Voluntariado animales

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DOS AÑOS DE VOLUNTARIADO TERAPÉUTICO FLORAL CON ANIMALES _______________________________________________________________________ Por Palmira Mercadal

En estos casi dos años como voluntaria mi labor se ha desarrollado con voluntarios animalistas independientes. Y gracias también a ellos, aunque no siempre fuera fácil tal colaboración. Algunos formaban pequeñas asociaciones. Sólo en un par de casos estas asociaciones, apenas recibiendo ayudas por parte de la Administración Pública, o ninguna, disponían de un terreno o recinto en el que poder alojar a los animales. Estos voluntarios, muchas veces en una situación económica difícil, incluso precaria, en gran parte debido a esa falta de subvenciones, recibiendo algún donativo privado en el caso de los asociados, tienen que autofinanciarse los traslados y recogidas de animales, la manutención de los mismos, los tratamientos y consultas a veterinarios y todos los gastos generados por cada

caso específico hasta la adopción del animal, normalmente perros y gatos. Trabajan en red comunicándose entre ellos los casos a abordar. El grupo con el que he colaborado concretamente se ramifica por toda la península aunque el núcleo grueso se concentra en el territorio de la Comunidad de Madrid. Cuando un perro abandonado venía encontrado o tenía que ser sacado de algún sitio en el que se encontraba en peligro o en malas condiciones (entiéndase muchas veces las mismas perreras municipales que se autolimitan a un numero cerrado de animales, superado el cual, vienen exterminados los sobrantes), automáticamente se daba la voz de alarma vía internet y se ponían en movimiento para su propósito.


Yo solía entrar en juego en un segundo momento, cuando el perro ya estaba realojado momentáneamente hasta encontrar a un adoptante, lo que se conoce como acogida, o una vez adoptado. La mayoría de los perros tratados solían tener un historial común de abandonos y en muchos casos maltrato. La falta de cariño y de un trato digno eran muy evidentes. A resaltar los animales de las zonas rurales, donde eran considerados únicamente por su función en el medio en el que vivían como un instrumento más de trabajo. Los perros ovejeros, los guardianes o los de caza eran los casos más duros. Entre éstos últimos, los de caza, no solo se daba el intento por parte de sus dueños de matarlos de una forma incomprensiblemente cruel y despiadada una vez que dejaran de ser “productivos”, también sucedía que estos perros, siguiendo otros rastros durante las cazas, se perdieran. Tuve la suerte de tratar a uno de estos, una galga, Arwen, probablemente perdida en una cacería que terminó con unas lesiones importantes en los cuartos traseros por causas desconocidas aunque con la fuerte sospecha de fueran provocadas por mano humana ya fuera deliberadamente o no. Ya se publicó en el Boletín de Seflor este caso con detalle. Éste ha sido el único caso en el

que un veterinario me abrió de par en par su consulta y quirófano para una colaboración conjunta en la cura de un animal, abriéndose al uso de las esencias florales y permitiendo la sustitución de fármacos por productos naturales. Fue una experiencia enriquecedora también por esto. Sin duda es el caso por el que más cariño guardo. No solo por lo apenas comentado y por la felicidad de ver a Arwen en perfectas condiciones dos meses y medio después, también porque ella fue mi primera paciente con cuatro patas. La mayoría de los perros y gatos bajo tratamiento que he tenido eran animales adoptados o en acogida que desarrollaban algún tipo de reacción al cambio o de adaptación a esa nueva situación, o con reacciones a traumas recientes o lejanos en el tiempo, con grandes heridas emocionales de su pasado. Buena parte de las veces ambas cosas se mezclaban. Lo exteriorizado se traducía, entre otras cosas, en ansiedad más o menos aguda según el caso, en miedo extremo, en agresividad o en Síndrome de Separación a sus nuevos dueños. Aquí se ponía en evidencia los apegos que llegaban a crear como resultas de las necesidades de afecto de los animales y su miedo al abandono. No siempre estas reacciones afloraban inmediatamente, se daban por igual las veces en las que se producían con el pasar de un cierto tiempo. También se observaba la extrema sensibilidad emocional o la susceptibilidad de los animales y en qué manera respondían a cualquier pequeño cambio en el ámbito familiar


