladarse hacia el jardín anexo, bautizado ya como Jardín de la Nueva España, debido a la cantidad creciente de personas que acudían de manera constante desde sus primeras emisiones.

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Es de destacar que dicho jardín hoy representa una de las estampas principales del complejo arquitectónico morelista, aunque no formó parte de él en el inicio de sus operaciones como espacio difusor de la cultura hasta que tocó el turno a Marco Antonio Aguilar Cortés, entonces Alcalde de la ciudad de Morelia, obtener dicho espacio para anexarlo al inmueble, gracias a la gestión realizada por Félix Cerda Loza y Jorge Diez, quien patrocinó el busto de bronce de José María Morelos que actualmente se exhibe como obra del escultor Francisco Zúñiga, inaugurado por el propio Aguilar Cortés antes de finalizar su período como Primer Edil de la ciudad.

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Así, los Viernes Culturales iniciaron sus operaciones de manera formal el 7 de febrero de 1975, a través de una conferencia ofrecida por el periodista José G. Baeza Campos en torno a “Las Modalidades de la Escritura Periodística”, según la propaganda impresa conservada hasta hoy en los archivos de la Casa Natal de Morelos, y como paso previo a las disertaciones que con el tiempo presentaron dos Presidentes de la República (José López Portillo y Miguel de la Madrid); gobernadores como Agustín Arriaga Rivera, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Carlos Torres Manzo; el embajador de México en países de Europa, Asía, África y el Caribe, Ernesto Madero; “científicos, ministros, banqueros, literatos, músicos y poetas, maestros y estudiantes, profesionistas, comerciantes, industriales y campesinos, damas y caballeros, grupos e individuos, nacionales y extranjeros, así como cuanto personaje ha deseado participar en tribuna con su individual o grupal criterio”. 10

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Los sucesos venideros marcaron entonces al programa Viernes Culturales como el verdadero detonante en lo que se refiere al crecimiento del inmueble, debido principalmente a ese sello identitario atractivo para los morelianos en que se envolvió la oferta de la Casa Natal de Morelos y que repercutió en un incremento en la demanda para dichas actividades, hasta el punto en que 1979 se presentaron las primeras exigencias colectivas para contar con mayor cantidad de sillas, altavoces de calidad y rehabilitación estructural del edificio para atender sin incomodidades a los asistentes, lo que llevó a utilizar el jardín anexo para incluir conciertos y obras teatrales en las que participaron compañías procedentes de Venezuela, Perú y Costa Rica, en primera instancia, y que a su vez requirieron la gestión para obtener un piano que finalmente otorgó el Frente de Afirmación Hispanista A.C., aunque en otras ocasiones participó como donador la Iniciativa Privada, como la Organización Ramírez (dueña de una cadena internacional de salas de cine), así como el ayuntamiento de Morelia, casas universitarias y asociaciones civiles a través de la renovación de la butaquería, colocación de una nueva pantalla para la actividad cinematográfica, el cortinaje, aire acondicionado y renovación del equipo de proyecciones, lo que sirvió años después para convertir a la Casa Natal de Morelos en una sede de extensión del Festival Internacional de Cine. Durante el periplo por equipar al edificio para funcionar como un verdadero Centro Cultural, el ya mencionado Ignacio Chávez ofreció sus servicios para poner en contacto al entonces director, Salvador Reyes Hurtado, con el presidente de la República, José López Portillo, quien autorizó a las arcas federales para proceder a la compra de la casa contigua, misma que hasta ese momento se encontraba en manos de particulares y que hasta antes de la aplicación de la Ley Lerdo fue una porción del Priorato de la orden Agustina anexa al Convento, aunque el inmueble no quedó en propiedad del Gobierno Federal sino que se cedió al Gobierno Estatal 53