en el que vivían. Un embarazo, por ejemplo, o la entrada de un nuevo animal en la casa, podían ser todo un motivo de un nuevo desequilibrio. Mi inexperiencia, tanto como el desconocimiento casi siempre de detalles sobre el pasado de estos perros y la dificultad añadida de encontrarme ante animales, con las diferencias evidentes en cuanto a formas de comunicación, hizo que tuviera que desarrollar, o intentarlo al menos, la observación. Fue de gran ayuda la lectura de libros para conocer

y entender, entre otras cosas, más detalles sobre las sutilezas inherentes a cada raza canina. Ver como los perros de cada raza llevan en los genes características concretas y constatar cómo estas chocaban a veces frontalmente con nuestra forma de vida de humanos por pura incompatibilidad. La solidaridad con los galgos movilizada en los últimos años, es un buen ejemplo de ello.

Me he encontrado con varios adoptantes de galgos que llegan a tener 2 ó 3 en sus casas, normalmente pequeñas, en el que los animales no pueden moverse tanto como quisieran y necesitaran, no bastando los paseos, o el paseo, regulares diarios para poder dar espacio a sus propios instintos relacionados con la impronta genética de esta raza en la que el movimiento y más concretamente la carrera son de base. El resultado podía ser de ansiedad, destrozando en casos todo aquello que se podían encontrar, e incluso he notado que podía llevar a la apatía como forma polarizada de reacción.

También a resaltar los cambios y reacciones producidos tras la toma de esencias en los procesos de los animales. Tal vez el caso más particular se diera con Tom, encontrado vagando por un pueblo con signos de haber sido maltratado y con un miedo acérrimo a toda persona que se le acercara. La primera vez que le vi, ante mis intentos de acariciarle y antes de llegar a conseguirlo, se orinó y defecó al instante encogiéndose poco a poco aterrorizado sin parar de lamentarse. Fue una de las estampas más tristes que he tenido que ver como resultas del trato que le damos a los animales.


Le traté con Rock Rose, Estrella de Belén y Centaura con unos resultados espectaculares en apenas dos semanas. Tom se encontraba entonces en acogida y poco tiempo después fue adoptado por una mujer recién separada de un maltratador físico y psíquico. Tom volvió entonces a sufrir una transformación: se erigió en el defensor de su nueva dueña llegando a desarrollar una agresividad casi inaudita en el animal que yo había conocido hacía apenas unas semanas. Creo que aquí se mezclaron varias cosas en Tom: la defensa de la mujer con un desarrollo de la propia autodefensa como forma reactiva de supervivencia tras todas las experiencias de agresiones sufridas. Lo entendí como un reflejo condicionado, como una proyección en las que se fusionaban su propia experiencia con la de su actual dueña. Tom mordió en varias ocasiones, entre esas varias personas, a mí. Toda la facilidad que tuve para tratarle sus miedos más superficiales tan marcados, se complicaron sobremanera a la hora de tratar esa agresividad. Fue de gran ayuda Pansy, de FES, junto con Willow e Impatiens. Ésta por su manera, que pude comprobar personalmente, súbita de atacar, sin olvidarme nunca de Rock Rose, además de Red Chestnut y Chicory por su afán protector constante con su dueña. También usé Vine al notar que su actitud se acentuaba en su casa, sin que hubiera confrontación directa con otros animales en la calle, aunque sin dejar de tener una conducta chulesca. En casa, su comportamiento era el de un pequeño tirano dueño y señor de todo lo que ahí había, entre ellos su propia dueña, llevando más allá

el natural instinto de protección del territorio de los perros. Tal vez lo más impresionante del caso no era ver como Tom percibía y reaccionaba a cada pequeño altibajo emocional de su dueña, algo bastante común entre los animales domésticos, era ver la simbiosis que se llegó a crear entre los dos. Ella asumió el papel de protegida y él el de protector. Tuve oportunidad de tratarla a ella también y trabajar en una terapia conjunta.