de Michoacán debido a que esa instancia, dirigida por Carlos Torres Manzo, hizo también una aportación monetaria para habilitar allí la actual Sala Audiovisual y de Usos Múltiples en la que se instalaron 132 butacas, un escenario y una cabina de proyecciones audiovisuales, y que fue inaugurada en 1980 en acto oficial encabezado por López Portillo. La nueva sala anexa abrió la posibilidad de contar con el Cineclub de la Casa Natal de Morelos, uno de los pocos en su tipo que se mantienen en funcionamiento hasta nuestros días y que inició sus actividades por aquellos años, dirigido entonces por el actor Alonso Téllez y quien pronto pasó la batuta de ese espacio a Benjamín Díaz Murillo bajo la premisa de exhibir, de manera semanal, cintas que provocaran el debate entre la población en lo que se refiere a temas sociales, artísticos y fenómenos culturales como la migración y la desigualdad de género, entre otros, aunque en la actualidad se incrementó el número de exhibiciones a tres por semana y se renovó el equipo de proyecciones que ocupó por primera ocasión esta sala. El Cineclub Tal vez por causa de la céntrica ubicación del espacio de promoción cultural, aunque también por el cariz que adoptó la programación cinematográfica desde su inicio como actividad pública, la afluencia al Cineclub alcanzó niveles que en mucho ayudaron a mantener estadísticas sanas en lo que se refiere al consumo de productos culturales por parte de la población, tanto la moreliana como la foránea, y no sólo en beneficio del espacio morelista sino también para programas de promoción artística independientes, como sucedió con el Festival Internacional de Cine de Morelia, uno de los de mayor presencia en el país, al tomar a la Casa Natal de Morelos como una de sus sedes alternas para realizar proyecciones gratuitas de sus materiales anuales, como lo destacó el presidente del Patronato de dicho festival, Alejandro Ramírez, el 8 de octubre de 2014, fecha en la que informó que en la emisión correspondiente al 2013 se logró una captación de 54


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30 mil personas para las proyecciones en sedes paralelas, es decir, las que se realizaron en plazas públicas de la ciudad de Morelia; en el Teatro Emperador Caltzontzin, en Pátzcuaro; y en la Casa Natal de Morelos, aunque es preciso señalar que las presentaciones fílmicas que tuvieron lugar ese mismo año en ese Centro Cultural tuvieron temáticas específicas, como es el caso de un ciclo sobre migración, dentro del programa Cine Sin Fronteras, diseñado para provocar el intercambio conceptual entre los asistentes y en el que este autor acudió como reportero para reseñar, entre otras cintas, Purgatorio, de Rodrigo Reyes, con la que se inauguró dicha sección del programa por el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2013. Para ofrecer un ejemplo sobre el análisis que se vierte en la Casa Natal de Morelos a través de su Cineclub, transcribimos un extracto de lo publicado en aquella reseña sobre ese largometraje documental: “Uno de los puntos de contraste que muestra el autor (Rodrigo Reyes) es a través de una entrevista realizada a un practicante religioso estadounidense que recorre los caminos utilizados por los migrantes (que se adentran en los Estados Unidos) para ofrecerles agua y comida, ‘no los puedo ayudar a cruzar porque eso es ilegal, pero les puedo ayudar a sobrevivir. La migración es un fenómeno causado por errores humanos y se tiene que resolver con aciertos humanos’’. “Luego una segunda entrevista a otro estadounidense pero del bando contrario, dedicado a borrar las señales que los migrantes dejaron para que otros sigan el camino correcto después de ellos, pues apoya la repatriación inmediata al capturarlos porque ‘no es cruel darles un viaje de regreso a casa gratis, cruel sería llenar la frontera de minas’’. 11

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A eso se unen actividades de índole académico que también están relacionadas con la promoción cinematográfica, como al Diplomado en Preservación de Imagen Movimiento organizado por la Filmoteca Michoacana en 2010, y que realizó sesiones de trabajo en la Casa Natal de Morelos con la participación de ponentes internacionales como Julieta Keljdain (Uruguay), Adrián Wood (Inglaterra), Lourdes Roca e Itzia Fernández (México), entre otros; junto a encuentros de carácter interdisciplinario como la Cátedra Internacional de Caminería Manuel Criado de Val, espacio académico-interdisciplinario desarrollado por universidades e instituciones gubernamen-

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tales de Michoacán y Guanajuato y que se estableció con el fin de formalizar y promover programas de investigación acordes con los quehaceres científicos, humanísticos y metodológicos de la caminería a través de conferencias, comunicados y eventos desarrollados cada dos años desde 1997 para cubrir enfoques históricos, económicos, geográficos, artísticos, ambientales, tecnológicos y culturales. La Sala de Lectura El espacio dedicado no sólo a la consulta bibliográfica, sino a la promoción de la lectura en general, inició sus operaciones dentro de la Casa Natal de Morelos prácticamente desde los primeros días del recinto como Centro Cultural, pues ya en 1965, el primer director del inmueble, Alfonso Espitia Huerta, gestionó el envío de los primeros 500 volúmenes donados por el Gobierno del Estado para ocupar la sala que en ese momento se habilitó sobre la calle de García Obeso y que se mantuvo en funcionamiento hasta 1987, año en que se modificó la Sala de Lectura para que los usuarios tuvieran vista hacia el jardín interior y para colocar en el nuevo espacio mobiliario moderno propio de un centro de consulta de ese tipo. Pero antes de eso, a partir de 1966, Salvador Reyes Hurtado, como tercer director al suceder en el cargo a Belisario Peña, hizo lo propio para incrementar el acervo ante distintos Rectores de la UNAM, como el ya mencionado Ignacio Chávez, además de Guillermo Soberón y Jorge Carpizo. Las gestiones de Reyes Hurtado se extendieron hacia otras instituciones educativas y de promoción de la cultura mexicana hasta alcanzar los 8 mil ejemplares en la estantería de la Casa Natal de Morelos, con géneros como la historia, novela, artes, poesía, filosofía, cuento, ensayo, derecho, medicina, ingeniería, arquitectura, economía, turismo cultural nacional e internacional, antes de que surgiera el programa Ediciones Casa Natal de Morelos, con apoyo del Frente de Afirmación Hispanista A.C., que coadyuvó a elevar el número de ejemplares de lectura a 24 mil, los que actualmente dispone el espacio cultural para su consulta gratuita.

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La Restauración y Modernización Museográfica Las conmemoraciones siempre fueron el mejor motivo para revitalizar las condiciones y oferta de los espacios culturales mexicanos, pues así como se consiguió adquirir los predios y edificios en que vio su primera luz el prócer michoacano por excelencia en el Bicentenario de su natalicio, el festejo por el 200 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia de México, en 2010, fue la justificación perfecta para destinar la inversión económica necesaria para la modernización de la museografía que albergó desde su propio nacimiento el Centro Cultural morelista. Y la inversión resultaba no sólo necesaria sino urgente, debido tanto a las exigencias provenientes de un público cada vez más informado sobre los procesos históricos nacionales, como al deterioro potencial en que podrían verse envueltos los objetos expuestos, por lo que en ese año de conmemoraciones patrias se aplicaron los 1.5 millones de pesos previstos en el Plan Estatal de Desarrollo para el estado de Michoacán 2008-2012, a través de la Comisión Estatal para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México 60


y Centenario de la Revolución Mexicana en la misma entidad, a través del Programa de Atención a Museos y Sitios Históricos emblemáticos de las Guerras de Independencia y Revolución Mexicana. Por ese conducto, la Casa Natal de Morelos inició sus adecuaciones más importantes desde su apertura como Centro Cultural en lo que se refiere a la restauración de pisos, paredes e instalaciones eléctricas ordenadas por el Gobierno del Estado en 2010, para revertir hundimientos en las baldosas de cantería y loseta cerámica así como fracturas estructurales ocasionadas por el crecimiento de raíces cercanas a los cimientos, pérdida de juntas, crecimiento de microflora y reblandecimiento por humedad, además de la renovación y homogeneización de los pisos, puertas y ventanas debido a la poca unidad y carencia de estética que presentaban éstos en distintos espacios, “lo que daba una apariencia parchada y poco apropiada a la relevancia histórica y arquitectónica del inmueble”, según declaró el entonces gobernador, Leonel Godoy Rangel, al reabrir el edificio al público el primero de octubre de ese año. 12 La museografía, por su parte, inició su modernización a partir de la res61


tauración y mantenimiento de los elementos arquitectónicos que limitan cada área de exposición, para proseguir con el inventario y catalogación no sólo de los objetos históricos, sino también del mobiliario, hasta llegar a la renovación de objetos de existencia obligada en recinto de esta naturaleza pero que también son de uso diario, como reproducciones de las banderas que utilizó José María Morelos en su etapa guerrera junto a una edición conmemorativa de Los Sentimientos de la Nación, el documento que se considera como fundacional para las garantías jurídicas en que descansa el sistema gubernamental mexicano de la actualidad; una reco-