Se necesitaron meses para que Tom, poco a poco, se fuera reconciliando con los humanos y dejara de mirarnos como a potenciales peligros para sí y para su dueña, y para que ésta redescubriera su propia fuerza para valerse por sí sola sin más “protectores” agresivos en su vida Con respecto a las esencias con las que he trabajado, muy probablemente la que más he usado fuera Rock Rose, siguiendo el consejo de Antonio Paramio en el que puntualizaba que el miedo de los perros dista de ser un miedo tipo Mimulus, sino que se trata de un miedo más visceral e intenso, mucho más cercano al pánico, y de ahí las reacciones tan extremas que podían llegar a tener los animales como respuesta.


Los resultados con esta esencia siempre han sido excelentes. Junto a Estrella de Belén, solían ser esencias de base. Chicory también solía estar presente, especialmente al principio de los tratamientos, no solo para las varias formas de apego que solían surgir más adelante. Chicory con Saint Jhon`s Wort (Hipérico), también de FES, dieron muy buenos resultados con los Síndromes de Separación. Ésta última también para aquellos que desarrollaban miedos a la noche. Impatiens y Chamomille de FES, en los casos de ansiedad; Centaura para los perros con una actitud marcadamente sumisa debida al maltrato reiterado. Holly también fue una de las esencias más usadas, pero solía ser más común su uso en un segundo momento, cuando afloraban ciertos rasgos tapados por otros más a flor de piel, más evidentes. Como en el caso de Tom, en el que la rabia y la agresividad surgieron solo después de un proceso en el que su miedo más superficial parecía desvanecido dejando al descubierto algo más profundo. Trabajé con Mariposa Lilly en los pocos casos en los que se conocía la temprana separación del cachorro de su madre o la muerte de ésta, con los llamados embarazos sicológicos o en algún caso de Síndrome de Separación resistente. Ha habido esencias que parecía que se me resistieran, como Walnut. La usé por sistema en un primer momento pero terminé por notar que la adaptación se daba paulatinamente más por el efecto y trabajo de otras esencias que no del Nogal. Todavía no encuentro respuesta a ésto. Podría bien darse a mi todavía corta experiencia y

conocimiento en materia. Sucedió algo parecido con Chesnut Bud.

Ciertos perros parecían tener una actitud infantil cuando ya eran adultos, como por ejemplo orinar en cuclillas. Tuve mejor resultado con Chicory que con Brote de Castaño. En situaciones en la que los perros se instalaban en patrones de conducta difíciles de erradicar, a veces férreos, fue de gran ayuda Morning Glory (Ipomea Purpúrea) de FES, ésta bajo consejo de Manuela Menéndez que tan bien me vino después de haber batallado, entre otras esencias, con Rock Water sin apenas resultado.


Como todos los seres vivos, cada animal es un mundo per se. Aunque aquí he generalizado, cada caso encontrado de animal a tratar era una potencial posibilidad de replantearme todo lo que creía saber, comerme todo lo dicho hasta el momento, palabra por palabra, para aprender algo completamente distinto e incluso contrapuesto a lo pensado hasta entonces. Dos años dan para mucho pero también son demasiado poco considerando la vastedad del tema. De mi experiencia lo único que siento es no haber contado con la oportunidad de tratar enfermedades. El aspecto físico venía automáticamente pasado en manos de los veterinarios.

Por más que intenté desarrollar el discurso holístico de la Terapia Floral, no conseguí que ninguno de los voluntarios dejaran de mirarla como una forma de sanación natural exclusiva del aspecto emocional. De estos casi dos años tratando animales, saco la conclusión que el mayor problema que tienen los animales son los seres humanos. A veces, por suerte, también nos cruzamos en sus vidas para su felicidad. Y la nuestra. Palmira Mercadal Terapeuta Floral.



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