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pilación llamada Colección de Documentos de Don Miguel Hidalgo, en que se da cuenta del proceso libertario iniciado en la entonces Valladolid a través de las reuniones conspirativas que tuvieron lugar en 1809, en el edificio que se encuentra en la esquina de Morelos Sur y Avenida Madera, en el Centro Histórico de Morelia, y que desembocaron en la insurrección armada que estalló en Dolores Hidalgo, Guanajuato, en la memorable noche de septiembre del año siguiente; además de un audiolibro producido por el Gobierno del Estado con anotaciones biográficas sobre Morelos y Pavón. Por lo que toca al acervo documental histórico, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ofreció una propuesta de guión museográfico en enero de ese año con el compromiso de que el Gobierno del Estado asumiera la inversión necesaria para concretarlo, lo que ocurrió a través de la Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum), encabezada en ese momento por Jaime Hernández Díaz y gracias a la cual meses después se instalaron nuevas mamparas y vitrinas especiales para mostrar planos del territorio mexicano sobre el que marchó Morelos encabezando a sus huestes como estratega militar, indumentaria sacerdotal utilizada por el también ideólogo político, y documentación personal como su acta bautismal en calidad de único registro legal posible sobre su alumbramiento en esa época, distintos certificados de estudios que hablan de su desempeño en el Colegio de San Nicolás (donde trabó amistad con el entonces rector, Miguel Hidalgo y Costilla) y el Seminario Tridentino, así como textos en los que se hace referencia a cinco hermanos fallecidos y por los que es posible saber que José María fue en realidad el tercero de ocho hijos; e incluso se instaló durante la misma restauración un animatrónic de dimensiones naturales que representa al héroe patrio michoacano, ataviado con vestimenta sacerdotal y programado para realizar movimientos corporales, además de emitir voz con la que explica el periplo del personaje que simboliza. Ese aditamento electrónico, a decir del director actual, José Fabián Ruiz, es uno de los 63


mayores atractivos para visitantes de nivel educativo básico, lo que ayuda a que la Casa Natal de Morelos se mantenga como el recinto de promoción cultural con la mayor cantidad de visitas en el estado, al sostener un promedio de 100 mil entradas anuales. CONCLUSIONES Como se ha tratado de exponer hasta este punto, la concreción de la Casa Natal de Morelos como espacio de acceso público es el resultado de una travesía que la sociedad moreliana, tanto la contemporánea como la pretérita, realizó codo con codo en medio de circunstancias marcadas por el poder y la influencia clerical en lo organizativo y en lo económico de su tiempo, su confrontación con el sector gubernamental ante la irrupción que marcó el período encabezado por Benito Juárez García, que es a un tiempo esclarecedor para el futuro comunitario de México pero también contrario para la cúpula religiosa de aquel momento, aunque en todo ello es la ciudadanía vallisoletana de entonces y moreliana de ahora la que encontró los cauces pertinentes no sólo para garantizar su supervivencia económica, regulada de manera sucesiva por las órdenes religiosas y por el Gobierno Federal, sino para mantener vivo en esos escollos el orgullo sobre su pasado compartido, y utilizar después esa bien ganada vanidad como un detonante efectivo para el surgimiento de nuevas formas organizativas que a su vez otorgaron conciencia y voz a la colectividad ante las decisiones tomadas por el Gobierno, como un contrapeso necesario, pensado y esgrimido en cada ocasión en que se requirió hacerlo. De esa manera podemos observar lo cíclico de la historia: los contubernios entre feligreses e Iglesia para mantener la potestad sobre el inmueble y predios religiosos, y que se originaron tras la aplicación de la Ley Lerdo, tienen su reflejo en la fundación de asociaciones ciudadanas, casi un siglo después, que buscaron el rescate de algunos de esos espacios; al tiempo en que las acciones impulsadas por empresarios de la Morelia decimonónica, a manera de testaferros bieninten-

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cionados, tendrían su propia réplica en las gestiones desarrolladas en la siguiente centuria por académicos, pensadores, artistas, promotores, investigadores de la historia local y en el mismo público que abarrotó al Centro Cultural morelista como una evidencia de lo pertinente que es su existencia. Baste mencionar como ejemplos de la historia rediviva el padrinazgo de Félix Cerda Loza y Jorge Diez para instalar, en la década de los 60 del siglo pasado, el primer busto de bronce que recuerda en el lugar de su nacimiento a José María Morelos, acción que se repitió en agosto de 2009 cuando el municipio guanajuatense de Dolores Hidalgo obsequió al mismo recinto una réplica de la campana histórica tañida por Miguel Hidalgo para iniciar el movimiento independentista de 1810; mientras que el folleto Cuatro Poetas Nicolaitas lanzado en 1967 tendría su emulación en las sucesivas publicaciones hechas por José Fabián Ruiz, con apoyo del Frente de Afirmación Hispanista A.C., en torno a la figura de José María Morelos y que le convirtieron en uno de los expertos con mayor reconocimiento sobre el morelismo en el país. Así, los nombres cambian pero los hechos se mantienen, pues desde la publicación de los Cuatro Poetas Nicolaitas, con que la Casa Natal de Morelos abrió su faceta como casa editorial, las aportaciones de Luis Mora Serrato, Carlos Arenas García, José Luis Farfán, Jesús Sansón Flores, Antonio Martínez y de muchos otros son sólo el inicio de la lista de aportaciones a la que después se sumaron elementos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y de otras casas de estudio e instituciones, como Gerardo Sánchez Díaz, Moisés Guzmán, Eugenia Mejía, Ramón Sánchez Reyna, Jaime Hernández Díaz, Marco Antonio Aguilar Cortés, Arturo Molina, José Mendoza Lara, Javier Morett y otros que como ellos, y desde su respectiva trinchera, aportan conceptos, estrategias y el trabajo necesario para contar con una oferta cultural de consumo masivo, lo que visto a la distancia no es menos que una suerte de apología involuntaria pero efectiva a la obra del más venerado de los michoacanos que nació entre esas paredes.

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NOTAS AL PIE 1 La cita proviene de José Fabián Ruiz en Casa Natal de Morelos, monografía. El documento es un estudio sobre los antecedentes históricos del Centro Cultural en mención en que el autor, como dato curioso, practica una sintaxis semejante al castellano renacentista. 2 El concepto de Historia Matria al que se refiere Arístides Mercado Rubio es en realidad una evolución del acuñado por Luis González y González como Microhistoria, método por el que se analizan los sucesos locales que desencadenan un proceso identitario para la comunidad en que éstos se desarrollan. 3 Centro cultural distinto al objeto de esta monografía, situado también en el Centro Histórico de la ciudad y que fue la casa adquirida por Morelos en su etapa adulta. En este momento el edificio está bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). 4 Juana María Pérez Pavón dio a luz a dos hijos antes de José María, aunque los dos fallecieron siendo todavía pequeños. 5 José Fabián Ruiz narra la anécdota de este encuentro en Casa Natal de Morelos, monografía (p.27), en la que menciona también el compromiso del Prior Agustino por hacerle llegar desde Europa una relación de los complejos construidos por la Orden durante la etapa colonial americana, aunque dicha documentación todavía no está en poder del cronista, como lo mencionó en una charla informal con este autor. 6 Citado por José David Cortés Guerrero en Desafuero eclesiástico, desamortización y tolerancia de cultos: una aproximación comparativa a las reformas liberales mexicana y colombiana de mediados del siglo XIX, aunque el documento se centra con mayor atención en los procesos legislativos que


emprendieron sendos países y la posible influencia que uno ejerció sobre el otro para concretar el objetivo. 7 La llamada Ley Juárez quedó plasmada en el artículo 13 de la Constitución Mexicana de 1857: “En la República Mexicana nadie puede ser juzgado por leyes privativas, ni por tribunales especiales. Ninguna persona o corporación puede tener fueros, ni gozar emolumentos que no sean compensación de un servicio público, y estén fijados por la ley. Subsiste el fuero de guerra solamente por los delitos y faltas que tengan exacta conexión con la disciplina militar. La ley fijará con toda claridad los casos de excepción”. 8 Ibidem. 9 Ricardo Aguilera Soria ha desarrollado investigaciones relacionadas con los orígenes arquitectónicos del Michoacán contemporáneo y los procesos actuales para garantizar su permanencia, aunque en la mayoría de esos estudios el autor menciona con recurrencia el poder del acervo edificado como detonante de solidaridad entre la población. El comentario señalado se tomó del libro colectivo Resurgimiento del Centro Histórico de Morelia. Un Espacio en Pugna, coordinado por Esperanza Ramírez Romero, p. 96. 10 La enumeración cualitativa de los participantes en los Viernes Culturales es de José Fabián Ruiz en sucesivas pláticas con este autor, en las que el entrevistado tiene como tema recurrente el incremento tanto en servicios como en acervo que la Casa Natal de Morelos experimentó desde su nacimiento como edificio público. 11 Publicado en La Jornada Michoacán el 20 de octubre de 2013 por el autor de este texto. La liga que conduce a la página electrónica ya no existe.


12 Aunque la ceremonia encabezada por Leonel Godoy Rangel contuvo todo el protocolo requerido en estos casos, surgieron también voces que recriminaron la tardanza con que el Gobierno del Estado entregó la obra de restauración a la ciudadanía, ya que se pretendía su conclusión dos semanas antes de esa fecha para hacerla coincidir con los festejos por el Grito de Independencia del 15 de septiembre. ÍNDICE DE IMÁGENES



BIBLIOGRFÍA Ruiz, José Fabián. (2012) Casa Natal de Morelos, monografía. En Ediciones Casa Natal de Morelos y Frente de Afirmación Hispanista A.C. número 35. Morelia, Mich. México. Flores, J.C.. (2011). El venerable agustino Fray Juan Bautista Moya, Apóstol de Tierra Caliente. agosto 26, 2014, de Flores, J.C. Sitio web: http://ephemeridesacapulcanae.blogspot. mx/2011/05/el-venerable-agustino-fray-juan.html Archivo Histórico Municipal y Museo Histórico de Morelia. (2012). Un día como hoy, pero de 1828.... Agosto 26, 2014, de Archivo Histórico Municipal y Museo Histórico de Morelia Sitio web: http://archivohistoricodemorelia.blogspot. mx/2012/09/el-dia-de-hoy-12-de-septiembrenuestra.html Medina, A. (2005). Manual de Historia Local. Agosto 26, 2014, de Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas Sitio web: http://conhisremi.iuttol.edu.ve/pdf/ ARTI000056.pdf Cortés Guerrero, José D. Desafuero eclesiástico, desamortización y tolerancia de cultos: una aproximación comparativa a las reformas liberales mexicana y colombiana de mediados del siglo XIX. Fronteras de la Historia, núm. 9, 2004, pp. 93-128. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Colombia. Carmona, D. (2012). Se decreta la Ley Juárez, por la que son suprimidos los fueros eclesiásticos y militares y sus tribunales especiales. Agosto 26, 2014, de Memoria Política de México A.C. Sitio web: http://www.memoriapoliticademexico.org/ Efemerides/11/22111855.html Aguilera, R. en Ramírez, E. (Coordinadora). (2004). Resurgimiento del Centro Histórico de Morelia. Un espacio en pugna. Morelia, Mex.: Patronato Prorescate del Centro Histórico de


Morelia. p. 96. MiMorelia.com. (2010). Inaugur贸 Leonel Godoy Rangel la restauraci贸n de la Casa Natal de Morelos. Agosto 26, 2014, de MiMorelia.com Sitio web: http://www.mimorelia.com/noticias/michoacan/inauguro-leonel-godoy-rangel-la-restauracion-de-la-casa-natal-de-morelos/56271. Aguilera, R. (2014). La Catedral de Morelia. Morelia, Mex: Archivo Hist贸rico Municipal y Museo de la Ciudad de Morelia.


Espacios de la Secretaría de Cultura de Michoacán Museo Casa Natal de Morelos , se terminó de imprimir el mes de junio de 2015 en la ciudad de Morelia, Michoacán , México, en los talleres de ImpresionArte. Escuadrón 201, No. 522, Col. Guadalupe, C.P 58140 El Tiraje fue de 5,000 ejemplares




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